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FILOSOFÍA

1) La filosofía clásica y el paradigma del ser.


a. La problemática entre physis-nomos como una tensión constitutiva del
mundo clásico. Sócrates, sofistas y Platón.
Los dos términos nómos y physis son palabras clave del pensamiento griego en
los siglos V y IV. En los escritores más antiguos no aparecen necesariamente
como términos incompatibles o antitéticos, pero una nueva generación ha
separado nómos y physis, como lo que es artificial de lo que es natural, y a
veces como lo que es falso (aunque comúnmente creído) de lo que es
verdadero. En el entorno intelectual del siglo V son comúnmente considerados
como opuestos y mutuamente excluyentes: lo que es «por nómos» («por ley o
convención»), no lo es «por physis» («por naturaleza»), y viceversa. “Physis”
puede traducirse por “naturaleza” o “realidad”, y “nómos” es algo en lo que se
cree, algo que se practica o que se da por bueno, y los diferentes pueblos tienen
diferentes nómoi . Pero, en tanto que la religión se mantenía como una fuerza
efectiva, era posible que existieran nómoi aplicables a toda la humanidad. Las
leyes humanas (nómoi) se nutren de una única ley, la divina, decía Heráclito, y
para Hesíodo, Zeus había dictado una ley para todos los hombres, los cuales, a
diferencia de las bestias, debían participar de la justicia. Esta concepción
persistía en la época sofista, pero, cuando la creencia en los dioses se erosiona,
esa aplicabilidad universal del nómos deja de existir.
La antítesis nómos-physis implica a la mayoría de las cuestiones debatidas en
la época. El debate de la religión se orientó hacia la cuestión de si los dioses
existían por physis (en la realidad) o solamente por nómos; el de la
organización política, sobre si los Estados surgieron por ordenación divina, por
necesidad natural o por nómos; el del cosmopolitismo, en torno a si las
divisiones dentro de la especie humana eran naturales o solamente un asunto de
nómos; el de la igualdad, acerca de si el dominio de un hombre sobre otro
(esclavitud) o de una nación sobre otra (imperialismo) era natural e inevitable,
o solamente por nómos; etc.
Estamos entrando en un mundo en el que no sólo lo dulce y lo amargo, lo
caliente y lo frío, existen meramente en la creencia, o por convención, sino
también la justicia y la injusticia, lo bueno y lo malo. Las dudas acerca del
orden y la estabilidad del mundo físico en su conjunto, y el destronamiento de
la divinidad en favor del azar y la necesidad natural como causas, fueron
suscitadas por los defensores de la relatividad de las concepciones éticas y
llegaron a constituir la base de su argumentación. Ha sido la idea de que el
cosmos es el resultado del azar la que ha hecho posible la negación de los
modelos absolutos del bien y del mal. La ley, por tanto, y las normas morales
reforzadas por la opinión pública, no son dadas por Dios como se creía antes.
Son algo impuesto por el hombre a sus iguales o, en el mejor de los casos,
creadas por un acuerdo para ponerle límites a la libertad de cada individuo.
Con esta negación del carácter absoluto de la ley y de los valores morales, o de
un lugar para ellos en la naturaleza permanente de las cosas, se ha preparado la
escena para una controversia entre distintos puntos de vista. El lugar concedido
a la ley y a la tradición, no estaba en absoluto determinado por la inicial
constatación de que fuesen artificiales o convencionales, y que los que
conviniesen en ello pudiesen, no obstante, extraer conclusiones prácticas
diferentes. Es decir, aunque en cualquier caso, se trate de la idea de que las
leyes son una cuestión de consenso humano, de convenios establecidos por los
ciudadanos, una vez propagado este punto de vista (de que las leyes, usos o
costumbres y convenciones no formaban parte de un inmutable orden de
cosas), era posible adoptar muy diferentes actitudes hacia él.
Para algunos, la invención de la ley era un importante paso en el camino desde
la vida del hombre originariamente desordenada y brutal hacia la civilización,
mientras que para otros, estas convenciones eran condenables. Por una parte,
Protágoras pudo argüir que las normas aceptadas de buena conducta, incluidas
alguna limitación de los apetitos egoístas y la consideración para con los otros,
aunque no fuesen una parte original y esencial de la naturaleza humana, eran
necesarias para la preservación de la sociedad, y la vida en sociedades era
necesaria para la supervivencia real. En el otro extremo estaba el violento
individualismo de aquellos que mantenían que las ideas de ley y de justicia
eran meramente una estratagema de la mayoría de los débiles para quitar de su
debido sitio al hombre fuerte, que es por naturaleza el hombre justo.
Simplificando, se pueden distinguir tres posturas principales: a. prevalencia del
nómos frente a la physis (defensa del nómos) b. prevalencia de la physis frente
al nómos (defensa de la physis), y c. una actitud de realismo práctico o
pragmático que, sin pronunciarse en ningún sentido, declara que el más
poderoso siempre se aprovechará del más débil, y dará el nombre de ley y
justicia a todo lo que establezca o dictamine en favor de sus propios intereses,
manteniéndole el nombre todo el tiempo que retenga el poder.
b. Idealismo platónico.
El término 'idealismo' es bastante común para referirse a las ideas platónicas y
neoplatónicas. Sin embargo, desde la perspectiva de la teoría de los
universales, los filósofos de inspiración platónica son en rigor, 'realistas' por
tanto las ideas poseen una existencia 'real'.

Platón uso el término 'idea' para designar la forma de una realidad 'eterna' e
'inmutable'. Y en este sentido, la idea es el 'espectáculo' ideal de una cosa. Así,
concebirá con frecuencia que las ideas son modelos de las cosas o también las
cosas mismas en su estado de perfección. Por ello la idea no puede
aprehenderse sensiblemente sino que su visibilidad depende de la mirada
interior. En consecuencia, Platón ira reduciendo las ideas a objetos
matemáticos y a ciertas cualidades como la bondad y la belleza. Más
tarde, Aristóteles negará que las ideas pudieran tener una existencia
independiente de la realidad sensible.

c. La Filosofía I en Aristóteles (Metafísica) y su relevancia para el


pensamiento occidental. Aristóteles y la filosofía práctica.
Metafísica (en latín: Metaphysica, y este del griego: Tα Μετα Tα φυσικά [ta
meta ta physika]) es una de las obras más estudiadas de Aristóteles. El nombre
es post-aristotélico, generado por Andrónico de Rodas para denominar un
conjunto de tratados dispersos y en cierta manera también disímil.
El objeto principal de la metafísica es errático, comprendiéndose tanto un
aspecto ontológico como teológico que generará diversas interpretaciones
acerca de la predominancia e importancia de uno u otro aspecto. En parte,
examina lo que puede ser afirmado sobre cualquier cosa que exista solo debido
a su existencia y no debido a las cualidades especiales que tiene (interpretación
de Gómez Lobo). También analiza los distintos tipos de causa, forma y
materia, la existencia de objetos matemáticos, cuestiones tratadas en otras
obras. Finalmente, incluye la temática de Dios como principio y causa. Los
libros donde se hacen patentes las dificultades de esta nueva ciencia, son los
III, IV y VI, donde aparecen algunas contradicciones no resueltas tampoco a lo
largo del resto de la obra.
Metafísica sorprende por la asistematicidad, de manera que algunos
investigadores como Pierre Aubenque (El problema del ser en Aristóteles)
sostiene que se trata de una investigación no concluida por el mismo
Aristóteles al vislumbrar las dificultades, que solo posteriormente a partir de su
recepción, varios siglos después, se vuelve un "programa de investigación" de
carácter metafísico y se busca darle inteligibilidad a un corpus heterogéneo y
múltiple.
La filosofía práctica de Aristóteles. La vida buena: el placer, el bien y la
felicidad. Por Carlos A. Casali
El conjunto de textos aristotélicos reunidos bajo el título de Ética a
Nicómaco gira en torno de la praxis. No es fácil comprender qué entiende
Aristóteles por “praxis” y podemos suponer que esta misma dificultad se le
plantea también a Aristóteles en la medida en que creyó necesario investigar el
tema y desarrollar los argumentos reunidos en la Ética en los términos de lo
que podríamos llamar el nuevo campo disciplinario de la filosofía práctica.
Veamos entonces con algún detalle este punto.
 La Ética a Nicómaco comienza con una afirmación rotunda y simple: “el bien
(agathos) es aquello a que todas las cosas tienden”; sin embargo, la afirmación
pronto se tuerce sobre su eje “parece que hay alguna diferencia entre los fines
(telos)” (en lo que sigue citamos por la edición del Instituto de Estudios
Políticos, trad. de M. Araujo y J. Marías). Todo lo que está en movimiento se
mueve en alguna dirección y tiene un sentido. De modo general, podemos
llamar “el bien” a esa dirección y “plenitud” o “fin” (telos) al sentido. Se sigue
de allí que no hay nada que no esté en movimiento salvo lo que es pleno o
acabado; es decir, aquello que ha logrado desplegar y llevar a consumación la
totalidad de sus potencialidades (recordemos que Aristóteles caracteriza el
movimiento –kinesis- como la actualización o realización de lo que está en
potencia, es decir, el pasaje de la potencia al acto).
d. Arqueología de una teoría de la acción y la deliberación.

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