Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
MODERNIZACIÓN REVOLUCIONARIA
Al concluir la fase caliente de la Revolución, el país inicia la reconstrucción
nacional bajo las premisas de una nueva Ley Suprema. Los artículos 3º, 27º, 73º,
82º, 127º y 130º constitucionales, establecen de modo preciso, las bases para la
transformación de la sociedad nacional en el marco del capitalismo. El propósito
era pasar de una economía agro-minera-exportadora de enclave- a una economía
de libre competencia, donde la industria y el comercio tuvieran mayores márgenes
de desarrollo y competitividad. Esta conllevó a varios imperativos: por un lado, el
régimen de tenencia de la tierra hubo de modificarse sustancialmente; esto es,
establecer la pequeña propiedad, multiplicar la propiedad ejidal y respetar la
propiedad comunal.
Hay que señalar también, que hacia 1940 las condiciones mundiales mostraban
un claro signo de cambio radical por el fenómeno de la gran guerra. En el país se
avanzaba hacia una reorientación de la política del Estado Mexicano con la
llegada del general Manuel Ávila Camacho a la presidencia de la República. La
característica del proceso de modernización en el país a partir de ese año y hasta
1970, sería otra.
Todas ellas sosteniendo objetivos comunes a mediano y largo plazos; esto es, la
formación de un nuevo mexicano y la preparación técnica eficiente de un ser para
manejar con destreza la nueva tecnología que se fue incorporando a la creciente
planta productiva durante estos años.
Por los grandes cambios que se iniciaban en el país al situar como punta de lanza
del modelo de desarrollo a la industrialización, la relación ciudad-campo se
estrechaba más y junto con ello daba principio la desruralización del campo, el
crecimiento de grandes ciudades, así como de zonas urbanas y de cinturones de
miseria. La escuela rural que se orientó en poner más énfasis en la raíz y
herencia cultural y en atender y resolver las necesidades de la población
campesina e indígena, fue sustituida por una escuela donde la urbano, citadino y
la idea de progreso y conocimiento que no de formación, cobraron predominancia.
Ante la presión, Jaime Torres Bodet sustituye al autor de la llamada Escuela del
Amor. Según Pedro Gringoire, Torres Bodet tenía un elemento poco favorable
para hacer frente al candente problema, no ser profesor; pero en cambio poseía
otras cualidades que mucho le servirían: no ser un desconocido y sí un hombre de
selecta cultura, además de que no era un político profesional.iii
Con esta acción, daba comienzo la configuración del proyecto educativo para
responder a las nuevas exigencias que al país se le planteaban. Mediante una
revisión crítica, reforzó y aumentó en número, las menciones culturales, impulsó la
edición de cartillas de alfabetización y estableció en febrero de 1944, el Comité
Administrativo del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE).
Mediante tres sucesivos congresos realizados entre 1944 y 1946, logró establecer
las bases para la constitución del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación -SNTE-. El modelo educativo desarrollista y de Unidad Nacional
empezó a tener cuerpo y claridad en cuanto a orientación, a partir de estas
grandes decisiones.
Debido a que en el mundo se vivía en plena guerra fría, Ruiz Cortines nombró
Secretario de Educación a José Ángel Ceniceros, que por cierto ha resultado ser
el único profesor normalista que ha ocupado ese puesto a lo largo de este siglo,viii
quien estableció la Escuela de la Mexicanidad, en su proyecto de trabajo. Esta
tendría como columna vertebral, desarrollar fuertemente desde el aula,
sentimientos hacia el mexicano, lo mexicano y la formación moral y cívica para
consolidar a la familia mexicana. Todo esto, con el propósito de contribuir de
modo más amplio a reforzar el desarrollo de la unidad nacional que para estos
momentos parecía entrar en crisis.
Hay la opinión sin embargo, de que en éstos seis años -1952-1958- los hechos y
logros en materia educativa para apoyar la política de industrialización del país y
de desarrollo en general, fueron modestos frente a lo realizado entre los años de
1940-1952. De los estudios revisados para entender y explicar tales juicios, se
puede desprender entre otras cosas lo siguiente: que la vitalidad del discurso de
El costo económico, político, social y educativo que se sentía ya por estos años,
condujo al Estado Mexicano a reflexionar acerca de lo que estaba sucediendo.
Cuarenta años de gobiernos revolucionarios según los discursos oficiales, sólo
habían logrado que de 7 millones de niños que demandaban educación, sólo la
mitad asistían a la escuela, y que el promedio nacional de escolaridad apenas
alcanzaba el segundo año.
Así, con Adolfo López Mateos en la silla presidencial y el regreso de Jaime Torres
Bodet -de fuerte influencia vasconceliana-, el gobierno se dio a la tarea de
configurar un proyecto educativo a largo plazo. Esto es, el Estado Mexicano
retomaba sus responsabilidades fundamentales expresadas como postulados de
la Revolución y traducidas en preceptos constitucionales en la Constitución de
1917. Comprometía a los gobiernos de los sexenios de 1958-1964-1970 a resolver
de modo definitivo, los problemas educativos que durante cuarenta años se
atendieron con altibajas. El Plan para el Mejoramiento y Expansión de la
Educación Básica, más conocido como Plan de Once Años, se había fijado como
propósito, que al finalizar la década de los sesenta, ningún niño en edad escolar, -
sin olvidar el crecimiento natural de la población- esto es, de seis a catorce años,
debía estar fuera de aula; mantener la satisfacción de la demanda real y hacer que
todos los inscritos terminaran la escolaridad primaria.
Algo que se juzgó como un imperativo para cambiar y avanzar, fue reorganizar
por áreas planes, programas, contenidos y métodos de enseñanza, -cinco para
preescolar, seis para primaria-. Se pensó que con esta innovación la enseñanza y
el aprendizaje de conocimientos dejarían de ser parciales y carentes de una
noción integral e integradora. La edición de libros de texto gratuito y obligatorio
para cada uno de los seis grados, bajo la responsabilidad de la Comisión Nacional
de Libros Gratuitos, respondía a las ideas antes mencionadas; pero también
apoyar a la gran población que por la escasez de sus recursos, no podía adquirir
textos que niños y profesores necesitaban para trabajar en el aula.
Pero tampoco debe ignorarse que ese enorme peso que el presidencialismo ha
significado en la vida nacional, prácticamente anuló el proceso de democratización
del país. El control que se llegó a ejercer sobre los distintos sectores de
trabajadores y sobre la sociedad en general, los arrinconó a una especie de asfixia
democrática; y quienes se atrevieron a manifestar su inconformidad, plantear
mejores condiciones de vida o de participación política; sufrieron marginación,
cárcel, persecución o asesinato. La vida cívica y social sufrió durante el
desarrollismo grandes restricciones igual que lo fue en el renglón económico, para
la gran mayoría de la población. Pobreza, desigualdad, marginación y nulo
ejercicio de la democracia, fueron entre otras cosas, el costo de lanzar al país a un
estadio diferente, pero sin haber resuelto del todo los problemas que dieron origen
al movimiento de 1910.
Sin embargo, hacia 1970, el promedio nacional de escolaridad era tan sólo de tres
años; y la calidad de la educación distaba mucho de responder a las exigencias
del desarrollo nacional. Todo esto significaba que los avances logrados a lo largo
de treinta años, hicieron exclamar a no pocos, que México era hacia 1970, otro
país. Y ciertamente lo era, pero a un costo social, como político, muy elevado.
Si estas eran las condiciones del país hacia fines de los sesenta o hacia principios
de los setenta, la tarea al parecer era enorme. La cuestión era entonces trabajar
en la formulación de un proyecto de modernización que estableciera con claridad
el país y sociedad que se deseaba edificar y con qué premisas.
Así, la lucha al iniciarse la década de los setenta, era no sólo definir un modelo
económico, sino su orientación y sentido social. Esto quería decir para unos,
reorganización y reorientación de la economía a partir del libre mercado y la libre
competencia; para otros, la reorganización de la economía hacia dentro para
avanzar en el desarrollo desde dentro.
Estando así las cosas, y a fin de evitar que la inconformidad, la protesta popular y
las heridas por el fenómeno de 68, se agudizaran hasta el grado de producir más y
mayores estallidos sociales; el naciente régimen encabezado por Luis Echeverria
juzgó inaplazable un nuevo modelo de desarrollo, que por mantener en lo básico
las mismas ideas y la misma orientación, se extienden a lo largo de doce años en
las tres grandes líneas que aquí intentamos describir. Estas líneas son: en lo
político, se planteó el principio de apertura democrática que años más tarde se
tradujo en la solución somos todos. Se trataba de trascender el autoritarismo, sus
Esta exigencia tomó cuerpo al tomarse la decisión por parte de SEP -gobierno
federal- de establecer un sistema -con carácter nacional- de educación técnica,
cuya base de la pirámide lo constituyesen las escuelas secundarias técnicas -
sustitutas de las escuelas pre-vocacionales, suprimidas por el régimen de Díaz
Ordaz-. La continuidad en la línea, lo representarían los Centros Tecnológicos -
Las preocupaciones por mejorar y elevar la producción del campo y del mar, con
recursos propios, también fue manifiesto al tomarse la decisión por transformar las
Escuelas Superiores de Chapingo, Hermanos Escobar y Antón Lizardo, a
Ningún curso previo se procuró para hacer entender tal cambio. Algo parecido
ocurrió también con los planes y programas de estudio. Estos se configuraron con
la taxonomía de Bloom; esto es, programación por objetivos; algo desconocido
hasta entonces, por casi todos los profesores del país. En el caso de los libros de
texto gratuito, agria discusión, rechazo y hasta condena provocaron sobre todo,
los de ciencias naturales y sociales de quinto y sexto años.
En un intento dar unidad a lo descrito aquí en grandes ejes, puede decirse que en
la década de los setenta, hubo esfuerzos considerables en el marco de la
modernización para: reorientar el ejercicio del poder presidencialista, permitiendo
cierto juego en el quehacer político, a grupos, organizaciones sindicales, partidos
políticos de nuevo cuño, entre otras; a fin de avanzar así sea de manera lenta,
hacia la democratización. En el universo educativo, no hay duda, los cambios
formales, reales; la multiplicación y diversificación de instituciones educativas de la
pirámide educacional y la reorganización y reestructuración del sistema, eran
innegables hacia fines de la década.
i
Para mayor información, véase Francisco Arce Gurza, p. 145-149.
ii
Ver, Isidro Castillo, ob. cit., p. 40-41.
iii
Para mayor información, véase Ernesto Meneses Morales, p. 263-267.
iv
Para mayor información, véase Meneses Morales, ob. cit., p. 269-271.
v
Para mayor información, véase Meneses Morales, ob. cit., p. 306-307.
vi
Para mayor información, véase Meneses Morales ob. cit., p. 341-343.
vii
Para mayor información, véase Isidro Castillo, ob. cit., p. 75-77.
viii
Para mayor información, véase Meneses Morales, ob. cit., p. 403-405.
ix
Para mayor información, véase Isidro Castillo, ob. cit., p. 95-96.
x
Para mayor información, véase a María Gallo. Las políticas educativas en México (1958-1976), p. 43-56, 69-84. También,
Blanca Margarita Noriega. La Política Educativa a través de la política de financiamiento. p. 19-48.
xi
Más sobre el particular, véase: Valentina Torres. Historia de la Alfabetización y de la Educación en México. p. 630-648.