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PINTURA DE VICENTE VAN GOGH, CALAVERA CON

UN CIGARRILLO 1886
Van Gogh realizó esta obra durante el
invierno de 1885-1886, mientras residía
en Amberes. Se había desplazado allí
para poder dibujar y pintar modelos del
natural en la Academia de Bellas Artes.
El artista holandés practicó con
grabados y moldes de yeso antes de
que se le permitiera estudiar modelos
desnudos. Los esqueletos solían
utilizarse con el fin de que los
estudiantes conocieran mejor la
anatomía humana.

Calavera con un cigarrillo constituye una de


las obras más sobresalientes del artista. El
dibujo preciso de la estructura ósea del
esqueleto no le impide expresar su estilo y su
técnica personal a través de la aplicación de
la pintura. Es como si consiguiera infundir
vida a la calavera mediante animados toques
de un color dorado que parece imitado
exclusivamente por las restricciones
formales. El contraste con el fondo oscuro y
plano acentúa todavía más esa impresión.

Las partes más claras de la calavera están


pintadas con colores más concentrados,
aplicados en capas más gruesas y en intenso
contraste con las sombras negras que las
acechan por debajo. Van Cogh logra una
inteligente dinámica tonal de colores claros y
oscuros con una paleta limitada y mediante una
aplicación variada de la pincelada. Ello le permite
crear su propia interpretación de un motivo
artístico—anatómico común
LA ITALIANA (1887) PINTURA DE VICENTE VAN
GOGH
A lo largo de toda su carrera, Van
Gogh tuvo numerosas dificultades
para encontrar modelos femeninos
que posaran para él. Su búsqueda
no siempre estaba motivada
estrictamente por razones artísticas.
Como él mismo confesó: "Las
figuras femeninas que veo aquí
entre la gente me producen una
fuerte impresión; preferiría ser
capaz de pintarlas que de
poseerlas, aunque en realidad
desearía poder hacer ambas cosas".

Bien podría ser que Van Gogh


hubiera cumplido su deseo con la
figura de este cuadro. Se suele
considerar que La italiana es Agostina Segatori, con quien se cree
que Van Gogh tuvo una aventura. El artista le escribió a su hermana
que, durante su estancia en París, tuvo «las aventuras amorosas
más imposibles e improbables, de las que normalmente salió
perjudicado, avergonzado y poca cosa más. No podemos estar
seguros de que fuera así también en el caso de Agostina, pero se
sabe que ella era la dueña de un café frecuentado a menudo por
Van Gogh y sus amigos, y que ambos se conocieron a base de
intercambiar pinturas por comidas.

Desde el punto de vista estilístico, esta obra constituye una curiosa


mezcla de dos influencias: las sencillas imágenes impresas en color
que gozaban de popularidad en aquella época, y los grabados
japoneses recién llegados al país, mucho más infrecuentes y
refinados. De todo ello surgió uno de los lienzos más pretenciosos
de los que realizó Van Gogh durante su estancia en París. La figura
está enmarcada en dos de sus lados por una orla de rojos y verdes
complementarios que incrementa el efecto plano y decorativo de la
pintura. La flor que sostiene la mujer es un símbolo tradicional de fe
y esperanza. La aventura de Vincent con Agostina fue de corta
duración, y es posible que este retrato se pintara con carácter
retrospectivo.

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