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Romance Elegíaco y así nos hizo la guerra y hambriento.

Luis de Miranda de Villafaña la cruel. Almas puestas en tormento


Frontera de San Gabriel en vernos, cierto, a todos.
Año de mil y quinientos a do se hizo el asiento, De mil maneras y modos
que de veinte se decía, allí fue el enterramiento ya penando.
cuando fue la gran porfía de la armada; Unos contillo llorando
de Castilla, cosa jamás no pensada, por las calles derribados,
sin quedar ciudad ni villa, que cuando no nos catamos otro lamentando echados
que a todas inficionó, de dos mil aun no quedamos tras los fuegos,
por los malos, digo yo, en doscientos. del humo y ceniza ciegos,
comuneros, Por los malos tratamientos y flacos, descoloridos,
que los buenos caballeros muchos buenos acabaron otros de desfallecidos
quedaron tan señalados y otros los indios mataron tartamudos.
afirmados y acendrados en un punto. Otros del todo ya mudos
como el oro. Y lo que más que esto junto que huelgo echar no podían;
Semejante al mal que lloro nos causó ruina tamaña, así los tristes morían
cual fue la comunidad fue la hambre más extraña rabiando.
tuvimos otra en verdad que se vio. Los que quedaban, gritando,
subsecuente: La ración que allí se dio decían: Nuestro General
en las partes del poniente, de harina y bizcocho, ha causado aqueste mal,
en el Río de la plata. fueron seis onzas u ocho, que no ha sabido
Conquista la más ingrata, mal pesadas. gobernarse, y ha venido
a su señor Las viandas más usadas aquesta necesidad.
desleal y sin temor, eran cardos que buscaban Causa fue su enfermedad,
enemiga del marido, y aun estos no los hallaban que, si tuviera
que manceba siempre ha sido todas veces. más fuerzas y más pudiera
que no alabo, El estiércol y las heces no nos viéramos a punto
cual los principios al cabo que algunos no digerían, de vernos así tan juntos
aquesto ha tenido cierto muchos tristes los comían, a la muerte.
que seis maridos ha muerto que era espanto. ¡Múdenos tan triste suerte,
la señora. Allegó la cosa a tanto dando Dios un buen marido,
Y comenzó la traidora que como en Jerusalén, sabio, fuerte y atrevido
tan a ciegas y siniestro, la carne del hombre también a la viuda!
que luego mata al maestro la comieron.
que tenía, Las cosas que alli se vieron,
Juan Osorio se decía no se han visto en escritura.
el valiente capitán ¡Comer la propia asadura
Juan de Ayolas y Luján de su hermano! ¡Oh, juicio
y Medrano. soberano
Salazar por cuya mano que notó nuestra avaricia
tanto mal nos sucedió; y vio la recta justicia
Dios haya quien lo mandó que allí obraste!
tan sin tiento A todos nos derribaste
tan sin ley ni fundamento, la soberbia por tal modo
con tan sobrado temor, que era nuestra casa y lodo
con tanta envidia y rencor todo uno.
y cobardía. Pocos fueron o ninguno
En punto desde aquel día, que no se viese citado,
todo fue de mal en mal, sentenciado y emplazado
la gente y el general de la muerte.
y capitanes. Más tullido el que más fuerte,
Trabajos, hambres y afanes el más sabio más perdido,
nunca nos faltó en la tierra el más valiente caído

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