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Este es el segundo capítulo de la clínica lacaniana dedicado a la neurosis.

La última vez hablamos de la psicosis y recordamos el fundamento freudiano de la clínica de


Jacques Lacan, la idea de que fundamentalmente entre la neurosis y la psicosis, entre la
neurosis y la locura, ​no existe una relación de continuidad sino de estructural discontinuidad​.

Esta es una teoría que aparece en los años 20 en un texto de Freud y que resumimos, la vez
pasada, diciendo: “En la psicosis, es el poder excesivo de la pulsión que invade, deforma la
realidad, rompe, lascera, disuelve, fragmenta al sujeto. En cambio, en la neurosis, es el poder
excesivo de la realidad externa que condiciona, comprime, obstaculiza el cumplimiento de
deseo imponiendo su eliminación”. Partamos de este punto como una base para lo que
diremos esta noche.

Porque cuando pasamos del continente de la locura, de la psicosis, al de la neurosis; pasamos


del continente del goce, del goce sin leyes, goce anárquico, del delirio, de la alucinación, a
otro continente que podemos decir es el continente del deseo.

La pregunta deviene, no como la vimos por el presidente Schreber: “¿cómo puedo


defenderme de la invasión prepotente de Dios?” En su delirio, Schreber trae esta cuestión:
¿Cómo puedo no ser la marioneta torturada del Dios ateo que persigue constante y
permanentemente a Schreber? Pasamos a otra pregunta, la pregunta que más nos toca en
nuestra existencia: ​¿qué hago con mi deseo? ¿qué responsabilidad tengo ​(en el hacer) con este
deseo capaz de dar frutos, capaz de generar, capaz de creación? En este sentido, esta es la
pregunta que nos guiará esta noche: qué hacemos con nuestro deseo.

Lacan describe un fondo depresivo que es común a la neurosis, a todas las neurosis -
esta noche hablaremos de la histeria y de la neurosis obsesiva en particular, que son las dos
grandes familias de neurosis, tanto en el texto de Freud como en la recuperación que hace
Lacan; donde es posible apreciar una definición de depresión que da Jaques Lacan; la cual yo
evocaba previamente, en una entrevista titulada Televisión - entonces, podríamos decir: ​existe
un fondo depresivo común a todas las neurosis. Lacan define este fondo depresivo con el
término “cobardía”, cobardía moral.
El deprimido es un sujeto desplomado, plegado, replegado sobre sí mismo, sin perspectiva,
sin futuro, tiene la sensación de que toda su vida ya se ha consumado, que el pasado ocupa
como una roca el futuro de la propia existencia, que todo ya se jugó y todo ya se terminó. El
deprimido que que aparece, en el fondo, como la ​víctima de su propia depresión, como decía
X en esta potente imagen: “Abandonado en una estación donde ya no pasan más los trenes”.
En cambio, Lacan te dice “El deprimido es un cobarde”; es fuerte, potente, aunque
traumática, esta definición de la depresión.

¿Qué quiere decir que el deprimido es un cobarde?

Podríamos traducir así: la cobardía del deprimido consiste en haber renunciado a la asunción
del propio deseo. El deprimido, en vez de asumir su propio deseo, lo ha delegado, ha
renunciado a esa asunción. El efecto, que te golpea como un karma, cada vez que
renunciamos al cumplimiento de nuestro deseo, el efecto: depresión.

El afecto depresivo surge a medida que nos separamos de la ley de nuestro deseo. Surge
cuando renunciamos, abdicamos, delegamos nuestro deseo. Esta es la cobardía, la cobardía
neurótica.

Ser cobarde significa no tener el coraje - la cobardía es un gran tema de los padres de las
1
iglesias cuando reflexionan sobre la temática de la pereza , en suma, Lacan se apoya en esta
gran tradición – ​el neurótico es el sujeto que no tuvo suficiente coraje para asumir su propio
deseo, para reconocer su propio deseo como propio. Podemos responder de inmediato por
qué no tuvo el coraje, sabemos que el neurótico se preocupa mucho en resultar amable a los
ojos de los otros, se preocupa mucho en satisfacer el deseo de los otros, porque satisfaciendo
el deseo de otros resulta amable a los otros y de este modo preocupándose en satisfacer el
deseo de los otros, renuncia al propio deseo y el afecto de la depresión lo golpea como un
karma.

Hoy entraremos en esta dimensión, nos metimos en el centro, ya no en la dimensión


desregulada, lo excesivo del ser, el desorden de la pulsión, que habíamos visto era el centro

1 ​ Pecado Capital
del análisis clínico del presidente Schreber. En el campo de la neurosis debemos colocar al
centro el deseo.

Más no solo el deseo, primeramente debemos colocar en el centro a la falta/la carencia. La


clínica de la neurosis es una clínica de la falta ¿Qué quiere decir que es una clínica de la
falta? Quiere decir que es una clínica que tiene como fundamento el exilio del objeto,
habíamos dicho la vez pasada, el psicótico niega el exilio del objeto. Se mantiene apegado a
2
un ​goce absoluto, no cede este absoluto, no se separa del otro, podríamos decir. No reconoce
la ley del otro. Se mantiene aferrado al objeto. Rechaza el exilio. Por el contrario, la clínica
de la neurosis en la que estamos, es una clínica del exilio.

Somos, estamos obligados por la ley del lenguaje a separarnos del objeto, a abandonar el
ideal de un ​goce ​absoluto, totalizante, estamos en la falta.

Al neurótico, Lacan lo escribe, a la vida, podríamos decir, del sujeto neurótico, en el álgebra
de Lacan se escribe con un S tachado, S dividido, indicando el hecho que la existencia es
como tal, una herida. Dividida, nunca completa, nunca total, al decir de Freud ​“la ​naturaleza
3
de la pulsión excluye, por principio, su plena satisfacción​” . Tachadura del sujeto, división
del sujeto. Si estuviéramos en un teatro y pudiéramos evocar el espíritu de Pirandello, entre
tantos, que mejor que muchos ha representado esta dimensión des-idéntica del sujeto,
dividida del sujeto, esta dimensión equívoca del sujeto, esta multiplicidad, esta estratificación
que constituye al sujeto de la neurosis. Esta no identidad del sujeto.

Lo que Lacan, una vez, de modo simpático describe como la dimensión ​cebolla del sujeto. El
sujeto como cebolla que vamos des-capando, encontrando tantas capas, y estas capas son las
identificaciones que le constituyen pero falta un corazón/centro sólido. Pelamos la cebolla y
no arribamos a un corazón/centro sólido. Arribamos a una no identidad. A una disolución de
la identidad.

Esta es la condición en la que todos somos.


Edipo, que evocamos la vez pasada, no sabe quién es, no sabe cuáles son sus orígenes ni

2 ​Término en francés
3 ​
“Habría que ocuparse de la posibilidad de que haya algo en la naturaleza de la pulsión sexual
misma desfavorable al logro de la satisfacción plena” Contribuciones a la psicología del amor, II.
1912.
cuáles son sus raíces; piensa que es un Rey y en realidad no es un Rey, es un niño que debería
haber sido asesinado. Todos nosotros no sabemos muy bien quiénes somos. Schreber lo sabe,
en su delirio sabe quién es: es la mujer de Dios. Ha construído un delirio transexual,
erotomaníaco, porque en su delirio psicótico sabe con certeza quién es. Nosotros no sabemos,
los neuróticos decimos que no sabemos quiénes somos, no sabemos muy bien quiénes somos.
El ser se separa del pensamiento. El neurótico es un sujeto anti-cartesiano, no ​cogito ergo
sum​, sino “¿verdaderamente soy lo que pienso ser?” Es esta inversión del cogito cartesiano
que acompaña cada demanda de análisis, ¿quién soy verdaderamente?, ¿soy de veras lo que
pienso ser?
Hoy entramos en esta dimensión, que es precisamente la dimensión de la clínica de la
neurosis. Entraremos recordando una primerísima definición que Lacan da de las dos formas
fundamentales de fracaso del deseo en la neurosis.

Habíamos dicho que ​la cobardía es la matriz común de la clínica de la neurosis​, por la cual ​el
deseo fracasa​, digámoslo así. Lacan, en 1938 en un breve texto titulado El Complejo
Familiar, define de dos maneras este fracaso: ​utopía e impotencia​. Serán los dos nombres del
fracaso común del deseo en la neurosis. Sabemos, lo veremos en breve, que la utopía
corresponde a la histeria y la impotencia corresponde al deseo obsesivo, a la neurosis
obsesiva.

¿Por qué el deseo histérico será utópico? ¿Por qué la utopía será una
patología/malestar/enfermedad del deseo? La utopía es una patología/malestar/enfermedad
del deseo porque reenvía/pospone/aplaza siempre el cumplimiento del deseo en un más allá
que nunca está acá. Por lo tanto, el deseo utópico es un deseo que histéricamente dice
constantemente “no es esto lo que quiero”, “esto nunca será lo que quiero”.
Lo veremos bien en la vida amorosa de la histeria, “lo que quiero siempre está más allá de lo
que tengo”. La clave para leer la histeria es la heterogeneidad entre la dimensión de la
demanda y la dimensión del deseo: “lo que yo demando nunca es lo que yo quiero”, “lo que
yo tengo nunca es lo que yo busco”. Así, la dimensión utópica,
patología/malestar/enfermedad ​juvenil, podríamos decir, del deseo. Que tiene su fuerza, su
potencia, su capacidad de transformación. Lacan habla de la histeria describiendola como un
dinamismo de la verdad​.
Y por otro lado tenemos la impotencia. La impotencia es la percepción que el neurótico
obsesivo, el sujeto neurótico obsesivo tiene de no poder nunca, del todo, autorizarse a desear.
Mientras la histérica consume su ser en el deseo, digamos, el neurótico obsesivo no accede al
deseo: el acceso al deseo le parece imposible. Volveremos a este punto. De aquí el
sentimiento de impotencia. El sentimiento de concebir la existencia, concebir la vida como
una gran caja fuerte. El obsesivo defiende la propia subsistencia/supervivencia, ​defiende el
propio ser de confrontar la amenaza del deseo.

Cómo las cosas se invierten, ¿no? Podríamos decir Hamleticamente: ¿Cuál es la opción de la
histérica entre ser y el deseo? ¿Es más importante ser o es más importante desear?
La opción de la histérica es “mejor desear que ser”.
Tenemos una gran figura del teatro, de la tragedia griega, con la que Lacan ​abre ​el seminario
7: Antígona, mejor vivir en el deseo que ​marchitarse en el ser. Es lo que se nos hace
simpático, entre comillas, de los histéricos, que ​viven por el deseo aunque consuman el ser
por el deseo.

Por otra parte la opción obsesiva: ¿Es más importante ser o es más importante desear? El
obsesivo no lo duda ni por un instante, mejor ser. Y si el deseo corrompe al ser,
introduciendo, como dice Sartre en una bella imagen, “el gusano de la falta” en el ser, si el
deseo introduce en el ser el gusano de la falta, mejor destruir el deseo, mejor no lidiar con el
deseo.

En este sentido, si teníamos a Antígona como figura que decíamos, encarna la heterogeneidad
histérica entre el deseo y el ser, podemos citar, estando siempre en un teatro a Molière, El
avaro de Molière para definir la posición avara, estructuralmente avara del obsesivo que
frente a la encrucijada entre el deseo y el ser, elige ser. No se casa con Mariana, no quiere
mujer, quiere una cajita. El problema, lo veremos en breve, en la vida amorosa, el obsesivo
quiere transformar a la mujer en una cajita. Se abre una problemática muy espinosa porque la
mujer es justamente eso que no se puede transformar en una cajita.

Esta es la base que construimos, la diferencia entre histeria y neurosis obsesiva.


Analizaremos primero a la histeria y luego a la neurosis obsesiva, pero antes, una última
premisa.
Habíamos dicho que la neurosis es una clínica del deseo, mientras la clínica de la psicosis es
una clínica del goce sin leyes. Debemos agregar que decir “una clínica del deseo” significa
decir “una clínica de la falta”. La falta es el sujeto dividido, el deseo es la manifestación muy
fuerte de la falta. ​El deseo es la manifestación subjetiva muy fuerte de la falta. Puedo desear
sólo lo que no tengo, lo que me falta, justamente.

Y veremos que en la histeria y en la neurosis obsesiva, hay un modo patológico, una falla al
unir el deseo y el ser. En una frase podríamos decir que ​la histérica consume todo su ser en el
deseo,​ y vive el exilio de objeto como búsqueda afanosa, una búsqueda laboriosa, permanente
de lo que le falta; del goce absoluto, diría Lacan, que está siempre perdido pero la histérica lo
busca siempre, aunque a la manera más de calco del príncipe azul. La leyenda del príncipe
azul es un gran tema de la histeria: “No es esto”.
Después de un cortejo de meses, una de mis pacientes decide ceder a los ​encantos ​de su
amante entre comillas, potencial, pero apenas le ve un calcetín de cierto color dice “ew” - el
disgusto histérico, que muestra la gran distancia entre el objeto real y la representación ideal
que ella tiene del objeto. Detrás de la cual existe seguramente la figura del Padre, que ocupa
un lugar central en la histeria, en el bien y en el mal; como la Madre ocupa un lugar central en
la clínica de la neurosis obsesiva.

Ahora, sobre la histeria - porque no tenemos mucho tiempo, estos son los temas que nos
ocupan por años, hacemos seminarios por una vida; y debo compactar todo en 40 minutos;
me perdonarán el esquematismo - Si tuviese, como hago en mi libro, que resumir el aporte
extraordinario que Lacan ha hecho sobre la histeria, haría 4 pasos, 4 movimientos en torno al
continente histérico.

❖ El primer movimiento es muy freudiano, toma letra por letra lo planteado por Freud,
esto es que fundamentalmente ​la histérica habla a través de su cuerpo​, ​el cuerpo
histérico es un cuerpo que dice la verdad eliminada, dice la verdad de la cual el sujeto
se ha separado, dice la verdad del deseo eliminado​, a través del propio cuerpo.
“Discurso de órgano” dice Freud. El primer paso de Lacan es una meditación en torno
a qué cosa significa que en la histeria el síntoma de conversión sea el discurso de
órgano; significa, digámoslo simple: frente a cualquier síntoma histérico que puede
ser, por ejemplo, gastrointestinal, o puede ser relativo a la capacidad de visión, de
percepción, de tipo sexual, cualquier síntoma somático del cuerpo es un ​síntoma de
conversión en el sentido que traduce somáticamente un conflicto que es del orden de
lo psíquico. ​El cuerpo histérico, se transforma en una teatralización significante
del conflicto psíquico inconsciente que lo atraviesa.
Porque el cuerpo habla. “Sabe hablar” dice Lacan. Sabe hablar donde sabe sufrir; osea
donde alguna cosa duele, alguna cosa del cuerpo duele. Vértigo, anorgasmia. Donde
el cuerpo duele, donde el cuerpo sufre, el cuerpo habla.
Lacan traduce todo esto diciendo “la histeria te enseña que ​la naturaleza del síntoma
es metafórica​”. Define la metáfora como un significante que toma el lugar de un
significado eliminado.
Cuerpo habla, cuerpo teatro. De ahí comienza el psicoanálisis, Freud lo encuentra en
Charcot y constituye su clínica de la histeria. La clínica de la histeria es una clínica,
diría Freud, específicamente de la complacencia4 somática. ​El cuerpo se presta a
vehiculizar el conflicto del inconsciente​, digamos. Es muy importante tener esto en
mente porque en la neurosis obsesiva no es el cuerpo el que se presta a vehiculizar el
conflicto del inconsciente, en cambio​ son los pensamientos​.

Si lo eliminado retorna en la histeria a través del cuerpo, podemos decir que lo eliminado
retorna en la neurosis obsesiva a través de disturbios del pensamiento. En la histeria
podríamos ver un estado de mareo, náuseas, podemos tener un problema de espasmos del
intestino; mientras en el obsesivo tendríamos al estudiante, que mientras estudia matemáticas
y prepara sus respuestas tiene fantasías sexuales que interfieren en su trabajo de
conceptualización. O tendríamos un señor, moderado, padre de familia, que a la mañana
cuando va a misa, apenas cruza la puerta de la iglesia, su pensamiento es invadido de manera
bizarra, absurda para el propio sujeto, por palabras blasfemas.

Tenemos verdaderamente una diferencia importante: el lugar del síntoma en la histeria es el


cuerpo, mientras que el lugar del síntoma en la neurosis obsesiva es el pensamiento.

Más no es sólo la irrupción de las palabras blasfemas o fantasías sexuales; si no por ejemplo
de la duda, la rumiación, la angustia respecto de las elecciones que el sujeto debe tomar que

4
​Satisfacción o placer con que se hace o se recibe algo. Tolerancia excesiva.
no se decide a tomar. Por ejemplo posponer la acción, y en su lugar, la presencia continua de
un contorsión de la rumiación en la cual el sujeto obsesivo se atasca. En la obsesión, en el
pensamiento que deviene obsesivo, el pensamiento huye del pensamiento. El obsesivo tiene
esta experiencia muy extraña del pensamiento que huye del pensamiento.

Entonces, este es el primer paso que podemos sintetizar con una bella imagen de Lacan: el
síntoma histérico, dice, el síntoma del cuerpo, síntoma de conversión, con prevalencia
femenina - este será un gran capítulo a abrir ¿por qué una prevalencia femenina del síntoma
del cuerpo y por qué una prevalencia masculina en el síntoma del pensamiento? - en la
histeria, el síntoma de conversión es, lo cito: “una palabra en pleno ejercicio”, claro, una
palabra de la cual el sujeto no tiene la llave. Se podría decir, un jeroglífico, un enigma para el
sujeto mismo. ​El síntoma de conversión es una palabra en pleno ejercicio que toma una forma
metafórica que el sujeto no puede, por sí mismo, descifrar.

❖ Segundo paso de Lacan, extraordinario paso este.


Debo decir que no se encuentra en la literatura como esta intuición formidable de
Lacan sobre la histeria.
Permítanme, para darles todos los elementos: a fines del año 50, Lacan se hace a la
idea de que fundamentalmente, mientras el sujeto normalmente se constituía a través
de imágenes espejadas/reflejadas de sí - el niño, se mira en el espejo, se ve a sí
mismo, ve su propia imagen, y es acompañado en esta operación de reconocimiento
por la mirada, digamos, amorosa de la madre. Por lo tanto, tenemos una constitución
narcisista de la subjetividad que se sostiene en este espejamiento/reflejo originario.

Teoría de Lacan: En la histeria, hay una cosa que no ha funcionado en este


reflejo/espejamiento, ¿qué cosa no ha funcionado?
No como en la esquizofrenia donde no funciona nada, y el sujeto no tiene acceso a la
imagen unificada de su cuerpo; el sujeto esquizofrénico, fragmentado, no tiene acceso
a la imagen unificada del propio cuerpo. La histérica si tiene acceso a la imagen
unificada de su propio cuerpo, pero la mirada materna ha excluído, porque ella misma
no lo ha reconocido, de este espejamiento/reflejo, la dimensión sexual del cuerpo.
Entonces tenemos un espejamiento/reflejo completo de la imagen: el sujeto se
constituye como un sujeto, como una identidad; pero ​la sexualidad femenina - por
cierto, una sexualidad invisible, que no tiene lo evidente del falo (lo cual sería un gran
tema para profundizar), en suma, esta sexualidad irrepresentable, digamos, que no se
puede instituir/establecer sobre la exterioridad del falo - ​es, digamos, excluida de la
mirada materna que no la reconoce. Existe toda una clínica de la dificultad de la
madre de la histérica de subjetivar su propia sexualidad y consecuentemente la
sexualidad de la hija.

De estos dos pasos, el tercero es el punto formidable de Lacan, si me han seguido hasta aquí,
Lacan dice: ​“esto porque en la histérica el deseo siempre es capturado en la otra mujer”​,
esto es: en la histeria, el deseo de la histérica se encuentra siempre capturado, catalizado5,
secuestrado, aspirado por figuras femeninas. Lo cual no tiene que ver con la homosexualidad
femenina, tiene que ver con el hecho de que ​el sujeto histérico no sabe qué cosa significa ser
una mujer​; en cuanto decíamos el proceso de espejamiento/reflejo excluyó la dimensión de la
sexualidad femenina.

¿Dónde podrá ​aparecer ​esta representación de mujer? En otra mujer.


¿En cuál mujer? En una mujer ideal: la amiga mayor, la amiga muy femenina, la novia de un
amigo, la Madonna de Dresde para Dora 6, en otra mujer.

Entonces, la histérica no ha alcanzado una subjetivización adecuada de la sexualidad


femenina, por lo cual es atraída por otra mujer, la cual sabría qué se necesita para ser una
mujer. La pregunta fundamental de la histérica, es, según Lacan, ¿soy una mujer o soy un
hombre? - Cómo decía una paciente mía: ¿qué porcentaje de mujer y de hombre tengo yo? -
¿Qué quiere una mujer? Por usar las palabras de Freud ¿Cómo goza una mujer? ¿Qué cosa
desea una verdadera mujer?

La histérica no se siente una mujer realmente, aún viéndose como una mujer real, hace de
todo para parecer/aparecer como una verdadera mujer. Consulta revistas, consulta - hay una

5
Agrupado, atraído.
6
Dora admira por horas a la Madonna Sixtina de Rafael Sanzio en una galería en Dresden,
Alemania.
proliferación de estas revistas femeninas, porque hay una proliferación de la ​forclusión7,
digámoslo así, de qué cosa significa el ser mujer.
Es un saber prêt-à-porter8 que explica a las mujeres cómo hacer para verse como mujeres.
La histérica hace de todo por verse como mujer aunque una verdadera histérica sabe que se
pone una máscara, que lleva una máscara; tiene la sensación constante de estar disfrazada de
mujer.

Por esto, perdónenme la banalidad, pero cuando una histérica va a una fiesta - aunque en
general las mujeres se orientan así en fiestas - la histérica ingresa a la fiesta y no mira a los
hombres, mira a las mujeres. Las mujeres en las fiestas miran a las mujeres, los hombres
miran a las mujeres, digamos, todos miran a las mujeres.
Los hombres y las mujeres miran a las mujeres, es impresionante pero es así; mas la histérica
mira a las mujeres tratando de entender el secreto - por cierto, en la fiesta sí hay una
verdadera mujer - y por lo tanto observa para entender cuál es el secreto de la feminidad.

Entonces, a menudo, esto comporta un reforzamiento de aquello que Lacan definiera una
“identificación viril” de la histérica que llega a mirar a las mujeres con ojos de hombre, lo
cual es peor, en el sentido que para entender qué cosa es una mujer no se tiene que mirar con
ojos de hombre porque el fantasma masculino reduce lo femenino a piezas; es idiota, al decir
de Lacan.

El fantasma masculino piensa que el cuerpo es un ensamble de piezas, es un fantasma


fetichista y por lo tanto a este fantasma se le escapa el ser de la mujer.

Esto me parece una indicación clínica muy potente: en la anamnesis, ir buscando siempre la
función de las otras mujeres - Por ejemplo, hay histéricas que eligen como pareja a hombres,
no por el valor fálico del hombre, si no porque este hombre estuvo antes con cierta otra
mujer. En este sentido, Lacan dice: la histérica ama siempre por búsqueda a través de otro
¿Por qué a través de otro? Porque ella misma no se ha constituído como otra.

El segundo paso fue de extraordinaria delicadeza clínica.

7
Concepto freudiano revisitado por Lacan. Usualmente entendido como desmentida/rechazo de un
significante, en este caso “mujer”. Por más -
https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=155376361723420&id=154932528434470
8
Listo para llevar.
❖ Tercer paso: “el deseo histérico refleja, manifiesta una patología/enfermedad/malestar
de la dialéctica del reconocimiento.” ¿Qué cosa quiere decir? Quiere decir que
sabemos, gracias a Lacan, pero antes gracias a X y a Hegel que el deseo humano no es
simplemente deseo de alguna cosa si no que es ​deseo del deseo del otro,​ ​el deseo
desea ser deseado.
Esto se puede apreciar bien en los niños, no es deseo de un objeto, “la característica
antropogénica ​del deseo humano” al decir de X, es que ​el objeto del deseo humano es
el deseo del otro. Yo deseo, no alguna cosa, deseo el deseo del otro, deseo ser deseado
por el otro. Y así ​se constituye, dialécticamente, intersubjetivamente el deseo.
Entonces, la histérica radicaliza esta dialéctica porque está totalmente concentrada en
desear el deseo del otro, en hacerse desear, en ser ella el objeto del deseo del otro.
Esta es la dimensión fuertemente seductiva que suele acompañar la histeria, la histeria
suele implicar la seducción; pero ¿la seducción histérica qué finalidad tiene?

La seducción histérica tiene como finalidad hacer al otro carente al hacerlo desear y
colocarse en el corazón/centro de esta carencia/ausencia/falta. El sujeto histérico
trabaja con su propia ausencia/falta para hacer carente al otro y ofrecerse como capaz
de curar esta falta/ausencia. Esto es, devenir esencial como el aire, esencial como el
oxígeno.
Pero en toda esta operación, ‘yo hago que al otro le falte algo para resultar el oxígeno
del otro de modo tal que el otro no pueda vivir sin mi’; mientras está ocupada en toda
esta operación que Lacan sintetiza en la frase: “la operación histérica es una operación
sustractiva”: yo me hago desear, me sustraigo para que tu me desees, para que tu
percibas mi falta/mi ausencia, de modo tal de resultar para ti el oxígeno que te falta -
mientras está empeñada en toda esta operación no se pregunta qué cosa desea ella.
Este es el drama de muchas histéricas que han pasado toda su vida haciendo desear al
otro, sin preguntarse “pero yo, ¿qué deseo? ¿cuál es verdaderamente mi deseo?”

Acá tenemos un desbalance en la dialéctica de reconocimiento porque ​la búsqueda de


reconocimiento se vuelve tan importante, tan vital para el sujeto histérico, tan vital, que
cancela la interrogación del sujeto sobre su propio deseo.
Esto me parece un punto de gran sufrimiento en la histeria, también porque, deberíamos
añadir, una enseñanza profunda y muy importante de la histeria es que el deseo humano no es
sólo desear ser deseado, deseo de ser reconocido por el otro, deseo de ser el deseo del deseo
del otro, no es solo eso; la histérica arroja luz a otro aspecto digamos, un alma más negra,
más inquietante del deseo, esto es que el deseo como tal es también deseo del otro. No deseo
del deseo del otro, si no ​deseo del otro​. Lacan dice una ​“metonimia de la falta por el ser”9,
¿qué significa esto? que no hay en el mundo un objeto, no existe en el mundo un objeto capaz
de apagar/satisfacer plenamente la trascendencia del deseo.

Aquí la línea divisoria entre la patología del deseo y la estructura del deseo, es muy sutil.
Porque, por cierto, no debemos olvidar que estamos describiendo una patología del deseo,
que la histeria no es el deseo, es una patología del deseo, pero este punto por el cual la
histeria muestra que siempre, cualquier objeto será insuficiente para apagar/satisfacer
plenamente el deseo, esto habla también de la estructura del deseo, de la verdad del deseo.
El deseo es una trascendencia.
Es la dimensión, si quisieran, utópica que habíamos visto al inicio, la dimensión utópica del
deseo. Este fue el tercer paso.

El cuarto paso:
❖ La relación con el saber.
Este es un gran elogio que Lacan hace de la histeria.
La histérica no se contenta con el saber ya constituido, el saber de la universidad, el
saber de la enciclopedia, del saber de la medicina podríamos decir, de la clínica
médica; cuando ​la histérica nos desafió el saber, proponiendo-se a los médicos como
un verdadero enigma irresoluble. La histérica goza al poner en jaque al saber, al dejar
en calzoncillos al profesor, goza en mostrar el límite del saber.
A ella no le interesa el saber abstracto, aquello que interesa al obsesivo, el saber de la
ingeniería, el saber árido, de la informática, todos estos saberes que el obsesivo ama;
saberes de la jurisprudencia, de la cibernética.

9
“Metonimia de la mancanza essere” - Metonimia: “designar algo con el nombre de otra cosa
tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada,
etc.; p. ej., las canas por la vejez; leer a Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria,
etc.” - En este caso, puede querer decir ​sustitución del significado de la falta por el ser.
A ella le interesa un solo saber, el saber que se conjuga con la verdad.
¿Y cuál es, para ella, el saber que se conjuga con la verdad? El saber que sabe decir la
verdad del sexo.
El profesor puede hablar de matemáticas, números, cibernética, informática, pero
‘¿qué me dice de la verdad del sexo que significa mucho más para la verdad de mi
existencia, profesor? No en lo general, no en lo universal, no en la conceptualización
abstracta, ​¿qué sabe decir de mi? Porque usted sabe que no hay nada que me defina,
no hay nada en tu teoría universal que hable del caso que yo soy, yo soy el agujero de
tu teoría, soy el trauma de tu teoría, soy lo que escapa de tu teoría.’​ Esto hace la
histérica con el saber.

Es fundamental que así sea siempre. Que haya un alma histérica en el saber, siempre.
En este sentido Lacan llega, en un elogio extremo de la histeria, a asociar a la histeria
con la ciencia. La ciencia tiene un alma histérica; porque la ciencia, si no es
cientificismo10, no se contenta con lo que sí sabe. Continúa, va más allá.
Dinamismo de la verdad, esta bella imagen, dinamismo de la verdad.

Lacan cuenta en el seminario 10, imagina a Kierkegaard que escucha una lección de Hegel,
acerca de la lógica, del saber universal, real, racional; Kierkegaard levanta la mano “sí
profesor, pero yo estoy angustiado.”
Esta es la posición histérica, “si, pero yo estoy angustiado”.
Lo singular que agujerea/perfora lo universal; e impone al universal, ponerse en movimiento.
La histérica quiere poner en movimiento al amo. Finge someterse al amo para ponerlo en
movimiento, para animarlo.
Por esto es que parejas, generalmente, se componen de histéricas y obsesivos; el obsesivo
está muerto, la histérica está viva, la histérica anima al muerto, el muerto aplaca a la histérica.
Pero no hay dudas que para la histérica lo que cuenta es la verdad, la verdad del inconsciente,
por esto la histérica ama a los psicoanalistas. Las histéricas aman a los psicoanalistas tanto
cuanto el obsesivo detesta el psicoanalista.

10
“​Tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas, en especial a las ciencias basadas en
los datos de la experiencia, considerando que son el único conocimiento válido.”
Sobre todo detesta pagarle al final de las sesiones, no lo soporta. No hay nada más
insoportable, para el obsesivo, del psicoanalista (risas).

Por esto Lacan advierte a los psicoanalistas en el tratamiento de los obsesivos, la entrada en
la transferencia, en la relación con el psicoanalista es siempre negativa, con el obsesivo,
siempre negativa, a escucharlo siempre con cuatro orejas. Después lo veremos. Toda la
adulación del obsesivo, las ofrendas, la actitud servil del obsesivo, contiene la espina de la
agresividad.

La histérica, en vez, se expone, digamos, inerme a la seducción del maestro.


Salvo que también la histérica quiere constituir siempre el punto de excepción de la doctrina
del maestro, así que se hará disponible para el maestro, dice Lacan, pero solo para reinar por
encima.
Busca un amo, mas solo para verle el cuero cabelludo.

❖ El último paso, quinto, que “inventamos” relativamente. Lo encuentran en el


seminario 18, traducido hace no mucho al italiano, donde Lacan hace toda una serie
de reflexiones extraordinariamente interesantes, que debo esquematizar en pocos
puntos, sobre la diferencia entre la histérica y la mujer.
Porque habíamos visto lo difuso, los matices que acercan a la histérica a la mujer.
Cuando dijimos “la histérica es atraída por otra mujer”, podemos decir que algo de lo
femenino siempre atrae a otra mujer; porque careciendo de un representante de lo
femenino, las mujeres se interrogan qué significa ser mujer.

Podemos decir así, por resumir, al menos el resultado de esta meditación de Lacan
sobre la diferencia entre la histérica y la mujer: “ambas, la histérica y la mujer tienen
un objetivo, hacerse desear.” Hacerse desear es común a la histérica y la mujer. La
seducción es el modo femenino de hacerse desear.
La diferencia profunda es que la histérica ​se hace desear para poder ser. Porque sin el
deseo del otro se siente nula. Entonces hacerse desear tiene como finalidad instituirse
como ser.
Una mujer se hará desear no para ser, porque una mujer es ya, en su ser, otra a si
misma. Una mujer se hace desear para poder gozar. Aquí tocamos un punto muy
importante. En la mujer el deseo no es alternativo/opcional al goce. Al contrario.
Hacerse desear, hacerse amar, esto es, hacerse única para el otro para poder gozar con
el otro. También sexualmente.
Para la mujer no hay una alternativa entre desear y gozar, no se si me explico, este es
un punto muy importante en la clínica, por ejemplo en la clínica de la sexualidad
histérica. La mujer se hace desear, se hacer amar, para ser única para el otro, osea
insustituible para el otro, para poder gozar del otro.
La histérica se hace desear para poder ser, no para gozar.
Pero porque se hace desear para poder ser, tiende a poner en alternativa: el hacerse
desear ​o​ la posibilidad de gozar.

De aquí, fenómenos como la anorgasmia, o también una cierta desexualización del


cuerpo. O como el fenómeno extremo de - despersonalización, la sensación de escapar
fuera del propio cuerpo mientras tiene relaciones sexuales, de observar las relaciones
sexuales desde fuera. Indican la dificultad de la histérica de hilar/anillar, mantener
unidas la dimensión del deseo con la dimensión del goce.
Mientras que una mujer saber jugar en la relación con los hombres, sabe jugar, no ser,
sabe jugar la posición del objeto, tener en el juego erótico la posición del objeto para
hacer gozar y gozar de este hacer gozar. Esto es una diferencia profunda de la clínica.

Y no es un caso puntual que la disociación entre desear y gozar es uno de los grandes
temas fundamentales de la clínica de la histeria.

Espero haberme explicado sobre este punto que desarrollé muy rápidamente, pero es un punto
verdaderamente esencial.
Ahora podemos, provechosamente, espero, mostrando todas las diferencias, entrar en un
continente más gris. Por como lo hemos ya imaginado, ¿no? Citando al Avaro de Molière, el
continente de la neurosis obsesiva.
Entonces, volviendo sobre la histeria; en la histeria, Lacan dice ya en el seminario 3, la
pregunta fundamental fantasmática que guía a la histérica en su relación con el otro es: ¿soy
un hombre o soy una mujer? ¿qué quiere una mujer, cómo goza una mujer?
La pregunta fundamental de la histérica se centra en la diferencia sexual.
¿Cuál es la pregunta fundamental del obsesivo?
Para Lacan, ya en el seminario 3, la pregunta es, lo cito: “¿estoy vivo o estoy muerto?”
El ingenio, entre comillas, de una paciente mía que se dirige sistemáticamente al marido
frente a la televisión “¿estás vivo o estás muerto?” (aplausos).
Este aplauso va a la autora y su compañero, digamos, como aliento.

Lacan aborda la problemática del neurótico obsesivo a través de Hegel. Toda la primera parte
de la lección de Lacan es una relectura extraordinariamente fina - de la neurosis obsesiva
releída a través de categorías de la Fenomenología del Espíritu de Hegel en particular de la
Dialéctica del Amo y el Esclavo que ocupa la parte central del capítulo titulado
Autoconsciencia.

¿Cuál es la idea de Hegel? Resumo porque no podemos entrar en detalle.


La idea de Hegel es que la subjetividad humana, difiere de aquella animal, porque para
constituir su ser necesita del otro, necesita la presencia del otro. Todos los estadios del espejo,
Lacan los ​extrae ​de la Autoconsciencia de Hegel. Necesita del otro.
¿Pero qué es lo que pasa para Hegel?
Que porque la autoconciencia, esto es la subjetividad humana, para constituirse necesita del
otro, entra necesariamente en una relación dilemática con el otro.

Esto es que uno de los dos - el amo - imponiéndose sobre el otro - el esclavo- se hará
reconocer/se reconocerá; digámoslo así. La otra, la más pasiva, dice Hegel y aquí ya sentimos
el paso de Lacan, ​la que tiemble frente al riesgo de morir​, la más pasiva, la que tenga menos
coraje, la que tiemble frente al riesgo de la muerte se convertirá en sierva.
Hegel va un paso más allá - el amo entra en un túnel, porque ¿cómo se hace para reconocerse
una subjetividad, la del esclavo que ha renunciado a la lucha de prestigio por miedo? - no se
puede, ninguno de nosotros puede gozar de sentirse reconocido por quien uno no reconoce.
Yo hablo de Lacan, digamos, si una persona que estimo, si un estudioso de Lacan reconoce
mi trabajo, gozo de ese reconocimiento. Pero si lo reconoce, digamos, el presentador de San
Remo, no hay el mismo goce.

Para poder satisfacer mi demanda de reconocimiento debo reconocer a quien me reconoce.


Hegel dice “aquí el dilema en el que se sitúa el amo, el amo está atascado - se afirmó sobre el
esclavo, que tuvo temor de la muerte, pero a su vez entra en un túnel”.
¿Y el esclavo? El esclavo sin embargo, tiene la oportunidad de derribar la dialéctica
amo-esclavo como Marx, en particular, mostrará, a través de su trabajo. Dar forma al mundo.
Demostrando que el amo en realidad depende del trabajo del esclavo. Pero esto no interesa, la
evolución de la izquierda hegeliana, Marx, etc. A nosotros nos interesa ​el esclavo que tiembla
en frente a la muerte,​ esto me interesa. Sobre esto Lacan se detiene y dice: “vean; aquí
tenemos al neurótico obsesivo.”
Con un giro/trampa, sin embargo.

Entonces, ¿quién sería el neurótico obsesivo?


Sería el esclavo. Que busca un amo. Que necesita un amo. Que ofrece al amo todo su
servicio. Podemos leer esto, tanto en la psicología individual como en la colectiva
institucional.
El obsesivo es un esclavo que necesita un amo para existir. Que sirve, ofrece al amo toda su
fidelidad, su dedicación, su sacrificio. Pero en realidad, mientras el esclavo hace esto, se
ofrece como instrumento del amo, espera que el amo muera.
Este es el truco.
El truco del obsesivo es: “Yo te sirvo, ​tu no puedes prescindir de mí/no puedes hacer menos
de mi.​Yo soy dócil, soy sacrificado, hago que no te falte nada, satisfago todas tus demandas,
renuncio a cada uno de mis goces, pero espero que tu mueras para finalmente gozar de todo.”

Esta es la posición, la psicología del obsesivo.


- Sacrificio, aplazamiento de la satisfacción, obediencia al amo, patria, iglesia, ejército, en
realidad espero que mueras. Después hago una fiesta.
El obsesivo espera que el amo muera para hacer una fiesta.
Espía la muerte.
Esta bellísima imagen la encuentran en el caso clínico del Hombre de las Ratas de Freud. El
obsesivo espía la muerte. Deberíamos decirlo, lacanianamente, espía la muerte del amo.

Con un giro/trampa, sin embargo.


Que debemos hacer inmediatamente y después terminará mi trabajo de hoy. Esto es, espera
que el amo muera - no quiero ser desagradable - pero los familiares no están exentos de esta
dimensión - espera que el amo muera para saquear (tomar el botín). Descuidando, sin
embargo, un elemento, dice Lacan, el elemento clave.

Una cosa es ser sirviente del amo, y otra cosa es convertirse en un hombre libre.

El obsesivo, la cosa que más lo angustia del mundo es la libertad. Por lo tanto, de nuevo:
sirvo al amo, renuncio a gozar, espero que el amo muera para poder gozar, más una vez que
el amo muere, me vuelvo libre. Busco un nuevo amo. Esta es la dialéctica. “Siempre necesito
un amo”, esto es: “siempre necesito ser esclavo”.
Porque la libertad me expone al drama, imposible de subjetivar para el obsesivo, de la
elección.

El esclavo es eximido de la elección, el amo elige. Posición de refugio. Capullo. Lazo/vínculo


incestuoso niño-madre. Centralidad de la madre en la historia clínica del obsesivo, ser la
joya/la dicha de la madre, ser el chiquitito, el más amado, el chiquitín de la madre. Ser hasta
los 38 años el chiquitín.
Atascarse bajo ​las camisas​ del amo, convertirse en una chinche, un parásito; ​pero subsistir​.
Esta es la cuestión, según Lacan, del obsesivo: la propia subsistencia, el propio ser. Es por
esto que el obsesivo odia el deseo. Y por lo tanto, podríamos agregar odia a la mujer.
Siempre. Inconscientemente. En el obsesivo la mujer es objeto de odio.

¿Por qué la mujer es objeto de odio?


Porque la mujer porta en sí el deseo, esto es, porta en sí la falta; estropea el
programa/plan/agenda.
El obsesivo quisiera transformar la vida en un programa/plan/agenda, este es su gran ideal.
Que todo sea programado, pautado, ritualización de la vida, ritualización compulsiva de la
vida. Cuentas, números, agenda, dos agendas porque si se me pierde una después estoy en
dificultades.
Dos relojes. El reloj que lleva el tiempo del otro reloj.
Dos amantes. Porque si es sólo una, no funciona.
Toda esta duplicación, que encontramos muy frecuentemente en la neurosis obsesiva, dos
pares de zapatos iguales, todo doble. Doble para que la vida pueda retirarse del reino de la
contingencia. Podemos decir así, muy rigurosamente, que el sueño del neurótico obsesivo es
transformar la contingencia imprevisible, aleatoria de la existencia en un orden necesario. El
orden del calendario, del programa/plan, de la matemática, de la cibernética, del lenguaje
universal.
De la contingencia a la necesidad.

La pasión por el tiempo, su exploración cronométrica; tengo un paciente que lleva siempre un
cuarto - invariablemente - un cuarto de hora antes. Mientras la histérica llega jadeando, tarde,
ha olvidado peinarse. La dimensión de la impecabilidad, de lo compacidad (lo compacto), de
la necesidad de leer todo, las diapositivas, todo.

Rechazo del inconsciente. Piensa que el inconsciente es un turbador; que el inconsciente es


un intruso. Cuando un obsesivo tiene un lapsus... es una cosa grande.

Estaba por casarse, no podía decidir me caso-no me caso-me caso-no me caso, es la


rumiación obsesiva me caso-no me caso-me caso-no me caso, por mientras habla a su analista
y habla de su matrimonio “y ahora qué debo, me c-” y en vez de decir matrimonio dice
manicomio​. ¿Y por qué debería enloquecer? ¿Quién lo obliga a entrar en manicomio? Mejor
estar solo. En el propio uno. El obsesivo ama el uno. La histérica se ofrece al otro. El
obsesivo vive en una fortaleza.
Tenemos una representación, entre muchas, extraordinaria que he citado, comentado en el
libro y evocaré, de Kafka. Tenemos una representación verdaderamente extraordinaria del
fantasma obsesivo en un relato titulado La Madriguera11.

- En este relato de un extraño personaje, mitad hombre mitad animal, que vive bajo tierra. Lo
imaginamos como un animal. Y este personaje, dice: “El mundo está dividido en dos. Sobre
la madriguera: el caos, la lucha, la caza, la guerra, el conflicto, el desorden, la irregularidad”,
el deseo podríamos decir.
Y él dice: “no, si yo construyo un mundo bajo la corteza terrestre”, una madriguera, hecha de
túneles, laberintos, puentes internos, todo estudiado al milímetro.

Y construye esta enorme, gigantesca madriguera; va a cazar y después vuelve a su


madriguera, extraordinaria madriguera. De la cual él es el amo, el emperador absoluto de esta
madriguera. - Me recuerda un poco al film La mejor Oferta, no sé si la habrán visto, de
Tornatore; donde hay un anticuario que llega al fin de la jornada, a su madriguera. No hay
mujeres en esta casa pero hay retratos/cuadros que la historia del arte occidental ha creado,
generado sobre la feminidad. Se sienta en su sillón, más muerto que vivo y contempla. El otro
no existe, hay el uno. El uno propietario de todos los objetos. - En resumen, este animal
construye esta madriguera extraordinaria, infranqueable/insuperable, inexpugnable12, es la
idea del obsesivo, la fortaleza de la vida, de su existencia debe ser inexpugnable.

Contratos matrimoniales, muy precisos, contratos pre-matrimoniales muy precisos,


detallados, no se debe arriesgar nada en el amor.
Es una locura el riesgo del amor.

Y mientras este animal ha construido, de esta forma, su palacio, dice Kafka, mientras en su
sueño bendito, adormecido; se siente desde lejos, un silbido. En la madriguera.

Entonces, es extraordinario ver cómo este animal es sacudido por el silbido.


Desorientado, angustiado, el silbido. Un silbido misterioso que se avecina. Por lo tanto, le

11
También puede encontrarse como La Obra.
12
Imposible de conquistar, imposible de alcanzar.
impone revisar cierto puente, cierto túnel, reorganizar la madriguera. Pero la amenaza
siempre se acerca.
Y más él busca reorganizar la madriguera, más la madriguera se convierte en una prisión.
Esto es el fantasma del obsesivo.
Esto es un relato potente que les invito a leer o releer, que define verdaderamente la
dimensión contraproducente (contra-finalista) de la fortaleza obsesiva, que es hecha para
impedir la contaminación con el deseo. Tenemos los rituales obsesivos, lavarse las manos,
revisar si aquello está apagado, las luces, etc. Todo esto, ¿para qué sirve?
Sirve para exorcizar el deseo.
Para evitar la contaminación.
Se podría hacer un discurso político sobre este evitamiento obsesivo y paranoico de la
contaminación.

Para el obsesivo, la mujer es la agente de la contaminación.


Por esto necesita estar muy atento,​ la mujer es el silbido.
Porque el obsesivo no quiere estar solo, quisiera tener una compañera, ​pero la compañera es
un silbido.​ Es un silbido que pone patas para arriba la madriguera.
Es como dice un paciente mío a su compañera: “preguntame lo que quieras pero dejame solo
(dejame en paz).”

Podríamos hacer dos últimos giros, rapidísimo, sobre la vida amorosa del obsesivo.
La vida amorosa del obsesivo, Lacan la describe en el seminario 15 de modo extraordinario,
dice: “son 3 tiempos”.
- Primer tiempo: la pareja. Dice Lacan, el tiempo de la montaña, esto es el tiempo de
la presa (el dique), el tiempo del muro.
El obsesivo, después de establecer el contacto, debe construir un muro. Tras él, el otro. Tras
él, el otro como encarnación del deseo. Un muro. Distancia. Frialdad. Algunos colegas dirían
“ausencia de empatía”. Enfriamiento del entusiasmo. Planificación. Regulación.

Quién era, un cómico, Verdone! Había dado una descripción espantosa/aterradora del
neurótico obsesivo obsesionado con la carretera y los horarios. No sé si lo tienen presente, es
verdaderamente impresionante.
Primer tiempo, dice Lacan, ​separar el deseo del otro.
Presa/dique. Enfriamiento, disminución de la temperatura pulsional, en general. ​Poco lío.

Efecto de la presa: mortificación.


[Segundo tiempo, lo dirá en el minuto 77]
- Mortificación, sobre todo de la compañera; sobre la que cae un hielo, una
hibernación.
Compañera congelada, helada. Pero el congelamiento de la compañera implica un
congelamiento del propio deseo. Aquí tenemos una destrucción del deseo genitivo subjetivo,
genitivo objetivo. De uno y del otro, para uno y para el otro. Hibernación, glaciación. El
efecto Tánatos, dice Lacan, de la neurosis obsesiva.

Les doy un ejemplo desconcertante de una persona que seguí - un neurótico obsesivo que en
las relaciones sexuales con la compañera - un neurótico obsesivo con un síntoma bastante
frecuente en la neurosis obsesiva de eyaculación precoz, que lo usaba claramente en modo
sádico hacia la compañera. Le decía “mirá que si hacés apenas un movimiento yo no me
aguanto más.”
Imaginemos la pobrecilla, con qué entusiasmo debía recibir los lances del marido. Ella era
convertida en una momia. Esto es, él la había obligado, inconscientemente, a petrificarse.
Porque al mínimo gesto vital que ella hiciese, tac. Fin de la historia.

Aquí, vean como la petrificación del sujeto y del otro, efecto de Tánatos, la petrificación, la
destrucción del deseo, revela una dimensión sádica, un sadismo.
Sadismo al poner a la compañera, digamos, en la posición de la momia. Esto es, de una cosa.
Una cosa13 como decía el maestro Don Gesualdo, de Verga, transformar a la mujer en una
cosa. En una propiedad. Momia.

El obsesivo no hace otra cosa que pensar en la muerte. Teme la muerte. Teme la vida, no hay
dudas, pero teme también la muerte.
¿Qué tienen en común la vida y la muerte?

13
La Roba, Giovanni Verga.
Mi paciente decía “horrible pensar que las uñas crezcan también después de muerto”.
Horrible, es un pensamiento horrible.

La vida y la muerte tienen en común el hecho que ambos, la vida y la muerte, escapan de
nuestro gobierno, escapan de la posibilidad de control. La vida y la muerte son el silbido. Son
el silbido de Kafka.
Por lo tanto, por esto el obsesivo se hace el muerto, hace muerta a la propia compañera, para
escapar de la muerte. Se mortifica para no ser mortificado por la muerte.

Entonces, primer tiempo: la presa; la montaña, dice Lacan. Segundo tiempo: el glaciar.
Tercer tiempo:
- Enfrentado al hecho de que en cierto punto la compañera congelada diga basta,
porque puede suceder; sobre todo si se dirige a un analista, la compañera en cierto punto dice
basta, buscate otra momia (risas).
Enfrentado al hecho de que la compañera reivindique/reclame una cuota de subjetividad, el
obsesivo es tomado por la culpa. Culpa por haber destruído el deseo del otro. Vuelve al otro,
con autocrítica, autocompasión, autodenuncia; para tener otra oportunidad. Destruye el deseo
del otro y pregunta al deseo del otro después de haberlo destruido, si puede haber una
segunda oportunidad que no será diferente de la primera.
Porque, aquello que Lacan llama “el circuito infernal del deseo obsesivo” está destinado a
repetirse infinitamente.

En conclusión, brevemente, rapidísimo, sobre la fijación anal del obsesivo.


Porque la histérica es un sujeto oral.
La oralidad es apertura. Dependencia también del otro. Para Lacan, la pulsión oral es pulsión
de invocación. Dirigida hacia otro, la pulsión oral se dirige hacia otro, como si el centro de
gravedad de la histérica siempre estuviera fuera de ella.
La pulsión anal, en vez, es un punto sobre el que Freud ya había insistido, pero Lacan en el
seminario 10 hace toda una recuperación sutil, extraordinaria del objeto anal - disculpen que
termino con esto pero no se puede hacer otra cosa con el obsesivo, todo se va a la mierda
como se suele decir (risas) - el objeto anal no es como la pulsión oral dirigida al otro, al
retener las heces ya ​el niño invierte la demanda.
Esto es, ​ya no el niño que demanda del otro el seno, si no el niño que reteniendo las heces
hace que la demanda surja en el otro. Suspende al otro, clava al otro, vean de nuevo la
mortificación, en una posición de espera. Y él tiene el poder de retener.
El objeto anal cobra gran valor; todas las patologías digamos, a menudo en los niños, tienen
este relieve dialéctico de meter al otro en una posición de suspensión, como primer punto, de
dependencia del niño. El segundo punto, el punto más importante, es que de esta manera la
dialéctica del objeto anal que es retener y relajar, retener y relajar, se rompe.

¿Por qué no relaja? ¿Por qué no lo hace? ¿Por qué no cede ese objeto? ¿Por qué lo mantiene?

Porque el obsesivo percibe, aquí el tema de la elección, el horror de la libertad, el horror del
acto, no hay nada más terrible para el obsesivo que el acto. El obsesivo quiere siempre el
permiso. Necesita que el amo exista para eximirlo de la responsabilidad del acto. Por lo tanto,
retiene. Retiene. No concede nada. No le da nada al otro.

¿En qué cosa te hace pensar esta retención? No solo las heces. Retiene la propia vida. Por
miedo a jugarla. Cede el permiso. A los 38 años el pequeñín, es un caso eh. Cede el permiso,
retiene las heces, está con su mamá. Los escritores paralizados frente a la página en blanco,
dice Lacan, tienen de fondo el fantasma anal; al imbécil de su fantasma, escribe Lacan.
‘Porque si yo retengo y no escribo, ninguno dirá que lo que he escrito es una cagada. Si yo no
escribo, yo soy el más grande, porque ninguno tendrá la prueba de la mierda que soy.’

Por lo tanto retengo, porque si retengo, cierto que si lo hago el otro podría decir “pero qué
bella caca”, los padres hacen esto, ¿no? Qué bella caca que has hecho, estupenda - sin
exagerar demasiado - maravillosa, bella, buen producto. Uno llega a casa con un 6 en Latín,
pero ¡qué buen 6! Excepcional 6.
Es necesario elogiar un poco, ¿no? Los pequeños imbéciles (los mierdecillas), las pequeñas
producciones. No vamos a castigarlo cada vez, ¡qué bella caca!, sin embargo pueden también
decir, piensa en la duda rumiativa el obsesivo, podrían también decir ¡pero qué mierda! - No
qué bella caca, pero ¡qué mierda! Y ahora retiene, se mantiene de este lado de la página en
blanco.
Esta es la cobardía profunda del obsesivo, permanecer de este lado de la página en blanco.

Gracias.

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