Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esta es una teoría que aparece en los años 20 en un texto de Freud y que resumimos, la vez
pasada, diciendo: “En la psicosis, es el poder excesivo de la pulsión que invade, deforma la
realidad, rompe, lascera, disuelve, fragmenta al sujeto. En cambio, en la neurosis, es el poder
excesivo de la realidad externa que condiciona, comprime, obstaculiza el cumplimiento de
deseo imponiendo su eliminación”. Partamos de este punto como una base para lo que
diremos esta noche.
Lacan describe un fondo depresivo que es común a la neurosis, a todas las neurosis -
esta noche hablaremos de la histeria y de la neurosis obsesiva en particular, que son las dos
grandes familias de neurosis, tanto en el texto de Freud como en la recuperación que hace
Lacan; donde es posible apreciar una definición de depresión que da Jaques Lacan; la cual yo
evocaba previamente, en una entrevista titulada Televisión - entonces, podríamos decir: existe
un fondo depresivo común a todas las neurosis. Lacan define este fondo depresivo con el
término “cobardía”, cobardía moral.
El deprimido es un sujeto desplomado, plegado, replegado sobre sí mismo, sin perspectiva,
sin futuro, tiene la sensación de que toda su vida ya se ha consumado, que el pasado ocupa
como una roca el futuro de la propia existencia, que todo ya se jugó y todo ya se terminó. El
deprimido que que aparece, en el fondo, como la víctima de su propia depresión, como decía
X en esta potente imagen: “Abandonado en una estación donde ya no pasan más los trenes”.
En cambio, Lacan te dice “El deprimido es un cobarde”; es fuerte, potente, aunque
traumática, esta definición de la depresión.
Podríamos traducir así: la cobardía del deprimido consiste en haber renunciado a la asunción
del propio deseo. El deprimido, en vez de asumir su propio deseo, lo ha delegado, ha
renunciado a esa asunción. El efecto, que te golpea como un karma, cada vez que
renunciamos al cumplimiento de nuestro deseo, el efecto: depresión.
El afecto depresivo surge a medida que nos separamos de la ley de nuestro deseo. Surge
cuando renunciamos, abdicamos, delegamos nuestro deseo. Esta es la cobardía, la cobardía
neurótica.
Ser cobarde significa no tener el coraje - la cobardía es un gran tema de los padres de las
1
iglesias cuando reflexionan sobre la temática de la pereza , en suma, Lacan se apoya en esta
gran tradición – el neurótico es el sujeto que no tuvo suficiente coraje para asumir su propio
deseo, para reconocer su propio deseo como propio. Podemos responder de inmediato por
qué no tuvo el coraje, sabemos que el neurótico se preocupa mucho en resultar amable a los
ojos de los otros, se preocupa mucho en satisfacer el deseo de los otros, porque satisfaciendo
el deseo de otros resulta amable a los otros y de este modo preocupándose en satisfacer el
deseo de los otros, renuncia al propio deseo y el afecto de la depresión lo golpea como un
karma.
1 Pecado Capital
del análisis clínico del presidente Schreber. En el campo de la neurosis debemos colocar al
centro el deseo.
Somos, estamos obligados por la ley del lenguaje a separarnos del objeto, a abandonar el
ideal de un goce absoluto, totalizante, estamos en la falta.
Al neurótico, Lacan lo escribe, a la vida, podríamos decir, del sujeto neurótico, en el álgebra
de Lacan se escribe con un S tachado, S dividido, indicando el hecho que la existencia es
como tal, una herida. Dividida, nunca completa, nunca total, al decir de Freud “la naturaleza
3
de la pulsión excluye, por principio, su plena satisfacción” . Tachadura del sujeto, división
del sujeto. Si estuviéramos en un teatro y pudiéramos evocar el espíritu de Pirandello, entre
tantos, que mejor que muchos ha representado esta dimensión des-idéntica del sujeto,
dividida del sujeto, esta dimensión equívoca del sujeto, esta multiplicidad, esta estratificación
que constituye al sujeto de la neurosis. Esta no identidad del sujeto.
Lo que Lacan, una vez, de modo simpático describe como la dimensión cebolla del sujeto. El
sujeto como cebolla que vamos des-capando, encontrando tantas capas, y estas capas son las
identificaciones que le constituyen pero falta un corazón/centro sólido. Pelamos la cebolla y
no arribamos a un corazón/centro sólido. Arribamos a una no identidad. A una disolución de
la identidad.
2 Término en francés
3
“Habría que ocuparse de la posibilidad de que haya algo en la naturaleza de la pulsión sexual
misma desfavorable al logro de la satisfacción plena” Contribuciones a la psicología del amor, II.
1912.
cuáles son sus raíces; piensa que es un Rey y en realidad no es un Rey, es un niño que debería
haber sido asesinado. Todos nosotros no sabemos muy bien quiénes somos. Schreber lo sabe,
en su delirio sabe quién es: es la mujer de Dios. Ha construído un delirio transexual,
erotomaníaco, porque en su delirio psicótico sabe con certeza quién es. Nosotros no sabemos,
los neuróticos decimos que no sabemos quiénes somos, no sabemos muy bien quiénes somos.
El ser se separa del pensamiento. El neurótico es un sujeto anti-cartesiano, no cogito ergo
sum, sino “¿verdaderamente soy lo que pienso ser?” Es esta inversión del cogito cartesiano
que acompaña cada demanda de análisis, ¿quién soy verdaderamente?, ¿soy de veras lo que
pienso ser?
Hoy entramos en esta dimensión, que es precisamente la dimensión de la clínica de la
neurosis. Entraremos recordando una primerísima definición que Lacan da de las dos formas
fundamentales de fracaso del deseo en la neurosis.
Habíamos dicho que la cobardía es la matriz común de la clínica de la neurosis, por la cual el
deseo fracasa, digámoslo así. Lacan, en 1938 en un breve texto titulado El Complejo
Familiar, define de dos maneras este fracaso: utopía e impotencia. Serán los dos nombres del
fracaso común del deseo en la neurosis. Sabemos, lo veremos en breve, que la utopía
corresponde a la histeria y la impotencia corresponde al deseo obsesivo, a la neurosis
obsesiva.
¿Por qué el deseo histérico será utópico? ¿Por qué la utopía será una
patología/malestar/enfermedad del deseo? La utopía es una patología/malestar/enfermedad
del deseo porque reenvía/pospone/aplaza siempre el cumplimiento del deseo en un más allá
que nunca está acá. Por lo tanto, el deseo utópico es un deseo que histéricamente dice
constantemente “no es esto lo que quiero”, “esto nunca será lo que quiero”.
Lo veremos bien en la vida amorosa de la histeria, “lo que quiero siempre está más allá de lo
que tengo”. La clave para leer la histeria es la heterogeneidad entre la dimensión de la
demanda y la dimensión del deseo: “lo que yo demando nunca es lo que yo quiero”, “lo que
yo tengo nunca es lo que yo busco”. Así, la dimensión utópica,
patología/malestar/enfermedad juvenil, podríamos decir, del deseo. Que tiene su fuerza, su
potencia, su capacidad de transformación. Lacan habla de la histeria describiendola como un
dinamismo de la verdad.
Y por otro lado tenemos la impotencia. La impotencia es la percepción que el neurótico
obsesivo, el sujeto neurótico obsesivo tiene de no poder nunca, del todo, autorizarse a desear.
Mientras la histérica consume su ser en el deseo, digamos, el neurótico obsesivo no accede al
deseo: el acceso al deseo le parece imposible. Volveremos a este punto. De aquí el
sentimiento de impotencia. El sentimiento de concebir la existencia, concebir la vida como
una gran caja fuerte. El obsesivo defiende la propia subsistencia/supervivencia, defiende el
propio ser de confrontar la amenaza del deseo.
Cómo las cosas se invierten, ¿no? Podríamos decir Hamleticamente: ¿Cuál es la opción de la
histérica entre ser y el deseo? ¿Es más importante ser o es más importante desear?
La opción de la histérica es “mejor desear que ser”.
Tenemos una gran figura del teatro, de la tragedia griega, con la que Lacan abre el seminario
7: Antígona, mejor vivir en el deseo que marchitarse en el ser. Es lo que se nos hace
simpático, entre comillas, de los histéricos, que viven por el deseo aunque consuman el ser
por el deseo.
Por otra parte la opción obsesiva: ¿Es más importante ser o es más importante desear? El
obsesivo no lo duda ni por un instante, mejor ser. Y si el deseo corrompe al ser,
introduciendo, como dice Sartre en una bella imagen, “el gusano de la falta” en el ser, si el
deseo introduce en el ser el gusano de la falta, mejor destruir el deseo, mejor no lidiar con el
deseo.
En este sentido, si teníamos a Antígona como figura que decíamos, encarna la heterogeneidad
histérica entre el deseo y el ser, podemos citar, estando siempre en un teatro a Molière, El
avaro de Molière para definir la posición avara, estructuralmente avara del obsesivo que
frente a la encrucijada entre el deseo y el ser, elige ser. No se casa con Mariana, no quiere
mujer, quiere una cajita. El problema, lo veremos en breve, en la vida amorosa, el obsesivo
quiere transformar a la mujer en una cajita. Se abre una problemática muy espinosa porque la
mujer es justamente eso que no se puede transformar en una cajita.
Y veremos que en la histeria y en la neurosis obsesiva, hay un modo patológico, una falla al
unir el deseo y el ser. En una frase podríamos decir que la histérica consume todo su ser en el
deseo, y vive el exilio de objeto como búsqueda afanosa, una búsqueda laboriosa, permanente
de lo que le falta; del goce absoluto, diría Lacan, que está siempre perdido pero la histérica lo
busca siempre, aunque a la manera más de calco del príncipe azul. La leyenda del príncipe
azul es un gran tema de la histeria: “No es esto”.
Después de un cortejo de meses, una de mis pacientes decide ceder a los encantos de su
amante entre comillas, potencial, pero apenas le ve un calcetín de cierto color dice “ew” - el
disgusto histérico, que muestra la gran distancia entre el objeto real y la representación ideal
que ella tiene del objeto. Detrás de la cual existe seguramente la figura del Padre, que ocupa
un lugar central en la histeria, en el bien y en el mal; como la Madre ocupa un lugar central en
la clínica de la neurosis obsesiva.
Ahora, sobre la histeria - porque no tenemos mucho tiempo, estos son los temas que nos
ocupan por años, hacemos seminarios por una vida; y debo compactar todo en 40 minutos;
me perdonarán el esquematismo - Si tuviese, como hago en mi libro, que resumir el aporte
extraordinario que Lacan ha hecho sobre la histeria, haría 4 pasos, 4 movimientos en torno al
continente histérico.
❖ El primer movimiento es muy freudiano, toma letra por letra lo planteado por Freud,
esto es que fundamentalmente la histérica habla a través de su cuerpo, el cuerpo
histérico es un cuerpo que dice la verdad eliminada, dice la verdad de la cual el sujeto
se ha separado, dice la verdad del deseo eliminado, a través del propio cuerpo.
“Discurso de órgano” dice Freud. El primer paso de Lacan es una meditación en torno
a qué cosa significa que en la histeria el síntoma de conversión sea el discurso de
órgano; significa, digámoslo simple: frente a cualquier síntoma histérico que puede
ser, por ejemplo, gastrointestinal, o puede ser relativo a la capacidad de visión, de
percepción, de tipo sexual, cualquier síntoma somático del cuerpo es un síntoma de
conversión en el sentido que traduce somáticamente un conflicto que es del orden de
lo psíquico. El cuerpo histérico, se transforma en una teatralización significante
del conflicto psíquico inconsciente que lo atraviesa.
Porque el cuerpo habla. “Sabe hablar” dice Lacan. Sabe hablar donde sabe sufrir; osea
donde alguna cosa duele, alguna cosa del cuerpo duele. Vértigo, anorgasmia. Donde
el cuerpo duele, donde el cuerpo sufre, el cuerpo habla.
Lacan traduce todo esto diciendo “la histeria te enseña que la naturaleza del síntoma
es metafórica”. Define la metáfora como un significante que toma el lugar de un
significado eliminado.
Cuerpo habla, cuerpo teatro. De ahí comienza el psicoanálisis, Freud lo encuentra en
Charcot y constituye su clínica de la histeria. La clínica de la histeria es una clínica,
diría Freud, específicamente de la complacencia4 somática. El cuerpo se presta a
vehiculizar el conflicto del inconsciente, digamos. Es muy importante tener esto en
mente porque en la neurosis obsesiva no es el cuerpo el que se presta a vehiculizar el
conflicto del inconsciente, en cambio son los pensamientos.
Si lo eliminado retorna en la histeria a través del cuerpo, podemos decir que lo eliminado
retorna en la neurosis obsesiva a través de disturbios del pensamiento. En la histeria
podríamos ver un estado de mareo, náuseas, podemos tener un problema de espasmos del
intestino; mientras en el obsesivo tendríamos al estudiante, que mientras estudia matemáticas
y prepara sus respuestas tiene fantasías sexuales que interfieren en su trabajo de
conceptualización. O tendríamos un señor, moderado, padre de familia, que a la mañana
cuando va a misa, apenas cruza la puerta de la iglesia, su pensamiento es invadido de manera
bizarra, absurda para el propio sujeto, por palabras blasfemas.
Más no es sólo la irrupción de las palabras blasfemas o fantasías sexuales; si no por ejemplo
de la duda, la rumiación, la angustia respecto de las elecciones que el sujeto debe tomar que
4
Satisfacción o placer con que se hace o se recibe algo. Tolerancia excesiva.
no se decide a tomar. Por ejemplo posponer la acción, y en su lugar, la presencia continua de
un contorsión de la rumiación en la cual el sujeto obsesivo se atasca. En la obsesión, en el
pensamiento que deviene obsesivo, el pensamiento huye del pensamiento. El obsesivo tiene
esta experiencia muy extraña del pensamiento que huye del pensamiento.
Entonces, este es el primer paso que podemos sintetizar con una bella imagen de Lacan: el
síntoma histérico, dice, el síntoma del cuerpo, síntoma de conversión, con prevalencia
femenina - este será un gran capítulo a abrir ¿por qué una prevalencia femenina del síntoma
del cuerpo y por qué una prevalencia masculina en el síntoma del pensamiento? - en la
histeria, el síntoma de conversión es, lo cito: “una palabra en pleno ejercicio”, claro, una
palabra de la cual el sujeto no tiene la llave. Se podría decir, un jeroglífico, un enigma para el
sujeto mismo. El síntoma de conversión es una palabra en pleno ejercicio que toma una forma
metafórica que el sujeto no puede, por sí mismo, descifrar.
De estos dos pasos, el tercero es el punto formidable de Lacan, si me han seguido hasta aquí,
Lacan dice: “esto porque en la histérica el deseo siempre es capturado en la otra mujer”,
esto es: en la histeria, el deseo de la histérica se encuentra siempre capturado, catalizado5,
secuestrado, aspirado por figuras femeninas. Lo cual no tiene que ver con la homosexualidad
femenina, tiene que ver con el hecho de que el sujeto histérico no sabe qué cosa significa ser
una mujer; en cuanto decíamos el proceso de espejamiento/reflejo excluyó la dimensión de la
sexualidad femenina.
La histérica no se siente una mujer realmente, aún viéndose como una mujer real, hace de
todo para parecer/aparecer como una verdadera mujer. Consulta revistas, consulta - hay una
5
Agrupado, atraído.
6
Dora admira por horas a la Madonna Sixtina de Rafael Sanzio en una galería en Dresden,
Alemania.
proliferación de estas revistas femeninas, porque hay una proliferación de la forclusión7,
digámoslo así, de qué cosa significa el ser mujer.
Es un saber prêt-à-porter8 que explica a las mujeres cómo hacer para verse como mujeres.
La histérica hace de todo por verse como mujer aunque una verdadera histérica sabe que se
pone una máscara, que lleva una máscara; tiene la sensación constante de estar disfrazada de
mujer.
Por esto, perdónenme la banalidad, pero cuando una histérica va a una fiesta - aunque en
general las mujeres se orientan así en fiestas - la histérica ingresa a la fiesta y no mira a los
hombres, mira a las mujeres. Las mujeres en las fiestas miran a las mujeres, los hombres
miran a las mujeres, digamos, todos miran a las mujeres.
Los hombres y las mujeres miran a las mujeres, es impresionante pero es así; mas la histérica
mira a las mujeres tratando de entender el secreto - por cierto, en la fiesta sí hay una
verdadera mujer - y por lo tanto observa para entender cuál es el secreto de la feminidad.
Entonces, a menudo, esto comporta un reforzamiento de aquello que Lacan definiera una
“identificación viril” de la histérica que llega a mirar a las mujeres con ojos de hombre, lo
cual es peor, en el sentido que para entender qué cosa es una mujer no se tiene que mirar con
ojos de hombre porque el fantasma masculino reduce lo femenino a piezas; es idiota, al decir
de Lacan.
Esto me parece una indicación clínica muy potente: en la anamnesis, ir buscando siempre la
función de las otras mujeres - Por ejemplo, hay histéricas que eligen como pareja a hombres,
no por el valor fálico del hombre, si no porque este hombre estuvo antes con cierta otra
mujer. En este sentido, Lacan dice: la histérica ama siempre por búsqueda a través de otro
¿Por qué a través de otro? Porque ella misma no se ha constituído como otra.
7
Concepto freudiano revisitado por Lacan. Usualmente entendido como desmentida/rechazo de un
significante, en este caso “mujer”. Por más -
https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=155376361723420&id=154932528434470
8
Listo para llevar.
❖ Tercer paso: “el deseo histérico refleja, manifiesta una patología/enfermedad/malestar
de la dialéctica del reconocimiento.” ¿Qué cosa quiere decir? Quiere decir que
sabemos, gracias a Lacan, pero antes gracias a X y a Hegel que el deseo humano no es
simplemente deseo de alguna cosa si no que es deseo del deseo del otro, el deseo
desea ser deseado.
Esto se puede apreciar bien en los niños, no es deseo de un objeto, “la característica
antropogénica del deseo humano” al decir de X, es que el objeto del deseo humano es
el deseo del otro. Yo deseo, no alguna cosa, deseo el deseo del otro, deseo ser deseado
por el otro. Y así se constituye, dialécticamente, intersubjetivamente el deseo.
Entonces, la histérica radicaliza esta dialéctica porque está totalmente concentrada en
desear el deseo del otro, en hacerse desear, en ser ella el objeto del deseo del otro.
Esta es la dimensión fuertemente seductiva que suele acompañar la histeria, la histeria
suele implicar la seducción; pero ¿la seducción histérica qué finalidad tiene?
La seducción histérica tiene como finalidad hacer al otro carente al hacerlo desear y
colocarse en el corazón/centro de esta carencia/ausencia/falta. El sujeto histérico
trabaja con su propia ausencia/falta para hacer carente al otro y ofrecerse como capaz
de curar esta falta/ausencia. Esto es, devenir esencial como el aire, esencial como el
oxígeno.
Pero en toda esta operación, ‘yo hago que al otro le falte algo para resultar el oxígeno
del otro de modo tal que el otro no pueda vivir sin mi’; mientras está ocupada en toda
esta operación que Lacan sintetiza en la frase: “la operación histérica es una operación
sustractiva”: yo me hago desear, me sustraigo para que tu me desees, para que tu
percibas mi falta/mi ausencia, de modo tal de resultar para ti el oxígeno que te falta -
mientras está empeñada en toda esta operación no se pregunta qué cosa desea ella.
Este es el drama de muchas histéricas que han pasado toda su vida haciendo desear al
otro, sin preguntarse “pero yo, ¿qué deseo? ¿cuál es verdaderamente mi deseo?”
Aquí la línea divisoria entre la patología del deseo y la estructura del deseo, es muy sutil.
Porque, por cierto, no debemos olvidar que estamos describiendo una patología del deseo,
que la histeria no es el deseo, es una patología del deseo, pero este punto por el cual la
histeria muestra que siempre, cualquier objeto será insuficiente para apagar/satisfacer
plenamente el deseo, esto habla también de la estructura del deseo, de la verdad del deseo.
El deseo es una trascendencia.
Es la dimensión, si quisieran, utópica que habíamos visto al inicio, la dimensión utópica del
deseo. Este fue el tercer paso.
El cuarto paso:
❖ La relación con el saber.
Este es un gran elogio que Lacan hace de la histeria.
La histérica no se contenta con el saber ya constituido, el saber de la universidad, el
saber de la enciclopedia, del saber de la medicina podríamos decir, de la clínica
médica; cuando la histérica nos desafió el saber, proponiendo-se a los médicos como
un verdadero enigma irresoluble. La histérica goza al poner en jaque al saber, al dejar
en calzoncillos al profesor, goza en mostrar el límite del saber.
A ella no le interesa el saber abstracto, aquello que interesa al obsesivo, el saber de la
ingeniería, el saber árido, de la informática, todos estos saberes que el obsesivo ama;
saberes de la jurisprudencia, de la cibernética.
9
“Metonimia de la mancanza essere” - Metonimia: “designar algo con el nombre de otra cosa
tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada,
etc.; p. ej., las canas por la vejez; leer a Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria,
etc.” - En este caso, puede querer decir sustitución del significado de la falta por el ser.
A ella le interesa un solo saber, el saber que se conjuga con la verdad.
¿Y cuál es, para ella, el saber que se conjuga con la verdad? El saber que sabe decir la
verdad del sexo.
El profesor puede hablar de matemáticas, números, cibernética, informática, pero
‘¿qué me dice de la verdad del sexo que significa mucho más para la verdad de mi
existencia, profesor? No en lo general, no en lo universal, no en la conceptualización
abstracta, ¿qué sabe decir de mi? Porque usted sabe que no hay nada que me defina,
no hay nada en tu teoría universal que hable del caso que yo soy, yo soy el agujero de
tu teoría, soy el trauma de tu teoría, soy lo que escapa de tu teoría.’ Esto hace la
histérica con el saber.
Es fundamental que así sea siempre. Que haya un alma histérica en el saber, siempre.
En este sentido Lacan llega, en un elogio extremo de la histeria, a asociar a la histeria
con la ciencia. La ciencia tiene un alma histérica; porque la ciencia, si no es
cientificismo10, no se contenta con lo que sí sabe. Continúa, va más allá.
Dinamismo de la verdad, esta bella imagen, dinamismo de la verdad.
Lacan cuenta en el seminario 10, imagina a Kierkegaard que escucha una lección de Hegel,
acerca de la lógica, del saber universal, real, racional; Kierkegaard levanta la mano “sí
profesor, pero yo estoy angustiado.”
Esta es la posición histérica, “si, pero yo estoy angustiado”.
Lo singular que agujerea/perfora lo universal; e impone al universal, ponerse en movimiento.
La histérica quiere poner en movimiento al amo. Finge someterse al amo para ponerlo en
movimiento, para animarlo.
Por esto es que parejas, generalmente, se componen de histéricas y obsesivos; el obsesivo
está muerto, la histérica está viva, la histérica anima al muerto, el muerto aplaca a la histérica.
Pero no hay dudas que para la histérica lo que cuenta es la verdad, la verdad del inconsciente,
por esto la histérica ama a los psicoanalistas. Las histéricas aman a los psicoanalistas tanto
cuanto el obsesivo detesta el psicoanalista.
10
“Tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas, en especial a las ciencias basadas en
los datos de la experiencia, considerando que son el único conocimiento válido.”
Sobre todo detesta pagarle al final de las sesiones, no lo soporta. No hay nada más
insoportable, para el obsesivo, del psicoanalista (risas).
Por esto Lacan advierte a los psicoanalistas en el tratamiento de los obsesivos, la entrada en
la transferencia, en la relación con el psicoanalista es siempre negativa, con el obsesivo,
siempre negativa, a escucharlo siempre con cuatro orejas. Después lo veremos. Toda la
adulación del obsesivo, las ofrendas, la actitud servil del obsesivo, contiene la espina de la
agresividad.
Podemos decir así, por resumir, al menos el resultado de esta meditación de Lacan
sobre la diferencia entre la histérica y la mujer: “ambas, la histérica y la mujer tienen
un objetivo, hacerse desear.” Hacerse desear es común a la histérica y la mujer. La
seducción es el modo femenino de hacerse desear.
La diferencia profunda es que la histérica se hace desear para poder ser. Porque sin el
deseo del otro se siente nula. Entonces hacerse desear tiene como finalidad instituirse
como ser.
Una mujer se hará desear no para ser, porque una mujer es ya, en su ser, otra a si
misma. Una mujer se hace desear para poder gozar. Aquí tocamos un punto muy
importante. En la mujer el deseo no es alternativo/opcional al goce. Al contrario.
Hacerse desear, hacerse amar, esto es, hacerse única para el otro para poder gozar con
el otro. También sexualmente.
Para la mujer no hay una alternativa entre desear y gozar, no se si me explico, este es
un punto muy importante en la clínica, por ejemplo en la clínica de la sexualidad
histérica. La mujer se hace desear, se hacer amar, para ser única para el otro, osea
insustituible para el otro, para poder gozar del otro.
La histérica se hace desear para poder ser, no para gozar.
Pero porque se hace desear para poder ser, tiende a poner en alternativa: el hacerse
desear o la posibilidad de gozar.
Y no es un caso puntual que la disociación entre desear y gozar es uno de los grandes
temas fundamentales de la clínica de la histeria.
Espero haberme explicado sobre este punto que desarrollé muy rápidamente, pero es un punto
verdaderamente esencial.
Ahora podemos, provechosamente, espero, mostrando todas las diferencias, entrar en un
continente más gris. Por como lo hemos ya imaginado, ¿no? Citando al Avaro de Molière, el
continente de la neurosis obsesiva.
Entonces, volviendo sobre la histeria; en la histeria, Lacan dice ya en el seminario 3, la
pregunta fundamental fantasmática que guía a la histérica en su relación con el otro es: ¿soy
un hombre o soy una mujer? ¿qué quiere una mujer, cómo goza una mujer?
La pregunta fundamental de la histérica se centra en la diferencia sexual.
¿Cuál es la pregunta fundamental del obsesivo?
Para Lacan, ya en el seminario 3, la pregunta es, lo cito: “¿estoy vivo o estoy muerto?”
El ingenio, entre comillas, de una paciente mía que se dirige sistemáticamente al marido
frente a la televisión “¿estás vivo o estás muerto?” (aplausos).
Este aplauso va a la autora y su compañero, digamos, como aliento.
Lacan aborda la problemática del neurótico obsesivo a través de Hegel. Toda la primera parte
de la lección de Lacan es una relectura extraordinariamente fina - de la neurosis obsesiva
releída a través de categorías de la Fenomenología del Espíritu de Hegel en particular de la
Dialéctica del Amo y el Esclavo que ocupa la parte central del capítulo titulado
Autoconsciencia.
Esto es que uno de los dos - el amo - imponiéndose sobre el otro - el esclavo- se hará
reconocer/se reconocerá; digámoslo así. La otra, la más pasiva, dice Hegel y aquí ya sentimos
el paso de Lacan, la que tiemble frente al riesgo de morir, la más pasiva, la que tenga menos
coraje, la que tiemble frente al riesgo de la muerte se convertirá en sierva.
Hegel va un paso más allá - el amo entra en un túnel, porque ¿cómo se hace para reconocerse
una subjetividad, la del esclavo que ha renunciado a la lucha de prestigio por miedo? - no se
puede, ninguno de nosotros puede gozar de sentirse reconocido por quien uno no reconoce.
Yo hablo de Lacan, digamos, si una persona que estimo, si un estudioso de Lacan reconoce
mi trabajo, gozo de ese reconocimiento. Pero si lo reconoce, digamos, el presentador de San
Remo, no hay el mismo goce.
Una cosa es ser sirviente del amo, y otra cosa es convertirse en un hombre libre.
El obsesivo, la cosa que más lo angustia del mundo es la libertad. Por lo tanto, de nuevo:
sirvo al amo, renuncio a gozar, espero que el amo muera para poder gozar, más una vez que
el amo muere, me vuelvo libre. Busco un nuevo amo. Esta es la dialéctica. “Siempre necesito
un amo”, esto es: “siempre necesito ser esclavo”.
Porque la libertad me expone al drama, imposible de subjetivar para el obsesivo, de la
elección.
La pasión por el tiempo, su exploración cronométrica; tengo un paciente que lleva siempre un
cuarto - invariablemente - un cuarto de hora antes. Mientras la histérica llega jadeando, tarde,
ha olvidado peinarse. La dimensión de la impecabilidad, de lo compacidad (lo compacto), de
la necesidad de leer todo, las diapositivas, todo.
- En este relato de un extraño personaje, mitad hombre mitad animal, que vive bajo tierra. Lo
imaginamos como un animal. Y este personaje, dice: “El mundo está dividido en dos. Sobre
la madriguera: el caos, la lucha, la caza, la guerra, el conflicto, el desorden, la irregularidad”,
el deseo podríamos decir.
Y él dice: “no, si yo construyo un mundo bajo la corteza terrestre”, una madriguera, hecha de
túneles, laberintos, puentes internos, todo estudiado al milímetro.
Y mientras este animal ha construido, de esta forma, su palacio, dice Kafka, mientras en su
sueño bendito, adormecido; se siente desde lejos, un silbido. En la madriguera.
11
También puede encontrarse como La Obra.
12
Imposible de conquistar, imposible de alcanzar.
impone revisar cierto puente, cierto túnel, reorganizar la madriguera. Pero la amenaza
siempre se acerca.
Y más él busca reorganizar la madriguera, más la madriguera se convierte en una prisión.
Esto es el fantasma del obsesivo.
Esto es un relato potente que les invito a leer o releer, que define verdaderamente la
dimensión contraproducente (contra-finalista) de la fortaleza obsesiva, que es hecha para
impedir la contaminación con el deseo. Tenemos los rituales obsesivos, lavarse las manos,
revisar si aquello está apagado, las luces, etc. Todo esto, ¿para qué sirve?
Sirve para exorcizar el deseo.
Para evitar la contaminación.
Se podría hacer un discurso político sobre este evitamiento obsesivo y paranoico de la
contaminación.
Podríamos hacer dos últimos giros, rapidísimo, sobre la vida amorosa del obsesivo.
La vida amorosa del obsesivo, Lacan la describe en el seminario 15 de modo extraordinario,
dice: “son 3 tiempos”.
- Primer tiempo: la pareja. Dice Lacan, el tiempo de la montaña, esto es el tiempo de
la presa (el dique), el tiempo del muro.
El obsesivo, después de establecer el contacto, debe construir un muro. Tras él, el otro. Tras
él, el otro como encarnación del deseo. Un muro. Distancia. Frialdad. Algunos colegas dirían
“ausencia de empatía”. Enfriamiento del entusiasmo. Planificación. Regulación.
Quién era, un cómico, Verdone! Había dado una descripción espantosa/aterradora del
neurótico obsesivo obsesionado con la carretera y los horarios. No sé si lo tienen presente, es
verdaderamente impresionante.
Primer tiempo, dice Lacan, separar el deseo del otro.
Presa/dique. Enfriamiento, disminución de la temperatura pulsional, en general. Poco lío.
Les doy un ejemplo desconcertante de una persona que seguí - un neurótico obsesivo que en
las relaciones sexuales con la compañera - un neurótico obsesivo con un síntoma bastante
frecuente en la neurosis obsesiva de eyaculación precoz, que lo usaba claramente en modo
sádico hacia la compañera. Le decía “mirá que si hacés apenas un movimiento yo no me
aguanto más.”
Imaginemos la pobrecilla, con qué entusiasmo debía recibir los lances del marido. Ella era
convertida en una momia. Esto es, él la había obligado, inconscientemente, a petrificarse.
Porque al mínimo gesto vital que ella hiciese, tac. Fin de la historia.
Aquí, vean como la petrificación del sujeto y del otro, efecto de Tánatos, la petrificación, la
destrucción del deseo, revela una dimensión sádica, un sadismo.
Sadismo al poner a la compañera, digamos, en la posición de la momia. Esto es, de una cosa.
Una cosa13 como decía el maestro Don Gesualdo, de Verga, transformar a la mujer en una
cosa. En una propiedad. Momia.
El obsesivo no hace otra cosa que pensar en la muerte. Teme la muerte. Teme la vida, no hay
dudas, pero teme también la muerte.
¿Qué tienen en común la vida y la muerte?
13
La Roba, Giovanni Verga.
Mi paciente decía “horrible pensar que las uñas crezcan también después de muerto”.
Horrible, es un pensamiento horrible.
La vida y la muerte tienen en común el hecho que ambos, la vida y la muerte, escapan de
nuestro gobierno, escapan de la posibilidad de control. La vida y la muerte son el silbido. Son
el silbido de Kafka.
Por lo tanto, por esto el obsesivo se hace el muerto, hace muerta a la propia compañera, para
escapar de la muerte. Se mortifica para no ser mortificado por la muerte.
Entonces, primer tiempo: la presa; la montaña, dice Lacan. Segundo tiempo: el glaciar.
Tercer tiempo:
- Enfrentado al hecho de que en cierto punto la compañera congelada diga basta,
porque puede suceder; sobre todo si se dirige a un analista, la compañera en cierto punto dice
basta, buscate otra momia (risas).
Enfrentado al hecho de que la compañera reivindique/reclame una cuota de subjetividad, el
obsesivo es tomado por la culpa. Culpa por haber destruído el deseo del otro. Vuelve al otro,
con autocrítica, autocompasión, autodenuncia; para tener otra oportunidad. Destruye el deseo
del otro y pregunta al deseo del otro después de haberlo destruido, si puede haber una
segunda oportunidad que no será diferente de la primera.
Porque, aquello que Lacan llama “el circuito infernal del deseo obsesivo” está destinado a
repetirse infinitamente.
¿Por qué no relaja? ¿Por qué no lo hace? ¿Por qué no cede ese objeto? ¿Por qué lo mantiene?
Porque el obsesivo percibe, aquí el tema de la elección, el horror de la libertad, el horror del
acto, no hay nada más terrible para el obsesivo que el acto. El obsesivo quiere siempre el
permiso. Necesita que el amo exista para eximirlo de la responsabilidad del acto. Por lo tanto,
retiene. Retiene. No concede nada. No le da nada al otro.
¿En qué cosa te hace pensar esta retención? No solo las heces. Retiene la propia vida. Por
miedo a jugarla. Cede el permiso. A los 38 años el pequeñín, es un caso eh. Cede el permiso,
retiene las heces, está con su mamá. Los escritores paralizados frente a la página en blanco,
dice Lacan, tienen de fondo el fantasma anal; al imbécil de su fantasma, escribe Lacan.
‘Porque si yo retengo y no escribo, ninguno dirá que lo que he escrito es una cagada. Si yo no
escribo, yo soy el más grande, porque ninguno tendrá la prueba de la mierda que soy.’
Por lo tanto retengo, porque si retengo, cierto que si lo hago el otro podría decir “pero qué
bella caca”, los padres hacen esto, ¿no? Qué bella caca que has hecho, estupenda - sin
exagerar demasiado - maravillosa, bella, buen producto. Uno llega a casa con un 6 en Latín,
pero ¡qué buen 6! Excepcional 6.
Es necesario elogiar un poco, ¿no? Los pequeños imbéciles (los mierdecillas), las pequeñas
producciones. No vamos a castigarlo cada vez, ¡qué bella caca!, sin embargo pueden también
decir, piensa en la duda rumiativa el obsesivo, podrían también decir ¡pero qué mierda! - No
qué bella caca, pero ¡qué mierda! Y ahora retiene, se mantiene de este lado de la página en
blanco.
Esta es la cobardía profunda del obsesivo, permanecer de este lado de la página en blanco.
Gracias.