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UNIDAD 4 “ÉTICA EN LAS PROFESIONES”

OBJETIVOS
Identificar los elementos que determinan una profesión.
Relacionar las profesiones con el carácter ético.
Construir el propio concepto de profesión, desde el punto de vista moral.
Identificar las diferencias entre las éticas teleológicas y las éticas deontológicas.
Aplicar los conceptos de las éticas teleológicas y las éticas deontológicas a
situaciones reales de nuestro entorno.
Comprender el concepto de éticas aplicadas.
Analizar los principios generales de las éticas aplicadas.
Identificar las diferencias de los conceptos entre ética profesional y
responsabilidad social.
Establecer una valoración crítica con respecto a la responsabilidad social.
Que el alumno/a se interese por buscar el código de ética perteneciente a su
carrera.
Descubrir la importancia de los códigos de ética.

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1. LAS PROFESIONES, ORIGEN, CONCEPCIÓN Y


CARACTERIZACIÓN.

ORÍGENES

Los antecedentes de la formación profesional universitaria se encuentran en el nacimiento de las


universidades medievales, producto del despertar intelectual del siglo XII, y se señalan, entre otros, algunos
factores como:

Es así como la necesidad de una formación profesional que respondiera a las exigencias del desarrollo de la
sociedad estuvo ligada a los gremios de la Edad Media.

Dentro de las primeras escuelas que antecedieron a las universidades medievales, encontramos la escuela de
Salerno, la cual tenía una gran reputación en la formación de médicos practicantes.

En sus primeros años de existencia, esta institución fue considerada un punto estratégico en donde se
manifestaban fuerzas eclesiásticas y civiles, ya que se pretendía alcanzar un carácter laico en cuanto a su
composición. Posteriormente, se crearon universidades en Bolonia, París, Padua y Oxford, entre otras.
Las universidades medievales abarcaban varias escuelas, varias disciplinas y pluralidad de maestros y
estudiantes. Pocas de ellas tuvieron todas las facultades, pero en todas se enseñaba propedéutica de artes,
teología, derecho civil, derecho canónico y medicina. Desde el punto de vista formal, en estas instituciones
era importante obtener la licentia ubique docendi o reconocimiento universal de los grados obtenidos, para
poder ejercerlos en cualquier parte del mundo.
En esa época, se llamaba studium (estudio) a lo que hoy en día conocemos como universidad, mientras que
la palabra universitas era utilizada como sinónimo de corporación, que podía ser de cualquier naturaleza,
universitaria o no. De ahí que dicha palabra fuera acompañada de un genitivo que determinaba la naturaleza
de la corporación, como por ejemplo, la universitas magistorum era la corporación de los maestros.

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De la misma forma, había universidades de los innumerables gremios laborales del medioevo. Por otra parte,
en nuestro país, la formación de profesionales ha tenido diversas orientaciones a partir del siglo XIX. Dentro
de ellas destacan:

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En virtud de lo anterior, podemos afirmar que la formación profesional universitaria ha tenido una historia
particular, una normatividad legal, administrativa y académica, una orientación de su formación educativa y
disciplinaria y un comportamiento académico que les caracteriza; un ejemplo de ello es, evidentemente, la
profesión médica, cuyo desarrollo, dentro de las diferentes sociedades le ha permitido vincularse con el
Estado de manera muy particular.

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Actualmente, la formación profesional se realiza en un marco educativo bajo prescripciones institucionales que
regulan las actividades consideradas como necesarias y pertinentes, avalando la preparación ofrecida
mediante la expedición de certificados y títulos profesionales.
El concepto profesión ha evolucionado a través del tiempo y ha sido producto de un desarrollo histórico, que
ha creado y renovado mecanismos de diversa índole, hasta llegar a los procesos modernos que se conocen
hoy en día. Los antecedentes sobre el origen de este concepto se encuentran en antiguos textos hebreos en
donde se señala que esta palabra era usada con relación a funciones sacerdotales, los negocios en servicio
del rey o de un funcionario real, puesto que el vocablo significa mandar o enviar, lo que representaba realizar
una misión. Sin embargo, el concepto en el sentido actual no puede remontarse más allá de la época
preindustrial, puesto que es producto de la industrialización y de la división del trabajo.

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Otros elementos importantes de la profesión son su legitimación intrínseca, su validez y su función, los cuales
están enmarcados por las características históricas de la sociedad en que ha surgido y se ha desarrollado.
Sus modos específicos de formación, reproducción, exclusión, certificación y evaluación dependen de las
condiciones en las que surge, de los intereses de quienes la promueve y del poder político de sus miembros.
En consecuencia, la profesión, como unidad estructural de la sociedad moderna, condensa procesos y
elementos de la realidad social, política e ideológica en la que se circunscribe, encontrándose formalmente
establecida y legitimada por el sector social que las ha constituido como tales.
De forma inseparable a la definición actual de una profesión, se encuentra un código de ética que dirige las
actividades de cada profesión. Este código requiere de una conducta y práctica más allá de las obligaciones
morales personales de un individuo. Quienes practican una profesión definen y demandan parámetros
elevados de comportamiento con respecto a los servicios proporcionados al público y en el trato con los
colegios profesionales. Asimismo, estos códigos, impuestos por la profesión, son reconocidos y aceptados por
la comunidad.

2. ETICAS TELEOLOGICAS Y ETICAS DEONTOLOGICAS

I.

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NOCIÓN DE TELEOLOGÍA
El término teleología proviene de los dos términos griegos Télos (fin, meta, propósito) y Lógos (razón,
explicación). Así pues, teleología puede ser traducido como «razón de algo en función de su fin», o «la
explicación que se sirve de propósitos o fines». Decir de un suceso, proceso, estructura o totalidad que es un
suceso o un proceso teleológico significa dos cosas fundamentalmente:

En términos de cierta tradición filosófica, esto equivaldría a decir que dicha meta o sentido son la razón de ser
del suceso mismo, lo que le justifica en su ser. Como se ve, el carácter teleológico de un suceso se opone a
su carácter aleatorio. Sin embargo, de ahí no podemos deducir de teleológico y necesario. Un suceso es
necesario relativamente a un cierto marco de referencia si, dadas ciertas condiciones, es lógicamente
imposible que dicho suceso no tenga lugar en la estructura ontológica de dicho marco. No obstante, decir de
un suceso que es teleológico relativamente a un marco de referencia, significa que existe una tendencia,
propensión, etc.
Finalmente, lo necesario es lógicamente incompatible con la indeterminación, lo teleológico es compatible en
cierto grado con la indeterminación, aunque un suceso o proceso teleológico no es, en sí mismo y en relación
a su fin, indeterminado. De ahí que en ocasiones se haya hablado de distinguir dos tipos de necesidades: la
necesidad física y la necesidad teleológica.
Fuera del ámbito ontológico, la teleología se dice de la acción humana y, así, de los denominados proyectos,
planes, decisiones futuras, objetivos globales vitales, etc.
En este caso, el carácter teleológico de un suceso o acontecimiento (la acción humana) cumple las notas
anteriormente mencionadas: la acción teleológica no es la acción arbitraria, la que responde a intenciones
momentáneas, a caprichos o deseos del momento sin ninguna articulación superior; por el contrario, responde
a una intencionalidad (fin), conscientemente explicitada, del agente y articulada generalmente dentro de un
sistema teleológico (fines últimos e intermedios) que constituyen su proyecto vital. Ahora bien, para que una
acción sea teleológica no es suficiente con que responda a un fin consciente del agente; es preciso también
que dicho fin haya sido asumido consciente y críticamente.

ÉTICAS TELEOLÓGICAS VERSUS ÉTICAS DEONTOLÓGICAS


Teleológico y Teleología aparecen también asociados a problemas relacionados con la filosofía práctica o
/ética como el siguiente: ¿Cuáles son los criterios, en virtud de los cuales decidir la bondad moral de nuestras
acciones o modos de acción? Se trata de analizar si las acciones son siempre buenas o malas dependiendo
de sus resultados y de las circunstancias en que se llevan a cabo, o si hay acciones que son moralmente
buenas independientemente de sus resultados, etc.

Básicamente, hay dos respuestas lógicamente incompatibles a dicha cuestión:

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A la primera tesis la denominamos criterio teleológico; a la segunda, criterio deontológico. Según el criterio
teleológico, el modo de acción consistente en mentir, por ejemplo, no debe ser calificado de moralmente malo
o inaceptable sin más, es decir, al margen de las circunstancias y/o consecuencias a las que una realización
concreta de ese modo de acción pudiera dar lugar. Según el criterio deontológico, por el contrario, cualquier
realización concreta de ese modo de acción será moralmente inaceptable y, en consecuencia, será
moralmente inaceptable el modo de acción mismo.
En ocasiones se ha acusado injustamente de que la adopción de un criterio teleológico conlleva
necesariamente la adopción de una ética relativista, tecnócrata y egoísta. Vamos a intentar mostrar que esto
es incorrecto, enumerando y analizando algunas de las dificultades de la adopción de un criterio teleológico y
algunas réplicas a las mismas.
Las dificultades del criterio teleológico parecen ser las siguientes:

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No obstante, aunque dichas dificultades pudieran parecer decisivas, no es así. Las posibles réplicas a las
mismas pueden enunciarse como siguen:

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3. ETICAS APLICADAS Y PRINCIPIOS GENERALES.


La ética aplicada constituye una de las áreas más prolíficas y actuales de la filosofía contemporánea. Los que
hacen ética aplicada desarrollan su trabajo en varias áreas de la sociedad contemporáneas donde la ética
posee un papel relevante. Trabajan en ámbitos como la Bioética, la Ética Empresarial, la Ética Ambiental, la
Ética Legal, la Ingeniería Ética, la Ética de la Comunicación, la Ética del Ciberespacio, etc. Éstos y muchos
otros ámbitos, donde se lleva a cabo un intento de tratar con problemas éticos que surgen en la vida cotidiana,
constituyen el objeto de estudio de la ética aplicada.

Las éticas aplicadas nacen en el último tercio del siglo XX como una necesidad social. Las sociedades
pluralistas precisan dar respuesta a las cuestiones que se les plantean y no pueden hacerlo desde un código
único, sino desde esas éticas aplicadas que ya están funcionando como una parte de la realidad social.
En los años sesenta y setenta del siglo xx surgen en los países con tradición occidental lo que con el tiempo
vinieron a llamarse «éticas aplicadas».
A los tres giros aportados por la filosofía en el siglo pasado (lingüístico, hermenéutico y pragmático) se
sumaba un cuarto, el «giro aplicado» y, en este caso, en uno de los ámbitos de la filosofía, concretamente el
de la ética o filosofía moral. En aquel tiempo, el problema de la fundamentación de lo moral seguía siendo el
«tema estrella» de la ética, pero junto a él empezaba a ganar terreno la necesidad de aplicar a la vida
cotidiana lo ganado en el proceso de fundamentación, la necesidad de diseñar una ética aplicada a las
distintas esferas de la vida social, que daría lugar a las distintas «éticas aplicadas»( Adela Cortina, 1993,
1996; Gilles Lipovetsky, 1994.)

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Una segunda instancia social desde la que se demanda ética aplicada, y que colabora en su elaboración, son
los expertos de las distintas esferas sociales. Por una parte, porque se encuentran ante problemas para los
que no existen soluciones automáticas y necesitan ser consideradas con otros. Pero, también, porque a
menudo profesionales con vocación desean revitalizar su actividad profesional, desean que se ejerza con
dignidad.
Si el ejercicio de la actividad profesional exige excelencia, entonces el derecho es insuficiente: es preciso
forjar el «êthos», el carácter de la actividad, que se forma con valores, principios y virtudes, no con el mero
seguimiento de leyes. De este anhelo surgen los comités de hospitales, de empresas, de ámbitos
profesionales diversos, la inquietud de algunos colegios profesionales por complementar el código
deontológico con uno ético, la elaboración de códigos éticos, la petición de auditorías éticas.
Con todo ello no se trata de eludir las obligaciones jurídicas mediante códigos éticos corporativistas sino de
elaborar una autorregulación no corporativista, desde la experiencia de los especialistas y contando también
con éticos y con representantes de los afectados por el ejercicio profesional: con «legos» en la materia.

A comienzos del tercer milenio puede decirse que las éticas aplicadas constituyen una forma de saber y de
actuar indeclinable, precisamente porque no han nacido por requerimiento de una sola instancia sino por la
demanda de ciudadanos, políticos, expertos y éticos. Desde esa cuádruple exigencia fueron naciendo las
éticas aplicadas pioneras (bioética, genética, ética económica y empresarial, ética del desarrollo), y también la
ética informática, la de los medios, la ecoética, las diversas ramas de la ética profesional (ingeniería,
arquitectura, abogacía, psicología, docencia, etc.), y toda una amplia gama de reflexiones éticas acerca de
fenómenos centrales en la vida humana, como el deporte o el consumo.

Pero también por haber nacido por exigencias de la realidad social, actualmente no son sólo disciplinas
filosóficas –ni siquiera son sólo formas interdisciplinares de saber– sino que igualmente forman parte de la
realidad social, se han incorporado a ella de forma institucional sin retroceso posible: sus esfuerzos están
encarnados ya en instituciones, organizaciones e instrumentos tanto en los Estados nacionales como en las
comunidades transnacionales y en el orden global, amén de tener una más que merecida presencia en la
opinión pública.

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4. ÉTICA DE LA PROFESIÓN Y RESPONSABILIDAD SOCIAL.

Las disonancias entre las teorías sobre la Responsabilidad Social Empresaria y la praxis institucional, generan
un conjunto de interrogantes sobre la utilidad de esa construcción teórica.
Sin embargo, nos deja la sensación de que en diversos ámbitos se confunden los conceptos de
responsabilidad social y rol social, considerándose a los términos responsabilidad (basado en el voluntarismo)
y rol (en la función) como sinónimos.
Toda profesión además de tener cada una la responsabilidad de ser ético como persona, está resguardada de
un código ético en el ejercicio de su profesión.
Por ejemplo, los administradores cuentan con un código ético que define normas, reglas que deben
cumplirse. No obstante, en el ejercicio de la gerencia pueden muchas veces, como sucede, no estar a cargo
de licenciados en administración como en muchas pymes, que están dirigidas por sus propietarios, ingenieros
y otras profesiones afines.
Lo importante, es que quien esté a cargo de la gerencia de la empresa sea una persona que está plenamente
identificada con la ética, con valores que garanticen rectitud, honestidad, respeto y moral. Un gerente que sea
capaz de no dejarse atrapar por las ambiciones del poder, por lo que éste puede generar y en donde muchos
caen bajo sus efectos, atentando contra su ética, contaminándola.

El concepto de ética profesional tiene una íntima relación con la responsabilidad social. Tanto que es la ética
profesional la que posibilita llevar a la práctica los valores que pregona la responsabilidad social y es la ética
la que nos ayuda a ejercer la responsabilidad en un marco de coherencia y correspondencia social.

Para que la responsabilidad social (RS), responsabilidad social corporativa (RSC), responsabilidad social
empresarial (RSE), puedan acometerse y no sólo sean respetadas a la distancia, se necesita de profesionales
que sean éticos.

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La responsabilidad social tiene subsumida en sí un conjunto de premisas, principios, valores y normas de


conducta que se han establecido por el colectivo social como elementos representativos de la denominada
responsabilidad social. La ética, sin embargo, no prescribe ninguna norma o conducta, tampoco la ética nos
obliga o nos recomienda que deba ser realizado. Su propósito se relaciona entre otros factores con la praxis,
con el cómo se ha de aplicar en los distintos contextos profesionales y personales de nuestra vida, los valores
sociales.

Sabiendo que el procedimentalismo ético no recomienda ningún valor social concreto, sino que centra su
campo de acción en resolver los procedimientos que den legitimidad a estos principios. La ética entonces es
una praxis racional de los principios y conceptos relacionados a la responsabilidad social, desde una
perspectiva de igualdad, universalidad e interactividad con los actores del contexto de aplicación e
implicaciones.

El contexto actual requiere con urgencia que los profesionales de las empresas y organizaciones practiquen la
responsabilidad social y sean éticos, necesitamos que los actores de la innovación institucional sean
competentes, creativos, contextuales, conceptuales y que comprendan que la solidaridad es la clave para
lograr la sostenibilidad y para afrontar esta crisis de legitimidad que vivimos.

Hoy se necesita que las personas en las organizaciones entiendan que la responsabilidad social, corporativa o
empresarial (según el contexto de aplicación); debe de la mano de la ética profesional dejar de ser sólo
discurso y reflejarse en la acción cotidiana, en los actos, en las actividades, en las tareas y en nuestro trabajo
diario.

Este proceso de entender cómo bajar a la realidad cotidiana de nuestros actos estos principios, es un trabajo
de conceptualización colectivo.

5. CÓDIGOS DE ÉTICA PROFESIONAL.

Todo trabajador tiene o debe desarrollar una ética profesional que defina la lealtad que le debe a su trabajo,
profesión, empresa y compañeros de labor. (Villarini, Angel R. “La Enseñanza Moral en el Currículo
Universitario”. La Educación Moral en la Escuela: Fundamentos y Estrategias para su Desarrollo. P. R.
Colección Praxis. 1994).

Describe que “la ética de una profesión es un conjunto de normas, en términos de los cuales definimos como
buenas o malas una práctica y relaciones profesionales.

El bien se refiere aquí a que la profesión constituye una comunidad dirigida al logro de una cierta finalidad: la
prestación de un servicio” Señala, además, que hay tres tipos de condiciones o imperativos éticos
profesionales:

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Para lograr en los empleados una conciencia ética profesional bien desarrollada es que se establecen los
cánones o códigos de ética.

En éstos se concentran los valores organizacionales, base en que todo trabajador deberá orientar su
comportamiento, y se establecen normas o directrices para hacer cumplir los deberes de su profesión. En
virtud de la finalidad propia de su profesión, el trabajador debe cumplir con unos deberes, pero también es
merecedor o acreedor de unos derechos.

Es importante saber distinguir hasta dónde él debe cumplir con un deber y a la misma vez saber cuáles son
sus derechos. En la medida que él cumpla con un deber, no debe preocuparse por los conflictos que pueda
encarar al exigir sus derechos. Lo importante es ser modelo de lo que es ser profesional y moralmente ético.

Por ejemplo, un deber del profesional es tener solidaridad o compañerismo en la ayuda mutua para lograr los
objetivos propios de su empresa y, por consiguiente, tener el derecho de rehusar una tarea que sea de
carácter inmoral, no ético, sin ser víctima de represalia, aun cuando esto también sea para lograr un objetivo
de la empresa.

Al actuar de esa manera demuestra su asertividad en la toma de decisiones éticas, mientras cumple con sus
deberes y hace valer sus derechos. Además, demostrará su honestidad, que es el primer paso de toda
conducta ética, ya que si no se es honesto, no se puede ser ético. Cuando se deja la honestidad fuera de la
ética, se falta al código de ética, lo que induce al profesional a exhibir conducta inmoral y antiética.

Hay tres factores generales que influyen en el individuo al tomar decisiones éticas o antiéticas (Ferrell, O.C. y
Larry G. Gresham. “A Contingency Framework for Understanding Ethical Decision Making in Marketing”.
Journal of Marketing, Summer 1985, 87-96), estos son:

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Un aumento en las regulaciones rígidas en el trabajo a través de los códigos de ética ayudará a disminuir los
problemas éticos, pero de seguro no se podrá eliminarlos totalmente.

Esto es así, debido a las características propias de la ética que establecen que ésta varía de persona a
persona, lo que es bueno para uno puede ser malo para otro; está basada en nuestras ideas sociales de lo
que es correcto o incorrecto; varía de cultura a cultura, lo cual no se puede evaluar un país con las normas de
otro; y está determinada parcialmente por el individuo y por el contexto cultural en donde ocurre.

No obstante, el profesional debe reconocer que necesita de la ética para ser sensible a las interrogantes
morales, conocer cómo definir conflictos de valores, analizar disyuntivas y tomar decisiones en la solución de
problemas.

En las relaciones cotidianas de unos individuos con otros surgen constantemente problemas cuya solución no
sólo afecta a la persona que los crea, sino también a otra u otras personas que sufrirán las consecuencias.

Da testimonio de esto Cartagena (Cartagena, R. Puerto Rico Enfermo. Río Piedras, P. R.: Editorial Cultural.
1983) ,cuando señala que “las profesiones mismas están continuamente confrontando este asunto al
constatarse los amargos hechos de médicos que explotan a sus pacientes, abogados que se dedican a
actividades criminales, ingenieros y científicos que trabajan sin tomar en consideración la seguridad pública ni
el ambiente y hasta negociantes que explotan al público indiscriminadamente. Si a esto añadimos la
corrupción gubernamental, los robos, el vandalismo, los asesinatos y la violencia actual, entonces el tema
ético toca el centro mismo de nuestra supervivencia como sociedad.”

También Badillo (Badillo, Pedro E. “Una visión humanística de la crisis en la educación”. Ábaco. Revista de
Educación y Cultura. Santurce, P. R.: Promociones Plenamar. Núm. 2. 1990), sostiene que “el arquetipo del
profesional, cuando se enmarca en la pura técnica, oculta, por principio, un ataque furtivo a la ética”. Esto crea
situaciones que se complican en problemas que desmoralizan la imagen personal y profesional del individuo.

Algunos de estos problemas éticos son los siguientes:

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 Abuso de poder - utilizar el puesto para “pisotear” a unos o para favorecer a otros.
 Conflicto de intereses - emitir normas en su ámbito de trabajo que redundarán en su propio
beneficio, como lo es el participar en el proceso de reclutamiento cuando uno de los candidatos es
miembro de su propia familia.
 Nepotismo - reclutar muchos miembros de una misma familia en una institución.
 Soborno - aceptar dádivas, obsequios o regalías a cambio de dar un trato especial o favor a alguien
como retribución por actos inherentes a sus funciones.
 Lealtad excesiva - mentir para encubrir la conducta impropia del supervisor o hacer todo lo que éste
le diga, aun en contra de sus principios morales.
 Falta de dedicación y compromiso - perder el tiempo, hacerse “de la vista larga” y no dar el
máximo de su esfuerzo en el trabajo.
 Abuso de confianza - tomar materiales de la institución para su uso personal o hacer uso indebido
de los recursos disponibles en la misma.
 Encubrimiento - callar para no denunciar a un traidor, movido por su amistad o por temor.
 Egoísmo - buscar el bienestar propio en detrimento del beneficio de los demás.

Problemas de esta magnitud requieren la acción enérgica y concertada del profesional para desarrollar una
nueva ética. Corresponde al momento actual compensar el poder del profesional moderno, en cuanto técnico,
con una más fina percepción de sus regulaciones morales.

Como es sabido, en todas las profesiones surgen estos tipos de problemas. Es a través de cursos, cuya
finalidad sea la formación ética profesional, que se logra desarrollar en el futuro profesional el conocimiento, la
habilidad, la sensibilidad y voluntad para que cuando actúe lo haga a nombre de los intereses de la
comunidad profesional de la que es parte, de la comunidad que le une a sus clientes y del pueblo o
humanidad de la que es miembro.

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Para evitar en gran medida los problemas de índole ético-moral que surgen en el ejercicio de una profesión o
de un oficio, se deben poner en práctica principios éticos que establezcan los parámetros y reglas que
describan el comportamiento que una persona puede o no exhibir en determinado momento. No es difícil
poner estos principios en práctica, pero omitirlos redundará en perjuicio propio y en el de las personas con
quienes se interviene o se interactúa.

Una decisión en la que está envuelto el comportamiento ético de una persona, siempre va a estar enmarcada
en uno de los principios y valores aquí señalados:

 Honestidad – Aprender a conocer sus debilidades y limitaciones y dedicarse a tratar de superarlas,


solicitando el consejo de sus compañeros de mayor experiencia.
 Integridad – Defender sus creencias y valores, rechazando la hipocresía y la inescrupulosidad y no
adoptar ni defender la filosofía de que el fin justifica los medios, echando a un lado sus principios.
 Compromiso – Mantener sus promesas y cumplir con sus obligaciones y no justificar un
incumplimiento o rehuir una responsabilidad.
 Lealtad – Actuar honesta y sinceramente al ofrecer su apoyo, especialmente en la adversidad y
rechazar las influencias indebidas y conflicto de interés.
 Ecuanimidad – Ser imparcial, justo y ofrecer trato igual a los demás. Mantener su mente abierta,
aceptar cambios y admitir sus errores cuando entiende que se ha equivocado.
 Dedicación – Estar dispuesto a entregarse sin condición al cumplimiento del deber para con los
demás con atención, cortesía y servicio.
 Respeto – Demostrar respeto a la dignidad humana, la intimidad y el derecho a la libre
determinación.
 Responsabilidad ciudadana – Respetar, obedecer las leyes y tener conciencia social.
 Excelencia – Ser diligentes, emprendedores y estar bien preparados para ejercer su labor con
responsabilidad y eficacia.
 Ejemplo – Ser modelo de honestidad y moral ética al asumir responsabilidades y al defender la
verdad ante todo.
 Conducta intachable – La confianza de otros descansa en el ejemplo de conducta moral y ética
irreprochable.
OTROS:
Compromiso: Capacidad de alinearse y tomar como propios los proyectos y propósitos institucionales.

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Transparencia: Actitud para hacer públicas las actuaciones y sus resultados.


Participación: Propiciar que otros hagan parte de las actividades y disposición para involucrarse en ellas.
Confidencialidad: Disposición para mantener discreción sobre la información reservada a la que hemos
tenido acceso o que nos ha sido confiada.

La ética debe convertirse en un proceso planificado, con plena conciencia de lo que se quiere
lograr en la transformación de nuestras vidas. Debemos desarrollar al máximo el juicio práctico y
profesional para activar el pensamiento ético, reconocer que es lo correcto de lo incorrecto y contar
con el compromiso personal para mantener el honor y el deber.

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