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ANTIGUAS PROFECÍAS PREDICEN EL FUTURO

Una de las más antiguas profecías declara que nuestro


planeta está por experimentar uno de los más dramáticos
eventos en la historia humana: el fin de la civilización que
conocemos. Esta profecía no especifica la fecha: ni el año,
la década, ni siquiera el siglo. Sin embargo, su bosquejo
de la historia humana ha sido tan acertado que la etapa
final –la única que falta por cumplirse– es absolutamente
cierta.

La historia empieza con la trágica deportación de miles de


judíos desde su patria en Palestina. Entre los cautivos a
quienes el rey Nabucodonosor llevó a Babilonia estaban
cuatro jóvenes príncipes: Daniel, Ananías, Misael y Aza-
rías. Siguiendo una práctica que nos parece extraña a no-
sotros, pero que era común en esos tiempos, Nabucodo-
nosor inscribió a estos cuatro jóvenes en la “Universidad
de Babilonia” para ser preparados como sus consejeros
reales.

El sueño de Nabucodonosor

Algún tiempo después de esto, el rey tuvo un sueño. En


realidad, fue una pesadilla que lo espantó, pero que no
pudo recordar a la mañana siguiente. Convencido de la
importancia del sueño, Nabucodonosor llamó a sus

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consejeros reales y les pidió que le dijeran lo que había
soñado y el significado del sueño.

Estos “sabios” protestaron ante esta demanda tan ab-


surda. Pero el rey les dijo, “¡O me cuentan el sueño o los
mando ejecutar!” A pesar de la amenaza de muerte, los
consejeros reales no pudieron encontrar una respuesta
aceptable.

Daniel y sus tres amigos no habían sido llamados al palacio


con el resto de los consejeros del rey. Sin embargo, tal vez
porque eran “sabios-en-entrenamiento”, el decreto los in-
cluía a ellos. Cuando los oficiales vinieron para arrestarlos,
Daniel les pidió un poco más de tiempo. La solicitud fue
otorgada, y en la noche Dios le dio a Daniel el mismo
sueño que Nabucodonosor había soñado. (Dios había sido
el que le había dado el sueño al rey en primera instancia).
La siguiente mañana los oficiales encargados del arresto
llevaron a Daniel delante del rey.

Daniel explica el sueño

Después del saludo formal, Daniel le relató al rey lo que


había soñado: “Tú oh rey, veías, y he aquí una gran ima-
gen… La cabeza de esta imagen era de oro fino, su pecho
y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce;
sus piernas de hierro; sus pies, en parte de hierro y en
parte de barro cocido” (Daniel 2:31–33). Conforme el

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sueño continuaba, una gran roca vino de la nada y derribó
la imagen, la hizo polvo. La roca se convirtió en una gran
montaña que llenó toda la tierra.

Por supuesto que el rey estaba ansioso por saber el signi-


ficado del sueño. El inicio de la explicación de Daniel lo
debe haber llenado de orgullo: “Tú, oh rey… eres aquella
cabeza de oro”. Pero las siguientes palabras no eran tan
halagadoras: “después de ti se levantará otro reino, infe-
rior al tuyo”. Daniel explicó que los tres reinos seguirían al
de Babilonia. La mayoría de los intérpretes de la Biblia está
de acuerdo en que representan a Medopersia, Grecia y
Roma.

Pero Roma era el último en la sucesión de poderosos im-


perios. Cuando se desmembró, sus remanentes se convir-
tieron eventualmente en las varias naciones de Europa,
Norte de África y el Medio Oriente que nosotros conoce-
mos ahora. La destrucción de la imagen representa la des-
trucción de estas naciones al fin del mundo, luego de lo
cual Dios va a establecer su propio reino eterno.

Lo que es asombroso

Ahora, aquí está lo asombroso de esta profecía. Daniel la


escribió alrededor del año 600 a.C. Él estaba relacionado
con Babilonia por vivir allí, y puede haber sabido de Me-
dopersia cuando escribió la profecía, aunque este poder

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no destronó a Babilonia sino hasta años después. Pero hu-
manamente hablando, no había manera que Daniel pu-
diera predecir el ascenso y caída de Grecia y Roma o el
desmembramiento del Imperio Romano. Pero cualquier li-
bro de texto de historia de la escuela secundaria testifica
que el sueño de Nabucodonosor se cumplió ¡tal como Da-
niel se lo relató al rey!

Algunos comentaristas bíblicos afirman que Daniel escri-


bió el libro unos 150 años antes de Cristo, en lugar del año
600 a.C., como él lo afirmaba. Pero aun si Daniel hubiese
escrito sus profecías en el 150 a.C. no hay forma de que
él hubiese sabido de la ruptura del Imperio Romano en va-
rias divisiones, que sucedió unos cuatrocientos años des-
pués.

Así que un hecho asombroso nos confronta: Un profeta


que vivió hace unos 2.500 años atisbó el flujo del tiempo y
nos dio un preciso preconocimiento del futuro de la histo-
ria de este mundo.

No podemos sacar otra conclusión, sino que Daniel recibió


este bosquejo del futuro del mismo Dios. Además, porque
toda la descripción de la historia del mundo dada por Da-
niel se ha cumplido, podemos estar seguros que el último
evento –el fin del mundo actual y el establecimiento del
reino de Dios– también se cumplirá.

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