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062 Peterson PDF
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El monoteísmo de Aristóteles
"Los seres no quieren estar mal gobernados. No es bueno que manden muchos; mejor
que haya un solo señor". Con esta cita célebre de la Ilíada, cierra Aristóteles el libro 12
de su Metafísica; es decir, este tratado conocido como la "teología" de Aristóteles. La
intención de Aristóteles, como expone Jaeger, no es ".presentar los resultados de una
investigación, sino entusiasmar a los oyentes con la fuerza concentrada de una imagen
de conjunto...". Frente al dualismo platónico y a Espeusipo, que aceptaba principios
independientes entre sí, intenta mostrar Aristóteles, en este y otros lugares, que la
Naturaleza no se compone de una serie de episodios inconexos como las malas
tragedias. La cita de la Ilíada es aducida porque más allá del concepto estético de
unidad, en el concepto político de unidad, se ha encontrado la última expresión de la
unidad metafísica. Por una necesidad interna, pues, la exposición teológica del libro 12
se cierra con una imagen, no de índole estética, sino política.
Hay que subrayar que el vocablo "monarquía" aún no aparece en Aristóteles en este
contexto; pero la idea sí, y por cierto en el doble sentido de que en la monarquía divina
el único poder del "principio único" supremo coincide con el "ser poderoso" del único
supremo detentador de este poder.
reina pero no gobierna". Sólo es visible la "fuerza" que actúa en el mundo, pero el
"poder" que está detrás de ella es invisible. Las diferencias entre Aristóteles y el
desconocido autor del Tratado sobre el mundo son instructivas: muestran cómo la
formulación de la unidad de una imagen metafísica del mundo interdepende y depende
de una formulación de las posibilidades de la unidad política. También se ve sin
dificultad que la distinción que hace el autor del Tratado sobre el mundo entre fuerza y
poder y su aplicación a Dios, encierra un prolema metafísico-político.
Hemos hablado de una "monarquía" de Dios, pero ni Aristóteles ni el autor del Tratado
sobre el mundo emplean el vocablo monarquía en este contexto. De los teólogos con
formación filosófica, Filón es el primero en que encontramos esta palabra. En De
secleg., 1,12, escribe: "Consideramos las leyes partic ulares y, en primer lugar, las que
han sido promulgadas sobre la monarquía". La interpretación de "las leyes particulares"
comienza por el primer mandamiento, que prohíbe la adoración de otros dioses en
Israel. Mas, ¿por qué dice Filón "leyes que tratan de la monarquía"? Se esperaría que
dijera por lo menos: "las leyes que tratan de la monarquía divina". En Israel no hay más
monarquía que la divina; eso se da por supuesto, al parecer. Israel es una teocracia: un
pueblo regido por un monarca divino. Un pueblo y un Dios; esa es la solución judía.
Ahora bien, según explica Filón, la monarquía de Dios es una monarquía cósmica,
mientras que las demás leyes particulares se refieren primariamente a Israel. Mas el
Dios único no es sólo el monarca de Israel, sino el del cosmos entero, y. por tanto, el
único pueblo sujeto al monarca cósmico juega el papel de sacerdote y profeta de todo el
género humano. De manera que al extenderse la monarquía de Dios más allá de Israel, a
la humanidad y al cosmos, todo lo que lleva a cabo el pueblo único, correspondiente al
Dios único, tiene alcance y significación para la humanidad y para el cosmos.
Filón ha elaborado material peripatético: como sería absurdo y peligroso conceder a los
soberanos menores y a los sápratas los honores debidos al gran rey, lo sería con mayor
razón, cometer este desvarío con relación a Dios. Es cosa clara que estas ideas de. Filón
presuponen una fuente peripatética que describía la corte del "Rey de reyes" en el cielo,
rodeado de sus servidores v porteros, como lo hacía el Tratado sobre el mundo.
Pero parece que Filón ha modificado el material peripatético para poderlo emplear en la
teología judía. Cuando Filón dice que Dios "no lo es sólo de los dioses espirituales y
sensibles, sino también creador de todo", esa precisión va más allá de los puntos de vista
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Para Filón, después de una soberanía de la "olocracía", Dios restaura el orden de una
soberanía que se guía por la ley. Este orden es la realeza, la monarquía, no la
democracia. Es evidente que Filón ha tomado de la literatura contemporánea la
referencia al acto de restauración del orden político en el cosmos y que no lo pone en
relación con el rey homérico o con el gran rey persa, sino con la "monarquía divina",
concretamente con el principado del tiempo de los cesares romanos donde ve él la
imagen genuina del orden monárquico en el cosmos.
Así, se echa de ver sin más que en el ámbito del paganismo era posible hablar de una
monarquía divina, que surge en lucha con los poderes del desorden cósmico; pero eso
no podía hacerse desde los supuestos del concepto judío de Dios y de la creación. A
partir de la metafísica del paganismo se podía establecer un paralelismo entre el imperio
de Zeus, implantado después de una lucha mítica y la. constitución de un nuevo orden
político. Este paralelismo se hizo más de una vez.
La expresión "monarquía" aparece por primera vez en Justino en su diálogo con el judío
Trifón. Justino, muy curiosamente, pone ese vocablo en boca del judío. Como si se
tratara de una expresión obvia, hace decir a Trifón que los filósofos investigaron acerca
de la "monarquía" y acerca de la providencia. Justino habla sólo de "monarquía" y no
considera necesario decir que es la de Dios. Ello prueba que la imagen tenía un
contenido tradicional y que esa tradición no fue interrumpida en la primítiya Iglesia
cristiana. Por las catequesis de Cirilo de. Jerusalén sabemos que el anuncio de la
"monarquía de Dios" fue una parte fija de la catequesis bautismal cristiana. ¿No resulta
lógico, pues, aceptar que los apologetas se hallan insertos en esta tradición que se
remonta hasta la misma enseñanza de los judíos y que esa tradición les impuso la
imagen de la monarquía divina? El concepto de monarquía del judaísmo alejandrino era,
en definitiva, un concepto político-teológico, destinado a fundamentar la superioridad
religiosa del pueblo judío y su misión con el paganismo. Si Justino acepta este concepto
y continúa la tradición judía, ello pone de relieve, no sólo la íntima vinculación de las
escuelas cristianas con las judías, sino también que la literatura misional cristiana, cómo
la judía, utiliza el concepto político-teológico de la monarquía divina para fundamentar
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El último de los apologetas griegos que hace un uso copioso del concepto de monarquía
es Teófilo de Antioquía, que subrayó con gran finura las ocasiones en que se insinúa en
la vida la tentación de la pluralidad. Al error "pluralista" pueden inducirnos, por
ejemplo, el entusiasmo poético o la mujer, pero ambas tentaciones son superables. El
discurso de Teófilo deja ver que, para él, el concepto de monarquía divina no se aplica a
lo político, sino que forma parte de una polémica con aquel gnosticismo que enseñaba el
dualismo y que calificaba la generación sexual de mala y sucia. Por ello, en Teófilo, la
palabra monarquía tiene una aplicación antídualista, lo mismo que sucede en Ireneo.
Según nuestra anterior exposición del uso del vocablo "monarquía", quedó claro que la
expresión en sí siempre estuvo en uso en la Iglesia. ¿Por qué, con Tertuliano, se repara
polémicamente en esta palabra? ¿Por qué se emplea ahora con tal apasionamiento que
llega a hacerse característica de un grupo dentro de la Iglesia de Roma y de Cartago?
(Recordemos que Tertuliano habla de lo s "vanissimi isti monarchiani") . Si Práxeas y su
grupo se sirven de esta expresión, ello sucede en relación con la identificación de Dios y
Cristo, que ha establecido previamente Práxeas. Al parecer, Práxeas ha dado el nombre
de monarquía a la Identificación del Padre y el Hijo, que por motivos lógicos, le parece
necesaria, polemizando implícitamente con la doctrina eclesiástica. Esta palabra era de
uso corriente en la Iglesia. Pero parece ser que Práxeas fue el primero que aplicó el
nombre de "monarquía" -aunque polémicamente- a la relación del Hijo al Padre. Hasta
entonces no había sido empleada más que en sentido cosmológico. ¿Cuál es, frente a
Práxeas, la concepción tertulianea de la monarquía divina? Tertuliano, como jurista, ha
opuesto a Práxeas, una construcción de derecho público: "Monarchiam nihil aliud
significare scio quam singulare et unicum imperium". La monarquía no deja de serlo
por tener a su servicio tantas legiones y ejércitos de ángeles. No se destruye la
monarquía adscribiendo al Hijo y al Espíritu Santo el segundo y el tercer puestos, sino
cuando se introduce un dios creador, distinto del Dios supremo, "esta potestad de su
propio estado y condición", que eso es lo que hacen los gnósticos, un Valentín y un
Pródico.
Por lo que hace al contenido de la imagen desarrollada por Tertuliano, lo extraño es que
la argumentación de que se sirvió Tertuliano para describir la relación del Hijo y el
Espíritu Santo con el Padre fuera la que se empleaba fuera de la Iglesia para justificar el
politeísmo. Esa imagen es habitual en la tradición escolar peripatético-platónica, en el
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Tratado sobre el mundo y en Filón. Es asombroso que Tertuliano, que sabe que esa
imagen la emplean los paganos para defender el politeísmo, se atreva a emplearla para
determinar la relación trinitaria. La perfección de la construcción jurídica romana del
doble principado, que permitía una "participado imperii", tal vez no le dejaba ver que es
imposible aplicar a la Trinidad, sin más, el concepto profano de monarquía, de la
teología pagana, y que por tanto, la Trinidad exige un nuevo orden de conceptos.
Se ve con esto que los primeros intentos de casar la doctrina corriente sobre la
monarquía divina con el dogma trinitario fracasaron. Ello vale tanto del intento de
Práxeas como del de Tertuliano. Y resulta ínstructivo ver cómo se superaron, en las
controversias cristológicas entre los Obispos Dionisio de Alejandría y Dionisio de
Roma, las dificultades existent es para unir el concepto tradicional de monarquía divina
con la especulación cristológica. Ni Dionisio de Roma, ni Novaciano renovaron el
intento - llamado al . fracaso- de ofrecer una construcción jurídica de la doctrina
trinitaria, que hubiera conducido a la idea subordinacionista, como en el caso de
Dionisio de Alejandría. Lo que hizo Dionisio Romano fue transportar al terreno
trinitario la explicación filosófica del concepto de "monarquía", ya vigente frente al
dualismo gnóstico. Así abrió el camino para un intento de conciliación entre el concepto
de monarquía y el dogma trinitario.
Lo interesante de esta exposición del pagano Celso es el cariz político de rebelión que
tiene a sus ojos el monoteísmo cristiano. En él se refleja el destino judeo-cristiano de
acabar extrañados del resto de los hombres. El monoteísmo cristiano se presenta vestido
de partidismo y excluye la adoración de otros dioses, porque los cristianos, como
partido del Dios único, se saben un partido. El monoteísmo de los cristianos es una
"rebelión" en el mundo metafísico, pero en consecuencia es también una rebelión en el
orden político. Lo es porque -según Celso- -en "cada una de las regiones de la tierra
viven hombres que veneran a los dioses siguiendo sus costumbres patrias:
probablemente estas regiones están confiadas desde el principio a diversos celadores, y
distribuidas según el orden de ciertas potestades". Quien subvierte los cultos nacionales
suvierte en fin de cuentas las particularidades nacionales, y ataca al mismo tiempo al
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Imperíum Romanum, en el que caben los cultos nacionales así como las particularidades
nacionales. Porque el Dios único, el Dios supremo de Celso, es una idea metafísica y no
una idea nacional; no tiene nada que ver con las denominacio nes naturales. Este Dios
tolera las religiones nacionales de los diversos pueblos, porque reina pero no gobierna
en el corazón de sus adoradores. Esto último lo hacen los dioses de los diversos pueblos
a quienes no quieren rendir homenaje los cristianos.
De manera que las consideraciones que mueven a Celso a tomar posición contra el
monoteísmo cristiano son de tipo político: teme la destrucción del Imperio. Si las
particularidades nacionales fueran superables, cabría discutir la conveniencia del
monoteísmo, pero según la "pagana" concepción de Celso, los diversos pueblos no
llegarán nunca a ponerse de acuerdo en una "ley" única; por eso la acción del
monoteísmo judeo-cristiano en la vida política no puede ser más desastrosa. El sentido
de las explicaciones de Celso es claro: hay una relación entre el problema del
monoteísmo judío-cristiano y la cuestión política; es decir, concretamente, el problema
político del Imperio romano.
La respuesta de Orígenes
¿Cómo se apañó Orígenes con las objeciones de Celso? A la duda del pagano sobre la
posibilidad de reunir diversos pueblos bajo una misma ley, opone Orígenes su fe en el
poder del Logos divino, que puede lograr esta unión, y como testimonio de su fe, cita un
texto de Sofonias (3, 7-13) en el que se habla de que Dios convocará a todos los pueblos
al día de juicio. Entonces todos los pueblos tendrán una lengua, aclamarán el nombre
del Señor y le servirán bajo el mismo yugo. Es característico que Orígenes responda a la
argumentación de Celso con una profecía escatológica: las divisiones de los pueblos
desaparecerán el último día, aunque concede que tal vez no sea realizable este futuro en
quienes viven en el cuerpo. En esta respuesta es interesante la tendencia general a la
nivelación de las particularidades nacionales.
Orígenes llega a una interpretación teológica del problema político del Imperio romano,
a partir de su visión escatológica y de su firme convicción de que la fe cristiana se
expande sin cesar; esa interpretación la expone en el mismo escrito contra Celso. A
cuenta del Sal 71, 7: "En sus días había una justicia y una paz total", expone Orígenes lo
que sigue: Esto comenzó con el nacimiento de Cristo. Dios preparó a las naciones para
recibir su doctrina, reuniéndolas bajo el cetro del único basileus romano y removiendo
el obstáculo que representaba la multiplicidad de estados y la diseminación de
nacionalidades, que hacía mucho más difícil de cumplir el encargo dado por Jesús a sus
Apóstoles: "Id y enseñad a todas las naciones". ¿Cómo hubiera sido posible de otro
modo que prosperara una doctrina como el cristianismo que es pacífica y no permite ni
siquiera defenderse contra el enemigo? Era preciso que con la venida de Jesús
coincidiera la conversión general a maneras más civilizadas.
ponga de relieve el equilibrio de las naciones como fruto de la Pax Augusta, que facilita
la predicación del Evangelio. Este era el planteamiento de la discusión con Celso. La
aportación de Orígenes se descubre al compararlo con Hipólíto. En éste, aflora la
desconfianza frente a un Imperio que recaba para sí una ecumenicidad que sólo
corresponde a la Iglesia. Es la misma desconfianza que existe en otros tiempos frente a
un emperador que reúne todos los reinos de este mundo y que no puede ser más que el
anticristo. Ciertamente, de desconfianza frente a un estado mundial, no se encuentra
rastro en Orígenes que, en el fondo, era apolítico.
Eusebio y Orosio
Eusebio repite de continuo que, antes de Augusto, los hombres vivían en la poliarquía,
dominados por tiranías o por democracias, sin alcanzar una verdadera unión entre ellos.
Las consecuencias fueron guerras interminables y toda la miseria subsiguiente a las
guerras. "Pero cuando apareció el Señor y Salvador y, al mismo tiempo, llegó a ser
Augusto el primer romano soberano de las nacionalidades, se disolvió la políarquía
pluralista y la paz se extendió por el mundo entero". Y se cumplieron las predicciones
proféticas sobre la paz de los pueblos, por ejemplo, Miqueas 5, 4s, y el Salmo 71, 7.
A cambio de eso, el cristianismo se ofrece para apoyar la política de paz del Imperio
romano. Los tres conceptos: Imperio romano, paz y monoteísmo son vinculados
indisolublemente. Pero todavía hay que tomar en cuenta un tercer ingrediente: la
monarquía del césar romano. El único monarca de la tierra - y eso para Eusebio quiere
decir Constantino- se corresponde con el único monarca divino en el cielo. Admitiendo
sin más que la filosofía y retórica antiguas hayan influido en Eusebio, no se puede
desconocer el hecho de que esa concepción integral que reúne reino, paz, monoteísmo y
monarquía es una unidad creada por los cristianos. El ejemplo de Celso nos ha mostrado
cuán diversamente pensaba un pagano sobre la unidad del reino y la unidad del culto,
que dio pie a la elaboración de toda esa ideología cristiana.
Las ideas de Eusebio tuvieron una inmensa repercusión histórica. Se las encuentra por
todas partes en la literatura patrística. Mencionaremos sólo un autor porque ilustra
maravillosamente nuestro tema: el español Orosio.
Monoteísmo y fe trinitaria
El uso que hacían los arrianos del concepto de monarquía divina exigió que se diera una
respuesta a esa cuestión. Las disquisiciones arrianas sobre estos temas, que no hacen
más que repetir los razona mientos de Eusebio, muestran sin tapujos el sentido político
último del arrianismo. El monoteísmo es una exigencia política, una pieza del Imperio.
En el instante en que el concepto de la monarquía divina, que no era más que el reflejo
de la monarquía terrestre del Imperio romano, entraba en colisión con el dogma se
convertía en una lucha eminentemente política, porque si no se puede sostener
teológicamente el monoteísmo -el concepto de la monarquía divina en el sentido en que
la había formulado Eusebio- entonces ya . no se podía considerar a Constantino y a sus
sucesores como realizadores en principio de lo que había fundado Augusto. Y entonces
la unidad del Imperio romano, mayoritariamente pagano todavía, estaba amenazada. El
cristianismo se presentaba así, tanto en el plano político como en el metafísico, como
una "rebelión", cosa que ya había previsto Celso. Se comprende que lo que inclinó al
emperador al lado de los arrianos fue un apremiante interés político, y que los teólogos
arrianos fueron los teólogos de la corte bizantina. La doctrina ortodoxa de la Trinidad
amenazaba en verdad la teología política del Imperio romano.