Y EL OTRO TESTAMENTO Cómo la Sagrada Escritura desafía a la retórica po- pulista
Si, desde el punto de vista historiográfico, el populismo puede consi-
derarse un fenómeno moderno, el carácter “tribal” de la concepción de pueblo que contempla permite evaluar no anacrónicamente la re- tórica populista a la luz del mensaje bíblico, y aproximar el modo po- pulista de concebir, contar y vivir la identidad en las sociedades pos- democráticas al modo religioso y, sobre todo, profético de represen- tar y comprender las dinámicas de construcción de la identidad por parte del “pueblo de Dios” que habla de sí en las Escrituras. La lucha inagotable contra los fetiches puestos como salvaguardas de una iden- tidad del pueblo monolíticamente concebida, irrespetuosa de la alte- ridad e intolerante con la diferencia, caracteriza, en efecto, la relec- tura profética del proceso de construcción identitaria del pueblo de Dios en el uno y el otro Testamento.
Concilium 380 (2019) 245-260
“Eres popular cuando te reco- usamos en la sociedad occidental
noces en el pueblo, cuando le per- posmoderna, donde la afirmación teneces; eres populista cuando creciente de gobiernos y líderes lla- construyes un fetiche en el que mados “populistas” parece la prue- pueda reconocerse el pueblo” ba de una crisis de la democracia (Michela Murgia) representativa? ¿A qué Escritura nos dirigimos y cómo evitar instru- Interrogar a la Escritura para mentalizarla para legitimar o des- encontrar argumentos que desafíen legitimizar modelos y estrategias a la retórica populista plantea nu- contemporáneas? merosos problemas de tipo termi- nológico, metodológico y herme- Pero, definiendo lo que entien- néutico, comenzando por la do aquí como populismo, no me definición del concepto de popu- referiré al plano historiográfico de lismo. ¿Cómo podemos aproximar las diversas formas en las que el motivos y modelos bíblicos, cul- populismo político se ha ido ma- turalmente codificados en formas nifestando en Europa y América y estructuras políticas de las so- en los últimos 150 años, sino que ciedades premodernas, a los que lo haré en términos más estructu- 23 rales. Me referiré a aquel caleidos- resultante de la soldadura entre las copio de doctrinas, praxis y dis- reivindicaciones populares y la os- cursos políticos unidos por la tentosa actitud de los líderes “po- representación de una identidad de pulistas” al exaltar una abstracta “pueblo” basada en una concep- voluntad del “pueblo” por encima ción abstracta y mitificada del mis- y en contra de toda mediación ins- mo, en la homologación de sus titucional. Premoderna parece asi- miembros, en el consiguiente os- mismo en tal alianza la creación de tracismo de quien debería ser con- un supuesto vínculo directo entre siderado por este como extraño o los líderes y el “pueblo” para des- peligroso, en la creación de feti- autorizar a las élites responsables ches adecuados para alimentar y de toda forma de corrupción. Pre- defender una identidad concebida moderna, finalmente, puede consi- monolíticamente y en una retórica derarse la convicción de que el ver- refractaria a las distinciones y a la dadero instrumento para afrontar y complejidad. Aunque a menudo resolver los problemas del mundo asociado a una contraposición ver- entero es el fideísmo, bien se expre- tical entre “pueblo” y “élite”, el dis- se este con el deseo de una única curso populista no es solamente el verdad de fe (no necesariamente re- que encuentra en la critica del es- ligiosa) más que con el uso de di- tablishment su marco específico, ferenciadas verdades en plural, o sino el que se distingue por su ca- con la necesidad obsesiva de un lí- rácter, en parte tribal y, por tanto, der carismático o, sobre todo, con paradójicamente, premoderno. la de diversos fetiches que hay que Dice Nicolao Merker en Filo- poner a salvo en el propio recinto sofie del Populismo que las con- salvífico (el territorio, la religión, cepciones liberales-democráticas la lengua, la cultura, etc.). proceden, en principio, de la supe- Así pues, si desde el punto de ración de la vida tribal. El populis- vista historiográfico, el “populis- mo es una regresión a un concepto mo” propiamente dicho es un fe- absolutizado del pueblo, apriorísti- nómeno moderno. Sin embargo, lo co y, sobre todo mitificado. El pue- que permite evaluar la retórica po- blo es concebido como la fuente de pulista a la luz del mensaje bíblico todo bien o de todo mal (es este ca- es el carácter “tribal” de su cons- so se denomina “plebe”). La pre- trucción, que, quizá inesperada- sunta identidad prístina de un pue- mente, hace posible aproximar el blo se encuentra en la “religión”, o modo populista de concebir la en la “lengua” o en la “tradición” identidad en las sociedades y la “cultura”, o en el “territorio” “postdemocráticas” al modo “reli- donde vive el pueblo, o en la anti- gioso” y sobre todo “profético” de güedad y pureza de su “etnia”. representar las dinámicas de cons- Premoderna, por consiguiente, trucción del “pueblo de Dios” que puede considerarse aquella alianza habla de sí en las Escrituras. 24 Marida Nicolaci Para realizar la investigación puede confiar en el territorio o en miraremos el canon bíblico cató- la independencia política, sino so- lico de tal modo que la relectura lo en algo que precede y da funda- cristológica de las Escrituras de Is- mento a los dos: la relación de rael (el Nuevo Testamento como alianza constitutiva con el Dios libro) no implique renunciar a la único (Yhwh) del que Israel deriva plena autonomía de estas (conver- su propia unidad distintiva en me- tidas en Antiguo Testamento de la dio de los demás pueblos. El rela- Biblia cristiana). Siguiendo a P. to del éxodo de la tierra de escla- Beauchamp nos referiremos así “al vitud de las tribus de Israel, cuyos Uno y Otro Testamento”, el Nuevo orígenes son reconducidos simbó- intrínseco en el Primero no por licamente al antepasado epónimo continuidad cronológica o teológi- Jacob-Israel (Gn 32,29), se con- ca, sino por intencionalidad teleo- vierte así en el mito fundacional lógica. representativo de la identidad étni- co-religiosa del pueblo y en moti- vo fundamental desde el libro del El “pueblo de Dios” en el Éxodo hasta el de la Sabiduría, de horizonte de los pueblos su inagotable esperanza de pueblo amenazado y a menudo oprimido. Si, como es opinión mayorita- Al mismo tiempo, sin embar- ria de los exégetas, la redacción de go, el mito de un común origen en la forma final de la Torá de Moi- el tiempo y en el espacio en el re- sés (Gn 1-Dt 34) no vio la luz an- lato del Génesis con el que se abre tes de la reconstrucción posexílica la Escritura no se detiene en los (siglos VI-V a.C.) y representa los patriarcas y la historia del pueblo intereses identitarios de la comu- nacido de ellos, sino que se extien- nidad hebrea que de regreso del de hasta incluir los orígenes comu- exilio se había reunido en torno al nes de la humanidad en el Adán culto, el Templo y la Ley, subya- varón-mujer (Gn 1,26-28). Es un cente en ella se encuentra la exi- modo de decir que lo que hace al gencia de un pueblo de narrarse a ser humano imagen de Dios (a di- sí mismo de forma salvífica. Esta ferencia del animal) es una tarea necesidad surgía después de repe- que debe realizar viviendo en fra- tidas experiencias de sufrimiento ternidad y ejerciendo una sobera- en relación con los pueblos veci- nía que, en el proyecto divino, no nos de superior potencia política y incluye la violencia y el derrama- militar, representada primero por miento de sangre. Leída desde el el imperio neoasirio y después por trasfondo político mencionado an- el babilónico. La restauración y la teriormente, resulta aun más fuer- custodia de la identidad de Israel te el alcance cultural y político de necesita la afirmación de la unidad la elección de comenzar el relato religiosa de un pueblo que ya no de sí mismo no desde la historia- El "Pueblo de Dios" y sus ídolos en el Uno y el otro Testamento 25 genealogía de Abrahán siguiendo universal. Para el “pueblo de Dios” a su padre Teraj (11,27) sino desde de las Escrituras, el reconocimien- las de los pueblos hijos de Noé to y el respeto salvífico de la alte- (10,1.32), enraizadas a su vez con ridad, que implica la renuncia a to- Adán y con el trasfondo de las ge- da forma de pretensión totalitaria, nealogías del cosmos (2,4). pertenece “genéticamente” a la consciencia de la propia elección Desde el inicio de la Escritura, o particularidad. por tanto, “un solo argumento es el que llena toda la historia sagra- En confirmación de ello, la elec- da de las relaciones de un pueblo ción misma de Israel, inscrita en la con todos los pueblos” (P. Beau- historia de la vocación de Abrahán champ). En esta elección narrativa (Gn 12,1-3), aparece como la res- se manifiesta una identidad cons- puesta divina a la tentación idolá- truida como representativa de una trica representada míticamente por colectividad que pone en juego un el relato de la construcción de Ba- proceso dialéctico de autoafirma- bel (Gn 11, 1-9). En efecto, si en ción y exclusión: “nosotros somos Gn 10,5.20.31.32 la diversidad de nosotros porque no somos ellos”. las lenguas de las familias y de las Y para continuar siendo “nosotros” naciones parece un dato consolida- es necesario hacer intervenir a los do para los descendientes de Noé y otros (vecinos o enemigos). Desde demuestra que la pluralidad dife- el punto de vista religioso, además, renciada de los pueblos no compro- esta identidad significa “la concien- mete, sino que exalta la originaria cia de una presencia del no judío unidad de los seres humanos. En en el judío” que atravesará todo el Gn 11, en cambio, la ciudad que los relato bíblico desde el Génesis has- hijos de Adán quieren construir se ta el Apocalipsis, donde se hablará basa en la reducción del “todo” a del “pueblo de Dios”, de la Jerusa- una uniformidad repetitiva: “toda lén celestial en plural, compren- la tierra” tiene una única lengua y diendo a todos los pueblos. palabras “únicas” (11,1) y los cons- tructores de Babel, cuna de los im- En el fundamento identitario perios opresores, quieren una ciu- del pueblo de Dios se encuentra, dad que lleve su “nombre”, reali- por tanto, la afirmación de una di- zándola como una sociedad sin ferencia y unicidad originarias alteridad. Quieren que la torre, sím- que, no obstante, se fundamentan bolo de su triunfo, llegue al cielo, ellas mismas en una unidad origi- esto es, desafiar la alteridad divina naria de la humanidad que es, a la para reducirla y domesticarla como vez, diferencia por los muchos legitimación sacral del propio pro- pueblos que la componen. El mito yecto social y político. genesíaco de los orígenes parece indicarnos que la elección es con- Esto, además, no tiene otra ra- cebida como una diferencia por la zón que el temor: “construyamos que el pueblo elegido afronta lo una ciudad con una torre, cuyo vér- 26 Marida Nicolaci tice llegue al cielo y hagámonos un la diferencia. La reacción divina a nombre para no dispersarnos por ambos proyectos es, por eso, la toda la tierra” (11,4). El temor a la misma (cf. el paralelismo entre Gn dispersión geográfica y a la diferen- 3, 22-24 y 11,6-9). cia que, en cambio, en el proyecto Gn 11,6 es el primer versículo divino es signo pleno de la bendi- de la Biblia hebrea en el que apa- ción y de la fecundidad de los hu- rece el término ‘am, “pueblo”, el manos, empuja a los constructores mismo que en el resto de la Escri- de Babel a la realización de una ciu- tura designa a menudo a Israel co- dad totalitaria cuyos miembros sean mo “pueblo de Yhwh”, no pocas todos iguales y que, para afirmarse, veces en contraposición con otra se exprese mediante jefes guerreros nación distinta por raza, lenguaje y cazadores como Nemrod. divinidad y territorio. La primera Como escribe André Wénin vez que se habla de “pueblo”, su (Da Adamo ad Abramo o l’errare connotación monolítica (un solo dell’uomo), el proyecto de Babilo- pueblo con una única lengua) es nia es el totalitarismo. Este parece presentada como un peligro para tener dos motores. Por una parte, la convivencia humana. Babel re- la complicidad de un pueblo con vela que la humanidad, en su for- su propia esclavitud, y, por otra, el ma cultural y política está enfer- oportunismo de un príncipe que ma. El pueblo nacido de la elección aprovecha el deseo y las angustias deberá evitar sobre todo hacer de del pueblo para hacerse un nombre su elección un motivo de negación y consolidar su poder. El relato su- del diferente de sí o, aún más, de giere con gran claridad que el to- la diversidad dentro de sí mismo. talitarismo nace de la convergen- cia de intereses: temor a la libertad y a la diferencia, por un lado, y la El pueblo de Dios, sus guías sed de poder por otro. y sus ídolos No es extraño que en este pro- yecto el protagonista sea un ser hu- La atracción producida por las mano habituado al temor a lo que costumbres y por las divinidades le falta a la totalidad y a la consi- de las otras naciones llevará a ve- guiente lógica de los celos y de la ces a Israel a acentuar una contra- usurpación (Gn 3,1-5). Al igual que posición neta con los extranjeros implicaría la muerte para los seres (Ex 23,31-33), simbólicamente ex- humanos una vida que se perpe- presada, por ejemplo, por la orden tuara en la negación de la alteridad del exterminio en el contexto de la divina y en el dominio obsesivo de guerra santa. Sin embargo, el pro- la totalidad, también sería una ceso de la construcción social en maldición para ellos la construc- el reconocimiento de la alteridad ción de una ciudad violenta basa- (de Yhwh, del prójimo y del ex- da en el miedo a la pluralidad y a tranjero dentro y fuera de las pro- El "Pueblo de Dios" y sus ídolos en el Uno y el otro Testamento 27 pias fronteras) se mantiene en la el dueño y el esclavo; quien se ha- Escritura como el desafío identita- ce líder debe ser capaz de sostener rio mayor del “pueblo de Dios”. el movimiento vital de la diferen- Así, a la relación con el extranjero, ciación hasta su logro. Es lo que sobre todo con el que habita en las debe hacer Moisés ante la acusa- fronteras territoriales de Israel co- ción de los escribas judíos en el de- mo emigrante residente, se le de- sierto (Ex 17,3), arriesgándose a dica una parte relevante de la le- ser linchado (Ex 17,4). gislación bí bl ica y de su La lucha por la liberación se re- interpretación (Ex 23,9; Dt 26,5- vela mayormente cuando se mani- 6). La condición de desarraigo pro- fiesta como radical desafío anti- pia de los emigrantes termina ex- idolátrico y como exigencia de presando paradigmáticamente la responsabilidad en cuanto seres condición existencial del pueblo humanos hacia el propio ser, la santo: “nosotros somos extranjeros única “imagen de Dios” admisible ante ti y huéspedes como nuestros (Ex 20,2-5.22.23). El relato de la padres” (1 Cr 29,15). Por esta ra- fabricación del becerro de oro re- zón el israelita no debe oprimir y presenta paradigmáticamente el maltratar al extranjero, sino aco- drama de la diferenciación y de la gerlo y respetar su derecho, imi- alteridad en el seno mismo del pue- tando a Aquel que como ha soste- blo de Dios. El Dios liberador y los nido a los patriarcas en su condición profetas que envía como guías a su de emigrantes, es también sostén pueblo “conocen su sufrimiento, y defensa del forastero (Ex 22,20). pero no están en simbiosis con el El proceso de construcción del pueblo. Y este, que no soporta la pueblo de Dios, en el respeto a to- diferencia y la inseguridad, puede da diferencia, es el asunto más di- estar siempre tentado a “elegir un fícil de gestionar por parte de los jefe para regresar a la condición de líderes carismáticos. La epopeya esclavitud” (Neh 9,17). En los cua- del Éxodo, que es su mito funda- renta días en los que Moisés sube mental, lo narra como un combate al monte para recibir la Ley de la por la liberación de la esclavitud. alianza, el Dios liberador, presen- Podemos poner de relieve dos as- te en la nube que cubre el monte, pectos significativos: la lucha por es sustituido por la representación la liberación, que es una lucha por del ídolo de oro, el toro joven que la afirmación del propio derecho a hace tangibles a los sentidos la existir y la lucha por la propia al- fuerza y la vitalidad que dan se- teridad y diferencia, que conlleva guridad al pueblo; su profeta, au- un riesgo de vida de difícil elabo- sente, es sustituido por quien se ración, no inmune a los recuerdos encarga de dar al ídolo el culto nostálgicos de la condición de es- tranquilizador que necesita el pue- clavitud e incluso del perverso vín- blo. Fetiche identitario en respues- culo de atracción recíproca entre ta al miedo a lo desconocido y a la 28 Marida Nicolaci indisponibilidad del propio origen El criterio específico que per- y del futuro, el ídolo de oro acaba mite desenmascarar al ídolo es siendo quemado y destrozado por siempre, para los profetas, la efica- Moisés, y obliga al pueblo, que lo cia sanadora de la práctica de la ha construido con sus joyas, a tra- justicia social exigida por la Torá garse su polvo (Ex 32,20). y, particularmente, la defensa del derecho de los débiles, el extran- En una época diferente, en el jero, el huérfano y la viuda (Ex 22, período monárquico de Israel, son 20-21). Lo que viene verdadera- sobre todo los profetas los que de- mente de Yhwh es beneficioso por- ben sostener al pueblo en su pro- que es realmente eficaz para la vi- ceso histórico de identificación y da del pueblo y el cuidado de los diferenciación luchando contra el más débiles. Propio del ídolo, en mismo pueblo y sus jefes en con- cambio, es la ineficacia y la inca- tra de su propia seguridad (Am pacidad de salvar (1 Sm 12,21). La 7,10-17; Jr 1920; 26,20-23; 37-38). práctica fecunda de la justicia lle- La lucha anti-idolátrica constituye ga a ser la medida profética de la su misión liberadora por antono- salvaguarda de la identidad y de la masia: no solo contra el culto ido- existencia misma: si se traiciona la látrico en sentido propio, sino tam- verdad de la Ley y se retuerce la bién mediante la denuncia de las justicia, se regresa al caos previo formas camaleónicas que asume la al acto creador (Jr 4,22-26). idolatría incluso en el culto mismo de Yhwh, en las tradiciones de la alianza y en los teologúmenos de “Nosotros esperábamos Israel como “pueblo de Dios” (Miq que fuera él el libertador 3,11). Es su tarea señalar con el de- de Israel…” (Lc 24,21) do a líderes e instituciones que in- vocan las tradiciones de fe más sa- gradas convertidas en fetiches, El kerigma evangélico, asumi- para proteger engañosamente al do en los escritos que luego forma- pueblo llevando a los líderes a ron el “Nuevo Testamento” como anunciar “visiones de paz, bienes- libro, podría considerarse el testi- tar y firmeza allí donde “no hay monio más antiguo del proceso de paz” (Jr 6,14; Ez 13,10.16) y donde reconfiguración teológica, ritual y una injusticia violenta ha enferma- social de aquella parte de Israel do profundamente el tejido social que había reconocido en el profeta y político del pueblo. Su ardua mi- y maestro galileo Jesús de Nazaret sión es acusar los efectos devasta- al mesías esperado para el final de dores que los fetiches ocultos tie- los tiempos. Sacó además conse- nen en la política, la economía, la cuencias relevantes para la propia administración de la justicia e in- identidad del “pueblo de Dios” cluso en la interpretación de la Ley, hasta el punto de considerarla in- último refugio del ídolo. clusiva de los paganos, indepen- El "Pueblo de Dios" y sus ídolos en el Uno y el otro Testamento 29 dientemente de su incorporación (Mt 26,5) pero profundamente dis- a Israel “según la carne”. Desde tante, tanto de una interpretación el punto de vista hermenéutico idolátrica e imperialista de la pro- puede leerse este proceso también pia identidad por parte del pueblo, como testimonio pluriforme del como del arrogante distanciamien- significado definitivamente anti- to de las esperanzas del pueblo por idolátrico de la profesión de fe cris- parte de sus jefes (Jn 7,49). tológica. Apoyándose precisamen- Entre las diversas expresiones te en la paradoja de la identidad protocristianas de esta lucha anti- mesiánica del hombre crucificado idolátrica podemos recordar dos en y resucitado de entre los muertos este contexto: una aparece en la según las Escrituras (1Cor 15,3-5), 1ª Carta de Pedro y la otra en el esta implicaba la negación radical Apocalipsis. Ambas ponen de re- de toda interpretación triunfalista y lieve la reconfiguración cristológi- violenta de la identidad del “pueblo ca de la identidad del pueblo de de Dios” y de quien habría garan- Dios en el contexto social, cultural, tizado la restauración mesiánica. económico y religioso del Imperio Al mismo tiempo, implicaba el romano. En 1 Pe, las expresiones anuncio de la unidad y de la recon- que formulan la identidad del pue- ciliación de los hombres, más allá blo mesiánico son la “fraternidad” de toda contraposición de matriz (1 Pe 2,17; 5,9), la “casa de Dios” cultural, social o étnico-religioso (1 Pe 4,17), la expresión “extranje- (Gal 3,28; 6,15). En este sentido, ros dispersos” (1 Pe 1,1.17; 2,11), puede decirse que los primeros expuestos a varios tipos de vejacio- cristianos, como herederos de las nes y ostracismo social. La alter- bendiciones de Abrahán y de las nativa a su condición de extranjeros prerrogativas de Israel, dieron a la no es solo una “ciudadanía en el noción de “pueblo” una connota- cielo”, sino la casa que encuentran ción también “política” tratando de en la fraternidad cristiana como es- interpretarla con fidelidad a la re- pacio social de integración, identi- volución de los valores inserta en ficación y libertad. la predicación del Reino de Dios En cambio, el libro profético realizada por Jesús de Nazaret y por excelencia del Nuevo Testa- expresada en su práctica de vida, mento que es el Apocalipsis rees- dedicada a defender y rescatar las cribe cristológicamente el Éxodo categorías sociales y religiosas y representa el desafío anti-idolá- más frágiles. Culturalmente con- trico lanzado a las siete iglesias de notada en el contexto social y po- Asia por el profeta Juan: la cons- lítico del Imperio romano, también trucción identitaria del pueblo me- aparece como una lucha ardua por siánico es el resultado de una lucha la liberación según las huellas mar- sin cuartel contra la idolatría de un cadas por un Mesías recordado co- poder totalitario en todas sus for- mo evidentemente “popular” mas políticas, económicas y cul- 30 Marida Nicolaci tuales (Ap 13). Contra esta forma mo autoconstrucción identitaria de de idolatría, las iglesias deben un pueblo, incluso del “pueblo de combatir siendo fieles incluso has- Dios”. Pero las desafía, porque en ta la muerte al Cristo Cordero, lí- su ADN profético denuncia impla- der real y victorioso, pero con sus cablemente al populismo con sus di- vestidos empapados de sangre. El versos fetiches: en la reconducción resultado de su lucha, en caso de cristológica de la identidad y el des- victoria, es la disolución de Babi- tino del pueblo de Dios “elegido”, lonia (Ap 17,5-6) y la manifesta- hace de la defensa de los más frági- ción plena de la Jerusalén celestial. les y de la lucha contra toda forma idolátrica de gobierno, el criterio Con fronteras bien delimitadas más seguro para desenmascarar los tiene, no obstante, sus doce puer- fetiches del pueblo y de sus líderes. tas siempre abiertas; sobre ellas es- Si las diversas manifestaciones de tán inscritos los nombres de las do- lo que llamamos populismo son in- ce tribus de Israel, pero el pueblo tentos de los grupos humanos para que forma parte de ella está com- encontrar la salvación, según las puesto ya por gente de toda “na- Escrituras, esta salvación no puede ción, tribu, pueblo y lengua” (Ap acontecer sino bajo el respeto al ser 7,9), fórmula que indica que en to- humano y a su diversidad, pero no das las naciones del mundo se ejer- a una humanidad como categoría ce efectivamente la soberanía de abstracta, sino a los individuos di- Dios y del Cordero; una identidad ferenciados en la concreción espa- del pueblo de Dios que se define ciotemporal de sus relaciones. No ya inclusiva y universalmente en puede, en consecuencia, realizarse plural (Ap 21,3). En ella se celebra bajo el signo de la búsqueda obsesi- el culto, pero sin templo, y se rei- va de un líder y de una lengua única na sin tener que dominar a nadie, que no deja espacio a la diferencia sin imponer ni sufrir la opresión y y al riesgo, sino bajo la construcción la muerte. La profecía cristológica lenta y ardua, contextualmente tam- del Reino no deja ya posibilidad bién conflictiva, de lo que ayuda a alguna a los ídolos. Sobre ella se la comunión y a la unidad entre los configura progresivamente la iden- seres humanos. No con la elimina- tidad del pueblo de Dios. ción de las mediaciones interhuma- nas para relacionarse inclusivamen- te los unos con los otros, sino con la Conclusión exaltación de las capacidades de los seres humanos para relacionarse in- La Escritura conoce las dinámi- clusivamente, arriesgando, dentro y cas de todo populismo, habla de más allá de toda condición de expo- ellas y las retrata ejemplarmente co- sición social.
Condensó: JOAQUIM PONS
El "Pueblo de Dios" y sus ídolos en el Uno y el otro Testamento 31