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Análisis de La Ética Protestante y El Espíritu Del Capitalismo de Max Weber PDF
Análisis de La Ética Protestante y El Espíritu Del Capitalismo de Max Weber PDF
Weber constata que la religión protestante es la predominante entre las clases capitalistas
alemanas. Siendo la diferencia entre capitalistas protestantes y capitalistas católicos,
enorme, Weber llega a la conclusión de que la ideología protestante promueve de un modo
u otro la construcción del capitalismo.
La ética del capitalismo plantea que el fin supremo de nuestra vida es la adquisición de
riquezas por ellas mismas, la búsqueda del enriquecimiento no es visto como un medio para
un fin; el empresario capitalista no busca enriquecerse para retirarse, sino que busca el
enriquecimiento por sí mismo. El goce, el descanso o el retiro no son los objetivos de la
mentalidad capitalista, aunque sí puede ser el fin de los miembros de las economías
capitalistas poco integrados en el sistema.
“[…] el summum bonum de esta “ética” estriba en la persecución continua de más y más
dinero, procurando evitar cualquier goce inmoderado, carece de toda mira utilitaria o
eudemonista, tan puramente ideado como fin en sí, que se manifiesta siempre como algo
de absoluta trascendencia e inclusive irracional ante la “dicha” o el rendimiento del hombre
en particular. El beneficio no es un medio del cual deba valerse el hombre para satisfacer
materialmente aquello que le es de suma necesidad, sino aquello que él debe conseguir,
pues esta es la meta de su vida.”
Sin embargo, no hay que confundir la sempiterna “auri sacra fames”, la simple avaricia con
el capitalismo pues, frente al deseo inmoderado de conseguir dinero de cualquier modo el
capitalismo admite que no todo vale. El fin es la acumulación de beneficios por ellos mismos
pero esta acumulación de beneficios debe realizarse de manera respetuosa con las normas
del juego económico. La estafa, el desfalco o el nepotismo no son comportamientos
aceptables dentro de la economía capitalista, de hecho, la persecución de la corrupción
económica en las sociedades capitalistas es un hito casi sin precedentes en la historia de
la humanidad. A diferencia de la simple ansia de dinero el capitalismo acepta unas reglas
precisas y más o menos inquebrantables para el juego económico.
El catolicismo que consideraba este mundo manchado por el pecado original se amoldaba
perfectamente a la mentalidad tradicionalista, los retiros monásticos son un ejemplo de esto:
la verdadera vida es la vida contemplativa, alejada del trasiego del mundo. Con Lutero la
visión del trabajo cambió en el cristianismo y se transformó en una manifestación palpable
del amor al prójimo, ante Dios toda profesión tiene el mismo valor. Lo propio de la Reforma
fue acentuar el valor ético del trabajo como profesión. Pero en Lutero aún sigue vivo el
espíritu del tradicionalismo ya que la asunción de la profesión era algo que el hombre debía
realizar como una misión impuesta por Dios; lo único novedoso fue la desaparición de los
llamados “deberes ascéticos” (superiores a los “deberes con el mundo”) y el fin de la
conformidad con la situación asignada a cada cual en la vida social o profesional. El
verdadero punto de inflexión que permitió la instauración del capitalismo fue el nacimiento
del calvinismo.
“El trabajo social del calvinista en el mundo se hace únicamente in majorem Dei gloriam. Y
exactamente lo mismo ocurre con la ética profesional, que está al servicio de la vida terrenal
de la colectividad. Ya en Lutero vimos derivar el trabajo profesional especializado del “amor
al prójimo”. Pero lo que en él era atisbo inseguro y pura construcción mental, constituye en
los calvinistas un elemento característico de su sistema ético. Como el “amor al prójimo”
sólo puede existir para servir a la gloria de Dios y no a la de la criatura, su primera
manifestación es el cumplimiento de las tareas profesionales impuestas por la lex naturae,
con un carácter específicamente objetivo e impersonal: como un servicio para dar estructura
racionalizada al cosmos que nos rodea. Pues la estructura y organización (pletóricas de
maravillosa finalidad) de este cosmos, que según la revelación de la Biblia y el juicio natural
de los hombres parece enderezada al servicio de la “utilidad” del género humano, permite
reconocer este trabajo al servicio de la impersonal utilidad social como propulsor de la gloria
de Dios y, por tanto, como querido por El.”
Al final, como era de esperar, las riquezas acumuladas pervirtieron el espíritu puritano y lo
fueron debilitando hasta incluso el secularismo laico no obstante, como dice Weber “el
capitalismo victorioso no necesita ya de este apoyo religioso, puesto que descansa en
fundamentos mecánicos”. En otras palabras, una vez que se asentó el capitalismo tomó
vida propia creando necesidades y construyendo los medios para su perpetuación sin
necesidad de que la ideología puritana lo siguiese sustentando.