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Política-Economía

Nº 2343 » Noviembre 2008

Entrevista a Christian Arnsperger: El capitalismo como lugar


existencial
por · Comentar

- ¿Qué lo lleva a realizar una reflexión filosófica sobre la economía capitalista?


- Cierta insatisfacción como economista. Por lo general los economistas no hablan del capitalismo real sino de un modelo teórico que no tiene
mucho que ver con la realidad que experimentamos a diario; o, si lo hacen, lo tratan como algo necesario, históricamente inevitable y racional.
Siempre he tenido la impresión personal ​l a he experimentado​ de que hay algo más en el capitalismo: una angustia existencial subyacente. Me
propuse reflexionar existencialmente sobre la economía capitalista porque es algo ausente en la corriente llamada mainstream, que aborda
mecánica y funcionalmente el capitalismo, es decir: cómo mejorar su funcionamiento, cómo combinarlo con un Estado de bienestar. Algo, en
efecto, necesario, pero carente de la dimensión existencial.

- ¿El capitalismo genera angustia existencial?


- Sí, el capitalismo necesita en cierto modo de la angustia. La angustia de que la provisión de bienes sea insuficiente incita al consumo. La
angustia de perder, de no ser exitoso, anima la competencia. La angustia es funcional a la lógica del sistema capitalista: actúa como ​i ncentivo​
para los agentes económicos. Se trata de un planteo bastante clásico; hay muchos estudios de psicología social, de sociología, que trabajan la
cuestión de la angustia generada por el sistema. No obstante, para mí es igualmente importante la causalidad inversa: el capitalismo es
generado por la angustia. Tenemos una angustia fundamental que históricamente ha generado al capitalismo. Reconocerlo torna más difícil e
incómoda la crítica del capitalismo. Es fácil atribuir la propia angustia al sistema y culpabilizarlo de ella. Y si bien es cierto que el sistema es
generador de angustia, lo que muchas veces no advertimos es que también le pedimos al capitalismo respuestas para nuestra ansiedad
fundamental dada nuestra condición frágil y mortal. El capitalismo ha llegado a ser no sólo un mecanismo económico, sino también un proyecto
existencial, una manera de dar sentido a la vida. Es decir, una manera de dar respuesta a la angustia fundamental del ser humano occidental.

- ¿Esta lógica de retroalimentación es propiedad exclusiva del capitalismo?


- No; en una sociedad comunista hubiera sido necesaria una crítica existencial del comunismo. El capitalismo no es el único representante
histórico de esa producción recursiva de la angustia. El capitalismo, el comunismo y también los sistemas económicos considerados primitivos o
precapitalistas tienen sus formas específicas de instrumentalizar la angustia fundamental. Cuando otras ideologías como el comunismo o el
socialismo se convierten en un sistema práctico de vida e interacción necesitan generar incentivos. Hasta ahora el ser humano no ha sido capaz
​i nclusive muchas veces ni siquiera dentro de las mismas instituciones religiosas​ de generar incentivos para una acción buena o justa sin recurrir
al miedo o a la amenaza de sanciones. Pero en la actualidad, el capitalismo es tan dominante que resulta necesario y urgente decir algo sobre
sus maneras. La genialidad del capitalismo ha residido en esa capacidad de transformar las angustias individuales en una creación de riqueza
colectiva inmensa. Eso no han podido lograrlo el comunismo o los sistemas más antiguos. El capitalismo crea la ilusión de que esa riqueza
material y también intelectual es la respuesta que el hombre está buscando para paliar su angustia. Si bien el comunismo también ha dicho que
la producción material es importante, para él lo fundamental era crear al hombre nuevo para el proyecto de la sociedad colectivista. Para
lograrlo, el instrumento era la disciplina militar de la población. Esto no existe en la lógica capitalista: la disciplina es una autodisciplina, no una
heterodisciplina. La magia capitalista consiste en que esta autodisciplina de todos y de cada uno nos proporciona una increíble capacidad de
producción material porque, mucho más que en otros sistemas, se vincula lo material con el sentido de la vida.

- Max Weber profetizó la sustitución en Occidente de la fe cristiana por otras instituciones. La esperanza del cristianismo se subsumió, en su
versión calvinista, en el empeño ético productivo. La prosperidad material se convierte así en la confirmación de la elección por parte de Dios:
un Dios cuya arbitrariedad sólo podía generar la búsqueda desesperada de signos de salvación​
- Es que la cultura norteamericana es así: el fundamentalismo protestante actual funciona así. El capitalismo siempre ha sido secular y se ha
convertido en una especie de religión secular en la que en lugar de Dios, sea el Dios calvinista o el católico, hay un mecanismo que distribuye
sanciones y recompensas de modo impersonal pero no arbitrario. Hay un criterio para la asignación de los premios: lo que hago debe ser
compatible con la maximización del beneficio de alguien, al menos con la maximización de mi utilidad. Se trata de una suerte de mecanismo
divino cósmico que reemplaza al Dios personal. En este sentido, la economía no es ​como​ sino que ​es​ intrínsecamente una teología, en el sentido
literal, no analógico. En los últimos tres siglos la ciencia económica se ha transformado en una soteriología, una ciencia de la salvación, como
había predicho Weber, secularizada, con signos, con todo lo que se necesita excepto la necesidad de creer en un Dios personal.

- Esta noción de salvación es marcadamente individual. ¿Dónde queda lo comunitario?


- Acá se da el choque entre soteriología y liberalismo. De suyo la soteriología puede ser de tipo individual o comunitario. No obstante, la
soteriología económica no es tan individualista como se piensa. A pesar de que todos perseguimos nuestro interés, en esas mismas acciones
estamos realizando el bien común entendido en un sentido específico. Se trata de la ​optimalidad​ de Wilfredo Pareto, la eficiencia de asignación
de recursos y la posibilidad para cada uno de maximizar su bienestar o su felicidad dadas las acciones de los otros. Un concepto individualista
pero que también implica un comunitarismo impersonal: no se refiere a un Dios personal que quiere el bien del hombre. Yo no diría que en la
visión de los economistas haya un individualismo absoluto. Empero, en lo que ha llegado a ser el capitalismo cotidiano, consumista y ​trabajólico​,
sí se puede constatar un individualismo desesperado. El mensaje del capitalismo es: ​debes administrar tu vida como un emprendedor de ti
mismo​; lo cual crea un sentimiento de aislamiento muy fuerte. No sé bien cuál es su causa fundamental. Tal vez la gente individualmente no
percibe, como supone el economista, que sus acciones tienden al bien común. Además, el capitalismo tiene componentes de abuso de poder y
asimetrías entre los actores; lo que crea aún más angustia y aislamiento.

- En el encuentro organizado por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, alguien comentó que este sistema funciona. En los Estados
Unidos quien está fuera del sistema está muerto y siente que está fuera porque no quiere o no es capaz de estar en él. El sistema opera al modo
de una soteriología que invita a todos a acceder a la salvación y dispone los medios: el resto corre por cuenta del individuo librado a sí mismo.
- En este sentido, si bien soy de origen protestante, luterano, no me siento un pensador protestante. Me siento más en consonancia con el
pensamiento católico y ortodoxo. Adhiero a la idea de la religión como antropología fundamental, como auto-cuestionamiento del hombre. Es
Dios quien nos pregunta: ¿quién eres? No puedo creer en un Dios poco involucrado, impersonal y distante que le diga al hombre: ​si no quieres
es asunto tuyo​. No estoy diciendo que Dios no respete la libertad del hombre: si éste insiste en su negativa, será respetado. El sistema
económico es una versión light de un esquema de salvación muy cruel. La economía ha llegado a ser esta soteriología secularizada, una
salvación sin Dios.

- En sintonía con sus reflexiones antropológicas y teológicas, ¿qué condiciones debería tener un sistema que responda a una realización más
plena del hombre?
- El error metafísico del materialismo occidental moderno, que incluye al capitalismo y al marxismo, es hacernos creer que no existe necesidad
más allá de la materia. Hemos llegado a confundir los bienes materiales y sus correspondientes simbolizaciones con los bienes espirituales. No
soy un existencialista pesimista, negativo. No creo que la finitud sea ontológicamente definitiva: creo que el hombre está hecho para el infinito.
Hay una infinitud positiva, lo que Descartes llamaba el ​buen infinito​; empero el capitalismo nos lleva hacia una infinitud negativa: creer que
vamos a poder encontrar en la materia lo que ella no nos puede dar. Un sistema acorde a la infinitud positiva deberá, paradójicamente, reducir
nuestra dependencia de los bienes materiales y trasladar nuestro deseo de infinito a los ámbitos donde realmente se pueda realizar. Esta es su
condición más importante. Para mí y para otros pensadores, no sólo cristianos, este sistema debería tener en cuenta la dimensión relacional y la
de la plenitud del espíritu. Se trata de construir un sistema, una lógica, una cultura donde lo económico llegue a ser secundario. Una cierta
cultura de la pobreza que no sería cultura de la desigualdad. Esto es un desafío enorme porque lo que nos hace creer el capitalismo es que
vamos a eliminar la pobreza cuando, en realidad, él la crea y la mantiene. La pobreza visible, estructural, es una necesidad para el capitalismo:
es la amenaza de la sanción por no ser exitoso en el mercado. Aún suponiendo que esto no sea así, que llegamos a un capitalismo totalmente
exitoso que elimine la pobreza material, crece otro tipo de pobreza para los que están dentro del sistema: la espiritual. El capitalismo genera los
​r icos pobres​, ricos porque están relativamente protegidos de las necesidades más urgentes, pero espiritualmente pobres.

- Desde esta perspectiva, ¿cómo se entiende la justicia social?


- Para mí la justicia social es igualdad en las dimensiones materiales, en el sentido de que no deberían importar esas diferencias entre las
personas. Se trata de una visión de igualdad que comprende la distribución no sólo de recursos materiales (que puede ser coercitiva como en el
comunismo), sino también y mucho más de bienes psico-espirituales. Prácticas, testimonios, ideas, discursos de lo que es posible hacer más
pobremente pero con más igualdad, amor y solidaridad entre todos. Esto puede parecer ingenuo, pero creo que es así: la justicia social es lo que
se logra cuando la angustia ha sido elaborada de modo tal que la distribución de lo material ya no importa tanto. El capitalismo no puede llegar
solo a este ideal: necesita la desigualdad. La gente exitosa en el sistema, en lo profundo, no puede querer ceder todo después de haber hecho
tantos esfuerzos y haber vivido en tanta angustia para lograr lo que logró. ¿Cómo van a querer dar lo suyo a aquellos que, según este esquema
cruel de salvación, no hicieron lo necesario para ser exitosos? Esto es así aunque sepamos que, en un esquema como el capitalismo, no
podemos ser todos exitosos. Se trata de una contradicción en sus términos. Mi ideal de justicia es un ideal de igualdad ingenuo en el cual los
medios para alcanzar la igualdad son muy diferentes de los del capitalismo librado a sí mismo. También difiere de los de la socialdemocracia
que quiere distribuir los recursos por medio de la sola autoridad estatal.

- ¿Cómo visualizaría esta propuesta en diseños institucionales y prácticas económicas?


- Respecto del diseño institucional tengo dificultades metodológicas. Hacer un esbozo institucional sería contradictorio con mi pensamiento: el
cambio social en ese nivel tiene mucho más que ver con la conversión personal, la difusión y el contagio de las ideas. Creo mucho más en una
política de la facilitación que del diseño, una política del apoyo a iniciativas más personales, locales y pequeñas al principio. No obstante veré la
posibilidad de algún esbozo. Lo que puedo decir es que será un enfoque anticapitalista pero no antimercado. No tengo problemas con el mercado
sino con la agresión capitalista. Respecto de las prácticas, veo algunas que ya están emergiendo. Por el lado del consumo, los movimientos de
simplicidad voluntaria. Son personas, muchas veces, bastante adineradas que retoman prácticas de las comunidades más pobres del Tercer
Mundo. Redescubren las virtudes de una pobreza elegida. Acá hay un potencial enorme de reflexión sobre maneras muy diferentes de consumir
y de reducir el consumo, a condición de haber hecho un trabajo de lucidez existencial*. Por el lado de las empresas, aparece el ​emprendedor
social​, que veo que en la Argentina y América latina está floreciendo, la ​democracia de empresa​ y la ​economía de comunión​ de los focolares.
Como en el caso del consumo, supone también un trabajo colectivo de lucidez existencial. Estas prácticas alternativas deben desarrollarse dentro
de un cambio cultural más fundamental que es llegar a ver lo económico como una dimensión que no puede dar sentido a nuestra vida. Las
Iglesias y, más generalmente, las personas de la sociedad civil que se ocupan de educación, capacitación, espiritualidad tienen un rol muy
importante en la praxis y difusión de este tipo de ideas. Educar en una suerte de yoga económico, una praxis espiritual vinculada a lo económico
que nos ayude a cuestionarnos respecto de nuestras prácticas e instituciones económicas. ​¿Necesito eso? ¿Qué sucede si no lo compro?​ Todo
esto es frágil y puede malograrse pero, sin embargo, es esencial.

- ¿Por qué adoptar la perspectiva psicoanalítica lacaniana para abordar una problemática antropológica tan profunda?
- En realidad, no soy fanático ni dogmático del psicoanálisis lacaniano. Me interesa proponer otras imágenes, coherentes y posibles, que
enfrenten a la del hombre económico. Lo que sucedió es que leí a Denis Vasse y a otros lacanianos. También me gusta el existencialismo
cristiano. Me gusta la idea de que ​deseo​ y ​necesidad​ no son lo mismo: la tentación del hombre angustiado es confundirlos. Así se crea el sistema
capitalista que no sólo los confunde sino que también los identifica hasta el punto de no poder separarlos. La idea básica del liberalismo es que
no corresponde al economista determinar si el agente realmente, auténticamente, desea las cosas. Si le da utilidad, eso basta. La idea del
​hombre de deseo​ como quien despliega una capacidad de discernimiento personal me parece más importante que el corpus lacaniano.

* La lucidez existencial se refiere a los motores profundos que animan nuestras decisiones. Esos motores ​por ejemplo, el temor a la muerte (la
última marca de la finitud), el deseo de trascender, etc.​ son los móviles últimos que se disfrazan de racionalizaciones y fórmulas. Se trata, en
terminología heideggeriana, de un trabajo de autenticidad existencial, de puesta a la luz (de allí la lucidez) de las motivaciones profundas que
movilizan, la mayoría de las veces inconscientemente, nuestro obrar económico. (A.C.Ll..)

Entrevista de Alejandro C. Llorente y Mariana Facciola

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