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EL SENTIDO PATRIARCAL DE LA SOCIEDAD COLOMBIANA1

Gabriela Hernández Vega


Universidad de Nariño
Grupo de Investigación HISED

Una de las primeras tareas en la vida republicana del país, después de la independencia
frente a España, y como parte del proceso de construcción del Estado y de la nación,
consistió en definir el orden que iban a adoptar mujeres y hombres en el conjunto de la
sociedad colombiana. Situación que fue dirimida en el transcurso del siglo XIX mediante el
desarrollo de dos estrategias fundamentales: la primera de ellas correspondió a la definición
que las constituciones dieron a la ciudadanía como fundamento de la nación; y la otra
ocurrió en la segunda mitad del siglo cuando la mirada de los legisladores colombianos viró
hacia la familia como la célula de la sociedad para definir, mediante el orden jurídico civil
código, el orden que se debía privilegiar en la relación entre los sexos en el interior de
este núcleo social.

En la organización del Estado neogranadino se adoptó, bajo una concepción moderna y


liberal, la conformación de las esferas separadas –pública y privada2, lo que dio lugar a
que en el ordenamiento social se hicieran adscripciones políticas diferenciadas para mujeres
y para hombres justificándolas como resultado de una naturaleza específica para cada uno
de los sexos. La existencia de esferas, aparentemente independientes, permitió potenciar la
presencia masculina en la esfera pública, excluyendo a las mujeres, quienes fueron
relegadas a la esfera doméstica y subordinadas al poder masculino. El hecho de mantenerlas
desligadas de la esfera pública facilitó que el estado democrático colombiano se organizara
como eminentemente patriarcal3 consiguiendo que el significado de la esencia de este

1
En: Avatares de la educación femenina en Pasto: 1880 – 1935. Tesis doctoral. Universidad Pablo de
Olavide. España.
2
“Las feministas han llegado a la conclusión de que, en realidad, los mundos liberales “separados” de la vida
privada y la vida pública están interrelacionados, conectados por una estructura patriarcal. (…) La esfera de la
vida doméstica está en el corazón de la sociedad civil, no es algo aparte o separado de ella. Que por lo
general se considera que esto es así se evidencia en la preocupación contemporánea por la crisis, el declive y
la desintegración de la familia nuclear, que se considera el baluarte de la vida moral civilizada.
”(Pateman,1996,48)
3
El proyecto fundador de las naciones fue básicamente falocéntrico, si nos atenemos a las constituciones, ya
que la construcción, por ejemplo de la ciudadanía recae sobre el ciudadano, el senador, el maestro, el letrado y
el padre de familia”(González Stephan,1996,31).
proceso permaneciera desapercibido y fuera imperceptible para el conjunto de la sociedad
colombiana.
Evidenciar y hacer visible ese carácter patriarcal pasa a ser importante porque es el
referente fundamental para que se determinara respecto a los hombres la posición de las
colombianas en la sociedad; así mismo, teniendo en cuenta la centralización política del
país, ese carácter se convirtió en el eje que definió, junto con las enseñanzas de la doctrina
católica, la orientación del perfil para el deber ser de la educación femenina en la ciudad de
Pasto durante los años 1880-1935.

3.1 Aproximación conceptual

Entre las razones que han dificultado la interpretación de las sociedades modernas y
contemporáneas como patriarcales resaltan tres, a saber:
a) la creencia respecto a la desaparición de este tipo de sistema desde hace ya varias
centurias;
b) mantener el significado de patriarcado dentro del marco exclusivo del pater
familias, como ley del padre ejercida exclusivamente dentro del núcleo familiar y
ajena a su intervención, como tal, en la sociedad civil;
c) creer que existe patriarcado únicamente cuando se presenta la participación política
del hombre como resultado directo de ser el representante de la familia.
La interpretación de las sociedades modernas como patriarcales se dificulta debido a que
por la forma como surgieron se les imprime un sello que oculta su verdadera esencia. El
hecho de que se hayan originado a partir de un contrato, una vez derrocada la ley paterna,
lleva a interpretar el nuevo orden civil como antipatriarcalista, o post-patriarcalista.
Según Carole Pateman (1995), debido a que la nueva sociedad surge a partir de un
contrato, esta característica dio lugar a que se creara precisamente una imagen en la cual el
contrato y el patriarcado aparecen como “irrevocablemente contrapuestos” (p.10). Sin
embargo, es todo lo contrario, como lo explica la autora según el estudio realizado por ella,
el contrato es precisamente el mecanismo a través del cual se constituye el patriarcado
moderno.
En la explicación al respecto, el modelo político de índole contractual –siglos XVII y
XVIII- es la respuesta a una crisis de legitimación política, en especial, la de índole
patriarcal. Los cambios políticos que durante estos años vive la sociedad exigen la
“transformación profunda del patriarcado”. Desde esta perspectiva, el nuevo orden político
–el orden moderno- va a necesitar, por una parte, de fundamentos que lo avalen, y por otra,
de la definición de un nuevo sujeto político. Esto último hace referencia a la necesidad de
caracterizar al “hombre nuevo”, al ciudadano de la sociedad moderna, al Emilio según el
nombre escogido por Rousseau.
El sujeto político, tanto del orden medieval como del orden moderno, corresponde a un
varón. En el primero el sujeto es un varón padre de familia, mientras que en el segundo el
sujeto es todo varón sea o no padre de familia. (Cobo,1995,144-145).Este cambio se
produjo cuando los padres fueron despojados del poder político por lo que el contrato se
hizo necesario. En ese momento, participaron en lo contractual los varones quienes, tras la
derrota del padre, reclamaron su libertad natural e hicieron el contrato original como
hermanos, como parientes fraternos o hijos de un padre, que al pactar juntos se
constituyeron en una fraternidad civil, en la “hermandad de varones”(Pateman, 1995,10-
12).
El patriarcado moderno parte de aceptar, como necesidad, la idea de “una jerarquización,
naturalmente bajo la hegemonía del varón, de las relaciones entre los géneros”
(Amorós,1997,101). En las sociedades modernas las mujeres estén subordinadas a los
hombres en tanto varones, o, como explica Pateman (1995) a “los varones en tanto
fraternidad” (p.12). Esto implica que los varones llegaron a participar en el contrato
originario porque ya eran libres, más no, porque fueran padres o fueran esposos
(Pateman,1995,110).
Desde el punto de vista de la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda (1992) el
patriarcado engloba un sistema que se caracteriza por “la relación dispar hombre-mujer en
el manejo de la autoridad, el poder y las decisiones, sesgada en función del primero” (p.
30), lo cual dio lugar, dice Millet (1970), a que

si consideramos el gobierno patriarcal como una institución en virtud de la cual una mitad de
la población -las mujeres- se encuentra bajo el control de la otra mitad -los hombres-, se
evidencia que la base del patriarcado corresponde a dos principios fundamentales: el macho
ha de dominar a la hembra, y el macho de más edad ha de dominar al más joven (p.70)
En la sociedad patriarcal moderna el centro del poder recae en el varón, quien se
constituye –por pacto- en sujeto con derechos políticos, él ejerce el poder civil, y en la
relación entre los sexos cumple el papel de dominador. Por su parte la mujer es excluida de
la participación política, se le deja como espacio de vida el hogar en donde permanece en
una relación de subordinación frente al hombre.
Los elementos claves del patriarcado moderno hacen posible una lectura del sentido que
adquirió la organización de la sociedad colombiana desde el mismo momento de su
surgimiento como república independiente y soberana. Para tal efecto se tiene en cuenta la
organización que los legisladores colombianos dieron en el país al centro del poder, al
sujeto del poder y a la relación entre mujeres y hombres conforme al marco de referencia
dado por el nuevo paradigma sobre le ordenamiento de las sociedades modernas: la
dualidad público-privado.

3.2 La voz en lo público

Con el trasfondo ideológico ilustrado, romántico y revolucionario de la Europa del siglo


XVIII las ideas de libertad, igualdad y fraternidad sirvieron para sustentar, durante el
proceso de organización de los estados latinoamericanos, la consolidación del centro del
poder político en torno a la definición del ciudadano4 como un sujeto masculino; la vida en
los países de América Latina, ya como repúblicas independientes, se inició con la exclusión
de las mujeres para su participación en el ámbito público.
La independencia de América Latina5 fue un proceso revolucionario que tuvo como meta
conseguir la libertad y la autonomía para la región, del cual no estuvieron ausentes las

4
Antes de 1808 ciudadano era el habitante de la ciudad, el hombre honorable, de riqueza, el súbdito
patriótico, sin asociación política. Después de 1808 para los criollos era unidad hacia el exterior, en especial
contra España, hacia el interior “instrumento de integración”, implicaba “desaparición de los privilegios
políticos bases de la desigualdad.” Ciudadano era caridad, modestia, cuidado de la esposa y de los hijos,
bondad, práctica de la religión, patriota. El término se generalizó “incluso apareció el término ciudadana.”
Los ciudadanos legitimaban la visión democrática del gobierno, pero el ejercicio de derechos como el
sufragio activo y pasivo requería condiciones económicas, sociales y culturales, los criollos representaron la
legitimación de la soberanía popular.” La fundación de una “nación de ciudadanos no significaba más que la
autolegitimación de la elite criolla integrada por terratenientes, comerciantes y funcionarios.
(König,1994,276-290)
5
En la segunda mitad del siglo XIX con el nombre de América Latina los franceses designaron tierras y
pueblos del sur de Estados Unidos. La influencia cultural de Francia extendió el nombre en el mundo
americano, y creó el mito del latinismo. Se creía en la afinidad espiritual de los pueblos lingüísticamente
mujeres criollas, al respecto Evelyn Cherpak (1995) evidencia que los sentimientos como el
nacionalismo y el patriotismo no fueron“desconocidos entre algunos de los miembros del
sexo débil. Durante siglos, muchas mujeres habían desarrollado una conciencia de país y el
sentimiento de que eran americanas y tenían intereses diferentes a los de los españoles en el
Viejo Mundo.”(p. 84).
La posición de la población femenina ante la idea de lograr la independencia política de
España no se quedó en una solidaridad emocional con el proceso, sino que adquirió un
sentido práctico en cuanto entraron a participar en forma activa en diferentes frentes. Con
su actuación las mujeres estaban demostrando la capacidad que tenían para entender y
asumir procesos de índole política: “muchas mujeres se involucraron en la batalla y otras
atendieron y cuidaron a las tropas, algunas prestaron sus servicios de una forma diferente,
pero igualmente valiosa, a la lucha militar por la independencia en la Gran Colombia”
(Cherpak,1995,102).Como lo explica Inés quintero (2001):

… el impacto de la independencia fue de tal naturaleza que alteró a la sociedad toda. No


solamente en sus bases sociales, económicas y, por supuesto políticas, sino también en su
desenvolvimiento cotidiano. Las familias se vieron sometidas a las exigencias de la guerra, y
las mujeres, madres, esposas e hijas de los involucrados en el conflicto no pudieron
abstraerse. La Independencia invadió la vida femenina y, por tanto, las mujeres respondieron
a su ineludible convocatoria.
Al hacerlo, inevitablemente, violentaron las consideraciones y preceptos que modelaban su
comportamiento en la sociedad. Tomaron partido, apoyaron logísticamente la contienda,
salieron de sus hogares para incorporarse al campo de batalla, fueron perseguidas, sometidas
a prisión, ultrajadas y muchas de ellas murieron durante el proceso. (p.58)

A pesar de las acciones realizadas por las mujeres, algunas de las cuales fueron
verdaderamente heroicas, una vez se dieron las condiciones para establecer y organizar el
nuevo orden político los legisladores criollos pensaron a las neogranadinas para que
“integraran el mundo vertical masculino como compañera y testigo de la acción del
hombre” ( Pratt,1994,264), en ese sentido era de vital importancia construir una sociedad
cuyo orden entre los sexos no presentara una alteración a la estatuido desde la colonia, para
ello era necesario “reforzar los valores y las prácticas habituales respecto a la mujer”
(Quintero,2001,58), por esa razón no se pensó que en la nueva sociedad las mujeres

ligados por el latín –españoles, portugueses, rumanos, italianos, así de los pueblos colonizados por ellos.
Francia aspiraba a cubrir el vacío de la independencia y con los países hispanoamericanos organizar una
órbita de influencia en la cual ella sería la cabeza. (Ocampo,1999,887-888)
pudieran entrar en condiciones de igualdad con los hombres y menos para que pudieran
desplazarlos en el ejercicio del poder.
Las acciones y participación de las mujeres, más allá de lo doméstico, no han existido para
la sociedad. En esos términos se interpretan las palabras de Simón Bolívar dirigidas a las
damas de Arequipa en mayo de 1825:

En quince años de combates por la libertad, vuestra suerte ha estado constantemente


alimentando el valor de nuestros soldados. ¡¡Las hijas de la América sin patria!! ¡¡Qué !! ¿
No había hombres que la conquistaran? Esclavos vuestros padres… por esposos humildes
esclavos… esclavos también vuestros hijos! ¿ Hubiéramos podido sufrir tanto baldón? No,
antes era preciso morir. Millares y millares de nuestros compañeros han hallado una muerte
gloriosa combatiendo por la causa justa y santa de vuestros derechos…; ¡Hijas del sol! Ya
sois tan libres como hermosas! Tenéis una patria iluminada por las armas del ejército
libertador:… (Bolívar,2001,267-268)

Una visión que ignoraba o no quería reconocer los diferentes espacios que habían sido
cubiertos mediante la participación directa de las mujeres, para los padres de la patria era
como si ellas hubieran permanecido expectantes durante el transcurso del proceso
revolucionario, el cual, ellas debían entender como una galantería masculina producto de
los combates realizados por el ejército libertador. Las acciones desarrolladas por ellas,
salvo las señaladas como propias de las mujeres remendar uniformes o preparar comida,
sufrieron un proceso de invisibilización en la historia. En este sentido, la fuerza de las ideas
hegemónicas o paradigmáticas ha sido de tal intensidad que así las mujeres sean grandes
trabajadoras, hayan demostrado capacidad de liderazgo y desarrollado una buena actividad
política, “su participación se la define como “extraordinaria” o “anormal” y, por lo tanto,
ajenas al ámbito de la “política “auténtica” o seria” (Scott,1997,48-49).
Hay que entender que, dentro de la organización y configuración de los nuevos estados
americanos, la exclusión de las mujeres como ciudadanas no fue el producto del espíritu de
la época, sino que, respondió, como se ha explicado, a una concepción más profunda
respecto al deber ser del estado moderno, en este sentido, esa exclusión es la respuesta a
una condición sine quanon en la construcción de la democracia moderna. En el orden
patriarcal, la democracia se constituye a partir de un pacto del orden patriarcal.
Rosa Cobo (1959), quien analiza el patriarcado moderno a partir del pensamiento de Jean
Jacob Rousseau, sostiene como hipótesis de trabajo, la existencia de un pacto de sujeción
en forma de pacto patriarcal, es decir que, en el pacto patriarcal subyace el pacto de
sujeción. Este enfoque le permite aclarar cómo en la democracia moderna democracia
patriarcal no sólo se excluye a las mujeres de ser ciudadanas sino que, por “su propia
génesis y mantenimiento necesita de la sujeción de las mujeres para conseguir la plenitud
de la vida democrática” (p. 203). Para Rousseau, la sujeción de las mujeres al varón es
consustancial a la democracia moderna.
Para los delegados al congreso realizado en 1821 en la ciudad de Cúcuta6, que dio lugar a
la primera carta constitucional7 del país8, el destino ideal de las mujeres de Colombia,
Ecuador y Venezuela era completamente ajeno a los espacios de las definiciones políticas.
En palabras de los congresistas “de ellas no esperaban otra cosa distinta que la de sacar
buenas esposas y madres de familia”(Actas del Congreso,1989,86), pensamiento cuyo
fundamento estaba en la concepción que tenían los delegados respecto de las mujeres, como
lo deja entrever el congresista Ignacio Méndez, quien, a propósito de una de las discusiones
sobre la libertad de imprenta, en su intervención recurrió a una imagen de la mujer como un
ser que era incapaz de responder por sí misma de su honor y dignidad, sino que lograba
mantener estas dos cualidades siempre y cuando mediara la intervención y vigilancia
masculina:

en vano se compara el débil y quebradizo honor de las jóvenes ( por grande que sea su recato)
con la sólida firmeza de la religión; cuando aquéllas necesitan y acaso no basta el más
escrupuloso celo de un padre juicioso y experimentado, y a ésta le es suficiente para su
constante permanencia haber sido fundada por Jesucristo”. (ADCC,1989,84)

Con la visión que tenía la elite política respecto a las mujeres, en la cual la diferencia
frente a los hombres, descontando la que era obvia en el plano de lo físico, devino en
desigualdad política, argumento que se convirtió en razón suficiente para negarles el

6
Ciudad ubicada en la parte nororiental de Colombia en cercanías del límite con Venezuela. En la actualidad
es la capital del Departamento de Norte de Santander.
7
“Las ideas ilustradas sobre el “pacto social” influyeron notablemente en los criollos ideólogos de la
independencia de la Nueva Granada . Es por ello que los hombres de la generación de la independencia no
vacilaron en pensar que el nuevo Estado Nacional debía darse su propia Constitución” (Ocampo
López,1998,224)
8
En ese momento y hasta 1830 Ecuador, Venezuela y Colombia estaban unidos en lo que se denominó
República de la Nueva Granada. A su vez, durante el período colonial estos tres países conformaron el
Virreinato de la Nueva Granada.
derecho que les asistía a ser ciudadanas.9 Esta determinación que, a su vez, recogía la dada
durante la revolución francesa y ante la cual reclamó con toda claridad Olympe de Gouges
(1993) al establecer en la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana cómo
debía de ser la relación entre los sexos en los estados modernos:

Le principe de toute souverainité réside essentiallement dans la Nation, qui n’est que la
reunión de la femme et de l’homme: nul corps, nul individu, ne peut exercer d’autorité qui
n’en émane expressement”. (p. 207)

En las primeras constituciones expedidas en el país 1821, 1830, 1832, a pesar de la


claridad que habían expresado los congresistas respecto al sitio socialmente apropiado para
las mujeres, el texto, no daba una definición precisa en cuanto al sexo del ciudadano; las
mujeres habían podido hacer uso de este derecho, cosa que no ocurrió, porque
probablemente para la época “en la cultura política era impensable la posibilidad de la
ciudadanía femenina” (Velásquez Toro,1995ª,175).
Ya en la reforma constitucional de 1843 los legisladores colombianos definieron la
identidad del sexo de quien iba a ser el sujeto depositario de los derechos políticos en el
país: “Son ciudadanos, los granadinos varones…”10 (CPRNG, 1843, Art.9º.)11. Esta
exclusión y en consecuencia su definición como no-ciudadana se convirtió para las
colombianas en una característica –de largo alcance-12, lo que sirvió, más bien, para que
adquiriera el acento de clave propia de la identidad femenina.
Las leyes y las normas hicieron de la mujer colombiana una subordinada, “sin derecho a la
palabra o a la ciudadanía” y va a permanecer en este estado junto a una “legión de pares –
niños, sirvientes, locos, enfermos, pobres, indios, negros, esclavos, obreros, analfabetos,

9
Desde el punto de vista de Joan Scott, esa negación era parte de la configuración del Estado-nación ya que
“existen cada vez más testimonios que muestran que el surgimiento de estructuras centralizadas y formales de
gobierno disminuyeron el acceso informal de las mujeres al poder político” (Scott,1997,62).
10
Negrilla y cursiva de la autora.
11
Dentro de las características primaron las siguientes: mayores de edad, casados y que fueran propietarios.
No se podía, según algunos constituyentes dejar la puerta para que ingresaran al congreso quienes no tenían
ninguna propiedad porque se vería este organismo “lleno de hombres sin responsabilidad, sin carácter,
venales y de otros mil defectos de que abundan los que no tienen de qué subsistir” (ADCC,1989,194), por el
contrario, exigir propiedad raíz como cualidad de los representantes se estaría pensando en hombres que al
poseerla “tienen amor al país en que goza de ella y toma un grande interés en su
prosperidad”(ADCC,1989,194).
12
La exclusión no se puede entender únicamente como física o intelectual, sino actitudinal. Aún hoy, las
jóvenes muestran apatía hacia lo político tienen la concepción de ser una actividad apropiada para los
hombres.
homosexuales, judíos- como una menor de edad” ( González Stephan,1996,34) hasta los
años 30 del Siglo XX, época en la cual las colombianas empezaron a lograr cambios en la
normatividad jurídica del país y en su situación dentro de la sociedad13.
Las elites políticas del país e independientemente de si eran liberales o conservadores,
como fratría  como grupo de los iguales, estuvieron de acuerdo con la designación social
dada a las mujeres, debido a que los dos sectores políticos compartían, en la expresión de
Guiomar Dueñas (2001) “el mismo arquetipo de mujer” (p.4). Esta unidad que presentó el
criterio masculino no permitió que, salvo las críticas intrascendentes dichas en algunas
intervenciones por el liberal Salvador Camacho Roldán sobre el marginamiento que le
habían dado los liberales a las mujeres, se produjera algún cuestionamiento firme en contra
de la idea de mantenerlas fuera de la actividad política, como tampoco al hecho de haber
convertido la esfera pública en un espacio cuya propiedad estaba asignada, con carácter de
derecho propio, a los varones.
Una vez llegaron los conservadores al gobierno nacional, después de más de tres décadas
de gobierno liberal14, bajo la dirección de Miguel Antonio Caro y en la perspectiva de
borrar cualquier indicio del ideario liberal consignado en la constitución política de 1863,
salvo lo referente al orden social establecido para la relación entre los sexos, promovieron
la reforma constitucional de 1886.15 En esta nueva carta los conservadores, al igual que la
carta radical y las demás del período liberal, coincidieron en la identidad del sujeto de
derechos políticos dejando consignado nuevamente “Son ciudadanos los colombianos
varones16 mayores de veintiún años que ejerzan profesión, arte u oficio, o tengan ocupación
lícita u otro medio legítimo y conocido de subsistencia” (CPRC, 1886,Art.15).
Dado el consenso con esa posición, la exclusión decimonónica de las colombianas de su
derecho a ser sujetos políticos prevaleció en el país por más de un centenar de años hasta
1954, fecha en la cual la Asamblea Nacional Constituyente, convocada por quien era en ese
momento el jefe del Estado el militar Gustavo Rojas Pinilla para reformar algunos artículos
a la constitución de 1886, aprobó el Acto legislativo No. 3 del 27 de Agosto de 1954
13
Estos cambios se tratan en el Capítulo X titulado “Los pasos de la desobediencia”.
14
El gobierno liberal del siglo XIX –o primera república liberal- permaneció de 1849 hasta 1880. Con el
ánimo de dar al país una organización federal y de instalar los principios liberales durante estos años se
llevaron a cabo tres reformas constitucionales.
15
Salvo algunas reformas, en lo fundamental, la constitución de 1886 rigió al país durante 105 años, ya que
solamente pudo ser cambiada en su totalidad en 1991.
16
Negrilla y cursiva de la autora.
“Reformatorio de la Constitución Nacional Por el cual se otorga a la mujer el derecho
activo y pasivo del sufragio” (Anexo No.10).
La convocatoria fue aprovechada por aquellas mujeres, que desde años atrás, estaban
liderando la propuesta de los derechos políticos para la población femenina del país,
quienes presentaron el proyecto a la Asamblea e hicieron presencia para presionar por su
aprobación (Velásquez Toro; Reyes Cárdenas,1995,248-252).
A pesar de la aprobación dada, el ejercicio de este derecho solamente lo pudieron practicar
las colombianas en diciembre de 1957. Rojas Pinilla fue depuesto y reemplazado por una
Junta Militar que desconoció las reformas a la constitución propuestas de la Asamblea de
Rojas y convocó a un plebiscito para aprobar algunas modificaciones a la carta del 86, una
de las cuales se refirió a: “ Las mujeres tendrán los mismos derechos políticos que los
hombres “, consignado finalmente este derecho en el Artículo 1º. del Decreto Legislativo
Número 0247, 4 de octubre, de 1957.

3.2.1 Caso excepcional

En la historia del país y en el concierto latinoamericano se puede calificar de “exótico


para las condiciones culturales de la época” (Velásquez Toro,1995ª,175) lo ocurrido a
mediados del siglo XIX en la Provincia de Vélez17 donde, por fuera de toda previsión, se
produjo para las mujeres de esta zona un alto en la exclusión política decimonónica. Un
hecho que se produjo como consecuencia del proyecto presentado por Ricardo Vanegas -
miembro del liberalismo radical de la región- y que dio lugar a que se diera la aprobación
del sufragio para las mujeres lo cual quedó consignado en la constitución provincial
expedida el 11 de noviembre de 185318.
A pesar de la importancia y del significado que pudo haber tenido el sufragio femenino en
términos de construcción de la democracia , desafortunadamente pasó sin pena ni gloria ya
que no tuvo ninguna trascendencia inmediata para el ejercicio práctico de la ampliación de
la democracia en la región o en el país, a lo cual se añade la inconveniencia de una

17
En la actual organización política y administrativa del país Vélez es un Municipio del Departamento de
Santander del Sur.
18
Según la constitución de 1853, cada Provincia tenía “ el poder constitucional bastante para disponer lo que
juzgue conveniente a su organización, régimen y administración interior, sin invadir los objetos de
competencia del Gobierno general, …” (CPRNG,1853,Art.48)
existencia muy corta debido a la anulación que se hizo de la carta hacia finales de 1854 o
principios de 1855. Además, no se tuvo la total certeza respecto a “si las mujeres veleñas
hicieron o no uso del derecho al sufragio”19 (Aguilera Peña, 2003,6).
A pesar de la brevedad de la norma en el tiempo, una consecuencia de Vélez fue el
impacto y la reacción que produjo en la cultura política tradicional del país, porque fuera
de ser una disposición que alteró los ánimos y por lo tanto“ bastante criticada tanto por los
liberales como por los conservadores y hasta por las mismas mujeres de la capital”
(Bermúdez,1993,8), fue una muestra que sirvió, a la vez, para que “las elites políticas del
país advirtieran del potencial subversivo de la entrada de la mujer en el dominio público” (
Rojas,2001,96).

3.3 La lógica de la exclusión

Una particularidad de los conceptos emitidos durante estos años respecto a la identidad,
tanto del ser femenino como del ser masculino, fue su esencialidad, en gracia, a que la
concibieron producto de la conformación natural de cada uno de los sexos. Para
complementar esta visión, el núcleo central en el discurso liberal-conservador sobre la
exclusión de las mujeres tuvo como fundamento la analogía que establecieron entre
diferencia e incapacidad. Durante años, como lo aclara Mary Louise Pratt (1994), “ el
monopolio político masculino se ha legitimado atribuyendo a las mujeres un conjunto de
defectos naturales que las incapacitan para la ciudadanía” (p.263).
En el discurso de los legisladores colombianos tendiente a legitimar e institucionalizar
tanto la exclusión de las mujeres para ser sujetos de derechos políticos como la apropiación
por parte de los varones de ese derecho, estuvieron presentes dos conceptos básicos:
a) El primero estaba enfocado a caracterizar y mostrar la
identidad del varón propietario de derechos políticos como la síntesis el sumun de todas
las cualidades requeridas para ejercer ese derecho, las que, a la vez, le otorgaban
privilegios de superioridad y poder sobre el conjunto de la sociedad;
b) En el mundo patriarcal la dominación masculina, como ya se anotó, exige, aún en
contra de la realidad, la inferioridad de las mujeres como argumento previo para
19
Las experiencias de Vélez, Wyoming y Kansas en Estados Unidos o las de Alemania y Suecia en Europa, a
pesar de ser altamente significativas para la democracia de los países occidentales, no lograron dar un giro
distinto al desconocimiento de las mujeres como sujetos de derechos políticos.
subordinarlas. Dentro de esa lógica del poder, la estrategia de la dominación patriarcal se
configuró en la polaridad plenitud-vacío.
El segundo, hacía referencia a la caracterización de la condición femenina como una
identidad desprovista totalmente de las calidades necesarias para acceder al derecho, y
cuya inferioridad, fuera de considerarla excluida, creaba la necesidad de un hombre para
que la condujera,

La razón patriarcal determina obsesivamente los efectos, muy positivos, de lo que ella define
como carencias, distribuye sus marcas en función de la imposición o no imposición del
Nombre del Padre, distinguiendo así al heredero y al desheredado, al legítimo y al bastardo
(Amorós,1991,83)

Se crea un contexto cultural en el que la existencia de las mujeres, según la visión de


Teresa De Lauretis (2003), se resuelve como paradoja:

está al mismo tiempo atrapada y ausente en el discurso; se habla constantemente de ella, pero
es inaudible e inexpresiva en sí misma; una existencia que se despliega como un espectáculo,
pero que no es aun representada ni representable, que es invisible, pero que es, a su vez, el
objeto y la garantía de la visión; un ser cuya existencia y especificidad es simultáneamente
declarada y rechazada, negada y controlada (s.n.)

Las mujeres miradas como seres sagrados terminaron equiparadas a “santuarios”, a


“reinas” pero sin que se les reconociera ninguna capacidad para pensar y dirigir el país. En
esta forma las elites políticas, como parte del juego por la apropiación y defensa del poder,
podían ocultar el deseo y el interés por negarles la participación en lo público e impedir
cualquier posibilidad para que llegaran a ser sus competidoras; además, al dejar la causa de
su poder y de su privilegio social en la naturaleza, hacían ver que era ésta precisamente la
responsable del poder masculino y no una cultura patriarcal de la cual ellos eran expresión
y desarrollo a través de su propia mentalidad patriarcal.
Yo para mí creo, decía el liberal Aníbal Galindo20 (1850) que, “quien tiene una
constitución física esencialmente distinta a la del hombre, sus facultades intelectuales, su
persona moral es también diferente” (No. 117). Frente al argumento de este liberal, la

20
Liberal, nació en 1834 en el Tolima. Se tituló de abogado a la edad de 18 años en el colegio de San
Bartolomé de la ciudad de Santafé de Bogotá. Fue Gobernador de Cundinamarca, Subdirector de Rentas
Nacionales, Diputado a la Cámara de Representantes y Secretario de hacienda. Según Jesús Antonio Bejarano
“ su obra, la obra de un economista –acaso el único que en el Siglo XIX puede llamarse legítimamente tal-
constituye sin duda el examen más cuidadoso y erudito de la economía del Siglo XIX”(Sabogal,1995,103).
dificultad para aceptarlo no radica en el reconocimiento de que existe una diferencia física
entre los sexos, la que es bastante evidente ¡no faltaba más, sino en concluir que lo físico
era la causa para que existieran también diferencias en las condiciones tanto intelectuales
como morales, de las mujeres.
Por el marginamiento al que fueron sometidas las mujeres se puede inferir que las
consideraban fabricadas en un material de calidad inferior. Para el liberal Galindo, en el
mundo de los idénticos el distinto era inferior21, o como lo expresó una joven pastusa, bajo
el seudónimo de Marcia Femina (1935) ad portas de la universidad “ creen que la mujer es
de un amasijo inferior al del varón, a quien la sociedad le reconoce en todo clima y en todo
tiempo como el rey de la creación” (p.2).22
Junto con Galindo, otro destacado copartidario liberal, Salvador Camacho Roldán (1853)23
en la conferencia que dictó a un grupo de jóvenes liberales de la Escuela Republicana sobre
“El Divorcio” caracterizaba a la mujer como un “ser débil, dotada de una delicadeza
exquisita, nacida para sembrar de flores la vida del hombre,” (p.3). José María Samper 24 “
la experiencia de las cosas humanas induce a creer que el varón (ente que obedece
principalmente a la razón ) y no la mujer (que obedece más al sentimiento y tiene poca
independencia) “(Samper,1974,46).

Las mujeres han nacido para la dependencia i no para el mando: (sea dicho con su licencia
esta sentencia de eterna verdad;) las mujeres deben agradar por la dulzura, por la timidez, i
por la modestia, no por la fuerza, ni por la altivez i la jactancia; deben practicar las virtudes
amables i ocuparse de oficios sencillos, sin elevarse jamás a los robustos trabajos de los
hombres, ni a sus severos cuidados; deben brillar en las finas tertulias i no declamar en el
Senado: su semblante debe llevar impresa la sonrisa amorosa, i no el entrecejo de la austera
21
Es necesario aclarar que en Colombia el círculo de los iguales no abarcó a todos los hombres –género
masculino- porque la inclusión en la ciudadanía estuvo cruzada por la etnia, la propiedad y la escritura, a ese
reino no pertenecían quienes no fueran libres e independientes, por lo tanto estaban excluidos los esclavos. La
Ley que les dio libertad fue expedida en 1851.
22
Tratado en el Capítulo X.
23
Nació en Nunchía (Casanare) en 1827. Se hizo abogado en 1847 y al momento inició su carrera pública
como juez de rentas. Sus vínculos con la política fueron inmediatos, en 1860, había sido gobernador de
Panamá, representante y senador por Casanare y fiscal de la Cámara. Participó en la convención de Rionegro
de 1863 que dio lugar a la Constitución de 1863 considerada la carta liberal más radical del país. Ejerció el
poder ejecutivo por ausencia del presidente Santos Gutiérrez en diciembre de 1868, ocupó la Secretaría de
Hacienda en el gobierno de Eustorgio Salgar, y a mediados de 1871 su nombre fue postulado para la
presidencia de la República. Profesor universitario, iniciador de la Sociología en Colombia.
24
Político, literato y periodista colombiano del siglo XIX, nació en Honda, según la división actual del país
Departamento del Tolima, en 1828. Miembro de las Sociedades de Geografía Americana y de París, miembro
honorario de la Academia de Bellas Letras de Chile, miembro correspondiente de la Real Academia Española
y miembro del Instituto de Ciencias Morales y Políticas de Caracas. Su deceso ocurrió en Anapoima el 22 de
julio de 1888.
filosofía: en el hermoso jardín de las Musas, no se deben cultivar sino flores.(El
Hogar,1869,109)

En la segunda mitad del siglo XIX, se catalogó a la mujer como “la reina del hogar”(
Caro,1962b,1376), percepción que no era distinta a la creada en Inglaterra por la ideología
victoriana, encargada de “mantener viva la llama del hogar” y a la vez “artífice de un reino
de amor y comprensión” (Molina Petit,1994,134).
La naturaleza de las mujeres y la de los hombres, en la visión de Miguel Antonio Caro25 -
figura central del conservatismo colombiano decimonónico-, se caracterizaba por ser
diferente y desigual. En el proceso del conocimiento participan las dos, pero, no en la
misma forma: las mujeres no están capacitadas para pasar del conocimiento sensorial;
mientras que el desarrollo y las capacidades de los hombres les permiten el conocimiento
abstracto.
Teniendo como fundamento lo anterior, en la familia considerada “el tipo más natural y
feliz de la sociedad” y una institución irremplazable respecto a la educación de los niños,“
la madre representa a la naturaleza, el padre a Dios”(Caro,1962ª,135). En la educación de
los hijos la madre cuya naturaleza era puro sentimiento y sensibilidad les “ha hecho sentir
el bien y el mal mediante signos agradables o penosos; el padre también se los hace
percibir pero en un orden más elevado, en el puramente intelectual, mediante ideas”
(Caro,1962ª,135).
Desde esa perspectiva, se creó la concepción respecto a la causa de la desigualdad entre
los sexos, la cual no era del orden cultural, sino era consecuencia directa de la condición

25
Nació en el año de 1843 en Bogotá. Hijo de don José Eusebio Caro, uno de los fundadores del partido
conservador. Iniciado en la vida política desde temprana edad. Caro se manifestó principalmente a través del
periodismo. Su periódico El Tradicionista, publicado de noviembre de 1871 a agosto de 1876, fue sin duda el
espacio donde luchó por sus ideas contra el liberalismo radical entonces imperante, y donde expuso los
principios que se manifestaría en la reforma constitucional del 86. A Caro se lo puede considerar el
representante defensor del mundo hispánico y católico en el país, propuso la formación del partido católico.
En la década del 80, da forma con Rafael Núñez al partido nacional, que hizo posible el movimiento de la
Regeneración y que abrió el camino a la Constitución de 1886, inspirada por Núñez y redactada y defendida
por Caro en el Consejo Nacional de Delegatarios.
de la naturaleza de las mujeres la que, a la vez, explicaba su inferioridad; en igual forma, la
condición de la naturaleza de los hombres permitía justificar la superioridad masculina.
El presupuesto de la existencia de dos naturalezas: una naturaleza femenina y otra
naturaleza masculina, fue suficiente para que a las mujeres las confinaran a lo doméstico
lo que sirvió para justificar “su enajenación de la ley, pues la ley es algo cultural que
aparece en un determinado momento para regular las relaciones de los contratantes en el
“pacto social” “ (Molina Petit,1994,151).
De tal manera que la mujer y el niño, como no son considerados logo sino naturaleza,
serán tratados según el dictado del corazón del padre, aun cuando, hay que entender, que en
el niño varón su estado de naturaleza es un estado transitorio (Molina Petit,1994). La
superioridad y el mayor desarrollo intelectual que les atribuían a los hombres fue el
pretexto para imponer su poder y autoridad en la ciudad y en la casa.
La creencia respecto a la existencia de dos tipos de naturaleza, como lo explicaba Miguel
Antonio Caro, trascendió la distribución de funciones en el espacio doméstico y se aplicó
allí donde fuera necesario. En el caso del ordenamiento de las Escuelas primarias, el
Decreto Número 429 del 20 de enero de 1893 sobre Instrucción Pública determinó, respecto
a las maestras, que:

Art. 15.Las escuelas de niñas serán regentadas por señoras de notoria respetabilidad y buena
conducta.

Las escuelas elementales de varones podrán ser confiadas á (sic) señoras que reúnan las
aptitudes necesarias de instrucción y conducta virtuosa, siempre que á dichas escuelas no
concurran niños mayores de doce años.

El discurso de la diferencia como desigualdad entre los sexos se mantuvo durante todos
los años de la investigación, precisamente a mediados de la década del 30 fue removido
nuevamente y vino a ser parte del discurso que se daba en Pasto en protesta al avance
igualitario26 que, hasta ese momento, habían logrado las colombianas. El objetivo de este
debate era impedir cualquier cambio en la relación entre los sexos, demostrando que la
diferencia entre mujeres y hombres era inexorable por ser el resultado de una determinación
biológica sobre la cual, como Dios así lo dispuso, el hombre no podía llegar a cambiar

26
En los primeros años de la década del 30 las colombianas habían logrado igualdad civil de la mujer casada,
igualdad en los estudios de bachillerato y el ingreso a la universidad. Ver Capítulo X.
nada, y, por el contrario, se podía producir un desorden peligroso para la misma sociedad
del cual se responsabilizó al feminismo27. En términos de Olegario Medina (1939):

Las diferencias que existen entre el hombre y la mujer, no provienen de la forma particular de
sus órganos únicamente. Son de naturaleza más fundamental, determinada por la estructura
misma de los tejidos y por la impregnación de todo el organismo de sustancias químicas,
específicas secretadas por el ovario. La ignorancia de estos hechos fundamentales ha llevado
a los promotores del feminismo a creer que ambos sexos debían tener la misma educación,
los mismos derechos y las mismas responsabilidades. Y en realidad la mujer difiere
profundamente del hombre. Cada una de las células de su cuerpo lleva la marca de su sexo,
lo mismo ocurre con sus órganos y sobre todo con su sistema nervioso. Y las leyes
fisiológicas son tan inexorables como las del mundo sideral. No pueden ser sustituidas
por los seres humanos. Estamos obligados a aceptarlas como son. Las mujeres deberían
desarrollar sus aptitudes de acuerdo con su naturaleza propia, sin tratar de imitar a los
machos. Su papel en el progreso de la civilización, es mucho mayor que el del hombre, no
debería abandonar sus funciones específicas. (p.1)

Hay que tener en cuenta que “para que un sistema de dominación permanezca en el
tiempo”, por más represión y control que existan, no es suficiente la voluntad del
dominador, “depende de cierta complacencia en el dominado” (Valcarcel, 1994,115). No
hay mejor dominación que la que se apoya en miembros del mismo grupo subyugado, de
ahí que en la sociedad patriarcal las familias dependen siempre de mujeres –abuelas, tías,
madres- para un mejor control de las niñas y de las jóvenes, a la vez que ellas hacen uso de
los discursos y de las prácticas que mantienen la dominación. (Castellanos,1996,25).
En este sentido, los dos sectores políticos enunciados no estuvieron solos, por el contrario,
la posición asumida por sus representantes estuvo acompañada del punto adoptado por
algunas mujeres intelectuales tan importantes como Soledad Acosta de Samper (1859)28
quien, hacia mediados del siglo XIX plasmó su pensamiento respecto a la propuesta del

27
Fuera de artículos de prensa, se realizaron conferencias para advertir los daños y males que podía producir
el feminismo. Una de ellas fue la dictada por un estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Nariño titulada precisamente El feminismo. Este punto se retoma y amplía en los Capítulos V y X.
28
Nació en Bogotá –capital de Colombia- el 5 de mayo de 1833 en el hogar formado por doña Carolina
Kemble Rou y el general Joaquín Acosta y Pérez de Guzmán. Su familia, distinguida por la inquietud
intelectual del padre, tuvo la preocupación de procurarle una escolaridad nada común para una joven de la
época: los primeros años los realizó en Bogotá, continuó en Halifax –Canadá- para terminar en varios
colegios de París. Los viajes y el ambiente de la familia le permitieron, además del manejo del español,
francés e inglés, una experiencia continua con personajes importantes de la literatura, la historia, la política, la
biología todos amigos del padre. El 5 de mayo de 1855 a la edad de veintidós años contrajo matrimonio con el
político y escritor José María Samper con quien tuvo cuatro hijas. Escritora prolífica colaboradora de revistas
dirigidas al bello sexo como Biblioteca de Señoritas, La Mujer, El Hogar, El Mosaico, entre otros, autora de
libros de historia, novelas. (Samper Trainer,1995,132-155)
momento sobre el reconocimiento que empezaban a exigir las mujeres de ser sujetos de
derecho político, y, en consecuencia, como parte de ese derecho, a su participación en la
contienda electoral :

¿ Cuál es nuestra misión ? Francamente os diré que, no obstante un sentimiento de profunda


gratitud que me anima, no estoi de acuerdo con los filántropos generosos que halagando
poéticamente nuestra vanidad, solicitan la emancipación de la mujer i aspiran nada menos
que a convertirnos en ciudadanas i legisladoras, i hasta en funcionarias públicas, a riesgo de
que, mientras estemos sufragando ( ó más bien naufragando ) en las urnas, los chicos se
arañen en la casa unos a otros, las criadas le metan fuego a la cocina, la despensa caiga en
pleno comunismo i el bello sexo se vuelva feo en las luchas i los estrujones de la vida
pública. No veo la necesidad de que nos emancipen, como tampoco me parece conveniente
que nos pongan en estado de sitio. Lo único que pido es que nos dejen ser mujeres (…) Cuál
es pues nuestra misión? Conservar, educar i agradar. (p. 1-2)

El concepto de Soledad Acosta era común durante la segunda mitad del siglo XIX, y
mitad del siguiente siglo XX. Para la sociedad colombiana, a excepción de algunas líderes
feministas, las urnas y lo público no eran para la población femenina.
El núcleo cultural predominante en Pasto y a nivel nacional entendió a las mujeres como
seres que por naturaleza eran débiles, sensibles, dependientes, condiciones que las hacían
aptas para las faenas del hogar como esposas y como madres, pero no así para el ejercicio
ciudadano, ni para que fueran personas independientes. Atribuyéndoles características que
las acercaban más a los débiles mentales, no solamente las alejaron de la posibilidad de
competir por el poder, sino que las colocaron en una situación personal que exigía del
control, vigilancia y orientación permanentes por parte de los hombres.

3.4 La voz en lo privado

Dada la dualidad del espacio social moderno a las mujeres les fue asignado el dedicado a
la vida doméstica. Esta designación no significó que ese espacio se caracterizara por la
ausencia del poder masculino. Al contrario, en el sistema patriarcal “el área asignada a la
mujer –el hogar tampoco está exenta de interferencias en su ejercicio, del poder y la
autoridad del hombre, que no deja resquicio decisorio ajeno a su influjo” (Gutiérrez de
Pineda, 1992,35-36).
Por efecto de la centralización política, reinante en el país desde la expedición de la
constitución de 1886, el orden jerárquico entre los sexos que debía prevalecer al interior de
la familia, tuvo el carácter de obligatoriedad para todo el territorio nacional y siguió la
normatividad expuesta en el código civil de 1887, por lo que en el orden cultural de Pasto la
relación conyugal siguió los lineamientos nacionales sentados en el código civil que, a su
vez, tuvo origen en el código civil elaborado para Chile por don Andrés Bello.
Desde la legalidad civil, el tipo de relación conyugal que se aceptó en la sociedad
colombiana a partir de la aparición del código, que no fue diferente a la vigente desde la
colonia, correspondió a la establecida, mediante contrato, entre una mujer y un hombre,29
así fue definido el matrimonio como “ un contrato solemne por el cual un hombre y una
mujer se unen con el fin de vivir juntos, de procrear y de auxiliarse mutuamente” (CC,1887,
Art.113).
Lo anterior implicó que en la sociedad “la diferenciación de los espacios de poder
obedeciera a una diferenciación genérica” y además derivara en la adscripción de diferentes
capacidades a cada uno de los firmantes en el contrato matrimonial” (Ramos
Escandón,1887-1900,34). Pero, en cuanto al poder, los espacios tuvieron una separación
aparente, porque precisamente “la redacción del Código Civil napoleónico pone claramente
de manifiesto que ambas esferas, la doméstica y la pública, están íntimamente imbricadas”
(Fraisse,2003,16). Uno de los nexos entre las dos esferas corresponde a la definición del
centro del poder y de la autoridad en cada una de ellas, donde no se presenta una separación
del sujeto propietario del poder, definido ya en torno al varón.
Desde lo civil se denominó potestad marital “al conjunto de derechos que las leyes
conceden al marido sobre la persona y bienes de la mujer” (CC,1887 ,Art.177), la cual
específicamente en la relación conyugal derivó en que “el marido debe protección a la
mujer, y la mujer obediencia al marido”(CC,1887,Art.176). 30 Y la patria potestad como “el

29
Al respecto Pateman aclara que “No debe haber límites predeterminados para un contrato, entonces
tampoco puede imponerse la especificación del sexo de las partes. En un contrato el hecho de ser varón o
mujer es irrelevante” (Pateman,1995,232).
30
En México, la sociedad conyugal, según el Código Civil de 1870, tenía por objeto “ayudarse a llevar el
peso de la vida”. Por este compromiso el marido tenía la obligación de proporcionar alimento y proteger a su
mujer, y la esposa quedaba obligada a “obedecer a su marido así en lo doméstico como en la educación de los
hijos y la administración de los bienes”(Ramos Escandón: 1992:147). En las tres primeras décadas del siglo
XX las mujeres de Argentina, Brasil y Uruguay no gozaban del derecho al voto, y, más aún, tampoco gozaban
del derecho al pleno ejercicio de sus libertades individuales. En efecto, la inclusión legal de la mujer como
ciudadana política en igualdad con el otro género se alcanzó en 1932 en Brasil y Uruguay y en 1947 en
Argentina. Paradójicamente, la mujer casada tuvo graves limitaciones para el ejercicio de sus libertades
individuales hasta la promulgación de las leyes de emancipación de 1926 en Argentina, de 1946 en Uruguay y
de 1962 en Brasil. (Giordano, 2003, 12)
conjunto de derechos que la ley reconoce al padre legítimo sobre sus hijos no
emancipados”. Muerto el padre, ejercerá estos derechos la madre legítima mientras guarde
buenas costumbres y no pase a otras nupcias.”(Ley 153,1887,Art.53).
La protección sobre la mujer casada en la realidad dio lugar a que “legalmente” ella se
convirtiera en una propiedad obediente del marido, el matrimonio que se pretendía fuera
una maravillosa experiencia amorosa significó para la mujer “la muerte civil” -calificación
dada por Kate Millet- debido a la pérdida, por parte de la casada, de todos sus derechos. De
ahí que el marido “tiene derecho para obligar á su mujer á vivir con él y seguirle a donde
quiera que traslade su residencia” (CC,1887, Art.178) salvo en aquellas situaciones en las
que corra peligro la vida de la mujer.
Por el hecho del matrimonio se contraía sociedad de bienes entre los cónyuges, por lo que
“ toma el marido la administración de los de la mujer”(CC,1887,Art.188) En consecuencia,
las mujeres casadas no podían sin autorización del marido “celebrar contrato alguno, ni
desistir de un contrato anterior, ni permitir una deuda, ni aceptar o repudiar una donación,
herencia ó legado, ni adquirir á titulo alguno oneroso ó lucrativo, ni enajenar, hipotecar ó
empeñar”(CC,1887,Art.182).
Por la misma ley civil las casadas estaban autorizadas para trabajar como directora de
colegio, maestra de escuela, actriz , obstetriz, posadera o nodriza, pero, aún en estos casos
las mujeres no estaban libres de la tutela del marido para desarrollar en forma autónoma
todas las actividades que pudiera requerir el trabajo, lo cual venía a contrariar cualquier
presunción de independencia asociada al hecho de recibir un salario. La mujer casada y
trabajadora debía tener “autorización general del marido para todos los actos y contratos
concernientes á su profesión ó industria”(CC,1887, Art.195).
A las mujeres lo doméstico se les presentó como el espacio en el cual adquiría forma su
proyecto de vida, lo que no se les aclaró era que la esencia del proyecto de vida femenino
era la negación de ellas como personas. En el imaginario social se creó la idea del hogar
como el lugar donde la mujer ejercía poder al igual que el hombre lo hacía en lo público.
Visto así, la sociedad habría establecido entre los sexos una división armónica del trabajo
cuyo carácter sería la complementariedad. Sin embargo, otra cosa muy distinta fue lo que
realmente definió la legislación civil colombiana; el poder atribuido, por las creencias
populares, a la madre quedó reducido a situaciones que implicaban decisiones de poco
nivel, las gruesas dependían del padre.
Aún antes de la normatividad civil, la tradición cultural del país había asignado al padre el
carácter de autoridad máxima de la familia seguido por la de la madre31. Para que las
nuevas generaciones aprendieran y asumieran este orden era necesario que quienes iban a
tener en el futuro la responsabilidad de la educación de los niños lo entendieran y
asumieran como parte de su personalidad. De tal manera que una de las primeras
enseñanzas que se daban a las niñas sobre el gobierno doméstico tenía que ver con la
jerarquía en la línea de autoridad del núcleo familiar.
Según la legislación civil, los hijos menores de edad no podían contraer matrimonio sin el
debido permiso de los padres, en caso de muerte de uno de ellos la autorización
correspondía a quien estuviera vivo; pero, estando vivos los dos padres y en el caso de que
no existiera conformidad frente a la pareja, en la toma de la decisión final “prevalecerá en
todo caso la voluntad del padre” (CC, 1887, Art. 117), el deseo de la madre quedaba
supeditado a la autoridad paterna.
Considerada la mujer sentimiento y el hombre razón, llevó a que la participación del padre
y de la madre en la educación familiar –doméstica– fuera distinta, según el sexo de los
hijos. A la madre le otorgaron toda la autoridad para educar a las hijas en cualquier edad,
más no fue así en el caso del hijo varón sobre quien vino a tener autoridad solamente hasta
que fuera impúber -14 años-, a partir de dicha edad la educación de los varones estaba a
cargo del padre. Con esta lógica la voz del padre se instaló en el hogar como privilegiada, a
la vez que fragmentó la de las mujeres que quedó “reducida a situaciones exclusivas de
ellas” (Velasco G.,2001,60).

31
“Artículo 1o. El padre de familia es el jefe superior de toda la familia i como tal se le debe prestar
obediencia en todas sus órdenes, que no contengan un imposible ni se opongan a la religión i a la sana moral.
Artículo 2o. La madre de familia es el segundo jefe de ella i de la casa, i en su carácter de tal se le debe
prestar obediencia por sus hijos i domézticos de la casa , bajo las mismas restricciones que tiene el padre de
familia.” (Palacios; Safford,2002,480).
La diferenciación vino a significar en la vida doméstica colombiana, en primer lugar, la
tendencia a educar entre pares 32, en segundo lugar, la primacía del padre frente a los hijos
varones. Durante el matrimonio, la madre ejercía sobre los hijos, especialmente los
impúberes y las mujeres no mayores, “una especie de derecho de patria potestad: la madre
se hace obedecer y respetar de sus hijos, los corrije (sic), castiga y educa”(Ley
153,1887,Art.53).
Para garantizar la educación de las mujeres en términos de subordinación fue necesario
que ellas asumieran su inferioridad como normal –propia de su naturaleza- y aceptaran
también que en el otro polo de la relación la superioridad era del orden natural –como parte
de sí- en el hombre. Esta naturalidad en la relación de poder entre los sexos, de todas las
formas de persuasión clandestina, vino a ser la más implacable porque fue ejercida
simplemente por “el orden de las cosas “ (Bourdieu;Wacquant,1995,120 ).
El orden de la jerarquía conyugal era un contrasentido, si se tiene en cuenta una
coherencia lógica que, supuestamente, debía mantener la educación femenina: a las mujeres
se les inculcaba que eran las reinas del hogar, pero, a la vez, debían enseñarles que ese
reinado no tenía cetro, sin que ellas percibieran lo contradictorio de la relación. La norma
civil se encargaría de aclararles a las colombianas el sentido que ellas debían mantener en
la relación conyugal: sumisión, obediencia, diligencia y silencio ante la autoridad del
marido.
Lo anterior hace parte del papel que cumplen las normas en la cultura de una sociedad,
según Magdala Velásquez Toro(1995), “ un medio de aproximación a las mentalidades de
una determinada época histórica lo constituye el estudio de las normas jurídicas que
regulan, tanto las relaciones públicas, como las relaciones privadas de las personas”
(p.173).
La normatividad jurídica vigente en el período 1880 – 1935, junto con la normatividad
católica, determinaron una cultura paradigmática para la educación femenina en cuanto a su
sentido doméstico, la que sería aplicada y exigida en la ciudad de Pasto durante los años de
la investigación. Esta cultura permaneció más allá de los años investigados, las pautas

32
En la educación formal aplicaron este mismo criterio. Según el proyecto educativo de Caro en las escuelas
las maestras solamente podían enseñar y educar a los niños varones hasta la edad de ocho (8) años. En
adelante los niños tenían que continuar dirigidos exclusivamente por maestros hombres.
establecidas para la relación entre mujeres y hombres se mantuvieron por más tiempo en el
mundo de las y los colombianos.
Al respecto, existe la pregunta, si los cambios que se consiguieron, han sido suficientes
para crear una nueva cultura de la relación entre los sexos, lo que debe ser objeto de una
investigación.

Resumen de Capítulo

Una parte fundamental del contexto que rodeó la educación femenina en la ciudad de
Pasto durante el período 1880-1935, estuvo relacionada con la condición patriarcal del
estado colombiano. Esta característica vino a definir una posición de subordinación de las
mujeres dentro de la sociedad, frente a la situación de privilegio tanto en lo público como
en lo doméstico que se les adjudicó a los hombres. La autoridad y el poder entre los sexos
estuvieron a favor de la voz masculina.
A pesar de la participación activa de las mujeres en los procesos de independencia frente a
España, los legisladores en el país republicano asumieron una concepción respecto a las
mujeres en la que eran consideradas inferiores, cercanas al estado de la naturaleza. Desde
esta perspectiva les dieron como funciones en la sociedad el de ser esposas y madres, así
quedaron excluidas del derecho que les asumía de ser sujetos políticos. Esta diferenciación
se basó en la organización que se le dio al estado colombiano bajo los planteamientos del
estado moderno y liberal, que tenía en cuenta los espacios público y privado para el
ordenamiento de los sexos.
Además de los hechos enunciados, otra característica del estado moderno y por ende del
colombiano es el de ser patriarcal producto del contrato en el que no participaron las
mujeres. A la luz de la teoría del contrato una condición del pacto patriarcal fue la de
mantener subyacente y como condición necesaria la sujeción, en este caso de las mujeres.
Para Rousseau la sujeción de las mujeres era condición necesaria en la constitución del
estado moderno.
La conformación del estado colombiano bajo la teoría de las dos esferas no permitió ver
que se organizaba como un estado patriarcal, en el que la autoridad y poder del hombre
primaba, tanto en lo público como en lo privado. En lo doméstico, dado el contrato entre
marido y mujer, ésta quedó bajo la protección del hombre a quien le debía obediencia.
Para la orientación que debía tomar la educación femenina en la ciudad de Pasto, la
definición del orden patriarcal de la sociedad colombiana fue definitiva en cuanto permitió
declarar que debía de ser en términos de obediencia y sujeción frente al hombre. Las
mujeres pastusas tenían que asumir esa condición como algo natural y necesario para dar un
sentido ético al orden social de la ciudad.

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