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TALLER

DE

BIBLIA
Ofertorio

Muchos católicos quisiéramos conocer la Sagrada Biblia. El siguiente paso


de quererla conocer es abrirla, mas al hacerlo pronto la dejamos porque no la
entendemos y nos cansa o, al no entenderla, le damos poco crédito.

Personalmente tuve una agradable experiencia. Lo primero que leí fueron


los Evangelios y me encantó conocer la forma en que Jesús actuaba. Cuando leí
el Génesis me sorprendí de la forma antropomórfica en que se narra la creación
del hombre y de la mujer. Entonces traté de investigar si el relato debía o no
interpretarse literalmente. En seguida quise tener una Biblia que yo pudiera abrir
cuando quisiera y en una librería aceptaron que la fuera pagando con mis mínimos
ahorros de universitario hasta conseguirla. Por fortuna todavía conservo la Biblia
de Bover-Cantera que entonces adquirí.

Durante mi formación académica leí toda la Biblia y aprendí muchos textos,


cuyas citas aún recuerdo; no obstante, me faltaba esa visión de conjunto que le
da sabor a la Palabra de Dios. Esa visión logré obtenerla cuando escuché a un
excelente y sabio sacerdote que, en una apretada y vigorosa síntesis, nos enseñó
la Historia de la Salvación presentándola, Biblia en mano, con la trabazón
maravillosa que se anida en este libro sagrado.

Ahora ya no suelto la Biblia. Gozo releyendo la poética narración del


Génesis. Me sorprendo cuando atisbo la muchedumbre incrédula que rodeaba a
Abraham. Me admira la paciencia y firmeza de Moisés. Me dejan atónito la
valentía y franqueza de los profetas. Los reyes, en particular David, me dan la
esperanza del perdón. En la vida de Jesús, los apóstoles me enseñan que fueron
seres humanos como yo, con sus dudas, tibiezas y cobardías. San Pablo me
seduce con su entrega…

Pero, sobre toda excelencia, Jesús me atrae, me convence, me llena, y


quisiera que muchos lo llegaran a conocer para quererlo y que juntos le dijéramos:
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6,68).

Lector: te ofrezco estas páginas, en que me esforcé por la sencillez y


claridad. Si te son útiles, bendito sea el Señor.

Ernesto Bañuelos C.
ebanuelosc@gmail.com
ÍNDICE

I. LA EXPERIENCIA ESCRITA DE UN PUEBLO 1

II. EL CREADOR ES PADRE Y ES AMIGO DE NOSOTROS 5

III. DIOS SE COMUNICA CON SUS AMIGOS Y CUMPLE SUS PROMESAS 9

IV. UN PUEBLO DE HOMBRES Y MUJERES LIBRES 13

V. LA MONARQUÍA: ESPLENDOR Y OCASO DE UN SUEÑO


QUE FUE REALIDAD 17

VI. LOS PROFETAS: ANUNCIO, DENUNCIA Y ESPERANZA (I) 21

VII. LOS PROFETAS: ANUNCIO, DENUNCIA Y ESPERANZA (II) 25

VIII. UN PUEBLO CON SABIDURÍA Y POESÍA


(Los libros sapienciales y poéticos) 29

IX. LA ESPERA SE HACE AURORA: EL MESÍAS-SALVADOR 32

X. JESÚS, EL CRISTO, NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR 36

XI. JESUCRISTO RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS 39

XII. JESÚS VIVE PARA SIEMPRE EN LA IGLESIA 42


Antes de iniciar

Lo que vamos a iniciar es una Taller introductorio, fundamental. Se ha pensado


para personas que desean comenzar el estudio de las Sagradas Escrituras. Por
consiguiente no va dirigido a especialistas, a sabios. Para ellos existen sesudos
tratados bíblicos.

Si se trata de un Taller, se tiene que trabajar. Hay objetivos concretos en cada


lección y también tareas que se revisan a partir del inicio de la segunda (Revisión
del trabajo personal).

Para ampliar los conocimientos y profundizar en cada tema es indispensable


tomar nuevos cursos. Es muy conveniente no conformarse con la breve lectura
que se haga en el taller mismo, sino leer más, personalmente, en casa, para que
el Espíritu Santo continúe su obra en cada uno de nosotros.

No se dan definiciones que puedan confundir a los lectores. Cuando se necesiten


aclaraciones lo mejor es acudir a quien más sabe, en nuestro caso a nuestros a
nuestros sacerdotes.

Este Taller fue publicado en la revista Acción Femenina de la UFCM, de la Acción


Católica Mexicana, y una adaptación para los lectores de la revista Presencia
Apostólica, de los misioneros claretianos en México. Hemos empleado la versión
de la Biblia Latinoamericana, pero hemos tenido presentes otras versiones (la
Biblia de Jerusalén, Dios habla hoy, la Biblia de nuestro pueblo…).
I. LA EXPERIENCIA ESCRITA DE UN PUEBLO

Objetivos
1. Invitar a un encuentro personal con Dios que nos habla en cada página de la
Biblia.
2. Comprender que la historia del hombre es donde Dios se hace presente para
establecer una relación personal entre ambos, que convierte esa historia en
historia de salvación.
3. Describir el proceso de cómo llegaron a nosotros los libros de la Biblia.

Partir de la experiencia
Cuando la familia se reúne, sobre todo si aún viven los abuelos, se cuentan historias
de nuestros familiares, incluso de personas que no hemos conocido. Cuando se
aportan esos recuerdos se va construyendo una historia de la familia que todos
comparten, y de esta manera se van conociendo quiénes eran, dónde nacieron, a qué
se dedicaban, qué hicieron en su vida, etcétera.

Un hallazgo interesante
Algo semejante han aportando algunos hallazgos de la historia. En 1947 se
descubrieron en unas cuevas, a unos 12 km de Jérico, junto al mar Muerto, unas jarras
de arcilla con cerca de 600 manuscritos que se han llamado los manuscritos del mar
Muerto o mejor, manuscritos de Qumrán, los cuales han permitido conocer la vida de
los esenios (contemporáneos de Jesús y Juan Bautista), que formaban una
comunidad semejante a los monjes y esperaban de Dios un mundo nuevo con la
llegada inminente del Mesías. Entre esos manuscritos se encontraron textos bíblicos
auténticos de casi todos los libros del Antiguo Testamento. Este lugar se halla cerca
de donde se piensa que Jesús estuvo en el desierto al comienzo de su misión. Y hay
quienes relacionan a estos esenios con Juan el Bautista, por la semejanza entre el
bautismo que Juan predicaba y las abluciones (purificaciones rituales mediante el
agua) de estos “monjes”.

(Se comenta en grupo la información anterior y se invita a que respondan


espontáneamente las siguientes preguntas:)

¿Existe alguna tradición familiar como, por ejemplo, alguna fiesta en que se
reúnan todos los de la familia? ¿Sabes por qué lo hacen así?
¿Podrías contar algo de tus abuelos o bisabuelos, por ejemplo, de dónde eran,
dónde vivían, a qué se dedicaban?
¿Crees que los rollos del mar Muerto se pueden relacionar con el proceso de
formación de la Biblia? ¿Por qué?

Contenido
De manera semejante a como se pueden comentar hechos de nuestra familia, también
podemos conocer los acontecimientos más importantes de la familia de los que
creen en Dios, y esto es lo que hallamos en la Biblia.

Antigüedad
La Biblia recoge aproximadamente 2000 años de historia. Comienza con la figura de
Abrahán (que vivió hacia el año 1900 a. C.) recorre toda la historia del pueblo de
Israel, narra el nacimiento de Jesús y termina con los acontecimientos de los primeros
cristianos (hacia finales del siglo I de nuestra era). Para tener un panorama completo,
podríamos dividir ese largo periodo histórico en diez etapas:

1
1. Patriarcas 6. Destierro
2. Éxodo 7. Retorno del destierro
3. Conquista de Canaán 8. Dominación griega
4. Monarquía 9. Romanos. Vida de Jesús
5. División del reino 10. Primeros cristianos

Proceso de formación
La Biblia trata de todo esto, pero la pregunta que inmediatamente nos viene a la mente
es cómo llegaron a nosotros esas narraciones en forma escrita. Sin entrar en
discusiones, lo que dicen los estudiosos de la Biblia puede sintetizarse así: 1° Se
produjeron hechos históricos (por ejemplo, la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto
y su posterior liberación); 2° Los israelitas reflexionan a partir de sus creencias sobre
lo ocurrido y lo relacionan con Dios, atribuyéndole su intervención; 3° Estas reflexiones
se transmiten oralmente de generación en generación; 4° Esas tradiciones orales se
ponen por escrito y así van surgiendo diversos libros, los cuales son leídos en las
celebraciones religiosas; 5° Los libros se van reuniendo hasta formar la Biblia actual.

Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras nuestras; el Concilio dice:
"La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje
humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición
humana, se hizo semejante a los hombres" (Dei Verbum 13).

Autores. Dios es el autor de la Sagrada Escritura


"Las verdades reveladas por Dios, que están contenidas y se manifiestan en la
Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo." Él ha inspirado
a los autores humanos para que escribieran los libros sagrados. Por lo tanto, aun
cuando fueron escritos por personas de distintas épocas, su autor principal es Dios,
quien los ha inspirado. De aquí se derivan su autoridad y su verdad (a lo que
denominamos inerrancia).

La literatura hebrea se inició aproximadamente en los primeros siglos del primer


milenio antes de Cristo y sus escritos se fundieron con relatos de otras culturas; de
esta manera se originaron los primeros cinco libros del Antiguo Testamento (el
Pentateuco); paulatinamente se fueron agregando las crónicas de los reyes de Israel,
los libros proféticos, los poéticos y las narraciones sapienciales. Los libros del Nuevo
Testamento van a proceder de narraciones escritas con posterioridad a la vida de
Jesús: relatos de la vida y obra de Jesús (que se sintetizan en los evangelios), vida y
actividad de los primeros cristianos (Hechos de los Apóstoles), cartas y Apocalipsis.

Número de libros y lenguas en que se escribieron


Tomando en cuenta todo lo anterior concluimos en que la Biblia no es un solo libro,
sino un conjunto de 73 libros: del Antiguo Testamento, 46 libros que se escribieron en
hebreo, arameo y griego; hacia el siglo III antes de Cristo, 70 sabios judíos tradujeron
al griego toda la Biblia judía (traducción llamada de los Setenta, que incluye no sólo el
canon judío, sino también los libros deuterocanónicos). Del Nuevo Testamento son 27
libros, que se escribieron en griego (el original de Mateo quizá en arameo). La Biblia
completa fue traducida al latín por san Jerónimo hacia el año 400 d.C. En cuanto a la
época de escritura, podría decirse que la Biblia comenzó a redactarse unos mil años
antes de Cristo y se terminó a fines del siglo I de nuestra era.

Géneros literarios
Los libros de la Biblia se escribieron en épocas distintas y con diversos estilos o
géneros literarios (es decir, diferentes maneras de expresión, según la intención del
autor humano). Los principales géneros literarios y su ejemplo son:

2
a. histórico (relatos que se centran en un personaje importante y se pretende
transmitir una enseñanza religiosa: I Sam 17, 40-51).
b. profético (texto en que alguien habla en nombre de Dios para denunciar la mala
conducta y para anunciar un futuro mejor, dando esperanza: Is 58, 6-11).
c. poético (el que expresa sentimientos, vivencias internas, amor, dolor, etc.: Sal 18).
d. sapiencial (reflexiones sobre realidades de la vida hechas por sabios y pensadores:
Prov 3, 27).
e. epistolar (cartas enviadas a alguna o a muchas personas: Tito).
f. apocalíptico (relatos de revelaciones expresados de forma simbólica: Apoc 4, 1-10).

Cómo hallar un pasaje bíblico


En nuestras biblias podemos encontrar al principio o al final el orden alfabético de los
libros, sus abreviaturas y las páginas donde podemos hallarlos. Cada libro tiene un
nombre y está dividido en capítulos (generalmente en números grandes) y éstos están
formados por versos o versículos que llevan un número en tipo más pequeño. En una
cita bíblica primero se escribe la abreviatura del libro, luego el número del capítulo,
una coma y, en seguida, el número del versículo (si son varios versículos se escribe
un guión entre el primero y el último versículo). Por ejemplo: Apoc 4,1-10 significa:
Apocalipsis, capítulo cuatro, versículos del 1 al 10 (véase el apéndice).

Encuentro con la Palabra de Dios


Nos ponemos de pie. Alguien lee pausadamente el salmo 78 (77),1-7.
Atiende, pueblo mío, a mi enseñanza, toma en serio estas palabras de mi boca. En
parábolas voy a abrir mi boca, evocaré los enigmas del pasado. Las cosas que
escuchamos y sabemos, que nos fueron contando nuestros padres, no deben
ignorarlas nuestros hijos. A la futura generación le contaremos la fama del Señor y su
poder, las maravillas que él ha realizado. En Jacob arraigó sus declaraciones, a Israel
le dio una Ley. Luego ordenó a nuestros padres que se las enseñaran a sus hijos.,
para que las conozcan sus sucesores, los hijos que nacerán después. Que éstos se
encarguen de instruir a sus hijos para que éstos confíen sólo en Dios, no olviden las
hazañas de su Dios y observen sus mandatos.

Reflexionamos en silencio la Palabra de Dios para descubrir cuál es el mensaje que


me llega al corazón.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán, espontáneamente, las reflexiones que hayan hecho
tomando en cuenta el contenido del tema y el encuentro con la Palabra de Dios, y
responderán las siguientes preguntas:

a. ¿Cuáles son los cinco pasos del proceso de formación de la Biblia?


b. ¿Quién es el autor/autores de la Biblia?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
a. Procurar aprender de memoria las diez etapas de la historia que nos narra la
Biblia.
b. Aprender de memoria los géneros literarios y saber explicarlos.
c. ¿Cuántos son los libros del Antiguo Testamento y cuántos son los del Nuevo
Testamento; en qué lengua se escribieron?

3
Oración final
Señor Jesús, abre mis ojos y mis oídos a tu Palabra. Que lea y escuche yo tu voz y
medite tus enseñanzas. Despierta mi alma y mi inteligencia, para que tu Palabra
penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla. Dame una gran fe en ti,
para que tus palabras sean para mí otras tantas luces que me guíen hacia ti por los
caminos del amor, de la justicia y de la verdad.
Habla, Señor, que yo te escucho y deseo poner en práctica tu doctrina, porque tus
palabras son para mi, vida, gozo, paz y felicidad. Habla, Señor, tú eres mi Señor y mi
Maestro y no escucharé a nadie sino a ti. Amén.

APÉNDICE
Cómo citar los textos
Al conjunto de letras, signos de puntuación y números que hacen referencia a un texto
bíblico en particular, le llamamos: cita bíblica.
Para poder leer correctamente una cita y localizarla facilmente en la Biblia es
necesario conocer cómo está conformada. Esta puede incluir:
Siglas: Abreviaturas de los nombres de los libros (Génesis = Gn).
Número de libro: Cuando hay varios libros con el mismo título se antepone el número
del libro (Segundo libro de los Reyes = 2Re).
Capítulos: Trozos largos en los que se divide cada libro. Hay en total 1328 capítulos
en toda la Biblia. El número se coloca después de la sigla (Isaías, capítulo 14 = Is 14).
Versículos: Trozos más pequeños en los que se divide cada capítulo. Se ponen
después del número del capítulo, separado por una coma (Isaías, capítulo 14,
versículo 7 = Is 14,7).
Coma: Separa al capítulo del versículo (Gn 3,1).
Punto: Significa “y” (Génesis, capítulo 3, versículo 1 y 9 = Gn 3,1.9).
Guión: Significa “al” (San Juan, capítulo 7, versículo del 4 al 8 = Jn 7,4-8).
Letra “s”: Significa “siguientes” (San Lucas, capítulo 11, versículo 27 y siguientes
hasta terminar el capítulo = Lc 11, 27s).
Letras “a, b y c”: Son pequeñas partes en las que se puede dividir el versículo
(Génesis, capítulo 4, versículo 3 en la segunda parte = Gn 4,3b).
Punto y Coma: Escribir una cita después de otra (Jn 1,18; 15,13; Mt 5,8).

Ejemplos:
Jb 20,14. Tendremos que leer de esta manera: libro de Job, capítulo 20, versículo 14.

Mt 15, 5-9. Se leerá así: Evangelio según san Mateo, capítulo 15, versículos del 5 al 9.
En este caso la cita nos pide leer los versículos que van desde el número 5 hasta el
número 9 inclusive. Lc 5,19-6, 2. Se leerá: Evangelio según san Lucas, capítulo 5,
desde el versículo 19 hasta el capítulo 6 versículo 2. Eso es que tendremos que leer
desde el versículo 19 del capítulo 5, hasta el versículo 2 del capítulo 6.

Ez 14,3.7.12. Se leerá: libro de Ezequiel, capítulo 14, versículos 3, 7 y 12. En este


caso la cita se refiere a que leamos del capítulo 14 sólo los versículos 3, 7 y 12,
saltando los demás versículos intermedios.

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II. EL CREADOR ES PADRE Y ES AMIGO DE NOSOTROS

Objetivos
1. 1.Entender que en la Biblia encontramos mensajes religiosos inspirados por
Dios y no enseñanzas científicas.
2. Captar que Dios es el autor de cuanto existe y que todo lo hizo bien.

Revisión del trabajo personal


Ponemos en común nuestros conocimientos estudiados y las tareas de la reunión
anterior:
¿Recordamos cuáles son las diez etapas de la historia de la Salvación?
¿Memorizamos los principales géneros literarios y los entendimos?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad el siguiente relato:

Dios es creador del universo


Una tarde, al llegar a casa, Manolito le pregunta a su mamá que si es cierto que el
mundo empezó cuando ocurrió una explosión que se llama Big Bang. La mamá quedó
sorprendida por la pregunta, pero recobró su aplomo y le dijo: Ven, vamos a ver la
enciclopedia que les compró papá. Buscaron y encontraron que el Big Bang es una
teoría que dice que hace miles de millones de años hubo una gran explosión y que de
allí se originó el universo. Pero, mamá, replicó el niño, en el catecismo nos dijeron
que la Biblia dice que Dios hizo el mundo en seis días. ¿A quién debo hacerle caso, a
la maestra en la escuela o a mi catequista?

La mamá acarició la cabecita del niño y con calma le dijo: Tranquilo, Manolito, y oye
bien; la Biblia no es un libro científico, sino un libro religioso, y nos cuenta las cosas
para dejarnos un mensaje también religioso. En este caso cuenta que el origen del
mundo y de todo lo que existe está en el poder de Dios. A ver, mamá, ¿quieres decir
que Dios creó el mundo aunque no sepamos cómo lo hizo? –Así es, respondió la
señora; lo que asegura la Biblia es que Dios creó el mundo. Cómo lo hizo es otra cosa.
¿Y la ciencia?, preguntó el niño entusiasmado. Las ciencias, contestó la mamá,
dicen cómo pudo suceder, pero no dicen quién hizo que así sucediera.
Otra pregunta, mamá. La maestra dice que el hombre viene del mono. Y de veras
que los changuitos parecen niños chiquitos. Bueno, contestó la mamá, sonriendo. El
hombre primitivo se parecía más al mono que el hombre actual. Es posible que unos
seres hayan evolucionado a lo largo de miles y miles de años. El niño, asombrado, le
dijo: Entonces, si fuera cierto que venimos del mono, ¿por qué la Biblia dice que Dios
hizo al hombre y a la mujer? Calma, Manolito, deja que te explique lo que aprendí el
otro día en mi clase de Biblia: Es lo mismo que en el caso del universo. Supongamos
que sí fue por medio de la evolución, entonces fue porque Dios hizo que fuera así.
–Mamá, interrumpió el niño, los monos son re-feos y nosotros somos diferentes. Por
supuesto, dijo la señora, pero si te fijas bien en la Biblia se dice que Dios nos infundió
su espíritu y nos creó a su imagen y semejanza, y por eso podemos pensar, somos
libres, tenemos voluntad y hemos inventado muchas cosas. ¡Ah, qué bueno!, gritó
Manolito, ya entendí y le voy a contar a la maestra para que se lo explique a los demás
niños de la clase en la escuela.

Se comenta entre los asistentes el relato anterior y se les invita a responder,


espontáneamente, las siguientes preguntas.
¿Qué había antes de que Dios creara el mundo? a) el sol, b) nada, c) el cielo.
Dios creó el mundo: a) para que lo seres humanos pudieran vivir en él, b)
porque se aburría mucho, c) porque quería dar de lo que tenía.

5
Para qué creó Dios al hombre y a la mujer? a) para que hubiera seres vivos en
el mundo, b) para compartir con ellos su vida y su amor, c) para domesticar a
los animales.

Contenido
Los hombres y mujeres de todos los tiempos se han preguntado, igual que nosotros,
por qué existimos, cómo empezó la vida. Y todos los pueblos –todos sin excepción–
han dado sus respuestas. Pero la respuesta del pueblo de Israel, además de
inspirada por Dios, no sólo es completa sino hermosa en su concepción, cargada de
espíritu religioso, no obstante que, como los demás pueblos de la Antigüedad, tenían
la misma concepción del universo. El relato de la creación en la Biblia se desarrolla en
una semana, durante la cual Dios trabaja seis días creando y descansa el séptimo.
Con ello se destaca la importancia tanto del trabajo como del descanso. Además, se
comprende que el hombre y la mujer colaboran con Dios y que deben descansar, por
lo cual repugna la esclavitud y el que existan condiciones inhumanas de trabajo. En
fin, junto con el descanso físico que permita restaurar las fuerzas de la persona, se
trata de que el ser humano agradezca a Dios los dones recibidos mediante el culto y la
oración.

La creación del mundo sigue estos pasos en la Biblia (Génesis 1,1-30; Génesis 2,1-4):

Día 1° Dios crea el día y la noche Día 4° Dios crea el sol, la luna y las
estrellas
Día 2° Crea el cielo Día 5° Crea los peces, cetáceos y las
aves
Día 3° Hace surgir los continentes, la Día 6° Crea las fieras, los animales
tierra y el mar domésticos, los reptiles y, como corona,
al hombre y a la mujer
Día 7° Dios descansa y consagra ese día

De este relato podemos destacar las siguientes ideas:


El universo ha sido creado por Dios. Todas las cosas surgieron de la mano
del Señor.
El hombre y la mujer son la obra maestra del Creador. Es la única criatura
hecha a imagen y semejanza de Dios, y sólo al ser humano le ofrece el resto
de la creación.
Todo lo que hace Dios es bueno. Al leer el relato de la creación podemos
fijarnos que se repite: “Y vio Dios que era bueno.”

El mensaje que Dios nos transmite es bastante claro y aunque coincide con otros
relatos de culturas diferentes, el de la Biblia es distinta en tres ideas fundamentales:

a. Dios es único (no hay dioses y diosas).


b. Él crea todo lo que existe de la nada (no lo crea de algo preexistente, ni lucha
con nadie para hacerlo).
c. Crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza para que sean sus
amigos (no sus esclavos).

Creación de la especie humana


Si nos detenemos en la creación del hombre y de la mujer tenemos que destacar otras
consecuencias:

a. Si ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios significa que los dos
son iguales en su dignidad (Gn 1,26).

6
b. Si la creación fue entregada por Dios al ser humano para que la cuide y disfrute
de ella, el hombre y la mujer son responsables de esa creación (hoy hablamos
de ecología, Gn 2,15) y también de la vida (hoy hablamos del respeto a la
transmisión de la vida, Gn 1,28).

El mal en el mundo
Una enseñanza más que hay en este relato de la creación es acerca del mal en el
mundo.

En el Génesis leemos que “Yavé Dios tomó al hombre y lo puso en el Edén, para que
lo cultivara y lo cuidara” (Gn 2, 15). Es decir, que Dios quiso que el hombre y la mujer
fueran felices. Sin embargo en el capítulo 3, versos 1 a 8 puede leerse cómo esa
amistad que Dios procuró con el ser humano fue rota por éste, y ese rompimiento de la
armonía del plan de Dios es a lo que llamamos “pecado”, que consiste en romper la
relación con Dios. El pecado de Adán y Eva es el símbolo y origen del pecado de todo
ser humano y por eso le llamamos pecado original.

El primer anuncio de la salvación de Dios


Pero, ¡y esto es lo maravilloso, lo admirable!, Dios no abandona al hombre y a la
mujer, porque después de la narración del pecado aparece el primer anuncio de la
salvación de Dios, cuando él le dice a la serpiente: “Haré que haya enemistad entre ti
y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza” (Gen 3, 14-15).
Este es el anuncio de la salvación que va a desarrollarse en la historia del pueblo de
Israel hasta llegar a la Virgen María de quien nace Jesús, el hijo de Dios.
Como hemos visto en este reunión, en el Génesis recibimos mensajes de Dios
narrados a un pueblo de hace más de 2000 años. No se pretendía darles una
enseñanza científica, sino de responder a sus inquietudes mediante un mensaje
religioso, a ese pueblo que creía firmemente en Yavé, su Señor.

Encuentro con la Palabra de Dios


Nos ponemos de pie. Uno de los asistentes lee pausadamente el siguiente comentario
de Juan Pablo II sobre la Sagrada Escritura (del discurso en Ucrania, junio de 2001):
“Al leer la Biblia descubrimos desde la primera página que Dios nos habla. Nos habla
al dar vida a la creación: cielo, tierra, luz, agua, seres vivos, hombre y mujer, todo
existe por su mera palabra. Su palabra da sentido a todas las cosas liberándolas del
caos. Por eso la naturaleza es un inmenso libro en el cual podemos buscar,
continuamente maravillados, las señales de la belleza divina… Incluso, más que en la
creación, Dios habla en la historia de la humanidad. Revela su presencia en los
acontecimientos del mundo estableciendo un diálogo con los hombres creados a su
imagen.”

Reflexionamos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán espontáneamente las reflexiones que hayan hecho en
su encuentro con respecto al relato de la creación contenido en el Génesis y
responderán a estas preguntas:
¿Qué tipo de verdades debemos buscar en la Biblia: religiosas o científicas?
¿Por qué?
¿Para qué nos sirve la Biblia?
¿Cuál es el principal contenido de la Biblia?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

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Tarea
Leer detenidamente la narración de la creación en Gn 1,1-2,3
Anotar en cuáles versículos se hallan estas verdades:
a. Dios es creador del mundo
b. El hombre es superior a las demás criaturas
c. El hombre es responsable de las demás criaturas

Oración final
Desde que era joven, antes de todos mis viajes, resueltamente he pedido en mi
oración la sabiduría… En ella hallé mi alegría: venía como flor de un racimo que
madura…¡Cuánto no progresé gracias a ella! Quiero rendirle gloria al que me la dio.
Me había decidido ponerla en práctica, busqué ardientemente el bien y no me he
arrepentido de ello. Me hizo soportar duros combates, pues me esforcé por cumplir
toda la ley. Levantaba mis manos hacia el cielo, deplorando mis insuficiencias al
respecto. Me volví a ella con toda mi alma, y la encontré a fuerza de purificación. (Sir
51, 13-20).

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III. DIOS SE COMUNICA CON SUS AMIGOS Y CUMPLE SUS PROMESAS

Objetivos
1. Conocer con quién, cuándo y cómo Dios establece comunicación con el ser
humano
2. Tomar conciencia de que Dios sale a nuestro encuentro en nuestras
necesidades.
3. Comprender de qué manera las promesas que hizo Dios a Abrahán se
cumplieron plenamente en Jacob.

Revisión del trabajo personal


Ponemos en común nuestros conocimientos estudiados y las tareas de la reunión
anterior:
¿Por qué decimos que Dios es Creador del universo?
¿En que radica que el ser humano sea superior a las demás criaturas?
¿Por qué se dice que somos responsables de las demás criaturas?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad la siguiente reflexión:
¿Qué es una promesa? Es la obligación que nos imponemos de hacer o decir algo.
Todos hemos hecho la promesa de algo: mejorar nuestra vida, ayudar a alguien,
prestar alguna cosa, etc. A los niños solemos prometerles un premio si se portan bien,
si estudian, si dejan de pelear con sus hermanos… Cuando crecen, si hay
posibilidades se promete un premio a los hijos que obtengan buenas calificaciones o
logren excelentes resultados. Los jóvenes que van a contraer matrimonio hablan de su
prometido o de su prometida, de tal manera que cuando se casan decimos “se
prometieron amor eterno”.

¿Qué pasa cuando no cumplimos nuestras promesas? Los niños reclaman sus
derechos y nos dicen que los mayores no cumplen lo que ofrecen. Por ejemplo,
aquella profesora que había ofrecido una excursión al grupo de los niños mayorcitos y
por circunstancias ajenas a su voluntad (la lluvia, el mal tiempo…) no se había
realizado. Ellos argumentaban que los otros profesores sí les habían cumplido a sus
alumnos y que a ellos no, por lo cual hasta podrían perder la ilusión de salir al campo.
A la profesora se le ocurrió aprovechar las circunstancias y les dijo que ya que
hablaban de promesas les quería preguntar acerca de las promesas de ellos: algunos
habían ofrecido no masticar chicle en clase, otros habían prometido estudiar y entregar
sus tareas diarias y algunos más habían ofrecido no reñir entre ellos. Cuando
escucharon que la maestra les reclamaba el incumplimiento de sus promesas ellos
callaron y la profesora concluyó: ¿Con qué derecho exigen que yo cumpla mi
promesa? Sepan esperar y cuando las circunstancias lo permitan tengan la certeza
que les voy a cumplir.

En el caso de los novios, qué hermoso es escuchar a una pareja de jóvenes que se
prometen “amor eterno”. Pero qué tristeza nos produce constatar que un gran número
de matrimonios jóvenes se olvidan de sus promesas y a los pocos años de casados
pretenden separarse.

Se comenta entre los asistentes la reflexión anterior y se les invita a responder,


espontáneamente, las siguientes preguntas:
¿Es lo mismo una promesa que un ofrecimiento? ¿Por qué?
¿Qué se puede pensar de una persona que no cumple sus promesas?
En el matrimonio ¿se hace un ofrecimiento o una promesa?

9
Contenido
Hace unos 4000 años aproximadamente, los habitantes de Mesopotamia se
agrupaban en tribus o clanes y muchos eran pastores nómadas, es decir, buscaban
las mejores tierras para sus ganados y su sustento. Cada tribu tenía su patriarca, que
era la persona sabia de quien se esperaban los consejos y la capacidad para
solucionar conflictos. Al morir el patriarca, el hijo mayor heredaba sus bienes y se
convertía en el nuevo patriarca de la tribu. En la Biblia se nos habla de tres patriarcas
principales: Abrahán, Isaac y Jacob. No sólo son importantes para la vida y
organización de la tribu, sino porque fueron sus líderes espirituales y, por su especial
relación con Dios, fueron intermediarios entre él y el resto de la población.

Abrahán era un pastor nacido en Ur, que vivía en Jarán (ambos eran poblados cerca
del río Ëufrates, en la Mesopotamia). Estaba casado con Sara pero no tenían hijos
porque ella era estéril. Aunque por entonces mucha gente era politeísta (creían en
muchos dioses), Abrahán creía que existía un único Dios, creador del cielo y de la
tierra. La vida del patriarca cambió cuando Dios salió a su encuentro.

Sabemos que el hombre y la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios y


que gozaban de su amistad; y por el abuso de su libertad rompieron esa amistad; pero
los designios divinos encontraron la manera de hacer cumplir sus planes y Dios les
hizo una promesa de salvación. Pues bien, Abrahán fue la persona que el Señor
designó para llevar adelante su plan o historia de salvación.

El llamado a Abrahán
Dos cosas se pueden destacar en Abrahán: su fe y su relación con Dios porque fue un
hombre de confianza ilimitada en Dios y porque fue su amigo fiel. Un día Abrahán
entendió que Dios le hablaba y le ordenaba que dejara su país para emigrar a otra
tierra pues Dios quería formar un pueblo del que Abrahán sería padre (Gen 12, 1-2). El
Señor le prometió una tierra en posesión y una descendencia numerosa, de lo cual
carecía el patriarca.

La promesa de Dios a Abrahán


Abrahán se puso en camino hacia Canaán en donde se estableció y prosperó. Algún
tiempo después hubo una gran sequía en Canaán y tuvo que irse a Egipto en donde
estuvo doce años. Cuando volvió a Canaán, Dios le hizo esta promesa (Gen 13, 14-
16): Levanta tus ojos y mira desde el lugar en que estás… Pues bien, toda la tierra que
ves te la voy a dar a ti y a tu descendencia para siempre… Multiplicaré tu
descendencia como el polvo de la tierra…
En señal de amistad y agradecimiento Abrahán le dedicó un altar a Yavé en Mambré
(también en Canaán).

De la promesa a la alianza
Abrahán y Sara ya eran ancianos y aún no tenían descendencia. Un día él le expuso
sus dudas a Dios y éste le dijo (Gen 15, 5-6): Mira al cielo y cuenta las estrellas, si
puedes. Así será tu descendencia.

Pero no todo fue promesa, sino que Dios fue más allá, pues quiso obligarse frente a
Abrahán y su descendencia mediante una alianza es decir, un pacto o acuerdo en el
que, quienes lo hacen, se comprometen a cumplir lo acordado . Veamos lo que se
dice en Gen 17, 7: Tenía Abram noventa y nueve años, cuando se le apareció Yavé y
le dijo: ”Yo soy el Dios de las Alturas. Camina en mi presencia y sé perfecto. Yo
estableceré mi alianza entre Yo y tú, y te multiplicaré más y más.” Abram cayó rostro
en tierra, y Dios le habló así: “Esta es mi alianza que voy a pactar contigo: tú serás el
padre de una multitud de naciones. No te llamarás más Abram, sino Abrahán, pues te
tengo destinado a ser padre de una multitud de naciones. Yo te haré crecer sin límites,

10
de ti saldrán naciones y reyes, de generación en generación. Pacto mi alianza contigo
y con tu descendencia después de ti: ésta es una alianza eterna. Yo seré tu Dios y,
después de ti, de tu descendencia. Yo te daré a ti, y después de ti a tu posteridad, la
tierra en que vives como peregrino, es decir, toda la tierra de Canaán, en posesión
perpetua, y seré el Dios de los tuyos” (Gen 17, 1-8).

Nacimiento de Isaac
Pacto mi alianza contigo y con tu descendencia después de ti; esta es una alianza
eterna. Yo seré tu Dios y, después de ti, de tu descendencia… Y luego también le dijo:
A Saray, tu esposa, ya no la llamarás Saray, sino Sara. Yo la bendeciré y te daré de
ella un hijo... pueblos y reyes saldrán de ella (Gen 17, 15-16).

Un año después nació Isaac. Las promesas no se habían cumplido inmediatamente


pero Abrahán había sabido esperar. En Gen 22, 1-18 se dice que Dios pide a Abrahán
que le sacrifique a su hijo. ¿Es esto aceptable? Los pueblos antiguos tenían la
costumbre de sacrificar animales a sus dioses para obtener su protección, incluso
sacrificaban niños para dar a la divinidad lo mejor y más valioso que tenían. Muchos
israelitas imitaban esas costumbres y Abrahán considera que esa es la voluntad de
Dios; sin embargo, Dios interviene para que Abrahán respete la vida de su hijo y así
manifiesta el Señor que no aprueba los sacrificios humanos.

Aquí podemos reflexionar dos hechos importantes: en el cap. 17: la única Palabra que
se oye es la de Dios y, en consecuencia, la alianza que él propone es un don gratuito
en el que Dios se obliga a sí mismo frente a Abrahán y frente a su descendencia, de
generación en generación (v. 7:Yo seré tu Dios y después de ti, de tu descendencia).

El pueblo de Dios
Cuando Abrahán murió, Isaac permaneció en Canaán. También a él lo bendijo Dios en
abundancia y tuvo muchos hijos; entre ellos Esaú y Jacob. Esaú era el primogénito y a
él le correspondía recibir la herencia, pero vendió su primogenitura por un plato de
lentejas (Gen 25, 27-33). Jacob se hizo pasar por Esaú y logró que su padre lo
bendijera. Después se fue lejos de su tierra y en el camino Dios le salió al encuentro
(Gen 28, 12-15) y le hace la misma promesa que a Abrahán (darle tierra y
descendencia).

Los israelitas daban a cada persona un nombre relacionado con su vida. Y en la Biblia
nos encontramos muchos casos en que cambia el nombre de una persona porque su
vida va a cambiar (Abrahán, Sara): Así sucedió con Jacob, pues se le dice (Gen 32,
29): En adelante ya no te llamarás Jacob (suplantador), sino Israel, o sea, Fuerza de
Dios. Jacob regresó a la tierra de sus padres con sus hijos y también con su hermano.
Compró la tierra en que habían vivido Abrahán e Isaac y allí se instaló.

Jacob tuvo doce hijos y de su descendencia nació el pueblo de Israel, al que la Biblia
identifica como el pueblo de Dios, de manera que en Jacob se cumplieron las
promesas que Dios había hecho a Abrahán. A través de Abrahán, Isaac y Jacob, Dios
ofreció su amistad a los hombres y mujeres de Israel. Se consideran los tres patriarcas
principales y por eso es frecuente leer en el Antiguo Testamento esta frase “el Dios de
Abrahán, Isaac y Jacob” o “el Dios de nuestros padres”.

Lo que descubrieron los israelitas de la experiencia de los patriarcas

Dios:
Desea la felicidad de los hombres y Está cercano como amigo del hombre
mujeres (véase Gen 18, 23-33). (Gen 28, 15).

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Sale al encuentro de las personas y les Bendice a las personas y su bendición es
ofrece aquello de lo que carecen (Gen eficaz (Gen 28, 13-14).
12, 1-2).
Comparte sus planes con los hombres y Cumple su palabra: la formación del
dialoga con ellos, escucha la oración de pueblo de Israel en la tierra de Canaán.
las personas (Gen 18, 16 -31).

Abrahán creyó y se comprometió a obedecer al Señor. Dios cumplió su promesa y la


alianza que había pactado con Abrahán. Lo más admirable es que Dios invita hoy a
todos los hombres y mujeres del mundo a formar parte de su pueblo.

Encuentro con la Palabra de Dios


Nos ponemos de pie. Uno de las asistentes lee pausadamente el texto siguiente:
Por eso la fe es el camino, y todo es don. De este modo la promesa de Abrahán queda
asegurada para toda su raza, no sólo para sus hijos según la Ley, sino también para
aquellos que por la fe son hijos suyos... Abrahán creyó y esperó contra toda
esperanza, llegando a ser padre de muchas naciones, según le habían dicho: ¡Mira
cuán numerosos serán tus descendientes! No vaciló en su fe, olvidando que su cuerpo
ya no podía dar vida tenía entonces unos cien años y que su esposa Sara ya no
podía tener hijos. No dudó de la promesa de Dios ni dejó de creer; por el contrario, su
fe le dio fuerzas y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que cuando Dios
promete algo, tiene poder para cumplirlo.. Y Dios tomó en cuenta esa fe para hacerlo
justo (Rom 4, 16-22).

Reflexionamos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán espontáneamente las reflexiones que hayan hecho en
su encuentro con respecto a la promesa de Dios a Abrahán y la alianza que quiso
hacer y obligarse con él, y responderán a estas preguntas:
¿A qué se comprometió Dios y cómo lo cumplió?
¿A qué se comprometió Abrahán en nombre suyo y de su descendencia?
¿De qué es modelo el patriarca Abrahán?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Buscar los pasajes en donde se encuentra la vocación de Abrahán, la promesa
de Dios y la alianza que hizo con Abrahán.
Buscar también en dónde se halla la Intercesión por Sodoma, el nacimiento de
Isaac, el sacrificio de Isaac; finalmente, en dónde se halla la creación del
pueblo de Israel.

Oración final
Señor: Esperamos ser una Iglesia viva, fiel y creíble que se alimenta en la Palabra de
Dios y en la Eucaristía. Vivir nuestro ser cristiano con alegría y convicción como
discípulos-misioneros de Jesucristo. Formar comunidades vivas que alimenten la fe e
impulsen la acción misionera. Valorar las diversas organizaciones eclesiales en
espíritu de comunión. Promover un laicado maduro, corresponsable con la misión de
anunciar y hacer visible el Reino de Dios. Impulsar la participación activa de la mujer
en la sociedad y en la Iglesia.
(Del Mensaje de los Obispos en Aparecida, 2008)

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IV. UN PUEBLO DE HOMBRES Y MUJERES LIBRES
Objetivos
1. Descubrir el mensaje fundamental del éxodo: Dios libera y salva a su pueblo.
2. Entender en qué consiste la Alianza entre Dios y su pueblo y valorarla en la
historia de la salvación.
3. Valorar el derecho de toda persona a ser libre e invitar a librarse de toda
esclavitud.

Revisión del trabajo personal


¿En qué consistió la alianza que hizo Dios con Abrahán?
¿Qué enseñanza podemos sacar del sacrificio de Isaac?
¿Cómo nace el pueblo de Israel?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad la siguiente reflexión:

Es de todos conocido cómo se inició la guerra de independencia en México. Por


entonces había esclavitud, solamente los españoles podían tener cargos públicos; ni
siquiera los criollos o hijos de españoles nacidos en el país gozaban de todos los
derechos. Hasta que un sacerdote, el cura Hidalgo, arengó al pueblo y se lanzaron
todos a conquistar su independencia de España. En el grupo de insurgentes habían
militares, personas que aun estando en el gobierno no veían bien la situación (como el
corregidor Domínguez y su esposa doña Josefa); entre todos, destacaron bastantes
sacerdotes (Morelos, Matamoros y muchísimos más) que en conciencia deseaban la
libertad de su patria. Incluso Iturbide, quien había sido enviado a combatir a los
insurgentes acabó por ser parte de los que anhelaban la libertad del pueblo mexicano
consumó la independencia e hizo su entrada a la cabeza del Ejército Trigarante. Con
todos los defectos de las guerras, México dejó de depender de España y se le dio
gracias a Dios celebrando un Tedéum en la catedral de México. Ahora ya no hay
esclavitud, nosotros elegimos a los gobernantes y gozamos plenamente de nuestros
derechos humanos. Nuestra completa independencia depende del esfuerzo de todos
nosotros.

Se comenta entre los asistentes la reflexión anterior y se les invita a responder,


espontáneamente, las siguientes preguntas:
¿Hay diferencia entre la vida de México que conocemos por la historia y
nuestra vida actual?
¿Fue el P. Hidalgo un líder que arrastraba a los demás hacia la libertad?
¿Debemos dar gracias a Dios por ser independientes?

Contenido
El pueblo de Israel es fruto de la elección de Dios en la promesa que le hizo a
Abrahán. Así que en la historia de la salvación el protagonista principal es Dios porque
de él parte la iniciativa en su relación con la humanidad.
El pueblo de Israel se asentó en la tierra de Canaán, pero debido a una gran escasez
de alimentos los hijos de Jacob (Israel) acudieron a Egipto en donde José –el hermano
que ellos vendieron– era primer ministro (la historia de José está en Gen 37 a 50). Allí
los israelitas se quedaron, se multiplicaron y crecieron al grado que las autoridades
egipcias los temieron y les pusieron capataces hasta sobrecargarlos de trabajos
pesados y, finalmente, esclavizarlos; así estuvieron 430 años. Dios manifiesta su
voluntad tomando la iniciativa y, como siempre para actuar en la historia se vale de
intermediarios humanos –antes, Abrahán; ahora, Moisés–.

13
El éxodo
Al sentirse oprimido, el pueblo de Israel clamó a Dios pidiendo ayuda. Él lo escuchó,
se apiadó de ellos y decidió liberarlos de su situación. En Ex 2, 23-25 leemos: “El
pueblo de Israel sufría bajo la esclavitud. Gritaban, y su grito subía desde los lugares
de trabajo hasta Dios. Oyó Dios sus lamentos y se acordó de su Alianza con Abrahán,
Isaac y Jacob. Y miró Dios con bondad a los hijos de Israel y los atendió.”

En la Palabra de Dios descubrimos que Dios escucha a quienes acuden a él y


podemos comprender que Dios siempre ayuda a su pueblo. Para hacerlo eligió a
Moisés; éste era un pastor que se había sentido ofendido por la manera como su
pueblo era tratado; y tuvo una experiencia de Dios al ver una zarza ardiente: “Yavé
dijo: He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando
los maltrataban sus mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos, y por esta razón estoy
bajando para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlos subir de aquí a un país
grande y fértil…” Y agregó: “Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto
a mi pueblo, los hijos de Israel” (Ex 3, 7-10).

Moisés recibe un plan de acción concreto: “Ve y reúne a los jefes de Israel y les dirás:
Yavé , el Dios de sus padres, se me apareció… He decidido sacarlos de esta opresión
en Egipto y trasladarlos a una tierra que mana leche y miel” (Ex 3, 16-17).

Igual que nosotros en el apostolado, cuando tememos dar nuestro testimonio, Moisés
se resiste y arguye que no le van a creer, sin tomar en cuenta que Dios está con él.
También, cuando nuestros dirigentes nos piden que salgamos a evangelizar, igual que
Moisés respondemos: “Por favor, Señor, ¿por qué no mandas a otro?” (Ex 4, 14).

Por fin, Moisés se convence y se presenta ante Faraón junto con su hermano Aarón.
La reacción del monarca es igual que la de cualquier autoridad incrédula: ”¿Quién es
Yavé para que yo escuche su voz y deje salir a Israel? No conozco a Yavé y no dejaré
salir a Israel. Aquel mismo día Faraón dio la siguiente orden a los capataces del
pueblo y a sus secretarios israelitas: ya no darán paja al pueblo para hacer ladrillos,
como lo hacían antes. Que vayan ellos mismos a coger paja. Pero le exigirán la misma
cantidad de ladrillos que hacían antes, sin disminuir uno solo. Son unos flojos, y por
eso vienen aquí con sus gritos” (Ex 5, 2. 6-8).

Ni las plagas ablandan el corazón del Faraón. Tras la insistencia de Moisés y la


muerte de todos los primogénitos varones de Egipto, el monarca accede. A los
israelitas se les ordena la noche de la salida que sacrifiquen un corderito, con cuya
sangre rociarían los postes y las puertas de los israelitas para que fueran reconocidos
por el ángel exterminador. Dice la Biblia que “Esta es la noche y la vigilia en honor de
Yavé que sacó a Israel del país de Egipto. Esta noche es para Yavé, y los hijos de
Israel la pasarán velando, año tras año, perpetuamente” (Ex 12, 42).

La Palabra de Dios interpreta la salida del pueblo de Israel de Egipto como la Vigilia de
Yavé-Dios sobre el pueblo, porque es la noche en que se manifiesta el Dios que ha
estado vigilando y cuidando a su pueblo; es cuando los israelitas sienten el paso
efectivo de Yavé. Así como al pueblo de Israel se le pide que esté despierto y vigilante
para recordar esta vigilia, a nosotros se nos pide lo mismo porque también se ha
iniciado nuestra liberación, nuestra Pascua.

Al tomar conciencia de la partida de los israelitas, tanto el Faraón como su gente


salieron a perseguirlos. Cuando se dan cuenta los israelitas, proyectan su falta de
confianza en su líder Moisés y le dicen llenos de miedo: “Acaso no habían tumbas en
Egipto para que nos hayas traído a morir al desierto?, ¿qué has ganado con sacarnos
de Egipto? Te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, y mejor servimos a los

14
egipcios, porque más nos conviene servir a los egipcios que morir en el desierto” (Ex
14, 11-12). Es la misma reacción de muchos cristianos faltos de fe que nos abatimos
cuando hay pequeños fracasos o no salen las cosas como las planeamos. Olvidamos
que Moisés les dijo: “No se asusten, permanezcan firmes. Vean la obra de Yavé y
cómo los salva hoy” (Ex 14, 13).

El pueblo de Israel, guiado por Moisés, salió de Egipto y emprendió el camino de la


liberación hacia la Tierra Prometida. Este camino es largo y lleno de dificultades y se
llama “éxodo”, nombre que también lleva el segundo libro de la Biblia en donde se
relata detalladamente el inicio de esta liberación.

La reflexión principal que hasta aquí podemos hacer es que Dios es salvador porque
convierte a Israel en un pueblo libre guiado por Moisés, que sigue las indicaciones del
Señor, por un camino en el que Dios abre el mar rojo (Ex 14, 5-29), envía comida (Ex
16, 11-19), bebida (Ex 17, 1-3) y lo protege de sus enemigos.

La Alianza
Con Moisés a la cabeza, los israelitas van superando las dificultades y se dirigen al
desierto de Sur; por consejo de su suegro, Moisés designa a los jueces para ayudarlo
en la conducción del pueblo. Tres meses después de la salida de Egipto llegan al
desierto de Sinaí; allí acampan y Dios llama a Moisés al monte Horeb (o Sinaí) en
donde le comunica la alianza que quiere hacer con los israelitas para que se lo
transmita al pueblo: “Ahora, pues, si ustedes me escuchan atentamente y respetan mi
alianza, los tendré por mi propio pueblo entre todos los pueblos. Pues el mundo es
todo mío, pero los tendré a ustedes como un reino de sacerdotes y una nación que me
es consagrada. Todo el pueblo a una voz contestó: Haremos todo lo que Yavé ha
mandado. Luego Moisés llevó a Yavé la respuesta del pueblo” (Ex 19, 4-8).

En resumen, en el monte Sinaí Dios e Israel hicieron una Alianza, es decir un pacto:
Dios ofrece amistad y protección al pueblo de Israel, y el pueblo de Israel se
compromete a obedecer a Dios, cumpliendo sus mandatos contenidos en el Decálogo.
Pero los israelitas no siempre se mantuvieron fieles a la Alianza, y Dios, no obstante,
volvía a admitirlos en su amor y amistad si mostraban arrepentimiento.

Finalmente el pueblo de Israel llega a Canaán, la Tierra Prometida, pero Moisés muere
antes de entrar en ella y en su lugar queda Josué, quien entra a Canaán conduciendo
al pueblo.

Dios ha cumplido su promesa: Él se ha constituido Salvador mediante la Alianza


concretada en el Decálogo, protege a Israel pues Dios lo ha liberado de la esclavitud,
lo ha guiado para que no se extravíe, lo ha ayudado en sus dificultades y ha saciado
sus necesidades. Podemos decir que se cierra una etapa más de la historia de la
Salvación.

Encuentro con la Palabra de Dios


Nos ponemos de pie. Uno de los asistentes lee pausadamente el texto siguiente:
“Dios habló a Moisés, le dijo: Yo soy Yavé. Me di a conocer a Abrahán, a Isaac y a
Jacob como Dios de las alturas, pues no quise revelarles este nombre mío: Yavé.
También pacté mi alianza con ellos para darles la tierra de Canaán, la tierra en donde
estuvieron como peregrinos. Ahora me acuerdo de mi alianza al oír los gemidos de los
hijos de Israel oprimidos por los egipcios. Por lo tanto, diles de mi parte: Yo soy Yavé.
Que quitaré de sus espaldas los duros trabajos de Egipto y los liberaré de la
esclavitud. Yo les devolveré la libertad con golpes tremendos de mi mano y con
intenciones manifiestas. A ustedes los tomaré para pueblo mío, y seré Dios para
ustedes” (Ex 6, 2-7).

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Reflexionamos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán, espontáneamente, las reflexiones que hayan hecho
tomando en cuenta el contenido del tema y el encuentro con la Palabra de Dios, y
responderán las siguientes preguntas:
¿De quién fue la iniciativa para salir de la esclavitud de los egipcios? ¿Cómo
ocurrió?
¿Cómo interpreta la Biblia la salida de los israelitas de Egipto?
¿En qué consistió la Alianza entre Dios y el pueblo israelita?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Busque en la Biblia lo siguiente:
Cordero pascual (Ex 12, 1-14) Alianza (Ex 19, 1-8)
Éxodo o salida (Ex 13, 17-22) Arca de la Alianza (Ex 25, 10-22)
Maná y codornices (Ex 16, 1-20 Decálogo (Ex 20, 1-17)

Oración final
Señor: Hoy también hay personas que viven esclavas de las drogas, el alcohol, el
dinero, la pobreza, el desempleo y también hay muchas situaciones en que la
dignidad de la persona se ve deteriorada. Los seres humanos nos podríamos clasificar
entre los que abusan y oprimen y en los que han de callar. Concédenos, ¡oh, Dios!,
que siempre estemos de tu lado para comprometernos con los que necesitan ser
liberados o salvados. Amén

16
V. LA MONARQUÍA: ESPLENDOR Y OCASO DE UN SUEÑO QUE FUE
REALIDAD

Objetivos
1. Descubrir nuevos hechos que manifiesten la acción salvadora de Dios en la
historia de Israel.
2. Reforzar la importancia que otorga la Biblia a la fidelidad a Dios
3. Descubrir la relación de David con la promesa del Mesías.

Revisión del trabajo personal


¿Qué relación hay entre éxodo y liberación?
En la Alianza ¿a qué se comprometió Yavé? ¿A qué el pueblo?
¿El Decálogo es parte de la Alianza?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad la siguiente reflexión:
Con frecuencia ante Dios nos comportamos como la señora de aquel cuento: Tropecé
en la calle con un extraño y yo le dije ¡Perdón, señor! Él contestó: Discúlpeme por
favor, no la vi. Fuimos muy educados; nos despedimos y seguimos. Más tarde, al estar
cocinando, estaba mi hijo muy cerca de mí. Al voltear casi le pego. ¡Quítate!, le grité.
Él se retiró apenado, sin que yo notara lo duro que le hablé. Al acostarme y hacer el
recuento del día, sentí la voz de Dios que me decía suavemente: “Al extraño lo trataste
cortésmente; pero abusaste al hablarle al niño, al que amas. Ve a la cocina y hallarás
unas flores en el piso, cerca de la puerta. Son las flores que cortó y te trajo; son de
colores rosa amarillo, azul . Estaba calladito para darte la sorpresa, antes de que le
gritaras, y no viste las lágrimas que llenaron sus ojos. ”Me sentí miserable y empecé a
llorar. Me acerqué a su cama y me arrodillé y le dije: Despierta, hijito, despierta. ¿Son
las flores que cortaste para mí? Sí, mamita, contestó. Las encontré junto al árbol. Las
corté porque son bonitas como tú. Hijito, le dije, siento mucho lo que hice, no te debí
gritar. Él respondió con su vocecita: Está bien, mamita, yo te quiero de todos modos.

Se comenta entre los asistentes la reflexión anterior y se les invita a responder,


espontáneamente, las siguientes preguntas:
¿Nos parecemos a la mamá del cuento? ¿En qué cosas?
¿Reconocemos los regalos que el Señor nos hace cada día, cada momento?
¿Cómo?
¿Escuchamos la voz de Dios que nos dice “Yo te quiero de todos modos”?

Contenido
La misión de Moisés terminó en el monte Nebo, a las puertas de la Tierra prometida.
Había sido llamado para guiar al pueblo y hacer que “subiera” desde la esclavitud de
Egipto hasta la tierra que Dios había prometido darles en herencia a los israelitas.

Josué, el nuevo Moisés


Josué es el héroe que continúa la misión de Moisés y organiza al pueblo para la
conquista de Canaán. Los israelitas tomaron posesión de ella, se establecieron con
sus familias y ganados y trataron de seguir su Alianza con Dios. El Señor estuvo
presente con su pueblo no sólo en la etapa de la liberación sino también en el
momento de la conquista y reparto de la tierra. Así, el pueblo que nació con Abrahán,
va a consolidarse durante el período de Josué y de los Jueces. De nómadas que eran
hasta entonces, ahora frente a los cananeos con sus fortificaciones, templos y
palacios van a hacer conciencia del enorme contraste y se transformarán en
sedentarios y agricultores.

17
El libro de Josué narra la entrada y el asentamiento de los israelitas en Canaán. Ya
desde el principio se hace hincapié en que el establecimiento del pueblo escogido no
era una conquista puramente humana, sino un don del Señor: “Como se lo dije a
Moisés, les daré cualquier lugar que pise tu pie” (Jos 1, 3). La repartición de las tierras
entre las tribus de Israel refleja la preocupación por la justicia en dicha distribución.
Finalmente se nos habla de la renovación de la Alianza en Siquem: “El pueblo dijo a
Josué: Nosotros serviremos a Yavé, y haremos caso a su palabra” (Jos 24, 24).

Todo cuanto había sido promesa en los libros del Pentateuco aquí encuentra su
realización; es decir, a los patriarcas el Señor había prometido una tierra y una
descendencia numerosa. En el Sinaí la promesa fue reiterada a Moisés (Ex 3, 17).
Ahora, la descendencia de Abrahán heredera de esa promesa recibe la Tierra
prometida como un don del Señor: “Ni una sola palabra quedó sin cumplirse de todas
las buenas promesas que el Señor había hecho a los israelitas” (Josué 21, 45). La
tierra fue el signo de fidelidad de Dios a su palabra, pero la fidelidad divina exigía ser
correspondida por parte del pueblo.

Los Jueces
En el libro de los Jueces se narra la época de grandes líderes llenos del espíritu del
Señor para ayudar a que el pueblo madurara: “Entonces Yavé les dio jueces” (Jue 2,
16-17). El pueblo que nació con Abrahán, va a consolidarse en este período. Pero
tanto en el libro de Josué como en el de los Jueces se nos muestra con cuánta
facilidad el pueblo de Israel se dejaba arrastrar por el culto de los cananeos, al grado
de abandonar sus costumbres y su fe. Por eso los profetas no cesaban de recordar al
pueblo las exigencias de la Alianza y de la fidelidad a Yavé. Frente a esta situación se
destaca la idea profundamente religiosa: el juicio de Dios está siempre marcado por su
disponibilidad de salvación y restauración de la Alianza.

Saúl, el primer rey


Esa disponibilidad se concreta al finalizar el tiempo de los jueces y el pueblo tiene su
primer rey. Consecuentemente es el fin de Israel como federación de tribus y el
principio de la monarquía, que pretende ayudar al pueblo a seguir fieles a la Alianza
con Dios, pues el rey sería el representante del Señor y cuidaría los intereses de Dios
y del pueblo. Veamos cómo nació esa monarquía: “Cuando Samuel envejeció,
estableció a sus hijos como jueces de Israel… Pero sus hijos no siguieron su ejemplo,
se dejaron seducir por el dinero, y en vez de hacer justicia aceptaban cohechos. Todos
los ancianos de Israel se congregaron en la casa de Samuel en Ramá. Le dijeron: Te
has vuelto viejo y tus hijos no siguen tus pasos, ya es tiempo de que nos des un rey
para que nos gobierne como se hace en todas las naciones” (1Sam 8, 1-5). Entonces
Saúl fue ungido por Samuel (1 Sam 10, 1) y posteriormente proclamado rey –el
primero– ante el pueblo “Y todos exclamaron gritando: ¡Viva el rey!” (1 Sam 10, 25).No
obstante los triunfos que el Señor concedió a Saúl al comenzar su reinado, en
ausencia del profeta usurpó sus funciones y “Samuel le dijo: Te has portado como un
tonto: no cumpliste la orden que te había dado Yavé tu Dios cuando te dijo que te
haría rey de Israel para siempre” (1 Sam 13, 13-14).

Después Samuel fue enviado por Dios a ungir secretamente a David, un pastorcito,
hijo de Jesé: “Samuel tomó su cuerno con aceite y lo consagró en medio de sus
hermanos. Desde entonces y en adelante el espíritu de Yavé se apoderó de David”
(Sam 16, 13). Por sus dotes musicales y guerreras David entró al servicio del rey Saúl
(1 Sam 16, 18-19) y no sólo se ganó la estima del rey porque tocaba el arpa, sino
también se distinguió por su valor y por haber derrotado a Goliat, el filisteo (1 Sam 17,
1-17). A causa del éxito de David, Saúl empezó a tener envidia: “Y a partir de aquel
día, Saúl miró a David con malos ojos” (1 Sam 18, 9), y no sólo eso sino que
pretendía matarlo (1 Sam 19, 1). No obstante esas intenciones de Saúl, David siempre

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respetó al rey, como cuando le perdónó la vida en el interior de una cueva. En esa
ocasión el rey reconoció: “Eres más bueno que yo, porque tú me haces el bien y yo te
había hecho el mal” (1 Sam 24, 18).

El rey David
Cuando mueren Saúl y Jonatán, hijo del rey y amigo de David, tanto éste como sus
soldados hicieron duelo. Entonces David fue proclamado rey de Judá y posteriormente
de Israel. David siempre confió en Dios y se enfrentó con valor a los filisteos, los
enemigos del pueblo israelita. Como rey unificó a las doce tribus de Israel y estableció
su reino en Jerusalén, convirtiéndola en capital y nuevo centro religioso; es la razón de
que a Jerusalén se le conozca como Ciudad de David. Él fue un gran guerrero,
estadista, hombre inteligente y poeta. Su error fue haber pecado gravemente al
enredarse con Betsabé, una mujer casada. Pero David supo pedir perdón; no obstante
el hijo de ese pecado murió y a él no le fue permitido construir el Templo para Yavé.
Recibió grandes promesas de Dios, sobre todo en sus descendientes, pues David es
el origen genealógico de Jesús. Por esas promesas el pueblo conservó la esperanza
de que vendría un Mesías del linaje de David para guiarlos de nuevo a Dios:
“Levantaré después de ti a tu descendiente, al que brota de tus entrañas, y afirmaré su
realeza” (2 Sam 7,12).

El sabio Salomón
Después de David gobernó su hijo Salomón, cuya fama se narra en el primer libro de
los Reyes. Salomón acumuló riquezas, construyó el Templo de Jerusalén y
engrandeció la ciudad, además de ser un juez sabio. Sin embargo, Salomón, a quien
el Señor había concedido la sabiduría, no la aprovechó debidamente y se desvió hacia
los falsos dioses: “Salomón amó a muchas mujeres extranjeras: tuvo setecientas
mujeres que eran princesas y trescientas concubinas (además de la hija de Faraón)…
(y sus mujeres pervirtieron su corazón). Eran de esas naciones de las cuales había
dicho Yavé: Ustedes no entrarán en sus casas ni ellas en las de ustedes, porque
seguramente los arrastrarán tras otros dioses. Pero Salomón se apegó a ellas, las
amó” (1 Re 11, 1-3).

Los dos reinos. El destierro


Las consecuencias fueron bastante serias porque el pueblo acabó dividiéndose y se
formaron dos Reinos: en el Norte, Israel –con su capital Samaria–; en el Sur, Judea
–con su capital Jerusalén–. Hacia el año 722 a.C. los ejércitos de Asiria atacan y
conquistan el Reino del Norte (2 Re 17, 5-23). Dos siglos después, hacia el 587 a. C.,
a pesar de las denuncias de Isaías y Jeremías contra la incredulidad de los reyes, el
Reino del Sur es sitiado por los babilonios. Jerusalén fue destruida y nuevamente el
pueblo es deportado. Así ocurrió: “El siete del quinto mes, Nebuzaradán, jefe de los
guardias y oficial del rey de Babilonia, entró a Jerusalén. Era el décimo noveno año de
Nabucodonosor, rey de Babilonia. Quemó la casa de Yavé, el palacio real y todas las
casas de Jerusalén. Las tropas caldeas que acompañaban al jefe de los guardias
demolieron la muralla que rodeaba Jerusalén. Nebuzaradán, jefe de los guardias,
desterró al resto de la población: a los que habían quedado en la ciudad, a los que
habían desertado para pasarse al lado del rey de Babilonia y al resto de los artesanos.
El jefe de los guardias sólo dejó a la gente humilde del país para que trabajaran como
viñateros y labradores” (2 Re 25, 8-12).

El pueblo judío, liberado antes de Egipto por la compasión de Dios, vuelve a ser
esclavo en un país extraño, sin observancia del sábado, sin sacrificios y rodeado de
costumbres ajenas a su fe. Las profecías de Isaías y Jeremías se cumplieron debido a
la falta de conversión de los reyes y del pueblo. Dios había sido fiel a sus promesas de
vida, no así el pueblo. Fue necesario el destierro a Babilonia para que los israelitas,

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apoyados por los profetas, se movieran a conversión y renaciera en ellos la esperanza
y el deseo de ser fieles.

Encuentro con la Palabra de Dios


Nos ponemos de pie. Uno de los asistentes lee pausadamente el texto siguiente:
“Josué reunió pues en Siquem a todas las tribus de Israel. Convocó a los ancianos de
Israel, a los jefes, a los jueces y a los escribas, y éstos se presentaron ante Dios.
Josué dijo entonces a todo el pueblo: Esto es lo que Yavé el Dios de Israel, les manda
decir: Sus padres vivían más allá del Río, y servían a otros dioses: acuérdense de
Teraj, padre de Abrahán y padre de Najor. Pero yo tomé a su padre Abrahán más allá
del Río y le hice recorrer todo el territorio de Canaán, multipliqué su raza y le di a
Isaac. A Isaac le di a Jacob y Esaú.. Jacob y sus hijos bajaron a Egipto. Luego envié a
Moisés y Aarón y tuvieron lugar las plagas de Egipto y todo lo que yo hice allí; en
seguida los hice salir. Cuando llegaron ustedes al mar y los egipcios persiguieron a
sus padres…, clamaron a Yavé y Yavé interpuso una niebla entre ustedes y los
egipcios… Ustedes vieron con sus ojos lo que hice en Egipto, después de lo cual
permanecieron por largos días en el desierto. Después los hice entrar en el país de los
amorreos que viven al otro lado del Jordán… Conquistaron ustedes su país… Luego
ustedes atravesaron el Jordán y llegaron a Jericó… Les di una tierra donde no han
trabajado, ciudades que no construyeron pero que han habitado, viñas y olivares que
no plantaron pero cuya fruta han comido. ¡Ahora, pues, teman a Yavé! ¡Sírvanle con
sinceridad y fidelidad!... El pueblo respondió: Por ningún motivo abandonaremos a
Yavé para servir a otros dioses, porque Yavé, nuestro Dios, fue quien nos hizo subir
con nuestros padres desde Egipto y nos protegió a lo largo del camino por donde
íbamos, y en medio de todos los pueblos por donde pasábamos” (Jos 24, 1-15-17).

Reflexionamos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán, espontáneamente, las reflexiones que hayan hecho
tomando en cuenta el contenido del tema y el encuentro con la Palabra de Dios.
¿Cuáles son los principales momentos que unen la promesa, la Alianza y su
cumplimiento?
¿Qué cualidades podemos imitar del rey David?
¿Qué lecciones pueden sacarse del destierro?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Conozcamos la historia de David y la forma en que el profeta Natán le hizo
reconocer su falta (2 Sam 11, 1-26; 2 Sam 12, 1-14).
Veamos cómo David respeta la vida del rey Saúl (1 Sam 24, 1-23).
Leamos la profecía de Natán que relaciona a David con el Mesías (2 Sam 7, 1-
16).

Oración final
Señor, tú elegiste un pueblo, lo llevaste hasta la tierra prometida y lo apoyaste en su
ardua tarea de construir su historia. Ayúdanos a contar siempre contigo en nuestra
vida. Te damos gracias con todo nuestro corazón porque tus promesas de vida en
unión contigo siempre se cumplen. Ayúdanos a responderte con fidelidad y a fomentar
la unidad entre nosotros. Queremos alabarte y servirte siempre. Inclina nuestro
corazón a tus palabras para que seamos dóciles a tu voz. Amén. (Biblia Católica para
Jóvenes).

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VI. LOS PROFETAS: ANUNCIO, DENUNCIA Y ESPERANZA (I)
Objetivos
1. Percibir la importancia de ser fiel a los propios compromisos.
2. Comprender que no ser fiel a Dios equivale a renunciar a vivir como personas
honradas y justas.

Revisión del trabajo personal


¿De qué manera hizo comprender el profeta Natán a David la torpeza de su
pecado?
En la profecía de Natán (2 Sam 7, 1-16) en que le niega a David la
construcción del Templo, ¿qué significa que le dará una dinastía?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad estas reflexiones:

“El Concilio inculca el respeto al hombre, de forma que cada uno, sin excepción de
nadie, debe considerar al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y
de los medios necesarios para vivirla dignamente” (Gaudium et spes, n. 27).

De una Encíclica del Papa Juan XXIII: “Hay naciones que tienen sobreabundancia de
bienes de consumo y particularmente de productos agrícolas, mientras que hay otras
en las que grandes sectores populares luchan contra la miseria y el hambre; razones
de justicia y de humanidad piden que las primeras vengan a socorrer a las segundas.
Destruir o desperdiciar bienes que son indispensables a los seres humanos para que
sobrevivan es herir a la justicia y a la humanidad” (Mater et Magistra, n. 161).

Y Juan Pablo II hablaba sobre la vivienda: “En el Año Internacional de las personas sin
techo, querido por la Organización de las Naciones Unidas, la atención se dirigía a los
millones de seres humanos carentes de una vivienda adecuada o hasta sin vivienda
alguna, con el fin de despertar la conciencia de todos y de encontrar una solución a
este grave problema, que comporta consecuencias negativas a nivel individual, familiar
y social” (Sollicitudo Rei Socialis, n. 17).

Se comenta entre los asistentes las reflexiones anteriores y se les invita a responder,
espontáneamente, las siguientes preguntas:
¿De qué cosas se preocupan el Concilio y los Pontífices?
¿Podría decirse que el Concilio y los Pontífices son profetas de nuestro
tiempo? ¿Por qué?

Contenido
Los israelitas logran tomar conciencia de sí mismos en el destierro, pues en Babilonia
sufrían la dureza de pueblo sometido. Cuando reflexionan en su situación la respuesta
es evidente: hemos sido infieles a la Alianza, nos hemos olvidado de nuestro Dios y
hemos ido tras otros dioses (el poder, la riqueza, las injusticias, la opresión del
prójimo…). Los israelitas habían perdido todo: sin tierra, sin rey, sin Templo en donde
acudían a celebrar al Señor. Parecía que habían quedado huérfanos, desnudos y
desamparados. La Biblia nos narra todo esto para resaltar el valor de la acción
salvadora de Dios en la historia, como una oferta permanente que el pueblo y nosotros
podemos aceptar o rechazar.

El salmo 137, 1-4 dice: “Al borde de los canales de Babilonia nos sentábamos y
llorábamos al acordarnos de Sión; en los sauces que por allí se encuentran habíamos
colgado nuestras arpas. Allí los que nos habían deportado nos pedían palabras de una

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canción, y nuestros raptores un canto de alegría: ¡Cántennos un canto de Sión!
¿Cómo íbamos a cantar un canto del Señor en un suelo extranjero?”

Cuando el pueblo de Israel se vuelve a Dios y le pregunta si los ha abandonado, es


cuando descubren que Dios sigue estando con ellos, que es un Dios fiel que
permanece a su lado por encima de las infidelidades que hayan cometido: Dios sigue
manteniendo su promesa de amistad y de amor, y todo eso durante a división del reino
causada por la infidelidad de los reyes y del pueblo de Dios; también en el destierro,
cuando el pueblo de Israel se da cuenta de sus errores. En esta situación son los
profetas quienes insistentemente le recuerdan al pueblo las exigencias de la Alianza
frente a la fidelidad de Yavé.

En la Biblia existe una época de los profetas que corresponde más o menos al período
de los reyes, desde el reinado de David hasta después del regreso del destierro. Gran
parte de la historia de Israel fue escrita en torno a los profetas, quienes la interpretaron
para descubrir en tales hechos el modo de actuar de Dios.

Qué es un profeta
Pero, ¿qué es un profeta? Hablando con claridad, un profeta no es un adivino, ni un
astrólogo, como podría ser una gitana, un médium o alguien que interprete los
horóscopos, aunque este tipo de personas siempre han existido; tampoco son títeres
en las manos de Dios. Los profetas son personas llenas del Espíritu de Dios, que han
madurado su fe a través de una experiencia religiosa excepcional, que conservan su
propia identidad con sus riquezas y limitaciones, y que fueron llamados a hablar a su
pueblo en nombre de Yavé. Por consiguiente, mediante ellos nos ha hablado el
Espíritu Santo para manifestarnos el amor del Padre que prepara, corrige y moldea a
su pueblo para que sea capaz de acoger en su Hijo la plenitud de la Luz y la
Salvación.

Qué hacían los profetas


Todos los profetas dedicaron su vida a transmitir el mensaje que Yavé quería
comunicar al pueblo; pero entre todos los profetas destacaron Isaías, Jeremías,
Ezequiel y Daniel.

La acción de los profetas podríamos resumirla, diciendo que:

a. Anuncian (la palabra de Yavé: su Alianza, su fidelidad y la venida del Mesías).


Isaías dice: “Una voz clama: Abran el camino a Yavé en el desierto; en la estepa
tracen un senda para Dios; que todas las quebradas sean rellenadas y todos los
cerros y lomas sean rebajados; que se aplanen las cuestas y queden las colinas como
un llano. Porque aparecerá la gloria de Yavé y todos los mortales a una verán que
Yavé fue el que habló” (Is 40, 3-5).

Jeremías anuncia la alianza nueva: “Ya llega el día, dice Yavé, en que yo pactaré con
el pueblo de Israel (y con el de Judá) una nueva alianza. No será como esa alianza
que pacté con sus padres, cuando los tomé de la mano, sacándolos de Egipto. Pues
ellos quebraron la alianza, siendo que yo era su Señor, palabra de Yavé. Esta es la
alianza que yo pactaré con Israel en los días que están por llegar, dice Yavé: pondré
mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones, y yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo” (Jer 31, 31-33).

b. Denuncian (el mal comportamiento del pueblo: infidelidad, injusticia, mentira, todo
lo que rompe la Alianza). Mediante los profetas Dios critica la infidelidad del pueblo y
pide la conversión de corazón. Así habla Isaías: “Ustedes ayunan entre peleas y
contiendas, y golpean con maldad. No es con esta clase de ayunos que lograrán que

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se escuchen sus voces allá arriba. ¿Cómo debe ser el ayuno que me gusta, o el día en
que el hombre se humilla? ¿Acaso se trata nada más de doblar la cabeza como un
junco o de acostarse sobre sacos y cenizas? ¿A eso llamas ayuno y día agradable a
Yavé? ¿No saben cual es el ayuno que me agrada? Romper las cadenas injustas,
desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos y romper toda clase de yugo.
Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán a tu casa, vestirás
al que veas desnudo y no volverás la espalda a tu hermano” (Is 58, 4-7).

Isaías, el hombre que tenía experiencia de Dios y lo había encontrado, se propone


hablar sin cesar en nombre del Dios presente en Israel y a quien éste desconocía:
“¡Ay, gente pecadora, pueblo cargado de crímenes, raza de malvados, hijos perversos!
Han abandonado a Yavé!” (Is 1,4). Y les golpea con su palabra para hacerlos
despertar: “¿Cómo es posible se haya prostituido Sión, la ciudad fiel, el reino de la
justicia en que moraba la rectitud, que te conformabas con mis leyes?, pero ahora sólo
es un barrio de asesinos” (Is 1, 21).

c. Dan esperanza (de un futuro mejor, manteniendo viva la fe en la llegada del


Mesías). En medio de la dificultad del pueblo desterrado, por medio de los profetas
Dios anuncia su amor, fidelidad, su presencia cercana y la salvación para todo el
pueblo. Dios está dispuesto a liberarlos, es decir, hay esperanza para el pueblo de
Israel: “Cuando se cumplan los setenta años en Babilonia, los visitaré y cumpliré mi
promesa de hacerlos volver a su país. Porque yo sé muy bien lo que haré por ustedes;
les quiero dar paz y no desgracia y un porvenir lleno de esperanza, palabra de Yavé.
Cuando me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé y cuando me busquen
me encontrarán, siempre que me imploren de todo corazón” (Jer 29, 10-13).

Con todo lo que Isaías le dice al pueblo, no lo deja sumido en la tristeza sino le augura
un futuro hermoso: “Volveré mi mano contra ti y quemaré tus impurezas con la cal,
hasta quitarte todo lo sucio que tengas. Haré a tus gobernantes como eran antes, a tus
consejeros como en otros tiempos. Entonces te llamarán „Ciudad Fiel, Lugar de la
Justicia‟” (Is 1, 25).

En Is 7, 14 leemos gozosos el anuncio del Mesías: “El Señor, pues, les dará esta
señal: la joven está embarazada y da a luz un hijo varón a quien le pone el nombre de
Emmanuel, es decir, Dios-con-nosotros.” En Is 9, 5 se dice: “Porque un niño nos ha
nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman
su nombre: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, príncipe de la
Paz.” Y, en fin, Isaías nos anuncia: “Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote
surgirá de sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu de Yavé” (Is 11, 1-2. Jesé fue el
padre de David, la rama que brota del tronco será nuestro Señor Jesucristo).

Encuentro con la Palabra de Dios


Nos ponemos de pie. Alguien lee pausadamente el texto siguiente:

“Prepárate a tocar la corneta pues aquí viene la desgracia y se deja caer como águila
sobre la casa de Yavé. No han respetado mi alianza y han rechazado mi Ley. Ellos me
aclaman: Dios mío, nosotros los de Israel te conocemos. Pero Israel ha rechazado el
bien, y por eso el enemigo lo perseguirá. Se han elegido reyes sin que esto viniera de
mí; se han dado jefes que yo no conocía. Con su oro y con plata se han fabricado
ídolos, y yo se los quitaré” (Os 8, 1-4).

Reflexionamos en silencio la Palabra de Dios para descubrir cuál es el mensaje que


me llega al corazón.

23
Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios
Los participantes comentarán, espontáneamente, las reflexiones que hayan hecho
tomando en cuenta el contenido del tema y el encuentro con la Palabra de Dios, y
responderán las siguientes preguntas:
a. ¿La desgracia que el profeta anuncia es un castigo o es la consecuencia de las
infidelidades del pueblo?
b. ¿Por qué les advierte que les quitará lo que han fabricado con sus manos?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Buscar en la Biblia los nombres de los profetas y seleccionar quiénes son los
profetas mayores y quiénes los profetas menores.
Buscar en la introducción a los profetas por qué se les divide así.

Oración final
Señor, soy feliz por tu elección y tu llamado. Siento tu cariño cuando me dices “eres
mío/a”. Tu amor me envuelve desde que vivía en el seno de mi madre. Mi autoestima
crece al saber que me amas y que nadie me puede quitar tu amor. Tú me has
rescatado de muchos peligros y seguirás salvándome… Cuando sienta abandono o
angustia, recuérdame que valgo mucho para ti. ¡Qué maravilloso es saber que soy
valioso/a y que tú me amas! Me has creado para ti, me formaste y me guías para que
te dé gloria. ¿Cómo, Señor, te alabaré por tu gran amor? Transmitiendo a mis
hermanos que no tengan miedo, pues todos somos valiosos para ti.
(Léase Is 43, 1-7. Biblia Católica para jóvenes.)

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VII. LOS PROFETAS: ANUNCIO, DENUNCIA Y ESPERANZA (II)

Objetivos
1. Entender la figura de los profetas como mensajeros de Dios para educar al
pueblo.
2. Comprender que el anuncio de los profetas no sólo se refiere al futuro, sino que
confrontan la realidad que ven y la comparan con el pensamiento de Dios.

Revisión del trabajo personal


¿Quiénes son los cuatro profetas mayores y cuántos profetas menores
hallamos en la Biblia?
¿Por qué están así divididos? ¿Por su edad, por su antigüedad o por la
extensión de los textos?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad la siguiente narración:

Dom Hélder Câmara (1909-1999) fundó la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil,
que presidió durante 12 años. En 1964 fue consagrado arzobispo de la arquidiócesis
de Olinda y Recife; asumió su cargo a pocos días del golpe militar en Brasil. "Reinaba
el terror cultural", recuerda él mismo en una entrevista que le realizó la académica
inglesa Mary Hall a fines de 1970: "Muchos de los líderes de la Acción Católica fueron
encarcelados, como también militantes obreros y de los sindicatos rurales, además de
miembros del Congreso, escritores y periodistas, de modo que yo debía tener el coraje
de hablar como Arzobispo de Recife sobre la importancia de la libertad, de la justicia y
de la verdad en esa hora decisiva.” (The Spirituality of Dom Helder Câmara.)
Comprometido con el evangelio, con la justicia y con los pobres
Dom Hélder Câmara fue reconocido internacionalmente por su compromiso con los
pobres, su prédica por la liberación de los pueblos y su trabajo en favor de la paz.
Hablando del compromiso de los cristianos Dom Hélder dijo: “Los que tratamos de
tomar la antorcha y seguir los pasos de Jesucristo, no debemos descansar hasta que
los muros de la injusticia, la exclusión y la mentira caigan en nuestra preciosa tierra
americana „ancha y enajenada‟.”
El obispo metodista, Aldo Etchegoyen, refiriéndose al Arzobispo, dijo que sentía una
profunda gratitud por su vida. "Él fue un hombre profundamente comprometido con el
Evangelio y, por lo tanto, con la verdad, la justicia, y la paz. También fue un hombre
comprometido con la unidad de la Iglesia. Su vida nos deja un edificante testimonio y
desafío." Héctor Méndez, un pastor presbiteriano de Cuba, expresó que la
identificación que Dom Hélder tenía con el pueblo "le permitió conocer las realidades
sociales e identificar claramente las causas de la injusticia y de la pobreza. Además,
supo trascender las fronteras de iglesia y de su país de manera que hoy es ejemplo e
inspiración en la lucha por un mundo mejor donde prevalezcan la justicia y la
fraternidad entre los seres humanos". Federico Pagura, de Argentina, dijo de Dom
Hélder: “Fue y seguirá siendo un profeta de Dios y un pionero del movimiento social y
ecuménico en nuestro continente y en el mundo.”

Se comenta entre los asistentes la reflexión anterior y se les invita a responder,


espontáneamente, las siguientes preguntas:
¿Dom Hélder Cámara, Obispo de Recife en Brasil, nos recuerda a los
profetas? ¿En qué?
Podemos llamarlo profeta de nuestro tiempo? ¿Por qué?

25
Contenido
Cuando los asirios invadieron el Reino del Norte, este territorio fue ocupado por
colonos asirios y por grupos israelitas. Ellos dieron origen al pueblo samaritano. El
reino del Sur (Judá, con Jerusalén, su capital) conservó la dinastía del rey David, hasta
que fueron deportados a Babilonia (en la región de Mesopotamia). Así fue como la
esperanza del Pueblo elegido se desvaneció: rey y pueblo deportados, templo
destruido y patria abandonada. Esta fue la noche oscura del pueblo de Israel. En los
dos libros de las Crónicas se hace una recapitulación de todo lo ocurrido y al final de
estos libros se narra el decreto de Ciro, rey de Persia, que autoriza el regreso de los
deportados y la reconstrucción del Templo: “En el año primero de Ciro, rey de Persia,
en cumplimiento de la palabra de Yavé dicha por boca de Jeremías, Yavé movió el
espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó comunicar de palabra y por escrito en todo
su reino: „Así habla Ciro: Yavé, el Dios de los cielos… me ha encargado que le
edifique una Casa en Jerusalén, en Judá…‟ (2 Crón 36, 22-23).
El pueblo hebreo había experimentado la necesidad de la unidad y la renovación
religiosa frente a la amenaza de los filisteos. Esto se logró gracias a que tanto la
realeza como el pueblo eran juzgados por la autoridad de los profetas. La lucha de
éstos fue contra la idolatría, contra las alianzas con las naciones extranjeras, contra
las injusticias sociales.

Los profetas del reino del Norte


En el reino del Norte predicaron principalmente Elías (1 Re 17 y 18) y Eliseo (2 Re 4 y
5). Amós es el profeta de la justicia social: “…Venden al inocente por dinero y al
necesitado por un par de sandalias” (Am 2, 6-7); “Ustedes oprimen a los débiles,
aplastan a los menesterosos” (Am 4, 1); “¡Ay de ustedes, que transforman las leyes en
algo tan amargo como el ajenjo y tiran por el suelo la justicia! (Am 5, 10). Oseas es el
profeta del amor: “Porque me gusta más el amor que los sacrificios, y el conocimiento
de Dios, más que víctimas consumidas por el fuego” (Os 6, 6).

El gran Isaías
En el reino del Sur surge Isaías, el genio mayor de todos los videntes. Con él hay
progreso en las nociones de santidad, justicia y del Mesías (o Emmanuel: Dios con
nosotros). En su obra se distinguen, por un lado, amenazas (capítulos del 2 al 39) y,
por otro, consolaciones (capítulos del 40 al 66), en donde se anuncia a los deportados
la liberación: Dios salvará a su pueblo, todas las naciones se someterán y un día
llegará la salvación para todos. Los capítulos 51 a 53 hablan de los dolores y triunfo
del Siervo de Yavé, considerados como profecías mesiánicas.
Miqueas es contemporáneo de Isaías y fustiga a los malos sacerdotes, a los falsos
profetas, a los malos ricos, y anuncia que la salvación será obra del Mesías, quien
nacerá en Belén: “Pero tú Belén Efrata, aunque eres la más pequeña entre todos los
pueblos de Judá, tú me darás a aquel que debe gobernar Israel” (Miq 5, 1).
Jeremías vaticinó la deportación a Babilonia y la destrucción del Templo. En él hay
promesas mesiánicas (capítulos 2 al 33) y es el primero que anuncia una nueva
Alianza de Dios con su pueblo (Jer 31, 31-36). Los libros de Esdras y Nehemías
relatan el regreso de los desterrados y la restauración religiosa. Los profetas Ageo y
Zacarías impulsan la reconstrucción del templo.

Renovación de la Alianza
Al reorganizar la vida política, social y religiosa, también se renueva la Alianza con
Yavé. Fue así como, al proclamar la Ley de Moisés como Ley del Estado, se dio origen
al judaísmo que procura la separación con los gentiles pero hace que el pueblo se
cierre sobre sí mismo y se crea un “particularismo” en contraposición del

26
“universalismo” que se refleja en Isaías, Malaquías y Jonás, o sea, que Dios quiere
que todos los hombres se arrepientan y se salven.
Podemos enumerar cuatro profetas mayores (por la extensión de sus escritos): Isaías,
Jeremías, Ezequiel y Daniel, y 12 profetas menores (así llamados por sus escritos más
cortos): Oseas, Amós, Abdías, Miqueas, Nahum, Sofonías, Habacuc, Baruc, Ageo,
Zacarías, Joel y Jonás. El mensaje de los profetas que no escribieron (Samuel, Natán,
Elías y Eliseo) se hallan en los libros de Samuel y de los Reyes.
La cautividad en Babilonia duró aproximadamente 50 años. Allí tuvieron libertad
religiosa y social, lo que les permitió agruparse en comunidades y mantener la
esperanza del retorno, anunciada por los profetas, particularmente Ezequiel quien fue
como su jefe espiritual (en los capítulos 14 y 18 habla sobre la piedad interior y la
responsabilidad personal). El capítulo 34 habla de que Dios será el pastor de su
pueblo.
Los profetas, con su función de anunciar, denunciar y dar esperanza, fueron el puente
de interlocución de Dios con su pueblo y, mediante éste, con la humanidad entera. De
ellos se sirvió Dios para educar al pueblo. El destierro en Babilonia ayudó a purificar la
religión y para que naciera la comunidad judía religiosa.

Encuentro con la Palabra de Dios


Nos ponemos de pie. Alguien lee pausadamente el texto siguiente:
“Tú, Jacob, no me has invocado, más bien te habías cansado de mí. No me has traído
tus ovejas para víctimas, ni me has honrado con sacrificios. Yo no te he abrumado
pidiéndote ofrendas, ni te he cansado reclamando incienso. No tuviste que gastar en
aromas, ni me diste la grasa de tus sacrificios, sino que me has atormentado con tus
pecados y me has cansado con tu maldad. Soy yo quien tenía que borrar tus faltas y
no acordarme más de tus pecados… Pero ahora, escucha, Jacob, Siervo mío, hijos de
Israel a quienes yo elegí: Así habla Yavé, el que te hizo, tu socorro, el que te formó
desde el seno materno: No teman hijos de Jacob, mi servidor, Israel a quien yo elegí.
Derramaré agua sobre el suelo sediento y los riachuelos correrán en la tierra seca.
Derramaré mi espíritu sobre tu raza y mi bendición cubrirá tus descendientes.
Crecerán como hierba regada, como sauces a orillas de los ríos” (Is 43,22-25; 44,1-4).

Reflexionamos en silencio la Palabra de Dios para descubrir cuál es el mensaje que


nos llega al corazón.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán, espontáneamente, las reflexiones que hayan hecho
tomando en cuenta el contenido del tema y el encuentro con la Palabra de Dios, y
responderán las siguientes preguntas:
¿De qué manera educó Dios a su pueblo y mediante éste, a la
humanidad entera?
¿Cuál fue la actitud de Dios frente al comportamiento de Israel?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Buscar en la Biblia: Is 52, 13-15 y 53, 1-12, y leer sobre sobre los dolores y
triunfos del Siervo de Yavé.
Leer el libro de Joel (lo que leemos en He 2, 17 se refiere a este profeta).

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Oración final
(Nota: Shalom es el saludo acostumbrado en Israel; significa “paz” en un sentido muy
completo, el deseo del bienestar total de la persona.)
Shalom a la creación de Dios, a todas las personas que desean rectitud, felicidad y
plenitud de vida.
Shalom para toda la gente que busca la justicia.
Shalom a los vecinos y amigos, a mi país y continente.
Shalom para que vivamos sin guerras ni violencia, construyendo la Civilización del
Amor en todo el mundo.
Shalom en nuestra mente y corazón.
Shalom para que irradiemos la verdad y la justicia en todo lo que hacemos y seamos
fuente de shalom para quienes nos rodean.
(Biblia Católica para jóvenes. Oración inspirada en Is 43,1-7.)

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VIII. UN PUEBLO CON SABIDURÍA Y POESÍA
(Los libros sapienciales y poéticos)

Objetivos
1. Entender que junto con los libros históricos de la Biblia, existen otros libros que
expresan la sabiduría y el alma poética del pueblo de Israel.
2. Comprender que la pedagogía de Dios se manifiesta de diversas maneras para
educar a su pueblo.

Revisión del trabajo personal


¿A quién se refiere Isaías cuando habla del Siervo de Yavé?
¿Cómo estaba el Siervo de Yavé según Is 52, 14 y qué llevaba según Is 53, 4?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad la siguiente narración:
Todas las civilizaciones poseen sus fuentes en donde se recogen la historia, la
sabiduría, los valores de su cultura, sus secretos e incluso los mitos en que basan la
manera en que viven o se han desarrollado. Por ejemplo, el Corán entre los
musulmanes, el Libro de los Muertos en Egipto.

Los mayas
En México, por ejemplo, los mayas reunieron en lengua quiché sus tradiciones
antiguas en el Popol-vúh (Libro del Consejo) en que se describe la cosmogonía maya
(su visión del mundo). A decir de un cronista “Usaba esta gente ciertos caracteres o
letras (jeroglíficos) con los cuales escribían en sus libros sus cosas antiguas y sus
ciencias; con estas y con figuras y algunas señales en las figuras, entendían sus cosas
y las daban a entender y las enseñaban” (Fr. Diego de Landa). Cuando aprendieron a
escribir en nuestro actual alfabeto redactaron en su propia lengua el Libro de los Libros
del Chilam Balam en que narran las emigraciones de su pueblo y el desarrollo histórico
de gran parte de la península de Yucatán; e incluso textos médicos.

Los aztecas
Por su parte, los aztecas en sus códices representaron las diversas etapas de la
educación de los niños, la formación de sus hábitos de trabajo y la disciplina, la forma
como los padres debían educar a sus hijos, las sanciones. Así mismo se narraban los
orígenes de sus deidades; tenían personas que eran relatores de historias reales o
narraciones míticas, que servían para inculcar en los niños, jóvenes y adultos los
preceptos religiosos, morales y sociales. En sus relatos históricos tratan de
genealogías y narraciones de acciones individuales y colectivas. En fin, la producción
literaria náhuatl tiene aspectos de espiritualidad y otros de valor poético: canto a la
belleza de las flores, los dones de la naturaleza, la alegría y el amor.

De todo esto se valieron los misioneros para evangelizar a nuestros pueblos


indígenas. En el Concilio Vaticano II se hablará de las “Semillas de la Palabra” que
están presentes en la vida y en las culturas de todos los pueblos.

Se comenta entre los asistentes la reflexión anterior y se les invita a responder,


espontáneamente, las siguientes preguntas:

¿Conocemos algunas de las historias de nuestros pueblos indígenas?


¿Cuáles?
¿Conoceríamos a los pueblos antiguos si no tuvieran tradiciones y, sobre todo,
textos escritos? ¿De cuáles hemos oído hablar?

29
Contenido
Los profetas primero afirmaron que Dios era amor y fidelidad. A medida que sus
enseñanzas se fueron afirmando mencionaron la justicia y la humildad. Al escuchar
que sus líderes hablaban de salvación, el pueblo la esperaba y junto con ella la paz
de toda la tierra: “Tú serás, además, una luz para las naciones, para que mi salvación
llegue hasta el último extremo de la tierra” (Is 49, 6).

Mesías o ungido
Esta esperanza tomó forma con el rey David, en quien Israel creyó haber encontrado
al rey perfecto, al ungido por excelencia (al ungido o mesías); luego, el pueblo esperó
al Mesías (ungido y salvador), pero semejante a David (Sal 72; Jer 30, 9), pues
aventajaría a todos los soberanos de la tierra y establecería el reino de justicia y paz:
“Aquel día, el Brote de Yavé será ornamento y gloria de los salvados de Israel; el Fruto
de la tierra será su orgullo y esplendor” (Is 4, 2). El Salmo 110 está lleno de un
mensaje profético referido a Cristo: “Palabra del Señor a mi señor: ¡Siéntate a mi
derecha y ve cómo hago de tus enemigos la tarima de tus pies! Desde Sión extenderá
el Señor el cetro de tu mando: domina en medio de tus enemigos.”

Los sabios de Israel


Las ideas religiosas y morales se fueron perfeccionando progresivamente, generación
tras generación. Además de los profetas, el Señor fue suscitando hombres sabios que
deseaban enseñar al pueblo que era necesario que la religión informara la vida y
comprendiera que la práctica religiosa era una fuente de felicidad. Tales enseñanzas
se fueron consignando en textos escritos y en tradiciones orales y constituyen los
libros sapienciales y poéticos. Para ellos la sabiduría es don de Dios: “Toda sabiduría
viene del Señor y con él permanece para siempre (Sir 1,1); se preguntan qué es el
hombre y afirman que éste es libre y responsable: “Cuando al principio creó al hombre,
lo dejó en manos de su propia conciencia: Si tú quieres, puedes observar los
mandamientos; está en tus manos el ser fiel” (Sir 15, 14-15). El mal profundo del
hombre es la muerte: “Pero el hombre que muere queda inerte. Cuando un hombre
expira, ¿dónde está?” (Job 14, 10). Los libros sapienciales hablan del trabajo, de las
relaciones sociales, de la humildad, de la misericordia, de la generosidad con los
pobres (véase Job caps. 30 y 31; Sir 4, 1-10). Digamos brevemente de qué tratan esos
libros.

Proverbios: Colección de tenencias morales y religiosas. Expresan la experiencia de


la vida y de la fe.
Job: Plantea el problema del mal y, aunque el autor aún ignora la retribución de Dios
en el más allá, adora la sabiduría de Dios y pone en él toda la confianza.
Eclesiastés (Qohelet): Propone el tema de la fidelidad humana tomando en cuenta la
riqueza, la gloria, la vida larga, etc., pero su conclusión es que todo pasa y que todo es
“vanidad de vanidades”.
Cantar de los Cantares: Es de carácter místico y canta poéticamente las relaciones
de Yavé con su pueblo como si fueran relaciones de carácter matrimonial.
Eclesiástico (Sirácides): Código de vida religiosa en forma de sentencias.
Sabiduría: Trata del verdadero sentido de la vida: cumplir la voluntad divina en la
tierra y, después del juicio, gozar de Dios eternamente.
Salmos: Auténtica poesía israelita. Se canta la vida de Israel, sus dolores y alegrías,
su fe su amor y su esperanza. En nuestra Iglesia católica forman parte de su liturgia y
oración oficial.

Otros libros presentan las actitudes del creyente frente a las de los paganos de su
época:
Tobías: Enseña el sentido religioso de la familia, elogia la limosna y muestra el
sufrimiento como purificación.

30
Judit: La fe y el valor de una mujer que vence a los enemigos de Dios.
Ester: En que se pone de relieve la providencia de Dios sobre Israel.
Baruc: Presenta la confesión de los pecados de Israel, la petición de perdón y exhorta
a la fidelidad y a la esperanza.

No obstante todo lo que el pueblo había atesorado en su cultura y que Yavé había
mantenido su fidelidad, Israel nunca más volvió a ser potencia política.
Primero el reino del Norte cayó en manos de los asirios, luego el reino del sur fue
destruido por los babilonios y los israelitas volvieron al cautiverio. Después los griegos
dominaron a los persas y finalmente los romanos dominaron a los griegos. Gracias a
Ciro, rey de Persia, los israelitas volvieron a su patria encabezados por Zorobabel,
Esdras y Nehemías. Este último reconstruyó el templo, las murallas y las casas; el
sacerdote Esdras dirigió una renovación espiritual mediante un reencuentro con la
Palabra de Dios, especialmente los mandamientos, y así se hizo la renovación de la
Alianza. Este período abarca cuatro siglos antes de Cristo.

Encuentro con la Palabra de Dios


“Den gracias al Señor, pues él es bueno, pues su bondad es para siempre. Que lo
diga Israel: ¡su bondad es para siempre! Que lo diga la casa de Aarón: ¡su bondad es
para siempre! Que lo digan los que temen al Señor: ¡su bondad es para siempre! Al
Señor, en mi angustia, yo clamé y me respondió sacándome de apuros. Si el Señor
está conmigo no temo, ¿qué podrá hacerme el hombre? Cuento al Señor entre los que
me ayudan, y veré a mis enemigos a mis pies. Más vale refugiarse en el Señor que
confiar en los poderosos… Me empujaron con fuerza para botarme, pero acudió el
Señor a socorrerme. El Señor es mi fuerza, el motivo de mi canto, ha sido para mí la
salvación. Clamores de alegría y de triunfo resuenan en las tiendas de los justos: ¡La
diestra del Señor hizo proezas, la diestra del Señor lo ha enaltecido, la diestra del
Señor hizo proezas!” (Sal 118, 1-9. 13-15).

Reflexionamos en silencio la Palabra de Dios para descubrir cuál es el mensaje que


me llega al corazón.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán, espontáneamente, las reflexiones que hayan hecho
tomando en cuenta el contenido del tema y el encuentro con la Palabra de Dios, y
responderán las siguientes preguntas:
c. ¿De qué le da gracias el pueblo a Dios en el salmo?
d. ¿Cuál fue el motivo del canto de Israel?

Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Buscar en la Biblia el libro de los salmos y elegir tres salmos que más se
acomoden a mi vida espiritual.

Oración final
Señor Dios, quiero ser coherente y constante en el bien. Ayúdame a no mentir, a
mantener mi honestidad a ser firme ante quienes no tienen un criterio recto. / Quiero
reflejar tu presencia en el compromiso con los demás, hablar bien de toda la gente./
Concédeme hacer el bien sin buscar agradecimiento o compensación. Con darte gusto
me basta./ Hazme persona digna de confianza, capaz de aceptar mis errores,
disculparme cuando sea necesario y pronta a perdonar sin guardar resentimientos.
Ayúdame para que todas mis palabras, acciones y decisiones hagan de mí una
persona íntegra siempre. Amén. (Biblia católica para jóvenes) (Véase Prov 28, 6).

31
IX. LA ESPERA SE HACE AURORA: EL MESÍAS-SALVADOR

Objetivos
1. Entender con claridad de qué manera el Antiguo Testamento fue la preparación
del advenimiento de Jesucristo en nuestra historia.
2. Comprender que su nacimiento fue el principio de nuestra libertad interior.

Revisión del trabajo personal


¿Qué salmo o salmos hemos elegido y por qué se acomoda(n) a nuestra vida?

Partir de la experiencia
Se invita a una de las participantes a leer con claridad esta narración:
¿Qué se siente ser libre, sobre todo después de una guerra? Hay un hecho después
de la Segunda Guerra Mundial, que ejemplifica la alegría de la libertad.
El Muro de Berlín en Alemania, también denominado "El Muro de la Vergüenza" por la
opinión pública occidental, separó el Berlín Occidental del Berlín Oriental (de ideología
comunista) y de la República Democrática de Alemania (RDA) desde agosto de 1961
hasta noviembre de 1989. El muro dividía Berlín en dos y fue uno de los símbolos más
conocidos de la llamada Guerra Fría. Muchas personas murieron en el intento de
superar la dura vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA cuando se dirigían al
sector occidental.

La caída del Muro de Berlín


El Muro de Berlín cayó en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, 28 años
después de su construcción. La apertura del muro fue consecuencia de las exigencias
de libertad de circulación en la ex-RDA y las evasiones constantes hacia las
embajadas de capitales de países del Pacto de Varsovia (especialmente Praga y
Varsovia) y por la frontera entre Hungría y Austria.

Hacia finales de 1989 comenzaron manifestaciones masivas en contra del gobierno de


Alemania Oriental. El 6 de noviembre se hizo público el proyecto de una nueva
legislación para viajar, y el gobierno checoslovaco protestó por el aumento de la
emigración desde la RDA a través de Checoslovaquia. El 9 de noviembre se promulgó
un plan que permitía obtener pases para viajes de visita. Se elaboró un modelo en el
Consejo de Ministros, que debía ser publicado y difundido en forma de circular por las
agencias de noticias. Un miembro del gobierno anunció en una conferencia de prensa,
retransmitida en directo por la televisión de Alemania Oriental, que todas las
restricciones habían sido retiradas y decenas de miles de personas fueron
inmediatamente al muro, donde los guardas fronterizos abrieron los puntos de acceso,
permitiendo el paso.

Gracias a los anuncios de la radio y televisión de la RFA y Berlín Occidental bajo el


título "¡El Muro está abierto!", muchos miles de berlineses del Este se presentaron en
los puestos de control y exigieron pasar al otro lado. En esos momentos, ni las tropas
de control de fronteras ni los funcionarios del ministerio encargados de regularlas
estaban informados. Sin una orden concreta, sino bajo la presión de la gente, el punto
de control de Bornholmerstrasse se abrió a las 23.00 h, seguido de otros puntos de
paso, tanto en Berlín como en la frontera con la RFA. Muchos telespectadores se
pusieron en camino. A pesar de todo, la verdadera avalancha tuvo lugar al día
siguiente. Muchos velaron toda la noche para asistir a la apertura de la frontera a la
mañana del 10 de noviembre.

Los ciudadanos de la RDA fueron recibidos con entusiasmo por la población de Berlín
Occidental. La mayoría de los bares cercanos al muro daban cerveza gratis y los

32
desconocidos se abrazaban entre sí. En la euforia de esa noche, muchos berlineses
occidentales escalaron el muro. Cuando se conoció la noticia de la apertura del muro,
se interrumpió la sesión vespertina del Parlamento en Bonn y los diputados entonaron
espontáneamente el Himno de Alemania. El 9 de noviembre, los berlineses llevaron a
cabo la destrucción del muro con todos los medios a su disposición (picos, martillos,
etc.). El virtuoso del violoncelo Rostropovitch, que había tenido que exiliarse al Oeste,
fue al pie del muro a animar a los que lo demolían. Así los alemanes demostraban su
alegría de verse libres.
Se comenta entre las asistentes la reflexión anterior y se les invita a responder,
espontáneamente, las siguientes preguntas:
¿Qué dividía a Berlín Oriental de Berlín Occidental?
¿Provocó entusiasmo en el pueblo la caída del muro de Berlín? ¿Por qué?
Contenido
Israel había ido madurando paulatinamente. No obstante que volvieron del exilio,
vivieron dominados sucesivamente por los persas, por los griegos, por los egipcios,
por los sirios y, finalmente, por los romanos desde poco antes de que nuestro Señor
Jesucristo naciera. Al volver del cautiverio las profecías se van cumpliendo y la alegría
de los cautivos estalla de júbilo: “Por la vía santa marcharán los libertados y volverán
los rescatados de Yavé” (Isaías 35,9-10). Por este camino marcharán los rescatados y
por ahí regresarán los liberados por Yavé, llegarán a Sión dando gritos de alegría y
con una dicha eterna reflejada en sus rostros…

Cuando fueron dominados por los sirios, éstos trataron de imponer el pensamiento y
las costumbres griegas e influyeron en la clase dirigente judía, no así entre los judíos
piadosos. Por los años 175-163 antes de Cristo gobernó entre los sirios Antíoco IV
Epífanes, un fanático que consideró que la sociedad y la religión judías no eran
compatibles con el culto a Zeus (dios de los griegos) y, queriendo imponerlo,
desencadenó la primera persecución religiosa de la historia, en que muchos judíos
prefirieron morir antes que profanar la Alianza. Y así tenemos la valerosa historia de
Matatías y de su hijo Judas Macabeo; este último conquistó la ciudad Santa, purificó
el Templo y logró la independencia política. Esta revolución judía se narra en los dos
libros de los Macabeos.

Ellos fundaron la dinastía de los asmoneos y cuando, posteriormente, éstos tienden a


traicionar las ideas nacionalistas de los macabeos, se forman dos sectas de las que se
habla en tiempos de Jesús: los saduceos y los fariseos. El partido de los saduceos
estaba formado por el alto clero y la aristocracia (los ancianos). Por el contrario, el
partido de los fariseos se consideraba como el gran defensor del judaísmo y trataban
de conservar la pureza de la Ley de Moisés, para lo cual colaboraban con los escribas
(maestros de la Ley) y los doctores de la Ley.

Todo esto acontecía mientras los romanos avanzaban hacia el Oriente y, en el año 63
a.C., ocupan Jerusalén y otra vez el pueblo judío queda bajo un yugo opresor. Como
rey de Palestina queda nada menos que Herodes el Grande, de quien se habla en Mt
2, 16-18 por la matanza de los niños inocentes. Su hijo Herodes Antipas no será
menos malo: éste mandó a cortar la cabeza de Juan el Bautista y fue el que se burló
de N. S. Jesucristo durante su pasión.

Desde los comienzos de la dominación romana entre los judíos crecía el espíritu
nacionalista y religioso a la par que la esperanza del Mesías que no tardaría en llegar,
reforzado todo con las profecías; Ageo (2, 23): es tanto el ardor del deseo que piensa
que Zorobabel, descendiente de David, será el Mesías; Malaquías dice (3,1): Estoy
por enviar a mi mensajero, al que despejará el camino delante de mí; pues pronto

33
entrará en su santuario el Señor que ustedes piden… ya llega el mensajero de la
alianza que ustedes tanto desean.

Pero tanto el pueblo como los jefes tenían una idea vaga del Mesías, con frecuencia,
contradictoria. No obstante, estaba por llegar y había que disponerse a recibirlo. La
expectación aumentaba conforme avanzaba el tiempo. Cuando Juan el Bautista se
presenta, acuden multitudes a escucharlo, los sacerdotes se preguntan si es él y
muchos otros lo esperaban con ardor (Simeón y Ana, por ejemplo). Sin embargo, ni los
sacerdotes ni la gran masa del pueblo pensaban en un mesías espiritual, sino en uno
temporal que lograra para Israel la independencia política y que se constituyera en un
poderoso reino temporal.

Cuando los días de Herodes el Grande estaban ya contados, un niño, descendiente de


la tribu de David, nace en Belén de Judá como lo había escrito el profeta Miqueas:
“Pero tú, Belén Efrata, aunque eres la más pequeña entre todos los pueblos de Judá,
tú me darás a aquel que debe gobernar a Israel” (Miq 5, 1).

Su madre, cuyo nombre es María, es la ya insinuada desde la promesa profética de


victoria sobre el mal: “Haré que haya enemistad entre tú y la mujer, entre tu
descendencia y la suya. Ella (su descendencia) te pisará la cabeza” (Gen 3,15), Es la
Virgen anunciada setecientos años antes por Isaías: “La joven está embarazada y da a
luz un varón a quien le pone el nombre de Emmanuel, es decir, Dios-con-nosotros” (Is
7,14), lo cual lo confirma textualmente el evangelio de Mateo cuando nos dice que
“todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del
profeta: “la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel,
que significa: Dios-con-nosotros” (Mt 1, 22-23).

Resumiendo: Dios, que “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4), “en diversas ocasiones y bajo diferentes
formas, habló a nuestros padres por medio de los profetas” hasta que, llegada la
plenitud de los tiempos, “en estos días, nos habló a nosotros por medio de Jesucristo,
su hijo” (Heb 1,1). Así que el hijo de María es el Esperado de las naciones; le imponen
el nombre de Jesús (= Yavé ha salvado), y su obra será en definitiva la salvación y
liberación de los hombres por Dios.

Al poco de nacer tiene que huir a Egipto para librarse de las amenazas del cruel rey
Herodes, hasta que éste muere y Jesús vuelve a su patria y vive en Nazareth. Vive
una existencia silenciosa y escondida, tiempo en que se prepara para desarrollar su
obra de Mesías-Salvador.

Encuentro con la Palabra de Dios


El Concilio Vaticano II dice con gran claridad (n.55): “Los libros del Antiguo
Testamento narran la historia de la salvación, en la que paso a paso se prepara la
venida de Cristo al mundo… (y) evidencian poco a poco, de una forma cada vez más
clara, la figura de la mujer Madre del Redentor. Bajo esta luz aparece ya
proféticamente bosquejada en la promesa de victoria sobre la serpiente… Asimismo,
ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, que se llamará Emmanuel…
Finalmente, con ella misma, Hija excelsa de Sión, tras la prolongada espera de la
promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se instaura la nueva Economía, al
tomar de ella la naturaleza humana el Hijo de Dios, a fin de librar al hombre del pecado
mediante los misterios de su humanidad” (Lumen Gentium. n.55).

Reflexionamos en silencio la Palabra de Dios para descubrir cuál es el mensaje que


me llega al corazón.

34
Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios
Los participantes comentarán, espontáneamente, las reflexiones que hayan hecho
tomando en cuenta el contenido del tema y el encuentro con la Palabra de Dios, y
responderán las siguientes preguntas:
¿En qué podemos descubrir la unidad de la historia de la salvación?
¿Entendían con claridad en el Antiguo Testamento cómo sería el Mesías o qué
esperaban tanto sacerdotes como el pueblo?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Leer atentamente estos pasajes: Mt 1,18-23; Mc 1,1-11; Lc 2,1-38. ¿Qué nos
dicen?

Oración final
Las palabras humanas
apagaron el amor, y las estrellas
anochecieron la vida...
Por eso tienes que venir,
oh, urgente Niño,
a lo profundo de esta noche
ya medio construida,
para implantar la paz,
el sueño y la canción,

¡Verbo eterno de Dios,


hecho a nuestra medida!

Manuel Simöes (España)

35
X. JESÚS, EL CRISTO, NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR

Objetivos
1. Comprender que Jesús es la buena noticia de Dios, el Mesías anunciado, el
Hijo de Dios que se ha hecho uno de nosotros.
2. Entender que la misión de Jesús es anunciar el reino de Dios en el mundo y
realizar la salvación de la humanidad.

Revisión del trabajo personal


Ponemos en común nuestros conocimientos estudiados y las tareas de la reunión
anterior:
¿Que nos dicen los textos de Mateo, Marcos y Lucas?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad la siguiente descripción:

“Tiene entre treinta y cuarenta años. Es un obrero robusto, capaz de sufrir noches de
vigilia, largas jornadas de camino bajo el sol. Su presencia y su mirar seducen. Su
palabra es unas veces ruda, otras afectuosa, pero siempre directa. Conoce el trabajo
de los hombres, porque lo ha practicado largo tiempo.

Es un artesano lleno de buen sentido. No es un intelectual porque no ha frecuentado


las universidades, pero sus conocimientos son profundos y amplios. Comprende a las
personas por instinto, porque su sensibilidad, que es viva, abre los corazones. Libre de
todo lazo, se pone a disposición de todos para servirles, para amarles y hacerles
amar.

Los que sufren en su alma o en su cuerpo son los que atraen su benevolencia. Con
todos es sencillo, hombre de pueblo y gran señor a la vez. No se une a ninguna clase
social, a pesar de su preferencia por los pobres. Guarda una soberana independencia
respecto a los que le solicitan: familia, amigos, adversarios, autoridades religiosas y
civiles, opinión pública… No hace política. No se mezcla en negocios. Su empresa va
más lejos y más alto22/10/2008

Cumple su misión con una impresionante autoridad. Tranquilo, seguro de sí mismo,


domina y construye su destino. Sabe actuar con paciencia, progresar, adaptarse, pero
siempre marchando en línea recta.

Afronta lúcida y valientemente la incomprensión, la envidia, el odio. Nadie le asusta.


Dice la verdad, guste o no guste. Le causan horror los hipócritas y los orgullosos.
Permanece insensible ante el entusiasmo irreflexivo de sus admiradores. Sabe
descubrir hábilmente las trampas de sus enemigos. Con toda paciencia corrige los
errores de sus amigos. Admira la fe y la generosidad de los humildes, anima la
confianza que le dan sus compañeros, pero sin adularlos. Les confía sus designios, los
asocia a su misión. Su grandeza intriga pero no aplasta. Su amor libera y estimula.

Este retrato es rigurosamente histórico. Este hombre es auténtico. Se llama JESÚS.”.


(Maurice Poix, escritor francés)

Se comenta entre las asistentes la descripción anterior y se les invita a responder,


espontáneamente, las siguientes preguntas.
¿A quién se refieren las cualidades que menciona el relato?
¿Qué cualidad o cualidades sobresale(n) o son más dignas de admirar?

36
Contenido
Jesús de Nazaret
Los judíos piadosos del tiempo de Jesús creían en la existencia de un único Dios (eran
monoteístas), vivo y personal, santo, cercano a sus criaturas y providente; que Israel
era el pueblo de Dios porque el Señor había hecho alianza con él, y que la voluntad de
Dios estaba en la ley. Jesucristo fue muy claro al decir que no vino para abolir la ley
sino para perfeccionarla.
Por los evangelios sabemos que Jesús vivió en Nazaret hasta aproximadamente los
treinta años cuando empezó a actuar públicamente dentro y fuera de esta ciudad,
recorriendo Palestina y hablando de Dios. ¿Qué hizo Jesús? Tratemos de hacer un
esquema de sus obras:

Jesús vive de una forma especial


Recorre caminos y ciudades lejos de la casa paterna (Lc 8,1); elige de entre sus
discípulos a doce hombres para que lo sigan y ayuden en su misión a los que llama
apóstoles, y a este grupo lo considera como su auténtica familia y ellos serán los
continuadores de su obra (Mc 3,13).

Jesús ofrece el perdón de los pecados


Muchas personas conocidas como pecadoras se acercaron a Jesús y él les perdonó
sus pecados en nombre de Dios, lo cual escandalizó a muchos (Mt 9,1-10). Pero él
dijo que son los enfermos y no los sanos quienes necesitan de médico (Mc 2,17).

Jesús cura muchas enfermedades


También se acercaron a él personas con males físicos (Mc 5,35-39) o mentales y a
todos los atendió, aunque fueran considerados desde el punto de vista religioso como
impuras (por ejemplo, los leprosos: Mc 1,40-44). Lo más importante fue que al curarlas
Jesús les devolvía su dignidad de personas e hijos de Dios.

El perdón y las curaciones son signo de la presencia del Reino. Muy importante es
destacar que Jesús no hace milagros para demostrar su poder ni para convencer a los
incrédulos, sino para manifestar que Dios ama a las personas y se preocupa por sus
necesidades, salvándolas de ellas. Lo mismo sucede con el perdón: nos muestra el
corazón bondadoso del Padre y hace presente la salvación que Dios nos da, su reino.
Cuando habla de Dios dice que es su Padre y nuestro Padre y, en consecuencia,
nosotros somos hermanos. Todo lo que predica lo vive intensamente entre la gente
que lo rodea.

Su anhelo más profundo lo dice en pocas palabras: “Que todos sean uno, como
tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn 14,21). Y nos da una orden terminante:
“Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando” (Jn 15,17). Sólo así haremos
realidad su Reino.

Encuentro con la Palabra de Dios


Aprendan algo del Reino de los Cielos. Un propietario salió de madrugada a contratar
trabajadores para su viña. Se puso de acuerdo con ellos para pagarles una moneda de
plata al día, y los envió a su viña. Salió de nuevo hacia las nueve de la mañana…Salió
otra vez al mediodía, y luego a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Ya era la última
hora del día… y vio a otros que estaban allí parados… Les dijo: Vayan ustedes
también a trabajar a mi viña. Al anochecer, dijo el dueño de la viña a su mayordomo:
Llama a los trabajadores y págales su jornal, empezando por los últimos y terminando
por los primeros. Vinieron los que habían ido a trabajar a última hora, y cada uno
recibió un denario (una moneda de plata). Cuando llegó el turno a .los primeros,
pensaron que iban a recibir más, pero también recibieron cada uno un denario. Por

37
eso, mientras se les pagaba, protestaban contra el propietario. Decían: estos últimos
apenas trabajaron una hora, y los consideras igual que a nosotros, que hemos
aguantado el día entero… El dueño contestó a uno de ellos: Amigo, yo no he sido
injusto contigo. ¿No acordamos en un denario al día?... ¿No tengo derecho a llevar
mis cosas de la manera que quiero? ¿O será porque soy generoso y tú envidioso?
(Mt 20, 1-15).

Reflexionemos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán, espontáneamente, las reflexiones que hayan hecho
tomando en cuenta el contenido del tema y el encuentro con la Palabra de Dios, y
responderán las siguientes preguntas:
¿He considerado alguna vez la riqueza humana de Jesús?

Para quién es Jesús Buena Noticia:


¿Para los que siempre han estado cerca de él por la fe, la familia, la
escuela?
¿Para todo el que escuche el llamado de Dios en cualquier momento de
su vida?
¿He aceptado que Jesús es mi Señor y Salvador?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Leer con cuidado Lucas 4, 16-21 y responder: ¿A qué vino Jesús?

Oración final
Tomando en consideración la parábola que leímos antes, con todo el corazón
digamos:
Señor,
He oído que ofreces la misma bienvenida al pecador que al santo.
Que caminas con quien está enojado igual que con quien está contento, y abrazas al
grosero y envidioso como al servicial.
Incluso ofreces el mismo amor al último que te encontró, que al primero que te siguió,
y tienes la misma paciencia con quien está seguro en su fe que con quien tiene dudas.
En mi experiencia diaria eso no pasa, así que disculpa si tardo en creerlo.
Si eres así, por favor quédate conmigo en este momento.
Necesito hablar con alguien que me comprenda y me quiera a pesar de mis dudas,
fallas y pecados.
Te presento estas dudas…
y estas fallas mías…
Dame tu amor y tu paz que tanto necesito.

(Biblia católica para jóvenes).

38
XI. JESUCRISTO RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS

Objetivos
1. Comprender que el mensaje fundamental de nuestra fe es que Jesús resucitó
de entre los muertos.
2. Entender que Jesús nos redimió voluntariamente derramando toda su sangre
por cada uno de nosotros.

Revisión del trabajo personal


Ponemos en común nuestros conocimientos estudiados y las tareas de la reunión
anterior:
¿Según el texto de Lc 4 en la sinagoga de Nazareth, a qué vino Jesús?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad el texto siguiente del discurso
del Papa a los jóvenes (PARÍS, 12 de septiembre de 2008):
"Muchos de ustedes llevan colgada del cuello una cadena con una cruz. También yo
llevo una... No es un adorno ni una joya. Es el precioso símbolo de nuestra fe, el signo
visible y material de la vinculación a Cristo.
Para los cristianos, la cruz es símbolo de la sabiduría de Dios y su amor infinito
revelado en el don redentor de Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, en
particular, para la vida de cada uno. La cruz no es sólo el signo de su vida en Dios y
de su salvación, sino también el testigo mudo de los padecimientos de los hombres y,
al mismo tiempo, la expresión única y preciosa de todas sus esperanzas.
San Pablo había sacado la conclusión de que la cruz manifiesta la ley fundamental del
amor, la fórmula perfecta de la vida verdadera. Que este descubrimiento
impresionante los aliente a respetar y venerar la cruz. Queridos jóvenes, sé que
venerar la cruz a veces también lleva consigo el escarnio e incluso la persecución. La
cruz pone en peligro en cierta medida la seguridad humana, pero manifiesta, también
y sobre todo, la gracia de Dios y confirma la salvación. Esta tarde les confío la cruz de
Cristo. Pablo había entendido la palabra de Jesús −aparentemente paradójica− según
la cual sólo entregando ("perdiendo") la propia vida se puede encontrarla y de ello
había sacado la conclusión de que la cruz manifiesta la ley fundamental del amor, la
fórmula perfecta de la vida verdadera.”
Contenido
Jesús es la buena noticia de Dios, el Mesías prometido, el Hijo de Dios que se ha
hecho uno de nosotros. La misión de Jesús fue anunciar el reino de Dios en el mundo
y realizar la salvación de la humanidad. Al cumplirse el tiempo de su elevación tomó la
decisión irrevocable de ir hacia Jerusalén (Lc 9, 51) para revelar el reino de Dios, no
como lo imaginaban los apóstoles, porque será entregado a los jefes de los sacerdotes
y a los maestros de la Ley: lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros,
que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero tres días después
resucitará (Mc 10, 33-34).
La noche última de su vida celebró un banquete con sus discípulos como para
revelarnos que el cumplimiento del reino de Dios es un gozoso acontecimiento.
¿Cómo principió la cena? Indicándonos que el reino de Dios se funda en el servicio y
que el Señor lo manifiesta en un darse totalmente, que él se da del todo hasta la
muerte. Su discurso de despedida tuvo como tema central el amor: amor entre Jesús y
el Padre, entre Jesús y nosotros, entre el Padre y nosotros, y entre nosotros mismos.
Y luego, como lo testimonia san Pablo: la noche en que fue entregado, tomó pan y,

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después de dar gracias, lo partió diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por
ustedes; hagan esto en memoria mía.» De igual manera, tomando la copa, después de
haber cenado, dijo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces
que la beban háganlo en memoria mía» (1 Cor 11, 23-25).
Así como la Antigua Alianza fue confirmada con sangre de animales (Ex 24, 8), así la
Nueva Alianza lo es con la sangre del Hijo; es la nueva alianza de la que ya había
hablado Jeremías seiscientos años antes (Jer 31, 31-33). También Isaías había dicho:
El Justo, mi servidor, hará una multitud de justos, después de cargar con sus deudas.
Por eso, le daré en herencia muchedumbres y lo contaré entre los grandes, porque se
ha negado a sí mismo hasta la muerte y ha sido contado entre los pecadores (Is 53,
11-12). Jesús sabía lo que iba a pasar y decía a sus discípulos: «Siento en mi alma
una tristeza de muerte» (Mc 14,34) y no obstante exclama: «Padre, para ti todo es
posible, aparta de mí esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres
tú» (Mc 14, 36).
Mientras Jesús daba testimonio ante el sanedrín, Pedro le negó y Judas se ahorcó. De
la prisión y de la sala del juicio es llevado a la muerte, a una muerte ignominiosa que
se aplicaba a los esclavos y a los ladrones. Los evangelistas son bastante sobrios en
sus relatos: lo crucificaron (Mc 16,24). Por su parte, Jesús cuando se refiere a sus
verdugos dice: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34); al ladrón
que está a su lado le promete: En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en
el paraíso (Lc 23, 43). Para completar su donación, viendo a Juan dijo a su madre:
Mujer, ahí tienes a tu hijo; y a Juan: Ahí tienes a tu madre (Jn 19, 26), palabras en que
no solamente hay que ver el amor filial de Jesús, sino en esta hora en que entra al
mundo una nueva vida, se nos da una nueva madre, madre de todos los vivientes.
Luego de estar colgado de la cruz varias horas, hasta el último momento conserva la
claridad de su conciencia y entrega su vida porque así lo quiere: Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46). San Juan recuerda el último gesto de Jesús, cómo
serenamente inclinó la cabeza coronada de espinas, diciendo: «Todo está
cumplido»… y entregó el espíritu. (Jn 19,30). Con cuánta verdad podemos afirmar que
el reino de Dios ha venido por su sangre.
Cuando por vez primera en la historia universal asoma el sol una mañana de domingo
(día del Señor), inmediatamente después del sábado en que Jesús estaba en el
sepulcro, y se esperaba la confirmación de su muerte, el mensaje de la pascua el
Señor resucitó fue un gozo inmenso. Este es el testimonio unánime en todo el Nuevo
Testamento: éste es Jesús, su Hijo, al que resucitó de entre los muertos (1 Tes 1,10),
y que los apóstoles vieron al Señor: Los otros discípulos le dijeron (a Tomás): Hemos
visto al Señor (Jn 20 25).
Esta convicción es el centro y la piedra angular de la predicación apostólica, de tal
manera que de la resurrección depende la fe: Si los muertos no resucitan, tampoco
Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como
tampoco la fe de ustedes… Y si Cristo no resucitó, de nada les sirve su fe: ustedes
siguen en sus pecados (1 Cor 15, 14.17).
Encuentro con la Palabra de Dios
Porque yo soy el último de los apóstoles y ni siquiera merezco ser llamado apóstol,
pues perseguí a la Iglesia de Dios. Sin embargo, por la gracia de Dios soy lo que soy y
el favor que me hizo no fue en vano; he trabajado más que todos ellos, aunque no yo,
sino la gracia de Dios que está conmigo. Pues bien, esto es lo que predicamos tanto
ellos como yo, y esto es lo que han creído. Ahora bien, si proclamamos un Mesías
resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos ahí que no hay resurrección de
los muertos? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no
resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como tampoco la fe de ustedes. Con
eso pasamos a ser falsos testigos de Dios, pues afirmamos que Dios resucitó a Cristo,

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siendo así que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan. Pues si los
muertos no resucitan, tampoco Cristo pudo resucitar. Y si Cristo no resucitó, de nada
les sirve su fe: ustedes siguen en sus pecados. Y, para decirlo sin rodeos, los que se
durmieron en Cristo están totalmente perdidos. Si nuestra esperanza en Cristo se
termina con la vida presente, somos los más infelices de todos los hombres. Pero no,
Cristo resucitó de entre los muertos, siendo el primero y primicia de los que se
durmieron (1 Cor 15, 9-20).

Reflexionamos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.

Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios


Los participantes comentarán espontáneamente las reflexiones que hayan hecho en
su encuentro con respecto a la Palabra de Dios y responderán a estas preguntas:
¿De qué manera influye en mi vida la muerte, pasión, muerte y resurrección de
Jesucristo?
¿Cómo vivo mi fe en que Jesús resucitó y vive?

Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.

Tarea
Leer con cuidado Juan 20, 1-28 y analizar quiénes intervienen en este trozo
bíblico.

Oración final

Digámosle al Señor:
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor,
muéveme el verte clavado en una cruz y
escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,


que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero, te quisiera.

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XII. JESÚS VIVE PARA SIEMPRE EN LA IGLESIA

Objetivos
1. Comprender que el acontecimiento más importante de la fe cristiana es la
resurrección de Jesús, su triunfo sobre la muerte.
2. Saber que la muerte adquiere su sentido sólo a la luz de la resurrección del
Señor, porque es la garantía de nuestra resurrección.
3. Entender que Jesús vive y actúa en la Iglesia por el Espíritu Santo.

Revisión del trabajo personal


Ponemos en común nuestros conocimientos estudiados y las tareas de la reunión
anterior:
¿Quién llevó la noticia de la resurrección de Jesús a los apóstoles, según el
texto de Jn 20, 1-28?
¿Quiénes estaban reunidos temerosos con las puertas cerradas?
¿A quién le dijo el Señor “¡Felices los que no han visto, pero creen!”?

Partir de la experiencia
Se invita a uno de los participantes a leer con claridad el texto siguiente:
“Todos hemos nacido a la humanidad y al mundo en el seno de una familia. Sin que
falte nuestra colaboración, esta nos ha engendrado en buena medida a lo que somos.
NO LA HEMOS ELEGIDO. Conocemos sus limitaciones y sus defectos, pero no me
imagino a una persona normal deseándose miembro de otra familia.
Con la Iglesia me sucede algo así. Gracias a ella he conocido el cristianismo; a través
de ella me ha sido dado el Espíritu. Por eso, aunque conozco sus fallos históricos y
sus defectos actuales, y aunque en alguna ocasión haya podido sufrir, mínimamente
por supuesto, por ellos, nada de esto ha influido en mi sentido de pertenencia y en
ningún momento he sentido la necesidad de alejarme de ella.
En alguna ocasión he leído que hacían a un teólogo importante que había tenido
problemas con la jerarquía esta pregunta: “¿Por qué no abandona usted la Iglesia?”
No recuerdo su respuesta, que supongo muy sabia y muy correcta. Recuerdo el
malestar que me produjo la pregunta misma. ¿Por qué no abandono la Iglesia?
¿Porque todavía tiene arreglo? ¿Porque desde su interior todavía se puede trabajar
por su transformación? ¡No, por Dios! ¡Que ella no me abandone a mí! ¡Que ella no
me deje a mis luces, a mis fuerzas, a mi iniciativa! ¿Qué haría con mis culpas sin la
solidaridad en la esperanza en que me baña? ¿Dónde, mejor que en ella, puedo hacer
mejor la fraternidad universal a la que aspiro?”
(Juan de Dios Martín Velasco, catedrático español de Fenomenología de la Religión)
Contenido
A Pedro le dijo el Señor: “Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer” (Mt
16,18). Y poco después, la víspera de su pasión se reúne con sus amigos en la
intimidad de una cena y les habla con acentos muy afectuosos diciéndoles: “Me voy,
pero volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, pues el
Padre es más grande que yo. Les he dicho estas cosas ahora, antes de que sucedan,
para que cuando sucedan ustedes crean” (Jn 14,28-29).

Jesús encargó a sus discípulos continuar su obra


A nosotros se nos hace muy claro todo esto en la actualidad, pero los discípulos no
alcanzaban a comprender la hondura de esas verdades. Fue necesario que Jesús

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fuera visto innumerables veces y hablara y comiera delante de ellos para que creyeran
que estaba vivo. Jesús había encargado a sus discípulos que continuaran su misión
salvadora: “Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también” (Jn 20, 21);
“Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el
Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19); “En adelante el Espíritu
Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las
cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14,26).

Ellos salieron a todos los lugares a llevar la Buena Nueva


Cincuenta días después de su resurrección empezaron a constatar la verdad de sus
promesas: la promesa del Espíritu Santo se hizo realidad el día de Pentecostés
cuando, estando los apóstoles reunidos –y con ellos la Madre bendita del Señor,
María– “aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron
posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se
expresaran” (He 2,2-4). El evangelio de san Marcos así concluye: “Ellos, por su parte,
salieron a predicar en todos los lugares. El Señor actuaba con ellos y confirmaba el
mensaje con los milagros que los acompañaban” (Mc 16,20).

Las primeras comunidades cristianas


Los que habían sido bautizados eran constantes en escuchar la enseñanza de los
apóstoles (catequesis), en la unión fraterna, en la fracción del pan (Eucaristía) y en la
oración (léase He 2, 42-47), teniendo la certeza que “donde están dos o tres reunidos
en mi Nombre, allí estoy yo, en medio de ellos” (Mt 18,20). No mucho tiempo después,
Jesús eligió a san Pablo para que, en vez de perseguir a los cristianos, dedicara su
vida a anunciar por todas partes el mensaje de salvación (léase el cap. 9 de los
Hechos).

De la antigua a la nueva Alianza


De manera que la lejana promesa de Dios a Abrahán de hacer una alianza de amistad
con el pueblo, hecha realidad en la historia y rota por las infidelidades, no podía
romperse por parte de Dios, así que el pueblo de Dios fue perdonado y el Señor
ofreció una nueva Alianza. Esta nueva Alianza la realizó Jesús muriendo en la cruz y
reconciliando a la humanidad con Dios; de ella nació el nuevo pueblo de Dios que,
animado por el espíritu Santo, acoge a la humanidad entera. Este nuevo pueblo de
Dios es la Iglesia, la cual está tan unida a Jesús como el cuerpo está unido a la
cabeza (léase 1 Cor 12,12-27).

El nuevo pueblo de Dios es la Iglesia


Resumiendo: la Iglesia es el pueblo de Dios y es el cuerpo de Cristo. Y los cristianos
están unidos a Jesús y entre sí como los miembros de un cuerpo. El Espíritu Santo
guía a la Iglesia y da a los cristianos la fuerza y el valor que necesitan para continuar
la misión salvadora de Jesús y extenderla por todo el mundo. Allí donde hay una
comunidad cristiana se realizan las mismas acciones que, en otro tiempo, hicieron los
primeros cristianos porque somos la misma Iglesia.

Encuentro con la Palabra de Dios


Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a
unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había
ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso
a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: “¿De
qué van discutiendo por el camino?” Se detuvieron, y parecían muy desanimados. Uno
de ellos, llamado Cleofás, le contestó: “¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en
Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?” “¿Qué pasó?”,

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les preguntó. Le contestaron: “¡Todo el asunto de Jesús Nazareno! Era un profeta
poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. Pero nuestros
sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y
clavar en la cruz. Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea
lo que sea, ya van dos días desde que sucedieron estas cosas. En realidad, algunas
mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, pues fueron muy de mañana al sepulcro
y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían
que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como
habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.” Entonces él les dijo: “¡Qué poco
entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron
los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su
gloria?” (Lc 24 13-26).
Reflexionamos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.
Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios
Los participantes comentarán espontáneamente las reflexiones que hayan hecho en
su encuentro con respecto a la Palabra de Dios y responderán a estas preguntas:
¿Hemos logrado captar que el acontecimiento más importante de nuestra fe y
en la historia de humanidad es la resurrección de Jesús?
¿Podemos decir que la muerte de Jesús es la garantía de que viviremos con
Jesús felices y para siempre?
¿Nos preguntamos si entendemos poco lo que nos dice Dios y somos lentos
para creer?
Oración comunitaria
Quienes gusten, espontáneamente harán en voz alta la oración que Dios haga surgir
en su corazón.
Tarea
Que en adelante, al asistir a la Santa Misa (Eucaristía) sea consciente de que
estoy haciendo memoria de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Oración final
Jesús:
Ayúdame a siempre valorar la grandeza y la nobleza de servir.
Tú, el hijo de Dios hecho hombre, el ser más grande que ha existido y existirá, el
Mesías prometido, el Rey de reyes, el Profeta máximo, el Maestro por excelencia, el
Sacerdote perfecto… nos mostraste que tu misión, el liderazgo y la autoridad se
realizan poniéndose al servicio de los demás.
Enséñame a servir a los demás como fruto del amor, sin sentirme superior o mejor que
a quien sirvo.
Que nunca confunda el servicio digno al estilo tuyo con la servidumbre que ataca la
dignidad personal.
Edúcame como líder que promueve a otros líderes, para todos servir con la misma
grandeza y nobleza que tú.
Amén. (Biblia católica para jóvenes)

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