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Saavedra Muñoz, Natacha.

Universidad de Concepción
Asignatura: Transformaciones del mundo moderno
Curso: 4º / Año Académico: 2020
Profesor: Sanyar Lagos Vigouroux

REFERENCIA:

Alain DE BENOIST: “El burgués: paradigma del hombre moderno”, en Revista de pensamiento
crítico “El manifiesto contra la muerte del espíritu y la tierra”. Manifiesto contra la muerte del
espíritu, Barcelona, 2004, 41-60 pp.

I. IDEAS PRINCIPALES.
La pregunta por el origen de la burguesía: de Benoist plantea que actualmente es difícil
identificar al burgués, en cuanto que más que a una clase, hoy se presenta como una mentalidad. En
este sentido, propone analizar a la burguesía por medio de un análisis histórico para así alcanzar una
comprensión sobre ella.
- La relación de la burguesía con la monarquía: para el autor, es en Francia, durante la
monarquía capeta, que los burgueses llegan a un auge y se constituyen como clase social.
Los burgueses ven en el Estado, representado en la monarquía, posibilitaba una opción de
liberarse y potenciar sus mercados. Esto último se materializo cuando el Rey, quien
rivalizaba con la aristocracia, libero a la burguesía (que estaba constituida por hombres
libres que no eran siervos ni nobles) de las obligaciones con los señores feudales,
concretando además una serie de medidas que limitaron el poder de la sociedad feudal,
como el cese del cobro de impuestos. Cabe destacar que esta alianza entre la monarquía y la
burguesía no es casual, pues esta clase veía en el Estado una autoridad abstracta, lo cual
posibilitaba liberarse de imposiciones políticas y religiosas.
- El origen del mercado y la consolidación de la clase burguesa: esta alianza entre la
burguesía y la monarquía trajo como consecuencia el fin de la sociedad feudal. La
burguesía se asienta en el estado monárquico, obteniendo puestos de consejerías mientras la
aristocracia se empobrece a causa de la guerra. Además, la necesidad por parte de la
monarquía de conseguir recursos financieros y fiscales derivó en la creación de un
comercio a gran escala, borrando las fronteras demarcadas por el mercado feudal y
estableciendo el mercado moderno, el cual solo fue posible debido a la intervención estatal.
- El derecho a la propiedad: dentro de las reformas importantes impulsadas por los
burgueses y la monarquía fue la del derecho de propiedad. Con este derecho se perdió la
noción feudal de una “economía comunitaria”, que se consideraba ineficaz ante la gestión
que ejercían particulares sobre la economía. Esta concepción se sustenta principalmente en
un cambio de mentalidad, en que ya no es prioritario el bien común, sino que la ganancia
individual.
La burguesía y su relación con la modernidad: para el autor la pregunta sobre el origen de la
burguesía implica comprender los pilares de la modernidad, puesto que diversos factores que
definen esta clase surgen en su alero. Principalmente, distintos pensadores de la Reforma aportaron
desde el ámbito de la religión a asentar el capitalismo en la sociedad, como también distintas
corrientes del pensamiento, tales como el racionalismo, el utilitarismo y el materialismo influyeron
en el desarrollo de una concepción capitalista del mundo. La influencia de estas corrientes y formas
de pensamiento transformaron a la burguesía en una clase definida más allá de algo económico, sino
que sería definida por una serie de valores morales, políticos, etc., además de su condición
económica y posesión de capital.
- Racionalismo y su influencia en el pensamiento burgués: el cartesianismo (filosofía
racionalista que considera a la razón como la principal fuente de conocimiento) establece
una relación distinta entre lo racional y lo sensible y, por consiguiente, entre los hombres y
el mundo. En este dualismo, se establece una primacía de la razón por sobre las cosas, es
decir, que lo racional se impone a lo sensible. El mundo, desde esta perspectiva, se
transforma en un objeto, una cosa, de la cual los seres humanos pueden disponer y hacer
conforme a sus capacidades racionales. Dado lo anterior es que el burgués le otorga un
valor, un precio, a las cosas del mundo, pues puede hacer lo que quiera con ellas, ya que
estas existen para él.
- El homo aeconomicus: el calvinismo y la Iglesia Católica potenciaron el desarrollo del
capitalismo burgués. El primero proponía “acomodar” la religión cristiana al espíritu
capitalista, mientras que el catolicismo, si bien no reconoció en primera instancia el valor
del dinero, si enfatizo el valor-trabajo, despreciando la ociosidad y los excesos (no
racionales). Esta acomodación de la religión en pos de las necesidades de la actividad
económica capitalista deriva en una transmutación de todos los valores, pues el capitalismo
ya no solo regiría en el ámbito económico de las personas, sino que también terminaría
afectando su espiritualidad, lo que evidentemente trae consecuencias en el plano social,
político, etc. De esta forma surge el homo aeconomicus, sujeto cuya vida estaría
fuertemente ligada a los preceptos del capitalismo.
- La felicidad como concepto burgués: es en la burguesía donde la felicidad toma un papel
central en la moral. Se establece que la existencia de un ser humano tiene por objetivo
último la felicidad, siendo esta traducida como un bienestar material, el cual es posible
gracias a la concepción de que el mundo, cosificado, está a disposición de las personas. La
felicidad burguesa no solo se concibe en el ámbito individual, sino que la idea de progreso,
es decir, la de poder dominar aún más las cosas del mundo y ser feliz mediante eso, se
posiciona como un objetivo colectivo.
Las críticas a la burguesía se sustentan en sus mismos principios: asentada esta clase social y
convertida en clase hegemónica, surgen las criticas hacía esta y su concepción de vida. Estas
críticas se enfocan en sus valores morales; por un lado, la derecha fascista critica los excesos del
capitalismo y como estos atentan a la idea de nación, por otro lado, la izquierda política y el
movimiento obrero concibe al capitalismo como un sistema explotador e individualista que vulnera
derechos fundamentales de los seres humanos.
Respecto a la izquierda y el movimiento obrero De Benoist se refiere a Marx, considerando que su
crítica “descarnada” a la burguesía no logra delimitar el origen de la clase dominante, solo
atribuyéndole la característica de “poseer el capital”; en otras palabras, denuncia que Marx no
comprende al burgués como un hombre económico, por lo que su crítica solo se centra en los
factores económicos (la explotación), dejando de la lado la discusión sobre los valores políticos,
morales, culturales, etc., que rigen a la clase burguesa. El autor también señala que la propuesta
marxista de una sociedad sin clases, desde algún aspecto, sería una de las añoranzas de la burguesía,
pues equivaldría a volver a todo el mundo en un burgués.
En cuanto a la crítica realizada por el fascismo, este movimiento denuncia solamente a los
burgueses “de alto rango”, a los que poseen más capital, pero no se realiza una crítica al capital
mismo ni a toda la clase social. A su vez, rechaza el individualismo exacerbado pues resultaría
contra a la idea de nación. Esto último es conflictivo pues la burguesía se apoya y fomenta
fuertemente en la idea de nación, pues la instrumentaliza para defender sus propios intereses; en
este sentido, el fascismo no es necesariamente contrario a la burguesía, solo intenta delimitarla.
El carácter psicológico de la burguesía: el autor expone durante el texto la idea de diversos
pensadores (Scheler y Gide, específicamente) sobre que la burguesía, más que definirse como una
clase, resulta ser una forma de pensamiento y/o personalidad, en otras palabras, acercan a la
burguesía a un estado psicológico más que a una clase social. En este sentido, se define al burgués
como el sujeto que posee la noción del “hombre económico”, es decir, un individualista que ve el
valor de las cosas relativo a su utilidad para sí, más que con un valor en sí mismas. Además, para
justificar esta idea, se recurre a la noción de que la organización social (en este caso, la sociedad de
clases) es una construcción social, y al ser de ese modo el pensamiento antecede a la misma
organización. Considerando esto, se afirma que el pensamiento burgués preexistía en el ser humano
antes de que se conformara la burguesía como clase social.
La homogeneización de la burguesía en la posmodernidad: posterior a los movimientos obreros
y la crisis económica de principios del siglo XX, la conducta individual y el comportamiento social
se homogeneizo en pos de la burguesía. Tanto los movimientos de izquierda como de derecha, las
instituciones, la familia, etc., se aburguesaron y su acción se vio delimitada al ámbito del
pensamiento burgués; en otras palabras, el pensamiento burgués se hizo patente en todas las clases
sociales, siendo indistinguibles unas de otras. Al desligarse los valores burgueses de su condición de
clase, estos han impregnado a toda la sociedad; de hecho, gracias a los distintos cambios
económicos hasta los más pobres y con menos poder adquisitivo pueden hacerse parte de la
sociedad de consumo, es decir, actúan como burgueses sin poseer los medios “convencionales” para
serlo.
La desaparición del burgués tradicional: la figura actual del burgués es concebida como un
sujeto hedonista y consumista, situándose lejos de la antigua figura de trabajador que buscaba la
acumulación de capital por sobre todo. Con el nacimiento del crédito, el burgués ya no se ve en la
necesidad de ahorrar, ya que puede disponer de capital que no posee, aunque exista el riesgo de
endeudamiento. Lo que plantea el autor va mucho más allá, puesto que este cambio del burgués no
es casual, sino que es producto de la confección de una sociedad burguesa: los valores de la
burguesía se han trasladado hacia la sociedad y los individuos se ven en la libertad de no tener que
velar por sus propias preocupaciones, de no tener que actuar como burgueses. En conclusión, no es
la idea de la burguesía tradicional haya desaparecido, sino que se impregno en la sociedad en su
totalidad, convirtiéndose en norma.
- Traspaso de valores: la sociedad burguesa, conformada como tal, ha incorporado los
valores de la burguesía, permitiendo que los individuos se desentiendan de estos. En el
ámbito económico, la figura de la empresa, como entidad colectiva que representa intereses
de grupos económicos, permite que los individuos que pertenecen a ella no necesiten
comportarse de cierta forma adhok a los ideales de los burgueses, ya que los intereses
económicos se han despersonalizado, haciendo irrelevante al sujeto en particular. Del
mismo modo, en el ámbito moral los individuos pueden ser inmorales, puesto que la
moralidad reside en figuras de autoridad y no en particularidades, ya no se requiere que el
individuo sea un “ejemplo” para la sociedad, pues la sociedad es el ideal que deben buscar
los individuos.
- Fragilidad: pero lejos de conseguir asentar la burguesía, esta es cuestionada cada vez más,
debido a que la actual sociedad de consumo, la aceleración de la producción y el progreso
tecnológico, han generado una situación de incertidumbre para las capas medias y pobres,
quienes realmente no poseen las capacidades económicas de la burguesía pero que viven
como burgueses. El desempleo y endeudamiento ha generado una sensación que de Benoist
describe como proletarización, lo que genera un frágil orden social; dicho en otras palabras,
la sociedad burguesa, si bien esta homogeneizada, se encuentra en crisis.

II. ANÁLISIS Y COMENTARIO CRÍTICO


La necesidad de realizar un análisis sobre el burgués es clara desde el principio del texto y coincide
con el final del mismo: la importancia de definir concretamente que es un burgués. Para esto Alain
de Benoist expone una historia sobre el burgués, de cómo este surgió, se consolido y,
posteriormente transformo toda la sociedad. No es casualidad que haya optado por un análisis
historiográfico, pues su concepción actual del burgués, como mentalidad desarraigada del individuo
e impregnada en la sociedad, impide identificarlo concretamente: actualmente no podríamos decir
quien es o no es un burgués, pues como se señala en el texto “todo el mundo es burgués”.
La necesidad de definir qué es el burgués también se entiende cuando pensamos en la situación
actual, donde las clases medias y pobres se sienten cada vez más proletarizadas, pero, a su vez, se
rigen bajo los valores de la burguesía. Lo anterior revela algo importante que no es enfatizado en el
texto: la incompatibilidad de regirse bajo los valores burgueses sin pertenecer a la burguesía como
clase. Si bien el texto revela y analiza como la burguesía actualmente puede desentenderse de sus
“obligaciones” y dedicarse al ocio, no explica como la clase trabajadora debe acomodar su estilo de
vida a los ideales de la burguesía, recurriendo al endeudamiento y al crédito. En este sentido, la
homogeneización de la burguesía, entendiéndola como mentalidad, solo es posible gracias al
aumento de precarización de la clase trabajadora, pues asumir los valores de la burguesía implica,
por ejemplo, tener que endeudarse para poder acceder a servicios básicos. Esto último se ve como
uno de los grandes logros de la burguesía, poder gastar y pagar a futuro, pero esto solo es sostenible
para quienes en realidad pertenecen a la burguesía, no a quienes piensen como la burguesía.
Infiero que, en cierta medida, el objetivo del autor es develar dicha contradicción: en un mundo
donde no se entiende que los valores de la burguesía son homogéneos y todos actuamos como
burgueses a pesar de no poder hacerlo sin perder algo a cambio, es necesario saber quién es el
verdadero burgués.
Un aspecto destacable de la burguesía que se refleja en el texto es su capacidad de transformación y,
en cierta medida, de concesión. Queda demostrado que la instauración del capitalismo no es algo
casual, sino que se origina en una serie de actos dirigidos a generarlo. Los burgueses supieron hacer
uso de las distintas circunstancias que se les presentaron hasta el punto de generar el escenario más
óptimo para desenvolverse. La burguesía, ya sea entendida como clase social o mentalidad, está en
constante reacomodación: no por nada ha sobrevivido a grandes crisis que fueron consecuencia de
sí misma (como el jueves negro, el surgimiento del movimiento obrero y los posteriores gobiernos
socialistas, los fascismos, etc.). En este sentido, el análisis del autor resulta siendo una herramienta
para comprender que las distintas concesiones realizadas por la burguesía a lo largo de la historia
son para seguir detentando el poder: más que una muestra de debilidad, terminan por ser una
demostración de su capacidad de sobrevivencia.
Respecto al final del texto, de Benoist realiza una breve mención sobre que la superación de la
problemática sobre la clase media y trabajadora podría surgir desde la restauración de los viejos
valores aristocráticos y del pueblo. Esta afirmación llama la atención, puesto que, si bien la
burguesía tiene una gran diversidad de aspectos negativos, esto no hace que, por contraposición, los
valores aristocráticos sean mejores. Como se refleja en el principio del texto, el sistema monárquico
y feudal tenía sus cimientos en la esclavitud y coerción de las personas. Si bien podemos rescatar
ideas, como el rechazo hacia el mercado, no es que las soluciones que pudiera otorgar el
pensamiento aristocrático sea mejor que el del burgués.
En cuanto a la restauración de los valores del pueblo para superar la crisis de la burguesía, la
contradicción surge en cuanto de Benoist plantea que las críticas e ideales del movimiento obrero
encuentran su sustento en la misma burguesía, por lo que reafirmarían los ideales de esta última. En
este sentido, cabe preguntarse qué entiende el autor por el concepto de pueblo y si es que este es un
mero “sinónimo” de obrero o proletario. En caso contrario, y que el autor se refiera a otra clase o
grupo social, resulta ser una respuesta mucho más incoherente que plantear una recuperación de los
valores aristocráticos, pues en ningún momento procura describirlo ni tampoco especifica cuáles
son sus valores.
Respecto a la problemática del movimiento obrero cabe señalar que, si bien la modernidad es un
cimiento del espíritu burgués, los productos de esta no son mérito de la burguesía, es a través de la
explotación del proletariado que existe el capital del cual se apropia el burgués, mismo capital que
le permitio asentarse como clase social; en otras palabras, es el proletariado quien sostiene el
sistema capitalista. Esto no es negado por de Benoist, pero de la misma forma que los valores de la
modernidad tienen un sesgo burgués, algunos de estos también atienden a necesidades de la clase
trabajadora.
En conclusión, para realizar un análisis acabado del burgués, también es necesario realizar un
análisis de la clase trabajadora, pues sin esta, posiblemente el burgués nunca hubiera subsistido
tanto tiempo.

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