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Retrato del filósofo dispuesto en su «Opera posthuma» (OP, 1677) ―la edición de sus obras realizada por sus
allegados luego de su fallecimiento―. El texto en latín dice lo siguiente: «BARUCH DE SPINOZA. A quien le fue
conocida la naturaleza, Dios, el orden de las cosas. Spinoza podía ser visto en este este estado [= con esta
apariencia]. Representaron el rostro del varón, pero pintar su mente no pudieron las manos artistas de Zeuxis. Ella
[i.e. su mente] vive en [sus] escritos, ahí trata [asuntos] sublimes: Quienquiera que desee conocerlo a él, lea sus
escritos».
Información personal
Nombre de nacimiento Benedito de Espinosa
Nombre en hebreo ברוך שפינוזה
24 de noviembre de 1632
Nacimiento Ámsterdam, Provincias Unidas de los Países
Bajos
21 de febrero de 1677 (44 años)
Fallecimiento La Haya, Provincias Unidas de los Países
Bajos
Causa de la muerte Tuberculosis
Sepultura Nieuwe Kerk
Nacionalidad Neerlandesa
Lengua materna Neerlandés, portugués, gallego, español y hebreo1
Etnia Sefardí
Religión Panteísmo
Familia
Miguel de Espinoza
Padres
Hanna Debora Marques
Información profesional
Ocupación Filosofía
Movimiento Racionalismo y Filosofía occidental
Lengua de producción literaria Latín y neerlandés1
Obras notables Ética
Firma
Índice
• 1 Biografía
• 1.2 Educación
• 2 Pensamiento
• 2.1 Epistemología
• 2.2 Metafísica
• 2.3 Política
• 3 Recepción
• 4 Obra
• 5 Véase también
• 6 Notas
• 7 Referencias
• 8 Bibliografía
• 9 Enlaces externos
Biografía[editar]
Orígenes familiares[editar]
[…] desde hace mucho [se tenía] noticia de las equivocadas opiniones y
errónea conducta de Baruch de Spinoza y por diversos medios y
advertencias han tratado de apartarlo del mal camino. Como no
obtuvieran ningún resultado […] resolvieron […] que éste fuera […]
expulsado del pueblo de Israel, según el siguiente decreto […]: […]
expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch de Spinoza […] ante los
Santos Libros de la Ley con sus [seiscientas trece] prescripciones, con la
excomunión con que Josué excomulgó a Jericó, con la maldición con que
Eliseo maldijo a sus hijos y con todas las execraciones escritas en la Ley.
Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta
y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea
cuando regresa. Que el Señor no lo perdone. Que la cólera y el enojo del
Señor se desaten contra este hombre y arrojen sobre él todas las
maldiciones escritas en el Libro de la Ley. […] Ordenamos que nadie
mantenga con él comunicación oral o escrita, que nadie le preste ningún
favor, […] que nadie lea nada escrito o trascripto por él.
El cherem contra Spinoza en el Libro de los acuerdos de la Nación.10n. 3
En 1663 se trasladó a Voorburg, cerca de La Haya, donde frecuentó los círculos
liberales y trabó una gran amistad con el físico Christiaan Huygens y con el por
entonces jefe de gobierno (raadspensionaris) Johan de Witt, quien ofreció su
ayuda respecto la publicación anónima de su Tratado teológico-político (TTP)
en 1670, obra que causó un gran revuelo por su crítica de la religión. Estas
diatribas frente al TTP, y el bárbaro asesinato de su protector De Witt
en 1672 ―condenado por Spinoza con el pasquín Ultimi barbarorum―, lo
convencieron de no volver a publicar nuevos libros mientras viviera; las obras
circularían, sin embargo, entre sus admiradores.
Últimos años[editar]
Epistemología[editar]
Entendimiento e imaginación[editar]
Metafísica[editar]
Infinitud de la sustancia[editar]
Faltaría saber, pues, cómo es que todas las cosas son infinitas, aunque tengan
existencias determinadas. Y cómo es posible que sean únicas e indivisibles.
Pero estas tres cualidades que el entendimiento nos permite concebir, se
pueden dar en diferentes grados. Por ello es vital hacer referencia directa a
aquello que posee todas las cualidades o atributos en grado sumo, es
decir, Dios, la Naturaleza o la sustancia. Esta última es definida como aquello
cuya esencia implica necesariamente su existencia, de modo que es causa de
sí mismo (E, I, prop. 8, dem.). Dios es esto efectivamente, pero se le describe
mejor como un «ser absolutamente infinito que consta de infinitos atributos»
(E, I, def. 6).
Ahora bien, la explicación referente a por qué hay un solo Dios y no varios, es
resumible teniendo en cuenta, en primer lugar, que fuera del entendimiento
solo hay «sustancias», sus atributos y sus afecciones ―modos (E, I, prop. 4)―,
y, en segundo lugar, concibiendo hipotéticamente cómo se distinguirían dos o
más sustancias, si existieran efectivamente. De este manera, se intuye que se
distinguirían por sus atributos o sus afecciones. Si fuera el primer caso,
entonces no habrían dos sustancias que compartieran la misma cualidad
principal (E, I, prop. 5), de modo que todas serían radicalmente distintas de las
demás ―como las mónadas de Leibniz―, y el orden y conexión de la realidad y
del entendimiento no sería posible que concordara; pues este último, a pesar
del progreso que es capaz de lograr, es limitado. Si fuera el segundo caso,
entonces todas las sustancias serían una, porque, recordando el principio
de identidad de los indiscernibles, A = A y A ≠ B… O, lo que es lo mismo: como
todas las sustancias son anteriores a sus afecciones (ídem), lo que tienen de
fundamental sería igual en todas, y, por lo tanto, no podrían pensarse varias.
Concepto de expresión[editar]
Sino que, todo lo que es real —desde una estrella, un planeta o una piedra,
hasta cualquier animal u hombre, y todo lo que todavía no se conoce pero está
ahí—, por mucho que cueste imaginarlo y entenderlo, está relacionado entre sí.
Cada existente está conectado a todos los demás, el universo entero sería
como una inmensa telaraña donde lo que afecta a uno también lo sienten los
demásn. 9. Para entender esto, sin embargo, hay que exponer otras
cuestiones: Spinoza, a diferencia de Descartes, no se refirió a Dios como un
mero asilo frente al solipsismo, sino que lo concebía como el fundamento de
todo lo que existe (E, I, p25, esc.). Esto, es preciso aclararlo inmediatamente,
no se trata de la figura de creador o demiurgo que la tradición religiosa asigna
a su deidad (E, II, p3, esc.).
Falta decir que, para Spinoza, solo había una sustancia y esa era Dios o la
Naturaleza (E, I, p5, dem.). Todo lo que existe, entonces, desde la piedra al
hombre, no tienen su ser en sí y por sí mismo. Su existencia depende de
causas externas, y, por lo tanto, como son cosas creadas, dependen de lo único
que existe en tanto causa-sui. ¿Aparte de creadas, entonces, qué distingue las
cosas de Dios? Valga la redundancia en el punto primordial: en que no somos
sustancia. Somos, en verdad, derivados de ella. El filósofo neerlandés, para
explicarse, distingue entre la sustancia, sus atributos y sus modos. La primera,
como sabemos ya, es lo único que tiene su existencia por causa-sui (E, I, def3),
los segundos se refieren a las definiciones esenciales de la sustancia (E, I, def4)
y los terceros a sus maneras de manifestarse particular y determinadamente
(E, I, def5).
Lo que, con todas sus letras sería diferenciar el que, si bien Dios o la sustancia
pueden entenderse absoluta e indeterminadamente sin hacer referencia a los
modos que se derivan de su existencia, lo cierto es que todas las cosas creadas
son en Dios y se conciben por él (E, I, p15, dem.), de modo que todas las cosas,
desde la hormiga o la bacteria hasta el hombre, son divinas en tanto
expresiones de la sustancia —la manera de entenderla particular y
determinadamente— (E, II, p7, esc.). La naturaleza, entonces, es la misma en
todas partes (E, III, pref.).
Relación alma-cuerpo[editar]
Antes de proseguir, habría que aclarar que cada vez que hemos hablado de
individuo, nos hemos referido a uno compuesto de varios cuerpos (E, II, p13,
esc. post. I). Sobre estos últimos, el filósofo neerlandés aclara que conociendo
su naturaleza —ámbito de la extensión— es que se puede distinguir la
perfección o realidad de las distintas ideas que son los conceptos de cada uno
de los mismos —ámbito del pensamiento— (E, II, p13, esc.). Enfocándose,
pues, en los cuerpos —que implican un solo atributo divino: la extensión—
aclara que se distinguen entre sí por su movimiento o su reposo y no por su
sustancia (Ibíd., lema I), ya que Dios o la Naturaleza es la única que existe
propiamente hablando. Si hubiese más de una sustancia tendría que ser
producida por otra cosa, lo cual es un absurdo (E, I, p6, cor.) por su propia
definición como causa-sui.
La idea del alma humana, por su lado, implica la existencia de un cuerpo (E, II,
p13, dem.). Si también se refiriera a otra cosa, debería producirse un efecto y
revelarse la idea asociada al mismo. Pero como esto no sucede así, es que se
puede decir que el alma tiene como objeto un cuerpo (ídem), y, en el caso del
hombre, no solo lo posee sino que, además, existe tal y como lo siente (E, II,
p13, cor.). Pero alma y cuerpo, dado que son una y la misma cosa, no son dos
imperios que tratan de conquistarse mutuamente. Es simple y llanamente
imposible que se influyan, ya que cada uno se refiere a atributos distintos de la
sustancia. Así como en el caso de los cuerpos nada los lleva a moverse o
quedarse en reposo sino la influencia de otros cuerpos —otros modos de la
extensión— (Ibíd., lema III, cor.), nada puede llevar al alma a pensar sino otros
modos el pensamiento (E, III, p2, dem.).
Esto no quiere decir, sin embargo, que cuerpo y alma estén separados entre sí
y sean independientes el uno del otro. Ambos son la misma cosa expresada de
maneras distintas: el objeto y su definición (E, II, p13, dem.). De este modo se
puede reconocer que el orden de las acciones y pasiones del cuerpo es el
mismo de las acciones y pasiones del alma (E, III, p2, esc.). Si se insistiera en
seguir analizando el asunto, es decir, en separar lo que está unido, podría
mostrarse la íntima identificación entre el modo del pensamiento con el modo
de la extensión trayendo a colación a aquellos que defienden que, si el alma es
inepta para pensar, entonces el cuerpo no se movería (ídem). Creen demostrar
así un dominio de la primera sobre el segundo, pero es conveniente voltear el
argumento para explicar que, de la misma manera, si el cuerpo no se moviera
el alma no podría pensar (ídem). Para decirlo con todas las letras: no es posible
que exista un cuerpo humano sin alma ni alma humana sin cuerpo.
«quienes creen que hablan, o callan, o hacen cualquier cosa, por libre
decisión del alma, sueñan con los ojos abiertos»
Ética demostrada según el orden geométrico (E) [III, p2, esc.]
Política[editar]
Como filósofo, comparte con Hobbes el tema del determinismo. Sin embargo,
Spinoza fue siempre, y en todos los campos, un escritor proscrito, hasta el
punto de que a comienzos del siglo XIX no se le reconocía, especialmente por
el movimiento romántico alemán (Goethe, Jacobi, etcétera).
Su pensamiento traslada la visión del mundo de Galileo, que dice que el mundo
está sujeto a unas determinadas leyes, por lo que buscará cuáles son las que
regulan a la sociedad. En este punto coincide en parte con Descartes y Hobbes,
pero con la singularidad de que Spinoza además busca las leyes que rigen
la moral y la religión. Así, Spinoza entra de lleno tanto en la moral como en la
religión, intentando introducir la razón en ambas esferas, para lo que usa un
método racional.
En su Ética demostrada según el orden geométrico Spinoza habla de Dios, del
ser humano y del puesto que el hombre ocupa dentro de la naturaleza; así,
dice que la forma correcta de entender a los hombres, es que son una parte
más de la naturaleza y que las acciones humanas no se deben analizar con
criterios morales, sino como partes necesarias de leyes que rigen el cosmos,
esto es, que existen leyes universales de la naturaleza a las que los hombres
están sujetos, por lo que no se puede afirmar que el hombre es totalmente
libre. Siguiendo este planteamiento se encuentra una de sus afirmaciones más
importantes y que más problemas le trajo: afirma que los valores son
creaciones humanas arbitrarias.
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