“Era un día caluroso y lleno de expectativas para mi persona,
pues estaba entusiasmado y lleno de alegría, ya que empezaba
una nueva etapa de mi vida, en la cual tendría que enfrentar muchos obstáculos”.
Al ingresar a la universidad encontré a una amiga del colegio,
estaba muy diferente, tenía el cabello teñido de color negro, el rostro con maquillaje, el busto grande, los piernas largas, entre otras características.
Al entrar a mi aula, observe que, era amplia, cómoda; tenia lunas
polarizadas, bastantes carpetas, paredes limpias de color crema y un buen material de clase. El profesor, con una adecuada vestimenta, nos esperaba sentada en su pupitre. Él era de baja estatura, de contextura delgada, con los ojos rasgados y escaza cabellera. A algunos de mis compañeros los note tristes, decaídos, soñolientos; otros felices, entusiasmado, y los graciosos que nunca faltan en un salón de clase. Al iniciar de clase, me sentía aburrido, confuso, tímido; pero a la vez emocionado por empezar algo nuevo.
Al salir del aula, fui a la cafetería, la cual su espacio era
acogedor, cálido y un aroma agradable, que te abría el apetito; contaba también con un personal especializado, amable, amigable, carismático y dispuesto a ofrecer su servicio. Me acerque a comprar una salchipapa, que estaba delicioso, crocante y con un buen precio. Luego pase a retirarme y me fui al baño, encontré los baños limpios, el piso brillante, las paredes con un color resplendente, con un espejo muy grande; después me dirigí a mi casa a dormir porque había sido una mañana agotadora.”