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que subir, los seres férreos de arriba tienen que ser puestos en
lugar inferior. Esta circulación en el seno de la sociedad de-
pende a su vez de la apertura de nuestras hipérbolas en ambas
direcciones: el mal debe poder ser eliminado lateralmente por
abajo, el bien debe poder ser aspirado hacia las alturas; y si
esos canales de entrada y salida están obstruidos, el organismo
estatal concebido por Platón se deteriora; la jugada de dados
no arroja, como se dice en la última página de las Leyes (968
e), tres seises, sino tres unos.
Y así podríamos seguir ad libitum dando ejemplos de diálo-
gos platónicos estructurados henológicamente: Menón, Ban-
quete, Crátilo, Sofista, Político, Fedro, Timeo, etc. Y también
hay buenas razones para que ciertos diálogos solamente apor-
ten estructuras parciales. En efecto, las obras aporéticas de ju-
ventud se contentan generalmente con la estructura de anába-
sis, porque están dirigiendo protrépticamente la mirada hacia
los futuros diálogos de la época central; el dogmático diálogo
final, las Leyes, se contenta, correlativamente, con la catábasis,
porque, saliéndose de lo exclusivamente teórico, muestra la di-
rección que lleva a la actividad política.
Pero lo que sí haremos es consagrarnos a un solo diálogo de
tipo muy especial, el Parménides 4, diálogo de lo Uno y lo Otro
(t-v ~ a T~LXXU),
i que, desde Espeusipo hasta el Cusano, fue
ininterrumpidamente considerado, en competencia con el Ti-
meo, como el diálogo principal de Platón; aquel al que designó
el filósofo Hegel como la más importante obra maestra de la
antigua Dialéctica y que en el siglo pasado llegó el platonista
Gottfried Stallbaum a identificar con el Filósofo, diálogo cuya
ausencia se echa de ver entre los de Platón. Esta obra, basada
principalmente en puntos de vista negativos, fue dejada a un la-
do por el platonismo de nuestro siglo, orientado en forma posi-
tivista, como un ejercicio de Lógica para estudiantes, según la
frase de Wilamowitz, mientras la República, escrito mayor de-
dicado a la teona política y a la formación, era objeto de gene-
....................
4 Cf. E. A. WYLLER o . ~(en
. n. 1) 55 5s.
ral apreciación como el diálogo fundamental de Platón KUT'
E ~ o x ~ v Pero
. los amantes de Platón situados al margen de esta
clase de erudición, y particularmente ciertos filósofos, lucha-
ron valerosamente contra esta incomprensión de los filólogos;
Arte de la fuga es la hermosa y adecuada denominación con
que lo designó el matemático y filósofo Andreas Speiser. Y
también la investigación del Platón "esotérico", tan intensiva-
mente cultivada hoy, y de su "doctrina de los principios" a
partir de lo EV y de la &ÓPLUTOC O U ~ C vuelve
, a llevarnos en de-
finitiva, queramos o no, al Parménides. Pues bien, este diálo-
go, tan decisivo para la recta comprensión de Platón, también
en cuanto a su comprensión filológica puede "salvarsey', o al
menos así lo entendemos, gracias a nuestra estructura figurada,
a la que precisamente llegamos con ocasión de una interpreta-
ción del propio Parménides.
La parte aporética inicial, con su punto de partida en la
multiplicidad (nohXá) de la materialidad sensible y su investi-
gación, en el campo de la teoría del conocimiento, en busca de
la Idea (ei6oc, i6ka) considerada como un 8v Eni noXhcLv,
constituyé una anábasis que, con la introducción de un nuevo
tema o interludio en la búsqueda de lo Uno como tal (8v Zv),
"salta" a la región de acceso a la luz en que se mueven la prime-
ra hipótesis (negativa) y la segunda (positiva). La primera hipó-
tesis, en que lo Uno es considerado como pura Unidad, intenta
hacer comprensible el infinito, pero fracasa en ello (i)nep/30hrj).
Y, enriquecido por esta experiencia del fracaso y de la Unep/3oX.rjY
el Xóyoc, en la segunda hipótesis, presupone lo uno como lo
que es (Ev ijv), de lo cual brota luminosamente una nueva no-
ción fundamental: todo lo que es, el Ser como tal, significa
alteridad (ahXo TL)respecto a lo no cognoscible, lo que está
"más allá" del Ser. Y a continuación se trata de "salvar" ese
mundo de la alteridad. Ante todo se salva el mundo inteligible
de las configuraciones ideales puras (segunda hipótesis), y des-
pués el mundo sensible, en la medida en que participa de las
Ideas (hipótesis cuarta a octava), disuelve en definitiva su base
en una nada absoluta (novena hipótesis). La tercera hipótesis
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E G I L A. W Y L L E R