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154
a
157
Sección:
Recursos
Humanos
Temas:
Recursos
humanos
‐
Autores:
Edward
Lawler
La
organización
del
mañana
La
participación
de
los
empleados
y
el
liderazgo
compartido
resultan
esenciales
para
crear
una
ventaja
competitiva.
El
cambio
suele
ser,
muchas
veces,
el
único
camino
que
conduce
a
la
supervivencia
de
las
empresas.
Pero
como
es
un
proceso
que
despierta
temores
y
resistencias
en
la
fuerza
laboral,
es
fundamental
lograr
su
apoyo
y
participación.
Por
otro
lado,
para
poder
realizar
transformaciones,
la
estrategia
de
una
compañía
debe
tener
en
cuenta
sus
recursos
humanos;
de
lo
contrario,
será
muy
difícil
implementarla.
En
esta
entrevista
con
Gestión,
Edward
Lawler
habla,
entre
otros
temas,
del
contexto
laboral
actual,
que
exige
una
adaptación
de
la
mano
de
obra
a
las
demandas
de
la
competencia
global,
lo
cual
implica
aprender
nuevas
habilidades
constantemente.
Lawler
es
fundador
del
Centro
para
Organizaciones
Efectivas
de
la
University
of
Southern
California
y
profesor
de
Management
y
Organización
en
su
Escuela
de
Graduados
de
la
misma
universidad.
Autor
de
27
libros,
el
último
de
ellos
se
titula,
From
the
Ground
Up.
Six
Principles
for
Building
the
New
Logic
Corporation.
Imaginemos
que
usted
es
miembro
del
directorio
de
una
empresa,
y
que
tiene
la
responsabilidad
de
llevar
a
cabo
los
cambios
y
mejoras
necesarias
en
el
área
de
Recursos
Humanos.
¿Por
dónde
y
cómo
empezaría
esa
tarea?
Trataría
de
guiar
al
resto
del
directorio
a
analizar
el
estado
de
la
fuerza
laboral,
y
a
estudiar
lo
que
podría
hacerse
para
mejorarla.
Generalmente,
ese
proceso
comienza
con
un
algún
tipo
de
evaluación,
tendiente
a
examinar
las
habilidades
y
las
actitudes
de
cada
una
de
las
personas
que
la
componen,
así
como
el
nivel
de
motivación.
También
hay
que
determinar
si
las
habilidades
de
los
empleados
se
adaptan
a
la
estrategia
de
la
compañía
y
al
tipo
de
tecnología
que
utiliza.
Después
llegará
el
momento
de
analizar
las
mejoras
necesarias.
A
veces
bastará
con
cambiar
las
piezas,
o
el
programa
de
capacitación.
Pero
en
otras
oportunidades
habrá
que
modificar
hasta
la
estructura
de
la
organización.
Al
diseñar
la
estrategia,
¿es
habitual
tener
en
cuenta
a
los
empleados?
Según
mi
experiencia,
no.
Y
eso
genera
muchos
problemas,
porque
la
estrategia
termina
siendo
poco
realista,
o
muy
difícil
de
implementar.
Hay
que
darse
cuenta
de
que
existe
un
proceso
circular
entre
la
estrategia
y
los
recursos
humanos.
No
es
posible
planificar
en
abstracto,
ignorando
la
situación
de
los
empleados.
En
From
the
Ground
Up
usted
habla
de
una
nueva
lógica
empresaria.
¿En
qué
consiste
y
cómo
se
construyen
sus
principios?
Al
escribir
ese
libro
traté
de
capturar
una
nueva
forma
de
pensar
las
organizaciones,
que
se
aleja
del
management
jerárquico
tradicional
para
acercarse
a
uno
más
horizontal.
El
principio
número
uno
dice
que
la
manera
en
que
se
organiza
la
empresa
es,
potencialmente,
una
fuente
crítica
de
ventaja
competitiva.
Esta
ventaja
es
más
fácil
de
sostener
que
la
que
se
logra
mediante
una
determinada
posición
en
el
mercado
o
por
utilizar
cierta
tecnología.
El
segundo
postulado
es
la
participación
de
toda
la
fuerza
laboral.
El
tercero,
que
todos
los
empleados
agreguen
valor
a
las
operaciones
de
la
empresa.
En
cuarto
lugar,
lateralizar
los
procesos.
Quinto:
organizarse
alrededor
de
los
productos
y
los
clientes.
Y
sexto:
el
liderazgo
debe
ser
compartido
en
todos
los
niveles
de
la
empresa.
Si
la
participación
de
los
empleados
es
una
condición
clave,
¿cómo
se
logra
el
compromiso
durante
procesos
de
downsizing,
por
ejemplo?
La
clave
es
convencerlos
de
que
su
participación,
y
sus
ganas
de
apoyar
el
cambio,
son
fundamentales
para
la
supervivencia
de
la
compañía
y,
en
consecuencia,
para
mantener
sus
puestos
de
trabajo.
Es
importante
entender
que
en
una
economía
global,
la
seguridad
laboral
proviene
de
una
empresa
competitiva.
¿Y
qué
sucede
cuando
son
los
gerentes
los
que
sienten
el
cambio
como
una
amenaza?
Esa
situación
se
produce,
fundamentalmente,
en
organizaciones
tradicionales
y
muy
jerárquicas.
La
mayoría
de
los
esfuerzos
de
cambio
que
vimos
en
Europa
y
los
Estados
Unidos
llevaron
a
una
reducción
de
los
niveles
gerenciales.
Hay
una
realidad
innegable.
Nuevamente,
la
única
solución
es
convencer
a
los
gerentes
de
que
el
cambio
es
necesario
para
sobrevivir,
y
recompensar
a
quienes
acepten
liderarlo.
En
términos
de
seguridad
laboral,
apoyar
la
transformación
es
mucho
menos
peligroso
que
resistirse.
En
el
nuevo
ambiente
laboral
inestable,
¿cómo
hace
un
empleado
para
planificar
su
carrera?
En
la
última
década
presenciamos
un
cambio
increíble
en
lo
que
se
llama
contrato
psicológico
de
empleo;
es
decir,
el
acuerdo
entre
la
compañía
y
sus
empleados.
Tradicionalmente
—al
menos
en
las
grandes
empresas—,
ese
contrato
era
paternalista
y
ponía
mucho
énfasis
en
la
lealtad
y
la
seguridad
laboral.
Todavía
estamos
luchando
para
encontrar
una
modalidad
que
lo
reemplace;
pero
está
claro,
por
lo
menos,
que
no
tendrá
los
mismos
componentes.
Hoy,
cada
empleado
está
obligado
a
encarar
una
suerte
de
marketing
personal.
Debe
conocer
el
mercado
laboral,
saber
dónde
están
las
oportunidades,
cuáles
son
sus
habilidades
y
cuáles
las
que
se
demandan.
¿Qué
características
tendrá
la
fuerza
laboral
del
futuro?
¿Más
especializada
o
con
más
habilidades?
Creo
que
tendrá
las
dos
características.
El
desafío
es
desarrollar
nuevas
habilidades
y,
a
la
vez,
profundizar
en
las
que
ya
se
posee.
Para
muchos,
la
mayor
capacidad
es
la
de
aprender
continuamente
nuevas
habilidades,
y
poder
predecir
qué
se
necesitará.
Si
observamos
el
mercado
de
ingenieros
de
software
—un
área
en
la
que
escasean
los
profesionales—,
advertiremos
que
las
habilidades
se
tornan
obsoletas
muy
rápido:
los
lenguajes
de
computación
y
las
aplicaciones
cambian
velozmente.
La
habilidad
de
aprender
continuamente
permite
que
algunas
personas
sean
empleables
durante
mucho
tiempo.
A
escala
mundial,
estamos
en
un
período
en
el
que
existe
una
escasez
de
habilidades,
y
quienes
las
poseen
tienen
gran
poder
en
el
mercado.
Usted
ha
mencionado
que
las
organizaciones
tienden
a
ser
más
horizontales.
Pero
Henry
Mintzberg
dice
que
las
jerarquías
están
más
fuertes
que
nunca...
A
Mintzberg
le
encantan
las
controversias.
Es
una
buena
declaración
de
rebeldía,
pero
creo
que
está
equivocado.
Con
esto
no
quiero
decir
que
desaparecerán
totalmente:
habrá
menos
jerarquías,
pero
aumentarán
los
equipos
de
trabajo
y
los
modelos
alternativos
que
impulsen
el
poder;
lo
que
yo
llamo
el
conocimiento
del
poder
de
la
información.
En
todo
caso,
siempre
se
necesitará
de
individuos
que
estén
en
un
nivel
más
alto,
que
tomen
las
decisiones
estratégicas
clave
y
marquen
el
rumbo.
Nuestras
investigaciones
indican
que
existe
un
movimiento
hacia
una
gestión
más
democrática,
con
resultados
favorables
en
el
desempeño
financiero.
Creo
que
las
pruebas
son
contrarias
a
las
afirmaciones
de
Minzberg.
Varios
países
de
América
latina
están
atrayendo
el
interés
de
empresas
internacionales.
Las
fusiones
y
adquisiciones
están
a
la
orden
del
día
en
muchas
industrias,
y
especialmente
en
el
sector
bancario.
¿Cuál
es,
a
su
juicio,
la
mejor
manera
de
integrar
culturas
diferentes?
Tanto
las
fusiones
como
las
adquisiciones
no
suelen
llegar
a
tener
el
nivel
de
integración
esperado.
Una
de
las
razones
es
la
diferencia
en
las
prácticas
de
las
organizaciones
y,
a
menudo,
el
resultado
es
la
pérdida
de
clientes.
En
los
Estados
Unidos
hemos
visto
en
repetidas
ocasiones,
que
cuando
se
fusionaron
bancos
y
el
comprador
no
manejó
bien
la
situación,
el
desempeño
cayó,
se
perdieron
clientes
y
no
se
lograron
muchos
de
los
objetivos
por
los
que
se
había
realizado
la
fusión.
Hay
que
tratar
de
buscar
la
integración
de
las
culturas,
y
tomar
lo
mejor
de
cada
una.
Cuando
se
trata
de
adquisiciones
internacionales,
podría
ser
mejor
mantenerse
al
margen
de
la
organización
que
se
compró,
porque
es
muy
difícil
saber,
desde
Hong
Kong
o
desde
Londres,
cómo
debe
manejarse
un
banco
en
determinado
país
de
América
latina.
La
idea
de
iniciar
un
proceso
de
cambio
es
tentadora,
pero
a
menudo
lo
más
sabio
es
no
encararlo,
y
considerar
esa
adquisición
como
una
inversión
pasiva,
permitiendo
que
funcione
de
acuerdo
con
ciertas
pautas
y
determinados
objetivos
financieros.
En
todo
caso,
lo
importante
es
comprender
cuánta
integración
se
necesita
entre
las
compañías
para
cosechar
los
beneficios
de
la
fusión.
De
alguna
manera,
esto
tiene
que
ver
con
ser
grande
y
pequeño
a
la
vez:
determinar
qué
debe
ser
local,
qué
no,
y
formarse
una
buena
opinión
de
lo
que
hay
que
estandarizar,
integrar
o
dejar
como
está
porque
se
adapta
al
entorno
global.
Alguna
vez
usted
dijo
que
el
hecho
de
ser
grande
no
siempre
es
una
ventaja
para
las
compañías,
pero
que
sí
lo
es
a
la
hora
de
intentar
competir
a
escala
global.
¿Qué
camino
les
queda
a
las
empresas
pequeñas?
El
truco
es
ser
grande
y
chico
simultáneamente.
Existen
dos
formas
de
hacerlo:
cuando
se
es
grande,
hay
que
tratar
de
organizarse
en
pequeñas
unidades
de
negocios
para
enfrentar
el
mercado.
Cuando
la
empresa
es
chica,
el
camino
pasa
por
establecer
alianzas
o
redes
con
otras
compañías,
a
fin
de
poder
obtener
las
ventajas
que
provienen
de
la
presencia
mundial,
incrementar
el
poder
de
compra,
o
brindar
funciones
y
servicios
que
no
son
posibles
cuando
una
organización
es
muy
chica.
Creo
que
los
dos
son
modelos
viables.
Hay
que
estudiar
cuál
le
conviene
a
cada
empresa,
en
función
de
la
actividad
que
desarrolla.
Si
esa
actividad
que
requiere
de
capital
intensivo,
como
la
extracción
o
refinación
de
petróleo,
las
sustancias
químicas
o
las
drogas
farmacológicas,
probablemente
tendrá
que
ser
grande
y
manejarse
en
pequeñas
unidades
de
negocios.
Pero
si
está
en
el
negocio
de
la
moda,
o
del
espectáculo,
le
convendrá
ser
pequeña
y
forjar
alianzas
que
le
permitan
los
parámetros
globales.
En
un
trabajo
que
escribió
en
1995,
junto
con
David
Bower,
y
que
se
publicó
en
la
Sloan
Management
Review,
comenta
que
el
"enfoque
de
línea
de
producción
para
los
servicios",
sugerido
por
Levitt,
empezaba
a
ser
desafiado
por
el
"enfoque
de
empowerment
para
los
servicios".
Por
aquel
entonces,
como
ustedes
señalaron,
muchas
compañías
aún
no
estaban
seguras
de
cómo
implementarlo,
ni
de
los
resultados
que
esa
estrategia
daría.
Tres
años
después,
¿a
qué
conclusiones
llega?
En
la
actualidad
ya
se
advierte
que
muchas
compañías
han
adoptado
el
empowerment,
o
la
participación
de
los
empleados,
para
el
área
de
servicios,
especialmente
en
el
mercado
minorista
y
en
el
de
las
finanzas.
Parecería
que
su
implementación
está
relacionada
con
la
necesidad
de
las
organizaciones
de
aproximarse
al
cliente.
Se
dan
cuenta
de
que
para
que
los
clientes
sientan
que
son
valorados
y
comprendidos
por
la
organización,
es
fundamental
que
quien
trate
con
ellos
comprenda
a
la
empresa
que
está
representando,
sepa
tratarlos,
y
que
además
tenga
el
poder
de
tomar
decisiones.
Si
no
es
así,
la
interacción
suele
ser
insatisfactoria
para
el
cliente,
por
cuanto
percibe
que
está
tratando
con
un
empleado
que
no
tiene
poder,
o
con
una
organización
que
es
incapaz
de
responder
a
sus
necesidades.
¿Cuál
es
el
perfil
ideal
de
un
gerente
de
recursos
humanos?
Debe
conocer
la
empresa
en
profundidad,
saber
sobre
estrategia
y
participar
en
su
diseño.
Lamentablemente,
lo
habitual
es
que
reciban
los
lineamientos
una
vez
que
ha
finalizado
ese
proceso,
y
por
lo
tanto
se
sienten
perdidos
a
la
hora
de
la
implementación.
En
las
empresas
no
suele
valorarse
ese
cargo
como
es
debido,
razón
por
la
cual
tampoco
se
elige
a
las
personas
adecuadas.