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Los amigos del jardinero

Traducción de Marie-Claire Durand Guiziou

Timia

De todos los oasis del Air, escondidos al abrigo de la montaña, Timia es, sin lugar a dudas, el más
hermoso; protegiendo el fuerte Massu, los palmerales se extienden a lo largo del kori, que alberga
una multitud de árboles frutales: granados, pomelos, naranjos... los cantos de los pájaros rivalizan con
el chirrido de los takarkart, las poleas de los pozos de donde se sube el agua a todas horas del día;
durante el invierno, el trigo forma ondulaciones de color verde que, agitadas por el viento, contrastan
con el desierto mineral que las rodea.

Un poco separado, se encuentra una magnífica guelta de agua profunda, alimentada por una gran
cascada.

Afis era jardinero en el gran pueblo de Timia. Todos los hombres en condiciones de trabajar
practicaban la jardinería; las mujeres, a la vez que se ocupaban de los quehaceres domésticos, criaban
también algunos animales; los llevaban -junto con sus propios hijos- a los valles y a la orilla de los
kori vecinos; alrededor, se encontraba la montaña, cavernosa y amenazadora.

En los jardines, numerosos pozos permitían el riego de los cultivos, con la ayuda de camellos y
bueyes.

En el jardín de Afis los habitantes más necesitados del pueblo se proveían de agua; era el único que
consentía ese sacrificio, lo que dificultaba mucho el riego de su propia parcela, pero Afis era así:
hacer favores era su forma de ser, aun cuando eso le acarreaba ciertas dificultades.

Los demás jardineros se alegraban de su infortunio; lo acusaban de querer solamente darse


importancia ante los ojos de las mujeres y de los solitarios ancianos, dado que siempre compartía sus
escasas cosechas con los más necesitados.
Un día, durante la cosecha de los tomates, Afis se sorprendió de encontrar las huellas de un animal
que se le había adelantado en el jardín. Transcurrían los días y, como el problema continuaba, decidió
colocar trampas que no dieron ningún resultado.

Entonces se puso a investigar y comprobó que el animal venía siempre de la montaña y se marchaba
trepando por el lado más impracticable. Los demás jardineros, totalmente incrédulos, pensaban que
esta historia era un invento para justificar sus escasas cosechas.

Un buen día, al hacer su recorrido matinal, Afis vio que una de las trampas colocadas había
funcionado; siguió la huella y encontró el animal atrapado en el cerco espinoso del jardín. Sorprendido
por el tipo de animal, llamó a sus vecinos que acudieron, curiosos, a ver lo que sucedía.

Cuando vieron la criatura, retrocedieron con estupor; era una animal enorme como nunca se había
visto, con un pico, alas de murciélago, cuatro patas de chacal y una enorme barriga; muy
desproporcionado.

Después de haberío mirado mucho tiempo, uno de los jardineros preguntó cuál podía ser el nombre
de aquel extraño predador, pero nadie supo contestar.

Fue entonces cuando se produjo lo más inesperado: el animal se puso a hablar y dijo:

- Mi nombre es Emislag.

En tamasheq, la lengua de los tuaregs, emislag significa "la paz"; ¡así que su nombre significaba
"la paz"! Los hombres se miraron con asombro, y se preguntaron qué había que hacer.

La mayoría quería matar al animal, pues aquel animal extraño, además de saquear los cultivos,
podía sin duda representar un peligro para la comunidad. Iban a ejecutarlo cuando Afis intervino,
diciéndoles que matar a un animal que habla siempre da mala suerte:

-Después de todo, este animal no ha hecho más que comerse mis tomates, y en la vida hay que
perdonar.
Finalmente, compartiendo esta opinión llena de sabiduría, inmovilizaron el cuello del animal con
una horca para evitar las mordeduras, y lo liberaron de su trampa.

La criatura ya liberada se dirigió hacia la montaña y pronto desapareció en medio de la niebla


matutina.

Algunos días más tarde, Afis recibió la visita de un desconocido; al despedirlo, este le dijo que
había venido para darle las gracias por haberle salvado la vida y profesarle una eterna amistad. Le
reveló que era un djinn de la montaña, y que tenía cierta debilidad por los tomates frescos v rojos;
luego le reveló unos secretos que iban a hacer del jardinero el hombre más rico y más poderoso de la
región.

Tras esa entrevista, Afis volvió solo a la montaña, cada jueves, para permanecer toda la noche con
los djinns; durante la zafra de tomates, los demás jardineros lo veían subir, cargado de cestas llenas
de tomates.

En diferentes ocasiones, sus hijos, encontrándose en peligro, se salvaron gracias a unos


desconocidos que aparecieron como por encanto; decían ser amigos de su padre y que vivían allá
arriba en la montaña.

En Timia, pregunten por las personas que conocen esta historia: saben que los djinns no tienen
sistemáticamente malas intenciones, y que, a veces, pueden ayudar también a los seres humanos que
lo merecen.

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