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mundo cambie’
El filósofo, economista y escritor senegalés Felwine
Sarr invita a no desperdiciar el momento.
Célebre también por su ensayo Habitar el mundo, que analiza el planeta como zona de
tránsito, considera que esta pandemia “es un gran momento de actuar para que el mundo
cambie”.
Hubo un sentimiento de las naciones de aislarse, a pesar de que la pandemia era global, con
la idea de que cada uno iba a encontrar soluciones a nivel local; ha habido incluso una
guerra con las máscaras entre los países occidentales, lo que revela un comportamiento de
insolidaridad, de egoísmo y la cultura de las relaciones internacionales.
Ha revelado también nuestra relación con otros seres vivos. Uno de los orígenes de la
pandemia es la reducción de la biodiversidad: hemos deforestado el planeta y hemos creado
las condiciones de contacto con animales que eran portadores de virus para los que no
estamos preparados.
Estábamos en la era de la aceleración y la velocidad, con muy poco tiempo muerto y una
cultura de ocuparlo... Esta crisis nos hace regresar a nosotros mismos.
Se habla mucho del tiempo, del que no teníamos y del que nos sobra ahora. ¿Cómo ve
nuestra relación con el tiempo?
El tiempo estaba orientado a la economía capitalista, un tiempo que nos obligaba a hacer
una cantidad de cosas siempre más grande en una unidad de tiempo y, súbitamente, la
mitad del planeta se encuentra confinada, el trabajo está parado, salvo para quienes pueden
teletrabajar, y nos encontramos frente a nosotros mismos teniendo que utilizar este tiempo,
que se ha puesto de nuevo a nuestra disposición. Estábamos en la era de la aceleración y la
velocidad y con muy poco tiempo muerto, con la saturación del tiempo y una cultura de
ocuparlo. Y ahora nos encontramos incapaces de vivir el tiempo de manera diferente a la
sobreactividad y el trabajo, un tiempo orientado hacia la producción de un objetivo o de una
mercancía. Esto nos obliga a reducir la velocidad y a aprender de nuevo a vivir un tiempo
que está disponible y en el cual surgen ciertas cuestiones existenciales. Esta crisis nos hace
regresar a nosotros mismos y hace a su vez este tiempo angustioso, pero también
potencialmente feliz y fecundo. Para el que no había aprendido a estar consigo mismo, esta
crisis le obliga a hacerlo, a hacerse frente, a meditar y reflexionar. La segunda cosa que me
parece interesante es que habíamos planeado el futuro de antemano, nuestras agendas
estaban llenas para los próximos seis meses, las de algunos, para los próximos años. Somos
una civilización de la planificación, es una manera de decir que controlamos el tiempo
presente. Pero también somos una civilización que quiere controlar el futuro, y ahora nos
encontramos con que no sabemos cómo las cosas van a evolucionar, cuándo podremos
retomar una vida calificada de normal, y la incertidumbre regresa a nosotros. Esta
indisponibilidad del tiempo por venir se convierte en angustia, y para mí es una lección
importante en el sentido en que tenemos que hacer frente a las diferentes temporalidades.
La OMS le pidió a África que ‘despierte’ y se prepare para lo peor. ¿Está África
dormida? ¿O era el mundo el que estaba dormido y el virus ha venido a despertarlo?
Creo que el mundo dormía en su relación con los seres vivos. Nuestra civilización
tecnológica e industrial había olvidado que la vida se nos ha ofrecido y que no somos los
dueños y poseedores de la naturaleza. Se nos olvidó que pertenecemos a los seres vivos y
que hay unas reglas que ya no respetamos. Europa Occidental estaba dormida porque
cuando el virus apareció en China y había riesgo de pandemia, países como Francia,
Inglaterra o Italia se lo tomaron a la ligera. Trump llamó al virus “un virus chino” como si
fuera a limitarse a China. Y es muy interesante lo que esto revela: una dificultad para
aprender de los demás, con esta idea de que el saber, el poder, el control y la ciencia son
occidentales. La OMS ha pedido a África que despierte cuando África no estaba dormida.
Algunos países, incluso antes de tener una decena o veintena de casos, tomaron medidas,
cerraron fronteras, prohibieron agrupamientos. Si tomamos a un país como Senegal y a
Estados Unidos, el virus apareció más o menos en el mismo periodo. Y si se miran las
medidas que se tomaron y en qué momento, vemos bien la diferencia de reacción. Y
mientras que en América Latina había países que negaban el virus o México aún no había
hecho nada, la OMS se dirigió hacia África porque es lo natural, lo normal. Si hay una
crisis, es evidente que los africanos se verán afectados, que tienen menos capacidades. Esto
revela un consenso mundial por el que no interrogamos. Los prejuicios sobre el continente
están tan profundamente arraigados que no se mira la realidad al estar totalmente
convencidos de la manera en que las cosas van a ocurrir.
Nuestra civilización tecnológica e industrial había olvidado que no somos los dueños y
poseedores de la naturaleza. Se nos olvidó que pertenecemos a los seres vivos.
Este virus ha traído algo bueno: menos contaminación, los animales que cruzan las
calles, aguas y aire limpios... ¿No es una pena volver al mundo de antes después de ver
esta parte tan bella de nuestro planeta?
Creo que hay que poner esto en relación con el hecho de que el 80 % de la contaminación
industrial se ha detenido y, en mi opinión, lo que es vertiginoso es darse cuenta de que será
necesario un alto porcentaje de reducción de la actividad para llegar a eso. Ahora la
dificultad es cómo vamos a hacer después con esa conciencia que hemos tomado. El
desafío para la humanidad es una revolución cultural y de civilización. Y es necesario que
la pongamos en obra y la programemos. Esa es la cuestión para mí, no se va a hacer sola,
será necesario tomar decisiones políticas, económicas, consensuales y que las élites
económicas y políticas se adhieran a un cambio de cultura y civilización y, para mí, eso es
una tarea inmensa.
¿Es usted de los que piensa que el mundo seguirá como siempre?
Yo soy de los que piensa que las cosas deben cambiar. ¿Seguiremos como antes o no? No
lo sé, pero lo que puedo decir es lo que yo deseo y en el sentido en que voy a trabajar. Voy
a poner mi pequeña energía en mis espacios para que el mundo cambie. La gente que quiere
que el mundo cambie no debe pararse solo a querer que cambie, debe reflexionar sobre qué
acciones tomar para que cambie. Tenemos todos los elementos para realizar una acción, y
la gran lección por sacar es que es un gran momento de actuar para que el mundo cambie.