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2ª EDICIÓN
COORDINADOR:
José Ramón de Verda y Beamonte
AUTORES:
Alventosa del Río, J.
Atienza Navarro, Mª L.
Carrión Olmos, S.
Chaparro Matamoros, P.
Cobas Cobiella, Mª E.
De Verda y Beamonte, J. R.
Marín García de Leonardo, Mª T.
Más Badía, Mª D.
Reyes López, Mª J.
Ortega Giménez, A.
Rodríguez de Llamas, S.
Serra Rodríguez, A.
DERECHO CIVIL IV
(DERECHO DE FAMILIA)
2ª EDICIÓN
manuales
COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT LO BLANCH
Coordinador
José Ramón de Verda y Beamonte
Autores
Alventosa del Río, J.
Atienza Navarro, Mª L.
Carrión Olmos, S.
Chaparro Matamoros, P.
Cobas Cobiella, Mª E.
De Verda y Beamonte, J. R.
Marín García de Leonardo, Mª T.
Más Badía, Mª D.
Reyes López, Mª J.
Ortega Giménez, A.
Rodríguez de Llamas, S.
Serra Rodríguez, A.
Valencia, 2016
Copyright ® 2016
Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse
o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotoco-
pia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de información y sistema de
recuperación sin permiso escrito del autor y del editor.
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ISBN: 978-84-9143-270-8
MAQUETA: Tink Factoría de Color
Las lecciones 1.ª, 2.ª, 3.ª y 4.ª han sido redactadas por el Dr. José Ramón de
Verda y Beamonte (CU Universitat de València) y D. Pedro Chaparro Matamoros
(Becario FPU Universitat de València); las lecciones 5.ª y 6.ª por el Dr. José Ra-
món de Verda y Beamonte; la lección 7.ª por la Dra. Sonia Rodríguez de Llamas
(Contratada Dra. Universitat de València); la lección 8.ª por D. Pedro Chaparro
Matamoros; las lecciones 9.ª y 10.ª por el Dr. José Ramón de Verda y Beamonte;
las lecciones 11.ª y 12.ª por la Dra. María José Reyes López (CU Universitat de
València); las lecciones 13.ª y 14.ª por la Dra. Mª Dolores Mas Badía (TU Univer-
sitat de València); la lección 15.ª por el Dr. José Ramón de Verda y Beamonte y D.
Pedro Chaparro Matamoros; la lección 16.ª por la Dra. María José Reyes López;
la lección 17.ª por el Dr. José Ramón de Verda y Beamonte; la lección 18.ª por
la Dra. María Teresa Marín García de Leonardo (CU Universitat de València); la
lección 19 por la Dra. Josefina Alventosa del Río (TU Universitat de València); la
lección 20.ª por la Dra. Mª Luisa Atienza Navarro (TU Universitat de València);
la lección 21.ª por la Dra. Adela Serra Rodríguez (CU Acreditada Universitat de
València); la lección 22.ª por el Dr. Salvador Carrión Olmos (CU Universitat de
València); y la lección 23.ª por el Dr. Alfonso Ortega Giménez (Contratado Dr.
Universidad Miguel Hernández de Elche).
Relación sumaria de manuales recientes de la asignatura
Albaladejo García, M.: Curso de Derecho civil. IV: Derecho de Familia, Edisofer, Ma-
drid, 2013; Bercovitz Rodríguez-Cano, R. (coord.): Manual de Derecho Civil: De-
recho de Familia, Bercal, 2ª edición, Madrid, 2011; Blasco Gascó, F.: Instituciones
de Derecho Civil. Derecho de Familia, 2ª ed., Valencia, 2015; Carrasco Perera, Á.:
Derecho de familia. Casos, reglas, argumentos: un manual para estudiantes de toda
condición, Dilex, Madrid, 2006; Carrasco Perera, Á. (dir.) y Ureña Martínez, M.:
Lecciones de Derecho Civil: Derecho de Familia, Tecnos, Madrid, 2013; Díez-Picazo
Giménez, G. (coord.): Derecho de familia, Civitas, Cizur Menor, 2012; Díez-Picazo
y Ponce de León, L. y Gullón Ballesteros, A.: Sistema de derecho civil. Volumen
IV. Tomo I: Derecho de familia, Tecnos, 11ª edición, Madrid, 2012; Lacruz Berde-
jo, J. L. (dir.): Elementos de derecho civil. IV. Familia, Dykinson, 4ª edición, Madrid,
2010; Lasarte Álvarez, C.: Principios de Derecho Civil. T. VI: Derecho de familia,
Marcial Pons, 14ª edición, Madrid, 2015; Martínez de Aguirre Aldaz, C. (coord.):
Curso de Derecho Civil (IV), Derecho de Familia, 3ª ed., Colex, Madrid, 2011; Sán-
chez Calero, F.J. (coord.): Curso de Derecho Civil I Bis, Tirant lo Blanch, Valencia,
2010; Serrano Alonso, E.: Manual de Derecho de Familia, 2ª ed., Edisofer, Madrid,
2007;Verdera Server, R. (coord.): Derecho de familia, Thomson Reuters Aranzadi,
Cizur Menor, 2010.
Lección 1
Derecho de familia y obligación de alimentos
b) En el ámbito del matrimonio, son pocos los impedimentos para contraerlo (no
existe, así, un impedimento de impotencia); se admite que puedan casarse personas
del mismo sexo, que, naturalmente, no serán capaces de procrear entre sí; se prevé un
divorcio por voluntad exclusiva de uno solo de los cónyuges, desde la consideración de
que éste no tiene por qué seguir vinculado, cuando ha llegado a la convicción de que su
matrimonio ya no es un cauce idóneo para el desarrollo de su personalidad; y, así mismo,
recientemente se ha permitido el divorcio notarial (al margen de un proceso judicial), por
mutuo acuerdo, siempre que los cónyuges no tengan hijos menores no emancipados o
con capacidad modificada judicialmente que estén a su cargo.
c) Se posibilita el acceso a la procreación artificial a mujeres que no son estériles,
por lo que las técnicas de reproducción asistida pierden su carácter terapéutico para
convertirse en modos de generación de seres humanos, alternativos a los naturales, al
que, libremente pueden acogerse mujeres no casadas, ni unidas de hecho con un varón.
d) Se admite que los hijos adoptivos, si así lo desean, puedan conocer sus orígenes
biológicos, sin que ello implique, no obstante, consecuencias jurídicas personales o pa
trimoniales con sus padres naturales; últimamente se contempla, además, una forma
de adopción, la denominada «flexible» o «abierta», que posibilita que el menor pueda
mantener relaciones personales con miembros de su familia de origen (en particular,
con sus hermanos biológicos), cuando el juez que constituya la adopción lo considere
conveniente, con el consentimiento de la familia adoptiva y del adoptando, si tuviera
suficiente madurez y siempre si fuere mayor de doce años..
II. EL PARENTESCO
La familia está compuesta por los cónyuges (a los que actualmente tienden a
asimilarse los convivientes de hecho) y por los parientes, que, en estricto sentido
Derecho de familia y obligación de alimentos
jurídico, son aquellas personas que descienden las unas de las otras o que tienen
un ascendiente común: en el primer caso (p. ej., hijos, padres y nietos) se habla de
parientes en línea recta; en el segundo (p. ej., hermanos, tíos y sobrinos, o primos
entre sí), de parientes en línea colateral. Junto a este parentesco de sangre, existe
el parentesco por adopción, que produce los mismos efectos jurídicos que aquél
(art. 108.II CC).
El art. 918 CC da las reglas para el cómputo del grado de parentesco:
“En las líneas se cuentan tantos grados como generaciones o como personas, descon
tando la del progenitor.
En la recta se sube únicamente hasta el tronco. Así, el hijo dista del padre un grado,
dos del abuelo y tres del bisabuelo.
En la colateral se sube hasta el tronco común, y después se baja hasta la persona
con quien se hace la computación. Por esto, el hermano dista dos grados del hermano,
tres del tío, hermano de su padre o de su madre, cuatro del primo hermano, y así en
adelante”.
Los efectos que origina el parentesco son muy variados: el que tiene lugar entre
padres e hijos da lugar a la relación paterno-filial. Existen, además otros efectos,
en sede matrimonial, como son los impedimentos, que, según se explicará en el
tema correspondiente, hacen imposible que ciertos parientes puedan casarse entre
sí; o, señaladamente, en el ámbito sucesorio, los relativos a la determinación de
la condición de legitimario o de las personas llamadas a heredar en la sucesión
intestada.
Estudiaremos, aquí, el relativo a la obligación de alimentos.
1
La STS 23 febrero 2000 (Tol 2418) se refirió a la obligación de alimentos con el término “deu-
da alimentaria”, a la que define como “la que afecta a una persona, llamada alimentante, que
resulta obligada a prestar a otra, llamada asimismo alimentista, lo indispensable para cubrir
todas sus necesidades perentorias, o dicho con palabras legales, las necesidades mínimas para
subsistir”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
Esta obligación legal de alimentos no es la única que recoge el Código civil. Así,
podemos encontrar otros supuestos de deudas de alimentos, por ejemplo, en los arts.
173.1 CC (derivada del acogimiento de un menor) o 964 CC (los alimentos debidos a la
viuda encinta).
2. Caracteres
La obligación de alimentos tiene una serie de características3 que encuentran
su razón de ser en los vínculos familiares que unen al alimentista y al alimentante.
De ahí que dicha obligación sea:
a) Legal, es decir, se trata de una obligación impuesta por la ley, regulada en los
arts. 142 a 153 CC. Es por ello que esta obligación tiene limitado el juego de la
autonomía de la voluntad, como pone de manifiesto el art. 1814 CC, que prohíbe
transigir, entre otras cosas, sobre alimentos futuros.
No obstante lo anterior, el art. 149.I CC permite al alimentante escoger la modalidad
de prestación de alimentos, bien pagando la pensión que se fije, bien acogiendo y man
teniendo en su propia casa al alimentista.
2
V. en este sentido STS 1 marzo 2001 (Tol 25272).
3
Sobre los caracteres de la obligación de alimentos, v. la antigua STS 2 marzo 1967 (RJ 1967,
1239).
Derecho de familia y obligación de alimentos
4
La STS 12 abril 1994 (Tol 1656559) señala en este sentido que “Conviene puntualizar que la
obligación de prestar alimentos está configurada en el Código como mancomunada y divisible,
pues el artículo 145 determina, que cuando recaiga sobre dos o más personas esta obligación,
se repartirá entre ellos, pero no por partes iguales, sino en cantidad proporcional a sus caudales
respectivos. No es, por tanto, una deuda de carácter solidario, al no tener expresamente recono-
cida esta naturaleza, y ser principio general el de no presumirse tal condición. Este carácter no
solidario se ve reforzado con el contenido del párrafo 2.º del artículo 145 citado, según el cual
no se permite entender que el alimentista pueda dirigirse, en todo caso, contra cualquiera de las
obligadas para exigirle el pago de la pensión”.
5
A estos presupuestos se refiere la STS 23 febrero 2000 (Tol 2418), al afirmar que la deuda
alimenticia “precisa la existencia de un nexo de parentesco entre el alimentante y el alimentis-
ta —artículo 143 del Código Civil—, así como una situación socio-económica suficiente en el
primero y deficiente en el segundo —artículo 148 del Código Civil—”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
6
V. en este sentido la SAP Almería 20 febrero 2001 (AC 2001, 1497).
Derecho de familia y obligación de alimentos
dichos estudios se cursen con provecho7, y no, en cambio, cuando se cursen con
descuido y/o abandono8.
Por tanto, la prestación de alimentos a hijos mayores de edad puede cesar si no existe
una causa que la justifique. En cambio, la jurisprudencia ha puesto de manifiesto que la
pensión de alimentos a hijos menores de edad debe subsistir “de manera incondicional
aún en el caso de que el hijo tenga sus necesidades cubiertas por sus propios medios”9;
no obstante, si los ingresos son suficientes y se pone de relieve el carácter innecesario de
los alimentos, su prestación puede suspenderse temporalmente mientras dure la situa
ción de autoabastecimiento del menor10.
En cuanto a los gastos por embarazo y parto, sorprende la autonomía que les
otorga el precepto a dichos gastos respecto de los de “asistencia médica”, pues
7
La SAP A Coruña 26 marzo 2007 (Tol 1963566) afirma en este sentido que “Para otorgarle
protección a la situación de quienes, aun habiendo alcanzado la mayoría de edad siguen inmer-
sos en los estudios, manteniendo la obligación del progenitor o progenitores alimentantes de
seguir atendiendo a sus necesidades, se atiende a que vengan manteniendo un razonable nivel
de regularidad en el esfuerzo y en el resultado a través de él conseguido”.
8
Así ocurre en la SAP Vizcaya 16 junio 2004 (JUR 2004, 295911), que decretó la extinción de
la pensión de alimentos a los hijos mayores de edad por el mantenimiento de una situación
universitaria prolongada en el tiempo, y por constar que se habían incorporado al mercado
laboral.
Sin embargo, la aislada SAP Valencia 14 enero 1992 (AC 1992, 40) no estimó la pretensión de
extinción de la pensión de alimentos fundada en el deficiente expediente académico de los hijos
mayores de edad. Así, afirma la sentencia que “Cuestión distinta es que los hijos, en el caso de
que se trata, no hayan terminado su formación por causa a ellos imputable, que es lo que alega
subsidiariamente el actor para oponerse al pago de su pensión, dado el deplorable expediente
académico de aquéllos, pero tal motivo de impugnación ha de correr igual suerte desestimato-
ria, pues siendo cierto que su evolución estudiantil es deficiente, no puede estimarse, dada su
edad, aún joven, que sea por sí solo justificante de tan enérgica medida, máxime cuando de la
certificación del Instituto de Formación Profesional al que ambos asisten se infiere que lo hacen
con regularidad”.
Por otra parte, cesará la prestación de alimentos una vez finalizados los estudios universitarios.
Así lo entendió la STS 1 marzo 2001 (Tol 25272), al denegar la percepción de una pensión de
alimentos a dos hijas, licenciadas en Derecho y en Farmacia, porque “dos personas, graduadas
universitariamente, con plena capacidad física y mental y que superan los treinta años de edad;
no se encuentran, hoy por hoy, y dentro de una sociedad moderna y de oportunidades, en una
situación que se pueda definir de necesidad, que les pueda hacer acreedores a una prestación
alimentaria; lo contrario sería favorecer una situación pasiva de lucha por la vida, que podría
llegar a suponer un «parasitismo social»”.
9
V. en este sentido las SSTS 5 octubre 1993 (Tol 1663192) y 24 octubre 2008 (Tol 1393347).
10
V. en este sentido la STS 24 octubre 2008 (Tol 1393347), que acordó la suspensión temporal
de la prestación de alimentos por parte del padre, al haber recibido la hija menor una beca de
la Federación Española de Gimnasia que cubría sus gastos de alojamiento y manutención y
le proporcionaba ingresos suficientes para atender a sus gastos personales, “convirtiendo en
innecesaria para los mismos fines la prestación económica a cargo del padre en tanto subsista
la situación de la menor”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
A) El cónyuge
En este caso, la obligación de alimentos queda subsumida en otras relaciones
jurídicas más amplias, como son los deberes que derivan del matrimonio, en espe-
cial los de ayuda y socorro mutuo (arts. 67 y 68 CC).
Es fundamental distinguir en esta sede la pensión de alimentos de la pensión
compensatoria. Ésta tiene como objetivo, a diferencia de la pensión de alimentos
(cuya finalidad, recordemos, es procurar lo indispensable para la subsistencia), re-
parar al cónyuge que, como consecuencia de una crisis matrimonial (separación o
divorcio), haya sufrido un empeoramiento de su situación económica en relación
con la que tenía en el matrimonio11.
Precisado lo anterior, se ha de decir que el juego de la pensión de alimentos en el
caso de los cónyuges es muy limitado. Y es que, producida una situación de crisis matri
monial (separación o divorcio), la única prestación que podría proceder sería la pensión
compensatoria, “pues la separación conlleva la suspensión de la convivencia conyugal
y con ello la de los deberes conyugales, dentro de los cuales se incluyen los deberes
de ayudarse y socorrerse mutuamente (arts. 67 y 68 del C. Civil), y el divorcio conlleva
la disolución del propio vínculo conyugal, quedando suspendida en el primer caso y
11
La STS 9 febrero 2010 (Tol 1790763) advierte que “Los alimentos y la pensión compensatoria
obedecen a finalidades y causas distintas: así como los alimentos tienen como objetivo solu-
cionar el estado de necesidad de quien los acredita, la pensión compensatoria obedece a otras
razones, cuales son las de compensar el desequilibrio que pueda producirse como consecuencia
de la ruptura matrimonial”.
Derecho de familia y obligación de alimentos
C) Los hermanos
Los hermanos son los únicos parientes por colateralidad obligados a prestar
alimentos. En este caso, la obligación de alimentos no se incardina en el marco
de una relación jurídica más amplia, de modo que tiene plena operatividad aquí.
No obstante, como ya se ha visto, el contenido de su obligación se reduce
respecto al resto de parientes contemplados en el art. 143 CC, pues únicamente
deberán prestar los alimentos necesarios para el sustento del alimentista, pudien-
do llegar a extenderse, en su caso, también a los necesarios para su educación.
Todo ello, siempre y cuando el alimentista los requiera por causa “que no le sea
imputable”.
A tenor del art. 144.I.4º CC, hay que dirigirse primero a los hermanos de doble vín
culo, “estando obligados en último lugar los que sólo sean uterinos o consanguíneos”.
12
V. en este sentido la SAP Burgos 25 mayo 2009 (Tol 1560473).
13
Las SSTS 5 octubre 1993 (Tol 1663192) y 24 octubre 2008 (Tol 1393347) señalan en este
sentido que “la obligación de dar sustento a los hijos menores es un deber incardinado en la
patria potestad, derivado de la relación paterno-filial (artículo 110 del Código Civil)”.
14
Así, la STS 2 diciembre 1983 (RJ 1983, 6816) condenó a los abuelos a prestar alimentos a sus
nietos, por incapacidad económica de los padres para atenderlos, al encontrarse el padre en
paradero desconocido y no poseer la madre medios económicos suficientes.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
D) Pluralidad de sujetos
Puede ocurrir que exista una pluralidad de sujetos, tanto activos como pasivos.
Así pues, vamos a distinguir aquí según existan varios alimentantes y un solo ali-
mentista, o varios alimentistas y un solo alimentante.
Por su parte, el art. 145.I CC dispone, para el caso de que los alimentantes
sean de igual grado de parentesco (por ejemplo, varios hijos de un alimentista)
que “Cuando recaiga sobre dos o más personas la obligación de dar alimentos,
se repartirá entre ellas el pago de la pensión en cantidad proporcional a su cau-
dal respectivo”; si bien, como ya vimos, esta obligación, en principio de carácter
mancomunada, puede convertirse en solidaria ex art. 145.II CC, según el cual, “en
caso de urgente necesidad y por circunstancias especiales, podrá el Juez obligar a
una sola de ellas a que los preste provisionalmente, sin perjuicio de su derecho a
reclamar de los demás obligados la parte que les corresponda”.
15
No obstante, este precepto, como pone de manifiesto la STS 13 abril 1991 (Tol 1729008), no
impone al acreedor la sujeción estricta al orden en él establecido, sino que tiene la posibilidad
de reclamar alimentos de cualquiera de los obligados, siempre que pruebe que los llamados con
preferencia carecen de medios. Así, dice el Supremo que “otra interpretación sería contraria a
los fines de concreción y economía de los procesos, por el gravamen que representaría, tener
que sostener litigios sucesivos y eliminatorios, para llegar a determinar el sujeto pasivo, que,
por sus recursos económicos, pudiera levantar y atender la carga alimenticia. Pero ello implica
y exige para que la demanda pudiera prosperar, que se hubiera justificado, debida y satisfac-
toriamente, que los llamados con preferencia a cumplir la prestación —cónyuge e hijos—,
carecían de medios adecuados para atenderla”.
Derecho de familia y obligación de alimentos
Por su parte, el art. 147 CC establece que “Los alimentos, en los casos a que se
refiere el artículo anterior, se reducirán o aumentarán proporcionalmente según el
aumento o disminución que sufran las necesidades del alimentista y la fortuna del
que hubiere de satisfacerlos”16.
16
La SAP Cádiz 12 diciembre 2011 (JUR 2012, 65087) estimó la reclamación de un padre que
había sido condenado por la sentencia de instancia a abonar mensualmente 100 euros a cada
uno de sus dos hijos en concepto de alimentos, rebajando la cuantía a 50 euros a cada hijo, en
tanto persista la falta de trabajo y la no percepción de subsidio o cantidad alguna. Afirma la
sentencia que “Por ello, procede rebajar la cantidad establecida por la sentencia entre tanto no
tiene trabajo o percibe subsidio o prestación alguna, en el que regiría la prestación fijada en
la instancia, señalando entre tanto, la cantidad de 100 euros, cincuenta por cada hijo, pues lo
que está claro es que si carece de trabajo o de cualquier prestación que le permita atender la
obligación legal que sobre él pesa, no cabe, si no tiene bienes, fijar una cuantía que no puede
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
Este precepto quiere decir que la eventual pensión de alimentos fijada no es inmuta
ble, sino que puede variar en el caso de que experimenten variaciones: a) las necesida
des del alimentista consideradas al tiempo de establecer la cuantía de los alimentos; b)
la fortuna del alimentante; o c) en fin, ambos parámetros conjuntamente.
ser atendida”. V. en este mismo sentido de reducir la pensión de alimentos, las SSAP Barcelona
18 septiembre 2000 (JUR 2001, 82), La Rioja 9 noviembre 2000 (JUR 2001, 48386), Islas
Baleares 20 febrero 2002 (JUR 2002, 125840), Madrid 28 junio 2005 (Tol 717644), Valencia
18 mayo 2006 (Tol 1000651), Madrid 5 octubre 2010 (Tol 2027368) e Islas Baleares 16 no-
viembre 2010 (Tol 2030856).
V. en el sentido de aumentar la pensión de alimentos, las SSAP Málaga 17 febrero 1999 (AC
1999, 5922), Valencia 23 julio 1999 (AC 1999, 1964), Cáceres 1 febrero 2000 (AC 2000,
3849), Almería 21 marzo 2001 (JUR 2001, 140941), Badajoz 30 marzo 2001 (JUR 2001,
171120) y Murcia 4 septiembre 2009 (JUR 2009, 437675).
17
V. sobre esta causa de extinción la SAP Zaragoza 23 mayo 2006 (Tol 956697).
18
V. sobre esta causa de extinción las SSAP Álava 4 febrero 1995 (AC 1995, 355), Alicante 8
febrero 1995 (AC 1995, 352), Guipúzcoa 1 julio 1998 (AC 1998, 6068) y Murcia 16 enero
2007 (JUR 2007, 266072).
19
V. sobre esta causa de extinción las SSAP Navarra 31 octubre 1994 (AC 1994, 2420), Vallado-
lid 25 octubre 1999 (AC 1999, 7581), Zaragoza 3 abril 2000 (AC 2000, 3146), Cáceres 12 ma-
yo 2000 (JUR 2000, 201837), Badajoz 25 noviembre 2000 (JUR 2000, 303179), Pontevedra
29 enero 2001 (JUR 2001, 122426), Lleida 22 febrero 2001 (JUR 2001, 117834), Las Palmas
10 octubre 2001 (Tol 134472), Madrid 13 marzo 2003 (JUR 2003, 187689), Cuenca 26 oc-
Derecho de familia y obligación de alimentos
d) por comisión, por parte del alimentista (sea o no heredero forzoso), de algu-
na falta de las que dan lugar a la desheredación20 (art. 152.I.4º CC);
e) “cuando el alimentista sea descendiente del obligado a dar alimentos y la
necesidad de aquél provenga de mala conducta o de falta de aplicación al trabajo,
mientras subsista esta causa”21 (art. 152.I.5º CC).
IV. CUESTIONARIO
1.º ¿En qué sentido han ido evolucionando las normas del Derecho de familia? ¿Qué visión o concepción
de la familia es la que prima en la actualidad?
2.º Explique las clases de parentesco y ponga ejemplos de cada una de ellas.
3.º ¿Cuál es el fundamento de la obligación legal de alimentos?
4.º Enumere los presupuestos que han de concurrir para que nazca la obligación de alimentos.
5.º ¿Qué gastos comprende la obligación de alimentos?
6.º ¿Cuáles son los sujetos obligados a prestar alimentos? ¿En qué caso pueden verse obligados a pres-
tar alimentos los hermanos?
7.º ¿Cuál es la prelación para reclamar los alimentos en caso de concurrir varios alimentantes (de distin-
to grado de parentesco) y un solo alimentista?
8.º ¿En qué casos cesa la obligación de prestar alimentos?
V. CASO PRÁCTICO
1.º Supuesto de hecho
Juan, de 25 años, estudia Derecho con una parsimonia admirable, a la par que unas notas pésimas.
Cuestiones
1.º ¿Están obligados los padres de Juan a prestarle alimentos?
2.º ¿Y si Juan cursara Derecho con esfuerzo y provecho?
tubre 2005 (Tol 758867), Pontevedra 2 enero 2006 (Tol 852667), Murcia 16 enero 2006 (Tol
942636), Valencia 7 junio 2006 (Tol 1005639), Murcia 3 octubre 2006 (JUR 2007, 62428),
Salamanca 5 febrero 2007 (JUR 2007, 254858), León 20 marzo 2007 (JUR 2007, 253409),
Cáceres 23 marzo 2007 (JUR 2007, 264009) y A Coruña 26 marzo 2007 (Tol 1963566).
20
V. sobre esta causa de extinción la SAP Málaga 16 diciembre 2002 (Tol 1191222).
21
V. sobre esta causa de extinción las SSAP Zaragoza 7 julio 1993 (AC 1993, 1488), Badajoz 21
febrero 1995 (AC 1995, 202), Murcia 16 febrero 1999 (AC 1999, 3475), Guipúzcoa 12 marzo
1999 (AC 1999, 548), Pontevedra 16 julio 1999 (AC 1999, 1796), Madrid 14 octubre 1999
(AC 1999, 7630), Guipúzcoa 24 enero 2000 (JUR 2000, 219038), Badajoz 25 noviembre 2000
(JUR 2000, 303179), Pontevedra 29 enero 2001 (JUR 2001, 122426), Murcia 26 septiembre
2002 (JUR 2003, 8548) y León 20 marzo 2007 (JUR 2007, 253409).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
1
Tal declaración constitucional se corresponde con los textos internacionales en materia de
derechos humanos. Así, el art. 16.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, de
10 de diciembre de 1948, establece que “Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil,
tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión a casarse y
fundar una familia”; según el art. 12 del Convenio de Roma sobre protección de los derechos
humanos y de las libertades fundamentales, de 4 de noviembre de 1950, “a partir de la edad
núbil, el hombre y la mujer tienen derecho a casarse y a fundar una familia”; y, conforme al art.
23.2 del Pacto Internacional de derechos civiles y políticos de Nueva York, de 18 de diciembre
de 1966, “se reconoce el derecho del hombre y de la mujer a contraer matrimonio y a fundar
una familia”.
2
La conexión entre libertad nupcial y libre desarrollo de la personalidad es clara en la jurispru-
dencia del TC. Según el ATC 156/1987, de 11 de febrero (RTC 1987, 156 AUTO), “la libertad
de opción entre el estado civil de casado o de soltero es uno de los derechos fundamentales más
íntimamente vinculados al libre desarrollo de la personalidad, considerado por la Constitución
fundamento del orden político y de la paz social (art. 10.1 de la Constitución)”. Y también
la STC 184/1990, de 15 de noviembre (Tol 81857), reitera la misma idea, afirmando que “la
posibilidad de optar entre el estado civil de casado o el de soltero está íntimamente vinculada
al libre desarrollo de la personalidad (art. 10.1 C.E.), de modo que el Estado no puede imponer
un determinado estado civil”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
3
V. en este sentido RDGRN 12 marzo 1994 (RAJ 1994, 2295).
4
Así lo constató la RDGRN 3 diciembre 1993 (RAJ 1993, 10175), que resolvió un recurso
del Ministerio fiscal contra el auto del juez encargado del Registro civil, que autorizaba el
matrimonio de una española con un ciudadano checo a quien, por expediente administrativo,
se había expulsado de España, habiéndosele prohibido la entrada en territorio español por un
período de tres años. La DGRN entendió que “el derecho a contraer matrimonio es un derecho
fundamental de las personas, reconocido en el art. 32 de la Constitución [...] y por los Conve-
nios internacionales que ligan a España. Por esto […] sólo está supeditado a los obstáculos de
orden civil establecidos por el Código pero no puede quedar coartado por normas adminis-
trativas de otro carácter, máxime cuando ninguna de ellas subordina, porque ello supondría
una limitación intolerable a un derecho fundamental, la celebración del matrimonio de un
extranjero en España a su condición de residente legal en España”.
5
V. en este sentido STC 47/1993, de 8 de febrero (Tol 82070).
El matrimonio
Pero hay que reconocer que la Ley 15/2005, de 8 de julio, ha ido más lejos,
estableciendo como única causa de divorcio judicial la mera voluntad de ambos
cónyuges o de uno solo de ellos, con tal de que ésta se manifieste una vez transcu-
rridos tres meses desde la celebración del matrimonio, plazo que no es necesario
que se cumpla, cuando se acredite la existencia de un riesgo para la vida, la inte-
gridad física, la libertad, la integridad moral o libertad o indemnidad sexual del
cónyuge demandante o de los hijos de ambos o de cualquiera de los miembros del
matrimonio, según resulta de la redacción dada a los arts. 81 y 86 CC por dicha
Ley.
La personalización del matrimonio se acentúa también con la reforma introducida
en materia de separación y divorcio por la Ley 15/2015, de Jurisdicción Voluntaria, la
cual admite, que, tanto una como otra, puedan tener lugar sin necesidad de sentencia
judicial, siempre que no haya hijos menores no emancipados o con capacidad modi
ficada judicialmente que dependan de sus progenitores: dicha separación o divorcio
extrajudicial exige el mutuo acuerdo de los cónyuges, plasmado en convenio regulador
presentado ante el Secretario Judicial o en escritura pública otorgada ante Notario (arts.
82 y 87 CC, en su actual redacción, debida a la disposición final primera, 18 y 21 LJV).
6
La RDGRN 29 julio 2005 (JUR 2005, 184678) autoriza la celebración en España de ma-
trimonios entre personas del mismo sexo, cuando se trate de un contrayente español y otro
extranjero o cuando se trate de dos contrayentes extranjeros residentes en nuestro país, aunque
la legislación nacional del extranjero no permita la celebración de tales matrimonios. El argu-
mento es que el tema de la identidad o diversidad de sexos no es una cuestión de capacidad,
regulable por la ley personal de los contrayentes (en virtud del art. 9.1 CC), sino “un elemento
estructural, constituyente de la misma institución”. De ahí, que entienda que en el supuesto
descrito existe una laguna legal (no hay norma de Derecho Internacional Privado aplicable al
caso) y por ende sea de aplicación la ley material española.
El matrimonio
7
V. en este sentido SSTS 2 julio 1987 (Tol 409977), 15 julio 1988 (Tol 1735745), 3 marzo 1989
(Tol 1731668) y 19 abril 1991 (Tol 1728846). La STS 6 septiembre 2002 (Tol 212780) no
accedió, así, al cambio solicitado (de mujer a varón, en el caso), porque no se había llegado, ni
a la resección del útero y los ovarios, ni a la reconstrucción del pene.
8
No obstante, ya las RRDGRN 8 enero 2001 (Tol 242130) y 31 enero 2001 (RAJ 2001, 5095)
admitieron la validez del matrimonio del transexual con otra persona de su mismo sexo cro-
mosómico.
9
Hay que tener en cuenta que, después de la promulgación de la Ley, la jurisprudencia, basán-
dose en los principios sancionados por la misma, admitió el cambio de la mención registral de
sexo, respecto a supuestos que no entraban dentro de su ámbito de aplicación temporal, sin
necesidad de que el solicitante se hubiera sometido a una operación de reasignación sexual,
por prevalencia de los criterios fenotípicos, psicológicos y sociales sobre los puramente cro-
mosómicos. V. en este sentido SSTS 17 septiembre 2007 (Tol 1146766), 28 febrero 2008 (Tol
1347129), 18 julio 2008 (Tol 1353319) y 22 junio 2009 (Tol 1554270).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
sexo cromosómico y el que siente como propio, exigiéndose que dicho sentimiento sea
permanente y no se deba a trastornos de la personalidad; y, en segundo lugar, que el
solicitante pruebe que ha sido tratado médicamente durante, al menos, dos años, para
acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado, salvo que
“concurran razones de salud o edad que imposibiliten su seguimiento y se aporte certi
ficación médica de tal circunstancia”. En cambio, no será necesario para la concesión
de la rectificación registral de la mención del sexo de una persona que el tratamiento
médico haya incluido cirugía de reasignación sexual.
10
V. en este sentido la STC 176/2008, de 22 de diciembre (Tol 1416108), que consideró cons-
titucional la restricción del régimen de visitas, inicialmente acordado en favor del padre, que
posteriormente se sometió a una cirugía de reasignación sexual. Esta restricción se basó en los
informes periciales psicológicos, que encontraban riesgos relevantes para la integridad psíquica
del niño debido a la inestabilidad emocional del recurrente. La resolución fue posteriormente
confirmada por la STEDH 30 noviembre 2010 (Tol 2647876).
El matrimonio
Ahora bien, el matrimonio canónico tiene una posición jurídica especial res-
pecto de los demás matrimonios religiosos, diferencia que encuentra cobertura
constitucional en el art. 16.3 CE, que prevé una colaboración de mayor intensidad
de los poderes públicos con la confesión mayoritaria en nuestra sociedad11. El
Estado reconoce a la Iglesia Católica la facultad de regular, a través del Código
de Derecho Canónico, no sólo la forma de celebrar el matrimonio de sus fieles
(como hace respecto al resto de las confesiones), sino también la de determinar los
requisitos de capacidad y de consentimiento necesarios para la validez del mismo
11
V. en este sentido STC 265/1988, de 22 de diciembre (Tol 80111).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
12
No obstante, cualquiera de los contrayentes podría pedir la nulidad del matrimonio canónico,
ante la jurisdicción civil, aplicando las normas del CC (entre ellas, las que regulan los requisitos
de capacidad y los vicios del consentimiento), posibilidad ésta, que, aunque sea paradójica, se
deduce claramente del tenor del art. 73 CC, precepto que establece las causas de nulidad del
matrimonio “cualquiera que sea la forma de su celebración”.
13
El precepto habla de “partes”, lo que parece remitir a quienes lo han sido en el proceso canó-
nico, pero el AAP Barcelona 11 diciembre 2006 (AC 2007, 1147) realiza una interpretación
extensiva, reconociendo legitimación para pedir la homologación de la sentencia canónica a
todos aquellos a quienes el art. 74 CC legitima para pedir la nulidad del matrimonio civil,
como son los terceros interesados en la declaración de invalidez.
14
V. en este sentido SSTS 1 julio 1994 (Tol 1665041) y 5 marzo 2001 (Tol 26742).
El matrimonio
15
V. en este sentido STS 1 julio 1994 (Tol 1665041) y AAAP Barcelona 28 abril 2003 (AC 2003,
1713) y Soria 8 noviembre 2004 (Tol 547296).
16
V. en este sentido AAP Barcelona 28 abril 2003 (AC 2003, 1713) y SAP Valencia 2 mayo 2004
(JUR 2002, 186038).
17
V. en este sentido STS 27 junio 2002 (Tol 178201) y AAAP Valencia 20 enero 2003 (JUR 2003,
93072), Toledo 2 marzo 2005 (Tol 606304) y Castellón 13 diciembre 2005 (AC 2006, 223). V.
en contra, sin embargo, AAAP Soria 8 noviembre 2004 (Tol 547296), Madrid 29 enero 2007
(JUR 2007, 156441) y Las Palmas 23 octubre 2007 (AC 2008, 248).
18
V. en este sentido STS 24 octubre 2007 (Tol 1229944).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
haber aceptado, en principio, los postulados confesionales que esta forma de contraer
matrimonio supone, entre los cuales figura la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos,
cuyos efectos civiles son reconocidos con determinados límites por el Estado, para deci
dir acerca de la nulidad y de la separación, circunstancia que, obviamente, no excluye la
posibilidad de una mutación de dichas convicciones en la persona afectada que pueda
ser relevante para justificar su incomparecencia ante dichos tribunales”.
En definitiva, por lo que al concreto tema que nos atañe, hoy parece común-
mente admitido que una rebeldía voluntaria del demandado, de mera convenien-
cia, no impide la homologación de la sentencia canónica19, posición ésta que es
conforme al actual art. 46.1.b) de la Ley 25/2015.
En otro orden de cosas, la jurisprudencia ha admitido que pueda concederse
efectos civiles a una sentencia de nulidad canónica de un matrimonio, previamen-
te disuelto por divorcio por la jurisdicción del Estado, pero precisando que dicha
declaración de nulidad no deja sin efecto la pensión compensatoria, que, en el
caso, se hubiera fijado20.
19
V. en este sentido AAAP Madrid 25 junio 2009 (JUR 2010, 22367), Castellón 15 julio 2009
(AC 2001877) y Madrid 19 febrero 2010 (JUR 2010, 260084).
20
V. en este sentido SSTS 5 marzo 2001 (Tol 26742) y 23 marzo 2005 (Tol 619452).
El matrimonio
21
En nuestra opinión, esta disposición tiene como finalidad tutelar la confianza legítimamente
suscitada por la promesa (respecto a la celebración del matrimonio), en consideración a la cual
quien la recibe realiza, de buena fe, gastos o asume obligaciones a los que la ruptura convierte
en inútiles: una cosa es que se tenga libertad para apartarse de la promesa (la decisión de ca-
sarse es libre) y otra, bien diversa, es que, en caso de ruptura (sin causa) de aquélla, no se deba
responder por la lesión culpable de la confianza suscitada por los propios actos o declaracio-
nes.
Por lo tanto, con el incumplimiento de la promesa de matrimonio, pasa algo semejante a lo
que acontece con la ruptura de los tratos preliminares: no cabe duda de que, si alguien entra
en negociaciones con otro pueda apartarse de ellas, sin que esté obligado a concluir el contrato
de cuya celebración se trataba (a ello se opone el principio de autonomía privada); ahora bien,
si se comporta de mala fe, rompiendo las negociaciones de manera arbitraria o intempestiva,
debe resarcir a la persona perjudicada el interés contractual negativo (en este caso, por aplica-
ción del art. 1902 CC).
No obstante, hay que reconocer que el art. 43 CC llega a una solución que armoniza el prin-
cipio de tutela de la confianza con el de libertad nupcial, el cual quedaría desvirtuado, si la
negativa a cumplir la promesa produjera consecuencias patrimoniales tan gravosas, que el pro-
mitente se viera constreñido a contraer matrimonio para escapar al pago de una indemnización
cuantiosa. Ello explica la limitación del importe máximo de la indemnización a los conceptos
que la propia norma determina (gastos hechos y obligaciones contraídas en atención al matri-
monio), cerrando la posibilidad de que el perjudicado pueda pedir el resarcimiento de otros
daños (al menos, patrimoniales), como, por ejemplo, el consistente en la pérdida del estado
civil de casado o de la posibilidad de haberse podido contraer otro matrimonio.
22
V. en este sentido SSAP Almería 24 octubre 1994 (AC 1994, 2380), Barcelona 17 enero 2000
(AC 2000, 1134), Toledo 3 abril 2000 (AC 2000, 4476) y Cantabria 7 junio 2005 (Tol 763027).
23
No era, así, en la redacción originaria del art. 43 CC, el cual sólo tomaba en consideración la
promesa de matrimonio, cuando ésta hubiera sido hecha en documento, público o privado, o
cuando hubiera dado lugar a la publicación de proclamas. Tras la reforma operada por la Ley
30/1981, de 7 de julio, rige el principio de libertad de prueba de la promesa de matrimonio.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
24
V. en este sentido STS 16 diciembre 1996 (Tol 217322).
La SAP Huelva 14 enero 1998 (AC 1998, 2720) llegó a la conclusión de que había existido un
“proyecto de vida en común” entre las partes litigantes, valorando la existencia de una cuenta
corriente conjunta, la adquisición de muebles por ambos y, sobre todo, las obras realizadas en
la vivienda del demandado, de manera gratuita, por los familiares de la demandante.
25
En la redacción originaria del art. 43 CC se decía “sin justa causa”, calificativo que desapareció
tras la reforma operada por la Ley 30/1981, de 7 de julio.
26
V. en este sentido SAP Ciudad Real 3 mayo 2005 (Tol 632838).
La SAP Sevilla 30 enero 2001 (JUR 2001, 194405), por su parte, entendió que, a pesar de que
no había quedado probada la ruptura de la promesa matrimonial, el apartamiento de aquélla
no habría sido arbitrario o injustificado, al exigir la actora como garantía para el matrimonio
que el demandado otorgara testamento a su favor. En este sentido, señala la sentencia que “la
única posible causa mediata o indirecta de la ruptura que se puede considerar acreditada es
una exigencia de la actora extraña al compromiso matrimonial, por lo que sería esta conducta
de condicionar el matrimonio al otorgamiento de testamento, imputable exclusivamente a la
actora, la que motivó al demandado a apartarse de su celebración”.
El matrimonio
causa imputable al otro, si éste le da un justo motivo para no casarse (por ejem-
plo, a causa de un maltrato físico o moral27).
Ni el precepto ni la jurisprudencia admiten que personas distintas a los propios pro
mitentes, como, por ejemplo, los padres y otros familiares de éstos, puedan reclamar el
reembolso de los gastos hechos y de las obligaciones contraídas en razón del matrimonio
proyectado, lo que no parece excesivamente justo, ya que, en numerosas ocasiones, son
ellos quienes desprendidamente realizan una serie de gastos que, en principio, debieran
ser satisfechos por los promitentes28.
Desde luego, queda siempre a salvo la posibilidad de que dichos padres o familiares
puedan hacer valer la ineficacia de las donaciones que hubieran hecho a los promiten
tes, en razón del matrimonio no celebrado (art. 1342 CC), y, así mismo, podrán, en su
caso, acudir a la acción de enriquecimiento cuando se den los requisitos a los que la
jurisprudencia subordina su ejercicio, como sucede cuando el hermano y el tío de la
novia han realizado obras gratuitamente en el piso (propiedad del novio que rompe el
compromiso), donde ambos promitentes pensaban fijar su domicilio conyugal, como un
regalo de boda29.
27
V. en este sentido SAP Almería 24 octubre 1994 (AC 1994, 2380).
28
V. no obstante a favor de esta posibilidad la aislada SAP Sevilla 8 mayo 2003 (JUR 2003,
267751).
29
V. en este sentido SAP Huelva 14 enero 1998 (AC 1998, 2720). La Audiencia reconoce que
estamos ante unos gastos “reclamables por vía de enriquecimiento injusto”, aunque condena
al demandado a reembolsarlos, no a quienes habían realizado las obras (que no eran parte en
el proceso), sino a la novia abandonada (que era la que había interpuesto la demanda), consi-
derando que las referidas obras eran una donación hecha a aquélla, en concepto de regalo de
boda, y le correspondían a ella, porque su adquisición quedó perfeccionada “con su entrega y
aceptación”.
El argumento es, desde luego, discutible, porque si las obras eran unan donación por razón de
matrimonio, dicha donación había quedado ineficaz, al no haberse celebrado éste en el plazo
de un año, de modo que la novia no podía haber adquirido el valor correspondiente a dichas
obras, pareciendo la solución correcta la de considerar que eran su hermano y tío quienes de-
bían haber interpuesto la demanda, con apoyo en la doctrina del enriquecimiento sin causa.
30
V. en este sentido STS 16 diciembre 1996 (Tol 217322).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
b) No sólo son indemnizables los gastos hechos, sino también las “obligaciones
contraídas en consideración al matrimonio proyectado”, por ejemplo, el importe
de los intereses del préstamo personal solicitado por la demandada para contri-
buir al pago del precio del piso donde los litigantes pensaban fijar su domicilio
conyugal, el cual era propiedad del demandado32.
El precepto no prevé la reparación de otros daños patrimoniales indirectos,
como pueden ser la pérdida de una posición contractual, de un subsidio o de un
empleo, por causa del traslado a la localidad donde los promitentes pensaban
establecer su domicilio conyugal33.
Sin embargo, la STS 16 diciembre 1996 (Tol 217322), aplicando el art. 1902 CC, aco
gió la demanda de una mujer abandonada, que, ante la promesa del novio demandado,
de que se casaría con ella, trasladó su residencia al domicilio de aquél, abandonando el
piso que tenía arrendado en otra localidad, donde venía viviendo y en el que aceptaba
huéspedes, con lo que obtenía una serie de ingresos económicos. El demandado se negó
a cumplir la promesa de matrimonio y la actora se encontró con que había perdido su
condición de arrendataria del piso en el que residía anteriormente, por lo que pidió la
indemnización del daño subsiguiente. El Supremo le condenó al pago de 3.000.000 de
pesetas.
No estamos de acuerdo con la aplicación que hace el Supremo del art. 1902 CC para
fundamentar el fallo condenatorio, porque, a nuestro juicio, este artículo no juega en
el caso de la ruptura de la promesa de matrimonio, cuyos efectos económicos se rigen,
exclusivamente, por el art. 43 CC: éste precepto es una norma especial, que establece un
supuesto de responsabilidad civil extracontractual, por lo que excluye la aplicación de la
norma general del art. 1902 CC.
31
V. en este sentido SSAP Alicante 2 noviembre 2000 (JUR 2000, 46609), Asturias 15 noviembre
2000 (AC 2000, 2310), Badajoz 10 julio 2007 (JUR 2007, 318209), Valladolid 16 abril 2008
(Tol 1518272), Barcelona 12 junio 2008 (Tol 1373569) y Murcia 29 mayo 2009 (JUR 2009,
280024).
32
V. en este sentido SAP Almería 24 octubre 1994 (AC 1994, 2380).
La SAP Badajoz 10 julio 2007 (JUR 2007, 318209) condenó al demandado-apelante, al pago
de la cantidad de 10.293’52 euros correspondientes a las obligaciones asumidas por razón del
matrimonio, derivadas de la compra de muebles, enseres y una vidriera.
33
V. en este sentido SAP Asturias 15 noviembre 2000 (AC 2000, 2310).
El matrimonio
VI. CUESTIONARIO
1.º Diferencie entre libertad nupcial positiva y negativa.
2.º ¿Qué principio inspira las reformas del matrimonio operadas en las leyes 13/2005, de 1 de julio, y
15/2005, de 8 de julio?
3.º ¿Cuál es la novedad principal que introdujo la Ley 13/2005, de 1 de julio, en relación con el matrimo-
nio?
4.º ¿Es posible el matrimonio del transexual? ¿Qué problema planteaba con anterioridad a la Ley
13/2005, de 1 de julio?
5.º ¿Qué razón justifica que el matrimonio canónico tenga una posición jurídica especial en el sistema
matrimonial español respecto del resto de matrimonios religiosos?
6.º En orden al reconocimiento en España de sentencias dictadas por tribunales extranjeros, ¿qué signi-
fica el requisito de que no haya sido dictada en rebeldía?
7.º Explique qué entiende la jurisprudencia por “gastos hechos” y “obligaciones contraídas en conside-
ración al matrimonio prometido”, a efectos del resarcimiento previsto en el art. 43 CC para el caso de
incumplimiento de una promesa de matrimonio “sin causa”.
34
V. en este sentido STS 16 diciembre 1996 (Tol 217322) y SAP Toledo 3 abril 2000 (AC 2000,
4476).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
otro hasta el punto de plantearse casarse. Dña. María no ocultó en ningún momento a D. Luis que en el
pasado tenía sexo masculino.
Cuestiones
1. ¿Pueden casarse D. Luis y Dña. María al amparo de las leyes 13/2005, de 1 de julio, y 3/2007, de 15
de marzo? Justifique su respuesta.
2. ¿Podría D. Luis solicitar la nulidad del eventual matrimonio de haber desconocido que Doña María
era un transexual? ¿Qué podría alegar?
Cuestiones
1. ¿Puede exigir judicialmente Andrea a Felipe que cumpla la promesa de matrimonio?
2. ¿Puede reclamar Andrea el reembolso de los gastos en que ha incurrido en consideración al matri-
monio proyectado?
3. ¿Estaría justificada la conducta de Felipe en el caso de que se hubiera enterado el día anterior a la
boda de que Andrea le había sido varias veces infiel con amigos suyos? ¿Podría reclamar algún tipo
de resarcimiento económico a Andrea por este motivo?
GARCÍA CANTERO, G.: “Comentario a los arts. 42 y 43 CC”, en AA.VV.: Comentarios al Código
Civil y Compilaciones Forales (dir. M. ALBALADEJO), t. II, arts. 42 a 107 del Código Civil, Ma-
drid, 1982; MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C. y DE PABLO CONTRERAS, P.: Constitución, derecho
al matrimonio y uniones entre personas del mismo sexo, Madrid, 2007; SOTO MOYA, M.: Uniones
trasfronterizas entre personas del mismo sexo, Valencia, 2013; VARGAS ARAVENA, D.: Daños
civiles en el matrimonio, Madrid, 2009.
Lección 3
Requisitos y efectos del matrimonio
Sumario: I. EL MATRIMONIO COMO ACTO Y COMO ESTADO. II. REQUISITOS DEL MA
TRIMONIO. 1. El consentimiento. 2. Los requisitos de capacidad. 3. Los requisitos de forma.
III. LA INSCRIPCIÓN DEL MATRIMONIO. IV. EFECTOS PERSONALES DEL MATRIMONIO. V.
CUESTIONARIO. VI. CASOS PRÁCTICOS. VII. BIBLIOGRAFÍA SUMARIA.
1. El consentimiento
El art. 45 CC afirma que “No hay matrimonio sin consentimiento matrimo-
nial”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
La libertad nupcial exige que ninguna persona deba asumir el “estado civil de ca
sado” y las radicales consecuencias jurídicas, personales y patrimoniales que conlleva,
contra su voluntad. Quien contrae matrimonio debe ser plenamente consciente del acto
que realiza y consentir con entera libertad en todas las consecuencias jurídicas que
de dicho acto derivan. La solución contraria pugnaría con la concepción del matrimo
nio como cauce al servicio del libre desarrollo de la personalidad del ser humano: la
naturaleza misma del matrimonio exige la espontaneidad y la libertad del querer. El
ordenamiento puede, en algunos casos, imponer a los particulares la estipulación de un
contrato, pero no podría jamás imponer a dos sujetos la celebración del matrimonio,
como tampoco podría prohibirlo (libertad nupcial, negativa y positiva, respectivamente).
Para poder contraer matrimonio hay, pues, que tener capacidad natural para
entender y querer el acto que se realiza. Consiguientemente, el art. 56.II CC (re-
dacción dada por la disposición final primera, 9, de la Ley 15/2015, de 2 de julio,
de Jurisdicción Voluntaria) afirma que “Si alguno de los contrayentes estuviere
afectado por deficiencias mentales, intelectuales o sensoriales”, se exigirá por el
funcionario que tramite el acta o expediente, dictamen médico sobre su aptitud
para prestar el consentimiento”.
El precepto plantea el problema de determinar qué “deficiencias mentales, intelec
tuales o sensoriales” (expresión ésta, que sustituye a la anterior de “deficiencias o ano
malías psíquicas” usada en su redacción precedente) se refiere: éstas pueden ser, tanto
transitorias (por ejemplo, un estado de embriaguez o drogadicción), como duraderas,
esto es, enfermedades graves que en el momento en que ha de celebrarse el matrimonio
priven a quienes las padecen de la facultad de discernimiento (por ejemplo, una demen
cia senil o un alzheimer) y, en consecuencia, de la posibilidad de ponderar el significado
y las consecuencias del consentimiento que deben prestar, punto éste en el que ha de
procederse con prudencia, pues no debe olvidarse que el derecho a contraer matrimonio
en un derecho fundamental de la persona humana, también de los que sufren algún tipo
de discapacidad psíquica que no alcance dicho grado de gravedad.
Como dice la SAP Madrid 10 enero 2003 (JUR 2003, 92883), no se exige “que los
contrayentes se encuentren en un óptimo goce de sus facultades intelectuales o menta
les, bastando al efecto que los mismos tengan la capacidad de discernimiento suficiente
para conocer la trascendencia del compromiso que adquieren y conste su libre decisión
de asumirlo”. La RDGRN 30 junio 2005 (JUR 2006, 7457) ha autorizado, así, la celebra
ción del matrimonio del contrayente con un coeficiente mental bajo, cierta inmadurez
y dependencia de las personas que rodeaban, pero que tenía “una capacidad intelectiva
dentro de la normalidad”, que le permitía “conocer las responsabilidades que conlleva
una relación afectiva, pudiendo discernir correctamente las implicaciones que supone
una relación matrimonial y todas sus consecuencias”.
El hecho de que quien tramitara el acta o expediente no hubiera solicitado el dic
tamen médico no significa que no pueda demandarse posteriormente la nulidad del
matrimonio, si se demuestra que el contrayente carecía de aptitud para prestar el con
sentimiento. Así, la SAP Murcia 27 febrero 2002 (JUR 2002, 126479) declaró nulo el
matrimonio celebrado in articulo mortis, por haberse acreditado mediante dictamen
emitido por experto neurológico que el contrayente se hallaba en situación de coma,
dormido patológicamente y desconectado del medio, sin ninguna función intelectiva, ni
posibilidad de pensar, ni de comunicarse con el exterior, habiendo prestado su presunto
consentimiento a través de un encogimiento de hombros y de un apretón de manos.
Requisitos y efectos del matrimonio
1
El poder “se extinguirá por la revocación del poderdante, por la renuncia del apoderado o por
la muerte de cualquiera de ellos. En caso de revocación por el poderdante bastará su manifesta-
ción en forma auténtica antes de la celebración del matrimonio. La revocación se notificará de
inmediato al Secretario judicial, Notario, Encargado del Registro Civil o funcionario que tramite
el acta o expediente previo al matrimonio, y si ya estuviera finalizado a quien vaya a celebrarlo”
(art. 55.III CC).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
2
V. en este sentido RDGRN 7 junio 2005 (Tol 662871).
3
Lo que traslucía una concepción institucionalista del matrimonio, que regulaba el impedimen-
to de edad primando el dato biológico de la posibilidad de procreación (que se consideraba
una finalidad típica de aquél); y establecía la revalidación “ipso facto” (sin necesidad de decla-
ración expresa) del matrimonio contraído por impúberes, “si un día después de haber llegado
a la pubertad legal hubiesen vivido juntos sin haber reclamado en juicio contra su validez, o si
la mujer hubiera concebido antes de la pubertad legal o de haberse entablado la reclamación”.
Aunque el hecho de que se fijara una edad tan temprana para poder casarse traslucía una
concepción del matrimonio como una institución al servicio de la perpetuación de la especie;
y, así mismo, respondía al tradicional mimetismo de la legislación civil española hacia la ca-
nónica, en realidad, cumplía una clara función práctica, que era permitir regularizar legal y,
por consiguiente, socialmente la situación de los menores que habían mantenido (o pretendían
mantener) relaciones sexuales y evitar que los hijos nacidos de ellas fueran extramatrimoniales,
con la consiguiente discriminación que esta circunstancia en aquel tiempo comportaba.
4
La reforma fue, desde luego, perfectamente razonable: en un principio podría llamar la aten-
ción que una regulación que pretendía eliminar obstáculos a la celebración del matrimonio (se
Requisitos y efectos del matrimonio
48.II CC, redactado por la Ley 30/1981, permitía que el impedimento de edad pudiera
ser dispensado a partir de los 14 años por el Juez de Primera Instancia, a petición del
propio menor, cuando concurriera “justa causa”, debiendo ser oídos en el procedimiento
sus padres o guardadores; y por aplicación del art. 48. CC (redactado por la misma Ley)
la dispensa ulterior convalidaba, desde su celebración, el matrimonio, cuya nulidad no
hubiera sido instada judicialmente por alguna de las partes”.
Aunque probablemente, el legislador estuviera pensado en el embarazo de la mujer
(como un vestigio del llamado matrimonio reparador) acabó imponiéndose la idea de
que el mero embarazo, por sí solo, no era “justa causa” para la dispensa, si no iba acom
pañado de otras circunstancias, como la no oposición de los padres al matrimonio, y,
sobre todo, de un grado de madurez, por parte del menor, superior al propio de su edad
biológica, lo que remitía a una valoración judicial del caso concreto5.
En cualquier caso, el art. 48.II CC ha sido derogado por la disposición final primera,
2, de la Ley 15/2015, de 2 de julio, de Jurisdicción Voluntaria, por lo que actualmente no
es posible la dispensa del impedimento de edad, lo que, a nuestro entender, merece un
juicio positivo, ya que no parece adecuado que una persona menor de dieciocho años
pueda acceder a una realidad vital tan compleja como es el matrimonio, además de que
el nacimiento de un hijo fuera del matrimonio ya no es un grave estigma social para la
madre, ni un motivo de discriminación para el hijo.
Hay que recordar que el Código civil permite celebrar el matrimonio en nuestro país,
cuando uno de los contrayentes sea español, bien en forma civil, bien en una de las for
mas religiosas legalmente previstas, y fuera de España en la forma prevista en la ley del
lugar de su celebración (art. 49 CC), como también permite que contraigan matrimonio
en nuestra patria dos extranjeros, “con arreglo a la forma prescrita para los españoles o
cumpliendo la establecida por la ley personal de cualquiera de ellos” (art. 50 CC).
Por ello, se debe denegar la autorización para contraer matrimonio a los vinculados
por un previo matrimonio coránico no disuelto, que haya sido celebrado por un español
en el extranjero o por dos extranjeros musulmanes en España, pues la islámica es una de
las formas religiosas de celebración legalmente previstas (conforme a la Ley 26/1992, de
10 de noviembre, que aprueba la cooperación del Estado con la Conferencia Islámica de
España)7. En no pocos casos, se ha dado la circunstancia de que quienes pretendían que
se les autorizara la celebración del matrimonio en forma civil eran quienes ya estaban
casados entre sí en forma coránica, a los que la Dirección General de los Registros les ha
recordado que lo procedente era solicitar la correspondiente inscripción de su matrimo
nio (válido) en el Registro civil español, y no pretender volver a casarse en forma civil, lo
que era imposible, además de innecesario: RDGRN 15 abril 2004 (RAJ 2004, 3945); RD
GRN 21 enero 2009 (JUR 2010, 99162); y RDGRN 30 marzo 2011 (JUR 2012, 92736).
Cualquiera que sea la forma de celebración del matrimonio, los requisitos de capaci
dad de los contrayentes se regirán por su respectiva ley nacional (art. 9.1. CC), a la cual,
por lo tanto, habrán de atenerse los Tribunales españoles (cuando sean competentes)
para determinar si están, o no, casados; y, por lo tanto, si es inválido el segundo matrimo
nio (art. 9.2. y 107.1º CC); como también el Encargado del Registro Civil para autorizar
el segundo matrimonio o para inscribirlo en los Registros españoles, cuando ya se haya
celebrado (normalmente, en el extranjero). No obstante, se deniega la inscripción en
el Registro Central de matrimonios poligámicos, válidos según la legislación nacional
de los contrayentes, por ser contrarios al orden público interno, al atentar la poligamia
contra la concepción monogámica española del matrimonio, la dignidad de la mujer y el
derecho fundamental a la igualdad; y la inscripción se deniega, no sólo cuando se com
prueba que, de hecho, alguno de los contrayentes está anteriormente casado8, sino, sim
plemente, cuando del acta de celebración del matrimonio que se presenta para solicitar
trimonios coránicos celebrados en Marruecos, que habían sido provisionalmente disueltos por
divorcios revocables, razón por la cual se ha denegado la inscripción [RDGRN 18 septiembre
2015 (42ª) (BMJ, 26 enero 2016, RRDGRN 01/09/2015-30/09/2015, pp. 582-584)]; en parti-
cular, porque el matrimonio había sido contraído tras haber repudiado el varón a su anterior
mujer una sola vez, sin que concurrieran, pues las dos repudiaciones sucesivas que, según el De-
recho musulmán, son necesarias para que el acto de repudiación sea irrevocable y se disuelva,
de modo que el hecho de que la primera repudiación permitiera al varón casarse no significaba
que su primer matrimonio hubiera quedado disuelto de manera definitiva [RDGRN 27 abril
1999 (RAJ 1999, 10147)].
7
En cambio, la RDGRN 31 mayo 2011 (JUR 2012, 147837) ha autorizado la celebración del
matrimonio en forma civil, cuando lo que había existido no era un previo matrimonio coráni-
co, sino una pura formalidad familiar de carácter simbólico.
8
V. así RDGRN 30 septiembre 2008 (JUR 2009, 443067); y RDGRN 25 septiembre 2015 (13ª)
(BMJ, 26 enero 2016, RRDGRN 1/09/2015-30/09/2015, pp. 586-588).
Requisitos y efectos del matrimonio
Así mismo, el precepto prohíbe contraer matrimonio entre sí a los parientes co-
laterales por consanguinidad (no por adopción) que se encuentren dentro del ter-
9
V. en este sentido RDGRN 28 agosto 2015 (60ª) (BMJ, 26 enero 2016, RRDGRN 01/08/2015-
30/08/2015, pp. 481-483); RDGRN 28 agosto 2015 (101ª) (BMJ, 26 enero 2016, RRDGRN
01/08/2015-30/08/2015, pp. 483-485); y RDGRN 18 septiembre 2015 (22ª) (BMJ, 26 enero
2016, RRDGRN 01/09/2015-30/09/2015, pp. 578-581).
Es ilustrativa la RDGRN 28 agosto 2015 (202ª) (BMJ, 26 enero 2016, RRDGRN 01/08/2015-
30/08/2015, pp. 487-492). En el caso por ella resuelto se había aportado un certificado literal
de acta de matrimonio, donde se observaba que en el apartado de datos relativos al esposo
aparecía un párrafo cuyo tenor literal era el siguiente: “Número de esposas casadas con él en
la actualidad: ninguna”. El Centro Directivo observa que “Es evidente que tal párrafo hace
mención a la posibilidad de existencia de mujeres casadas con el contrayente masculino lo cual
es perfectamente posible en la regulación sunní del matrimonio islámico que constituye la ley
personal del contrayente que pertenece a dicha rama del islam. Es indiferente que el contrayen-
te este divorciado de los matrimonios anteriores de manera definitiva de acuerdo con la legisla-
ción islámica. Lo que es determinante a los efectos de este recurso es que la poligamia, junto al
repudio son elementos fundamentales del matrimonio islámico que no pueden ser admitidos de
ningún modo por aplicación del orden público internacional (cfr. art 12-3 CC). En el Derecho
español la poligamia no tiene cabida legal, como se deduce del marco constitucional vigente”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
10
Dado que el 47.2 CC sólo impide casarse a los “colaterales por consanguinidad”, parece que
no debe aplicarse a los parientes colaterales por adopción, sino, exclusivamente, a los que lo
sean por consanguinidad.
11
V. a este respecto RDGRN 18 octubre 1995 (RAJ 1995, 9565).
Requisitos y efectos del matrimonio
En cualquier caso, tanto antes, como ahora, se exige que exista una condena
penal firme por muerte dolosa, por lo que no basta una condena por mera impru-
dencia temeraria (por ejemplo, la que pudiera tener lugar en un accidente de tráfi-
co), como tampoco —creemos— una condena por mera tentativa de homicidio o
asesinato no culminada con éxito, pues el precepto habla claramente de “muerte”,
por lo que presupone que la misma ha tenido lugar. Sin embargo, no es necesaria
la prueba de que la finalidad de la comisión del delito fuera, precisamente, acabar
con la vida del otro cónyuge (si es que se estaba casado con el fallecido) para con-
traer ulterior matrimonio con otra persona.
La doctrina dominante entiende que la condena penal posterior a la celebración
del matrimonio produce la nulidad del matrimonio contraído anteriormente, pero no
parece que se trate de una cuestión de retroacción de los efectos de la sentencia penal.
La explicación creemos que es otra: lo que justifica el impedimento matrimonial no es
la sentencia en sí, sino los hechos en que ésta se basa, esto es, el homicidio o asesinato
de la persona con quien se está casado o se convive “more uxorio” antes de celebrarse
el matrimonio, que es lo que merece el reproche y la consiguiente sanción por parte
legislador civil: si se exige la condena penal firme es, sencillamente, porque, sin ella, no
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
12
V. en este sentido RDGRN 11 noviembre 2004 (RAJ 2005, 1080), como también RRDGRN
11 abril 1985 (RAJ 1985, 3496), 7 febrero 1990 (RAJ 1990, 2290) y 26 junio 1996 (RAJ 1996,
6735).
Requisitos y efectos del matrimonio
c) Según el art. 50 CC, “Si ambos contrayentes son extranjeros, podrá celebrar-
se el matrimonio en España con arreglo a la forma prescrita para los españoles o
cumpliendo la establecida por la Ley personal de cualquiera de ellos13”.
La celebración en forma civil del matrimonio (que es a la aquí vamos a referir-
nos), según prevé art. 51.1 CC (redactado por la disposición final primera, 5, de la
Ley 15/2015), requiere la tramitación de un acta o expediente previo en el que se
constate “el cumplimiento de los requisitos de capacidad de ambos contrayentes
y la inexistencia de impedimentos o su dispensa, o cualquier género de obstáculos
para contraer matrimonio”; en particular, que ninguno de ellos está “afectado por
deficiencias mentales, intelectuales o sensoriales” que le priven de discernimiento
(art. 56.II CC, también reformado en 2015).
El nuevo art. 51.1 CC atribuye la competencia para tramitar el acta o el expediente
“al Secretario judicial, Notario o Encargado del Registro Civil del lugar del domicilio de
uno de los contrayentes o al funcionario diplomático o consular Encargado del Registro
Civil si residiesen en el extranjero”. Ahora bien, hay que tener en cuenta que, según la
disposición final transitoria cuarta, 2, de la Ley 5/2015, los expedientes matrimoniales
anteriores al 1 de julio de 2017 “se seguirán tramitando por el Encargado del Registro
Civil conforme a las disposiciones del Código Civil y de la Ley del Registro Civil de 8 de
junio de 1957”).
13
La RDGRN 23 enero 1999 (RAJ 1999, 10174) no permitió la inscripción de un matrimonio
celebrado entre un español y una rusa en la Embajada de la Federación de Rusia en Madrid,
pues el matrimonio consular no es una forma válida si uno de los contrayentes es español. V.
también RRDGRN 13 enero 1996 (RAJ 1996, 2830), 28 mayo 2001 (Tol 351660) y 1 junio
2005 (Tol 652835).
14
Y, ello, añade el precepto, “sin perjuicio de lo establecido en el artículo 65”, según el cual “En
los casos en que el matrimonio se hubiere celebrado sin haberse tramitado el correspondiente
expediente o acta previa, si éste fuera necesario, el Secretario judicial, Notario, o el funcionario
diplomático o consular Encargado del Registro Civil que lo haya celebrado, antes de realizar
las actuaciones que procedan para su inscripción, deberá comprobar si concurren los requisi-
tos legales para su validez, mediante la tramitación del acta o expediente al que se refiere este
artículo”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
hecho de que en esta clase de matrimonios no sea necesaria la tramitación del expedien
te, en caso de suda sobre la aptitud del contrayente para poder prestar el consentimien
to, el funcionario autorizante, cuando la urgencia del caso lo permita deberá recabar
el oportuno dictamen médico”, ya que “concurren las mismas o más fuertes razones”
para ello. Concretamente, autorizó la celebración del matrimonio de una persona en
fase terminal, sometida a la mediación propia de los cuidados paliativos, porque no se
apreciaban “alteraciones de las funciones psíquicas superiores, siendo capaz de evocar
recuerdos pasados y recientes (recordando la fecha de la boda, relata problemas con
sus hijos, cuenta las razones que le impulsan a celebrar contraer matrimonio…) y no
apreciándose alteraciones en la exploración de la memoria ni del pensamiento ni de las
demás funciones psíquicas superiores15”.
15
V. en el mismo sentido RRDGRN 16 marzo 1992 (RAJ 1992, 2570), 9 marzo 1996 (RAJ 1996,
3361) y 10 septiembre 1999 (RAJ 1999, 10139).
Requisitos y efectos del matrimonio
No obstante lo dicho, hay que tener en cuenta que el legislador en sede de nuli-
dad suaviza las consecuencias de la falta de competencia funcional o territorial del
funcionario autorizante. El art. 53 CC (redacción actual debida a la disposición
final primera, 7, de la Ley 15/2015) dice, así, que “La validez del matrimonio no
quedará afectada por la incompetencia o falta de nombramiento del Juez de Paz,
Alcalde, Concejal, Secretario judicial, Notario o funcionario ante quien se celebre,
siempre que al menos uno de los cónyuges hubiera procedido de buena fe y aque-
llos ejercieran sus funciones públicamente16”.
El art. 58 CC prevé el concreto ritual que debe seguirse en la ceremonia ma-
trimonial. Así, “El Juez de Paz, Alcalde, Concejal, Secretario judicial, Notario o
funcionario, después de leídos los artículos 66, 67 y 68, preguntará a cada uno
de los contrayentes si consiente en contraer matrimonio con el otro y si efectiva-
mente lo contrae en dicho acto y, respondiendo ambos afirmativamente, declarará
que los mismos quedan unidos en matrimonio y extenderá el acta o autorizará la
escritura correspondiente”.
16
La RDGRN 20 enero 1982 (RAJ 1982, 351) explica “Que los graves intereses que se cruzan
en el consentimiento matrimonial, que tanto compromete a las personas en sus bienes más
íntimos, obligan a extremar el principio del favor negotii; y a estimar que, en concreto, el favor
matrimonii impide entender que un matrimonio pública y seriamente celebrado sea nulo por
defecto de forma, en tanto no resulte la nulidad de textos legales indubitados”.
17
Las RRDGRN 1 julio 1989 (RAJ 1989, 5947) y 12 febrero 1994 (RAJ 1994, 1602) afirman
que “La circunstancia de que tal matrimonio no esté inscrito implicará una dificultad de su
prueba y del pleno reconocimiento de sus efectos, pero no puede provocar la grave consecuen-
cia de estimar que el contrayente no está casado”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
18
Esto, incluso, en el caso del matrimonio secreto. En este sentido, establece el art. 64 CC que
“Para el reconocimiento del matrimonio secreto basta su inscripción en el libro especial del
Registro Civil Central, pero no perjudicará los derechos adquiridos de buena fe por terceras
personas sino desde su publicación en el Registro Civil ordinario”.
Requisitos y efectos del matrimonio
19
La fijación del domicilio conyugal tiene gran trascendencia, en el caso de nulidad, separación o
divorcio, ya que, en defecto de acuerdo entre los cónyuges, se asignará el derecho de uso sobre
la vivienda familiar a los hijos menores de edad y al progenitor con el que convivan.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
Pero también impide llevar a cabo actos que vulneren ilegítimamente otros dere-
chos de la personalidad, como, por ejemplo, el derecho al honor o a la intimidad.
La existencia del matrimonio no significa que cada cónyuge no tenga derecho
a la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y conocimiento
del otro, es decir, al reconocimiento de un ámbito razonable de intimidad, que
abarca la esfera de ideas, sentimientos y actividades, que, exclusivamente, atañan
a él. En ese ámbito entra, obviamente, la correspondencia, las conversaciones te-
lefónicas o el intercambio de correos electrónicos.
La intromisión ilegítima en el derecho a la intimidad del otro cónyuge dará
lugar a un daño moral resarcible, conforme a lo previsto en el art. 9 de la LO
1/1982, de 5 de mayo, y, en su caso, a un delito de descubrimiento y revelación de
secretos, regulado en el art. 197.1 CP20.
La STS 14 mayo 2001 (Tol 31355) condenó, así, al marido, el cual había grabado
conversaciones íntimas mantenidas por su mujer desde el teléfono del dormitorio, con
el fin de averiguar si le era infiel, y posteriormente las divulgó en el círculo de los fami
liares y amigos. Así mismo, la STS 20 junio 2003 (Tol 293934) condenó a la mujer, que
había encargado a dos detectives que colocaran unos aparatos para interceptar y grabar
las conversaciones mantenidas por su marido desde el teléfono instalado en el despacho
del colegio que ella dirigía y en donde él trabajaba; así mismo, le condenó a pagar, en
concepto de responsabilidad civil, 1.000.000 pesetas a su cónyuge (solidariamente con
su secretaria, cómplice de la misma).
Es evidente que sobre cada cónyuge pesa la prohibición de divulgar entre terceros
aspectos de la vida íntima del otro, de los que tenga conocimiento por razón de la convi
vencia o de la relación de confianza que se establece entre los cónyuges, así como de los
que afecten a la vida íntima de la familia. Es más, parece que el deber de sigilo respecto
de datos de la intimidad del otro cónyuge, conocidos como consecuencia de confiden
cias o de la convivencia, persiste tras la disolución del matrimonio21.
En algunas ocasiones, se ha dado el caso de que personas que mantuvieron una
relación conyugal o de análoga relación de afectividad, una vez rota ésta, por deseo de
venganza, difunden a través de la red fotografías en las que el otro aparece desnudo. Es
evidente que este comportamiento es una intromisión ilegítima en los derechos a la inti
midad y a la propia imagen de la víctima, pues el consentimiento para captar una imagen
no significa, necesariamente, autorización para difundirla, pues, a tenor del art. 2.1 LO
1/1982, el consentimiento ha de ser expreso para cada concreto acto de intromisión
(captar y difundir una imagen son conductas diversas)22.
20
V. en este sentido, por cuanto concierne a conductas delictivas consistentes en el apoderamien-
to de cartas de carácter íntimo, SSAP Valencia 4 junio 2002 (JUR 2002, 231802), Albacete
21 noviembre 2002 (ARP 2002, 855) y Madrid 4 octubre 2006 (Tol 1012525); por lo que se
refiere a la interceptación y apoderamiento de correos electrónicos, SAP Jaén 12 mayo 2011
(Tol 2228074).
21
V. en este sentido, en el ámbito estrictamente civil, la SAP Gerona 18 marzo 2004 (Tol 364922).
22
La SAP Asturias 1 septiembre 2010 (Tol 1950555) condenó a la pena de un año de prisión y a
pagar a su mujer 6.000 euros en concepto de daño moral. Observa la Audiencia que el acusado
puso al alcance de la página de Internet, denominada sexo-casero.com, bajo el título “Paula
Requisitos y efectos del matrimonio
la golfa de Oviedo”, tres fotografías de la denunciante, sin su permiso, en dos de las cuales
aparecía con los pechos descubiertos y en una tercera sin ropa, lo que “motivó la recepción por
su parte de diversas llamadas telefónicas con la intención de conectar con ella”.
23
V. en este sentido STS 30 julio 1999 (Tol 1993904).
24
V. en este sentido SSAP Valencia 2 noviembre 2004 (Tol 547640), León 2 enero 2007 (Tol
1043047), Valencia 5 septiembre 2007 (Tol 1218761) y León 30 enero 2009 (Tol 1491065),
conteniendo todas ellas pronunciamientos condenatorios.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
V. CUESTIONARIO
1.º ¿Qué caracteres debe reunir el consentimiento matrimonial para ser válido? ¿En qué casos no existe
consentimiento matrimonial? ¿En qué casos está viciado?
2.º Diferencie entre impedimentos absolutos y relativos.
3.º ¿Puede ser dispensado el impedimento de edad? ¿Constituye el embarazo de la menor “justa causa”
para su dispensa?
4.º ¿Cómo juega el impedimento de parentesco en relación con los parientes por adopción?
5.º ¿Pueden casarse en España dos contrayentes extranjeros? Señale las distintas formas posibles a
tenor del art. 50 CC.
6.º Explique qué finalidad tiene el expediente previo contemplado en el art. 56 CC. ¿Existe algún supues-
to en que se dispense de dicho trámite?
7.º ¿Qué se trata de lograr con el llamado “matrimonio del que se halla en peligro de muerte”? Cite 2
ejemplos que justifiquen la celebración de este tipo de matrimonio.
8.º ¿Produce el matrimonio efectos civiles desde su celebración? ¿Por qué es necesaria su inscripción?
9.º ¿Implica el matrimonio la inexistencia de un ámbito de intimidad propio y reservado de cada cónyu-
ge? Comente su respuesta.
10.º ¿Es indemnizable, a la luz de la jurisprudencia, el daño moral que padece el padre como consecuen-
cia de descubrir que quien creía ser su hijo no lo era en realidad? ¿Qué suele exigirse en estos casos
para conceder una indemnización por daño moral?
Cuestiones
1. ¿Constituye el embarazo de Julia, por sí solo, “justa causa” para conceder la dispensa del impedimen-
to de edad?
2. En caso negativo, ¿cree usted que, atendiendo al resto de circunstancias que concurren en el caso,
podrá concedérsele a Julia la dispensa solicitada?
Cuestiones
Requisitos y efectos del matrimonio
1. ¿Existe en este caso la posibilidad de prescindir del expediente previo? ¿Con arreglo a qué precepto?
¿Ante qué supuesto de matrimonio especial nos hallamos?
2. Supongamos ahora que en el momento de contraer el matrimonio, el enfermo no se encuentra en
plenitud de condiciones volitivas y psíquicas. ¿Afectaría ello de algún modo al consentimiento pres-
tado y, en consecuencia, a la validez del matrimonio?
Cuestiones
1. ¿Cree que podrá prosperar la indemnización por daños morales solicitada?
2. ¿Cambiaría la respuesta a la pregunta anterior en el caso de que la mujer de Ignacio no supiera con
certeza de quién era el hijo?
Fundamentos para su reclamación, Granada, 2012; VARGAS ARAVENA, D.: Daños civiles en el
matrimonio, Madrid, 2009.
Lección 4
La nulidad
I. CONCEPTO Y FUNCIÓN
Las situaciones de crisis conyugal encuentran solución jurídica en una serie de
medidas que tienden a dejar sin efecto el vínculo matrimonial, bien desde el mo-
mento de la celebración del matrimonio (nulidad), bien con carácter sobrevenido
(divorcio). Los cónyuges pueden tan sólo querer suspender los efectos jurídicos
del matrimonio (los derechos-deberes que de él derivan), en cuyo caso pedirán, no
el divorcio, sino la separación.
La nulidad es una sanción del ordenamiento jurídico ante un matrimonio cuya
celebración adolece de un defecto estructural, que puede afectar al consentimien-
to, a la capacidad de las partes o la forma del negocio jurídico. Se diferencia del
divorcio en que éste es una causa de disolución de un matrimonio existente, que
no afecta a la validez del negocio, sino sólo a sus efectos, que se extinguen con
carácter sobrevenido a partir de la sentencia firme de divorcio o del decreto que
así lo declare o desde la manifestación del consentimiento de ambos cónyuges
otorgado en escritura pública notarial.
La nulidad produce unas consecuencias prácticas comunes con el divorcio, por
ejemplo, en lo relativo a la atribución del uso de la vivienda familiar, a los hijos
menores de edad y al progenitor que conviva con ellos en los términos previstos
en el art. 96 CC. Pero también da lugar a unas consecuencias específicas a las que
nos referiremos posteriormente, entre las que destacan la inexistencia de la obli-
gación de pagar la pensión compensatoria por desequilibrio prevista para el caso
de separación o divorcio en el art. 97 CC1.
1
Por lo tanto, la nulidad es una categoría diversa del divorcio, no sólo en el plano dogmá-
tico, sino también en el puramente práctico. Pero la regulación de la nulidad matrimonial
es, ante todo, un fiel indicador del respeto del legislador hacia la dignidad de la persona
(“fundamento del orden político y de la paz social”, a tenor del art. 10.1 C.E.), hacia sus
convicciones y creencias más profundas, en la medida en que no le obliga a acudir al divor-
cio como única forma de “desvinculación”. La nulidad y el divorcio no sólo son institucio-
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
A) Simulación
La simulación es pura apariencia de matrimonio. La declaración pública de los
contrayentes de querer celebrar matrimonio va acompañada de un pacto privado
(desconocido para el funcionario o ministro autorizante), en cuya virtud, las par-
tes excluyen sus efectos, es decir, su causa típica, consistente en la instauración de
una plena comunidad de vida tendencialmente perpetua, con las obligaciones de
convivencia, fidelidad, respeto, auxilio y de actuar en interés de la familia.
Los contrayentes no quieren asumir el estado civil de casados, sino tan sólo
conseguir algunos de los efectos que conlleva (normalmente, obtener el permiso
de residencia). Es, por ello, que la simulación tiene claro encaje en el art. 73.1 CC,
según el cual es nulo “El matrimonio celebrado sin consentimiento matrimonial”.
A la simulación le es de aplicación la regla general de legitimación activa esta-
blecida en el art. 74 CC, según la cual “La acción para pedir la nulidad del matri-
monio corresponde a los cónyuges, al Ministerio Fiscal y a cualquier persona que
tenga interés directo y legítimo en ella”.
La acción de simulación es imprescriptible, según resulta, a sensu contrario,
de los arts. 75 y 76 CC. El legislador ha hecho prevalecer, pues, en este punto, el
principio de tutela del consentimiento sobre el de seguridad jurídica de las rela-
ciones matrimoniales.
En principio, se presume que la declaración de querer contraer matrimonio se
corresponde con la voluntad real de las partes, por lo que quien afirme lo contra-
rio debe probarlo.
nes totalmente distintas, sino que no proporcionan la misma satisfacción a los sujetos que
acuden a ellas, dándose, además, la circunstancia de que el divorcio puede ser contrario a
las creencias religiosas de los contrayentes.
La nulidad
La prueba de la simulación es, sin duda, la cuestión que más interés práctico susci
ta, pudiendo extraerse de la jurisprudencia las siguientes orientaciones: a) a efectos de
prueba de la simulación, no basta la mera confesión de los contrayentes, de no haber
querido éstos asumir los efectos jurídicos del matrimonio, ya que, dada la naturaleza de
la materia debatida, a saber, la validez o invalidez de un negocio generador de un estado
civil, no rige en este punto el principio dispositivo de las partes2; b) para averiguar si
realmente existió, o no, una simulación, la jurisprudencia valora (aunque no como factor
exclusivo) las ventajas prácticas que para uno de los contrayentes, o para ambos, pudiera
haber reportado la creación de una apariencia de matrimonio; por ejemplo, obtener un
contrayente extranjero el permiso de residencia en España, recibir ambos contrayentes
una ayuda económica que los padres de la pareja subordinan a la condición de que se
casen3 u obtener una pensión de viudedad, cuando el anciano marido, que en realidad
era el padre del compañero sentimental de la mujer, fallezca4); c) el hecho de que los
contrayentes no hayan instaurado o mantenido una convivencia estable tras la conclu
sión de las nupcias, se considera un indicio importante en favor de la simulación, en
particular, cuando uno de los contrayentes es un extranjero, al que la celebración del
matrimonio le facilita la obtención del permiso de residencia en España o le evita la
expulsión del territorio nacional5; d) por el contrario, el hecho de que los contrayentes
hayan convivido durante un cierto tiempo es interpretado como un indicio en favor de
la existencia de un auténtico consentimiento matrimonial, indicio éste, que contrarresta
otros, de los que pudiera deducirse lo contrario, tales como la obtención de beneficios
por parte de uno o de ambos contrayentes6.
2
V. en este sentido SSAP Navarra 12 mayo 1999 (Sec. 1ª, nº 98/1999) y Valencia 24 febrero
2000 (Tol 247434).
3
V. en este sentido SJPI núm. 16 Barcelona 17 noviembre 1982 (RJC 1983, 267-269).
4
V. en este sentido SAP Castellón 1 febrero 2005 (JUR 2005, 81347).
5
V. en este sentido SSAP La Rioja 4 junio 1999 (AC 1999, 1313) y 8 julio 1999 (nº 419/1999),
Zaragoza 22 marzo 2000 (Sec. 2ª, nº 191/2000) y Asturias 27 marzo 2000 (AC 2000, 561).
6
V. en este sentido SSAP Huelva 16 diciembre 1997 (Sec. 2ª, rec. 21/1997) y Madrid 26 mayo
1998 (AC 1998, 1066).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
7
V. también SSAP Valencia 2 febrero 2001 (Sec. 10ª, nº 55/2001) y 11 abril 2001 (Sec. 10ª, nº
203/2001).
La nulidad
8
V. en este sentido RRDGRN 3 enero 2000 (Tol 132092), 13 enero 2000 (Tol 118537), 2 marzo
2000 (Tol 132088), 3 marzo 2000 (Tol 132094) y 10 junio 2000 (Tol 117816).
9
V. en este sentido las RRDGRN 17 febrero 2000 (Tol 117820), 17 febrero 2000 (Tol 117821)
o 19 mayo 2000 (Tol 117818).
10
V. también en el sentido de denegar la autorización solicitada RRDGRN 17 febrero 2000
(Tol 117821), 19 mayo 2000 (Tol 117818), 19 mayo 2000 (Tol 117819) y 10 junio 2000 (Tol
117816).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
La SAP Madrid 16 diciembre 2011 (Tol 2388831), por su parte, convalidó la denegación de
la inscripción de un matrimonio efectuada por la DGRN. En la audiencia ante el encargado
del Registro Civil Consular quedó acreditado que los cónyuges, él español y ella dominicana,
incurrieron en abundantes contradicciones notorias sobre la forma y el momento de conocerse:
por ejemplo, él decía que se conocieron telefónicamente desde 2003 y ella, que se conocieron
en 2004, sin que, en ningún caso, hubieran aportado pruebas de dichas conversaciones tele-
fónicas. Lo cierto es que se conocieron personalmente ocho días antes de la celebración del
matrimonio, y ello, unido al desconocimiento mutuo de datos personales, lleva a la Audiencia
a desestimar el recurso interpuesto contra la denegación de la inscripción del matrimonio.
11
V. también, denegando la inscripción, RRDGRN 22 noviembre 1995 (RAJ 1996, 608) y 18
enero 1996 (RAJ 1996, 10).
La nulidad
B) Reserva mental
La reserva mental, en sentido estricto, tiene lugar cuando uno solo de los con-
trayentes, sin que el otro lo sepa, excluye la causa del matrimonio, mediante un
acto de voluntad interno, no manifestado externamente. Quien realiza la reserva
mental no desea, pues, asumir el estado civil de casado, sino solamente su mera
apariencia para lograr un efecto que la ley asigna a dicho estado (por ejemplo,
la tarjeta de residente comunitario, cuando se trata de un contrayente extranjero
que se casa, con tal fin, con un español; o la mera satisfacción de las apetencias
sexuales, siendo el matrimonio el instrumento utilizado a tal efecto12).
La reserva mental, al igual que la simulación, es causa de nulidad del matri-
monio, teniendo también encaje en el art. 73.1º CC, en la redacción dada por la
Ley 30/1981, de 7 de julio, el cual declara nulo “El matrimonio celebrado sin
consentimiento matrimonial”.
La SAP Barcelona 8 noviembre 1999 (Tol 22783) apreció un caso de reserva mental,
que se dedujo de la prueba de presunciones, de la que resultaba que la verdadera fina
lidad del demandado al contraer matrimonio fue “precisamente poder legalizar su situa
ción en España, habida cuenta de su condición de extranjero, pues el Tribunal considera
razonablemente acreditado, singularmente con el expediente remitido por el Gobierno
Civil de Barcelona (folios 67 al 96), que entre el hecho demostrado -el matrimonio y el
abandono del hogar conyugal al poco tiempo de iniciarse la convivencia- y aquel que
se trata de deducir -inexistencia de verdadera voluntad de contraer matrimonio- hay un
12
V. en este sentido STS 26 noviembre 1985 (Tol 1736098).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
enlace preciso y directo según las reglas del criterio humano, toda vez que entre la fecha
del matrimonio y el abandono del hogar conyugal por parte del demandado transcurrie
ron un poco más de tres meses”, siendo particularmente ilustrativo al respecto el hecho
de que “el demandado abandonó el que fuera domicilio conyugal, precisamente, el
mismo día en que debía acudir a la Oficina de Extranjeros del Gobierno Civil a recoger
su permiso de residencia en España”.
La SAP Málaga 22 enero 2009 (JUR 2009, 199377) apreció también la concurrencia
de reserva mental en la demandada, y en base a ello decretó la nulidad matrimonial. El
demandante, español y 30 años mayor que la demandada, se encontró la casa vacía a su
vuelta de Alemania, donde había estado arreglando unos asuntos. La demandada, de ori
gen ucraniano y residente irregular en España en el momento de conocer al demandante,
se fue de casa sólo 2 meses después de la boda, sin motivo aparente, haciendo entrega
a la hija del demandante de las llaves de la casa y del anillo de bodas, manifestándole
que le dijera a su padre que se olvidara de ella. Señala la Audiencia que los intentos de
la demandada de acreditar una verdadera relación sentimental no son concluyentes,
antes al contrario, “prueban únicamente los actos que constituyeron la celada que llevó
al demandante a acceder a las pretensiones de la demandada, creyendo realmente que
una mujer mucho más joven que él estaba enamorada, abriéndole unas expectativas
inusitadas en el crepúsculo de su vida, ilusiones que fueron cruelmente rotas tan pronto
ésta consiguió su propósito, que le facilitaba a ella y a toda su familia su regularización
en España”.
En virtud del art. 74 CC, pueden pedir la nulidad de matrimonio por reser-
va mental, tanto el cónyuge engañado como el autor de la misma, el cual sin
embargo, si ha existido convivencia conyugal deberá indemnizar al contrayente
inocente, conforme a lo dispuesto en el art. 98 CC; y, en cualquier caso, deberá
indemnizarle (a nuestro entender con apoyo en el art. 1902 CC) los gastos hechos
y las obligaciones contraídas en atención al matrimonio, los cuales quedan inúti-
les como consecuencia de la nulidad del mismo e, incluso, según la jurisprudencia,
el daño moral “que se origina con la frustración de la esperanza de lograr una
familia legítimamente constituida”13.
C) Error
El art. 73.4 CC contempla dos causas de nulidad de matrimonio: de un lado,
el error en la identidad de la persona del otro contrayente; de otro, el error “en
aquellas cualidades personales que, por su entidad, hubieren sido determinante de
la prestación del consentimiento”.
El error en la identidad consiste en la falsa creencia de que el matrimonio que
se contrae con cierto y determinado individuo, lo es con otro distinto. Obvia-
mente, dado el sistema de garantías formales con que la ley rodea la celebración
del matrimonio, la posibilidad de que en la práctica pueda verificarse tal clase de
13
V. en este sentido STS 28 noviembre 1985 (JC 1985, 707)
La nulidad
14
Lógicamente quien alega el error debe probarlo. V. en este sentido SSAP Barcelona 22 enero
2010 (Tol 1809467) y Pontevedra 30 marzo 2012 (Tol 2530215).
15
V. en este sentido STS 1 julio 1987 (JC 1987, 468) y SAP Albacete 13 junio 1994 (Act. Civ.
1994, 2506).
16
La exigencia de que el error sea esencial y recaiga sobre una cualidad personal de entidad es su-
ficiente para poder pedir la nulidad del matrimonio, sin que deba exigirse, además, el requisito
de que el error sea excusable. La exigencia de tal requisito adicional en el ámbito del negocio
matrimonial no parece adecuada, pues supondría debilitar en exceso el principio de tutela del
consentimiento en favor del principio de responsabilidad.
17
V. en este sentido STS 18 septiembre 1989 (Tol 1732436).
18
V. en este sentido SAT Valencia 9 mayo 1984 (RGD 1984, p. 2455).
19
V. en este sentido SAT Palma de Mallorca 23 febrero 1987 (RGD 1988, p. 625).
20
V. en este sentido SAT Cáceres 18 julio 1987 (RGD 1988, p. 6541), SAP Álava 27 febrero 1995
(AC 1995, 858) y SAP Toledo 14 noviembre 2001 (Tol 140686).
21
V. en este sentido SAT Granada 14 diciembre 1987 (RGD 1988, p. 7468).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
22
V. en este sentido SAP Palma de Mallorca 18 enero 1993 (RGD 1993, p. 2582).
23
V. en este sentido SAP Islas Baleares 5 junio 2006 (JUR 2006, 253511).
24
V. en este sentido SAP Cádiz-Ceuta 4 diciembre 2006 (AC 2007, 1026).
25
V. en este sentido SAP Madrid 10 julio 2007 (Tol 2039407).
26
V. también SSAP Toledo 14 noviembre 2001 (Tol 140686), Islas Baleares 5 junio 2006 (JUR
2006, 253511) y Cádiz-Ceuta 4 diciembre 2006 (AC 2007, 1026), las cuales contienen fallos
condenatorios a favor del contrayente al, que se le ocultaron cualidades personales negativas
del otro consorte (que el novio no era el padre del hijo que la novia esperaba, la orientación
homosexual del marido o que estaba vinculado por un matrimonio reconocido por autorida-
des extranjeras).
27
El tenor del art. 76.II CC parece apoyar esta interpretación, al hablar de “la fuerza o la causa
del miedo”.
La nulidad
28
A diferencia de lo que sucede en el ámbito de los contratos, no parece que deba aquí subordi-
narse la posibilidad de pedir la nulidad del contrato al carácter injusto de la amenaza.
29
La SAP Barcelona 13 enero 2004 (JUR 2004, 52639) consideró que no existieron la coacción
ni el miedo grave que adujo la mujer demandante como causa de nulidad matrimonial, y ello
porque “Falta aquella presión psicológica inmediata o continuada y sin posibilidad de respues-
ta en la actora, que limase su verdadera voluntad”.
La SAP Barcelona 27 abril 2005 (Tol 637823), desatendió la petición de la mujer de que se
declarara la nulidad matrimonial, con base, entre otras causas de nulidad alegadas, en la con-
currencia de coacción y miedo grave derivados del maltrato psíquico y físico que decía padecer
con anterioridad a la celebración del matrimonio. La Audiencia consideró que la existencia de
malos tratos no había quedado suficientemente probada, “siendo significativo la ausencia de
denuncia al respecto”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
3. Defectos de forma
Siendo el matrimonio un negocio jurídico formal, es evidente que la falta de
observancia de las solemnidades establecidas para su celebración debiera compor-
tar la nulidad del mismo.
30
A este respecto, la RDGRN 25 enero 2003 (RAJ 2003, 2596) señala que “Como está prohibido
el matrimonio de los menores de edad no emancipados (cfr. art. 46 CC), el matrimonio en cues-
tión es, en principio, nulo y no inscribible, a salvo que la interesada obtenga la dispensa ulterior
de edad que concede en primera instancia el Juez Encargado del Registro Civil del domicilio
(cfr. arts. 48 y 365 RRC)”.
31
V. en este sentido RDGRN 8 noviembre 1991 (RAJ 1991, 9673).
La nulidad
III. EFECTOS
La declaración de nulidad del matrimonio, desde un punto de vista estricta-
mente dogmático, debería suponer la desaparición de todos los efectos produci-
dos desde el momento de su celebración. Pero lo cierto es que, dada la especial
naturaleza de la relación matrimonial, que implica a los contrayentes en una ple-
na comunidad de vida e, inevitablemente, se proyecta sobre los hijos, el legislador
ha matizado tan drástica consecuencia a través de la institución del matrimonio
putativo, regulada en el art. 79 CC.
A tenor del párrafo primero de dicho precepto, “La declaración de nulidad
del matrimonio no invalidará los efectos ya producidos respecto de los hijos y
del contrayente o contrayentes de buena fe”, precisando el párrafo segundo del
mismo que “La buena fe se presume”.
Por lo tanto, la declaración de nulidad no convierte en extramatrimoniales los
hijos nacidos dentro del matrimonio invalidado.
En el plano de la realidad práctica la nulidad produce consecuencias patrimo-
niales específicas, que no tienen lugar en los supuestos de divorcio.
a) La sentencia de nulidad, a diferencia de la de divorcio (art. 97 CC), no origi-
na la obligación de pagar (en su caso) una pensión por desequilibrio económico,
sino la de abonar una indemnización, la cual se satisfará al contrayente de buena
fe, siempre que haya existido convivencia conyugal, en atención a las circunstan-
cias previstas en el art. 97 (art. 98 CC).
La STS de 10 marzo 1992 (Tol 1654788) precisa que no existirá derecho a indemniza
ción cuando concurra la buena fe de ambos “cónyuges”, produciéndose en tal hipótesis
“una compensación de ambas pretensiones conforme al art. 1195”; tampoco, según la
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
referida sentencia, cuando exista mala fe de ambos “cónyuges”, caso en el que la indem
nización “carece de toda razón de ser y consistencia” (tal sería el caso de la simulación).
IV. CUESTIONARIO
1.º ¿En qué consiste la simulación? ¿Cuál es el fin que se suele perseguir con ella?
2.º ¿Quiénes están legitimados activamente para solicitar la nulidad matrimonial?
3.º ¿En qué consiste la reserva mental? Diferencie entre simulación y reserva mental.
4.º Explique los supuestos de error en el consentimiento matrimonial.
5.º ¿Qué se entiende por “cualidades personales” a efectos del error como causa de nulidad matrimo-
nial? Ponga 3 ejemplos de cualidades personales y 3 ejemplos de circunstancias que no tengan la
suficiente relevancia como para ser consideradas cualidades personales.
6.º ¿Son sinónimos los términos “coacción” y “miedo grave”? Explique en qué consiste cada uno.
7.º ¿Cabe la posibilidad de dispensar alguno de los impedimentos para contraer matrimonio? Señale
cuáles son dispensables y quién está facultado para conceder la dispensa en cada caso.
8.º ¿Se puede decretar la nulidad de un matrimonio por defecto de forma si uno de los contrayentes era
de buena fe? Responda a la luz de los arts. 73.3 y 78 CC.
9.º La nulidad de un matrimonio declarada en sentencia, ¿supone la desaparición de todos los efectos
producidos desde el momento de su celebración? Comente el art. 79 CC.
10.º Señale las consecuencias patrimoniales que se derivan de la sentencia de nulidad matrimonial.
V. CASOS PRÁCTICOS
1.º Supuesto de hecho
D. Filiberto, inmigrante ilegal en España, conoció a Dña. María. Tras hacer creer aquél a ésta que sentía
algo por ella, contrajeron matrimonio civil, a los pocos meses de conocerse. Tras la ceremonia nupcial, D.
Filiberto se excusó de asistir al convite afirmando que se encontraba indispuesto, para sorpresa de todos
los invitados. Pero lo cierto es que se había ido a solicitar el permiso de residencia en España, y nunca más
se supo nada de él, ante lo cual Dña. María demandó la nulidad del matrimonio.
La nulidad
Cuestiones
1. ¿Nos encontramos ante un supuesto de simulación o de reserva mental?
2. Explique si Dña. María podrá reclamar una indemnización al amparo del art. 98 CC.
Cuestiones
1. ¿Adolece el matrimonio de algún defecto que pudiera dar lugar a su nulidad? En caso afirmativo,
¿cuál?
2. ¿Podría haberse salvado de alguna forma el citado defecto? Explique el procedimiento.
3. De ser nulo el matrimonio, ¿podría convalidarse?
Sumario: I. CONCEPTO. II. CAUSAS. III. CLASES. 1. La judicial. 2. La extrajudicial. IV. EFECTOS
COMUNES A LA NULIDAD, SEPARACIÓN Y DIVORCIO. 1. Efectos producidos por ministerio
de la Ley. 2. Las medidas provisionales. 3. Las medidas definitivas. V. MEDIDAS DEFINITIVAS.
1. Relaciones paterno-filiales. A) Titularidad y ejercicio de la patria potestad. B) La custodia de
los hijos. C) El régimen de visitas, comunicación y estancia en favor del progenitor no custodio.
D) La prestación de alimentos. 2. El régimen económico matrimonial. 3. La atribución del uso
de la vivienda familiar. 4. La compensación por desequilibrio. VI. CUESTIONARIO. VII. CASOS
PRÁCTICOS. VIII. BIBLIOGRAFÍA SUMARIA.
I. CONCEPTO
Las crisis matrimoniales pueden ser resueltas jurídicamente a través de tres
cauces: la nulidad, la separación y el divorcio.
a) La nulidad, según se explicó en el tema correspondiente, es una sanción
jurídica ante un matrimonio que tiene su origen en un acto imperfecto (en el que
concurren alguna de las causas previstas en el art. 73 CC) y, que, una vez constata-
da judicialmente, da lugar a la declaración de invalidez del matrimonio, que, por
lo tanto, nunca habrá existido, ni desplegado propiamente sus efectos jurídicos
típicos (dejando a salvo lo ya dicho al hablar del matrimonio putativo).
b) La separación legal no cuestiona la validez del matrimonio y, a diferencia
del divorcio, tampoco lo disuelve, afectando, exclusivamente, a sus efectos, en
particular, a la obligación de convivencia de los casados, que queda suspendida,
cesando, además, “la posibilidad de vincular bienes del otro cónyuge en el ejerci-
cio de la potestad doméstica” (art. 83.1 CC) (exceptuándose, así, lo previsto en
el art. 1319.I CC)1; y, dando lugar a la extinción automática de la sociedad de
gananciales (art. 1392.3º CC).
No son éstos las únicas consecuencias jurídicas que produce la separación, sino las
exclusivas de la separación legal, teniendo lugar desde la firmeza de la sentencia o del
decreto que la declare o desde el momento del otorgamiento de la escritura pública en
el que ambos cónyuges manifiesten su voluntad inequívoca de separarse (art. 83.2 CC,
redactado por la disposición final primera, 19, de la Ley 15/2015, de 2 de julio, de Juris
1
En realidad, por cuanto concierne a la separación judicial, el efecto de cesación de la posibi-
lidad de vincular bienes privativos del otro cónyuge en el ejercicio de la potestad doméstica,
se produce, por ministerio de la ley, salvo pacto en contrario, como consecuencia de la mera
presentación de la demanda de separación, al igual que cuando se presenta una demanda de
nulidad o de divorcio (art.103.II CC).
José Ramón de Verda y Beamonte
dicción Voluntaria). Junto a ellas, existen otras consecuencias que surgen por la mera se-
paración de hecho de los cónyuges, suficientemente probada, como son la cesación de
la presunción de paternidad del marido (en los términos previstos en el art. 116 CC), la
pérdida de los derechos legitimarios propios del cónyuge viudo (art. 834 CC) o la exclu
sión del llamamiento a la herencia del cónyuge premuerto, en defecto de descendientes
y ascendientes, en la sucesión intestada del mismo (art. 945 CC).
II. CAUSAS
La Ley 15/2005, de 8 de julio, según se explicó en el lugar oportuno, reformó
radicalmente las causas de separación y divorcio (reforma que permanece hasta
nuestros días); y ello, en un doble sentido:
a) En primer lugar, las asimiló, con lo que privó a la separación de importancia
práctica (si los motivos que permiten separarse o divorciarse son los mismos, los
cónyuges que atraviesan una crisis matrimonial grave suelen acudir directamente
al divorcio, sin pasar antes por una fase previa de separación).
Separación y divorcio
III. CLASES
Tras la reforma operada por la Ley 15/2015, de 2 de julio, de Jurisdicción
Voluntaria (es este uno de los aspectos más llamativos de la misma por cuanto
concierne al Derecho de familia) la separación y el divorcio puede ser judicial o
extrajudicial (ante Secretario Judicial o ante Notario).
1. La judicial
La separación o el divorcio judiciales, que tradicionalmente han sido las únicas
admitidas en orden a producir la suspensión legal o la extinción de las obligacio-
nes conyugales, son ahora simplemente una clase de separación legal o de divorcio
(pero no las únicas); según resulta del nuevo art. 83.I CC (al que se remite el art.
86 CC, no reformado en 2015) sólo es preceptivo acudir a ellas, cuando “existan
hijos menores no emancipados o con la capacidad modificada judicialmente que
dependan de sus progenitores”; por lo tanto, fuera de estos casos, los cónyuges,
de muto acuerdo, pueden separase o divorciarse extrajudicialmente, de modo que
el recurso a la vía judicial es meramente optativo2.
2
La separación y divorcio judiciales de regulan por los arts. 769 y ss. LEC.
José Ramón de Verda y Beamonte
La acción de separación o divorcio es personal de los cónyuges: son ellos quienes de
berán interponer la demanda. En coherencia con esta idea, el art. 88 CC precisa que “La
acción de divorcio se extingue por la muerte de cualquiera de los cónyuges”. Ahora bien,
la jurisprudencia ha admitido que en casos excepcionales la demanda de separación o
divorcio puede ser interpuesta por el representante legal de un cónyuge incapacitado en
nombre de éste, cuando no pueda hacerlo por sí mismo y, así convenga para la defensa
de sus intereses, por exigencia del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva. V. en
este sentido STC 311/2000, de 18 de diciembre (Tol 81734), y STS (Pleno) 21 septiembre
2011 (Tol 2248621).
2. La extrajudicial
La separación o divorcio extrajudicial, regulada en el art. 82 CC (en la redac-
ción dada al precepto por la disposición final primera, 18, de la Ley 15/2015) sólo
son posibles, cuando los cónyuges no tengan a su cargo hijos menores comunes o
incapacitados, en cuyo caso, una vez transcurridos tres meses desde la celebración
del matrimonio, de mutuo acuerdo (no caben separaciones o divorcios extrajudi-
ciales contenciosos) aquéllos podrán manifestar su “voluntad inequívoca” de se-
pararse o de divorciarse, bien en una propuesta de convenio regulador presentada
ante el Secretario Judicial, bien en una escritura pública otorgada ante Notario.
Dichos documentos (propuesta de convenio regulador o escritura pública) habrán de
incluir, lógicamente, las medidas que regularán los efectos de su separación o divorcio,
respetando el contenido mínimo exigido por el art. 90 CC para los convenios regulado
res que deben presentarse en la separación o divorcio judiciales realizadas de mutuo
acuerdo (art. 82.1º). El Secretario Judicial y el Notario deben examinar el contenido de
los acuerdos de los cónyuges (del mismo modo que lo hace el Juez antes de homologar
el convenio regulador) y, si “éstos considerasen que, a su juicio, alguno de ellos pudiera
ser dañoso o gravemente perjudicial para uno de los cónyuges o para los hijos mayores
o menores emancipados afectados, lo advertirán a los otorgantes y darán por terminado
el expediente. En este caso, los cónyuges sólo podrán acudir ante el Juez para la apro
bación de la propuesta de convenio regulador” (art. 90.2 CC, en la redacción dada al
precepto por la disposición final primera, 23, de la Ley 15/2015).
3
El art. 106.II CC precisa que dicha revocación es definitiva, manteniéndose tras la sentencia
firme que ponga fin al juicio de nulidad, separación o divorcio.
4
“A estos efectos —continúa diciendo el precepto, cualquiera de las partes podrá instar la opor-
tuna anotación en el Registro Civil y, en su caso, en los de la Propiedad y Mercantil”.
José Ramón de Verda y Beamonte
V. MEDIDAS DEFINITIVAS
Pasaremos, a continuación al estudio las “medidas definitivas”, en atención al
posible contenido de las mismas.
1. Relaciones paterno-filiales
En el ámbito de las relaciones paterno-filiales, el art. 92.1 CC establece el prin-
cipio, según el cual “La separación, la nulidad y el divorcio no eximen a los padres
de sus obligaciones para con los hijos”.
Separación y divorcio
“Sin embargo añade el precepto, el Juez, a solicitud fundada del otro progeni-
tor, podrá, en interés del hijo, atribuir al solicitante la patria potestad para que la
ejerza conjuntamente con el otro progenitor o distribuir entre el padre y la madre
las funciones inherentes a su ejercicio”.
Así mismo, a tenor del art 93.4 CC, “Los padres podrán acordar en el convenio
regulador o el Juez podrá decidir, en beneficio de los hijos, que la patria potestad sea
ejercida total o parcialmente” por uno de ellos, lo que sucederá en el caso de existir
desacuerdos reiterados que entorpezcan gravemente su funcionamiento (art. 156.II CC)
o en los supuestos de ausencia, incapacidad o imposibilidad de uno de los cónyuges
(art. 156.IV CC).
José Ramón de Verda y Beamonte
5
V. a este respecto STC 185/2012, de 17 de octubre (Tol 2675044).
6
La solución es diferente en las más recientes legislaciones autonómicas sobre la materia, donde
hay dos orientaciones: a) la custodia compartida no es un régimen excepcional, respecto de la
individual, estableciendo el juez (a falta de acuerdo de los progenitores) una u otra modalidad,
teniendo en cuenta el interés superior del menor (art. 233-10 y 11 CC de Cataluña y art. 3 de
la Ley Foral navarra 3/2011, de 17 de marzo); o b) la custodia compartida no sólo no es ex-
cepcional, sino que se considera “abstractamente” como lo más conviviente para el menor, por
lo que es la regla general, salvo que concurran circunstancias probadas, que aconsejen atribuir
la custodia a uno de los progenitores, en interés siempre de los hijos (art. 80 CDF de Aragón;
art. 5 de la Ley 5/2011 de la Generalidad Valenciana, de 1 de abril; y art. 9 de la Ley del País
Vasco 7/2015, de 30 de junio).
7
En la redacción dada al precepto por la Ley 15/2005, de 8 de julio.
8
No obstante existir un acuerdo de los progenitores en favor de la custodia compartida, el le-
gislador establece una serie de cautelas en favor de los menores. Así, “En todo caso, antes de
acordar el régimen de guarda y custodia, el Juez deberá recabar informe del Ministerio Fiscal, y
oír a los menores que tengan suficiente juicio cuando se estime necesario de oficio o a petición
del Fiscal, partes o miembros del Equipo Técnico Judicial, o del propio menor, valorar las ale-
gaciones de las partes vertidas en la comparecencia y la prueba practicada en ella, y la relación
que los padres mantengan entre sí y con sus hijos para determinar su idoneidad con el régimen
de guarda” (art. 94.6 CC). “No procederá la guarda conjunta cuando cualquiera de los padres
esté incurso en un proceso penal iniciado por atentar contra la vida, la integridad física, la
libertad, la integridad moral o la libertad e indemnidad sexual del otro cónyuge o de los hijos
que convivan con ambos. Tampoco procederá cuando el Juez advierta, de las alegaciones de
las partes y las pruebas practicadas, la existencia de indicios fundados de violencia doméstica”
(art. 94.7 CC).
9
Así lo dice el art. 92.8 CC, que exige que el juez actúe “a instancia de una de las partes”, por
lo que “la jurisdicción no puede alcanzar a imponer una medida que la ley califica de excepcio-
Separación y divorcio
que se recabe informe del Ministerio Fiscal (aunque dicho informe no sea vincu-
lante10) y que el Juez, al acordarla, fundamente “que sólo de esta forma se protege
adecuadamente el interés superior del menor” (art. 92.8 CC).
No obstante lo dicho, recientemente la jurisprudencia, con apoyo en el prin-
cipio de protección del interés superior del menor, ha llevado a cabo una labor
de “corrección” del art. 92.8 CC, rechazando el carácter excepcional con que el
precepto (en defecto de acuerdo de los progenitores) contempla la custodia com-
partida, considerándola incluso (de manera tendencial) lo más conveniente para
los hijos.
Ha establecido, así, como doctrina jurisprudencial consolidada que la custodia com
partida “debe estar fundada en el interés de los menores que van a quedar afectados por
la medida que se deba tomar, que se acordará cuando concurran criterios tales como
la práctica anterior de los progenitores en sus relaciones con el menor y sus aptitudes
personales; los deseos manifestados por los menores competentes; el número de hijos;
el cumplimiento por parte de los progenitores de sus deberes en relación con los hijos
y el respeto mutuo en sus relaciones personales; el resultado de los informes exigidos
legalmente, y, en definitiva, cualquier otro que permita a los menores una vida adecua
da, aunque en la práctica pueda ser más compleja que la que se lleva a cabo cuando
los progenitores conviven”; se afirma, así, “que la redacción del artículo 92 no permite
concluir que se trate de una medida excepcional, sino que al contrario, habrá de consi
derarse normal e incluso deseable, porque permite que sea efectivo el derecho que los
hijos tienen a relacionarse con ambos progenitores, aun en situaciones de crisis, siempre
que ello sea posible y en tanto en cuanto lo sea11”.
Se prima, pues, el interés del menor, afirmándose que su protección “exige sin duda
un compromiso mayor y una colaboración de sus progenitores tendente a que este tipo
de situaciones se resuelvan en un marco de normalidad familiar que saque de la rutina
una relación simplemente protocolaria del padre no custodio con sus hijos que, sin la
expresa colaboración del otro, termine por desincentivarla tanto desde la relación del no
custodio con sus hijos, como de estos con aquel12”. Se afirma que ello es “el corolario
lógico de que la continuidad del cumplimiento de los deberes de los padres hacia sus hi
jos, con el consiguiente mantenimiento de la potestad conjunta, resulta sin duda la mejor
solución para el menor por cuanto le permite seguir relacionándose del modo más razo
nable con cada uno de sus progenitores, siempre que ello no sea perjudicial para el hijo,
desde la idea de que no se trata de una medida excepcional, sino que al contrario, debe
considerarse la más normal, porque permite que sea efectivo el derecho que los hijos
tienen a mantener dicha relación13”. “Lo que se pretende es aproximar este régimen al
modelo de convivencia existente antes de la ruptura matrimonial y garantizar al tiempo
a sus padres la posibilidad de seguir ejerciendo los derechos y obligaciones inherentes
a la potestad o responsabilidad parental y de participar en igualdad de condiciones en
el desarrollo y crecimiento de sus hijos, lo que parece también lo más beneficioso para
ellos14”.
13
STS 25 noviembre 2013 (Tol 4035768).
14
SSTS 2 julio 2014 (Tol 4429653), 15 octubre 2014 (Tol 4529206), STS 22 octubre 2014 (Tol
4530315) y 30 octubre 2014 (Tol 4545647).
15
V. en este sentido, STS 25 noviembre 2013 (Tol 4035768), la cual acuerda el cambio del régi-
men de custodia (de individual en favor de la madre a compartida), a pesar de la existencia de
males relaciones entre los progenitores. Dice, así, que “El enfrentamiento entre los padres, no
consta que redunde en perjuicio del menor, dado que con frecuencia han convenido armonio-
samente en el cambio de los días de visita y el aumento de los mismos”.
16
V. STS 27 junio 2016 (Tol 5775378).
17
V. STS 15 octubre 2014 (Tol 4529206).
Separación y divorcio
El mismo art. 94.I CC establece que el Juez “podrá limitar o suspender” el de-
recho de vistas, si se dieren graves circunstancias que así lo aconsejen o se incum-
plieren grave o reiteradamente los deberes impuestos por la resolución judicial19”.
18
V. en este sentido SSTS 26 octubre 2012 (Tol 2672517) y 11 diciembre 2014 (Tol 4587020).
19
En el caso de menores en situación de desamparo, la Entidad Pública a la que esté encomenda-
da su protección podrá acordar motivadamente, en interés del menor, la suspensión temporal
de las visitas de los progenitores en los términos previstos en el art. 161 CC (redactado por
José Ramón de Verda y Beamonte
el art. 2.11 de la Ley 26/2015, de 28 de julio). V. a este respecto la STS 18 junio 2015 (Tol
5185888).
20
V. en este sentido SSTS 26 mayo 2014 (Tol 4417774) y 19 de noviembre de 2015 (Tol 5583114).
Separación y divorcio
21
Este párrafo fue introducido por la Ley 42/2003, de 21 de noviembre, de modificación del CC
y de la LEC en materia de relaciones familiares de los nietos con los abuelos.
22
La mención específica de los abuelos, realizada en el precepto, no es casual. La STS 28 junio
2004 (Tol 483310) observa que “Los abuelos ocupan una situación respecto de los nietos de
carácter singular”, precisando la STS 27 julio 2009 (Tol 1594293) que, “si la relación con los
abuelos es siempre enriquecedora […] no cabe desconocer el legítimo derecho de los abuelos a
tener un estrecho contacto personal con quien les une una relación de parentesco tan próximo
que justifica una relación de especial afecto”.
23
La STS 12 mayo 2011 (Tol 2124714) ha considerado “allegado” del menor en el sentido del
art. 160. II CC, a la ex conviviente de una madre soltera que tuvo un niño acudiendo a la repro-
ducción asistida. Ha confirmado la resolución recurrida, la cual había establecido un amplio
régimen de relaciones personales entre la excompañera de la madre y el hijo de ésta, teniendo
en cuenta los informes de los psicólogos.
24
V. en este sentido SSTS 20 septiembre 2002 (Tol 225538), 28 junio 2004 (Tol 483310), 27 julio
2009 (Tol 1594293) y 20 octubre 2011 (Tol 2261508).
Se ha descartado que los síntomas de ansiedad y depresión que uno de los progenitores decía
experimentar tras los encuentros del menor con sus abuelos sean “justa causa” para impedir
las relaciones personales entre ellos. La STS 20 octubre 2011 (Tol 2261508) afirma que “Los
abuelos y los nietos tienen derecho a relacionarse, ello es beneficioso para ambos y es un
derecho-deber reconocido en el Código civil del que sólo se puede ser privado cuando exista
causa y que la causa no puede centrarse en el hecho de que las relaciones de los abuelos con los
menores sean mejores o peores para la salud de sus padres, sino para los menores cuyo interés
es el protegido por el art. 160 CC”.
José Ramón de Verda y Beamonte
D) La prestación de alimentos
El art. 93.I CC (en relación con los hijos menores de edad no emancipados)
dispone que el juez, “en todo caso”, deberá determinar “la contribución de cada
progenitor para satisfacer los alimentos”, acomodando las prestaciones a “las
circunstancias económicas y necesidades de los hijos en cada momento25”.
Es preciso distinguir, según que los hijos sean menores o mayores de edad26: a) si son
menores de edad, la obligación de alimentos de los progenitores forma parte del conteni
do propio de la patria potestad, de modo que procede automáticamente (“en todo caso”),
sin necesidad de demostrar que el hijo la necesite para subsistir; b) si, por el contrario, los
hijos son mayores de edad o se encuentran emancipados, para que estos puedan percibir
una pensión de alimentos27, es necesario demostrar que se encuentran en una situación
objetiva de “necesidad” (por no tener bienes suficientes o no poder ejercer una profesión
u oficio con el que ganarse la vida) y que dicha “necesidad” no proviene de su mala
conducta o de su falta de aplicación al trabajo (arts. 93.II y 152.3º y 5º CC)28.
Del precepto resulta claramente que “cada progenitor” está obligado a satis-
facer alimentos, pero ello no significa que la forma de prestarlos tenga que ser
la misma29. Así, no es infrecuente que en el caso de que la custodia de los hijos
25
El precepto dispone que el juez “adoptará las medidas convenientes para asegurar la efec-
tividad” de la prestación de alimentos. Por su parte, el art. 776 LEC prevé la imposición de
medidas coercitivas contra quien no las haga efectivas. Existe, además, un “Fondo de Garantía
del Pago de Alimentos” creado por la Ley 42/2006, de 28 de diciembre, y regulado por el RD
1618/2007, de 7 de diciembre, es un fondo carente de personalidad jurídica, que tiene como
finalidad garantizar a los hijos menores de edad el pago de alimentos reconocidos e impaga-
dos establecidos en convenio judicialmente aprobado o en resolución judicial en procesos de
separación, divorcio, declaración de nulidad del matrimonio, filiación o alimentos, mediante el
abono de una cantidad que tendrá la condición de anticipo.
26
V. en este sentido SSTS 5 octubre 1993 (Tol 1655748), 16 julio 2002 (Tol 202431) y 2 de di-
ciembre de 2015 (Tol. 5583918).
27
La STS 24 abril 2000 (Tol 2473281) admite que los alimentos de los hijos mayores de edad
puedan ser reclamados en el proceso matrimonial por el cónyuge con el aquéllos convivan. La
STS 6 junio 2003 (Tol 276121) le niega, sin embargo, dicha legitimación activa cuando no se
trate de alimentos pactados voluntariamente entre los cónyuges al margen del proceso.
28
La STS 7 julio 2014 (Tol 4426700) denegó la pretensión del padre de dejar sin efecto la pen-
sión de alimentos establecida en favor de un hijo de 27 años, que padecía una esquizofrenia
paranoide, con un grado de discapacidad reconocido superior al 65%, el cual no había sido
incapacitado, equiparando su situación a la de los hijos menores no emancipados, “pues no
estamos ciertamente ante una situación normalizada de un hijo mayor de edad o emancipado,
sino ante un hijo afectado por deficiencias, mental es, intelectuales o sensoriales, con o sin
expediente formalizado, que requiere unos cuidados, personales y económicos, y una dedica-
ción extrema y exclusiva que subsiste mientras subsista la discapacidad y carezca de recursos
económicos para su propia manutención”.
29
Cabe, sin embargo, pactar en convenio regulador que la contribución de alimentos corra, ex-
clusivamente, a cargo del progenitor con quien en cada momento los hijos convivan. V. en este
sentido STS 8 noviembre 2012 (Tol 2675996).
Separación y divorcio
Los parámetros a los que el art. 93.I CC se remite para fijar la contribución y,
en definitiva, la cuantía de la pensión de alimentos son, de un lado, “las circuns-
tancias económicas” del padre obligado a pagarla; y de otro, las “necesidades de
los hijos”. Pero ambos parámetros no tienen la misma importancia, sino que el
segundo es prioritario respecto del primero: debe asegurase a los menores lo que
jurisprudencialmente se ha llamado el “mínimo vital”, es decir, la percepción de
una cantidad de dinero (que suele oscilar entre los 150 y 200 euros), con la cual
se pueda atender a sus necesidades más imprescindibles, aunque ello suponga un
gran sacrificio del padre, a no ser que éste se encuentre en un estado de “absoluta
pobreza”, por no percibir ningún salario o ayuda, ni tener ningún tipo de recursos
económicos, en cuyo caso procederá, excepcionalmente, la suspensión temporal
del pago de la pensión, en cuanto persista esta situación, teniendo en cuenta que
dicha excepción temporal no tendrá lugar o cesará, “ante la más mínima presun-
ción de ingresos, cualquiera que sea su origen y circunstancias30”.
La STS 18 marzo 2016 (Tol 5681256) revocó la sentencia recurrida, que había im
puesto al padre el pago de una pensión alimenticia de 125 euros mensuales, por haber
considerado que la cuantía de la establecida en primera instancia (63 euros mensuales)
no bastaba para garantizar el mínimo vital del menor. El TS ponderó que el padre había
dejado de percibir subsidio de desempleo y vivía con su propia madre, la cual pagaba
sus gastos ordinarios. Habla, así, de la existencia de “un escenario de pobreza absoluta”
ante el que “resulta ilusorio querer salvar el mínimo vital del hijo, pues en tales situa
ciones el derecho de familia poco puede hacer” (…) debiendo ser las Administraciones
30
V. en este sentido SSTS 18 marzo 2016 (Tol 5681256) y 25 abril 2016 (Tol 5708241).
José Ramón de Verda y Beamonte
públicas a través de servicios sociales las que remedien las situaciones en que tales mí
nimos no se encuentren cubiertos”.
31
V. en este sentido arts. 1392.1º y 2º, y 1415 CC.
32
O, en su caso, de las situaciones de comunidad o de sociedad que los cónyuges hubieran pac-
tado en capitulaciones matrimoniales.
33
V. en este sentido art. 1392.3º, 1415 y 1435.3º CC.
34
Que, obviamente, habrán de ser aprobados judicialmente en los términos del art. 90.2 CC; o
pasar el filtro del control de contenido por parte del Secretario Judicial o del Notario en los
términos previstos por el mismo precepto, en los casos de separación o divorcio extrajudicial).
35
Dichas reglas se aplican, exclusivamente, respecto de la vivienda familiar habitual, no respecto
de otras viviendas o locales. Así lo declara, tajantemente, la STS 9 marzo 2012 (Tol 2498899),
la cual consideró improcedente atribuir a la mujer el uso de un local, propiedad del marido,
durante un período de 10 años, con el fin de que aquélla pudiera seguir ejerciendo en él su
profesión de dentista.
José Ramón de Verda y Beamonte
En particular, hay que tener en cuenta que la jurisprudencia actual, tras ciertas vacila
ciones, excluye claramente que, teniendo la vivienda carácter ganancial, el uso de la misma
pueda atribuirse a los hijos menores de edad y al progenitor custodio de manera temporal,
en tanto no se disuelva la sociedad de gananciales, lo que me parece pertinente, pues hay
que asegurar a los menores que, mientras persista su situación de minoría de edad, tengan
satisfecha su necesidad de habitación, a pesar de la separación o divorcio de sus padres; y
ello, con independencia de a quién corresponda la propiedad de la vivienda36.
36
V. en este sentido SSTS 1 abril 2011 (Tol 2093031), 14 abril 2011 (Tol 2124703) y 21 junio
2011 (Tol 2160051).
37
El art. 96.1 CC habla de hijos, en general, pero es evidente que hay que distinguir, según que los
mismos sean menores o mayores de edad: en el primer caso, la atribución del uso de la vivienda
será consecuencia del deber de asistencia que pesa sobre los titulares de la patria potestad; en
el segundo caso, la atribución sólo procederá, si se demuestra que los hijos se hayan en una
situación de necesidad, que justifique que los padres deban prestarles alimentos, entre ellos, la
habitación (art 142 CC).
38
V. este sentido STS 30 mayo 2012 (Tol 2558108).
39
No es necesaria una petición expresa del beneficiario de la asignación, debiendo el juez, en su
caso, proceder de oficio, por así reclamarlo el principio constitucional de protección integral
de los menores (art. 39.1 CE). V. en este sentido STS 21 mayo 2012 (Tol 2538700).
40
STS 3 diciembre 2013 (RAJ 2013, 7834).
41
STS 5 noviembre 2012 (RAJ 2012, 10135).
42
V. STS 29 marzo 2011 (Tol 2078863).
43
STS 16 enero 2015 (Tol 4708880). En el mismo sentido se había pronunciado, respecto de un
caso semejante, la STS 10 octubre 2011 (Tol 2261892) la cual consideró procedente que los
menores pasaran a residir a otra vivienda, perteneciente en copropiedad a sus padres, debiendo
abandonar aquélla en la que habían vivido, que pertenecía en copropiedad al marido y a los
Separación y divorcio
Cabe también la división material de una casa unifamiliar, cuando ello sea lo más
adecuado para la protección del interés del menor y siempre que la división sea posible y
útil por reunir las viviendas resultantes las condiciones de habitabilidad: p.ej., se atribuye
a la madre y a los hijos el uso de la planta primera del edificio y al demandado el uso de
la planta y del sótano del inmueble, con la finalidad de conservar su taller, allí instalado,
y de poder habitarlo, con la obligación de este último de costear las obras necesarias
para hacer independientes dichas plantas44.
¿A cuál de los dos progenitores custodios habrá que atribuir entonces el uso de
la vivienda familiar? Yo creo que al progenitor que objetivamente se encuentre en
mayores dificultades para acceder a otra vivienda, para garantizar la necesidad de
habitación de los menores durante el período en que convivan con él. De donde se
deduce que, si no existe una objetiva necesidad de uno de los progenitores de usar
la vivienda o ésta no es mayor que la del otro, no procede la atribución del uso
a ninguno de ellos, por lo que, siendo común el inmueble, podrá procederse a su
venta en el marco de la liquidación del régimen económico matrimonial.
La STS 22 octubre 2014 (Tol 4530315) ha decidido, así, que “dado que adoptándose
el sistema de custodia compartida, el hijo queda en compañía de ambos cónyuges, no
constando que la madre precise de una protección especial, dado que la misma según
manifiesta ella es secretaria de dirección en un Hospital y según el padre es profesora
del colegio del menor y convive en la que era residencia familiar con su actual pareja. Es
decir, la vivienda que fue familiar queda sin adscripción expresa dado que ambos padres
tienen la custodia y no consta que la madre necesite una especial protección, así que
quedará sometido el inmueble al correspondiente proceso de liquidación, en su caso,
por lo que esta Sala fija un plazo prudencial a la demandada para desalojarlo de seis me
ses, la cual al oponerse al recurso ya manifestó que era su intención liquidar la sociedad
de gananciales conforme al art. 1404 del C. Civil, para evitar más litigios”.
Pero la jurisprudencia ha ido más lejos, excepcionado la consolidada regla (a la que
en su momento me referiré con detenimiento), según la cual no es posible establecer
limitaciones temporales a la atribución del uso de la vivienda asignado al progenitor cus
todio, mientras persista la minoría de edad de los hijos. Por el contrario, en los supuestos
de custodia compartida, a través de una aplicación analógica del art. 96.III CC, se ha
inclinado por establecer una limitación temporal del derecho de uso concedido al pro
genitor que se encuentra en mayores dificultades de acceder a otra vivienda, que valore
también el régimen de propiedad de la misma, solución que creo razonable, si tenemos
en cuenta que dicha limitación será siempre revisable, pudiendo prorrogarse el uso en
favor del progenitor que inicialmente lo tuviera atribuido, si persiste esa imposibilidad
objetiva de acceso a otra vivienda.
La STS 24 octubre 2014 (Tol 4538494) atribuyó a la madre el uso de la vivienda
privativa del marido, pero sólo por dos años, estimándose que “Se trata de un tiempo
suficiente que va a permitir a la esposa rehacer su situación económica puesto que si
bien carece en estos momentos de ingresos, cuenta con apoyos familiares y puede re
vertir, por su edad [33 años], y cualificación (química) la situación económica mediante
al acceso a un trabajo, que incremente los ingresos que recibe tras la ruptura personal
definitiva de su esposo, y le permita, como consecuencia, acceder a una vivienda digna
para atender a las necesidades del hijo durante los periodos de efectiva guarda, siempre
con la relatividad que, en ese mismo interés del menor, tienen estas y las demás medidas
que puedan afectarle teniendo en cuenta que la guarda compartida está establecida en
interés del menor, no de los progenitores, y que el principio que rige los procesos de
familia es la posibilidad de cambio de las decisiones judiciales cuando se han alterado
las circunstancias, por medio del procedimiento expreso de modificación de medidas”.
Parece claro que el cónyuge usuario de la casa familiar común, salvo pacto en
contrario, debe pagar los gastos de suministro de servicios de la vivienda (p. ej.,
gastos de luz, agua, gas, teléfono) así como los ordinarios de comunidad; en cam-
Separación y divorcio
47
Así lo confirma la STS 25 septiembre 2014 (Tol 4525349), “en aras al equilibrio económico en-
tre las partes”, distinguiendo dos planos: el de la relación (interna) de los cónyuges entre sí y el
de la relación (externa) de éstos con la comunidad. Dice, así que nada impide que la sentencia
de divorcio decida que “el ex cónyuge que utilice la vivienda ganancial, sea el que deba afron-
tar los gastos ordinarios de conservación”, lo que no obsta “para que de acuerdo con el art. 9
de la LPH sean ambos propietarios los que deberán afrontar, en su caso, las reclamaciones de
la Comunidad”.
48
En este sentido se orientó la importante STS 28 marzo 2011 (Tol 2082300).
49
La STS 26 noviembre 2012 (RAJ 2013, 186) STS 20 marzo 2013 (RAJ 2013, 4936),
50
Esta es solución admitida por la STS 17 febrero 2014 (RAJ 2014, 918), que confirmó la sen-
tencia recurrida, la cual había condenado al marido a pagar la mitad de la cuotas del présta-
mo hipotecario, a lo que se había obligado frente al banco al suscribir la hipoteca. La mujer
sostenía que la vivienda se había puesto exclusivamente a su nombre para evitar que pudiera
ser embargada por las deudas contraídas por su cónyuge en el ejercicio de su actividad em-
presarial. Afirma el Supremo, que la sentencia objeto del recurso “no perturba el concepto de
cargas del matrimonio, dado que se limita a constatar que la vivienda familiar es privativa de
la esposa y que se concertó el pago del préstamo hipotecario por ambos cónyuges y a ello se
obligaron frente al banco, por lo que se limita a reflejar el ámbito obligacional concertado vo-
luntariamente por los litigantes, sin mencionar que ello constituya una carga del matrimonio,
como reconoce la parte recurrida, razón por la que procede desestimar el recurso, dado que
no se aprecia el interés casacional alegado, pues la resolución recurrida se ajusta a la doctrina
jurisprudencial expuesta, sin apartarse de la misma”.
José Ramón de Verda y Beamonte
51
V. en este sentido SSTS 22 dicembre 1992 (Tol 1654942), 20 mayo 1993 (Tol 1654894), 18
octubre 1994 (Tol1665543), 14 dicembre 2004 (Tol 526529), 8 mayo 2006 (Tol 934879) y 27
febrero 2012 (Tol 2468857).
52
V. en este sentido RRDGRN 25 octubre1999 (Tol 132594), 31 marzo 2000 (Tol 133003), 19
mayo 2000 (Tol 132821) y 19 septiembre 2007 (Tol 1155088).
53
Parece, pues, válida, aunque sujeta a moderación judicial, la estipulación por los que los con-
trayentes pactan anticipadamente en capitulaciones matrimoniales la exclusión de pensión
compensatoria en caso de separación o divorcio, habiendo, sin embargo, precisado la juris-
prudencia que el pacto contenido en capitulaciones otorgadas constante el matrimonio, por
el cual los cónyuges acuerdan la sustitución del régimen de sociedad de gananciales por el de
separación, por sí mismo, no implica una renuncia implícita a la pensión compensatoria. V. en
este sentido STS 10 marzo 2009 (Tol 1474923).
54
V. en este sentido SSTS 10 marzo 2009 (Tol 1474923) y 17 julio 2009 (Tol 1577965).
Separación y divorcio
Esto es: “1. Los acuerdos a que hubieran llegado los cónyuges. 2. La edad y el estado
de salud. 3. La cualificación profesional y las probabilidades de acceso a un empleo.
4. La dedicación pasada y futura a la familia. 5. La colaboración con su trabajo en las
actividades mercantiles, industriales o profesionales del otro cónyuge. 6. La duración
del matrimonio y de la convivencia conyugal. 7. La pérdida eventual de un derecho de
pensión. 8. El caudal y los medios económicos y las necesidades de uno y otro cónyuge.
9. Cualquier otra circunstancia relevante”.
55
No tiene, pues, carácter alimenticio; por ello, el hecho de tener un salario, por sí mismo,
no impide la obtención de una pensión compensatoria, habiendo declarado la jurisprudencia
de manera reiterada que la pensión compensatoria, a diferencia de la pensión de alimentos,
es independiente de la noción de “necesidad”. V. en este sentido SSTS 9 febrero 2010 (Tol
1790763), 22 junio 2011 (Tol 2227659) y 27 junio 2011 (Tol 2191098).
La STS 17 julio 2009 (Tol 1577965) observa que “no es posible afirmar que cuando ambos
cónyuges sean independientes económicamente no hay pensión en ningún caso, porque, a pe-
sar de ello, puede haber desequilibrio”, añadiendo que “Sólo dejará de nacer el derecho a la
pensión cuando se produzca una situación equilibrada, lo que no significa igual, ya que pueden
trabajar ambos y producirse un desequilibrio, cuando los ingresos de uno y otro sean absolu-
tamente dispares”.
56
En cualquier caso habrá que tener en cuenta, si existen otras compensaciones, que excluyan
la posibilidad de pedir la reparación. P. ej., si, existiendo un régimen de separación de bienes,
con apoyo en el art. 1438 CC, se ha pedido y concedido una alta compensación en favor del
cónyuge que se dedicó, exclusivamente, al trabajo doméstico. Así mismo, puede haber com-
pensaciones de carácter voluntario; p. ej., si se ha pactado un contrato voluntario de alimentos
en los términos de los arts. 1791 y ss. CC, el cual, obviamente, no se extingue por la sentencia
de divorcio, a pesar de que, tras ella, se pierda la condición de familiar. V. en este sentido STS
4 noviembre 2011 (Tol2270289).
José Ramón de Verda y Beamonte
57
V. en este sentido SSTS 14 marzo 2011 (Tol 2080803) y 16 noviembre 2012 (Tol 2685953),
concediendo pensión compensatoria, y SSTS 22 junio 2011 (Tol 2227659) y 17 diciembre
2012 (RJ 2013, 377), rechazándola.
58
V. en este sentido STS 22 junio 2011 (Tol 2227659).
59
El art. 99 CC (redactado por la disposición final primera, 26, de la Ley 15/2015) establece que
“En cualquier momento podrá convenirse la sustitución de la pensión fijada judicialmente o
por convenio regulador formalizado” ante Secretario o Notario (si la separación o el divorcio
es extrajudicial), “por la constitución de una renta vitalicia, el usufructo de determinados bie-
nes o la entrega de un capital en bienes o en dinero”.
Separación y divorcio
compensatoria sea una mujer joven, con una alta cualificación profesional (o una
funcionaria en situación de excedencia voluntaria60), que, por el contrario, sea
una persona mayor de edad, dedicada durante toda su vida al cuidado de la fa-
milia61.
Por lo tanto, para decidir el carácter temporal o vitalicio de la pensión habrá
que valorar la aptitud del perceptor de la misma “para superar el desequilibrio
económico en un tiempo concreto, y alcanzar la convicción de que no es preciso
prolongar más allá su percepción por la certeza de que va a ser factible la supera-
ción del desequilibrio”62.
La STS 10 enero 2011 (Tol 3436850) consideró, así, pertinente atribuir la pensión
compensatoria con carácter vitalicio a una mujer, teniendo en cuenta la duración del
matrimonio, su edad (57 años) y su estado de salud, por sufrir síndromes depresivos. La
STS 14 marzo 2011 (Tol 2080803) se decantó también en favor de la concesión vitalicia
de la pensión, teniendo en cuenta la duración del matrimonio (26 años), la edad de la
mujer (50 años), la exclusiva dedicación a la familia y el tiempo en que estuvo apartada
del mundo laboral, lo que permite concluir “que son razonablemente escasas las posi
bilidades reales de la esposa de obtener en un plazo concreto un empleo que le permita
gozar de medios propios para obrar autónomamente, de manera que la función de res
tablecer el equilibrio consustancial a la pensión compensatoria sólo puede entenderse
cumplida fiándola con carácter vitalicio”.
60
V. en este sentido STS 23 enero 2012 (Tol 2407043).
61
Aunque el art. 97 CC prevé que la pensión compensatoria podrá ser “temporal o por tiempo
indefinido”, nada impide al juez que la otorga establecer en la propia sentencia un plazo, tras-
currido el cual, deba valorarse el esfuerzo del cónyuge que la perciba para superar la inicial
situación de desequilibrio.V. en este sentido STS 15 junio 2011 (Tol 2188737).
62
V. en este sentido STS (Pleno) 19 enero 2010 (Tol 1790759), la cual atribuye a las circunstan-
cias enumeradas en el art. 97.2 CC (en particular, la contemplada en el número 3, es decir “La
cualificación profesional y las probabilidades de acceso a un empleo”) una doble función, esto
es, por un lado, valorar la procedencia de la pensión; y, por otro, determinar (además de su
cuantía) el carácter temporal o vitalicio de la misma.
63
Hay que tener en cuenta que es posible una modificación del carácter vitalicio de la pensión,
si sobrevienen circunstancias que aconsejan convertirla en temporal. V. en este sentido STS 20
diciembre 2012 (Tol 2722893), que, no obstante, el caso concreto, rechazó la pretensión de
conversión del acreedor de la pensión.
José Ramón de Verda y Beamonte
64
“El derecho a la pensión no se extingue por el solo hecho de la muerte del deudor. No obstante,
los herederos de éste podrán solicitar del Juez la reducción o supresión de aquélla, si el caudal
hereditario no pudiera satisfacer las necesidades de la deuda o afectara a sus derechos en la
legítima” (art. 101. II CC).
65
La STS 27 junio 2011 (Tol 2191098) precisa que “el criterio seguido por esta Sala es contrario
a la posibilidad de poner fin a la pensión reconocida por el mero transcurso del tiempo en su
percepción, o por las consecuencias que en el plano económico puedan haber resultado de la
liquidación del régimen económico matrimonial”.
Separación y divorcio
VI. CUESTIONARIO
1.º Precise las diferencias conceptuales existentes entre la nulidad, la separación y el divorcio.
2.º ¿En qué se diferencia el divorcio contencioso del de mutuo acuerdo?
3.º ¿Qué efectos automáticos provoca la presentación de una demanda de nulidad, separación o divorcio?
4.º ¿En qué casos se admite la custodia compartida en el CC?
5.º Según la jurisprudencia más reciente, ¿qué efectos tiene el nacimiento de nuevos hijos sobre las
pensiones de alimentos previamente fijadas en favor de hijos anteriores?
6.º Según la jurisprudencia más reciente, ¿es posible limitar temporalmente la asignación del uso de la
vivienda familiar a los hijos menores de edad?
7.º Según la jurisprudencia más reciente, ¿qué tipo de desequilibrio trata de compensar la pensión pre-
vista en el art. 97 CC?
8.º Según la jurisprudencia más reciente, ¿qué efectos produce sobre el derecho de uso de la vivienda
familiar el hecho de que el progenitor usuario herede otra casa?
Cuestiones
1. Dadas las circunstancias del caso, ¿concurren los requisitos necesarios para que proceda la fijación
de una pensión con carácter temporal?
Cuestiones
1. ¿Estaba legalmente justificada la posición del marido?
modo que existía un riesgo de que predispusieran al menor contra ella. Argumentaba, además, que, tras los
encuentros del menor con sus abuelos, ella misma, experimentaba síntomas de ansiedad y de depresión.
Cuestiones
1. ¿Podrá prosperar la pretensión de los abuelos?
1
Por invasión, por parte de la Generalidad, de las competencias estatales en materia de Derecho
civil, que según el art. 149.1, regla 8ª CE, corresponden de manera exclusiva al Estado, salvo
la posibilidad de modificar o desarrollar la legislación civil foral allí donde existiera.
José Ramón de Verda y Beamonte
Por ello, el art. 4.1 de la Ley 5/2011 prevé que los progenitores puedan otorgar
un pacto de convivencia familiar (esto es, una especie de convenio regulador),
en el que acuerden “los términos de su relación” con sus hijos, el cual producirá
efectos, una vez que sea aprobado judicialmente, previa audiencia del Ministerio
Fiscal; y parece que el Juez deberá aprobar las estipulaciones contenidas en dicho
pacto, salvo si fueran dañosas para los hijos o gravemente perjudiciales para uno
de los padres2.
“El pacto de convivencia familiar deberá establecer, al menos, los siguientes extre
mos: 1. El régimen de convivencia y/o de relaciones con los hijos e hijas menores para
garantizar su contacto con ambos progenitores. 2. El régimen mínimo de relación de
los hijos e hijas con sus hermanos y hermanas, abuelos y abuelas, y otros parientes y
personas allegadas, sin perjuicio del derecho de éstos a ejercer tal relación. 3. El destino
de la vivienda y el ajuar familiar, en su caso, así como de otras viviendas familiares que,
perteneciendo a uno u otro progenitor, hayan sido utilizadas en el ámbito familiar. 4. La
cuantía y el modo de satisfacer los gastos de los hijos e hijas” (art. 4.2)3.
2
Es la solución prevista en el art. 90.II CC.
3
Según el art. 4.3 de la Ley, “El pacto de convivencia familiar podrá modificarse o extinguirse:
1. Por las causas especificadas en el propio pacto. 2. Por mutuo acuerdo. 3. A petición de uno
de los progenitores, cuando hubieran sobrevenido circunstancias relevantes. Por iniciativa del
Ministerio Fiscal en su función de protección de los menores e incapacitados. 4. Por privación,
suspensión o extinción de la patria potestad a uno de los progenitores, sobrevenida al pacto. 5.
Por incumplimiento grave o reiterado de las obligaciones establecidas en el pacto”.
4
V. en este sentido, STSJ Comunidad Valenciana 24 enero 2102 (Tol 2566771) y AATSJ Comu-
nidad Valenciana 12 marzo 2012 (Tol 3039551) y 17 abril 2012 (Tol 2669669).
Las crisis familiares en la legislación valenciana
1. Gastos ordinarios
El art. 3.e) de la Ley 5/2011 define como “gastos ordinarios” aquellos que los
“menores precisen de forma habitual a lo largo de una anualidad y cuyo devengo
sea previsible en dicho período”.
Por lo tanto, se trata de gastos habituales y previsibles anualmente.
El precepto, en su segundo inciso, precisa que “Se entenderán siempre inclui-
dos los relativos a alimentación, vestido, educación”5.
Esta precisión es un tanto equívoca, ya que el uso de la expresión “siempre”, no es
muy afortunado, porque pudiera dar lugar a pensar que este tipo de gastos son siempre
ordinarios, lo que no es así, sino que deben ser habituales y previsibles en el marco de
una anualidad. Así, en una familia de economía media, no serían gastos ordinarios los
originados por la compra de ropas de unas marcas exclusivas de precios desorbitados,
porque no son “habituales”; y, en particular, respecto de los de educación, tampoco los
generados por la matrícula en un grado universitario, que son siempre extraordinarios,
por lo que deben ser satisfechos por ambos padres, conforme a lo acordado por ellos en
el pacto de convivencia familiar, y, en su defecto, en la forma que decida el Juez, según
prevé el art. 7.3 de la Ley 5/2011.
El art. 7.1 de la Ley 5/2011 dispone que “En defecto de pacto de convivencia
familiar, la autoridad judicial determinará, en función de los recursos económicos
de que dispongan ambos progenitores, la cantidad que éstos deberán satisfacer en
concepto de gastos ordinarios de atención a los hijos e hijas menores”.
Del precepto se extraen dos reglas.
a) En primer lugar, habrá que estar a lo acordado por los progenitores, siendo
habitual que, cuando no hay custodia compartida, se pacte que la contribución
del no custodio a los gastos ordinarios se subsuma en el pago de una pensión de
alimentos.
b) En defecto de acuerdo, el Juez será quien determine en qué medida debe
contribuir cada uno de los padres, en atención a sus propios recursos y a las ne-
5
Así como “cualesquiera otros que los progenitores pacten como tales o que estén consolidados
antes del cese de su convivencia”.
José Ramón de Verda y Beamonte
2. Gastos extraordinarios
El art. 3.f) de la Ley 5/2001 define los gastos extraordinarios como aquéllos
que puedan surgir “de forma excepcional”, esto es, que no sea habituales y previ-
sibles anualmente.
El art. 7.3 de la Ley 5/2011 establece dos reglas:
a) La primera de ellas (al igual que sucedía respecto de los gastos ordinarios) es
la de la primacía de la autonomía de los progenitores para determinar la cuantía
de la contribución de cada uno de ellos a este tipo de gastos. El precepto dice,
así, que “Los gastos extraordinarios serán satisfechos por ambos progenitores
de conformidad con lo acordado entre ellos”. Por lo tanto, pueden acordar que
los gastos extraordinarios sean satisfechos sólo por uno de ellos8 o lo que es más
común, por ambos, por partes iguales.
b) La segunda de las reglas, de carácter subsidiario, es que “A falta de pacto,
la autoridad judicial decidirá el modo en que deberán ser sufragados, con inde-
pendencia de quien los satisfizo y de si el régimen de convivencia es compartido
o no”.
6
V. en este sentido SAP Valencia 25 julio 2012 (Tol 2676734).
7
V. en este sentido SAP Alicante 16 enero 2012 (Tol 2569000) y 5 diciembre 2012 (Tol 3415514).
8
Esta fórmula puede ser muy útil para evitar litigios entre los progenitores acerca de la califica-
ción de un determinado gasto como “ordinario” o “extraordinario”, si uno de los progenitores
se obliga a pagar una pensión alimenticia lo suficientemente alta para garantizar la adecuada
atención del menor.
Las crisis familiares en la legislación valenciana
La precisión de que el juez decidirá sobre la contribución de los padres a las gastos
extraordinarios, “con independencia de quien los satisfizo”, se explica, porque, en la
práctica no suele ser infrecuente que dichos gastos sean satisfechos por uno de los pro
genitores, normalmente el que convive con ellos, que luego tiene que poder reclamar al
otro la parte que le corresponde.
“En todo caso —añade el precepto, los gastos necesarios de educación y for-
mación no cubiertos por el sistema educativo y los de salud no cubiertos por la Se-
guridad Social o por cualquier otra mutualidad u organismo al que pudieran estar
afiliados los hijos e hijas menores, tendrán que ser sufragados obligatoriamente
por ambos progenitores en la proporción que establezca la autoridad judicial”.
Normalmente, los Tribunales suelen determinar que los gastos extraordinarios, en
general, sean satisfechos por ambos progenitores por partes iguales9.
9
V. en este sentido SSAP Alicante 16 enero 2012 (Tol 2569000), 25 julio 2012 (Tol 2676734) y
5 diciembre 2012 (Tol 3415514).
José Ramón de Verda y Beamonte
10
Ni tampoco, con mayor razón, la ausencia de relación entre ellos. V. en este sentido SAP Ali-
cante 14 febrero 2012 (Tol 2527186).
11
La SAP Alicante 16 enero 2012 (Tol 2569000), revocando la sentencia apelada, consideró
beneficioso para el menor el establecimiento de un régimen de custodia compartida ante la
ausencia de conflicto alguno entre los progenitores en lo relativo al cuidado del menor, pues
el que los padres como pareja no tengan buena relación no influye en lo relativo a la guarda y
custodia de menor que hasta el momento ha funcionado de modo correcto”.
12
V. en este sentido SAP Alicante 16 enero 2012 (Tol 2569000).
13
V. en este sentido SAP Alicante 5 diciembre 2012 (Tol 3415514).
Las crisis familiares en la legislación valenciana
a) En primer lugar, el Juez “podrá otorgar a uno solo de los progenitores el ré-
gimen de convivencia con los hijos e hijas menores cuando lo considere necesario
para garantizar su interés superior” (“a la vista de los informes sociales, médicos,
psicológicos y demás que procedan”), en cuyo caso deberá establecer un régimen
de relaciones familiares adaptado a las circunstancias propias del caso, que garan-
tice el contacto con el otro progenitor (art. 5.4)14.
La SAP Valencia 25 julio 2012 (Tol 2676734) estableció un régimen de convivencia
en favor exclusivo de la madre, apoyándose en el informe psicológico, que afirmaba que
la misma “había sido la principal figura de referencia en el desarrollo evolutivo de los
menores”. Por el contrario, la SAP Alicante 5 diciembre 2012 (Tol 3415514), revocando
la sentencia apelada, atribuyó el régimen de convivencia compartida a los dos proge
nitores, por considerar que ambos eran “perfectamente capaces de asumir el cuidado
y educación del menor”, estando, además, éste “adaptado por igual a ambos padres”,
sin apreciar “razones o factores que aconsejen optar por una solución que la nueva Ley
considera excepcional” (se refiere a la atribución del régimen de convivencia en favor de
uno solo de los progenitores).
14
La autoridad judicial, atendidas las circunstancias particulares del caso, podrá establecer un
control periódico de la situación familiar y, a la vista de los informes aludidos en el apartado
anterior, podrá determinar un nuevo régimen de convivencia (art. 5.5).
15
Cuando se dicte resolución judicial que ponga fin al procedimiento, con efectos absolutorios,
en cualquiera de los procedimientos reseñados en el párrafo anterior, se podrá revisar, de oficio
o a instancia de parte, la ordenación de las relaciones familiares.
José Ramón de Verda y Beamonte
2. La temporalidad de la atribución
Según el art. 6.3 de la Ley 5/2011 “la atribución de la vivienda tendrá carácter
temporal y la autoridad judicial fijará el periodo máximo de dicho uso, sin perjui-
cio de que tal uso pueda cesar o modificarse, en virtud de decisión judicial, cuando
concurran circunstancias que lo hagan innecesario o abusivo y perjudicial para el
progenitor titular no adjudicatario”.
A mi parecer, la constitucionalidad de esta norma es dudosa, porque el princi-
pio de protección integral de los menores de edad consagrado en el art. 39.1 CE
exige que los mismos tengan garantizada su necesidad de habitación mientras per-
sista su minoría de edad18. Por ello, el Juez no puede asignarles el uso la vivienda
familiar con un límite temporal, sino que deberán permanecer en ella hasta que
16
V. a este respecto SAP Alicante 5 diciembre 2012 (Tol 3415514).
17
Así se desprende del último inciso del art. 6.1 de la Ley 5/2011.
18
V. a este respecto las consideraciones hechas por SSTS 1 abril 2011 (Tol 2093031), 14 abril
2011 (Tol 2124703) y 21 junio 2011 (Tol 2160051), si bien a propósito del art. 96 CC.
Las crisis familiares en la legislación valenciana
cumplan la mayoría de edad, a no ser que sus progenitores o aquél con el que
convivan dispongan de otra vivienda en la que puedan habitar.
19
“Tal compensación podrá ser computada, en todo o en parte, como contribución a los gastos
ordinarios con el consentimiento de quien tenga derecho a ella o en virtud de decisión judi-
cial”.
José Ramón de Verda y Beamonte
V. CUESTIONARIO
1.º ¿Cuál es la diferencia entre los “gastos ordinarios” y los “gastos extraordinarios”?
2.º ¿Cómo deben de satisfacerse los gastos de matrícula de los hijos comunes en grados universitarios?
3.º ¿Cuál es la diferencia fundamental entre la legislación valenciana y el CC en materia de custodia
compartida?
4.º ¿En qué casos cabe establecer un régimen de convivencia en favor de uno solo de los progenitores?
5.º ¿Qué efectos produce sobre el derecho de uso de la vivienda familiar el hecho de que el progenitor
usuario herede otra casa?
Cuestiones
1. ¿Tendrá D. Javier derecho a obtener una compensación económica por la pérdida del uso de la vi-
vienda?
2. En el caso de que Dña. Juana heredara otra vivienda, ¿podría D. Javier pedir la extinción del derecho
de uso de la vivienda familiar atribuido a su mujer en la sentencia firme de divorcio?
Las crisis familiares en la legislación valenciana
1
En estas situaciones, la mediación familiar se iniciará a solicitud de una o ambas partes en
conflicto, pudiendo solicitar la mediación que regula esta ley:
a) Personas unidas con vínculo conyugal, o familiar hasta el cuarto grado de consanguinidad
o afinidad.
a.1 En las crisis surgidas en la convivencia entre personas unidas mediante vínculo matrimo-
nial.
a.2 En el establecimiento de las medidas y efectos de las sentencias de nulidad del matrimonio.
a.3 En la elaboración de los acuerdos necesarios que pudieran reflejarse en el convenio regula-
dor de la separación o divorcio.
a.4 En el cumplimiento y ejecución de las sentencias recaídas en los procedimientos de separa-
ción, divorcio o nulidad de matrimonio.
La mediación familiar. La Ley 7/2001, de 26 de noviembre de mediación…
a) Los conflictos que surjan entre personas unidas por matrimonio o vínculo
familiar, hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad.
b) Solicitud de información, siempre que el ordenamiento jurídico lo permi-
ta, referente a la filiación e identificación de la familia biológica y de los hijos
adoptados mayores de edad, para posibilitar su encuentro, protegiendo siempre
la confidencialidad de los datos identificativos de ambos.
c) Situaciones en las que, como consecuencia del ejercicio de la patria potestad,
el interés superior de los menores y personas con discapacidad pueda verse me-
noscabado y por ello sea conveniente facilitar un acuerdo.
a.5 En la modificación de las medidas establecidas por resolución judicial firme en separación,
divorcio o nulidad, por razón del cambio de circunstancias, o decisión voluntaria de los intere-
sados.
a.6 En los conflictos surgidos en el seno de la empresa familiar.
a.7 En cualquier otro conflicto surgido en la familia.
b) Las personas adoptadas y su familia biológica cuando quieran ponerse en relación entre
ellas, una vez aceptada la invitación de encuentro por las partes.
Sonia Rodríguez de Llamas
2. Confidencialidad
Ley valenciana no regula la confidencialidad como un principio que informe
esta institución, sino que se regula como uno de los deberes de la persona media-
dora.
De la regulación se desprende que la confidencialidad afecta a la persona me-
diadora en el ejercicio de sus funciones, si bien no se dice nada respecto del deber
de confidencialidad respecto de las partes, aspecto éste que puede obstaculizar el
desarrollo del proceso de mediación, en la medida en que genere reticencias entre
las partes por la posibilidad que tienen de abocar al procedimiento la información
obtenida en el proceso de mediación.
Posteriormente, el art. 19, que regula el acta final de la mediación vuelve a refe-
rirse al principio de confidencialidad cuando establece que de la sesión final de la
mediación se levantará un acta que tendrá, como todo el resto de la información,
carácter confidencial. En el acta se harán constar los acuerdos totales o parciales a
los que se llegue, o bien la imposibilidad de llegar a un acuerdo global sobre todo
el objeto de la mediación sin que se haga constar la causa. La persona mediadora
comunicará al Centro de Mediación Familiar de la Comunidad Valenciana, direc-
tamente o a través de su colegio profesional, los datos de cada mediación a efectos
estadísticos, respetando la confidencialidad y el anonimato de las partes.
3. Neutralidad e imparcialidad
La neutralidad hace referencia a la postura del mediador en el proceso de
mediación y supone la no injerencia del mediador respecto a los acuerdos de las
partes, dado que la mediación debe ser fruto de su trabajo y colaboración. Por ello
se requiere que la persona mediadora no oriente y menos les imponga su propia
escala axiológica frente a la propia de cada parte, evitando plantear alternativas
que se dirijan a soluciones más afines a los valores de la persona mediadora.
A través de la imparcialidad se pretende asegurar que el mediador no se vea
influido en su actuación por razones de afinidad, amistad o relación personal o
laboral, ni por las razones opuestas como aversión, enemistad o falta de relación
personal o laboral, puesto que esto “desequilibraría” la necesaria igualdad del
proceso a favor de las personas mediadas.
Así, podemos entender que el principio de imparcialidad se refiere a la relación
del mediador con las partes2.
2
La referencia a estos principios en la legislación valenciana la encontramos en la regulación de
las obligaciones del mediador, entre las que se encuentran el mantener la imparcialidad en su
actuación (art. 9.f)
La mediación familiar. La Ley 7/2001, de 26 de noviembre de mediación…
3
Las entidades de mediación familiar se regulan en el artículo 6, y son las entidades que prestan
servicios de mediación familiar en el ámbito de los servicios sociales especializados regulados
en los arts. 13 y ss. de la Ley 5/1997, de 25 de junio, que regula el sistema de servicios sociales
en el ámbito de la Comunidad Valenciana
Sonia Rodríguez de Llamas
VII. CUESTIONARIO
1.º ¿Se encuentra regulada la mediación a nivel estatal?
2.º ¿Es función del mediador proponer un acuerdo concreto a las partes?
3.º Enumere los principios de la mediación familiar.
4.º ¿Puede el juez derivar a las partes a un proceso de mediación familiar?
5.º ¿Pueden las partes elegir al mediador?
6.º ¿Qué son las entidades de mediación familiar?
7.º ¿Cuánto puede durar un proceso de mediación familiar?
8.º ¿Son ejecutivos los acuerdos alcanzados tras un proceso de mediación familiar?
Cristina piensa que Moisés no quiere separarse. Moisés alberga la esperanza de que si va al Centro de
Mediación, como ella le ha pedido, logrará una reconciliación.
El objetivo inicial con Moisés es conseguir una buena conexión inicial con el Centro, con la finalidad de
poder disminuir su carga emocional, y ofrecerle información sobre el Centro de Mediación y sobre el
proceso.
Si el mediador/a sabe explicar bien el proceso de mediación, es probable que el proceso de medición siga
adelante.
Cuestiones
1. ¿El supuesto planteado es un conflicto susceptible de ser sometido a mediación?
2. ¿Cuál es la finalidad de la sesión informativa?
3. ¿Cómo le explicaría a Moisés el mediador qué es la mediación familiar?
4. En esa primera sesión informativa ¿Le indicaría cuáles son los principios básicos que rigen la media-
ción familiar? En su caso, ¿cuáles?
1
V. a este respecto SSTS 17 julio 1997 (Tol 216511), y 15 junio 2005 (Tol 667498); y RDGRN
15 junio 2007 (RJ 2007, 3241).
Pedro Chaparro Matamoros
2
V. a este respecto SSTS 17 abril 1990 (RJ 1990, 2721); 20 noviembre 1991 (Tol 1728486); y
27 febrero 1997 (Tol 215077).
3
La STS 15 junio 2005 (Tol 667498) afirmó que “El cambio del régimen patrimonial no despla-
za los derechos adquiridos con anterioridad por terceros sobre el patrimonio de los cónyuges,
La economía del matrimonio
Por otra parte, pueden generar las cargas matrimoniales tanto los cónyuges
como los hijos, comunes y no comunes, que convivan con ellos en el domicilio fa-
miliar. En cambio, no constituyen carga del matrimonio los gastos generados por
los hijos mayores de edad que no vivan en el domicilio familiar. En cuanto a los
sujetos obligados al levantamiento de tales cargas, lo están no sólo los cónyuges
(según resulte del régimen económico matrimonial aplicable), sino también los
hijos que convivan en el domicilio familiar, en la parte que les corresponda (de
conformidad con los arts. 155.2º y 165.II CC.
Si uno de los cónyuges incumpliere su deber de contribuir al levantamiento de
las cargas del matrimonio, “el Juez, a instancia del otro, dictará las medidas cau-
telares que estime conveniente a fin de asegurar su cumplimiento y los anticipos
necesarios o proveer a las necesidades futuras” (art. 1318.II CC). Tales medidas
podrían ser, entre otras: a) retención del sueldo; o b) embargo y/o realización de
bienes.
6
La STS 2 abril 2012 (Tol 2516808) ha matizado que este precepto debe interpretarse conjunta-
mente con el art. 3.3 de la Ley 1/1996, de 10 de enero, de Asistencia Jurídica Gratuita, que afir-
ma que “Los medios económicos podrán, sin embargo, ser valorados individualmente, cuando
el solicitante acredite la existencia de intereses familiares contrapuestos en el litigio para el que
se solicita la asistencia”. Así pues, de una interpretación conjunta de ambos preceptos resulta
que: 1) los gastos que el cónyuge acredite para seguir un litigio que sostenga contra el otro
cónyuge, deben ser costeados por el caudal común; 2) a falta de caudal común, el cónyuge que
no tenga bienes propios debe acudir al beneficio de justicia gratuita, porque sólo hay derecho
a litis expensas a costa del otro cónyuge cuando la posición de éste impida al litigante obtener
el beneficio y a la vista de lo que dispone el art. 3.3 Ley 1/1996, en este caso la existencia de in-
La economía del matrimonio
Ya de antiguo la STS 22 octubre 1951 (RJ 1951, 2605) afirmó que, “si a la mujer, por
la escasez de sus bienes propios correspondiera litigar como pobre y no puede sin em
bargo obtener ese beneficio por ser un obstáculo para ello la estimación de los bienes del
marido, se produciría en ella un estado de indefensión que debe evitarse otorgándole la
litis expensas con cargo a los bienes gananciales y aun a otros que no lo sean, pues con
todos ha de atenderse al levantamiento de las cargas del matrimonio”.
3. La potestad doméstica
El art. 1319.I CC consagra la denominada “potestad doméstica”. Ésta consiste
en la posibilidad que tienen ambos cónyuges de realizar “los actos encaminados
a atender las necesidades ordinarias de la familia, encomendadas a su cuidado,
conforme al uso del lugar y a las circunstancias de la misma”.
Los cónyuges pueden distribuir entre ellos los actos de potestad doméstica (habla,
así, el art. 1319.I CC, de necesidades ordinarias “encomendadas a su cuidado” [de cada
uno de ellos]); si tal distribución no existe, habrá que estar al uso del lugar y a las cir
cunstancias de la familia.
A su vez, del art. 1319.II CC resulta que, de las deudas contraídas en el ejerci-
cio de la potestad doméstica, responden solidariamente los bienes comunes y los
del cónyuge que contraiga la deuda y, subsidiariamente, los del otro cónyuge. La
responsabilidad solidaria de los bienes comunes se explica en atención a que se
trata de actos encaminados a atender necesidades ordinarias de la familia, es decir,
actos que redundan en el bienestar familiar. Por su parte, el otro cónyuge, toda
vez que no deudor, responde (si bien subsidiariamente) porque debe contribuir al
levantamiento de las cargas del matrimonio (art. 1318.I CC).
Los arts. 1365.1º y 1440 CC se refieren a la responsabilidad de los cónyuges en el
ejercicio de la potestad doméstica en los regímenes de sociedad de gananciales y sepa
ración de bienes, respectivamente.
tereses familiares contrapuestos permite la valoración individual de los medios económicos del
litigante, por lo que la posición económica del cónyuge “rico” no va a impedir la obtención del
beneficio de justicia gratuita; 3) subsidiariamente, cuando ello no sea posible, deberá aplicarse
la última parte del art. 1318.III CC, de modo que los gastos judiciales se “sufragarán a costa
de los bienes del otro cónyuge”.
Pedro Chaparro Matamoros
7
La norma es imperativa, y se aplica sea cual sea el régimen económico matrimonial aplicable.
V. en este sentido STS 31 mayo 1994 (RJ 1994, 10330).
8
Señala la STS 8 octubre 2010 (Tol 1972276), que el consentimiento constituye una medida de
control, que se presenta como declaración de voluntad de conformidad con el negocio jurídico
ajeno —es decir, concluido por otro— por la que un cónyuge tolera o concede su aprobación
a un acto en el que no es parte, siendo requisito de validez del acto de disposición, ya que su
ausencia determina la anulabilidad del negocio jurídico en cuestión.
La STS 26 abril 1995 (Tol 1667422), por su parte, sostiene que la finalidad de la norma es
“atender a las necesidades de alojamiento familiar durante el matrimonio”. En el mismo sen-
tido se pronuncia la STS 22 septiembre 1988 (Tol 1735993).
La economía del matrimonio
Nada dice el precepto sobre la sanción que procede en caso de que falte el con-
sentimiento del cónyuge no titular. Hay que entender aplicable, a este supuesto, lo
dispuesto en el art. 1322 CC. Se deben distinguir tres supuestos: a) si la vivienda
es un bien privativo de uno solo de los cónyuges, el acto de disposición (ya sea
a título oneroso o gratuito) en el que no concurra el consentimiento del otro, y
no haya sido expresa o tácitamente confirmado por éste, podrá ser anulado a
instancia de dicho cónyuge no titular (art. 1322.I CC); b) si la vivienda es un
bien común, el acto de disposición a título oneroso en el que falte la autorización
de uno de los cónyuges será anulable a instancia de éste (art. 1322.I CC); c) por
último, si la vivienda es un bien común, y el acto de disposición que se realiza es
a título gratuito, éste será nulo si falta el consentimiento de uno de los cónyuges
(arts. 1322.II y 1378 CC).
En este último supuesto no es necesaria la protección dispensada por el art. 1320
CC, puesto que se aplican directamente las normas propias del régimen de sociedad de
gananciales (arts. 1377 y 1378 CC).
9
V. en este sentido RRDGRN 9 marzo 2000 (Tol 133035), y 6 marzo 2004 (Tol 376696).
10
V. en este sentido STS 19 mayo 2000 (Tol 1570), que califica tal norma de imperativa y, por en-
de, inderogable por la voluntad de los cónyuges manifestada en una disposición testamentaria.
Pedro Chaparro Matamoros
Asimismo, el art. 1321.II CC excluye del ajuar doméstico “las alhajas, objetos
artísticos, históricos y otros de extraordinario valor”.
El art. 1322.II CC, por su parte, dispone la nulidad radical de los actos a título
gratuito sobre bienes comunes realizados sin el consentimiento del otro cónyuge.
Tal norma, no obstante, resulta reiterativa a la vista del art. 1378 CC (primer inci-
so), referido a los bienes gananciales, según el cual “Serán nulos los actos a título
gratuito si no concurre el consentimiento de ambos cónyuges”.
La citada prohibición no alcanza, sin embargo, a las liberalidades de uso relativas
a bienes gananciales, que quedan excluidas de la sanción de nulidad (art. 1378 CC,
segundo inciso).
11
Por actos de disposición sobre bienes gananciales ha de entenderse, según la STS 7 marzo 1996
(Tol 1659388), “los que afectan gravemente, con carácter duradero o extraordinario, al apro-
vechamiento de los mismos”.
12
V. a este respecto STS 22 diciembre 1992 (Tol 1662435).
13
V. en este sentido, entre muchas otras, SSTS 15 enero 2008 (Tol 1235318); 23 septiembre 2010
(Tol 1952692); y 16 abril 2012 (Tol 2538945).
La economía del matrimonio
Sin embargo, si las dudas acerca de la naturaleza del bien afectan a los here-
deros forzosos del confesante, o a los acreedores (sean de la sociedad conyugal o
14
La STS 19 diciembre 1997 (Tol 216032) afirma que los cónyuges “podrán transmitirse cual-
quier tipo de bienes, celebrando toda clase de contratos y esta transmisión no sólo operará
sobre bienes de la exclusiva pertenencia de uno de ellos, sino también podrá referirse a posibles
derechos inherentes en favor de cada cónyuge sobre su cuota ganancial”.
V. en el mismo sentido RRDGRN 10 marzo 1989 (RJ 1989, 2468); y 28 mayo 1996 (RJ 1996,
4012).
15
V. en este sentido STS 8 octubre 2004 (Tol 509279).
16
V. en este sentido STS 18 mayo 1992 (Tol 1662544).
Pedro Chaparro Matamoros
17
V. en este sentido SSTS 10 julio 1995 (Tol 1667947); 30 octubre 1996 (Tol 1658841), y 27
mayo 2005 (Tol 725229); y RDGRN 4 octubre 2010 (RJ 2010, 5274).
18
V. en este sentido RRDGRN 8 enero 2004 (RJ 2004, 2371), y 22 noviembre 2005 (Tol 775846).
19
Téngase en cuenta, no obstante, que no son capitulaciones matrimoniales las manifestaciones
vertidas en escritura notarial por los esposos cuya única finalidad es la de confirmar el régimen
económico matrimonial determinado por la Ley (v. en este sentido RRDGRN 22 noviembre
2005 (Tol 775846), y 5 mayo 2011 (JUR 2012, 147877).
20
V. en este sentido SSTS 7 noviembre 1990 (Tol 1729549); 6 junio 1994 (Tol 1664979), y 20
marzo 2000 (Tol 2288987).
21
V. en este sentido STS 4 febrero 1995 (Tol 1666991).
La economía del matrimonio
22
V. en este sentido STS 18 junio 2012 (Tol 2572135).
23
V. en este sentido STS 14 febrero 1986 (Tol 1735028).
Pedro Chaparro Matamoros
Por otra parte, constituyen una donación condicional a la vista del art. 1342
CC, según el cual, pueden ser objeto de ineficacia sobrevenida si el matrimonio no
llegara a contraerse en el plazo de un año desde que se realizaron.
Son donaciones propter nuptias, por ejemplo, los regalos de boda. Tradicionalmente,
la donación propter nuptias por excelencia era la constitución de la dote, a cargo del
padre de la futura esposa. Un caso especial lo constituye la donación de un inmueble
24
V. en este sentido STS 5 junio 2000 (Tol 171689).
Pedro Chaparro Matamoros
25
V. en este sentido SSTS 6 febrero 1954 (RJ 1954, 689), y 23 junio 1960 (RJ 1960, 2106).
26
La STS 30 enero 2004 (Tol 348563) sostiene que las donaciones propter nuptias son “dona-
ciones que por realizarse «antes de celebrarse» el matrimonio, nunca pueden calificarse como
bienes gananciales (arts. 1344 y 1345 del Código Civil) y así lo establece el art. 1339”. Por
tanto, los bienes donados pertenecerán con carácter privativo a ambos cónyuges.
La economía del matrimonio
Por su parte, el art. 1340 CC consagra una regla especial en materia de evic-
ción o vicios ocultos de la cosa donada. A diferencia de lo proclamado en el art.
638 CC, según el cual el donante no está obligado al saneamiento de lo donado
(salvo si la donación fuera onerosa), el art. 1340 CC obliga a sanear por evicción
o vicios ocultos al que diere o prometiere por razón de matrimonio, si hubiere ac-
tuado con mala fe (es decir, sin advertir al donatario de la concurrencia de causas
que determinan la evicción de la cosa donada, o de que ésta padece de defectos
no manifiestos).
27
V. a este respecto la STS 6 abril 2000 (Tol 1516).
Pedro Chaparro Matamoros
Por otra parte, la donación devendría ineficaz desde el momento en que el matri
monio no pudiera celebrarse, y ello aunque no hubiese transcurrido el plazo de un año.
Especialmente, por muerte de uno de los futuros esposos.
V. CUESTIONARIO
1.º ¿Pueden escoger libremente los cónyuges el régimen económico matrimonial? En caso de tener
algún límite, ¿de cuál/cuáles se trata?
2.º ¿Puede afectar la modificación del régimen matrimonial a los derechos ya adquiridos por terceros?
¿Desde qué momento tiene efectos respecto a las relaciones económicas del matrimonio en el futu-
ro?
3.º ¿En qué consiste el beneficio de las litis expensas? ¿Cómo debe ser interpretado en la actualidad?
4.º ¿Cómo responden los bienes de los cónyuges frente a las deudas contraídas en el ejercicio de la
potestad doméstica?
5.º ¿Qué consecuencias tiene la falta de consentimiento por uno de los cónyuges en el supuesto de
disposición de la vivienda habitual? Diferencie entre los supuestos que pueden producirse.
6.º ¿Cómo juega la confesión de que un bien es privativo en el caso de que las dudas sobre su pertenen-
cia afecten a los acreedores de la sociedad conyugal?
28
V. a este respecto STS 5 noviembre 1993 (Tol 1663478).
La economía del matrimonio
7.º ¿Son válidas las capitulaciones matrimoniales que no consten en escritura pública? ¿Y las disposicio-
nes que no tengan naturaleza capitular?
8.º ¿Qué especialidad tienen, respectivamente, las capitulaciones matrimoniales otorgadas por meno-
res no emancipados y por incapacitados judicialmente?
9.º ¿Afecta en alguna medida a las capitulaciones otorgadas el hecho de que, en el plazo de un año, no
llegue a contraerse el matrimonio? ¿Y a las donaciones propter nuptias?
10.º ¿Qué ocurre si la cosa donada por razón de matrimonio padece de vicios ocultos? ¿En qué caso res-
pondería el donante?
Cuestiones
1. ¿Pueden pactar dicho régimen sin el concurso y consentimiento de sus padres o tutores? Justifique
su respuesta. ¿Sucede lo mismo si pactan un régimen no previsto legalmente?
2. ¿Qué ocurre con las capitulaciones si en el plazo de un año no contraen el matrimonio proyectado?
Cuestiones
1. ¿Qué ocurre con tales regalos si el matrimonio no se celebra en el plazo de un año?
2. ¿A qué régimen de pertenencia estarán sometidos los bienes recibidos por los cónyuges?
frecuentes en la vida práctica del Derecho de familia (F. LLEDÓ YAGÜE, A. SÁNCHEZ SÁNCHEZ
y O. MONJE BALSAMEDA) vol. 1: Parte sustantiva, Madrid, 2011; MUÑIZ ESPADA, E.: “El
valor y la eficacia del régimen económico matrimonial primario”, RJN, núm. 44, 2002, pp. 187 y
ss.; ROMÁN GARCÍA, A.: El matrimonio y su economía. Régimen económico matrimonial legal
y regímenes convencionales, Madrid, 2004; SIRVENT GARCÍA, J.: Las donaciones por razón de
matrimonio en el Código Civil, Valencia, 2003; TAMAYO CARMONA, J.A.: Protección jurídica de
la vivienda habitual de la familia y facultades de disposición, Cizur Menor, 2003.
Lección 9
La sociedad legal de gananciales
I. CONCEPTO
El art. 1344 CC establece que “Mediante la sociedad de gananciales se hacen
comunes para el marido y la mujer las ganancias o beneficios obtenidos indistin-
tamente por cualquiera de ellos, que les serán atribuidos por mitad al disolverse
aquélla”.
Ha sido muy discutida la naturaleza jurídica de la sociedad de gananciales. Actual
mente, la tesis dominante en la doctrina y la jurisprudencia es la de que se trata de una
comunidad en mano común o de tipo germánico, pues, a diferencia de lo que ocurre
en la comunidad ordinaria, prevista en el CC, cada uno de los bienes comunes no está
atribuido individualmente por cuotas a uno u otro cónyuge, al recaer la cotitularidad
sobre la masa patrimonial, ni tampoco el cónyuge cotitular puede transmitir su parte a
un tercero porque no la tiene, ni cada uno de los cotitulares puede a su arbitrio imponer
la división de las cosas comunes.
1
V. a este respecto STS 7 junio 2007 (Tol 1092865).
José Ramón de Verda y Beamonte
II. CONSTITUCIÓN
Conforme al art. 1.345 CC, “La sociedad de gananciales empezará en el mo-
mento de la celebración del matrimonio o, posteriormente, al tiempo de pactarse
en capitulaciones”.
Por tanto, en el Derecho común la sociedad de gananciales rige siempre que, en
capitulaciones matrimoniales, los contrayentes no hayan optado por otro régimen
distinto, antes de casarse o posteriormente, vigente el matrimonio.
Hay que recordar que, como ya se ha dicho en el capítulo precedente, el
cambio de régimen económico debe constar en el Registro Civil para proteger
los actos que se realicen frente a terceros y, si la modificación afectare a inmue-
bles, se tomará razón en el Registro de la Propiedad (art. 1.333 CC, arts. 32 y
34 LH).
También la sociedad de gananciales puede constituirse, cuando, tras producirse la
disolución por haber pedido un acreedor el embargo de bienes gananciales por deudas
privativas de uno de los cónyuges, en el plazo de tres meses, el cónyuge del deudor opte
en documento público por el comienzo de una nueva sociedad de gananciales (art. 1374
en relación con el art. 1373 CC).
2º) “Los que adquiera después por título gratuito” (art. 1346.2 CC).
Esta mención incluye los bienes que cada cónyuge, después de casado, adquie-
ra, p. ej., de sus padres, por donación y por sucesión hereditaria, como herencia
o legado.
Esta regla hay que complementarla con lo dispuesto en los arts. 1339 CC y 1353.3º
CC, que establecen, respectivamente, el carácter ganancial de las donaciones que se
hicieran a ambos cónyuges por razón del matrimonio, salvo que el donante hubiera
dispuesto otra cosa, e igualmente dicha naturaleza a los bienes donados o dejados en
testamento a los cónyuges conjuntamente y sin especial designación de partes, constante
la sociedad, siempre que la liberalidad fuere aceptada por ambos y el donante o testador
no hubiere dispuesto lo contrario.
2
Los bienes adquiridos con anterioridad tendrán el carácter de privativos y los adquiridos por
donación propter nupcias. Cuando se haya donado conjuntamente a ambos esposos les co-
rresponderá en proindiviso ordinario a ambos, salvo disposición en contrario del donante (art.
1339 CC).
José Ramón de Verda y Beamonte
2.º “Los frutos, rentas o intereses que produzcan tanto los bienes privativos
como los gananciales” (art. 1374.2º CC), p.ej., los frutos de un campo, los alqui-
leres percibidos por el arriendo de una casa o los intereses de una cuenta bancaria.
Son gananciales los frutos percibidos por el cónyuge propietario aún antes de detraer
los gastos y cargas de producción que se consideren cargas de la sociedad de ganancia
les.
3
V. a este respecto STS 24 enero 2008 (Tol 1245336).
José Ramón de Verda y Beamonte
4
V. a este respecto STS 26 febrero 2002 (Tol 2729959).
La sociedad legal de gananciales
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la atribución voluntaria del carác-
ter ganancial a un bien no impedirá, en su caso, el nacimiento de un derecho de
reembolso del valor satisfecho a costa del caudal propio de uno de los cónyuges,
mediante el reintegro de su importe actualizado al tiempo de la liquidación (art.
1358 CC)
5
La jurisprudencia registral permite también atribuir carácter privativo a bienes que inicial-
mente estaban inscritos como gananciales, si bien justificando su admisión, no por la vía del
art. 1353 CC, sino por la del art. 1323 CC, en virtud de que dicho pacto implica un desplaza-
miento patrimonial, dando lugar con ello a un negocio de atribución patrimonial, que requiere
la previa justificación de la causa que lo motive. V. en este sentido RRDGRN 25 septiembre
1990 (Tol 888660), 11 junio 1993 (Tol 710235) y 17 de abril de 2002 (Tol 156960); y, en el
contrario, SAP de Madrid (Sección 24ª), de 10 octubre de 2011.
6
V. a este respecto STS 26 junio 2007 (Tol 1106830).
7
V. a este respecto STS 13 julio 2009 (Tol 1577974).
8
V. a este respecto STS 29 febrero 2008 (Tol 1347136).
José Ramón de Verda y Beamonte
Según resulta del art. 1324 CC, la confesión del cónyuge no adquirente res-
pecto del carácter privativo de la adquisición será bastante entre cónyuges para
destruir la presunción ex art. 1361 CC, pero, por sí sola no perjudicará a los
herederos forzosos del confesante, ni a los acreedores, sean de la comunidad o de
cada uno de los cónyuges9.
Obsérvese, por tanto, que la confesión produce únicamente efectos inter partes, por
lo que al fallecimiento del confesante, al adquirente le incumbe demostrar el carácter
ganancial del bien.
9
V. en este sentido STS 18 mayo 1992 (Tol 1662544).
La sociedad legal de gananciales
Como regla general, el art. 1362 CC dispone que son de cargo de la sociedad
de gananciales los gastos que se originen por alguna de las siguientes causas:
10
V. en este sentido STS 5 noviembre 2008 (Tol 1401729).
11
V. en este sentido STS 30 enero 2008 (Tol 1256809).
12
V. en este sentido STS 21 septiembre 2007 (Tol 1150976).
José Ramón de Verda y Beamonte
13
En este mismo sentido, de ser considerada deuda privativa, cuando la herencia sea aceptada sin
beneficio de inventario, por persona casada y no concurra el otro cónyuge, prestando su con-
La sociedad legal de gananciales
b) Deudas contraídas por uno de los cónyuges, que, además, sean deudas de la
sociedad de gananciales
A tenor del art. 1369 CC, “De las deudas de un cónyuge que sean, además,
deudas de la sociedad responderán también solidariamente los bienes de ésta”.
La cuestión es entonces determinar cuándo una deuda es de la sociedad, para
lo cual hay que acudir al art. 1365 CC.
c) Obligaciones extracontractuales
“Las obligaciones extracontractuales de un cónyuge, consecuencia de su actua-
ción en beneficio de la sociedad conyugal o en el ámbito de la administración de
los bienes, serán de la responsabilidad y cargo de aquélla, salvo si fuesen debidas
a dolo o culpa grave del cónyuge deudor” (art 1366 CC).
Por lo tanto, salvo estos dos últimos casos, según la regla jurisprudencial apli-
cable en materia de responsabilidad extracontractual, cuando hay una pluralidad
de deudores, responderán solidariamente los bienes gananciales y los privativos
del autor del hecho dañoso.
sino como una excepción a dicho principio, que de modo expreso quiere indicar que
la responsabilidad de la sociedad de gananciales queda limitada a la deuda aplazada.
En este sentido se abre el interrogante sobre el sentido que cabe atribuir al precepto
y sobre el carácter que debe atribuirse a esta sujeción del bien.
La doctrina ha sostenido distintas posiciones, entre la que debe destacarse, por las
razones expuestas, que su aplicación sólo debe restringirse a las adquisiciones por precio
aplazado en que la obligación no incumbe a la sociedad de gananciales sino al cónyuge
que realizó la adquisición sin consentimiento mientras el bien siga en el seno de la so
ciedad, lo que redunda en que no disminuyan las garantías del acreedor, como señalan
posteriormente los arts. 1401 y 1402 CC. Por eso, quizás la pretensión del legislador no
haya pasado de querer establecer y asegurar un orden de prelación a la hora de liquidar
los gananciales, lo que excluye que la traba del bien a responsabilidad se trate de nuevo
crédito privilegiado o garantía para el acreedor. A lo que se suma que, éste además no
está legitimado para concretar la responsabilidad de la sociedad en dicho bien.
15
Sobre los aspectos procesales del embargo de bienes gananciales v. art. 541.3 LEC.
José Ramón de Verda y Beamonte
16
V. en este sentido STS 29 abril 2004 (Tol 1665605).
17
V. en este sentido RRDGRN 16 febrero 1987 y 12 noviembre 1987.
Lección 10
La sociedad legal de gananciales (continuación)
1. El principio de cogestión
Como manifestación del principio de igualdad entre los cónyuges, el art. 1375
CC consagra el principio de cogestión, en virtud del cual: “En defecto de pacto en
capitulaciones, la gestión y disposiciones de los bienes gananciales corresponde
conjuntamente a los cónyuges, sin perjuicio de lo que se determina en los artículos
siguientes”.
José Ramón de Verda y Beamonte
1
V. en este sentido STS 22 enero 2013 (Tol 3006992).
2
V. en este sentido STS 6 febrero 2008 (Tol 1370067).
La sociedad legal de gananciales (continuación)
C) Gastos urgentes
Para realizar gastos urgentes de carácter necesario, aun cuando sean extraor-
dinarios, bastará el consentimiento de uno solo de los cónyuges (art. 1386 CC).
F) Liberalidades de uso
Cada cónyuge podrá realizar con los bienes gananciales liberalidades de uso
(art. 1378 CC).
3
V. a este respecto STS 23 septiembre 2010 (Tol 1952692).
La sociedad legal de gananciales (continuación)
4
V. a este respecto STS 28 abril 2010 (Tol 1854316).
5
V. a este respecto STS 5 julio 2012 (Tol 2593201).
José Ramón de Verda y Beamonte
C) La separación legal
La tercera de las causas de disolución es la separación legal de los cónyuges,
pues la misma produce “la suspensión de la vida común de los casados y cesa la
posibilidad de vincular bienes del otro cónyuge en el ejercicio de la potestad do-
métisca” (art. 83.I CC).
Los efectos de la disolución se producirán “desde la firmeza de la sentencia o
decreto que así la declare o desde la manifestación del consentimiento de ambos
cónyuges otorgado en escritura pública” (art. 83.II CC, redactado por la disposi-
ción final primera, 19, de la Ley 15/2015).
Como, desde dicho momento, la sociedad se disuelve, pero, a diferencia de lo
que acontece con el divorcio, el matrimonio persiste, las normas que habrá que
aplicar serán las correspondientes al régimen de separación, como dispone el art.
1435.3º CC.
Hay que tener en cuenta que, bajo la vigencia del art. 1392.3º CC (anterior a la refor
ma de 2015), el cual solo se refería a la separación judicial) la interpretación dominante
José Ramón de Verda y Beamonte
6
V. en este sentido SSTS 3 febrero 2006 (Tol 839278) y 21 febrero 2008 (Tol 1294063).
7
No obstante, la separación durante un largo periodo de tiempo ha sido un impedimento para
considerar gananciales los bienes adquiridos en esa época. V. en este sentido STS 23 diciembre
1992 (Tol 1662335).
La sociedad legal de gananciales (continuación)
Hay pues que acudir al art. 1373.I CC: En este caso, aunque cada cónyuge res-
ponde con su patrimonio personal de las deudas propias, si sus bienes privativos
no fueran suficientes para hacerlas efectivas, el acreedor podrá pedir el embargo
de bienes gananciales, que será inmediatamente notificado al otro cónyuge, pu-
diendo éste exigir que en la traba se sustituyan los bienes comunes por la parte
que ostenta el cónyuge deudor en la sociedad conyugal, en cuyo caso el embargo
llevará consigo la disolución de este régimen.
En todos estos supuestos enumerados en el art. 1393 CC los efectos de la di-
solución se producirán desde la fecha en que se acuerde. De seguirse pleito sobre
la concurrencia de la causa de disolución, iniciada la tramitación del mismo, se
practicará el inventario, y el Juez adoptará las medidas necesarias para la ad-
ministración del caudal, requiriéndose licencia judicial para todos los actos que
excedan de la administración ordinaria (art. 1394 CC).
8
V. a este respecto STS 23 diciembre 1993 (Tol 1663562).
9
V. en este sentido STS 14 febrero 2013 (Tol 3055818).
10
V. en este sentido STS 25 febrero 2011 (Tol 2055460).
José Ramón de Verda y Beamonte
1. El inventario
La liquidación comenzará por un inventario del activo y pasivo de la sociedad
(art. 1396 CC).
Puede darse finalmente el caso de que antes de haber liquidado la sociedad de ga
nanciales de un matrimonio anterior, se hayan contraído nuevas nupcias. En este caso, el
art. 1409 CC establece que siempre que haya de ejecutarse simultáneamente la liquida
ción de gananciales de dos o más matrimonios contraídos por una misma persona para
determinar el capital de cada sociedad se admitirá toda clase de pruebas en defecto de
inventarios. En caso de duda se atribuirán los gananciales a las diferentes sociedades
proporcionalmente, atendiendo al tiempo de su duración y a los bienes o ingresos de los
respectivos cónyuges.
11
No es necesario hacer inventario cuando se trate de un solo bien. V. en este sentido STS 1 julio
1991.
12
El CC no señala cuándo el inventario está bien hecho o no, pero la remisión genérica que reali-
za el art. 1410, en relación con el art. 1402, permite deducir que en los supuestos contenciosos
habrá que acudir a la LEC y en los no contenciosos a las normas sobre aceptación de herencia
a beneficio de inventario. V. en este sentido STS 12 junio 2009 (Tol 1547674).
Igualmente, como el CC no tiene establecida ninguna regla sobre la valoración del patrimonio
que integra la sociedad legal de gananciales, ni tampoco sobre el momento al que debe remitir-
se su valoración, si los cónyuges han dispuesto algún criterio habrá que estar al mismo siempre
que sea objetivo y se siga para todos los bienes. En el caso de inexistencia de acuerdo sobre el
avalúo, la doctrina y la jurisprudencia se muestran conformes en que el momento debe ser el
referido al momento en que se practique la liquidación. Sin embargo, en el caso de que medie
un periodo de tiempo entre la liquidación y la partición efectiva, se tomará como referencia la
fecha en que se realice ésta última.
13
V. a este respecto STS 28 mayo 2008 (Tol 1340449).
14
V. a este respecto STS 28 abril 2011 (Tol 2109344).
La sociedad legal de gananciales (continuación)
bienes privativos cuando su restitución deba hacerse en metálico por haber sido gastados
en interés de la sociedad. Igual regla se aplicará a los deterioros producidos en dichos bie
nes por su uso en beneficio de la sociedad. 3. El importe actualizado de las cantidades que,
habiendo sido pagadas por uno solo de los cónyuges, fueran de cargo de la sociedad y, en
general, las que constituyan créditos de los cónyuges contra la sociedad” (art. 1398 CC).
2. El avalúo
Todos los bienes que integren el activo como las partidas del pasivo deben ser
evaluadas.
A falta de norma expresa que determine el momento en que deba realizarse, el
momento que se tome en consideración será cuando se practique la liquidación.
A tenor del art. 1401.I CC, “Mientras no se hayan pagado por entero las deu-
das de la sociedad, los acreedores conservarán sus créditos contra el cónyuge deu-
dor”; y, como ya se ha dicho, “El cónyuge no deudor responderá [exclusivamente]
con los bienes que le hayan sido adjudicados, si se hubiere formulado debidamen-
te inventario judicial o extrajudicial”; en otro caso, responderá también con los
bienes propios de las deudas contraídas por el otro cónyuge.
“Si como consecuencia de ello resultare haber pagado uno de los cónyuges
mayor cantidad de la que le fuere imputable, podrá repetir contra el otro” (art.
1401.II CC).
“Los acreedores de la sociedad de gananciales tendrán en su liquidación los mismos
derechos que le reconocen las Leyes en la partición y liquidación de las herencias”
(1402 CC).
José Ramón de Verda y Beamonte
5. Las adjudicaciones
“Hechas las deducciones en el caudal inventariado que prefijan los artículos
anteriores, el remanente constituirá el haber de la sociedad de gananciales, que
se dividirá por mitad entre los cónyuges o sus respectivos herederos” (art. 1405
CC15).
“Si uno de los cónyuges resultare en el momento de la liquidación acreedor
personal del otro, podrá exigir que se le satisfaga su crédito adjudicándole bienes
comunes, salvo que el deudor pague voluntariamente” (art. 1406 CC).
La regla general es que la adjudicación se realizará conforme a las normas de
partición de la herencia (arts. 1410 y 1061 CC), si bien con las excepciones se-
ñaladas en el art. 140616, que establece una serie de supuestos de adjudicaciones
preferenciales en favor de los cónyuges.
Así, conforme al art. 1406 CC, “Cada cónyuge tendrá derecho a que se incluyan
con preferencia en su haber, hasta donde éste alcance: 1.º Los bienes de uso personal
no incluidos en el número 7 del artículo 1346. Los bienes de uso personal que sean de
extraordinario valor [es decir, las ropas y objetos de uso personal que no sean de ex
traordinario valor, pues si lo son, ya tienen carácter privativo, en virtud de lo dispuesto
en dicha norma]. 2.º La explotación económica que gestione efectivamente. 3.º El local
donde hubiese venido ejerciendo su profesión. 4.º En caso de muerte del otro cónyuge,
la vivienda donde tuviese la residencia habitual”.
El art 1407 CC precisa que “En los casos previstos en los anteriores apartados 3º y
4º, podrá el cónyuge pedir, a su elección, que se le atribuyan los bienes en propiedad o
que se constituya sobre ellos a su favor un derecho de uso o habitación. Si el valor de los
bienes o el derecho superara al haber del cónyuge adjudicatario, deberá éste abonar la
diferencia en dinero”. En este caso, la doctrina es partidaria de seguir el criterio estable
cido en el art. 1.431 CC para el régimen de participación.
15
En cuanto a las normas que regulan el procedimiento, hay que estar a lo dispuesto en los arts.
807 a 810 LEC.
16
V. en este sentido STS 9 mayo 2008 (Tol 1331055).
La sociedad legal de gananciales (continuación)
tuviere, salvo que el carácter privativo del bien resultare de la partición de la he-
rencia” (art. 95.4 RH).
“Si la justificación o confesión de privatividad se refiriese solamente a una parte del
precio o contraprestación, la inscripción se practicará a nombre del cónyuge a cuyo
favor se haga aquélla en la participación indivisa que se indique en el título y a nombre
de uno o ambos cónyuges, según proceda, para su sociedad de gananciales, en la parti
cipación indivisa restante del bien adquirido” (art. 95.5 RH)17.
17
“La justificación o confesión de la privatividad hechas con posterioridad a la inscripción se
harán constar por nota marginal. No se consignará la confesión contraria a una aseveración o
a otra confesión previamente registrada de la misma persona” (art. 95.6 RH).
18
V. a este respecto RRDGRN 28 marzo y 15 abril 1983.
José Ramón de Verda y Beamonte
IX. CUESTIONARIO
1.º ¿Cuántas masas existen en el régimen de gananciales?
2.º ¿Cuáles son los bienes privativos?
3.º ¿Cuáles son los bienes gananciales?
4.º ¿Cuándo responde la masa ganancial frente a las deudas?
5.º ¿Cuál es el régimen de gestión en el régimen de gananciales?
6.º ¿Cuándo se presume el carácter ganancial de un bien?
7.º ¿En qué consiste la confesión de ganancialidad?
8.º ¿Cuáles son las causas por las que se puede liquidar la sociedad de gananciales?
9.º ¿Cuáles son los bienes de adquisición preferente para cada cónyuge?
10.º ¿Qué se requiere para que, vigente la sociedad de gananciales, pueda anotarse en el Registro de la
Propiedad embargo sobre bienes comunes?
X. CASO PRÁCTICO
1.º Supuesto de hecho
Don Eloy nació en Granada, en 1960. En 1976 emigró a Barcelona, donde hizo vida independiente con
el consentimiento de sus padres. En fecha 5 de junio de 1986 contrajo matrimonio con Nuria, una joven
catalana de 20 años, trasladándose al año siguiente a vivir a Albacete. En 1996 se separaron judicialmente
y en el 2008 se divorciaron. El matrimonio vivía de la explotación de un negocio de carnicería en Albacete,
que explotaba Don Eloy con el único hijo de la pareja, llamado Luís, que formaba parte del edificio donde
vivía la familia con sus suegros, construido sobre un solar propiedad de éstos últimos. Las discrepancias
entre los cónyuges motivaron que se presentara una demanda con el fin de proceder a la liquidación y
adjudicación de los bienes, encontrándose con las siguientes cuestiones previas a dilucidar.
Cuestiones
1. ¿Cuál era el régimen económico matrimonial que les correspondía?
2. ¿Cómo debía procederse a la liquidación y adjudicación de los bienes?
19
V. a este respecto RDGRN 12 noviembre 1987 (RAJ 1987, 8735).
La sociedad legal de gananciales (continuación)
I. RASGOS CARACTERÍSTICOS
El régimen de separación se encuentra regulado en los artículos 1435 a 1444
CC, en el Capítulo VI, del título III, del Libro IV, que lo contempla como un régi-
men convencional o supletorio de segundo grado.
A diferencia de los regímenes basados en un sistema de comunidad, éste se ca-
racteriza porque cada cónyuge conserva la titularidad de los bienes que le pertene-
cen en el momento inicial de su constitución, así como de todos los que adquiera
con posterioridad por cualquier título sin que exista comunicación de bienes.
Igualmente, cada cónyuge también goza de la libre administración, disfrute y
disposición de los bienes, de lo que deriva que cada uno de ellos deba responder
de las deudas que haya contraído personalmente con su propio patrimonio (arts.
1437 y 1440 CC).
II. ESTRUCTURA
1. Iniciación
Existirá separación de bienes entre los cónyuges: cuando lo hubiesen conve-
nido de esta forma en capitulaciones matrimoniales, sin que tenga trascendencia
que éstas se estipulen antes o durante la vigencia del matrimonio; cuando los
consortes hubieren pactado en capítulos matrimoniales su voluntad contraria a
someter su economía conyugal a las reglas de la sociedad legal de gananciales,
pero no hubiesen expresado el régimen por el que optaban y, finalmente, cuando
se extinga durante el matrimonio la sociedad de gananciales o el régimen de par-
ticipación, salvo que por voluntad de los interesados fuesen sustituidos por otro
régimen distinto.
María José Reyes López
También incumbe a ambos cónyuges el ejercicio de las potestades que les co-
rresponde ejercitar en interés de la familia y, en especial, de la potestad doméstica.
A este respecto, el art. 1440 remite en su regulación, al régimen establecido en los
arts. 1319 y 1438, por lo que, cualquiera de los cónyuges podrá realizar los actos
encaminados a atender las necesidades ordinarias de la familia, encomendadas a
su cuidado, conforme al uso del lugar y a las circunstancias de la misma.
María José Reyes López
2. Administración y gestión
Siendo consciente el legislador de que en la vida real la confusión de patrimo-
nios suele darse con mucha frecuencia, el propio régimen económico sale al paso
estableciendo que si uno de los cónyuges hubiese administrado o gestionado bie-
nes o intereses del otro tendrá las mismas obligaciones y responsabilidades de un
mandatario pero no tendrá obligación de rendir cuentas de los frutos percibidos
y consumidos salvo cuando demuestre que los invirtió en atenciones distintas al
levantamiento de las cargas del matrimonio (art. 1439 CC).
La doctrina justifica esta redacción en el particular carácter de las relaciones
entre cónyuges, que basadas en una relación de afecto y confianza, hacen que, en
principio, se considere que sobrepasa los límites de la buena fe exigir consenti-
mientos expresos para situaciones que normalmente se realizan sin necesidad de
exigir una conformidad explícita en cada caso.
3. Ámbito de responsabilidad
Íntimamente ligado con el principio de separación de titularidades se encuen-
tra el principio de separación de responsabilidades. A este respecto, el artículo
1440.1º CC establece que las obligaciones contraídas por cada cónyuge serán de
su exclusiva responsabilidad.
En cuanto a las obligaciones contraídas en el ejercicio de la potestad doméstica
ordinaria responderán ambos cónyuges en la forma determinada por los artículos
1319 y 1438 de este Código.
Con relación a las obligaciones surgidas con ocasión del pago de las cargas
familiares, los cónyuges no están legitimados para obligar subsidiariamente los
bienes del otro cuando atiende al sostenimiento de las cargas matrimoniales sino
solamente cuando el gasto no sea excesivo y pueda ser calificado de necesidad
ordinaria de la familia, lo que hará preciso determinar el nivel de vida, así como
sus recursos económicos y, finalmente, la buena fe de los terceros que reclamen
su pago. Para estos últimos, el sistema de responsabilidad previsto en el artículo
El régimen de separación de bienes
1319 CC seguirá vigente ya que, vinculado con el art. 69, se presume que los
cónyuges viven juntos y solamente cesa la posibilidad de supeditar los bienes del
otro cónyuge cuando se haya admitido la demanda o se haya dictado la sentencia
de separación.
La responsabilidad establecida en el artículo 1319 CC es subsidiaria y también
in solidum puesto que el cónyuge no deudor responderá con sus propios bienes
si el otro no tiene suficiente para el importe íntegro de la deuda contraída en el
ejercicio de la potestad doméstica.
En cualquier caso, las obligaciones contraídas por cada cónyuge serán de su
exclusiva responsabilidad.
1
V. SAP Murcia 14 junio 2012 (Tol 2590411).
María José Reyes López
V. EXTINCIÓN Y LIQUIDACIÓN
El régimen se extingue cuando los cónyuges convienen otro distinto por capi-
tulaciones matrimoniales o por extinción de la sociedad conyugal.
En ningún caso, la separación de bienes decretada se alterará por la reconci-
liación de los cónyuges en caso de separación personal o por la desaparición de
cualquiera de las demás causas que la hubiesen motivado.
No obstante, los cónyuges pueden acordar en capitulaciones que vuelvan a regir
las mismas reglas que antes de la separación de bienes. En este caso, harán constar
en las capitulaciones los bienes que cada uno aporte de nuevo y se considerarán és-
tos privativos, aunque, en todo o en parte, hubieren tenido carácter ganancial antes
de la liquidación practicada por causa de la separación (art. 1444 CC).
Aunque en principio pudiera pensarse que este régimen no requiere realizar
una liquidación puesto que los patrimonios han permanecido independientes,
también precisará hacer la pertinente liquidación en situaciones en las que haya
mediado una situación de indivisión real o presunta; en las que proceda hacer la
liquidación definitiva de la contribución de cada uno a las cargas del matrimonio,
así como en las que sea necesario señalar la compensación a que tiene derecho el
cónyuge que trabajó para la casa (art. 1438 CC) o abonar el valor de los bienes
de uno gastados en interés del matrimonio y, en general, de dar fin a las cuentas
realizadas por el matrimonio.
VI. CUESTIONARIO
1.º ¿Cuándo se aplica este régimen?
2.º ¿En qué situaciones el régimen de separación puede sustituir al régimen de gananciales?
3.º ¿Cuándo actúa como supletorio del régimen de participación?
4.º ¿Qué significa qué es un régimen convencional?
5.º ¿Qué significa qué es un régimen de segundo grado?
6.º ¿Cuál es el criterio en la administración y gestión de los bienes?
7.º ¿Cuál es el criterio de responsabilidad entre los cónyuges?
8.º ¿Qué valor tienen las tareas domésticas?
9.º ¿Cuándo se pueden computar?
10.º ¿Tiene que ser por mitad la aportación al sostenimiento de las cargas del matrimonio?
al no haber realizado adquisiciones de modo conjunto. Dña. Soledad reclama sin embargo una pensión
de alimentos de 300 Euros al mes y la cantidad de 30.000 Euros porque durante dicho tiempo no trabajó,
dedicándose en exclusiva al cuidado de su hogar y a ayudar a su esposo en su trabajo.
Cuestiones
1. ¿Puede oponerse D. Francisco a esta pretensión?
2. ¿Qué valor tiene el trabajo dedicado al hogar?
3. ¿Debería computarse este trabajo como aportación al sostenimiento de las cargas del matrimonio?
I. INTRODUCCIÓN
Este régimen se caracteriza porque durante su vigencia actúa según los meca-
nismos propios del régimen de separación de bienes. Según preceptúa el artículo
1412 CC, corresponde a cada cónyuge, la administración, el disfrute y la libre
disposición tanto de los bienes que le pertenecían en el momento de contraer
matrimonio como de los que adquiera por cualquier título. Igualmente, para los
supuestos no previstos expresamente, se aplicarán las normas relativas al régimen
de separación de bienes, como régimen supletorio.
Su peculiaridad consiste en que en el momento de su disolución se configura
una comunidad ficticia que sólo tiene relevancia a efectos meramente contables,
lo que se traduce en el nacimiento de un eventual derecho de crédito que nace a
favor de uno sólo de los cónyuges, que es el que menos ha ganado, frente al que
más se ha beneficiado, para conseguir, al final, una equiparación en las ganancias
obtenidas durante el tiempo que el régimen haya estado vigente; y que en el mo-
mento de su extinción nace un derecho de crédito que da derecho al cónyuge que
menos beneficios haya obtenido a participar en la diferencia entre las ganancias
obtenidas por cada uno de ellos.
Puede optarse por dicho régimen antes de contraer matrimonio o constante
el mismo, estipulándolo en capitulaciones matrimoniales, ya que se trata de un
régimen convencional.
II. ESTRUCTURA
En principio, cada cónyuge conserva la administración y el pleno dominio so-
bre los bienes que le pertenecían en el momento de sujetarse a dicho régimen y de
los que adquiera posteriormente.
Durante su vigencia, los cónyuges mantienen sus patrimonios separados, por
lo que cuando éste concluye sólo existen patrimonios privativos regidos por el ré-
María José Reyes López
2. Valoración
Una vez realizada dicha operación los bienes constitutivos del patrimonio ini-
cial se estimarán según el estado y valor que tuvieran al iniciar el régimen o, en
su caso, al tiempo en que fueron adquiridos, teniendo siempre en cuenta que el
importe de estimación deberá actualizarse el día en que el régimen haya cesado
(art. 1412 CC).
La evaluación de los bienes pertenecientes al patrimonio inicial requiere que
se aprecie el valor que tenían en la época de contraer matrimonio y actualizar su
importe en el momento de la liquidación del régimen económico.
La evaluación de los bienes pertenecientes al patrimonio inicial comporta dos
fases.
La primera se dará en el momento en que hay que apreciar el valor que los
bienes tenían en la época de contraer matrimonio.
Esta operación de hecho es impracticable si no se ha formalizado un inventario
ya que resulta extraordinariamente complicado, sobre todo para matrimonios de
larga duración, remontarse años atrás en el tiempo para configurar un precio que
difícilmente se ajustará al valor real que tendría el bien en aquella época puesto
que ello requiere haber llevado un control adecuado de las mejoras que se hayan
María José Reyes López
introducido en el bien a fin de descontarlas, al igual que sucede con las plusvalías
que hayan repercutido sobre el valor del bien...
La segunda operación consiste en actualizar el valor del bien en el momento de
liquidar el régimen de participación.
En el caso de que uno de los cónyuges omita relacionar algún bien constitutivo
del patrimonio inicial corresponderá al otro cónyuge demostrar la existencia del
bien del que alega su existencia1.
También en el supuesto de que uno de los cónyuges quiera demostrar la sub-
sistencia en el patrimonio inicial de algún bien, le corresponderá la carga de la
prueba.
En el caso de inexistencia de prueba, se presume que el patrimonio inicial tiene
el valor: cero, por lo que todos sus bienes pasarán a formar parte del patrimonio
inicial, contabilizándose como ganancia.
Finalmente, se deducirán las obligaciones del cónyuge al empezar el régimen y,
en su caso, las sucesorias o las cargas inherentes a la donación o legado en cuanto
no excedan de los bienes heredados o donados (art. 1419 CC).
Como puede apreciarse la función de este patrimonio es meramente contable
ya que tiende a fijar las ganancias de cada cónyuge partiendo de la premisa de que
éste es el valor que debe restarse al patrimonio final para determinar las ganancias
de cada uno de los cónyuges durante la vigencia del régimen, de forma tal que si
no se pueden computar ganancias se entiende que no existe patrimonio inicial. A
esta razón atiende que se declare que si el pasivo es superior al activo no habrá
patrimonio inicial.
1
Este es el supuesto que resolvió la SAP Islas Baleares 30 noviembre 2004 (Tol 663792), que
dilucidaba la composición del patrimonio inicial del esposo de un matrimonio contraído en
Hanau (Alemania) en 1987, del que posteriormente se solicitó el divorcio en España en 1999.
El régimen de participación
matrimonio siempre que éstos existieran todavía, así como aquellos que proba-
blemente hubieran podido adquirir durante el transcurso del matrimonio y, en su
caso, los frutos de dichos bienes.
Se incluirá también el valor de los bienes que el cónyuge hubiese dispuesto a
título gratuito, salvo si se hizo con el consentimiento del consorte o se tratase de
liberalidades de uso (art. 1423 CC) y el valor perdido o no ingresado en el patri-
monio a consecuencia de los actos realizados en fraude los derechos del otro, apli-
cándose la misma regla respecto de los actos realizados por uno de los cónyuges
en fraude de los derechos del otro (art. 1424 CC).
Del patrimonio final se tendrán que deducir las obligaciones contraídas por
algún cónyuge pero que aún no hayan sido satisfechas (art. 1422 CC in fine).
Con relación a este supuesto es necesario hacer mención al crédito concedido
por uno de los cónyuges a su consorte. A este respecto, en el patrimonio final del
cónyuge acreedor se deberán computar también los créditos concedidos al otro
cónyuge, deduciéndose éstos a su vez del patrimonio del cónyuge deudor (art.
1426 CC).
2. Evaluación
Los bienes constitutivos del patrimonio final se estimarán según el estado y
valor que tuvieran en el momento de la terminación del régimen y los enajenados
gratuita o fraudulentamente, conforme al estado que tenían el día de la enajena-
ción y por el valor que hubieran tenido si se hubiesen conservado hasta el día de
la terminación (art. 1425 CC).
Los créditos que uno tuviera frente al otro por cualquier título, incluso por
haber atendido o cumplido obligaciones de aquél, se computarán también en el
patrimonio final del cónyuge acreedor y se deducirán del patrimonio del cónyuge
deudor exceptuando las obligaciones todavía no satisfechas (arts. 1426 y 1422
CC).
Se considera como ganancia, los incrementos de valor o las plusvalías que ha-
yan podido sufrir los bienes, repartiéndose en el momento de la liquidación del
régimen las ganancias en la proporción que hayan convenido las partes por igual
o por mitad en el supuesto de que existan descendientes no comunes (art. 1430
CC)2.
Los bienes enajenados gratuita o fraudulentamente se evaluarán por el valor
que tuvieran en el momento en que se produjo la enajenación, creando una ficción
2
Con relación a si las pensiones de jubilación deben ser computadas entre éstos, la SAP Barce-
lona 31 mayo 2005 (Tol 681652), se pronunció en sentido negativo.
María José Reyes López
V. EXTINCIÓN
Según estipula el artículo 1415 CC, este régimen se extinguirá por los mismos
casos que los previstos para la sociedad legal de gananciales, debiéndoseles apli-
car los arts. 1394 y 1395 CC y también por la irregular administración de uno de
los cónyuges si compromete gravemente los intereses del otro y a petición de éste
(art. 1416 CC).
Como respecto a los supuestos a que se refiere el artículo 1415 CC hay re-
misión expresa a las normas ya tratadas de la sociedad legal de gananciales sólo
queda remitirse a su estudio, sin embargo, con relación a este último supuesto sí
es posible añadir algunas precisiones.
Así puede observase como el artículo 1416 del CC atiende más a la forma en
cómo el cónyuge administra su patrimonio y sus negocios que a los resultados
puesto que exige que se trate de una administración continuamente negligente al
entender que el concepto de administración debe vincularse a una cierta continui-
dad.
Dicha administración deberá, además, comprometer gravemente los intereses
del otro cónyuge, lo que justifica que la extinción del régimen sólo la pueda soli-
citar el cónyuge cuyos intereses puedan ser gravemente perjudicados.
Los efectos de la disolución se producirán desde la fecha en que se acuerde.
Al respecto, es significativa la SAP de Madrid (Sección 22ª), de 19 junio 2001, que
se pronunció acerca de si la fecha de disolución del régimen de participación debe co
rresponderse con el día de la sentencia de divorcio o computarse tras un año desde la
separación de hecho, estimando que debía ser ésta última.
VI. LIQUIDACIÓN
Una vez extinguido el régimen de participación se debe proceder a concretar
las ganancias obtenidas por cada uno de los esposos, así como a determinar y
actualizar el derecho de crédito. A tal fin, la liquidación persigue determinar cuál
es el valor del crédito de participación y su satisfacción.
El régimen de participación
1. El crédito de participación
Para que surja el crédito se requiere que, al menos, uno de los cónyuges tenga
ganancias o incrementos; es decir, que la diferencia entre los patrimonios: inicial
y final de un cónyuge, arroje resultado positivo.
En el caso de que ninguno de ellos hubiese obtenido ganancias no surgirá el
derecho a participar en las ganancias del otro puesto que no las hubo. Si sólo
se dieron pérdidas, tampoco se repartirán. Finalmente, en el caso de que ambos
patrimonios finales ofrezcan resultados positivos, el crédito de participación se
constituirá sobre el que presente mayores resultados positivos.
El cálculo del crédito se hará buscando la diferencia entre el valor del patri-
monial final y el inicial, constituyéndose en acreedor el cónyuge cuyo patrimonio
final tenga menor incremento o no lo tenga.
En el caso de que ambos arrojen un resultado positivo el cónyuge tendrá dere-
cho a la mitad de la diferencia entre su propio incremento y el del otro cónyuge
(art. 1427 CC). Si sólo uno de los patrimonios ha alcanzado un incremento pa-
trimonial, el cónyuge no titular del mismo tendrá derecho a la mitad (art. 1428
CC). Para el caso de que exista descendencia no común no se podrá convenir una
participación que no sea por mitad.
nar las enajenaciones que hubieren sido hechas a título gratuito sin su consenti-
miento.
En el supuesto de que el régimen se disuelva por muerte de uno de los cónyu-
ges, los herederos del cónyuge acreedor estarán legitimados para el ejercicio de
las acciones de impugnación. Estas acciones tienen un plazo de caducidad de dos
años desde la extinción del régimen y no podrán perjudicar a los adquirentes a
título oneroso y de buena fe (art. 1434 del CC).
VIII. CUESTIONARIO
1.º ¿Cuáles son los rasgos básicos que caracterizan este régimen?
2.º ¿Qué ventajas presenta respecto al régimen de gananciales?
3.º ¿Qué inconvenientes presenta respecto al régimen de gananciales?
4.º ¿Cómo se computa el patrimonio inicial?
5.º ¿Cómo se computa el patrimonio final?
6.º ¿Qué pactos pueden convenirse?
7.º ¿Cuál es su régimen supletorio?
8.º ¿Cuándo puede imponerse el régimen de participación?
9.º ¿Cuándo un cónyuge puede ser acreedor del otro?
10.º ¿Es obligatorio hacer un inventario de los bienes?
Cuestiones
1. ¿Qué puede hacer Don Luís para defender su posición?
2. ¿Con qué acciones cuenta el cónyuge acreedor? ¿Cuál es el plazo para su ejercicio?
3. ¿Cuándo pueden perjudicar estas acciones a terceras personas?
4. ¿Cómo debería pagar el cónyuge deudor su débito?
5. ¿Qué cuota de participación pueden pactar los cónyuges en este caso?
El régimen de participación
X. BIBLIOGRAFÍA SUMARIA
ALGARRA PRATS, E.: El régimen económico-matrimonial de participación, Madrid, 2000, “Del
régimen de participación”, en El régimen económico del matrimonio. (Comentarios a Código Civil:
especial consideración de la doctrina jurisprudencial. J. RAMS ALBESA, J.A. MORENO MARTÍ-
NEZ, (Coords.), Dykinson, Madrid 2005, pp. 723-814; BALLESTER GINER, E., “El régimen de
participación en el Derecho español”, RCDI, núm. 559, 1983, p. 1375 y ss.; GÓMEZ SÁNCHEZ,
J.: “El régimen de participación matrimonial”. Iuris. Actualidad y práctica del Derecho, núm. 63,
2002, p. 64 y ss.; LANZAS GALVACHE, J.: “El régimen de participación”, RCDI, núm. 558, 1983,
p. 114 y ss.; LEÓN-CASTRO ALONSO, J.: “El régimen de participación en las ganancias: Perspec-
tivas de pasado y expectativas de futuro”, AAMN, t. 39, 1999, p. 233 y ss.; LÓPEZ PELÁEZ, P.:
“Reflexiones en torno al régimen económico matrimonial de participación en las ganancias en la
nueva legislación catalana: Su valoración en relación al Derecho común”, Act. Civ., núm. 1, 1996, p.
137 y ss.; MARTÍNEZ-PIÑEIRO CARAMÉS, E.: “El régimen económico-matrimonial de participa-
ción”, RJN, núm. 54, 2005, p. 101 y ss.; RAJOY BREY, E.: “El régimen económico matrimonial de
participación”, en AA.VV.: Regímenes económico-matrimoniales y sucesiones: (Derecho común, fo-
ral y especial) (coord. por J.L. GIMENO Y GÓMEZ LAFUENTE y E. RAJOY BREY), vol. 1, 2008.
Lección 13
El régimen económico matrimonial de la Comunidad
Valenciana (I)
cónyuges que se casaron bajo su vigencia, sin haber estipulado un régimen económico matrimonial
distinto.
Dice, así: “Nuestro pronunciamiento de inconstitucionalidad no afectará a las situaciones jurídi
cas consolidadas, pues este Tribunal entiende que si durante la vigencia de la LREMV, que ahora se
declara inconstitucional, los cónyuges sujetos al derecho civil foral valenciano no han hecho uso 28
de su facultad de capitulación, se debe a su voluntad de someterse al régimen subsidiario en primer
grado que aquélla establece. En este sentido, hay que subrayar que el derecho civil —sea el común
o el foral— es eminentemente un derecho creado por y para los particulares, que resuelve los pro
blemas que puedan surgir en sus relaciones privadas. Es el derecho de la autonomía de la voluntad
por antonomasia que surge como máxima expresión de la libertad y, por ello, es un ordenamiento
conformado en su mayor parte por normas de carácter dispositivo, es decir, primero rigen los pactos
y subsidiariamente la norma legal.
Dada la naturaleza dispositiva y la primacía de la autonomía de la voluntad que rige esta disci
plina, los particulares deben seguir alcanzando libremente sus pactos de autorregulación, sometién
dose a la reglamentación que estimen más acorde a sus intereses. Por tal motivo, rigiendo en esta
materia el principio capitular y siendo respetuoso con las libertades individuales, tras la publicación
de esta sentencia, seguirán rigiéndose por el mismo régimen económico matrimonial que hubiera
gobernado sus relaciones, salvo que su voluntad contraria sea manifestada mediante las oportunas
capitulaciones. Por lo demás, la declaración de nulidad de la LREMV no ha de afectar a las rela
ciones de los cónyuges con los terceros que, en todo caso, se regirán por el régimen matrimonial
vigente en cada momento (por todas, STC 27/2015, FJ 7)”.
1
La Ley se inscribe en un proyecto más ambicioso, que tiene como fin la elaboración de un
Código civil valenciano. En la actualidad pende sobre ella recurso de inconstitucionalidad
(núm. 9888-2007), en el que se pone en cuestión la competencia de la Comunidad Autónoma
Valenciana para legislar en materia de Derecho civil, asumida en el art. 49.1.2ª y concordantes
del EACV, redactado por LO 1/2006.
2
Aunque en el Preámbulo se apela a la recuperación del Derecho foral, redefinido para adecuar-
lo a las exigencias constitucionales y de la sociedad valenciana actual, lo cierto es que, salvo
cierta terminología autóctona (“carta de nupcias”, “germanía”), el contenido de la Ley tiene
poco que ver con los Furs.
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (I)
Conforme a los arts. 14.1 y 9.2 CC (en relación con el art. 16.3 CC y 3 EACV)
la LREMV se aplicará: 1º Cuando ambos cónyuges tengan vecindad civil valen-
ciana. 2º Si sólo uno de ellos tiene esta vecindad o residencia en la Comunidad
Valenciana, cuando ambos opten, en documento auténtico otorgado antes de ce-
lebrarse el matrimonio, por el Derecho civil valenciano como ley personal. 3º A
falta de lo anterior, cuando los cónyuges tengan su residencia habitual inmedia-
tamente posterior a la celebración del matrimonio, en la Comunidad Valenciana.
4º En defecto de tal residencia, cuando hubiesen celebrado el matrimonio en este
territorio. Los ulteriores cambios de residencia o de vecindad civil no alteran el
régimen económico del matrimonio.
En el art. 9.3 CC anida una regla especial, según la cual las capitulaciones matri
moniales serán válidas cuando sean conformes bien a la ley que rija los efectos del
matrimonio (determinada según los criterios anteriores), bien a la ley de la nacionalidad
(léase vecindad civil) o de la residencia habitual de cualquiera de las partes al tiempo
del otorgamiento.
De acuerdo con la disp. final segunda LREMV, las materias que le son propias
se rigen por: 1º La propia Ley, la costumbre, los principios generales del orde-
namiento jurídico valenciano, en materia económica matrimonial, y la doctrina
jurisprudencial civil del TSJ de la Comunitat Valenciana3. 2º El Código civil, como
Derecho supletorio.
Son principios informadores del régimen económico matrimonial los siguien-
tes:
1.º Igualdad entre los cónyuges. El art. 3 dota a este principio, anclado en la
Constitución española, de carácter básico. El art. 25 lo regula como límite del
pacto capitular. Manifestación concreta del mismo constituye el art. 7.2 LREMV,
que concuerda con el art. 71 CC, e impide a cualquiera de los cónyuges asumir
la representación del otro sin que le haya sido atribuida voluntariamente por éste
o legalmente, en la celebración de actos y negocios jurídicos, ya sea entre ellos o
con terceros, salvo los actos propios de la potestad doméstica, en que se entiende
que cada cónyuge actúa en nombre de los dos. Es decir, la representación entre
esposos se rige por las normas generales, de modo que sólo opera si uno de ellos
(de modo expreso o tácito), o la ley la confiere a su consorte.
2.º Preeminencia de la autonomía privada. El amplio margen reconocido a la
autonomía privada de los cónyuges, se manifiesta en la libertad de contratación
entre ellos (art. 7.1, equivalente al art. 1323 CC); y en la libre elección, salvo cier-
3
El alcance real de esta declaración debe relativizarse: no existen costumbres valencianas en esta
materia, los principios coinciden con los del Derecho común y la jurisprudencia del TSJ está
aún por elaborarse.
María Dolores Más Badía
4
Afección que no supone la existencia de una carga real, ni de un privilegio o prelación sobre
dichos bienes en concurrencia con otros acreedores. Lo que quiere decir es que tales bienes
responden, frente a los acreedores, solidaria e indistintamente, junto con los privativos del
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (I)
Se consideran cargas del matrimonio, de acuerdo con el art. 9, los gastos nece-
sarios para el mantenimiento de la familia, que resulten adecuados a los usos y al
nivel de vida familiar, y en especial:
a) Los gastos necesarios para cumplir el deber alimenticio: entre los cónyuges; y
de estos para con sus hijos comunes o los de cualquiera de ellos que convivan con el
matrimonio, o discapacitados, sin mayores requisitos, y para con los ascendientes que,
conviviendo o no con la familia, estén bajo su dependencia económica y/o asistencial, o
cuyos propios recursos sean insuficientes a tal fin.
b) Las atenciones de previsión, adecuadas a los usos y circunstancias de la familia,
referidas a las personas relacionadas en el apartado anterior.
c) Los gastos de adquisición, conservación y mejora de los bienes y derechos de
titularidad conjunta.
d) Los gastos de adquisición, conservación y mejora, incluidos los de gestión y de
fensa, de los bienes de titularidad privativa de alguno de los miembros de la familia, pero
sólo en proporción al valor de su uso, cuando éste corresponda a la familia y se ejercite
efectivamente por ella.
En general, no se consideran cargas familiares los gastos que corresponden al interés
exclusivo de uno de los cónyuges.
deudor por las deudas contraídas para el levantamiento de las cargas del matrimonio; y que,
en la esfera interna, entre los cónyuges, los gastos efectuados para atender tales cargas son de
cargo definitivo del patrimonio agermanado.
María Dolores Más Badía
De acuerdo con el art. 17, el acto dispositivo sobre la vivienda habitual efec-
tuado por el cónyuge titular sin el asentimiento del otro o sin autorización judi-
cial, podrá ser anulado a instancia del otro cónyuge, sin que distinga la Ley según
el acto sea a título oneroso o gratuito. El precepto se remite al CC en cuanto al
plazo de caducidad de la acción, que será el de cuatro años, desde que el cónyuge
impugnante tuvo conocimiento real del acto dispositivo (cfr. art. 1301 CC). El
mismo régimen debe entenderse aplicable a los actos de disposición sobre bienes
muebles de uso ordinario de la familia.
El régimen anterior se completa con la articulación de un sistema de protección
de los terceros adquirentes de la vivienda —art. 18 LREMV— (no se aplica a los
muebles de uso ordinario). Cumplidos los siguientes requisitos, el tercero manten-
drá su adquisición y no le será oponible la nulidad (relativa) del acto dispositivo:
1.º Tener buena fe en el momento de la adquisición. Ello requiere que el dispo-
nente no le informara o lo hiciera inexactamente sobre la condición de vivienda
habitual de la familia del inmueble objeto del negocio dispositivo. Aunque falte
esta información, carecerá de buena fe si conoció tal carácter o pudo hacerlo em-
pleando una diligencia normal.
2.º Adquirir a título oneroso (p.ej., mediante compraventa, permuta, dación en
pago, etc.). No así, si recibió en concepto de donatario o por otro título gratuito
cualquiera.
3.º Inscribir su adquisición en el Registro de la Propiedad.
Obsérvese que el tercero protegido por el art. 18 LREMV no coincide con el tercero
hipotecario, definido en el art. 34 LH, aunque compartan varios requisitos.
El art. 18.2 contiene una medida innovadora, por comparación con el régimen
del art. 1320 CC y de otras legislaciones autonómicas, que sólo puede funcionar
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (I)
5
V. en este sentido STS 19 mayo 2000 (Tol 1570).
6
A falta de prueba en contrario, se presumirá que los bienes que constituyen el ajuar doméstico
de la vivienda habitual, pertenecen por mitad y en pro indiviso a ambos cónyuges (art. 19.2).
En cualquier caso, comunes o privativos, son objeto del derecho de predetracción.
7
V. en este sentido STS 16 febrero 2004 (Tol 350697). Extraordinario valor, que se mide en
función del montante del caudal relicto y del nivel de vida del matrimonio.
8
La Ley hace referencia al ajuar doméstico de la vivienda habitual “común” de los cónyuges.
Al igual que en el art. 1321 CC, el término común se refiere no a la titularidad de los derechos
sobre la vivienda, sino al hecho de que en ella convivan los cónyuges. De ahí que se entienda
excluido el derecho cuando los cónyuges se encontraban separados en el momento del falleci-
miento.
María Dolores Más Badía
9
A la misma conclusión conducen los arts. 756, 852 y 855 CC — causas de indignidad y deshe-
redación —.
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (I)
cuándo se pueden otorgar; quién puede otorgarlas; cómo deben otorgarse; qué
puede regularse en ellas; si pueden y con qué alcance ser modificadas; y las causas
que provocan su ineficacia. Además de alguna norma incluida entre las dispo-
siciones generales de la Ley (arts. 4, 5 y 6), ésta dedica a la materia un capítulo
específico (el IV del Título I), integrado por los arts. 22 a 2910.
Si los cónyuges no han otorgado capitulaciones antes de contraer matrimonio,
se les aplica el régimen legal supletorio, que en la LREMV es la separación de
bienes (arts. 6, 44 y disp. transit. única).
Si se han limitado a excluir el régimen de separación de bienes, sin elegir otro, se
entenderá vigente entre ellos la sociedad de gananciales, por aplicación supletoria del
art. 1316 CC.
10
El art. 30 fue derogado por la Ley 8/2009, de 4 de noviembre, de la Generalitat.
María Dolores Más Badía
11
Se refieren a la capacidad de los cónyuges o futuros cónyuges. La de los terceros que, even-
tualmente, otorguen, junto a aquéllos, las capitulaciones, se rige por las reglas generales de los
contratos.
12
La LREMV no contiene restricción equiparable a la del art. 1329 CC.
13
El precepto parece estar pensando en menores emancipados. A diferencia del art. 323 CC, que
se refiere a actos de enajenación o gravamen, el art. 22 abarca cualquier acto atributivo de
derechos.
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (I)
14
La eficacia de los derechos en favor de nasciturus o concepturus queda supeditada al efectivo
nacimiento del favorecido
María Dolores Más Badía
En general se admite la validez de estos pactos pero con matizaciones que atienden a:
la reciprocidad en la atribución de la legitimación gestora individualmente a uno de los
cónyuges, la revocabilidad de tal atribución, su carácter permanente o temporal, su jue
go respecto de actos de disposición o actos de administración, su sustento en una causa
que la justifique; etc.
15
La causa de la modificación del régimen puede ser también ajena al pacto de los cónyuges:
p.ej., una sentencia de separación judicial, operando igualmente la regla que salva el perjuicio
de los terceros.
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (I)
El art. 5.2 LREMV, paralelo al art. 1317 CC, se halla orientado a la solución del con
flicto descrito. Lo que tutelan ambos preceptos es la preexistencia del derecho del terce
ro, al que no le afectan modificaciones posteriores del régimen económico matrimonial.
Sin embargo, la regla de irretroactividad debe ponerse en relación con otra de inoponi
bilidad que se basa en la tutela de la confianza en la apariencia y que está contenida,
en la Ley valenciana, en el mismo art. 5.2, último inciso (y en el CC, en los arts. 1333 y
concordantes): así, la modificación del régimen económico del matrimonio es oponible
erga omnes desde que goza de publicidad suficiente, esto es, desde que resulta cognos
cible; sólo desde esa fecha puede hacerse valer frente a terceros de buena fe. Mientras
no se dé a quienes no han sido parte en la modificación la posibilidad de conocerla o
se demuestre su efectivo conocimiento de la misma, debe prevalecer frente a ellos la
situación aparente (la anterior a la modificación no publicada) frente a la real. Es por eso
por lo que la publicidad suficiente de la modificación, o el conocimiento efectivo de la
misma por el tercero, marca el momento que se toma como punto de referencia para
determinar si el derecho era ya existente o ya adquirido a los efectos del art. 5 LREMV
(igual que en el art. 1317 CC).
Para ser un derecho preexistente bastará con que haya nacido antes de la fecha de la
publicidad de las capitulaciones modificativas (o del efectivo conocimiento del cambio
por el tercero), aunque lo haya hecho con posterioridad a la fecha de los capítulos16. Si
el crédito es preexistente, los acreedores podrán agredir los mismos bienes que si no se
hubiera producido la modificación capitular, aunque hayan sido adjudicados a título pri
vativo al cónyuge del deudor. Si el crédito, en cambio, nace después de la modificación
debidamente publicada, se aplicará el régimen de separación y sólo podrán embargar los
bienes privativos de su deudor (salvo que se trate de una deuda contraída en el ejercicio
de la potestad doméstica).
Los acreedores pueden hacer valer la norma protectora del art. 5.2 y 26. 2 LREMV sin
necesidad de demostrar que los cónyuges han procedido fraudulentamente, lo que sería
requisito imprescindible para el triunfo de una acción rescisoria.
Por otra parte, la acción de rescisión queda en teoría descartada, dado su carácter
subsidiario, si por la vía de la “inoponibilidad”, puede atajarse el perjuicio. Sin embargo,
la jurisprudencia que aplica el art. 1317 CC (extensible al ámbito de la LREMV) no es
clara al respecto17.
16
En algunas ocasiones, el TS flexibiliza el requisito de la anterioridad, incluyendo créditos toda-
vía no nacidos cuando se formalizaron las capitulaciones, aunque era previsible que lo hicieran
de modo inminente. V. así STS 27 octubre 1989 (Tol 1732019).
17
De acuerdo con una primera línea jurisprudencial, que se impone en la actualidad, la acción
de rescisión no resulta viable en estos casos, por las razones que he apuntado. V., entre muchas
otras, STS 6 julio 2001 (Tol 230670) y las que allí se citan. En otras sentencias, por el con-
trario, se interpreta que el 1317 CC ampara una acción rescisoria como reacción frente a la
conducta fraudulenta de los cónyuges. V. en este sentido SSTS. 30 enero 1986 (RAJ 1986, 338)
o 18 julio 1991 (RAJ 1991, 5399), entre otras.
18
En este sentido se pronuncia, entre las más recientes, la STS 25 septiembre 2007 (Tol 1150979).
María Dolores Más Badía
19
Que, además, constituye causa de desheredación (art. 853.2 CC) y de revocación de donacio-
nes (art. 648.1º CC).
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (I)
el donante haya dispuesto otra cosa (art. 33.2 LREMV, que reproduce la solución
del art. 1339 CC).
En cuanto a las realizadas por los progenitores a favor de un hijo común, se
presume que han sido otorgadas por partes iguales por los dos, excepto que en
el momento del otorgamiento se haya hecho expresa designación de partes (art.
33.3)20.
Las donaciones por razón de matrimonio de bienes inmuebles, han de hacer-
se necesariamente en escritura pública (carta de nupcias o escritura separada de
donación). Cuando se trate de bienes de otra naturaleza, se respetarán los usos y
costumbres del lugar (art. 34 LREMV)21.
Por remisión del art. 35 LREMV, son revocables, en general, por las causas
reguladas en los arts. 644 y ss. CC., incluida la supervivencia o superveniencia de
hijos. A las causas generales de revocación, el art. 35.1 añade las siguientes causas
específicas:
a) Si el matrimonio no se celebra en el término de un año desde el otorgamiento de
la donación. A diferencia del CC, en que el supuesto opera como causa automática de
ineficacia de la donación, en la LREMV se trata de un supuesto de revocación a voluntad
del donante.
b) Por incumplimiento del modo o la condición suspensiva, o por el cumplimiento
de la resolutoria.
c) Por declaración de nulidad, disolución del matrimonio o separación de los cón
yuges.
20
La regla tiene transcendencia práctica en relación con las futuras herencias de los cónyuges.
21
Esta última precisión, que se formula de modo contrapuesto a la exigencia de escritura pública
para los bienes inmuebles, podría apuntar a la posibilidad de donación de bienes muebles en
documento privado o verbal, si así deriva de los usos y costumbres del lugar, aproximando la
solución a la del art. 632 CC.
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (I)
III. CUESTIONARIO
1.º ¿A qué matrimonios se aplica la LREMV?
2.º ¿Cuáles son los principios informadores del régimen económico matrimonial en la Ley valenciana?
3.º ¿Qué gastos se consideran cargas el matrimonio?
4.º ¿Qué consideración tiene y a qué compensaciones da lugar el trabajo para la casa?
5.º ¿Cuál es el régimen dispositivo de la vivienda habitual y los muebles de uso ordinario de la familia?
Explique en qué casos mantendrá su adquisición el tercer adquirente pese a la falta de asentimiento
al acto dispositivo del cónyuge no titular de la vivienda y qué derechos corresponderán a este último.
6.º ¿Qué significado tiene el término “carta de nupcias”? ¿Qué forma y capacidad se exige para su otor-
gamiento y cuál es su posible contenido?
7.º ¿Cuál es el régimen legal supletorio de primer grado en la LREMV? ¿Y el de segundo grado?
8º Explique las consecuencias que tendrá, para los terceros, el otorgamiento, por los cónyuges, de unas
capitulaciones modificativas de su régimen económico matrimonial.
9.º ¿Qué supuestos constituyen donaciones propter nuptias en la Ley valenciana?
10.º ¿Qué normas específicas contiene la LREMV en relación con los supuestos de violencia doméstica?
Cuestiones
1. ¿Qué régimen económico se aplica al matrimonio de Manuel y Dolores?
Cuestiones
1. ¿Puede Dolores vender la vivienda familiar sin contar con el consentimiento de Manuel? ¿Puede
solicitar autorización judicial supletoria? ¿Cree que el Juez se la concederá?
2. Si Dolores vende la vivienda sin el asentimiento de Manuel y éste decide impugnar la compraventa,
¿mantendrá el comprador su adquisición? En tal caso, ¿qué derechos corresponderán a Manuel?
María Dolores Más Badía
V. BIBLIOGRAFÍA SUMARIA
AA.VV.: El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (dir. Mª D. MAS BADÍA),
Madrid, 2010; BOLDÓ RODA, C.: “La carta de nupcias en el Derecho Civil Valenciano”, RVEA,
nº 51, 2008, pp. 231-247; CLEMENTE MEORO, M.: “La Ley 10/2007, de régimen económico ma-
trimonial valenciano”, Revista de Derecho civil valenciano. Estudios, pp. 1-26; CLEMENTE MEO-
RO, M.: “Régimen de la vivienda habitual y de los muebles de uso ordinario de la familia en la Ley
de régimen económico matrimonial valenciano”, en Pensamientos jurídicos y palabras dedicados
al Profesor Rafael Ballarín, Valencia, 2010; CLEMENTE MEORO, M.: “Algunas consideraciones
sobre las donaciones por razón de matrimonio en la Ley de Régimen Económico Matrimonial Va-
lenciano”, RVEA, nº 52, 2009, pp. 191-205; HIGUERA LUJÁN, L.M.: “Las cargas del matrimonio
en la LREMV”, RVEA, nº 51, 2008, pp. 251-279; MAS BADÍA, Mª D.: “Comunidad Valenciana.
Régimen económico matrimonial”, en AA.VV.: Memento Práctico Civil Foral. Familia y Sucesiones,
Francis Lefebvre Ediciones, 2010; MAS BADÍA, Mª D.: “La germanía en la LREMV”, RJCV, nº 28,
2008, pp. 47-82; MOLINER NAVARRO, R.: “Comentario a la Ley 10/2007, de régimen económi-
co matrimonial valenciano”, en Los regímenes económicos matrimoniales en los derechos civiles
forales o especiales, Lledó Yagüe, F. / Ferrer Vanrell, Mª P. (dir.) / Monje Balmaseda, Ó. (coord.),
Madrid, 2010.
Lección 14
El régimen económico matrimonial de la Comunidad
Valenciana (II)
I. LA GERMANÍA
1. Concepto y función
La LREMV dedica el Título II (arts. 38 a 43) a la regulación de “La germanía”,
que define como una comunidad conjunta o en mano común de bienes, pactada
entre los esposos antes de contraer matrimonio, con ocasión de este, o bien en
cualquier momento con posterioridad. Su origen es siempre convencional.
La institución hunde sus raíces en Els Furs, derogados el 29 de junio de 1707 por Feli
pe V en el curso de la Guerra de Sucesión a la Corona española. En aquéllos la germanía
era un régimen económico matrimonial de origen convencional, escasamente regulado
y con poca repercusión práctica. En general, consistía en un sistema de comunidad plena
o universal sobre todo el patrimonio de los cónyuges: integraba tanto los bienes que les
pertenecían antes del matrimonio, como los adquiridos después por cualquier título. Sus
caracteres coincidían con los del agermanament o mig per mig, regulado en las Costums
de Tortosa.
2. Comienzo de la germanía
Para que comience a aplicarse el régimen económico matrimonial de germanía
deben cumplirse los siguientes requisitos:
1.º Que se haya pactado en capitulaciones matrimoniales —siempre tiene ca-
rácter voluntario—.
2.º Que se celebre o se hubiera celebrado ya el matrimonio. Si las capitulacio-
nes son anteriores al mismo, no entrará en vigor el citado régimen hasta la cele-
bración de las nupcias (art. 26.1).
3.º Si la germanía se sujetó a condición o término, que se haya cumplido aqué-
lla o haya llegado éste. Antes del término o pendiente la condición, se aplica, en
defecto de pacto, el régimen legal supletorio, que es la separación de bienes —art.
44—.
Por su parte, el comienzo de la comunidad de germanía sobre bienes concre-
tos tiene lugar cuando los cónyuges, vinculados por un régimen de separación,
participación u otro distinto, someten a germanía determinados bienes en docu-
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (II)
mento público —art. 38.1.II—. En este caso no son necesarias las capitulaciones
matrimoniales, que sólo constituyen forma esencial cuando se trata de pactar un
régimen económico matrimonial propiamente dicho.
La legitimación para agermanar bienes concretos corresponde a ambos cónyu-
ges de común acuerdo. Pueden atribuir carácter agermanado a un bien tanto en
el momento de su adquisición, como posteriormente (pese al tenor literal del art.
38.1.II), con tal de que lo efectúen en documento público, siempre sin perjuicio
de tercero.
Esta regla también se aplica cuando, existiendo régimen económico matrimonial de
germanía entre los cónyuges, se pretenda agermanar un bien que no corresponda a nin
guna de las categorías que según las capitulaciones integran el patrimonio agermanado.
Por ejemplo, los cónyuges convinieron en carta de nupcias una germanía de adquisicio
nes onerosas y desean sujetar a germanía un bien heredado o recibido en donación por
alguno de ellos.
Si los fondos precisos para la adquisición del bien fueron aportados por uno
sólo de los cónyuges, hay que presumir la causa onerosa en el negocio, con el con-
siguiente derecho de reembolso, en su caso (no lo habrá si el desembolso se hizo
causa solvendi), a favor del consorte que costeó la adquisición.
La adquisición conjunta y sin atribución de cuotas de un bien por los cónyuges
no supone su agermanamiento (no se aplica el art. 1355.II CC), que debe hacerse
de forma expresa; en otro caso, surge una situación de comunidad ordinaria.
Los cónyuges que hayan optado por un régimen económico de germanía, pueden, a
lo largo de la vigencia del régimen, excluir de aquélla bienes concretos o declarar ager
manados bienes que en principio tenían carácter privativo, sin perjuicio de tercero. Se
requiere para ello, como forma solemne, documento público (cfr. art. 38.1.II).
1
Nos referimos a los actos inter vivos. La disposición mortis causa se rige por los arts. 1379 y
1380 CC.
2
Respecto de los actos propios de la potestad doméstica se entiende que cada cónyuge actúa en
nombre de los dos (art. 7.2, in fine y 11 LREMV). Se trata de un caso de legitimación indivi-
dual “ex lege”.
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (II)
5) Realización de gastos urgentes de carácter necesario en los bienes comunes por uno
solo de los cónyuges (cfr. art. 1386 CC), que podría tratarse, en última instancia, como un
supuesto de gestión de negocios en parte ajenos, ordenado por los arts. 1388 y ss. CC.
En relación con los actos de disposición, hay que entender que la autorización
judicial debe referirse a actos concretos. Respecto de los actos de administración
cabe mayor flexibilidad: autorización de los actos de cierta clase durante un tiem-
po, administración de una empresa común por tiempo indefinido, etc.
El procedimiento para obtener la autorización judicial es el de jurisdicción volunta
ria, regulado por la DT Décima de la Ley de 13 de mayo de 1981, no derogada por la
LEC 2000.
3
La LREMV obliga al Juez a ponderar “el interés de la familia y las ventajas económicas del
negocio proyectado en sí mismos” (art. 41.1 y art. 16, que alude al “interés de la familia o
cualquier otra justa causa”). Ello excluye no sólo la autorización de actos desventajosos para el
grupo familiar, sino también de los que resulten neutros (las excepciones a la regla de cogestión
deben interpretarse restrictivamente).
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (II)
4
Esta tesis ha sido recogida en el art. 53 de la Ley aragonesa 12/2003, de 12 de febrero.
María Dolores Más Badía
bienes agermanados por deudas particulares de los cónyuges. Y el art. 11.1 de-
termina la responsabilidad por las deudas asumidas en la atención de las necesi-
dades ordinarias de la familia (potestad doméstica). Por lo demás, el régimen de
responsabilidad frente a los acreedores requiere una ardua labor interpretativa,
apelando, en no pocas ocasiones, a la aplicación supletoria de las normas del CC
sobre gananciales (disp. final segunda LREMV).
De tal interpretación resulta que el sistema de responsabilidad se basa en la
conjunción de dos criterios: el del carácter conjunto o individual de la deuda; y
aquél que vincula la responsabilidad al provecho obtenido del acto o negocio que
originó aquélla (ubi emolumentum ibi onus). Con base en estos dos principios,
debe distinguirse entre la responsabilidad por deudas comunes y por deudas par-
ticulares de los cónyuges.
De las deudas comunes se responde, directa e indistintamente, con los bienes
privativos del deudor o deudores y con los agermanados (art. 42.2, contrario sen-
su), además de los bienes que procedan de donaciones propter nuptias vinculadas
a la atención de las cargas familiares (art. 8.3). Si la deuda común se contrajo para
atender necesidades ordinarias de la familia, se unen a aquellos, subsidiariamente,
los privativos del cónyuge del deudor (art. 11.1).
De las deudas particulares responde el cónyuge deudor con sus bienes privati-
vos y, subsidiariamente, con los agermanados (art. 42.2 LREMV, que concuerda
con el art. 1373 CC, primer inciso, aplicable como derecho supletorio). Quedan
excluidos de responsabilidad los bienes privativos de su consorte.
El régimen de responsabilidad anterior parte de la distinción entre deudas co-
munes y deudas particulares de los cónyuges. Pero, ¿qué deudas se incluyen en
una u otra categoría? La LREMV no lo dice expresamente, por lo que la labor
de interpretación resulta especialmente compleja. Pese a ello, puede defenderse el
carácter común o privativo de las deudas de acuerdo con los siguientes criterios,
basados, en gran parte, en la aplicación como Derecho supletorio de distintas
normas del CC:
Deudas particulares. Se determinan por exclusión: Serán deudas particulares todas
las que no sean comunes. Las deudas deben considerarse particulares mientras no se
pruebe su carácter común.
Deudas comunes. Lo son todas las contraídas por ambos esposos o por uno con el
consentimiento del otro (conjuntas). Y también las siguientes deudas asumidas por uno
solo de los cónyuges (individuales):
a) Las que deriven del ejercicio de la potestad doméstica (dirigidas a satisfacer las
necesidades ordinarias de la familia, según los usos del lugar y las circunstancias de
ésta) —art. 11.1—.
b) Posiblemente, las deudas destinadas al sostenimiento de la familia que excedan
del ámbito de la potestad doméstica.
c) Deudas contraídas como consecuencia de la gestión o disposición de bienes ager
manados que por ley o por capítulos corresponda al cónyuge deudor (art. 1365.1º, se
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (II)
gundo inciso CC). Un sector de la doctrina lo extiende a los supuestos en que la gestión
no correspondía individualmente al cónyuge.
d) Deudas contraídas en el ejercicio ordinario de la profesión, arte u oficio, en la me
dida en que, en los capítulos matrimoniales, se otorgue el carácter de agermanados a los
bienes obtenidos por el trabajo o industria de cualquiera de los cónyuges (arts. 1365.2º
del CC y 1347.1º CC).
e) Deudas contraídas en el ejercicio del comercio (arts. 6 a 12 C de C), en la medida
en que se declaren agermanados los bienes procedentes de la actividad comercial.
f) Deudas contraídas en la administración ordinaria de los bienes privativos, siempre
que los frutos, rentas e intereses de tales bienes se consideren agermanados (arts. 1365.2º
y 1347.2º CC).
g) Posiblemente, las obligaciones extracontractuales que redunden en beneficio de la
sociedad conyugal (art. 1366 CC).
h) Con reservas, el precio pendiente de los bienes agermanados adquiridos a plazos
por un cónyuge sin el consentimiento del otro (art. 1370 CC).
6. La disolución de la germanía
Son causas de disolución automática o ipso iure de la germanía, por disposi-
ción de la Ley (art. 42.1, primer inciso LREMV, concordante con el art. 1392 CC):
el acuerdo mutuo de los cónyuges, adoptado en capitulaciones matrimoniales; la
disolución del matrimonio (por muerte, declaración de fallecimiento o divorcio
—art. 85 CC—); la separación de los cónyuges, tanto judicial como de hecho (el
art. 42 LREMV no distingue); y la declaración de nulidad del matrimonio.
La disolución de la germanía no será oponible a terceros hasta que se le dé la publi
cidad suficiente (art. 77 LRC, arts. 5.2 y 27.2 LREMV y art. 76 LRC).
5
No subsiste entonces el régimen económico matrimonial, sino una situación de comunidad,
que puede ser ordinaria o en mano común, entre los citados sujetos, sobre todos o parte de
los bienes agermanados. La figura no tiene antecedentes en Els Furs ni en el CC, aunque exis-
te algún paralelismo con instituciones semejantes en algunos Derechos forales y extranjeros.
Ello, unido a la parca regulación de la LREMV, dificulta mucho la labor del intérprete. Cuan-
do la comunidad continúa “por cuotas” (comunidad ordinaria), las cosas se simplifican: Se
aplica el régimen general de los arts. 392 y ss. CC., salvo disposición válida en contrario de
los cónyuges. Si subsiste como comunidad en mano común, habrá que aplicar las reglas de la
germanía, salvo que sean incompatibles con la inexistencia de matrimonio entre los copartí-
cipes o el estatuto de cónyuges separados.
María Dolores Más Badía
7. Liquidación de la germanía
La liquidación de la germanía determina, como regla general y salvo pacto
capitular en contrario (con respeto de los límites del art. 25 LREMV y 1255 CC),
el reparto por igual entre los cónyuges del remanente neto del patrimonio ager-
manado (art. 43.1).
Cabe también la liquidación de la germanía atribuyendo a un cónyuge o al
cónyuge sobreviviente el usufructo vitalicio de todos los bienes agermanados y al
otro cónyuge o a los herederos del premuerto la nuda propiedad de los mismos
(art. 43.2). Nunca pueden resultar usufructuarios los herederos del fallecido.
Hay que tener en cuenta que si la disolución de la comunidad conyugal se ha produ
cido por nulidad del matrimonio y uno de los cónyuges es de buena fe, éste puede optar
por la liquidación del régimen económico según las disposiciones relativas al régimen de
participación, excluyendo al de mala fe de la participación en las ganancias obtenidas
por su consorte (cfr. art. 95 CC).
6
Los arts. 47 y 48, que incluía originalmente la LREMV, fueron derogados por la Ley 8/2009.
María Dolores Más Badía
En la esfera interna, entre los consortes, las deudas contraídas por cada uno de
ellos son de su exclusivo cargo, salvo las vinculadas al levantamiento de las cargas
matrimoniales (aunque excedan de la potestad doméstica), respecto de las que se
estará a la norma del art. 8.2, que establece el deber de contribuir cada cónyuge en
proporción —salvo pacto en contrario— a sus respectivas rentas y patrimonios.
Si uno ha pagado más de lo que le correspondía, podrá repetir frente al otro en
cuanto al exceso (cfr. art. 11.2, en relación con el art. 8.1 y 2 LREMV, concordan-
tes con los arts. 1318.I, 1319.II y 1438 CC).
tancias económicas del cónyuge usuario (no las de la unidad familiar), que se
presumirá que pertenecen a éste. Obsérvese que un mismo tipo de bien puede
ser considerado o no como de extraordinario valor dependiendo de quién sea el
cónyuge usuario, cuando la capacidad económica de ambos esposos sea diferente.
La solución a favor de la titularidad común queda excluida si se prueba, por
cualquiera de los medios admitidos en Derecho, la titularidad del bien, que, como
ya hemos dicho, corresponderá al cónyuge adquirente del mismo, sea cual sea
la procedencia de los fondos utilizados para la adquisición (no hay subrogación
real). De ahí que no sea necesario acreditar el origen del dinero o bienes inverti-
dos en la adquisición. Entre estos medios de prueba tienen especial relevancia las
presunciones posesorias, cuyo funcionamiento tiene peculiaridades cuando habla-
mos de la posesión entre cónyuges, pues muchas veces no existe posesión exclusi-
va por uno de ellos, en concepto de dueño, sino que son frecuentes los supuestos
de coposesión o posesión indistinta.
Si los cónyuges pactan, en capitulaciones matrimoniales, reglas destinadas a regular
la prueba de la titularidad de los bienes, probablemente la estipulación será nula por
invadir materia propia del Derecho procesal que reviste carácter de orden público. En
cambio, si se trata de verdaderas cláusulas atributivas de propiedad o de presunciones
hominis, pueden considerarse válidas dentro de los límites del art. 1255 CC y los que
afectan, en especial, a la ordenación económica del matrimonio.
En otro orden de cosas, en ocasiones, los cónyuges, al amparo de la separación de
titularidades, intentan eludir la acción de los acreedores, desviando bienes desde el pa
trimonio del cónyuge endeudado hacia el de su consorte. En la práctica, los acreedores
más diligentes previenen estas maniobras —o, simplemente, el riesgo derivado de la
insolvencia de uno de los consortes— exigiendo que la deuda se contraiga conjuntamen
te por ambos esposos, o que uno afiance al otro. Pero no siempre es así. La suspicacia
del legislador ante este proceder se encuentra en el origen de la moderna presunción
muciana concursal, regulada, en la actualidad, en el art. 78.1 y 2 de la Ley Concursal,
por el cual debe entenderse tácitamente derogado el art. 1442 CC. La Ley valenciana, a
diferencia de otros Derechos forales, no contiene una norma equivalente, pero resulta
aplicable el citado precepto.
III. CUESTIONARIO
1.º ¿En qué consiste la germanía? ¿Qué posibles modalidades caben? Explique cada una de ellas.
2.º ¿Qué forma debe revestir el pacto de germanía?
3.º ¿Cuál es el régimen legal supletorio de primer grado en la LREMV? ¿Y el de segundo grado?
4.º ¿Qué bienes quedan agermanados cuando se pacta un régimen de germanía?
5.º Para gestionar bienes agermanados, ¿es necesario que consientan ambos cónyuges? ¿Caben casos
de gestión individual? ¿Bajo qué condiciones puede obtenerse autorización judicial supletoria?
6.º ¿Cuál es la consecuencia jurídica cuando, siendo preceptivo, falta el consentimiento o asentimiento
de uno de los cónyuges a un acto de administración o disposición de bien agermanado?
7.º ¿Qué deudas se consideran comunes y cuáles particulares en la germanía? ¿Con qué bienes se res-
ponde de unas y otras frente a los acreedores? ¿Cuáles son de cargo del patrimonio agermanado?
El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (II)
8.º ¿Por qué causas se disuelve la germanía y cómo se liquida el patrimonio agermanado? Distinga se-
gún se trate de un régimen económico matrimonial de germanía o de una germanía sobre bienes
concretos dentro del marco de una separación de bienes.
9.º ¿Cuándo se aplica la separación de bienes a los matrimonios valencianos?
10.º Si un cónyuge casado en separación de bienes adquiere un bien, ¿a quién pertenecerá éste? ¿Se
aplica el principio de subrogación real? ¿Existirá y en qué casos algún derecho de reembolso entre
los consortes en virtud de esta adquisición? Cuando no sea posible acreditar a cuál de los cónyuges
pertenece un bien existente en el matrimonio, ¿cómo se resuelve el problema?
Cuestiones
1. ¿Qué régimen económico se aplica al matrimonio de Manuel y Dolores?
2. ¿Deberían haber otorgado capitulaciones matrimoniales para sujetar a germanía las participaciones
sociales? ¿Tendrán estas carácter agermanado?
3. ¿Obstaría al carácter agermanado de las participaciones sociales que los fondos y aportaciones rea-
lizados para la constitución de la SRL procedieran de uno solo de los cónyuges?
4. ¿Debería anularse la compraventa del local a la que se refiere el caso por no haber consentido Dolo-
res en la misma?
Cuestiones
1. ¿Quedaría automáticamente disuelta la germanía al divorciarse Manuel y Dolores?
2. ¿A qué tendría derecho cada uno de los cónyuges al liquidarse la germanía?
V. BIBLIOGRAFÍA SUMARIA
AA.VV.: El régimen económico matrimonial de la Comunidad Valenciana (dir. Mª D. MAS BA-
DÍA), Madrid, 2010; ÁLVAREZ OLALLA, Mª P.: Responsabilidad patrimonial en el régimen de
separación de bienes, Pamplona, 1996; CLEMENTE MEORO, M.: “La Ley 10/2007, de régimen
económico matrimonial valenciano”, Revista de Derecho civil valenciano. Estudios, pp. 1-26; DE
LOS MOZOS, J.L.: “Comentario a los arts. 1411 a 1444”, en Comentarios al Código Civil y Com-
pilaciones forales, t. XVIII, vol. 3.º, Madrid, 1999; DELGADO ECHEVERRÍA, J., El régimen ma-
trimonial de separación de bienes en Cataluña, Madrid, 1974; MAS BADÍA, Mª D.: “La germanía
en la LREMV”, RJCV, nº 28, 2008, pp. 47-82; MOLINER NAVARRO, R.: “Comentario a la Ley
10/2007, de régimen económico matrimonial valenciano”, en Los regímenes económicos matrimo-
niales en los derechos civiles forales o especiales, Lledó Yagüe, F. / Ferrer Vanrell, Mª P. (dir.) / Monje
Balmaseda, Ó. (coord.), Madrid, 2010; MONTES PENADÉS, V.L., “Del régimen de separación de
bienes”, en Comentario del Código Civil, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, pp. 863 y ss.; RE-
BOLLEDO VARELA, A., Separación de bienes en el matrimonio, Madrid, 1983.
Lección 15
Las uniones de hecho
1
V. en este sentido STC 222/1992, de 11 de diciembre de 1992 (Tol 82002), STC 47/1993, de 8
de febrero de 1993 (Tol 82070), STC 6/1993, de 18 de enero de 1993 (Tol 82029).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
de la libertad nupcial negativa) y en las que concurren las notas de unidad, esta-
bilidad y afectividad.
Ahora bien, la inclusión de la familia de hecho en el genérico mandato de
protección que la norma dirige a los poderes públicos, no prejuzga la cuestión del
“grado” de dicha protección.
Creemos pertinente distinguir diversos grados de protección constitucional en
el ámbito familiar.
a) La Constitución garantiza la protección integral de los hijos y de las madres,
sin que quepa discriminar a aquéllos o a éstas, por razón de su filiación o su esta-
do civil, respectivamente.
b) La Constitución no garantiza, en cambio, una protección uniforme para
todo tipo de uniones entre personas situadas en posición de paridad (es decir,
cónyuges o convivientes de hecho).
Como afirma reiterada jurisprudencia constitucional2, de la que se hace eco la STC
(Pleno) 93/2013, de 23 de abril (Tol 3659972), “el matrimonio y la convivencia extrama
trimonial no son realidades equivalentes. El matrimonio es una institución social garanti
zada por nuestra norma suprema, y el derecho a contraerlo es un derecho constitucional
(art. 32.1), cuyo régimen jurídico corresponde a la ley por mandato constitucional (art.
32.2)”; por el contrario, la unión de hecho, “ni es una institución jurídicamente garanti
zada ni hay un derecho constitucional expreso a su establecimiento3”.
2
La STC 184/1990, de 15 de noviembre de 1990 (Tol 81857) afirma que “lo que no reconoce la
Constitución es un pretendido derecho a formar una unión de hecho que, por imperativo del
art. 14 sea acreedora al mismo tratamiento […] que el dispensado por el legislador a quienes
ejercitando el derecho constitucional del art. 32.1, contraigan matrimonio y formalicen así la
relación que, en cuanto institución social, la Constitución garantiza”. La STC 66/1994, de 28
de febrero de 1994 (Tol 82474) afirma que “no serán necesariamente incompatibles con el art.
39.1 C.E., ni tampoco con el principio de igualdad, las medidas de los poderes públicos que
otorgan un trato distinto y más favorable a la unión familiar que a otras uniones convivencia-
les, ni aquellas otras medidas que favorecen el derecho constitucional a contraer matrimonio
(art. 32.1 C.E.), siempre, claro está, que con ello no se coarte ni se dificulte irrazonablemente
al hombre y la mujer que decidan convivir ‘more uxorio’”.
3
Este argumento sirve al TC, en la referida sentencia, para considerar que la Ley navarra, de 22
de junio de 2000, “para la igualdad jurídica de las parejas estables”, no incurre en una extrali-
mitación competencial, vulnerando el art. 149.1., regla 8ª, CE, que, “en todo caso”, atribuye al
Estado competencia exclusiva para regular “las relaciones jurídico civiles relativas a las formas
del matrimonio”. Observa que, “Así como la competencia estatal en relación con el art. 32.2 CE
se refiere en todo caso al matrimonio, la Ley Foral 6/2000 disciplina una realidad social dife-
rente, ceñida a las parejas de hecho que reúnan determinados requisitos. Y aun cuando pueda
encontrarse cierta conexión o paralelismo entre ambas realidades, su regulación difiere, entre
otros aspectos sustanciales, en el relativo a los requisitos y formalidades que, para la celebración
del matrimonio exige la formalización solemne de la prestación del consentimiento al efecto ante
funcionario o autoridad, o, en su caso, en la forma prevista por la correspondiente confesión
religiosa”. Y añade: “Estas evidentes diferencias, que se ponen de relieve desde la esencia misma
Las uniones de hecho
de una y otra realidades jurídicas, impiden su equiparación conceptual, por lo que no se produce
invasión alguna de la competencia exclusiva estatal sobre las relaciones jurídico-civiles relativas
a las formas de matrimonio por el hecho de que la Comunidad Foral de Navarra haya decidido
regular las parejas estables y atribuir determinas consecuencias jurídicas a las uniones de hecho.
Se trata, en definitiva, de situaciones que reciben un tratamiento específico y diferenciado, tam-
bién a efectos competenciales que son los que, en este momento, interesan”.
4
Así lo constatan las recientes SSTC (Pleno) 92/2014, de 10 de junio (Tol 4422359), y 93/2014,
de 12 de junio (Tol 4422358), que, respectivamente, desestimaron una cuestión de inconstitu-
cionalidad y un recurso de amparo, en los que se argumentaba que la denegación de la pensión
de viudedad a la persona supérstite de una pareja homosexual vulneraba el art. 14 CE, toda vez
que, al no existir en aquel momento posibilidad legal de contraer matrimonio entre personas
del mismo sexo, las parejas estables homosexuales nunca tenían derecho a percibir pensión de
viudedad.
El TC reitera que “la exigencia del vínculo matrimonial como presupuesto para acceder a la
pensión de viudedad establecida dentro del sistema de Seguridad Social no pugna con el art.
14 CE, ni tampoco las medidas de los poderes públicos que otorguen un trato distinto y más
favorable a la unidad familiar basada en el matrimonio que a otras unidades convencionales”,
insistiendo en “el amplio margen de apreciación y configuración del legislador en cuanto al
régimen de prestaciones económicas de la Seguridad Social y las situaciones que han de consi-
derarse merecedoras de protección”; y concluye: “Ha de ser, por tanto, el legislador –en modo
alguno este Tribunal actuando de legislador positivo retrospectivo y comprometiendo desem-
bolsos económicos del erario público- el que, en su caso, decida, al hilo de los cambios sociales,
cuál es el momento en que procede extender la pensión de viudedad a otros supuestos y con
qué alcance”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
5
A saber, la Ley catalana, de 15 de julio de 1998, de “uniones estables de pareja”, sustituida por
el art. 234-1 a 14 del Código civil de Cataluña; la Ley aragonesa, de 26 de marzo de 1999, de
“parejas estables no casadas”, sustituida por los arts. 303-315 del Código de Derecho Foral
de Aragón; la Ley navarra, de 22 de junio de 2000, “para la igualdad jurídica de las parejas
estables” [de las que han sido declarados inconstitucionales, por la STC (Pleno) 93/2013, de
23 de abril (Tol 3659972), todos los preceptos de carácter estrictamente civil, que imponían a
los convivientes una serie de obligaciones, por el mero hecho de la convivencia, prescindiendo
de su voluntad de asumirlas], la Ley balear, de 19 de diciembre de 2001, de “parejas estables”,
la Ley madrileña, de 19 de diciembre de 2001 sobre “uniones de hecho” [cuyos arts. 4 y 5 han
sido declarados inconstitucionales por la STC (Pleno) 81/2013, de 11 de abril (Tol 3659972)];
la Ley asturiana, de 23 de mayo de 2002, de “parejas estables”, la Ley andaluza, de 16 de
diciembre de 2002, de “parejas de hecho”, la Ley canaria, de 6 de marzo de 2003, de “parejas
de hecho, la Ley extremeña, de 20 de marzo de 2003, de “parejas de hecho, la Ley vasca, de 7
de mayo de 2003, “reguladora de las uniones de hecho” o la Ley cántabra, de 16 de mayo de
2005, “reguladora de las parejas de hecho”. La Ley 10/2007, de 28 de junio, de reforma de
la disposición adicional tercera de la Ley 2/2006, de 14 de junio, de derecho civil de Galicia,
ha introducido modificaciones en el estatuto jurídico de las parejas de hecho, quienes en la
redacción anterior se equiparaban ope legis al matrimonio, exigiéndose ahora, en cambio, una
declaración expresa respecto a este extremo en el momento de la inscripción en el Registro de
Parejas de Hecho de Galicia. La norma autonómica sobre la materia más reciente es la Ley
valenciana, de 15 de octubre de 2012, de “uniones de hecho formalizadas”, cuyos arts. 6, 7, 8,
9. 10, 11, 12, 13 y 14 han sido declarados inconstitucionales por STC 110/2016, de 9 de junio
(RTC 2016, 110).
6
Es lo que sucedía con el art. 2.3 de la Ley navarra, de 22 de junio de 2000, “para la igualdad
jurídica de las parejas estables”, declarado inconstitucional por la STC (Pleno) 93/2013, de
23 de abril (Tol 3659972), pues, al establecer su aplicación al supuesto en que uno de los dos
miembros de la pareja estable tenga vecindad civil navarra, determina el ámbito personal de
aplicación de una norma integrada en el ordenamiento navarro y dispone unilateralmente, por
tanto, la eventual aplicación de la normativa de la Comunidad Foral al miembro de la pareja
que no tenga la vecindad civil antes citada. Al definirse el ámbito de aplicación de la Ley Foral
6/2000 en función de la ley personal de uno de los miembros de la pareja estable se contiene
así una norma de solución de conflicto con otras leyes (aplicación de la Ley Foral 6/2000 en
función del criterio de la vecindad civil foral de uno de los miembros de la pareja estable) que
expresa la preferencia por el propio ordenamiento foral, cuando la competencia de dictar nor-
mas para resolver los conflictos de leyes se halla reservada al Estado con carácter exclusivo por
el art. 149.1.8 CE”.
Las uniones de hecho
7
Nos referimos, básicamente, a la Ley asturiana, de 23 de mayo de 2002, de “parejas estables”,
la Ley andaluza, de 16 de diciembre de 2002, de “parejas de hecho”, la Ley canaria, de 6 de
marzo de 2003, de “parejas de hecho, la Ley extremeña, de 20 de marzo de 2003, de “parejas
de hecho, o a la Ley cántabra, de 16 de mayo de 2005, “reguladora de las parejas de hecho”.
8
Subiste, en cambio, la duda sobre la constitucionalidad de la Disposición Adicional de la Ley
2/2006, de 14 de junio, de Derecho civil de Galicia (modificada por el artículo único de la Ley
10/2007, de 28 de junio), que equipara uniones de hecho y matrimonio (mediando voluntad
de los convivientes en favor de dicha equiparación), ya que la STC (Pleno) 75/2014, de 8 de
mayo (Tol 4356989), no ha entrado sobre el fondo del asunto. El Tribunal proponente de la
cuestión dudaba de su constitucionalidad, en la medida en que podía suponer una extralimita-
ción competencial, por no suponer “un supuesto de conservación ni modificación del derecho
foral de Galicia” y ser “más que dudoso que se pueda entender como desarrollo, pues no es
fácil la conexión con ninguna institución ya regulada por el Derecho foral gallego a la que se
esté actualizando o innovando, por lo que no cabe descartar la invasión de la competencia del
Estado en materia de legislación civil”.
Estamos, pues, ante un caso de una Comunidad Autónoma, que, como es Galicia, tiene indu-
dablemente competencia para legislar en materia de Derecho civil, pero lo que se pone en duda
(y es legítimo planteárselo) es si dicha competencia puede ejercerla sobre las uniones de hecho,
por ser ésta una materia ajena al Derecho Foral gallego, que no está conectada con ninguna
de las en él reguladas. Como hemos dicho, no se entró en el fondo del asunto planteado, por
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
b) Por otro lado, desde la perspectiva del principio constitucional de libre desa-
rrollo de la personalidad, consagrado en el art. 10.1 CE, desde el momento en que,
algunas de las legislaciones, imponen imperativamente a los convivientes, en ciertas
condiciones, una especie de estatuto jurídico semejante al matrimonio, prescindien-
do de la voluntad de los mismos de someterse a las normas que lo integran.
La STC (Pleno) 93/2013, de 23 de abril (Tol 3659972), con indudable acierto, ha de
clarado inconstitucionales diversos artículos de la Ley navarra, de 22 de junio de 2000,
“para la igualdad jurídica de las parejas estables9”, de los que resultaba la imposición,
con carácter imperativo, de una serie de derechos y obligaciones de carácter civil a los
integrantes de la unión de hecho, derivados del puro hecho de convivir maritalmente
durante un período ininterrumpido mínimo de un plazo que no era necesario, cuando
tuvieran descendencia.
El TC, con buen criterio (que sirve para otras leyes autonómicas que se basan en el
mismo criterio de imposición imperativa prescindiendo de la voluntad de los convi
vientes10), afirma que “Elemento esencial de la constitución de la pareja de hecho es
[…] su conformación extramuros de la institución matrimonial por decisión propia de
sus integrantes, adoptada en ejercicio de su libertad personal […] Consustancial a esa
libertad de decisión, adoptada en el marco de la autonomía privada de los componentes
de la pareja, es el poder de gobernarse libremente en la esfera jurídica de ese espacio
Las lagunas del Derecho civil común (así, como, en su caso, las de los respecti-
vos derechos civiles autonómicos) han tenido que ser resueltas por la jurispruden-
cia, la cual se ha ocupado reiteradamente de los efectos económicos derivados de
la ruptura de las uniones de hecho, que es sin duda, el tema más importante desde
un punto de vista práctico.
Expondremos, a continuación, las soluciones jurisprudenciales sobre la materia.
11
V. en este sentido SSTS 18 febrero 1993 (Tol 1662753), 22 julio 1993 (Tol 1655594), 27 mayo
1994 (Tol 1665406), 20 octubre 1994 (Tol 1665565), 30 diciembre 1994 (Tol 1665147), 4
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
Por la misma razón, tampoco procede aplicar analógicamente a las uniones de hecho
las normas del régimen de separación de bienes, en concreto, el art. 1438 CC, que atri
buye al cónyuge que contribuyó al sostenimiento de las cargas del matrimonio, mediante
su trabajo para la casa, el derecho a obtener una compensación económica en la cuantía
que el Juez señale, al tiempo de la extinción del régimen de separación12.
marzo 1997 (Tol 215044), 4 junio 1998 (Tol 14803), 23 julio 1998 (Tol 7276), 22 enero 2001
(Tol 99617) y 23 noviembre 2004 (Tol 538271).
12
V. en este sentido STS 24 noviembre 1994 (Tol 1665586).
13
V. en este sentido STS 22 enero 2001 (Tol 99617).
14
V. en este sentido SSTS 27 mayo 1995 (RJ 1995, 382) y 17 enero 2003 (Tol 230655).
Las uniones de hecho
15
V. en este sentido SSTS 21 octubre 1992 (Tol 1655301) y 16 junio 2011 (Tol 2153790). En
esta última sentencia, particularmente curiosa, el Tribunal Supremo entendió que no quedaba
probado que hubiera un pacto entre los convivientes dirigido a crear una comunidad respecto
al dinero obtenido con el premio de la lotería de la ONCE.
16
V. la STS 29 octubre 1997 (Tol 216045), como también SSAP Zaragoza 23 enero 2001 (AC
2001, 749), Asturias 26 junio 2001 (AC 2001, 2380) y La Coruña 10 junio 2002 (Tol 239650).
17
V. en este sentido SSAP Salamanca 29 junio 1995 (AC 1995, 1200) y Burgos 13 noviembre
2001 (Tol 140238).
18
V. en este sentido SSAP Madrid 15 enero 2002 (JUR 2002, 121529) y Vizcaya 6 septiembre
2002 (JUR 2003, 89219). La mera circunstancia de que en la cuenta corriente de titularidad
exclusiva, con cargo a la cual se satisfacen las cuotas de amortización, se halle autorizado el
conviviente no titular no permite deducir, lógicamente, la constitución tácita de una comu-
nidad de bienes sobre la vivienda, ya que dicha autorización, en ningún caso, presupone la
cotitularidad de los fondos depositados. V. en este sentido SSAP Alicante 29 octubre 2001 (Tol
100157) y Pontevedra 28 abril 2006 (Tol 938477).
19
V. en este sentido SAP Pontevedra 6 abril 1998 (AC 1998, 4691).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
20
V. en el mismo sentido STS 18 marzo 1995 (Tol 1667230); y SSAP Alicante 17 mayo 2001
(Tol 63718), Las Palmas 22 mayo 2001 (JUR 2002, 29175) y Valencia 12 febrero 2002 (Tol
231438).
21
V. en este sentido STS 11 diciembre 1992 (Tol 1654941).
Las uniones de hecho
esfuerzo personal durante el tiempo que había durado la unión de hecho. Argumentó
la Audiencia que la demandante siempre había mantenido una actividad laboral conti
nuada, propia e independiente, y que sólo ocasionalmente y de manera accesoria había
colaborado en la actividad comercial del demandado, “recogiendo algunos encargos por
teléfono para él y sirviendo de compañía en muy contados viajes”.
22
La SAP Asturias 15 marzo 2004 (Tol 365122) apreció la existencia de una comunidad de
bienes sobre los bares de alterne que regentaban, basándose en la duración de la unión (casi
30 años) y en “la explotación conjunta de los negocios, que implicaba además la titularidad
también conjunta de una cuenta bancaria en la que ambos habían domiciliado las pensiones
que percibían del INSS”.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
23
V. en este sentido SSTS 11 diciembre 1992 (Tol 1654941), 27 marzo 2001 (Tol 71705) y 17
enero 2003 (Tol 230655), como también SSAP Pontevedra 28 abril 2006 (Tol 938477) y Za-
ragoza 11 mayo 2010 (Tol 1978779).
24
V. en este sentido SSAP Asturias 16 enero 1997 (AC 1997, 103) y Barcelona 29 septiembre
2000 (JUR 2001, 55).
25
V. en este sentido STS 17 junio 2003 (Tol 285652).
26
V. a este respecto SSTS 5 febrero 2004 (Tol 348570) y 30 octubre 2008 (Tol 1432563).
27
La SAP Málaga 25 abril 2002 (Tol 1189041) denegó, así, la pretensión de la reclamante, de que
el varón le satisficiera una indemnización por enriquecimiento injusto, valorando el hecho de
que, mientras persistió la unión de hecho, el demandado había asumido la práctica totalidad
de los gastos comunes, así como los generados por la atención de los dos hijos de la mujer, que
vivían con ellos, domiciliando su nómina en la cuenta corriente de la demandante, y pagando,
además, las amortizaciones del crédito hipotecario concedido para la adquisición de la vivien-
da, que era de propiedad exclusiva de aquélla.
La SAP Gerona 2 octubre 2002 (Tol 263405) desestimó igualmente la indemnización por enri-
quecimiento injusto solicitada por la mujer, como consecuencia de la ruptura de la convivencia,
Las uniones de hecho
como consecuencia del principio de protección integral de los menores, con inde-
pendencia de su filiación (art. 39.1 CE)30.
Ahora bien, después de un período de iniciales vacilaciones31, la actual juris-
prudencia, con buen criterio, no aplica analógicamente el art. 96.III CC en el caso
de ruptura de uniones de hecho, si no concurren hijos menores de los convivientes
de hecho, por considerar que no existe identidad de razón entre dichas uniones y
el matrimonio32.
30
V. en este sentido SSTS 1 abril 2011 (Tol 2093031) y 14 abril 2011 (Tol 2124703).
31
V. en este sentido SSTS 16 diciembre 1996 (Tol 1658870) y 10 marzo 1998 (Tol 2451479).
32
V. en este sentido SSTS 27 marzo 2008 (Tol 1354577) y 6 octubre 2011 (Tol 2252090).
33
La disposición adicional única de la Ley 5/2012 prevé que las uniones que, conforme a la nor-
mativa anterior, estuviesen inscritas en el actual Registro Administrativo de Uniones de Hecho
(regulado por el Reglamento aprobado por Decreto 61/2002, de 23 de abril, pasen a regirse
por la nueva ley, siempre que reúnan los requisitos del artículo 2 de la misma y así lo acrediten
ante el Registro de Uniones de Hecho Formalizadas de la Comunidad Valenciana, “previa
petición realizada por los interesados, en el plazo de los dos años siguientes a la entrada en
vigor de esta ley”, la cual tuvo lugar el 18 de noviembre de 2012. La resolución debe dictarse
por el órgano competente para la gestión de dicho Registro, “en el plazo de tres meses desde la
petición, siendo los efectos del silencio administrativo negativos, sin perjuicio de la resolución
posterior sobre aquélla”. “Las resoluciones estimatorias de dicha petición concederán efectos
retroactivos a dicha unión de hecho, a la fecha de entrada en vigor de esta ley”.
34
El problema es que el art. 9 CC, al que se remite el art. 16.1 CC, nada dice sobre conflictos de
leyes en materia de uniones de hecho. La norma más próxima a este tipo de conflictos es el art.
9.2 CC, que se refiere a los efectos económicos del matrimonio. Del precepto resulta que, cuan-
do los cónyuges tengan vecindades civiles diversas, cabe que ambos pacten “en documento
auténtico” que el régimen económico de su matrimonio se rija por la ley personal de cualquiera
de ellos. Aun conscientes de que matrimonio y uniones de hecho no son realidades equivalentes
y de que, por lo tanto, en estricta técnica jurídica, no cabe una aplicación analógica del art. 9.2
CC, nos pareció prudente defender una solución semejante, entendiendo que, en el caso de que
uno de los convivientes tuvieran la vecindad civil valenciana, ambos podrían haber acordado
Las uniones de hecho
que los efectos económicos de su unión de hecho se rija por la Ley 5/2012, acuerdo que debía
presuponerse, cuando ambos hubiesen solicitado la inscripción de la unión en el registro auto-
nómico correspondiente.
35
Del mismo que hiciera la STC 82/2016, de 28 de abril (RTC 2016, 82), que declaró inconsti-
tucional la Ley de la Comunidad Valenciana 10/2007, de 20 de marzo, de Régimen Económico
Matrimonial Valenciano.
36
Resuelto por la STC 121/1992, de 28 de septiembre (Tol 80731), que declaró la competencia
de la Comunidad Valenciana para regularlos, al haber pervivido por vía consuetudinaria.
37
Ello, según la doctrina de las materias conexas, claramente expuesta en la STC 88/1993, de 12
de marzo (Tol 82111).
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
no poder hacerlo [que es lo que aconteció], la norma civil valenciana debe reputarse
inconstitucional y nula por falta de competencia38”.
El TC ha declarado, así, inconstitucionales todos los preceptos de la Ley 5/2012, que
regulaban aspectos civiles de las uniones de hecho39, esto es: el art. 6, que bajo la rúbrica
“efectos de la extinción de la unión de hecho formalizada” dispone en tal caso la “re
vocación automática de los poderes que cualquiera de sus miembros hubiera otorgado
a favor del otro”; el art. 7, que establece la “libertad de regulación” de las “relaciones
personales y patrimoniales derivadas de la convivencia”; el art. 8 (“gastos comunes de
la unión de hecho formalizada”); el art. 9, que regula el “derecho de alimentos” entre
los convivientes; el art. 10 (“disposición de la vivienda habitual de la unión de hecho”);
el art. 11 (“responsabilidad patrimonial”); el art. 12, que regula el destino del “ajuar do
méstico y uso de la vivienda” tras el fallecimiento de uno de los convivientes; el art. 13
(“representación legal de la persona conviviente”); y el art. 14 (“derechos de la persona
conviviente supérstite en la sucesión de la persona premuerta”)40.
Nada queda, pues, de los preceptos civiles Ley 5/2012 que regulaban los de-
rechos y deberes de los convivientes; sin embargo, nos ha parecido conveniente
mantener los epígrafes relativos a los mismos, porque con la excepción del art.
14, que regulaba los “derechos de la persona conviviente supérstite en la sucesión
de la persona premuerta”, el cual no se llegó a aplicar nunca, por estar suspendi-
do por el TC41, el resto de los preceptos, sí que se aplicaron, creando situaciones
consolidadas firmes, que no resultan afectadas por la posterior declaración de
inconstitucionalidad42.
Así, la STC 110/2016, de 9 de junio (RTC 2016, 110) afirma que “teniendo en cuenta
la existencia de un régimen legal anterior al ahora anulado (el de la Ley 1/2001, de 6 de
abril, por la que se regulan las uniones de hecho) y los efectos que haya podido producir
la aplicación de la Ley impugnada entre los miembros de las uniones de hecho forma
lizadas acogidas a la misma, y en sus relaciones con terceros, el principio de seguridad
jurídica consagrado en el art. 9.3 CE aconseja limitar los efectos de esta Sentencia, que
tendrá solo efectos ‘pro futuro’, sin afectar a las ‘situaciones jurídicas consolidadas’”.
38
Es el mismo argumento utilizado por la STC (Pleno) 82/2016, de 28 de abril (RTC 2016, 82),
que declaró inconstitucional la Ley de la Comunidad Valenciana 10/2007, de 20 de marzo, de
Régimen Económico Matrimonial Valenciano.
39
También el art. 2, que –como observa el TC- “regula el ‘ámbito de aplicación’ de la Ley hacién-
dolo depender de la ‘vecindad civil’ de ‘las partes’, debe ser igualmente anulado, pues una vez
desprovista la Ley de su contenido civil, su ámbito de aplicación debe atenerse al ‘principio de
territorialidad de las competencias’ que este Tribunal ha declarado ‘implícito al propio sistema
de autonomías territoriales’”.
40
En cambio, respecto del art. 1 (“Objeto y principios de esta Ley”), el TC entiende que “sola-
mente resulta inconstitucional en el inciso que da soporte a la normativa civil comentada, pero
no en su integridad; el resto del precepto puede seguir dando soporte a las normas válidas de
la Ley”.
41
V. así ATC (Pleno) 280/2013, de 3 de diciembre (RTC 2013, 280, AUTO)].
42
Es, pues, la misma solución adoptada por la STC (Pleno) 82/2016, de 28 de abril (RTC 2016,
82), respecto de la Ley de la Comunidad Valenciana 10/2007, de 20 de marzo, de Régimen
Económico Matrimonial Valenciano.
Las uniones de hecho
43
El precepto, con clara similitud a lo que acontece en el matrimonio, viene a regular una especie
de “impedimentos” para formar una unión de hecho, llegando el art. 4.2 de la Ley a prohibir
“pactarse una unión de hecho con carácter temporal o condicional”, norma ésta que recuerda
a la prevista en sede matrimonial por el art. 45.2 CC.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
44
Hay que tener en cuenta que la STS 31 marzo 2011 (Tol 2114961) admite la validez de un
pacto por el cual los cónyuges acuerdan que, en el caso de separación, el marido deba indem-
nizar a la mujer con el pago de una cantidad. Quizás este razonamiento pueda extrapolarse a
las uniones de hecho. No obstante, el problema que plantea es si por la misma razón habría de
ser válido el pacto entre convivientes que excluyera toda indemnización en el caso de ruptura
de la unión.
45
Otras legislaciones autonómicas prevén la posibilidad de que los convivientes puedan pactar
compensaciones para el caso de cese de la unión. Es el caso del art. 5.1 de la Ley asturiana, de
23 de mayo de 2002, de “parejas estables”, del art. 4.1 de la Ley balear, de 19 de diciembre de
2001, de “parejas estables”, o del art. 5.2 de la Ley vasca, de 7 de mayo de 2003, “reguladora
de las uniones de hecho”.
En algunas legislaciones, sin embargo, se ponen restricciones al principio de la autonomía de
la voluntad, respecto a la determinación de los referidos pactos.
El art. 4.2 de la Ley madrileña, de 19 de diciembre de 2001, sobre “uniones de hecho”, permite
que los convivientes pacten compensaciones económicas, “cuando tras el cese de la convivencia
se produzca un desequilibrio económico en uno de los convivientes con relación a la posición
del otro que implique un empeoramiento respecto de la situación anterior”. Precisa el precepto
que tales compensaciones “habrán de tomar en consideración las mismas circunstancias a que
se refiere el artículo 97 del Código Civil”.
En el mismo sentido se pronuncia el art. 10.II de la Ley andaluza, de 16 de diciembre de 2002,
de “parejas de hecho”, que permite a los integrantes de las uniones de hecho pactar compensa-
ciones económicas “cuando tras el cese de la convivencia se produzca un desequilibrio econó-
mico en uno de los convivientes, en relación a la posición del otro y que suponga una merma
con respecto a su situación previa al establecimiento de la convivencia”.
Las uniones de hecho
En defecto de pacto, la Ley 5/2011 dicta una extensa serie de normas, que
pasamos a exponer, las cuales, a diferencia de lo que acontecía en la anterior Ley
1/2001, no sólo tienen carácter administrativo, sino también civil, de las cuales
se deduce una discutible tendencia a una aproximación de la situación del convi-
viente a la del cónyuge.
A los efectos administrativos se refiere el art. 15, que establece una equiparación
entre los convivientes de hecho y los cónyuges a los siguientes efectos: “1. La regulación
de la función pública que es competencia de la Generalitat, en cuanto a licencias, permi
sos, situaciones administrativas, provisión de puestos de trabajo y ayuda familiar. 2. Los
derechos y obligaciones de derecho público establecidos por la Generalitat en materias
de su competencia, tales como normas presupuestarias, indemnizaciones, subvenciones
y tributos autonómicos. 3. En cuanto a los derechos a percibir pensiones de viudedad y
a las indemnizaciones por accidentes laborales o enfermedades profesionales, se estará
a lo dispuesto por la legislación aplicable en cada caso”.
46
La redacción del precepto recuerda a lo que establece el art. 1327 CC en materia de capitula-
ciones matrimoniales.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
B) El derecho de alimentos
El art. 9 de la Ley 5/2012, que, como se ha dicho, tiene carácter imperativo,
dispone que “Quienes convivan en una unión de hecho formalizada tienen la obli-
gación de prestarse alimentos en la forma y cuantía previstas en el Código Civil
con preferencia a cualquier otra persona obligada a prestarlos”.
La extensión del deber de alimentos será la determinada en el art. 142 CC, ocupando
el conviviente la posición que el art. 143 CC atribuye al cónyuge, es decir, con preferen
cia a los descendientes y ascendientes.
47
El art. 8.2 de la Ley 5/2012 precisa que “No son gastos comunes los derivados de la gestión y
defensa de los bienes propios de cada miembro, ni los que respondan a su interés exclusivo”.
48
Es lo que establecen los arts. 8.2 y 12 de la Ley 10/2007, de 20 de marzo, en materia de cargas
del matrimonio.
Las uniones de hecho
No obstante, en caso de negativa, “sin justa causa”, por parte del otro convi-
viente o de incapacidad para prestar el consentimiento, éste podrá ser suplido por
autorización judicial” (art. 10.3).
El acto de disposición realizado sin el preceptivo consentimiento o, en su defec-
to, sin autorización judicial, será anulable por el conviviente no titular.
El art. 10.4 de la Ley 5/2012 dice, así, que “El acto de disposición sobre la vivienda
habitual de la unión efectuado por la persona titular sin el consentimiento del otro o de
la otra conviviente o sin autorización judicial, podrá ser anulado a instancia de quien no
sea titular dentro de los cuatro años siguientes desde que tuvo conocimiento de tal acto
o, en su defecto, desde la inscripción del documento en el Registro de la Propiedad. Si
antes de transcurrir dicho plazo se extinguiere la unión, el negocio dispositivo celebrado
sin consentimiento de quien sea conviviente no titular quedará confirmado”50.
49
Parece lógico exigir, al igual que exige el art. 16.1 de la Ley 10/2007, de 20 de marzo, respecto
al cónyuge, que el conviviente no titular haya de prestar el consentimiento, “con conocimiento
de los elementos esenciales y de las circunstancias accidentales del concreto negocio dispositi-
vo”.
50
El precepto va, pues, más allá que lo previsto por el art. 17 de la Ley 10/2007, de 20 de marzo,
que, tras la reforma introducida por la Ley 8/2009, de 4 de noviembre, con el fin de eliminar
una posible extralimitación competencial, remite al CC el régimen de la acción de anulación
que corresponde al cónyuge, cuyo consentimiento no se ha pedido.
51
V. a este respecto art. 18 de la Ley 10/2007, de 20 de marzo, y la responsabilidad que el pre-
cepto establece a cargo del cónyuge que realiza un acto de disposición no oponible a un tercer
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
E) La responsabilidad patrimonial
El art. 11 de la Ley 5/2012 contiene dos normas de carácter distinto, en rela-
ción con los gastos comunes de la unión de hecho, contemplados en el art. 8 de la
misma, al que ya nos hemos referido.
a) La primera de ellas, de carácter interno, determina la medida en que cada
uno de los convivientes, frente al otro, ha de contribuir a su pago. El art. 11.1 dice,
así, que “Quienes convivan tienen la obligación de sufragar las deudas y cargas
comunes en proporción a sus respectivas rentas y patrimonios” (siempre que no
se haya pactado otra cosa, pues el precepto tiene carácter dispositivo).
b) La segunda de las normas tiene carácter externo, es decir, determina los
bienes que responden frente a los acreedores. Según el art. 11.2, por dicho tipo de
gastos responden solidariamente los bienes comunes de ambos convivientes “y los
de la persona que hubiera contraído la obligación”53.
No obstante, el precepto deja a salvo, a efectos internos, “el derecho de quien satisfi
zo la deuda a reclamar de su conviviente la parte que legalmente le corresponda abonar”
(conforme a lo pactado o, en su defecto, en proporción a su renta y patrimonio); y lo
mismo, si ambos pagaron, pero uno de ellos pagó de más54.
adquirente de buena fe, la cual parece perfectamente trasladable al caso que nos ocupa.
52
Es una norma semejante a la contenida en el art. 16.2 de la Ley 10/2007, de 20 de marzo.
53
Esta solución coincide con la prevista en el art. 11.1 de la Ley 10/2007, de 20 de marzo.
54
V. en este sentido art. 11.2 de la Ley 10/2007, de 20 de marzo.
Las uniones de hecho
Parece pertinente presumir que, salvo prueba en contrario, “los bienes que constitu
yen el ajuar doméstico de la vivienda familiar pertenecen por mitad y en pro indiviso” a
ambos convivientes55.
5. Derechos sucesorios
Según el art. 14 de la Ley 5/2012, “Si durante la unión de hecho formalizada
tuviere lugar la muerte o la declaración de fallecimiento de alguna de las personas
convivientes, quien sobreviva ocupará en la sucesión la misma posición que co-
rresponde legalmente al cónyuge supérstite”.
Esta norma, que nunca se aplicó, por haber sido suspendida por el TC, suponía
la equiparación del conviviente supérstite con el cónyuge viudo a efectos de legíti-
ma, modificando, así, de lleno los arts. 834 y ss. CC; y, así mismo, la inclusión de
aquél en el elenco de los llamados a suceder ab intestato, contrariando lo dispues-
to en los arts. 943 y ss. CC.
55
V. en este sentido art. 19.2 de la Ley 10/2007, de marzo.
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
B) Cancelación de la inscripción
El art. 5.2 de la Ley 5/2012, prevé que “En caso de extinción de la unión de
hecho formalizada, cualquiera de sus miembros deberá solicitar, en el plazo de
un mes, la cancelación de la inscripción que conste en el Registro de Uniones de
Hecho Formalizadas”.
“La cancelación de la unión de hecho en el Registro de Uniones de Hecho For
malizadas de la Comunidad Valenciana se producirá mediante resolución del órgano
competente para la gestión de dicho Registro, en el plazo máximo de tres meses desde
la solicitud, siendo los efectos del silencio administrativo positivos, sin perjuicio de la
resolución posterior sobre aquélla. Contra dicha resolución cabrá interponer el corres
pondiente recurso administrativo” (art. 5.3).
C) Efectos
Según el art. 6 de la Ley 5/2012, “La extinción de la unión de hecho formaliza-
da implica la revocación automática de los poderes que cualquiera de sus miem-
bros hubiera otorgado a favor del otro o de la otra durante la unión.
Mientras no se cancele en el Registro de Uniones de Hecho Formalizadas de la
Comunidad Valenciana, la extinción de la unión de hecho inscrita no perjudicará
a terceras personas de buena fe”.
Las uniones de hecho
XI. CUESTIONARIO
1.º ¿Pueden aplicarse las consecuencias jurídicas previstas en la ley para el matrimonio a las uniones de
hecho? Justifique su respuesta.
2.º ¿Existe la posibilidad de que los convivientes pacten los efectos económicos de la unión de hecho
para el caso de una eventual ruptura?
3.º ¿Qué implica, en orden a la constitución tácita de una comunidad de bienes sobre la vivienda, que
su precio o que la amortización del préstamo concedido para su adquisición haya sido satisfecho con
cargo a una cuenta de titularidad exclusiva de uno de los convivientes?
4.º ¿Cuándo entiende la jurisprudencia que existe la “affectio societatis” a efectos de entender consti-
tuida tácitamente una sociedad irregular o una comunidad de bienes en torno al ejercicio de una
actividad profesional o empresarial?
5.º ¿En qué casos acude la jurisprudencia al principio de prohibición del enriquecimiento injusto? ¿En
qué consiste el empobrecimiento a efectos de aplicar el referido principio?
6.º ¿Puede aplicarse analógicamente el art. 97 CC a las uniones de hecho? Fundamente su respuesta.
7.º ¿Es posible la aplicación analógica del art. 96.I CC a las uniones de hecho? Justifique su respuesta.
8.º ¿Deben observar algún requisito formal las uniones de hecho a efectos de la aplicación de la Ley
5/2012, de 15 de octubre, de uniones de hecho formalizadas de la Comunidad Valenciana? En su
caso, ¿cuál?
Cuestiones
1. ¿Se ha constituido tácitamente en el supuesto una comunidad de bienes sobre la vivienda? Justifique
su respuesta.
2. Supongamos ahora que el préstamo hipotecario hubiera sido devuelto por uno solo de los convivien-
tes. ¿Qué ocurriría en este caso?
Cuestiones
1. ¿Podría solicitar Doña Margarita que se aplicara a su caso, por analogía, la pensión compensatoria
prevista en el art. 97 CC? En caso negativo, ¿en base a qué principio podría reclamar Doña Margarita
una compensación?
José Ramón de Verda y Beamonte y Pedro Chaparro Matamoros
2. ¿Cambiaría la respuesta a la pregunta anterior si Doña Margarita hubiese estado recibiendo una
retribución acorde al mercado en su labor de camarera?
I. CONSIDERACIONES PRELIMINARES
La filiación se caracteriza porque establece un vínculo entre la persona y su
progenitor o progenitores por el hecho de la generación.
Esta relación encuentra su fundamento en primer lugar en el hecho biológico
de la procreación; sin embargo, este hecho no siempre se corresponde con el ju-
rídico, que amplía su esfera a situaciones que van a producir efectos similares en
la esfera del derecho.
Al ser el hecho determinante de la filiación su ubicación dentro del seno fa-
miliar, hay consenso por parte de la mayor parte de autores en entender que, en
este sentido, es un estado civil de la persona1. No obstante, no es influyente para
atribuir una mayor o menor capacidad de obrar a la persona.
A diferencia de cómo sucedía con anterioridad a la CE de 1978, actualmente
no existe discriminación entre la filiación matrimonial y la no matrimonial, en
virtud del principio de no discriminación por razón de matrimonio, establecido en
el art. 14 y de la protección integral a la filiación, que considera a los hijos iguales
ante la ley con independencia de su filiación, reconocida en su art. 39.2.
1
V. en este sentido STS 7 diciembre 1988 (Tol 1733306).
María José Reyes López
Dichos preceptos deben ser complementados asimismo con los arts. 10, 15 y
39.1º y 24.1, respecto de la investigación de paternidad mediante pruebas bioló-
gicas2 en la esfera constitucional, desarrollados por la Ley Orgánica de 1/1996,
de 15 de enero, de protección jurídica del menor, modificada por LO 8/2015, de
22 de julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adoles-
cencia y Ley 26/2015, de 28 de julio, de modificación del sistema de protección a
la infancia y a la adolescencia, e integrados en la pormenorizada regulación de los
arts. 108 y ss. CC, en la normativa de la Ley de Enjuiciamiento Civil del año 2000
(arts. 748-755), en cuanto al procedimiento y en la Ley 14/2006, de 26 de mayo,
sobre técnicas de reproducción humana asistida (LTRHA), en los aspectos referi-
dos a la filiación de los nacidos mediante los procedimientos regulados en ella3.
1. Clases de filiación
La filiación puede tener lugar por naturaleza y por adopción.
La filiación por naturaleza puede ser matrimonial y no matrimonial. Es matri-
monial cuando el padre y la madre están casados entre sí.
La filiación matrimonial y la no matrimonial, así como la adoptiva, surten los
mismos efectos, conforme a las disposiciones del CC.
En la actualidad esta clasificación, contenida en el art. 108 CC, hay que comple
mentarla con la LTRHA, que permite que consten como progenitores por naturaleza los
que biológicamente no lo son. Igualmente, que se pueda tener dos padres o dos madres4
debido a que se permite que pueda ser inscrita como filiación natural la maternidad de
dos mujeres casadas entre sí, una de las cuales se haya sometido a técnicas de reproduc
ción asistida consintiéndolo la otra (art. 7.3 LTRHA) y que pueda constar como filiación
natural la paternidad de dos padres casados entre sí, que figuren como padres en una
resolución judicial extranjera, después de haber recurrido a una gestación por sustitu
ción, en los términos previstos por la Instrucción de la DGRN de 5 de octubre de 2010,
según se explicará en el tema siguiente. Por último, también hay que tener en cuenta que
al permitir la Ley de técnicas de reproducción asistida la posibilidad de que puedan ser
madres mujeres solteras con donante de semen anónimo, hay que contemplar la coexis
tencia de casos en los que la clasificación tradicional resulta extraña a este supuesto, que
sólo se puede calificar de maternidad por naturaleza5.
2
V. a este respecto STC 7/1994, de 17 enero (Tol 82417), así como SSTS 3 octubre 2008 (Tol
1386048), y 17 junio 2011 (Tol 2150337).
3
V. STS 15 enero 2013 (RAJ 2014, 1265).
4
V. a este respecto STS 12 mayo 2011 (Tol 2124714).
5
V. a este respecto STS 6 febrero 2013 (RAJ 2014, 833).
La filiación
2. Efectos
La filiación determina el vínculo existente entre el hijo y sus progenitores, dan-
do lugar con ello al reconocimiento de un nombre y de unos apellidos, así como
al establecimiento de un status con relación a éstos, que le dará derecho al reco-
nocimiento de unos derechos, como el de alimentos, educación… al menos, hasta
alcanzar la mayor edad y unos derechos sucesorios6.
A) Apellidos
La filiación determina los apellidos con arreglo a lo dispuesto en la ley7.
El orden de los apellidos dependerá asimismo de si la filiación está determina-
da por ambas partes en el momento de la inscripción de nacimiento o no.
Si la filiación está determinada por ambas líneas, el padre y la madre de común
acuerdo podrán decidir el orden de transmisión de su respectivo primer apellido,
antes de la inscripción registral. Si no se ejercita esta opción, regirá lo dispuesto en
la Ley, que dispone, que si la filiación está determinada por ambas líneas el primer
apellido de un español es el primero del padre y el segundo apellido, el primero de
los personales de la madre, aunque sea extranjera (art. 194 RRC).
El orden de apellidos inscrito para el mayor de los hijos regirá en las inscripcio-
nes de nacimiento posteriores de sus hermanos del mismo vínculo.
El hijo, al alcanzar la mayor edad, podrá solicitar que se altere el orden de los
apellidos8.
No obstante, como ha puesto de manifiesto la STS 12 noviembre 2015 (Tol 5558305),
la doctrina jurisprudencial ha dado una nueva interpretación al art. 109 CC en concor
dancia con el art. 59.3 LRC/2011, cuando un reconocimiento posterior del padre supon
ga alterar el orden de los apellidos y ello afecte al interés del menor, siguiendo el criterio
proclamado en la STS 17 febrero 2015 (Tol 4743455), entendiendo que, cuando está en
cuestión el interés superior del menor, hay que tomar en consideración lo expuesto en la
exposición de motivos de la Ley del Registro Civil 20/2011 de 21 de julio, que determina
6
V. en este sentido STS 12 noviembre 2008 (Tol 1401714).
7
Vigente hasta la entrada en vigor de la Ley 20/2011, de 21 de julio, de Registro Civil, art. 47,
que regula el orden de los apellidos. V. STS 17 febrero 2015 (Tol 4743455).
8
Vigente hasta la entrada en vigor de la Ley 20/2011, de 21 de julio, de Registro Civil, arts. 53
a 55, que regula el cambio de los apellidos.
María José Reyes López
que: “...El nombre y apellidos se configura como un elemento de identidad del nacido
derivado del derecho de la personalidad y como tal se incorpora a la inscripción de
nacimiento. Con el fin de avanzar en la igualdad de género se prescinde de la histórica
prevalencia del apellido paterno frente al materno permitiendo que ambos progenitores
sean los que decidan el orden de los apellidos”.
B) Deber de amparo
La relación de los progenitores con sus hijos genera una serie de obliga-
ciones, que no necesariamente se corresponden con el desempeño de la patria
potestad. En este sentido, el padre y la madre, aunque no ostenten la patria
potestad, están obligados a velar por los hijos menores y a prestarles alimentos
(art. 110 CC).
9
V. en este sentido STS 16 febrero 2012 (Tol 2459427).
La filiación
A) Títulos de legitimación
Dichos títulos, cuya función es evitar posibles controversias, al mismo tiempo
que facilitar las relaciones del tráfico jurídico y conflictos, se encuentran enume-
rados en el art. 113 CC, que dispone que la filiación se acredita por la inscripción
en el Registro Civil, por el documento o sentencia que la determina legalmente,
por la presunción de paternidad matrimonial y, a falta de los medios anteriores,
por la posesión de estado.
La presunción de paternidad y la sentencia firme que determina una filiación
son títulos de atribución, aunque pueden ser también utilizados como medios de
acreditación o de prueba.
En cuanto a las cuestiones referidas al documento o sentencia que determina la
filiación hay que remitirse a lo expuesto sobre los documentos en los cabe hacer
el reconocimiento en la filiación no matrimonial, puesto que, para la matrimonial,
sólo cabe la inscripción, o en su caso, la sentencia (art. 115 CC).
María José Reyes López
a) La inscripción registral
La inscripción en el Registro Civil es el título de legitimación más importante y
un medio de prueba privilegiado, puesto que mientras no se disponga lo contrario
en una sentencia firme, es tenida por cierta y veraz.
Consiste en un documento público que da fe del hecho que refleja el encargado
del Registro Civil, que hace fe del hecho, fecha, hora y lugar del nacimiento, del
sexo y, en su caso, de la filiación del inscrito (art. 41 LRC), al que el art. 113 CC,
aunque de su redacción no parece que se desprenda un determinado orden de
prelación, concede un valor general frente a otros supuestos de carácter excep-
cional al apostillar en su último párrafo: “para la admisión de pruebas distintas a
la inscripción se estará a lo dispuesto en la Ley de Registro Civil”. De ahí, que la
admisión de otros medios exija que no haya una inscripción o que no pueda cer-
tificarse el asiento y que previa o simultáneamente se inste la inscripción omitida
o la reconstrucción del asiento (arts. 327 CC10 y 2 LRC).
Igualmente, los asientos de filiación podrán ser rectificados conforme a la Ley
de Registro Civil, sin perjuicio de lo especialmente dispuesto sobre acciones de
impugnación, que se estudiarán seguidamente. También podrán rectificarse en
cualquier momento los asientos que resulten contradictorios con los hechos que
una sentencia penal declare probados (art. 114 CC).
b) La posesión de estado
Como se desprende del art. 113 CC, la posesión de estado es un medio de
prueba subsidiario de la filiación, que sólo podrá ejercitarse a falta de los medios
anteriores.
Las SSTS de 10 y 17 de marzo de 1988 la definen como: “Un concepto público
en que es tenido un hijo con relación a su padre natural, cuando este concepto se
forma por actos directos del mismo padre o de su familia, demostrativos de un
verdadero reconocimiento perfectamente voluntario, libre y espontáneo”.
Para que exista posesión de estado deben concurrir tres circunstancias: la atri-
bución del nombre y apellidos del padre o de la madre; la situación de hecho en
que la familia se comporta como tal frente al hijo, debiendo ser esa situación de
hecho constante, permanente e ininterrumpida respecto al hijo. Y, finalmente, la
fama, que consiste en la manifestación pública, notoria y ostensible de actos enca-
minados a exteriorizar ese vínculo ante la sociedad.
10
Este artículo quedará derogado por el apartado 3.º de la disposición derogatoria de la Ley
20/2011, de 21 de julio, del Registro Civil.
La filiación
11
V. a este respecto STS 10 noviembre 2003 (Tol 324952).
12
V. así STS 11 abril 2012 (Tol 2516759).
María José Reyes López
13
V. STS 12 mayo 2015 (Tol 5199611).
María José Reyes López
A) El reconocimiento de la filiación
El reconocimiento consiste en una declaración de voluntad por la que su autor
admite o confiesa que es el padre o madre de la persona reconocida.
Es un acto personalísimo, unilateral, irrevocable y formal. No obstante, ello
no es impedimento para que se puedan realizar reconocimientos conjuntos. Por
ello, cuando lo realice un progenitor separadamente la legislación civil prohíbe
manifestar en él la identidad del otro a no ser que esté ya determinada legalmente,
pretendiendo con ello salvaguardar la intimidad del otro (art. 122 CC).
Si bien con anterioridad a la reforma de 1981 se debatía si se trataba de un
acto o de un negocio jurídico, en la actualidad la doctrina se muestra favorable
a decantarse por la primera opción, justificándolo en que los efectos legales se
producen al margen de la voluntad de quien reconoce.
14
Esta modalidad no queda recogida en la Ley 20/2011, de 21 de julio, de Registro Civil.
15
V. a este respecto STS 14 mayo 2004 (Tol 420576).
La filiación
16
V. así STS 7 noviembre 2002 (Tol 225448).
María José Reyes López
17
V. a este respecto STS 7 julio 2004 (Tol 483447).
La filiación
18
Esta modalidad no queda recogida en la Ley 20/2011, de 21 de julio, de Registro Civil.
María José Reyes López
19
V. así STS 12 enero 2015 (Tol 4720040).
La filiación
también que el juzgador podrá deducir de esta negativa las consecuencias jurídi-
cas que procedan, puesto que lo que sí otorga a esta prueba es valor indiciario.
Del segundo, deriva que los tribunales rechazarán la admisión a trámite de
cualquier demanda que pretenda la impugnación de la filiación declarada por
sentencia firme, o la determinación de una filiación contradictoria con otra que
hubiere sido establecida también por sentencia firme (art. 764 LEC).
Ambos principios quedan recogidos en el art. 767 LEC, que establece que:
1. En ningún caso se admitirá la demanda sobre determinación o impugnación
de la filiación si con ella no se presenta un principio de prueba de los hechos en
que se funde.
2. En los juicios sobre filiación será admisible la investigación de la paternidad
y de la maternidad mediante toda clase de pruebas, incluidas las biológicas.
3. Aunque no haya prueba directa, podrá declararse la filiación que resulte del
reconocimiento expreso o tácito, de la posesión de estado, de la convivencia con
la madre en la época de la concepción, o de otros hechos de los que se infiera la
filiación, de modo análogo.
4. La negativa injustificada a someterse a la prueba biológica de paternidad o
maternidad permitirá al tribunal declarar la filiación reclamada, siempre que exis-
tan otros indicios de la paternidad o maternidad y la prueba de ésta no se haya
obtenido por otros medios.
En cuanto a la legitimación activa para el ejercicio de las acciones que corres-
pondan al hijo menor o incapacitado, ambas acciones podrán ser ejercitadas por
su representante legal o por el Ministerio Fiscal, indistintamente, pudiendo here-
deros, a la muerte del actor, continuar las acciones ya entabladas (art. 765 LEC).
Si no hubieran interpuesto ellos la demanda, serán parte demandada, las personas
a las que en ésta se atribuya la condición de progenitores y de hijo, cuando se pida la
determinación de la filiación y quienes aparezcan como progenitores y como hijo en
virtud de la filiación legalmente determinada, cuando se impugne ésta. Si cualquiera
de ellos hubiere fallecido, serán parte demandada sus herederos (art. 766 LEC).
2. Acciones de reclamación
Estas acciones persiguen el reconocimiento de una determinada filiación, ya
sea matrimonial o no matrimonial, cuando previamente no haya sido determina-
da extrajudicialmente.
A tenor de lo establecido en los arts. 131 a 134 CC, cabe distinguir cuatro
supuestos de reclamación, que se articulan sobre la premisa de que haya mediado
previa posesión de estado o no.
María José Reyes López
3. Acciones de impugnación
Partiendo del art. 764.2 LEC, según el cual, los tribunales rechazarán la admi-
sión a trámite de cualquier demanda que pretenda la impugnación de la filiación
declarada por sentencia firme, o la determinación de una filiación contradictoria
con otra que hubiere sido establecida también por sentencia firme, sólo cabe el
ejercicio de estas acciones cuando la filiación haya sido determinada extrajudi-
cialmente.
20
V. a este respecto STS 9 julio 2002 (Tol 202882).
21
V. a este respecto STS 8 julio 2004 (Tol 483431).
La filiación
22
V. así STS 16 octubre 2008 (Tol 1389539).
23
V. STS 4 julio 2011 (Tol 2234835).
La filiación
IV. CUESTIONARIO
1.º Tipos de filiación.
2.º ¿Cuáles son los efectos de la filiación?
3.º Procedimiento de las acciones de filiación
4.º ¿En qué consisten las acciones de reclamación?
5.º ¿En qué consisten las acciones de impugnación?
6.º ¿En qué consiste el reconocimiento de la filiación?
7.º ¿Cuándo se puede obtener el reconocimiento por posesión de estado?
8.º ¿Cuál es la capacidad que se requiere para reconocer a un hijo?
9.º ¿Puede afectar el reconocimiento de un hijo a los herederos? Señale los supuestos y requisitos.
10.º ¿Cuáles son los documentos en qué se puede reconocer a un hijo?
V. CASO PRÁCTICO
1.º Supuesto de hecho
El 16 de noviembre de 2001 Dña. Juana tuvo un hijo, fruto de una relación con D. Joaquín, que aunque
conocía que había sido padre, no lo había reconocido. En 2009 Dña. Juana perdió su trabajo, viéndose en
María José Reyes López
una situación económica muy precaria para atender las necesidades de su hijo, por lo que pidió ayuda a
D. Joaquín, que se negó. En vista de ello, decidió que lo mejor por el bien de su hijo sería solicitar el reco-
nocimiento de la paternidad por parte de Joaquín, así como el pago de una pensión mensual para su hijo.
Cuestiones
1. ¿Qué procedimiento habría que seguir?
2. ¿Cuáles son los efectos que produce el reconocimiento de la paternidad?
3. ¿Desde qué momento operaría dicho reconocimiento?
4. ¿Qué acciones habría que ejercitar?
5. ¿Se podrían modificar los apellidos del hijo?
6. ¿Podría oponerse el menor al cambio de apellidos?
7. ¿De qué tipo de filiación se trataría?
Ante todo, hay que precisar, que, como prevé el art. 7.1 de la Ley 14/2006, “La
filiación de los nacidos con las técnicas de reproducción asistida se regulará por
las leyes civiles, a salvo de las especificaciones establecidas en los tres siguientes
artículos” (en materia de determinación legal de la filiación, fecundación póstuma
o gestación por sustitución), precisando el precepto que, “En ningún caso, la ins-
cripción en el Registro Civil reflejará datos de los que se pueda inferir el carácter
de la generación”.
1
Según el art. 2.2 de la Ley 14/2006, “La aplicación de cualquier otra técnica no relacionada en
el anexo requerirá la autorización de la autoridad sanitaria correspondiente, previo informe
favorable de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida, para su práctica pro-
visional y tutelada como técnica experimental”.
José Ramón de Verda y Beamonte
1. La donación de gametos
Según el art. 5.6 de la Ley 14/2006, los donantes de gametos se deberán tener
más de 18 años, buen estado de salud psicofísica y plena capacidad de obrar”,
precisando el art. 5.7 de la misma que “El número máximo autorizado de hijos
nacidos en España que hubieran sido generados con gametos de un mismo donan-
te no deberá ser superior a seis”.
El consentimiento ha de ser prestado personalmente y no puede ser suplido judi
cialmente. En tal sentido se ha pronunciado el Auto del Juzgado de Primera Instancia
número 13 de Valencia de 13 de mayo de 2003 (AC 2003, 1887), que ha desestimado
la pretensión de una mujer, de ser inseminada con los gametos de su marido, el cual
se encontraba en una situación de coma durante más de once años. Dice, así, que la
suplencia judicial de la voluntad de un incapaz “no puede en ningún caso extenderse a
la realización de un acto tan personalísimo como es la decisión de tener un hijo, ya que
es de todo punto discrecional y subjetiva”. Y continúa afirmando que la creación de la
situación jurídica de la paternidad “genera unas cargas y responsabilidades de tal mag
nitud y trascendencia que, desde luego, sólo en virtud del personal consentimiento o
actuación del afectado, y nunca por otra vía sustitutoria, puede admitirse la constitución
de la paternidad”. Sin embargo, el Auto admite la posibilidad de que la mujer pueda acu
dir a las técnicas de reproducción asistida, utilizando los gametos de un tercer donante
anónimo (cosa, que ésta no había pedido), argumentando, que “se da la situación de
separación de hecho, contemplada en el ya citado art. 6-3 de la Ley”.
A mi entender, este argumento es discutible, porque no me parece que la mera cir
cunstancia de que el marido estuviera internado en un hospital en estado de coma au
torice a llegar a la conclusión de que existía una separación de hecho. Repárese que lo
pretendido por la mujer no era, simplemente, la autorización a acceder a las técnicas
de reproducción asistida, sino, concretamente, el ser inseminada con los gametos de
su marido, lo que parece indicar la persistencia de la “affectio maritalis”, a pesar de las
difíciles circunstancias por las que atravesaba la vida del matrimonio2.
2
V. también AAP La Coruña 3 noviembre 2000 (AC 2001, 183).
La filiación derivada del uso de las técnicas de reproducción asistida
c) “El contrato se formalizará por escrito entre los donantes y el centro auto-
rizado. Antes de la formalización, los donantes habrán de ser informados de los
fines y consecuencias del acto” (art. 5.4).
Según la misma norma, “La información y el consentimiento deberán efectuarse en
formatos adecuados, siguiendo las reglas marcadas por el principio del diseño para to
dos, de manera que resulten accesibles y comprensibles a las personas con discapaci
dad”.
2. La donación de embriones
El art. 3.2 de la Ley 14/2006 sólo autoriza la transferencia de un máximo de
tres embriones a cada mujer “en cada ciclo reproductivo”.
Por lo tanto, si se han fecundado in vitro más de tres óvulos, puede haber em-
briones sobrantes, que, conforme al art. 11.4.b) de la misma, pueden ser donados
para fines reproductivos.
Según resulta del art. 1.2 de la Ley 14/200, debe de tratarse de un embrión constitui
do “por el grupo de células resultantes de la división progresiva del ovocito desde que es
fecundado hasta 14 días más tarde”.
El consentimiento para la donación reproductiva (al igual que para otros fines,
como es el de investigación) debe ser prestado por la usuaria y, en el caso de que
la misma esté casada con un hombre, también por el marido (art. 11.5 de la Ley).
El consentimiento para la donación podrá ser revocado “en cualquier momen-
to”, pero siempre antes de que el embrión haya sido utilizado; y deberá ser reno-
vado, como mínimo, cada dos años: si quienes deben renovar el consentimiento
no responden dos veces consecutivas a la petición de renovación del centro, éste
podrá libremente destinar los embriones a otros fines, como la investigación, o
destruirlos (art. 11.6 de la Ley).
La filiación derivada del uso de las técnicas de reproducción asistida
“La mujer podrá ser usuaria o receptora de las técnicas reguladas en esta Ley
con independencia de su estado civil y orientación sexual” (art. 6.1.II).
Ahora bien, “Si la mujer estuviera casada, se precisará, además, el consenti-
miento de su marido, a menos que estuvieran separados legalmente o de hecho y
así conste de manera fehaciente” (art. 6.3).
La razón de esta exigencia es clara: hay que ponerla en relación con la pre-
sunción de paternidad del marido de los hijos nacidos, constante el matrimonio
y antes de los trescientos días siguientes a su disolución o separación legal o de
hecho de los cónyuges (art. 116 CC).
Por ello, parece lógico que si la usuaria está casada, no con un varón, sino con otra
mujer, aquélla no necesite el consentimiento de ésta para poder acudir a las técnicas de
reproducción asistida.
como consecuencia de tal fecundación” (art. 8.1). Por lo tanto, no se podrá discu-
tir el carácter matrimonial de la filiación, a pesar de existir una disociación entre
la paternidad legal y la biológica3.
Si la usuaria está casada con una mujer, según se ha dicho, no se exige que ésta
consienta que aquélla acuda a las técnicas de reproducción asistida. No obstante, el art.
7.3 de la Ley 14/2006 prevé que, que, si no está separada legalmente o de hecho, pueda,
“manifestar conforme a lo dispuesto en la Ley del Registro Civil que consiente en que se
determine a su favor la filiación respecto al hijo nacido de su cónyuge”4.
3
El art. 235-8.1del Libro II del CC de Cataluña dispone que “Los hijos nacidos a consecuencia
de la fecundación asistida de la mujer, practicada con el consentimiento expreso del cónyuge
formalizado en un documento extendido ante un centro autorizado o en un documento públi-
co, son hijos matrimoniales del cónyuge que ha dado el consentimiento”. Con anterioridad, los
arts. 92.1 y 97.1 del Código de Familia de Cataluña de 1998 exigían que dicho consentimiento
se prestara en documento público. Sin embargo, la jurisprudencia flexibilizó este requisito
formal, entendiendo que bastaba que fuera dado en el documento firmado ante el centro auto-
rizado. V. en este sentido STSJ Cataluña 27 noviembre 2007 (RAJ 2007, 8520), como también
AAP Barcelona 12 julio 2011 (JUR 2011, 373587).
4
Esta redacción es dada por el apartado 1 de la Ley de la Disposición Adicional Quinta de la
Ley 19/2015, de 13 de julio, de medidas de reforma administrativa en el ámbito de la adminis-
tración de Justicia y del Registro Civil.
Con anterioridad, el precepto decía que la mujer casada con la usuaria, no separada legalmente
o de hecho, “podrá manifestar ante el Encargado del Registro Civil del domicilio conyugal,
que consiente en que cuando nazca el hijo de su cónyuge, se determine a su favor la filiación
respecto del nacido”.
La diferencia de redacción es, pues, clara: ahora no se exige que el consentimiento para la in-
seminación se preste “ante el Encargado del Registro Civil”, sino, “conforme a lo dispuesto en
la Ley del Registro Civil”, con lo que parece acogerse la tesis sostenida por la doctrina mayo-
ritaria y acogida por la STS 5 diciembre 2013 (RAJ 2013, 7566), con base en art. 39 CE, “que
reconoce la protección integral de los hijos ante la Ley, con independencia de su filiación, y esta
no puede quedar subordinada a un requisito formal, como el del consentimiento previo ante el
encargado del Registro Civil y no ante la clínica, en el que se prestó, una vez quede acreditado
adecuadamente el voluntario consentimiento para la técnica de reproducción asistida y la vo-
luntad concorde de las partes de concebir un hijo”.
La misma sentencia observa que “se exige que la manifestación se haga antes de que nazca el
hijo, no en el momento de la inseminación”, exigencia que se mantiene en la vigente redacción
del precepto.
La SAP Islas Baleares 5 diciembre 2012 (Tol 2724548) estimó la demanda de impugnación de
la filiación de la mujer de la usuaria, porque el consentimiento para que el niño nacido fuera
inscrito como hijo de ambas había sido prestado, después del nacimiento del mismo (no antes),
habiéndose celebrado el matrimonio poco días después del alumbramiento.
La filiación derivada del uso de las técnicas de reproducción asistida
c) Si la mujer está unida de hecho con otra mujer, que consiente que la misma
sea inseminada ante el centro médico, dicho consentimiento podrá ser considera-
do como un indicio de posesión de estado, en orden a la reclamación de la mater-
nidad, con apoyo en el art. 131 CC.
Así se deduce de la STS 5 diciembre 2013 (RAJ 2013, 7566), que confirmó la senten
cia recurrida, que había admitido la reclamación de filiación por posesión de estado pre
sentada por la excónyuge de la madre (contra la oposición de ésta), entendiendo que el
consentimiento prestado a la inseminación artificial por las entonces convivientes (antes
de casarse) era “de particular significación porque constituye la voluntad libre y manifes
tada por ambas litigantes del deseo de ser progenitoras mediante consentimiento expre
so, hasta el punto de que en casos como este dicho consentimiento debe ser apreciado
aunque la posesión de estado hubiera sido escasa o no suficientemente acreditada como
de ordinario se exige”. En cualquier caso, la sentencia recurrida había afirmado que la
posesión de estado se deducía también de las actuaciones judiciales llevadas a cabo por
la demandante para mantener contacto con las menores (había pedido el establecimien
to de un régimen de vistas a su favor y había iniciado un procedimiento de adopción).
Valoró también declaraciones testificales en las que se afirmaba que durante un año la
demandante había compartido su vida con las menores “en calidad de madre, hasta que
la ruptura de la pareja produce también la ruptura de la relación con las niñas”.
V. LA FECUNDACIÓN PÓSTUMA
El art. 9.2 de la Ley 14/2006 permite la fecundación póstuma, también lla-
mada post mortem, con gametos del marido de la usuaria6, pero con cautelas,
5
La STSJ Cataluña 22 diciembre 2008 (Tol 1548432) entiende que basta con que el consen-
timiento del varón a la fecundación de su compañera pueda deducirse de actos inequívocos,
aunque no se haya firmado el documento ante el centro autorizado.
6
V. también art. 235-8.2 del Libro II del CC de Cataluña, según el cual “En la fecundación asis-
tida practicada después del fallecimiento del marido con gametos de éste, el nacido se tiene por
hijo suyo si se cumplen las siguientes condiciones: a) Que conste fehacientemente la voluntad
José Ramón de Verda y Beamonte
cumplidas las cuales, quedará determinada la filiación del hijo respecto del falleci-
do, con sus correspondientes consecuencias, en particular, en el ámbito sucesorio,
siendo llamado a la herencia del padre muerto7.
El precepto exige el consentimiento del marido “para que su material reproduc-
tor pueda ser utilizado en los 12 meses siguientes a su fallecimiento para fecundar
a su mujer”8, plazo éste en el que, por lo tanto, deberá realizarse la fecundación.
La ausencia del consentimiento del varón a la fecundación post mortem no puede ser
suplida por la vía de la autorización judicial para satisfacer las aspiraciones de la mujer
de tener un hijo de su marido premuerto9.
expresa del marido para la fecundación asistida después del fallecimiento. b) Que se limite a
un solo caso, incluido el parto múltiple. c) Que el proceso de fecundación se inicie en el plazo
de 270 días a partir del fallecimiento del marido. La autoridad judicial puede prorrogar este
plazo por una justa causa y por un tiempo máximo de 90 días”.
7
A ello no obsta la regla general que resulta del art. 758 CC, según la cual el heredero ha de exis-
tir al tiempo del fallecimiento del causante o, al menos, ha de estar concebido en este momento
(esto último, por aplicación del art. 29 CC), lo que no acontece en el caso que nos ocupa. Sin
embargo, dicha regla debe ceder ante las exigencias que derivan del principio constitucional
de igualdad: determinada legalmente la filiación, no se puede negar a los hijos nacidos de una
fecundación post mortem los derechos sucesorios que la ley reconoce a todo hijo, pues ello
supondría una discriminación contraria al art. 14 CE. V. este sentido, art. 10.3 de la derogada
Ley aragonesa de Sucesiones por causa de muerte, de 24 de febrero de 1999, y actualmente, art.
325.3 del vigente Código de Derecho Foral de Aragón de 2011.
8
No basta con el que marido hubiera dado su consentimiento para la congelación de sus game-
tos, sino que es necesario un específico consentimiento dirigido a que los gametos sean utili-
zados para fecundar a su mujer en caso de fallecimiento. V. así AAP Barcelona 17 mayo 2011
(AC 2011, 1256).
9
V. en este sentido AAP La Coruña 3 noviembre 2001 (AC 2001, 183).
La filiación derivada del uso de las técnicas de reproducción asistida
utilizado para fecundar a su compañera y que dicha fecundación tuvo lugar o, al menos,
se inició dentro de los doce meses siguientes a su fallecimiento.
La nulidad del contrato de gestación por sustitución hace que, a efectos legales,
haya que considerar siempre como madre a la gestante, y no, a la biológica (en
el caso de que ésta sea distinta de aquélla). El art. 10.2 de la Ley 14/2006, de 26
mayo, dice, así, que “La filiación de los hijos nacidos por gestación de sustitución
será determinada por el parto”.
José Ramón de Verda y Beamonte
Sin embargo, el art. 10 de la Ley 14/2006, de 26 mayo, añade que “Queda a salvo la
posible acción de reclamación de paternidad respecto del padre biológico, conforme a
las reglas generales”. Cabría, pues, que el padre biológico ejercitara la acción de recla
mación de paternidad y que posteriormente, previo consentimiento de la madre gestan
te, el hijo fuera adoptado por la mujer de aquél, sin necesidad de mediar la declaración
de idoneidad prevista en el art. 176 CC10.
En la práctica, sucede que parejas estériles (o formadas por miembros del mis-
mo sexo) acuden a países donde está permitida la gestación por sustitución, don-
de conciertan un contrato de útero de alquiler; y, una vez que nace el niño, lo ins-
criben en el Registro Consular, como su fuera hijo suyo. Se trata de una práctica
que se opone a lo establecido en el art. 10.1 de la Ley 14/2006, precepto que tiene
un claro carácter imperativo y determina la formación del orden público español.
La STS (Pleno) 6 febrero 2014 (Tol 4100882) ha confirmado la cancelación de la
inscripción de la filiación, que había sido realizada en el Registro Civil Consular de los
Ángeles, con apoyo en una certificación registral californiana, en favor de dos varones,
que habían acudido a la gestación por sustitución. Ha considerado que tal inscripción
iba contra el orden público español, pues en “nuestro ordenamiento jurídico y en el de
la mayoría de los países con ordenamientos basados en similares principios y valores, no
se acepta que la generalización de la adopción, incluso internacional, y los avances en
las técnicas de reproducción humana asistida vulneren la dignidad de la mujer gestante
y del niño, mercantilizando la gestación y la filiación, ‘cosificando’ a la mujer gestante
y al niño, permitiendo a determinados intermediarios realizar negocio con ellos, posi
bilitando la explotación del estado de necesidad en que se encuentran mujeres jóvenes
en situación de pobreza y creando una especie de ‘ciudadanía censitaria’ en la que
solo quienes disponen de elevados recursos económicos pueden establecer relaciones
paterno-filiales vedadas a la mayoría de la población”.
10
Esta posibilidad es sugerida por la STS (Pleno) 6 febrero 2014 (Tol 4100882) y por el ATS 2
febrero 2015 rec. nº 245/2012), en interés del menor concebido por gestación por sustitución
en California a iniciativa de un matrimonio de varones españoles.
La filiación derivada del uso de las técnicas de reproducción asistida
no debe hacerse conforme a sus personales puntos de vista, sino tomando en considera
ción los valores asumidos por la sociedad como propios, contenidos tanto en las reglas
legales como en los principios que inspiran la legislación nacional y las convenciones
internacionales”; y continúa: “La aplicación del principio de la consideración primordial
del interés superior del menor ha de hacerse para interpretar y aplicar la ley y colmar sus
lagunas, pero no para contrariar lo expresamente previsto en la misma. No hacerlo así
podría llevar a la desvinculación del juez respecto del sistema de fuentes, que es contra
ria al principio de sujeción al imperio de la ley que establece el art. 117.1 de la Constitu
ción. Hay cambios en el ordenamiento jurídico que, de ser procedentes, debe realizar el
parlamento como depositario de la soberanía nacional, con un adecuado debate social
y legislativo, sin que el juez pueda ni deba suplirlo”.
Por otro lado, observa que, si bien, a tenor del art. 3 de la Convención sobre los
Derechos del Niño, el interés superior del menor tiene “una consideración primordial”,
a la que han de atender los tribunales y demás instituciones públicas y privadas en todas
las medidas concernientes a los niños”, ello no significa que no haya que realizar una
ponderación con otros bienes jurídicos, como “el respeto a la dignidad e integridad
moral de la mujer gestante, evitar la explotación del estado de necesidad en que pueden
encontrarse mujeres jóvenes en situación de pobreza, o impedir la mercantilización de
la gestación y de la filiación”, afirmando que “la mercantilización que supone que la
filiación de un menor resulte determinada, a favor de quien realiza el encargo, por la
celebración de un contrato para su gestación, atenta contra la dignidad del menor al
convertirlo en objeto del tráfico mercantil”.
Por otro lado, hay que insistir en que, conforme al art. 10.2 de la Ley 14/2006,
de 26 mayo, cabe que, siendo uno de los comitentes el padre biológico reclame la
paternidad y, posteriormente su cónyuge (cualquiera que sea su sexo) lo adopte,
sin necesidad de la declaración administrativa de idoneidad (art. 176.2º.2. CC),
como también que pueda constituirse un acogimiento en favor de los comitentes,
si existe una situación de desamparo por no ocuparse la madre gestante de su hijo.
El ATS 2 febrero 2015 (rec. nº 245/2012), resolviendo un incidente de nulidad de
actuaciones, ha considerado que la solución adoptada por la STS (Pleno) 6 febrero 2014
no es contraria a la jurisprudencia del Tribunal Europeos de Derechos Humanos, que han
condenado a Francia, por no permitir la inscripción en el Registro civil francés de hijos
nacidos en Estados Unidos mediante gestación por sustitución con gametos del varón
integrante de la pareja heterosexual comitente. Observa el Tribunal Supremo que la con
dena al país galo se fundamenta en “la absoluta imposibilidad de que el ordenamiento
jurídico francés reconozca cualquier vínculo de filiación entre los comitentes y el niño,
no solamente por la imposibilidad de transcribir el acta de nacimiento norteamericana,
sino también por la imposibilidad de que se reconozca la filiación biológica paterna (lo
que el Tribunal de Estrasburgo considera injustificable), la filiación derivada de la pose
sión de estado, o la filiación por adopción por parte de los comitentes”, “lo que supone
una situación de incertidumbre jurídica incompatible con las exigencias del art. 8 del
Convenio” de Roma [que consagra el derecho al respeto de la vida familiar, del que for
ma parte el derecho a la identidad].
El Tribunal de Estrasburgo —añade— “no afirma que la negativa a transcribir al Re
gistro Civil francés las actas de nacimiento de los niños nacidos en el extranjero por ges
tación por subrogación infrinja el derecho al respeto de la vida privada de esos menores.
Lo que afirma es que a esos niños hay que reconocerles un estatus definido, una identi
dad cierta en el país en el que normalmente van a vivir […]. En el caso de España, ese
José Ramón de Verda y Beamonte
11
Así lo exige, como regla general, la directriz primera de la Instrucción, según la cual: “Para
proceder a la inscripción de nacimiento deberá presentarse ante el Registro Civil español, la
solicitud de la inscripción y el auto judicial que ponga fin al mencionado procedimiento de
exequátur” (párrafo segundo).
Sin embargo, la misma directriz, en su párrafo tercero, establece que no será necesario acudir
al procedimiento de exequátur, cuando la resolución judicial extranjera “tuviera su origen en
un procedimiento análogo a uno español de jurisdicción voluntaria”, disponiendo que, en tal
caso, “el encargado del Registro Civil controlará incidentalmente, como requisito previo a su
inscripción, si tal resolución judicial puede ser reconocida en España”.
En este mero control incidental —continúa la Instrucción— el encargado “deberá constatar:
a) La regularidad y autenticidad formal de la resolución judicial extranjera y de cualesquiera
otros documentos que se hubieran presentado. b) Que el Tribunal de origen hubiera basa-
do su competencia judicial internacional en criterios equivalentes a los contemplados en la
legislación española. c) Que se hubiesen garantizado los derechos procesales de las partes,
en particular, de la madre gestante. d) Que no se ha producido una vulneración del interés
superior del menor y de los derechos de la madre gestante. En especial, deberá verificar que el
consentimiento de esta última se ha obtenido de forma libre y voluntaria, sin incurrir en error,
dolo o violencia y que tiene capacidad natural suficiente. e) Que la resolución judicial es firme
y que los consentimientos prestados son irrevocables, o bien, si estuvieran sujetos a un plazo
de revocabilidad conforme a la legislación extranjera aplicable, que éste hubiera transcurrido,
sin que quien tenga reconocida facultad de revocación, la hubiera ejercitado”.
José Ramón de Verda y Beamonte
VII. CUESTIONARIO
1.º ¿Qué técnicas de reproducción humana asistida se regulan en la Ley 14/2006, de 26 de mayo?
2.º ¿Cuál es el número máximo de hijos autorizados que pueden nacer en España de gametos del mismo
donante?
3.º ¿Por qué el marido ha de consentir el acceso de su mujer a las técnicas de reproducción humana
asistida?
4.º ¿Cuándo es posible fecundar a una mujer con gametos de su marido fallecido?
5.º ¿Cuál es la posición de la Dirección General de los Registros y del Notariado respecto de la posible
inscripción de hijos nacidos en el extranjero a través de la gestación por sustitución?
Cuestiones
1.º ¿Podría la desconsolada Dña. Alejandra ser fecundada póstumamente con los gametos de su añora-
do D. Andrés?
2.º De ser así, ¿tendría el hijo que naciera derechos sucesorios en la herencia de D. Andrés?
Así, el derecho de los padres, como señala la STS 12 mayo 2011 (Tol 2124714), no
tiene en realidad carácter de derecho o interés preponderante, sino de fin subordinado al
fin al que debe atenderse de forma preferente, que es el interés del menor.
2. Naturaleza
Este carácter de officium o de responsabilidad parental al servicio de la protec-
ción de los menores, que tiene la patria potestad, viene destacado por el art. 39.3
CE, a tenor del cual “Los padres deben prestar asistencia de todo orden a los hijos
habidos dentro o fuera del matrimonio, durante su minoría y de edad y en los
casos que legalmente proceda”. Son los poderes públicos los que, de acuerdo con
los números 2 y 4 de este precepto, aseguran la protección integral de los hijos, la
asistencia de todo orden que han de prestarles los padres y la protección prevista
en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos.
3. Caracteres
Los caracteres de la patria potestad son los siguientes:
a) Se atribuye de forma conjunta a ambos progenitores, consecuencia lógica de
la igualdad entre hombres y mujeres.
1
La idea de officium viene destacada por la STS 10 febrero 2012, (Tol 2450933), cuando señala
que la patria potestad constituye un officium que se atribuye a los padres para conseguir el
cumplimiento del interés del menor.
Las relaciones paterno-filiales: la patria potestad
2
V. en este sentido STS 25 abril 2011 (Tol 2125260).
3
La STS 19 abril 2012 (Tol 2532886) señala que el bonum filii tiene un carácter informador del
Derecho de familia.
María Teresa Martín García de Leonardo
1. Los hijos
Están sujetos a la patria potestad los hijos menores no emancipados (art. 154
CC). Cabe que, llegada la mayoría de edad, la patria potestad se prorrogue en el
supuesto de hijos declarados judicialmente incapacitados.
2. Los progenitores
A) Titularidad y ejercicio conjunto. Posibilidad de actuación individual
En principio, el art. 156.I CC señala que la patria potestad se ejerce conjun-
tamente por ambos cónyuges. La titularidad y el ejercicio conjunto de la patria
potestad se presentan como la regla general. Esto no significa que actúen conjun-
tamente siempre, ya que el mismo precepto establece otra posibilidad: también se
puede ejercer por uno sólo de los progenitores con el consentimiento expreso o
tácito del otro.
Para dar la indispensable flexibilidad a la regla general de actuación conjunta
el precepto añade que son válidos los actos que realice uno de los padres confor-
me al uso social y a las circunstancias o en situaciones de urgente necesidad.
Los actos realizados conforme al uso social y las circunstancias, por analogía
con el art. 1319 CC que se refiere a necesidades ordinarias de la familia, parece
que serán las facultades ordinarias de la patria potestad. Respecto a la urgente
necesidad se tratará de aquellos casos que requieran actuación inmediata, sin
demora que impondría una consulta o acuerdo de los padres. En definitiva, deci-
siones que no se pueden aplazar.
Se protege la validez del acto, lo que implica la imposibilidad de impugnarlo,
tanto por parte de los progenitores, como de los terceros.
Finalmente, el art. 156.III CC establece una suerte de consentimiento presunto
cuando señala que “respecto a terceros de buena fe, se presume que cada uno de
los progenitores actúa en el ejercicio ordinario de la patria potestad con el con-
Las relaciones paterno-filiales: la patria potestad
sentimiento del otro”. Aunque el precepto hace referencia a que la presunción al-
canza a los supuestos de los párrafos anteriores, realmente se aplicará a los actos
realizados conforme al uso social, a las circunstancias o en situación de urgente
necesidad, porque si hay consentimiento expreso o tácito no hace falta presu-
mirlo. También resulta llamativa la referencia a la buena fe cuando en el mismo
precepto se pronuncia por la validez general de dichos actos.
1. Ámbito personal
A) Deberes y facultades de los padres
Los padres tienen los siguientes deberes y facultades (art. 154 CC):
1.º Velar por los hijos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y pro-
curarles una formación integral
Estos deberes van ligados a la condición de progenitores de los padres. Da tal
forma que aunque hayan sido privados de la patria potestad siguen obligados a
velar y alimentar a los hijos (art. 110 CC). En situaciones de separación o divorcio
de los padres los deberes se harán efectivos de otra forma, dada la imposibilidad
de estar en compañía a la vez del padre y de la madre. En estos casos, si se otorga
la guarda y custodia a uno de los progenitores, los deberes y facultades no cesan,
pudiendo adoptarse las medidas oportunas para el cumplimiento de los mismos4.
4
La STS 2 de julio 2004 (Tol 483351) admite la posibilidad de que un progenitor controle a tra-
vés de un detective las actividades del otro, con apoyo en el deber de velar por sus hijos sujetos
Las relaciones paterno-filiales: la patria potestad
El deber genérico de velar engloba no sólo los aspectos mencionados sino cual-
quier asistencia que requiera el menor como, por ejemplo, todo lo relativo a su
salud, pudiendo disponer los padres de la información sanitaria de los hijos para
velar adecuadamente por su salud.
Para el cumplimiento de estos deberes y ejercicio de las facultades los padres
podrán recabar el auxilio de la autoridad judicial.
2.º Representarlos y administrar sus bienes. Si los hijos tuvieran suficiente ma-
durez deberán ser oídos siempre antes de adoptar decisiones que les afecten.
a la patria potestad, en tanto en cuanto van dirigidas a comprobar que están correctamente
atendidos.
María Teresa Martín García de Leonardo
2. Ámbito patrimonial
A) Representación
La representación de los hijos menores no emancipados, de acuerdo con los
arts. 154.2 y 162 CC la ostentan los padres. La mención del legislador a “los
padres que ostenten…” se refiere a los padres que “ejercen” en concreto la patria
potestad. Se trata de un supuesto de representación legal y es el art. 162 CC el que
fija la extensión de la misma. Viene configurada como una facultad de los padres
acorde con el carácter de función de la patria potestad que se desempeña en inte-
rés del hijo, dada su falta de plena capacidad de obrar.
El art. 162.II CC contiene una serie de excepciones en las que los padres no
representan a los hijos:
que rebasa los 3.000.000 de euros, porque esto supondría una injerencia injustificada en
un ámbito de decisión que le es propio, ya que incide de manera directa sobre su futuro
profesional, que es un aspecto o presupuesto de su personalidad.
5
V. en este sentido RDGRN 23 mayo de 2012, (Tol 2570714), que añade que “la contradicción
de intereses entre los menores y sus representantes legales en una partición se puede deber a
diferentes motivos: incluir en el inventario bienes como gananciales, o bienes de cuyo título
adquisitivo no resulte con claridad tal carácter; no ajustarse el viudo o viuda en la adjudica-
ción de los bienes a las disposiciones legales sobre titularidad de cuotas en el caudal relicto;
ejercitar el cónyuge viudo una opción de pago de su cuota legal usufructuaria”. La RDGRN
de 4 septiembre 2012 (Tol 2656082) señala que no hay contradicción ni conflicto de intereses
en una partición si los bienes se adjudican pro indiviso respetando las normas legales sobre la
partición de la herencia. Sin embargo, en el caso de la cautela socini, fórmula testamentaria
por la que los legitimarios reciben más de lo que por legítima les corresponde, pero con un
gravamen trae una alternativa por la que los legitimarios tiene que optar y si son menores de
edad, el hecho de que por ellos ejercite la acción su madre acarrea contraposición de intereses,
ya que la representante se ve afectada directamente por el resultado de la opción.
6
La RDGRN 2 agosto 2012 (Tol 2656075) afirma que “el Código civil exige para excepcionar
el régimen general que entre representante y representado exista una oposición de intereses,
excluyéndose así del supuesto previsto por la norma el mero peligro hipotético o la mera supo-
sición de que pudiera concurrir un supuesto de conflicto.”
María Teresa Martín García de Leonardo
B) Administración
La regla general es que la administración de los bienes de los hijos corresponde
a los padres.
7
V. en este sentido STS 26 octubre 2012 (Tol 2672517).
8
La STS 7 noviembre 2002 (Tol 225448) señala que se trata de un cargo judicial porque en
necesario una resolución judicial que acuerde su nombramiento. Cuando actúa debe obrar
dentro de las facultades precisas y concretas que se han atribuido y cuando actúa judicialmente
debe probar que lo hace así.
Las relaciones paterno-filiales: la patria potestad
a) Bienes excluidos
Sin embargo, el art. 164.II CC contempla una serie de bienes que quedan ex-
cluidos de la administración de los padres:
1.º Los bienes adquiridos por título gratuito cuando el disponente lo hubiera
ordenado de manera expresa. En este caso se estará a la voluntad del disponente.
2.º Los bienes adquiridos por sucesión en que uno o ambos de los que ejercen
la patria potestad hubieran sido desheredados o no hubieran podido heredar por
causa de indignidad. Estos bienes serán administrados por la persona que designe
el causante, en su defecto por el otro progenitor o por un administrador judicial
especialmente nombrado.
3.º Los bienes que el hijo mayor de 16 años haya adquirido con su trabajo o
industria. El hijo administrará los bienes aunque necesitará el consentimiento de
los padres para realizar los actos que excedan de la mera administración.
Finalmente, respecto de los frutos y rentas de los bienes de los hijos (art. 165
CC) los padres podrán destinar los frutos y rentas del menor que viva con ambos
o con uno solo de ellos, en la parte que le corresponda, al levantamiento de las
cargas familiares y no están obligados a rendir cuentas de lo que hubiesen consu-
mido en tales atenciones.
Respecto de los bienes que no administren los padres pueden solicitar a los
hijos los frutos en la medida adecuada para el levantamiento de las cargas fami-
liares. Se exceptúan los bienes a que se refieren los números 1 y 2 del art. 164.II
CC (bienes adquiridos a título gratuito y adquiridos por sucesión en los supuestos
de desheredación de los padres) y los frutos de los bienes donados o dejados a los
hijos especialmente para su educación o carrera. Si los padres carecen de medios
pueden pedir al Juez que se les entregue la parte que en equidad corresponde.
Con esta norma lo que se pretende es que todos en la medida de sus posibilidades
contribuyan al levantamiento de las cargas familiares, evitando que un hijo se
enriquezca a costa de los padres o a costa de otros hermanos.
9
La referencia a las normas especiales de la LH hay que entenderla hecha al derecho de los hijos
sometidos a patria potestad a exigir hipoteca legal en los términos de los arts. 168.3, 190 y 191
de la misma.
María Teresa Martín García de Leonardo
C) Actos de disposición
Los padres, en la medida en que son representantes de los hijos, son los que van
a realizar los actos dispositivos sobre sus bienes (art. 166 CC).
Respecto de determinados bienes y derechos el art. 166 CC añade, sin embar-
go, dos requisitos:
1.º La necesidad de la previa autorización del Juez con audiencia del Ministe-
rio Fiscal, salvo que el menor haya cumplido 16 años y consienta en documento
público.
El consentimiento del mayor de 16 años en documento público exime de la
autorización judicial, sin necesidad de que el menor sea emancipado.
Si se tratase de un menor emancipado, a tenor del art. 323 CC, quien otorga el acto
es el propio hijo, aunque con el consentimiento de los padres en los supuestos de ena
jenación o gravamen de bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales u
objetos de extraordinario valor. El consentimiento de los padres actúa como un comple
mento de capacidad del menor emancipado. Sin embargo en los supuestos del art. 166
CC quienes realizan el acto de disposición o gravamen son los padres como representan
tes legales, aunque han de contar con el consentimiento del hijo.
10
La exigencia de autorización judicial puede en ocasiones entorpecer la operación dada la nece-
saria agilidad que se requiere en la disposición de valores mobiliarios.
María Teresa Martín García de Leonardo
11
Esta es la solución que establece el art. 154 del Código de Familia de Cataluña.
12
Los argumentos del TS favorables a la posición que adopta son los siguientes: a) el artículo 166
CC es una norma imperativa que coincide con el art. 1259 CC. b) el fin de protección del art. 166
CC es la protección del interés de los menores que no pueden actuar por sí mismos y que pueden
encontrarse en situaciones de desprotección cuando alguien contrata en su nombre y obliga sus
patrimonios sin el preceptivo control. c) la representación legal no es un derecho de los padres,
sino de los hijos, que les permite exigir que se actúe en beneficio de sus intereses. d) el propio art.
1259 CC va a permitir que el contrato pueda ser objeto de ratificación por el propio interesado
cuando sea favorable a sus intereses.
Las relaciones paterno-filiales: la patria potestad
Se trata de una medida que sólo se puede adoptar judicialmente —en pro-
cedimiento civil ordinario, sentencia penal o proceso matrimonial— y que en
todo caso trae causa en el incumplimiento de los deberes inherentes a la patria
potestad13.
Como se puede apreciar, el art. 170 CC vincula la pérdida total o parcial de la
patria potestad al incumplimiento de los deberes que integran el contenido de la
misma. Pero tal privación no constituye una consecuencia necesaria e inevitable
del incumplimiento, sino sólo posible, en función de las circunstancias concurren-
tes en cada caso; se refleja, en definitiva, su carácter discrecional aunque condicio-
nada por el beneficio de los hijos14. Al tratarse de una medida excepcional por su
gravedad, ha de aplicarse únicamente en casos extremos15.
La STS 10 noviembre 2005 (Tol 765860) detalla la aplicación de la privación en los
siguientes términos: “la institución de la patria potestad viene concedida legalmente en
beneficio de los hijos y requiere, por parte de los padres, el cumplimiento de los deberes
prevenidos en el art. 154 CC; pero en atención al sentido y significado de la misma, su
privación, sea temporal, parcial o total, requiere, de manera ineludible la inobservancia
de aquellos deberes de modo constante, grave, y peligroso para el beneficiario y desti
natario de la patria potestad, el hijo. El art. 170 CC, en cuanto contenedor de una norma
sancionadora, debe ser objeto de interpretación restrictiva y la aplicabilidad del mismo
exige que, en el caso concreto de que se trate, aparezca plenamente probado que el
progenitor, al que se pretende privar de la patria potestad, haya dejado de cumplir los
deberes inherentes a la misma”.
13
El art. 92 CC relativo a los procesos matrimoniales establece la posibilidad de acordar en la
sentencia la privación de la patria potestad cuando en el proceso se revele causa para ello.
El art. 111 CC señala que quedará excluido de la patria potestad el progenitor cuando haya
sido condenado a causa de las relaciones a que obedezca la generación según sentencia penal
firme; y cuando la filiación haya sido judicialmente determinada contra su oposición. En estos
supuestos podría producirse privación o simplemente no llegaría a haber patria potestad. Por
su parte, el CP contempla en los arts. 226 y ss. los delitos de abandono de familia menores e
incapacitados, estableciendo en el art. 233 la posibilidad de que el juez si lo estima oportuno y
en atención a las circunstancias del menor imponga a los responsables de los delitos la priva-
ción de la patria potestad.
14
La STS 12 julio 2004 (Tol 476877) estimó que no procedía la privación de la patria potestad
pese al incumplimiento durante años por parte del padre de los deberes inherentes a la patria
potestad, ya que el significado obstaculizador que suponían las diferencias evidentes entre los
progenitores y el cambio de actitud del padre respecto del hijo justificaban la no privación.
15
V. en este sentido STS 10 febrero 2012 (Tol 2450933), en la que se señala que para establecer
la privación de la patria potestad no basta la sola constatación de un incumplimiento, aun
grave, de los deberes paterno-filiales, sino que es necesario que su adopción venga aconsejada
por las circunstancias concurrentes y resulte conveniente en un determinado momento para los
intereses del menor.
María Teresa Martín García de Leonardo
16
La STS 11 octubre 2004 (Tol 514214) señala que la privación de la patria potestad no impide
las prestaciones alimenticias impuestas al padre que contempla el art. 110 CC, ya que trascien-
den a la patria potestad y función familiar.
Las relaciones paterno-filiales: la patria potestad
VII. CUESTIONARIO
1.º Diferenciar entre patria potestad y relación paterno-filial y definir ambos conceptos.
2.º Determinar la naturaleza de la patria potestad y sus consecuencias prácticas.
3.º Señalar cuatro situaciones en las que uno de los progenitores puede actuar de forma individual.
4.º Determinar qué solución existe si los padres no se ponen de acuerdo en el colegio al que quieren
llevar al hijo.
5.º Señalar los deberes de los padres que derivan de la patria potestad y los que derivan de su condición
de progenitores.
6.º Determinar la duración de los deberes de los hijos.
7.º ¿Puede un menor intervenir en un programa de televisión cantando?
8.º Señalar los supuestos en los que interviene el defensor judicial y sus consecuencias en materia de
patria potestad.
9.º Consecuencias de la venta de un bien inmueble propiedad del hijo por parte de los padres, sin contar
con la autorización del juez.
10.º Si un padre separado no paga la pensión de alimentos establecida por el juez, ¿puede privársele de
la patria potestad?
ambos herederos, al haber renunciado D. Álvaro, su padre a la parte correspondiente de bienes ganancia-
les, al legado de usufructo y a la cuota legal usufructuaria.
Entre el fallecimiento y la partición D. José María procedió a vender en nombre propio y de sus hijos
menores de edad, en documento privado el citado piso a Dña. Delia, sin solicitar autorización judicial.
Cinco años después de alcanzar la mayoría de edad, Amparo y Luis demandan a Dña. Delia compradora y
a D. José María vendedor solicitando que se declarara la obligación de los compradores de reintegrar el
inmueble al patrimonio hereditario.
Los compradores contestaron a la demanda oponiendo la prescripción de la acción de acuerdo con el art.
1301 CC, porque entendían que la venta se había convalidado por el transcurso de 4 años desde la mayoría
de edad de los herederos, sin que se hubiera impugnado. Además consideran que concurría fraude en la
renuncia que efectuó el padre por ser posterior a la venta.
Cuestiones
1. Determinar la validez del contrato de compraventa y los diferentes argumentos en los que se apoya
la decisión adoptada.
2. Comentar la procedencia de los argumentos esgrimidos por la compradora.
2º Supuesto de hecho
D. Francisco, soltero, instituyó herederas por partes iguales a Dña. Ana y a su hija Amparo, menor de edad,
estableciendo también en el testamento una serie de legados del total del metálico de su caudal heredita-
rio y un legado a Dña. Amparo de la casa situada en Gran Canaria.
Dña. Ana acude a la notaría y en escritura pública, en su propio nombre y derecho y en el de hija menor,
sobre la que ejercía con exclusividad la patria potestad, se lleva a cabo la aceptación y partición de la he-
rencia y la entrega de legados.
Cuestiones
1. Determinar si existe conflicto de intereses entre la madre y el hijo menor y, en su caso, si procede el
nombramiento de un defensor judicial.
2. Determinar si es correcta la aceptación y partición de la herencia.
3. Buscar cuatro Resoluciones recientes de la Dirección General de los Registros y del Notariado en las
que se contemplen los requisitos que exige para determinar cuando existe conflicto de intereses y
debe proceder el nombramiento de un defensor judicial.
contratos celebrados por los representantes legales de los menores para la práctica del deporte
profesional (a propósito de la STS de 5 de febrero de 2013”, LL, núm. 8047, 2013; FEMINÍA
LÓPEZ, P.J.: “Daños por violación de la intimidad en las relaciones paterno-filiales”, en AA.VV.:
La responsabilidad civil en las relaciones familiares (coord. J.A. MORENO HERNÁNDEZ), Ma-
drid, 2012; LINACERO LAFUENTE y ALBALADEJO GARCÍA, M.: Régimen patrimonial de la
patria potestad, Madrid, 1990; LÓPEZ SÁNCHEZ, C.: “Daños causados por los padres a la salud
o integridad física de los menores”, en AA.VV.: La responsabilidad civil en las relaciones familiares
(coord. J.A. MORENO HERNÁNDEZ), Madrid, 2012; MARÍN GARCÍA DE LEONARDO, T.:
“Los actos de disposición de bienes de menores sometidos a la patria potestad”, RDP, 1986, pp.
221 y ss.; RODRÍGUEZ GUITIÁN, A.Mª: “Daños causados a los hijos por el incumplimiento del
deber de educar”, en AA.VV.: Responsabilidad civil en el ámbito de las relaciones familiares (coord.
J.R. DE VERDA Y BEAMONTE), Cizur Menor, 2012; RUISÁNCHEZ CAPELASTEGUI, C.: La
privación de la patria potestad, Barcelona, 2006; SEISDEDOS MUIÑO, A.: La patria potestad dual,
Bilbao, 1988; ZARRALUQUI SÁNCHEZ-EZNARRIAGA, L.: Marco jurídico paterno-filial en las
rupturas de pareja, Barcelona, 2013.
Lección 19
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
1
Concretamente en la Comunidad Valenciana, v. Ley 12/2008, de 3 de julio, de protección
integral de la infancia y la adolescencia de la Comunitat Valenciana, y la Ley 5/1997, de 25
de junio, de la Generalitat, por la que se regula el Sistema de Servicios Sociales en el ámbito
de la Comunitat Valenciana, así como el Decreto 93/2001, de 22 de mayo, del Consell, por el
que se aprobó el Reglamento de Medidas de Protección Jurídica del Menor en la Comunitat
Valenciana (vigentes en todo aquello no derogado por la citada Ley 12/2008).
Josefina Alventosa del Río
En nuestro CC, dichas instituciones se regulan en los arts. 215 a 306 (Título X,
Libro I). Estos preceptos han sido modificados sucesivamente por la Ley 13/1983,
de 24 de octubre, de reforma del Código civil en materia de tutela, por la Ley
21/1987, de 11 de noviembre, por la que se modifican determinados artículos del
Código civil y de la Ley de Enjuiciamiento civil en materia de adopción, por la Ley
Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, por la Ley
26/2015, de 28 de julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y a
la adolescencia, y por la Ley 15/2015, de 2 de julio, de la Jurisdicción Voluntaria2.
En el Capítulo I (arts. 215 a 221) se establecen una serie de disposiciones gene-
rales comunes a los citados tipos de instituciones.
El art. 215 CC establece que: “La guarda y protección de la persona y bienes
o solamente de la persona o de los bienes de los menores o incapacitados, se rea-
lizará, en los casos que proceda, mediante: 1º) La tutela. 2º) La curatela. 3º) El
defensor judicial”.
Se podría distinguir dichas figuras diciendo que el tutor es el representante le-
gal del menor o incapacitado con carácter estable; el curador se limita a completar
la capacidad del representado, pero no sustituye su voluntad en sentido técnico,
y el defensor judicial es un cargo ocasional o esporádico que tiene como fin la
protección del menor o incapacitado cuando existan intereses contrapuestos entre
éste y sus representantes legales o cuando transitoriamente no exista persona que
esté ejerciendo las funciones tutelares.
A ello hay que añadir una situación de protección de hecho de menores e inca-
pacitados, la guarda de hecho, a la que el CC dedica muy poca regulación (arts.
303, 304 y 306).
II. LA TUTELA
1. Concepto
La tutela es una institución mediante la cual la ley designa representante legal
a un menor o incapacitado con carácter estable. Se regula en los artículos 215 y
ss. y 222 a 285 CC.
Nuestra legislación contempla dos modalidades de la misma: la tutela ordina-
ria y la tutela automática.
2
Esta norma regula la tramitación de los expedientes sobre constitución de tutela, curatela (arts.
43 a 51) y nombramiento de defensor judicial (arts. 27 a 32), con una referencia al guardador
de hecho (art. 52).
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
3. Promoción de la tutela
Están obligados a promover la constitución de la tutela, desde el momento en
que conocieran el hecho que la motivare, los parientes llamados a ella y la persona
bajo cuya guarda se encuentre el menor o incapacitado y si no lo hicieren serán
responsables solidarios de la indemnización de los daños y perjuicios causados
(art. 229 CC).
También puede constituirse de oficio por el Juez de Primera Instancia o a peti-
ción del Ministerio Fiscal cuando tuvieren conocimiento de que existe en el terri-
torio de su jurisdicción alguna persona que deba ser sometida a tutela (art. 228
CC).
Asimismo, nuestra legislación permite a cualquier persona que observe un he-
cho que sea determinante de tutela poner dicha situación en conocimiento del
Ministerio Fiscal o de la autoridad judicial (art. 230 CC).
Josefina Alventosa del Río
4. Constitución de la tutela
El Juez constituirá la tutela previa audiencia de los parientes más próximos,
de las personas que considere oportuno, y, en todo caso, del tutelado si tuviera
suficiente juicio y siempre si fuera mayor de doce años (art. 231 CC y 45.2 LJV)3,
lo que resulta preceptivo y de obligado cumplimiento para el propio Juez. Ello se
realizará en audiencia pública y con la asistencia del Ministerio Fiscal.
Una vez practicadas las audiencias exigidas por la ley y emitido el informe del
Ministerio Fiscal, el Juez dictara resolución, en la que puede constar la constitu-
ción de la tutela y las medidas de vigilancia y control que estime por convenientes
en beneficio del tutelado (art. 233 CC y 45.4 y 5 LJV).
La tutela se ejercerá bajo la vigilancia del Ministerio Fiscal, que actuará de
oficio o a instancia de cualquier interesado, pudiendo exigir del tutor en cualquier
momento que le informe sobre la situación del menor o del incapacitado y del
estado de la administración de la tutela (art. 232 CC). Se trata, por un tanto, de
un control continuado que se establece para la protección del propio tutelado.
3
La competencia para el conocimiento de este expediente la tiene el Juzgado de Primera Instan-
cia del domicilio o, en su defecto, de la residencia del menor o persona con capacidad modifi-
cada judicialmente (art. 43 de la LJV).
4
Ponen de relieve que el nombramiento de tutor se debe realizar en beneficio del tutelado, entre
otras, las SSAP Islas Baleares 28 abril 2009 (Tol 1565559) y Palencia 13 diciembre 2011 (Tol
2340547), y SSTS 11 octubre 2012 (Tol 2674037) y 5 febrero 2013 (Tol 3010824).
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
5
Sin embargo, en la STS 17 julio 2012 (Tol 2635528) no se aceptó el nombramiento del tutor
efectuado por el interesado porque se consideró perjudicial para los intereses de la persona
incapacitada, dado los intereses económicos en juego que no gestionó correctamente la tutora
designada por el propio incapacitado, nombrando como tutor a la Comunidad Autónoma del
Principado de Asturias.
6
De hecho, en la SAP Zaragoza 21 julio 1993 (Tol 382656) se nombró tutora a la abuela de la
nieta por privación de la patria potestad de la madre; en la SAP Baleares 7 mayo 2004 (Tol.
447802) la Sala nombró tutora a la hermana de la incapacitada, que presentaba trastorno
de personalidad por abuso de drogas, con preferencia al padre de la misma por entender que
aquélla podría dedicarle mayor atención que éste; en la SAP Valencia 23 noviembre 2006 (Tol
1022178) se prefirió a la hija menor de la incapacitada en base al informe pericial del Juzgado
que la consideró más idónea con preferencia a su hermana mayor. Sin embargo, la STS 1 julio
2014 (Tol 4.468.983), que contempló el caso de nombramiento por el Juez como tutor para
una mujer incapacitada a una fundación tutelar, cuyos hijos solicitaban dicho nombramiento
para cada uno de ellos en exclusiva, consideró que el tribunal de instancia había infringido el
art. 234 CC porque había prescindido de las personas llamadas a asumir la tutela sin haber
motivado claramente que la exclusión de los parientes se había realizado en beneficio del inca-
pacitado.
Josefina Alventosa del Río
de éste, considere más idóneo (art. 235 CC)7, considerándose beneficiosa para el
menor su integración en la vida de familia del tutor (art. 234.III CC).
Hay que añadir que pueden ser tutores tanto las personas físicas como las
personas jurídicas que no tengan finalidad lucrativa y entre cuyos fines figure la
protección de menores e incapacitados (art. 242 CC)8. Como regla general, la
tutela se desempeñara por un solo tutor, salvo en algunos casos en que se puede
ejercer por varios tutores conjuntamente (art. 236 CC)9.
A la existencia de una pluralidad de tutores se refieren algunos preceptos del CC,
en relación a la toma de decisiones y al cese de alguno de ellos. En cuanto a la primera
cuestión, el art. 237 dispone la actuación solidaria de los tutores en los casos del art.
236, núm. 2º, si los padres lo solicitaran, y núm. 4º, si el testador lo hubiese dispuesto
de modo expreso, de modo que cualquiera de los tutores nombrados podrá realizar de
forma individual los actos relativos a la tutela. Por el contrario, si no existen dichos nom
bramientos, en los demás casos, las facultades de la tutela habrán de ser ejercitadas por
los tutores de modo conjunto, valiendo lo que se haga con el acuerdo del mayor núme
ro; si no existiese dicho acuerdo, el Juez, después de oír al tutelado si tuviese suficiente
juicio y a los tutores, resolverá sin ulterior recurso lo que estime conveniente; y si tales
desacuerdos fueren reiterados y entorpecieren gravemente el funcionamiento de la tute
la, el Juez puede reorganizar dicho funcionamiento e incluso proveer al nombramiento
de nuevo tutor; si hubiere incompatibilidad u oposición de intereses en alguno de ellos
para un acto o contrato concreto, podrá realizarse por otro tutor o por los demás de for
ma conjunta (art. 237 bis). Con respecto al cese de algún tutor, establece el art. 238 que
la tutela subsistirá con los restantes a no ser que al hacer el nombramiento se hubiera
dispuesto otra cosa de modo expreso.
7
En este sentido cabe destacar el AAP Sevilla 14 junio 1999 (AC 1999, 851), sobre constitución
de tutela de una menor de once años, cuya madre había fallecido, teniendo la custodia de la
misma el padre, quien mantenía una relación de pareja estable con una persona transexual
(inicialmente varón, y en el momento de los hechos mujer), y que reclamaban los abuelos ma-
ternos al producirse el fallecimiento del padre de la misma, en la cual se concedió la custodia
a la pareja del padre, con quien había convivido la menor, considerándose tal atribución en
beneficio e interés de la misma, pues se estimó que otra cosa supondría desarraigar a la menor
de lo que para ella desde el nacimiento había constituido su núcleo familiar.
8
Así, en las SSAP Barcelona 27 julio 2006 (EDJ 2006/383190) y 7 marzo 2008 (EDJ 2008/43610)
el Tribunal atribuye la tutela del incapacitado total a Fundaciones privadas. En la SAP Islas
Baleares 28 abril 2009 (Tol 1565559), la Sala prefirió otorgar la tutela a una fundación pri-
vada antes que a las hijas de las incapacitadas por considerar que ofrecía mejores condiciones
que éstas en cuanto al cuidado personal y patrimonial de aquélla, pues una de las hijas estaba
enferma y la otra la había desatendido reiteradamente. La STS 22 julio 1993 (Tol 1655828)
confirma el nombramiento como tutor a persona jurídica especializada en problemas de salud
mental por ser más beneficiosa para la incapaz que la tutela de otros parientes.
9
Así, la concurrencia de un tutor en los aspectos personales y otro en los aspectos patrimoniales
del tutelado, concurrencia de los dos progenitores, nombramiento del tutor y de su cónyuge,
o designación de varios tutores por los padres. Sin embargo, en la jurisprudencia se señala
que no existiendo circunstancia excepcional que lo exija no debe dividirse la tutela personal y
patrimonial. V. en este sentido la SAP Zaragoza 8 noviembre 1999 (Tol 391695).
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
C) Excusa de la tutela
Dado el carácter obligatorio de la tutela, el tutor sólo se puede eximir de la
misma cuando el motivo alegado sea uno de los previstos en la ley y sea aceptado
por el Juez (art. 217 CC).
El CC permite que el tutor se excuse de la tutela cuando por razones de edad,
enfermedad, ocupaciones personales o profesionales, por falta de vínculos de
Josefina Alventosa del Río
cualquier clase entre tutor y tutelado o por cualquier otra causa, le resulte exce-
sivamente gravoso el ejercicio del cargo. Las personas jurídicas podrán excusarse
cuando carezcan de medios suficientes para el adecuado desempeño de la tutela
(art. 251 CC).
Las excusas deberán alegarse dentro del plazo de quince días a partir del momento
en que tuvieran conocimiento del nombramiento, aunque si fuera sobrevenida, puede
ser alegada en cualquier momento (arts. 252 y 255 CC y art. 50.1 LJV).
D) Remoción de la tutela
La remoción de la tutela supone el cese de la persona nombrada para ser tutor
por las causas señaladas por la ley. A ella se refieren los arts. 247 a 250 CC y 49
LJV.
El art. 247 CC establece que “Serán removidos de la tutela los que después
de deferida incurran en causa legal de inhabilidad, o se conduzcan mal en el des-
empeño de la tutela, por incumplimiento de los deberes propios del cargo o por
notoria ineptitud de su ejercicio, o cuando surgieran problemas de convivencia
graves y continuados10”.
Pueden solicitar al Juez la remoción del tutor nombrado el Ministerio Fiscal,
el propio tutelado o cualquier otra persona interesada, quien, mientras dura el
procedimiento suspenderá al tutor en sus funciones y nombrará al tutelado un de-
fensor judicial. Declarada la remoción, el Juez deberá proceder al nombramiento
de un nuevo tutor, según las normas del CC.
10
Así, p. ej., se removió de la tutela al tutor por malos tratos al incapaz en la STS 27 octubre
1994 (Tol 1665662); y en la SAP Zaragoza 14 octubre 2003 (Tol 430944), por enemistad
manifiesta con el incapacitado y graves conflictos de intereses con el mismo.
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
un folio registral para cada tutela, donde se inscribirán todas las circunstancias
que sobrevengan a la misma.
Las obligaciones que tiene el tutor al constituirse la tutela son la de prestar
fianza, con la finalidad de asegurar el cumplimiento de las obligaciones que asu-
me11, y la de hacer inventario de los bienes del tutelado en un plazo de sesenta días
desde que tomo posesión (arts. 260 a 266 CC y arts. 46 y 47 LJV)12.
El tutor es el representante del menor o incapacitado salvo para aquellos actos
que pueda realizar por sí solo, ya sea por disposición expresa de la ley o de la
sentencia de incapacitación (art. 267 CC).
Por lo que se refiere a los actos que puede realizar el tutelado por disposición de
la ley, hay que entender que el precepto se refiere a determinados actos de carácter
personalísimo13, dado que se establece que el tutor no puede realizar dichos actos. Sin
embargo, estima la doctrina que una interpretación estricta de este precepto daría lugar
a que el tutelado se viera privado de tales derechos por no poderlos ejercitar. Por lo que
un sector de la misma entiende que debe permitirse el ejercicio de las facultades y las
acciones necesarias para defender la persona del incapacitado, cuando las circunstan
cias concretas así lo requieran
En este sentido, la STC 18 diciembre de 2000 (EDJ 2000/40310) consideró permisible
que la tutora de una mujer incapacitada (su madre) pudiera interponer una acción de
divorcio ya que en caso contrario, señala el Tribunal, se produce una negación rigurosa
y desproporcionada de la tutela judicial efectiva, y una conculcación del principio de
igualdad entre los cónyuges, en defensa de sus intereses patrimoniales y personales. Así
también se pronunció la STS 21 septiembre 2011 (Tol 2248621).
Los tutores deben ejercer su cargo de acuerdo con la personalidad de sus pu-
pilos, respetando su integridad física y psicológica. Cuando sea necesario para el
ejercicio de la tutela podrán recabar el auxilio de la autoridad (art. 268 CC).
El tutor está obligado a velar por el tutelado y, en particular, a procurarle ali-
mentos, a educarle y a procurarle una formación integral, a promover la adquisi-
ción o recuperación de la capacidad del tutelado y su mejor inserción en la socie-
dad, y a informar al Juez anualmente sobre la situación del menor o incapacitado
y rendirle cuenta anual de su administración (art. 269 CC.).
11
La fijación de la fianza queda al arbitrio del Juez. Se admiten todas las modalidades permitidas
por la ley. Y no será necesaria si el tutelado carece de bienes o el tutor no tiene posibilidades
económicas.
12
Los arts. 263, 264, 265 han sido reformados por la Ley 15/2015, de 2 de julio, de la Jurisdic-
ción Voluntaria, para dar entrada a la presencia del Secretario judicial en las situaciones a las
que se alude en dichos preceptos.
13
Así, el ejercicio de los derechos de la personalidad, la posibilidad de contraer matrimonio, la
interposición de la demanda de separación matrimonial, divorcio o nulidad, el otorgamiento
de testamento, entre otros.
Josefina Alventosa del Río
En principio no existe obligación legal de que el tutelado conviva con el tutor; sin
embargo, tampoco se prohíbe dicha situación, y se prevé que en tal caso, si surgieren
problemas graves y continuados de convivencia, se pueda producir la remoción del tutor
(art. 247 in fine CC).
Por último, hay que señalar que el tutor tiene derecho a una remuneración en
el ejercicio de la tutela. Dicha remuneración se encuentra prevista en el art. 274
CC que la atribuye siempre que el patrimonio del tutelado lo permita.
El importe de la misma y el modo de percibirlo le corresponde fijarlo al Juez, para
lo cual tendrá en cuenta el trabajo a realizar y el valor y la rentabilidad de los bienes,
procurando en lo posible que la cuantía de la retribución no baje del 4 por 100 ni exceda
del 20 por 100 del rendimiento líquido de los bienes.
En principio, el tutor no tiene derecho a los frutos de los bienes del tutelado por
alimentos; sin embargo, el art. 275 CC permite que los padres en sus disposiciones de
última voluntad establezcan que el tutor haga suyos los frutos de los bienes del tutelado
a cambio de prestarle los alimentos, salvo que el Juez, en resolución motivada, disponga
otra cosa.
7. Extinción de la tutela
La extinción de la tutela, a diferencia de la remoción, supone la desaparición
de las causas que han motivado su constitución.
La tutela se extingue por cumplir el menor de edad los dieciocho años, a menos
que con anterioridad hubiera sido judicialmente incapacitado, por la adopción
del tutelado menor de edad, por fallecimiento de la persona sometida a tutela, y
por la concesión al menor del beneficio de la mayor edad (art. 276 CC). También
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
14
También se denomina tutela asistencial o tutela legal. Esta figura ha vuelto a ser regulada en
la Ley 26/2015, de 28 de julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y a la
adolescencia, y por a Ley 15/2015, de 2 de julio, de la Jurisdicción Voluntaria
15
Esta tutela tiene su propia regulación en las Comunidades Autónomas.
Josefina Alventosa del Río
III. LA CURATELA
1. Concepto
La curatela es una institución por la cual la ley designa a una persona para que
complemente la capacidad de otra que se encuentra en determinadas circunstan-
cias, sin sustituirla ni ser propiamente su representante16.
Su régimen jurídico es mucho más breve que el de la tutela (sólo abarca los
arts. 286 a 293 CC y la tramitación del expediente se regula conjuntamente con la
tramitación del de la tutela en la LJV), señalando el art. 291.1 CC que se aplicaran
a los curadores las normas de la tutela en lo relativo al nombramiento, inhabili-
dad, excusa17 y remoción de los mismos18.
16
V. a este respecto STS 29 abril 2009 (Tol 151.778), en donde se distingue la función del tutor
y la del curador.
17
Así, en la SAP Burgos 20 abril 2004 (EDJ 2004/409009), la Sala admitió una causa de excusa
de la curatela que se había atribuido a una Fundación que tenía como finalidad la atención a
las personas deficientes mentales que hubieran sido declaradas incapaces (la tutelada era una
mujer que consumía tóxicos, drogas y alcohol, lo que afectaba, según el informe del médico
forense, a su dinámica vital y a su rendimiento intelectual) porque el Tribunal estimó que ne-
cesitaba ayuda externa distinta a la que podía proporcionar la Fundación.
18
En este sentido, por aplicación del art. 244 CC, en la SAP Valencia 28 marzo 2003 (Tol
1114452), el Tribunal excluyó de la curatela del incapacitado a la hermana por tener impor-
tantes conflictos de intereses con el mismo y a la madre por imposibilidad física dado que se
encontraba enferma e iba en silla de ruedas, designando curadora a la Generalitat Valenciana.
19
Entre otras, SSAP Barcelona 17 febrero 2004 (EDJ 2044/8763), Álava 23 junio 2005 (Tol
702955) y Álava 22 septiembre 2010 (Tol 1997379), y STS 16 marzo 2001 (Tol 26965).
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
3. Contenido de la curatela
En los casos de menores emancipados o que hubiesen obtenido el beneficio de
la mayor edad, y de los pródigos, la curatela no tendrá otro objeto que la inter-
vención del curador en los actos que los menores o pródigos no puedan realizar
por sí solos (art. 288 CC)20.
La curatela de los incapacitados tendrá por objeto la asistencia del curador
para aquellos actos que expresamente imponga la sentencia que la haya estable-
cido21. Si la sentencia de incapacitación no hubiese especificado los actos en que
deba ser necesaria la intervención del curador, se entenderá que ésta se extiende
a los mismos actos en que los tutores necesitan autorización judicial (arts. 289 y
290 CC)22.
Los actos jurídicos realizados sin la intervención del curador, cuando ésta sea
preceptiva, serán anulables a instancia del propio curador o de la persona sujeta a
curatela (art. 293 CC). Sin embargo, los actos del declarado pródigo anteriores a
la demanda de prodigalidad no podrán ser atacados por esta causa (art. 297 CC).
20
V. en este sentido, SSAP Jaén 27 febrero 2003 (Tol 329804) y Álava 22 septiembre 2010 (Tol
1.997379).
21
Así ocurrió en la STS 14 octubre 2015 (Tol 5.534.898) que contempla el caso de una mujer
mayor que había sido incapacitada por padecer una enfermedad psíquica diagnosticada como
deterioro cognitivo tipo demencia asociada a ideación delirante, que cursa de forma crónica,
progresiva e irreversible y le impide ejercer el gobierno autónomo y patrimonio, a la que se
había nombrado tutor, designando como tal a la Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos
de la Comunidad de Madrid; dicha incapacitada interpuso recurso de casación por considerar
que era capaz de regir su persona y sus bienes ya que la enfermedad no le impide totalmente su
desenvolvimiento diario al tener buen nivel de autonomía para el desarrollo de sus funciones
cotidianas y adecuado manejo de dinero con cantidades sencillas, por lo que solicita que se le
nombre curador en vez de tutor. El TS estimó el recurso de dicha mujer porque considera que
“es parcialmente discapaz tanto en el aspecto personal como patrimonial”, por lo que estimó
que su capacidad debía ser complementada por un curador, señalando los actos para los cuales
se necesitaba dicho complemento: “En la esfera personal requerirá la intervención del curador
en las tareas de aseo, medicación y administración de su vida cotidiana. En lo que se refiere a
su patrimonio y economía, conservará su iniciativa pero precisará del curador para la adminis-
tración, gestión y disposición, ya sea inter vivos o mortis causa, completando su incapacidad.
Controlará y fiscalizará todos sus gastos, incluidos los corrientes, sin perjuicio de que se le
asigne una suma periódica para su consumo y necesidades cotidianas de la vida (dinero de
bolsillo)”; sin embargo, mantuvo como curador a la misma entidad que ostentaba la tutela.
22
Así, en STS 20 mayo 1994 (Tol 1656535), y SSAP La Rioja 30 octubre 2003 (Tol 332690),
Barcelona 29 julio 2005 (Tol 793090), Badajoz 27 febrero 2006 (Tol 879694) y Castellón 16
enero 2012 (Tol 2532550).
Josefina Alventosa del Río
V. LA GUARDA DE HECHO
En la realidad social se dan numerosos casos de personas (menores o incapaces
naturales) que se encuentran bajo la guarda y custodia de hecho de otra persona
23
La Ley 15/2015, de 2 de julio, de la Jurisdicción Voluntaria ha modificado los arts. 299 bis, 300
y 302.
24
V. en este sentido STS 10 marzo 1994 (Tol 1665863).
25
Así, por ejemplo y entre otras, señalan la necesidad de nombrar defensor judicial del menor
por conflicto de intereses entre progenitor e hijo, las SSTS 7 noviembre 2002 (Tol 225448) y
17 enero 2003 (Tol 239719), ambas en supuestos de reclamación de paternidad.
26
Por ejemplo, en los casos de ausencia legal (art. 181 CC).
27
Será competente para el conocimiento de este expediente el Secretario judicial del Juzgado de
Primera Instancia del domicilio o, en su defecto, de la residencia del menor o persona con capa-
cidad modificada judicialmente o a modificar o, en su caso, aquél correspondiente al Juzgado
de Primera Instancia que esté conociendo del asunto que exija el nombramiento de defensor
judicial (art. 28.1 LJV). Podrá iniciarse de oficio, a petición del Ministerio Fiscal, o por iniciati-
va del menor o persona con capacidad modificada judicialmente o cualquier otra persona que
actúe en interés de éste (art. 28. 2 LJV).
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
sin que haya recaído resolución judicial que les otorgue dicha función de protec-
ción28.
Nuestro ordenamiento jurídico no ha prestado especial atención a la guarda de
hecho, aunque ha sido recogida en el CC por la Ley 13/1983, relativa a la tutela,
en tres preceptos (arts. 303, 304 y 306), que sólo se limitan a reconocer su exis-
tencia, sin establecer un régimen jurídico propio.
El CC se circunscribe a señalar que cuando la Autoridad judicial tenga conoci-
miento de la existencia de un guardador de hecho podrá requerirle para que infor-
me de la situación de la persona y los bienes del menor o del presunto incapaz y
de su actuación en relación con los mismos, pudiendo establecer asimismo las me-
didas de control y vigilancia que considere oportunas (arts. 303 CC y 52 LJV)29.
El art. 303 ha sido modificado por la Ley 26/2015, de 28 de julio, de modificación
del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia, añadiendo en el párr. segundo
del núm. 1 que “Cautelarmente, mientras se mantenga la situación de guarda de hecho y
hasta que se constituya la medida de protección adecuada, si procediera, se podrán otor
gar judicialmente facultades tutelares a los guardadores. Igualmente, si fuera menor de
edad, se podrá constituir un acogimiento temporal, siendo acogedores los guardadores”,
y en el núm. 2 que “Procederá la declaración de situación de desamparo de los menores
y de las personas con la capacidad modificada judicialmente en situación de guarda
de hecho, cuando, además de esta circunstancia, se den los presupuestos objetivos de
falta de asistencia contemplados en los artículos 172 y 239 bis.- En los demás casos, el
guardador de hecho podrá promover la privación o suspensión de la patria potestad,
remoción de la tutela o el nombramiento de tutor”. Por su parte, el núm. 2 del art. 53 de
la LJV dispone que “El Juez podrá establecer las medidas de control y de vigilancia que
estime oportunas, sin perjuicio de promover expediente para la constitución de la tutela
o curatela”. A ello hay que añadir que el art. 229 señala que están obligados a promover
la constitución de la tutela “los parientes llamados a ella y la persona bajo cuya guarda
se encuentre el menor o incapacitado, y si no lo hicieren, serán responsables solidarios
de la indemnización de los daños y perjuicios causados”. De lo que resulta para los
guardadores de hecho la atribución de una responsabilidad solidaria con los parientes,
responsabilidad que también se les exige por los hechos cometidos por los menores de
18 años previstos en la LO 5/2000, de 12 de enero, sobre la responsabilidad penal de
los menores (art. 61.3).
28
Quizá el caso más habitual sea el de personas disminuidas psíquicas, mayores de edad, sobre
las cuales no ha recaído sentencia de incapacitación, y que siguen viviendo y estando atendidos
por sus progenitores.
29
La doctrina criticaba el tenor del art. 303 CC, pues parecía que existiera contradicción con el
art. 228 CC, que establece que si el Juez competente o Ministerio Fiscal tuvieren conocimiento
de que existe en el territorio de su jurisdicción alguna persona que deba ser sometida a tutela,
dispondrá el segundo, incluso de oficio, la constitución de la tutela.
Josefina Alventosa del Río
En cuanto a los actos realizados por el guardador de hecho en interés del me-
nor o presunto incapaz establece el CC que éstos no podrán ser impugnados si
redundan en su utilidad (art. 304)30.
Además prescribe que es aplicable al guardador de hecho lo dispuesto en el art.
220 CC en relación al tutor (art. 306)31.
VI. CUESTIONARIO
1.º ¿Qué es la tutela?
2.º ¿Quién puede ser sometido a tutela? ¿Y a curatela?
3.º ¿A quien corresponde la tutela de los menores desamparados?
4.º ¿Quiénes pueden ser tutores?
5.º ¿Es lo mismo remoción, inhabilidad y extinción de la tutela?
6.º ¿Cuáles son las causas de remoción de la tutela?
7.º El tutor, ¿es el representante del tutelado? ¿Y el curador? ¿Y el defensor judicial?
8.º ¿Cuáles son los deberes principales del tutor respecto al tutelado?
9.º ¿El tutor puede extinguir por su voluntad la tutela? ¿Cuáles son las causas de extinción de la tutela?
10.º ¿Cuál es la función de la curatela?
11.º ¿Cuándo se puede nombrar defensor judicial?
12.º ¿Qué función realiza el guardador de hecho?
30
De hecho, la SAP Orense 14 julio 2008 (Tol 1389938) desestimó, en base al art. 304 CC, la
solicitud de rendición de cuentas de una guardadora de hecho, empleada de hogar que trabajó
para los padres de la persona incapaz que padecía alzheimer, posteriormente nombrada tutora
de la misma al ser ésta incapacitada, dado que todos los cuidados redundaron en beneficio de
dicha persona. Por su parte, el Auto del Juzgado de Primera Instancia de Córdoba (JUR 2013,
208043) autorizó a los padres de su hijo de 18 años con síndrome de Down, no incapacitado,
en su condición de guardadores de hecho del mismo, a disponer de los fondos de la cuenta
bancaria que éste tenía abierta en una sucursal bancaria en donde se ingresaba la cantidad co-
rrespondiente a la dependencia que tenía concedida por considerar que dicha medida protege
el interés del hijo y es beneficioso para la adecuada gestión de la pensión que tiene reconocida.
31
El art. 220 CC dispone: “La persona que en el ejercicio de una función tutelar sufra daños y
perjuicios sin culpa por su parte, tendrá derecho a la indemnización de éstos con cargo a los
bienes del tutelado, de no poder obtener por otro medio su resarcimiento”.
La tutela, la curatela y la guarda de hecho
futura incapacidad desea nombrar como tutora de su persona y sus bienes para la toma de decisiones,
sobre todo en el ámbito sanitario, a Berta, con preferencia a sus hijos.
Cuestiones
1. ¿Antonio puede nombrar tutora a Berta con preferencia a sus hijos?
2. Si existe esta posibilidad, ¿qué formalidades se requieren?
3. Llegado el caso en que Berta sea nombrada tutora, ¿qué ámbito de actuación tiene respecto a la
persona y bienes de Antonio?
4. Antonio siempre le había dicho a Berta que quería contraer matrimonio con ella. ¿Puede Berta, co-
mo representante legal de Antonio, dar el consentimiento para contraer dicho matrimonio?
Cuestiones
1. ¿Existe causa para que se rehabilite la patria potestad del padre?
2. ¿Puede ser nombrado el padre curador del hijo?
I. CONSIDERACIONES GENERALES
El art. 49 CE impone a los poderes públicos la obligación de amparar los de-
rechos fundamentales y las libertades públicas de los ciudadanos en situación de
vulnerabilidad social. En cumplimiento de ese mandato se elaboró la Ley 41/2003,
de 18 de noviembre, de protección patrimonial de las personas con discapacidad,
y de modificación del Código civil, de la Ley de Enjuiciamiento Civil y de la nor-
mativa tributaria (en adelante, LPPPD), modificada, con posterioridad, por la Ley
1/2009, de 25 de marzo, de reforma de la Ley de 8 de junio de 1957, sobre el Re-
gistro Civil, en materia de incapacitaciones, cargos tutelares y administradores de
patrimonios protegidos; y, más recientemente, por la Ley 15/2015, de 2 de julio,
de la Jurisdicción Voluntaria.
La LPPPD pretende otorgar a las personas con discapacidad mecanismos de
tutela económica mediante las instituciones de Derecho privado (y al margen,
por tanto, de la función asistencial del Estado a través de la concesión de ayudas
o subvenciones a los discapacitados), y, especialmente, mediante la figura del pa-
trimonio protegido1. La finalidad de la norma es favorecer e incentivar la crea-
ción de ese patrimonio, por medio del cual los discapacitados, sus familiares, o,
incluso, terceras personas pueden destinar bienes y derechos para garantizar que
los primeros tengan satisfechas sus necesidades vitales básicas. Esa finalidad, hoy
en día, es especialmente importante ya que el progreso de la ciencia médica ha
1
También algunas Comunidades Autónomas han regulado la figura del patrimonio protegido
de las personas con discapacidad. En ese sentido, puede verse el art. 40 Decreto Legislativo
1/2011, de 22 de marzo, del Gobierno de Aragón, por el que se aprueba, con el título de “Có-
digo de Derecho Foral de Aragón”, el Texto Refundido de las Leyes civiles aragonesas, y los
arts. 227-1 a 227-9 del Libro Segundo del Código Civil catalán.
Mª Luisa Atienza Navarro
2
Las causas de la inutilidad práctica de la institución podrían ser, entre otras, la falta de in-
formación y, sobre todo, en la actualidad, la inexistencia de patrimonios solventes entre las
familias españolas.
3
La ratificación de la Convención fue publicada en el BOE nº 96 de 21 de abril de 2008.
4
Hay que tener en cuenta que, desde que el año 2003 fuera declarado como “año europeo de
las personas con discapacidad”, se han promulgado en nuestro país diferentes normas con la
finalidad de reforzar la protección de ese colectivo desde distintas perspectivas jurídicas. Así,
hay que tener también en cuenta las siguientes: Ley 51/2003, de 2 de diciembre, de igualdad de
oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las personas con discapacidad;
Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de promoción de la autonomía personal y atención a las
personas en situación de dependencia, y Ley 26/2011, de 1 de agosto, de adaptación normativa
a la Convención de los derechos de las personas con discapacidad.
El patrimonio protegido de las personas con discapacidad
obstante, también afirma literalmente que los bienes y derechos que lo configuran
se aíslan del resto del patrimonio personal del discapacitado, y son sometidos a un
régimen de administración y supervisión específico. Por ello, la doctrina entiende
que se trata, además, de un patrimonio separado, que cumple las exigencias de
haber sido creado expresamente por el legislador y de suponer un aislamiento de
bienes y derechos, respecto del patrimonio general de la persona con discapaci-
dad5.
Por otra parte, la LPPPD precisa que el patrimonio protegido de las personas
con discapacidad no tiene personalidad jurídica propia.
5
La doctrina, además, lo considera una figura similar al “trust” y a determinadas formas de
fundaciones de interés particular.
Mª Luisa Atienza Navarro
6
Hay que tener en cuenta que el notario habrá de comunicar inmediatamente al fiscal la consti-
tución y contenido del patrimonio protegido, para que pueda llevarse a cabo su fiscalización, al
igual que, después, habrá de remitir las escrituras relativas a las aportaciones que se hagan con
posterioridad con cargo a dicho patrimonio (art. 3.3. LPPPD, introducido por la Ley 1/2009,
de 25 de marzo, de reforma de la Ley de 8 de junio de 1957, sobre el Registro Civil, en materia
de incapacitaciones, cargos tutelares y administradores de patrimonios protegidos, y de la Ley
41/2003, de 18 de noviembre, sobre protección patrimonial de las personas con discapacidad
y de modificación del CC, de la LEC, y de la normativa tributaria con esta finalidad).
7
En ese sentido, la SAP Navarra 14 junio 2005, AC, 2005, 1813, apunta que cabe la posibilidad
de utilizar la escritura pública para constituir el patrimonio protegido y para la autotutela.
El patrimonio protegido de las personas con discapacidad
8
Dichas aportaciones han de observar las mismas formalidades que, para la constitución inicial
del patrimonio protegido, prevé el art. 3 LPPPD (así, habrá de realizarse en documento públi-
co, o, en caso de negativa injustificada de los padres, tutores o curadores, mediante resolución
judicial).
9
Hay que tener en cuenta que hay un importante beneficio fiscal para las personas que realizan
dichas aportaciones, tanto iniciales como con posterioridad, ya que pueden tener deducciones
en el IRPF y en el Impuesto de Sociedades. Así, siempre que sean hechas por personas que
tengan con el discapacitado una relación de parentesco en línea directa o colateral hasta el
tercer grado inclusive, así como por quienes fueran sus tutores o acogedores, tendrán derecho
a reducir la base imponible, con el límite máximo de 8.000 euros (art. 15 LPPPD).
10
Así, tal y como señala el art. 8 LPPPD, “cuando el dominio de un bien inmueble o derecho real
sobre el mismo se integre en un patrimonio protegido, se hará constar esta cualidad en la ins-
cripción que se practique a favor de la persona con discapacidad en el Registro de la Propiedad
correspondiente, conforme a lo previsto en la legislación hipotecaria. Si el bien o derecho ya
figurase inscrito con anterioridad a favor de la persona con discapacidad se hará constar su
adscripción o incorporación al patrimonio protegido por medio de nota marginal”.
Mª Luisa Atienza Navarro
11
De esa manera, se favorece que la administración pueda corresponder a entidades sin ánimo de
lucro especializadas en la atención a las personas con discapacidad.
12
Así, necesitará de autorización judicial para enajenar o gravar bienes inmuebles, establecimien-
tos mercantiles o industriales, objetos preciosos y valores mobiliarios, así como para celebrar
contratos o actos que tengan carácter dispositivo y sean susceptibles de inscripción, renunciar
derechos, transigir o someter a arbitraje, repudiar liberalidades o herencias, aceptar estas úl-
timas sin beneficio de inventario, entablar demanda en nombre del beneficiario, hacer gastos
extraordinarios en bienes, dar y tomar dinero a préstamo, disponer a título gratuito de los
bienes del beneficiario, ceder a terceros créditos que el beneficiario tenga contra él. En cambio,
la partición de la herencia o la división de cosa común realizadas por el administrador no re-
quieren autorización judicial, aunque sí la aprobación del juez, una vez realizadas.
Hay que tener en cuenta, además, que tras su modificación por la Ley 15/2015, de 2 de julio, de
Jurisdicción Voluntaria, el art. 5.2 LPPPD señala que “en ningún caso será necesaria la subasta
pública para la enajenación de los bienes o derechos que integran el patrimonio protegido”. Es
más, la jurisprudencia ha entendido que cabe la aplicación directa de este precepto que elimina
el requisito de la venta en pública subasta para los bienes que integran el patrimonio protegi-
do de una persona con discapacidad, a los casos de ventas de bienes de incapacitados que no
hubieran constituido dicho patrimonio separado porque “de otra manera se discriminaría des-
favorablemente a los discapacitados o incapacitados cuyos guardadores, tutores, o ejercientes
de la curatela no hubieran adoptado las medidas precisas para la constitución del patrimonio
separado a que se refiere la Ley 41/2003” (así lo señalan la SAP de Cádiz 21 marzo 2005, JUR
2005, 144287 y la SAP de Cantabria 13 noviembre 2007, AC 2008, 277).
El patrimonio protegido de las personas con discapacidad
13
En particular, señala la LPPPD que se atenderá la composición del patrimonio, las circunstan-
cias personales del beneficiario, las necesidades derivadas de su minusvalía, la solvencia del
administrador o cualquier otra circunstancia análoga (art. 5.3 LPPPD).
14
Cabría entender que también las personas jurídicas pueden ser administradores del patrimonio
de las personas con discapacidad. Ello a pesar de que el art. 242 CC, en relación a la tutela, sólo
señala que “podrán ser también tutores las personas jurídicas que no tengan finalidad lucrativa
y entre cuyos fines figure la protección de menores e incapacitados”, sin mencionar, por tanto,
a las personas con discapacidad que no hayan sido declaradas judicialmente incapacitadas.
15
Esa supervisión por parte del Ministerio Fiscal puede ser de dos tipos: a) Permanente y general,
por medio de la cual el administrador ha de remitirle, periódicamente, información acerca de
la administración del patrimonio; b) esporádica y concreta, para cuando las circunstancias
concurrentes lo hicieran preciso. En este último caso, el Ministerio Fiscal, actuando de oficio o
Mª Luisa Atienza Navarro
VII. CUESTIONARIO
1.º ¿Qué es el patrimonio protegido de las personas con discapacidad? ¿Cuál es su finalidad?
2.º ¿Qué clase de patrimonio constituye el instaurado por la LPPPD? ¿Por qué?
3.º ¿Qué sujetos pueden ser beneficiarios del patrimonio protegido regulado en la LPPPD?
4.º ¿Quiénes y de qué manera pueden constituir un patrimonio protegido de una persona con discapa-
cidad?
5.º ¿Puede constituirse un patrimonio protegido de una persona con discapacidad mediante un docu-
mento privado? ¿Por qué?
6.º ¿Hay alguna constancia registral de los patrimonios protegidos de las personas con discapacidad?
Argumente su respuesta.
7.º ¿Quiénes establecen las reglas para administrar el patrimonio protegido de las personas con disca-
pacidad?
a instancia de la persona interesada, puede solicitar del juez la adopción de cualquier medida
de fiscalización o de control en beneficio del discapacitado.
16
En esta Comisión, creada por la ley, han de participar, en todo caso, representantes de la aso-
ciación de utilidad pública de los diferentes tipos de discapacidad, más representativa en el
ámbito estatal (art. 7.3 LPPPD).
El patrimonio protegido de las personas con discapacidad
8.º ¿Qué sujetos pueden ser nombrados administradores de un patrimonio protegido de una persona
con discapacidad?
9.º ¿Cómo se supervisa la labor del administrador del patrimonio protegido de una persona con disca-
pacidad?
10.º ¿Cuáles son las causas de extinción del patrimonio protegido de las personas con discapacidad con-
templadas en la LPPPD?
Cuestiones
1. ¿Se tendría en cuenta la opinión de Dña. Paula para la constitución del patrimonio protegido? ¿Por
qué?
2. ¿Podría constituirse un patrimonio protegido a favor de Dña. Paula en contra de la opinión de sus
tutores? Argumente jurídicamente su respuesta.
3. ¿Cuáles son los beneficios que para Dña. Paula tendría que se constituyera un patrimonio protegido?
¿Y para su tío?
4. En caso de que quedara constituido el patrimonio protegido en beneficio de Dña. Paula, ¿cree que
su administración recaería en sus abuelos? ¿Por qué?
5. ¿Quién representaría legalmente a Dña. Paula, en los actos relativos a la administración de los bienes
del patrimonio protegido, si sus abuelos no fueran nombrados los administradores del mismo?
1
Fundamentalmente, la Convención sobre Derechos del Niño, aprobada por Naciones Unidas
el 20 de noviembre de 1989 (ratificada por España el 30 de noviembre de 1990 y publicada en
el BOE el 31 de diciembre de 1990), con sus Protocolos facultativos, la Carta Europea de los
Derechos del Niño aprobada por Resolución del Parlamento Europeo de 8 de julio de 1992
(DOCE núm. C 241, 21 septiembre de 1992) y la Resolución 64/142 de la Asamblea General
de Naciones Unidas de 18 de diciembre de 2009, que aprueba las Directrices sobre modalida-
des alternativas de cuidado de niños (A/RES/64/142; 10.2.2010).
2
Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio (BOE núm. 175, 23 de julio de 2015); Ley 26/2015, de 28
de julio (BOE núm. 180, 29 de julio de 2015). El legislador ha optado por promulgar dos le-
yes, con la misma denominación, lo que se justifica por que la LO 8/2015 modifica la LOPJM,
Adela Serra Rodríguez
incorporando medidas especiales para los menores con problemas de conducta que pueden
afectar a sus derechos fundamentales (art. 81 CE).
3
También, a través de la curatela, para los menores emancipados cuyos padres han fallecido o
estén impedidos para el ejercicio de la asistencia o para los menores que hayan obtenido el
beneficio de la mayor edad (art. 286 CC); y del defensor judicial, cuando existe un conflicto de
intereses entre los menores y sus representantes legales o el curador (art. 289 CC).
4
Junto a estas normas, hay que tener en cuenta que las CCAA han ido promulgando leyes de
protección del menor o de la infancia, regulando su propio sistema público de protección de
los menores. Uno de los objetivos declarados de la Ley 26/2015, de 28 de julio, de modificación
del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia es el establecer una regulación estatal
más completa de las instituciones de protección a la infancia y a la adolescencia, incorporando,
como contenido sustantivo, lo que la jurisprudencia y la legislación autonómica habían reco-
gido en estos años.
La tutela administrativa, la situación de desamparo y el acogimiento
consigo a sus hijos debe ceder ante el interés superior del menor, que puede exigir
una separación de su familia5. Ahora bien, en la medida en que sea posible y salvo
que la situación de desprotección del menor sea definitiva, debe intentarse el rein-
tegro del menor en su familia de origen.
5
Según el art. 2.1 LOPJM, en la redacción dada por la Ley 26/2015, “Todo menor tiene derecho
a que su interés superior sea valorado y considerado como primordial en todas las acciones y
decisiones que le conciernan, tanto en el ámbito público como privado”. Por eso, como tiene
declarado la STS 21 febrero 2011 (JUR 2011, 67624) “el derecho de los padres biológicos no
es reconocido como principio absoluto cuando se trata de adoptar medidas de protección res-
pecto de un menor desamparado y tampoco tiene carácter de derecho o interés preponderante,
sino de fin subordinado al fin que debe atenderse de forma preferente, que es el interés del
menor”.
6
Algunas leyes autonómicas y sus normas de desarrollo han ido precisando el concepto jurídico
indeterminado de “situación de desamparo”, incluyendo expresamente causas que provocan
dicha desprotección, y que habían sido recogidas por la jurisprudencia, como el abandono
voluntario del menor por la familia, malos tratos físicos o psíquicos, abusos sexuales, imposi-
bilidad de ejercicio de la guarda por las personas a las que compete por trastorno mental grave
o drogadicción, ausencia de escolarización del menor, inducción a la mendicidad, prostitución
o delincuencia, etc.
Adela Serra Rodríguez
La LOPJM (arts. 12, 17 y 18), así como las normas autonómicas de protección
de menores distinguen, en atención a su gravedad o intensidad, entre situación
de desamparo y situación de riesgo, estableciendo consecuencias diversas para
cada una. Es situación de riesgo aquella en que, a causa de circunstancias, caren-
cias o conflictos familiares, sociales o educativos, el menor, se ve perjudicado su
desarrollo personal, familiar, social o educativo, pero sin la entidad, gravedad o
persistencia que fundamentarían una situación de desamparo7.
Cuando se tenga constancia una situación de riesgo las entidades públicas compe
tentes deberán adoptar una serie de medidas de apoyo familiar (desde la intervención
técnica obligatoria hasta prestaciones económicas)8. La actuación de los poderes públi
cos estará orientada a disminuir los factores de riesgo y la dificultad social que incidan en
la situación personal y social en que se encuentra el menor y a promover su protección.
Esta situación de riesgo cesará si las circunstancias varían permitiendo un adecuado de
sarrollo del menor o si, por el contrario, se declara una situación de desamparo.
7
Así, la nueva redacción del art. 17.1 LOPJM (tras la Ley 26/2015) considera como indicador
de riesgo, entre otros, el tener un hermano ya declarado en tal situación, salvo que las circuns-
tancias familiares hayan cambiado de forma evidente. En cambio, las carencias materiales aun
cuando se consideran un indicador de riesgo no pueden desembocar nunca en la separación del
entorno familiar. La negativa de los progenitores, tutores, guardadores o acogedores a prestar
el consentimiento respecto de los tratamientos médicos necesarios para salvaguardar la vida
o integridad física o psíquica de un menor constituye una situación de riesgo (art. 17.10 LO-
PJM).
8
Las normas estatales y autonómicas prevén el deber de los ciudadanos, y especialmente de
aquellos que por su profesión o función, detecten una situación de riesgo o desamparo de un
menor, de comunicarlo y denunciarlo a las autoridades públicas competentes (arts. 13 y 14
LOPJM).
La tutela administrativa, la situación de desamparo y el acogimiento
liar. Debe perseguirse la disminución de los factores de riesgo y la dificultad social que
inciden en la situación personal y social en que se encuentra el menor y promover su
protección.
9
Esta situación de riesgo cesará si las circunstancias varían permitiendo un adecuado desarrollo
del menor o si, por el contrario, se declara una situación de desamparo por la entidad pública
competente, al haber concluido el período previsto en el proyecto de intervención.
10
Las leyes autonómicas contienen disposiciones específicas sobre el procedimiento de decla-
ración de situación de desamparo en su respectivo ámbito territorial. Cada entidad pública
designará de oficio el órgano que ejercerá la tutela de acuerdo con sus estructuras orgánicas de
funcionamiento.
Adela Serra Rodríguez
11
Con la reforma operada por la Ley 26/2015 se ha unificado el plazo para oponerse a la resolu-
ción de declare en situación de desamparo al menor y a otras resoluciones administrativas que
La tutela administrativa, la situación de desamparo y el acogimiento
podrán los padres, o los tutores, que tengan suspendida la tutela, que tengan
suspendida la patria potestad, solicitar el cese de la suspensión y la revocación de
la declaración de desamparo “si por cambio de circunstancias que la motivaron
entienden que se encuentran en condiciones de asumir nuevamente la patria po-
testad o la tutela” (art. 172.2 CC). Igualmente están legitimados durante el mismo
plazo para oponerse a las decisiones que se adopten respecto a la protección del
menor”.
Según la STS 14 noviembre 2011 (Tol 2286633) el art. 172.7 CC [que ha pasado con
dicción similar al art. 172.2 CC] contiene “dos reglas que abarcan dos posibilidades
distintas: a) la recuperación de la patria potestad suspendida, por la sobreveniencia de
nuevas circunstancias; y b) la oposición a cada una de las medidas que la administración
tome en relación a los menores desamparados, sin que ello comporte la recuperación
de la patria potestad. Estas dos acciones no son incompatibles porque se refieren a su
puestos distintos”.
Pasado dicho plazo, no podrán solicitar dicho cese ni la revocación, sin perjui-
cio de que informen al Ministerio Fiscal de cualquier cambio de las circunstancias
que motivaron la declaración de desamparo (art. 172.2 CC). En todo caso, trans-
curridos los dos años, solo podrá el Ministerio Fiscal oponerse a la resolución de
la entidad pública.
La declaración de desamparo puede ser revocada por la entidad pública, en
todo momento, de oficio o a instancia del Ministerio Fiscal o de persona o enti-
dad interesada, acordándose “la vuelta del menor con su familia siempre que se
entienda que es lo más adecuado para su interés” (art. 172.8 CC).
Resulta problemático acordar la revocación de la declaración de desamparo por una
alteración sobrevenida de las circunstancias en los padres y con ello ordenar el retorno a
la familia de origen, cuando el menor se encuentra plenamente integrado en una familia
de acogida y se han desarrollado vínculos afectivos con ella. Al respecto, la jurispruden
cia ha entendido que “no basta una evolución positiva de los padres biológicos, ni con
el propósito o el deseo de desempeñar adecuadamente el rol paterno y materno, sino
que es menester que esta evolución, en el plano objetivo y con independencia de las
deficiencias personales o de otro tipo que puedan haber determinado el desamparo, sea
suficiente para restablecer la unidad familiar en condiciones que supongan la elimina
ción del riesgo de desamparo del menor y compensen su interés en que se mantenga la
situación de acogimiento familiar en que se encuentre teniendo en cuenta, entre otras
circunstancias, el tiempo transcurrido en la familia de acogida, si su integración en ella y
en el entorno es satisfactoria, si se han desarrollado vínculos afectivos con ella, si obtiene
en la familia de acogida los medios necesarios para su desarrollo físico y psíquico, si se
mantienen las referencias parentales del menor con la familia biológica y si el retorno al
entorno familiar biológico comporta riesgos relevantes de tipo psíquico15”. En ocasiones,
aun habiéndose acordado judicialmente la reinserción del menor en la familia biológica
15
SSTS 31 julio 2009 (Tol 1723143), 21 febrero 2011 (Tol 2052804) y 17 febrero 2012 (Tol
2459269). V., entre otras, en el mismo sentido, las SSAP Cádiz 20 enero 2006 (Tol 882082),
La tutela administrativa, la situación de desamparo y el acogimiento
Barcelona 2 junio 2011 (Tol 2207733), Ávila 6 marzo 2013 (Tol 3538838) y Zaragoza 26
marzo 2013 (Tol 3661899).
16
En estos casos, ante la imposibilidad de la ejecución se considera aplicable el art. 18.2 LOPJ
concediendo una indemnización sustitutoria al ejecutante. V. en relación con este tema y la
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva las SSTC 25 noviembre 2002 (Tol 224822),
19 abril 2004 (Tol 397386) y 21 enero 2008 (Tol 1244616).
Adela Serra Rodríguez
IV. EL ACOGIMIENTO
1. Concepto
El acogimiento es el modo de ejercicio de la guarda del menor, en aquellos
casos en que ésta ha sido asumida por la entidad pública competente a iniciativa
de los padres, o cuando ha sido asumida la tutela como consecuencia de una de-
claración de desamparo.
El acogimiento puede ser familiar o residencial, siendo preferente el primero,
salvo que no sea “posible o conveniente para el interés del menor”. En virtud de
los principios que rigen el sistema de protección del menor, se buscará siempre
el interés del menor y se procurará, cuando no sea contrario a dicho interés, la
reintegración en la propia familia17. Además, como vimos, si hay hermanos debe
procurarse que las medidas de protección se lleven a cabo por la misma persona
o entidad para que permanezcan unidos (art. 172 ter CC). Como novedad, el vi-
gente art. 172 ter prevé que la situación del menor en relación con su familia de
origen, tanto respecto a la guarda como al régimen de visitas y otras de formas de
comunicación deberá ser revisada, al menos cada seis meses.
2. Modalidades de acogimiento
El art. 172 ter CC contempla dos modalidades de acogimiento de menores, el
familiar y el residencial, si bien posteriormente los arts. 173 y 173 bis se ocupan
más detenidamente sólo del acogimiento familiar.
A) El acogimiento familiar
El acogimiento familiar puede ejercerse por la propia familia extensa del me-
nor o por familia ajena, pudiendo en este caso ser especializado (art. 173 bis.1 CC
y 20.1 LOPJM)18. En este último caso, no hay vinculación de parentesco con los
17
El principio del interés del menor y el de su reinserción en la propia familia constituyen prin-
cipios fin o directrices, en cuanto no establecen mandatos genéricos por razón del objeto, sino
por razón del fin. Ambos principios pueden entrar en contradicción, que se resuelve atendiendo
a la superior jerarquía que el legislador atribuye al deber de perseguir el interés del menor. V.
en este sentido STS 31 julio 2009 (Tol 1723143).
18
Tras las últimas reformas operadas en el 2015 ha desaparecido el acogimiento familiar en
hogar funcional que, a pesar de su calificación como familiar, se asemejaba más al residencial.
Es especializado el acogimiento cuando se desarrolla en una familia en la que alguno de sus
miembros dispone de cualificación, experiencia y formación específica para desempeñar esta
función respecto de menores con necesidades o circunstancias especiales con plena disponi-
bilidad, percibiendo por ello una compensación económica, pero sin suponer en ningún caso
La tutela administrativa, la situación de desamparo y el acogimiento
B) Acogimiento residencial
Según los principios antes expuestos, debe ser excepcional y provisional (art.
21.3 LOPJM y 172 ter.1 CC)19. El acogimiento residencial se lleva a cabo en
centros dirigidos a menores, autorizados y acreditados por la entidad pública
relación laboral (art. 20.1.II LOPJM). No obstante, este acogimiento especializado podrá ser
profesionalizado, si reuniendo los requisitos anteriores, existe una relación laboral entre la
Entidad pública y el acogedor o acogedores (art. 20.1.III LOPJM).
19
Prevé ahora el art. 21.3 LOPJM que no se acordará acogimiento residencial para menores de
tres años, salvo en los supuestos de imposibilidad, debidamente acreditada, de adoptar en ese
momento el acogimiento familiar o cuando esta medida no convenga al interés superior del
menor. Esta limitación también se aplicará a los menores de seis años en el plazo más breve
posible. En todo caso, y con carácter general, el acogimiento residencial de estos menores no
tendrá una duración superior a tres meses.
Adela Serra Rodríguez
20
El art. 20 bis LOPJM recoge un elenco de derechos y deberes de los acogedores familiares y el
art. 21 bis LOPJM enumera una serie de derechos de los menores acogidos frente a la Admi-
nistración, con independencia de la modalidad de acogimiento en que se encuentre.
La tutela administrativa, la situación de desamparo y el acogimiento
V. CUESTIONARIO
1.º ¿Qué requisitos deben concurrir para considerar al menor en situación de desamparo?
2.º ¿Qué principios han de presidir la actuación de los poderes públicos en relación con los menores
desamparados?
21
A pesar de la denominación “remoción de la guarda” hay que entender que lo que se remueve
es el acogimiento.
22
Resulta criticable que se mantenga el cese judicial del acogimiento cuando ha sido suprimida
la constitución judicial del acogimiento.
La tutela administrativa, la situación de desamparo y el acogimiento
Cuestiones
1. ¿Puede procederse a declarar al menor en situación de desamparo? ¿Quién es la autoridad compe-
tente? En su caso, ¿qué consecuencias tendría esta declaración?
2. ¿Qué requisitos se precisan para que se constituya un acogimiento familiar del menor? ¿Puede ser
en familia ajena? ¿Es definitivo el acogimiento?
I. CONCEPTO
¿Qué es adoptar?
Desde una perspectiva jurídica, el término adoptar se presenta con doble sen-
tido: a) como “expediente”, “proceso”, “procedimiento”; b) como “relación ju-
rídica”. Es fácil intuir que la segunda de las acepciones, de algún modo, deriva o
se ofrece como consecuencia de la primera. La adopción, la relación jurídica de
filiación, en el caso adoptiva, presupone para su existencia de ese “expediente”,
“proceso” o “procedimiento” aludido inmediatamente en precedencia.
Considerada desde la primera de las acepciones, la adopción es un conjunto de
actos, legalmente regulados, mediante los cuales se constituye la filiación adop-
tiva. Situados en la segunda de las acepciones, considerada ya como “relación
jurídica”, la adopción es el conjunto de derechos y obligaciones, derivados de la
situación de filiación que, como consecuencia de ese “expediente” o “proceso” de
adopción aludido en precedencia, se establece entre una o dos personas (adoptan-
te o adoptantes) y otra persona (adoptado).
Afirman algunos especialistas, con razón, que “adoptar” es sólo una palabra
que antes quería decir diferencia y que ahora significa igualdad. Consecuente con
esta importante premisa, el artículo 108 del CC, en el apartado segundo, dispone:
“La filiación matrimonial y la no matrimonial, así como la adoptiva, surten los
mismos efectos, conforme a las disposiciones de este Código”.
La adopción es un acto judicial, por el cual se hace efectiva la voluntad de una
persona o pareja de que legalmente sea hijo suyo quien no lo es por naturaleza.
La noción expuesta bascula sobre dos presupuestos esenciales:
Salvador Carrión Olmos
1
De interés, por cuanto se refiere a la muy distinta configuración del instituto de la adopción en
la Ley 21/1987, de 11 de noviembre y en la legislación anterior, es la STS 17 julio 2008 (Tol
1351250), en particular, desde la óptica de sus requisitos de forma.
2
El art. 1.2 de la Ley 54/2007 se refiere a la adopción internacional como “el vínculo jurídico de
filiación que presenta un elemento extranjero derivado de la nacionalidad o de la residencia ha-
bitual de adoptantes o adoptandos”. V. a este respecto ATS 11 septiembre 2012 (Tol 3401219).
La adopción
3
De interés, siquiera con referencia a la normativa sobre adopción de 1958, la STS 27 marzo
de 2000 (Tol 170949), que se refiere al abandono como situación que “se caracteriza por la
total y absoluta dejación que éstos (los padres) hacen de sus deberes elementales de cuidado,
alimentación, educación y protección del hijo, dejándolo desamparado, con rompimiento de
toda clase de lazos con el mismo, sin haberse cuidado de quien se encargará del cumplimiento
de tan elementales deberes”
4
Ciertamente son numerosas las decisiones jurisprudenciales que se ocupan de precisar qué
haya de entenderse por “situación de desamparo”.V. así, entre otras, STS 31 diciembre 2001
(Tol 129938).
Salvador Carrión Olmos
5
La prohibición, pues, de la adopción plural de efectos concurrentes, no sólo se prohíbe cuando
su resultado fuere que, por la adopción, el adoptado pasara a tener una pluralidad de padres o
pluralidad de madres, sino que también se prohíbe la adopción del ya adoptado por un varón
o una mujer aun cuando por la nueva adopción por una mujer o por un varón se pretendiere
simplemente completar el estado de filiación adoptiva (paterna y materna). De otra parte, en
los supuestos de nulidad matrimonial, procederá la aplicación de la doctrina del matrimonio
putativo (art. 79 CC). De otra parte, y dado el tenor literal del art. 175.4 CC, no parece posible
la adopción conjunta por quienes fueron cónyuges, a menos claro es que cupiera la calificación
de “pareja unida por análoga relación de afectividad a la conyugal”. En cualquier caso, como
venía afirmando autorizada doctrina (con anterioridad a la reforma de 2015), en determinados
supuestos —así en el caso del menor que ha vivido acogido por ambos—, la adopción conjunta
por los ex cónyuges, y al margen ya de que estén unidos por análoga relación de afectividad
a la conyugal, se ofrecería como deseable.=El legislador de la reforma de 2015 (Ley 26/2015,
de 28 de julio), ha venido a dar acertada respuesta normativa al planteamiento expuesto en el
párrafo 5 del art. 175 CC: “En caso de que el adoptando se encontrara en acogimiento per-
manente o guarda con fines de adopción de dos cónyuges o de una pareja unida por análoga
relación de afectividad a la conyugal, la separación o divorcio legal o ruptura de la relación
de los mismos que conste fehacientemente con anterioridad a la propuesta de adopción no
impedirá que pueda promoverse la adopción conjunta siempre y cuando se acredite la convi-
vencia efectiva del adoptando con ambos cónyuges o con la pareja unida por análoga relación
de naturaleza análoga a la conyugal durante al menos dos años anteriores a la propuesta de
adopción”. Al margen ahora de las graves deficiencias expresivas del legislador, atropellado
quizá por las prisas en colocar la norma en el BOE, el resultado parece plausible.
La adopción
Tras la reforma de 2015 (Ley 26/2015, de 28 de julio), el apartado 5 del artículo 175
alberga una norma cuya ratio parece responda al designio legislativo de favorecer de al
gún modo la adopción conjunta, incluso en supuestos de crisis de pareja. Dejando ahora
al margen el juicio crítico que pueda merecer la decisión legislativa, impulsada quizá
más por el deseo de la obtención del resultado (adopción conjunta) que se considera
beneficioso, aun a riesgo de ubicar ese resultado en un marco ciertamente conflictivo
y, quizá, por ello no del todo conveniente para el adoptado, circunstancia esta desde
luego que deberá ser apreciada por el Juez (artículo 176.1 CC), el tenor literal del citado
apartado 5 es el siguiente:
“En caso de que el adoptando se encontrara en acogimiento permanente o guarda
con fines de adopción de dos cónyuges o de una pareja unida por análoga relación de
afectividad a la conyugal, la separación o divorcio legal o ruptura de la relación de los
mismos que conste fehacientemente con anterioridad a la propuesta de adopción no
impedirá que pueda promoverse la adopción conjunta siempre y cuando se acredite la
convivencia efectiva del adoptando con ambos cónyuges o con la pareja unida por aná
loga relación de naturaleza análoga a la conyugal durante al menos dos años anteriores
a la propuesta de adopción”.
6
En los supuestos de incapacitación, obviamente, habrá de estarse (siquiera la cuestión pertenez-
ca casi exclusivamente al plano puramente teórico) a los términos de la sentencia. En cualquier
caso, la posibilidad misma de adoptar del incapacitado dependerá de su posibilidad de emitir
el consentimiento, por sí, con plena conciencia; lo cual en los incapacitados por anomalías
psíquicas puede ocurrir en un intervalo lúcido. De otra parte, dado el carácter personalísimo
de los efectos, ni cabe un consentimiento por sustitución —por el representante legal— o com-
pletado —haría falta norma especial que lo autorizara— por padre, tutor o curador. Con todo,
no resulta fácil imaginar supuestos en que, pese a la existencia de una resolución de incapaci-
tación, aun así la adopción pudiere resultar conveniente para el adoptando.
No obstante, la incapacitación misma, así como otras circunstancias de distinta naturaleza
(por ejemplo, el concurso), serán circunstancias que habrán de ser ponderadas por el juez a
efectos de decidir si, en el caso concreto, procede la adopción por convenir al adoptando. Pero
mucho cabría temer que la ponderación judicial no llegue a tener lugar precisamente por la
inexistencia de una declaración de idoneidad, que impedirá la formulación de propuesta de
adopción de la entidad pública competente a favor del adoptante
Salvador Carrión Olmos
desde los dieciocho, mal podría plantearse la hipótesis de que pudieran hacerlo quienes
ni siquiera hubieren cumplido dieciocho años.
7
Ciertamente, la exigencia ordinaria de la edad de veinticinco años en orden a la adopción es
signo de qué tipo de capacidad natural se exige en el adoptante.
La adopción
La reforma de 2015, aun sin establecer desde luego una edad máxima más allá
de la cual no sea posible en absoluto la adopción, sí ha dado algún paso (siquiera
no del todo en este sentido) al introducir la exigencia de una diferencia de edad
máxima entre adoptante y adoptando, que “no podrá ser superior a cuarenta y
cinco años” (art. 175. 1 CC). Consecuentemente, los que tengan esa edad no po-
drán adoptar a recién nacidos (los más demandados).
8
Regirá, asimismo, la regla excepcional (la de que el adoptante no haya cumplido los veinticinco
años) en la adopción que hace sólo el consorte, cuando el adoptado es el hijo del otro; y ello,
porque es evidente que no se requerirían los veinticinco años si el vínculo de filiación preexis-
tente fuere sólo adoptivo (dado que se trataría de una adopción por ambos cónyuges); y. como
ha sido observado por la doctrina, el hecho de que el vínculo sea por naturaleza no parece que
deba ser aquí motivo de discriminación.
Salvador Carrión Olmos
Tres son, sin embargo, las excepciones que a la antedicha regla establece el legisla
dor de la reforma:
1º) Los casos previstos en el artículo 176. 2 CC. 2º) Cuando fueren dos los adoptan
tes, será suficiente con que uno de ellos no tenga esa diferencia máxima de edad con el
adoptando. 3º) Si los futuros adoptantes estuvieren en disposición de adoptar grupos de
hermanos o menores con necesidades especiales, la diferencia máxima de edad podrá
ser superior.
El sentido y fundamento mismos de las excepciones a la dicha exigencia, no parece
precisen de aclaración alguna. En todos los supuestos referidos en el art. 175.1, y en los
que el legislador excepciona la exigencia de esa diferencia máxima de edad, encuentran
su razón de ser en el cúmulo de efectos beneficiosos que la autorización de la adopción
habrá de reportar en todos ellos, y que vienen a exceder con mucho la relajación de la
regla general.
4. El adoptado
El precepto clave es el art. 175 CC, apartados segundo, tercero, cuarto y quin-
to, en la redacción que a los mismos viene dada por la Ley 26/2015, de 28 de julio,
de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia.
“Únicamente podrán ser adoptados los menores no emancipados. Por excep-
ción, será posible la adopción de una mayor de edad o de un menor emancipado
cuando, inmediatamente antes de la emancipación, hubiere existido una situación
de acogimiento con los futuros adoptantes o de convivencia estable con ellos de,
al menos, un año” (art. 175, párrafo segundo)9.
Con todo, no parece haya razón suficiente para no haber extendido la posibilidad
de adopción a los mayores incapacitados, al menos en determinados casos (p. ej., hijos
del consorte), aunque quizá sea lógico pensar que la solución venga dada por la cir
cunstancia de que, normalmente, respecto del hijo incapacitado del consorte se dará la
circunstancia de acogimiento o convivencia estable respecto del otro a la que se refiere
el párrafo segundo del art. 175.
Y, obviamente, a esta misma excepción (siquiera ahora contemplada desde otro án
gulo, el de la no necesidad de propuesta por parte de la Entidad Pública), hay que enten
der se refiere asimismo el artículo 176.2, circunstancia cuarta, al eximir de tal propuesta
(bastando entonces la solicitud privada de adopción) el caso en el que en el adoptando
concurra la circunstancia de “Ser mayor de edad o menor emancipado”.
9
No cabe la adopción del nasciturus, al ser necesario el asentimiento de la madre; y éste (por
imperativo del art. 177 CC, en su redacción por la Ley 26/2015, de 28 de julio) no podrá pres-
tarse hasta que hayan transcurrido seis semanas desde el parto, en lugar de los 30 días vigentes
con anterioridad a la reforma, con lo se viene a dar cumplimiento a lo dispuesto en el Convenio
Europeo de Adopción de Estrasburgo de 27 de noviembre de 2008, y ratificado por España.
Obviamente, y con mayor razón, no cabe la adopción del concepturus.
La adopción
III. PROHIBICIONES
Incidiendo desde luego tanto en el adoptante como en el adoptando, las prohi-
biciones recogidas en el párrafo tercero del artículo 175 son las siguientes:
“No puede adoptarse: 1º A un descendiente. 2º A un pariente en segundo gra-
do de la línea colateral por consanguinidad o afinidad. 3º A un pupilo por su tutor
hasta que haya sido aprobada definitivamente la cuenta general justificada de la
tutela”.
Por cuanto se refiere a la ausencia de determinadas relaciones familiares para
que sea posible la adopción, procede incluir aquí la imposibilidad de que un cón-
yuge adopte al otro10. No es posible, asimismo, la adopción de un descendiente11,
ni de un pariente en segundo grado de línea colateral por consanguinidad12 o
afinidad13 (art. 175.3 CC).
En lo atinente a la prohibición relativa a tutor y pupilo, claramente se infiere
la razón de su existencia que no es otra que la protección de los intereses del tu-
telado. Para la consecución de este objetivo, el legislador no duda en posponer la
eventual adopción hasta la aprobación definitiva de las cuentas de la tutela. Con
todo, la doctrina no es concorde en cuanto a si, prescrita la acción para exigir la
rendición de esta cuenta, desaparecería la prohibición al desaparecer su ratio.
10
No es posible un acto cuyo resultado —matrimonio entre parientes en línea recta por adop-
ción— es objeto de prohibición expresa por el art. 47. 1 CC.
11
La prohibición de adoptar al propio hijo no sólo impide una institución inútil en cuanto a su
fin primario (dar una relación de filiación legal sustitutiva de una filiación por naturaleza), sino
que además evita que se utilice la adopción para efectos contrarios a ese fin: la extinción de los
vínculos de filiación entre el adoptado y el otro progenitor.
12
La prohibición de adoptar a un hermano se apoya, obviamente, en la utilidad y conveniencia
de evitar una adopción que, al fin y a la postre, produciría efectos análogos a los de una unión
incestuosa (art. 125 CC)
13
La prohibición, referida a los cuñados, resulta excesiva (a juicio de autorizada doctrina). De
otro lado, no resulta del todo congruente con el criterio legal restrictivo adoptado por el legis-
lador que no se excluya que pueda ser adoptante el suegro o el que es hermano por adopción;
o que no se excluya por ley la adopción de la persona con la que el adoptante tiene un hijo.
Salvador Carrión Olmos
V. EL PROCEDIMIENTO DE ADOPCIÓN
1. Diversidad de elementos
El procedimiento para la adopción consta de elementos de diversa naturaleza:
administrativos unos, judiciales otros.
2. El procedimiento judicial
Las fases más importantes del procedimiento judicial son sustancialmente
coincidentes tanto en el supuesto en el que el expediente se inicie por propuesta
previa de la entidad pública, como en aquél otro en el que sea posible su iniciación
en virtud de una solicitud privada. La diferencia, supuesto que se produzca, afecta
únicamente a la que cabría denominar “fase de iniciación” del expediente: en vez
de iniciarse este por propuesta previa, lo será en virtud de solicitud privada.
provisional entre el menor y las personas consideradas idóneas para tal adopción hasta
que se dicte la oportuna resolución judicial. Se trata así de evitar que el menor tenga que
permanecer durante ese tiempo en un centro de protección o con otra familia.
A la guarda con fines de adopción se refiere el art. 176 bis.1:
“La Entidad Pública podrá delegar la guarda de un menor declarado en situación de
desamparo en las personas que, reuniendo los requisitos de capacidad para adoptar pre
vistos en el artículo 175 y habiendo prestado su consentimiento, hayan sido preparadas,
declaradas idóneas y asignadas para su adopción. A tal efecto, la Entidad Pública, con
anterioridad a la presentación de la propuesta de adopción, delegará la guarda con fines
de adopción hasta que se dicte la resolución judicial de adopción, mediante resolución
administrativa debidamente motivada, previa audiencia de los afectados y del menor si
tuviere suficiente madurez y, en todo caso, si fuere mayor de doce años, que se notificará
a los progenitores o tutores no privados de la patria potestad o tutela”.
B) Intervenciones
Las intervenciones en el procedimiento, entendidas como actos procesales pre-
vios a la resolución judicial, son susceptibles de clasificación en tres grupos: a) los
consentimientos; b) los asentimientos; c) las audiencias.
a) Los consentimientos
Han de consentir la adopción, en presencia del juez14, el adoptante o adoptan-
tes y el adoptando mayor de doce años15.
Tales consentimientos implican la aceptación libre y plena, en concepto de
parte, de la relación jurídica paterno-filial adoptiva16.
14
V. este respecto SAP Castellón, A 57/2012, 4 Octubre (LL 231370/2012), la cual se pronuncia
en los siguientes términos: “La falta de consentimiento (del adoptante o adoptantes en presen-
cia del Juez) no puede ser suplida por el hecho de que los fallecidos se hubieran hecho cargo del
solicitante como si se tratara de un hijo, ni de que en el testamento notarial abierto le institu-
yeran como heredero universal, incluso denominándole “hijo adoptivo”, pues los documentos
privados en los que se expresa la voluntad de entrega por parte de la madre biológica de su
hijo en acogimiento con la posibilidad de recuperarlo, no pueden suplantar el consentimiento
de los adoptantes”.
15
Si fuere capaz naturalmente para prestar ese consentimiento.
16
Como ha sido observado por la doctrina, el propósito práctico —causa— de tales consenti-
mientos debe ser la constitución de una relación de filiación (en el caso, adoptiva), por lo que
si el propósito práctico fuere otro no habría verdadero consentimiento para la adopción.
La STS 18 enero 2012 (Tol 2441274) contempla “una adopción ficticia, porque no sólo el
consentimiento de la madre biológica menor de edad sino también el de los abuelos adoptantes
venía afectado por los motivos sociales y personales que les impulsaron a celebrar un negocio
jurídico familiar, la adopción, sin desear realmente los efectos de la misma”.
La adopción
b) Los asentimientos
Deberán “asentir” a la adopción:
1º. El cónyuge del adoptante o persona unida al adoptante por análoga rela-
ción de afectividad a la conyugal salvo que medie separación o divorcio legal o
ruptura de la pareja que conste fehacientemente, excepto en los supuestos en los
que la adopción se vaya a formalizar de forma conjunta (remisión al art. 175. 5
CC)17.
2º. Los progenitores del adoptando18 que no se hallare emancipado, a menos
que estuvieran privados de la patria potestad por sentencia firme o incursos en
causa legal para tal privación19. Esta situación solo podrá apreciarse en el proce-
dimiento judicial contradictorio que se tramitará conforme a la Ley de Enjuicia-
miento Civil. No será necesario el asentimiento cuando los que deban prestarlo se
17
Exigencias estas que, parece, “desentonen” de la línea general seguida por las últimas reformas
del CC en materia de Derecho de familia y de sucesiones por causa de muerte. En especial, la
Ley 15/2005. Quizá por ello urgiría su concordancia o armonización.
De otra parte, una vez más se deja sentir la carencia de corrección gramatical por parte del
legislador, al referirse al “divorcio legal”. ¿Acaso existe otro que no lo sea?
18
La STS 18 junio 1998 (Tol 1749) declara la improcedencia de la acción de extinción de adop-
ción de menor a favor de su tío abuelo, interpuesta por su madre biológica, al no acreditarse
la no intervención de esta en el expediente de adopción, de la falsedad de su firma en el acta
aprobatoria de su consentimiento, y de su inasistencia a la comparecencia: consideración prio-
ritaria del interés del menor.
La STS 21 septiembre 1999 (Tol 72869) califica de nula de pleno derecho, por contravención
frontal del art. 177.2.2º CC, la renuncia anticipada de la madre a los derechos-deberes expec-
tantes sobre la nacida. “El sentido de este precepto es meridiano. No existe viabilidad alguna
de que el asentimiento a la adopción pueda ser prestado con antelación al parto, y ni siquiera
en el periodo de treinta días computados desde el parto, ya que necesariamente debe manifes-
tarse una vez transcurrido ese tiempo, es decir, el día treinta y uno; y nunca con anterioridad al
momento del parto” (fundamento de derecho cuarto). En la actualidad, como ya se ha expues-
to, el párrafo 3 del art. 177 CC, dispone que “el asentimiento de la madre no podrá prestarse
hasta que hayan transcurrido seis semanas desde el parto”. No antes, pues, de las cero horas
del día cuarenta y tres.
19
Siendo el propio juez instructor del expediente el que apreciará si se da o no esta causa. En
cuanto al momento en que debe determinarse si el progenitor estaba o no incurso en causa de
privación de la patria potestad, es el de la declaración de desamparo. V. en este sentido STS 6
febrero 2012 (Tol 2441171).
Salvador Carrión Olmos
c) Las audiencias
Deberán, simplemente, ser oídos por el juez:
1º. Los progenitores que no hayan sido privados de la patria potestad, cuando
su asentimiento no sea necesario para la adopción23.
2º. El tutor y, en su caso, la familia acogedora, y el guardador o guardadores24.
20
Es caso de imposibilidad la incapacitación —reversible o irreversible— que impida prestar el
asentimiento, y también —peligrosamente— la simple imposibilidad de hecho (enfermedad
que produzca inconsciencia, incomunicación, no identificación de los padres).
21
Por el contrario, el padre (matrimonial o no matrimonial) puede prestar válidamente el asenti-
miento sin esperar a que transcurra plazo.
22
V. a este respecto STS 9 julio 2001 (Tol 66380).
23
Bastará, pues, la simple audiencia cuando los padres se encuentren incursos en causa para la
privación de la patria potestad, aunque aún no se haya dictado sentencia que les prive de ella,
o cuando el hijo se hallare emancipado (art. 177.2.2º CC)
24
Dado que la Ley no distingue, la referencia hay que entenderla hecha tanto a los guardadores
legales (incluida la entidad pública en el caso del art. 176.2.3 CC, acogidos respecto a los cua-
La adopción
C) Tramitación
En la tramitación del procedimiento, contenido ahora en los artículos 33 y ss.
de la Ley 15/2015, de 2 de julio, de la Jurisdicción Voluntaria, el juez podrá orde-
nar la práctica de cuantas diligencias considere oportunas en orden a asegurarse
de que la adopción sea en interés del adoptando (art. 39.1 Ley 15/2015)25, vi-
niendo atribuida la competencia para conocer del mismo “al Juzgado de Primera
Instancia correspondiente a la sede de la Entidad Pública que tenga encomendada
la protección del adoptando y, en su defecto, el del domicilio del adoptante” (art.
33 de la LJV). “La tramitación del expediente de adopción —añade el art. 34. 1
de la citada LJV— tendrá carácter preferente y se practicará con intervención del
Ministerio Fiscal”. “Todas las actuaciones se llevarán a cabo con la conveniente
reserva, evitando en particular que la familia de origen tenga conocimiento de
cuál sea la adoptiva, excepto en los supuestos recogidos en los apartados 2 y 4 del
artículo 178 y sin perjuicio de lo establecido en el artículo 180 del Código Civil”
(art. 39.2 LJV).
D) Terminación
El procedimiento de adopción concluye con auto judicial26 (art. 39.4 LJV)
que, caso de ser favorable, constituye la adopción. Contra el auto que resuelva
el expediente, cabe recurso de apelación, que tendrá carácter preferente, sin que
produzca efectos suspensivos.
Obviamente, la circunstancia de que la adopción se constituya por resolución
judicial (tal y como afirma, de modo un tanto solemne, el párrafo primero del art.
176 CC), no significa en modo alguno sostener que el acto judicial, por si mismo,
sea suficiente para constituir la adopción. En síntesis, sin ese acto, no será posible
entender perfecta o constituida la adopción, pero, a su vez, sin la existencia de
las pertinentes “voluntades” o “declaraciones de voluntad” (“consentimientos” y
27
La Instrucción de la DGRN de 15 de febrero de 1999 dispone que, en el asiento de inscripción,
se haga constar como padres únicamente a los adoptivos, sin mención alguna al carácter de
“adoptivos”, en plena igualdad, pues, con los biológicos. Los datos biológicos constarán en
asiento diferente, con publicidad restringida, en cuanto sólo podrá ser consultado por el hijo,
alcanzada la mayoría de edad, por los padres adoptivos y por aquellos terceros que obtuvieren
autorización judicial.
28
Excluido, obviamente, el parentesco por consanguinidad en línea recta, se impone referir aquél
a la línea colateral, tíos y sobrinos, ya por consanguinidad, ya por afinidad.
29
La posibilidad de adopción por cualquier persona de los hijos de su cónyuge, es la que se vie-
ne utilizando en los casos de matrimonio entre personas del mismo sexo para establecer una
filiación legal conjunta respecto del niño, muy especialmente en el caso de mujeres casadas con
otra mujer, que acudían a la utilización de técnicas de reproducción asistida y tenían un niño
luego adoptado por su esposa, hasta que la reforma en 2007 de la Ley 14/2006, de reproduc-
La adopción
c) Llevar más de un año en guarda con fines de adopción30 o haber estado bajo
tutela del adoptante por el mismo tiempo.
d) Ser mayor de edad o menor emancipado, y haberse producido la situación
de acogimiento o de convivencia estable a que se refiere el artículo 175.2 CC.
Por su parte, el párrafo 4 del art. 176 establece que “Cuando concurra alguna
de las circunstancias 1ª, 2ª o 3ª previstas en el apartado 2 podrá constituirse la
adopción, aunque el adoptante hubiere fallecido, si éste hubiese prestado ya ante
el Juez su consentimiento o el mismo hubiera sido otorgado mediante documento
público o en testamento. Los efectos de la resolución judicial en este caso se retro-
traerán a la fecha de prestación de tal consentimiento”
2º. Cuando sólo uno de los progenitores haya sido legalmente determinado,
siempre que tal efecto hubiera sido solicitado por el adoptante, el adoptado ma-
yor de doce años y el progenitor cuyo vínculo haya de persistir”.
Aquí se está haciendo referencia a un supuesto de filiación no matrimonial, pues
únicamente en este ámbito es posible que uno solo de los progenitores haya sido deter
minado legalmente.
VIII. CUESTIONARIO
1º. ¿Existen diferencias entre los efectos jurídicos de la filiación adoptiva y la filiación por naturaleza?
2º. ¿Cuál es la edad mínima a partir de la cual es posible adoptar?
3º. ¿Cabe adoptar a una persona mayor de edad?
4º. ¿En qué casos es posible una adopción conjunta?
5º. Tras la adopción, ¿persisten los vínculos jurídicos del adoptado con su familia de origen?
6º. ¿Tiene el hijo adoptivo el derecho a conocer su filiación biológica?
hermana con gran alborozo e ilusión. A la edad de 18 años, Carla se enamora perdidamente de Luís, de 25,
el cual le corresponde. Tras dos años de lucha contra ese amor, deciden irse de casa y casarse.
Cuestiones
1. ¿Cree usted que podrían contraer válidamente matrimonio?
Cuestiones
1. Quieren saber si su deseo es viable jurídicamente.
X. BIBLIOGRAFÍA SUMARIA
CALLEJO RODRÍGUEZ, C.: “Recientes reformas legislativas en materia de capacidad para adop-
tar y ser adoptado”, Actualidad Jurídica Iberoamericana, núm. ter, diciembre de 2015, pp. 207 y
ss.; CALVO CARAVACA, A.L.: y CARRASCOSA GONZÁLEZ J.: “Constitución de la adopción
internacional en la Ley 54/2007, de 28 de diciembre, aplicación de la ley española”, LL, núm.
6953, 2008; DE VERDA Y BEAMONTE, J.R.: “Efectos jurídicos en España del acogimiento de
derecho islámico (kafala)”, LL, núm. 7390, 2010; FELIU REY, M.I.: Comentarios a la Ley de 11
de noviembre de 1987, Madrid, 1999; GARRIGA GORINA, M.: La adopción y el derecho a co-
nocer la filiación de origen, Pamplona, 2000; GESTO ALONSO, B.: El procedimiento de adopción,
Cizur Menor, 2013; GUTIÉRREZ SANTIAGO, P.: Constitución de la adopción: declaraciones rele-
vantes, Pamplona, 2000; HERRÁN ORTIZ, A.I.: Adopción internacional, Madrid, 2000; LÓPEZ
AZCONA, A.: Luces y sombras del nuevo marco jurídico en materia de acogimiento y adopción de
menores: a propósito de la Ley Orgánica 8/2015 y la Ley 26/2015, de modificación del sistema de
protección de la infancia y de la adolescencia, Boletín del Ministerio de Justicia, núm. 2185, enero
de 2016; PÉREZ ÁLVAREZ, M.A.: La nueva adopción, Madrid, 1989; VALLÉS AMORES, Mª L.:
La adopción. Exigencias subjetivas y su problemática actual, Madrid, 2004; VALLÉS AMORES, Mª
L.: “La aplicación del derecho de daños en la institución adoptiva”, en AA.VV.: La responsabilidad
civil en las relaciones familiares (coord. J.A. MORENO HERNÁNDEZ), Madrid, 2012.
Lección 23
Adopción internacional
I. INTRODUCCIÓN
Las circunstancias económicas y demográficas de determinados países, en los
que muchos niños no han podido encontrar un ambiente propicio para su desa-
rrollo, unido al descenso de la natalidad en España, han originado que en los últi-
mos años el número de menores extranjeros adoptados por españoles o residentes
en España se haya incrementado notablemente.
El aumento de adopciones constituidas en el extranjero supone, a su vez, un
desafío jurídico de grandes proporciones para el legislador, que debe facilitar los
instrumentos normativos precisos para que la adopción tenga lugar con las máxi-
mas garantías y respeto a los intereses de los menores a adoptar, posibilitando
el desarrollo armónico de la personalidad del niño en el contexto de un medio
familiar propicio. Todo ello en el marco de la más escrupulosa seguridad jurídica
que redunda siempre en beneficio de todos los participantes en la adopción inter-
nacional, especialmente y en primer lugar, en beneficio del menor adoptado.
Es preciso poner de manifiesto la trascendencia que tienen en esta nueva orde-
nación los principios contenidos en el Convenio de las Naciones Unidas sobre los
Alfonso Ortega Giménez
II. CONCEPTO
Se entiende por adopción internacional, según el artículo 1.2 de la LAI “aque-
lla en la que un menor considerado adoptable por la autoridad extranjera compe-
tente y con residencia habitual en el extranjero, es o va a ser desplazado a España
por adoptantes con residencia habitual en España, bien después de su adopción en
el Estado de origen, bien con la finalidad de constituir tal adopción en España”.
Las personas que se ofrecen para la adopción podrán ser valoradas y, si co-
rresponde, ser declaradas idóneas simultáneamente para la adopción nacional y
la adopción internacional, siendo compatible la tramitación de su ofrecimiento
para los dos ámbitos.
VI. CUESTIONARIO
1.º ¿Qué se entiende por adopción internacional?
2.º ¿Papel de las Entidades Públicas en materia de adopción internacional?
3.º ¿Cuándo se considera “idóneo” un adoptante?
4.º ¿Tiene derecho el adoptado a conocer sus orígenes biológicos?
Alfonso Ortega Giménez
5.º ¿Cuándo son competentes los Juzgados y Tribunales españoles para la constitución de una adopción
internacional?
6.º ¿Cómo se determina la ley aplicable a una adopción internacional?
7.º ¿Cómo se determinan los efectos en España de la adopción constituida por autoridades extranjeras?
Cuestiones
1.º ¿Serían competentes los tribunales españoles para constituir la adopción?
Cuestiones
1.º ¿Necesitan los adoptantes haber obtenido el certificado de idoneidad uzbeko y/o español para que
la adopción surta efectos legales en España?
2.º ¿Debe la adopción haberse ajustado al Derecho sustantivo armenio, al Derecho sustantivo uzbeko o
al Derecho sustantivo español para que la adopción surta efectos legales en España?