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Mucho se ha especulado sobre si todo aquello que nos presenta Ovidio como
autobiográfico debe tenerse por tal o ha de ponerse en cuarentena 2, cuestión ésta que por
otra parte afecta a cualquier escritor y tiene que ver con un tema mucho más complejo
como es el de la frontera entre la realidad y la ficción, que entra en el terreno de la teoría
literaria. El propio poeta nos dice en Trist. IV 10, 60 -el único poema que se tiene por
verdaderamente autobiográfico-, que “nomine non vero dicta Corinna mihi”. Pero no es
éste momento de entrar en tan interesante como espinoso tema, pues nos apartaría del
propósito de estas breves páginas, en las que nos centraremos en analizar algunos de los
lugares paralelos entre Amores y Ars en los que se evidencia la idea que se refleja en el
título de esta contribución: que en ambas obras Ovidio sistematiza y da forma literaria a
una serie de tópicos amorosos avalado por su experiencia, que le confiere autoridad para
dogmatizar y adoptar sin pudor y por derecho propio el título de magister amoris.
No obstante, Ovidio, aunque autoerigido en gurú (Ars I 29: Usus opus movet
hoc: vati parete perito)3, no se desvincula en el Ars de su faceta de amante -al igual que
ya en Amores confesaba seguir sus propios preceptos (Am. II 18, 20: ei mihi, praeceptis
urgeor ipse meis)-, y nos hace observar que, pese a sus consejos, él mismo no se ve
libre de caer en las trampas de las que advierte, esto es, no garantiza que seguirlos sea
garantía de éxito, algo que a fin de cuentas dependerá de otros muchos factores, entre
ellos el azar.
1
Este artículo se inserta en los proyectos PI-40/0054/FS/01 y HUM 2005-01424 subvencionados por la
Fundación Séneca de la CARM y la DGICYT respectivamente.
2
Muy interesante al respecto es el artículo de J.A. GONZÁLEZ IGLESIAS, “Semiótica autobiográfica en
Amores y Arte de Amar, de Ovidio”, en J. ROMERA, A. YLLERA, M. GARCÍA-PAGE Y R. CALVET (eds.),
Escritura autobiográfica, Madrid 1993, 225-231, así como el de C. DE MIGUEL MOURA, “Ovidio, el
poeta sincero (Amores, 1.1-5)”, Ágora 8, 2006, 59-78.
3
Para las citas de los pasajes ovidianos nos hemos servido de la edición de la obra amatoria llevada a
cabo por Kenney (Oxford 1961).
1
Bajo visos de realidad Ovidio nos ofrece un auténtico manual, más que de
instrucciones para llevar a buen puerto el arte de la seducción, de tópicos eróticos. No se
trata pues, pese a su apariencia, de un compendio de consejos para poner en práctica con
el fin de alcanzar el favor amoroso, antes bien, lo que late sub specie amoris no es sino
un intento más de Ovidio de mostrar su virtuosismo en el arte literaria. El final de su
tratado amoroso (Ars III 812: Naso magister erat), en una perfecta “ringkomposition”,
evoca el inicio del mismo, en el que, como veíamos, se había presentado como peritus.
El episodio de Dédalo e Ícaro, que abarca los versos 21 a 98 del libro II del Ars,
es especialmente interesante en este contexto. No escapa a un primer y superficial
análisis que Ovidio se identifica con Dédalo, el genial inventor.
En el dístico formado por los versos 33 y 34 del libro II de su Ars amatoria, dice
Ovidio, poniendo estas palabras en boca de Dédalo:
Pero en realidad es Ovidio quien presta su voz a Dédalo, pues a nuestro modo de
ver –en el que coincidimos con A. Sharrok5-, en estos dos versos Ovidio formula su
particular planteamiento, que refleja la idea matriz de la que Amores y Ars vendrían a
ser una aplicación práctica –por lo demás la misma es aplicable al conjunto de su
producción literaria. A partir de una materia única, la temática erótica, el poeta no se
conforma con su faceta de elegíaco, siguiendo una estela antes hollada, sino que en su
afán innovador y rupturista adopta el papel de maestro en lides amorosas, pasando de
4
Su propósito confesado es el que de forma programática revela sintéticamente en los versos 35 a 38 del
libro I del Ars: Principio, quod amare velis, reperire labora / qui nova nunc primum miles in arma
venis./Proximus huic labor est placitam exorare puellam; / tertius, ut longo tempore duret amor.
5
A. SHARROCK, Seduction and repetition in Ovid´s Ars Amatoria II, Oxford, 1994.
2
sujeto paciente a observador omnisciente, condición que le confiere precisamente el
haber experimentado en su propia carne –como en más de una ocasión confiesa- aquello
que indica en Ars.
Del mismo modo que Ícaro, Ovidio se muestra audaz explorando caminos
nuevos, pero su espíritu libre e innovador le impulsa a remontar el vuelo y a aspirar a
elevadas metas sin temor al fracaso6.
Por otra parte, resulta tentadora la idea de que con la imagen del minotauro se
esté refiriendo a su poesía:
Ovidio, escritor poliédrico donde los haya, juega con el lector 7 y se divierte
dando forma a su poesía como un hábil alfarero, ofreciendo perspectivas distintas sobre
un mismo punto, estudiando facetas diversas de idénticas realidades 8. Él fue el único de
6
Su actitud predominantemente optimista y vital se encuentra bien reflejada en Ars I 389: aut non
temptaris aut perfice! , tan distinta de la que mostrará en Tristia, Pontica o Ibis, escritas desde su presunto
destierro.
7
A menudo la imagen que el poeta nos presenta de Cupido, riéndose de él y robándole un pie del verso,
obligándole así a convertirse en poeta elegíaco, evoca esa actitud juguetona de Ovidio, que se divierte
jugando con el lector, planteando enigmas y sugiriéndole una y otra vez posibilidades diversas. Como
dijera Ezra Pound, a quien el de Sulmona influyó enormemente, verdaderamente “Ovid is one of the most
interesting of all enigmas”.
3
entre los elegíacos9 a quien se le ocurrió realizar un catálogo de preceptos amorosos,
haciendo así, tanto implícita como explícitamente, reconocimiento público de que los
temas tratados en Amores respondían a tópicos literarios, por más que tuvieran su
correlato más o menos próximo en la realidad, y como tal se confundieran con ésta, algo
que por otra parte ya estaba también insinuado en los propios Amores. De hecho, poesía
y realidad se funden y confunden en el de Sulmona, y consideraciones metapoéticas
alternan con la deshumanización de la puella o el tratamiento objetivo y distante de un
sentimiento tan subjetivo como puede ser el amoroso. Y es que Ovidio gusta de esos
contrastes que sacuden y despiertan tanto como liberarse del encorsetamiento que puede
suponer seguir en exceso las normas establecidas 10, y es por eso por lo que reinventa
continuamente los tópicos y temas, los invierte y juega con ellos. En suma, Ovidio es un
poeta original y que aspira a la innovación, sin olvidar nunca su deuda con la tradición,
de cuya herencia jamás reniega.
Los múltiples lugares paralelos entre Amores y Ars, y los ecos que se perciben
las conectan de un modo especial, como si la concepción de ambas hubiese formado
parte de un plan único de conjunto, como ocurre, por otra parte, entre Ars y Remedia, o
entre distintos poemas de la producción ovidiana11. No obstante, como es bien sabido,
Amores es obra de juventud del poeta (25 a. C.) 12, mientras Ars se data en torno al año 1
8
Ars II 128: ille referre aliter saepe solebat idem. Declaración programática del proceder de Ovidio,
como señala A. SHARROCK (op.cit.). La idea ya está presente en A. LUENEBURG, De Ovidio, imitatore
sui, Diss. Inauguralis, Jenae, 1888.
9
Aunque hay indicios de una didáctica erótica en distintos pasajes de Propercio, y en Tibulo I 4 y I 6 se
ha querido ver el embrión del Ars, no hay antes del Ars amatoria de Ovidio una obra literaria que se
pueda parangonar con ella, del mismo modo que no es ésta la primera vez en que Ovidio trata el tema
amoroso sirviéndose dar consejos sobre el particular, pero es en esta ocasión cuando el poeta expone de
forma explícita su propósito de convertirse en instructor en el terreno erótico abordando de manera directa
las técnicas de seducción que considera más adecuadas para alcanzar el favor amoroso.
10
El propio poeta se jacta a menudo de su originalidad (así, por ejemplo, al referirse a sus Heroidas, se
declara inventor de un género nuevo, y Quintiliano en su Institutio Oratoria (X 1, 88) dirá refiriéndose a
él “nimium amator ingenii sui, laudandus tamen in partibus”.
11
Como a propósito de Amores II 7 y 8 señala C. DE MIGUEL MORA, “Léxico y estructura en Amores 2.7
y 2.8”, Ágora 7, 2005, 65-80.
12
Teniendo en cuenta que nació el 43 a. C., el mismo año de la muerte de Cicerón, contaría por entonces
con tan solo 18 años. Los Amores es la primera obra publicada de Ovidio, seguida por las Heroidas.
4
de nuestra era, en todo caso después del 2 a. C. Los años transcurridos y la experiencia
acumulada legitiman al poeta para escribir esta obra en un momento de su peripecia
vital que hace verosímil su faceta de maestro.
En nuestro análisis nos vamos a centrar en primer lugar en el cortejo, por cuanto
es sin duda la principal de las estrategias de seducción amorosa, que tiene lugar en el
momento primero, el que tiene que ver con el encuentro en el que se entabla por primera
vez contacto con la persona escogida. No existe una segunda oportunidad de causar una
primera buena impresión, de modo que conviene esmerarse en esa etapa.
Lo primero que debe hacer tanto el amante como el poeta es encontrar una
puella y el circo puede ser un buen lugar para encontrar una nueva amada, como
propone Ovidio en Am. III 2. La versión teórica de este mismo tema aparecerá más tarde
en Ars I 137-170.
La causa por la que el poeta ha decidido ir al circo queda clara desde el primer
momento: es el lugar más apropiado para hablar y sentarse junto a la mujer deseada:
5
Ovidio comienza ensalzando a la joven manifestando la envidia que siente de su
auriga favorito. Si él estuviera en su lugar y la viera a mitad de la carrera, se pararía y
soltaría las riendas. El rechazo inicial de la joven se manifiesta en su intento por
apartarse de él, pero no puede lograrlo por la estructura del lugar, lo cual es
precisamente una de sus grandes ventajas:
El siguiente paso será comenzar con las galanterías hacia la joven. Ovidio, como
indica en Ars, sabe muy bien que un pequeño detalle puede ser muy importante en la
conquista de una mujer (v. 159: parva levis capiunt animos…). Sólo el género
femenino, caracterizado como levis animos, se deja impresionar por esos detalles y eso
debe ser explotado en un ritual de conquista. Comienza por pedir a los otros
espectadores que la rodean, que se retiren para no molestarla con el roce (y así sólo
mantendrá contacto físico con él). Ovidio supone que el contacto con otros espectadores
le molesta y entiende como una cuestión de pudor el mantener una distancia prudencial,
a pesar de que él intente acercarse todo lo posible a ella:
6
collige et inmunda sedulus effer humo:
protinus, offici pretium, patiente puella
contingent oculis crura videnda tuis
Ars I 153-156
Hacerle aire con una tablilla o sacudir el polvo de su vestido son también gestos
que realiza para mostrar su cortesía y atención:
7
Una vez que ha comenzado la carrera, Ovidio muestra su apoyo incondicional a
aquel auriga favorito de la joven, aunque éste no sea el mejor de la competición. Se trata
de mostrar gustos similares a ella para fomentar el acercamiento:
favimus ignavo…
Am. III 2, 73
Con la ayuda de Venus el poeta logra su objetivo y consigue una promesa para
un posterior encuentro. Si al comienzo de la elegía la joven no mostraba interés hacia
Ovidio, al final ha logrado cautivarla.
Una vez hallado el objeto amoroso, real como Cintia o ficticio como Corina (el
propio Ovidio da pruebas de su irrealidad en Ars III 536-538: et multi, quae sit nostra
Corinna, rogant), el paso inmediato es “conquistar a la joven que te ha gustado” (Ars I
37: proximus huic labor est placitam exorare puellam).
8
La esclava que favorece el trámite amoroso aparece con frecuencia en Ovidio 13, quien
aconseja en Ars servirse de su complicidad, pero la función ancilar de la sirvienta no es
la de mero vehículo de comunicación, sino que Ovidio complica la situación al hacerla
partícipe activa de sus pretensiones, intercesora –sugiriendo el nombre del amator o
describiendo sus cualidades- e incluso objeto de seducción a su vez, si bien con un fin
absolutamente pragmático, pues su táctica en este caso consiste en obligar a la esclava a
seguir a su servicio al tiempo que le permite gozar de sus favores amorosos, de modo
que obtiene una utilidad doble al combinar la seducción y el chantaje, franqueándole el
paso al favorecer los encuentros amorosos.
En el libro I del Ars Ovidio dedica una larga tirada de versos (del 351 al 398) a
recomendar que se conozca bien a la sirvienta de la mujer que se pretende seducir y se
ponga esmero en tener con ella buenas relaciones, y en el 375 finge responder a una
posible pregunta de sus atentos discípulos, sobre si es de provecho (prosit) servirse de
los favores sexuales de la propia sirvienta:
En esta situación no valen las medias tintas, si se opta por seducir a la sirvienta
hay que arriesgarse, si bien cuidándose de guardarse las espaldas al implicarla. Así, a un
tiempo que se goza de sus favores se tiene la garantía de poder extorsionarla, llegado el
caso, para evitar ser delatado:
13
Am. II 19, 41; III 1, 35 y ss; 383-384; II 251-252; III 471; 621-622. Cf. Prop. III 6, donde la ancilla es
sustituida por un esclavo.
9
Am. I 11 se abre con una larga invocación a la esclava Nape, encargada de
entregar a Corina la carta que Ovidio le envía. A pesar de su condición de esclava, está
dotada de grandes cualidades como su habilidad (v. 2: docta) para arreglar los cabellos
desordenados (v. 1: incertos crines). Nape desempeña una profesión, es una ornatrix, lo
que le permite acercarse a Corina sin levantar sospechas, tal y como aconseja en los
siguientes versos de Ars (I 367-372):
Aunque Ovidio ha aconsejado no ir más allá con las esclavas (Ars I 380:
consilium tamen est abstinuisse meum), en el caso de que el deseo se torne irrefrenable
indica que primero se debe empezar con su señora, como hace él con Cipasis. En Am. II
7 y 8 aparecen dos versiones distintas de un único motivo: la infidelidad con una
esclava de Corina14. La acusación no se dirige directamente a Ovidio sino a Cipasis,
esclava encargada de ornare a la muchacha, a la que reprocha haber mantenido
relaciones con su amante.
10
quoque loco tecum fuerim quotiensque, Cypassi,
narrabo dominae quotque quibusque modis.
algo que, sin duda, será evitado a toda costa por la esclava, que se verá forzada
por la situación a mantenerse bajo las órdenes del amante convirtiéndose en su más útil
y fiel aliada.
Por tanto, a partir de Amores, donde todos los rasgos de la poesía elegíaca
anterior a Ovidio se elevan a tópicos literarios, podemos observar la catalogación más o
menos sistemática de los mismos en Ars. Como si de un laboratorio amoroso se tratara,
el poeta ha experimentado primero con una serie de estrategias puestas en práctica en la
obra elegíaca, para luego ofrecer los paralelos teóricos, ya elevados a lecciones, en su
faceta de magister amoris.
15
Cf. Mª J. PUJANTE SERRANO, “El personaje de Corina como materia literaria de Amores”, en Florentia
Iliberritana, 16 (2005) 275-283.
11