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El texto de Platón denominado Protágoras relata un diálogo que tiene Sócrates con
el sofista Protágoras y que gira en torno a la pregunta de qué es la virtud y si
esta es, o no, enseñable. La narración comienza cuando Sócrates, quien va saliendo
de la casa de Alcibíades, se encuentra a un amigo quien le pregunta de dónde viene
y qué ha hecho. Sócrates le contesta que, aunque viene de la casa de Alcibíades,
casi no le ha puesto atención ya que se ha encontrado con alguien mucho más sabio,
y, por lo tanto, bello: Protágoras, con quien ha tenido una conversación.
Asombrado, el amigo le pide a Sócrates que le relate en detalle lo sucedido.
Sócrates comienza narrando que ese día de madrugada, antes de que saliera el sol,
el hijo de Apolodoro, Hipócrates fue a su casa apresurado a contarle una importante
noticia: el sofista Protágoras estaba en la ciudad. Esto, por supuesto, ya lo sabía
Sócrates y viendo que Hipócrates hablaba con mucha emoción le preguntó que por qué
estaba tan inquieto: “¿Qué te pasa? ¿Es que te debe algo Protágoras?” (Platón, 310d
5). Hipócrates le responde que quiere ser discípulo de Protágoras y le pide que
vayan a donde se hospeda el sofista (la casa de Calias y Alcibíades) para que
Sócrates le hable de él. Ante esto le responde el filósofo, que salgan primero a
dialogar al patio mientras se hace de día.
Calias decide organizar una asamblea para que Protágoras y Sócrates dialoguen
sentados. Después de repetir Sócrates el motivo de su visita, el sofista afirma que
cada día que Hipócrates este con él, va a volver a su casa “(…) hecho mejor, y al
siguiente, lo mismo. Y cada día, continuamente, progresarás hacia lo mejor.”
(Platón, 318a 9-10). Sócrates entonces le pregunta qué sería aquello en lo que
mejoraría Hipócrates si estuviera en su compañías y Protágoras le responde que en
la buena administración de los bienes familiares y acerca de los asuntos políticos,
es decir: le enseñará la ciencia política y a ser un buen ciudadano.
Sócrates entonces le objeta, diciendo que el creía que esas cosas no se podían
enseñar de la forma en la que se enseña un oficio técnico, y como ejemplo, explica
que los atenienses y los griegos cuando se congregan en la asamblea escuchan la
opinión de profesionales cuando se discute algo que involucra a su oficio (a un
constructor se le escucha sobre las construcciones públicas, etc.). No obstante,
cuando se trata del gobierno de la ciudad, todos son escuchados, ya que esto no se
puede aprender.