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El proyecto «Envejecimiento activo. Ciudadanía y participación», que forma parte del conjunto de
cinco proyectos de la convocatoria Proyectos Cero en envejecimiento, propulsada y financiada
conjuntamente por la Fundación General CSIC y la Obra Social «la Caixa», tiene como objetivo
básico tratar de responder, en la medida de lo posible, las preguntas que encabezan este artículo.
Y lo quiere hacer explorando e identificando pautas y procesos que permitan la participación
activa de las personas mayores en las políticas públicas que les afectan, oyendo las voces directas
de los protagonistas. Al mismo tiempo, se quieren explorar e identificar también aquellas
potencialidades que ofrecen las tecnologías de la información y comunicación para empoderar a
esas personas, haciéndolas protagonistas y no meras receptoras de medidas y ayudas pensadas sin
ellos ni ellas.
Se parte de la idea de que los mayores son personas que quieren participar activamente y de
manera integral en la sociedad española. Una sociedad que encara este siglo con la preocupación
de velar, de forma equilibrada y equitativa, por el conjunto de necesidades y expectativas de todas
las personas sea cual sea su edad, género o condición. Es necesario estimular y reconocer la gran
contribución de las personas mayores al bienestar del país, y el papel que han desempeñado y que
pueden o podrían seguir teniendo en relación a la gente que les rodea, en relación a las
comunidades dónde viven y se relacionan, y en relación al conjunto del país y del mundo.
Estos valores y deseos contrastan con una realidad en la que se considera a las personas mayores
como objeto de atención, más que como sujetos dotados de autonomía, y mucho menos como
personas capaces de desarrollar críticamente esa autonomía. En el proyecto se parte de unos
elementos normativos (valores) que entendemos han de inspirar los aspectos sustantivos y
operativos de las políticas que más afectan a ese gran colectivo de españoles.
Hay cuatro aspectos a los que el proyecto concede una especial atención. Uno es el análisis de lo
que denominamos «participación». Nos preocupa el partir de una perspectiva demasiado estrecha
sobre este concepto-paraguas que muchas veces se interpreta de manera poco rigurosa. Por otro
lado, quisiéramos trabajar más los aspectos demográficos, para identificar adecuadamente
tendencias y ciclos de cambio. También nos interesa profundizar en la distinción de los entornos
rural y urbano. Y no queremos dejar de trabajar la solidez metodológica del proyecto cuando lo
que está en juego es el establecimiento de propuestas de innovación social que puedan mejorar la
orientación de las políticas públicas para ese colectivo crecientemente significativo.
Partimos de un punto relevante: la revolución tecnológica que supone Internet está modificando
nuestras formas de vida. Y un proyecto de investigación que no incorpore esa variable,
entendemos que puede errar notablemente en sus conclusiones. Para nosotros ese es un tema
central y de hecho, dedicaremos una atención transversal al tema de las tecnologías de la
información y comunicación a lo largo de todo el proyecto y, sobre todo, en sus perspectivas de
innovación social y tecnológica. Queremos ahora ofrecer a los lectores algunas de las bases
teóricas y conceptuales en las que se basa nuestro proyecto.
Nuevos tiempos, nuevas situaciones
Existe una clara contradicción entre los cambios acelerados a los que estamos sometidos y la
tenacidad con la que mantenemos una letanía de prejuicios sobre un conjunto de temas que ya no
son, ni de lejos, lo que eran hace solo unos años. Asimilamos, por ejemplo, fase adulta avanzada y
ancianidad con decadencia física e intelectual. Y mantenemos horizontes temporales sobre este
tema, que son día a día desmentidos por la tozudez de las cifras de esperanza de vida, el
alargamiento de los ciclos vitales e intelectuales, o por la constante presencia de personas adultas
y mayores activos en todo tipo de acciones y procesos. Descubrimos cada día que las personas
llegan a edades notablemente avanzadas manteniendo altas dosis de adaptación y de flexibilidad
ante los cambios. Y tenemos crecientes dificultades para ubicar los hitos vitales que distinguen a
niños de jóvenes, a jóvenes de adultos, o adultos de mayores, cuando además todo ello se
complica según hablemos de hombres o de mujeres, de unas u otras generaciones, de personas
que viven en grandes ciudades o en zonas de baja densidad demográfica, o si se trata de personas
con trayectorias laborales más o menos centradas en esfuerzos físicos y manuales.
Las carencias y estrecheces del relato hasta ahora hegemónico, ha situado a los mayores como
personas frágiles, necesitadas de atención, con problemas de comprensión y de movilidad, muy
limitadas en cuanto a sus posibilidades de ocio y de placer, básicamente improductivas y
destinadas a acabar sus días en una institución especializada en Se parte de la idea de que los
mayores son personas que quieren participar activamente y de manera integral en la sociedad
españolaeste tipo de población dependiente. Con estos mimbres, no resulta extraño que las
políticas públicas que se orientan a este gran colectivo de personas resulten esencialmente
obsoletas y poco satisfactorias para sus destinatarios. Necesitamos repensar con ellos y ellas estas
percepciones, tratando de recomponer a las personas en su plenitud, superando la fragmentación
de problemas y respuestas y evitando tanto la infantilización (negando el autogobierno de
personas que padecen limitaciones significativas en su autonomía funcional) como la ilusión de
una etapa dorada (irreal y parcialmente solo accesible a unos pocos). La manera de repensar esa
realidad precisa partir de una concepción plena de ciudadanía, en la que podamos caber todos,
sea cual sea nuestra edad, género u origen.
Necesitamos una perspectiva de ciudadanía en la que avancemos hacia una sociedad en la que
podamos estar todos, cada uno desde su propia especificidad y dignidad. Y ello supone reconocer
las especificidades que implican las diferencias en edad, opciones afectivo-sexuales, creencias y
pautas culturales, así como, capacidades y género. Los valores que entendemos básicos para
fundamentar esta visión de ciudadanía tienen que ver con la autonomía personal, la igualdad y la
diversidad, entendiendo cada uno de esos conceptos desde una perspectiva integradora no exenta
de tensiones y dificultades en su articulación. Y es desde esa concepción desde la que hemos
planteado el proyecto, tratando de relacionar esos valores con las especiales características que
implica una nueva visión del papel de las personas mayores en nuestra sociedad (ver Figura 1).
Es evidente que se está avanzando en el tema, pero es necesario insistir, entendiendo que
ciudadanía plena y acceso digital cada vez van a ir más unidos. Hace falta invertir en
equipamientos, en aulas, pero también en formadores adecuados, en equipos aptos en su
configuración por las dificultades de vista o de manipulación de los aparatos. Los adelantos
ergonómicos deben ir acompasados con espacios y personas que se dediquen a enseñar de
manera especializada a la gente mayor el acceso a las tecnologías de información y comunicación.
El objetivo, recordémoslo una vez más, es que todos seamos más autónomos. Que nos podamos
valer por nosotros mismos. Que podamos aprovechar los recursos de conocimiento, de
accesibilidad y de interacción que permiten estas tecnologías y que cada día lo permitirán más y
más. El proyecto que aquí presentamos quiere incidir en ello de manera clara y concreta.
Hemos de ser conscientes, además, que habitualmente existe una coincidencia fatal entre
personas con frágiles condiciones de vida y personas con poca capacidad para hacerse oír. Esas
personas mayores, que viven con muchas precariedades, tienen derecho a ser ciudadanos como
nosotros, aunque casi siempre permanecen invisibles. Y para ello entendemos que resulta clave
trabajar de manera concreta, como lo quiere hacer el proyecto, en mecanismos que permitan a los
mayores hacer oír directamente sus voces en las políticas públicas que les afectan.
Ello exige un notable compromiso social en relación al futuro de la gente mayor en España. Tras
muchos decenios de autoritarismo, de manipulación y de ocultamiento de la voluntad popular,
disfrutamos desde hace ya treinta años de un sistema político que, con todos sus defectos,
sabemos que es el que mejor puede permitirnos expresarnos y que nuestra voluntad sea
representada. Pero, esta compromiso con la democracia no debería hacernos perder de vista que
esta democracia, aquí y ahora, haría falta mejorarla y hacerla más receptiva a la voz de los que no
tienen voz. Hacerla más capaz de responder a las necesidades y demandas de los que menos
capacidades y recursos tienen. Y es evidente que muchas personas mayores se sienten poco
escuchadas y poco acompañadas en relación a sus necesidades y desazones. Deberíamos pues
caminar hacia una mejora sustancial en las formas e instancias de participación de la gente mayor
en España. Una participación que no solo permita que se oiga su voz específica, que se expresen
así sus demandas y puntos de vista, sino que asegure también que se puede avanzar en la
transformación y mejora de la calidad de vida de las personas mayores.
Parece indudable que existe un gran potencial de participación de la gente mayor en España, pero
es importante que entendamos que participar quiera decir no solo hablar, discutir y debatir, por
importante que sea todo ello. Participar tiene que implicar avances concretos en la mejora y en la
transformación de la realidad social de las personas mayores en España. Y para ello es necesario
que los órganos de participación que ya existen, y que probablemente hace falta fortalecer y
reforzar, no solo sean informados de lo que se quiere hacer por parte de los poderes públicos, sino
que la gente mayor, sus organizaciones y representantes, puedan compartir la definición de los
problemas que les afectan y colaborar en la búsqueda de las soluciones u oportunidades de
mejora.
¿No deberíamos pensar en cómo aprovechar el potencial de experiencia y ganas de hacer cosas de
tanta gente útil que dispone de tiempo, recursos y capacidades? Sabemos de experiencias muy
positivas en que de manera intergeneracional, jóvenes, adultos y mayores han trabajado
conjuntamente para hacer avanzar iniciativas necesarias para sus comunidades. Desde el
proyecto, queremos poner en valor estas experiencias. Sistematizarlas y favorecer el aprendizaje
cruzado entre grupos y entidades. Y, en este sentido, un aspecto importante del proyecto, como
decíamos en la introducción, es la relación entre los mayores y las tecnologías de la información y
la comunicación, no como meros receptores de esas tecnologías, sino como operadores activos y
autónomos. Entendiendo Internet y las transformaciones sociales que genera como una de las
piezas clave en la que fundamentar nuestra investigación y sus posibles derivados tecnológicos.
Perfil: Joan Subirats
En 2003 con la dirección del proyecto «Promoviendo el Envejecimiento Activo» inicia sus trabajos
de investigación sobre ese paradigma. Su interés por el campo de la participación de las personas
mayores se ha plasmado en la dirección de investigaciones que abarcan el estudio de las prácticas
sociales y los mecanismos de participación y la especificidad de la participación de las mujeres y de
las personas en situación en dependencia. Ha formado parte del proyecto FUTURAGE en el ámbito
de la implicación de los usuarios en la investigación y en la actualidad es miembro de la red
transnacional REIACTIS, compuesta por investigadores que estudian la integración social de las
personas mayores.
Publicado en Núm. 08
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ARTÍCULO
La nueva sociedad contra el viejo Estado
por Manuel Arias Maldonado
Hacia una sociedad civil global
JOSÉ VIDAL BENEYTO (dir.)
Taurus, Madrid, 688 págs.
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Es este el segundo volumen, de los cuatro previstos, dedicados al examen de la dimensión global
de las sociedades contemporáneas, como parte de una iniciativa que, auspiciada por la UNESCO, la
Comisión Europea y el Consorcio de la Ciudad de Santiago de Compostela, en ejemplar coalición
institucional, encomienda su ejecución a la Agencia Europea de la Cultura, y cuya dirección
compete a su principal responsable, José Vidal Beneyto. Si el primero de ellos (La ventana global,
Taurus, 2002) se ocupaba de la sociedad global de la información, esperan a ver la luz los
correspondientes a la comunidad política internacional, de una parte, y la diversidad cultural y los
derechos humanos, de otra: la vastedad del programa da idea de una ambición teórica siempre
bienvenida. Ambición, asimismo, expresada en la división temática de este volumen, producto,
según señala su director, de un proceso de depuración y síntesis de los materiales disponibles
mediante una serie de seminarios y reuniones destinados a la evaluación y armonización de los
textos, todos ellos empeñados en «analizar la sociedad civil global, sus características, actores,
procesos y prácticas desde la perspectiva de la aparición de la sociedad-mundo y su
transformación en sociedad civil mundial» (pág. 18). Así, la primera parte está dedicada a la
conceptualización de la categoría de sociedad civil, mediante la exploración de sus supuestos
históricos y sus fundamentos teóricos, para adentrarse en el estudio de su transformación en
sociedad civil global, como consecuencia de los distintos procesos de mundialización en curso. En
la segunda, se estudian sus principales actores: el movimiento altermundista, las organizaciones
no gubernamentales, los organismos económicos internacionales, las empresas. A continuación, se
examinan los flujos actuales de población desde una perspectiva global, en sus tendencias de
futuro, consecuencias económicas y sociales, y en la multiculturalidad resultante. La cuarta parte
aborda la dimensión medioambiental de la globalización, privilegiando el estudio del impacto
sobre el medio ambiente de la lógica capitalista de la producción y acumulación sin límites, sin
olvidar la cuestión alimentaria y la cada vez más relevante cualidad estratégica de los recursos
naturales, sintetizada en el concepto de seguridad medioambiental. Finalmente, en la quinta
parte, se incluyen estudios sobre las actividades deportivas como prácticas globales de masa y
sobre la responsabilidad ética y social de las empresas, para concluir con una reflexión acerca de la
demanda contemporánea de religiosidad y sus implicaciones, cómo no, globales. Tal como puede
adivinarse, esta vocación de exhaustividad provoca a veces, en este volumen y en otros de similar
naturaleza, una dispersión temática no siempre justificada y tal vez inevitable: la amplitud del
tema propicia la combinación de los enfoques descriptivo y normativo, este último ambiguamente
expresado ya en el título del volumen, al tiempo que algunos trabajos no acaban de contribuir a la
cohesión del conjunto, valor este, después de todo, susceptible de ser ocasionalmente sacrificado.
Resulta conveniente preguntarse, ante todo, por el sentido que posee la hipótesis de globalidad
aplicada a la sociedad civil, y hacerlo en el contexto del inconcluso enfrentamiento ideológico por
la definición semántica del proceso de mundialización. Porque la propia legitimidad del proceso
depende de esa definición: la realidad social no puede desligarse de su relato. Y aunque, como en
una letanía, se repita que la pregunta no es si queremos o no una globalización en todo caso
imparable, sino qué globalización preferimos, de donde suelen seguirse respuestas notablemente
estereotipadas que coinciden en rechazar la mundialización en marcha para oponerle sin más su
negativo altermundista, no se trata de un proceso inevitable: lejos de una aceleración lineal,
encontramos más bien ciclos de globalización, susceptibles de verse interrumpidos o frenados, tal
como ocurrió cuando el siglo XIX desembocó en la Gran Guerra. La propia naturaleza de la
mundialización se encuentra entonces poderosamente influida por la discusión en torno a ella. Y
aquí es donde el concepto de sociedad civil global está llamado a desempeñar su papel. Porque su
surgimiento y desarrollo históricos en oposición al Estado, como instrumento para la conquista de
nuevos espacios de autonomía y libertad, y factor decisivo para explicar el nacimiento del Estado
liberal frente al absolutismo monárquico, así como su mantenimiento posterior ante el reflujo
totalitario de entreguerras, aconsejan su apropiación altermundista con vistas a un nuevo episodio
de confrontación política y cultural, ahora en contra de una mundialización desbocada e injusta.
Tanto el papel del Estado como la articulación institucional de nuestras democracias liberales se
ven así cuestionados. No es de extrañar en una época caracterizada por el incipiente
desplazamiento del locus de la política, que pasa del tradicional ámbito nacional característico del
primero a la esfera supranacional, con la lógica limitación territorial de los mecanismos
democráticos de participación y decisión. De ahí que la expresión «sociedad civil global», se nos
dice, traduzca «una nueva percepción del mundo, impulsada por el auge de los movimientos
ciudadanos trasnacionales [...] y por la conciencia de pertenecer, como especie humana, a un
sistema mundial de equilibrio frágil y precario» (pág. 23). Ante la obsolescencia sobrevenida de un
Estado superado por los procesos de mundialización y regionalización, reliquia westfaliana en
busca de su función en un mundo diferente, la gobernación global quedaría en manos de un
puñado de organismos internacionales de carácter oligárquico y del consejo de administración de
las empresas multinacionales: la globalización liberal según sus oponentes. Esto convertiría a la
dinámica sociedad civil en la conciencia crítica de la tardomodernidad, depositaria última de la
soberanía del pueblo y de sus derechos democráticos de participación, a la vista de las limitaciones
de la representación política liberal. La contestación ciudadana a la invasión de Irak podría verse
entonces como la perfecta demostración de esa dimensión civil y global de las sociedades
contemporáneas: como en el viejo derecho anglosajón de desobediencia frente al tirano, la
ciudadanía se opone legítimamente a las decisiones puramente legales de su gobierno: la nueva
sociedad frente al viejo Estado.
Es bien visible la tentación narcisista que aqueja a un altermundismo inclinado a monopolizar esa
nueva sociedad civil en función de su correspondencia con las nuevas formas de activismo y con su
propio ideario globalofóbico. En este punto, un concepto de indudable interés puede verse
perjudicado por el reduccionismo que alienta en su análisis. Porque presentar la sociedad civil
como un ámbito de participación ciudadana que se opone creativamente al nuevo despotismo
ilustrado de los hacedores de la globalización, una suerte de habermasiana revuelta del mundo de
la vida contra el mundo del sistema, siempre el sistema, es ignorar las múltiples dimensiones
constitutivas de esa misma sociedad civil, así como su interacción recíproca con las lógicas estatal
y mercantil. Algo de esto asoma en el propio volumen: si John Keane reconoce que la globalización
de la sociedad civil debe tanto a la iniciativa ciudadana como a un sistema de mercado que abre
las fronteras y se separa de los poderes públicos nacionales, Salvador Giner apunta hacia el
formidable grado de penetración estatal en la sociedad civil y la resultante dificultad de mantener
intacta la dicotomía público/privado. Pero, aun siendo simplista la desnuda oposición entre una
sociedad civil global y aquel Estado nacional cuya incapacidad en el contexto de la mundialización
vendría aquélla precisamente a denunciar, no es menos cierto que la emergencia del concepto
apunta a unas transformaciones sociales cuya incidencia en las formas y los mecanismos políticos
liberales es todavía desconocida. Paradójicamente, junto al unánime reconocimiento de que la
gobernación global exige un retorno de la política, el lugar mismo de ésta no termina de definirse.
De ahí que la amenaza de devaluación de una participación política nacional –insuficiente para dar
expresión a una sociedad civil dinámica y construida sobre el valor de la autonomía individual–,
explique la demanda de su politización a escala global. Esta desconfianza hacia la institución
representativa parece olvidar, sin embargo, que es en la creación informal de opinión pública
donde, en tanto se alumbran nuevas fórmulas de gobernación para la política global, la sociedad
civil aquí descrita y postulada cumple principalmente su función, suplementaria pero no sustitutiva
de la ejercida por unas instituciones liberal-democráticas cuya prevalencia histórica no es,
tampoco, mera casualidad.
01/01/2004
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– La cuarta parte de los seres humanos -casi 1,700 millones- carece de servicios básicos como
salud, educación, vivienda, agua potable, alcantarillado y energía eléctrica.
– Las potencias capitalistas más “desarrolladas” junto a sus minúsculos grupos de poder
económico diseñan y ejecutan el presente y futuro catastrófico de la humanidad. Los guía el
reparto del mundo, las conquistas de nuevos mercados y el saqueo de recursos naturales. Esa
avaricia y la decadencia en la que se encuentran los obliga a suministrarse de recursos energéticos
gravitantes por lo que desatan “sanciones”, “campañas”, “coaliciones internacionales” que
desembocan en guerras injustas como invasiones flagrantes contra naciones oprimidas. He ahí los
casos de África, Irak, Afganistán y en perspectiva inmediata Irán, Venezuela, Nicaragua, Bolivia,
etc. Lo acontecido en Honduras es una advertencia y ejemplo. La injusticia e irracionalidad es tal
que acontecimientos sórdidos como los que periódicamente se ejecutan contra Palestina son
considerados “justificables” por la “Comunidad Internacional” y por organizaciones que deberían
“precautelar” la paz mundial.
– Mientras el mexicano Carlos Slim, es el hombre más rico del mundo, paradójicamente ese
pueblo arrastra un nivel de pobreza y extrema pobreza que fácilmente supera el 70%. El sistema
está tan corroído en ese hermano país que las mafias forman parte de las instituciones del Estado
y produce vastas matanzas, secuestros a lo largo y ancho del país. Miles de mexicanos arriesgan su
vida diariamente por cruzar el “muro de la vergüenza” de EE.UU. y conseguir mejores condiciones
de vida.
Las anteriores referencias nos obligan a preguntar: ¿Qué sucede con la educación que ante la
tormentosa realidad descrita poco o nada sirve para transformarla? La educación en tanto
expresión dinámica del conocimiento científico, insoslayablemente debería servir para
diagnosticar la adversa realidad, para luego interpretarla, identificar sus causas primigenias y
solucionar lo inicuo. Eso es una educación creadora, científica, democrática y esencialmente
humanista. Lo conocido hoy como “educación”, es en los hechos instrucción; en tanto portadora
de ciertos saberes pragmáticos, cultivadora y exacerbadora de individualismo enfermizo y gestora
de ciertas habilidades psicomotoras para formar individuos tecnocráticos funcionales al orden
existente y sus iniquidades, por ende desprovistos de humanidad. En consecuencia, se tiene una
educación en severa crisis que deshumaniza al hombre y con ello lo hace proclive al salvajismo
globalizador.
La educación es una herramienta que sirve a determinados intereses de tal o cual sistema, ya que
impone y propaga la ideología de la clase que detenta el poder en función de sus objetivos
económicos, sociales y políticos. En consecuencia, mientras la educación capitalista prepara los
recursos humanos que la sociedad de consumo demanda, de igual forma la educación socialista
forma a los recursos humanos que su revolución social necesita. El capitalismo concede honores,
grados y títulos a aquellos que se alinean en su dinámica; en tanto el socialismo concientiza,
moviliza y organiza a las masas para vencer la explotación, opresión, miseria, injusticias y
sufrimientos que heredaron. En suma, el capitalismo oprime y deshumaniza; el capitalismo
emancipa y humaniza. El primero crea hombres caducos; el segundo forja hombres de nuevo tipo.
El siglo XX es fecundo y aleccionador por sus vastas experiencias económicas, sociales jurídicas y
políticas y científico-tecnológicas. Por supuesto que también en lo ideológico, específicamente en
lo filosófico, educativo, cultural, artístico, etc. Este siglo deja de manifiesto, por una parte, que el
modo de producción capitalista (1) en su esencia se muestra como depredador de la humanidad.
En ese contexto se tiene el desarrollo y consolidación del capitalismo. Nos referimos a la época del
imperialismo -era de los monopolios, las multinacionales- que implica colusión y pugna entre las
potencias capitalistas. Intereses atizados entre las mismas que conducen a injustas y devastadoras
guerras mundiales por el reparto del mundo, así como a la apropiación y despojo de los recursos
naturales de las naciones oprimidas y pueblos del mundo. A decir de Lenin, para fines del siglo XIX
se sientan las bases de la etapa superior del capitalismo: el Imperialismo que se encumbrará en el
siglo XX y entrará inevitablemente a su crisis y decadencia en el siglo XXI. Asimismo, por otra parte,
las primeras experiencias socialistas se forjaron poco después de la primera y segunda guerras
mundiales, la rusa gestora de la Ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (hoy desintegrada y
devenida en Rusia capitalista) y la revolución China creadora de la China socialista (desde los 77 en
franca restauración del capitalismo) respectivamente. Estamos considerando estas dos
experiencias en razón de la trascendencia y dimensión que adquirieron en el escenario nacional,
regional e internacional.
Tanto el capitalismo como el socialismo han removido no sólo las estructuras de la sociedad sino
también su superestructura. Ambos sistemas comprendieron bien la preponderancia de la
educación y la asumieron como vehículos de “deformación” y “formación” de los seres humanos
en función de sus objetivos inmediatos y mediatos. Aquí se ajusta el enunciado que “en una
sociedad de clases todas las ideas sin excepción llevan un sello de clase”, es decir que al estar las
sociedades divididas en clases sociales y al regirse en las mismas, la dominación se presenta en
todos los espacios de una sobre las otras; por ende, necesariamente las ideas y opiniones se
orientan a lo que esgrime una u otra clase social, es decir no habría neutralidad o apoliticismo.
Esto, en buena medida, estaría respaldado en lo sostenido por Aristóteles, a decir de Marx: el
“pensador más grande de la antigüedad”, que “el hombre es un animal político” en la medida que
su pensar y actuar es social, puesto que está asociado a la política en tanto se involucra con otros y
se orienta a la satisfacción de sus múltiples necesidades y resolución de problemas de diversa
índole. Esta última parte nos ayuda a comprender mejor el papel de los intelectuales, quienes en
su mayoría, en tanto pequeña burguesía, suelen ser oscilantes según el momento político y la
correlación de fuerzas. La realidad es que los letrados tienden a aspiraciones acomodaticias y
suelen amoldarse al sistema y eso a la postre los hace conservadores y funcionales acérrimos al
sistema. Una minoría de ellos, los más conscientes y sensibles a las clamorosas necesidades de la
época y provistos de posición de clase, es la que asume posiciones y compromisos más resueltos.
La historia de nuestros países y la del planeta respalda irrebatiblemente lo aseverado hasta acá.
La educación socialista
En ambas naciones, Rusia y China, antes de sus procesos revolucionarios la mayor parte de la
población lo constituía el campesinado principalmente pobre, mientras que el proletariado se
encontraba en ascenso y ocuparía ascendentes espacios ideopolíticos en tanto última clase de la
historia. El nivel de explotación, opresión y exclusión era formidable, por consiguiente la miseria y
pobreza atormentaba a la mayor parte de la población. La educación al tener carácter de clase, en
la medida que servía a quienes ejercían el dominio, fue convertida en un “derecho” para unos
pocos y un “privilegio” para las mayorías. Los grados de analfabetismo sobrepasaban fácilmente el
60% en Rusia en tanto en China superaba el 85%. La educación estaba orientada a statu quo, por
lo que viabilizaba una escuela tradicional que soslayaba el estudio crítico de la realidad objetiva,
cultivaba el teoricismo por encima de la práctica, centraba en el conductismo autoritarista para
someter y domesticar al estudiante, legitimaba el atraso y el oscurantismo, etc. Así, procuraba
moldear individuos dóciles, acríticos y conformistas. Ante eso se forjó una pedagogía
revolucionaria sustentada en el amor de clase y el servicio a los intereses y aspiraciones de las
mayorías populares. ¿En qué se respalda esta nueva educación? Esencialmente en la necesidad de
revertir las injusticias manifiestas en la problemática humana y social y la necesidad de resolverlas
vía un alternativo proyecto. Contextualizando con el momento político actual diríamos: En tanto
prosiga la agresión de una naciones contra otras, mientras grupos de poder económico se hagan
del poder político de naciones y desaten injusticias por doquier y de múltiples formas
(armamentismo, invasiones, paramilitarismo, narcotráfico, trata humana, tráfico de órganos, etc.),
mientras aumente la feroz explotación entre una clase social contra otras, mientras la mujer sea
oprimida y reducida a artículo de consumo y objeto sexual, mientras se acreciente la mortalidad y
morbilidad materno-infantil, mientras la miseria material conlleve a precarias condiciones de vida
y lleve a miseria espiritual con problemas de existencia, mientras la corrupción sea parte de la
cotidianidad y lo normal en cualquier parte del mundo, mientras se mercantilicen las relaciones
humanas y cosifiquen a los seres humanos; los ejemplos ruso y chino se constituyen en baluartes
que marcan el horizonte de la nueva sociedad. ¿Por qué? Porque muy a pesar de la barbarie social
y humana en la que nos encontramos –hoy más que ayer el hombre es lobo del hombre- es
indispensable alentar esperanzas de transformación para reconciliar al hombre con el hombre, con
la sociedad, con la naturaleza, en suma con el mundo. Esta nueva educación, además, trataba de
forjar una nueva conciencia y compromiso social encaminando nuevos valores. Los renovados
escenarios de reeducación y concientización lo compusieron las fábricas, granjas, comunas
populares, hospitales, centros recreativos, mercados, etc., que permitieron recabar ideas,
criterios, así como percibir actitudes y posiciones de los obreros, campesinos, soldados, maestros,
políticos, médicos, comerciantes, incluso de los desclasados. Se requería el desarrollo individual y
colectivo, para ello se incentivó a que el individuo participe activamente en el trabajo colectivo,
demuela progresivamente la insensibilidad, la indiferencia, el individualismo y cultive una férrea
conciencia ideológica y convicción política-social. Esto implicaba que el “hombre de nuevo tipo”
tendría que distinguirse ante todo por su inquebrantable moral, desbordante entusiasmo, elevado
optimismo, indoblegable voluntad, valentía, laboriosidad, humildad y desinterés personal. En
suma, la educación socialista forjó su compromiso de servir al pueblo de todo corazón.
Esta nueva educación contribuyó ostensiblemente a la formación ideológica, política, moral y física
del hombre que necesitaba el socialismo en construcción; basada en valores de la justicia y
expresado en un estilo de vida justo y correcto, acorde a las nuevas relaciones sociales.
Este proceso exigió que tanto el educador como el educando se compenetren con la realidad
circundante. La enseñanza adquirió valor a condición de fundirse con el trabajo productivo. Los
saberes adquiridos fueron aplicados en la vida y en la práctica social. Al establecerse iguales
derechos y deberes a hombres y mujeres, éstas no sólo accedieron a la educación y trabajo sino
también participaron en igualdad de condiciones en la actividad política. La educación al ser
altamente política tiende a la transformación honda del ser humano y su consagración a los
supremos intereses del progreso y bienestar de la humanidad. Asimismo el PEA socialista se
complementó con:
– Los actores de la educación participan en acciones de trascendencia social, batallando contra los
valores individualistas, primando la colaboración y ayuda mutua.
– Un ser humano no puede ser objeto de compra-venta ni suponer a las mercancías como
elemento vital de su existencia.
– En sus relaciones afectivas la transformación de valores permitió que los jóvenes preferían
impresionar por su espíritu de sacrificio, subordinación de los intereses personales a los del
colectivo, desprecio a los bienes materiales, mucho más que por su belleza o apariencia física.
LA EDUCACIÓN EN EL CAPITALISMO
Carlos Marx(2) criticó a la educación capitalista afirmando que si bien en un primer momento se
presentó como “civilizatoria y democratizadora” del conocimiento científico, con el correr del
tiempo, debido a los mezquinos intereses que perseguía, se convirtió en alienante y
deshumanizadora. Asimismo, sostuvo que la educación al ser un instrumento de la lucha de clases,
viabiliza saberes impregnados de un hondo carácter de clase. En la marcha de la historia las clases
dominantes monopolizaron la educación en función de sus objetivos e intereses, despojando a las
otras clases explotadas de su pleno derecho a la educación. El siglo XXI remacha esta situación.
El sistema capitalista y su expresión neoliberal considera que la explotación y opresión, así como
sus efectos: La pobreza, miseria y exclusión son cuestiones “atribuibles a cada individuo”(3)
eximiendo, por consiguiente, a las imperantes condiciones materiales de existencia y sus injustas
relaciones sociales. Sin duda que toda esta parte está enmarcada en el ya supuestamente
superado darwinismo social que se sustenta en la “supervivencia del más apto”. A decir del
capitalismo neoliberal “supervivencia del más competitivo”, es decir, del más oportunista, astuto y
servil.
El quehacer educativo, suele estar acompañado por nociones supersticiosas, esotéricas y fatalistas
con lo que se aliena y enajena a los individuos.
¿Cómo se concreta y viabiliza lo anteriormente afirmado? Así como los mal llamados medios de
comunicación trabajan con sutileza sus contenidos y mensajes alienantes; la educación formal
hace lo propio a través del “Curriculum Oculto”, por cuanto su estructura de formación
“manipuladora” y “domesticadora”, es ejecutada para encubrir los verdaderos objetivos de la
clase expoliadora.
Mariátegui asigna un decisivo y trascendente papel a los maestros comprometidos con la historia y
su progreso ¿Cuál? Sostiene que los educadores deberían reorganizar la nueva enseñanza y para
aquello necesariamente tienen que saber, moverse y funcionar como un sindicato. Además deben
comprender la solidaridad histórica por lo que deben unir sus fuerzas y acciones con otros
sindicatos para transformar todo el orden social. En esa dirección el maestro no debería reducir su
existencia y accionar a la mera supervivencia sino que, ante todo, debería servir a la edificación de
una nueva sociedad.
Al analizar las condiciones de vida a la que es sometido el maestro, en nuestras sociedades, precisa
que éste es condenado a una “condición miserable y humillada”, así lo condicionan para conservar
su puesto y renunciar a su dignidad intelectual y espiritual.
Freyre(8) al igual que Marx y Mariátegui asume expresivamente una posición y elocuentemente
deja en claro que «la educación es una práctica de naturaleza política». Sus planteamientos se
sintetizan en que la educación tal como está organizada y se desenvuelve es ejercida sobre la
conciencia dominada. He ahí su carácter opresivo. ¿Ante eso qué corresponde? Liberarse a través
de la concientización, el diálogo y comprometerse con una nueva educación para servir a las
masas populares y construir una sociedad más justa.
Notas:
(1) Si bien en una primera instancia el capitalismo representó lo más avanzado para la sociedad
humana, con el correr del tiempo lo progresista, condensado en las bondades e implicancias
históricas germinadas por la Revolución Francesa, devino en conservador en tanto en vez de
llevarnos al progreso humano hace lo contrario, es decir conducirnos inexorablemente a la
barbarie.
(2) En el 2000 la transnacional de las comunicaciones, la BBC de Londrés, realizó una encuesta
mundial para nominar al “pensador más grande del milenio”. Carlos Marx fue el ganador. Esto no
sólo demuestra un visible reconocimiento a su celebridad intelectual sino también práctica. Marx,
quien en su obra monumental “El Capital” realizó un análisis crítico del sistema capitalista, se
encargó de poner las bases científicas del Materialismo Dialéctico e Histórico.
(4) Althusser, Lois. Los aparatos ideológicos del Estado se manifiestan en instituciones y prácticas
religiosas, escolares, familiares, jurídicos, políticos, sindicales, de información, culturales.
(5) Mariátegui, José Carlos. Autor de “Los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”,
“Temas de educación”, entre otras obras. Fue fundador del Partido Comunista del Perú (PCP), la
Central General de Trabajadores del Perú (CGTP) y sentó las bases del Sindicato Unitario de
Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP).
(6) José Carlos Mariátegui. Temas de Educación. Editorial Minerva. Lima, 1980.
(7) Freyre, Paulo. Autor de “Educación como práctica de la libertad”, “Pedagogía del oprimido”,
entre otras. Participó en el Movimiento de Cultura Popular, creador de un aleccionador método de
alfabetización. Debido a su práctica política-educativa fue víctima de persecución por gobiernos y
grupos de poder, por lo que fue exiliado en varios países.
Bibliografía utilizada:
Calero, Mavilo. Metodología activa para aprender y enseñar mejor. Editorial San Marcos. Lima,
2000.
Marx, Carlos. – El Capital, tomos I, II y III. Edit. Cartago. Buenos Aires, 1973.
Lima, 2003.
Zeitlin, Irving. Ideología y teoría sociológica. Amorrortu Editores. Buenos Aires, 1998.
Fuente:https://perspectivainternational.wordpress.com/2010/07/22/la-educacin-en-el-
capitalismo-y-socialismo/
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La presencia e importancia de las NTM en nuestra vida diaria se ve reforzada por el papel que las
propias tecnologías desempeñan como medios de difusión y comunicación: prensa, radio,
televisión, Internet, etc. se hacen eco de la importancia de las nuevas tecnologías y nos ofrecen
sus representaciones de la realidad tecnológica que nos rodea; nos dan una idea de lo que supone
la información en nuestras vidas; nos anuncian incesantemente nuevos dispositivos para
comunicarnos y para procesar información; nos brindan, en definitiva, una determinada visión de
las nuevas tecnologías multimedia y de la sociedad de la información. Nuestras expectativas,
opiniones y actitudes ante los nuevos medios, como personas y como miembros de una
comunidad educativa, van a verse influenciadas, como no podría ser de otra forma, por el discurso
tecnológico dominante.
El discurso tecnológico que acompaña a la progresiva implantación de las NTM está determinado
por los grandes intereses económicos y comerciales que caracterizan al mundo de la información y
las empresas multimedia, por lo que los desarrollos tecnológicos suelen venir acompañados de un
discurso sensacionalista y confuso dirigido a sus potenciales usuarios. Un discurso que nos
presenta las TIC como «progreso», como panacea para todo tipo de males y deficiencias, incluidas,
por supuesto, las relacionadas con la educación. Las nuevas tecnologías se presentan a sí mismas
como inevitables, todopoderosas e incuestionables. Como señala Wolton (2000: 94), «desde hace
quince años, las nuevas tecnologías se benefician de una enorme publicidad, como ninguna otra
actividad social, política, deportiva o cultural. Paradójicamente, casi nadie osa criticarlas, ni
plantear la cuestión de si, por una parte, merecen este sitio en el espacio público y, por la otra,
significan un progreso en este punto indiscutible al cual, permanentemente, reclamamos la
imperiosa necesidad de «modernizarse». Para muchos, el número de ordenadores conectados a
Internet parece el indicio más preciso del grado de desarrollo de un país, incluso de su grado de
inteligencia...».
La educación es uno de los sectores donde la presencia de las nuevas tecnologías se ha presentado
como indiscutible progreso. Sin embargo, la aceptación ciega de este presupuesto, en el caso
concreto del mundo de la educación, supondría una doble irresponsabilidad. La irresponsabilidad
es doble porque a la educación le corresponde no sólo velar por su buen funcionamiento interno,
por una adecuada definición de los fines, contenidos, estrategias, de sus instituciones, sino que es
también función de la educación el velar por la sociedad en la que se incardina. La escuela no
puede estar aislada de la sociedad, no puede formar un mundo aparte; la educación que en ella se
dé tendrá que depender del tipo de sociedad en el que se integra, ya que una de las principales
funciones de la educación es precisamente la transformación de esa sociedad, la superación de las
deficiencias culturales y sociales.
1. El discurso tecnológico: algunos supuestos fácilmente cuestionables
• En primer lugar, se parte de la relación directa entre nuevas tecnologías y educación como una
obligación de los tiempos en que vivimos, y esta relación, para los responsables de la política
educativa en sistemas neoliberales, se traduce en adaptar el sistema educativo a las exigencias de
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, cuando serían éstas las que habría que
adaptar a las exigencias de una educación libre y democrática.
Existe la idea comúnmente admitida de que la educación debe preparar para la vida en la sociedad
que a cada uno le corresponda vivir. Es incuestionable que no se puede educar de forma
descontextualizada y que la educación adquiere su sentido en la sociedad en que se desarrolla.
Existe, sin embargo, un salto cualitativo –que parece que algunos quieren pasar por alto– entre
educar para vivir digna y libremente en la sociedad de la información y educar para adaptarse y
aceptar sin problemas los condicionantes de la nueva sociedad, utilizando en el aula los modelos
comunicativos y el concepto de aprendizaje propios de las llamadas máquinas inteligentes o
nuevas tecnologías multimedia.
• Un segundo supuesto del discurso oficial y dominante en torno a las TIC es que éstas constituyen
simples recursos educativos, medios transparentes que se nos presentan sin ninguna ideología
implícita, que no influyen en la filosofía de la educación ni en la idiosincrasia de los procesos de
enseñanza-aprendizaje. Se da a entender que el inocente papel de las nuevas tecnologías
multimedia en entornos educativos se reduce a su utilización como materiales y recursos
didácticos. Se minimiza, por tanto, su importancia como medios de difusión de una cultura, como
agentes educativos per se en entornos de educación informal, y se evita el análisis crítico y
reflexivo de sus aspectos positivos y negativos para la sociedad en general como parte de los
contenidos del currículum. Cuando las TIC son objeto de estudio, tanto en la formación de los
alumnos, como en la del profesorado, se pone un mayor énfasis en el aprendizaje de cómo se
usan: para aprender en el caso del alumno, y para enseñar en el caso de la formación docente. En
entornos escolares, cuando se utilizan como recursos, se da por supuesto que son medios
transparentes que se nos presentan sin ninguna ideología, que son simples herramientas de
trabajo que no tienen gran importancia como agentes educativos, y, cuando los nuevos medios
son objeto de estudio, este estudio suele reducirse al aprendizaje del funcionamiento y el manejo
de programas y equipos, no se contempla la trascendencia de las NTM en la formación de estados
de opinión, su importancia en la economía mundial, en la justicia social, etc.
• Por último, como tercer supuesto, se da a entender que el uso de ordenadores y dispositivos
multimedia interactivos favorece el aprendizaje y supone innovación educativa. Healy (1999: 40),
entre otros autores, nos advierte de este error cuando plantea que los ordenadores pueden
reforzar lo que a veces se ha denominado «modelo industrial» («factory model») de educación: un
profesor (o un programa informático) siempre a cargo. Éste dispensa un cuerpo de conocimiento
bien definido y prepara unos trabajadores (alumnos) acostumbrados a hacer fila, a hacer lo que se
les mande y a no hacer demasiadas preguntas.
Completamente opuesto a este modelo –y al otro extremo del «continuum»–, se sitúa el enfoque
centrado en el alumno, en el que el profesor actúa más como un orientador, asesor o tutor, y los
alumnos hacen preguntas y se implican activamente en su aprendizaje. Es importante recordar
que tanto los viejos como los nuevos medios pueden servir tanto para innovar como para reforzar
los modelos comunicativos unidireccionales y pedagogías transmisoras hasta ahora
predominantes en la enseñanza tradicional.
El discurso tecnológico dominante, con sus mitos, sus supuestos y sus asunciones, ejerce una
doble influencia en la forma de incorporar e integrar las TIC en los sistemas de educación formal:
• Por una parte, la política educativa de los países de nuestro entorno viene condicionada por el
desarrollo económico e industrial de la sociedad de la información y sus tecnologías dominantes,
así como por el discurso tecnológico que retroalimenta dicho desarrollo.
• Por otra parte, las opiniones, expectativas y actitudes de los miembros de la comunidad
educativa (padres, alumnos, profesores, etc.) no pueden permanecer ajenas a la información que
sobre los nuevos medios se nos proporciona continuamente como parte del discurso tecnológico
al que nos referimos. En la mayor parte de los casos no existe otro tipo de información alternativa
que sirva de contraste, y que debería generarse en espacios y tiempos de reflexión propios tanto
de la educación básica como de la capacitación docente.
Aun a riesgo de ser demasiado esquemáticos, podríamos decir que el discurso tecnológico
dominante, a través de las dos vías fundamentales señaladas, influye en la educación y en la
integración curricular de las nuevas tecnologías multimedia, al menos, de tres modos básicos
relacionados entre sí:
El que se imponga una idea de la educación como reproductora de la sociedad tecnológica, cuya
principal función es proveer al sistema de producción de mano de obra cualificada en el uso de
nuevas tecnologías, está dando lugar a que, como señala Pérez Gómez (1998: 137), «lo que no se
valora en el intercambio mercantil deja de apreciarse en el sistema educativo, y queda fuera, por
tanto, de las prioridades asignadas y asumidas por la institución escolar». De ahí la idea
generalizada de que en la escuela hay que dar prioridad al aprendizaje del manejo de los
ordenadores u otros dispositivos similares. En algunas de las aplicaciones multimedia más
utilizadas en la enseñanza formal se plantea como valor añadido a los objetivos específicos del
programa –si los hay– el hecho de que el niño se familiarice con el ordenador.
Como ya se ha apuntado, los profesores establecen la relación directa entre la gran importancia de
las NTM en la sociedad de la información y la necesidad de introducirlas en la educación
obligatoria. Esta introducción no supone por lo general un estudio crítico ni de las repercusiones
de las TIC en la sociedad, ni siquiera de su verdadero potencial como recursos didácticos. Hay que
poner de manifiesto, no obstante, que el estudio crítico de los medios sí se contempla en los
programas oficiales y en la legislación educativa actual en España, lo que, como todos sabemos, no
significa que se lleve a cabo.
b) El discurso generado en torno a las TIC afecta decisivamente a la naturaleza del conocimiento y
a las relaciones de comunicación en los procesos de enseñanza aprendizaje. Se magnifica la
importancia de la información –más su cantidad que su calidad–, se la confunde con el
conocimiento y se da más importancia a la interacción del alumno con el medio que a la
comunicación interpersonal como generadora de aprendizajes. Algunos autores ya han advertido
que el significado del término «conocimiento» puede cambiar de ser un nombre que denota
posesión a ser un verbo que denote acceso.
Dado que uno de los argumentos de auto-promoción de los nuevos medios es la cantidad de datos
a los que se puede tener acceso en entornos formativos, podemos llegar a dar más importancia a
la cantidad de información –«conocimiento», según algunos– a la que el alumno puede acceder
que a la cantidad que éste puede llegar a conocer o saber.
Cuando se habla de las ventajas de las TIC en la enseñanza suele hacerse referencia a la
motivación que supone la novedad y el carácter lúdico de la mayor parte de los medios. Nunca se
considera que el uso de las NTM pueda favorecer la reflexión por parte del usuario. Tal vez sea
porque, en la ideología de la máquina, la reflexión propia del aprendizaje se sustituye por el
ensayo y error ilimitados. En muchos casos los alumnos usuarios se acostumbran a intentar una y
otra opción sin siquiera procesar su contenido. Esta mecánica se traslada también al
comportamiento que las personas manifiestan en su relación con la información, el conocimiento
y el aprendizaje. El acierto y la consecución de los mínimos en una actividad programada se
confunde con el haber obtenido el aprendizaje buscado. La puntuación de cualquier marcador
adquiere más importancia que el nivel real de comprensión de los contenidos. Se centra la
importancia del aprendizaje en los logros, relegando a un segundo plano los procesos a través de
los cuales se ha conseguido.
c) La int
Portátil Magallanes
Portátil Magallanes
Información
computadora portátil
Tipo
Datos técnicos
Memoria 1 GB
Conectividad Sí
Vídeo TFT
Audio AC 97
Touchpad No
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La transformación socialista en Venezuela y los antivalores capitalistas
12/05/2013
IRAIDA VARGAS ARENAS| Recientemente hemos oído y visto que se ha intensificado el mensaje
sobre como los antivalores capitalistas pueden haber influido en las recientes elecciones
presidenciales. Sin embargo, no se ha hecho un análisis de la situación ni se han ofecido soluciones
a este gravísimo problema que enfrenta la revolución. socialismo1
Destruir los antivalores culturales capitalistas no es solo tarea de la voluntad individual, de que
cada quien haga una suerte de examen de conciencia y así logre “limpiar su mente y su espíritu de
los antivalores”. Por el contrario, supone la compleja, difícll y fundamental tarea de la construcción
colectiva del sujeto revolucionario.
Muchos de los valores culturales que posee una sociedad no se incorporan a la vida social de
manera volitiva, porque la gente lo quiere así, de forma espontánea, ingenua y ascéptica
ideológicamente. Aunque, en términos históricos, existen en todas las sociedades procesos
creativos autónomos para la gestación de valores culturales, esa autonomía tiende a debilitarse o
desaparecer con el advenimiento de la sociedad capitalista.
En el caso de la sociedad capitalista venezolana actual la mayoría de los valores existentes son en
realidad antivalores, productos de la acción sostenida de los laboratorios de las transnacionales de
la industrias culturales, las cuales aplicaron durante todo el siglo XX, especialmente a partir
mediados de siglo, todos los mecanismos generadores de sentido para crear colectivos alienados y
así impedir la creación del sujeto revolucionario que es quien puede y debe derrotar la aceptación
y la popularización de ese conjunto de antivalores.
Ydebe hacerlo como se hace para eliminar una serpiente venenosa que nos ataca, machacándole
la cabeza, que en este caso está constituida por las relaciones económicas de explotación y
también por las ideas y valores culturales que se han introyectado en la conciencia colectiva y que
condicionan las conductas sociales; gran parte de los contenidos que existen en tales conciencias
son los que le han permitido al sistema capitalista su reprodución siempre constante, siempre
ampliada, cada vez más nociva, cada vez más inhumana, toda vez que son los seres humanos
quienes elaboran el sistema económico de su sociedad y simultáneamente funcionan -en todos los
órdenes de la vida- según un determinado sistema de valores.
Una sociedad como la venezolana bolivariana que intenta construir el socialismo, sistema donde
debe prevalecer la justicia sobre la injusticia, la solidaridad sobre el egoísmo, la cooperación sobre
el individualismo, la reciprocidad sobre la insensibilidad social y la igualitariedad social sobre las
jerarquías como alternativa al sistema capitalista salvaje, necesita ciertamente transformar el
actual sistema económico rentista, construyendo nuevos esquemas productivos y al mismo
tiempo, necesita crear un sujeto revolucionario portador y creador de valores culturales
socialistas.
Ese sujeto es quien no solo hará posible las transformaciones económicas ven socialistasino
también quien creará el sistema de valores de la mujer y el hombre nuevos; rescatará los valores
pasados más puros que han caracterizado la vida de la sociedad venezolana, como el amor por la
paz, el respeto a los mayores y a la familia, el amor por la patria, la honestidad, entre otros, así
como los que se están creando, que servirán para sostener y ampliar las relaciones sociales
socialistas. Y lo debe hacer en simultaneidad, pues creemos que es un error pensar que primero
hay que cambiar el sistema económico y luego el cultural ya que no es posible la misma
transformación económica si no se construye simultáneamente una nueva hegemonía cultural.
En el extenso y complejo legado que nos dejase el Presidente Comandante Chávez, quedó
expresado en lo que podríamos llamar su Última Proclama (Golpe de Timón, 20 de Octubre de
2012), su preocupación por los objetivos que la Revolución no ha cumplido todavía en el campo de
la Cultura y particularmente en la construcción de la Cultura Comunal. Ello conforma un área
estratégica para desmantelar el Estado liberal burgués y construir el Estado Comunal Popular,
meta fundamental del proceso socialista bolivariano.
1 Comment
02/15/2019Troy Vincent
No hay un ejemplo más reciente de los muchos escollos teóricamente aparentes del socialismo
que cobran vida en Venezuela. La nación sudamericana es el último ejemplo en la larga lista de
países que han sido víctimas del canto de sirena de una utopía socialista. Mientras que en la última
década periodistas como Michael Moore, políticos como Bernie Sanders y economistas como
Joseph Stiglitz elogiaron el llamado «milagro económico» socialista en Venezuela, con una
hiperinflación que ahora llevan el hambre y a millones de personas huyendo del país, es
indiscutible que estos elogios fueron prematuros y totalmente injustificados.
Desafortunadamente, el economista convertido en pirata político, Paul Krugman, aún hoy en día
sigue la línea cansina de que el gobierno venezolano simplemente estuvo «mal administrado» y es
corrupto, y no admitirá que esta situación surgió de problemas inherentes a los ideales y políticas
socialistas. Mi objetivo es mostrar cuán débil es esta línea de pensamiento. Además, lo que
pueden ser los últimos meses del gobierno de Maduro es un recordatorio de cómo incluso los
regímenes socialistas dependen irónicamente de los éxitos del capitalismo para mantener los
últimos vestigios de su sociedad socialista.
La filosofía política tiene consecuencias
La Revolución Bolivariana, dirigida por el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, comenzó
en 1999 bajo el pretexto de acabar con el imperialismo, la corrupción y la desigualdad. En la
práctica, esto significaba implementar políticas nacionalistas y una economía socialista estatal. Con
un eslogan como «patria, socialismo o muerte», parecería que la Revolución Bolivariana debió
haberse visto desde el principio: el principio del fin de la economía venezolana. El fracaso de los
mencionados periodistas, políticos y economistas para prever la ruina económica y política como
el resultado necesario de tal «revolución», a pesar de la larga lista de evidencias históricas que
harían que tal optimismo sea claramente inmerecido, no solo habla de su sesgo ideológico pero
también a su escasa comprensión de los fundamentos del éxito económico e institucional.
En lugar del capitalismo, el socialismo pone el destino de los individuos en manos de las
burocracias. Las burocracias no pueden gestionarse mediante cálculos económicos como las
empresas en una economía capitalista y, por lo tanto, están destinadas a la hinchazón, la
ineficiencia y la mala gestión. Como escribió Mises, «la conducta burocrática ... es una conducta
que debe cumplir con las reglas y regulaciones detalladas establecidas por la autoridad de un
organismo superior. Es la única alternativa a la gestión de beneficios. . . .Siempre que la operación
de un sistema no esté dirigida por motivos de lucro, estará dirigida por reglas burocráticas».
La filosofía alternativa del liberalismo económico y político, que se originó a partir de la época de
la ilustración y coloca los derechos del individuo sobre los de la sociedad en general, ha estado,
por lo tanto, en el punto de mira de los buenos siervos socialistas y los tiranos descarados desde
sus orígenes. La relación entre la filosofía política y el bienestar material no es un misterio, dado
que la filosofía política de una nación es el principal determinante de sus políticas económicas.
Una filosofía política arraigada en los principios fundamentales de los derechos de propiedad
privada y el individualismo promueve el intercambio de mercado y la innovación que permite una
gran cantidad de comodidades materiales como comida, refugio y medicina. Solo un marco legal
construido sobre la soberanía de los derechos de propiedad privada permite a los ciudadanos
individuales poseer los medios de producción, negociar y depender de contratos exigibles, y da
lugar a la acumulación de capital e inversión que hace que el espíritu empresarial y el capitalismo
florezcan.
Irónicamente para los socialistas, la ausencia del motivo de lucro por el cual se villan bajo el
capitalismo conduce a incentivos perversos y falta de responsabilidad en las burocracias socialistas
que siembran las semillas de la corrupción y la tiranía en el gobierno. La ineficiencia, la corrupción,
la corrupción y la tiranía son, por lo tanto, características del socialismo, y no son algo que pueda
evitarse si solo se intentara una vez más el «verdadero socialismo». No es que el «verdadero
socialismo», la utopía socialista de la prosperidad compartida por los medios de producción, no
haya sido el objetivo de muchos estados fracasados como Venezuela, sino que es un resultado
inherentemente imposible de la promulgación de una política socialista.
El mito de la maldición del recurso venezolano
Una de esas burocracias venezolanas que desempeña un papel clave en la economía venezolana
es Petróleos de Venezuela, SA, que se conoce más comúnmente como PdVSA. PdVSA es la
compañía estatal de petróleo y gas natural de Venezuela que sirve como la mayor fuente de
ingresos del gobierno debido a su producción y exportación de petróleo crudo. Venezuela tiene las
reservas de petróleo probadas más grandes del mundo, con casi 300 mil millones de barriles de
petróleo. La nación también es rica en otros recursos naturales preciosos como el oro. Esto puede
hacer que uno se pregunte: ¿por qué un país tan rico en recursos naturales sigue sufriendo tales
dificultades económicas?
No es casual que las naciones que han sido en gran medida inmunes a la maldición de los recursos
a pesar de sus grandes sectores de recursos naturales hayan sido las que surgieron de los
fundamentos de los derechos de propiedad, el individualismo y el capitalismo. Los derechos de
propiedad, que permiten el aumento de los contratos privados y la acumulación privada de los
medios de producción, impiden la confiscación masiva y la gestión gubernamental de los recursos
que está presente bajo el control socialista. Como Mises declaró de manera tan concisa, «el
cálculo económico solo puede realizarse a través de los precios monetarios establecidos en el
mercado de bienes de producción en una sociedad que se basa en la propiedad privada en los
medios de producción». Nacionalizando las industrias, y luego haciendo dependientes los
presupuestos gubernamentales inflados. En los ingresos de dichas industrias, el gobierno está
necesariamente expuesto financieramente a sus industrias más grandes. En un estado socialista
como Venezuela, donde los ingresos del gobierno dependen cada vez más de un solo producto
altamente volátil como el petróleo que se cotiza en el mercado global, no es de extrañar que la
economía se vea empañada por la inestabilidad.
La supuesta maldición de los recursos en Venezuela, debidamente descrita, no es más que otro
ejemplo del fracaso de las burocracias socialistas en su esfuerzo por tratar de funcionar como
economías de mercado. Poner recursos en manos de «la gente», realmente significa ponerlo en
manos del gobierno y sus amigos. Además, en economías socialistas de planificación centralizada,
como Venezuela, donde muchos individuos obtienen sus ingresos en grupos que compiten por los
ingresos del gobierno, parece ser que necesariamente se sigue que la corrupción, el injerto y una
clase de élites con conexiones políticas crecerían a expensas del resto de la sociedad. En términos
de ciencia política, engendra clientelismo, o el intercambio de bienes y servicios para el apoyo
político implícito o explícito. De hecho, investigaciones recientes han sugerido que no solo puede
no existir la maldición de los recursos, sino que una economía clientelar puede ser un requisito
previo para los resultados de la supuesta maldición de los recursos.
oil1.PNG
Una crisis económica socialista difícilmente estaría completa sin un colapso de la moneda.
Después de todo, como la corrupción y los negocios ilícitos, la inflación de la oferta monetaria de
la nación en un estado socialista debería ser esperada. El colapso de la moneda venezolana, el
bolívar, es particularmente trágico dado que fue una de las monedas más fuertes de América del
Sur en la época del éxito económico venezolano desde la década de 1950 hasta la década de 1970.
La inflación comenzó a afianzarse en los años 80, luego de que el gobierno venezolano
nacionalizara cada vez más la industria y politizara el banco central en los años 70.
Como era de esperar, la expansión del gobierno condujo al crecimiento del gasto, los déficits y la
deuda. Como ha sido el caso a lo largo de la historia, en lugar de admitir el fracaso y revertir el
rumbo, el gobierno comenzó a hacer volar a la gente de Venezuela a través del impuesto de
inflación inicialmente oculto, pero ahora obvio, imprimiendo más bolívares a expensas del poder
adquisitivo de la moneda. Esta política permite a los gobiernos inflar sus deudas a medida que
conducen la moneda hacia la inutilidad. Como Mises señaló tan acertadamente en la Teoría del
dinero y el crédito, «la inflación siempre ha sido un recurso importante de las políticas de guerra y
revolución y por eso también la encontramos al servicio del socialismo».
Para los consumidores, una política de inflación monetaria ha llevado a aumentos de precios
abrumadores en toda la economía. En un esfuerzo fallido para compensar, Maduro ordenó seis
aumentos del salario mínimo en el país a lo largo de 2018, y en 2019 ya ha emitido un aumento
adicional del 300 por ciento. Esto eleva el salario mínimo a 18.000 bolívares por mes, o menos de
7 dólares estadounidenses. Junto con los controles de precios del Estado, esto ha llevado a una
escasez masiva de productos básicos como alimentos, agua y papel higiénico. En este punto, el
bolívar literalmente ni siquiera vale el papel en el que está impreso. De hecho, tiene más sentido
financiero usar el bolívar como papel higiénico que usarlo para intentar y comprar papel higiénico.
Se necesitan enormes pilas de efectivo para los bienes básicos, dada la inutilidad de las monedas.
Una taza de café, que hace un año costaba 0,45 bolívares, ahora cuesta 1.700 bolívares.
oil2_0.PNG
Las mejores estimaciones muestran que los venezolanos vieron que los precios aumentaron a una
tasa anualizada de 160.000% a fines de 2018. Los venezolanos no tienen acceso a servicios
médicos, los niños y los ancianos están muriendo de hambre, y millones de personas están
huyendo del país en masa como un resultado. La tragedia es que este sufrimiento es el resultado
directo de algo que es completamente evitable. Como lo describió Mises en la década de 1950,
«Lo más importante a recordar es que la inflación no es un acto de Dios, que la inflación no es una
catástrofe de los elementos o una enfermedad que se presenta como la plaga. La inflación es una
política». De hecho, como se ha demostrado a lo largo de la historia, es una política que se deriva
del crecimiento del gobierno bajo el socialismo.
El comercio en los últimos días de la revolución
En julio pasado, el mayor general Manuel Quevedo, el oficial militar de carrera que se había hecho
presidente de PDVSA, se reunió con un sacerdote católico y con los trabajadores y funcionarios de
PDVSA en la sede para una ceremonia de oración con la esperanza de que Dios ayude a impulsar el
petróleo venezolano. Pero ni siquiera los llamados a Dios podrían revertir la desgracia económica
que sigue cuando se pone a la industria en manos de oficiales militares y simpatizantes socialistas.
Lo que siguió fue un creciente desorden económico y político a lo largo de 2018. Con pocas
opciones, el gobierno venezolano invirtió silenciosamente la campaña de dos décadas para
nacionalizar la industria petrolera y comenzó a contratar firmas externas para ayudar a mantener
las últimas operaciones en el gigante petrolero estatal. Esto ocurre menos de un año después de
que Maduro fue citado diciendo: «Quiero una PDVSA socialista. Una PDVSA ética, soberana y
productiva. Debemos romper este modelo de la empresa petrolera rentista».
Si bien es cierto que el gobierno y la economía venezolanos se han vuelto más dependientes de los
préstamos de sus aliados geopolíticos más alineados ideológicamente con China, India y Rusia en
la última década, su adversario ideológico, los Estados Unidos, ha sido, con mucho, el mayor
comprador de petróleo. Que financia el gobierno venezolano. Los EE. UU. importaron casi 500.000
barriles por día de crudo venezolano en 2018, representando cerca del 40 por ciento del total de
las exportaciones venezolanas y un aumento del 34 por ciento del total de las exportaciones
venezolanas en 2017. Dado que Venezuela está muy endeudada con muchos de sus otros
compradores más grandes como China e India, exportar petróleo a estos países solo paga las
deudas y no ayuda a satisfacer las necesidades de financiamiento adicional. Como tal, se cree que
los Estados Unidos representan el 75 por ciento del efectivo total que Venezuela recibe por sus
exportaciones de crudo.
Author:
Troy Vincent
Troy Vincent is a 2011 graduate of Mises University and has a BS in economics and public policy
from Indiana University. Since 2013 he has worked in energy economics for private sector research
and consulting firms.