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EDICIÓN DE:

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DAMASO LOPEZ GARCIA

Ediciones de la Universidad
de Castilla-La Mancha

1996 Cuenca

Traducciones de:

A. A.gud y R. de Agapito Giuseppe Mazzocchi


Maria José Calvo Monto ro Rosario García Moreno
Chang Ho- Tien y Chang Yea-Ling Maree lino Menéndez y Pelayo
Teófanes Egido Rosario Monto ro Murillo
Hans Christian Hagedorn Lorenzo Riber
Dán1aso López García Carlos Rubio López de la Llave
Svetlana Maliavina Daniel Ruiz Bueno

Edición de:

DÁMASO LÓPEZ GARCÍA


,
TEORIAS de la traducción : antología de textos 1 traducciones de A. Agud ...
[et al.] ; edición de Dá1naso López García. [Cuenca] : Servicio de Publi ca-
ciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1996.
624 p. ; 22 cm . (Escuela de traductores de Toledo ~ 3)
I.S.B.N.: 84-88255-88-8
l. Traducció n e interpretación. I. López García, Dá1naso, ed. Lit. H. Univer-
s idad de Castilla-La M ancha, ed. III. Serie.
82.03

Relación de colaboradores cuyas tradu ccio nes se han llevado a cabo expresmnente para
su publicación en esta obra:

María José Calvo Montoro


(Universidad de Castill a-La Mancha)

Chang Ho-Tien
(Universidad de Salamanca)

Chang Yea-Ling
(Universidad de Vallado] id)

Rosario García Moreno


(Institu to de Bachillerato Ramiro de Maeztu)

Hans C hristian Hagedorn


(Uni versidad de Castilla-La Mancha)

Dámaso López García


(Universidad Complutense de Madrid)

Svetlana Maliavina
(Universidad Cotnplutense de M adrid)

Giuseppe Mazzocchi
(Universidad de Pavía)

Rosario Montoro Murillo


(Universidad de Castilla-La Mancha)

Carlos Rubio López de la Llave


(Universidad de Castilla-La Mancha)

Edita: Servicio de Publicaciones ele la U niversidad de Castilla-La Mancha


Director: Pedro Cerrillo
Diseño Portada y Colección: García Jilnénez
Coordinación: Centro de Investigaciones de la Imagen (C.I.D.I.)
Realización: Compobell, S.L. Murcia
T.S.B .N .: 84-88255-88-8
Depósito Legal: MU-422-1996
1" Edició n: 1996
/

PROLOGO
contrario, que el siglo XIX, tras un declinante apego creativo hacja los
temas y variaciones del mundo clásico, pusiera en duda si tan siquiera
había comenzado a entender el mundo clásico; aunque aplicada a asunto
diferente, la opinión de Vossler sobre las traducciones alemanas de Dante,
resume esta crisis que se ha prolongado y acentuado en el siglo XX:

Si en Ale1nania disponemos en la actualidad de unas cuaren-


ta n·aducciones deJa Divina C"o1nedia, y ninguna nos satisfa-
ce, y todavía esperamos otras, entonces esto demuestra cuán
violenta es la presión que Dante ejerce sobre nosotros con su
espíritu y su pensamiento psíquico, y demuestra también lo
poco seguros que estamos de haberle arrebatado ya los últi-
mos secretos de esa 1ncntaJidad.

La noción de dificuJtad ha arraigado con firmeza entre traductores y


teóricos de la traducción, quizá debido a esa indisimuJada tendencia del
pensanliento occidental a la que no le importa subestimar Jo que se
comprende con facilidad. AL optünisrno ingenuo del Renacimjento parece
haberle «.UTebatado la antorcha de La conf1anza y la seguridad el optimis-
tno de los lingüistas, del que el cjc1nplo de Rotnan Jakobson es una
muestra reprcsenlativa. Sin embargo, las reflexiones sobre las limitacio-
nes e imposibilidades de la traducción han sido incesantes en tiempos
recientes. La contundencia con que Ezra Pound descalifica siglos de
filología clásica trunpoco deja dudas acerca de la inseguridad contempo-
ránea respecto de las traducciones del mundo clásico: <<Ignoro cómo
darles una idea del griego. No hay traducciones inglesa 1
3
satisfactorias>> •
Para Jas lenguas europeas, la traducción sigue siendo una L:'U·ea inacabada
e inacababJe, cada generación, cada nuevo grado de evolución de las
lenguas piden una renovación de las traducciones: la renovación viene
siempre de la mano de algo insatisfactorio que se cree que puede aplacar-
se mediante una obra que si deja resueltos algunos problemas, deja otros
sin resolver, o da a luz otros que quizá antes no existían.

* * *
Una edición como esta no habría podido llevarse a cabo sin la
colaboración desinteresada de muchas personas a quienes se ha solici-
tado ayuda, y a quienes se ha importunado. Hacia todos ellos debe

13 Ezra Pound, El ABC de la lectura, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1968,


pág. 47.

21
quedar aquí testimonio del agradecimiento de quien ha preparado la
edición, y de los traductores que han hecho su trabajo expresamente
para este libro. Debe figurar en lugar señalado don Luis Arroyo, Rector
Magnífico de la Universidad de Castilla-La Mancha, quien con genero-

sidad y entusiasmo indeclinables ha alentado este proyecto desde sus


momentos iniciales. Esta antología la ha hecho posible, también, una
Ayuda a la Investigación concedida, en tres convocatorias consecuti-
vas, por la Universidad de Castilla-La Mancha a los profesores que
formaron incialmente un equipo de investigación: María José Calvo
Montoro, Hans Christian Hagedorn, Dátnaso López García y Rosario
Montoro Murillo. Y, por riguroso orden alfabético, el autor de la
edición, y los traductores de estos textos desean agradecer su colabora-
ción desinteresada a Juana Victoria Gallego, a Margrit Hagedorn, al
profesor Hideaki Sugita, al profesor Hiroto Ueda, a Guillermo López
Gallego, a Ludtnila Maliavina, a la profesora Consuelo Marco que
ha revisado todos los textos chinos , al profesor Félix Piñero de
cuya generosidad se han bene6ciado las traducciones de la mayoría de
los textos que aparecen en latín y a la profesora Yang Deling.
La parte más significativa de las traducciones que forman esta
antología se ha llevado a cabo con motivo de esta. edición. De la
traducción del alemán de los siguientes autores: Friedrich Schleierma-
cher, Wilhelm von Humboldt, Johann Wolfgang von Goethe, Arthur
Schopenhauer, Friedrich Nietzsche, Walter Benjatnin, Ulrich von Wila-
mowitz-Moellendorf y Karl Vossler, es responsable Hans Christian
Hagedorn, quien, además ha seleccionado los textos idóneos para este
libro, y, en su caso, los ha anotado. De los textos en árabe de al- YaQ.iz,
Sala)). al-Din al-Safadi, Sulayman ibn Jattar al-Busüini y Taha I:Iusayn
se ha encargado Rosruio Montoro Murillo, encargo que incluye no sólo
la traducción y las notas, si,n o la selección y aun la localización de los
textos de una parcela del estudio poco o nada frecuentada. La versión y
notas de los textos chinos de Yen Fu, Lin Yutang, Lu Xun, Fu Lei, Liu
Jingzhi y Mao Dun, es, conjuntamente, de Chang Yea-Ling y de Chang
Ho-Tien. Rosario García Moreno ha vertido y anotado los textos de los
siguientes autores franceses: Joachim du Bellay, J.L. d' Alembert y
Denis Diderot, el texto francés de Madame de Stael «Del espíritu de
las traducciones» , Victor Hugo y Paul Valéry. Los textos en inglés de
John Dryden, Matthew Arnold, Dante Gabriel Rossetti y Ezra Pound
los ha seleccionado, traducido y anotado Dámaso López García. María
José Calvo Montoro ha traducido, seleccionado y anotado todos los
textos del italiano: de Melchiorre Cesarotti, de Ugo Foscolo, de Gio-
vanni Carmignani, la «Carta de un italiano>> de Pietro Giordani, la

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respuesta escrita en italiano de Madame de Stael, de Giacomo Leopar-
di, de Benvenuto Terracini y de Gianfranco Folena. El único texto en
japonés, de Futabetei Shimei, lo ha vertido al español, y anotado,
Carlos Rubio López de la Llave. Giuseppe Mazzocchi se ha encargado
de la traducción al español de los textos portugueses: Joao Franco
Barreto, Joaquim de Vasconcelos y Fernando Pessoa; Valeria Tocco ha
hecho la selección de los textos portugueses, y los ha enriquecido con
unas notas, que, aunque en el texto figuren como notas del traductor, a
ella pertenecen. Los textos rusos, de Pushkin, Turguénev, Yukovski y
Pasternak, los ha vertido al españoJ Svetlana Maliavina.
Para algunos de los textos se han utilizado traducciones ya publica-
das, de las que se deja noticia en la reseña bibliográfica.

Nota sobre la edición

Co1no toda antología, se halla esta sotnetida a las variables que


gobiernan Los criterios de sc1ección y otnisión; criterios que no son
siempre fáciles de explicar ni de resumir, por ejemplo, la presencia de
algunos textos la aconseja su difusión o su importancia como guías de
una doctrina el usi va y de difícil descripción, mientras que la de otros,
lo que hace necesaria su revisión y divulgación es precisamente su
representatividad histórica, juntatnente con la poca importancia relati-
va que se les ha otorgado, y la escasa difusión que han tenido. Si dos
criterios tan alejados entre sí rigen los criterios de selección, nada de
extraño tendrá que la antología deje insatisfecho a más de un lector,
pero, después de todo, suele ser ese el1nelancólico destino de las más
de las antologías. Si el lector echa de menos algún texto particular al
que atribuya especia] significación, la única manera de compensar esa
carencia será que ese mismo lector compruebe que no sin alguna
merma itnportante podrá prescindirse de algún otro texto de los que sí
se incluyen.
Respetar las peculiaridades de cada uno de los textos y de todas las
lenguas traducidas ha sido tarea difícil. Traeré aquí tan sólo algunas
noticias que pudieran interesar al lector. Los textos traducidos han sido
alterados en proporciones mínimas, y siempre que se ha enmendado el
original en algo que afectara a la comprensión se ha dejado constancia
de la modificación. De las supresiones más significativas se ha dejado
constancia mediante tres puntos encerrados entre paréntesis rectangu-
lares; no obstante, ha sido un criterio invariable de esta edición que los
textos deberían aparecer reproducidos íntegramente, pero como esta
clase de reflexiones sobre traducción carece de un género propio que

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Walter Benjamin
<<La tarea del traductor>>

En ninguna parte la atención hacia el receptor resulta fructífera para


la comprensión de una obra de arte o una forma artística. No es sólo
que toda referencia a un público determinado o a su representante lo
desvíe a uno del camino, sino que hasta el concepto de un receptor
ideal es nocivo en toda discusión sobre teoría del arte, porque de esas
discusiones tan sólo se solicita que partan en general de la existencia y
la naturaleza del ser humano. Asimismo el arte también presupone
aquella naturaleza física y espiritual; pero ninguna obra de arte presupone
la atención del ser humano. Porque ningún poema está destinado al lector;
ning(tn cuadro, a quien lo contempla; ninguna sinfonía, al auditorio.
¿Se dirige la traducción a aquellos lectores que no entienden el
original? La respuesta parece aclarar de manera suficiente la diferencia
de categoría entre ambos en la esfera del arte. Además, parece ser la
única razón posible para repetir lo idéntico. ¿Qué dice, pues, una obra
literaria?, ¿cuál es su infortnación? Muy poco, para quien la entiende.
Su esencia no es infonnativa, ni es un mensaje. Sin embargo, aquella
traducción que sobre algo se propone informar no podría comunicar

sino infortnación, es decir, lo no esencial. Y es esto precisamente lo


que distingue las malas traducciones. Por otra parte lo que hay en la
poesía además de información e incluso el mal traductor admite que
eso es lo esencial , ¿no es lo que se piensa generalmente como lo
incomprensible, misterioso, poético?, ¿aquello que el traductor sólo
puede reproducir haciendo poesía? De ahí procede, de hecho, un se-
gundo rasgo de la mala traducción; que puede definirse, por lo tanto,
como una interpretación imprecisa de un contenido no esencial. Así es,

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siempre que la traducción se comprometa a servir al lector. Pero si
estuviera destinada al lector, también debería estarlo el original. Si el
motivo de la existencia del original no es ese, ¿cómo podría entenderse
entonces la traducción a través de esos conceptos?
La traducción es una forma. Para comprenderla como tal, es preciso

volver al original. Porque la ley de la traducción está comprendida en


él como traducibilidad. La cuestión de la traducibilidad de una obra es
ambigua. Puede significar: ¿alguna vez, entre el conjunto de sus lecto-
res, hallará al traductor adecuado?; o, más expresamente, ¿conforme a
su naturaleza, permite la traducción, y, por consiguiente conforme a
la trascendencia de esta forma , además, la requiere? En principio, la
primera pregunta sólo puede resolverse de manera problemática; y la
segunda, de manera apodíctica. Sólo un pensamiento superficial, al
negar el significado independiente de la última, calificará a ambas de
equivalentes ... Frente a él, hay que subrayar la circunstancia de que
ciertos conceptos de relación conservan su buen sentido, o incluso su
mejor sentido, si no se asocian ya desde un principio exclusivamente
con el hombre. Así, podría hablarse de una vida o un momento inolvi-
dables, aun cuando todos los hombres los hubieran olvidado. Pues si su
naturaleza exigiera que no fueran olvidados, aquella calificación no
contendría ninguna falsedad, sino sólo una exigencia que los hombres
incumplen, y a la vez también la referencia a una esfera donde sí se
...
cumpliría, a un recuerdo de Dios. En consecuencia, hay que seguir
considerando la traducibilidad de las creaciones verbales aun cuando
estas fueran intraducibles para los hombres. Y, en realidad, con un
concepto riguroso de la traducción, ¿no deberían incluso serlo en cierta
medida? Con tal despego hay que plantear la cuestión de si debe
exigi.Ise la traducción de ciertas creaciones verbales. Porque la regla es:
si la traducción es una forma, la traducibilidad tiene que ser parte
constituyente de ciertas obras.
La traducibilidad es un constituyente particular de ciertas obras; no
significa eso que su traducción sea esencial para sí mismas, sino que
cierta significación inherente de los originales se manifiesta en su
traducibilidad. Es evidente que una traducción, por buena que sea,
jamás podrá significar algo para el original. No obstante, está íntima-
mente relacionada con este mediante su traducibilidad. Más aún, esta
relación es tanto más íntima cuanto que ya no significa nada para el
original; se la puede llamar natural, y, con más precisión, una relación
de la vida. Tal como las manifestaciones de la vida están profundamen-
te relacionadas con lo vivo sin significar nada para ello, así, la traduc-
ción procede del original, aunque no tanto de su vida, sino de su

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supervivencia. Porque la traducción es posterior al original; y, por
cierto, en las obras importantes, que nunca encuentran a sus más esco-
gidos traductores en la época de su creación, es significativo el estadio
de la prolongación de su vida. Con objetividad nada metafórica hay
que concebir la idea de la vida y de la prolongación de la vida de las
obras de arte. Incluso en las épocas en que el pensamiento era de lo
más angosto se ha creído que no sólo podía atribuirse vida exclusiva-
mente a lo físico-orgánico. Pero no se debe tratar de acrecentar el
dominio del alma bajo su débil cetro, como quería Fechner; ni mucho
menos se debe tratar de que pueda definirse la vida basándose uno en
las instancias aún menos determinantes de lo animal o en el sentimien-
to que sólo a veces puede caracterizarla. Antes bien, el concepto de
vida no se considerará debidamente sino cuando se atribuya vida a
todo aquello de lo que hay historia, y que no es sólo su escenario. Pues
al fin y al cabo, el ámbito de la vida ha de determinarse partiendo de la
historia, no de la naturaleza; y peor podría determinarse partiendo de
una naturaleza tan inestable
.
como el sentimiento o el alma. De ello
infiere el filósofo el deber de comprender toda vida natural partiendo
de la vida más amplia de la historia. ¿Acaso no se reconoce la prolon-
gación de la vida de las obras de una forma incomparablemente más
sencilla que la de los seres vivos? La historia de las grandes obras de
arte comprende a su ascendencia, desde sus orígenes; a su creación en
la época del artista; y al período de la prolongación, en un principio
perpetua, de su vida, durante las generaciones posteriores. Allí donde
asoma, a este último se le llama gloria. Aquellas traducciones que son
algo más que comunicación nacen cuando durante la prolongación de
la vida de una obra ya ha entrado esta en su momento de gloria. Por
consiguiente, no contribuyen tanto a esta, según la reclamación habi-
tual de los malos traductores, cuanto, más bien, le deben su existencia
a ella. Alcanza en ellas la vida del original, en perpetua renovación, la
última y más completa floración de su existencia.
Como es privativa de una vida singular y sublime, esta floración
está determinada por una finalidad singular y sublime. Vida y finali-
dad: he aquí una relación que parece palpable, pero que, sin embargo,
casi se sustrae al entendimiento; sólo se advierte esa relación donde
aquella finalidad, hacia la que se orientan las diferentes finalidades de
la vida, no se busca nuevamente en su propia esfera, sino en otra
superior. Todas aquellas manifestaciones de la vida que poseen una
finalidad, tal como su finalidad en general, no la poseen, a fin de
cuentas, para la vida, sino para expresar su propia naturaleza, para
representar su significación. Así, la finalidad de la traducción se halla,

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en definitiva, en la expresión de la correlación intrínseca entre las
lenguas. De ningún modo puede ella misma revelar o crear esta oculta
correlación, pero sí puede representarla, reproduciéndola en forma ger-
minal o condensada. Y a decir verdad esta representación de un signi-
ficado mediante el experimento, mediante el germen de su producción,
es por cierto un tnodo muy particular de representación que apenas
puede encontrarse en el ámbito de la vida no lingüística. Porque esta
conoce, mediante analogías y signos, otras formas indicativas diferen-
tes de la realización condensada, o sea, diferente de la anticipación y la
alusión. Aquella imaginaria correlación intrínseca entre las lenguas se
caracteriza, sin embargo, por una particular convergencia. Consiste
esta en que las lenguas no son extrañas entre sí, sino que están etnpa-
rentadas, a priori y dejando a un lado toda relación histórica, mediante
lo que quieren decir.
Con este intento de explicación, sin embargo, la reflexión parece
desembocar de nuevo, después de rodeos inútiles, en la teoría habitual
de la traducción. Porque si en las traducciones ha de acreditarse el
parentesco de las lenguas, ¿cómo podría lograrse esto sino mediante la
más escrupulosa reproducción posible de forma y sentido del original?
Sobre el concepto de esta exactitud, aquella teoría, desde luego, no
sabría explicarse; o sea, no podría, por lo tanto, dar cuenta de lo que es
esencial en las traducciones. Pero la verdad es que el parentesco de las
lenguas se atestigua en la traducción de modo mucho más profundo y
concreto que en la aparente e indefinible semejanza de dos obras
,poéticas. Para comprender la verdadera relación entre original y tra-
ducción, es necesaria una reflexión cuyo objetivo es análogo al de esa
asociación de ideas con la que la teoría del conocimiento tiene que
demostrar la ünposibilidad de una teoría reproductiva. Mientras allí se
comprueba que no habría objetividad en el conocimiento, ni tan siq uie-
ra podría reclamarse, si este se redujera a reproducir la realidad; aquí
puede demostrarse que la traducción sería imposible si la semejanza
con el original fuese la aspiración de su más íntima esencia. Pues
durante la prolongación de su vida, que no debería denominarse así, si
no fuera transformación y renovación de lo vivo, el original cambia.
Hay una 1nadurez tardía hasta para las frases ya acuñadas. Lo que en su
tiempo era quizá una tendencia del lenguaje poético de un autor puede
quedar concluido en el futuro; las tendencias inmanentes pueden brotar
de nuevo de lo ya hecho. Lo que en su tiempo parecía nuevo puede
posteriormente parecer gastado; y lo que fue de uso común, arcaico.
Buscar lo esencial tanto de esas transformaciones como de las igual-
mente continuas de significado, en la subjetividad de la posteridad, en

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vez de en la propia vida de la lengua y sus obras, sería, admitiendo
incluso el psicologismo más tosco, confundir la razón y la esencia de
los hechos; o, dicho más rigurosamente, sería negar incluso, por impo-
tencia del pensamiento, uno de los más poderosos y fructíferos proce-
sos históricos. Pero aun cuando se quisiera convertir el último movi-
miento de la pluma del autor en un golpe de gracia para la obra, no se
salvaría así esta difunta teoría de la traducción. Porque tal y como se
transforman por completo, con el transcurrir de los siglos, el tono y el
significado de las grandes obras poéticas, también así se transforma la
lengua materna del traductor. Más aún, mientras la palabra poética
perdura en su lengua, aun la traducción más insigne está destinada a ser
absorbida por su lengua, a hundirse en la renovación de la lengua. Tan
lejos se halla de ser la huera ecuación de dos lenguas muertas que entre
todas las formas le toca precisamente a ella, como lo más específico
suyo, dar cuenta de aquella madurez tardía de la palabra extr~njera en
'

el parto de la propia.
Si en la traducción se revela el parentesco de las lenguas, no es
mediante la vaga semejanza entre original y reproducción. Pues es
evidente, en cualquier caso, que la semejanza no es una consecuencia
inevitable del parentesco. Además, la conformidad que hay aquí entre
el concepto de este último y su uso más estricto se debe también a la
circunstancia de que no es posible, en ninguno de los dos casos, ·
definir el concepto suficiente1nente por la igualdad de ascendencia;. ~

aunque el concepto de ascendencia, por cierto, seguirá siendo impres-


cindible para la definición de aquel uso más estricto. Dejando aparte
el parentesco histórico, ¿dónde puede buscarse el parentesco de dos
lenguas? La semejanza de sus obras poéticas, en fin, es tan poco útil
como la de sus palabras. Antes bien, todo parentesco sobrehistórico de
las lenguas descansa en la circunstancia de que en cada una de ellas,
en su totalidad, se pretende respectiva y precisai11ente idéntica cosa;
una cosa que, sin embargo, no se halla al alcance de cada una de ellas
por sí sola, sino exclusivamente al alcance de la totalidad en que se
complementan todas sus intenciones recíprocas: en la lengua pura.
Porque mientras todos los elementos singulares, las palabras, las fra-
ses, los contextos de las lenguas extranjeras, se excluyen entre sí,
estas mismas lenguas se complementan mutuamente en sus intencio-
nes. Para formarse un concepto exacto de esta ley, una de las funda-
mentales de la filosofía de la lengua, es preciso distinguir en la inten-
ción entre lo designado y la manera de designar. Mientras que en Brot
y pain ['pan'] lo designado es idéntico, no lo es la manera de designar.
Pues de la manera de designar se deriva el hecho de que ambas

339

palabras significan algo diferente para el alemán y el francés, respec-
tivamente, que para ambos no son intercambiables, y que, en fin,
incluso tienden a excluirse; de lo designado, no obstante, se deriva
que en general significan lo igual e idéntico. Mientras de tal modo
divergen las maneras de designar en estas dos palabras, estas maneras
se complementan en las dos lenguas de las que forman parte. En
efecto, las maneras de designar pasan en ellas a formar lo designado.
En las lenguas tomadas singularmente, es decir, incompletas, jamás se
encuentra lo designado en relativa independencia, como en las pala-
bras o las frases aisladas; se encuentra antes bien en una transforma-
ción continua, hasta que de la arm.onía del conjunto de aquellas mane-
ras de designar pueda aparecer la lengua pura. Hasta entonces perma-
necerá oculto en las lenguas. Pero si estas siguen creciendo así hasta el
mesiánico fin de su historia, es entonces la traducción la que se infla-
ma en la perpetua prolongación de la vida de las obras y en el inago-
table renacer de las lenguas, para indagar una y otra vez acerca de
aquel sagrado crecimiento de las lenguas: ¿cuánto falta para la revela-
ción de lo oculto de las lenguas?, ¿qué presencia puede llegar a tener
lo oculto si se conoce la distancia que falta?
Con esto se reconoce, por supuesto, que toda traducción sólo es un
modo algo provisional de plantear el problema de la distancia de las
lenguas. La superación definitiva de esta distancia, de forma que no
sea temporal o provisional, o sea, de forma inmediata y concluyente,
no se halla al alcance del ser humano; o no puede alcanzarse, en todo
caso, por medios directos. lndirectatnente, sin embargo, es el creci-
miento de las religiones el que sazona en las lenguas la oculta semilla
de otra superior. La traducción, por lo tanto, aunque no puede recla-
mar la perpetuidad para sus creaciones, diferenciándose así del arte,
no niega su orientación hacia una fase última, definitiva y decisiva, de
todo el porvenir y creación de las lenguas. En ella, en la traducción, el
original crece hasta llegar a una atmósfera de la lengua, en cierto
modo, más elevada y más pura; donde, por cierto, no puede vivir éste
perpetuamente, así como tampoco la alcanzan , ni aproximadamente,
todos los elementos que lo constituyen; pero sí, cuando menos, la
señala de forma maravillosamente persuasiva como el ámbito de re-
conciliación y cumplimiento de las lenguas, predestinado e inalcanza-
ble. N o llega todo el tallo ni las raíces del original, pero en este ámbito
se halla aquello que en una traducción es más que información. Con
mayor exactitud puede denominarse este hueso substancial como lo
que en ella misma no es traducible de nuevo. Porque aunque se preten-
da obtener de ella cuanta información se pueda, y traducirla, en todo

340
caso, permanece intangible aquello a lo que iba dirigida la labor del
verdadero traductor. No es trasladable como la palabra del poeta origi-
nal, porque la relación del contenido con respecto a la lengua es
completamente diferente en el original y en la traducción. Pues mien-
tras en el primero estos dos forman una cierta unidad, como la de la
fruta con su piel, la lengua de la traducción envuelve su contenido
como con un manto regio de amplios pliegues. Pues ella supone una
lengua superior de la que es, y por ello se muestra inadecuada ante su
propio contenido, tnajestuosa y extraña. Esta ambigüedad no sólo
impide la traducción de la traducción, la vuelve superflua. Y es que
toda traducción de una obra, hecha en un momento determinado de la
historia de la lengua, representa, en cuanto a un cierto aspecto de su
contenido, a la traducción para el resto de las lenguas. La traducción,
por lo tanto, trasplanta el original a una esfera lingüística más defini-
tiva; más definitiva hablando irónica1nente , al 1nenos, en tanto
que de ahí ya no es transferible por ninguna traducción, sino que el
original sólo puede ser elevado a ella en otras y siempre nuevas
ocasiones, y en otras partes. No es casual que la palabra irónicamente
evoque aquí pensamientos de los románticos. Antes que otros, tenían
ellos conocimiento de la vida de las obras, de la cual la traducción es
su testimonio más elevado. Por supuesto, apenas lo reconoéieron como
tal, pues dedicaron toda su atención hacia la crítica, que ta1nbién
representa un momento, aunque inferior, de la prolongación de la vida
de las obras. Pero si bien su teoría no se orientaba apenas hacia la
traducción, su propia y tan eminente labor de traducción iba acompa-
-ñada de una especial sensibilidad hacia la naturaleza y dignidad de
esta for1na. Todo indica que esta sensibilidad no necesariamente se
halla desarrollada de la forma más intensa en el poeta; es más, tal vez
sea en él, como poeta, donde menos espacio tiene. Ni siquiera en la
historia se insinúa el prejuicio convencional según el cual los traduc-
tores importantes serían poetas; y los poetas insignificantes, traducto-
res menores. Algunos de los mayores, como Lutero, Voss, Schlegel,
tienen mucha más importancia como traductores que como poetas;
otros, entre los más eminentes, como Holderlin y George, consideran-
do la amplitud de su obra, no se comprenden de manera suficiente
bajo la denominación de poetas . Y aún menos como traductores. Pues
así como la traducción es una forma independiente, asimismo puede
concebirse la tarea del traductor cotno independiente, y diferenciarse
de la del poeta.
La tarea del traductor consiste en encontrar aquella intención res-
pecto de la lengua a la que se traduce con la que se despertará en ella el

341

eco del originaL He aquí un ra go mediante el cual la traducción


ciertamente se diferencia de la obra poética, porque la intención de esta
nunca se dirige a la lengua como tal, a su totalidad, sino a ciertas
relaciones lingüísticas de contenido. La traducción, en cambio, no se
encuentra, como la poesía, en el propio interior del bosque agreste de
la lengua, por decirlo así, sino que desde fuera de ella, enfrente de ella,
y sin entrar en ella, llama al original a entrar, y a entrar en aquel único
sitio donde el eco respectivo en la propia lengua puede dar la resonan-
cia de una obra en otra. No es sólo que su intención tenga un objetivo
diferente del de la poesía, o sea, una lengua en su conjunto, partiendo
de una sola obra de arte en otra lengua, sino que eiJa mi sma varía: la
del poeta es una intención directa, primaria, concreta; la del traductor
es derivada, última, abstracta.· Pues el gran motivo de la integración de
las muchas lenguas en la única lengua verdadera es lo que determina su
trabajo. Ahora bien, es esta la lengua en la cuaJ, por una parte, Jas
distintas frases, obras poéticas y los juicios, no llegan nunca a un
acuerdo por lo cual, además, precisarán siempre de la traducción ;
es la lengua en la cual, por otra parte, las propias lenguas, complemen-
tadas y reconciliadas en su manera de designar, se ponen de acuerdo.
Pero si en realidad hay una lengua de Ja verdad donde están guardados,
de manera distendida y silenciosa, los últimos secretos por los que todo
pensar se empeña, esta lengua de la verdad es, por consiguiente, la
lengua verdadera. Y precisamente esta, en cuyo presentimiento y des-
cripción está la única perfección que el fi1ósofo puede aguardar, se
halla intensamente latente en las traducciones. No hay mu sa de la
filosofía, tampoco hay mu sa de la traducción. Pero no son éstas, como
se las figuran los artistas sentitnentales, vulgares. Porque sí hay un
ingenio filosófico cuya particularidad más propia es el anhelo de aque-
lla lengua que se manifiesta en la traducción.

Les langues imparfaites en cela que plusieurs, manque la


sfipreme: penser étant écrire sans accessoires, ni chuchote-
ment mais tacite encore 1' immortelle parole, la di versité, sur
terre, des idiomes empeche personne de proférer les mots
qui, sinon se trouveraient, par une frappe unique, elle-meme
matériellement la vérité.

[«Las lenguas son imperfectas tanto en ese punto como en


otros varios, y falta la suprema: siendo el pensar un escribir
sin accesorios, ni susun·o, sino estando aún tácita la inmortal
palabra, la diversidad de los idiomas en la tierra impide a

342
cualquiera proferir las palabras que, de lo contrario, encon-
1
trarían materialmente, de un solo golpe, la verdad misma>> .]

Si el filósofo puede apreciar con exactitud lo que recuerda Mallar-


mé con estas palabras, la traducción se halla, con sus gérmenes de
semejante lengua, a medio camino entre la poesía y la doctrina. Su
obra no puede igualarse a estas, por no ser tan reveladora, pero las
huellas que deja en la histo1ia no son menos profundas.
Cuando La tarea del traductor aparece bajo tal perspectiva, los cami-
nos de su solución parecen volverse mucho tnás oscuros e impenetra-
bles. Es más, esta tarea, cultivar en la traducción la semilla de la lengua
pura, parece eternamente imposible, inalcanzable mediante ninguna
solución. Porque, ¿no se le priva de su suelo a esta cuando la transmi-
sión del sentido deja de ser detenninante? Y no es esto sino puesto
del revés la conclusión de todo lo precedente. Fidelidad y libertad
- libertad de la transtnisión conforme al sentido y, con este propósito,
fidelidad ante la palabra son los términos tradicionales en cualquier
discusión sobre traducciones. Parece que ya no pueden servir para una
teoría que en la traducción busca algo diferente de la transmisión del
sentido. Aunque en su empleo habitual estos tértninos siempre se en-
cuentren en un dilema sin solución. Porque, ¿qué es lo que en realidad
puede lograr la fidelidad en cuanto a la transmisión del sentido? La
fidelidad en la traducción de la palabra aislada casi nunca transmite por
completo el sentido del original. Porque el sentido, respecto del signi-
ficado poético que tiene para el original, no se reduce a lo designado,
sino que lo adquiere precisamente en la forma en que lo designado está
sometido a la manera de designar de la palabra determinada. En gene-
ral, se expresa esto mediante una fórmula: las palabras llevan consigo
un tono emocional. Y además, la fidelidad literal a la sintaxis quebran-
ta definitivamente toda transmisión del sentido, y parece conducir
inevitable y directamente a la incomprensión. Las traducciones que
hizo Holderlin de Sófocles aparecieron ante los ojos del siglo dieci-
nueve como ejemplos monstruosos de setnejante fidelidad literal. Y
por último, la medida en que la fidelidad en cuanto a la transmisión de
la forma dificulta la del sentido es algo que no necesita explicaciones.
Por consiguiente, el postulado de la fidelidad literal no puede inferirse
del interés por la conservación del sentido. A esta le sirve mucho más
- aunque, por otro lado, mucho menos a la poesía y a la lengua la

1 Stephane Mallarmé, Prosas, Madrid, Editorial Alfaguara, 1987, pág. 235.


Trad. de José Antonio Millán Alba. (N. del Ed.)

343
indisciplinada libertad de los malos traductores. Por lo tanto, aquel
postulado cuya legitimidad es evidente, cuya razón está oculta, tiene
que comprenderse según causalidades más concluyentes. Pues tal y
como los pedazos de una vasija, para poder juntarlos, tienen que enca-
jar el uno con el otro hasta en los más mínimos detalles, sin tener, por
otra parte, que ser iguales, así, Ja traducción en vez de asemejarse al
sentido del original tiene que ahormarse en la propia lengua antes
bien amorosamente, y hasta lo más partjcular, a la manera de designar

del original, para reconocerse ambas lenguas de esta manera como


pedazos, es decir, como fragmentos de una vasija, como fragmentos de
una lengua superior. Precisamente por eso la traducción tiene que
abstenerse en buena medida de la intención de informar y de l sentido;
y el original, respecto a este, sólo tiene transcendencia para la traduc-
ción en cuanto que ya ha di spensado al traductor y su obra del esfuerzo
por el objeto de la información y su organización. También en eJ
~

átnbito de la traducción vale: f.v apxílilv 6 'Aóyoc;, al principio era el


verbo. Ante esto, la lengua del traductor puede y ti ene que liberarse del
sentido, para que no resuene como reproducción la intentio de este,
sino para hacer resonar su propio tipo de intentio como armonía, como
complemento a la lengua en la que se expresa por primera vez. Por lo
tanto no es, sobre todo en el tnomcnto de su creación, el máximo
elogio de una traducción el que pueda leerse como un original de la
propia lengua. Antes bien, el significado de la fidelidad, garantizada
por ]a literalidad, consiste precisamente en que se exprese en la obra la
enorme añoranza de una complementariedad de las lenguas. La verda-
dera traducción es transparente, no oculta el original, y no le quita luz,
sino que hace btillar en el original a la lengua pura, como amplificada
por su propio medio, con tanta mayor plenitud. Esto es, sobre todo, lo
que puede conseguir la fidelidad literal en la transmisión de la sintaxis,
y es precisamente esta la que evidencia la palabra, y no la oración,
como elemento primordial del traductor. Porque la oración es la pared
ante la lengua de] original, la fidelidad literal es la bóveda.
Si bien la fidelidad y la libertad en la traducción se han considerado
siempre tendencias contradictorias, parece que una interpretación más
profunda de la una tampoco las reconcilia a ambas, sino que, por el
contrario, niega todo derecho a la otra. Porque, ¿a qué se refiere la
libertad sino a la transmisión del sentido que debe dejar de ser norma-
tiva? Pero si es lícito equiparar el sentido de una creación verbal y el de
su infortnación, queda muy cerca de él, y, no obstante, infinitamente
lejos, encubierto por él, o, más explícitamente, filtrado por él, más
imponente más allá de la información algo posterior, definitivo.

344
Queda en toda lengua y en sus creaciones, amén de lo comunicable,
algo no comunicable, algo simbolizante o simbolizado, según el con-
texto en que se halle. Lo simbolizante sólo se halla en las creaciones
limitadas de las lenguas; lo simbolizado, por otra parte, en la evolución
misma de las lenguas. Y lo que intenta manifestarse e incluso brotar en
la evolución de las lenguas es aquella semilla misma de la lengua pura.
Pero si esta, se halle oculta o sea fragmentaria, está presente en la vida,
en todo caso, co1no lo simbolizado mismo, entonces en las creaciones
existe sólo como simbolizado. Mientras aquella última esencialidad
misma que es la propia lengua pura en las lenguas sólo está sujeta a lo
lingüístico y sus metamorfosis, en las creaciones está impregnado de
un sentido profundo y extraño. Dispensarla de este, hacer de lo simbo-
lizante lo simbolizado mistno, recobrar la lengua pura para el m o vi-
Iniento lingüístico en una forma creada: en eso consiste la grande y
única virtud de la traducción. En esta lengua.
pura que ya no designa
nada ni expresa nada, sino que es, co.m.o palabra inexpresiva y creado-
ra, lo designado en todas las lenguas, toda información, todo sentido y
toda intención se reúnen finalmente en una esfera en la cual están
· destinados a extinguirse. Y justamente a través de ella se confirma la
libertad de la traducción como un derecho nuevo y superior. No del
sentido de la información se deriva su permanencia, del cual debe
emanciparla precisamente la fidelidad. La libertad se acredita más bien
en la lengua propia, por causa de la lengua pura. La tarea del traductor
consiste en liberar en la propia a aquella lengua pura que está retenida
en la ajena, liberar la que está cautiva en la obra, en la recomposición.
Por consideración a ella rompe barreras caducas de la lengua propia:
Lutero, Voss, Hólderlin, George, han ensanchado los límites del ale-
mán. Según esto, lo que de alguna importancia queda al sentido para la
relación entre traducción y original puede resumirse en una compara-
ción. Del modo en que la tangente roza el círculo ligeramente y sólo en
un punto, y tal y como este contacto, pero no el punto, dictará la ley
mediante la que seguirá trazando una recta hacia el infinito, de igual
forma, la traducción roza al original levemente, y tan sólo en este
punto infinitamente pequeño que es el sentido, para seguir, según la ley
de la fidelidad, con la libertad del movimiento lingüístico, su trayecto-
ria más propia. El significado verdadero de esta libertad lo ha señalado
Rudolf Pannwitz, sin nombrarla, sin embargo, ni justificarla, en expli-
caciones que se encuentran en la Crisis de la cultura europea, y que
quizá sean, junto con las tesis de Goethe en las notas al Diván, lo mejor
que se ha publicado en Alemania acerca de la teoría de la traducción;
allí dice:

345
Nuestras traducciones, incluso las mejores, parten de un
principio falso, quieren germanizar el hindú, el griego, el
inglés; en vez de hinduizar, helenizar o anglizar el alemán.
Tienen un respeto mucho más significativo hacia las cos-
tumbres lingüísticas propias que hacia el espíritu de la obra
ajena ... El en·or principal del traductor consiste en que capta
el estado fortuito de la lengua propia en vez de hacer que
esta sea conmocionada vigorosamente por la lengua extran-
jera. Más aún, cuando la traducción se hace entre dos len-
guas muy distantes, debe insistir en volver a los elementos
principales de la lengua misma donde se unen la palabra, la
imagen y el tono. Tiene que ensanchar su lengua y profundi-
zar en ella a través de la lengua extranjera. No puede uno
imaginarse en qué 1nedida esto es posible, hasta qué punto
cada lengua puede transformarse, cómo se diferencian las
lenguas casi sólo como los dialectos; pero esto no es así si se
las toma uno de1nasiado a la ligera, sino precisamente cuan-
do se las totna uno lo suficientemente en serjo.

En qué medida puede una traducción corresponder aJa naturaleza


o

de esta forma, esto es lo que se determina objetivamente mediante la


traducibilidad del original. Cuanto menos valor y dignidad tiene su
lengua, y cuanto mayor es la información, tnenos provecho podrá
obtener la traducción de ella, hasta que el predominio co1npleto de
aquel sentido, muy lejos de ser la palanca para llevar a cabo una
traducción perfecta, la impida. Cuanto 1nás valiosa sea una obra tanto
más traducible permanece aun con el más leve roce de su sentido.
Naturalmente, esto sólo puede decirse de los originales . Las traduccio-
nes, en cambio, se muestran intraducibles, no por la gravedad, sino por
la levedad con la que el sentido se adhiere a ellas. U na confirmación de
esto, y para todos los demás aspectos de importancia, lo demuestran las
traducciones de Holderlin, sobre todo las de las dos tragedias de Sófo-
cles. Es en ellas tan profunda la armonía de las lenguas que la lengua
sólo roza el sentido del mismo modo en que el viento roza el arpa
eólica. Las traducciones de Holderlin son arquetipos de su forma; la
relación que sostienen incluso con las traducciones más acabadas de
sus textos es la de arquetipos y modelos, como lo demuestra la compa-
ración entre las traducciones que hicieron Holderlin y Borchardt, res-
pectivamente, de la tercera oda pítica de Píndaro. Justamente por eso
hallamos en ellas, antes que en otras, el peligro colosal y primordial de
toda traducción: que se cierren de golpe las puertas de una lengua así

346
ensanchada y regida, y cierren al traductor en el silencio. Las traduc-
ciones de Sófocles fueron la última obra de Holderlin. En ellas se
precipita el sentido de abismo en abismo, hasta el punto de amenazar
con extraviarse en las infinitas profundidades de la lengua. Hay, sin
embargo, un punto de detención. N o obstante, ningún texto, excepto el
sagrado, lo ofrece; en el texto sagrado, en que el sentido ha dejado de
ser la línea divisoria entre el flujo de la lengua y el de la revelación.
Donde el texto pertenece directamente, es decir, sin el sentido media-
dor, en su literalidad, a la lengua verdadera, a la verdad o a la doctrina,
allí es traducible de forma absoluta. Ya no por él mismo, por cierto,
sino exclusivatnente por amor a las lenguas. Ante él se exige de la
traducción una confianza tan ilimitada que la literalidad y la libertad
tienen que unirse en ella, sin tensión· alguna, tal como la lengua y la
revelación en aquel, y eso en forma de la versión interlineal, pues en
algún grado todas las grandes obras, pero en el más alto las sagradas,
comprenden entre líneas su traducción virtual. La versión interlineal
del texto sagrado es el arquetipo o ideal de toda traducción.

347
./

Indice

Prólogo .. .. . .. .. .... .. . ... .. .. .. .. .. ... .... .. . .. ... .. . ... ... .. .. .. .. .. .... ... .. . .. . .. . .. . .. .. . 7
/

ANTOLOGIA DE TEXTOS

Marco Tulio Cicerón


«Del mejor género de oradores» .. ... . .. ... ... .. ... .. . .. . .. . ... ... ... .. ... . ..... 27

San Jerónimo
«Epístola a Pamtnaquio sobre la mejor forma de traducir»...... 32


al-J? iihiz
• •
De El libro de los animales .. .... ... .. . ... .. . .. . .. ... .. .. .. .. . .. ... . .. .. . ... ... ... 45

Sala~ al-Din al-Sqfadl


De al-Gayt al-musayyam fi sarfJ lamiyat al- (agam .................. 49

Martín Lutero
«Misiva sobre el arte de traducir» ............................................. 51

Juan Luis Vives


<<Versiones e interpretaciones» .. ... ........... ................................... 66

Joachim du Bellay
De De,fensa e ilustración de la lengua francesa .. . .. . .. . .. .. . ... ... ... 71

Fray Luis de León


Del «Prólogo» a Traducción literal y declaración del libro
de los Cantares de Salomón .. .. .. ... .. ... .. . .. . .. .. . .. . ... ... ... .. ... ... ... .. . ... 77

Miguel de Cervantes
De Don Quijote, I, 6 ................ . ........ ....................... ................. . 80
De Don Quijote, II, 62 .. ... ..... .... ..... . .. ... ........ ......... ... ........ ... ....... 80

619
Joao Franco Barreto
«Prólogo» a Ene ida portuguesa................................................. 82

John Dryden
Del prefacio a la traducción de las Epístolas de O vi dio . .. .. .. .... 88
Del prefacio a Silvae o segunda parte de misceláneas poéticas 94
De la dedicatoria a la Ene ida .... .. . .... ... .. . .. ... . .. . ... .. ... .. . ... .. ... ... . .... 97
Del prólogo a Fábulas ... . .. .. . .. .... .. . ... .. . .. . .. . .. . .. .. .. .. .. .. ... . . .. .. .. .. .. . .. 99
De Biografía de Luciano. ... .. . .. . .. ... .. ... . .. ... .. . ... ... .. . .. . ... ... .. . .. ... . .. .. 102

J.L. d'Alembert y Denis Diderot


«Traducción», en Enciclopedia o diccionario razonado de las
ciencias, las artes y los oficios .. .. . ... .. . .. . .. ... . .. .. .... ... .. ... .... .. ... .. . .. 105

M elchiorre Cesarotti
De Ensayo sobre la filosofía de la lengua . ... . ..... .. . .. .. . . ... ... .. . .. .. 11 O

José Cadalso
De Cartas marruecas ... ... ... .. .. . .. . .. . .. .. .. ... .. .. . .. .. .. ... .. . .. .. .. .. . .. ... .. . .. 112

Ugo Foscolo
«Intención del traductor» .. . .. .. . .. . ... .. .. .. .. .. .. . .. .. .. . .. .. . ... ... ... .. . .. . .... . 116

Giovanni Carmignani
<<Sobre la traducción>> .. ... ... ... .. . ... .. . ... .. ... .. . .. . .. .. .. .. . .. .. . .. . .. . .. . .. . ... .. 119

Vasili Andréievich Yukovski


«Sobre la fábula y las fábulas de Kry lov» . .. .. .. ... .. .. . ... .. . .. .... . .. .. 124

Johann Wo~fgang von Goethe


De Poesía y verdad .. . .. . .. .. . ... ... ... .. . .. . .. .. .... .. .... .. .. .. .. .. ... . ... .. ... ... . .. 126
De «En recuerdo fraternal de Wieland» .. ... .. .. .. ... .. ... .. ... . .. ... . .. . .. 127
De Notas y ensayos para mejor comprensión del Diván
Occidental-Oriental.................................................................... 127

Friedrich Schleiermacher
«Sobre los diferentes métodos de traducir» .. . .. .. .. .. .. . ... .. . .. .... .. .. . 129

Wilhelm von Humboldt


De la introducción a la Traducción métrica del Agamenón de
Esquilo........................................................................................ 158

Madame la Baronne de Stael


«Sobre el espíritu de las traducciones» .. . .. . .. .... .. ... .. . ... ... ... ... .. . .. 165

620
Pietro Giordani
«Carta de un italiano a los redactores de la Biblioteca» . ... ... ... . 171

Madame de Stael
«Carta de la señora baronesa de Stael Holstein a los señores
redactores de la Biblioteca Italiana» .. .. . .. . .. . . ... . ... .. .. .. .. ... . .. . .. .. ... 179

Giacomo Leopardi
«Carta a los redactores de la Biblioteca Italiana» .. .. ... .. .. .. .. .. .. . 183

A.S. Pushkin
De «Sobre Milton y la traducción de Chateaubriand del
Paraíso perdido>> . .. . ... .. ... ... . .. . .. .. . .. ... . ... .. ... .. .... .. ....... ...... ... ..... ..... 190

/.S. Turguénev
«Guillermo Tell. Obras de S chiller» ........................................... 193

Arthur Schopenhauer
De «Sobre lengua y palabras» ................................................... 197

Matthew Arnold
«Sobre las traducciones de Homero» .. . ... .. ... ... . ................... .... .. 203

Dante Gabriel Rossetti


Del prefacio a Los poetas italianos primitivos .. .. .. . .. . .. .. ... .. .. .. .. . 280

Victor Hugo
<<Los traductores>> .. ..... . .. . ... .. . ... .. ... ... . .. .... .. .. . ... .. ... . .. ... .. . . .... . .. ... . .. 283

Joaquim de Vasconcelos
<<Sobre lengua y estilo» .. .. ... . .. . .. .. . .. .. .. .. . .. ... .. .. .. .... .. ... .. . . .. .. . .. .... .. 309

Friedrich Nietzsche
De La gaya ciencia .. .. . .. . ... .. .... .. .. . . .. ... ... ... .. ... ... . .. . .. ... . .. . .. ... .. ... . .. 317
De Más allá del bien y del mal.................................................. 318

Sulaymiin ibn Jattar al-Bustanz


Del prólogo a La llíada de Homero .......................................... 320

Yen Fu
Prólogo de la traducción china de Evolution and Ethics and
OtherEssays............................ ................................................... 326

621
Futabatei Shimei
«Mi manera de traducir» . .. . .. . .. . .. .. . ... .. . ... .. ... . .. ... ... .. . .. . ... .. .. . .. .. .. .. 330

Walter Benjamin
«La tarea del traductor>> .. .. . .. . .. . .. ... ... ... . .. .. ... . .. . .. ... .. ... .. . . .. ... ... ... .. 335

Ulrich von Wilamowitz-Moellendorf ·


«El arte de la traducción» . ... ... . .. ... .. ... . .. . .. ... ... . .. . .. ... .. . .. . .. ... ... . .. .. 348

Fernando Pessoa
De Páginas de estética, teoría y crítica literaria...................... 352
De Pessoa inédito (Para una teoría de la traducción: 1) .. . .. . ... . . 352
De Pessoa inédito (Para una teoría de la traducción: 2) .. .... ..... 353

Karl Vossler
«La comunidad lingüística como co1nunidad de mentalidad».. 355

Lin Yutang
«Sobre la traducción»................................................................. 377

LuXun
«Traducciones de traducciones»................................................. 394
Borrador de «Título aún no fijado» . .. ... .. . .. . .. .... .. . .. . .. ... ... .. . ... .. . .. 395

Ezra Pound
De «Las relaciones de Guido» ... .. ... . .. ... ... .. . ... .. .... . . ... .. . ... ... ... .. . .. 397

Jorge Luis Borges


«Los traductores de las 1001 Noches» .. ... ..... . .. ...... . .... ... . ... .. . .. ... 41 O

José Ortega y Gasset


«Miseria y esplendor de la traducción» ... ... .. ... . .. .. . .. . . .. .. . ... .. . .. . .. 428

Alfonso Reyes
«De la traducción» . .. ... . .. ... ... .. . .. . .. . .. .. . ... .. . ... .. . .. . .... . ... .. . .. . .. . .. . .. ... 447

Borís Pasternak
«Notas de un traductor» . ... .. . .. .. .. .... . ... .. . ... ... .. ... ... . .. .. . ... .. . ... ... .. . .. 460

Paul Valéry
«Variaciones sobre las Bucólicas» . . .. . .. . .. . ... .. ... . .... . .. . .. . .. . ... ... . ... . 463

Fu Lei
«Prólogo: La traducción y la reproducción pictórica» .. . .. . .. .. . ... 475

622
Benvenuto Terracini
De El problema de la traducción ... . .. ... ..... .. .. ... .. . .. .. . .. ... . .. . .. .. . ... 477

Francisco Ayala
De Problemas de la traducción . .. .. . ... ... .. . .. .. ... .. .. .. . ... .. . ... .. .. .. . . ... 488

Roman Jakobson
«Sobre los aspectos lingüísticos de la traducción» . . ... .. ... ... . .. .. . 494

Hans-Georg Gadamer
De «El lenguaje como medio de la experiencia hermenéutica» 503

Octavio Paz
<<Traducción: Literatura y literalidad»........................................ 51 O

Agustín García Calvo


«Apuntes para una historia de la traducción» ... ..... .... ..... ... ..... .. 521

Taha lfusayn
De Libros y autore.s·.... .. . ... .. . .. ... . .. .. . ... ... .. . .. . .. .. . .. . ... .. . .. ... .. .. .. .... . .. 557
De Ciencia de la literatura . ... .. . .. ... ... .. . ... .. .. . ... . .. .. . ... .. . .. .. . ... ... . .. . 561

Liu Jingzhi
«Apreciación del parecido espiritual y no del parecido formal:
Panorama general de las teorías de traducción desde Yen Fu» . 565

Mao Dun
«Prólogo» a Antología de traducciones de Mao Dun ............... 584

Gianfranco Folena
«Advertencia», en Vulgarizar y traducir................................... 588
/

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS . . .. .. . .. . .. ... ... ... .. . ..... . .. .. .... .. 593

ÍNDICE ANALÍTICO................................................................ 603


/

INDICE DE NOMBRES . .. ... ... .. . ... ... ... ... . .. .. .. . ... .. ... . .. . .. ... ... .. . ... .. 605
/

IND1CE .. ... .. . .. ... ... ... .. . .. .... .. . .. . .. .. . ... .. . ... .. . ... . .... ... ... ... .. ... ... .. . ... .. . .. 6 21

623
t

n tiempos recientes, quizá al amparo de esa 1

instrumentalización de las saberes humanísticos que han


o

señalado no pocos pensadores, la teoría de la traducción


-al igual que otras disciplinas a las que suele
clasificarse bajo el epígrafe de lingüística aplicada ha
conocido un desarrollo y ha reclamado para sí un interés
de los que no gozaba desde los tiempos de las disputas
respecto de la pertinencia de las traducciones de los
textos sagrados, o desde el primer desarrollo del
historicismo lingüístico o desde las elaboraciones teóricas
de los neogramáticos.
Sin duda, los modos de estudio han variado
grandemente, y el historiador, el lingüista, el filósofo, el
sociólogo y aun el poeta o el novelista han visto cómo se
solicitaba su concurso para participar en esta tarea, y se
ha visto cómo se reconciliaban actitudes que en otra
época se habían enfrentado encarnizadamente.
La interrelación de las diferentes perspectivas
culturales, agregada a los diferentes enfoques con los que
hoy se estudian los problemas de la traducción pedían un
libro en el que se expusiera una muestra representativa
de lo que ha sido la teoría de la traducción a lo largo del
tiempo, y a través de las diferentes culturas en las que se
ha manifestado la necesidad de comprender este
fenómeno. Teorías de la traducción: Antología de textos
presenta al lector interesado algunos de los momentos
más salientes del debate que esta teoría ha suscitado;
pretende, asimismo, enriquecer esta presentación al •

incluir textos que pertenecen a tradiciones culturales o


lenguas poco o mal representadas anteriormente. :
'1

~
oo
~-"t.
o

J.- ' ..

DIPUTACIÓN PROVINCIAL
TOLEDO

Ediciones de la Universidad
de Castilla-La Mancha

9 788488 255884

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