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Nombre: Mantuano Macías Diego Omar

Curso: Seminario de San Agustín


Profesora: Dorothea Ortmann
Resumen #1 San Agustín: Contra los académicos. Libro I, cap. II-IX
En el capítulo II Sobre la felicidad, San Agustín interpela a Trigecio y Licencio acerca
de la importancia de conocer la verdad. Esto a pesar de que es posible ser feliz sin
necesidad de conocer la verdad. Trigecio afirma que, si se obtiene la felicidad, entonces
no habría necesidad de buscar la verdad. Licencio también asiente con esta afirmación,
no obstante, necesita reflexionar un poco más acerca del tema. En torno a esta reflexión
Agustín vuelve sobre la posibilidad de que no se puede ser feliz sin hallar la verdad.
Trigecio sigue considerando que no es así. A esto, Licencio hace referencia a los
predecesores que han sido sabios y felices sin necesidad de buscar la verdad. Ya en el
capítulo III, Trigecio afirma que un hombre feliz es aquel que es en todo un perfecto
sabio, sin embargo, si este solo permanece en la búsqueda de la verdad, corresponde con
el perfil de un hombre imperfecto y, por tanto, de un hombre sin felicidad. En replica a
Trigecio, Licencio cita a Cicerón, quien creyó que es feliz quien busca la verdad,
aunque no sea capaz de encontrarla. En otras palabras, el hombre nada puede conocer, y
en ese sentido debe estar en constante búsqueda de verdad. Además, en esta constante
búsqueda de la verdad, puede verse asaltado por el error y esto le hace corregir sus
afirmaciones.

Además, para Licencio, el progreso de la filosofía se encuentra en hallar lo justo y


verdadero, que adjudicarse una victoria en una discusión. En oposición, Trigecio vuelve
al argumento de que un hombre que se encuentra en búsqueda de la verdad, no es
perfecto y, por tanto, no es feliz. Licencio afirma que quien no ha llegado hasta el fin, es
imperfecto, pero no necesariamente infeliz. Quizá el hombre se encuentre con dicha
verdad, en el momento en que su alma abandone el cuerpo, haciendo alusión a una
dicotomía en el ser humano, donde el cuerpo es impedimento para que el alma que
alcance los bienes eternos. Ante esto, Trigecio sigue aludiendo que el deseo apasionado
por la verdad puede llevar al ser humano a la desdicha. Para Licencio, la felicidad del
hombre consiste en la búsqueda perfecta de la verdad. Puesto que, ha nacido con un
propósito, que es alcanzar el fin de la vida. Y si por algún motivo no puede alcanzar la
ansiada verdad, no debe culparse por aquello, pues así la naturaleza lo ha dispuesto.

En el capítulo IV, Trigecio retoma la idea del error como condición para no vivir según
la razón y ser infeliz. Y el hombre que busca siempre y jamás encuentra está en error
permanente. No obstante, el hombre feliz no puede estar en el error, puesto este busca
rectamente para no caer en el error. San Agustín intervino para aclarar que significa el
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error. Sobre esto, Licencio comenta que el error consiste en afirmar lo falso por lo
verdadero. Además, no se ha dicho que sea feliz que el que busca siempre la verdad.
Esto por el hecho de que el hombre no siempre ha buscado la verdad o no la va a seguir
buscando después de la muerte debido a su finitud. Por tanto, no cae en el error quien
busca rectamente la verdad, y si no llega a encontrarla, es feliz porque vive según la
razón.

En capítulo V, Trigecio afirma que la sabiduría es el camino recto de la vida. Licencio


le parece ridícula tal definición, puesto que no hay camino mejor de la vida que el que
cada uno recorre para no caer en la muerte. Ante esto Trigecio, se pregunta si ¿Acaso la
naturaleza no ha querido que en nuestra alma exista una noción más clara que la de
sabiduría? Al dar respuesta a esta preguntado, al día siguiente se continuo con la
discusión. En el capítulo VI, Agustín hizo memoria de la definición que se venía
manejando hace algún tiempo. Consiste en que la sabiduría es la ciencia de las cosas
humanas y divinas. Con respecto a esta definición, Licencio recuerda a Agustín de un
hombre llamado Albicerio, que era tomado por sabio debido a sus correctas respuestas a
pruebas que se le hacían sobre cualquier tema.

Ya en el capítulo VII, Trigecio expresa que entiende por ciencia lo que está constituido
por cosas comprendidas por la inteligencia, de tal modo que no se deba cometer errores
o caer en la duda. La ciencia al parecer solo se encuentra en los sabios, puesto que todo
lo que conocen lo tienen por verdadero y lo defienden. Sin embargo, a estos se les ha
encontrado cosas falsas. Por otro lado, se interroga sobre la posibilidad de considerar el
azar parte de las cosas humanas. Más, sin embargo, afirma que la ciencia de las cosas
humanas es aquella que conoce la prudencia, la templanza y la fortaleza. Por ello, estos
sabidos podrían superar a las personas en la agudeza de sentidos, pero no en la razón.

En el capítulo VII, se hace alusión a las cosas divinas como mejores que las cosas
humanas, en torno a la sabiduría. Trigecio interpela a Licencio con eta pregunta:
¿Admites que Albicerio conocía la verdad? A lo que Licencio responde que sí. A esto
agrega que la verdad es mejor siempre buscarla que encontrarla alguna vez. Para
Licencio la sabiduría es la búsqueda diligente de la verdad. Por el solo hecho de
investigar una persona es sabia; y por ser sabia es feliz ya que aparta de su mente de
toda atadura corporal, se concentra en sí mismo y en Dios. Por último, el capítulo IX
concluye con la recapitulación de San Agustín entorno a los argumentos presentados
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tanto por Trigecio como por Licencio abordando el tema de la verdad, la sabiduría, la
felicidad.

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