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Néstor Braunstein - El Discurso Del Psicoanálisis PDF
Néstor Braunstein - El Discurso Del Psicoanálisis PDF
del psicoanálisis
volumen o cargo de
néstor o brounstein
mirto
bicecci
rodrigo s.
toscano
néstor a. braunstein
daniel gerber
maría teresa orvañanos
juan david naslo
frida saal
adalberto levi hombro
· ángeles de la mora
héctor arruabarrena
·onathan scott lee
)J((J coloquios
~~\~!~~~º de la fundación 4
psicología
y
etología
a cargo de
NÉSTOR A. BRAUNSTEIN
)l(I
siglo
veintiuno
edtores
MfXICO
ESPAÑA
ARGENTINA
COLOMBIA
INDICE
Prólogo 7
III. TOPOLOGERÍA
por Juan David Nasio 47
[5]
•
6 INDICE
... •
PRÓLOGO
¿Quién habla cuando se habla una vez que se acepta que el sujeto
es un efecto y no el autor de su decir?
¿Cómo pensar la posibilidad de un discurso que no seña
semblante y donde el agente no estaría en el lugar de transmisor de
un saber preconstituido sino en el de objeto que tiene por función
desencadenar la verdad por medio de eso que se llama interpreta-
ción?
¿Qué hacer para pro-mover la teoría de este recién llegado al
campo de los vinculos sociales, el discurso del psicoanálisis?
¿Cuál es el sentido de aferrarse a la producción del sentido, efec-
to del saber inconseiente, oponiéndose a la dominancia en la reali-
dad del saber proposicional, el de la universidad y el de la
ideologia, el que supone que la proposición con su sujeto, su verbo
y su complemento es el lugar donde reside la verdad?
Éstas son algunas de las preguntas que indujeron el título del
Cuarto Coloquio de la Fundación, realizado, como en oportunida-
des anteriores, con los auspicios del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnologia, El Colegio de México y Siglo XXI Editores.
El saber y la verdad, el incesto y el Edipo, las teorías y la teoría
de la sexualidad, la demanda y el goce, las vicisitudes históricas de
este discurso nuevo y su lugar más allá de la economía, su relación
con el discurso de las ciencias y las vueltas y revueltas de su
topología peculiar son los temas que, por elección de los autores in-
vitados a panicipar en el coloquio, se diseñan, se bordan y se bor-
dean en los textos que siguen.
Los autores no pueden ser sino el efecto de sus decires. Por eso
sobran las presentaciones y los datos biográficos. Toca al lector
construirlos construyéndose.
De todos modos, ¿quién es· el autor?, ¿quién es ~l Segismundo
que aparece mencionado como rey de Roma en el desasosiego de
Bernardo Soares, ese autor que es una realidad que nunca existió
porque es un heterónimo, una creación de esa realidad que si exis-
tió con el nombre de Femando Pessoa?
Ángel Crespo, que organizó y calzó las notas al Libro del desaso-
siego, de Bernardo Soares, se ve en aprietos para ubicar histórica -
mente al tal Segismundo. Y es ~ue el Segismundo de Soares-Pessoa
[7]
8 PRÓLOGO
NOTA: El lector podrii. consultar: Fernando Pessoa, Libro del desaso~iego, Barcelo-
na, Seix Barral, 1984, pp. 42-43, y Bias Matamoro, "Fingir y fungir", trabajo apa-
recido en el núm. 425 de Cuadernos Hispanoamericanos (noviembre de 1985),
Madrid, pp. 171-182.
l. DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS
MIRTA BICECCI
Las relaciones entre los primeros que abrazaron la causa del psico-
análisis no estuvieron exentas de los sintomas habituales de las co-
munidades analíticas, tales como rivalidades, competencia, inclina-
ciones a autorizar o desautorizar en situaciones y con criterios no
del todo analíticos. Genealogfa del psicoanálisis, de la que hereda-
mos esta historia entretejida y puesta en acto de las relaciones soste-
nidas por los discípulos y su maestro. Historia fantasmática, si se
permite llamarla asf, de las condiciones y situaciones que produje-
ron de una u otra manera el discurso psicoanalitico y que hasta
cierto punto, prestando su cuerpo a éste, fueron la condición mis-
ma de su transmisión.
La relación Freud-Fliess marc~ los orígenes del psicoanálisis; ras-
trear su transmisión a los discípulos de Freud y la función que
cumplió la creación y organización del movimiento psicoanalitico
con relación a ella, será nuestra tarea. Nos remontaremos a la
"Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico" (1914) . 1
FREUD Y SU OBRA
(9]
MIRTA BICECCI
5 /bid., p. 8.
4 Véase S. Freud, "Autobiografia (1925)~ en Obras completas, cit., t. xx.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 11
CI_U:ACIÓN DE LA INSTITUCIÓN
5
Véase S. Freud, "Con~ribución ... ", cit., \ XIV, pp. 24·25.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANALISIS 13
6
!bid., p. 42.
7
Ibídem.
14 MIRTA BICECCI
8
Ibidem.
9
Ibidem .
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 15
IOIbídem.
11S. Freud, "¿Debe el psicoanálisis enseñarse en la universidad? (1918-1919)", en
Obras completas, cit., t. XVII, p. 169.
16 MIRTABICECCI
12
Véase S. Freud, "Contribución a la historia ... ", cit., p. 52.
13 !bid., p. 49. .
14
!bid., p. 47.
DFSEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 17
15 /bid., p. 56.
16
!bid .. p . 58.
18 MIRTA BICECCI
EL COMITÉ SECRETO
17
Mkhrl Foucauli. El ord1•11 dt•I disc11r.m . Barct>lona. Tusqurts Editorrs. 1980.
p. 36 .
18
/bid .. p. 37 .
• F. Nirtlschr. A.<í lwb/á ZarallL~lra . C'Ítado por Jung r o Jung-Frrud . Corrc.</JOll ·
d1•11cir1. Madrid. Taurus. 1979. p. 56\.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 19
19
E. Jones, Vida y o bra de Sigmund Freud, Barcelona , Anagrama, 1981 , p. 165.
"20 /bid .. p. 167 .
21 /bid .. p. 178 .
20 MIRTA BICECCI
22
Freud-Jung, Correspondencia, cit.. f . 561.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 21
EL PROBLEMA DE LA FORMACIÓN
EL PSICOANÁLISIS Y SU TRANSMISIÓN
24
F. Julien, "El debate entre F~eud y Ferenczi. Saber cómo hacer o saber estar
ahi", en Omicar?, núm. 1, Barcelona, Petrel, 1981.
DE.SEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 25
15
Oi. Melman, "Hijos del psicoanálisis", en Omicar?, núm . 2, Barcelona, Petrel,
.981. p. 65 .
26 MIRTA BICECCI .
26
S. André, "Wilhelm Fliess, 1858-1928 L'analyste de Freud?", en Ornicar? ,
núm. 30, París, p. 163.
27
lbidem.
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 27
28
J. Miller, Cinco conferencias caraqueñas so bre Lacan, Caracas, Ed. Ateneo ,
1980.
28 MIRTA BICECCI
a~ S
Que esto se produzca al final del análisis depende del saber estar
ahí del analista ; ahí como semblante de a , al encuentro de lo real.
El fin del análisis será marcado entonces por la caída de ese resto,
desecho de la operación analítica a que queda reducido y que se
diferencia de lo que sostiene la transferencia en sus formas positiva
o negativa .
En ese momento se transmite algo; algo del sujeto mismo que se
prestó a la experiencia y que tiene que ver con la subjetivación de
la muerte .
Esto hace inasimilables el discurso del analista y a su dispositivo,
por cualquier otro discurso. Impotencia de la teoría e imposibili-
dad de la institución para transmitirlo.
El discurso del analista es, ya lo habíamos dicho , opuesto al del
amo y al de la universidad como correlato del primero , porque en
ellos el poder o el saber académico imperan y obturan ese en -
cuentro con lo real. Lacan lo escribió como sigue:
de 180° con el
discurso del analista
•
escribirse, articula la función de la escritura a la función del analis-
ta y nos devuelve a la cuestión de la antítesis entre el análisis y la
institución tal como se ha caracterizado hasta aqui.
La preocupación de Freud le llevaba a asegurar, garantizar, evi-
tar que el psicoanálisis se perdiera y su recurso fue la institución y
más tarde el comité. Se clausuraba con esto el lugar de la pérdida
como condición de la transmisión.
Nos queda repensar el problema de qué "comunidad" posible
habría para los analistas, una comunidad orientada en torno a eso
que el análisis devela. Problema de la formalización de la ex-
tensión del psicoanálisis que invita a reflexionar una vez más la
propuesta del 9 de octubre de 1967, que formulara Lacan .
11. LA TEORÍA Y LAS TEORÍAS SEXÚALES INFANTILES
• INTRODUCCIÓN
Con el Menón, para tomar un ejemplo privilegiado, se establece
una dimensión del pensamiento como producto del sujeto que lo
porta sin pensar. Después, el énfasis de las investigaciones se coloca-
rá en la perspectiva, consecuente en cierta medida, de aplicarse
con exclusividad al producto, es decir al pensamiento, al margen
del sujeto .
La medición vendrá a ocuparse de uno queriendo hacerlo, en
realidad, del otro.
Así, cuando la perspectiva freudiana encuentra la abstracción
más pura (el número como aquello que representaría al sujeto por
sus comportamientos), en ese momento puede reintroducir -una mo-
dalidad de abordaje que no excluye ninguna de las opciones utili-
zadas. Pero privilegia algunas, y tras el número hay una voz y una
escucha ... como displicente una en su ocurrencia, como desintere-
sada otra en su flotar.
Es que sabe que si el sujeto es un "funcionario del dicho"
(Miller), quien escucha se trueca en un promotor de la verdad.
Pero si tal verdad está, simplemente porque aparece, sin necesi-
dad de pertenecer a uno u otro, o de ser contabilizada, o aun de
solicitar su aparición, lo que se demuestra es una concurrencia al-
tamente inestable entre el sujeto y el "producto".
Y la perspectiva se desplaza. Y se examina la determinación de
la verdad sobre el sujeto .y se encuentra un hoyo.
Pero si hay un hoyo es que hay un borde, y el borde se examina
a su vez, y el borde es un punto de concurrencia de la verdad y de
aquel :i quien la verdad atañe.
Es que el borde. se fransforma en algo así como un litoral que
(30]
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 31
une y separa, pero al hacerlo permite que coincidan dos medios de-
siguales. Es el punto donde se está en ambos campos a la vez.
La zona erógena viene a ser, en la historia del psicoanálisis, ese
litoral, ese borde.
Las teorías sexuales infantiles aparecen como eso que dibuja, por
vez primera, el contorno del borde.
Nuestra· intención en este trabajo es abordar las teorías sexuales
infantiles con esta óptica e intentar alguna articulación respecto a
las mismas .
1 J. Laca1». ''Más allá dd 'principio de realidad ' ·-_ en Escritos l . MéxiC'o. Siglo
l.
Pero los conceptos del psicoanálisis están allí, y es a
causa de ellos que el psicoanálisis dura . Los otros se sir-
ven de ellos, y no pueden dejar de hacerlo, pero de un
modo que no es ni integral, ni articulado, ni capaz de
hacerse comprender, ni de transmitirse, ni aun de de-
fenderse.
J. LACAN
¿Qué implica eso que llamamos dimensión del discurso? Que el dis-
curso nos va a dar cuenta de eso que funda la palabra en su acto,
porque veamos qué sucede cuando "se toma la palabra".
Al tomar la palabra, se toma posición ante otro, es decir uno se
transforma en agente del discurso y el otro en el destinatario del
mismo. Si al tomar la palabra se toma posición, Lacan recuerda
que igualmente "se recibe algo cuando recibimos la palabra". 7 Así,
tenemos varios lugares delimitados: el del agente, el del otro y el de
eso que es efecto del discurso, es decir lo que el discurso produce,
la producción.
Sin embargo esta producción no es una producción cualquiera,
ella misma produce efectos, ella misma está en relación con otras
producciones, con otros efectos de sentido. Por eso podemos decir
que su límite último y su apelación se dirigen a una verdad.
Es así como tenemos esos cuatro lugares que, según nos enseña
Lacan, son inseparables de la dimensión de discurso: el agente, el
otro, la producción y la verdad. Esto puede escribirse así:
!
36 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO
4 // 3
s ~ s ~ s --3!a s ...
Por ejemplo, si tomamos una palabra cualquiera de un dicciona-
rio cualquiera , ella como término remite a otro término - denun-
ciando así la ambigüedad de ser término de un círculo , es decir,
in-terminable - ' el término segundo respecto a ella y sin el cual
ella misma carecería de significación, es decir que el sentido que
sea el suyo se lo otorgará el significante que la signifique. A es-
te segundo significante lo lla'llamos S2 , que aquí :.• •plifica al resto
de significantes con quien se encadene: S1 - S2 , es decir S2 co-
mo el tesoro de todos los significantes y al cual en última instancia
es a quien se apela buscando un testigo del decir. Pero .. . este testi-
go es a la vez el testimonio :
LAS TEORfAS SEXUALES INFANTILES 37
el agente ~ el otro
y el sujeto (S) guarda con ellos una relación particular. Desde luego
el sujeto habla en nombre de S 1, lo cual no quiere decir sino que el
S es quien, ocupando el lugar de S 1 , va a ser significado por S2 :
s - s2
',......,
s
En toda esta secuencia, de esa relación, y siendo el sujeto no más
que pura representación, se produce también un resto, un plus, co-
mo testimonio del efecto del significante en la constitución del suje·
to. Ese resto, ese plus, es el objeto a, la prueba de la marca signifi-
cante y también la comprobación del estatuto deseante del sujeto S.
Tenemos, pues, los cuatro términos en correspondencia con los
cuatro lugares:
S // a
s S1 a s s a
a 11 s2 s2 11 si S1 11 s
Discurso de Discurso del Discurso de la
la histeria analista universidad
Bajo esta consideración la histeria vendrá a ser, más que una en-
tidad clínica, una modalidad de discurso, ése precisamente por el
cual Freud muestra preferencia, y que como todo discurso, como
toda toma de posición, implica cierta liisteri.z ación, es decir cierta
relación con el saber.
Como vemos en cualquier caso de histeria, con Dora por
ejemplo; con eJla se establece la exigencia en Freud de producir un
saber que responda y que dé cuenta de la transferencia que se de-
nuncia.
Dicho de otro modo se amerita una toma de posición ante el
amor, ante lo cual no hay que olvidar que los enamorados son esos
seres que, básicamente, se nutren de palabras buscando la confir-
mación en el otro de la propia transferencia , es decir la confirma-
ción de un imposible.
Por eso, en el fondo, el discurso de la histeria es un discurso im-
posible. Ese discurso donde se evidencia que toda pregunta es pre-
gunta por la ausencia de un significante; donde toda pregunta, co-
mo decía J.-A. Miller en su seminario de 29 de marzo de 1984, es a
fin de cuentas una pregunta sobre la mujer.
Ésa es la pregunta fundamental en la histeria ya que no hay sig-
nificante de la mujer, "¿qué es ser mujer?".
Ese discurso donde a la pregunta, que es traducción de la ante-
rior, ¿qué desea una mujer? se sepa:
"Desea un amo".
-Sí, pero un amo sobre el cual ella reine.
"Aunque [ ... ) no gobierne."
El discurso del amo, a su vez, es fundamentalmente una modali-
dad de discurso de la conciencia, de maestria. Todo discurso pre-
tende cierta maestría sobre un significante, no olvidemos que quien
habla toma -a veces por asalto-;- la palabra. Sin embargo, en este
discurso h~y un depositario del saber, ése es el esclavo; el amo, él se
reserva el goce, el esclavo dispone sólo del saber. La dependencia
mutua es mayor de lo que supone.
"Pienso 1, luego soy a." .
El discurso de la universidad es un discurso que sostiene el saber.
Ese saber que permite la ilusión1 de tener maestría sobre el goce, ese
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 39
saber que ocupa el lugar del agente para promover sujetos S escin-
didos cuyo discurso se sepa no sabiendo todo sino siendo todo-
saber.
En el discurso del analista, éste ocupa el lugar de algún objeto a
del analizante en el lugar del agente, por eso un saber es supuesto,
por eso se va al análisis. Se supone sabido el saber propio en el
otro.
Suele haber una respuesta muy común en el transcurso de un
análisis ("no sé") ante una pregunta cualquiera a una ocurrencia
cualquiera. Aquí se invierte la articulación de la cual Lacan nos
habla en el Seminario VI: "el sujeto que dice que el otro no sabe ,
se pla'ntea a sí mismo como sabie~do". El "no sé" dicho por el ana -
lizante remite, pues, a la prueba del lugar donde se coloca para él
el sitio de su saber.
El "no sé" del analizante es semejante a la expresión cotidiana
"[ ... ] tiene un no sé qué". Ambos son significantes que dan cuenta
de la falta de un significante; el no saber de ambas expresiones no
indica sino la ausencia de algo que debería estar ahí, en ese lugar;
y en verdad está, pero aparece como ausencia, como falta, como
un menos: - 1. De este modo en el análisis se hace posible el acce-
so a una verdad, pues sobre el lugar que delimita ese no saber la
verdad encuentra su lugar.
Para el analizante, Sz se presenta en el lugar de la verdad como
eso latente. El analista debe venir a ocupar el lugar de objeto a del
goce del 'otro, sól.o para ser desechado en el momento en que el
analizante sepa que el destinatario de su palabra no es el interme-
diario real.
Todas estas posibilidades discursivas se dan porque si aislamos
los cuatro términos en juego (SI' S2' S y a) lo que tenemos es, por
un lado, la pareja de términos que forman la cadena significante y,
por otro lado, la pareja que forma el fantasma ( .S <>a).
Veamos por un momento cuál es el interjuego que entre ellos se
establece:
Lo simbólico y lo imaginario
lI
Scilicet, I , p. 87
8
J. Lacan, "Subversión del sujeto .. . ", en Escritos 2, cit., p. 784.
42 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO
9
S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, en Obras completas , cit., l. VII, p. 171.
JO !bid., p. 176.
11
S. Freud, "A propósito de un caso de neurosis obsesiva (caso del 'hombre de
las ratas')", en Obras completas , cit., '(. x, p. 191 (cursivas nuestras).
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 43
~s ...
12
J.-A. Miller, "Acerca de lo real" (seminarios de Caracas de 1979), en Analíti-
az, 3/4, diciembre de 1980, Caracas, Ateneo.
44 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO
1
' J. Lacan , "La ciencia y la verdad", en Escritos 2, cit., p. 846.
14
S. Freud, "Construcciones en el análisis':. en Obras completas, cit., t. XXIII, p.
259.
15
J. Lacan, Seminario 11 , Par'IS, &l.itions du Seuíl, 1973, p. 160.
LAS TEORIAS SEXUALES INFANTILES 45
16
S. Freud . "A propósito de un caso de neurosis obsesiva .. . ", dt .. p . 99 .'
46 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO
47
48 JUAN DAVID NASIO
concluir que, de los dos, sólo lo real interior tenía alguna posibili-
dad de ser cognoscible. 1
Una observación doble habrá de complicar esta simple división
de los mundos. Primero, suponiendo que se pueda captar lo real
interno, hace falta un dispositivo exterior, pero dependiente de las
condiciones de ese mismo real interno. Ese dispositivo técnico no es
para Freud el concepto, el pensamiento o el conocimiento sino la
misma experiencia psicoanaUtica. Estos dos mundos aparentemente
separados se interpenetran en la relación analítica bajo la forma
cruzada de un quiasma que conecta el deseo del paciente con el del
psicoanalista. La frontera es tan amplia que absorbe los dos mun-
dos que separa.
Después, segunda observación, al final de su vida, Freud llegó a
concebir de otro modo la división interior-exterior. Sin aclararlo
verdaderamente, admitía que el aparato psíquico tenia una exten-
sión en el espacio Y. que, a su vez, el espacio era la proyección de
este aparato. 2 · 3 ,,ji'
Sin embargo, a pesar de esos últimos interrogantes, la obra
freudiana y en general los psicoanalistas, cuando practican el aná-
lisis, siguen perplejos por esta intuición indesarraigable de que el
psiquismo es un adentro limitado por una superficie (la piel) vuelta
hacia lo real interior.
A la dualidad de los reales freudianos sucede una topología laca-
niana que pone en juego relaciones más precisas. En lugar de dos
reales, se trata de uno solo, unívoco, sin división, esencialmente de-
finido por su modalidad de ser imposible de representar y en el
cual el psicoanálisis sitúa la dimensión del sexo que es imposible de
agotar . Fi·ente a lo real está el sujeto, y entre los dos, el conjunto
<le los medios con los cuales el sujeto aborda lo real del sexo. Me-
dios relativos a los significantes y medios relativos al objeto a; los
primeros se llaman síntomas, los segundos fantasmas. Así, entre el
sujeto y el sexo se encuentra una serie de relaciones causales, en
"[ ... J no vamos a tardar en saber con satisfacción que la corrección de Ja percep·
1
ción interna no ofrece una dificultad tan grande como la de la percepción externa.
que el objeto interior es menos incognoscible que el mundo exterior" . S. Freud, "Lo
inconsciente", en Trabafos sobre metapsicología , en Obras co mpletas, cit., t. XIV .
2 "Si se está familiarizado con la insólita concepción espacial del apa rato
psíquico[ .. .]" (Esquema del psicoanálÚis, en Obras completas. cit., t. xxrn, p. 93).
5''"'La espacialidad acaso sea la proyección del carácter extenso del aparato
psíquico. Ninguna otra deducción es verosímil. En lugar de las condiciones a pnºori
de Kant, nuestro aparato psíquico. Psique es extensa, nada sabe de eso" ("Conclu-
siones, ideas, problemas" , en ibid., p. ·302).
TOPOLOGERIA 49
figura 1
figura 2 figura 3
figura 4
TOPOLOGERÍA 51
figura 5
figura 6
rcc~~do de la hormig~
oco~
llnea de falsa
! figura 8
+<O>
intersección
\ disco
figura 7
figura 9
54 JUAN DAVID NASIO
·"'
6
Término ~on el que Pierre Soury babia calificado nuestro proyecto durante una
discusión de este texto. '
IV. MÁS¿ ALLÁ DE LA DEMANDA
MARÍA TERESA ORVAl"IANOS
INTRODUCCIÓN
¿Qué es lo que aparece más allá de la demanda y más acá del go-
ce? Es el deseo. Es más allá de la demanda donde el objeto se cons-
tituye como objeto de deseo, interpuesto entre el sujeto y el goce .
Escribir sobre el más allá de la demanda seria escribir acerca de
lo imposible, desde lo imposible del deseo, de este deseo del Otro,
de este deseo inalcanzable e i!lnombrable que nos constituye como
sujetos.
Escribir sobre lo imposible e innombrable produce angustia, an-
gustia de quedar atrapado en el deseo del Otro sin poder nombrar·
se , la angustia sin nombre, ese significante que falta y que no
puede representar al sujeto ante otro significante.
Al mismo tiempo es el deseo del Otro que mediante su demanda
llama al sujeto a la existencia; demanda del Otro que es expresión
de su deseo. El sujeto existe porque el Otro le demanda que desee
su deseo, a partir del deseo se es, el sujeto se sostiene en el ser, de-
seamos y luego somos, el deseo como esencia misma del hombre,
perseveración en el ser, decía Spinoza. El sujeto deja de desear en
el momento mismo de la muerte y del goce.
El momento del goce es el momento en donde la demanda y el
deseo coinciden, momento instantáneo del orgasmo, que paradóji-
camente lleva a la fuente de insatisfacción más profunda , ya que si
se goza no se desea y si se desea no se goza.
En el goce el deseo pierde su continuidad; ·es por esto por lo que
el deseo es defensa ante el goce por medio del fantasma.
El goce está planteado como más allá del principio del placer y
se encuentra en el horizonte de la muerte; es ese lazo esencial con
la pulsión de muerte. La repetición se funda en un eterno retorno
al goce. La repetición supone entonces la pulsión de muerte, pero
[56]
MÁSALLÁDELADEMANDA 57
1
El rasgo unario (einzinger Zug) que Freud en Psü:ología. de las masas y análisis del
yo delinea como una de las formas de lo que él llama identificación secundaria, y Lacan
establece como el fundamento y el núcleo del ideal del yo.
58 MARIA TERESA ORVAl'ilANOS
2
J .. Lacan, "De un Otro al otro. Seminario XVI" , 22 de enero de 1969 (inédito).
3
J. Lacan, "La Identificación . ~inario IX", 1961 (inédito).
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 59
4
J. Lacan, "De un Otro al otro. Seminario XVI", cit.
5
J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminan"o XI
(1963), Barcelona, Barral Editores, 1977, p. 148.
6 "Ya que toda la naturaleza es similar y el alma ha aprehendido todo, nada impide
que recuerde una sola cosa (que es, por lo demás, lo que se llama 'aprender'), encuentre
en sí todo lo demás si tiene valor y no se cansa en la búsqueda, ya que buscar y aprender
no son más que reminiscencia" (Platón, "Menón o de la virtud", en Diálogos, México,
Editorial Porrúa, 1979).
7
Repetición en Heidegger- Wiederholung (como en Freud) que traduce Gaos por
"volver a andar el camino", véase la introducción hecha por José Gaos a M. Heidegger,
El ser y el tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 1977.
8 /bid ., p. 74.
60 MARIA TERESA ORVA~ANOS
9
SOren Kierkegaard, R epetüion (Report by Constan/in Constantius) , edición y
traducción de Howard V. Hong y Edna H . Hong, Nueva Jersey, Princeton Univer-
sity Press, 1983.
IO /bid .
11
J . Lacan, "Función y campo de la Palabra", en Escritos 1, cit., p . 306 (cursivas
nuestras).
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 61
12
S. Freud, "Lo ominoso'" en Obras completas, cit. , t. XVII , p. 238.
u S. Freud, "Recordar, repetir y reelaborar" , en Obras completas, cit., t.XIJ .
62 MARÍA TERESA ORVAl'il"ANOS
14
S. Freud , "Sobre la dinámica de la transferencia" , en Obras completas, cit .•
t. XII, p. 105 .
15 "Tras cancelar la resistencia yoica es preciso superar todavia el poder de la compul-
sión de repetición, la atracción d.e los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional
reprimido, y nada habrla que objetar si se quisiera designar ese factor como resistencia
de lo inconsciente" (S. Freud, Inhibición, síntoma y angustia, en Obras completas, cit.,
t. XX , p. 149).
16
"La tercera forma de manifestación del masoquismo , en cierto sentido la más im-
portante, sólo recientemente ha sido apreciada por el psicoanálisis como un sentimiento
de culpa la más de las veces inconsciente" (S. Freud, El problema económico del maso-
quismo , en Obras completas, cit . , t . XIX, p . 167) .
. J. Lacan; "Función y campo de la palabra en el lenguaje del psicoanálisisº', en
17
c¿:--;s~,::~~~~========:;::::::::::::::::;t7"l
figura 1
4Y
-
3 4
N>
figura 2
figura 3
El toro está representado por dos vados, el vacío del espesor del
toro que es hueco y el vacío central~ La relación entre estos dos
vacíos configu ra dos tipos de círculos irreductibles que no pueden
topológicamente transformarse en un punto porque encierran un
vacío. Estos círculos son irreductibles en función de un límite que
demarca un exterior y un interior. El toro fácilmen te puede ser
expresado sobre una hoja de papel en dos dimensiones (figura 2).
Los dos vacíos del toro lo hacen irreductible a una superficie esféri-
ca y la esfera no puede ser transformada en un toro sin que realice-
mos un corte y un pegado. El vacío central del toro es un aspecto
sobre el cual Lacan ha insistido.
Tenemos que comenzar afirmando que el toro, en tanto quP asi-
milado a la estructura del sujeto, no está ya ahí; el toro se configu-
ra por medio dC' la repetición <le las demandas del sujeto que son
66 MARÍA TERF.SA ORV Al'ilANOS
figura 4 figura 5
I
I
I
/
_.... /
---
/
figura 6
figura 7 figura-8
cortc2
corte l
figura 11 figura 12
figura 13
J
___,.,
- figura 16
__.
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 73
figura 17
25
Christianne Olivier. Les enfants de focaste, París, Editorial Denoel./Gonthier,
1980, p. 126.
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 77
ÁNGELES DE LA MORA
J.LACAN*
[79]
80 ÁNGELES DE LA MORA
1
S. Freud , La interpretación de los sueños, en Obras completas, cit. . t. Vil.
ACTO ANALÍTICO 81
guntarse por los dolores de castración que hay que asumir para pa-
gar esa única deuda que es con el deseo.
Y qué es el deseo sino aquello que nos sostiene como sujetos en la
trama significante, aquello que nos hace enraizamos en un destino
particular, aquellos que nos concierne por excelencia y lo único
que NO PODEMOS CEDER, como dijo Lacan en su seminario de la
Ética; ya que esa cadena nos golpea con insistencia, nosotros lapo-
demos olvidar, renegar y aun forcluir, pero el Significante "no nos
olvida" -aunque no sepa nada de nosotros-, insiste, irrumpe,
quebrándonos en esa ilusión de ser una unidad.
Lacan ha propuesto que de lo único que se puede ser culpable,
al menos desde ·1a perspectiva psicoanalític'!, es de "haber cedido
nuestro deseo".
Esta sentencia ética que sostendría la práctica psicoanalítica nos
lleva a reflexionar en torno al imperativo superyoico que ordena el
goce absoluto, esa figura "obscena y feroz" 2 que no quiere saber
nada de la castración. Esa figura obscena y feroz que se despliega
con un odio consistente ante la i·mposz'bilidad de ese goce absoluto,
ante la imposibilz'dad de esa fusión con el Otro, ante la imposibüi-
dad de abordar la verdad en forma total y definitiva, en pocas pa-
labras, ante la i·mposibüz'dad de ser. Esta imposibilidad es converti-
da imaginariamente en impotencia desesperada, en rabia mortal,
porque esta voz que exige el goce sólo quiere la muerte ahí donde y
solamente ahí es posible el goce absoluto.
Pensemos desde este lugar el problema del acting-out y del pasa-
je al acto . Si bien es cierto que el acting-out tiene que ver con el
deseo en tanto imposible a sostener, también es cierto que es algo
que se desencadena desde este lugar mortífero del superyó que
quiere borrar el significante que lo constituye como sujeto en rela-
ción con otros significantes para re-encontrar ese real primordial
imposible de escribir mediante una actuación que lo libere de la
cadena significante que lo sostendría como sujeto del inconsciente.
Afortunadamente su intento es un intento fallido en la medida que
en el actz'ng-out hay reconocimiento del significante, a pesar del
ataque a la cadena; pero en el pasaje al acto algo se pone en juego
más radicalmente: ya no se quiere saber nada del orden del signifi-
cante, es un atentado radical .contra el significante: se realiza el pa-
saje al goce absoluto y con ello la muerte del sujeto.
Parecería que estuviésemos en un callejón sin salida frente algo-
ce, sin embargo ante la exigencia del goce absoluto se escucha una
"voz de alto", 3 una voz que de alguna manera "recorta este goce in -
finito e imposible de escribir para que sea posible un goce parcial y
sustitutivo", 4 y con ello entramos al problema del goce fálico.
Recordemos que el Falo es el punto pivote que ordena y regula el
deseo. Si bien es cierto que hay un goce imposible de decir, impo-
sible de escribir, también es cierto que hay algo del orden de la
escritura que "cesa de no escribirse", 5 es decir que de tanto en tan-
to, bajo la modalidad de lo contingente, hay algo que emerge en el
enunciado del analizante, que entre-abre-lo-real para desaparecer
inmediatamente, haciendo posible que algo del orden del goce sea
posible de escribir como goce fálico. Entremos en más detalle: La-
can dice en el Seminario Aún que a lo más que puede llegar la cu-
ra analítica es a "escribir el Falo" (<P). a producir lo que 'él llama el
Significante Amo (S 1), un lugar desde donde sea posible una rela-
ción distinta frente al goce y frente a la v ~rdad. Un lugar "desde
donde ponerse en guardia" contra cualquier intento de creerse que
se está en posesión absoluta de la verdad toda; más bien, como
diría Lacan, aquella "del decir-a-medias" , 6 ya que cuando más cer-
ca creemos encontrarnos de la verdad es cuando más lejos está de
nosotros. De ahí que este "decir-a-medias" 7 sea un enigma, · una
verdad velada y revelada en el enunciado del analizante; "[ ... )es lo
que se evoca de goce cuando se rompe una apariencia [ ... )" 8 y esto ·
no tiene la frecuencia de lo cotidiano y lejos de plegarse a una se-
sión, a su duración o al período de un tratamiento , se cumple co-
mo un acto según la "modalidad de lo contingente"9 e indepen-
dientemente del tiempo cronológico.
Ahora bien, para que el Falo se escriba y sea el lugar articulador
del deseo con la ley simbólica, es necesario situar de entrada al su-
jeto que demanda análisis en la posición de analizante y es.t o tiene
que ver con la función del Sujeto supuesto Saber sostenida por el
analista.
Aquí llegamos al punto de la función del analista donde abriré
algunos interrogantes:
Si al inicio de este trabajo sitúo la función del analista en una di-
3
_ J. Lacan . Snninario Aiín. Barcelona. Paidós. 1981. p. 34 .
4
J. David Nasio . Notas d..t Séminario, Mé-xico , El Colrgio de Mé-xico. octubre de
1983.
5
J. Lacan. Seminano Aún. cit. . pp. 74 y 114.
6
/bid .. p. 125.
1
lbidem.
8
J. Lacan. "Literaterre·· (inédito).
9
J. Lacan, Seminario Aiín , cit., p. 114.
ACTO ANALÍTICO 83
rección ética que apuntaría al "núcleo de nuestro ser'', como ese lu-
gar que me concierne como ser hablante y al cual yo (je ) debo ad-
venir como sujeto, llego a una primera aproximación que abre a su
vez otros interrogantes:
Ese advenimiento a ese Otro lugar en cuanto sujeto del incons-
ciente es de alguna manera a lo que llevaría el análisis y por tanto
sería resultado de la cura, cumpliéndose bajo la modalidad de lo
contingente - lo cual es una dirección ética irrenunciable que nos
lega Freud.
Por otro lado, en ese advenimiento del sujeto en Otro lugar dis-
tinto -a ese lugar , núcleo de nuestro ser como imposible - ¿qué
hace que un analizante, a diferencia de otros, advenga a la función
de analista? En otras palabras, estoy preguntandu si la función del
analista es o no efecto del acto analítico; si también acontece bajo
la modalidad de lo contingente, y si es ése un lugar donde hay que
interrogar sobre el autorizar-se ético del analista.
¿Adónde apuntaría finalmente el ejercicio ético del analista?
Si lo pienso alrededor de ese núcleo imposible de decir, ese
núcleo de nuestro ser imposible de escribir, ¿a qué imposibilidad
me estoy refiriendo si no a la de "decir la relación sexual"?, JO que
Lacan piensa desde la modalidad lógica imposible: "Lo que no ce-
sa de no escribirse"; 11 ahora bien, parecería que lo que no cesa de
no escribirse es justamente la relación sexual ya que no hay signifi-
cante que represente mi sexo ante el Otro (ante los demás signifi -
cantes) y no hay significante que me represente como mujer, sólo
hay posibilidad de saber acerca de mi goce como goce fálico.
De ahí que "no hay relación sexual" , no hay significante que
represente el sexo de La mujer; de ahí que lo que supliría la no re-
lación sexual, como imposible de escribir, sería el goce fálico; no
hay relación sexual y lo único posible de escribir es el goce fálico
Y allí nos re-encontramos con el Falo en esta segunda vuelta: lo
único posible de escribir es el goce fálico y solamente desde ese lu-
gar nos es posible saber algo del orden del goce que se escribiría fu-
gazmente y de tanto en tanto.
Es alrededor de esta hiancia del sexo, este agujero del sexo, ya
que no hay significantes sexuales, donde se juega lo real del discur-
so psicoanalítico, y es ahí donde pregunto si la función del analis-
ta tiene que ver con encamar este lugar imposible como "sem -
blante"; 12 pero vayamos poco a poco: Lacan nos dice en el Se-
IO lbid., p. 96.
11
lbid. , pp. 74 y 114.
12 lbid .. p. 115.
'\
84 ANGELES DE LA MORA
13
Ibide.m .
14
Ibidem.
15
/bid ., p . 139.
VI. EDIPO VIENÉS
NÉSTOR A. BRAUNSTEIN
a Mauricio Abadi
1
"No digo que el &lipa no sirva para nada o que no tenga relación con lo que
hacemos" O. Lacan, Seminario del 11 de marzo de 1970).
(85]
86 NÉSTORA. BRAUNSTEIN
de Freud y que se articula con el saber que desde otros campos nos
llega sobre el inconsciente y su relación con la cultura.
Poner a Edipo en la picota, otros lo han hecho. Deleuze y Guat-
tari en primer lugar, aunque desde fuera del psicoanálisis, desde
un utópico esquizoanálisis. Desmitificar a Edipo, sí, pero sin volver
a atarlo de pies (y manos) y arrojarlo con el agua de la bañadera.
Hay que desmitificar a Edipo pero, atención, no al mito que nos
llega en la tragedia de Sófocles sino a Edipo, el mito de hoy, de
nuestros contemporáneos, ilustrados o intoxicados por la difusión
de un psicoanálisis rebajado por el culturalismo o la psicología, un
Edipo reducido a personaje teatral cuyas hazañas y cuyos crímenes
han perdido ya el poder de conmover a nadie . .Para el proceso de
este Edipo hay que medir la distancia que separa al Edipo de Só-
focles del Edipo de Freud. Hay que descolocar al Edipo moderno,
reforrnular su mito, quitarle la cáscara de psicoanálisis simplifica-
dor, restablecer su lugar en la vida y en la obra de Freud y tam-
bién en el psicoanálisis, liberarlo de la chatura bidimensional a la
que lo hemos ido conduciendo por rutina y adentrarlo en la visión
estereoscópica que nos aportan la filosofía y la antropología.
Adelanto la primera de mis tesis: el complejo de Edipo no es una
conclusión, un punto de llegada, la culminación o el centro y
núcleo del psicoanálisis, o del (auto)análisis de Freud, o de la obra
de Freud o del psicoanálisis de nadie. Por el contrario, el complejo
de Edipo está al comienzo de todo eso, es el mito en tanto que his-
torieta, el cuento, el contenido manifiesto , lo que debe ser atrave-
sado y despejado, una pantalla imaginaria que resiste a la significa-
ción, una fantasmagoría. Corno dice Lacan: "El complejo de Edipo
es el sueño de Freud", 2 es el trauma originario del psicoanálisis, el
espectro que mantiene a los psicoanalistas oscilando entre el sueño
y el despertar, el sueño, el mal sueño incluso, del que hay que des-
pertar a los analistas para que pueda haber psicoanálisis.
Volver y re.volver a la práctica del análisis para que no se sequen
sus manantiales, para no justificar la crítica de los autores del An-
tiedipo cuando dicen que el psicoanálisis edipiza, que reduce el
drama del ser deseante a un teatrito burgués y anticuado de figuri-
tas y figurones que juegan a espantar pero que son domesticables y
tranquilizadores . El análisis edipizante es una caricatura del proce-
dimiento y la técnica de Freud, pero por eso mismo hay que pre-
guntarse continuamente por la distancia respecto de él. Si la crítica
fuese válida -y con frecuencia lo es- el psicoanálisis sería una
forma prevalente de la mistificación y el ocultamiento contemporá-
2
J. L1fan , Seminario del 18 de marzo de 1970.
EDIPO VIENÉS 87
4
S. Freud, Obras completas , cit. , t. XI , p. 43 .
5
S. Freud, Obras c<lf pletas, cit. , t. X IV , pp. 89-90.
EDIPO VIENÉS 89
6
S. Freud, Obras completas, cit. t. XVII , pp. II Sss.
7
K. Abraham, Psicoanálisis clinico, Buenos Aires , Hormé, 1959, pp . 259-283.
NÉSTORA . BRAUNSTEIN
relaciones humanas" , idea que aparecía allí por cuarta vez dentro
de la obra impresa de Freud, lo que muestra hasta qué punto lle-
gaba el arraigo de la misma.
Creo que no es difícil demostrar una particular ceguera (que
queden las resonancias míticas de la palabra) de Freud en este pun-
to. Esa incapacidad para integrar la hostilidad de ·la madre al hijo
varón se revela en todos los momentos de la obra de Freud , y son
muchos, en los que relata lo que para él es el contenido del mito de
Edipo, un texto que él conocía de sobra puesto que siendo adoles-
cente había obtenido un premio en el Gymnasium por una traduc-
ción que había hecho directamente del griego. En efecto, siempre
que Freud cuenta lo que Sófocles escribió, y que sigue siendo para
nosotros la fuente principal de acceso al mito, lo hace tergiversan-
do un texto inequívoco. La consecuencia de ello es que nuestra cul-
tura otra vez finisecular se alimenta de una versión incorrecta del
mito que llega a ser otro mito de Edipo, el freudiano, que es defor-
mación del primero por la acción del deseo de Freud, con la
influencia· que sabemos que ese deseo tiene sobre el deseo del psico-
analista.
Así es. Edzpo rey es un texto que, en ciertos puntos, carece de
ambigüedad. El oráculo había predicho a Layo que su hijo , de na-
cer, mataría a sus padres y no, como lo transcribe Freud, a su
padre . También es inequívoco Sófocles cuando establece que quien
mandó matar al niño sobre el Citerón, quien entregó el recién na-
cido al esclavo, no fue Layo sino Yocasta. También cae bajo un ve-
lo de silencio el final del drama cuando Edipo, advertido de que
Yocasta puede suicidarse, no hace nada por impedirlo y, más aún,
que -aquí sí el texto es ambiguo - si Yocasta se ahorca es instan-
tes antes de que llegue su hijo y esposo enfürecido y con la espada
desenvainada como dispuesto a cumplir materialmente , y no sólo
por omisión, lo predicho por el oráculo.
Vivimos , por lo tanto, en medio de relatos distorsionados y es és-
te, el Edipo vienés, el mito que forma e informa a nuestros pacien-
tes y no pocas veces a nosotros mismos. No es difícil pensar en las
posibles razones de esta tergiversación. De sobra conocemos el par-
ticular vínculo que unió a Freud con su madre hasta la muerte de
ésta en 1930, esa madre de la que nunca se separó hasta el punto
de llegar a pensar que él, pese a los avances del cáncer, no podría
morir si antes no moría ella y él le daba sepultura . De todos modos
no fue al entierro y envió a Anna, su hija , Antígona, como muchas
veces la llamó , para que lo representara .
No conocemos el Edipo tebano o ateniense sino el freudiano. Un
autor tan instruido como Serge Moscovici puede escribir: "Para
combatir el decreto ~l destino -morir por la mano de un hijo
EDIPO VIENÉS 91
8
S. Moscovici._ Sociedad contra natura, México, Siglo XXI, 1975, p. 283.
92 NÉSTORA. BRAUNSTEIN
9
C. Stein. L'lnconscient , núm. 5, París, pp. 59-100.
94 NÉSTORA. BRAUNSTEIN
10
S. Freud. La int¡¡_/Jrelación de los sueños, en Obras complelas, cit., t. v. p . 433 .
EDIPO VIENÉS 95
11
G. W . F. Hrgrl. Fe1101111•110/ogia del t'sflírli u . Mt'xico . Fondo dr Cultura Econó-
mica , 1966, p . 277.
EDIPO VIENÉS 101
12
/bid .• p. 278.
102 NÉSTOR A. BRAUNSTEIN
del sujeto consigo mismo y con el Otro que es el Otro sexo. Edipo
el encubridor: "Este Edipo se instaló un día sobre el escenario para
que no se viese que su papel económico en el psicoanáfüis está en
otra parte, a saber, en la puesta en suspenso de los polos enemigos
del goce, del goce masculino y del goce de la mujer." 13
Un paso más adelante en e~ta interpretación y relectura de Hegel
desde ~l psicoanálisis nos llevaría a una conclusión hegeliana como
la que más: si es la disparidad del deseo ante el significante fálico
lo que se manifiesta en la clínica y en la vida como lucha de sexos y
si este enfrentamiento de los goces precede a la existencia de cada
sujeto singular y le marca los derroteros de su ser ahí, si esto es así,
entonces los sexos mismos, tal como aparecen diferenciados, el ser
hombre o el ser mujer. el ubicarse del lado masculino o del lado fe-
menino en la tabla lacaniana de la sexuación (Seminario "Aún"),
no pueden entenderse como datos inmediatos, sino que son, ellos,
efectos de la lucha de los sexos inscrita en los términos mismos de
la ley de prohibición del incesto. Masculinidad y femineidad que se
deciden como posicionamiento de cada existente ante la función
fálica. Los sexos no preexisten a su enfrentamiento sino que son un
resultado del conflicto. Esto no es oscuridad filosófica, es el camino
más evidente para dar cuenta de las modalidades de vectorización
del deseo halladas en la clínica bajo las formas de homosexualidad,
intersexualidad, bisexualidad y transexualismo que son indepen-
dientes de las organizaciones naturales detectadas en 'el plano de la
biología. Así, a la simple dicotomía de lo masculino y lo femenino
puede oponerse la caleidoscópica variedad de posiciones ante el sig-
nificante de la diferencia, esto es, el falo, que muestra la experien-
cia -del análisis.
13
J. Lacan, Seminario del 21 de febrero de 1968.
VII. DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS: UN PUNTO DE VISTA
ANTIECONÓMICO
DANIEL GERBER
R. BARTHES***
(103)
104 DANIEL GERBER
4
J. Lacan "Conférences et entretiens dans des universités nord ·arnericaines", en
Sci1icet , núm. 6/7, Parfs, Éd . du Seuil, 1976, p. 26.
5
J. Lacan, "Radiophonie", en Scílicet, núm. 2/3, París, Éd. du Seuil, 1970, p. 89.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 107
l. LO ECONÓMICO Y EL TRAUMA
6
S. Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, en Obras completas,
cit. , t. XVI, pp. 251-252.
7
!bid., p. 324.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 109
11
S. Freud, "Trabajos sobre metapsicología" , cit. , p. ll4.
112 DANIEL GERBER
technique de la psychanalyse. París, Éd. du Seuil, 1978, cap. VI: "Freud, Hegel et la
inachine".
1
~ J. Lacan, "Televisión", en Psicoanálisis, radiofonía & televisión, Barcelona,
Anagrama , 1977, pp. 101·102.
J
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 113
14
!bid . , p. 102.
15
!bid., p. 116.
16 J.
Lacan , L e séminaire, livre XI: Les quatre concepts fondam entaux de la psy-
chanalyse. París, Éd . du Seuil . 197!!, p. 168.
114 DANIEL GERBER
17
J. Lacan, "Del 'Trie!>' de Freud y del deseo del psicoanalisia". en Escritos 2 ,
cit., p. 832.
18
S. Freud. Más allá del principio de placer. cit . . p. 42 (las cursivas son nuestras).
! 9 J. Lacan. Conférences et enfretines dans des wiii~·rsitl's 11ord·américai1ws. cit.,
p. 61.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 115
rente de las exigencias del instinto: "[ ... ] laTn.eb les empuja más en
el culo, mis amiguitos, es toda la diferencia con el instinto. " 2º Por
la pulsión, el imperio del principio de placer se resigna en favor de
una meta inalcanzable: el goce del Otro a cuya disposición es pues-
to el cuerpo erógeno. Meta inalcanzable: no es posible hacerse todo
mirada, senos, heces, voz; resulta imposible hacerse enteramente el
objeto que puede ocupar el lugar de lo que al Otro le falta, por lo
que el sujeto pulsional sólo puede conformarse con realizar una
simple incursión a través de su campo, incursión reiterada una y
otra vez.
El f~ctor pulsionante es tensión, aunque no energía; no conduce a
una descarga satisfactoria. Tampoco es energía si se toma en cuen-
ta que ésta es una constante localizable en el Uno, vinculada a un
concepto de unidad estructurada con un funcionamiento armóni-
co, surgida de una combinación de cálculo . El Drang, la presión,
en cambio, es incalculable e ilocalizable: circula a través de los
bordes que limitan el cuerpo con la hiancia abierta en el Otro y,
circulando, es factor de ruptura de cualquier unidad imaginable .
De este modo, el Drang es goce.
20
J. Lacan, Le séminaire, livre XI .. ., cit., p. 49.
116 DANIEL GERBER
21
S. Freud, Conferent51,.'as de introducción al psicoanálisis, cit., p. 325.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 117
22
J. Lacan, Le séminaire, livre XX: Encore, París, Éd. du Seuil, 1975, p. 53.
25
J. Lacan, Seminario VII: Étz"ca del psicoanálisis (inédito), clase del 20 de enero
de 1960.
118 DANIELGERBER
nada". 24 Hay que recordar, sin embargo, que "el resto es siempre,
en el destino humano, fecundo": 25 es preciso que la pérdida se pro-
duzca, que una parte del cuerpo caiga como desecho no recupe-
rable, inservible, para que el sujeto de deseo, causado por esa pér-
dida, pueda constituirse. Pero esto significa-que la "economía" de
este sujeto no podrá concebirse ya desde la postura de un hedonis-
mo ingenuo, según el cual su única meta sería la búsqueda del ma-
yor beneficio con el menor esfuerzo. La "economía" del deseo es
una auténtica paradoja: lejos de buscar el bien, su existencia sólo
se concibe como multiplicación de rodeos interminables, extravío
en redes laberínticas que -más que aproximarlo- lo alejan
siempre de todo bien.
Reiteración de la demanda, reformulación inagotable de una ~
la misma exigencia dirigida al Otro: la renovación eterna de su
promesa del Bien, que -por otra parte- no debe trascender este
plano de promesa. El Bien no deberá ser puesto a disposición del
sujeto por el riesgo que esto significaría, riesgo de extinción del de-
seo. Para renovar su promesa, el Otro debe demandar: miradas,
heces, seno, palabras; su demanda encuentra respuesta en la activi-
dad de las pulsiones parciales, la "fuerza constante" que mantiene
en el lugar de sujeto que desea el deseo del Otro.
La demanda del Otro pasa por el lenguaje, es inseparable de la
introducción de la dimensión de la muerte como límite que pone a
salvo de las fascinaciones especulares, engañosas representaciones
del "camino más corto" -más "económico" - para la satisfacción .
Si el Otro no demanda, el cuerpo no se agujerea; la imagen espe-
cular atrapa con sus tentáculos mortíferos; la muerte no llega a ha-
bitar el cuerpo y éste correrá el peligro de ser todo muerte, tieso
monumento sin síntomas de vida, de deseo. Éste es el peligro máxi-
mo, el que determina que "el organismo vivo lucha con la máxima
energía contra influencias (peligros) que podrían ayudarlo a alcan-
zar su meta vital por el camino más corto". 26
La máxima energía: no la que se pone al servicio del principio
de placer - que aspira al logro de la meta vital por el camino más
corto- sino la que contribuye al fracaso de todo afán de satisfac-
ción plena. La energía se convierte en una dimensión totalmente
mítica; ya no moviliza al aparato p:áquico a alejarse del dolor bus-
.
cando el placer, se hace sierva del goce orientándose hacia un im -
24
J. Lacan, Le séminaire, liure XX : Encore, cit., p. 10.
25
J. Lacan , Le séminaire, liure XI, cit., p. 122.
26
S. Freud, Más allá del principio de placer, cit., p. 39 (las cursivas son nuestras).
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 119
27
J. Lacan, "Le malentendu", ºen Omicar?, núm. 22/23, París, p. 12.
28
J. Lacan, "Observación sobre el informe de Daniel Lagache", en Escritos 2, cit., p.
646.
29
!bid., p. 64 7.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 121
30
Ibidem.
31
S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, en Obras completas, cit., t. Vil , p. 203.
122 DANIEL GERBER
32
J. Lacan, Le séminaire, livre XI, cit., p . 152.
33
J. Lacan, "Introducción al comentario deJean Hyppolite sobre la 'Verneinung' de
Freud", en Escritos 1, cit. , p. 364.
· DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 123
34
J. Lacan , Conférences el enlretiens dans des universités nord-am ericain es, cit .,
p . 35.
35
J. Laca n, L e séminaire, livre X I, cit. , p . 187.
124 DANIELGERBER
36
J. Lacan, "Televisión", cit., p. 91.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 125
57
J- Lacan , "Posición del inconsciente", en Escritos 2, cit .. p. 824.
38
S. Freud, El yo y el ello , en Obras completas , cit ., t. XIX , p . 47.
126 DANIEL GERBER
39 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 1968, ¡>p. 8-9.
40
J. Lacan, Le sérire, h·vre XI, cit., p. 180.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 127
'
128 DANIEL GERBER
J. Lacan. Las formaciones del inconscient e, Buenos Aires, Nueva Visión , 1970, p . 97 .
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 129
45
J. Lacan, "Televisión". cit., p. 134.
44
J. Lacan, "Variantes de la cura-tipo", en Escritos 1, cit., p. 346.
45
S. Freud, El malestar en la cultura, en Obras completas, cit., t. XXI, p. 123.
46
S. Freud, Elyoyelello , cit., p . 37.
47
!bid .• p. 54.
130 DANIEL GERBER
48
San Lucas. 17: 33.
49
J. La can, -" Vari a ntes de la cu ra -tipo'', cit. , p. 346.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLiSIS 131
más correcto la traducción de V erneinung por denegación , término que refleja con más
claridad las características del mecanismo que el articulo analiza , permitiendo situarlo
dentro de la cadena del lenguaje como significante que sale al cruce d e una afirmación.
En este sentido, par a que exista den egación es funda mental la dimensión del Otro .
51 J. Lacan , L e séminaire, livre XI, cit., p . 219.
132 DANIEL GERBER
52
S. Freud, "La negación", cit.'. p. 256 (las cursivas son nuestras).
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 133
53
/bid., p. 257 (las cursivas son nuestras).
134 DANIEL GERBER
57
S. Freud, "Análisis terminable e interminable", cit., p. 244.
58
J. Lacan, Le séminaire, ú"vre XX, cit., p. 14.
DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS 137
S1 : significante amo
S2 : saber
S: sujeto
a: objeto a, plus-de goce
Salta a la vista que la posición del anal~sta como agente del dis-
curso se opone totalmente a la intención de ejercer algún poder: el
analista ocupa el lugar del objeto a, resto de la operación constitu-
tiva del sujeto, haciendo el semblante de él. Desde alli interroga al
analizante, causando su división subjetiva (.l5), es decir, constituyén-
dolo como deseante de un deseo que carece de objeto. Lo que ~ae
como resto de la operación analítica será el significante amo, el 5 1
en que se ha trabado el ser del analizante; caída que viene a
representar la pérdida de toda ilusión de dominio de sí. Tomando
así el psicoanalista el lugar del objeto caído, el fin del análisis
mostrará la emergencia del .l5 en su horrenda pureza, sin su comple-
mentación fantasmática (a); la imposibilidad, que en este discurso
va precisamente de S a a, es ilustrativa de este efecto . El analista,
por otra parte, puesto por el analizante al inicio del proceso en el
lugar del Sujeto supuesto Saber, está destinado -en tanto en ese
lugar sólo hace el semblante del objeto a - a caer finalmente como
desecho irrecuperable.
Todo esto sólo puede suceder si el lugar de la verdad en este dis-
curso -lugar que en el discurso del amo ocupa .l5, la división subje-
tiva de la que nada se quiere saber para sostener la dominación
ilusoria- es ocupado por el saber. Desligándose de este saber y
manteniéndolo sólo como supuesto, del que nada querrá saber, el
analista interviene como un intérprete que habla por medio de
enigmas y formula su interpretación como un ·decir a medias que
suscita el malentendido; malentendido que exige confrontarse con
una verdad que es no-toda. Nada más opuesto a la exigencia de
utilidad, nada tan reñido con la moral del amo que, en su afán de
59
]. Lacan, "Radiophonie", cit., p . 99 .
138 DANIELGERBER
que las cosas marchen bien, debe rechazar el goce en nombre del
buen sentido que representa la sugestión, del ejercicio de un poder
en nombre del bien que condena a la culpa y el síntoma. Contraria
en cambio a cualguiereXigencia de utilidad, la práctica del psico-
análisis es paradójica: re€upera aquello que las demás prácticas
"útiles" descartan com__g.,.&secho para realizar un trabajo que no as-
pirá a una elevación sino a una caída, la de toda ilusión de
complemento.
El trabajo del análisis es ajeno a cualquier exigencia de eficacia
que , de una u otra manera, representa el ejercicio de un poder.
Por eso mismo es antieconómico: inútil para los criterios de rendi-
miento vigentes, en la medida en que se sostiene en)a negativa de
producir un nuevo objeto que sirva de consuelo para el malestar en
la cultura. Y sin embargo , esta "inutilidad" es, paradójicamente, lo
único que puede asegurar la caída sucesiva de los velos que impi-
den que el deseo se reconozca como tal; velos que son los síntomas
mediante los cuales el malestar se ha transformado en neuresis, ese
modo tan habitual de confundir el deseo del Otro -vinculado in-
disolublemente a su falta - con su demanda. Confusión que provo-
ca el afán dt;sesperado por satisfacerla llegando por este camino a
ceder en el deseo. Reconocer la soberanía irrebatible de este último
no significa de ninguna manera terminar con el malestar; es,
simplemente, restituirle su papel fecundo allí donde la neurosis ha-
ce de él la razón de un sufrimiento insoportable .
VIII. LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO
HÉCTOR ARRUABARRENA
EL INCESTO, IMAGINARIO
(139)
140 HÉCTORARRUABARRENA
1
H. Arruabarrena, La tn'bu y la familia. Papeles de psicoanálisis , Buenos Aires,
Ediciones Paradiso, 1980.
142 HÉCTORARRUABARRENA
LO DISTINTO A LA RELACIÓN
.
EL INCESTO
En esta vertiente son incestuosos los cuestionamientos, los test, los mul-
tif>le choice, las asociaciones de sentido, la traducción a máquinas
(computadoras) de preguntas establecidas, las definiciones, la
teoría de los códigos en la dirección de la traducción término a tér-
mino de lo inconsciente a lo consciente y en la llamada comunica-
ción, los perros pavlovianos y las teorías construidas a partir de
ellos, el fácil entrenamiento, la trasposición de lo social a lo indivi-
dual y viceversa.
Ser el otro en la respuesta, ser el otro en la pregunta, código a
código, asociando disciplinas que pretenden poseer carácter
científico y riguroso.
Cuando el médico rebusca entre los pliegues del enfermo, .esto es
incestuoso; cuando alguien no puede contenerse de abrir un bolso
ajeno o una carta del prójimo, lo es también. Son incestuosos los
actos de violencia en el cuerpo ajeno por la tortura, al ejercerla en
LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO 147
Así como las palabras al salir generan otras en otro lugar -sólo el
acto originaría el silencio, del lado del odio y cerca de lo
natural-, la prohibición funda el intercambio• que a su vez funda
lo inconsciente al transformar el uso en cambio, el signo en velo.
· Lenguaje y exogamia son dos terrenos que poseen las mismas ope-
raciones . El intercambio posee la función del lenguaje en su estruc-
tura. Ésta es la del intercambio. En el comienzo de la cultura se
hallan el intercambio y la acumulación, por oposición en la natu-
raleza a lo unívoco .y la repetición. Éstos insistirán, y darán formas
incestuosas en su remedo. Insistirán en el pleno seno de la cultura.
De algún modo el intercambio, lo inconsciente, la prohibición
son temas discriminados aunque inseparables. Alguno procede de
otro, mas el otro a su vez logra autonomía y contiene al anterior y
explica al que precede en un juego metonímico-metafórico. Los
antecedentes y consecuentes se enlazan a otros anteriores y poste-
riores, y así sucesivamente.
LÓGICA APRETADA
1HHI
EL AGUJERO INAUGURAL 149
1
Parletre es un neologismo inventado por Lacan, ligado estrechamente a la estructura
propia de la lengua francesa . Es, en principio, condensación entre parler (hablar) y etre
(ser). Pero una sutil polisemia permite leer, en este trazo de escritura , que el ser es porque
habla, que es aquello que habla: eso inscribe en él la letra, y es por la letra . En consecuen ·
cia, su hablar es sintomático.
Esta metáfora , propja de la lengua francesa, es (como cualquier otra) imposible de tra-
ducir a otra lengua sin incurrir en traición (ya lo señaló Freud) . Se intentaron, sin embar-
go. algunas traducciones. Voy a mencionar dos: habient e y hablaser. La primera conser-
va el carácter de condensación, sin intromisiones, del original francés; para separar sus
pat¡es en hable y ente es necesario apelar a la tercera persona del singular (o a un respe-
150 ADALBERTO LEVI HAMBRA
tuoso e insólito trato de usted, consideración que no suele intervenir en el hecho interpela-
tivo) y, eventualmente, duplicar una e, que en el parletre aparece desnaturalizada por el
acento circunflejo. Para lograrlo debe, a su vez , traducir etrepor ente, lo cual agrega un
nuevo sentido a la expresión francesa.
La segunda yuxtapone dos palabras, lo cual hace que la condensación sólo se conserve
en infinitivo. Incluye el ser en el hablar, que retoma sobre el final recordando el proceso
represivo. El imperativo que en habiente aparece en tercera persona, se recupera en
hablaser en segunda de singular, mediante una transgresión del sentido primero.
La traición, en ambos intentos, se paga, su$"Cstivamente, con la caída de la letra .
EL AGUJERO_INAUGURAL 151
2
Denominación ideada por un matemático para designar todo aquello que estuviera
más allá de la velocidad de la luz. Si bien nació como partícula teórica, existen actualmente
evidencias de su existencia real.
154 ADALBERTO LEVI HAMBRA
si g O a
y s <>n resulta que o bien -a = D
o bien g ef=S
S (significante)
s (enunciado) yS -1
s (significado)
peros
RF..5UMEN
J. LACAN
4
En este punto quiero dejar constancia de mi agradecimiento por las charlas. dis-
cusiones v disensiones acerca de las matemáticas , la física y la cosmología con
aquellos que. como no son psicoanalistas, no "tocan de oído .. (según feliz expr:sión
de Frida Saal). Mi reconocimiento aquí a Linda Suárez. Gusla\'O Valencia. Ang!'I
Mario Trías y Max .Jacobsohn."
X. EL SABER Y LA VERDAD
FRIDA SAAL
DE UN ANECDOTARIO A TIEMPO
EL SABER Y LA VERDAD
Nada hay de malo en soñar
f 161]
162 FRIDA SAAL
histérica
---
universitario Sz
S
S¡
a
.8
S1 analista a S
-~ -- -~-
ª si Sz S1
Pregunta que dejamos abierta por cuanto toda respuesta
sancionaria a uno de los discursos. Los cuatro discursos, en su orga-
nización posicional, son modulaciones con énfasis en la dominan -
cia, y este acento fluctúa en todo discurso efectivo. L~ posiciones
caracterizan todo decir, y la dificultad de señalar un discurso en el
que pueda organizarse y exponerse el tema de la verdad es una
aporia inherente al tema mismo, según creemos.
El discurso de la enseñanza de Lacan, lo único de esa enseñanza
que nos es accesible, conforma un recorrido de construcción y des-
construcción constante, en un esfuerzo siempre·renovado por cernir
más de cerca el problema de la verdad. Si enumeramos rápidamen-
te sus pasos podremos dibujar un itinerario en cuyas sinuosidades
podemqs leer la d~ficultad misma de la aporia que señalamos, pero
esta dificultad queda como marca en el recorrido, sin borrarla, sin
eludirla, sin elidida. ¿Cómo hacer un discurso sobre la Verdad, si
la Verdad es aquello que no puede decirse sino a medias y que al
mismo tiempo no puede dejar de decirse?
1
J. Lacan, "Decir a medias", en Lust, núm. 1, México. 1979.
164 FRIDA SAAL
LA CIENCIA Y LA VERDAD
s A
Primer gráfico
EL SABER Y LA VERDAD 167
Ciencia Verdad
a
Segundo gráfico .
2
J. Lacan, '"El objeto del psicoanálisis. Seminario XIII", p . 47 (mimeo.).
5 Véase, en este mismo volumen, el trabajo de Adalberco Levi Hambra, '"El aguje·
ro inau~ral " .
168 FRIDA SAAL
banda de Moebius
objeto a
4
J. A. Miller, "Theorie de la lanl\e", en Omicar?, núm. 1, París, pp. 28-29.
EL SABER Y LA VERDAD 171
5
M. Hejdegger , El ser y el tiempo, cit. , p . 249 .
172 FRIDA SAAL
1 Sobre la idea de que un texto puede ser el tema de un psicoanálisis (y por ello
f 173]
174 JONATHANSCOTrLEE
3
Para un enfoque similar reciente sobre Freud. véase Adolf Grünbaum. The [oun-
dalians of psychoanalysis: a philosophical cn"tique, Berkeley, The University of Cali-
fornia Press, 1984. El trabajo de Juranville (citado en la nota 2) está pensado para
funcionar también en este nivel; véase, por ejemplo, " Psychanalyse et philosophie".
cit., p. 86.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LA CAN 175
4 Sobre esto, véase en particular "La ciencia y la verdad " (trabajo que va a desem-
Rorty. Philosophy and the mirror of nature , Princeton, Princeton University Press,
1979 , especialmente el capítulo V III, pp. 557 -394.
176 .JONATHANSCOTrLEE
puede hallar en la lectura dialéctica por Lacan del caso Dora en "Intervención sobre
la transferencia .. , cit., pp. 204-218. Para una importante revisión de las estrategias
de subversión, véase Luce lrigaray, Ce sexe qui n'en es! pas Un , París, Minuit ,
1981.
9
Véase el "Preface" a Un coup de dés, en Stéphane Mallarmé. Oeuvres complé-
tes, París, Gallimard, 1945 , p. 455. Lacan parece aludir a esta expresión en Escritos
2, cit., p. 835.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 177
ª 16 Jbid., p. 849.
17
!bid., p . 853.
18
/bid ., p. 849.
19
lbidem.
!O /bid., p. 850, cursivas nuestras.
21
!bid., p. 851.
22
lbidem.
25
lbidem.
24
!bid., p. 853.
25
lbidem.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LA CAN 179
26
Ibídem.
27
Ibid., p. 848.
28
Ibid., p. 856.
29
Ibídem.
30
Ibid., p. 853. Es esta característica de la teoría lacaniana del significante
lo que la conduce a distinguirse tajantemente del estructuralismo; véase Le sé-
minaire de Jacques Lacan-Livre XX: Encore, París, Éditions du Seuil, 1975, p. 93
[en español: Aún, Buenos Aires, Paidós, 1981, p. 93). En adelante, las referencias a
Encore serán señaladas como S.XX, y con Esp. nos referiremos a la edición española.
180 JONATHAN scorr LEE
51
J. Lacan, Escritos 2, cit., p. 856.
52
A. Juranvilie, Lacan et la philosophie, cit., pp. 97 y 305.
55
J. Lacan, Escritos 2, cit., p. 854; véase también Aristóteles, Physics, Oxford,
Clarendon Press, 1936,B?, 198al5-16 [en español: Física, en Obras, Madrid,
Aguilar, 1964-1967]. Lacan no incluye la partícula de inferencia ("gar") en su cita.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 181
38
Confróntese el contraste hecho por Lacan del sujeto de la ciencia con el "sujeto
que sufre" que es aquel que interesa a la magia, la religión y el psicoanálisis; véase J.
Lacan, Escntos 2 , cit., p. 849.
39
S. Freud, "Fetichismo'', en Obras completas , cit. , t. xx1 , pp. 147-152.
40
J. Lacarl, Escritos 2 , cit. , p. 853 .
41
Para la edición más reciente de los fragmentos , véase Parménides de Elea,
Fragm ents, Toronto, University of Toronto Press, 1984. Aquí se les cita en la tra·
ducción de García Bacca : Los presocráticos, México , FCE, 1978.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 183
42
Lacan juega aquí condensando haine (odio) y amour (amor) en una sola pa-
labra: hainamoration ; así, podría intentarse traducir como odiamor.
43
S.XX, p. 84; Esp .. p. 110.
44
Methaphysif¿. cit., Libro III, 4, l000a24-25 (en esp., p. 939).
184 JONATHAN SCOTr LEE
45
Ibül. B4, 1000b3-6.
46
Aristóteles está trabajando esencialmente con los fragmentos 27 , 27a, 31 , 35-36
y 109; la edición y traducción estándar de Empédocles es ahora Empedocles: the ex-
tant fragments, New Haven, Yale University Press, 1981 (editada con una introduc-
ción, comentario ·y concordancia de M.R. Wright).
47
S.XX, p. 82; Esp., p. 108.
48
S. Freud, Obras completas, .cit., t. xxm, p. 246.
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 185
49
!bid., p. 247.
50 Véase S.XX, pp. 82 y 108; Esp., pp. 108 y IIO. La frase entre corchetes falta
en la edición española ¿Por qué, dichoso Dios de Aristóteles [E].
51 La clásica exposición de Marx de esta distinción se encuentra en el capitulo
sobre "La mercanda" de su obra EL capital, editado en 8 volúmenes por Siglo XXI
Editores (véase especificamente el t.I, vol. 1, pp. 42ss.
186 JONA THAN SCOTT LEE
do. Alaora , de hecho , es Lacan mismo quien, hacia el fin del semi -
nario del 20 de marzo, hace resaltar la distinción entre valor de uso
y valor de cambio y postula que es el costo de gozar del saber más
bien que el costo de adquirirlo , lo que le da su valor, "[ .. . ] no co-
mo (valor ] de cambio , sino como [valor] de uso". 52 Es así como La-
can, en fuerte contraste con el erudito, usa a Empédocles en su
propia transición expositiva desde la noción de ambivalencia en la
teoría psicoanalítica al fracaso de la noción cristiana del amor divi-
no: lo que Freud había descrito como la "fantasía cósmica" de Em-
pédocles regresa aquí como un paso crucial en la exposición de La-
can. No hay ninguna indicación de que el texto de Lacan pudiera
ser intercambiable con el de Empédocles -de hecho , ~l "sustituto"
de Lacan nos lleva á - Aristóteles y no a Empédocles - y lo mismo se
puede decir del uso que hace Lacan de Aristóteles en " La ciencia y •
la verdad". Al gozar el uso de su saber, al pretender tal atención
erudita en el seminario y al tomar el p apel de Aristóteles en "La
ciencia y la verdad" - acciones que podrían h acerse ininteligibles
d ebido a la forclusión sea de Empédocles sea de Aristóteles- La-
can , de hecho, está parodiando la vanidad de los académicos que
pretenden prc:iducir textos que puedan intercambiarse con otros.
En el último caso , Lacan nos proporciona incluso el griego de Aris-
tóteles para sugerir que aun un texto "idéntico" no puede ser susti-
tuido por su original , pues el contexto del supuesto sustituto trans -
forma siempre d e modo radical al texto-copia original.
Si esto es una lectura justa de la p r áctica de Lacan en los textos
aquí en cuestión, ¿cuáles son sus implicaciones para una práctica
apropiada de la filosofía lacaniana? Yo sugiero que lo q\!~· el uso
jocoso por Lacan de otros textos revela es que existe una forma de
práctica intelectual que no depende de esa forclusión de la unici- .
dad o de la subjetividad del pasado , que se ha d emostrado que se
presentan tanto en la ciencia como en la filosofía. (En este sentido,
vale la pena mencionar que las demás referencias de Lacan a Em-
pédocles está n enfocadas en la historia apócrifa de su salto suicida
en el Monte Etna, h aciendo de esta manera bastante explícito el
propio rechazo de Lacan a la forclusión de la individualidad de
Empédocles.)53 Un a tal práctica filosófica produciría entonces una
52
Véase S.XX, p. 89; Esp. , p. 11 7 . Para un desarrollo feminista de estas ideas ,
véase Luce Irigaray, "Women on the Market" y "Commodities among Themselves'',
en This sex which is not one, pp . 170-197; para una discusión sobre este tema, véase
J ane Gallop, The daughter's seduction: feminism and psychoanalysis, Ithaca, Cor-
nell University Press , 1982, Capítulo 4 "Encare Encore", pp. 43 -55.
53
J. L acan , Escritos i , cit., pp. 305-307 y Escritos 2, cit. , p. 822. Sobre la forma
de la muerte de Empédocles , véase Empedocles: thes extant fragments, cit. ,
pp. 15-17 .
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LACAN 187
54
John Cage, Themes & uariations, Barrytown, Nueva York , Station Hill Press,
1982, p. xii. Compárese también la defensa de Cage de la conversación acerca de la
"comunication" en John Cage, For the birds, Boston, Marion Boyars, 1981
p. 14fi.
188 JONATHAN SCOTT LEE
55
J.Lacan, Escritos 2, cit., p . 854.
56
S. Freud, Obras completas , cit., t. xxm, p. 247.
57
Aristóteles, Física, l 98B 10-199a8.
58
Empédocles, A 72, lineas 19-24, en Die fragmente der Vorsokratiker . La tra-
ducción que presentamos fue extraída de la versión inglesa de W .K.C. Guthrie, A
history of Greek philosophy - Volume ll: The Presocratic tradt!ion form Parmeni-
des to Democritus, Cambridge, Cambridge Univer5ity Press, 1965, p. 201.
59
Véase, por ejemplo, Guthrie, A history ... , cit., pp. 200-211 , y Empedocles: the
exlant fragments, cit., pp. 53-54.
60
Parménides de Elea; Fragments, u . 4, cit. [Los presocráticos, cit.).
LA FILOSOFÍA DESPUÉS DE LA CAN 189
61
Véase Los presocráticos, cit., pp. 90-91.
190 JONATHAN SCOTT LEE
62
S. Freud, "Análisis terminable e interminable'', cit. , t. xxn , p. 224. Compáren-
se sus comentarios al final del caso Schreber: "Queda para el futuro decidir si la
teoña contiene más delirio del que yo quisiera , o el delirio, más verdad de lo que
otros hallan hoy creible."
65
Éste parece ser el sentido en su afirmación en "La ciencia y la verdad" respecto
de que la fantasía es, hablando estrictamente, "institución de una realidad que
cubre la verdad" Q. Lacan, Escn"tos 2, cit., p . 851).
64
Véase S.XX, p . 86; Esp., p . 113.