í)„uu li i. M LO I (.) S L Si.

: A L A 1) A
i ) i; S A A¡ M A K T / N
r.s/io,sa del Lílv)(tulo)-, iitiiiititii)a c-\í,s-
t.iiíc Lii t/ Musco /fi s t ó r i t o A í a c i o n u / .

eAUM * Y
n 1,A MVaEIt' ARGENTINA

^AV wiw
 ((
La Reina de Cora2;ones"
t II original df rs-íf cuadro sf vxhihio en el Salón de París </«• I92N. St »•/ artista hubiese
anacido el Dulce de i'rutHla Itai'Jey, na cabe auda de que hubiera ilustrado un trafico
con
d el mismo en su ori<;inal. A excepción tic este aiíret^tida, la presente Hu.síracian es
na reproducción
una reprod tiel del lamoso trabajo de Franít ütcitsce, de la Academia Real.

U N conocido refrán internacional

dice: "Para conservar el corazón
del hombre, complaced su apetito", y
el artista, con gran comprensión,
presenta a la Reina de Corazones
tentando con pastelitos de Dulce de
Frutilla.
La frutilla es pródiga en aquellos ali-
mentos que más vigorizan los ner-
vios, el cerebro y los músculos, y en
el Dulce de Frutilla Bágley, todas
esas valiosas propiedades, no sólo
han sido mantenidas, sino que, con el
agregado del azúcar y nuestro proce-
dimiento especial de elaboración, han
sido aumentadas.
No hay nada mejor que incluir dulce
de fruta en la merienda diaria, y en-
tre todos los dulces de fruta nada
hay tan delicado y más sano que el
Dulce de I''rutilla Kágley.
El Dulce do Frutilla Bágley se hace
en P A I L A S DE PLATA, conser-
vándose en tal forma todo el delica-
do sabor de la fruta.
Compre hoy un frasco de Dulce de
Frutilla Bágley. El rico dulce con
las frutillas enteras—el dulce aristo-
crático, elaborado en Pailas de Plata.

DULCE DE P R L T I L L A ^ ó ^
 C A R A y Y CARETAS

En mil mares de sombra Dormía, llena de fe,

una estrella... Mil veces en mi hombro tu frente amante:
que mi labio te nombra toda nuestra vida fué
y una sola apareces. camino para ese instante,

Alegres cual nunca fueron, ¿Cómo puede ser mejor

el cielo, la tierra, y o . . . en el porvenir mi suerte
Tus ojos se entristecieron si en él me espera el horror
y todo se marchitó. de perderte?
Prueba del tiempo aquilata La noche clara dormía,
todo íntimo tesoro... lejos del mundo, quizás.
Con los cabellos de plata Serenas, tu alma y la mía
eran dos estrellas más.

AilOL
empieza el amor de oro.
Cuando te digan: "Ya nada siente" Mucho mundo y tempestad
tú, como ahora, dulce y callada, quebrantarte no han logrado,
mírame... Ellos no saben nada. cabellito de bondad
Diré tu nombre, veré tu frente. con que a ella estoy atado.
Toda te envuelve este amar 9 Luz suave cual ninguna
y en todo tu ser se infunde, te nimbó hace un momento:
como el mar ¿era un rayo de luna
en la nave que se hunde. o era mi pensamiento?

E K R T SI U E B A H C H S
D I B U J V A L D I V
CARA/
P A Z
?? i V da IL c s
P o
H ABÍAN nacido con escasa diferencia de
años cu ciudades distintas pero cercanas:
en la docta Córdoba de la colonia el
uno; en el 'rnrninán bullicioso y pin-
toresco el otro.
Por su prosapia, por el ambiente en que se
desenvolvían sus padres y por la gravitación Ió-
nica de múltiples circunstancias. Jo.sé María l'az
tenía desde ia cuna señalada la ruta de su por-
venir: iba a ser un brillante doctor en teología
o jurisprudencia. Así, pues, cumplía 19 años
cuarido cursaba el tercero de dercclio en la l'ni-
versidad de su pueblo natal.
Para (¡regorio Aráoz de Lamadrid, en cambio.
fl estudio no tenía la seducción del libre albc-
drio, del corretear por los campos en la falda
del Acoiupiija o a orillas del Salí. Asimilados
los conocimientos primarios que le inculcara casi
a fa fuerza un pariente, rompió sus ligaduras y
ensayó la pujanza de sus alas. Sus primeros ale-
teos fueron bajos: a los 16 años apenas lia-
en Id vi
r I S M A E L
bía logrado una plaza de dependiente de co-
mercio.
l'na década más de tutelaje realista sobre el
l'I.ita y estas dos vidas liabrían madurado sus
trayectorias, coronando el uno .su carrera de juris-
consulto y iiaciendo del otro un señor feudal en
la comarca lucumana.
Pero los liemos tomado en el instante en que
pasa por sus lares respectivos, al galope marcial
de la epopeya, entre clarinadas de entusiasmo
y con las armas ya ensangrentadas en la "Cabe-
za de Tigre", la Kxpedición Auxiliadora del
Alto Perú, con Ocainpo y con Balcarcc a la
cabeza, rumbo al norte, en demanda de enemigos
a <|uienes arrollar.
Paz cerró sus textos enardecido de entusiasmo.
I.amadrid, saltando de la trastienda, fué el pri-
mer tucumano que logró incorporarse a las hues-
tes de la reserva. Había ai)uro en la juventud da
esos días por tomar las armas. Todos querían
bailarse en la primera batalla, que sería por ende

LAMADRID
d d y en la
B V CI C H ESCOBAR
la primera victoria, y que en su candorosa inge-
nuidad crcian iba a ser también el encuentro
decisivo y final de la Revolución.
Tal vez por eso experimentó Paz su primer
desaliento cuando a treinta leguas de Córdoba,
en marclia con algunos voluntarios para incor-
porarse a la Expedición, lo detuvo el mayor
Tollo que volvía con el parte de la victoria de
Suipaclia:
— ¿A dónde va, jovencito, con esas armas?
— Voy a incorporarme al ejército.
— Va usted tarde, pues todo está concluido —
fué la réplica arrogante del mayor, empinado
sobre sus estribos.
Pero después de Suipacha vino Huaquí, y en-
tonces la patria tuvo que remontar sus legiones
destrozadas. Lamadrid y Paz llegaron casi a un
tiempo al campamento de concentración de Hu-
mabuaca. Allí recibieron sus insignias de aspi-
rantes, y después del bautismo de fuego en Tu-
cumán, el destino los reunía, ya tenientes, en vis-
CARETAJ
•''6
'•••,3
gloria
peras de Salta, en el famoso regimiento de Dra-
gones, donde iban a ascender paralelamente aun-
i|ue con méritos distintos y con modalidades
opuestas.
Pelearon como capitanes en Vicalpugio y
Ayobuma, y luego, mientras Lamadrid extendía
su fama de guerrillero iiUrépido con sus auda-
ces incursiones en los campamentos enemigos,
Paz mostraba ya la hilacha del futuro organiza-
dor de ejércitos disciplinando c instruyendo me-
tódicamente su compañía.
Kn Venta y Media, donde ambos son sargen-
tos mayores, una bala enemiga destroza el bra-
zo derecho de Paz y se lo inutiliza para el resto
de sus días. Ya no sería para sus caniaradas sino
el "manco Paz", de menor dominio que ellos so-
bre el caballo, de difícil estabilidad sobre la mon-
tura, de inferioridad de condiciones para luchar
a sable y lanza.
— Compañero Paz — le diría socarronamcnte
lamadrid. — ya fio podrá llegar usted a general.
 CA.Ry\J- Y CARETAJ-
— H a g a votos para que llegue, porque si yo
llego, licuará usted tainbicn.
— Yo llegaré por mi cuenta — replicaría aluo
amuscado Lamadrid. — Seré general antes (jue
usted.
— No se apresure, L a m a d r i d ; yo lo haré ge- l-amadrid acababa de ))oscsionarsc ))or la fuer/a
neral sobre el campo de batalla — terminaría
burlón y profético Paz.
Las líneas de una emulación caballeresca es-
taban tendidas bacía rato. No congeniaban. E r a n
(los tcmiieraineuto.s distintos, dos caracteres
npiicstos, dos modalidades contradictorias. La-
nuulrid era temerario, bravucón, desordenado.
Carecía de juicio y de disciplina. Había logrado
la estimación y hasta el afecto del general en
jefe por sus desplantes de coraje ciego frente
al enemigo.
— Necesito nn valiente para un reconocimien-
to peligrosísimo — solía decir Bclgrano <lirigién-
dose a sus oficiales.
— ¡Orckiie. mi general! — replicaba al ins-
taiUe Lamadrid picando al frente.
\'.] general palmeaba sus hond)ros de centauro,
sonreía bondadoso, le transmitía sus instruccio-
nes y allá iba Lamadrid entre un turbión de
dragones.
Paz seguía una línea de conducta más discre-
ta, pero firme. Se daba siempre su lugar y cum-
plía invariablemente su deber, tíelgrano lo di.s-
tingnía con su amistad. A veces se servía de él
para transmitir órdenes relacionadas con la dis-
ciplina, o para encomendarle comisiones donde
hubiera (|ue p<iner a contribución, a más del va-
lor, la inteligencia.
Con todo, Lamadrid se anticipó en la promo-
ción a teniente coronel, y .sacó nueva ventaja
con el coronelato. N o era para m e n o s : el bár-
baro .ncababa de realizar una incursión fantás-
tica basta el eorao')!! del territorio enemigo. Con
M)0 hombres había traspuesto las líneas avanza-
das, sorprendido destacamentos y guarnici(nies,
subyugado pueblos y [tuesto en conmoción a
todo el ejército de í^a Serna, Cantcrac y Ola-
ficta, atacándolo por la retaguardia a 200 leguas
de su base, para regresar tramiuilamente sin un
rasguño al eampamento de Belgrano.
La ventaja jerár<|u¡ca se acentuó con el nuevo
•sccnso. Lamadrid tuvo (|ue partir un día en
auxilio del coronel Bustos, rodeado por las mon-
toneras de López en el deslinde de Córdoba con
Santa l'e.
• - • IVepare sus dragones — le dijo el general, y de ministro. Vengo a ponerme a sus órdenes.
— y parta inmediatamente. El comandante Paz
l e r á su segundo.
Ya estaba el " m a n c o " a las órdenes de su
í m u l o . Entonces, ¿sería cierto que éste conquis-
taría el generalato antes que él?
Pero se trataba de una rivalidad llamada a no
trascender por el momento. La envidia no anida-
ba en el taciturno cordobés; no se la descubre
Di aun en sus "Memorias", ni la proclama tam-
jkico el otro en las suyas. P o r q u e e s t o s dos
nombres, tan desiguales entre sí, debían escribir
cada uno sus memorias para perpetuar en la
posteridad sus disidencias.
La corta y vertiginosa campaña terminó con
la victoria de La Herradura, que Lamadrid se
atribuye a sí mismo y Paz a Bustos. Por esas
Hanuras desiertas a c a m p ó después el ejército de
Helgrano, ya mezclado irremisiblemente en la
guerra civil.
La sublevación de Areiiuito los separó ,il fin.
P a z estaba entre los amotinados y se quedó en
Córdoba. Lamadrid, despojado de sus Húsares,
inlo e impaciente como siempre, rumbeó iiara
Ijuenos Aires en alas de su inquieta curiosidail.
Volverían a verse recién seis años m á s tarde,
.il pasar el ya coronel Paz por T u c u m á n con su
flamante regimiento N ' 2 que había organizado
en Salta para lucirlo en la guerra del Brasil,
de la silla gubcrnatí>(a de su provincia natal, y el
antiguo compañero de Dragones creyó muy na-
tural ir a visitarlo.
— Saludo al .Señor tiobernadur de T u c u m á n
— dijolc desde la puerta de su despaclio con
afectada solemnidad.
— Adelante, compañero — respondió L a m a -
drid, avanzando hacia Paz con los brazos
abiertos.
Una larga conversación, salpicada de reminis-
cencias y de esperanzas los entretuvo más de
una hora.
— Aquí me tiene, compañero, de gobernador
contra mí voluntad — le dijo entre otras cosas.
— Son mis paisanos los que han querido que yo
los gobierne. De buena gana iría yo también a
pelear con los brasileiíos. Ahora voy a salir a
campaña para someter a un tal Facundo Qui-
roga...
.\1 despedirse, Lamadrid acompañó a Paz has-
ta la antesala de su despacho, donde había lar-
K.is mesas cubiertas de bandejas llenas de confi-
turas, "panales" y rosquillas.
— ¿Y esto? — interrogó con asombro el so-
brio "manco".
— lis para entretener a mis soldados. Les he
dado puerta franca para que se sirvan a su gusto.
. \ h o r a acaban de renovar la provisión.
Ya a caballo y en marcha, Paz no pudo repri-
mir una reflexión en voz alta:
— ¡liste Lamadrid es el mismo loco de
siempre!
O t r a vez pasó el tiempo envolviendo en el
vértigo de los acontecimientos a ambos coro-
neles. Lamadrid, vencido por Quiroga en líl
Tala y en lil Rincón, y despojado del gobierno,
había vuelto a buscar refugio en Buenos Aires.
Paz, ascendido a general sobre el campo de ba-
talla de Itnzaingó, llegaba también a Buenos
Aires al frente de la segunda división del ejér-
cito nacional, llamado a ocupar el ministerio de
la Guerra.
Esta vez fué Lamadrid (luicn se aproximó a
su antiguo camarada.
— Pues, amigo, ya lo tenemos de general
— Muy complacido, coronel. ¿Quiere acom-
liañarme en la campaña que voy a llevar contra
los caudillos del interior?
— Con mucho gusto, general. ¿ Q u é cargo
me da?
— L a división está completa y lista para mar-
char. Usted puede formar un regimiento de vo-
luntarios. Yo le coinpletaré la dotación, le pro-
porcionaré armas, c a b a l l o s . . . y caramelos
Cuando emprendieron la marcha, el gener.il
Paz a la cabeza de la bizarra división, ambos
debieron recordar sin duda aquella expedición
a La Herradura, diez años atrás.
Ahora era Lamadrid quien iba a las órdenes
del "manco". El pronóstico jactancioso del tu-
cuniano no se había cumplido en ninguno de sus
t é r m i n o s : ni Paz se vio impedido de llegar a
general, ni él lo era todavía.
Bien pudo el incansable sableador de las van-
guardias del Alto P e r ú sonreír despectivamente
al ver el meticuloso cuidado que ponía su anti-
guo compañero en organizar las marchas, en re-
glamentar las avanzadas, en ocuparse de los ba-
 C A R / \ y Y CARKT/Vr
gajes y de las provisiones, en vigilar todos los
detalles de ese peiiucño ejército que por la pre-
cisión de SUS moviniicntos parecía un reloj.
— ¡ Pobre Paz ! — diría Lamadrid, monologan-
do sobre la marcha. — ¡ P o b r e compañero P a / !
Todas estas retóricas, todas estas combiiiacif>-
Kcs y contradanzas no le servirán de nada para
polcar contra QuiroRa. ¡Si lo sabré yo! El día
i|ue al Tifírc se le ocurra atacarlo, vamos a ver
que hace el " m a n c o " con sus teorías y sus
cálculos.
La distancia a C ó r d o l o se acortaba rápida-
mente. Bustos, el Koberiiador, salió a detener a
Paz con un fuerte ejército de las tres armas.
Ximca lo hubiera hcclio. lín San Roque, su anti-
líuo subalterno de La H e r r a d u r a lo quebró de
un solo golpe, huyendo a<iuél, solo y desvalido,
a bu.scar el apoyo de Quiroga para recuperar la
provincia.
A la clarinada del Tigre respondieron sus con-
géneres de Cuyo, y allá se fueron como un alud
sobre el "Manco de Venta y Media" tropel de
centauros desbocados, haciendo retemblar las
>ierras y los valles cu su avance formidable.
Lamadrid observaba a su jefe aguardando el
instante de la fla(iucza. Espia!)a con malsana sa-
tisfacción el m o m e n t o en (|Ue el ines'urado ge-
neral diese la señal del desbande inevitable ante
isc huracán que se desencidcnaba sobre sus ca-
bezas.
— I Aquí te quiero ver, compañero! —- diría
para sus adentros con .socarrona malicia
Pero Paz recibió el embate sin inmutarse. El
.K-ero de su pequeño ejército estaba bien tem-
plado y las hordas se deshicieron ante él como la
ola contra la roca, bramando coraje y salpicando
espuma.
Por dos veces Quiroga y los suyos fueron
abatidos en La Tablada, y al volver por una nue-
\ a revancha, llevándose otra vez todo por de-
lante, el " m a n c o " los pulverizó en Oncativo.
Lamadrid estaba consternado. ¿Entonces, era
así como había que vencer a ü ' t i r o g a ? ¿ E n t o n -
ces, su émulo era un gran general?
Una tarde fué llamado «il despacho de Paz.
gobernador de Córdoba y jefe supremo del ejér-
cito del interior.
— Coronel Lamadrid — le dijo, — lo he man-
dado llamar para comunicarle (|uc acal)o de as-
cenderlo a general.
— Muchas gracias, jefe; no sé si lo merezco.
— Además, he resuelto delegar en usted el
gobierno por un tiempo.
Era más de lo que había prdiiosticado el antiguo
coniiwñero de Di agones. ¿Qué vendría ahora?
Una nueva victoria ya se cohmibraba. Tenía
Paz a su frente nuevo.^; y más numerosos enemi-
gos, pero él también había perfeccionado la
máiiuiiía, y sus cálculos, que jamás le habían fa-
llado, le prometían con el nuevo triunfo el domi-
nio de la Repúlilica.
Ya estaban tendidas las líneas, ya se libraban
las primeras escaramuzas, cuando ocurrió lo
I n e s p e r a d o : aquel tiro de boleadoras <)ue permi-
tió a los enemigos arrebatar a Paz del mando
de su ejercito. Solo mediante un lance así, único
en la historia de todos los tiempos, i)odía esca-
pársele la victoria.
T o d o fué desolación y desconcierto en el cam-
po de ese ejército decapitado. ¿A quién poner al
frente? ¿Quién podrá llevar a la práctica los
hábiles planes de Paz?
ISMAEL BVCICH
— ( L a m a d r i d ! — dijo un entusiasta.
— - ¡ L.'iinadrid I — rt'pitieron todos. — Nadie
más que Lamadrid, que ha sido su compai'iero
<les(le el año Í2 y que ahora era su sustituto en
el gobierno.
Y mientras el infortunado prisionero se des-
liacía en conjeturas allá en la tienda de sus aprc-
sadores, Lamadrid, dueño del ejército invencible,
retrocedía sin cálculo, buscaba nuevas dilaciones
y llegaba en su retroceso hasta 'I'ucumán, donde
otra vez Quiroga le hacía iiiürder el polvo de
lina nueva derrota. Se le había deshecho en las
manos inhábiles el magnífico instrumento de la
victoria.
l'asarían muchos años antes que volvieran a
\ e r s e . El largo cautiverio blaiupieó los cabellos
del vencedor de Oncativo. y cuando salió a res-
pirar el aire de la libertad, todo le era extraño
en la gran aldea (|Ue le servía de cárcel. U n a
tarde paseaba por la calle de los Representan-
tes, cavilando sobre la mejor forma de huir de
a<|uel ambiente sombrío (|ue la dictadura había
creado en Buenos Aires, cuando pasó a su lado
la sombra de un militar desgarbado, vestido de
rojo.
— Adiós, general Paz — sintió que le decía.
— Adiós, general Lamadrid — alcanzó a res-
pe nuler, reconociéndolo.
lira, en efecto, el antiguo cantarada que, de
pa>o para la residencia del Restaurador, lo había
saludado desdeñosamente.
Pero ni el uno había cerrado el ciclo de sus
victorias ni el otro el de sus infortunios. Paz
debía conquistar todavía los laureles de Caagua-
zú y de la Defensa de Montevideo contra Oribe,
mientras (pie Lamadrid, coini)licado cu la Coali-
ción del Norte contra Rosas, volvería a dejar
morir en sus manos el nervio de la resistencia
unitaria que se esfumó para siempre en el inte-
rior con su derrota de Rodeo del Medio.
— ¡Ah, inepto coiiii)ai"iero! — dejaría escrito
Paz en un m o m e n t o de amargo (resencanto. —
i Cuan cierto es que únicamente a mis órdenes
ha visto la cara de la victofia en batalles cam-
f>alcs!
Caseros dio término a los afanes y a la expa-
triación de estos paladines de la libertad, y Bue-
nos Aires los acogió con cariño. Venían ya se-
:vageuarios, para hacer menos dura la pobreza
de sus últimos años en esta ciudad hospitalaria.
I^amadrid golpeó un día las puertas de la legis-
latura porteña reclamando un aumento de pen-
sión para hacer más decorosa su vida. Paz, que
ocupaba una banca en el recinto, previno a sus
colegas:
— T o d o cnanto le den a este atolondrado s c r i
para invertirlo en caramelos.
Y como la chuscada llegara.a sus oídos, fué
a esperarlo a la salida de la sesión para re-
criminarlo:
— ¿De cuándo acá, general, usted se ha con-
vertido en tutor de mis bienes?
A lo (|ue Paz contestó secamente, cortando
este diálogo postrero;
— General Lamadrid, vaya usted con Dios.
La muerte que los acechaba cayó a poco so-
bre sus cuerpos fatigados en medio siglo de
rudo batallar por los campos argentinos. Con
l)oca diferencia de tiempo se extinguían ambos
en Buenos Aires, sonando desde entonces el r e .
piqneteo de la gloria sobre el bronce de sus épi-
cas campañas.
HS C O B A K
CARA/Y
C
ONTABAN
que t e n í a
amor<s con
Buda. Era
entre dos luces cuan-
do solía vérseie por
el dédalo misterioso
de los callejones tac-
ncños. El crepúsculo
se acurrucaba bajo
el abanico de las vil-
cas poniendo un hA.
lito fresco en la tar-
de quemada. Ella ca-
minaba andando en
p u n t i l l a s con unos
pies inverosímiles.
Iba envuelta en un
chai de Manila, co-
mo las antiguas ta-
padas limeñas, no
pcrcibiénJose de su
cuerpo otra forma
que la gracia avis-
pada del talle. Más
de una vez un cor-
tejante, al darle un
feliz alcance por e!
recoveco, recibió en
el pecho el golpe de
una granada, que, a!
abrirse violentamen-
te, bañó el rostro con
el jugo do s'..s dia-
mantes rojos. Des-
aparecida en la en-
crucijada de callejo-
nes, por el ojo ne-
gro de una ventanu-
ca encumbrada en '1
tejadillo salía una
risa gutural, lenta,
aguda...
Desde hacía algún
tiempo, las callejue-
las cubríanse de un.i
sombra siniestra. La«
gentes hablaban de
muchachas secuestra
das por chinos. S«
referían e x t r a ñ a s
historias sobre de-
pravaciones cometi-
das con pequeñas ni-
fias. El tugurio del
asiático J u a n Shin
resplandecía en el
callejón con el prcs
tigio de sus ritos re-
ligiosos. Era un tipo
curioso el de e-^te hi-
jo del Celeste Im-
perio. Su figurilla
decrépita, sus ojue-
los enigmáticos, una
ADQROABUM
cabeza de alquimista
en la que aparecía
el cráneo mon-
do, como tapa
de caldero
un hombre extraordinario del 'I ath •
Ching-King; sin embargo, había lo-
grado seducir a una muchacha de
rara belleza nativa. Nadie sabia
de qué artificios se habia vali- de reaparecer en Fu - Sang,
FIRMAS CHILENAS CARETA/
do para atraparla.
Las vecmas ponía-a
en boca de Juai; Shin
ciertas palabras se-
ductoras:
—Oye, niña,
jquieres c o m p r a r
media de seda bara-
ta? Tengo muy bo-
nita por poca plata,
bonita, barata; pa-
ñuelito bordado con
palabra de amor.
Compra, niñita, de
llapa te doy un sa-
quito con polvo.
De este modo el
asiático atraía a la
ingenua muchacha
que pasaba por su
t i e n d a . Todo se
amontonaba a!li en
abigarrada confu-
sión, pero por entre
los cachivaches Juan
Shin se desenvolvía
en desdoblamientos
fantasmagóricos. I.a
incauta acudií una
y otra vez al bazar,
sugestionada por las
inesperadas aparicio-
nes del asiático.
— Come este dul-
ce, niña. Es nmy ri-
co; viene de Chi-
na — le decía, ofre-
ciéndole escarchados
de rosas y otras flo-
res exóticas.
Así uno y "tro día,
hasta que al fin U
trampa abríase com-
pletamente, y la mu-
chacha era invitada
a pasar a la trasticn
da a ver una tela,
una laca, un perfu-
me...
T, a s i á t i c o
J u a n Shin
era conside-
rado como
uno de los más ex-
traños apóstoles que
hubiesen venido al
país. Se teniaii noti-
cias que viajab.T des-
de Santa Bárbara,
por las costas del
Pacífico, en busca
de un curioso ideal
perdido en el pais
de Fu - Sang, como
Por SADY ZAÑARTU él llamaba a la Amé-
rica. Una serie de
ESPECIAL PARA 'CARAS Y CARETAS" olvidadas lee-
rías le traían
lo hacía, por supuesto, preocupado respecto al destino futuro de
nuestras tierras. Según Juan Shin, el
Buda, que de tiempo en tiempo ve-
nía a propagar la moral de su doc-
trina al mundo, no estaría lejos '
 CA.R/\y Y CARETAS
donde ya una banda de sacerdotes budistas había
Citado propagando su fe en el año 458 de nues-
tra era, mucho antes que los blancos trajeran la
cruz de Cristo. Juan Shin afirmal)a que el Buda
vendría a reconquistar su reino, y que se venga-
ría de los hombres blancos por habérselo usur-
pado. El Oriente caería sobre la América y se
apoderaría de sus pueblos, aplastando la sober-
bia del gigante del norte, que tanto los había
e-carnccido y humillado.
La personalidad del asiático se hacía más e.x-
I raña con estas declaraciones que figiiralwii en
ios legajos del proceso que se le siguió después
del crimen. La leyenda del Fu - Sang volvía a
tener proyecciones de actualidad en aquel cm-
lirollo de antecedentes y clasificaciones etiiográ
íicas. Juan Shin perseguía por América, como un
pirata fantástico, un barco misterioso que hacía
más de mil años vino arrastrado hasta las costas
(ie California poj- las corrientes oceánicas tra-
yendo a uno de los profetas de Duda. Se afir-
maba en una antigua leyenda que el emperador
de la China, Khan Mangu, quiso apoderarse del
Japón, enviando, en novecientas naves, un ejér
cito de cien mil hombres a la i.sla.
En una de las naves invasoras iba el profeta.
[K'ro quiso la suerte que una temiwstad arrojara
el barco hacia las costas de América, donde em-
pezó a difundir los misterios de su religión. Pa-
ra dar fuerza a esta hipótesis, afirmaba que los
ajKtrtes de juncos chinos encontrados en las pla-
yas del Pacífico le bastaban como demostración
científica. Argüía, además, que en la calle de Pe-
tateros, en Lima, se había encontrado con un in-
dio del pueblo de Etén y que aml)os lograron
comprenderse perfectamente lial)Iando cada cual
su idioma nativo. Decía que no le eran descono-
cidas ciertas palabras chinas y tártaras propias a
bis idiomas mejicanos. Hablaba del indio de Ro
livia y reconocía su asíatismo por ciertas pccu
liaridades físicas y de carácter, reflejadas en sus
vestuarios y motivos decorativos, tratando de lia
cer renacer teorías desechadas por los atnerica
iiistas.
Tales declaraciones revelaban a Juan Shin, a
través del proceso, como un misionero audaz. El
chino era constante y disimiila<lor, y sus creen-'
cías no eran más que una pantalla para ocultar
sus vicios. Tenia la obsesión de atrapar jovcnci-
tas en la^ que su degeneración creía encontrar
rasgos fisonómicos que le confirmaban la anti-
.lilísima tradición.
De aquí (|ue causara sensación en el pueblo
(|uc una taciicña apareciera adorando a Buda, y
pronto se la señalase en la chismografía del ca-
llejón como a una víctima depravada por las dro-
gas del asiático.
Rosa Aiidía era una nativa que vivía aislada
de toda la ixjblación chilena. Sus amores con un
teniente de la guarnición habían sido contraria
dos por su macire, <iuc la guardaba celosamente,
atisbando tras las celosías de su ventana el paso
(le éste por la callejuela. La puerta de su casa.
continuamente hermética, sólo se abría para dar
salida a wvd cholita dtmandadcra. Los días do-
mingos trascendía de su interior la nn'isiea desa-
finada de una piaña tocando un viejo vals li-
meño.
Cuando el vecindario empezó a comentar
, las visitas de Rosa a la tiend.i del asiáti
. co, ella se ocultó en un misterio tai, que
;, • nadie pudo asegurar haberla visto en
pleno día. Su misma casa pareció
"\ sumirse en una sombra trágica, y
hasta se llegó a pensar que
fuera un refugio de espias. Nadie sabía cuándo lle-
gaba al tugurio ni cuánto tiempo permanecía allí
Sólo al anochecer se veía cruzar su silueta delica
da. Su rostro demacrado mostraba la huella de una
fatiga prematura ; los labios entreabiertos dibujaban
lina sonrisa enigmática, y los ojos, de corte obli-
cuo, aparecían cuidadosamente prolongados baciii
las sienes con pinceladas de Khol. Era un pensa-
miento triste el que dejaba al pasar. ¿A qué abisna
sin luz habia descendido? ¿Qué extraña fascina
ción transformábala de tal modo? ¿Acaso eran
también sus sueños el Asia antigua, monstruosa y
complicada del chino misionero?
l,a trampa de Juan Shin se tendió para Rosa
con todo rcfinainiento. Luego de haber aspiradla
con deleite una esencia ofrecida jxir éste en
una diminuta ánfora de i)orcelaiia, como en un
telón de teatro, ella vio cambiar el escenario de
la trastienda. En seguida el chino la transportó
en brazos hasta el «posento contiguo. Su cuerpcj
inanimado fué dejado sobre una estera, y un
soplo .sensual del paraíso de Buda se cernió so-
bre la estancia... Después Juan Shin descorrió
las cortinas (|ue cubrían el santuario y, seguro
de sí mismo, sentóse a esperar, fumando su larga
pilia.
En la estancia .semi en tinieblas sólo se per-
cibía intermitente la Mamita azul del opio. Poc«
a poco empezó la víctima a recobrar su con-
ciencia. Al ¡irincipio, apenas distinguía en la pe-
numbra las mandias blancas de las esteras; pero,
de pronto, las mismas luces que ardían en el
altar iban aclarando, con la palidez quieta de
sus llamas, los contornos de las cosas. La niñ.i
contempló como en un sueño el retablo de ma
dera tallada donde una gran tela de se<la mos-
traba la figura de Buda en su actitud hierática :
el rostro impasible, las piernas -cruAidas y las
manos sobre el pecho. A medida (lue fijaba su
atención fueron apareciendo inscriixiiones escri-
tas en caracteres cliinos, y luego, en el altar, las
ofrendas de los fieles: flores frescas, trozos de
antigua tapicería primorosamonte bordada, can-
delabros de bronce, y .sobre la cabeza del ¡dolo,
como aureola, un enorme sol de oro. A ambos
lados del altar montaban guardia, colocados en
sostenes de madera, dos hileras de fantásticos
sables y lanzas, de los que armaron los brazos
(le los antiguos guerreros, y en el centro del
santuario un ánfora de cincelado bronce guar-
daba las cenizas del volcán sagrado.
En el suelo, a los pies del altar, se a'incaba:i
curiosos vasos de arcilla decorados con dibujos
mayas e incásicos, que hacían recordar ciertas
infiltraciones búdicas en el arte abor'igcn de
.Xmérica, y ((ue servían al misionero para demos-
trar la evidencia de sus teorías.
Cuando la niña lo descubrió en un rincón,
agazapado, en actitud de acecho, dio un grito de
espanto. Juan Shin se acercó entonces arrastrán-
dose lentamente sobre sus piernas en cuclillas y
trató de calmar a la joven con palabras melosas:
— ¿Qué tienes, niña? ¿Se iKisó tu mal? ¿Que
el novio no te quiere? N o llores, niñíta; vamos
a preguntar a Buda. El sabe todo. El dice lotlo
a la niña linda para que esté contenta.
Rosa Andía se había enderezado sobre l i es-
tera y miraba al asiático con sus ojos agranda
dos de espanto y sorpresa. Este, aprove-
chando ese momento (Je estujior, paróse
rápido en busca de una velilla, que pu-
so en manos de la niña, para que la
ofrendase encendida en el altar.
Rosa, como un autómata, olie-
deció, sin saber ciertamente si
 C A R A ^ Y CAR-ETA^
todo aquello era real o sólo un sueño. Juan Shin
tomó un pebetero y, colocándolo frente al altar,
echó en su interior un puñado de sándalo y de
opio. Kl chino oficiaba ahora como el más som-
brío sacerdote de sus ritos; en esos momentos la
hermosa tacncña era una alma cristiana que el
fanático trasegaba en el altar de su ídolo. Había
tomado dos pequeños trozos de madera pulida y,
colocándolos en el suelo, obligó a la niña a que s«
arriKÜllase junto a él. Después los hizo girar rápi-
damente como una ruleta y, quedóse unos instan-
tes en meditación.
— Mallo, niña, malo. El novio te engaña. Quie-
re a otra...
Kosa Andía .sollozaba silenciosamente y tra-
taba de cubrir con sus manos las desgarraduras
<le su blu.sa. Kn tanto, Juan Shin iba y venia
por la estancia con pasos menuditos, agitando
sus anchos pantalones negros. Habia vuelto a
arrojar un puñado de sándalo en el pebetero, y
con los ojos scmientornados decía otra vez a la
niña:
— No llore. No importa que el novio no te
quiera. Juan Shin te quiere mucJio. fuan
Shin tiene lindas sedas. Tiene collar di
perlas, tiene plata, mucha plata para
la niña linda.
Ksta gemía:
— Déjeme, déjeme; quiero irme,
quiero volver a mi casa.
— Bueno, bueno — respondía el chino humil-
demente. — Anda a tu casa. ¡ Pero ya sabe I...
Viene no más cuando quiere. El Buda sabe todo.
Juan Shin quiere mucho a la niña linda.
La noche sorpreixüó a Rosa al salir del tugu-
rio. Su paso vacilante llevábala a tropezones por
la' estrecha calzada. I-a luna, con sus sombra»
equívocas, parecía afilar los conos truncados de
los techos. Una brisa fresca la hizo estremecer.
Al arrebujarse en su chai de seda, percibió algo
que brillaba en su mano, como si el rocío de la
noche se hubiera cuajado al tocar su dedo...
1.a niña se detuvo a contemplar aquella luz
endemoniada, y en una angustia infinita mur-
muró :
— ¡Virgen Santísima, ampárame!
R OSA Andía, después de aquella tarde,
cayó una y otra vez al tugurio del
hombrecito de Saigon. Ya no se sabia
si era una criatura humana o una som-
bra. Las drogas habíanla transformado total-
mente, ix)iiieiido una húmeda vaguedad en
sus ojos. IMS párpados eran de un color
mortecino y se sentían aplastados por
insomnios misteriosos. Sus mismos
ojos, contemplándolos largo tiem- y'
po, dejaban flotar en su fondo
las visiones del ensueño asiá-
 C A R y \ / Y CARETAJ-
tico. Había algo de impreciso en la mirada, co-
mo si una llama interior le impidiese fijarse en
las cosas. Se diría el tipo femenino que Juan
Shin tenía metido en la mente, capaz de entrar
en el nirvana por la perfección no sólo de su
alma, sino también de su cuerpo. Tendida so-
bre la estera. Rosa parecía una adole-ccntc. To-
do, en aquella aparición de lánguida Ijellcza, de-
_cia de su transformación prematura. Su cuerpo
"fino se insinuaba bajo las sedas, de un quimo-
no. Collares de marfil cnrollálwinse en ÍÜ gar-
ganta. Su rostro, bronceado, dorado por la lám-
para, no hablaba ya. Había k>grado cerrarse a to-
da percepción exterior,
Ahora Juan Shin se multiplicaba para Rosa,
como el esi)acio, como el ticmix). Su faz asiática
le calmaKi demasiado sus ardores de criolla, le
atraía hacia la nada, le robaba sus fuerzas; cuan-
do su espíritu se rcl)claba aún, su cuerpo, cada
vez más debilitado, cedía, pronto a renunciar. Se
había convertido, en el país de Fu-Sang, a la
milenaria religión que vieran los primitivos, con
totlos los mitos milagrosos de sus aportes. Juan
Shin aparecía en sus visiones igual que el indio
viejo del valle, cubierto con su poncho policromo.
Le reconocía perfectamente por la raleza de su
barba y por su tez, cuyo color variaba del ama-
rillo al rojo cobre. Era, sin duda, el autóctimo
taciturno y melancólico que había encontrado
arriarído sus llamas por los faldones de la sierra
tarateña mascando su coca. Sólo que los pómulos
se hacían cada vez más salientes y los párpados
inmóviles se asomaban hasta dejar fijo en ella
el ojo niongoloidc como una aguja imantada.
Un día, al llegar al bazar, fué alcanzada
por su antiguo enamorado. Este la intc-
:<í rrogó con ansiedad, pero no advirtió
•: ni siquiera sus palabras suplicantes,
descendiendo al tugurio como un
• . . fantasma. Llevaba lo infinito
' dentro del horror y la iniix>-
u j o s
tencia de poder libertarse por sí misma del suplicio.
El militar quedó al acecho, esperando la sa-
lida. Largas horas transcurrieron antes que ella
volviera a aparecer de nuevo en los umbrales de
la tienda. Cuando .•;€ acercó, todo aquel ser no
tenía más vida que la de sus ojos. El la tomó
fuertemente de los brazos, y a sus interrogacio-
nes apremiantes contestó:
— No puedo, no p u e d o . . .
Por la ventana del altillo refulgían dos ojos
terribles.
No demoró en despretvJerse de sus manos y
escapar rápida por el dédalo de callejones. Su
despierta imaginación veía aparecer el dragón
tutelar, de escamas de mil colores, que, en el ful-
gor de su sortija diabólica, le ofrecía un inven-
cible talismán.
Los (los amantes luchaban ahora contra
fuerzas invisibles. La obra del militar esta-
ba conducida a desatar, eslabón por eslabón,
la cadena maldita (|uc aprisionaba a la nativa
Rosa Andía.
Esa misma noche volvió en busca del asiático,
siguiendo por el laln-rinto encantado el hilo de
una pesquisa que arrollaría el tugurio infame.
Las sombras de sus acompañantes deslizábanse
ahora dispuestas a promover la catástrofe exi-
gida por la justicia. Caminaban a rcstalilecer el
equilibrio normal. Sus instintos los hacían des-
confiar hasta de ellos misinos, pues el aviso de
sus pasos en la noche cálida anticipaba la des-
gracia.
No estaban lejos ya del tugurio, cuamlo, en el
último recoveco, cayó una luz de linterna
sobre un cuerpo inerte. En la obscuridad,
los reflejos tendieron sus cruces bucea-
doras. Rosa Andía apareció con las
roías desgarradas, mostrando su des-
nudez de ámbar y de humo, res-
catada de los hombres cristia-
nos por el puñal m a l a y o .
 C A I t A 7 y r'AMhrAJ
Juana Piieyrredón
de Sáenz Valiente/
la hermana
n ega
AL h a o í a n quedado
los ánimos de los pa-
triotas después de las
invasiones infries as.
Los aires revoluciona-
rios, no sólo soplaban
en el Río de la Plata.
En Ch tiqu i.<! acá, en
1809, p r e c i s a m e n t e
para el 25 de mayo, había.se abobado en
sani^re una rebelión contra el presidente
Pixarro. En Buenos Aires, la semilla des-
parramada por los ingleses daba ya, ti
bien prematuros, lozanos frutos.
Fué así como en el porteño cuartel de
los Patricios, al poco tiempo, se produjo
una asonada que vino n ser cual jalón de
libertad. Con ella se evidenció el civismo
de los criollos y, lo que aquí nos interesa,
el temple de una mujer que, un año antes
de la jornada redentora de mayo, tradujo
en becbos reales las aspiraciones latentes
en todos los corazones americanos.
Esta mujer fué doña Juana Pueyrredón
de Sáenz Valiente. Había nacido en Buenos
Aires en el año de 1783, bija de don Juan
Martín de Pueyrredón y de doña Rita
O'Dogan.
En 1809 fué preso su hermano, el que
sería, desde 1816 a 1819, Director Supremo
de las Provincias Unidas.
Motivo de esta prisión era el innet^ablc
ascendiente que el joven militar ejercísr
sobre sus compatriotas. Esta autoridad mo-
ral puso celoso al virrey Cisneros, quien,
arbitrariamente, dispuso que el héroe de
las invasiones fuera enviado a España bajo
partida de registro.
El general Guido dice que "apenas
circuló la noticia de hallarse preso en el
cuartel de Patricios el comandante Puey-
rredón, su hermana, doña Juana Pueyrre-
Jón de Sáenz Valiente, se presentó a la
Ifuardia que lo custodiaba y con la elocuen-
cia del alma y con palabra fácil e insinúan»;
te, rodeada de oficiales y soldados, incre-
póles por servir de instrumento a la tiranía
contra un paisano, sin otro crimen que el
entusiasmo por la libertad de su patria<:
con palabras como éstas: '
— ¿Consentiréis que sea s a c r i f i c a d . o
vuestro compatriota y amigo por la cruel
injusticia de un gobernante? ¿Consentiréis
que sea expulsado de su país, tal vez para
siempre, sin hacerle un cargo, sin oírle y
sin juzgarle? ¡No, patricios 1 Dejad que mi
hermano huya, si no queréis haceros cóm-
plices de una iniquidad que amenguaría
vuestra fama.
Los soldados y oficiales, en silencio, es-
cucharon las palabras de la germana de
Pueyrredón. Algunas miradas se cambia-
ron. El discurso, podía estar segura la en-
tusiasta y valiente porteña, no caería en te-
rreno estéril.
Nadie ha sabido decir cómo, porque fué
secreto que el fututro Director Supremo
guardó para sí eternamente; pero es lo
cierto que, después de esta escena, a las
pocas horas, se evadía por una de las ven-
tanas del cuartel. ¿Quién la había abierto?
¿Qué hacían los centinelas que no se per-
cataron de la evasión? Jamás hubo res-
puesta para estas preguntas.
Un amigo fiel, don Francisco Mariano
de Orma, español muy adicto a la causa
de los patriotas y uno de los primeros en
obtener la carta de ciudadanía, le brindó
seguro refugio.
Desdichadamente, tan valerosa como en-
tusiasta patricia no logró ver consumados
los proyectos de los primeros hombres do
(gobierno argentinos. Falleció el 14 do
junio de 1812, en los días de mayor an-
gustia e inquietud para la patria, cuando
la R e v o l u c i ó n corrió grave nesgo de
fracasar.
 '///•'

mti^
Pesadez en las piernas.
^^^^^^^ > V La causa: V A R I C E S .
Cuando las piernas se ponen hinchadas, entumecidas y las ex-
tremidades, heladas, indican un estado varicoso en plena evolu-
ción. La circulación disminuye. Una sangre espesa y cargada
de impurezas, dilata sin cesar las venas que, de un momento a
otro, cuando las paredes se debilitan demasiado, pueden reven-
tar, produciendo una Ulcera, un Eczema varicoso o bien pro-
vocar u n a Flebitis y hasta la muerte repentina. Sea cual fuere
su gravedad, las varices pueden curarse siempre, cuando la causa
que las engendró desaparece. Esto explica las curas maravillosas
obtenidas por el cuerpo médico en el tratamiento de las dolen-
cias de las piernas, y de todos los vicios de la sangre por el

DepuraKvo Richelet
La potencia de este medicamento es tal, que desde los primeros
días del tratamiento, la circulación se restablece, la hinchazón
de las venas desaparece, así como los picores y el hormigueo.
La pierna descongestionada recobra su vigor normal, su flexi-
bilidad y, a la pesadez, substituye un verdadero bienestar. En
los casos de úlceras y eczemas varicosos, la supuración se detie-
ne, las llagas pierdan rápidamente su aspecto repugnante y se
cierran sin dejar huellas.
CADA F R A S C O L L E V A UN L I B R O D E
I N S T R U C C I O N E S P A R A USAR E L R E M E D I O
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 Sobre la Socle6a6 6e ^beneficencia
-•^maf¿ /fV' a(|ui 1o^ nuinbrc^
^ • # 1 (le las t i c c e p r i m e r a s
l l I diuiias que, por una
* ^ * disposición de don
üiMiiardino Kivadavia, adnii-
iiisfrarian la Sociedad de Be-
neficencia de la Capital, la ins
titiicióii caritativa m á s impor-
tante del p a í s : l'rcsidcnta,
Mercedes de I.ásala de Ki^jlos;
viccprcsideiita, María de la
Concei)CÍón Cabrera de Alto-
laK'nirre: secretarias, I s a b e l
Casamayor de Luca y Joa(nii-
na Izijuicrdo; y vocales, Flo-
ra AzcuénaRa, Cipriana Viaña
de Boneo, Manuela A^uirre
de (¡arcía, Josefa Gabriela Ra-
nios Mojía, Isabel ARÜero di
I U s a b l e , F.stanislada T a r t a s de
I ' r i l , María de los Santos Rie-
ra ilel Sar, María Sáncliez
de Mendevill'e y Bernardina
t ' b a v a r r í a de Viamonte. Dos
de ellas, las señoras de Azcué-
naga y del Sar, por liaber re-
mniciado, y otra, la señora de
Urit, i)or bailarse ausente, fne
ron reemplazadas por las se-
ñoras María del Ro.sario dr
AzciiLMiaKa, Justa Fogiiet de
San diez y Fstanislada Cossio
de (¡utiérrez.
F l 12 de febrero de 1823 re-
unióse por i)riniera vez dicba
comisión cu la Casa de l'-x-
pósitos, y i|iiedó ileíinitiva-
Miente instalada la sociedad.
¿Cuánto es lo (|iie ha lieclio
la institución desde su bora
primera? Detallar sus activi-
dades y sus creaciones es ta-
rea más <ine imposible dada la
exigencia del espacio. Allí es-
tán en nuestra ciudad los edi-
ficios que hablan elocnentc-
ineiite de la labor desarrollada
ilnraiite una centuria. Allí, en
la calle M o n t e s de Oca, la
Casa de Expósitos, verdadero
boj-ar para los dcslieredados;
allí, en la calle Gallo, el Hos-
pital de Niños; allí, en I.as
l l e r a s y Bustamante, el H o s -
I'ilal Rivadavia. ¿Y la Casa
£1 patio - jardín dp Ja Casa du
Huérfanos da la Merced.
de Huérfanos de la Merced?
¿ y loí consultorios y casas de
sanidad instalados en la capital
y fuera de ella?
Cada una de las obras de
la Sociedad de Beneficencia es
un ejemplo de organización y
de moral. Sus nosocomios son
modelos de hifíicne y de per-
feccionamiento científico, ob-
jeto de admiración de las per-
sonalidades medicas del
mundo.
Y no se dÍRa que la Socie-
dad de Beneficencia no ha en-
contrado o b s t á c u l o s en su
desenvolvimiento. Recuérdese,
por ejemplo, la contrariedad
sufrida durante el doloroso pe-
riodo de la tiranía rosista. Pe-
ro, a i^esar de ellos, supo elevar-
se sobre sus propi<is contratiem-
pos y llegar a nuestros días
en un estado de florecimiento
digno de la idea generosa que
la fundó. Hoy, como ayer, go-
zó de la predilección de nues-
tra é l i t e , y a su h i s t o r i a há-
llanse unidos los nombres de
más rancio abolengo patricio,
nombres de damas que tradu-
cen elocuciitemeiitc los senti-
mientos generosos de nuestra
raza, siempre atenta a las an
gustias de la clase necesitada.

-Jw me apures, llegaré aníes gue ellos.

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/ Cavalleria Rusticana. Preludio. Hv parto.
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i77nfiB (Tosca. "Quo hicchio al mondo". Puccinl
" " " " ' ) Tosca. ••Aniarii aol per te". Pucdni \ Mascagni
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177072 Gagllarda. Danza ild .IÍKIO XVI. V. Galilei. i'oiw'r I Tarantolla. Chopin
I (Arreglo Resphigi) t ^^tudio en fa mayor. Chopin

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•SANTIAGO DE CHILE: Ahumada. 91
 CARAY Y CARETAS
L A botica de
R e y e s !ia
desapareci-
do de San Fer-
nando; T o r r e s
ya n o p r e p a r a
agua de toronjil
para las congo-
jas; M o d e s t o
Vázquez y San-
tiago G o n z . í l c z
han dejado dees-
pcctorar con acen-
to criollo versos
españoles en el
teatro de la Vic-
toria, y se ha ce-
rrado para siem- (PAGINA
pre la mercería
de Inhiestas, en
<iuc compraban rapé mi abuelo, guantes blancos
Manuel Cerro y almizcle Martin de Sarralea. Has-
ta don Cayetano María Cazón desdeña ahora la
corbata blanca (juc el día de San Martin anun-
ciaba la proximidad del verano, como las goion-
drinas la llegada de la primavera.
l ' e r o . . . i)crm!tascmc, a jicsar de tanta ruina, bre a las rosas, intrigó mucho a J., empleado en
que siga reconstruyendo el pasado. El club de
líelgrano fué edificado i>or Miró con sujeción a
un plano coi)iado del arca de Noé, salvo un alti-
llo que dominaba la azotea. En su recinto, fre-
cuentemente pi)l)lado de numerosas y elegantes
señoritas, han bailado Carlos Rodrigue/ Larreta,
Juan M. Larrazátwl, Diego Chaves y otros que
no .«c conservan bellos. Allí conocí a Ángel Pla-
za Montero, que era un Ilérciiles, a quien la
"Reforma Pacifica" llamaba Antino.
l>os i)criódicos como "La Espada de Lavalle"
y los diarios como "El Nacional", elogiaban los
martes la gracia de las heroínas del domingo y
la ligereza de los barquillos que, junto con los
helados, enviaba Migoiic. el dueño del café de
los Catalanes, y que más que barquillos parecían
pontones. Yo concurrí a varios de esos bailes, y
merecí de Solveyra el calificativo de sílfidc. En
vez de echar alas cual las orugas, he perdido con
la edad las plumas, como las palomas ipie anidan
en el paredón de San Francisco, machuchas an-
tes de tioniix), porcpu' nadie las codicia. Todavía
conservo un pedazo del número de "La Reforma"
en que apareció la crónica del fundador del "Avi-
sador de Buenos Aires", y lo guardo religiosa-
mente, porque es la piedra angular de una escue-
la literaria.
l i e aquí el modelo:
" El domingo abrió sus puer-
tas a los jóvenes elegantes el
club de IJelgrano, recién funda-
do en el pueblo que lleva el nom-
bre del i n v i c t o g e n e r a l , cuya
vida, sepultada en el atrio do
Santo Domingo, ba sido un modo.
lo de amor a la República Argeu-
tira, según D. liartolomé Mitre.
" ¿ Q u é podremos decir en elo-
gio dtl señor don Federico Miró,
el iniciador?
" Nada que sea digno de joven
tan progresista, sino que ha sabido
reunir a toda la gente bien.
" Allí estaba un célebre pianis-
ts porteño, desterrado en la épo-
ca de Rosas (alusión a Santiago
talzadilla) y su pctico amigo (alu-
sión a Larrazábal), quien, como
siempre, se portó
perfectamente.
" Tanijxico fal-
tó el más h r g o dé
nuestros m o z o s
(alusión a Mel-
chor Arana), ciue
tuvo su icm¡iora-
da con una beU
granero.
" Pocos casco-
tes (hombres ca-'
sados) se presen-
taron, y n a d i e
planchó (ninguna
joven o vieja de-
jó de baÜar).
DH 1889) " N o hubo cla-
• .•> vos ni huesos
(niñas impresen-
tables) y r e i n ó la a l e g r í a hasta la niadru-
gada.
" L a señorita M . , . , que lleva el nombre de uno
de los parti<los del oeste de nuestra campaña,
(Mercedes), fué una de las reinas de la fiesta.
" Su hcrmanita R., que recuerda con su nom-
el Banco de la Provincia.
" E . I!., la silfide de Belgrano, fué objeto de
muchas atenciones y cautivó la fineza de un señor
holandés, que le puso los puntos.
" Vestía traje verde de tarlatán, con cenefas
de lo mismo, y tenía la cabeza adornada con dos
rosas tan blancas como su alma.
" Las de P. M. H. y A. no dejaron nada que
desear, porque sedujeron a todos los convidados
hasta el venir del día, hora en que el sol cmiiezó
a alumbrar los jardines.
" Olvidábamos decir que se sirvió un abun-
dante refresco, y que muchos de los jóvenes pudie-
ron obscípiiar a las muchachas con yemas, dulces
y hasta con las elegantes figuritas que adorna-
ban los hermosos ramilletes. .
; " Que se repitan tertulias como las del domin-
go e r e l deseo de todos los que asistieron, gustosos
de ver reinar otra vez la sencillez de la confra-
ternidad.
" Hasta entonces."
Fundóse, muchos años después, un periódico,
"El Correo de las Niñas", y renació Solveyra da
sus ciencias literarias.
Hoy surge un nuevo género, menos ingenioso
todavía, (|uc consiste en formar lista de revista
de las señoritas que asisten a los bailes, detenién-
dose a detallar las alhajas de las señoras casadas.
Las primeras aparecen enumera-
das como las alumnas en los re-
gistros de las escuelas comunes, y
de las segundas se forma inven-
tarios. Ya no se habla de andar
de diosa, de uñas nacaradas, de
pieles sedosas ni de ojos de ga-
cela. En cambio se han substituí-
do las iniciales con los nombres
propios, y a cada señora casada se
le inventa un busto opulento y se
le convierte en una especie de
percha ambulante en que el mari-
do exhibe brillantes, esmeraldas,
perlas y turquesas, más para dis-
putar a otros el premio en un cer.
tamen de vanidad que para satis,
facer el capricho que perdió a
Margarita y a otras distinguidas
hijas de Eva. — Ceroniila.
C A . I Í A . / Y CARIT.Av./

•**iry *••*••• • -"rw •

. SU
quedod
 CARAy Y CARETAS
7y[ a ría
de T h o m p s o n
La
entre las
ARGA y útil fue la
existencia de M a r í a
Sánchez de Thomp-
son. T r e s (íeneracio-
nes acompañó con el
brillo de su inteli-
fíencia y patriotismo.
Su p a d r e : don Ceci-
lio Sánchez de Velas-
co, miembro del Con-
alcalde ordinario; su
m a d r e : doña M a r í a Magdalena Trillo.
Nació en Buenos Aires el primero de no-
viembre del año 1786. Carranza, a quien
nay que acudir siempre que altfo verídico
y acertado se necesite sobre las mujeres
argentinas, asegura que fué la más famo-
sa de las mujeres del sitólo en nuestro
país.
El 27 de junio de 1805. Su esposo fué
el alférez de fragata 'de la real armada,
don M a r t í n Jacobo Thompson, uno de los
primeros patriotas que se alistaron en los
ejércitos de la revolución, ocupando ade-
m á s diversos puestos públicos en los que
supo dejar un ejemplar recuerdo.
M a r í a Sánchez de Thompson se hizo
notar desde los albores de la revolución,
contribuyendo, además, con su óbolo d e
tres onzas mensuales para armar la expe-
dición libertadora del año 1810.
Fué secretaria de la reunión del 29 de
mayo de 1812, y sus manifestaciones pos-
teriores de intelectualidad, labor y ener-
gía afirman esta creencia.
En 1816 quedó viuda. Como era, además
de intelifíente, aj^raciada, casó en set'un-
das nupcias con Washington Mandevillc,
cónsul francés en Buenos Aires.
Fundó la Sociedad de B e n e f i c e n -
cia en 1823 conjuntamente con
otras d a m a s ilustres, ocupan-
do el puesto de p r e s i d e n -
Sánchez
más j a m osa^
de su siglo ^^
ta y secretaria numerosas veces.
Se desvivía por todas las iniciativas cul-
turales y caritativas. Fué, así, inspectora
de los hospitales de mujeres, casas de
expósitos y d e m e n t e s ; fundó lazaretos, la
primera escuela normal, las infantiles en
el campo. P a r a la propa^Janda patriótica
trabajó d e s i n t e r e s a d a m e n t e . Su eficacia
era incuestionable. No era extraña a nin-
guna alocución oportuna, redactaba notas
e informes que merecían el aplauso de los
hombres que en aquella época se consi-
deraban competentes. Lle^ó a efectuar
prolongados y penosos viajes hasta las re-
giones más retiradas del país.
Cuando falleció, a los 82 años, el 23 de
octubre de 1868, el inspector de escuelas
dijo que todas ellas se habían enlutado al
propalarse la noticia de su fallec imiento.
Su ausencia las dejaba en la orfandad.
Y todavía a(?regó "que los que siguen las
huellas de sus pasos riegan con sus lágri-
mas la tierra que va a cubrir sus mortales
despojos, porque pierden en ella la histo-
ria, la tradición y el concepto de la es-
cuela argentina".
Proverbial era su inteligencia y la cla-
ridad de sus apreciacitmes. En sus salo-
nes 'se respiraba un buen tono que ha-
blaba de la patria con la voz entusiasta
de los tiempos pasados, de los días mag-
nos en que el corazón de los hombres no
abrigaba otra aspiración que la libertad de
la patria.
"Una imaginación viva y abierta a todas
las impresiones de lo bello y lo bueno —
decía J o s é T o m á s Guido, — una indul-
gencia inagotable; y una urbanidad ex-
quisita daban a su trato, a sus con-
fidencias, a sus cartas, un encanto
que constituía un amable i m p e -
rio e j e r c i d o siempre para la
virtud."
C y \ R y V / Y CV\RET-'SJ*
 C A R A / Y CARETA^
oS
V KO urN.9;
peMA
Hi'
K OLYNOS usado
. con u n cepillo
seco desaloja los restos
de alimentos en es-
tado de fermentación,
disuelve la película,
destruye los microbios
dañinos, protege con-
tra el dolor de muelas,
la caries y las infec-
ciones de las encías—
refresca la boca y la
deja en estado saluda-
ble por muchas horas.
Pruebe Kolynos y
dirá "¡Qué limpia me
siento la boca!"
KOLYNOS
CREMA DENTAL
200
T£l balneario porteño en
la éfoca fatrlcla
. < ^ K ^ AS señoras y niiias esperaban el día de
J T la Inmaculada Concepción (8 de di-
§[_ cienibre) para inaugurar la "estación
• ^ • ^ balnearia". E m p e r o , los franciscanos
lo hacían el 4 de octubre y los recoletos el 12
<lcl mismo mes, día de Nuestra Señora del Pilar,
cu el que bendecían Vas aunas del estuario y se
bañaban parcialmente, scí?ún la temperatura, con
los niños que educaban en la escuela anexa al
i'onvcnto.
lín la estación de los calores y en las últim/s
lloras de la tarde, la extensión de la playa por-
(oña, comprendida entre el "liajo do las Catali-
nas" y la "bajada de los dominicos", presentaba
lili cuadro pintoresco, pues se veían en el agua
a centenares de personas, mientras otras nuiclias
esperaban bajo el sauzal el m o m e n t o propicio
para zanil)ullirsc. I-os Iiombres de respeto se
.ibstoiiían de bañarse en esa forma delante del
púiilico, y guardándose en último raso las cos-
tumbres seculares usadas en la Roma de los ce-
saros, el padre no se bañal)a nunca delante del
hijo, ni el yerno con el suegro.
Las señoras y niñas se bañaban después de
lialjorse puesto el sol, de modo c[ue no entral)an
al agua sino a obscuras o entre dos luces. Sen-
tadas en el "verde" y en las toscas, disfrutaban
de la fresca brisa o bien paseándose lántíuida-
meiitc, enlazadas las unas con las otras, espera-
ban a que obscureciese para entrar al baño,
después de abandonar sus vestiduras de paseo
111 manos de las esclavas. Para la preparación
de esta ablución del cuerpo entero se extendía
sol)re la peña o sobre el musKO, una estera o
alfombra y se clavaba un farolito.
El efecto, para el espectador situado en dis-
i r e t a lontaivanza, era pintoresco, y para los
amantes del oleaje, sumamente divertido y ani-
m a d o : las risas, las exclamaciones, las zambu-
llidas y los frustrados conatos de natación, cuan-
(Ni el aKua recién llegaba a la rodilla, ofrccian
cardúmenes humanos que la luna plateaba.
Como no había ilumiiución ninguna, la estada
y el regreso, en las noches sin luna, se hacían
valiiiiuiose de peilueños farolitos. Kl desfile noc-
turno era curioso y fantástico, a la vez: muchos,
en lugar de Rorras y sombreros, se cubrían con
las mismas sábanas y como ya no quedaban
iraiisLÚntcs por las calles, pues, babia pasado
la hora de la "retreta" y las tiendas estaban ce-
rradas y no había otra luz q»« una malísima
lamparilla de aceite o una vela de sebo puesta en
faroles lar>;os y aiiKostos de distancia civ distan-
cia, resultaba rpie el desfile se hacía en la som-
l)ra\y en la más tranquila soledad, interrumpida
sólo por el ladrido de los perros.
En lo demás reinaba el mayor orden, cortesía
y esmerada urbanidad y cultura: los hombres
(|ue llcKaban a la hora del baño de las señoras,
se alejaban del sitio en que se apostaban los
(grupos femeninos.
La Kcnte principal y especialmente las damas
(le la "élite", se bañaban más hacia el norte o
más hacia el sur de los puntos en (|ue lo hacía
la generalidad, frente a sus residencias veranie-
ga, usanza que fué implantada primitivamcnto
por los ingleses, los cuales, siguiendo su hábito
nacional de no residir en el mismo lugar de sus
negocios, formaron ya por aquella época en los
suburbios, hermosas casa-quintas de veraneo.
 C A R A / Y CARETA/

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CA.RA./ Y CARIIAJ"
Mana de los T^mcdíos de
Escalada de San Martín,
la esposa y amiga del
, Libertador
E aquí la heroína, la patri-
cia que ningún argentino de-
be olvidar. Heroína, porque,
en su existencia toda, par-
ticipó del heroísmo, de las
privaciones y de las inquie-
tudes de su esposo; patricia, porque, más
que otra cualquiera, en sus manos enco-
mendado estuvo el confortamiento y e l ,
mantenimiento de la fe y la esperanza del
que fué libertador de un continente.
María de los Remedios de Escalada na-
ció en esta capital el 20 de noviembre de
1797; era hija del canciller de la Real
Audiencia don Antonio José de Escalada
y de doña Tomasa de la Quintana.
En su hogar distinguióse siempre por su
delicadeza innata y una bondad a toda
prueba. Quiere la tradición, por otra par-
te, ver en ella el objeto de la idolatría do
su padre, el que satisfacíala hasta en sus
más ínfimos caprichos.
Cuando sólo tenía 14 años de edad y en
circunstancias en que la casa de sus ma-
yores era el centro de los patriotas, cono-
ció al entonces comaiidante San Martín,
de regreso a la patria tras larga y bata-
lladora ausencia.
Pobre y oscuro era el joven guerrero.
El anciano canciller, empero, supo descu-
brir en él el tesoro que se ocultaba y, sin
inconvenientes de ninguna especie, toleró
y hasta acució el entusiasmo amoroso en-
tre ambos jóvenes, barruntándose, sin du-
da, lo mucho que su idolatrada hija influi-
ría en el futuro capitán.
San Martín se vinculó a los Escalada.
Fué el centro de las atenciones y, en ver-
dad, debía ser curiosa la pareja de ena-
morados: él, atlético, robusto, de edad
madura; ella, pequeña, delicada, de
poca salud, casi una n i ñ a . . . Allí
conoció a los hermanos Ma-
nuel y Mariano Moreno y se
^_-f^
hizo gran amigo de los Necochea, M. T.
Soler, Pacheco, Lavalle, Olavasría, Olazá-
bal y otros muchos que, luego, en las filas
de su ejército supieron cubrirse de gloria.
El matrimonio se efectuó privadamente,
el 12 de noviembre de 1812, siendo testi-
gos, entre otros, el sargento mayor de gra-
naderos, a caballo don Carlos de Alvear y
su esposa Carmen Quintanilla.
A los tres meses escasos, el esposo, co-
mo ofrenda para la niña que, sin interés
ninguno, le brindara su amor, ofrendóle el
triunfo de San Lorenzo. El viejo Escalada
no se había equivocado...
Vinieron luego las dolorosas separacio-
nes impuestas por la ruda vida del gue-
rrero. Así, con verdadero dolor, cuando
San Martín salió para la expedición al
Alto Perú debió dejarla enferma en cama.
Más tarde, al ser designado Gobernador
de la Provincia de Cuyo, la llevó a su lado.
En tal situación, doña Remedios traba-
jó a la par de su esposo. R,odeábala el
afecto y estímulo de la población y de los
que figuraron más tarde en el Ejército de
los Andes, entre ellos los Zuloaga, Corva-
lán. Correa de Saa, Díaz y Palma,
En 1819, San Martín, en un rasgo enér-
gico y que pinta su espíritu de sacrificio,
la obligó a trasladarse al hogar de sus pa-
dres, donde vivió aguardando el regreso
del esposo.
Enfermó y, tuberculosa, falleció el 3 de
agosto de 1823. Su.s últimos pensamientos
dirigiólos al que fuera su esposo y su ami-
go, su compañero y el ideal de su troncha-
da juventud.
El Libertador, al perderla, sufrió, según
propia confesión, el dolor más grande
de su vida; tortura de espíritu que,
lacónico como siempre, exteriorizó
en la l á p i d a que, en 1824, co-
locó s o b r e la t u m b a de la
esposa.
 C.\Ry\J- Y CV\RErA.r

GRI
La rápida acción El GENIOL corta
del G E N I O L con- la fiebre, disuel-
t r a la G r i p e se v e los v e n e n o s
completa, aña- gripales, entona el
diendo unas gotas organismo y pro-
de " L i m ó n " al duce un p r o n t o
agua con que se y saludable resta-
toma. blecimiento.

GeniolQ U I T A II D O L O R
Geniol
I QUITA u DOLOR
DA BU£N HUMOR DA BUEN HUMOR

EL TUBO DE
1 0 DOSIS ,130
: ^
 C A R A / Y CARETA/

^
 C A R A / Y CARETA/
Juana Mora
la emparedada
A Revolución tuvo sus
mártires. El gfobierno
de la colonia, en uno y
otro liifíar, necesaria-
mente, para mantener
en pie su v a c i l a n t e
autoridad, debió recu-
rrir a expedientes se-
veros y que, dentro de
s\i misma crueldad, son
una expresión de los desesperados esfuer-
zos realizados para conservar para la coro-
na los dominios de América.
Por Hallarse situada en una región donde
el poderío hispano era fuerte, la provincia
de Salta cayó repetidas veces bajo la férula
de los militares espartóles. En tales cir-
cunstancias, por bailarse los hombres en las
filas patriotas, quienes pajfaron con sus vi-
das y haciendas tributo al encono de los
realistas fueron las mujeres indefensas.
Otras, Igualmente, actuando de emisarias,
trasmitiendo clandestinamente las órdenes
entre los rebeldes y llevando comunicacio-
nes secretas entre Salta y Jujuy y Jujuy
y Oran, empleando mil recursos y su viví-
simo ingenio, cuando fueron sorprendidas
debieron patfar caro su atrevimiento.
Sospechosa de este espionaje se hizo
doria Juana Mora de López, acreedora al
peor de los castigos. Los españoles la em-
paredaron en su propia casa, tapiando puer-
tas y ventanas a fin de que, sin poder salir,
quedara más segura y pereciera de hambre.
Si la vida logró salvar esta valiente mu-
jer se debió a los sentimientos humanita-
rios de una familia vecina que horadó el
muro y atendió a sus necesidades. Esta
gente, empero, era r e a l i s t a . . .
Esto no a m i l a n ó a doña Juana
Mora de López. Ardiente era su
patriotismo; inflexible s u c a -
, rácter.
de L 6pc Zy
de S alta
Cuenta su biógrafa, doña Elvira Reus-
mann de Battalla, que cierta noche alguien
propuso la conveniencia de que saliera un
chasque al alcance del ejército libertador,
ni que uno^ consideraban victorioso y otros
completamente derrotado.
Doña Juana Mora de López todo lo había
sacrificado, familia, bienes, tranquilidad.
Se debía a la patria y, antes que semejante
íncertidumbre concluyera con la fe de to-
dos, decidió ser ella quiera afrontara todos
los riesgos.
Transcurrieron algunos días. La íncerti-
dumbre era cada vez mayor. No faltaron
los pesimistas que aseguraron que doña
Juana había caído en poder de una patrulla
española.
Hasta que una noche un collita, casi un
niño, con burdas ojotas, ancho sombrero y
poncho de vicuña, golpeó a la puerta de la
residencia de la esposa del general Are-
nales.
Franqueada la entrada — refiere la his-
toriadora arriba mencionada, — el collita
pidió hablar con misia Serafina. Una vez
en presencia de la dama, despojóse de pon-
cho y sombrero, desatóse el renegrido ca-
bello y, después de un vigoroso ¡Viva la Pa-
tria I, ante el asombro de todos, dijo:
— Mañana, a más tardar, tu esposo es-
tará aquí, pues viene a marchas forzadas
por el camino oculto de la quebrada, y ha-
brá dado una severa lección a los godos.
La que hablaba no era otra que la "em-
paredada", doña J u a n a M o r a de López,
quien, bajo el disfraz de colla, había burla-
do la vigilancia de los españoles.
Al caer la tarde del siguiente día, las
tropas del general Arenales, tras reñido
combate, habían vencido a los rea-
listas. La "emparedada" fué pa- ,/'
scada triunfalmente por las ca-
lles de Salta. «
CVS.R/V/' Y CyVRET.'Vr
 CARA/ Y CARErA;i

Vértu Y l^ ^(xsa 6e ^Expósitos

^ ^ ^ ^ ARCOS José de Riglos,
^ W W capitán de Dragones
^ I M ^ M de los ejércitos de S.
* ^ • ' w Ai., presentóse en 1779,
a (Ion Juan José de Vértiz y
Salcedo, Virrey de las Provin-
rias del Río de la Plata, insi-
nLiáiidole la idea de formar una
casa destinada a. recoger los
párvulos abandonados. El pro-
«resista virrey, después de aten-
der a las exposiciones de don
Juan Francisco de Suero, de don
'jrcgorio Kanios Mexfa, de don
l'Vancisco Antonio de Escalada,
(le don José Antonio Ibáfiez y
de otr.is notables personalidades
(lo la época, ordenó la creación
de la Casa de Expósitos, cuya
apertura realizóse el 7 de agos-
to de 1779 en un antiguo edi
ció de la calle Potosí esquina
Perú:
En su entrada colocóse una
lápida con la siguiente inscrip-
ción :
Mi padre y mi madre
Me arrojan de si
•Y la piedad humana
Me recoge aquí.
El mismo día de la inaugu-
ración fué depositada una niña,
que llevaba el nombre de Feli-
ciana Manuela, que murió, el 6
de agosto de 1780, repentina-
mente.
Fué don Martín de Sarratea
el primer director de la Casa de
E.xpósitos, y trabajó por ella
con ahinco,' administrándola des-
interesadamente, hasta llegar a
sacrificar por ella parte de su
caudal particular. Al fundarla,
el virrey Vértiz destinó a su
mantenimiento las rentas de nue-
ve viviendas, que ascendía a
ochocientos ochenta y dos pesos,
y el i)roducto de los trabajos
realizados por la primera im-
prenta establecida en Buenos
Aires. Más tarde, el citado vi-
Don Manuel Rodríguez de la Vega,
benefactor de U Caaa da Expósito*.
rrey entregó el gobierno de la
institución a la Hermandad de
la Caridad y ordenó la compra
de una casa situada a los fon-
dos del Convento de San Fran-
cisco, sitio aproi)iado, por su
aislamiento, al depósito de los
párvulos infortunados.
El torno fué colocado a la
derecha de su ancho portal.
Coirio los gastos que la casa
demandara no pudieron ser cu-
biertos por las escasas rentas
percibidas, Vértiz organizó, con
la cooperación de almas carita-
tivas, funciones teatrales y co-
rridas de toros, destinando la
mitad del producto de entradas.
Después del retiro de Vértiz,
las nuevas autoridades llegaron
a retirar las modestas cuotas
que se pasaban a la Casa de
Exi)ósitos. Felizmente ut) caba-
llero santauderino, don Manuel
Rodríguez de la Vega, decidió
protegerla, y hasta el año de su
fallecimiento, en 1799, otorgó
Kran parte de sus rentas e in-
teresó constantemente el virrey
Arredondo. En una cláusula de
su testamento, dejó <lispuesta la
entrega de una propiedad a be-
neficio de la institución.

NUTRA
SU organismo
siempre que se sienta dé-
bil o agotado. Con poco
gasto y esfuerzo manten-
drá usted así su vigor y
envejece el cutis robustez. Tome el rico
aceite de hígado de baca-
El uso diario lao que la ciencia médica
^ if\ de la recomienda, en
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milarse y crear
HINDS fuerzas, la
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 C A R A y Y CARETAS"
BELGRANO Y LAS BANDERAS DE LA VIRGEN
( F R A G M E N T O )
Por B. GONZ'ALEZ
STA Virgen tan criolla, que dete-
nía al malón y libertaba a los
cautivos, no podía dejar de .ser
patriota. Y lo fué, según cuen-
tan, de una manera tan decidida
como eficaz... Sus p r i m e r a s
manifestaciones en favor de la
nueva patria las realizó duran-
te las invasiones inglesas. Los porteños que en-
comendaron a su iJoder divino la libertad de
la amada Buenos Aires, caída en poder de
a<iueIlos rubios herejotes, vieron claramente có-
mo se "obró el milagro por dos veces durante la
reconquista y la defensa... Pueyrredón reunió
en Lujan sus primeras fuerzas gauchas. Y el
nombre de la Señora estuvo en todos los labios
durante aquellos días heroicos y olvidados casi
por las nuevas generaciones de porteños... Los
que concurren ahora al Camarín de la Virgen se
admiran al contemplar aiiuellas dos filas de sa-
bles, espadas y espadines que, como en guardia de
honor, penden a ambos lados del altar. Repre-
sentan los votos cumplidos de muchos militares
— desde el soldado raso al más condecorado de
los jefes y desde el almirante al grumete, — que
ARRILI
se encomendaron a la Señora en momentos difí-
ciles de sus vidas guerreras, o simplemente vi-
nieron hasta ella para hacer entrega de sus armas
como recon(X-icnd(<l;i gauclia y patriota...
Se pierde la tradición de muchos sucesos her-
mosos. Los pueblos nuevos, empujados con de-
masiada premura por los inmigrantes, sin una
cultura hogareña — ¿cómo pueden enseñar tra-
diciones argentinas los padres extranjeros a sus
hijos nativos?, — olvidan con excesiva facilidad
la historia del país. Para reemplazar a esa histo-
ria olvidada intentan ir haciendo una nueva his-
toria del país, cierto es, y bien está. La Argenti-
na, i loados sean los Dioses!, pertenece al futuro
más (|uc al pa.sado. | El porvenir es nuestro! Pe-
r o . . . Cuando im tonto se enr¡<iuece, y compra ca-
sa, y calza zapatos de charol por vez primera, pro-
cura olvidar sus días de poca plata, de rancho y
de zapatillas. En ese premeditado olvido sumer-
ge y ahoga su ingenuidad. ¿Para (|ué? La pobre-
za pasada da sabor a la riqueza presente. La casa
es más casa si se recuerda el adobe del rancho
originario. Y la zapatilla no se puede olvidar por
(|ue es el pie quien la recuerda al verse opreso
en el cuero charolado...
 C A R A J Y CAREIAJ"
VA hombre debe mirar hacia adelante con los
ojos de la razón y ha de mirar hacia atrás con
ios ojos del alma. Los pueblos dignos deben mi-
rar de frente al porvctn'r sin ignorar el p a s a d o . . .
La carreta paterna justifica el ferrocaril de los
hijos, y el ferocarril de los hijos justificará el
aeroplano de los nietos. Y de igual manera que
la mazamorra, el asado revolcado en las cenizas
y el agua de pozo que alimentó al abuelo, está
vilirantc en el cuerix) del heredero que no sabe
i'oiner más que en los grandes restaurantes de
lujo, en el organismo de la nueva nación ha de
conservarse el sabor del origen.
Los hombres que la historia oficial recuerda no
fueron dioses, sino hombres. Y los hombres de
su hora. El general San Martin soñando con ser
agricultor, o Bclgrano atribuyendo a la Virgen
María el triunfo de las armas patriotas, no son
más que los tipos representativos de miles y mi-
les de militares ya olvidados que coadyuvaron a
la formación de la patria. Se era militar porque
la hora lo exigía. Pero fueron poquísimos los (|ue
se sintieron profcsionalmentc militares. De ahí
arranca la verdadera tradición pacifista argentina.
San Martín puede ser el modelo, pues él fué nues-
tro más grande capitán y él confesó cuantas ve-
ces pudo que su sueño era entregar el esfuerzo
de sus brazos a la tierra fecunda que devuelve
con creces el amor con que se la trataja. Y se
era creyente porque tal fué la base de la edu-
cación colonial, y en tal molde se formaron aque-
llos hombres. Belgrano puede ser, a su vez, el
modelo, tjeneral ocasional, guerrero a pesar suyo,
soñó siempre con ej engrandecimiento de estos
pueblos de América por el trabajo y la educación.
.\ntes, durante y después de su actuación militar,
pensó en las escuelas públicas, estudió la mejor
manera de adelantar la agricultura y el comercio,
de enseñar las artes, de crear nautas para este
¡lais de enormes costas, de hacer, en fin, de aque-
llas poblaciones que el desierto ahogal», la dis-
tancia perdía y la holgazanería aplastaba, núcleos
homogéneos de gente de trabajo que entendiera
un poquito de arte, otro poco de ciencia y volca-
ra los sobrantes de su espíritu cultivado en la re-
ligión, ¡ E r a la época! La religión seguía siendo
el único freno moral eficaz. La sociedad era re-
cién un embrión. El de-
sierto era enorme. El in-
dio quedaba demasiado
cerca. V-\ mestizaje, peli-
groso. La educación po-
pular no existía. El hom-
bre estaba aún demasiado
Iiropincuo a lo primiti-
vo... La religión era un
freno. ¡Lo había sido
siempre! Bclgrano, hom-
bre cultísimo, universita-
rio verdadero y no de pe-
na, al tanto de todos los
movimientos s o c i a l e s e
ideológicos que convulsio-
naban a la Europa, a la
(|ue conocía, donde había
vivido, donde había estu-
diado, estaba convencido
de que la bondad lo pue-
de todo y, a pesar de les
l)esares, fué siempre un
hombre tondadoso — la
figura más simpática de
la Revolución, p r e c i s a -
mente por eso, — y esta-
ba convencido de fa ne-
cesidad de poner riendas de seda — suaves y
fuertes — a aquellos pueblos semicultos, y fué
un creyente cristiano dando el ejemplo a sus
tropas en cuantas ocasiones se le presentaron.
)£ra la única manera de que disponía para "me-
ter" en el cerebro y en el corazón de atiuellos
hirsutos homlirt's un poco de espíritu. Los cono-
cedores superficiales de nuestra historia aca.ío
no lo comprendan. Tampoco lo comprendieron de
una manera cabal sus contemporáneos, sus mis-
mos camaradas. Hub<i rudos hombres de sable
(|ue vieron en él un jefe inservible. Y lo vieron así
porque era un hombre culto. Aquellos eran de
los que creían (|uc, para mandar, es indispensable
arrugar el entrecejo y gritar con voz de trueno.
Belgrano fué, en cambio, un precursor del que dÜD '
que vale más una gota de miel que un barril de vi-
n a g r e . . . El tiempo le dio la razón a Belgrano.
Pues bien; Belgrano fué un devoto de la Vir-
gen de Lujan. A los pocos meses de formar par-
te de la primera Junta de Gobierno, partió de
Buenos Aires, rumbo al Paraguay, al frente de
un pequeño ejército. Para infundir fe y esiieran-
za a aquellos hombres ([ue, como él, iban a con--
vcrtirse en guerreros de la noche a la mañana, se
detuvo en su ruta, en las primeras jornadas ds
marcha, en la Villa de Lujan, donde mandó ofi-
ciar una misa, asistiendo a ella a la cabeza de SUJ
t r o p a s . . . La primera vez que se festejó el ani-
versario de la Revolución, fué el año 12, en Ju-
juy y por inspiración de Belgrano. El principal
número de aquellos festejos lo constituyó la ben-
dición de "su" flamante bandera. Decían los muy
creyentes que aciuella bandera "que al cielo arre-
bataron nuestros padres" estaba formada con los
mismos colores de las vestiduras de la V i r g e n . . .
Y en Jujuy, y en su Iglesia, y bajo el amparo
de la Virgen, dejó Belgrano la primera bandera
argentina. De Jujuy pasaron él y sus hombres a
Tucumán. AHÍ se dio la batalla que se conoce
con este mismo nombre. El dia del encuentro, 24
de septiembre, celebran los católicos a la Señora
de las Mercedes. Bajo la protección de aciuella
Señora puso Belgrano a su gente, y asi lo declara
en el parte que tras«nitc al Superior Gobierno de
las Provincias Unidas. Fué aquel dia el elegido
por Belgrano para infundir nueva fe y nueva es-
 C ^ R A / Y ¿ARFTA/
peranza a sus muchachos victoriosos. De vuelta
del camiKJ de batalla, su división de vanguardia
se encuentra con una procesión (|ue lleva la Inia-
Ken de la Virgen. El general echa pie a tierra,
las andas en que va la Imagen descienden,'y él
coloca en manos de la Señt)ra su bastón de man
do. No quedó soldado, joven o viejo, sin sentirse
conmover hasta las lágrimas. Belgrano había ¡o
grado iierfcctamente su o b j e t o . . . (Los actos de
pública devoción de Belgrano, no sólo dieron ner-
vio a la Revolución, no sólo la generalizaron sino
que le dieron crédito y la ennoblecieron, a pesar de
las críticas in.sensatas y de las murmuraciones pue-
riles, — señaló nuicho tiemiK) después el general
M i t r e . ) . . . Todos se sintieron conmover hasta las
lágrimas. ¡Era la época, y aquellos hombres vol-
vían de un camix) de batalla en el que dejaban
niatrocientos adversarios muertos I . . .
Después de Tucumán llegó Salta. La mayoi
parte de los soldados do Belgrano son porteños,
como lo es él mismo. Las oraciones diarias de
sus hombres recuerdan a una Virgen cuya Ima-
gen está a las puertas de la pampa. Belgrano tam-
bién la recuerda. Antes de la ya inevitaí)le batalla,
el general ofrece parte de los trofeos de I9 victo-
ria a aquella Virgen. El 20 de febrero triunfan
otra vez las tropas de Belgrano. Entre los tro-
feos están cinco banderas; dos de ellas las des-
tina el general al Santuario de Lujan. El 27 de
mayo llegaron las banderas a su destino. En julio
fueron colocadas oficialmente frente a la Virgen.
Coincidencia curiosa. Era aquel año comandante
militar y presidente del Ayuntamiento de la Villa
de Lujan un hermano del vencedor de Salta, el
sargenteo mayor de caballería don Carlos Bel-
grano, El fué quien presidió la ceremonia y or-
ganizó los festejos. Las lianderas, deiwsitadas en
las Salas Capitulares, salieron a pasear las. calles
de la Villa la víspera del día señalado. De re-
greso, quedaron en los balcones del Cabildo, cus-
todiadas por soldados del ejército. Durante la
noche hubo iluminación jiública. A la metlia ma-
ñana del otro día. el más brillante cortejo que
vio la Villa llevó las banderas rendidas hasta el
Santuario. Allí las recibió el famoso vicario 'Ar-
Rcrich. Y al son de cantos litúrgicos, entraron las
banderas y quedaron a los pies de la Virgen. Y
hulio misa, y sermón patriótico, y canto del te-
deum con acompañamien-
to de órgano. Más tar-
de, en la plaza, toros, ca
ñas y sortijas. A la no-
che volvieron a llenar-e
de luces las Casas Ca-
pitulares y los frentes de
casi todas las casas de
Lrján. No quedó rancho
<iue no p u s i e r a en su
puerta, por lo menos, una
vela encendida.
Un año más tarde pa-
só lielgrano por Luj.m.
X'enía quebrantado de
espíritu. Después de Vil-
capugio y de Ayohuma.
dc!)ió entregar el mando
de sus tropas a San Mar
tin y regresar a la Ca-
pital. Antes de entrar en
ella, ordenáronle perma-
... ^ikH'-.--
necer cu Lujan. Fué en-
tonces cuando el genera!
visitó i)or segunda vez
el Santuario, oró ante !a
\'irgcn y contempló sus
D I B U J O S .
banderas. Seis años después iba a h.ncer su pos-
trera visita a la Virgencita gaucha.
El año 20. La anarquía asomaba. El país iba a
caer, hasta el 5 2 . . . Belgrano tenia tres meses más
de v i d a . . . Al pasar por la Villa, visitó el San-
tuario. Oró. Oró fervorosamente, más que por él.
que se iha, por aquella patria que dejalia en ma-
nos ya de quienes iban a (jiiemarle las e n t r a ñ a s . . .
Al entrar en Buenos Aires, venia rendido. No
abandonó más su tasa paterna. Una mañana, en
junio, junto con el amanecer, llegó la muerte. El
la vio venir serenamente. Había sido militar, pe-
ro era un filósofo. Dijo: "Estoy pensando en la
eternidad adonde voy y eii la tierra querida que
dejo..."
— ¿Y las dos banderas del ejercito de Tristán
que donó Belgrano al Santuario? — se pregun-
taba Quinto.
Las banderas que forman como un pabellón de
honor en lo alto del actual Camarín de la Vir-
gen son todas twnderas de paz, llevadas por pe-
r e g r i n o s . . . No están las dos banderas "realistas"
ni nadie las r e c u e r d a . . .
Ix>s trofeos donados por Belgrano — y otros
traídos posteriormente por el general French - -
desaparecieron también el año 20. Se dice <|ne
aquel año cayeron a Lujan las primeras monto
lleras federales: saquearon, degollaron, desolaron.
En el Santuario no cometieron mayores desma-
nes. Todo quedó cu orden. Se conformaron con
llevarse la corona de la Virgen y algunas alha
jas. Los trofeos no interesaban ni poco ni mu-
cho. N o fueron los federales; fué un l o c o . . .
El vicario Argerich había caritativamente re
cogido en su casa a un viejo clérigo español que
estaba loco de remate. Se llamaba Juan José Ai
holeya, y había sido capellán del ejército patrio
ta que fué al l'araguay. Cuando llegaron las nion
toñeras federales, el cura Argerich y los miem
bros del Cabildo de la Villa, adversarios políticos
de los que veiiian degollando, dehieron huir paia
salvarse. El curato quedó a cargo de un fraile
franciscano que no contKÍa al loco Arboleya. E!
tema de aquel orate era mostrarse "realista" y
confesarse "antiamericano" rogando a todos los
santos un castigo ejemplar i)ara los ciue él lla-
maba "insurgentes". Las banderas españolas ren-
didas a los pies de la Virgen lo obsesionaban. El
cura 'Argerich supo cal-
marlo siempre. Primietia-
le entregar aquellos tro-
feos de guerra al primer
regimiento realista que
llegara a Lujan. Pero en
cuanto Arboleya se vio
solo, sin la vigilancia de
Argerich, (|u¡tó las ban-
deras del camarín de la
Virgen. Al r e g r e s a r el
cura a su Iglesia notó la
falta y sospechó del de-
mente. Le interrogó. El
^«•^^SjTy I(Ko confesó, moviendo
la cabeza, ser el autor de
^^VMETBB^I
la substracción, pero na-
da más. Murió, tiempo
después, sin h.dicr queri-
Á do decir qué había hecho
de las banderas y anun-
ciando a gritos que el in-
fierno recibía gustosisi-
mo las almas pecadoras
de todo americano 'juc
había hecho armas con-
tra el R e y . . .
DE M O H 6
A : FIAT ARGENTINA
CALLAO eso LAVALLE
 ' .•\r.,'Vf
Tos pertinaz
La garganta duele, el
hablar está estorbado
por constantes golpes
de tos ¡Adiós buen hu-
mor!'
Tomad
Guqyocose!
Alivia las molestias,
cura la tos y fortifica
el organismo aumen-
tando su resistencia.
Tomada a tiempo, la excelente
G U A Y A C O S E evita los
resfriados y sus consecuencias
Y CARE1/\J
"Xas retretas forteftas
/ ^ • l < ^ os veces por semana y, después del t o -
^ 1 ^ que de oración, las calles del Perú
JLS^ y la Victoria se convertían en el cen-
'' '^ tro de la mayor animación y algazara.
Allí concurrían las músicas militares con
(.glandes íaroles prendidos, ponían los atriles en
1,1 calle y so interriinipia el tránsito de coches y
caballos.
Las bandas de los cuerpos de la Ruarnición
lomaban sus respectivas po.sicioncs y a las ocho
comenzaba la retreta. La música del cuerpo que
maM(lal)a el c o m a n d a n t e Aguilar, que era la
guardia del Fuerte, tenia fama de ser la mejor
ortianizada y más com|)leta.
Ya por entonces las tiendas de Cueto y Cas-
tro, en esas calles, como las de Klorriaga, Rá-
hago y o t r a s a d y a c e n t e s , estaban iluminadas
1 (inin(|ués alimentados con aceite de patas de
los saladeros de Harracas — lo que significaba
un progreso — o con aceite de nabo, que fabri-
caba el francés Couün, en la calle Cuyo, anti-
iMia casa de los Taibos.
Los tenderos, acicalados, consumían el aceite
de Macasar para el cabello, que vendía el pelu-
quero Cortés, muy a la moda entonces.
Las m a m a s , o fingidas tías, llevaban sus ni-
ñas a las tiendas, y aunque nada compraran o
compraran bien poco — media vara de tul o
do.i cuartas de tarlatán, - - los pobres tenderos,
tertulianos y visitantes en las casas de las mis-
mas d i e n t a s , revolvían toda la mercancía, mien-
tr.is los estirados petimetres atisbaban a las
más lindas desde la calle.
Y había que verlos. Revoleando la fina varita
n formando chupón de su puño, se pavoneaban
a la hora solemne de la retreta, hiciendo el frac
azul obscuro o café, con botones de metal, pan-
talón blanco en verano y en cierta época cha-
leco colorrido, divisa y cintillo del misnio color
en el sombrero de copa.
Si ellas eran guapas, ellos eran i r r e s i s t i b l e s . . .
La "mostacilla", como se clasificada entonces
i los polluelos, formaba el fondo del cuadro,
mientras por edades se agrupaban los pollos y
solterones y se subdividian por corrillos. KUas
lasaban y repasaban: los sombreros se levanta-
ban en alto, (lescu!)riendo todos los matices del
cabello y hasta las calvas venerables de los vie-
jos seguían el mismo movimiento respetuoso.
Esas cuadras eran a tales horas muy bulli-
ciosas y mientras duraba la retreta había ani-
mación y algazara. Y lodo por poco gasto.
Tarde, cuando se cerraban las tiendas, em-
pezaba el desbande y la decoración cambiaba
por completo. Los ienderos empezaban por sa-
car las sillas a la calle y se sentaban en mangas
de camisa a t o m a r el fresco al borde de la
vereda.
Ya era la hora en que los serenos con SUÍ
linternas encendidas, a luciérnagas parecidas, co-
iTicnzaban, chuza en ristre, su largo paseo can-
tando las horas
— I Las once han dado y sereno!
--- j Las doce han dado y Uoviendol
IJc manera (jue, descansando cada uno en su
cama, no tenía necesidad de reloj o barómetro,;.
l)or(|uc era éste un servicio policial descmpeña-i
do por gallegos y asturianos (luc se engancha-
ban al efecto.
Tal era "la feria de vanidades" de la Gran
Aldea. Damas y caballeros lucían su elegancia in-;
nata, con p<Ko gasto, y todo oí' mundo se recogía-
temprano, contento de la jornada.
 CJ\KJ\J- Y CARETAJ"

Otra maravilla!!!
es la cocina portátil, a nafta,

PERPETUA N: 15
Se arrima un fósforo encen-
dido al quemador, se abre
rápidamente la manija (B) y

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Como todas nuestras cocinas, no
tiene mechas interiores, ni conduc-
tos que se puedan tapar, y tampoco
necesitan agujas, de modo que son
todo lo contrario de cualquier otro
sistema conocido.

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•^t0^i^ MriEZA el siglo X I X
jEíé dando preferencia a la
T P ^ esbeltez, que tan cara
*^^ fué a las mujeres grie
g a s ; le enamoran luego los tra-
jes emperifollados, cuyos figu-
rines comenzaban a llegar del
Viejo M u n d o ; un poco más tar-
de, los miriñaques, volantes do-
bles, triples y cuádruples faldas
que debían resultar el colmo de
la incomodidad como los colo-
sales pcinetoncs del año 3 4 ; las
voluminosas polleras con ena-
guas fuertemente almidonadas,
al par que los talles largos, cs-
trccliamciitc cíjnstreñidos [wr el
corsé, la bata escotada y la man-
ga corta, abiillonada, y después,
por una reacción natural, poco
a iwco van perdiendo vuelo las
sayas, los miriñaques reducen
su amplitud y el cuerpo de la
mujer vuelve a mostrar sus pro-
porciones armónicas, despoján-
dolo de tanta ropa inútil, de
tanto adorno de mal gusto.
No vuelve, sin embargo, a la
sencillez de los primeros años
del siglo, a las telas lisas. Se
complica: las telas muestran la
habilidad de los artistas en !a
materia, pero de todos modos,
respeta las lincas generales del
cuerpo, las moldea y en vez de
C A R A ^ Y CARETAJ-
deformarlas procura que sean
más graciosas si cabe. La moda
española, a pesar de la compe-
tencia que le hace primero la
francesa y la inglesa después, lo-
gra sostenerse dentro del núcleo
de familias pudientes o acomo-
dadas hasta más allá del año SO.
Las gorras y sombreros va-
riaron también de gustos, for-
mas y tamaños durante el se-
gundo tercio del siglo. En los
"años negros" de don Juan Ma-
nuel, aquéllas no se consentían
por ser "moda antiamericana".
Declaradas "salvajes unitarias"
por el tirano, éste mandó colo-
car un día las de sus dos her-
manas sobre las cabezas de las
muías del obispo Medraiio, pre-
texlaiulo que las argentinas no
debían usar modas de gringas
con hojas verdes, las cuales em-
pezaban ya a usarse confeccio-
nadas por la inolvidable modis-
ta, madama Ristorini. I.as seño-
ras, pues, se veian obligadas a
lucir sus más o menos abundan-
tes cabelleras a costa de usar
el distintivo federal: un enor-
me moño punzó en el lado iz-
quierdo de la calieza.
En cuanto a los sombreros,
chicos y sencillos primero, fue-
ron creciendo poco a poco has-
ta convertirse en una especie de
jaula que ocultaba por entero la
cabeza y que aireñas dejaba vis-
lumbrar la cara. Las dobles cin-
tas o bridas, que servían para
sujetar los pesados armatostes,
sepultaban las líneas del cuello
y unos adornos de blondas ta-
paban por completo la nuca. Mi-
riñaques y sombreros — cofias
— como i)CÍnctones y voladones,
formaban perfecto maridaje: el
de! mal gusto.
Durante le último tercio del
siglo, la moda de los sombre-
ros varió por entero y dejó que
se pudiera admirar la cabeza de
nuestras licllas, adornándola al
propio tiempo. Las formas fue-
ron más airosas; se suprimieron
las engorrosas bridas, las plu-
mas sustituyeron a las flores y
aun a las frutas que convertían
en jardines ambulantes los som-
breros^y no se les ocurrió ya a
las modistas ocultar a las mi-
radas el arranque de la caljeza
y el cuello de las mujeres.
Todos los viajeros que lle-
garon |K)r ese entonces a Bue-
nos Aires, han dejado algún
testimonio entusiasta de la pro-
verbial elegancia y suma dis-
tinción de las mujeres por-
teñas.
 EIBAR
es el nombre de la CIUDAD
en donde en el año 1 8 4 0 los tres hermanos, los señores
MANUEL, MATEO y CASIMIRO ORBEA, fundaron la primera
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 CARAy Y CARETAS
K dejarás matar antes que jurar
esa bandera!"
Con estas palabras habíale dcs-
pedidp su padre el día que partie-
ra de Basavilbaso para cumplir
con la conscripción obligatoria.
El padre de Iván no era argentino; era ruso,
Internacional, nómade; había peregrinado por
muchos países sin arraigar en ninguno. Pero el
joven era argentino. ¿Por qué no podía, entonces,
jurar esa bandera?
En la concentración, muchachos descendien-
tes de las nacionalidades más distintas completa-
ban un curioso mosaico de ascendencias, y todos
iin excepción se sentían y se decían argentinos.
En los cuarteles se susurraban variadas quejas
y protestas: unos se mostraban descontentos del
puchero, de los guisos de arroz y de los intermi-
nables tallarines que la Patria ofrece a sus fieles
ícrvidores; otros extrañaban la austeridad de la
disciplina militar; los más criticaban las órdenes
del guardianiarina o el mal genio de tal o cual
sul)oficial. Pero nadie, absolutamente nadie pro-
testaba contra la Patria ni contra la Bandera.
Iván fué el tínico que cierta tarde arriesgó
tales ideas con tan mal éxito que algunos se rie-
ron de él y otros le amenazaron con una con-
PATNA por
Luis Bertoni Flores
vinccnte manteada para ahogar
su internacionalismo.
Al dia siguiente todos los
compañeros lo señalaban con el
dedo, mientras murmuraban iró-
nicamente: "Allí va el ruso",
"Ese es el comunista", "Obser-
ven qué pinta de internacional
tiene el muchacho", "Como ha-
ble otra vez contra la Patria,
creo que nos va a convencer el
moscovita". Y esa sorna criolla,
primero risueña y mordaz, des-
pués hiriente y sangrienta, le si-
guió persiguiendo como una
sombra durante los tres meses
de cuartel.
Uno de sus colegas, que go-
zaba de mayor ascendiente entre
las tropas por su viveza y erudi-
ción, le habia bautizado con el
nombre de "Juan sin Patria". Y
Juan sin Patria pasó a la Escua-
dra con su triste alias y con todo
il bagaje de fama acumulado en
Baterías.
AHÍA Blanca. Marineros
B y conscriptos discurren
alegremente en grupos
go/ando de la licencia de
fin de semana. Juventud, incon-
ciencia, bullicio. Los que ocupan
las mcsitas de un café central han observado las
repeti'das pasadas de un conscripto siempre solo,
siempre pensativo. Algunos le han reconocido y
le han saeteado con sus burlas: es Juan sin Patria.
El no tiene amigos ni compañeros de paseo.
— No se rían tanto de Juan sin Patria — ad-
vierte uno de los parroquianos; — es más lince
de lo que parece.
— Parece un pobre diablo y lo es — replica
un marinero.
— No tanto — insiste el primero, un joven
cabo foguista. — Parece que navega siempre
solo, pero no es así. Yo lo he seguido varias
veces en esas vueltas a la manzana. Cu:indo llega
a la tienda de Fernández pone la máquina a
media fuerza y enfila la mirada a estribor. Al-
gunas veces le da también todo el timón a esa
banda.
— ¿Hay algún faro por ahí?
— Dos faros, mi amigo, y de los bravos; por-
que los faros de la costa son para que uno se
aparte o se acerque con cautela a recalar, pero
los que tiene la mujer en el rostro lo llevan a
uno derechito a naufragar.
— lAhl, por eso es que no navega nunca en
división; le agrada la libertad de mariobra.
— Y no ha tenido mal gusto para elegir el
 C A R A / Y CARETA/

puerto. Se pasó romo uti mes y medio izando la
señal lie entrada desde la ra<la y liacÍMido fintas
basta que por fin le lian concedido Ubre plática.
— No lia sido, entonces, tm abordaje cualquiera.
— No; fué arriliada en ley, con práctico y sa-
nidad. (Y vieras qué buen puerto! Ks una moro-
cha simpática y sencilla (luc tiene fama de muy
buena.
— No sale, entonces, a la madre.
— ¿La seilora del tendero? Dicen (juc es muy
presumida.
— Ya lo creo. Para los años que cuenta, dos
hijos casados y una bija casadera, ya podría re-
tirarse del servicio activo y radiarse dentro de
casa, y sin embargo la vas a ver siempre con
la pintura retocada como para entrar a prerto,
la pollera a media driza y las mangas con cua-
tro manos de rizos.
— ¿.\h, ab?, pues la chica es 'odo lo contra-
rio. Hay que creer o reventar. VA rusito no es
lerdo; será Juan sin Patria, pero no es Juan
sin gusto.
las explosiones de su batalla inferior. De.ide el
princiiiio de la ceremonia no ha movido la mira-
da del asta de la bandera. Aliora bn lU-i;ado el
instante supremo: es necesario decidirse
Mientras el orador pronuncia la fór.iut'.a del
juramento, los ojos del conscripto se «lirigen ha-
cia la tribuna en busca de otros que le ofrezcan
la solución de su angustioso problema.
El rostro de Lucía está desconocido, transfi-
gurado; ha comprendido su misión de esc ins-
tante, y de sus pupilas exaltadas parten dos ra-
yos irresistibles que penetran el alma de Iván
diciéndole: ¡JuraI
Entre las voces de aquellos centenar-s de
conscriptos <|ue, atenazados en la garganta por
la emoción del momento, apenas logran pronun-
ciar una palabra, se destaca un "i Sí, jurol"
claro, vibrante, sincero, varonil, ([ue atrae las
miradas de todos los que están cercanos a las
primeras filas del pelotón de conscriiiíos. Es el
juramento del ruso, del internacional, de Juan
sin Patria.

E l, 25 de Mayo se aproximaba. Ksta era

la íiltima visita que hacía Iván a Lucía,
la morocha de Bahía Blanca, antes de la
fecha de la Jura a la Bandera. La cues-
tión de siempre volvió a reanimarse. Al hiio del
eslavo le parecían aplastantes las razones que la
niña aducía; pero él había iiromctido a su padre
no jurar. Pensó primero en desertar, pero halló
luego otra solución menos comprometedora: él
asistiría a la Jura, desfilaría como lodos, pero en
su interior cumpliría la voluntad de su padre. Se-
ría una caricatura de juramento, un ensayo como
cualquier otro de los <iue veiiian rea'izando en
esos días, sin ninguna trascendencia. Pero Lu-
cía no transaba, lilla <|ucría verle y amarle como
argentino. Ni el padre tenia autoridad para exi-
girle una promesa que contrariaiía los s..iitimien-
tos de la n.aturaleza y las exigencias de la ley, ni
el hijo debia conceder valor alguno a esa prome-
sa arrancada por el temor de disgustar a su pro-
genitor. Y para acabar de convenccr'e, aq.iel!a
noche, mientras le despedía con su primer beso,
Lucía 'e dijo:
— Kres hombre y eres argentino. ¿Cómo no
has de jurar una bandera que yo juro y (|ue,
siendo mujer, la defendería con mi vida?
O TUA cosa no podía esperar de ti; t,". has
portado como me temía. Mi destino es
correr por el mundo, viajar, errar sin des-
canso. Lo único que me retuvo muchos
años en esta tierra fué la esperanza de verte
hombre. Pero has renegado de mí, de mis con-
vicciones y de mi pasado. Ya no me perteneces.
No te deseo el mal; ojalá seas muy feliz; pero
nunca te preocupes de mi. Me voy, no sé dónde,
liero me voy. Mi destino es correr por el mun-
i!o, viajar, errar sin descanso."
Después de leer esta carta, Juan s-in Patria
había llorado mucho. Sólo el bálsamo de las
palabras de Lucía había llegado a cicat'-izar las
Haga» de su corazón. Habían pasado veloces y
felices los dos años de la conscripción, sin-
tiéndose Iván respetado y querido por aque- •
líos c o m p a ñ e r o s que antes tanto le habian
burlado. Había servido luego tres años como
marinero en la escuadra y, una tarde, Lucia lo
vio llegar a su casita de Punta Alta luciendo las
jinetas de cabo segundo señalero.
N las proximidades del cuartel de Puerto
E Belgrano los nuevos conscriptos ensa-
yan la cet emon'a de la Jura -a la Ban-

L AS unidades de la Escuadra vue'can sus

tripulaciones en los muelles de Puerto dera. Suboficiales y cabos adiestran a la
Belgrano. En apuesta formación van lle- nueva muchachada, repitiendo una y cien veces,
gando éstas a la calle Almirante Brown. hasta que todo resulte bien lucido, las diversas
Armados frente al Centro Naval, hállanse un al- partes del solemne acto. Algunas personas <iuc
tar de campaña y una tribuna desde la 'ual pre- pasan por allí se detienen a curiosear.
senciarán la ceremonia las familias de la Base Juan sin Patria, ahora cabo Iván, se adelanta
Naval y algunas invitadas de Babia Blanca. hasta la compañía de conscriptos y les ensaya
Los conscriptos del último año forman un pe- el juramento. Mientras pronuncia la fórmula, sus
lotón encabezado por el guardiamarina aban- ojos descubren entre los tamariscos a Lucí.i, su
derado. A(iuellos muchachos sienten pesar sobre esposa, levantando en brazos a Lucio Argen-
el cspiritu toda la emoción del acto. De cuatro tino, el inquieto vastago que estrena esc día su
en fondo, en actitud de firmes, conteniendo la trajecito de marinero.
respiración, con las miradas clavadas en la ban- En el momento en que todos los conscriptos
dera, empiezan a gustar el orgullo de ser de- responden al unísono "Sí, juro", el pequeño ar-
fensores de la Patria. - gentinito agita entusiasmado sus bracitos e in-
Termina la misa. Después de una vibrante tenta saludar , militarmente uniéndose al jura-
arenga, un jefe les exige mento. Y el c.ibo Iván
a los flamantes servido- no puede disimular dos
res de la Nación el sa- lágrimas que le traicio-
grado juramento. nan cuando exclama, se-
Juan sin Patria está ñalando a su hijito:
allí, en la primera fila, — j A éste si que nun-
petrificado, pálido, vol- ca podrán llamarle Juan
cando por sus ojos todas D i B u i o sin Patria 1

dantas
^^m<f^ ^ '3 historia familiar
ML^ <1C Buenos Aires se
^\^ destacan netamente,
* • • ' como astros de prime-
ra magnitud, los nombres de
tres notabilísimas señoras, dig-
nas por todo concepto de ser
recordadas.
Nos referimos a las seiíoras
doña Ana Riglos, doña Melcho-
ra Sarratca y doña Mariquita
Thompson, jefas de tres parti-
dos dintintos que apenas llama-
riamos políticos, iwro que si
podemos d e n o m i n a r públicos,
pues en sus frecuentes recibos,
a la hu. del sol, recogíanse las
noticias del día referentes a los
manejos de los prohombres de
la revolución, primero, y luego
del gobierno.
Allí los sucesos políticos dis-
cutíanse con chispa y no sin
cierta intención filosófica, y co-
mo las damas en cuestión fue-
ran decididas aix>yadoras de las
alianzas europeas, sus casas eran
visitadas asiduamente por co-
mandantes navales, tanto ingle-
ses como franceses, por cón-
sules generales y enviados di-
plomáticos. En sus tertulias esos
personajes ,sc enteraban mejor
que en la fortaleza de las nove-
dades e intenciones del gobierno.
'"^^
Nosotros Tomamos
cada vez que tenemos tos, las renombradas
Pastillas lodcína
7 conseguimos una cura rápida j segura. Con la lodeina OTitamos 7 nos
defendemos de las gravas e n f e r m e d a d e s de las vías respiratorias.
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SARMIENTO Y FLORIDA
LA MAYOR DEL MUNDO
CARA/ Y CARETA/
principales
Doña Ana Lasala de Riglos,
viuda ya en la época que des-
cribimos, era una señora mayor
altamente a r i s t o c r á t i c a , pero
muy comunicativa y familiar. En
extremo agradable e inteligente,
chispeante, con un tinte de la al-
tiva etiqueta de la vieja escuela,
se dejaba ver por todo el mun-
do y sus tertulias eran de las
más amenas.
Aunque ya lejos de la juven-
tud, doña Ana era siempre la
más festejada de la tertulia y la
más apreciada por la mayoría de
los marinos ingleses a causa de
su bondadosa y constante dis-
posición para corregir los dispa-
rates lingüísticos que cometían y
por su anhelo en aplacar la crí-
tica acerba por la triste figura
que hacían en el baile criollo.
La casa de la señora de Ri-
glos, o como acostumbraban Ha.
marla "Madama Riglos", era el
centro de reunión de los minis-
teriales, y se la hubiera podido
designar con toda exactitud co-
mo la dama jefa de la fracción
"tory" de Buenos Aires.
Doña Melchora Sarratea fué,
por el contrario, y con motivo
de varias indulgencias a favor de
madama Stacl, la Stael del lu-
gar. Su familia era de lo prU
.»
(MONTACÚ)
r raneo -Inglesa
Fi
mero y más honorable de la ciu-
dad. Aunque era doña Melcho-
ra partidaria del nuevo orden
de cosas, no miraba con buenos
ojos la relajación de costum-
bres.
En sus años juveniles rei-
nó por su belleza e ingenio y
aunque siempre reacia al matri-
monio, hermosa en su tiempo,
conversadora y sumamente agra-
dable, supo convertir la casa de
don Manuel en una joya.
El señor y la señorita de Sa-
rratca tenían un inmenso caudal
de p l a c e n t e r a s anécdotas, un
perfecto conocimiento de la so-
ciedad y notable gracia para
contarlas. A esto debe agregar-
se que todos los que concurrían
a la tertulia tenian carta blanca
pan hacer la crítica de los ac-
tos oficiales, de manera que na-
die extrañaba que estuviese do-
ña Melchora tan bien enterada
de los asuntos públicos y pri-
vados y que fuese tenida como
entusiasta partidaria de los prin.
cipios "whigs".
En cuanto a doña Mariquita
Sánchez de Velazco, viuda de
Thompson y luego de Mcndevi-
lie, fué, sin duda alguna, la más
famosa de las mujeres de su si-
glo en nuestro país.
,i
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no puede perderse

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Un Momento,
Pero Duran
Toda la Vida
N o hay nadie qne pneda vivir
sin tener que dar la cara al
peligro alguna vez. Muchos real-
mente buscan estos momentos
f ensacionales, pero ya sea buscado
o sin buscarlo, cuando llega el
momento de peligro todos desea-
mos tener la mayor protección
posible.
Entonces es cuando un revolver
SMITH & W K S S O N de absoluta
seguridad y exactitud, tiene un
valor inapreciable. Un revolver
como este, de fácil manejo, que
pueda ser disparado en una frac-
ción de segundo menos que otro,
puede ser decisivo en nuestra vida.
C u a n d o ya pasado el peligro, pode-
m o s pensar en los detalles del m i s m o ,
es cuando vemos con satisfacción que
el haber tenido el buen criterio de p r o -
veernos de un revolver SMITH &
W e s s o N nos h a calvado d e un mal
trance.
N o d e m o r e este «santo que es d e
vital importancia para usted. Vaya
cuanto antes a un buen establecimiento
d e armas y elija el revolver SMITH Jk
W E S S O N que sea m i s de su gustos
De venta en l«s principales
tstab¡ecimien/ai del ram*
SMITH<|ÍÍ¿WESSON
•£\BRICANlEfe I)E R£VOLVEIUi«
<^ ^ N escritor arKcnliuo de renombre, en
• ^ un cuadrito de m a n o maestra, hace
JJL^ una descri|)ci<')ii aiiiniadísinia y llena
^ ' ^ ^ de Kracia de aquel nuestro primer tea-
iK) (del SÍK'O X I X ) en noches de función. H e
a<ini sus palabras:
"Son las seis y inedia de la tarde. L a concu-
rrencia va llegando, dirÍKÍénilosc directamente,
unos a la boletería en busca de asientos que ya
no hay, otros a la puerta principal, donde los
recibe Culebras, el famoso cómico de la época,
i|Ue está allí con ese objeto, con su afectada
amabilidad, lo que no le priva de vigilar a los
porteros y acomodadores o a algún travieso que
trata de "colarse".
" S e ñ o r a s solas o acomi)añadas van a la puer-
ta del KalIi'i<->ro (cazuela) y suben con el consi-
guiente trabajo i)or la estrecha y empinada es-
alera de madera rústica.
" Vansc formando grupos de personas que se
codean y empujan |)or entrar.
" Carruajes de distintas formas, modas y ta-
maños, llegan a la puerta del teatro, tirados
|U)r poderosos troncos y más robustas "cuartas",
conduciendo a los viajeros, y media docena, por
\íi menos, de sillas en la tolda y trasera, que son
i evadas, al palco alquilado.
" Y como la hora se aproximaba, iban lle-
gando -las señoras m á s encopetadas, que cruza-
'lan por entre medio de una calle, formada a la
entrada, por magistrados y militares con sus
'rajes de g a l a , ' c h a c a r e r o s con su habitual poii-
ilio,^ chiripá y sondjrero gacíio, sacerdotes y
frailes enclaustrados, médicos — muy pocos —
Kin su bastón borlado, comerciantes al menudeo
con sus zaniarias de barragán, hombres del pue-
blo, y no pocos de color, con sus cliaquctones
de "iiiahón", burlón o cotonía; mujeres con pa
ñoloiies. rebocillo o mantilla. ;
" ¿ V e i s a<|uellas m a t r o n a s y señoritas que van
ocupando indistiiitaniente los p a l c o s a l t o s y
a quiciK's los caballeros más notables saludan
con el mayor respeto?
" Son las veneradas damas fundadoras de la
liendecída Sociedad de Ueneficcncia, instituida
por Kivadavia. Y con ellas ved a sus cercanos
parientes — padres, hermanos, esposos, — pró-
^•e^es unos del recinto de las leyes, glorias otros
del ejército, miembros notables del foro, del
l'stado, de las l e t r a s . . .
" Van lIcgaiMlo a los palcos los ricos propieta-
rios y comerciantes pudientes del sur: Arroyo,
Lezica, Rodríguez, (ióniez, Medrano, Ancho-
rena. Maza, Kuíz, O r t e g a , C a r r a s c o . . .
" L o s cómicos miran por el agujero del telón
de boca y cuchichean, regocijados:
" — I C a r a m b a ! ¡ H a y que portarse esta noche!
" — ¡Si parece que vamos a tener toda la
corte!
" — Sólo falla el gobierno.
" Y, efectivamente, toda la "corte", si así po-
día llamarse, estaba allí con sus damas de ho-
nor, sus gentiles Iiombres y sus preclaros ge-
nios.
" Cámbianse saludos de palco a palco, do lu-
neta a cazuela, produciéndose en ésta una alga-
rabía de discordantes diapasones mujeriles, se-
ñalando a Fulanito y Mcnganito, pidiendo a vo-
ces la localidad que se ocupa equivocadamente,
y a voces hablando sobre los trajes, sobre los
cómicos, la tragedia, el saínete, etc."
 C A R A / Y CARETA/
Cómo S u f r e n las M u j e r e s
Las mujeres sufren mucho más que los
hombres y se enferman más fácilmente
que ellos.
Esto no es ningún secreto para los bue-
nos Médicos.
El organismo de la Mujer es mucho
más delicado y más sensible que el del
hombre.
La prueba es que un Susto o una Mala
Noticia tiene siempre efectos más serios
y consecuencias más graves en las Mu-
jeres.
Algunas son tan sensibles y sus Ner-
vios son tan delicados, que a veces basta
la lectura de una novela conmovedora, un
digusto o una noticia inesperada para que
ciertos Ó r g a n o s internos empiecen a
sufrir.
Igual sucede con las Mujeres que se
creen más fuertes y resignadas contra los
embates de la Vida; ellas también sufren
las graves consecuencias originadas por
los Sustos, Contrariedades o Conmociones
Violentas.
Una simple Cólera, un Sobresalto cual-
quiera, hasta en las mujeres de mayor
resignación, de ánimo más firme y que
parecen tener espléndida Salud, causa
siempre trastornos y Perturbaciones Or-
gánicas que pueden ser comienzo de cier-
tas Dolencias Peligrosas.
Las Mujeres que parecen más tranqui-
las y pacientes, que guardan amarguras,
sinsabores y pesares, son en lo intimo tan
impresionables y sensibles como las otras.
Contener las Lágrimas, no quejarse de
nada, sufrir todo callada como una santa
y dominarse en los momentos más dolo-
rosos, exige siempre una fuerte Tensión
Nerviosa, que equivale a un grande e
inmenso sufrimiento.
I Esto es verdadero sufrimiento, dolor
supremo, Verdadera Tortura I
Nada perturba tanto la Salud y expone
tanto la Vida.
.No conviene descuidar.
Por lo tanto, aconsejamos a todas las
Mujeres de cualquier edad, ya sean de
temperamento calmado o nervioso, que
lean y hagan lo siguiente:
Muchas Mujeres que están sufriendo
de inflamaciones internas no saben ni
siquiera sospechan la situación en que
está su salud.
No puede haber Peligro mayor!
El Asma Nervioso, Palpitaciones del
Corazón, Opresión y Agonía en el Co-
razón, Falta de Aire, Sofocaciones, Sen-
sación de Opresión en la Garganta, Can-
sancios, Insomnio, Falta de Apetito, Mo-
lestias Estomacales, Eructos Frecuentes,
Ansia, Boca Amarga, Ventosidades en el
Vientre, Náuseas, Palpitaciones y Calen-
tura en la Cabeza, Pesadez de Cabeza,
Punzadas y Dolores en la Cabeza, Do-
lores en el Pecho, Dolores en los Costa-
dos, Dolores en las Caderas, Punzadas
y Dolores en el Vientre, Vahídos, Tre-
mores, Excitaciones Nerviosas, Obscureci-
miento de la Vista, Desmayos, Zumbidos
en los Oídos, Vértigos, Ataques Nervio-
sos, Estremecimientos, Escozores Súbitos,
Calambres y Debilidad en las Piernas,
Sudores Fríos o Abundantes, Escalofríos,
Entorpecimiento, Sensaciones de Calor en
Diferentes Partes del Cuerpo, Gana de
Llorar sin tener Motivo, Falta de Memo-
ria, Decaimiento del Cuerpo, Falta da
Animo para Hacer cualquier Trabajo,
Frío en los Pies y en las Manos, Man-
chas en la Piel, Ciertas Comezones, Cier-
tas Toses, Ataques de Hemorroides, etc.,
etc. I Todo esto puede ser causado por la
inflamación de ciertos Órganos internos!
Hasta el Genio de la Mujer puede que-
dar cambiado.
¡A veces la pobre paciente cree estar
sufriendo de muchas Enfermedades al
mismo tiempo I
La Mejor Prueba de que todo esto es
causado por las inflamaciones graves de
importantes Órganos internos es que con
el uso del Regulador G e s t e í r a todos
estos Males desaparecen y la mujer se
siente otra, como resucitada, alegre con
la Vida y con el Mundo.
Use Regulador G e s t e i r a .
El Mejor tratamiento es usar
Regulador G e s t e i r a .
Regulador G e s t e i r a es el Mejor
Remedio para el Tratamiento de inflama-
ciones de importantes Órganos internos,
la Debilidad, la Anemia, la Palidez y la
Amarillez de las Jóvenes, las Hemorra-
gias, los Dolores, Cólicos de los Ovarios,
Desarreglos en los Períodos, Dolores, Ex-
cesos, Insuficiencias, Falta o Atrasos,
Torpeza y Flojedad de Salud, Conges-
tiones e Hinchazoneis internas. Agota-
miento, D e s g a n o , irritabilidad de los
Nervios, Molestias y Dolencias de la
Edad Crítica, el Asma Nervioso, la His-
teria, los Ataques Nerviosos, Leucorrea,
las Hemorroides, Decaimiento de Fuerzas,
Trastornos del Cuerpo Gastado y los
más Peligrosos Desarreglos de las Mu-
jeres!
Comience hoy mismo a usar
Regulador G e s t e i r a .
 CARAJ" Y CARETAJ'

LA qVlTAKKEI^A DE SAN NICOLÁS

CyuJtarrera, guardé tu vihuela, tín los patios que amó el jazminero
Porque nadie sus cuerdas jamás Y que no te olvidaron jamás.
Pulsará como tú las pulsabas Te escuchaban, llorando, los hombres,
En las noches de San Nicolás. Guitarrera de San Nicolás.

¿IJónde están tus cielitos de sangre? / e r q u e tú les cantabas de amores

¿Dónde están tus vidalas de amor? En las noches del Restaurador,
¿Dónde está la canción que cantabas Y también, al oír tu guitarra.
En los tiempos del Restaurador? Las porteñas lloraban de amor.
C«s9

Tú también te llamabas Camila L/n jazmín floreció en tus cabellos,

Como aquella que amó hasta morir: Y al cantar tu postrera canción.
Bajo el sauce de Santos Lugares La Mazorca cayó de rodillas
Tu guitarra volcó su gemir. Y lloró el coronel Salomón,
e*j

Cintas rojas y flores de sangre,

Porque no te olvidaran jamás.
Coloqué en tu guitarra dormida,
Guitarrera de San Nicolás.

HE C T O K P E D I{ O B L O M B E KQ
D I B i; j L ó P B Z
 C A . R A y Y CA.RETAJ"

Pastillas
Váida
¿ Q u e r é i s un b u e n r e m e d i o
contra las enfermedades de las
Vías Respiratorias? ¿ Q u e r é i s
preservaros de la Bronquitis y de los males de Garganta?
Tomad las PASTILLAS VALDA, que se venden única-
mente en cajas cerradas, ¡ g u a l e s a ésta, en t o d a s las
Farmacias. No admitáis otras pastillas si queréis evitaros
los males de garganta.
 (taba una bi6 lo qud tuvo
<^Vra I, ser enviados al Triunvirato los re-
£k cursos arbitrados por las señoras y se-
^^^L neritas patricias, decíase en la respec-
•^ ^ ' tiva nota, entre diversas y atinadas con.
sideraciones: "Dominadas de esta ambición hon-
rosa suplicamos las subscril'toras a V. E. se sirva
mandar se grabe sus nombres en los fusiles que
costean. Si el amor de la fatria deja algún vacío
en el cora~ún de los guerreros, la consideración
al sexo será un nuevo estímulo que les obligue a
sostener en su arma una prenda del afecto de
.tMj compatriotas cuyo honor y libertad defien-
den. Entonces tendrá un derecho para reconvenir
al cobarde que con las armas abandonó su nom-
bre al campo enemij/o, y corouprán con sus tna-
nos al joven que presentando en ellas el instru-
mento de la victoria, dé una prueba de su glorio-
sa valentía."
La nómina de los donativos, aunque ya cono-
cida, es digna de reproducción por lo que mues-
tra la manera con que aquellas patriotas enten-
dieron el llamado de la causa emancipadora. As!,
doña Tomasa de la Quintana que encaliezaba la
lista donó un fusil, elemento que a su vez pusie-
ran en manos del gobierno doña Remedios de
Escalada, doña Nieves de Escalada, doña María
VIRGINIA LEE CORBIN. tamos» estiella de la Quintana, doña María Eugenia de Escalada,
dt la U niverMtl Picturea Corporation. doña Ramona Es<]uivel y Aldao, doña María S.
de Thompson, doña Petrona Cárdenas, doña Ru-
El p f c e d l m l e n t o da a b » o r c t 6 n davuclva fina Ortega de Orma, doña Isabel Calvimontcs
I» l u v e n t u d . de Agrelo, doña María de la Encarnación de
Andonaegui, doña Magdalena Castro, doña An-

E l, éxito lia coronado el esfuerzo de los hom-

bres de ciencia que durante tantos años han
estado buscando un método efectivo de qui-
tar la piel exterior del rostro, en los casos
en que diclia pie!, debilitada y avejentada por el
desgaste, da a la cara un feo aspecto de vejez
prematura, E! procedimiento descubierto no causa
dolor ni daño alguno; y es tan cconó.mico y sen-
cillo que sorprende que no haya sido antes puesto
en práctica. Está plenamente demostrado que la
cera pura mcrcolizada, en venta en todas las far-
macias, absorbe la cuticula gastada, vigoriza el
cutis que hay debajo, y permite su aparición, her-
mosamente sonrosado y lozano. Dicha cera se usa
por las noches, retirándola a la siguiente mañana
con un poco de agua tibia. Este procedimiento
tiende también a limpiar los poros obstruidos, faci-
litando la función respiratoria de la piel, conservan-
do así el color natural y hermoso del nuevo cutis.
Si, al pedir usted una caja de cera mercolizada, le
preguntan si la quiere grande o chica, recuerde
que las tales "cajas chicas" no son de verdadera
cera mercolizada, constituyendo una burda y per-
judicial falsificación desprovista de todo poder
hcrmiiscador.
K«tlry>acl6n completa dal Tallo.
gela CastelU de Igarzábal y doña Carmen Quin-
tanilla de Alvcar. Y comentando ellas en sentida
comunicación a! Triunvirato, decían: "La cau.^a
de la Humanidad con que están tan itttimamente
enla::a<ta la gloria de la patria y la felicidad de
las generaciones, debe forzosamente interesar con
una vehemencia apasionada a las madres, hi/as y
esposas que sub.'icrihen. Destinadas por la natu-
raleza O llevar una vida retirada y sedentaria, no
pueden desplegar su patriotismo con el esplendor
que los héroes en el campo de batalla. Saben apre-
ciar bien el honor de su sexo a quien confía la
sociedad el alimento y educación de sus jefes y
magistrados, la economía y el orden doméstico,
base eterna de la prosperidad pública; pero tan
dulces y sublimes encargos las consuelan apenas
en el sentimiento de no poder contar .uis nombres
entre los defensores de la patria. En la actividad
de sus deseos han encontrado un recurso que sien-
do análogo a su constitución, satisfaga de algún
modo su patriotismo."
Con estos y otros atendibles y conmovedores
argumentos, aquel puñado de mujeres de Buenos
.\Wcs dieron a las fuerzas de la lil)ertad cuanto
pudo dar de sí el sacrificio.
Por decreto de 26 de junio de 1812, el Triunvi-

C ÓMO quitarse de una manera definitiva el

vello, es algo que muchas damas desean co-
nocer. Es una verdadera lástima de que
hasta el presente no se haya difundido de
rato expidió el decreto de aceptación, mandando
a la vez que se diera a conocer i)or intermedio
de ''La Gaceta", expresándose a las donantes el
agradecimiento de la patria. Firmaron el bre-
un modo más general el conocimiento de una
substancia que provoca el aniquilamiento del vello. ve pero substancioso acuerdo don Feli-
Esta substancia es el porlac puro pulverizado y se ciano Antonio Chiclana, don Juan
halla en venta en todas las farmacias. El porlac Martín de Pueyrredón y don
se aplica directamente a las partes del cuerpo donde Bernardino Rivadavia.
crecen I05 pelos superfinos cuya desaparición se
desea. Este tratamiento recomiéndase muy especial-
mente porque, además de eliminar el vello sin
dejar rastros, hace que él no vuelva a reaparecer,
dado que el porlac provoca la completa destruc-
ción de las raices de ios petos.
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Se aproximan los dias de actividad

T AS personas activas necesitan relojes de preci-
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TCa5 fuslas fatrl<5tica;$ 6e lo5 tiempos viejos

aMM«^ AS fiestas mayas te-
^r nian antiguamente en
ML • Buenos Aires un ca-
^^^ rácter especial, pues
tomaban parte en ellas todas ¡as
clases sociales y era un honor
concurrir a la plaza de la Vic-
toria a escuchar las bandas mili,
tares y presenciar el desfile de
las tropas. Tan jxipularcs y tan
concurridas y tan animadas eran
que el pueblo las caracterizó con
una frase. Cuando se quería sig-
nificar alegría y entusiasmo, se
decía: "Es como un veinticinco
de Mayo".
Los festejos no eran pura-
mente oficiales, sino que la ini-
ciativa particular llevaba en ellos
la parte más culminante, em*^
banderando las casas, concurrien-
do los ciudadanos a las fiestas
con el alborozo en el alma y to-
mando parte en los juegos de
agilidad o destreza que se cele-
braban al aire libre, o bien pre-
senciando los espectáculos que
para solaz de todos se organi-
zaban.
I-a balconada de los edificios
piiblicos que daban a la plaza
o calles adyacentes, se cuajaban
de damas lujosamente ataviadas
y era un honor para ios pode-
res públicos recibir en sus res-
pectivos locales a la sociedad
más encumbrada que no desdé-
ñala mezclarse con el pueblo y
tomar parte en los festejos de
la iKitria.
Había, entre otras diversiones,
la de las "danzas", en las que
ninas y niños se vestían con los
colores de la patria. Estas dan-
•vía
.{••••
Solemne procesión el 25 da Mayo
de 1853, en acción de gracias al
derrocamiento de la tiranía.
zas S€ bailaban en la plaza so-
bre un tablado construido espe-
cialmente. Elegían entre las ni-
ñas a la más airosa y bonjta:
llevábanla por las calles en un
carro triunfal, fantásticamente
adornado y tirado por cuatro
hombres disfrazados de tigres,
Icones, etc. Las "danzas" iban
. siguiendo el carro en orden de
formación.
Sobre el tablado bailaban,
marchaban y formaban gracio-
•sos grupos, llevando cada una
un arco cubierto de tul blanco
en buches, separados por moños
de cintas celestes, con los cuales
también hacían diversas figuras.
L~i noche del 25, las danzas
concurrían en masa al teatro.
El gobierno ocupaba su palco.
Había, como hoy, tedeum, for-
mación en la plaza, salvas, etc.
y no escaseaban los cohetes, las
rifas, los globos y los fuegos
artificiales.
Por la noche las casas bajas
abrían los postigos y colocaban
velas que alumbraban las vere-
das. En los balcones de las ca-
sas altas se ponían igualmente
velas resguardadas por fanales.

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GASTÓN
AS e x p e r i e n c i a s de la
ni vida, los embates do la
suerte y los resquemores
de la lucha, suelen hacer
a los hombres más tole-
rantes y más conciliado-
ijM res. La juventud es pasión,
ímpetu bravio, temeridad
generosa, mientras que la madurez sigfnifica
reflexión, serenidad, consejo. Es por eso
que en todas las épocas se han visto repu-
blicanos exaltados convertidos en monár-
quicos fervientes, revolucionarios furiosos
transformados en ultraconservadores; anar-
quistas demoledores hechos bur(<ueses pa-
cíficos, y líricos ruiseñores de la musa
vestidos después con el ropaje buro-
crático de banqueros y economistas.
Facundo, la sombra terrible de
los llanos, no ha escapado a
Por
H. L E S T A R D
este inevitable fenómeno psicológico. Así,
puede decirse que la vida de Facundo tie-
ne dos facetas: una que corresponde al
caudillo bárbaro, al representante del al-
ma iiJnorante de los campesmos y que odia
a las minorías civilizadas de la ciudad;
señor del terror, beduino de los desier-
tos, bruto, valiente, audaz, cruel, acuchi-
llador, verdugo, dominador, nadando en
sangre y pisoteando cráneos despedaza-
dos; enemigo del orden, de la ley y de la
disciplina institucional; la hiena a quien
no conmueve el lamento de la madre que
clama por la vida de su hijo, ni cede ante
el coro de niñas inocentes que imploran
por el perdón de los oficiales conde-
nados a muerte, ni ante el ruego
de la esposa ultrajada. La otra
faceta representa al Facundo
que entra por el camino de la
 CARA,r Y CARETA/
civilización, frecuenta el lujo de las como-
didades de Buenos Aires, demuestra aspi-
raciones de reorganizar la Repúolica, quie-
re una constitución y busca acercarse a
Rivadavia a quien antes había combatido
con todas las armas. El caudillo bárbaro
quiere hacerse hombre de ciudad; el cen-
tauro del desierto orienta su pensamiento
hacia la acción del hombre de estado; quie*
re paz, orden, progreso, y siente estremecer
su alma por él nuevo ideal de la consoli-
dación. A la pasión del terror la substituye
por la pasión de la patria; al instinto de la
correría, por el sentimiento del orden, y a
la vibración del odio, por una aspiración de
hacer el bien. Concilia a los gobernadores
desavenidos, pacifica a las provincias y su
inteligencia penetrante sueña con la Cons-
titución que ha de arreglar de una vez
todos los pleitos que tanta sangre han cos-
tado. Pero Quiroga llega tarde: otro ene-
migo más astuto, más calculador, más cau-
teloso, acecha en la sombra. Prepara la
tragedia sangrienta de Barranca Yaco, y el
país demora en veinte años su organización.
I I
Quiroga, llegó un momento en que com-
prendió que la astucia y el genio maligno
de Rosas le habían adelantado en el ca-
mino del poder. Comprendió que la huella
indeleble de sangre que habían dejado sus
pasos, que la espantosa desolación en que
había hundido a muchas provincias y las
brutales ferocidades de la guerra interior,
lo habían impuesto como un producto van-
dálico del terror, pero que esa atmósfera
de sangre estaba anulándolo ante el genio
sagaz de Rosas, qvie surgía de entre los
escombros de los gobiernos caídos. Fué
entonces cuando Facundo quiso ponerse de
pie como la imagen de un reorganizador
del organismo constitucional. Quiere anu-
lar a Rosas convirtiéndose en personaje
político identificado con los intereses na-
cionales. Se radica en Buenos Aires. Hace
educar en la Universidad a Ramón, su hijo
primogénito. Saca a su familia de la sole-
dad agreste de los llanos y la instala con
lujo y comodidades en Buenos Aires. A sus
hijos jamás les permite vestir sino frac
o levita, y a uno de ellos, según refiero
Sarmiento, que intenta dejar sus estu-
dios para abrazar la carrera de las
armas, le pone de tambor en un
batallón hasta que se corrija.
Se constituyo Quiroga en Bue-
nos Aires en el paladín de
la organización de la República bajo
una constitución Federal. Los unitarios
habían sido v e n c i d o s en sus últimos
reductos y despojados de sus b i e n e s
y comían el pan amargo del destierro.
No había oposición y el camino estaba
expedito para la organización del país.
Facundo, apasionado y bravio, reclama con
insistencia se dé manos a la obra. Las pro-
vincias de Cviyo quieren entrar en la Confe-
deración Argentina "bajo la protección del
(<eneral don Juan Facundo Quiroga". El
Gobernador de Tucumán, en un banquete
oficial al que asisten Marcos Paz y Juan
Bautista Alberdi, brindó "por el próximo
Congreso Constitviyente promovido por el
general Quiroga". El caudillo riojano se
cuadra de frente, para hacer ver valiente-
mente sus intenciones y ofrece todo el
blanco a sus enemigos. Es la lucha que ha
comenzado entre los dos caudillos que se
disputan el mando, lucha sorda y encona-
da, en la cual Facundo hace proposiciones
audaces y Rosas se desliza con astucia y
embozo. Es una lucha terrible en la cual
uno de ambos ha de desaparecer, por-
que ambos no caben en el escenario de
la República.
I I I
Facundo se demuestra valiente, sober-
bio y con una independencia de juicio que
lo ha honrado en sus últimos años. Pero
no tiene el sentido de la prudencia ni de
la diplomacia, ni sabe callar lo que piensa,
ni lo que hará, frente a un enemigo que
lo observa en todo momento. Carece, se-
gún dicen las gentes de hoy, de la maña
política que hace triunfar a los inás auda-
ces aunque no a los mejores. Comienza
por justificar y reconocer méritos a los
prohombres unitarios de la época y expre-
sa abiertamente su juicio. Cuando le ha-
blan de enrolar a algunos de sus hijos en
los cuerpos federales, Quiroga replica: * Si
fuera en un regimiento mandado por Lava-
He, sí; pero en estos c u e r p o s . . . D e los
escritores de la época — dice — no hay
ninguno mejor calificado que Florencio Vá-
rela, que tanto lo ha combatido. Los únicos
hombres honrados que tiene la República
son Rivadavia y Paz, y ambos los que han
tenido mejores intenciones. Sigue com-
prometiéndose confiadamente porque
hace hablar a los unitarios para que
formulen una constitución, y pide
una imprenta que ha de instalar
en San Luis, para hacer en-

señar desde allí la nueva constitución a
tdda la Repi'iKlica. El famoso acucViillador
de los llanos ha alumbrado su cerebro con
la chispa de ima resurrección. Sueña con
el porvenir de la República y ello lo vin-
dica en parte de sus viejas (ecborías.
I V
Quiro^a se acerca a la intlueneia civili-
ladora que tanto babía despreciado. Hntre
todos los caudillos es el único que ba teni-
do la valentía de protestar contra la expul-
sión de Rivadavia, decretada por instif^ación
de Rosas y la cual Quiroga consideraba
inicua y brutal. Arrojado Rivadavia del se-
no de su patria, el caudillo riojano le ofrece
su ayuda y le solicita una entrevista que el
austero patricio no aceptó. Quirot^a llega a
decir que uno de sus (írandes arrepenti-
mientos ba consistido en no baber aceptado
la Constitución de 1826, porque con ella se
hubieran constituido las provincias en na-
ción organizada. Alvaro Melián Lafinur
narra a este respecto una anécdota intere-
sante, cuando en 1834 Facundo le mani-
festó a don Juan M. Madero que babía ido
a verlo con Lavalle: "Dígale de mi parte
a -Rivadavia que me ofreico como su
fiador y que disponga del general Qui-
roga en cuanto crea que le puede
servir", y dirigiéndose a Lavalle,
añadió: "¡Cuántas veces me ha
...,rt'í
(^•'r*^^^^V^~(,..^^
pesado no baber aceptado la Constitu-
ción del año 26!" L u e g o , dice el señor
Madero, siguió haciendo consideraciones
sobre lo que llamaba ' sus errores de aquel
tiempo", y por fin le pidió lo llevara a ver
R Rivadavia, pero esa entrevista no se
realizó nunca; Rivadavia ya estaba en
alta mar camino del destierro.
Facundo aspiraba a identificarse en el
alma grande y noble del patricio. Su ten-
tativa de acercamiento al más grande civi-
lizador de nuestra independencia lo reha-
bilita de su pasada ignorancia, pero desde
el día en que Facundo buscó el acerca-
miento a las minorías selectas de la época
.-y especialmente por su admiración por
Rivadavia, opuesta al odio que profesaba
Rosas al ex presidente, su suerte estaba
echada. Una ruta trágica señalada de ante-
mano. Facundo, sabiendo la emboscada que
se le ha tendido, no retrocede y hace una
gala terrible de su valor personal. La muer-
te no le arredra. En eso fué infinitamente
superior a Rosas. Fué derecho al sacrificio,
como Rosas fué derecho a la h u i d a .
La bala de Barranca Yaco — lo recono-
ce boy imparcialmente la historia — de-
moró en veinte años la organización na-
cional, porque Facundo, c a u d i l l o de
ocho provincias, con Rosas, o sin
él, la hubiera realizado. Es posi-
ble que su fiero recuerdo hubie-
ra podido trocarse en estatua.
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^mí^i<f^vk l)ajo el gobierno
M0 municipal del señor
I P Francisco P. Botlini
^ ^ cuando se c r e ó el
P a t r o n a t o de tu Infancia, en el
año 1892, institución destina-
da al amparo de la niñez des-
valida. Llamóse el primer asi-
lado Vicente Stractico. La pri-
mera obra del patronato fué
la de realizar la Escuela de
Artes y Oficios y la Casa Cu-
na, para lo cual solicitóse el
aporte de nuestras más distin-
guidas damas. Reunidas éstas,
por invitación del señor Fran-
cisco Uriburu, en casa del se-
ñor Rafael l'cró, clÍKÍeron pre-
sidenta de la comisión, por
unanimidad, a la señora Teo-
deüna Alvear de Lczica.
¿Quién no conoce el nom-
bre de la venerable matrona
d e s a p a r e c i d a hace poco?
¿Quién no sabe de su abncga-
ción y sus virtudes cristia-
nas? H a s t a el último instante
de su vida heroica mantuvo
el culto a la belleza y al l)ien,
sin sufrir un solo desfalleci-
miento de su voluntad. Y si
alguna vez viósc obligada a
abandonar sus tareas, tuvo la
fortuna de hallar reemplazan-
tes como las señoras Celina
H u e r g o de Estrada y Elvira
de la Riestra de Láinez.
F l 4 de diciembre de 1895
inauguró el patronato la Sala
Cuna de la calle Balcarce y
Humberto 1.
A esta Sala Cuna prestó la
señora de Lezica su concurso
valiosísimo. Diariamente véla-
sele recorrer la institución,
atender a las necesidades de
cada uno de los protegido.i,
cuidar celosamente la marcha
administrativa y subsanar los
errores que observaba en la
institución, secundada por la
señora de Merlo y la señorita
de Crisol.
Las hermanas de San José
de Mongout c o o p e r a r o n con
las honorables señoras, y en
todo m o m e n t o los párvulos
contaron con lo necesario pa-
La primera Sal.i-Cuna de Bue-
no* Aires.
ra el éxito de sus primeros pa-
sos en la vida.
Pero no sólo las salas-cunas
gozaron, y gozan, de los solí-
citos cuidados de las damas
porteñas. Consultorios, asilo.5
y talleres, atendidos por ellas,
han ido creciendo en forma
que revela el caudal de senti-
mientos generosos (lue poseen
nuestras mujeres. Los prime-
ros consultorios fueron insta-
lados en unas viejas construc-
ciones del parque Lczani-a y
luego en una parte del edificio
construido para el asilo Ma-
nuel A. Aguirre. Hoy poseen
todos instalaciones definitivas
y material medico moderno y
completo.
No es posible en esta nota
olvidar los nombres de los
doctores Alciandrn Podadas,
Juan José Díaz, Federico R.
Zavaleta, Nicolás Magnmiiiii,
.Agustín Rcbuffo y otros, (|nc
atendieron dichos consultorios,
en los cuales también fué con-
siderado precioso el concurro
de la señorita Ana P a l a u J t .
Hoy, el P a t r o n a t o de la In-
fancia sigue (lescnipcñnnilo >;»
misión caritativa con el mis-
mo entusiasmo do los niotucí'.-
tos primeros.

LAS FIE STAS

«I
PATRIAS
se complementan con el empleo
de vinos finos y oportos, para
deleite del paladar.
/>
Nada más indicado, entonces, quo ei

Oporto Argentino
**Lagorio**
por cuya* bondades se hace in-
substituible, resultando un verdadero
néctar, debido a su cuidadosa ela-
\ boración y gran estacionamiento.
Su precio estA al alcance de toda
familia.
Pida el O P O R T O A R G E N T I N O
*'LAGORIO" en los buenos Alma-
cenes y Despensas.
30 Años
d e c o f i f ^ m o , lo c o n t a g r a n
orno insupernMr-
i ^
OPORTO
ARCETNTINO
 CAÍ! A/' Y rAHKlA/

llllliu:t

QUIERE UNO...
VALE LA PENA QUE CONSIDERE VD. LA CONVE-
NIENCIA QUE REPRESENTA ADQUIRIR CUAL.
QUIERA DE ESTOS ARTÍCULOS. CADA UNO LLENA
UNA NECESIDAD POR MUY POCOS CENTAVOS.
SU SOLO ANUNCIO HA SIDO TODO UN ÉXITO.

ALCOLUZ
COMALUMBRA"
SIGUE SIENDO E L A L U M B R A D O DE
FAMA, POR SU ECONOMÍA Y G R A N
RENDIMIENTO.

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 CARA/ Y CARCTAy
Carmen Quíntdnílld
Alvear,
madre
I admirable es el patriotismo
en aquellas p e r s o n a s que
han nacido en el propio sue-
lo, lo es más aún el de aque-
llas otras que lo derraman
cual si fuera el más admira-
ble de los bálsamos sobre la que es pa-
tria de adopción.
Entre los nombres de los que forjaron
nuestra nacionalidad muchos Hay. D e los
hombres, millares; de las mujeres, nume-
rosas, y, entre éstas, en primer término,
doña Carmen Q u i n t a n i l l a de Alvear.
Nacida en Jerez de la Frontera (Espa-
ña), en 1793, era bija del contador entre-'
tenido de millones de la ciudad de Bur-
gos, don Juan Sáenz de Quintanilla y
doña Joaquina María Camacho.
Un americano, apuesto y valiente, mora-
ba, cuando la g\ierra se lo permitía, en
Cádiz. Su nombre: Carlos de Alvear. Su
ambición: la Hermosa Carmen, en quien,
por lo demás, grande impresión debió cau-
sar el oficial de carabineros reales cuando
con ella y siempre en la gaditana ciudad
se Cdsó el 26 de julio de 1809.
En la Península, Alvear sirvió en los
ejércitos durante la guerra contra los fran-
ceses. En las batallas de Talavera, Yeve-
res y Ciudad Real, distinguióse y fué
puesto como modelo de oficiales. Pocos se
le igualaban en bravura; menos aún en
apostura; que aquel Alvear tenía una es-
beltez y un porte fino y varonil como
pocos. Con esto está dicHo el enamora-
miento y la impresión decisiva que en su
esposa causó desde el primer instante.
Napoleón, en todos aquellos que contra
él lucharon, depositó el germen de la aven-
de
gaditana y
modelo.
q_^\--~^
tura. Los militares jóvenes en el corso
genial vieron un modelo, un ejemplo. Eu-
ropa se pobló de guerreros anhelantes de
entrar en lucha, y los que tenían una pa-
tria lejana, como Alvear, pensaron en re-
tornar a ella y procurarle la libertad. Así
lo hizo Alvear y, con su esposa, se trasladó
a Londres, de donde, en la barca Jorge
Canning", salió para Buenos Aires, arri-
bando a esta ciudad el 6 de marzo de 1812.
La amistad que en Europa trabara aqué-
lla con San Martín, José Matías Zapiola,
Eduardo Holmberg y otros, s i r v i é r o n l e ,
agregada a la belleza, vivacidad e inteligen-
cia, para ser recibida con aprecio y ver-
dadera simpatía por la sociedad porteña.
Desde el primer momento, pues, quedó
incorporada al grupo de familias represen-
tativas de Buenos Aires. Prestamente, la
hija de Cádiz se identificó con las patri-
cias. Sus inquietudes eran las mismas da
ellas, y su esperanza, la única, ver triunfar
en forma concluyente al antiguo alférez
de carabineros reales.
Fué así como muy presto participó de los
honores y congratulaciones de que Alvear
fué objeto después de las gloriosas jorna-
das de Montevideo e Ituzaingó. Vivió la
época placentera en que ocupó el poder y
no perdió ánimos cuando las pasiones po-
líticas lo mantuvieron en aventuras de to-
da índole.
El general, más tarde, fué enviado como
representante diplomático a los Estados
Unidos. Sólo retornó su cadáver. Doña
Carmen Quintanilla no se arredró. Se de-
dicó a sus hijos y, cuando falleció, el 31
de marzo de 1867, eran ellos ciudadanos
que no desdecían su alquitarado origen.
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Has "3)ama5 6c la Jttlscrlcoróla

J L ^ 1872 fundóse la so
i r ciedad D a m a s de ia
• ^ ^ ^ Misericordia, liajo la
presidencia de doña Carmen
Kóbrega de Avellaneda. Ape-
nas fundada, la señora Cari)-
lina S. de llnrilaos p r o p u í o la
instalación de Un asilo de me-
nesterosos, el cual f'.ié esí.i-
blecido en F l o r e s , transfor
mandóse l u e g o en c a s a de
linérfanos o desvalidos. La se-
ñora de Avellaneda, esposa del
cjne fuera presidente de la Re-
pública, fué la verdadera alnuí
de la casa, y fué presidenta
«le ella durante diez a ñ o s ; e'
dia de su muerte fué de luto
para la sociedad toda. Bastarla
rilar el discurso di'l doctoi
Wilde para dar una idea cx.ic-
tii de su bondad .v aitnn'íiMn,
Sucediéronla en la presidencia
de las D a m a s de la Miseri-
cordia las señoras Clolildií lia-
rr;i de Mouján, Carolina La
nos de PellcKrini y Ana Ur
qin'za de Victorica. lista t'ilti-
m.i obtuvo de don Torcuato
«le .\lvear la cesión de la m i n -
zana comprendida entre las
calles AzcuénaKa, Larrea, Me-
ló y Peña para la ampliación
del asilo primitivo y la cons-
irucción de la capilla. Luego,
niediante donativos, logró es-
lablecer un taller provisorio,
i|uc, conjuntamente con el asi-
lo, ocupó definitivamente el
local íle la calle Azcuénaga.
La citada entidad fundó más
larde una casa par.i pobres
vergonzantes, en 1896, a la
cual concurrieron damas po-
bres dcscendietites de precia-
i.is familias caídas en des-
gracia.
La atención de las ca.'^as
fundadas por las IJamas de la
Misericordia está confiada a
hermanas de caridad que cola-
l>(>ran eficazmente con la co-
inlsióii de dani.'is pr.itecto"as.
Asilo de la Mispricordia.
La sociedad mantiene hoy un
envidiable prestigio, digno del
ideal del cual nació.
Además de las señoras ci-
tadas, debemos recordar a do-
ña A d e l a S a r a z a de Favier,
cuya actuación al frente de la
sociedad, durante les años de
su presidencia, r e d u n d ó en be.
ncficio de la misma y en t]
de las pobres almas nue, luicr-
fanas de asilo y expuestas a
las angustias de la miseria,
hallaron un hogar que las pre-
servara de los dolores mora-
les y físicos consecuentes de
la falta de recursos.
Cada sección está bajo el
control de una junta especial
de señoras, (pie la inspecci'na
y la administra.
Hn el deseo de rendir un
homenaje de admiración a las
señoras (|ue con las nombra-
das consolidaron el prestigio
lie la sociedad de la? D a m a s
de la Misericordia, vamos a
nombrar a algunos que merecen
el elogio digno de sus hechos:
Dolores Goñi de Güiral.ies,
Adela Atucha de Gramajo, Ce-
lina Atucha de Uattilana, Ma-
ría T e r e s a Llavallol de Atu-
cha, Virginia Alzaga de Bla-
(|uier e Isabel L. de Gaicia.

Conservar la
salud de un niño,
no es tan fácil
como parece.
Para lograrlo, debe princi-
palmente, cuidarle tu ali-
mentación; por eto aconte-
jamo* a l a t madre* que den
el pecho a «ua hijitot, hatta
que tengan por lo menos,
6 ó 7 metei,
RECIÉN ENTONCES PODRA PENSARSE EN EL DESTETE, RECURRIENDO
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Tal día como hoy, hace 25 año»,

f < V. A I r « f « f
los AVANTI se dieron a cono-
cer al público argentino. Era un iaiit f f "^ Til f f í I
producto nuevo, que comenzaba
a luchar con otros ya arraigados.
Muy grandes debieron ser sus
bondades para que desde el pri-
mer m o m e n t o se impusieran. Cuando so inicia-
Et fumador dm ron lau actividad^»
AVANTI I» dirá Aquella consagración inicial no do rtueatra fábrica,
invarta ble m9nt m ha hecho más que robustecerse y ti preMupueBto n%on-
qut no cambiaría
eat0 cigarro por ensancharse, y, en efecto, a un Muid «n concepto de
ningúrt otro. Sabe cuarto de siglo de distancia, una jornaUa ascendió a
tju0 fuma verda- $ ¡.too, y en ta
popularidad enorme, que es apro- actualidad pasa de
dero tabaco y do
la mojor calidad. bación y reconocimiento de muy $ 110.000, el nú-
Por OMO n o ad~ altas c u a l i d a d e s , dice cuanto mero de obreros era
mit0 otro tipo de 6 y en la actua-
ni otra marca.
aprecian los buenos fumadores la lidad ea d 1.200.
bondad única e indiscutible del
AVANTI. 6'
QLJ
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manufactura, señalamos a continuación cifras estadísticas
reveladoras de la magnitud alcanzada:
EN 2 5 AÑOS
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,0^^f^é^^¡ s \\.\/AjtA el año
Mt IXI'), H;il)ía quedado
jl fii c o n d i c i ó n es
^^ marcha y orjs'aiiiza-
fióii el ejercito que el gciier.il,
(Ion Jos¿ de San Martin adies
trara en Mendoza, para efec-
tuar con sus fuerzas el ansia-
ilo paso de los Andes. {)íici:i-
les formados con la juventud
más destacada figuraban entre
aquellas tropas de la uloria.
Lista ya la legión, el jefe su-
l>renui determinó mandar lia
< er la bandera nacional «im.
debía cubrir las armas <|ue
iban a dar aquel paso par;i
consejínir la libertad de Cliile.
Inmediatamente, el pensa-
miento de San Martín tuvo
l i o amoroso y desinteresado
en el ánimo do las damas. Do-
ña Dolores l ' r a t s de Iluysi,
chilena, emigrada como conse-
cuencia de la recon(|uista de
los realistas en 1814, t o m ó el
carKo de confeccionar la pre-
ciosa enseña. Con ella, y guia-
das por el afán de cooperar,
pusieron sus manos a la obra
las nicndücinas señoritas Lau-
. reana Ferrari, Mercedes Alva
rez y MarRarita Corvalán.
Cuando la bandera estuvo
concluida, San Martín hizo
(lue sus tropas la jurasen en
la plaza de la capital de las
de lirovincias de Cuyo, el S úc
enero de 1817, "en cuyo acto
el general en jefe la saludó
como la primera bandera inde-
pendiente (|ue se bendecia en
América, agregando con fuer-
te voz: "¡Soldados! Jurad sos-
tenerla muriendo en su defen-
sa como yo lo juro". Millares
de voces respondieron a! jura-
mento, y con ellas atronaron "1
aire las descargas de fusiles \
artillería, lira un bautismo de
gloria a la bandera <iue el des-
tino s e ñ a l a b a p a r a flamear
triiinfaiili' desde aquel rincón
DoAa Dolores Prats de Huysi.
oriental de la cordillera an-
dina, pasando por sus m á s al-
tas cumbres, c r u z a n d o sus
hondos valles, hasta la líne.i
del J'kuador, "a donde alcan-
zando la sombra de sus plie-
gues, se coronaria una etapa
de la obra redentora, en l,i
jornada de Pichincha".
D o ñ a Dolores P r a t s d e
Iluysi volvió a Chile a raíz
de la victoria de Chac.ibuco,
reconstruyendo su hogar de
manera f|ue vivió en medio de
las m a y o r e s consideraciones
hasta 1834, año de su muerte.
M e r c e d e s Alvarcz h a b í a
vuelto a Mendoza, donde na-
ciera, acompañando a la espo
sa do San Martín; casó con
don Tiburcio Segura y fué l.i
única patricia cpie alcanzó a
ver la bandera de nuevo, al
cabo de ochenta años, cuando
fué colocada en el sitio que
hoy ocupa en la casa de go-
bierno de Mendoza.
Laureana I''errari, bija de
don Joaquín I-'errari, que ayu-
dó grandemente a los ejércitos,
casó con el coronel Manuel de
Olazábal, apadrinándoles San
Martín. Dio esta dama las len-
tejuelas de su abanico para
adornar la bandc:a.

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dumbre del militar
de guarnición en el
interior de lal^pública
Por
E. M. S. Dañero
Q U E L mayor fué el
militar más f i l ó s o f o
que conocimos. Culto,
discreto, muy poseído
de sus funciones de se-
gundo jefe, con verda-
dera heroicidad sobre-
llevaba las penurias de
la vida de cuartel. Su
despacho, su alcoba,
fué lo que primero nos
dispensó en su favor:
una mezcla de habita-
ción de estudiante y deportista. Libros y fotogra-
fías de héroes y mujeres; una radio y unos
guantes de box; clavas y retratos de beldades
indígenas; el tocador con todo lo necesario para
un "gentleman", y un casco de polista sobre
una silla. H e r m o s o ejemplar de hombre de
mundo en medio del desierto. Durante el día,
la montura, la esgrima, los masajes, la cultura.
Por las noches, el hombre moderno aproximán-
dose a la civilización mediante las antenas de
su radio, unos libros y un poco de esa rara
ciencia de saber vivir.
El ciudadano, el hombre que no ha salido de
las ciudades, ignora hasta qué extremo llega la
paciencia de estos oficiales jóvenes luchando
con la tozudez y el empecinamiento de los re-
c'utas provincianos. De nada valen ni los gritos
ni las correcciones. Ni palabras fuertes, ni con-
sejos convincentes. Nada. Só'o se obtienen re-
sultados a fuerza de repetición, desesperante,
enloquecedora, infernal repetción del mismo mo-
vimiento al cabo de días y días.
Siempre el tren puede traerles una visita, un
personaje, un inspector que rompe la monoto-
nía de todas las jornadas.
Este oficial joven, elegante y despreocupado
lo encontramos en el tren, en un viaje cual-
quiera. Pasa de una lejana guarnición a otra
más alejada y despoblada. Se hace lenguas de
las injusticias de la Dirección del Personal y
proyecta dar parte de enfermo en cuanto lle-
gue a presencia del nuevo jefe. )Ilusiones! Este
buen teniente, elegante y despreocupado, lle-
gará y aceptará sin murmurar su nueva si-
tuación. Las palabras, las bravuconadas: sim-
fía salido de la misma escuela, con las
viisiiias ambiciones, con los mismos deseos.
Las posibilidades fueron las mismas: ni
más afortunado ni menos favorecido. Evx-
pero, la suerte lo ha querido o.tí, y mien-
tras el compañero disfruta de las delicias,
peligros y encantos de la vida ciudadana, el
debe obligatoriamente radicarse en un leja-
no, (jris y solitario poblado del interior del
país. Alfredo de Viijny, el más militar de
ios poetas y el más poeta de cuantos hom.
bres han empuñado la espada, escribió uno
obra memorable sobre la "Serridumbre y
S/randeza de los militares". Hombre de su
tiempo, l'iyny refiérese a las luchas, al lic-
roismo, al sacrificio perenne de los hom-
bres de arnws. Mas lo que no describió el
gran poeta francés fué la vida triste, ago-
biadora. monótona y desesperante de los
militares a quienes las necesidades de ser-
vicio o el capricho de la diosa que rige
la burocracia tiene recluidos en las lejanas
y casi olvidadas ciudades de tierra adentro.
pies desplantes entre extraños, fuera de la ju-
risdicción militar, del deber militar.
Ha estudiado en Alemania, es un académico,
un profesor... Sus ademanes, su porte, los de
un caballero, de un hombre da escogido club.
Sabe bien lo que es la vida del militar en las
guarniciones de las ciudades provincianas de
Europa; acepta con una sonrisa elegante y de
buen tono esta vida obscura y triste en la lejana
ciudad del interior, que es un a modo de pri-
mitivo destierro.
El billar y unas partidas de naipes con un
comisionista y el maestro de escuela del regi-
miento. Todo el esparcimiento nocturno.
Hay una casa de familia pudiente donde, en el
pueblo de guarnición, se acoge con afecto y des-
interés a la oficialidad. Empero, existen las ma-
las lenguas, y esa casa, a lo mejor, será desig-
nada con el apodo de "Casino de oficiales".
Abnegada mujer esta que, hoy en este pueblo
y mañana en aquella ciudad, en malos hoteles
y peores fondas, convive y sobrelleva el ahita-
miento de hastío del esposo militar.
En el mar, el marino cada día tiene un nuevo
horizonte, una nueva ciudad. En tierra, el mili-
tar ha de contemplar eternamente las mismas
casuchas de paredes descascaradas, idéntica tris-
teza provinciana, el eterno personaje importan-
te de todo pueblo chico.
"¡Heroicidad la de estos cómicos de la legua!",
decíanos un militar, en una guarnición de tierra
adentro, al asistir a una representación teatral
de un conjunto de esos Que "salen al bosque".
"¡Mire usted que se necesita pasta de héroe para
estar aquí sepultado como ese teniente!", decid-
nos, en igual trance, la característica de la mis-
ma compañía.
Un instante de emoción. Estamos, en la puer-
ta d« guardia, conversando. En eso, el chrín
toca "silencio". Las conversaciones se interrum-
pen. Nosotros, sin explicárnos'o, callamos tam-
bién y nos quitamos el sombrero ante estos hom-
bres que, rígidos, parecen elevar una muda ple-
garia al deber, al sacrificio de cada uno de sus
días de militares alejados del hogar, ocultos en
una casi inédita localidad del interior del país.
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Sufrimientos
S
I el gaucho y el ciu-
dadano del norto tu-
vieron una actuación
grandemente gloriosa
en la parte de lucha que se vie-
ron precisados a sostener por la
liberación del nativo suelo, no
menos respetable, grande y emo-
cionante fué la de las criollas,
encumbradas señoras o plebe-
yas, que dieron a la causa pa-
triótica la más caudalosa y con-
movedora contribución de sa-
crificios, no existiendo para ellas
ningún v a l l a d a r lo bastante
fuerte para contener esa deci-
sión, que lo mismo admiramos
en una Juana Azurduy, vistien-
do a lü guerrero y alentando las
huestes en comijate donde no
era ella menos batalladora; o
nos inclinamos sobrecogidos de
gratitud y sacro reconocimien-
to ante aquella sociedad que dio
sus mejores galas con . tal de
sufragar los gastos de la revo-
lución. En las provincias norte-
fias la mujer socavó con astucia,
kcroísmo y i)crseverancia, los ci-
mientos de la d o m i n a c i ó n , y
cuando los realistas compren-
dieron que los trabajos secretos
de las mujeres y las familias en
el mismo seno de sus ejércitos
daban sus frutos, enfurecieron
Ya t i e n e Vd. c i n c o . . .
siga coleccionando los que faltan. E s t o s avisos de K A L I S A Y
tienen u n doble m é r i t o : 1" P o r q u e le permiten saborear las
ágiles y profundas v e r d a d e s de los versos del inmortal
" M A R T I N F I E R R O " . 2 ' P o r q u e muy pronto sabrá
Vd. el valor que tiene dicha colección.
LACORIO y Cía. Ld>. S. A.-Bi. As.
CARA/ Y CARETA/
for la
hasta marcar la hora más terri-
ble de la dominación. Multipli-
caron los rigores y la crueldad,
no dejando casa sin huella de
venganza. Un cañón enviado
desde Jujuy a Salta para Cas-
tro, sirvió de potro en que fue-
ron azotadas las mujeres que
se habían tomado prisioneras por
habérseles visto "ojear" los mo-
vimientos del enemigo. Claro
está; las incesantes necesidades
de la campaña tenían enrolados
en las filas lilxjrtadoras a casi
todos los hombres, de manara
que las casas estaban al cuida-
do solamente de las madres de
familia con los niños; pero c>ta
situación fué aprovechada por
el sitiador para oprimirles más,
IKjniendo así a prueba el irre-
ductible patriotismo de aquellas
gentes.
A estas zozobras y crudezas,
sobrevenían l a s exorbitancias
de las contribuciones, donativos
y préstamos forzosos; confisca-
ciones y secuestros; todo lo cual
como es fácil deducir, causó
irreparable ruina en las casas,
en las propiedades, en cuanto
había útil y precioso. Así, las
familias agobiadas huían duran-
te la noche a casas que bajo la
fe realista ofrecían seguro asi-
««'*?, I dice u" ' " ' " ,v,«o
No * « ' . a I»" *
T» «»"• -
V de "*"=" , A» rtioAo
Qu« »' • ^___
Ñun" <„"^de\ '=""^'^'''
£•
Sui
Biíl»» --Í::Í:S:^
d.KA
cop't"
D«l«' uf
libertad
lo, mientras sus deudos logra-
ban vender a la primera oferta
sus joya.s, sus enseses, sus es-
clavos. Y a falta de esos recur-
sos con qué afrontar el apremio,
sobrevenía la cárcel, determinan-
do también continuos destierros.
Lo que más excitado tenia el
ánimo de los invasores, era la
guerra sorda, oculta, pertinaz
que le hacían las mujeres. Ante
un escuadrón de "infernales"
era posible tirotear, huir, preser;
varse o combatir aún con des-
medro. Ante las cmb()sca4as era
posible guardar siquiera una vi-
gilancia que casi en todos los
casos nula, era por lo menos un
acto de guerra abierta y expo-
sición de lucha. Pero el arma
de la mujer no podia ser com-
batida. Se redoblaron los sufri-
mientos para aquellas que tcnian
la fatalidad de ser sospechadas.
En vano todo. Cada prisión da-
ba pábulo a cien conspiraciones.
Cada azotaina, encendía el de-
seo y el sacrificio de nuevas
mártires, hasta que al fin, esa
fuerza sistemática y obsesionan-
te, cavó la fosa del vencido con
igual eficacia con que lo hacía
la lanza gaucha. Nuestro pasado
heroico no pertenece exclusiva-
mente a la valentía masculina.
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6\í \ÍQ)
 C A R A / Y CARET/J"

1í{ ^5llo de !Jííea6lgo5

é^^^^ L 23 de mayo de 1834,
J J L Y el edificio que habian
^ r ocupado hasta cnton-
• ^ • ^ ees los Recoletos fué
destinado, por decreto del ge-
neral Viamontc, para all)€rgue
de crónicos. Pero, algunos años
después, por razones económi-
cas, servia el mismo de aloja-
miento militar; hasta (lue, iKir
una ordenanza nuniicipal de 3
de agosto de 1857, se confió a
lina comisión formada por don
Juan A. Martínez, don Héctor
Várela, doctor Federico l'inedo,
(Ion Mariano Billinuluirst. don
Ajitonio Zinny, don Estol)an So-
ñorans y otros cuyos nombres
escapan al recuerdo, la tarea de
plantear un asilo de mendigos.
Apenas inaugurada la ca.sa, la
citada comisión renunció, sien-
do reemplazada por otra, inte-
grada por caballeros de destaca-
da actuación en nuestro ambien-
te social y político.
Las Hermanas de la Caridad
de San Vicente de Paul, en
1869, luciéronse cargo del régi-
men interno, que, poco a poco,
fué progresando, con la coo|x"-
ración del gobierno comunal y
los aportes en efectivo de algu-
nos señores, en cs|)ecial los de
don Saturnino Unzué, que do-
nó, en dos años, la respetable su-
ma de noventa mil pesos. Las
hermanas y el personal actuaban
dirigidos por una comisión pre-
sidida por el doctor Fclii>e Lla-
vallol.
Con el correr de los años el
Asilo de Mendigos fuese trans-
formando en una de las casas
de caridad más imiKirtantes de
nuestro país. Y es digno de elo-
giarse el trato que en todo tiem-
po, se dio a los asilados, seres al
lx)rde de la muerte, ancianos
que han i)erdido los encantos de
la vida familiar. En realidad,
pocas i n s t i t u c i o n e s piadosas
cumplen, como el Asilo de Men-
digos, una finalidad tan digna
Un grato recuerdo: señorita de
Ezcurra y sefiorra Lavallol, Pereyra
y Quesada, de una vieja comiaión
del Aailo de Mendiffoe.
de encomios; de ahí que tantos
miembros de nuestra aristocra-
cia se hayan decidido a pioteger-
lo, como el citado señor Unzué
y el señor Cayetano M. Cazón.
El sitio donde se alza el
Asilo de Mendigos es uno de
los más pintorescos de la capi-
tal. Allí gozan los infelices mo-
radores, de sol y de aire. Cerca
de la iglesia del Pilar y, ix)r con-
siguiente, de la Recoleta, vi-
ven cercados de un silencio pro-
picio a las postreras meditacio-
nes. El ni'miero de los que en
él se hos|)edan es grande, y,
como se ha dicho, todos los an-
cianos son seres para los cua-
les las delicias familiares son
apenas un vago recuerdo, re-
cuerdo melancólico, cuyo rigor
es suavizado p<5r la bondad y
la ternura de las hermanas de
San Vicente de Paul, que no
escatiman sacrificios para la
armonía del conjunto y para la
tranquilidad física y moral de
cada uno J e los achacosos ha-
bitantes de la benéfica insti-
tución.
No debemos poner punto fi-
nal sin citar el nombre de la
señorita Josefa Ezcurra. la cual
aportó su valiosa cooperación al
sosteinimiento del Asilo.

STOHALIX
SAIZK
U recatado por los médicos de las cinco panes del
mundo porque tonifica, ayuda a las digestiones, y
abre el apetito, curando las molestias del

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DISPEPSIA .
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INAPETENCIA
FLATULENCIAS peligro mayor para la mujer
DIARREAS EN NIÑOS y.duitotqu*. Nadte tiene excusa para «star enfermo de los rlfto.
• vacei. alternan con ESTREÑIMIENTO nes. Las enfermedades de los ríñones pueden pro-
durir alguno o varios de los síntomas s i g u i e n t e i :
D I L A T A C I Ó N Y U L C E R A dol .atómago dolor de cintura, sedimento en la orina, ardor o
DISENTERIA dolor al orinar. Insomnio, debilidad general, dolores
OBU COMO «KTI&ÉPIICO DEl tPURITO DIO(STIVO curindo de piernas, Jaqueca estreñimiento e Inapetencia.
U t dlarrMí M loi (iiAoi. Incluso tu la época del deslaliy dio- Todo esto significa que sus órganos han sido atacA-
tlclOn. U loolantivo r de gutto agradablo. dos por los venenos, que no han podido eliminar
los ríñones, de su organUmo. SÍ usted permite qup
E U l t t S t U l fusco ; tt u l i r i pronto qm il aletiM a a i rúx,
esto dure lo suficiente, se producirá \% pérdida
ü)im miic I n n t i t turlnlou di ujiíir ito iii m. inevitable de su s a l u d . En todos los casos de
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PILDORAS DE FOSTER
 rmosura que alcanzó uit lnóullo
<W^A VASAI.I.ANDO TuCU-
l\ man se hallaba Ori-
^¿~\^ be, aliado de Rosas,
•^ ^ ' haciendo caer todos
los dias un buen ni'imero de ca-
bezas enemigas de la santa fe-
deración, en aquella provincia y
en las de Salta. Catamarca y
Jujuy, desde las cuales hcgalían
incesantemente las personas per-
seguidas por su crueldad. Entre
los presos de Salta llegó cierto
dia don Toribio Tedin, literato
y prominente figura patricia que
habia cometido el delito de fir-
mar el manifiesto contra Kosas.
No podía satisfacer más a Ori-
be semejante detención, y para
mortificarlo, determinó que de
los ocho presos fuera Tedin el
último en ser degollado, y se
inmolase uno cada dia. Pero el
sentenciado era ingenioso, de
carácter sereno y reflexivo, co-
sas que no entraban en la cuen-
ta de! cruel mazorquero.
Desde Salta habían venido
acompañando a Tedin sus dos
hijos que no dejaban de asis-
tirlo en la prisión. Faltaban só-
lo tres presos para ejecutar,
cuando el coronel encomendó a
su hijo mayor, repentinamente,
que averiguase con prontitud
cuál era la familia de aquella
IIIBIÜI!!!!""
19321
NUESTRA ROPA
NO SE DESCOSE.
• III i i i i i i i a i
sociedad con quien el ficncral
Oribe tenía mayor amistad. En
el día, su enviado le informó:
"lis la casa de Avila, y con Nie-
ves, la más bella de sus hijas,
mucsira sus más señaladas fre-
dilcccioncs".
Tedin, sin vacilar, pidió pa-
pel, pretextando redactar con-
sejos de última voluntad a sus
hijos, y escribió a Nieves un
verdadero documento literario,
tan conmovedor, tan explícito y
enternecedor a lo vivo, que la
joven destínataria prometió ocu-
parse de su situación. Parece ser
que Oribe deseaba vivamente
ser grato, servir de algo ante
aquella mujer: es el caso que
la misma noche, el sanguinario
jefe fué de visita a la casa, y,
cuando trataba de ir.se, cerca de
medianoche, N i e v e s A v i l a re-
cordóle sus reiterados ofreci-
mientos: "Usted, mi presidente,
me ha dicho más de una vez le
seria ijratn serme en alfjo úlil,
y que le pidiera cualquier favor,
que estaría pronto a sentirme.
Tengo que pedirte uno ahora."
— 1 Un favor 1 El que usted
quiera, Nieves; bien recuerdo
mi promesa. ¿ Qué es lo que
quiere? ¿Qué desea usted?
— Señor general, usted más
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derme cualquier servicio que yo
le pidiera, y que en complacer-
me hallaría una verdadera sa-
tisfacción.
— Sí, es verdad. Dígame de
una vez; ya sabe que nada po-
dría a usted negarle.
— La vida de uno de los
presos.
— ¿De cuáles?
— De los últimamente llega-
dos de Salta.
— Pues, dígame usted cuál
sea.
— Don Toribio Tedin.
Oribe, al oír este nombre, y
en bien del cual no podía vol-
ver atrás, se palmoteo la frente.
— Usted me tiene empeñaila
su palabra — agregó en seguida
Nieves.
— Me pide demasiado; pero
se lo concedo. Tiene usted mi
palabra. Y sacando del bolsillo
de la casaca su cartera, escribió
la orden que entregó a la seño-
rita de Avila. "Acá tiene usted
su preso."
Así se libró aquel patriota de
ser sacrificado, pues apenas en
libertad, junto a sus hijos, esca-
paron lejos, donde no pudiera
desdecirse Oribe ni alcanzarles
el puñal rosista.
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^ ^ ^ ^ t OSEEN el sentimiento
^ I de la caridad evolu-
J^^^ clonado hasta el silcn.
P cío, y si a uno de ellos.
a uno de esos irlandeses que
compartieron con el nativo la
lucha ixir la conquista de nues-
tro suelo, se le pregunta cuál ha
sido la acción caritativa de la
colectividad, raro es que no con-
teste : "lo sabrá el pa(lre Usher".
El padre Uslier ha historiado
la vida del R. P. Antonio Fahy,
ese estui)endo sacerdote que ve.
ló durante toda su vida i)or los
intereses materiales y morales
de sus connacionales en nuestro
pais. E l ' fué quien, en el año
1847, compró una manzana y
media de tierra en las calles
Tucumán y Callao para, con el
producto de la venta, algún tiem-
po más tarde, edificar un asilo
para niñas, el mejor instalado
de su tiempo. En el año 1897,
adquirido el local por los Her-
manos Cristianos de La Salle,
la cantidad obtenida en la ope-
ración, más un logado de los se-
ñores Miguel ü u g g a n y Tomás
Grayinor, sirvió para comprar
un espléndido terreno en las
calles Bella Vista y Gaona y edi-
ficar en él un edificio de estilo
gótico, acaso uno de los pala-
cios más «trayentes de la capital.
No se limitó la acción del pa-
dre Fahy a la fundación e ins-
talación del Orfelinato Irlandés;
de acuerdo con el arzobispo mon-
.señor Escalada organizó un ser-
vicio de capellanes irlandeses en
centros de población del inte-
rior. Encargábase también de lo-
grar colocación para los jóve-
nes, do revisar títulos de com-
pra y venta de sus compatriotas,
de todo lo que pudiera ser moti-
vo de inquietud para la colonia,
hasta de casar a los jóvenes,
buscándoles parejas y bendicien-
do la unión. Era. en verdad, un
"irlandés gaucho". Murió cum-
pliendo con su deber sacerdotal,
atacado por la fiebre amarilla.
Débesele al padre Fahy la
fundación de una escuela para
niñas, el primer "home" para
Asilo de huérfanos irlandeses.
jóvenes irlandesas y de un hos-
pital que se cerró luego.
Muerto él, tu hoinciiajc a su
memoria y con el deseo de pro-
seguir su obra, formóse la "Aso-
ciación Católica Irlandesa", que
cuenta con sedes correspondien-
tes en el interior del pais. Uno
de los que fueran socios funda-
dores, don Miguel Duggan, le-
gó al Asilo Irlandés. 50.0Ü0 pe-
sos; a los Padres Pasionistas,
10.000 y al Hospital Británico,
10.000. Y otro gran irlandés, don
Tomás Graymor, favoreció al
Asilo Irlandés con la suma de
70.000 pesos. Casi todas las do-
naciones se hicieron en secreto
y sólo después de la muerte de
los donantes, divulgáronse los
nombres de éstos, lo cual con-
firma lo que decimos al comen-
zar estas lineas: "poseen el sen-
timiento de la caridad evolucio-
nado hasta el silencio". Y acaso
sea ésta la causa por la cual la
colectividad irlandesa sea una
de las más homogéneas, de las
más unidas y de las menos ex-
puestas a los peligros de la mi-
seria. Y, detalle simpático: en
todas las instituciones creadas
lK>r la caridad irlandesa se res-
pira un ambiente saludable, mo-
ralmente hablando.

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Superioridad de la SMiTH PREMIER

(Primera de una serie de '*Razonei Explicativas")
1 — P u l t a c i ó n a m o r t i g u a d a .
3 — L m v a n t a m i e n t o d * I t ^ g m a n t o da tipo».
La puiaaclón amortiguada hace de la mecanografia un verdadero placer. No hay nada m i s asradablo
que escribir en una máquina nueva — en la Smith Premier, la pulsación parece siempre **aer
nueva*'. Los ágiles dedos se ríen del trabajo cuando la máquina en que escriben ^ ,
es la famosa Smith Premier de pulsación amortiguada. ^''
El amgménto dt tipoa aubt para la escritura con mayúsculas, en vez de y^ _ _
que suba el carro como ocurre en otras marcas. Este tiene asi menos tra- ,' „, ^'**- "almer A Cia.
bajo que ejecutar y, en las máquinas de carro ancho, queda suprimido y , «""vanse enviarme cati-
el peso adicional que hay que levantar, reduciéndose el cansancio y / ""'"'• Pr"'»» y condiclo.
aumentándose la rapidez del trabajo. ¡Dos "gustos" que propor- ^' Pr""*! * • " " <>• ' • Bmlth
ciona la Smith Premier! Pida que le muestren esa máquina. ^ 1 rcmler,
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,' letra O.
 CARAJ T (.AKl:l/w
De la autobiografía
L caer el general Paz,
en 1832, se pronunció en
Córdoba la reacción bár-
bara acaudillada por Ro-
sas y López, que entregó
-^-' la provincia a los Herma-
nos Reinafé En mi "Manual" He dicHo
quienes eran La vida se Hizo allí tan dura
y desgraciada, que don Narciso Lozano sa-
có toda la familia y la trajo a Buenos Ai-
res. Constaba esta familia (además de
José María) de las Hijas Victoria, Juana,
Clara, Fr ancisca. Carmen, Manuela y Te-
resa; las tres últimas eran chiquillas de
siete, seis y cinco años. § § Clara esta-
ba de novia en Córdoba con el joven don
M anu el O campo, que la siguió y se casó
con ella en 1832, estableciéndose como co-
merciante correspondiente con sus Herma-
nos de Córdoba; compraba mercaderías y
las remitía. En poco tiempo, se Hizo muy
acreditado y favorito de los introductores
ingieses. Manuel Ocampo era porteño. Hi-
jo de don Manuel Ocampo (Cuzqueño),
que figura en el Cabildo de 1810. al lado
de los partidarios de Cisneros. § § Este
era casado con una de las señoras de ligar-
te (fto Hay parentesco con los que aHora
llevan este apellido); de ésta Había tenido
dos Hijos, don Sebastián y don Alejandro.
Habiendo enviudado en 1807, se casó con
doña Úrsula González, joven cordobesa, y
tuvo en Buenos Aires dos HijoSv Bernabé
V Manuel (este nació en 1810). Se tras-
ladó y se afincó en Córdoba, y allí nacieron
los demás Hermanos. § § A pesar del
compañerismo con José María, ninguno de
nosotros visitaba la casa de sus padres;
pero, como era natural, conocíamos a sus
miembros; las tres Hijas mayores tenían
más edad que la que podía interesarnos, y
las tres menores eran demasiado chi-
quillas para llamar nuestra atención;
— fuera de que éramos demasiado
estudiantes ariscos y callejeros
para frecuentar familias de po-
sición. — La señorita Juana
se había casado con don
José Plomer, viudo do
V I C E N T E
ele López
una Ugarte, y V i c t o r i a se conserva-
ba soltera. § § El 20 de junio de 1837,
dio un gran baile don Carlos Lamar-
ca (padre de Emilio), en festejo del
cumpleaños de su señora, doña Petro-
na Coronel, cuya f a m i l i a estaba muy
ligada con la de Gutiérrez, sobre todo con
Petronita. Esta señorita era de mi edad, y
Habíamos jugado jvintos. Yo no la frecuen-
taba; pero fui invitado al baile, como era
consiguiente a mi posición de familia y
social; tenía yo 22 años. Allí encontré a
las familias de Lozano, Plomer y Molino
Torres. La niña Carmen acababa de cum-
plir 16 años, y aquél era su primer baile.
En aquel baile, esa familia era, o fué, mi
centro más atrayente, y se forjó la cadena
para toda la vida. La casa fué .como la mía.
Vivían todos reunidos con la mujer y los
Hijitos de Manuel Ocampo: Manuel Ansel-
mo, de cuatro años más o menos; Rosa,
Mercedes, Clara y las demás nacieron de
1839 para adelante. § § Todo esto te-
nía, pues, lugar cuando yo era académico
de derecho y miembro activo y asistente
del Salón literario, donde pasaba la prima
noche, para terminarla en lo de Lozano,
Hasta las 11 ó las 12. Algunas veces íba-
mos todos al teatro. En el palco de la fami-
lia, he visto la primera representación del
"Marino Faliero" de Delavigne, dado ad-
mirablemente por Casacuberta; la "Te-
resa" de D u m a s , el "Arlington", etc.,
etc. También en el nuevo teatro Vic-
toria, calle de este nombre, se estrenó
Lapuerta con el "Macías" de Larra y el
"Trovador" de Gutiérrez. § § La fami-
lia de Lozano vivía frente de la de Rosas,
donde hoy tiene su imprenta "La Prensa".
Desde los balcones. He visto el suntuoso y
regio entierro que Rosas le Hizo a su mu-
jer, en que todas las corporaciones en
traje de gala, los militares, el cuer-
po diplomático, el c l e r o , forma-
ban un séquito de dos cviadras,
mientras del Fuerte se dispa-
raban cañonazos cada cuar-
to de hora. Las tropas for-
maban en el tránsito.
F I D E L LÓPEZ
 CARAy^ Y CARETAJ"

m] I
I'I

Uñas
hermosas en cinco minutos
A d o p t e Ud. el sencillísimo sistema d e
C u t e x p a r a el c u i d a d o d e s u s u ñ a s .
T A belleza de sus manos depende de la aten-
• " c i ó n que dé a las uñas y a la cutícula que
las rodea, pues si se descuida, crece, se rasga
y causa feos padrastros. ^-
Es menester redondear los bordes de la uña
para darle forma de óvalo perfecto, y elimi-
nar la cutícula. [Pero cuidado con cortar la
cutícula! El uso de tijeras no sólo puede causar
infección, sino que hace renacer la cutícula aun
más gruesa e irregular que antes.

IMPERMEABLES LA P E R F E C T A MANICURA-
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(( THE BRITANNIA" to de algodón en el extremo del
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^ I Rosas, era el punto donde se resolvían
JLt^ las grandes cuestiones nacionales y el
' V sitio que frecuentaron los personajes
extranjeros que venian en misión a Buenos Aires.
Kl edificio era de forma cuadrilonga, edifi-
cado en barro y argamasa, y en cada ángulo
recto había una especie de baluarte formado por
!a prolongación de los perpendiculares. L o s
corredores eran de arquería.
Manuelita Rosas ocupaba cuatro habitaciones
en la parte oeste del edificio, y su padre, otras
cuatro en la parte este. E l salón de recibo esta-
ba al oeste, abundando en él los espejos y mue-
bles de caoba.
E n la parte sur había una capilla con la ima-
Rcn de la P u r í s i m a : el patrono de dicha cai)illa
era San Benito. En ella no había confesionario
y oficiaba el padre Fernando, o Lozano, o Se-
villa, pues se le conocía de las tres maneras.
Decía misa los domingos, y es fama que al ter-
minar el santo sacrificio tomaba el rosario con
ambas m a n o s y recitaba lo siguiente:
Las cuentas de este rosario
son balas de artillería.
Que todo el infierno tiembla
en diciendo ¡Ave María I
Manuelita bahía establecido el miércoles como
día de recibo. La hija de Rosas vestía de blanco
o de rosa, con adornos punzóes, que era el color
oficial. Aunque el almuerzo fuera t e m p r a n o y
no tarde la comida, solía servirse, entre uno y
otra, un ligero lunch en el bosquccillo inmedia-
to o bien en el pailebote que naufragara allí mis-
mo por aquella época, a bordo del cual subían
las visitas una vez pasadas las horas de m á s
calor.
La hija de don Juan Manuel, con sus íntimas,
las de Gómez, Larrazábal, Veláz(|uez, Pinedo.
Sosa, Saravia, y sus tías María Josefa Ezcurra,
Agustina, Mercedes y Gregoria Rosas, en coni-
pai'iía <le algunos caballeros, se encaminaban
l)ajo el verde sauzal hacia el barco varado, cuyo
piano alcanzaron a tocar Esnaola y Marota en
dúos con el violín del inimitable Sívori.
A la cena seguía el baile, baile improvisado
todos los miércoles, en el que el maestro de pia-
no de Manuelita agregaba algunos nítmeros de
los parditos Tiburcio, Ambrosio, Marradas, Al-
bornoz o Espinosa, pianistas que tuvieron su po-
pularidad. E n estas sencillas tertulias no era
costumbre sacar a bailar a Manuelita. Ella ele-
DOLOR DE OÍDOS gía compañero de vals, al que era muy aficio-
tan f r e c u e n t a d
ahora desaparecen
nada, y sólo perdía la pieza cuando se veía obli-
con 1 o 2 tableta» ga<la a hacer los honores de la casa.
de Veramón. Por lo general, el estado mayor de señoras
i|uc descollaban siempre a la cabecera del salón,
como en estrado principal, estaba formado por
las de Arana, Beláustegui, Rolón, Larrazábal,
Fijwt€ en tt tnvoit originmt Riglos, Halbach, Mansilla, alternando con las
Cúfi ti ángulo S<htring y «n /«
attampÜta Fitealtontt nomkr* señoritas -de Romero, E.zcurra, Arana, Barra, T e -
Qmimico Sehtring S.A, rreros, Masculino, Santa Coloma, Herrera, La-
rrazábal y Pinedo, asediadas por los galanes
Martínez de Hoz, González Moreno, Ellzalde,
el ministro Mendcville, Arcos, Hernández, Arre-
dondo, Pérez del Cerro, García F e r n á n d e z , T e -
rrero, etc.
En \iA*\ A' enalgético de acción directa. La reunión se prolongaba animadamente, y ¡a
10 r '<> t»bl«i» concurrencia se entregaba a juegos de ingenio
y a recitar poesías. No se hablaba de política,
;'..: manera que aquello parecía que se desarro-
llaba en el mejor de los m u n d o s .
Hod(plor ErpgcidgT para-íaCampanei

¡•^••?I3
" C O L O N I A L "
3 LAMPARAS
Usa pilas y baterfas secas. Alcance
normal: 500 kilamctros.
COMPLETO-, $ 175.—
 TLos carnavaUs 6(tl ano 20
f^^f^l^ '• ansia inacabable de agua arrastraba
jEi irremisiblemente las tinas hacia los pozos
J l ^ ^ (le balde y aljilKS. Los aguateros eran los
personajes más solicitados c importantes
de la situación. Sus canecas se convertían en c!
tonel de las Danaides.
Los huevos rellenos con agua más o menos per-
fumada era el utensilio más fino, pero la gente
menuda y de servicio prefería los jarros. Caían
torrentes de las azoteas. Los magnates, y espe-
cialmente los militares — sin duda por contrae
posición al uso de la pólvora — eran fanáticos
en esta diversión.
Cuéntase del general Soler, del coronel Do-
rrego y de gran número de oficiales subalternos
que allá en sus mocedades asaltalian azoteas de-
fendidas como los castillos por lindas muchachas,
cuya arlillcria servida por la falange de las mu-
latillas de la casa o del barrio, consistía en esos
proyectiles quebradizos y en los líquidos rauda
les del río o de los pozos del corral.
Una tarde, el general Mansilla, padre, acertó
con mano maestra y admirable vista un huevo al
único diente de una vieja que asomaba en cfc

Contra afecciones instante por una ventanilla de enfrente. Excusado

invernales
Kola Cardinette—
Los resfríos, las gripes y las enferme-
dades pulmonares e infecciosas, sólo
se producen cuando el organismo
está débil
Fortifique el suyo para que resista
esos ataques. Déle Kola Cardinette.
Estimulante de la formación sanguí-
nea, vigorizador muscu-
lar, regularizador fun-
cional y nervioso, Kola
Cardinette ha sido para
millones de personas la
mejor defensa orgánica,
durante los rigurosos
días de invierno. Permi-
ta que lo sea también
para usted.
D« vnta en to-
das laa farmaeiaa
«n IroMCOM d* Vt
Utro, a
módico.
decir que tan bamboleante reliquia le quedó col-
gando y que la curiosa vecina sólo pudo vengar-
se llamándole ibandido!, a pulmón Heno, en me-
dio de lágrimas y maldiciones.
Durante el "reinado del jarro", el carnaval era
una cosa tan divertida como húmeda. Y sin em-
bargo, no se tienen noticias de que en aquellas
épocas abundasen los reumáticos.
Entre pcr.sonas de íntima relación organizában-
se los bandos rivales. Uno, formado por las se-
ñoritas, que defendían el "cantón", la casa don-
de habían preparado un formidable material bé-
lico; y el otro, aquel en cuyas filas formaban los
muchachos dispuestos a recibir todo el liquido
que les cayera encima, obscureciendo la fama de
Neptuno. Con infatigable ardor comenzaba la lu-
cha y confundidos y atropellados cu aquel torren-
cial tiroteo, las niñas quedaban con las ropas pe-
gadas al cuerpo, totalmente mojadas y mostrando
plásticamente las graciosas curvas de sus gentiles
personas, en tanto que el uniforme de la mucha-
chada ~ saco azul y pantalón blanco — se des-
teñida lastimosamente en la refriega.
En tiempos de Rosas, a, las doce del día se
tiraba un cañonazo en la Fortaleza y el juego
comenzaba en toda la ciudad hasta las seis de la
tarde en que a nna señal igual se suspendía.
prteio
En medio de una nube de polvo recorrían las
calles numerosos jinetes en buenos caballos, ape-

Ctwdinette
The Palisade MFG Co.-Yonkera-New York, E . U . A .
rados a la criolla, llevando en la testera plumas
rojas y en las colas moños del mismo color.
Como proyectiles usaban huevos de galli-
na, de pato y hasta de avestruces, re-
llenos con agua de olor, polvos
Percátese si está ad-
herida en cada frasco colorados y vejigas inflada*
Lt estampilla f i s c a l
H. HERZFELD. «aran- con las que golpeaban
tfa de legitimidad. a los transeúntes.
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(Jo 1 9 2 :t /•" it u íl a d o r

^S^üs dnco\esiiüschs ¿i\jircs'ulciih\ai'^

AMO W X I I .
^iiliiios quc^viwii en ÍCL' achiüliíhJ^ Nv 1 B o B -

D(rña Rosa ííonzálcz D o ñ a /<i.->{i)iii l'iicíni

de Sáent Peña. df Ai I c a r .
 C A R A / Y CARETA/

''Ai', inii/cr.' iiliiid • Je iiiu[Ji\i i]mihi\:uh .

C^
ía:Hcimiiki de ^\iridad )
j

' ímboío ele la abncgcíción cristiana, es, en la sala hos¡iitalaria

5 y en el asilo, la ¡lalabra consoladora, la voz^ de aliento y la
luz de esl->erayiza [mra el enfermo, el huérfano y el desvalido.
c^R^ Y ^'/^l luuicW alma • Je i}iicsti\i omndcyai CARtTA/

LA y. H /• /; K M i: R A
(^ ()>ii>ceclr>) tj ílcl tI(i/()> /iiiincDio, SK ci/fviiísino es tisana
rcciiiif(¡ytUíUna inlra el ín/oi (untltlo pucíente.

E L A H C. E L i:)i; L A vil. DAD

i( ptiltlbra C.1 it>i se- tina e s ) x ' ) t i n z a ; su dili-
liantc; su t^rescncia, ííencia, un canta d e / e .
 CARA/ Y CARETA/

5 2 i TTiiiJcrf alma > de niie.^lra giundcxox^

M usa del cancionero nuestro, es al tnisnxo tiempo

sostéyx del hogar al cual lleva, después de la
labor cuotidiana, la ofrenda del pan y la sonrisa.
 C A R A / Y CARETA/

f^, viujcrf alina^ de nuestra piundcxaK^

T ras las lucientes vitrinas que guardan infinitas

tentaciones, la gentil vendedora exKíbe también el
don más precioso de su juventud: la sonrisa optimista.
La mujer mo-
derna, invade
ya y con ven-

13
f LA ASCENSORISTA
^J' - ^
Una figura grácil, llena de ju-
ventud, que se nos aparece tras
la puerta del ascensor, invita a
subir, aunque no haya necesidad.

Responsabilidad,
Li4 C>I;E/?/I
confiama es lo que ha alcanzado
CARA/ Y 'ü^ miijci'f ülnuv de
la mujer en poco tiempo de ejercer cargos dUiciles.
CARETAS
 Desde los tiempos viejos de la
Cían Aldea, la cigarrera fué una
figura típica en una de las indus-
trias más florecientes del país.

ruics¡í\] granácxa K^ CARA/ Y

QJ\,'^^^/\J
l-A FLORISTA
Entre los macizos florales, la mujer es como «J
h^da de /ú¿ cuentos Que iluminaron nuestra niñeM.
 C A R A / Y CARF.TAJ-

"^ibiSostiírcra^d
C US manos maravillosas, de hada moderna, dan
^ forana a las vestiduras feyneninas, mientras
en su cabccita mil ensueños nacen y mueren.
 P A R A / Y CARJ T A /

ÍM: miiieif alma • Je micsíJxi grandcxa K^

^Mi/£])acli¡ogi'qf¿i^
A ezclada en la vorágine de los nego-
A ' cios de la inrnensa urbe, su presencia
pone una nota de espiritual gentileza.
 CARA/ Y CARETAy

^>, Tmjjerf alnm^ de viiaíra grandcxd K^

I ruto legítimo de nuestra democracia, prodiga, con la vehe"

mencia propia de su fe, sus ideales políticos y patrióticos, riva-
lizando con los líderes populares en entusiasmo, ardor y elocuencia.
 C ^ R / \ / Y CARF.TAJ-

)
^"Ucis iificiüihis cid (isilo^
aben del rezo sincero y del arte de la a^fíija, y niieníra.s eí ru-
S moreo de sus charlas fniebla de evocaciímes el anihícníe del asilo,
sus manos sarmentosas cosen y tejen l^ara el jwhre y el enfeniw.
 C A R A . / Y CARETAS

Ai niiiicr. Liliíid'dc uiicslrd giwiixj^ ^

^'í^cLs íu/üihícraj~^'
T as -ináquinas han quitado el encanto a industrias que
^-^ son tan viejas coino la historia de la humanidad. Sxn CJJI-
bargo, la mujer siempre les da algo del atractivo pretérito.
CARA/ Y CARETA/

/ ^ rcemoa eumplir un deber de es- carlafl y violentando su .sincera modes-

^*' tríela jiistii'ia. dando un luK&r
de prefert'iicia a las «Mlucadoras »li'
ayer que se deHlacaron como mode-
r=
ladoras di" ubnas, forjadoras de inili-
vidualitlatU'H, buriladoras de caracte-
res. Kn el silencioso retiro de sus
scticilÍHs nioradas, hemoí^ ido a bus-
lia, ohtuvimuH — no de todas — lan
f o toíí rafias que ofrecemos hoy en
esta pJiKÍna. Día lleRarú en que al-
^íuicn reseñe la obra constructiva rea-
lizada por la mujer argentina en uit
SÍKIO de d()cencia y €'videncic cuiinl<i
hiz<) y hace por n u e s t r a cultura.

jL'AH<'wm.arf'Wij.v:¿a;t&^

DOÑA
JUSTA HOQUK
I)K PADILLA.

^¿IMiUMCUMStí^f^IX^BMf Si "TaaigaitJ-ífjwi^agMn-

DOÑA DOÑA UKIMA

VICKNTA A. W I". 1! N I (' K K.
MAKTIKKNA.

D O Ñ A DOÑA MAKIA
ELVIKA T E R E S A DE
V. SEIJO. UASALDUA.
^^ nyw^g'^j:"-«-,<tV^.!M
 C A R A / Y CARETA/

F L O R A DE M A R Í A SANCHKZ
AZCUKNAGA. UK MKNDKVII.I,?;.

cr^^¿7o 9
ch.^ti li'üves
KVANTKMos los OJOS y Contémplenlos
su magnifica trayectoria; observé-
mosla desde su iniciación, desde ISOó
all!, donde fué bautizada jxir el fue-
Ko de las batallas; evoquémosla en
su más alta expresión: en Martina
C'w/'i'í/rí, cuyas hazai'ias merecieron que se la
premiase con el urado de Sargento Mayor del
Ejército, con ^oce de sueldo y uniforme, osten-
tando el título de defensora de Buenos Aires.
Detengámonos ahora en la mañana eterna de
1810 y admirémosla a través de aquella matro-
na <iue fué más tarde madre iwr ley del Gran
Capitán, cuando al desl)edirse de su esposo c
njos viéndoles lá>;rimas en sns rostros, les dijo
Con t(Kla entereza de ánimo: "Secad esas Iá({ri
mas, (|ue la Patria llore por vosotros, no vos-
otros por e l l a . . . " Sisámosla lueKo en a<|uella
hoKnera de 1820 y la veremos bajo el resplan-
dor, persoiiificada por el heroísmo de Maniclia (¡ücincs, Cornelia l'isarrc.
¡•lora de A-cuénai/a y Martina Silva de (iurriieha</a y tantas otras que
han hecho sus nombres inolvidables. Contemplémosla más tarde en aquella
temjx'stad de 1840 en la encarnación de Mariquita Sanche: de Mendeville.
recluida en su hospitalario salón, rodeada de patricios consecuentes, cris-
talizando su pensamiento en ideas fecundas para el porvenir. En dias más
en 1850, la veremos restableciendo la sociabilidad de la <iue liabia
sido tan celosa, grandes saraos y recibos familiares se sucedieron sin interrnp
ción, esa época fué propicia para el florecimiento de las bellas letras, el
vuelo de la inspiración destacó en el libro a lúiuarda Mansilla, en el piano
a Maria Luisa Cuerra y en la |>intnra a lileiui Soniellera de Carrico. I.os
cantos y los escritos de Juana Mnnuela (¡urrili deleitaron a todos los oidos

I V A N r. u I; 2

C A R M K N
NOIIIÍKOA DE
AVKI.l-ANKDA.
MKRCKDES
BAUDRIX
DE UNZUE.
J \r s T A
L I M A
DE ATUCHA.
I A M A L I A
ANCHORENA
DE ULAtíUlER.
 T A P A / Y rARFTA/

R O S A l t l O l'KÑA .1 t) A N A M K K (• K 1) K S y W
1> K H O S (• H . HAIIDKIX. •ASTKl,I-ANOS f(^;:-;

s
)K A N C H O K K N A . fj»:

(oXC íc^ / í i , . 'tíísioi'in s?^^t

«.orno un trino de zorzaleí, su obra "Hcresrina-
eiones de un alma triste" colocó su noml)re en-
tre los iKjetas inmortales. Después vinieron los
tiemiK)s mejores, los más cercanos y allí la vol-
veremos a encontrar, afanosa, anbelantc de ha-
cer mucho, fundando asilos, templos, hospitales,
escuelas y talleres contra la ignorancia, la mi-
seria y el dolor. Allí reconoceremos a Caniirii
A íií;ri'(/(i (/(• A2'cllíiíird(i, Mcrc-dcs Haudri.v de
l'n::uc. Justa Lima de Atueha, Ainclia .Inelio-
rena de lilaijuier, Josefina Milre de Capriie, Aii-
reliana Saeristc de Ca::óii. I.aurenliiia Ocaiiif'O
de Alsiiía, Knsariú Peña de Itoselí, Juana Hau-
dri.v, Mercedes Castellanos de Anchorena, Car-
lota Día.: de yitvr de Uncué, liloisa ¡'once de
León de lízpeleta. Tomasa Lorea de Dalquier,
Isabel Anislroiifi de lilortondo; más aquí sor-
prendemos a Albina Van Praet de Sala, Julia
Moreno de Moreno y Dolores Lavalle de La-
valle preparando su «ran institución exclusivamente femenina; más cerca
veremos a Teodelina Airear de Lesiea amixirando niños Iniérfanos, cu-
briéndolos con calor de hogar en el Patronato de la Infancia y algo más
lejos, nos detendrá un instante, un cuadro triste y una obra humanitaria,
veremos muchas mujeres del pueblo (|ne aprietan sobre los senos sagrados
lo que llevan envuelto en viejas bufandas, van cu busca de una casa, le-
vantada por Carolina Lastrada de Martine::, interpretando el más Kra'i'le
de los sentimientos: acpicl (|ue es la carne, la sangre y la vida de la mujer.
Todas ellas ya se han ido, nos han impuesto el dolor de su ausencia de-
finitiva, pero nos queda el árbol, el árbol que es muy nuestro porque es
¡Ella! cuya savia no se extinguirá jamás, porque es fuerte como el tala
y trémulo como el sauce.

o c M

J U L I A
M O K E N O I)K
MORKNO.
 C A R A X Y CARRTAJ-

Presidentas de nuestras

UOÑA C A K O I . I N A I.KNA DOÑA CKI.IA K.Sl'KLKTA UOÑA SARA (i. 1)10 DO MK((J
DE AHdKRlCH. DK LACOSTK. GARCÍA.
PreHÍ(U'iitu tU'l ('(Miscjo Nació, I*ri>í4i(lenta de la Asociación Presidenta del Asilo Naval.
nal íW Mujcrea. Escuelas y Pntronatus.
 C A R A / Y CARKTA /•

wficmdcL^
^y
principales instituciones

DOÑA TOMASA V DOÑA H O U T K N S I A SKÑOUITA CKl.lNA

CI(;()[{RAf!A, HKKDIKU. ESTRADA.
Pprsidi'ntii lii'l Asilíi do Huór TresidentH dv la . l u n l a do S o - Prosidonta do la Comisión
funus Militaren. ñiirii-í lio la T.ura P a l r i ó t i c » Central do S e ñ o r i t a s do la L i g a
ArKoiilina. P a t r i ó t i c a ArKoiUina.
 CA.K/V Y CARMAJ

DOCTORA DOCTOIIA
LEONOn MAKTINK A 1,1 A M. SALES,
.a más jovrtí fie
BISSO. niipBtras mótlii-uH.
CAR^y Y CARETA/
% ¿ - (2' ^ajíida^
UN en la República Argen-
A tina la mujer cxpcrimenia
un placer nuevo al «entir «lUe
propio esfuerzo y por su propí»
valer. ÍAi inleliiíenciii femenin.i
puesta a prueba ha sabido supe-
"es alguien", que se basta a s; rarse y es así como un número
misma, que ha hecho BU irrup- de jóvenes animosas y fuertes,
ci»'>n pacífica en las aulas uni- espiritual mente hablando, se
versitarias, quo ustenta un títul»^ hn <ledicad(> a la jurinprudencln
h'KÍt imam ente adquirido por i,u triunfando ampi¡amonte.

SKÑOUITA KUSA «. líACHOKKN. SEÑORITA SKÑOUITA

La primera mujer arK*'ntinu enre- ESTHKR S M I l l I EKTHKBl ELKNA
sada de la Facultad de Iniceniería
BUNGK. BACHOKEN.
CAkA./- Y CARKTAJ"

TylrqcntuiiU'^- LYDIA G A R C Í A
COLLINS.

N os os gratii hacer
resaltar la iiiipor-
laiicia (Ule atl<|uic-
ro día a clia c'
Cdiiciirso (lo las íntórprctos
(lol verso, para dar a cono.
cor a miostro público a los
IKiotas clásicos y a los de
is iTKxlernas >;cncracioiK's,
lillas coiitribiiyoii a la di-
fusii'm del libro de poesías,
realizando su labor artísti.
ca con desinterés y con en-
tusiasmo .siempre creciente.
I Bienvenido este aporte
eficaz de la mujer argen-
tina (|ue, en inagotable y
prodigiosa r e n o v a c i ó n de
sus fuerzas, evidencia en
esta forma su solidaridad
n el poeta, aumentandci
su p r i v i l e g i o de iio-
d e r r e p o s a r en
ol P a r n a s o

V "^^r?^ /
^ c ^ ^ ^ " ^
m

lOSKKINA
l.KANDIN.

T KR KHA
M. .1.
LASKKKA.
 '' '^ycL ll(ii¡cr\'íL tacSínaidóii
CA.Ry^,' CA.R£Ti^y

Directoras de Escuelas T^ortnal cs

SEÑORA SUSANA SEÑORITA FLORA SEÑORA

WHITK DE PONS. AMEZOI-A. CLOTILDE GUILLK.N

á Directora do la Küciie.
la Normal do Profeso-
raH Nv 1.
Directora de la Escuela Nor-
mal de Maestra» Nv 8.
DE REZZANO.
Directora de la Escue-
la Normal Nv fi.

L A acción de este sfíipo de

profesoras, aun cuantío se
desarrolla tnás o menos mo-
(lesla y silenciosíinientc, es sin
en-.harR i, de una inmensa tras-
cen<lencia. I*'s() lo saben e'.las,
como saben i|ne más qne d e los
conocimientos concretos (|ue se
transmiten a las fntiiras maes-
tras, la ¡nflncncia de éslas en e'.
prt)Kreso social depende de las
aptitudes y cualidades prítfesio-
nales y morales (pie cultiven, de!
sentimient > del deber y de !a
Virave responsabilidad tpte asu-
men. Su influenciíi es «vasalla-
dora : bajo el techo del a u ' a hay
una sola voz (|iie habla y Kan.i
el c irazón de la niñez con
el calor <pic a la pa-
labra da la convic-
SEÑORA JUANA CASO ción sincer.i. SEÑORITA N E L I DA
DE SEDAÑO AGOSTA. MANE S AN D E R S.
Directora He la Escuela Diri'ctora de la Escuela
Normal N9 6. Normal de L. Vivas.

SEÑORITA SEÑORITA M A R Í A SEÑORITA CELIA

MARÍA IIARILATTI. ELINA ERREPETO. AMANDA ALVAREZ.
Directora de la Escuela Directora <Ie la Escuela Dtra. de la Escuela Co-
N. de MiM'stras Nv 9. Normal de Maestras Nv 10. mercial de Mu.íeres Sor.
CA-R^y Y Cy\REV/\.J-

En ¡a secretaria del
club. De pie. la se- pnccxjcDczr
ñora María A. de
Lazcano; sentadas,
señoníasiné.s Field.
SES
éSSsiS
Cora González Car-
man y Angélica
Ktchart. de la C. D.

'SJ
Krr

o se puede dejar de consignar con elo-

presidenta,
doctora
Mercedes
Dantas
Lacombe.
N K'K) cuánto ha pr(),iíresado la mujer
ariíentiiia en Io> últimos veinte años
transcurridos, l-'.ntre las instituciones de pro-
j^reso y de cultura (|ue honran al país, fi>;ura
el Clul) Argentino de Mujeres. l'"iié fundado
h.ice ocho años por la señorita l-ola Pita Mar-
tínez y la doctora Dantas l.aconilie, siendo su
primera in'esidenla, y continúa siéndolo en la

Una clase de dibujo y

repujado. De pie, /«
profesor a, señora Ca-
rolina E. de Gonzá-
lez Victorica, expli-
cando a una alumna.
 C A R / \ y Y CARhr/V/

E¡ comedor de las
pensionad as, qu«
son sacias, o seño-
ras o señoritas que
¡legan de provincias
y se alojan en «/
club.

0^\^
actualidad, la doctora ya nomhr.ida. Diclia ins-
titución tiene entre sus fines el altruista de
alentar todo esfuerzo femenino, y sin <letener-
nos a etunner.'ir todos ios beneficios (|ue re-
porta a la mujer en diversos órdenes, merece
hacer resaltar (|ue en su seno caben todas l;is
opiniones, por ser una triUun.i libre a la ÍTIS-
piracióii y pensamiento femeninos. Tiene su
sede en la cdle juncal, 1467.

El vasto vestíbulo del club. Que

luce elegantes muebles estilo
Imperio.
 CARAy Y CAREIAy

g^^ ("Uíf)^ákzgj) de id' Wujer^^rgeiüincí "g

Señorita Adolfina Señorita Maria

Olivares. Elena Sabores.
 C\RA/ Y 0 ^ RtXA..i

F^'í

£^/ salvamento del "Júpiter

Cerramos esia edición extraordinaria con las páginas dedicadas a la jubilosa
noticia, que conmovió intensamente a Buenos Aires. "Caras y Caretas" se
asocia con .vncero entu.sia.smo a las mamfeslaciones de la emoción popular.

M
A triunfado la cie^a y obstinada esperan/a.
I'"rente a los diarios la nmcliedunibrc, a quien
>; estentóreo clamor de la tradicional >irena
y el estallido de las bomUis conRreKÓ. sufro
So/.osa la >acudida de los nervios. Criollos v
c-pañoles, y todos los seres de alma generosa, fraterni
/an ante la buena inicva. l.áKrimas y abrazos buU) en
a<|uellos instante^ de emoción, líl i)uel)lo ansiaba aiiuilla
explosión, escape de alcjiri.i. Confirmada plenamente 'a
noticia, snrKÍeroii las banderas, y tras ellas corrió por
l.i ciudad el desborde de vítores de las manifestaciones
populares. I'raneo. Ruiz de .Mda, Gallarza. Madaria-
H;Í, habían salido de la tumba donde .Xungesser, Coli y
otros héroes terminaron misteriosa y trágicamente su
carrera. Franco y Kuiz de -Mda son dos amig<is pre-
dilectos de 1,1 .ArKcntiiia. .'\qni. durante muchos días
de iiitenío ji'ibilo, todos a una le ofrendaron una entu-
siasta hospitalidad, l'or su bravura, ¡xir su .sencillo v
simpático espíritu de modestia conquistaron todas las
voIunta<les. líl puebUi argentino se conmovió al cono-
cer el desdichado final de ese viaie. i De «lué sacrificios
die.-.e la salvación <k los temerarios pilotos! üuranto
(K-lio días la angustia luchó con la esperanza, y al fi i.
como en un prodÍRÍo, reap.irecieron los cuatro triunfa-
dores del aire, que triunfaban de la muerte. Ks justo
reconocer que el gran comandante del "I'lns Ultra"
sabe siempre i)reparar las retiradas y huir los peli.gros
TiKlavía no conocemos los detalles de esta odisea; pero
se adivina en el extraordinario salvamento la sanare
fría y la habilidad del piloto veterano. Una circnnst:m-
cia fortuita avalora más la gesta nueva que coment-i
mos a(|uí. Y es que figura en las páginas del núiuero
consagrado por nosotros a la Mujer .Argentina, en oca
sión de una fecha patria. I-a Mujer Argentina desta
cose en el recibimiento y en los agasajos que el país
tributó a los héroes del "Plus Ultra". Aquella admira-
ción hermosa y sentimentalmente femenil tuvo relieves
gratos. Y en la hora de esperar con ansia la difícil re
surreción de los pilotos esiviñoles, la Mujer Argentina,
(|ue siempre tiene pronta su ternura para derramarla en
causas leales, elevó sus más piadosas plegarias. Séa'.cs
reronoriílo cstí' virtii¿,cí\ v aiiíiiir.al ««jtxlxmuAu
En lu iiiadrui;ada del 22 Je enero de 1926, lus hei UÍLO^
tripulantes del ulorioso "Plus Ultra" se aprestan a
subir al hidroavión en Palo» de Mogiier. en medio de
la KÜencirsa emoción de l.t concurrencia.
El grandioso c inolvidable
H / C r /, R DOS G R A I I (. O .S DI- LOS

Kii el balcón de "Caras y Caretas", los

intrépidos pilotos españoles agradecen
las aclamaciones de la multitud reunida
frente a mientra casa.

La avenida de Mayo, al paso de los aviadores

españoles, vibró entusiastamente, como en po-
cas ocasiones. Una lluvia de flores recibió a los
héroes, m i e n t r a s la muchedumbre aplaudía.
 \

MMMMMMMiÜM

,11.1 adío:, .t la Madre Patria! El "PIUK Ultra" se alza

vuelo del ''Plus Ultra i^allardo, da una vuelta a poca altura, y enfila resuel-
tamente hacia el lejano nur, comt-nzando el vuelo que
terminaría en brillante apoteosis.
Din AlAAiS rRIM( IPAl.f.S DE I A ¡lA/.AÑA.

Retrato de Franco, en el que aparece

rapado y con las barbas crecidas, tal
como, según loa telegramas, se hallaba
cuando el "Eagle" lot encontró.
ih'oto Ae la (Ufn/>iiM*i liv Murrueci»)'

En el puente de mando del crucero argentino

**Buenos Aires", quo los condujo de regreso a
España, Franco y sus compañeros saludan por
última vez a la ciudad.
 CAR.V/ 1 CARETAJ-

Horas dr dolor n incertidumbre, en las que, Franco y su joven esposa, iotogí ••! • M1I> , n t.>
la esperanza fué más fuerte que la desespera- intimidad de su hogar. L a eompañt-ra del piloto
ción, templaron el ánimo de la valerosa mujer es su heroica animadora y la que U infunde
que aparece aquí en la i n t i m i d a d . la fe en el éxito.
/•'i)/iiA CU'líAfiíj.v V iíní((í.( /!«/•>/ '(\ini.<i \ Ciifiias". fyublichhis antus de tnut'rsf el luríp a las Azores

E l portaaviones '*Eagle". de la armada británica, que fué el héroe de la

jornada, hallando a los aviadores eeren de las A / o r e a , después de una l a r f a
 C A k , \ / / f AWÍ [ \ j

i fspdjuda (le viejos prt'juiciuH. la muj*T mo(i*'rna HV ha lanzado con éxito brillante a hi
vida de loa deportas. Las madre» futuras preparan ya la humanidad del porvenir, sanas
de espíritu y perfectas de cuerpo.
 CAKA^- t C A R t T A /

Mtita Luisa A Felisa de

d» Blictb*. OnrublM.

^V^
 C A R A ^ Y CARETA./

^ G iiLija'^aihJl^^utwzb
 r> "^ — >
CAkAy Y ^üÑ/Oi/cT]'n ía
C iÜlCÜCÍOll CARETAT
Vi í / / IS rROl'l-.SlO\.U.I:\

H OY <|lll' la 111
(Itistria M- li.i
iiiscMorcad '
dr proporcionar los
.'onocimii'iito.^ pr.'ic-
tii'o> df las arles
(li-l imiiiilo y pasi'.i ion ipir piHilo la
sus (í'ilíis <lt' u n o a ninji'r i'ontrihnir al
o t i o couíin, la in> proHrcso de la> in-
iruccióii profesión.il dustrias iiacionaie.;.
llena una vcnlaiU'ra .a> niñas educa
necesidad d e das en estas escuc-
pueblos, I.is adiiuiercn apti-
Las escuelas pro- I lides tales cptc pue
fesionales arKenti leu ba.-.laise a si
CAKMKN S. 1)H; Sra. i.. C. i)V. COI'. mismas, tanto en el
ñas, e i r j a cai)ital > VA^-SÁ I'ANIJOI.KINI
I'ANIJOI.KINI. DICI.IA I . A V A l . l . l v
•11 provincias, pcrsi- Í^IW^MJ Diicclorii ílc la KM Dirt'i'lora di' la K s - orden individual co
'ívvfíjfí c u e l a •'Paula Alba •ui'Ia Mnlnrrs l-avallr
Ruen el elevado fin cafíti (Ir Satín i e u l o de l . a v a l l c .
mo en el eniiióniico.
 ESPECIAL PARA "CARAS Y CARETAS"

i l ^ IE^(i¡pníl®cfl®fím
wu UM^AA
ILl'/TKACIONE/ IHs Ltl/
CAR.V Y LA
causa de las grandes
lluvias de primavera
se está esquilando re-
cién en diciembre, un
diciembre de calores
extraordinarios y de
bárbaros soles que parecen querer
evaporar en pocos días el agua que
absorbieron los campos en el espacio
de mes y medio.
Toda la vida y el movimiento de
la estancia se hallan reconcentrados
en el lejano galpón y en los corrales,
desde donde llegan hasta las demás
dependencias, silenciosas y solita-
rias, el incesante repiqueteo de las
tijeras y el quejumbroso e inmenso
balar de las ovejas.
Mario no está nada contento con
la esquila. Es un trastorno que ha
venido a perjudicarlo seriamente,
puesto que casi todo lo que interesa
la curiosidad de sus quince años cae
por el lado de la cocina de los peo-
nes, a la sazón invadida de gente
extraña, y su padre le ha prevenido,
levantando ante su nariz un índice
muy rígido, que mientras dure aquel
trabajo, deberá abstenerse de andar
por tales sitios.
Y como es de imaginar, Mario se
aburre, Mario siente la nostalgia del
corral de los caballos, de las conver-
saciones con los mensuales de la ca-
sa, de los mates amargos con que
suelen convidarle en la cocina... A
su caballo ruano, atado a soga larga
en el cuadro viejo de la alfalfa, ya
no hay nada que hacerle, nada que
arreglarle. . . Tiene los vasos per-
fectamente recortados y con los can-
dados limpios como la palma de la
mano; tiene el tuse — de medio co-
gote y con tres "claveles" primoro-
sos—tan correcto, que no hay en él
una sola cerdita que sobresalga ni
tm milímetro. La vieja cocinera ya no
lo entretiene tampoco. Le ha conta-
ilü tantas historias de indios, de gau-
chos y de bandidos, que no puede
ESQUILADORA Cy\RILTA/
más que repetirse. ¿Su hermano
Leo? Su hermano Leo está intrata-
ble. Desde que le ha dado por dedi-
carse a la caza científica de las viz-
cachas — una caza de macana,
puesto que nunca le ha visto traer
una sola obtenida por semejante
sistema, — se pasa las horas muer-
tas en la carpintería, ya serruchando
tablitas, ya retorciendo alambres con
la ayuda de unas tenazas. ¿La ma-
má?. . . ¡Caramba!... La mamá
no puede verlo a uno pasar cerca
sin dejar de decirle suavemente, pe-
ro con ligero acento de reproche:
"No se olviden de que tienen que
repasar el programa de historia". . .
O bien: "En todo el día no te he
visto tomar un libro"...
En realidad, puede decirse que,
desde que comenzó la esquila, Ma-
rio no ha tenido más que una satis-
facción de amor propio. En un mo-
mento dado, su padre, que salía
apresuradamente del escritorio, al
descubrirlo trepado como r .» coma-
dreja en uno de los grandes aromos
que por allí hay, le había hecho el
siguiente encargo: "¡Monte a caba-
llo, vaya al cuadro de enfrente y
traiga al corral unas mil ovejas, así
no más, al cálculo!"
Y después supo, por su mismo pa-
dre, que había traído novecientas
noventa y nueve...
Pero, después. . . nada más. Va-
gar inútilmente todo el día, desde
por la mañana hasta la noche, de-
seando y esperando que suceda algo
nuevo, aunque sea una quemazón de
campo o una tormenta espantosa. . .
Y después supo, por su mismo pa-
tarde — una tarde de gran calor y
de norte arrachado que llena el ho-
rizonte de polvaredas rojizas, que
sacude furiosamente los árboles y
que hace disparar o girar enloqueci-
das las inmensas majadas de "pana-
deros" de cardo que han invadido
los patios — cuando Mario, que, co-
C^RAy I LA
mo abrumado por sus reflexiones,
se dispone a penetrar en su cuarto,
oye de pronto la voz de su hermano
que, invisible, le llama a grito heri-
do, con malhumor e impaciencia:
— ¡Mariooo!. . . ¡Maríboo!
— ¡Quéee!. . .
— ¡Marioooo!. . .
— ¿Qué querés?... ¡Hombre!
— ¡Papá te llama!. . .
— ¿En dónde está?
— ¡ Fn el e^citoriooo!
— ¡Buenooo!. . .
El padre e-tá, en efecto, en el es-
critorio hablando con Miquelena, el
capataz de la esquila y gaucho de
aspecto adusto y de ojos atravesados
que acentúa la fiereza de su conti-
nente con la da'^a de vara y media
que Ih' a en la cintura.
— Entonces, si me lo manda al
chiquiln, mejor. . . :.
— Sí. on se' uida «^e lo mando.
Y apenas ha salido el gaucho,
Mario oye a su padre hacerle esta
interroración estupenda:
— ¿Se animaría, amigo, a dar
las 'atas en 1H esquila?
Mario, al oír esto, se pone un poco
colorado, pero responde de inmedia-
to, sin vacilar:
— ¿Las latas?... Yo sí.. . ¡Có-
mo n o ! . . .
— Es muy fácil... Vea: Estas
chicas son para pagar las ovejas y
estas más erandes para los carne-
ros. . . r-'Comrrende?
— Sí. . . ¡Cómo no!. . .
— Cuando el esquilador grite:
"¡Lata!", usted se acerca a él y le
da una de las chicas, si es oveja la
que esquiló, y una grande si es car-
nero. . . ¿Me comprende?
— Sí, papá. . . ¡ Cómo no!. ..
— Bueno, entonces...
Pero en seguida el padre, al
reparar en el aspecto descuidado que
ofrece la indumentaria del flamante
latero y más que todo su frondosa
cabellera revuelta y en partes desco-
ESQUILADORA CARtT/\./
lorida por los soles como el pelo de
un animal salvaje, se interrumpe
para mandarle con brusquedad y
con fastidio:
— Pero primero vaya a arreglar-
se, amigo, que está hecho un chan-
cho. . .
— ¡Sí, papá; sí!. . .
Y cuando disparado va cruzando
los patios en procura de su cuarto,
al divisar a su hermano menor, allá,
por el lado del gallinero, Mario no
puede substraerse a la necesidad de
anunciarle al través del viento y con
una voz aguda como un relincho:
— ¡Che!. . . ¡Voy a dar las la-
taaas!...
— ¿Quéee?...
— ¡Las lataaas!. ..
Y como Leo no ha oído lo que le
ha dicho, arroja la pala que tiene en-
tre las manos y se lanza en pos de
Mario a la carrera. . .
I I
E N el tendal en penumbra del
gran galpón de La Estancia y
en una atmósfera de horno <=aturada
de tufo de lana y de olores de tabaco
y de caña, cuarenta tijeras trabajan
apresuradamente, y el ruido aturdi-
dor de su aleteo sonoro, huyendo
por los portones y ventanales entor-
nados, va a unirse afuera, a aquella
suerte de inmenso coro o de rumor
de marea que alza el confuso balar
de las ovejas.
Mario, con su traje de brin, es
lo único limpio que pueden ver los
ojos en medio de aquel amontona-
miento de hombres y de bestias que.
uniformados por la roña, cubren el
tendal. Hasta la bolsita de las latas,
que tiene entre las manos, está sucia
y pringosa como las ovejas, como Ui
lana, como las ropas de los esquila-
dores, como el entarimado del piso,
que relumbra de grasa.
Los hombres, con las caras brillan-
tes de traspiración y las cabezas des-
C.\ii.\J X LA ESQUILADORA rARl.TA/

cubiertas o apenas tocadas por una

vincha tan sucia como sus bomba-
chas o los mandiles de lono con que
pretenden protegerlas, trabajan de
pie y con el cuerpo tan doblado por
la cintura, como si no tuvieran espi-
na dorsal, y en el suelo, entre sus
piernas, las míseras ovejas, a medias
despojadas de su vellón y manteni-
das en las más antinaturales y crue-
les posiciones, sufren, a flor de la
piel estremecida de miedo, el paso
veloz de las tijeras inquietantes,
unas veces inmóviles como si estu-
vieran muertas; otras, respirando
estertorosamente; otras, lanzando
balidos lastimeros.
De víz en cuando, alguna tijera,
por torpeza de la mano que la ma-
neja o por apresuramiento excesivo
y jactancioso, muerde la piel lleván-
dose un pedazo, pero tan pronto co-
mo salta la sangre, salta también, do-
minando el bullicio de la faena, la liobajaii de pie y con el cuerpo tan doblado
voz enérgica del esquilador que gri-
ta: "¡Médico!", y al punto acude nes de lana, que por un lado tienen
un viejecillo enteco que. provisto de el mismo y bello color de esos cú-
un tarro y de una brocha, se apre- mulos blancos que dora el sol de la
sura a embadurnar con blek la boca tarde, y por el otro, un sucio y uni-
roja de la herida, maculando de un forme gris de ceniza; para llevarlos
negro brutal la albura de plumón en seguida, con andar pausado, has-
de la piel ya esquilada. ta la mesa de los atadores, que con
Y"¡Oveja!"por aquí, y "¡Agua!" sus delantales de lona ennegrecidos
por allá, mientras Mario, un poco por la mugre, los envuelven y atan
aturdido por el estrépito y otro poco hábilmente ayudándose con el pe-
nervioso por falta de experiencia, gi- cho.
ra en torno los ojos inquietos, aguar- Junto a la puerta del tendal que
dando el grito de: "¡Lata!", que si- da al brete, hay varias piedras de
gue casi inmediatamente a aquel de: afilar, tan gastadas ya, que poco fal-
"¡Oveja!", dirigido a los agarrado- ta para que se dividan por el medio.
res que, diligentes, van tomando por l:n una de ellas, y puesto en cucli-
las patas las reses que se apeñus- llas, un hombretón barbudo está afi-
can en el brete junto a la puerta; las lando a toda prisa sus tijeras "ma-
manean con las guasquillas de piel neadas", y es tan salvaje y fiero su
de carnero y las arrastran por el aspecto, que por observarle, Mario
tendal hasta el sitio en donde está se distrae hasta el punto que Mique-
el esquilador que las reclama. lena, el capataz de la esquila, tiene
El playero, inclinado como un que tirarle por una manga:
vendimiador, va y viene entre los ¡Aquí, chiquilín! Lata
trabajadores, recogiendo los vello- aquí!
 CAKA7- 'í LA ESQUILADORA 0\Rt'lAJ'

— ¡Amalaya rodara alguna pa-

ra aquí!
Y Mario, que ha visto sonreír tam-
bién a la muchacha, con unos dien-
tecitos luminosos, menudos y apre-
tados como granos de maíz pisin-
gallo, muy serio y muy colorado SL'
apura a ir a pagar a los otros esqui-
ladores que le llamaron.
Después, cuando se serena, de>-
de todos los sitios del tendal a donde
le lleva su tarea, no deja de mirar
a la bella esquiladora, y cuando más
la mira más bella le parece, a pesar
de su pobre vestido barnizado do
grasa de lana y de aquel horrible
pañuelo amarillo con que se cubre
la cabeza.
"Es morena, "bastante morena",
pero. . . ¡qué delicadeza la de sus
facciones y qué gracia infinita pone
en todos sus gestos, aun en aquellos
de contrariedad que le arranca la res
/ 'y hi cintura, como si no tuvieran espina dorsal. que está esquilando, cuando quiere
cocear y se estremece!". . .
— ¡Ah!... "¿A quién le recuerla la cara de
Y cuando, un tanto mortificado la esquiladorcita aquella?. . . Es i!
por su descuido, se vuelve brusca- alguna persona que él ha conocido
mente hacia donde le indica el ca- mucho antes, pero. : ."
pataz, Mario experimenta una sor- — ¡Lata, mayordomo!...
presa enorme: hay mujeres entre La brusca llamada, sorprendién-
los esquiladores, y quien le reclama dole distraído, le sobresalta y le
lata, mirándole con unos ojos muy disgusta:
negros y muy grandes, es una de — ¡Voy!
ellas precisamente y, lo que es más, El que acaba de formularla es un
una hermosísima muchacha. pampita entre taimado y burlón, que
Y como el capataz vuelve a reite- ya se le ha hecho antipático porque
lar su "i Aquí!", un tanto malhum'o- ni una vez ha pedido lata con serie-
rado, y otros esquiladores reclaman dad, "como la gente". . . Ya le ha
también sus latas, Mario, aturdido, dicho "patrón, mayordomo, capa-
se apresura a acercarse a la mucha- taz y hasta palomo", aludiendo sin
cha para pagarle, pero con tanta duda a la blancura de su traje. . .
nerviosidad y poca suerte, que deja Para cuando se lo diga otra vez, ya
caer varios discos, que hay que bus- tiene pensada la respuesta: "¡A
car después por el piso, entre las ver!. . . ¡No sea zonzo! — le dirá.
reses tendidas y entre los dichara- — ¿Qué se ha creído?". . .
chos de los que advirtieron el acci- "Bueno, pero es indudable que
dente: "Ella" es hija de la otra mujer vieja
— ¡Lárgalas todas a la mar- y fea que trabaja a su lado. Se ve a
chanta! las claras, por el modo cómo la mira

...JM,.^...
CARAy Y LA
Un una lie i'lias y pucslu en cuclillas, un hnmhre-
ton barbudo está afilando a toda prisa sus tijeras.
y por la solicitud con que la atiende,
cuando tropieza con algún inconve-
niente en su tarea".. .
— j Lata!. ..
Y al oír la voz cristalina de la mu-
chacha — que' ya reconocería entre
otras mil, — Mario se apresura a
alargarle el pequeño disco de latón
grasicnto y que lleva estampadas
las iniciales del nombre de la estan-
cia, y si al recibirla ella le mira, se
queda tan contento como despecha-
do y triste cuando la toma casi al
tacto y vuelta, como a propósito, la
linda cara hacia la oveja monda y
rosada que acaba de soltar y que va
a la sazón por medio del tendal, res-
balando y tropezando torpemente en
busca de la salida.
Y cada vez que eso último acon-
tece, Mario piensa con pena que por
fuerza tendrá que esperar bastante
para que la mocita vuelva a levantar
ja cara y él a extasiarse en su con-
templación emocionante. . .
Y tal es su entusiamo, que ve lle-
gar con disgusto el final de una jor-
ESQUILADORA c/\\itíy\j
nada que todos los demás desean. . .
"¡Caray!. . . El sabía muy bien —
por referencias de la vieja cocinera
gaucha — que hay mujeres que es-
quilan, que en otros tiempos las cua-
drillas solían estar formadas exclu-
sivamente de mujeres; pero lo que
ignoraba en absoluto es que pudie-
ra haber esquiladoras tan lindas". . .
De buena gana y tan sólo para
estar mirándola, se pasaría los días
y las noches parado ahí, en medio
del tendal, sin comer ni dormir y
con la bolsita de latas en la mano.
Así, pues, cuando, concluida la
última chiquerada — el rojo disco
del sol ya al ras del horizonte, — se
larga el trabajo, Mario, a pesar de
su cansancio, no quiere, no puede
marcharse para "adentro", y aun-
que temeroso de su padre, que no
ha de tardar en presentarse, se que-
da cerca de la puerta principal del
galpón, mientras los esquiladores se
desparraman presurosos a objeto de
lavarse y mudarse algunas prenvias
de ropa antes de la comida, que les
aguarda allí a cielo abierto y en for-
ma de una docena de medias reses
ovinas que, ensartadas en sendos
asadores y rodeando una gran fo-
gata, vigila, diligente, el negro co-
cinero de roja boina.
La roldana del pozo que cae junto
a la cocina de los peones gime con-
tinuamente y el gran balde que baja
y sube a escape rebotando en los
ladrillos del revestimiento, no puede
proporcionar agua con la premura
con que todos la solicitan.
Es animado y pintoresco el cua-
dro que ofrecen los esquiladores la-
vándose las caras, chapuzando sus
cabezas en el agua como pájaros de
laguna y peinando luego sus em-
papadas cabelleras, ya al tanteo, ya
ante redondos y minúsculos espeji-
llos de latón.
Mario, que no pierde de vista a
la muchacha, ve con sorpresa que
CAIIA^ Y LA
ésta y la madre han hecho prupo
aparte, nada menos que con el tor-
vo gigante aquel de las frondosas y
canosas barbas, que tanto le llamó
la atención desde un princioio. ¿Se-
rá el padre?... ¡Claro que lo es!... La
linda esquiladora, que se ha quitado
el pañuelo amarillo y dejado al des-
cubierto un prodigio de cabellera que
se diría de negra seda "cordoné", se
está lavando brazos y cara en un
gran fuentón de lata, cuando Mario
oye al hombrazo apurarla para que
desocupe el recipiente:
— ¡Acaba de una vez, hija, que
estamos esperando!. . .
— ¡Voy!. . . — responde la mo-
cita, sumisamente, con su voz mu-
sical, y al volverse hacia los padres,
enjugándose con un liento, hace
palidecer de emoción al muchachue-
lo: así lavado el rostro, resulta mu-
cho más blanca que lo que parecía
en el tendal, y su belleza, exaltada
hasta una perfección de maravilla...
Después, mientras el enorme es-
quilador se lava y la muchacha, con
una horquilla entre los dientes y re-
torciendo con esfuerzo la mata enor-
me de su cabellera retinta, conversa
en voz baja con la madre; Mario,
como arrobado, la contempla con
todos sus sentidos hasta que la ma-
no nerviosa de su padre, al que no
ha sentido llegar, le arranca de aquel
ensueño:
— ¡Chist!... ¡Vaya para den-
tro, amigo!. . .
Y como un sonámbulo, tropezando
ciego con las cabezas ovejunas y sin
desollar, que, procedentes de las car-
neadas, siembran el suelo por todas
partes, Mariose va,muy cabizbajo es
cici"to, pero iluminada el alma con
luz de ilusión y de esperanza. . .
III
í., s una noche luminosa y serena,
i , - pero una noche de calor inso-
portable.
ESQUILADORA CARETA/
En el cuarto de los muchachos, a
pesar de la ventana abierta sobre el
gran campo que platea la luna, hay
mosquitos y, para peor, un grillo
oculto en alguna parte, probable-
mente entre el zócalo, rasca su vio-
lín de una manera obsesionante y
aturdidora.
Tras largo rato de silencio, irrita-
do, Mario, dándose vuelta con vio-
lencia en la cama, protesta contra ol
grillo:
— i La pucha con el bicho de por-
quería !
Su hermano menor, que está acos-
tado de través y que se entretiene
paseando los pies sobre el muro,
aprovecha la oportunidad para for-
mular una pregunta que aparente-
mente no viene al caso:
— Decime, che... ¿Las vizca-
chas viven mucho?
— ¿Las vizcachas?. . . ¡Qué sé
yo!. . . ¿Por qué?
- ^ N o . . . ¿Sabes?... Porque
pienso domesticarla, cuando cace
alguna. ..
— ¡Quá pavada!
— ¿Por qué?
— ¡ No sé cuándo habrás visto
vizcachas domesticadas!...
— Sergio dice que en lo de Ra-
mírez tenían una nutria mansa como
un gato.
— ¡ Una nutria no es una vizca-
cha!. . .
— ¡Ya sé, pero, por lo mismo!...
Mario se incomoda:
— ¡Bah!. . . ¡No haces ni dices
más que sandeces!. . . ¡ Cómo se co-
noce que no sos más que un chico!
— ¿Y vos?
— Yo trabajo, por lo menos —
responde Mario con arrogancia. —
¿ Sos vos el encargado de dar las la-
fas en la esquila?
— No, pero las podría dar tam-
bién si no fuera. . .
— ¿Si no fuera qué?
— Si no fuera que papá siempre
CAKA/ Y LA ESOV
te elige a vos, como si tuviéramos
tanta diferencia de edad.
— j Diferencia!. . . Me elige por-
que sé, mientras que vos no sabes
más que decir macanas y fabricar
trampas que no cazan nada. . . ¡A
ver!. . . Decí, ya que sabes tanto:
¿Cuántas latas se le dan al esqui-
lador que ha esquilado un carne-
ro?. . . ¡A ver, sabio!. . .
— ¿Un carnero?. . . ¡Y qué se
yo!. . . ¿ Se le darán cuatro o cinco,
no?...
Mario se ríe escandalosamente:
— ¡Ja, ja, ja!. . . ¡Qué burro,
qué macana!. . . ¿Has visto cómo
no sabes?. . . ¿Has visto que sos
un zanahoria?. . . ¡Una lata se le
da, una lata grande que vale por dos
de las chicas!. . .
— ¡Qué gracia!. . . A vos te en-
señaron; pero, después de todo, no
me parece que sea una cosa del otro
mundo: Una oveja, una lata chica...
í Í.ADOR A CARETAS
lis anwiadú y /•Di/iircíii» el tumiro que
un carnero, una lata grande. . . ¡Ya
está!. . . ¡Vaya una dificultad!. . .
Y tras un breve silencio, que el
grillo "ameniza" desde su escondite
y que Leo emplea en subir los pies
cuanto más puede sobre la blanca
pared iluminada en parte por la luna,
Mario, después de suspirar honda-
mente, dice, con serenidad y con
aplomo:
— ¡Sos un zonzo!
— ¡El zonzo serás vos!
— ¿Ah, a h ? . . . Ahora no te
cuento una cosa que te iba a contar...
— ¿Una cosa?
Y Leo. después de quitar los
pies de la pared y de volverse con
rapidez hacia su hermano, le inte-
rroga, curioso:
— ¿Qué, che?
— ¡ Nada! — contesta Mario, con
encono. — No te contaré nada. . .
Primero, porque sos un ganso, y
después, porque se lo vas a ir a so-
C.\u.\r Y ¡.A
ojrcCíH los csquiladiti es la;\'iiidi>sc
piar en seguida a todo el mundo. ..
Leo, ofendido en su di' nidad, con
tanta injusticia, tuiarda silencio ñor
espacio de aUuinos segundos, y des-
pués dice, con fingida indiferencia
y al colocar de nuevo los pies sobre
el muro:
— ¡Y!... No me contcs si no
querés. . . ¡Para lo que a mí se me
importa! . . .
— ¡Muy bien!. . .
Pero cuando parece ya que la
música del grillo va a quedar dueña
del campo por toda la noche, Mario
comienza a hablar en voz baja y
como si monologara consigo mismo:
"¡Qué caso extraordinario!...
¡Palabra que él nunca pudo imagi-
nar que hubiese cosas tan lindas en
el mundo!..."
Leo, al oír esto, se vuelve hacia
su hermano con la ranide^ con que
un gato que cae cambia de posición
en el espacio.
FSnilJI.ADORA "'ARtTA/
la tiiru.
— ¿Qué, che?. . . ¿Dónde?. . .,
— En el galpón. . .
— ¿En el galpón?. . . ¡Oy!. . .
¡Contame!. . .
Y creyendo quizá que Mario se
refiera a alguna vizcacha extraordi-
naria, el niño, sentado en su cama y
con las piernas colgantes, avanza
hacia él su barbilla curiosa.
— ¿Me juras que no lo vas a con-
tar a nadie?
— ¡Te juro!. . .
Mario deja tran^-currir algunos se-
gundos de silencio, se destose en
lo obscuro y por último deja caer
suavemente:
— En la esquila hay una mu-
chacha . . .
— ¿Una muchacha?
Y el timbre de la voz de Leo de-
nuncia a las claras su desencanto.
Sin embargo, Mario prosigue, ani-
mado y confidencial;
— Sí, una muchacha de linda co-
c « ft/»r LA
nio no te podrás imaginar en toda
tu vida... ¿Te acuerdas de esa fi-
gura que yo tengo pegada en un
cartón y que recorté de la revista
francesa?. . .
Sí...
— ¿ Que está volcando el agua de
un cántaro?
— Sí. . . ¿"La source"?. . .
— Eso es. "La source du Ti-
bre". . . ¿Te acuerdas?
— Sí, s í . . . ¡Cómo no!. . . Una
nuijer desnuda. . .
— ¡justamente!. . . Bueno. . .
— ¡Oy!... ¿Y está desnuda, che?
— ¿Desnuda, quién?
— ¿La muchacha, la esquila-
dora?
Mario, al oir esto, vuelve a dar
en la cama un salto de pez en el río
y dice con fastidio:
— ¡Pucha, que sos zonzo!...
¿Cómo va a estar desnuda una es-
quiladora?
Y en seguida, como Leo guarda
un silencio si no aprobador por lo
menos propicio, Maiio reanuda ani-
madamente:
— Bueno, como te decía, es igua-
lita a la muchacha esa del grabado,
aunque tal vez un poco más linda...
Mira: yo al principio me pregunta-
ba : "¿ Pero a quién me hace acordar,
a quién se parece tanto?". . . Y. . .
¡zas!... de pronto me acordé esta no-
che en la mesa: ¡ Era a "La source",
che, a "La source du Tibre", ni más
ni menos!. . . Tie. . .
— Pero "La source" está desnuda
y vos...
— ¿Y eso qué tiene que v e r ? . . .
Yo hablo de la cara. . .
— ¡Ah!...
— . . . Los mismos ojos, la mis-
ma boca, la misma. . . ¡ Mira!. . . Si
tuviera aquí "La source" te la mos-
tiaría. . . ¡Es idéntica!. . .
— Está bueno... ¿Y cómo se
llama?
— i Ah!. . . Todavía no sé. . . Pe-
ESQUILADORA CARETAS
ro me parece que ha de tener algún
lindo nombre. . . ¡Mira!. . . El pa-
dre es un hombrón medio viejo ya,
grande como un rancho, pero muy
simpático. . . Esquila solamente car-
neros. Dicen que es la mejor tijera
de la cuadrilla, y después. . . la ma-
dre y . . . ¡Ella!... ¡Ella, que es
lo que hay que ver!. . ¡Mira!. . .
— ¿Mejor que "Lá Chuña"...
que la hija de don Frutos, quiero
decir?. . .
Ante esta interrogación, quizá s^n
malicia, pero en la que el niño alude
á cierto infortunado amorío de su
hermano mayor y, como es de supo-
ner, de no muy remota data, Mario
guarda silencio por espacio de algu-
nos segundos y después contesta
con violencia:
— ¡ No sé!. . . Pero yo no soy un
marica que les tiene miedo a las mu-
jeres. . .
— Yo no les tengo miedo a las
mujeres; a lo que yo le tengo miedo
es a los papelones. . . a que me to-
men para el churrete. . .
— ¡Calíate!...
— . . . No me gXista andar hacien-
do "el innamorato", para diversión
de todo el mundo. . .
— ¿Y quién me toma para la di-
versión ?
— ¡ No sé!. . . ¡ Vos sabrás!. . .
— ¡Oh!. . . ¡No seas zonzo!. . .
— ¡ El zonzo serás vos!. . .
Y como tantas otras veces, cuan-
do la discusión llega a este punto,
ambos hermanos guardan silencio
por largo rato, hasta que al fin co-
mienza Leo, en el tono de quien pro-
sigue una charla que no se ha inte-
rrumpido en ningún momento:
Lo que es yo, no pienso ena-
morarme nunca, porque me parece...
Pero Mario le ataja con fiereza:
— ¡No me importa un pito lo que
te parezca, y no me hables!... ,
Y torna a reinar el silencio, que
aprovecha abusivamente el grillo
CARA/ Y LA ESQUILA DORA CARETA/

desde su oculto retiro, hasta que

allá, a las cansadas, es Mario el que,
olvidado sin duda de lo ocurrido,
pregunta a su hermano con voz
amistosa:
— ¡Leo!... ¿Estás dormido?
Pero como éste se limita a contes-
tar rencoroso: "¡No sé!.. . i No me
hables!". . . el violín estridente del
prillo queda ya, por toda la noche,
dueño del pran silencio campero, y
Mario sueña. . . sueña que e"=t^ en el
tendal de la esquila y que, inclinado
ante la hermosa muchpc'ia de los
ojos nesjros, vuelca pródigamente,
en las palmas de sus regordetas ma-
nos, todo el contenido de la bolsa
de l?tas. mientras ella le sonríe entre
agradecida y amorosa. . .
IV

I OS esquiladores han acabado

-'SU almuerzo y se disponen a
reanudar la tarea yendo y viniendo
Mano, aturdiilo. se apresura
carse a la muchacha para

divisarlas, comentarios y dichara-

a ai ar-
pagarle.

por aquel ancho espacio que encie- chos como éste:

rran, por tres lados, el galpón, la
cocina de los peones y el palenque
de los caballos.
Sigue haciendo mucho calor, pe-
ro, por fortuna, algunos nubarrones,
dispersos o de^^ertores de esa gran
tormenta que amenazó en la mañana,
pero que a la sazón se corre para el
norte, velan a ratos la faz del sol y
templan un tanto sus rigores.
Todo es actividad y movimiento,
y como para llevar la animación de
la esquila hasta muy lejos, una ma-
jada de más de dos mil cabezas y a
la que arrean a grito herido y reso-
nantes lonjazos sobre las caronas
un hombre y un muchacho, viene
por allá, hacia los corrales, entre
remolinos de polvo moreno y un
sordo concierto de balidos. Son las
lincoln de "La Estancia" y, como
quien dice, el crédito y orgullo de la
misma. Los esquiladores, que hartos
de esquilar merino las esperan como
una novedad, cambian entre ellos, ai
— ¡Aura vas a ver ovejas, mau-
la!.. . ¡ Cada capón como un toro!...
Pero, como es de suponer, nada
de esto interesa a Mario, que no
tiene ojos sino para la gentil esqui-
ladora, cada vez más digna de su
admiración y que está a.lí con sus
padres y conversando en voz baja
con Miquelena, el que, retrasado sin
duda, almuerza aún sobre un cajón
vacío de sarnífugo y usando a los
efectos, como único cubierto, de su
daga inquietante, de esa daga tan
larga que la vaina de suela baja del
tirador y se dobla y extiende en el
suelo como la cola obscura de al-
guna alimaña.
¿De qué hablarán?... Todos
parecen preocupados o indecisos, y
el adusto Miquelena, siempre co-
miendo de prisa, ya por dos veces
se ha levantado de hombros.
Mario daría cualquier cosa por
saber lo que ocurre, por acercarse a
conversar con ellos, pero no se atre-
CARA/ Y LA
ve; primero, porque'es tinado, y des-
pués, porque teme que su padre le
sorprenda "dando confianza a esa
gente". . .
Por otra parte, "su asunto" ha
adelantado muy poco. El único pro-
greso alcanzado esa mañana ha si-
do conocer el nombre de la mucha-
cha: se llama Resina. Su barbudo
padre le dijo en cierta oportunidad,
nidicándole el carnero merino a me-
dio esquilar, que tenía entre las
piernas: "¡A v e r ! . . . ¡Carréame
éste, Regina!.. .
Y ella, obediente y sumisa como
buena hija que es, en un momento
le esquiló patas y barriga, y después
gritó: " ¡ C a r n e r o ! " . . . con su voz
musical. . .
Pero esto y. . . ¡nada más!. . .
¡Y pensar que la esquila se acabará
pronto, y que después!. . . j Ah!. . .
Mario no quiere ni pensarlo. Le pa-
rece que toda su vida hasta ese mo-
mento ha venido deslizándose ilu-
minada por los grandes ojos de la
muchacha, y que sin ellos, en ade-
lante, será algo tan obscuro y vacío
y sin objeto como.. . como el gran
galpón de "La Estancia", en invier-
no, después que vienen las carretas
y se llevan los cueros y la lana. . .
— ¡Chiquilín, oiga!. . .
Es Miquelena, que, torciendo el
busto sobre el cajón en que se halla
sentado, le llama con la voz y con
el gesto, mientras toda la familia,
toda, hasta "Ella" misma, le miran
también con ojos inquietos e inqui-
sidores.
— ¿Me hablaba, Miquelena?. . .
Y al mismo tiempo Mario, por
congraciarse sin duda con la mu-
chacha, esboza una sonrisa casi ser-
vil de puro amable.
— Sí — le explica entonces el ca-
pataz, deteniendo el tiempo preciso
aquella presa de carne y aquella ho-
ja de daga que juntas está por lle-
varse a la boca.
ESQUILADORA CARtTA/
— Vea, parece que aquí, a la se-
ñora (por la madre de la linda es-
quiladora) medio se le quiere enco-
nar un chuzazo e tijera que la ha
agarrao en la mano. ¿Quiere dir a
ver si adentro tienen algún remedio
pa emprestarle?
— ¡Sí, cómo no!. . . — se apre-
sura Mario, tan resuelto como colo-
rado, a tiempo que la mujer le en-
seña la palma de una mano en don-
de se ve un punto obscuro un tanto
tumefacto. — Hay yodo, hay árnica
y hay también. . .
— ¡Sí, s í ! . . . — le interrumpe
Miquelena incorporándose y tiran-
do lejos el hueso de lo que comía.
— ¡Lo que haiga, chiquilín, pero
prontito, que vamos a encomenzar el
trabajo!. . .
— ¡Sí, sí!... ¡Cómo no!... ¡Voy,
voy!...
Y Mario, sin abandonar la bolsita
de las latas, instrumento y emblema
de su cargo en el tendal de la esqui-
la, sale para "adentro", disparando
como un potro.
Cuando regresa, sofocado y rojo,
ya ha comenzado el trabajo, pero la
madre y la hija están allí, aguardán-
dole, junto al mojinete de la cocina.
— Aquí tiene — dice con voz en-
trecortada al entregar el frasquitb.
— Aquí tiene; es yodo. . .
— ¡Ah!. . . ¡Lindo!. . . ¡Muchas
gracias!... ¿ N o ? . . .
— De nada. . . Póngase bastante,
aunque le arda, que le va a hacer
bien. . .
— ¡Ah!. . . ¡Craro! — contesta
la mujer por decir algo, pero, como
al querer aplicarse el remedio de-
muestra cierta torpeza, la muchacha
se apresura a intervenir con alguna
brusquedad.
— ¡No!... ¡A ver! ¡Déme acá!
"¡Oh, qué encanto de hija abne-
gada y cariñosa!". . . Las miradas
de Mario van, como locas mariposas,
de la mano herida de la mujer a la
CARA/Y LA
linda cara de la muchacha, que ora
contraeun poco las nciírasy lucientes
cejas, que ora sonríe que es una deli-
cia, al verter por gotas el remedio.
— ¡Ya está!
Y se apresura a tapar el frasco y
a presentarlo a Mario, con una gra-
cia que debe ser única.
— Ahora esto. . .
— ¿Y eso qué es?
— El algodón y la gasa. ..
— ¿Y pa qué?
— Para que se ponga, para que
se envuelva la mano. . .
La mujer parece sentir compasión
por aquellas cosas tan limpias, en
medio de tanta roña.
— No — dice. — ¿Pa qué los va
a ensuciar?. . . Es una lástima. . .
Me ato no más el pañuelo. . .
Pero Mario se hace firme:
— No. ¡Qué esperanza!. . . Tie-
ne que vendarse con e<íto. . .
— Vea que es una lástima...
— ¡ No importa, no importa!. . .
La mujer vacila aún, pero la mu-
chacha, resucita, le decide:
— Déjese, mama, ¡que pa eso sé
lo han traído!
— ¡Claro! — afirma el niño, y
después, cuando, terminada la ope-
ración, las dos mujeres le dan nue-
vamente las gracias, se siente tan
feliz y audaz que se atreve a pre-
guntar a la muchacha:
— ¿Y usted?
Y la bella esquiladora, llevándo-
se las manos a la cintura, le contes-
ta con una sonrisa fatigada:
— ¿Yo?. . . Estoy manca e las
dos manos y tengo un dolor de rí-
ñones que ni veo... ¡Por esta cruz!
— ¡ Caramba!. . . Yo. . . yo. . .
Y quién sabe lo que irá a añadir
.Mario, qué es lo que se propondrá
ofrecer a aquella beldad doliente,
cuando la voz gruñona de Miquele-
na, el que acaba de asomar la ca-
beza por la cercana puerta del gal-
pón, le sobresalta:
ESQUILADORA CARtTAJ
— ¡Eh, chiquilín!. . . ¡Vea que
hace falta!...
— ¡Voy, voy!. . . Miquelena. . .
Y al bolear la pierna, por sobre
el lienzo de corral, que para cubrir
la abertura han arrimado al portón,
Mario dirige a la muchacha una
sonrisa de despedida tan ansiosa y
puerilmente azorada, que hace ex-
clamar a la madre:
— ¡Lindo c h i c o ! . . . ¿ N o ? . . .
¡Tan asiao y tan blanquito!. . .
Y la muchacha asiente con des-
gano:
— ¡Ah, a h ! . . .
VFR! . . . ¡No sea zonzo!...
¿Qué se ha creído?. ..
Y el niño, tan pálido, que su cara
parece de mármol, mira furioso al
pampita aquel, entre retobado y so-
carrón, que ha vuelto a apodarle
"Palomo", cuando menos lo espe-
raba, y que todavía le mira sonrien-
te, inclinado a medias sobre la oveja.
Por suerte, Miquelena, que anda
por el tendal con la damajuana deí
agua con caña con que se refresca
la gente, interviene de inmediato,
reprendiendo al esquilador con voz
autoritaria:
— ¡Che, che!. . . ¡Déjate vos de
pinturas y esquila mejor, como la
gente!. ..
— Como la gente esquilo—gru-
ñe el reprendido. Pero en seguida,.
y como Miquelena le clava los ojos
— esos ojos atravesados y rencoro-
sos que tiene y que recuerdan los
de un tigre en la trampa — se apre-
sura a bajar los suyos y a murmu-
rar en son de burla, para el compa-
ñero más próximo, y una vez que el
capataz se da vuelta: — j No me pe-
gue, tata!. . .
Y hace un calor infernal, inso-
portable, y la gente está cansada y
colérica. Desde la mañana, se viene
apurando el trabajo en una forma
CARAJ-t LA
"¡Médico!" y al punto acude un viejeciltn enteco,
Provisto de un tarro y una brocha.
que, fatigando e irritando a todo el
mundo, hace que a cada.rato esta-
llen en el tendal, como cohetes, las
frases más groseras de malhumor
0 de ira.
A Miquelena, que ya ha tenido
una cuestión con el capataz de la
"comparsa" — como le llaman los
esquiladores, porque "cuadrillas
son las de los avestruces", — a
Miquelena se le "anda saliendo la
daga de la vaina", como quien dice,
y hombre rudo como es, en lu^ar de
contemporizar, en atención al mal-
estar común, se muestra cual nunca
severo y exigente:
— ¿Cuántas veces le vi'a decir
que no me esquile a dos manos?...
¡Apúrese, amigo, apúrese!... ¡A
vos te vi'a quitar la tijera en cuan-
tito me volvás a cortar una oveja!...
¡Y así, desde que Dios amane-
ció, apurando, apurando, y son las
tres de la tarde!. . .
Y es que hay que hacer lo impo-
sible por terminar en el día la "en-
ESQUILADORA CARETA/
cerrada" de ovejas que están en el
corral, porque va a llover "como
peste", con la caída del sol, y des-
pués, quién sabe cuándo podrá re-
anudarse el trabajo. . .
Una tormenta enorme y azul co-
mo una cordillera lejana está ahí a
la vista y ocupa el horizonte desde
el oeste hasta el sur, como para no
dejar esperanza de escape.. .
Los pobres animales son los que
sufren más las consecuencias de la
prisa desesperada que se imprime
al trabajo, y en medio de aquella
atmósfera de horno, unas veces re-
suellan angustiosamente, medio es-
trangulados por el bárbaro pie aue
les aplasta el pescuezo; otras, balan
quejumbrosamente, sujetos por las
piernas de los esquiladores, en las
más extravagantes posturas.
Y como a pesar de la vipilancia
severa del capataz algunos de los
hombres, que tienen la muñeca can-
sada, esquilan ya resueltamente a
dos manos, a cada rato debe acu-
dir el "médico" para embadurnar
de negro unos tajos que, en razón
de la mayor fuerza y velocidad, re-
sultan espantables.
Mario está cansadísimo y con una
sed devoradora, que no se resuelve a
apagar por no marcharse del tendal
y porque allí no circula sino agua con
caña; pero ni una ni otra cosa le pre-
ocupan mayormente. Lo que sí le tie-
ne mortificado es el espectáculo del
cansancio y sufrimiento de "Ella",
de ese cansancio y sufrimiento que
tan a las claras traducen su gesto ca-
si colérico y la manera cómo se lleva
la mano a la cintura o a las doloridas
muñecas, cada vez que se endereza
para pedir lata u oveja.
Y la pobre está sola en medio del
tendal y de los hombres. La madre,
impedida de trabajar por la lesión
que tiene en una mano, se ha que-
dado en la cocina, y el padre, enor-
me, monumental y erizado de pelos,
CARA/ Y LA
allá lejos, junto a la puerta aquella
que ilumina de cruda luz un trozo
de tendal, despliega toda su baquía
de gran tijera, realizando ese trabajo
tan excelente como vertiginoso que
todos le admiran sin poder imitarle.
— ¡Oveja!. . .
— ¡Lata!. . .
De pronto, Mario, que se halla al
otro extremo del sitio en donde es-
quila la muchacha, la oye llamar al
"médico", y apresurándose, al mis-
mo tiempo que éste, llega al lugar
del accidente.
La bella esquiladora, que ha infe-
rido al capón que tiene entre sus ma-
nos un tajo tremendo a la altura del
ombligo, trata de justificar el estro-
picio.
— Coció — dice con voz tímida
y la carita un tanto crispada por el
disgusto. — Coció al garriarlo, y
se chució con la tijera. . .
Pero en seguida, y como el pobre
capón ensangrentado cocea de nuevo
al recibir en la herida abierta la
mordedura de fuego del remedio,
cambia bruscamente de maneras y,
con una energía masculina que sor-
prende a Mario, pisa las patas y el
cogote del animal, y después de in-
movilizarlo rudamente sobre el ten-
dal, lo increpa con eno-jo:
— ¡Quieto! ¡Quieto!...
"¡Pobre, también, con lo enferma
y lo cansada que debe estar!...
¿No?..."
Y el niño, buscando mentalmente
en su ternura nuevos argumentos
que justifiquen aquellas palabrotas
y actitudes de la bella esquiladora,
va de aquí para allá por el tendal,
cuando oye que le llaman:
— ¡Oiga, chiquilín!. . . ¡Haga el
favor!...
Y al volverse ve al padre de la
muchacha, al gigantesco esquilador,
muy erguido y que le enseña desde
lejos una tijera.
-¿Qué?
ESQUILADORA CARETA/
— Vea, mocito: hágame el favor
de alcanzarle estas tijeras allí, a mi
mujer. . .
Mario abre mucho los ojos y un
poco también la boca, y después de
tomar maquinalmentc la tijera y de
mirar hacia el lado que indica el
hombretón, pregunta, azorado, como
quien sale de un sueño: -
— ¿A su mujer?. . . ' '"'''•
Y el esquilador, sonriendo a tra-
vés de sus barbazas de aquel asom-
bro que no comprende, se rarifica
con rudeza burlona:
— ¡Sí, m'hijito!... ¡Allí, a mi
mujer, a mi señora! ¡No parece que
haiga otra en el tendal!. . .
VI
Ty OBRK Mario!. . . Primero le pa-
i rece que el piso del tendal se
mueve bajo sus plantas; después,,
que una masa enorme, blanduzca y
pesadísima le cae sobre la cabeza y
las espaldas, y por último, ya no
siente nada, hasta el momento en
que una mano recia v nerviosa lo
sacude por un hombro:
— Pero... ¿ qué hace, amigo?...
^" No oye que le están pidiendo lata ?
^ —¿Yo?. . . ¡Sí!... ¿Dónde?...
Miquelena le señala el sitio.
— ¡Ahí, hombre, a h í ! . . . ¿Qué
le pasa?
— Nada. . .
Y con las piernas blandas y an-
dando como un autómata al través
de aquella suerte de niebla densa
que llena todo el galpón, Mario se
allega al esquilador que reclama su
lata y se la entrega con un "¡Tome!"
que parece un suspiro. . .
Después, aquello se convierte en
un verdadero desastre para el niño.
A medida que el tiempo transcurre,
su actuación en el tendal se va ha-
ciendo cada vez más deficiente, a
pesar de las reiteradas advertencias
del capataz y de sus amenazas en
voz baja de "avisarle al patrón".
CARAy Y LA ESQUILADORA CARETAS

Mario no puede — ¿Yo?...

trabajar ya, por- Nada. . .
que no atiende, — ¿ Cómo
porque no escu- "nada"?... Lo
cha, porque se l l a m a n y no
abisma a cada atiende —y
instante en las agrega el padre,
profundidades en voz baja, co-
de su reflexión rro para provo-
dolorosa, y esto, car una confi-
como es natural, dencia:—¿Qué
perturba el tra- tiene? ¿ Está en-
bajo y h a s t a fermo, cansado?
propicia recla- — No...
mos maliciosos — ¡ Vayase,
de parte de al- si quiere, y que
gunos esquila- venga Leo!...
dores "mañeros" — ¡No, no!...
que intentan sa- Miquelena
car ventaja de sonríe y dice,
aquellos olvidos acomodándose
y distracciones. el sombrero en
Tan sólo en la cabeza:
un momento, en — ¡A la ver-
que inmóvil en me- dáque no sé loque
dio del tendal est habrá agarrao! An-
oyendo sin oír una udaba lo más bien...
que le reclama lata, tiene Lata!. . .
una breve reacción al desc lata!. . .
brir la presencia de su p . ¿Ve?...
que acaba de llegar y que ario ya no aguanta
desde la puerta, a tiempo que habla
con Miquelena, pero en seguida no Venga p'acá! — y
más, lo mismo que antes: un gran después de arrebatarle la bolsa de
vacío en el cerebro y otro más gran- las latas, le conmina, colérico: —
de en el corazón. . . ¡Vaya p'adentro y dígale a su her-
— ¡ Lata!. . . i Lata aquí!. . . mano que venga!. . .
— ¡Lata allí, chiquilín!. . . Y cuando sale del galpón, a Ma-
Y Mario. . . ¡nada!. . . ¡como si rio, abrumado por el brutal desen-
tal cosa!, hasta que lo arranca de su gaño, le parece que es su alma, su
abstracción un "¡Pst!" enérgico de alma convulsionada y sombría,
su padre: aquella tormenta enorme que acaba
— ¡Pst!... ¡Venga para acá! de apagar el sol y que, en medio
— ¿Papá? del silencio de la naturaleza ex-
— ¿Qué tiene, amigo, que pectante, prosigue su avance a
está abombao? una velocidad vertiginosa....

P I D II J o í U li
 CARA/ Y CARETA/

^LMñrvmíViSy ^ i

! r^ •. f - - ' i .•
. . V ^ ; il ;l ;
c^
i " •ii--

C u a n d o Vd. compre a c e i t u n a s
p a r a l a m e s a fíjese e n l a v a =
r i e d a d de c i a s e s que le ofrecen,
no olvide que el aceite de oliva
es jugo de aceitu
ñas, que hay de •i

muchas clases y
p r e c i o s y que e l
mejor es est
 TLl^era reseña 6e los feliiaí>05 femealnos
5
1 alKnieii se hubiese
entretenido en escri-
bir la h i s t o r i a del
l)cÍM;i(lo en los últi-
mos oclienta años del siíí'o
anterior, niiiKUiio de nuestros
historiadores h u b i e r a t e n i d o
necesidad de sacar sul)stanci,i
a dücuiiieiuos y testimonios.
Kn a<|ucllas más o menos sua-
ves hebras de c a b e l l o s , en
a<|uellas tonaliilailcs n e g r a s ,
relucientes y sedosas, podriaii
encontrarse suficientes datos
para redactar los anales del
si),'lo.
E\ bello sexo de ciitoiice.s
cuidaba mucho de su cabello,
(|ue era, por lo general, muy
largo. Así, no era raro ver
trenzas de más de vara y me-
dia sujetas sólo por medio úc
una peineta o rcniatanilo cu
un nioñito de cinta de color,
pues los postizos y rellenos no
se conocían en al)sohito.
Detallar a<|uí la infinita va-
riedad y formas de peinados
«pie estuvieron más en bo^a
entre nuestras bellas de los
años .10, 40 y SO, es, sí no de
todo punto imposible, bastante
difícil al menos, por lo cual
nos limitaremos a los más co-
nocidos.
Así como en los primeros
días de la Revolución las "pa-
triotas" se peinaban de una
manera característica y las
" g o d a s " de otra, hubo nii tiem-
po en (juc las señoras y seño-
ritas dieron en usar el cabelío
corto, llamando con el apodo
de "pan de leche" a las que
no se lo cortaban, siendo a su
vez calificadas por éstas con
el (le "peladas". E s t a contro-
versia dio origen a la siguiente
cuarteta:
Son tañían ¡as "peladas"
Que van a misa.
Que los de "pan de leche"
se csiandalizan.
13cspué,s, con el andar del
tiempo, y a medida ipic el be-
llo sexo lia ¡do amoldándose a
todos los preceptos de la es-
tética <|ue la moda tirana dic-
tara en diversos períodos, hu-
bo de todo: peinados con raya
al medio, con bucles, bananas,
patillas, jopos, cocas, rizos, ti-
rabuzones, rodete alto, bajo,
imperial, m e l e n a , c a s í a i T a ,
amor partido, bando, flequillo
y cien más que tuvieron su
época. Unas veces las guede-
jas, se alisaban sobre el crá-
neo; otras, las pobladas eren-
i b a s bajaban hasta ocultar ias
orejas.
Una temporada, las retorci-
das trenzas, como enroscadas
culebras, dormian en lo alto
del edificio femenil. Siniultá-
neainente, la peineta, de tími-
das proporciones en un prin-
cipio, fué creciendo insolente-
mente, dominó el conjunto y
se encaramó sobre la cúspide
del peinado, simulando espal-
dar de silla arzobisiial, fron-
tón griego o crestería de enre-
vesada iglesia gótica.
Más tarde, los "tirabuzones"
rindieron su tributo al roman-
ticismo reinante. Y sin contar
los obligados trofeos de la
época de Rosas, hubo en la
decoración de la testa femeni-
na cnanto el capricho o la fan-
tasía quiso imaginar: fue •.!
reflejo de las ideas vencedoras
en las respectivas temporadas.
H a s t a que la (|uiniica intervi-
no en el a s u n t o . . . La historia
del peinado jios revelaría más
secretos que la de las revolu-
ciones políticas.
No hay para qué añadir que
entonces como hoy, las modas
venían de Kuropa y eran adop-
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^f dad acerca de la obra
realizada por el hombre en las
empresas de la revolución, jus-
to será que domos y tributemos
cnmi)lido mérito a la mujer,
evocando su acción altruista y
de noble sacrificio.
Al iniciarse la subscripción
pública para auxiliar a los ejér-
citos de la libertad la primera
(lijma (|ite ai)arece en la lista
de donativos, que fué publicada
por "i.a Gaceta", fué doña Ca-
silda Igarzábal <|iie contribuía
"con el haber de dos hombres
para hi expedición."
Dicha dama era hija de don
Domingo de Igarzabal, alcalde
de primer voto, en 1812, hijo a
su vez y nieto de cabildantes,
natural de Buenos Aires, donde
viera la luz cl 6 de abril do
1774. En mayo de 18ÜS a(|uella
señora habia contraído matrimo-
m'o con don Nicolás Rodríguez
IVña, a quien acompañó vale-
rosamente en sus trabajos cuan-
<lo se alentaba el espíritu de la
emancipación, participando del
fervp,' de sus ideales, de su zo-
zobras, con el mayor entusias-
mo y con una entereza (|Ue su-
prlm<iraáí
po C'Jn^crvar en nicílio d e
agitaciones y contrastes acaeci-
dos en todo tiempo, desde que
el país echó a andar por sus
propios fueros.
I.a señora Igarzabal de Ro-
dríguez Peña formó parte más
tarde en la comisión de la So-
(ií-'dad de lieneficcncia <iue
presidió. Dejó el mundo a los
setenta años de edad. Otra do-
nante i|Ue se siffnifícó fué doña
Francisca Silveira de Ibarrola,
viuda, que teniendo el mayor de
sus hijos en el ejercito, sc pre-
sentó a ofrecer "fiV;i pesos pa-
ra los gastos de la expedición y
DoAa Casilda Igar/ábal
Rodrífuez Peña.
6onanl"c5
las <7 único hijo t/ue lieiie, pura el
scrficio de la Junta." Dicho j o .
ven fué más tardo cl coronel
dou Amadeo Ibarrola.
I.a es|)osa de Viamontc, doña
Ucrnardina Chavarría dio "cin-
cuenta pesos fuertes" al lado
de su esiMiso (|ue eutrcííó doble
cantidad y marchó luego a cam-
paña, llegando a general.
Doña Dionisia Nazarre de
(;raM<loli, subscribióse con dos
onuis de oro para la expedición.
La señora Ana Rigl(.)s de
Irígoyen esposa del iKjrteño don
Miguel de Irigoyen, más tarde
viuda y casada con don .Anto-
nio M a r í a P e r a i , se presentó
"comprometiéndose a sostener
dos hombres durante la expe-
dición y donar todas las alha-
jas de su decencia en caso de
necesidad."
Doña María M. Coronel de
Paso dio "ocho pesos fuertes
mensuales por el tiempo que du-
rase la expedición al alto Pcfñ."
La que en 182.3 fuera presi-
denta de la Sociedad de I?ene-
fícencia, doña Mercedes Lasala
de Riglos, viuda ya, pero ani-
mada del patriotismo que aten-
tara su hogar, dio "tres ancas
de oro para aumentar ¡os recur-
de
sos de la expedición."

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' f" cabo a caer cu la
etienta de <iiic las mujeres de
Salta eran su peor enemigo.
Quien no tenia su padre en las
filas patriotas, tenia un lier-
niano o m á s , sus hijos, sus
maridos. Tales circunstancias
convertíanlas en constantes .v
celosas espías, con un sistema
organizado de iiifiinnación in-
lerior y de comnnícaeión con
los sitiadores de la plaza. L a s
principales de ellas habíanse
quedado delil)cradamente en la
ciudad al entrar los realistas;
desafiaron los peligros y las
penalidades que eran propias
de una ciudad sitiada, a fin de
observar en el mismo cuartel
enctiiino y prestar así servicios
Inestimables a la causa de la
patria. T a n arriesgado oficio
iubía cada día en celo y empe-
Bo hasta tocar en un fanatis-
mo extraordinario y sorpren-
dente. Contábanse estas muje-
res en todos los rangos socia-
les, hallándose en la intriga
desde la negra esclava hasta la
matrona de m á s viso. Con las
realistas reñían por la Patria
tn las calles y hasta en los
NUKVA
DE
PISTOLERA
SE G U R Í D A D
ii
ARIAS''
templos, a las veces; y labra-
ron recuerdo imperecedero al-
g u n a s de ellas por los padeci-
mientos y extraordinarios ser-
vicios que prestaron, flacían
el grupo principal doña J u a n a
M o r o y las López, sus cuña-
das; doña Celedonia Pacheco
y Meló, mujer hermosa y no-
table, a la vez, por sus enor-
mes y largas orejas; doña M a g -
dalena Güemes, doña Loreto
Peón, doña J u a n a Torino, d o -
ña María Petrona Arias, joven
muy " d e a caballo" a quien lla-
maban " L a China", la que se
ocupaba en llevar correspon-
dencia secreta; doña Andrea
Zenarruza, mujer de Uriondo,
y, en fin, doña Toribia " L a
Linda", llamada así por su n o -
table belleza.
E s t a s señoras, que consti-
tuían lo descollante en el gru-
po de las patricias exaltadas —
corriendo con ellas el abun-
dante número de las mujeres
de la plebe, — se habían cons-
titilído en espías puntuales y
vigilantes, "para transmitir —
decía el mismo Pezuela — las
ocurrencias m á s diminutas del
ejército real", para atizar la
anarquía y desconfianzas en-
tre los oficiales españoles y
los americanos, y para envol-
verlo todo — personas, suce-
sos e invenciones — en la red
de una intriga enorme. N o h a -
bía reunión, ni visita, ni parte
alguna donde trataran con los
individuos del ejército o con
las familias realistas de su con-
fianza y amistad, donde no se
infiltrara su espíritu minador y
atrevido, t r a t a n d o de saber los
secretos o de formar alarmas.
Llegaron algunas hasta el ex-
tremo de entrar en pendencias
de amores — aunque con la
discreción necesaria, si eran
gente de calidad — para sedu-
cir oficiales; y, si lo eran de la
plebe, para hacer desertar sol-
dados o tomar revelaciones.
F u é resultado d e todo esto que
se adueñaron de los planes y
acuerdos del enemigo; porque
estaban al cabo hasta de lo que
pensaba en su lecho el gene-
ral. A«í, s u s avisos partían so-
bre verdad sabida y averi-
guada. Y se tenía conocimien-
to exacto del valor que cada
una de ellas guardaba en su
espíritu, lo mismo en cuanto
podía referirse a los sacrificios
personales coino a la veraci-
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 CA.R>^y y CARETAS
María
Escalada
hija de ''la gran señora'
EL padre de María Eu-
(fenia de Escalada de
María; Adolfo Carranza
nos dice: "Criollo cr>n
honradez y fortuna, de
buen porte y mejor jui-
cio, José de Escalada
debió ser hombre de
mérito, pues llegó a los
más altos cargos que
podían ocupar los naturales de la Colonia:
regidor, alcalde de primer voto, canciller
de la audiencia; desempeñando esas fun-
ciones, fué uno de los que en el Cabildo
abierto del 22 de mayo de 1810 participó
de las opiniones de los más avanzados y
dio su voto por la cesación del Virrey en
el mando, para que lo asumiese aquel
cuerpo como genuina representación del
pueblo. Su casa fué uno de los templos en
que se adoraba y bendecía a la patria y
a la libertad, durante la revolución, y en
ese hogar se anidó y dio alas al genio que
debía de ser libertador de medio conti-
nente. Murió, amado y respetado, en 1821,
y su esposa, la sobrina del virrey Vértiz,
llamada "la gran señora", había fallecido
en esta ciudad, la misma de su nacimien-
to, treinta y siete años antes .
Tal el origen, la cuna sin tacha y el
hogar ejemplar en que creció 1 .aria Eu-
genia de Escalada, una de las primeras pa-
tricias, una de las inolvidables damas que,
en las primeras manifestaciones del sen-
timiento popular, aparece declarando am-
plia y categóricamente los suyos, "con
alarde y entusiasmo sublimes", dice el
liistoriador.
Nació María Eugenia en esta ciudad,
I •' el 8 de septiembre de 1781, y, niña
aún, casó con don José de María,
el 7 de junio de 1797.
Eugenia de
de María,
A decir de los cronistas, era bella y,
más que bella, dignísima. La escasa al
par que escogidísima sociedad porteña de
aquella época estimábala y admirábala.
Fué una patricia, y su bolsa abierta estuvo
desde los primeros momentos para aten-
der las necesidades siempre apremiantes
de la Revolución. Hay en el Museo una
lista en la cual aparece oblando "dos
onzas de oro", y es de considerar lo que
aquel donativo significaría para la cpooa
y-los alcances de los potentados patricios
cuando en dicho documento se hace de
ella el más férvido de los elogios. . .
Los ejércitos que lucharon bajo los mu-
ros de Montevideo y en las lejanas esca-
brosidades del Alto P eru, en ella, como
en tantas otras mujeres ejeinplares, lo
tuvieron todo: el apoyo material y el aci-
cate moral.
Pero, mientras las armas patricias lu-
charon con ventaja, llevadera fué la tarea
de estas mujeres porteñas. El gran es-
fuerzo, la tarea ímproba y que tanto láa
ha enaltecido ante la posteridad, comen-
zó, empero, en 1812, cuando nuestros sol-
dados evacuaron el Paraguay, y nada ha-
lagadoras eran las noticias del que acam-
paba en los aledaños de Tucvimán. Enton-
ces fué de ver la energía y la temeridad
con que obraron, exponiéndose a más que
certeras represalias y realizando verdadero*
milagros para recaudar los fondos con que
se pagaron los arnnamentos encargados »
los Estados Unidos.
Luego llegó la ausencia del esposo, la
anarquía ahogó al sano patriotismo y, re-
conociendo lo que un alejamiento signi-
ficaba, María Eugenia de Escalada 'i
se retiró a su hogar, donde falle- ' '}
ció el 29 de octubre de 1822. ,;
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I L • <'c la Provincia, estaba la casa que fué
^ ^ ^ de don Francisco del Sar. E n ella se
comía diariamente en vajilla de plata: fuentes,
platos, tenedores, cucharas, todo era del blanco
metal, tan sólido que se decía que las fuentes
y los platos eran hechos en el Alto Perú. L o s
muebles de la sala eran dorados y con espejos,
y el piso se hallaba alfombrado como el de los
dormitorios, y hasta había un oratorio con per-
miso para oficiar misa. Poseía, además, el señor
del Sar, un coche con su tiro de muías, que
Kuardaba en una cochera de la calle Sarmiento,
entre San Martin y Reconquista. E n esc pesado
vehículo partía la familia para su quinta, situa-
da en las barrancas de la Recoleta, mirando ha-
•ia Palermo.
Esa quinta, con sus amplias (jalerías sobre la
barranca, su escahnata de ladrillo, sus corredo-
res interiores y sus infinitas habitaciones, era
(1 centro de reunión de una numerosa familia
le la cual el señor Francisco del Sar era el fun-
lador. Como el, otros tantos jefes de familia
ban a sus quintas cercanas, tanto en los abra-
sadores meses de verano como en los templa-
dos de la temporada invernal.
Al lado de la casa que fué de del Sar estaba
la de la antigua familia de H.scalada, cuyo salóai,
tapizado de damasco de seda amarilla, con do-
• idas cornisas y cenefas con flecos de seda,
cortinados en puertas y ventanas, espejos de
\'cnecia con ricos marcos y el techo de madera
blanca y dorada, presentaba ese aspecto serio,
.njoso y de buen gusto, característico de la ri-
(|iieza y del bienestar.
F-1 damasco y la plata entraban en los usos
domésticos, lo que pruel)a el lujo relativo de
as costumbres de la época. Si hasta los catres
tenían filetes de oro y ropaje d e damasco, ello
justifica que existía cierto esplendor.
La vajilla de plata para el servicio de las
lasas fué muy general en la época de la colo-
ia entre la gente rica. Después pasó la moda.
La casa de doña Mariquita Mendeville ( F l o -
rida, 273), no sólo era el centro de la mejor
ociedad, sino también una de las m,ís lujosas.
iu recordado salón, por el que desfilaron cinco
iieneracioncs, media unas trece varas de largo
lor seis de ancho. Del centro del techo pendía
una magnífica araña de plata bruñida, cuyas lu-
ces difundíanse ampliamente por todos los rin-
cones del salón, tapizado artísticamente. Tenía,
ambién, muebles tapizados con brocado ama-
ÍMO pálido y los cortinados y cenefas eran del
mismo color. Floreros y sahumerios en las rin-
coneras, altos espejos venecianos sobre consolas
le pie de cabra, y la gran chimenea francesa en
el centro completaban el a d o r n o de aquel sun-
tuoso salón donde hasta sesenta parejas llegaron
a bailar a un mismo tiempo un minué, la con-
radanza y la polca de variadas figuras.
La de doña Flora Azcuénaga fué también
suntuosa. Sus grandes .salones se hallaban tapi-
zados con "tisús", calentados en invierno — a
falta de chimeneas, que apenas se usaban — por
randes copones de reluciente bronce prendí-
los con carbón de leña. Se colocaban en el cen-
tro del salón y se quemaban en ellos las "pasti-
las de Lima", que abundaban entonces. Asi
•reparados, los salones recibían la m á s alta
lase social y política. La casa se hallaba situada
en Rivadavia y Florida.
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^tl^A iniciativas de un cele- San Vicente de I'aul conquistó peciales y algunas son propiedad
/% siátii"<i ílistin^íin'ílo.
la admiración de sus compañe- de las resiX'Ctivas conferencias.
^^^L fundóse cii B u e n o s ras de tareas, y la de los seres /-a señora Mauricia Iraola
"^^ • Aires, el 29 de julio <|uc merecieron ser protegidos donó una, para la conferencia
de 1889, la primera conferencia 4)or la benemérita entidad. A <le la Merced, que se encuentra
de San Vicente de Paul aten- ella dél)esc la creación del asilo en la calle Uustamantc y (jue es,
dida por damas argentinas. Lia- de Villa Devoto, verdadera man- sin duda, de las más grandes.
iiiál);i.sc dicho sacerdote Camilo sión donde numero.sos niños Sostienen las conferencias de
M. Jordán y pertenecía a la or- liuérfanos gozan de los liala.^íos .señoras de San Vicente de i'aul
den iesuitica. de un bogar. Falleció la señora otras instituciones. Una de ellas,
Una de las damas que más de KIortondo el 1' de julio de el "honie" de Santa Felicitas,
trabajó en las tarcas iniciales 1899, y sucediéronla en su deli- cuenta con instal.'iriones de pri-
fné doña Francisca 1-. de I'on- cado cargo las señoras Knri(|ue- mer orden; es digna de alaban-
cc de I^ón. ta Ixzica de Dorrego y Celina zas su regia capilla, y lo mismo
EXjfia Isabel ArnistroiiR; de üiistainante de üeláustegui. puede decirse de sus otras de-
Elortoiido fné la |)nniera presi- Numerosas "casas de |)obrcs" pendencias. Cumple también su
(íenta. Su padre, don Tomás diseminadas en toda la repúbli- generoso cometido un instituto
A r n i s t r o n R , liabia.se revelado ca son atendidas por la socie- de econonn'a doméstica y las ca-
hombre de .sentimientos piado.s<js, dad de San Vicente de Paul, sas para pobres vergonzantes.
y su acción en pro del asilo de con la eooparación de las her- I ^ r g a seria la li^ta de las olidas
Huérfanas Irlandesas se recuer- manas viccntiiias. Todas ellas bcnéfic.is instituidas por las con-
d a con veneración y resiieto. est'in -'^mii tidas a reui.iirei.itiK es- ferencias de señoras de San Vi-
Entre otros cargos, la señora cente de Paul, sociedad cjue
de KIortondo desempeñó el de cuenta en la actualidad con más
presidenta del colegio de Nueva / l e cinco mil socias y tiw goza en
i'omp'-ya, el de ¡a Sociedad de todo el país de un merecido pres-
San José, el de la sociedad pro- tigio. Hasta en los puntos más
tectora de pobres de Nu;'stra d.staiiles la sociedad ha alzado
Señora de la Merced y el de una obra digna del seniimiento
directora de las Hermanas Re- del eual nació; y en sus talleres,
ligiosas de San José. -Iñié ade- en sus asilos y en sus "homes"
más inspectora de varios esta- viven miles de seres ipu- irán
blecimientos y socia de numero- [)or la vida con la dignidad que
sas instituciones de ¡t'whd. les habría faltado a no mediar
, Su actuación «n la sociedad de la piadosa institueión.
£1 "honi«* d« Santa Felicitas.

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EN LA NOCHE— Por CESAR
^j 1» UBANTE la farde la mujer se
uV i 1 ''^''''* trepado varias veces a
I ^— I las colinas a mirar hacia lo-i
cuatro horizontes por si lle-
gaba su hombre. Ahí se <iue-
dara largo rato, oteando los
caminos con el ansia de des-
cubrir a la distancia un bulto
<iue avanza, un jinete (jue
apura la marcha para Kegar
cuanto antes. Y nada, n a d i e . . . ¿ P o r qué de-
moraba tanto? T r e s días y tres noches sin sa'icr
nada de él. l'rimero fué la duda (|ue e n t e n é b r e l e
el alma; después, la inquietud que muerde y ta-
ladra adentro; luego, la angustia que se enrosca
a la g a r g a n t a a modo de una serinente,
P e r o su marido tenía que volver vivo o muer-
t o . Si vivo, arreando ese caballo niañosu que
siempre saltaba las pircas del corral y las tainas
del rastrojo para "botarse al m o n t e " , indóniito,
ansioso de pradera y del agua de los torrentes.
Si muerto, ventlria sobre la muía, abrazado a
ella como a una madre, ya que el rastreador
nunca descendía de sn c.iba'Kadnra.
P e r o se puso el sol, y el h o m b r e tampoco
llegó. La mujer bajó del coliado y entró en el
rancho. Llegó j u n t o al fuego. Ahí estaban sus
dos hijos j u g a n d o con un perro. Al ver .i la
-nírrr
K.'^r/NJ^
CARRIZO
madre, af'igida, se acercaron a ella tomándola
(Id vestido en la actitud de los polluelos que
buscan amparo bajo el ala de la gallina Kslo
la llenó de exlrafteza. ¿ P o r «pié sus cbiros pare-
cían como protegerse de un espíritu malandante,
i|Ue ronda la casa y flota en el aire? Y p e n s ó :
Así como los animales — seres inocentes — ven
;n la noche, y escuchan en el silencio, y descu-
bren a la distancia la presencia de seres invi-
sibles, así los niilos, acaso ven o presienten la
llef>ada de la fatalidad. De otra m a n e r a : ¿por
(|ué sus chicos de pronto dejaban de jugar y se
amparaban en ella?
La primera noche caía sobre el yalle, Poco a
()oco desaparecía la forma, el contorno de las
cosas. Y la m o n t a ñ a misma no fué sino un telón
de sombras.
A la prima noche siguió la infinita y triste
de los que esperan. La mujer hizo acostar a sus
hijos, y volvió j u n t o al hojíar. Ahi se puso, hic-
rática, a escuchar la canción del fuego, y a ver
la danza de las llamas. ¿ Q u é decían en su lengua
ardiente y sibilina? ¿ Q u é SÍKIIOS, propicii s o
inipropicios, trazaban en el aire las fláinulas que
bailan? La mujer, al no poder descifrar el mis-
terio del fuego, salió de la cocina y se alejó de
la casa.
T r e p ó a una colina. Se sentó sobrC' un peñón,
 C A R A / Y CARETAy
y ahi esperó en vano. Ya la angustia la ahogaba, y jucrtes al condenao, dcsiando que se apareciera
cuando, buscando un consuelo, levantó los ojos en el camino pa ver (juién es m á s valiente.
al cielo. Allá resplandecían los astros innume- — ¡Vida! H o m b r e y m e d i o . . .
rables, de luz policroma; unos astros (pie dijéra- — Pero ¡pa cuándo! El diablo no apareció,
se habían descendido sobre la montaña, a in- l)(H-<|ue es cobarde y lo ataca a uno a traición,
crustarse en la piedra, de tal suerte que el mon- por la espalda, en la noche, cuando n.iide lo ve.
to aparecía nimbado con una corona de rul)ii's, Y así entré en la quebrada de las T r e s Cruces
esmeraldas, topacios, áwatas y diamantes. ¡Y al anochecer. Andaría dos leguas, cuando la no-
cuánta grandeza y silencio en la noche', l.a mu- che oscura me tapó, y ya no se veían ni las
jer se sintió agobiada y presa de un terror ex- manos. Al llegar a la "Aguadila" sentí un ca-
traño. Quiso ponerse de pie y no pudo, cuando bifrio, y jué como si una mano de hierro y de
he a(pn' <iue algo vino a salvarla: hasta sus oídos, nieve n\e pasara por la espalda. Sujeté la muía,
hasta su corazón, llegó la voz lejana y doliente ijue marchaba casi al galojic, rund)o a la que-
de un hombre que cantaba una vidala. r e ( i c i a . . . Saqué la daga, creyendo que alguien
lira él, su compañero. Y la canción se acer- me perseguía. ¡Nada, naide! Seguí, y de nuevo
caba, llenando toda la (piebrada con su melodía el calofrío, y \in nudo en la garganta. Desimé»
penetrante. Sí, era su hombre, su amor ausente un m i e d o . . .
el (juo daba a la noche y a la soledad, en una — ¿Miedo tú, mi hombre?
vidala, toda la herencia, todo el dolor y el querer — Si, un miedo nunca sentido. Kra como si
ríe la raza. . . una garra me apretara el corazón; como si un
Sin embargo, no dejó de extrañarle. ¿ P o r <|ué lazo se me liara al cuerpo, a t á n d o m e brazos y
esa noche cantaba con voz tan acordada cuanto ¡liernas. V a no ser la muía, que es rumbiadora
dolorida? ¿ H a b í a en- y conoce al amo cuando
contrado un tesoro en el anda en la mala, cuasi,
campo? ¿Había logrado cuasi me caigo.
echarle el lazo al cab illc — ¡Qué cosa!, ¿no?
zahareño? ¿ O bien ni una — T ú sabís (pie yo
cosa ni otra, y sólo iraí.i nunca he tenío miedo.
unas copas de aguar- — Nunca.
diente en el pecho? Y, — Y a decir verdá, no
para cerciorarse del todo. me importaba ya mi
l)ajó corriendo de la co- vida, sino la tuya y la
lina, y fué a encontrarlo. de mis hijos. Morirme
— ¡Al fin vueives, vi- así en el cami)o, como
da! ¿ P o r qué has dcmo- un caballo deslomao, le-
rao tanto? j o s de la casa, dejándo-
— Ya te contaré. te sola en el m u n d o . . .
Y el hombre S Í ence- — ¿Y por qué no re-
r r ó en el mutismo hasta zaste?
que llegaron a la casa. — P o r q u e liabía per-
— D e s e n s í l l a m e la dió el sentido. Y cuando
muía, que vengo cansao. no me quedaba ya ni
^La mujer asi lo hizo, acción en los brazos, ni
y v o l v i ó junto a su coraje en el alma, en un
compañero. derrepente me acordé
— Vida, ¿qué tenis? de un consejo de mi ta-
— N a d a : agora nad:i. ta que me decía: " N o
— ¿Cómo te jué? hay mejor compaña en
— Mal. C:impii/ to-l.í el campo que una vidala.
el día al malacara, sin Puede más <iue el pu-
encontrar rastro. Al si- ñal." Y me vine cantan-
guiente, al fin descul;rí do. Se me volvió el al-
que las huellas del caba- ma al cuerpo y el coraje
llo se iban p'arriba. Se a los puños. Se me ]\ic
gui todo esc ili.i tras el el m i e d o . . .
rastro, pero como si jue-
ra c^sa del diablo, las N . • ,-' .
• huellas aparecían «•\>-c
las piedras y se metían
en las breñas. Se tue lui-
btó líi vista de rabia. Me
L A mujer lo escucha-
ba atenta. Tenía los
ojos húmedos. Iba
a llorar sin saber por
bajé de la muía y me (|ué, y contuvo el llanto.
abrí paso entre los car- Y cual si ipiisíera con-
dones y garabatos, cu- vencerse (|ue su hombre
chillo en mano. Pero el estaba ahí, sano y salvo;
caballo no aparecía. Y que era él quien le ha-
ya no dudé (¡ue aqueKo blab.a y no su alma, le
era cosa del diablo. acarició las manos re-
"Salí de entre los ga- cias, los brazos fuertes,
rabato.s y cardones, cíio- la cabeza tamaña. Des-
rrcando sangre, y la ro- pués le enlazó los bra-
pa, hilachas.
0 - ^ t ^3 twX -^ Crt-'vn^*^'^^? zos al cuello, y se quedó
— i Pobrecito! mirándolo cu los ojos,
como una m.idre o como
— M o n t é en la mu!.x;
• AfAKi ua l A u o un perro fiel.
le eché unos ojos fieros Di u u j o s
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"Xa serenata a Mlanuellta ^osas

^^^¡1^ NTRE las serenatas de
JK4 todo calibre que lii-
Bt cieroii época en Huc-
^^^ nos Aires, se recuer-
da u n a , m a g n a por cierto, y
única cutre nosotros, l ' n gran
piano de los llamados "pierna
de clazóu" anduvo triunfal-
niente por estas calles en hom-
bros d e c u a t r o gallcRos for-
nidos a q u i e n e s t u r n a b a n
otros tantos negros. Afanueli-
ta Rosas recil)ió la primicia de
esta novedad.
T a n original idea surgió en-
tre un grupo de asiduos con-
currentes al café de Munilla
(antes de Mallco), cuyo pro-
pietario, además de su carác-
ter jovial y decidor, tenia ex-
tremada afición por el piano,
a tal punto que su habitación
particular, donde guardaba su
i n s t r u m e n t o favorito, era el
centro de reunión de gran nú-
niero de aficionados.
Nacer la idea y llevarse a
cabo todo fué uno. A las do-
ce en i)unto de esa misma no-
che (víspera de Navidad), con-
venidas de antemano las pie-
zas que habian de cantarse y
por (¡uién, salvó el umbral del
antiguo café de Mallco el pe-
sado piano de Munilla, seguido
por m á s de doscientos acom-
pañantes y (le algunos sir-
vientes con músicas, atriles,
faroles, etc.
Los pritrcros pasos de la
comitiva fueron hacia la mo-
rada del gobernador para dar
a su iiija la primera serenata,
pues si bien Rosas por enton-
ces lio había mostrado del to-
do sus uñas, se le empezaba
a temer y era conveniente ob-
tener su venia o aprobación,
tan siíiuicra de una manera in-
directa.
Por supuesto que los inicia-
dores de la original humorada
no esperaban ser tan bien re-
cibidos y agasajados, y de ahí
que Rivero y N a v a r r o en el
piano, como Oyueía, Cabra!,
VVilde y Miró, en el canto,
estuvieran aquella noche ad-
mirables en la ejecución de
sus partes respectivas.
Satisfechos del éxito obte-
nido, se retiraron de casa del
Restaurador para dirigirse a
las de las familias de la rela-
ción de cada u n o de los q u e
tomaban parte en este nuevo
modo de dar serenatas.
La marcha que llevaba esta
especie de procesión, que duró
toda la noche, era curiosa.
iMcntc ya a la casa convenida,
se aproximaba el piano con
todo sigilo y prontitud; se
arreglaban los atriles, la par-
titura y los faroles. Kl pianis-
ta de turno tomaba asiento y
los designados iKira el canto
su correspondiente ubicación.
Terminada la serenata, venia
la recompensa, es decir, los
agradecimientos, las felicita-
ciones por la idea y . . . la m a r
en coclie. iCon la música a
otra parte!
Una noche la aventura terminó
de una manera graciosa, que
merece ser relatada.
La familia a quien iba a dar-
se la serenata vivía en casa de
altos, lo que hasta cierto pun-
to presentaba sus inconvenien-
tes, pero como la noche era
calurosa, s u s moradores dor-
mían con los balcones abiertos.
lista circunstancia favoreció
el intento.
'J'erminado el canto, cuál n o
seria la sorpresa de mirones
y aficionados cuando la r c s -
liuesta inmediata fué un pre-
ludio en el piano desde los
altos, seguido de la cavatina:
" U n a voce poco fa". . . del in-
mortal "Barbero de Sevilla", de
Rossini.

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V/\ULJLILI\/IJ UL,n.^^\^^JO protiado. que el emblanquecimiento de los cabellos no es otra
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La Loción Brillante por su poderos.i acción tónica y anti.scptica, obrando directamente sobre el bulbo,
es un excelente renovad r de los cabellos, barba y bigotes blancos o grisáceos, devolviéndoles el color
natural primitivo sin necesidad de pintarse, suavizándolos y dándoles al mismo tiempo un brillo admirable.
Los cabellos grisáceos son simplemente cabellos sin color. La
CABELLOS GRISÁCEOS ciencia nos enseña que si un cierto y original procedimien-
to en la raíz, no fuera causado por los sufrimientos íisicos y morales, conmociones, o por la edad avan-
zada, los cabellos jamás se volverían gris y conserv.aían el color natural durante toda la vida. Lo»
cabellos tienen el color rubio, castaño o negro debido a la presencia de una materia colorante en U
infinidad de células que existen en tas raices; mas una vez que falte este elemento, por los motivos
a que encima nos referimos o por alguna enfermed id. la pigmentación disminuye y no se verifica la
coloración de los cabel'.os. El resulta<lo es iiiie el ca'iello se vuelve flojo y gris. La I.XKÍón Brillante,
admir.^b'e descubrimiento de a ciencia, subst tuye con mucha ventaja esta pigmentación natural devolvién-
doles el color primitivo a los cabellos g ises o ile^color d s. .N' > es una tintura vulgar. El uso es muy agra<bble.

CASPA-CAÍDA DE LOS CABELLOS í^ur::^j-r™?mSierían^;

como resultado la caída de los cabe,los Entre todas la más común es la caspa. La Loción Brillante con-
serva los cabellos, cura las afecciones parasitarias y destruye radicalmente la caspa, dejando la cabeza
limpia y fresca. La Loción Brillante evita la caida de ¡os cabellos y los fortifica.
f A I V l f Ip ^ " '<" casos de calvicie, con tres o cuatro semanas de aplicación consecutiva,
^ ' * ^ ' I V l ü tmpieza la parte calva a cubrirse con el crecimiento de los cabellos. !,« Loción
Brillante a hecho brotar cabellos después de periodos de calvicie de meses, y hasta de años. Ella ac-
ti'ia estimulando los poros peí .sos, y existiendo elementos de vida, los cabellos brotan nuevamente.
Eu' todas las calvicies causadas
SEBORREA Y OTRAS ENFERMEDADES por la .seborrea u otras enferme-
dades del cuero cabelludo. los cabelKs caen, o mejor dicho se Jesipretiden de la raíz. En su lugar
nace una pelusa que según las circunsl.incias y cuidado puede crecer o degenerar. La Ixición Brillante
extermina el germen de la Seborrea y otros microbios, suprime la sensación del prurito y tonifica las
raices de los c.abell -s imiiidiendo su caída.
T p i f U A p T I I f\CI< Kxiste también una enfermedad qti; en lugar de causar la caida de
* ***^***'* I H J V U L I II„ cabellos los hiende o parte. Pueden partir en el m e d i o dtl ca-
bello, como también en la cxtremidid. y presenta un aspecto de plumero, debido a la disgregación de
las fibras. Todavía los cabellos serán ^ r t i s . feos y sin vida Esa enfermedad tiene, el nombre de
T R I C H O P T I L O S E y es vulgarmente conocid i como cabellos espigados. La Loción Brillante debido
a su alto poder antiséptico y t mificante. cura fá.ilmente esta enfermedad, dando vitalidad a lo» ca-
bellos dejándolos suaves, lustrosos y hermosos a la vista.

Ventajas de la "Loción Brillante" M A N E R A DE U S A R S E

1 ' — E * abBolutanu'nte inofensiva, pudiendo iier
«mpleada diariamente y por ticmtKj indotfrminado,
purqup «u acción o» aivmpre benéfica.
2 ' — No mancha la piel, ni quema los cabellua
como sucede con otros rvmedios que contienen ni-
trato de plata y otra» salea noriva».
8 » — L a aeclAn vivificante lobre lo» cabellos
blancoa, doicotorido» o srisea, empieta a manifon-
tarae aiete ú ocho diaa despuén dando nuevamente
el color natural primitivo, cradual y progresivamenti'.
4» — El perfume e« dclleioBO y no contieno aceite
ni Rrasaa de ninsuna especie, que, como bien sa
sabe perjudican la talud de los cabellos.
Antt-» de aiWicar la Loción Ilrillantc pur la prl«
mora vvz, OH conveniente lavar bien la caber.» con
aKua y jabón y dejarla socar bien. I41 Loción
RrilUnte puede ler usada haciendo fríccionea oumo
cuftlMuitr loción, pero e« preferible el modo Ktuui*>n*
te: Erhaut! media cuchara de las de Mopa, o mt-noa,
on un platillo y con un pegueiVi cepillo o ciipunja,
embebida de Loción Brillante frircMnaüe el cuero
cabelludo, bien junto a la raÍK capilar, dejando Ift
(•al)í'T.a dt-Kiiiblerla hanla aecar,
OD17\/rKTr'I/^M No acepUr nada qo« BA
rlXliiVE.nU'lV^l^ ,ifBo ser la -misma co^a"
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TRA salteña de nit-ii-
tos inolvidables y te-
naz en su entusias-
m o por la causa de
la e i i i a n c i p a c i ó n fué doña
Gertrudis Medeiro de Cornejo,
hija de una de las principales
familias de Salla, y ciuc casó
en 1799 con don J u a n F e r n á n -
dez Cornejo, que venia pres-
taiulo servicios al lado de su
padre, en las campañas al de-
lierto chaqucfio, en las diver-
l a s exploraciones que se hicie-
ron, a fines del siglo X V I I [,
y en los ataques llevados con-
tra los indios para defender las
fronteras, poco tiempo des-
pués.
Cuando llegaron a la lejana
provincia las noticias relativas
al movimiento revolucionario,
Cornejo se apresuró a ofrecer
l u s servicios al nuevo gobier-
no y se puso a disposición de
la J u n t a .
E n t o n c e s su esposa, doña
Gertrudis Medeiros, le acom-
p a ñ ó en el entusiasmo para
concurrir al mejor servicio de
los intereses de la Revolución.
Al quedarse viuda en 1811', no
dejó de ayudar a los ejércitos
patrios, padeciendo por ello
tremendas persecuciones, ver-
A. O E H R T M A N N
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pl-, $ 2 5 — ! de I pl.. S 2 0 . -
CARA/' Y CÁftETAr,
casi
gonzosos saqueos y aún la cár-
cel. T a m a ñ o s vejámenes y su-
frimientos no bastaron para
(|uebrar su altivez ni extinguir
el fuego del patriotismo. P o -
bre y olvidada falleció en T u -
cumán, sin haber alcanzado la
reparación a su fortuna ni ali-
vio a sus necesidades.
Cuenta la tradición que ha-
lló Castclli, al alojarse en la
posta de Manugasta, una cam-
pesina santiagueña tan entra-
da en amor por la causa re-
volucionaria, que no quería
contar los años que tenía de
edad, sino desde el día 25 de
Mayo de 1810, que para su
entender era la verdadera fe-
cha de todo argentino, y por
mucho que quisieron entrarla
en la razón de que su naci-
miento databa de algunos años
anteriores a 1810, la campesi-
na se empecinó en su idea.
* cond)ate de la Lagunilla, en
La santafecina Gregoria P é -
rez de Denis, ofreció todos los
bienes que poseía en E n t r e
Ríos al general Belgrano, que
como j e f e d e la expedición
libertadora m a r c h ó al P a r a -
guay. Al hacerlo, decía: "La
viuda de don J u a n Ventura
- Bueno* Aire* - Ca«a I m p o r t a d o r .
•I,
VBROADBHO
BANDONEÓN
LEGITIMO
Rosiniiic
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DE HIERRO Y ACERO
C O R R I E N T E S . 2 5 7 0
U. T. (47» Cuvo. 2022 - Biimoa Airea
Comprando direetamento on la lábrira
ka ahorra ta ganancia dat intarmadiario.
PIDAN C A T AL O G O N*
olvidabas
Denis logra el honor de salu-
dar a V. E. para poner a la
orden y disposición de V. E .
sus haciendas, casas y criados,
desde el río Feliciano hasta el
Puesto de las Estacas, en cuyo
trecho es V. E . el dueño de
mis cortos bienes, para que
con ellos pueda auxiliar al
ejército <le su mando, sin in-
terés a l g u n o . . . "
N o podemos aquí, por care-
cer del necesario e s p a c i o ,
transcribir las emocionantes
consideraciones de orden pa-
triótico que, para dar sus bie-
nes a la causa nacional, hacia
tan generosa y decidida señora.
*
Olivia Bamonde, haciendo
desprecio de peligros y sole-
dades, cruzó campos para ha-
llar a su h e r m a n o herido en
Fuerte Lavayén, donde queda-
ra abandonado, y lo puso en
salvo, acompañándole en el
donde murió en sus brazos.
•
T a m b i é n , son dignas de re-
cordación las señoritas de T o -
ledo, salteñas que en 181S ar-
maron a los indios para con-
tener los húsares de la van-
guardia realista d« Valdez.
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Atenta: JOSÉ CAUSA Cevallos, 258 • Buenoi AlrM
 CAR/sy Y CARtTA^
Qertrudis
JVLedeir os
d Fernández
M V
P o B I{ E
OLVIDADA
RQUETIPO de mujer
valerosa y abnegada
fué doña G e r t r u d i s
Medeiros de Fernán-
dez Cornejo. Ninguna
como ella en los tur-
bulentos días de la
Revolución supo lu-
char tan d e n o d a d a
c o m o desinteresada-
mente. Su existencia,
cual la de un soldado, abundó en dolorosas
contingencias. Fué perseguida y ultrajada;
hostigada y envilecida. Todo lo perdió, ex-
cepción hecha de su patriotismo, y murió,
pobre y olvidada, casi como una mendiga.
Era salteña, viuda de un militar valien-
te > uno de los primeros más decididos y
«rdorosos partidarios de la independencia.
Doña Gertrudis, valerosa y enérgica-
mente, se empeñó en ocupar el puesto que
en las débiles pero gloriosas filas patrio-
las dejara el compañero de su vida. An-
tes cuantiosas y repetidas donaciones, si
no hfibían concluido con su hacienda en
provecho Je la patria, era indudable que
mucho habíanle restado a su fortuna. Pero
era en vano. Para esta mujer de temple
extraordinario las necesidades de la na-
ciente república estaban muy por encima
de los intereses particulares. La patria
ante todo, aunque con ello se con-
cluyeran todas las fortunas del
presente y del porvenir.
Sus ideas, sus actos, exponía-
los públicamente en Salta.
Los partidarios de los es-
pañoles, que eran mu-
chos en S a l t a , co-
Cornejo
K 1 o
Y
menzaron a mirarla con recelo y con odio.
En 1812, esta inquina, este rencor, se
manifestó por vex primera con toda su
injustificada violencia. El avance musitado
del ejército español la encontró en su es-
tancia, a pocas leguas de la ciudad. No le
quedó tiempo material para huir. Los rea-
listas la arrancaron del hogar, la encarce-
laron, destruyeron su hacienda, y de la casa
solariega en la ciudad de Salta no que-
dó, materialmente hablando, piedra sobre
piedra.
Mas el juego de la guerra tiene sus al-
ternativas. Hoy uno, mañana el otro. Esto,
precisamente, es lo que acaeció. El gene-
ral Belgrano derrotó a los realistas, y así
la noble dama vióse fuera de su cautiverio,
pero sumida en la miseria.
Sin sus hijas, hubiérase brindado como
amazona a G ü e m c s . . .
En 1814 otra partida realista se encargó
de destruir lo poco que en su estancia que-
daba en pie. Gertrudis hizo lo que pudo
para alejarlos, pero fué derrotada y hecha
prisionera, trasladándola a Jujuy.
En esta ciudad, aprovechando su rela-
tiva libertad, sirvió de espía a los patrio-
tas. Güemes tuvo en ella un auxiliar eficaz.
Al fin, cuando los realistas evacuaron
Jujuy, consiguió huir. Vuelta a la ciu-
dad natal, se encontró con sus hijas,
pobre y desamparada.
En 1817, ante una nueva inva-
sión de los españoles, se trasla-
dó a Tucumán, donde falleció,
mísera y olvidada, sin que
ningún patriota le dispen-
sara la protección que
harto se m e r e c í a .
 Spisodios de la Vida de %eina-> — No, 5

Primera Comunión
La fragancia del Jabón Reu-
ter es delicada y sutil. Da al
cutis un perfume exquisito
que perdura mucho tiem-
e. ' n el hogar de Reina rebosaba la alegría.
El día escogido para hacer su primera comunión
había llegado. Y Reina fué a la Santa Mesa con-
po. La mujer elegante lo
usa en el tocador y el baño; trita y fervorosa á recibir del sacerdote la sagrada
y las madres le han consi- hostia. Con toda la unción de su alma juvenil, su
derado, desde hace algunas
generaciones, como comple- pensamiento se elevaba en aquellos solemnes mo-
mento necesario para prote- mentos hasta la mansión divina, mientras su rostro
ger el delicado cutis de sus
pcqueñuelos. La creciente reflejaba la dulce placidez de la inocencia, Fué una
deinanda del jabón Reuler gran fiesta espiritual a cuya esplendidez contribu-
es la mejor recomendación.
yeron los himnos religiosos cantados |en el coro,
ios adornos florales del templo y la numerosa con-
currencia de fieles.

70 centavo* cada jabón

Rcprttenianies ILLA Y CIA„

Mflipú 73, Butnot Airti REÜTER
 T A R A f Y CARETA/

TLa 3f<irtttan6a6 6e la Santa <rarl6a6

4^^^ NTKS (lol año 1727 —
Za y nos guiamos por
. ^ ^ %^ los intiTcsaiiti's estu-
•• '^ ^ dios históricos de don
Victiitc ü . yuesada — y cs|x.-
cialniciiíe cii épocas do ciililc-
lilla, los pobres <iuc aparecían
niiKTtos en sitios públicos eran
llevados a su última morada
arrastrados a las colas de los
caballos. Un Iioiujrablc ci.ala-
dano, don Juan Guillermo (¡ti-
tiérroz (jonzález y Aragón,
hombre de reconocidas virtudes,
después de concebir la forma-
ción do una Hermandad de la
Santa Caridad, invitó a distin-
guidos vecinos a una reunión
íntima y con ellos presentóse
al gobernador Hmiio Mauricio
de Zavala y al obisixi Fajardo.
Sus gestiones obtuvieron el más
franco éxito. El gobernador y
el obispo autorizaron la crea-
ción de la ejitidad benéfica y,
por una real cédula del 16 de
octubre de 1754, ja Hermandad
«luedó constituida.
Instalóse primero en la pa-
rroquia de San Juan, y más tar-
de en el barrio alto de San Pe-
dro. Años después .se ad(|tiirió
«1 terreno donde istá hoy situa-
da la iglesia de San Miguel, y
en él fueron enterrados los mi-
serables.
I.a generosidad del presbítero
(iüiizálcz no siempre halló eco
proiiicio a sus intenciones, pero
aninlado jior su iilcal, no supo
de desfallecimientos. Asi le ve-
mos ayudando constantemente a
los menesterosos, en i)crjuicio
de sus propios bienes, con los
cuales contribuyó en todo mo-
mento a la caridad pública, co-
mo lo comprueban documentos
de la época, en modo especial
los relativos a su incorixiración
ai clero de a(|uel entonces. Sus
ideales religiosos no acusaban
una rigidez que permitiesen una
d e f i n i c i ó n e.xacta de su ca.
rácter, y eso fué cau.sa de que
sus actividades provocasen al-
virrainato.
guiias resistencias. A jicsar de
ello, supo hallar medios para
aliviar las angustias de los me-
nesterosos y. además de los en-
terratorios gratuito.s a que he-
mos hecho referencia, construyó
una sala de doce camas p.ua
hospitalizar a otras tantas muje-
res huérfanas de hogar y de
cuidados. Y — ¡gesto luagiiífi-
co! — para mantener lo que po-
dríamos llamar un pequeño hos-
pital, vióse obligado a implorar
limosnas por las calles de lUic-
nos Aires.
La Hermandad de la Santa
("aridad y la pequeña sala del
presbítero González pueden ser
consideradas como las primeras
instituciones Ix^néficas organiza-
das por obra de un filántropo,
y esto no significa desconocer
la meritoria labor realizada an-
teriormente por las autoridades
creadoras de la Casa de Huér-
fanos, del Hospital San Mar-
tín y de otros asilos y nosoco-
mios sostenidos por las auto-
ridades del virreinato en cola-
boración con distinguidas ma-
tronas y con padres de la Igle-
••ia que, romo los jesuítas y los
lietlilemítas, consolidaron las ba-
ses de las in.stifuciones carita-
tivas del Río de la Plata.

Casa&íbar^
TACUARI, 24 BUENOS AIRES
Acaba de recibir la nián extensa y hernioaa

(fémi/ímon
colección de joyaa para regaloa.

ITn ina<i«Je con Créme Simón

^ BH una curicitt puiM el roHlru.
Ni seca, ut ^'r^^ll•llta,Hill()de uim iiiittioiiiflip
perrcetup.traprntítiHreii lospoiutiile lajilcl,
138 - P o n d i u n t e s
Real Efbar, damas*
La CRÉME SIMÓN 710 . Gemelos Real
Eibar» damasquina. q u i n a d o s en oro
Tlvillca la eplüerniin, la iiMHTÍ7.a, y realza dos en oro puro, puro, dibujo^ á-abe.
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S4)i>() i>R RUPt-R». — lixtiéiiilain sobre la
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 C A R A / Y CARETA/

Un litro vende otro

ALGO debe existir cuando un automovilista
J\. que usa una vez "Standard" Motor Oil no
"Un p«»f*o
vuelve a usar ningún otro lubrificante. Esto equi-
u n litro'' vale a decir que un litro de "Standard" Motor
Oil vende otro.
La razón, sencillamente explicada,es la siguiente:
Nadie, en ninguna parte del mundo, puede mos-
trar un motor destrozado por la Fricción y decin
"Este m o t o r fué lubrificado coa " S t a n d a r d "
Motor Oil." Jamás existió un motor que, lu-
brificado con "Standard" Motor Oil y éste cam-
biado regularmente, haya sido víctima de la
fuerza destructora originada por las superficies
"Guíese por esta marca" metálicas rozantes entre si. La Fricción y el
"Standard" Motor Oil, simplemente, no pueden
existir en el mismo sitio.

Uñase Vd. a los millones de personas económicas

STANDARD prácticas que rellenan el cárter del motor con
"Standard" Motor Oil cada 1000 Kms. Vd. mis-
mo se convencerá de que "un litro vende otro".

West India Oil Company

"STANDARD"MOTOR OIL
V /
 "^rhmaitas 6e la ^efeti^a fatrla
los papeles de la co-respon-

O
cvi-ADA S a l t a por P c - vando partes y trayendo nue-
zucla, duro le era a vas. Cosa igual prarticaba do- dencia, que colocaban en el
este general contra- ña Loreto Peón, corriendo las árbol sin ser vistas. Burela,
rrestar la acción <|ue plazas fuertes, em|>loaiulo pa- <|uc tenía un gaucho instruido
desde la misma plaza desarro- ra hacerlo los inagolal)les re- en el secreto, recogíalas con
ll.iljaii las patricias, haciendo cursos de su vivísimo ingenio; idéntica s o l i c i t u d , y dejaba
enorme daño en la causa rea- llevando, por ejemplo, los pa- allí las de su ladn, para sus
lista. Kntre ln'is(iuedas y es- peles de las comunicaciones averiguaciones, que las mismas
I)¡oiiajcs, sospecliada fue doña ocultos en el ruedo de su po- fámulas encargábanse de in-
J u a n a Moro. N o se le pudí) llera. Vio que Salta neccsiiaba troducir luego a la ciudail.
probar nada, pero con lo <|ue una comunicación casi diaria A veces necesitábase saber
un año antes lial>ia ocurrido d e las o c u r r e n c i a s d e la p l a z a , qué n ú m e r o de tropas tenía el
con el niarqués de Yavi, y la y para que resultase fácil y enemigo en Jujuy. Entonces
volu'incncia de las sospechas, m á s segura, ideó establecer un aparecía en las calles jujeñas
determináronse a incomunicar- curioso buzón. Y de acuerdo una mujer de finas formas, ta-
la; pero de una manera que le con los gauchos s i t i a d o r e s lla elevada, ojos azules, ves-
fuera con ello la vida. l'"mpa- abrióse el hueco de un árbol tida scgím la gente humilde
rcdándola en su propia casa, en la ribera del río Arias, en y menesterosa, vendiendo pan
cerrándole con m u r a l l a !a las goteras mismas de la ciu- hecho por sus manos. Asi,
puerta de c a l l e , a f i n d e dad. ICl hueco, disimulado há- vendiendo en los c u a r t e l e s ,
que así quedara más secura bil y convenientemente, deja- presenciaba lista, y segi'in oía
y pereciera de hanihre. La fa- ba lugar como para introducir "presente" anotaba con maíz
milia colindante, dolida de su la mano; y mediante la ta- suelto que llevaba en una do-
suerte, aunque realista — co- pa que se hizo con la propia ble bolsa, oculta en la faltri-
mo en las sociedades reducidas corteza, quedaba invisible, .S,i- quera. Con eso, podía infor-
todo «ira sobre vínculos de vió el invento en todas las in- mar cuántos hombres tenía
parentesco y amistad, •— lio- vasiones e hizo su oficio sin I'ezuela, Olañeta o Lascrtia.
ratló la pared intermedia, fa- que j a m á s los realistas se per- Llegaba hasta los colocpiio.?
voreció por allí sus necesida- cataran de él. E r a costumbre (¡asionales — equidistante de
des y le salvó la vida. mandar las criadas para lavar toda debilidad — para sonsa-
O t r a s o c a s i o n e s hubo en la ropa al río, o llevar el aRua car a los militares, cosa que lo
que, bajo el disfraz de gaucho para el servicio casero. l''sas hizo con todo éxito, llegando a
joven e inocente, penetraba en criadas, fieles a sus señoras, sal)er cuantos secretos guarda-
las plazas de Jujuy y de ü r á n , patriotas entusiastas, condu- ban los realistas y cuales desig-
ocupadas por el enemigo, lle- cían con la ropa o el cántaro nios tenían cada día.

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ÁDOMIHOCENCIA
POR JULIO
A'C saber, vieja, que me largué al campo,
como de costumbre, pa recrear mis senti-
dos, cansao del tufo'e la ciudá, y cosa'e
(|ue la cabeza, ganándosele ya las chifla-
diira'e la ueuro, tanto zonciar con la pluma y otros
c|ueliaceres cargosos y fatigosos, como siempre le
dije <|iic me reventaban bastante, y cosa'e que la ca-
beza, como le decía, se alivianase antc'e que se en.
fcmiasc del todo. Güeno, pues... Fui alargando
la partida, fui liquidando los encargues, fui (wlpi-
lando, por minutos, la hora'c tomar la valija y el
tren. Güeno, pues... y lleno'c consejos de la pa-
trona (ya sabe lo que nos gusta andar sueltos, y
que nos da por sentirnos, así, solitos y de viaje,
como colegiales en vacación), monte nel auto pa
Constitución, largué la platita, me dieron el carton-
cito'cl pasaje, me acommlc en el vagón, sudé basta
que arrancaran aquellas jaulas de al lao del an-
dén... (ipucba, si parece que lo tuvieran a uno
nel infierno, cocinándose, como p'apreciar, después
de la penitencia, el goce'el paraíso, lo (|i!c ruedan
los cosos esos y van entrando a una candía más li-
b r e ! ) . . . Y así nos fuimo'arrimando a la vía con
pastito; y meta resoplar y echar humo, la fuellu-
da'e adelante; y dele tragar tierra, no más, como
pa dirme curtiendo otra vez el cuerito morocho
y medio aceitunao de que dispongo pal uso'c too
el año; y pase este pueblo y pase l'otro, como di-
CAMPERAS .•
CRUZ GIi I O
vidiéndolos en dos, a toda juria, como divirtiéndo-
se en ir cortándolos y atropellándolos; y, allá, ras-
pándole a los treinta kilómetros, u séase las sais
leguas del hcrvidero'e la Metrópoli, paró el duetí-
de y bajé.
Güeno, pues. El mismo cochero, el mismo bre-
que, los mismos caballos barrosos y sus ataduras
de veinti años... Don Jota po aquí, don Ene po
allá... Taba estribando, pero me acordé y me dije:
— 1 No has'Ilcgar con las manos vacidas; llé-
vale a la vieja sus cigarritos!
Dentré al boliche, ¡)cdí, coiupré...
Dil)a, por el medio'el campo, entre que i)or el
Rial, la calle angosta y el tambo a<|uol, grandote,
¡K) ande dejan dentrar por el eterno mal paso,
soñando con cosas lindas; y lo que me sacudía
el aire el olor de la vaca y el verde cnflorao, la
i'inica rabia que me daba era'e ser cajetilla viejo y
no gaucho como pa lo que sin duda nací, errán-
dole la vocación; aura, que yo ni pa ensillar ni
p'arar ni trabajo ninguno, ni pesao ni sencillo que
fuese, sirvo gran cosa, y l'cstancia ib'a ser una
barbaridá de atraso... (digo l'estancia; póngale
que fuesen, a lo que más fuesen, un rancho, una
manadita, una pnntita'e vacunos criollos, y unas
ovejifas; padrillo, toro, carnero... y que se las
arreglasen no más, que lo qu'era y o . . . ) . Güeno,
[lues; y cuanto divisé la población, me vino l'ale-
 CARA/ Y CARETAS
grla'e verla, adivin.índola, scntadita a la puerta'e como también pasada'c pesadumbre. Yo les vía el
la cocina, a l'entrada'cl alero, en su sillota'e paja, ánimo venido al sucio. ¡Jué i)uclia; se les ha-
amontonadita en su cuerpo flaquito y su cdá sin bría roto, a ellos también, el lazo'c la tradición;
cuenta, pelando papas o cebándose un a m a r g o ; parecían estar en casa distinta o con falta! T o -
o que espantando a la pollada (pie se gana, e.i tal, (pie Usté, cansada'c quedarse tanto, había re-
invasión porfiada, pa la casa; o que grit.'indolc suelto cambiar de querencia. Total, que se fué
a un perro que corre a las Rallinas o inolcsta al p;il cielo.
tcrnerajt; o que refunfuñando; o que pitando y Oiga, viejita: ¿Ic daría trabajo, el criollazo San
mirando siempre pal lao donde cree <iuc se crió...: Pedro, pal pasajwrte? Colijo que dengnno. Le
— Queda p ' a l l á . . . qué se y o . . , tanto'jaños... ! habrá rcprodiao, a lo sumo, la soltería. Y usté
Ladraron los guardianes, les rccontraladró don le diría:
Rujwrto, pagué la carrindanga, bajé, me a l l e g u é . . . — i Qué c o s a . . . no me dio por a h i . . . qué se
Hacia, que yo no d i b a , . , Y don Ruperto: y o . . . tanto'jaños... ni me acuerdo!
— Vcni, sentate, aquí, nel corredor; ta pesao. . Con que le diera el nombre y le viese el cuer-
¿ Qué hace, qué cont.í.,. ? ¿ Todos giicnos, a l l á . . . ? po, le creería no más. Es gaucho viejo y conoce
Y doña Juana: a la di.stancia.
— ¿Cómo e s t á ? . . . ¿La familia?... 1 Tanto ¡Vaya a ser que me ve, lo que l'e.ícribo, y crea
tiempo 1 qu'estoy cndemoniaol Pero ha sucedido esto, vie-
Y los parditos: jita: se me ha ido la seriedá, he cambiao el pclo'el
— Le llevamo l'equipaje, s e ñ o r . . . alma, como ipiicn dice, y soy otro. Empiezo a
— i Hola, veis, tan grandccito y a ! . . . reirme'e todo, hasta de la Muerte. Algo'e inaistra
— Así e, señor. usté mismo me sirvió, que nunca estaba fi'mebrc...
Después cayó don Eufrasio, guapito toavia, el Tenga compasión de nojotros, viejita, lo que
viejo solterón y gauchazo, sólo a(iucjao de una usté ya se subió, y dejuro al sitio rcservao pa loa
pierna, con su cliivita y sus pómulos ensaixgraos.., más santos, ñ'Inocencia e bautismo y ñ'Inocencia
Güeno, pues. Y cuando los parditos se llevaban e pecaos, que ninguno '^cpa y sea capaz d'empa-
"l'equipaje", les demandé el paquete'el bolicbe de la ñarle la memoria; riif;.;ue iwr nojotros, los i];ie
estación: eran los cigarros pa usté, ñ'Inocencia. toavia podemos pecar; prepárenos un güc(|uild
— 1 Pucha, qu'es la vida 1 — dijo don Ruper- pu ande retoce en g l o r i a . . . y aguaíteme pa con-
to, conociéndome la afición'e tráirselos. Y todos tarme cosas viejas y nuevas, lo <iue yo sulia
miraron al suelo. Y por fin.
yo adiviné, viejita.., Ni ese campo ni
— ¿ C ó m o . . . y no el otro campo, el mío,
está? ya me risultan pa
— | T a en el ciclo! nada. Se me ha se-
cao el alma bastan-
te, creo, y ya no liay .
Fui pa descansar, caso. Y, como decía
ya le dije, pa chico- el paisano íinao, lle-
tiarlc, con tiempo, a no de picardía, tan-
la neurastenia; [icro to me da vivir que
esta vez me auga- m o r i r . . . (Taba por ,
ron el encanto'e la morirse, el paisano
v e r a n e a d a . Aquel finao, y se decia, en-
camix) es lindo, da tonce: ¿Y pa qué,
gusto disfrutarlo, pe- si a mi tanto me da
morir que vivir?...)
ro estaba acostuni-
1 Üios la guarde, vie-
brao a verla como
jita gaucha de San
parte d'él, como su Viccuto, añile comen-
recuerdo o como su cé a escribir en crio-
reliquia, pues yo lo llo leyendo el Quijo-
gozaba palpitándole te y m i r á n d o l a a
la tradición en usté; usté!
mirándole, con usté,
la lejana existencia...
Acostumbrao a ver Podasta: Sí me los
las cosas por las gen- v é ' A s c a s u b i , Her-
tes y las gentes por nández, del Campo,
sus cosas, qu'es por (iutiérrcz, el Mocho,
lo que suelo escri- Trejo, Ezeiza o Gtii-
bir o viendo muy le- raldes (de los de
jos p'atrás o más le- ncá), y a Hidalgo,
jos p'adelante, eso'e Sánchez, Viana y l'-t
que se fué pal cielo Viejo Pancho (de
y me dejó el campo los de l'otra banda,
como sin espíritu, le que al fin y al cabo
diré, ñ'Inocencia, me somos como herma-
trajo una gran i)cna, nos), me les da re-
y casi me quitó Tilu- cuerdos.
sión del viaje. l'odasín del estri-
Asi, pues, le diré bo: \ Perdone, vieji-
sin rcxlcos que me ta, que le haya es-
volví d'enscguida. crito ; aura caigo,
Aquella gente esta- ricién, qu'era anal-
ba, por otra parte, D I B U J O S DB MORÓ fabeta !
T.as mobas f(¡.merlinas un los principios 6el sl^lo XIX
a(fc jfc UKANTK niLichiis años
« S T ^ el vestido corriente de
^ \ y l-is (lamas fué a U cs-
^ ^ ^ pañoln, y en linnor de
la vc'r<la(l dulieuiDs decir que
era airoso y elcKaiite. Por re-
gla genera! era de seda clara y
aljíodón, con gran profusión de
encajes que, en vez de ocultar,
hacían resaltar las gracias del
escote. No u s a b a n cofias ni
sombreros para aprisionar su
abundante y suelta c a b e l l e r a .
Una enagua o b a s ( ( u i ñ a , (|ue
apenas pasaba de la rodilla, ter-
minaba ix)r un velo de encajes
i)uc raras veces ocultaba a la
vista la franja amarilla de las
ligas adornadas con borlas.
Para las reuniones. I.i ena.iuia
era de tafetán de varios colores,
ricamente adornada con guarni-
ciones o encajes amarillos, la
ijue, no obstante llegar basta los
pies, estaba calculada para ocul-
tar o descubrir a intervalos la
forma de la pierna cubierta con
media de seda que ostentaba un
caprichoso bordado amarillo.
Usábase, también, una espe-
cie de chaqueta de rico tercio-
pelo, muy armada, abrochada
adelante por medio de botones
o lazos, con largas pmitas que
caían alrededor de la enagua y
•le cuyos extremos pendían per- una dama porfcña con sombre-
las; y una capa de gasa o de ro O gorra, si no era cuando ca-
género de algodón muy fifio que balgaba, amazona en brioso cor-
llegaba hasta el suelo. En oca- cel - circunst,Tncia en la <|ue
siones se síjstcin'a esta prenda vestía r o p ó n y s o m b r e r o de
en uno de sus costados por un castor.
broche de piedras preciosas y La mantilla era, por lo gcne-^
Con el cual se cubrían o descu- ral, un paño de seda que media
brían a voluntad. una vara de ancho, aiu-oximada-
El seno lo ocultatwn liljosa- mente, en cl centro y vara y me.
mente con toda clase de ador- día de largo, cortada en punta
nos, encajes, cruces y joyas. El por sus dos lados y terminando
principal de estos adornos con- en una borla. Se usaba cubrien-
sistía en una placa de oro re- do la cabeza y el cuello, cayen-
donda u ovalada, colocada en do sus extremos sobre cl pecho.
el centro y sostenida |)or una Para sostenerla no se empleaban
ancha cinta que, pasando jxir la broches ni alfileres: se sujeta-
espalda y por debajo de los bra. ba artística y graciosamente ha-
zo.s, formaba una banda alrede- jo el cuello con las manos o
dor de la cintura. con la punta del abanico, admi-
El tocado (le gala de las se- iiículo del que la porteña jamás
ñoras distinguidas lo completa- se seiiaraba, pues sabía emplear-
ba una esiiecie de mantilla, con- lo con suma destreza para ocul-
sistente en un pañuelo de gasa tar sus lindos ojos o descubrir
amarilla con enlaces de diaman- el rostro scgtjn las circunstan-
te y cadenas de oro y con el (|uc cias.
se eiitrela/ahan sus lucientes ca- U.saban además infinita varie-
belleras rubias o negras. dad de pañuelos y chales con
Sin embargo, años después las que se cubrían la cal)eza al des-
señoras dieron en adoptar un cender la tcm|)eratura o bajaban
traje intermedio entre la moda a la espalda cuando el sol me-
inglesa y la francesa, conser- recía ser llamado de justicia.
vando, naturalmente, la manti- Había un tapado que llama-
lla, la que siempre les dio un ban "rclx)zo", muy general en-
carácter especial. Jamás se vela tre las sirvientas o criadas.

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j ^ ^ UANiH), til 1853, don
d í Marcelo Ccrrulti y el
\ ^ ^ capitán de navio ct)n
^ " ^ d(j Alhini lanzaron la
idea de fundar un lídspital ita-
liano, los niieniliros más repre-
sentativos de la colectividad
acogieron entusiasmados la idea
y abrieron una lista de subscrip-
ción, i|uo alcanzó a niniir aire,
dcdor de ciento noventa mil pe-
sos. Pocos meses después, el
reverendo padre José Arata hizo
donación de un terreno edifi-
cado, el cnal fué convertido en
beneficio de la obra a realizarse.
Con lo reunido adquirióse un
terreno situado en la esquina
de Bolívar y Caseros, y el 12
lie marzo de 1854, una vez apro-
bados los planos d d ar(|nitcClo
Fossati, colocóse la piedra fun-
damental del liosi)ital, con la
asistencia de] Ki^licrnador de la
Provincia, don l',istor Obliga-
do. A fin de poder cubrir más
lioijíadanienle los gastos que
dem.indaba la construcción, y en
el deseo de (|ne lodo subdito
cooperara en la obra, anninic
fuese en forma humilde, organi-
z.íronse colectas y beneficios.
P o r su parte, don José Dcniar-
lín donó cincuenta y dos mil pe-
sos. A pesar de todo, como no
se lograra la cantidad suficien-
te, en 1862 el cónsul de Italia
hizo un nuevo llamado al sen-
timiento latriótico de sus con-
nacionales, con t<x]o éxito, pues
no sólo enviaron aportes los re.
sidentcs en el país, sino hasta
los que no habían abandonado
la patria. El rey Victorio remi-
tió veinte mil liras. Kl Gobier-
no Nacional contribuyó con dos-
cient<is cincuenta mil pesos.
El 27 de diciembre de 1863
inauguróse el hospital.
Uno de los gestos má.s sim-
páticos de la institución fué el
de ofrecer sus salas al Gobierno
argentino cuando la guerra de
la Triple Alianza contra el dic-
tador LóiK'Z, ofrecimiento que
permitió al Estado destinar las
salas a los heridos brasileños.
Poco a poco, por la acción
Una vista del Hoipital Italiano.
del tiempo y el crecimiento de
la c o l e c t i v i d a d , fué considerada
reducida la cajiacidad del Hos-
pital Italiano, y en 1889, en el
terreno comprendido entre las
calles Rawson, Potos!, Gazcón
y Cangallo, colocóse la piedra
fundamental del hermoso edifi-
cio que hoy pose", edificio am-
plio, cómodo, nxieado de jardi-
nes y dotado de un material
científico y sanitario de primer
orden.
Las sociedades Le Donne I t a .
liaiK' y La Palla di Nevé se
reservan para si la parte adnii-
ni.itrativa.
Pero no sólo a la obra del
hospital consagraron sus es-
fuerzos los italianos. En todo
lugar de la Kepública, hasta en
los más apartados, se advierte
la influencia del carácter itáli-
co, carácter amplio, generoso,
dado a las empresas destinadas
a aliviar las necesidades del
menesteroso. Escuelas gratuitas,
sociedades de socorro mutuo,
consultorios, bibliotecas, etc. di-
seminadas en todo el país con-
firman las virtudes de ese gran
pueblo (|ue tanto se ha identifi-
cado con el nuestro, hasta el
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 0\RA7- Y
Luna Irene <lo García Esrohar.
A TRAVÉS DE
LA REINA
(CUENTO
Por LUNA IRENE
I Ksi'UKs de la conquista
csi)añola, Xochtcix-c roi-
r ^(^ naba sobre su tribu en
una región muy aparta-
da del reino de Cusca-
tlán. Como su territorio
no tenia ninguna riciuezd
niiiieril que explotar y
sus guerreros jamás ha-
bían combatido a los ccm-
quiítadores del Nuevo
Mundo, se les permitió seguir su vida libre, exi-
giéndoles, de vez en cuando, contribucior.es que
pagaban después de las cosechas.
Así vivían tran(|uilaniente Xochtcpec, y Ro-
sanna, su esposa, y su única prcücujiación era que
cuando la muerte les llamara, no dejarían des-
cendientes para gobernar su pueblo. Una vez, un
cazador de la corte regresó ile caza llevando una
bella niña, cuya bo<|uita era cual botón ác. rosa,
sus ojos tan azules como el firmamento lejano
y brillantes como estrellas, sus caliellos parecían
copos de oro al ser besados por el sol.
Nadie sabía su historia. El cazador dijo que la
había hallado en una cueva en unión de una enur-
iTie y feroz perra. Sin embargo, a pesar del mis-
terio que rodeaba a la niña, su belleza venció los
escrúpulos de los reyes, ganó sus corazones y fué
reconocida como heredera de la corona.
Muchos sabios han discutido qué es lo que tie-
ne más influencia en la vida del hombre: la he-
rencia o la e<lucación. No es a(|uí el lugar apro-
piado para agregar o quitar fuerza a sus teorías,
y sólo hago referencia a ellas en busca de expli-
cación a una costumbre extraña de la niña Aram-
bala — que así se llamaba la reina del bosque. —
Según dice la historia, ningún esfuerzo fué omi-
tido en su educación. Crecía como una rosa, y su
belleza y su gracia encantaban a todos cuantos la
conocían, i Pero era muy notable (jue antes de
sentarse d i e r a tres o cuatro vueltas a l r e d e d o r
del asiento! Lecciones, regaños y castigos, todo
había sido inútil, y llegó a la edad en que fer-
vientes admiradores asediaban su corazón, y to-
davía entonces daba tres vueltas antes de sentar-
se. Por vergüenza, el Rey le prohibió salir de sus
habitaciones cuando hubiera visitas, y así logró
ocultar esa fea costumbre que no se avenía con
su cultura y su gr.uia.
Al fin uno de los muchos pretendientes fué
aceptado por los Reyes como novio oficial de
CAlUilAy
LA LEYENDA
o
DEL BOSQUE
R E G I O N A L )
de GARCÍA ESCOBAR
.•\ranibala. y so dio principio a los preparativos
de la boda. Pero ¡oh. humanidad I; en todo paraí-
so hay una serpiente, y ninguna es más venenus.T
que la de la lengua humana.
Cierto día una dama de la corte, que siempre
había envidiado la suerte de Arambala, pidió cua-
tro palabras al novio de ésta. Su primera pregun-
ta fué:
— ¿Sabe usted quién es Arambala?
— 1 Ks la hija de Xocbtepoc 1
— ¿ Ha notado que siempre, antes de sentarse,
tiene que dar tres o cuatro vueltas alrededor de
la silla, como una p e r r a ? . . .
— Nunca he observado esa costumbre de que
u^ted me habla, señora, y considero a mi novia
reina de todas las gracias.
Naturalmente, esta respuesta llenó de hiél el
corazón de la envidiosa mujer, y juró arruinar el
porvenir de la joven. Otra vez acercándose al
novio le dijo:
— i Escuche, señor, mis palabras, y si no son
ciertas, puede cortarme la lengua 1 Arambala no
es hija legitima de los reyes; fué hallada en ¡a
cueva de unos perros del bosque y, por lástima,
adoptada por Sus Majestades. ¡ Antes de conocer
el dulce l)eso de la Reina, había sido acariciada
por unos canes! Por eso todavía persiste en ella
¡a costumbre de rmlcar su silla antes de sentarse,
tal como lo hacen los perros. Sí usted duda, haga
esta prueba: Vaya donde el Rey y pídale que
IK'rmita a Aranibela entrar a conversar con us-
ted. Si esto se le niega, entonces pida que le sir-
va su novia un vaso de agua. Cuando Arambala
haya traído el agua, en lugar de rendirle las gra-
cias, dé una iialniadita cu sus manos, exclaman-
d o : "¡chucha!" y verá como, por instinto, pondrá
atención.
Para librarse de la malvada insinuación meti-
da en su mente como una espina del infierno, fué
a donde el Rey y, aprovechándose de un interva-
lo de silencio, rogó a éste que llamara a su no-
via para conversar con ella. El Rey se negó. En-
tonces suplicó el joven:
— No he tenido el placer de ver a mi novia
desde hace algunos días. Por lo menos, le ruego
permitirle me traiga un vaso de agua, que en sus
bellas manos se convertirá en néctar divino.
No piidiendo negar esto al joven, dio instruc-
ciones para <rc Arambala trajera agua a su novio.
Como una linda visión, entró en seguida con el
agua, y la entregó a su a m a d o ; y éste, en lugar
 C A R A 7 - Y CARETAJ"
de una frase cariñosa, le dio una palmadita .«e-
guida de la palabra dura y vulgar: "¡chucha!"
.Sin pensar, dio media vuilla hacia el jcven y
falió precipitadamente, no como una coiuiuista-
dora, sino como una esclava licrida de muerte
por la vergüenza. Sin explicación, el Key dio una
bolsa de oro ai. joven, ¡ara que se fuera; y s ó b
la dama ccm li'ii.i;iia de serpiente supo la raz5n
de aquil rompimiento, y, triunfante, guardó si-
lencio. Pero la conciencia no la dejai)a descan-
sar, y sufría más y más, viendo a la pobre mu-
chacha muriendo de tristeza paulatinamente. Al
fin, resolvió confesarse, porque hacía algún tiem-
po que aqi'.ella tribu habia aceptado la religión
cristiana. Sin embargo, ningún sacerdote, al oir
su pecado, la quiso absolver. Siempre en busca
de paz para su atormentada alma, iba errante, ye-
ro nadie (piiso perdonar su culpa.
l'"iiiahneiite, llegó hasta Koma, y de rodillas con-
fesó su pecado al Santo l'apa, pidiendo ser per-
donada. Kl también negó su perdón, dicicndole:
"Hija desgraciada, tu pecado no es perdonable.
Sólo hay un iiKxlo de conseguir paz para tu es-
píritu: Inmediatamente compra una libra de cera
virgen y vuelve a tu ca.sa. Cuando tu víctima es-
té ini:erta, pide a los Reyes su cuerpo: Lo llevas
a la iglesia y durante la noclic velas sola el ca-
<tláver. Unge todo el cuerpo con la cera, y enton-
ces, sentada al
l a d o del a t a ú d
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b e n d i t o s ciri(,s,
espera hasta la
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gó otra vez al p.ilario. y oyó la noticia <'e que
Arambala estaba moribunda. Entró en el cuarto
de la enferma, y cuando había cerrado s i s ojos
para siempre, suplicó al Rey que le entripara el
amado cuerpo de su hija. Lo llevó a la iglesia y
alli lo preparó, según las instrucciones recibidas.
Llegó la media noche. Üe repente se abrn vm
silenciosamente las puertas de la iglesia y entra-
ron seis niños, lindos como ángeles y se colo-
caron al lado de la muerta. Tiernamente acari-
ciaron la pálida frente de la difunta y entonces
salieron tan silenciosos como habían entrado. A
su salida, Arambala volvió a la vida, y con voz
amenazadora y terrible, dijo a la mujer que es-
taba a su lado:
— i Estas son las dichas de que me has privado
con tu maldita lengua de serpiente! ¡Esos niños
estaban destinados a ser mis hijos!
Entonces saltó del ataúd sobre la mujer y le
agarró la garganta, clavando sus dientes en el
cuerpo de su enemiga, y después de morderla has-
ta despedazarla, se encerró gruñendo en la mor-
tuoria caja.
En la madrugada, cuando los cortesanos en-
traron en la iglesi;», encontraron el cuerpo san-
griento de la mujer, caído al suelo, y en el
ataúd, la muerta
Arambala, con su
boca de botón de
rosa media abier-
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elimina las causas de la

CAÍDA del CABELLO y CALVICIE

Con su uno cesará la seborrea seca u oleosa que destruye la cabellera de Vd. S^
detendrá la caída del cabello y cabello nuevo crecerá en reemplazo del prrJtdo.

Solución V i n d o -
bona fué premia-
da con Grand Prix
en la E x p o s i c i ó n
I n t e r n a c i o n a l de
Lieja en 1928 y en
la Exposición
I n t e r n a c i o n a l de
París en 1927. con
Medalla de oro y
gran Diploma de
Honor,
Médicos la rece-
tan. Miles de car-
tas que están a
disposición deVd.,
atestiguan el buen
resultado obteni-
do con ella por
quienes la usaron.
—O íe deuoívemos
Líbrese de las proorupacloneB por ina
aforcioncH del cabello y cuero cabe
Iludo, caHpa, calda del rabello, Hi'horrca,
tina, calvicie. La clrntífiv^a Snluci'in
Vindobona detiene la calda de) cabello,
elimina la cat>pa, sana la seborrá'a y ha
oblliradü el crecimiento de cabello nue-
vo en miles de caaox.
Kste producto, en mórito a cuya bondnd
los Laboratorio» Vindobona fueron
nombradotí miembros del Jurado de
Honor en la Exposición Internacional
de Paris 1927, se basa en principios
nuevos. Si Ud. ba probado un sinnúme-
ro de tratamiento» sin resultado, no
importa. Sostenemos nuestra Rarantia
de devolver el dinero si !« Solución
Vindobona fallara.
Las papilas p r o d u c t o r a s del ca-
bello no c a e n nunca.
Cada cabello lo produce «na papila que
descansa en el fondo del folículo piloso.
Ksa papila no cae, y sólo puede tornar_
He inactiva. I ^ Solución Vindobona, al
Ber aplicada «obre el cuero cabelludo,
penetra hasta la» papila» y las deapier-
la a nueva actividad. Cada papila pro.
duee un nuevo bulbo del que crecerá
un nuevo cabello.
El vallo de las calvas engrosa.
I^a Solución VÍndobi»na tonifica el cuero
cabelludo y el cabello. Eatc, como el ve-
llo finito, común en las calvas, ne VÍRO.
riza y l e desarrolla lariro y firme, llenan-
do el canal a través del que crece, y es re-
La SOLUCIÓN VINDOBONA se vende bajo la garantía ám devolver el dinero
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FLORIDA N» 8, pito 1'
PEDIDOS DEL INTERIOR
Follttot mxpll-
cativoa gratiM. LABORATORIOS VINDOBONA
FLORIDA Nv 8, piso 1» — Bucnoi Aire».
LUnt y Ttmita
•/ eupín. Slrvusí' pnviHrmo. uratis, cl librito descriplivo de la
Solución Vindobona.
En
Montevideo: NOMBRE
Andes, 1338 CALLE
2« p i t o .
CIUDAD
el dinero.
tenidt» por el cuero cabelludo tonificado.
La seborrea cesa. La caspa es
destruida.
La Solución Vindobona es antiséptica.
Destruye por CHO, loa Kérmene» de lu
caspa (pityrlBRiH ulmplex eapiti») y n
pesar de la teniU>n<Ma a reaparecer <iue
i'H característica de esa afección, la
destruye por completo, Kl cabello tra-
tado con Solución Vindobona es aicm.
pre limpio, brillante y suave. AdemúH.
las canas son rcntaurada« al color pri-
mitivo de la cabellera sin ser teñida»,
por<iue la Solución Vindobona obÜKa a
la pigmentación normal del cabello.
I'or consiRuiente:
C a b e l l o n u e v o o n a d a d e gasf'^s.
Millares de personas dicen que la Solu-
ción Vindobona es milnKrosa. Nosotros
no lo diremos. Admitimos que altíunos
caitos de calvicie son incurabltM. i'cro
recuerde: eso» casos son sumamente
raros. Mile» de personas han recupera-
do el cabello por lujo con el uno de la
Solución Vindobona, tanto que estamos
dispuesto» a déjamela usar bajo núes-
tra Karantfa.
Inicie su tratamiento ahora y en un
lapso de tiempo Borprendentemente cor-
to, mAs corto de lo que Ud. pueda Ima
Kinar, su caspa y seborrea habn'm
desaparecido, la caída del cabello ha
brá cesado y Ud. verá el crecimiento
saludable de nuevo cabello, o le duvoU
vemos el dinero.
VINDOBONA
— Bueno» Airea
SE ATIENDEN EN EL DÍA.
C C S . 18
N»
 lia catibab española ^n na^sho país
> ^ B ^ ^ ^ ON Vicente Rosa, acau-
m \ \ dalado caballero his-
JS¿^ paño, intentó, durante
^^^ la tiranía, la formación
lU: una entidad destinada a ta-
reas piadosas. Recién en 1852
logró su intento, y el 5 de sep-
tiembre, en compañía de don
l'rancisco Gómez Diez, de don
Benito Hortelano, de don José
M. Bravo y de don Antonio
Santa María, inauguró la Sala
Kspañola. Al llegar a este pun-
to debemos citar también a los
señores Vicente Casares, Este-
ban Kanis y Kul)ert Santa María.
Don Pedro M. de la Barcena
legó a la scKÍedad una finca de
1.1 calle Cuyo, la <|ue dio mo-
tivo al establecimiento firme de
la institución. Poco después que-
dó ori?anizada una Sociedad de
' Beneficencia, cuyo crecimiento
• lébesc en gran parte al tributo
de los capitanes de buques mer-
cantes que hacen el viaje de
Kspaña a estas playas.
i.a .Sala quedo disuclta en
1857,' pero don Vicente Casares
volvió a restablecerla; y el 20
de noviembre del mismo año.
adquirió su solidez, base de la
actual, la Sociedad Española de
Beneficencia.
Por obra de la sociedad co-
locóse la pieílra (undamcntal
del Hospital Español el 30 de
junio de 1872, en el terreno de
la calle Belgrano. Todos los es-
pañoles cooperaron con su óbo-
lo, destacándose, por su gene-
rosidad, don Juan López, don
Vicente Pereda, don José Blan-
co, don Pedro M. Moreno, don
Vicente Gutiérrez, don Felipe
Torroba. don Juan M. Martí-
nez, don Antonio Saralegui. don
Santiago Allende y otros, y en
el año 1877, bajo la presidencia
de don Nicolás Avellaneda, ben-
Frente dal Hoapltal E*paKol.
dijéronse el hospit.il y la capilla.
En 1888 la S(x:iedad Españo-
la de Beneficencia compró una
casa en la calle Reconijuista,
por valor de un millón doscien-
tos mil pesos, cantidad qi;e da
idea del progreso de la misma;
y nuevas donaciones dieron mar-
een a la ampliación del hospi-
tal, que es hoy uno de los me-
j o r e : de Buenos Aires. Las
hermanas de San Vicente de
Paul han instalado en él su de-
partamento. Otra obra notable
de la sociedad es el asilo para
erónic<is y tuberculosos cons-
truido en Lomas de Zamora, en
(xho manzanas donadas por el
señor Elias Romero.
Caballeros y damas españoles
han luchado y luchan heroica-
mente por el engrandecimiento
fácilmente apreci.ible de la socie-
dad, la cual rivaliza en celo
con las similares del país. En el
hospital y en el asilo, las tarcas
administrativas y médicas ca-
ractcrízansc por la honradez con
que se desenvuelven, y a tanto
llega la labor desplegada por la
institución, que la colc. tividad
se siente orgullosa de la obra
iniciada por don Vicente Rosa
y reafirmada por don Vicente
Casares.

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 ^OoTICO
DE "A TLANTJDA"
¡La patria! En ella cabe
Cuanto de grande el pensamiento alcanza.
En el!a el sol de redención se enciende.
Ella al encuentro del futuro avanza,
Y su mano del Plata desbordante
La inmensa copa a las naciones tiende.
¡Ámbito inmenso, abierto
De la latina raza al hondo anhelo!
El mar, el mar gigante, la montaña
En eterno coloquio con el cielo,
Y más allá el desierto;
Acá ríos que corren desbordados.
Allí valles que ondean
Como ríos eternos de verdura,
Los bosques a los bosques enlazados.
Doquier la libertad, doquier la vida
Palpitando en el aire, en la pradera,
Y en explosión magnifica encendida.
¡Atlántida encantada
Que Platón presintió! Promesa de oro
Del porvenir humano, reservada
A la raza fecunda
Cuyo seno engendró para la historia
Los Césares del genio y de la espada;
Aquí va a realizar lo que no pudo
Del mundo antiguo en !os escombros yertos,
La más bella visión de sus visiones;
Al himno colosal de los desiertos
La eterna comunión de las naciones.

Olegario V. A n dr adc

A MI ESPADA
Pura como las alas de un querube
te co!gué con cariño a mi cintura;
como mi ángel de guarda, siempre pura
me seguiste doquiera que yo anduve.
MI C A KA
Eiita cara impasible, yerta, umbría.
Hasta ¡ay de mí! para la que amo, helada,
Sin fuego, sin pasión, sin luz, sin nada.
No creas que es ¡ay, no! la cara mía.

Hoy que entusiasta hasta los cielos sube Porque esta, amigo, indiferente y fría
himno de paz al Dios de la Natura, Que traigo casi siempre, es estudiada...
voy a colgarte, "virgen" criatura Es cara artificial, enmascarada,
"inmaculada". En tanto que te tuve V, aquí, para los dos: la ¡hipocresía!

nunca tus formas vieron los mortales, Y teniendo que ser todo apariencia.
nunca a mis ojos te miré desnuda, Disimulo, mentira, fingimiento,
ni empañé tus encantos virginales; Y un astuto artificio en mi existencia.

pues recatada siempre y siempre muda Por no poder obrar conforme siento
pasaste en la vaina que te encierra Y me lo manda Dios y mi conciencia.
las peripecias todas de la guerra I Tengo, pues, que mentir, amigo, y miento!

Horacio Várela Claudio M. Cuenca

 EL TKO?\IEKA
Un beso recibo de linda hechicera,
a otra en delirios le brindo mi amor;
Augusta me dice: jQuitad, calavera!
la otra suspira, se tiñe en rubor.
Así es que este mundo le tengo por mío
y gozo la vida, pues sé bien vivir;
por nada yo ¡loro, de todo me río,
pues es mi destino gozar y reír.
Mujeres hermosas me quieren bandido,
yo libo en sus labios la miel del placer;
estando en sus brazos de todo me olvido;
desprecio el "mañana", me río de "ayer".

Mi barca de vida resba'a entre flores,

me duermo al arrullo de lánguida voz; . . .
mi frente acaricia las auras de amores
y juega en mis faldas el voluble Dios.
Hay necio que grita: jTruhánl |Calaveral
lOh, virgen, no fijes tus ojos en él!
Los pobres ignoran que a un noble tronera
le tejen de flores soberbio dosel!
Por eso este mundo le tengo por mío,
y gozo la vida, pues sé bien vivir;
por nada yo lloro, de todo me rio,
pues es mi destino gozar y reír.

Juan Cruz Várela

A LA MVEKTE DEL
POETA B E KKO
Cuando del orbe s« despide el día
Y envuelve en su crespón la noche al suelo.
Cual plegaria de amor que sube al cielo
Se oye vaga vibrar una armonía:
Y la mano de cruel melancolía
Vierte en el pecho inconso'able duelo,
Que una alma de poeta en raudo vuelo
La muerte ufana a su Hacedor envía.
Así de Berro al escuchar el canto
Que al reprobo y al triste en sus dolores
Esperanza y alivio deparaba;
Vieron mis ojos con amargo llanto
Ruiseñor que muriendo entre las flores
Suspiros de pasión al aire daba.
A M . . .
Hay una fuente pura de armonía
Que el tiempo nunca a corromper alcanza.
Germen de misteriosa poesía.
Manantial de verdura y esperanza.
Fuente serena que al primer latido
Brota en el corazón, luz de la vida,
Y sin flores, sin auras, sin ruido.
Mora en su virgen seno, adormecida.
Adormecida hasta que al suave aliento
Del aura del amor trémula gime,
Y al eco de su raro movimiento
Extraña vaguedad al alma imprime.
Brotan entonces las lozanas flores,
Sueños de la agitada fantasía,
Y el corazón, vergel de los amores,
el espíritu embriaga en su ambrosía.
¿Malograste del alma la ternura
Y la esperanza de adorar perdiste?
lAy! ama por piedad, ¡oh virgen pura!
(Ángel de amores, para amar naciste I

José R^i Vcr a Indar tc Juan Chassaing

 C A R A / Y CARETA/

ICn C>ocumeulo de gratitud

lifc a Esi'UÉs de las primeras luchas concer-
« • r ^ nicntes a la necesaria organización so-
^ S y brcvcnida por la revolución, vemos apa-
Cata Matrix: B A R T O L O M É M I T R E , 3 7 0 ^ ^ ^ reccr de nuevo a las damas argentinas
en octubre de 1911 concurriendo a prestar sus
SUCURSALES!
valiosos y entusiastas servicios a la causa de la
Cancallo, 04a — Avenida San Martín, 1699 — iwtria. No hay, empero, documento alguno que
Av. Federico Lacroze, 3909 — Rivadavla, 11 U S constate aquel rasgo, aquel ofrecimiento de las
sei'ioras disponi¿Midose a coser ropa destinada a
los soldados del ejército patriota; pero la " ü a -
EFECTÚA TODA CLASE DE ceta" de aquellos días contiene la versión, que,
OPERACIONES BANCARIAS como es notorio, debia proceder de origen oficial
para ser publicada, y dice asi: "/;"/ gobierno, cons-
con letraa, pagarja, cauclo- tante en su propósito de no presionar a este be-
ACUERDA nea da títulos, créditos en nemérito vecindario, no lo liol'ría quebrantado si
Cuenta Corrientes, pagarés no se viese en la necesidad inexcusable de acce-
CRÉDITOS comerclAles, etc. der a los deseos de la porción de él máí
escoíjida.
RECIBE en Cuenta Corriente» Caja "Muchas sei'wras han manifestado el más vivo
de Ahorros y Plazo Fijo. interés de contribuir al alivio y comodidad de
DEPÓSITOS soldados que combaten por la salud y el amor de
de documento» (obre su patria en aquellas laJjores, que son compatibles
el Interior, el exte- con la delicade::a del sexo. Justo es que no se
COBRANZAS rior y tambUn eobre ignore un hecho, que tanto realza sus virtudes,
la Capital.
y que la clase militar, acreedora por tantos títulos
I de tftutoi y va- a la estimación de sus compatriotas, no quede pri-
CUSTODIA Y I lotee, cobranzas vada de una demostración tan lisonjera.
COMPRA VENTA I de cupones, ele. "¡Ilustres defensores de la patria, ya disfru-
táis del lugar qw es debuto en el aprecio de
sobre cualquier nuestros conciudadanos, cuando las clases más
GIROS Y CARTAS punto de Europa
y América y eobre escogidas del Estado no sólo se declaran, sino
DE C R É D I T O la República.
cualquier pueblo de que disfrutan el honor de ocuparse en vuestro
obsequio!
"En consecuertcia los alcaldes de barrio ten-
CAJAS DE en ftlqullert desda drán el encargo de repartir a las señoras el nú-
$ 7.— por trimestre. viero de camisas que se conceptúe puedan cómo-
SEGURIDAD damente coser, debiendo ser el total de veinte mil
camisas."
Urbanas y Ru. Por otra parte, la entusiasta decisión de las
ADMINISTRACIÓN Iralea, pago de
mpuestos y damas, tan admirablemente recibida por la Junta,
DE PROPIEDADES IIrefacciones.eto.
conlrlbucionee, fué objeto de los comentarios contenidos en un
caluroso artículo e d i t o r i a l en cuyos párra-
fos y altísimos conceptos traslúcese a las cla-
I A B O N A I ras la candente pluma de don B e r n a r d o de
Monteagudo.
en CAJA de | 1 » / ' en CUENTA Publicóse además otro articulo, cuyos párrafos
o AHORROS II J L / o CORRIENTE finales dccian : "ellas han tonuido sobre sí la tos-
ca tarea de coser las camisas destinadas a la
PLAZO FIJO (CONVENCIONAL) tropa; y será cada soldado un héroe cargador de
las finesas de un sexo que hace la mitad de su
fortuna y de su existencia..."
SECCIÓN HIPOTECAS Dicho escrito fué atribuido a fray Cayetano
José Rodríguez, que lo cerraba con un soneto,
S O B R E CASAS, C A M P O S después de formular la declaración de que aque-
Y P A R A E D I F I C A C I Ó N llo le inducía a bu.vcar la manía de poeta. El
soneto era a s í : — Deiwned, campeones, vuestra
A plazos de 1 a 30 años. saña, — Y permitid que acciones placenteras —
INTERÉS 8 % Esclarezcan el país cuyas riberas — El Argenti-
no caudaloso baña. — Para tan justa causa sea
AMORTIZACIONES A ELECCIÓN. extraña — La defensa y sus medios de este mo-
S I N P R I M A S NI C O M I S I O N E S . do — Cada nación se admire y el orbe todo, —
D E S P A C H O I N M E D I A T O . Todos celebren invención tamaña. — Que el se-
xo fuerte con el bello parte — Sus glorias iioy,
DEMOSTRACIÓN DE LO QUE DEBE PAGAR-
SE POR CADA t 1000 DE PRÉSTAMO. saliendo a la batalla — Adornado por el cual
bravo Marte. — Heroicas argentinas;
en 29 años • B9 servicios semsst. de $ 4 5 ,
en 21 aftos - 49 n » da „ 5 0 . — (cuánto se halla — El militar india-
en 14 años - 28 „ „ do „ 6 0 . no agradecido, — Pues hoy le
en 9 aBoa - IB ,. » do » 7 5 . ^ dais el bélico vestido I —
El Banco emite como Titulo de Renta, DEBEN-
TURES de a Vt % de inter<s anual, con cupin
a e m e e t r a l , faraniizados por estas Hipotecas.
JUSTO P. SAENZ. Cerento.
CJ-^-^
 C A R A / Y CARETA/

€it CUÍ9UI
El día ha sido duro, y se
dispone Vd. a una noche de
reposo, que tanto necesita.
Pero teme lo de tantas no-
ches: dos horas tosiendo,
sofocándose, sin poder con-
ciliar el sueño. Se ha pasado
el día fumando, y su gar-
ganta irritada, al calor de la
cama, se ve acometida de
fuertes accesos de Tos.

Ya que conoce Vd. el peligro, prevén-

gase. Tenga a mano una cajita de

Pastillas
del Dr. Andreu
muy eficaces contra toda clase.de Tos.
Cada noche, al acostarse, tome una
Pastilla y déjela disolver lentamente
en la boca.

No se trata de dejar de
fumar, si tiene a ello
mucho apego. Pero pre-
véngase racionalmente.
 CAR/Lf Y CARETA/

i^r^ft URELiA G. de Miguens
l\ era en el otoño de
^ ^ í V ^ 1840 una bella joven.
"^ ^ ' Lucia sus veinte
primaveras en el apogeo de su
hermosura.
Alta, delgada, sus movimien-
tos eran majestuosos, su andar
elegante y sereno.
Tez blanca, cabellos casta-
ños ondeados, acariciaban vo-
luptuosamente en pequeños ri-
zos su frente espaciosa.
Ojos claros, suaves, anima-
ban el correcto perfil de sus
facciones.
Dos años antes se habla uni-
d o indisolublemente a d o n
Kuscbio Miguens, excelente
hombre cuyas opiniones poli-
ticas no se habían distinguido
por su federal exaltación.
listo hacía que su posición
no fuera bastante tranquila en
ese año, en que las necesida-
des del sistema del terror y el
deseo de individualizar los ha-
bitantes de la ciudad, salpica-
ban con dolorosa frecuencia
las calles con la sangre de al-
gunos de sus hijos.
La inquietud de! señor Mi-
Ruens y de su bella esposa al-
canzó un grado alarmante en
una de las primeras noclics de
QUdYlS
abril, con la prisión de F.clic-
iiagucia, esposo de Florencia
Miguens.
Triste fué para ellos el día
que siguió a la prisión, y las
sombras de la noche trajeron
una inquietud angustiosa.
T e m p r a n o se cerraron las
puertas, y un aparente descan-
so mentía tranquilidad a los
escasos transeúntes.
Sólo algunos grupos de em-
ponchados, que hablaban y
rcian con estrépito, interrum-
pían el silencio.
U n o de estos camina con
prisa por la calle de la Con-
cepción, hoy Independencia,
en dirección al oeste.
Deticnese en la esquina de
Piedras.
E r a allí la casa de Miguens,
cuya puerta abría en ese ins-
tante la sirvienta, haciendo que
los del grupo se mirasen.
El que hacía de jefe avan-
zó d i c i e n d o simplemente:
Vamos.
Al cruzar el zaguán desnu-
daron los puñales, y con ruido,
resueltos, se encann'naron ha-
cia las habitaciones interiores,
cuya situación parecían co-
nocer.
Miguens saltó del lecho a h o -
gando una exclamación de su
esposa.
A medio vestir aun, los vio
en la habitación, amenazado-
res; habían penetrado por el
comedor.
— ¡Síganosl — exclamaron
dos de ellos.
— ¿Así? Voy a vestirme.
— No hay tiempo; marche.
Y como hicieran ademán de
apoderarse de él, Miguens mi-
ró con angustia a su compa-
ñera inmovilizada por la sor-
presa, y salió al patio.
L a joven alcanzó al umbral,
y cediendo a su dolor y emo-
ciones cayó pesadamente so-
bre el suelo- Algunos tran-
seúntes la vieron, mas, cono-
ciendo la mano de Su Exce-
lencia, no se atrevían a pres-
tar el más mínimo socorro.
Felizmente, una dama, Grego-
ria Triguero, acertó a pasar
por el frente. Viola tendida y
trajo el auxilio de sus fuerzas
inútiles para mover el pesado
cuerpo de Aurelia.
Recuperó el conocimiento y
fué para lanzarse en busca de
la salvación de su esposo, la
que le costó cien mil pesos,
pues entonces, como siempre,
el dinero era ganzúa.

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 C A R A / Y CARET/ü*
Martina
Céspedes
obtuvo el grado
d e sargento mayor
STA Martina Céspedes es,
indiscutiblemente, la pri-
mera beroína de la nacio-
nalidad que ya se barrun-
taba.
A r r o g a n t e , (graciosa,
it>rnida, no era, setjún los
biófjrafos, bonita. Poseía,
• s o sí, temperamento. Un temperamento
muy de criolla: astucia y serenidad; ente-
reza y valentía.
Su edad, la de una matrona: cuarenta y
cinco años. Su fainilia: tres bijas, rozagan-
tes, desbordando vida y esa picaresca be-
lleza, característica inconfundible de las
mujeres porteñas.
El episodio: el 5 de julio de 1807, cuando
las tropas inf^lesas asaltaban la basta en-
tonces apacible cividad.
Doña Martina, mujer de pii eblo, no ha-
bía querido abandonar su casa, refu(^ián-
dose, como tantas otras vecinas, en los
templos y conventos. No lo había conside-
rado ni dii^no ni conveniente. Para eso era
su casa, para habitarla y para defenderla.
Y así, firme y dispuesta, quedó en ella con
sus tres hijas.
Por la mañana, iniciado el tiroteo en el
barrio del Alto, o de San Telmo, los ingle-
ses comenzaron a ganar terreno sobre la
ciudad. Lenta, pero seguramente, la tropa
avanzaba a lo largo de las calles.
A medida que avanzó el día, los grupos
de soldados fuéronse dispersando, disemi-
nándose, siendo así como al filo del me-
diodía, una docena de ellos, hambrientos y
sedientos, llegáronse hasta la casa de doña
Martina. " "
D e comer y de beber en abundancia pro-
metióles la criolla. Pero, eso sí, a la estan-
cia donde sus hijas los atendían no de-
bían entrar sino de a uno.
Los soldados ingleses obedecieron.
Uno, otro, otro. . .
Todos, confiados, halagados por la son-
risa de una de las hijas que estaba ante
la puerta, fueron penetrando en la estan-
cia. . .
Mientras, las fuerzas del general White-
locke perdían terreno. Los prisioneros co-
menzaron a caer tras de los muertos y de
los heridos. Y al cabo de la jornada, con
una pérdida de 2.500 hombres, el invasor
debió firmar una capitulación que, además
de perjudicar a su patria, fué el oprobio
de toda su vida.
Bien. Al siguiente día, grandes fiestas
populares tuvieron lugar. Liniers era el sal-
vador y Liniers quien recibía los plácemes
de los pobladores de Buenos Aires.
Y en esOy arrebolado el rostro, abriéndo-
se camino entre la concurrencia, apareció
Martina Céspedes, exclamando:
— Debo hacer notar a usía que el to-
tal de prisioneros que aparece en el ban-
do de hoy no es e x a c t o . . .
— ¿Cómo? ¿Por qué?
— Pues porque en mi casa, a buen re-
caudo, quedan doce, a los cuales he cazado
como a ratones.
Entonces doña Martina refirió cómo fué
haciendo pasar uno a uno a los ingleses y
cómo, con la ayuda de sus hijas, los ama-
rró, amordazó y desarmó.
Por ese acto, Liniérs designó a Martina
Céspedes con el grado de sargento mayor,
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TLa carlóaó francesa en la argentina

^ ^ ^ ^ ^ o oljstaiitc los afios
^ \ f agitados de !a tiranía
^1 ñ el scfior Meiidí'viiie.
•^ ^ cónsul Kcneral y cn-
carK'idi) de negocios de Fran-
cia, fundó cl 27 de julio de
1832 la Societé Phüantliropi-
que Fran^aise du Rio de 'a
l'lata. Los señores Pctitjeaii,
Kichaud, Montguillot, Clias-
saing, Houclicz y Rotiuin se-
cundáronlo on su-i tarcas filan-
trópicas. Kn 1842 inauguró una
casa para cnfcrnios. y en 1814,
un hospital de doce canias, si-
tuado cl iirinicro en la CLIIIC
Méjico y cl segundo en la ca-
lle Independencia, iiasta tpic
logró estal)lecerse en una f'ii-
ca de la calle Libertad. 1 a
guerra del 70 y la epidemia lie
la fiebre amarilla interrumpie-
ron su marcba próspera, poiO
en 1880 ccjinenzó a resurgir '.a
institución definitiva. Fueron
en aquel entonces los princi-
pales benefactores los señorc;
L. M. Hassct y Emilio Corun.
También don Emilio Bicckert
donó uno de los pabelloni's,
allá por el año 90.
P e r o la caridad francesa no
se limitó solamente a la cons-
trucción de un hospital, que
es hoy uno de los más inip ir-
taiites de la ciudad de lUicnos
Aires. Las Damas de la Próvi-
do iice, constituidas el 1' de
enero de 18')7, fundaron el (>r-
phelinat Frangais. La sociedad
nació de una idea de la señ..ra
Ana L de Lardapide, y tuvo
como fin primordial cl de ayu-
dar a viudas y huérfanos. LI:ia
junta de damas, compue.-ta
por las señoras de Nouguier,
presidenta: de Bosch, de Poz-
zi, de Nccol, de Cottey, de An-
cessy, de Maiipas, de Hon. n,
de ICtchebarnc, de MauíHt, d.'
JoUy y otras, corrieron con las
tareas del primer momento.
Bien pronto fueron recogi-
dos huérfanos, a los cuales se
atendieron y cuidaron cariño-
samente, en la seguridad de
(pie algún día se manifestasen
dignos del país y de la r.iza.
Cuando en 1871 estalló la cpi-
ir-;:
ÍHAÍIM
Orfelinato franc<<.
dcmia de fiebre amarilla, Mi-
sanchóse la institución, impro-
visándose un asilo en la calle
Victoria, entre las de San Jo-
sé y Larrea (hoy Sácnz P e ñ a ) .
Más tarde, merced a gei'o-
rosos donativos de residentes
franceses, entre los cuales des-
tacáronse los de la •>eñor.i i\.-
Necol y los hermanos Este-
varen, inauguróse un nu.-vo
edificio, para cuarenta niños,
en la calle San Carlos, siendo
padrinos la s e ñ o r a R u f i n a
Alois de Cambaceres y su lu-
jo Antonio.
Le tocó en suerte a d ' ñ a
Paulina Necol de Bosch cl co-
locar la piedra fundamental
del hermoso edificio que el
Orphelinat I'rang.-iis posee hoy
en la calle Córdoba, el c la!
fué inaugurado en agosto de
1899.
E s digno de elogio el s ii-
timiento de solidaridad de la
colectividad francesa frente :il
problema que suscitan la or-
fandad y la pobreza. Desde el
ser potentado hasta el '.uinul-
de, todos en una palabra, co-
laboran en el sostenimiento
de las instituciones piadcsas
creadas por la colonia.

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lias misas 6e la éfoca fatrlcla

«a^a^^^ URANTK la época vi-
^ i r ^ rrciiial y aun mucho
^ S j después del nuevo or-
^ ^ ^ den de cosas, es decir,
después de la Indci>endcncia, las
misas, según las horas en que
se celebraran, tenían para el
publico un concepto diverso,
mantenido ixir alginias circuns-
tancias relacionadas con el tra-
bajo de los creyentes y estimu-
lado, en otros casos, por los
mismos s a c e r d o t e s : as!, por
ejemplo, estas dos en periodos
distintos: "la misa del alba" y
"la misa de una".
A la misa del alba, que se
oficiaba al amanecer, concurrían
las familias pobres y la servi-
dumbre de las casas ricas, las
ancianas, los chicos y general-
mente el grupo de dependientes
de tiendas y buhoneros y otras
gentes de escaso lustre. Por
excepción concurrían niñas de
la nobleza o caballeros, y cuan-
do esa excepción era ohscrvada,
podía afirmarse que tales iK'r-
sonas, si no tenían un impedi-
mento extraordinario, iban a em-
prender viaje en el dia.
Cada vecino vestía sus mejo-
res trapitos. Las chinas, mesti-
zas y mujeres pobres, si tenian
alfombra la llevaban bajo el
brazo, y en la calxíza, el clásico
paño o "pañito", que era un
cuadrado de bayeta o de otro
género de color obscuro. Más
(jue en las polleras y demás pie-
zas del vestido esta gente se dis-
tinguía de las señoras de la no-
bleza por esa pieza con la que
adornaban la cabeza. Se parecía
a la toca llamada "serenero" que
usaban todas en las noches cuan-
do salían a la calle o andaban
por los patios interiores.
Kn algunas iglesias y espe-
cialmente en aquellas situadas
en los suburbios o en parroquias
escasamente frecuentadas por
personas de po.sición, San Tcl-
mo, Concepción, Montserrat o la
Piedad, la "misa de alba" era la
única que se celebraba. En las
iglesias del centro se oficiaba
cada hora, hasta la una de la
tarde. Esta misa era la última y
se hallaba especialmente concu-
rrida los domingos y fiestas de
guardar por las familias "paque-
tas" y "currutacas" que, sin pre-
vio acuerdo y sólo por un con-
venio tácito del hábito, se daban
cita para lucir sus tocados e in-
génita elegancia al par que
cumplían con sus deberes reli-
giosos.
Las iglesias que más fama
tenían por estas reuniones socia.
les eran la Catedral y San Ig-
nacio, ésta más que la primera
porque ocupaba el centro del
barrio más aristocrático duran-
te el virreinato y la revolución.
Los petimetres y los curruta-
cos, entonces como ahora, ha-
cían corrillos en el pórtico del
templo para presenciar el des-
file de bellezas femeninas y mu-
chas veces para seguir soplan-
do en el fuego de las pasiones
sin dar a la religión otra cosa
que no fuera un respeto forma-
lista.
Las niñas generalmente He.
gabán en grupos y tras ellas
marchaban dos o tres pequeñas
esclavas africanas con la alfom-
bra o la silla reclinatorio en
que había de arrodillarse su
"amita". El piso de las iglesias
no era de tierra, sino embal-
dosado más o menos como aho-
ra, pero el buen tono marcaba
como indispensable que la devo-
ta llevase su rosario y el libro
de oraciones, y la esclava el re-
clinatorio o la alfombra. Algu-
nas iban acompañadas por sus
padres y hermanos u otros
miembros de la familia, aunque
lo más común era que fuesen
solas con sus criadas.

CONTRA
ERTUSSIN
RESFRÍOS: TAE5CHNER

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— Pero, ¿qué hac« que no arregla la cañería? El ladrón (dirigiéndose al agente poligloto). — Dis-
— I Eio mismo me estoy preguntando yo. señor I culpe, agente: ¿cómo se dice en inglés "la bolsa o
(De Tbe Humotist, Londres). la vida"? (De L» Campan* de Gracia, Barcelona).

Aníbal cruzando por U Quinta Avenida, en dirección R O M P E C A B E Z A S

contraria. Busque al hombre sordo entre el público del cine
(De Lilt. Nueva York). hablado. (De Liíe, Nueva Vork).

— ¿Q\ii le sucede, con esa cara tan triste? E N EL H O T E L

— Señor, tengo una hermana de 10 años, y presiento 'Perdón. Una señorita, joven, bien parecida, q u e . . .
que si usted no le da a la pelota, me será imposible - i Todas somos jóvenes y mejor parecidas, señor I
asistir a su casamiento... (De Liíe, Nueva York). (De Tbe Humorist, Londres).

u^g
ta
wfcr / ^ * ^ ^ ^ í "^V

^^^^^09^^I^B^
í^
^^^I0l^ry*i<!^
— Ha hecho muy mal en dejar aquel empleo. Por — íQuí tal fu comedia?
lo menos, tenía el pan asegurado — Cinco representaciones.
— El pan. ai pero ¿y el vino? — Total,..
— 20 espectadores...
(De L'Bsquella de la Torratxa, Barcelont). (De Tbe Humorist, Londres).
H U M O R Í S T I C A C A R 1.1/\J

— ¿Qu¿ le pasa a usted, don Abundio?

— Una COR8 muy rara, hijo mío. Me he bebido diez y sel*
vasos de vino, y como si nada; pero me he tomado un vasito
de agua despuéi.., j y me he mareado I
(De La Nación, Mad rid).

Campeón de altura.
(De The Humotist, Londres).

— ¿A ustedes les parece que —El cuadro era de Velázquez.

a un chico de 10 años se le — ¿Y cómo lo sabe usted?
uede conformar con esta pe- — Hombre,.,, por la factura.
Íotita?,,. — iHahl Viendo la factura.
cual(]uiera sabe de quién es.
(De Th* Humorist, Londres). (De Cuti^rrex, M;idrid),

' Dime, ¿por qui te dejas ese bigote? (Dijiste ya tu oración?

— Porque me sale de las narices, — No hace falta. Anoche la repetí dos v e c e s . . .
(De Cutiétret, Madrid). (De Tbe Humorist, Londres).

nigarri/jCo/-

fabGco J^cibmo •*Í^fe,

 HEl Inagotable, coraxóa 6e las
S
Aniuo es '|ue no todo
so redujo a dar el gri-
to eiiiaiicipador y c6n-
(luistar a s a l t o s la
• nsiada lilicrlad. Muy duros y
muy penosos fueron los trances
I 11 (lue se vieron los próceros
ante la diversidad y masnitud
de loá incalcnlables problemas
<iue a cada paso se les prcseii-
laban.
Dos aiíos después de! Rrito
de Mayo, en 1812, la situación
,-e consideró como de verdadera
dificultad, a pesar de (pie la re-
volución, en su primer impulso,
había logrado avanzar hasta los
lejanos limites del antiguo vi-
rreinato. Kl enemigo perinanccia
fuerte en Montevideo, pudién-
dose decir (|ue a(|uélla se había
visto precisada a ceder. Había
pasado la quebrada de lluma-
Iniaca, viéndose asomar la reac-
ción realista sombría bajo la
dirección de jefes obstinados:
(eniíase sobre el firmamento de
la patria un verdadero nublado
cuyas consecuencias no era nada
difícil prever. Kn tan a/.orosos
momentos y para colmo de las
desesperaciones del patriotismo,
arribaron a Tíñenos Aires la-S
armas (|ue liabian comprado los
Agiiirre en los Estados Unidos
VA aceten dice
Muchísimas damas son más
lindas de lo que piensan,
aunque MANCHAS,
P E C A S y PAÑOS, ocultan
su belleza. El remedio con-
tra estos defectos es, Prana
N" 28, que nunca falla ni
irrita el cutis más delicado.
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"Prana" para un etiHayo eratis,
Nnmliro
Culle No
Locatidnd. . . .
V. C o Provincia.
de Norteamérica, y el Triunvi-
rato se encontraba falto de los
necesarios dineros para pagarlas,
con las arcas exbaUNtas; agra-
vada t;in tremenda situación por
¡a existencia de un verdadero
volcán de pasiones y discre-
pancias, todas ellas de la mejor
buena fe, pero (jue amenazaban
dar el estallido, y que sin la
menor duda, al ocurrir éste,
hubiera echado a r(xlar las'aspi-
raciones y los grandes sacrifi-
•ios que se habían realizado
liarla entonces.
Ante tales hechos, el encarca-
ilo gubernativo de rccoijer ¡as
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JUANRUMINVOL SARFIIEnTO I 5 1 7 - B > A I B E S
muieres
donaciones del pueblo que se
(Ic^tlnarian a cubrir los gasfis
originados por esa compra de
armas, etc., puso la necesidad
y conveniencia de alentar y pro-
mover una suscriiKrión a la cual
concurriese abiertamente la mu-
jer argentina. J,a idea cobra
impulso y al ponérsela en prác-
tica, nuevamente aparecen las
damas llenas de patriótica de-
cisión, iK-rfectamentc posesiona-
das de la urgencia y gravedad
de las circunstancias, en aquellos
inseguros días de prueba. Su
alma generosa mostróse una vez
más en tamaño esplendor: todas
las mujeres ofrecíanse a coope-
rar con los recursos y en la
forma que se hallaba en lo po-
sible, que para ese caso, no se
trató de que dichas posiliilidades
(piedasen circunscriptas a un
ajuste más o menos conveniente,
pues obróse con largueza y ge-
nerosidades tales y tan encomia-
bles, (pie muchas exeetliéronse
hasta el sacrificio.
."Xquel rasgo dio origen a la
Sociedad Patriótica, cuya prime,
ra reunión en la casa de Esca-
lada (lió cauce a la grande y
noble obra <|ue culminó la mu
jcr argentina en todos los ins-
tantes de la lucha.
Todos los extremos
son viciosos
Y en lo que se refiere a nnestrri
propia persona y a nuestra .tparien-
¡ cía, no es nada atractivo el ser muy
; «rueso o el ser muy flaeo. Lo esen-
i cial, lo ideal es que nuestro peso
esté de acuerdo con nue-stra estatura
y <|ue nuestro eueriKi sea bien jiro-
porcionado, de carnes llenas, duras
y sin arniRas; de formas <pie agra-
den al que las c<mteniple. Ks oblig.i-
ción de toda persona saber lo >|ue
debe jiesar, según su estatura.
Cada caja de S.\KnOI„ el anti-
Kuo y liien cfniocido es¡)ecifico para
engordar, contiene una tabla que
indica lo que debe pesar cada honi-
liic y cada mujer según su tamaño.
SARGOL, no sólo se recomienda pa-
ra engordar y robustecer sino tam-
bién para producir fuerzas, ayudar
el apetito y la digestión y enrique-
cer la sangre, mejorando asi el e«-
tado general de salud de toda perso-
na. S A R G O L p u e d e n tomarlo
personas de ambos sexos y de todas
i.is edades y no requiere dicta ni
POSARIO régimen de ningun.'i clase. Tomado
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I Típica F. Canaro.
I Bajo el beso de la luna. Tanteo.
¡ Escúchame, che, Clobero. Tan(.ro.
I Típica R. Firpo
I Tango argentino. TnnKu.
) Canta oí zorzal. Tatipo. Típ. F. Canaro.
\ La nieta de japonesita. Fox Trot.
( Dolly. ValH. Típica Pacho
{ Así es la vida. TUIIKO.
; Por la Virgen de Pompeya. TanKo.
I Típica F. Canaro
\ La marzorquera de Monseirat. Tnn^M).
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I Allá en el monte. Vals.
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832 G R A T I S
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Sarmiento. Uícilado Patriótico.
827 Tucumán. Recitado Patriótico.
Doctor Bellsario Roldan

TTl
L A MÚSICA
1 ÍLT-
i
959 B u e n o s Aires
 CARAy Y CARETA/
María Elena Alur r aldc de
Qarmendia quiso agasajar
al general T ristan
IK^^^^B^I^OTl ADA provincia, para
'X^^\m~ii los días de la Revo-
lución, r i v a l i z ó en
patriotismo y entu-
siasmo. Todas, has-
^^«^n ta la más pobre y
alejada, Kizo lletfar
W^I^3M hasta las manos de
los g o b e r n a n t e s el
óbolo para armar a
los primeros cuerpos de ejército y basta
las prendas con qué equiparlos. D e todo
se carecía y todo nubo que improvisarlo.
Ropas, víveres, arniamcntos. La hacienda
de la colonia andaba malparada y los es-
casos caudales presto los arrebataron los
fugitivos representantes del gobierno pe-
ninsular.
Las damas tucumanas, con sus virtudes
y hazañas, ocupan lugar importante y digno
de recordación. Ellas, como formaban par-
te del vecindario de la "carrera del Perú ',
que así se denominaba el camino que lle-
vaba a Lima, respondieron siempre, en efi-
ciente forma, al llamado del gobierno cen-
tral.
A las tucumanas debiéronse también no
pocas acciones heroicas, reveladoras del
recio temple y del acendrado patriotismo
que, desde los albores de la independen-
cia, fué característica de todas las argen-
tinas.
La vínica vez que los españoles consi-
guieron penetrar en Tucumán fué en 1812.
Un año trágico, un año de vacilaciones.
Empero, la victoria que sobre los peninsu-
lares se obtuvo debióse, antes que nada,
a las denodadas hijas de esta provincia.
A caballo recorrieron loa campamen-
tos, excitando el entusiasmo de los
defensores de la patria, ayudándo-
los, pues, moral y materialmente.
No se han de olvidar fácilmente los
nombres de Aráoz, Garmendia, Molina y
otras.
De entre éstas, María Elena Alurralde
de Garmendia demostró grande y ejem-
plar patriotismo.
Horas antes de la famosa batalla de
Tucumán — es decir, el 24 de septiembre
de 1812, — en la que tantas maravillas
hizo Belgrano con su caballería gaucha, el
general en jefe del Ejército Grande (nom-
bre pomposo con que se hacía denominar
Tristán) encontró cómo hacer llegar has-
ta las manos de don José I. Garmendia —
que era español de nacimiento aunque gran
amigo de la Revolución — una larga al
par que conceptuosa carta en la que, tra-
tándole con inusitada familiaridad, le pre-
sagiaba el próximo triunfo de su ejército,
In derrota y castigo de los patriotas y,
finalmente, hacíale el pedido de un buen
baño y un reparador almuerzo para des-
pués del combate feliz que se prometía.
Garmendia entregó la carta a su esposa,
doña María Elena Alurralde, advirtiéndo-
le, de paso, que convenía agasajar debida-
mente a su ilustre amigo y, por lo que se
barruntaba, triunfante compatriota.
La señora de Garmendia leyó la carta.
Luego, altiva pero sonriente, le dijo:
— Esposo m í o . . . Observo que aquí fal-
ta algo. Las cosas hay que prepararlas con
sumo cuidado.
— Tú d i r á s . . . — repuso él, ingenuo,
— P e r o . . . ¿cómo? ¿Lo has olvidado?
— No sé. . .
— Pues lo que falta en esta carta es
una buena horca. Una horca cuya cuer-
da y dogal sean trenzados con el cabe-
llo de las mujeres de T u c u m á n .
Desde luego, Tristán no fué ahor-
cado, porque Belgrano lo derrotó.
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é^mi^f^ A g e n e r o s i d a d con
Jj que muchas señoras
i L • se han d e d i c a d o a
''^*^ ayudar a la gran obra
de nuestra libertad siempre
ocupará un lugar distinguido
en la historia del siglo X I X :
sus almas nobles, bellas, ya
que no pue"den desempeñar las
funciones duras y ásperas de
la guerra, se contentan con
presentarse a coser la ropa
destinada a los soldados, que
han de defender la libertad de
sus hijos, padres, esposos y
hermanos. ¡Qué americano no
siente su alma agitada por una
multitud de ideas grandes y
generosas y no siente sus ojos
nadando en lágrimas de ale-
gría al contemplar a estas gra-
ciosas argentinas que, robando
las horas a sus ocupaciones
precisas, se dedican a coser el
tosco lienzo para los campeo-
nes de la patria! Sí; este bello
sexo es digno de nuestro reco-
nocimiento y de la admiración
futura. Los nuevos héroes, que
murieron en el campo del ho-
nor y sellaron con su sangre
nuestra independencia, no se
avergonzarán de recibir en su
gremio a las almas de estas
heroínas. Una costumbre, no
sé si irrpolítica o malvada,
condenó a la mitad de nuestra
especie a no tener parte acti-
va en los negocios públicos.
No es del caso rastrear el ori-
gen de tan torpe abuso, y si
será verdad que la ilustración
haga temibles unos talentos a
que acompañan tantas gracias
o si, como yo siento, una edu-
cación más sólida les enseña-
ría a hacer mejor uso de esas
dotes con que quiso la natura-
leza enriquecerlas, lo cierto es
que, humilladas desde tiempo
inmemorial al capricho de un
sexo que funda en la mayor
fuerza sus derechos, sólo par-
ticipan en calidad precaria de
los honores, de la libertad y de
las glorias.
Pero en nuestra revolución
han tenido las mujeres una
parte principal: díganlo nues-
tros jóvenes: cierta clase de
pasiones obra muchas veces
un efecto que parecía sólo re-
servado al poder de heroicas
virtudes...
Desde la época feliz de la
reasunción de nuestros primi-
tivos derechos, cuentan los
americanos con el favor de la
fortuna y de la naturaleza;
una nueva suerte, debida al
influjo de un nuevo sistema
hará que mueran reconocidas
al origen de su dicha y que
miren su vida con aprecio en
cuanto pueda servir de sacri-
ficio al autor de tantos bienes.
En todo esto, reconozcamos
que las mujeres tienen una
parte principal de influjo en
nuestra revolución. Al presen-
te no podemos hacer un enco-
mio más subido de su amor al
país que fecundan, que refi-
riendo sencillamente la glorio-
sa ocupación a que se han
ofrecido las familias más dis-
tinguidas de esta capital. \
será cada soldado un héroi-,
cargado de las fuerzas de un
sexo que hace la mitad de su
fortuna y de su existencia.
•
Lo transcripto apareció en
la "Gaceta", entre otras cosa.?
referentes al gesto patriótico
de las señoras en momentoi
en que el gobierno provision^il
se veía en aprietos para sostc-.
ner con el necesario vigor los
efectos de la Revolución; hu-
ras en que hasta el aire pare-
cía constituir un auxilio par.i
los esforzados paladines. Se di-
jo que estas frases son de fray
Cayetano Rodrígueí.

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El Mantón. Pasodoblc. Trío Los Nativos ( Oro En Polvo. Canción. Evaristo Barrios
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xicicdad • desde fines de 1807
liasta pasado 1866; vale decir,
(jue durante medio SÍKIO, con
algunas interrupciones vio pa-ar
lo más digno y granado do la
('•lite porteña. Kste salón fué cl
lie madama Mcndcvillo, más tar-
de señora de Thompson, y dice
l'aslor Obligado (pie tambitín fué
el más largo, pues llegaron a
bailar en cl hasta sestMita pa-
rejas a la vez. Allí habíase ce-
lebrado el año de la n'conguis-
la la fiesta de la victoria. Y to-
mando, cl hilo de lo (lU"; el ci-
tado tradicionalista cuenta, de-
jarémosle narrar a él eso del
compromiso matrimonial del hé-
roe: "La noche del 15 de octu-
bre nnnierosi^ima era la concu-
1 rencia. Acompañaban a la se-
ñora de Thompson en sus incan-
sables atenciones, las señoras
(Juintana, las tres hermanas Ks-
calada, Kamona lis(|uivel-y . \ 1 -
dao, Petrona Cordero, Rufina
de Orina, Isabel Calomiontcs de
Agrelo, las Castro, Andonagú,
Castclli de Igarzábal, Qnintaiii-
l!a de Alvear y otras. Esta últi-
ma y el dueño de casa, señor
6el
Thompson, hacían i-ií-a-í'ú en ia
cuadrilla de lionor al mayor Al-
vear con Mariipiita; el coman-
dante San Martin, acomiiañaii-
(lo a la señora de Escalada y el
general Halcarcc a la de (Juin-
t a n a . . . Pero la nota sobresa-
liente de la tertulia, en celebra-
ci('in de la victoria de Bclgrano.
no lo era tanto el capitán IIcl-
guera (jiie lleg(j a escajie desde
Tucunián con cl parte (jíicial (y
se le tenía como niño mimado) ;
sino (pie lo fué la gravedad del
jefe de granaderos, amartelado
cual simple cadete, ante la más
jovcncita, candidato oficial de
lan tierna candidatura. El mes
anterior ya habia obtem'do licen-
cia i)ara desposar a la que tan
pocas horas le fué dado endul-
zar los días nublados de tan
gran capitán.
" \ o t a d o el idilio por la due-
ña de casa, al pasar del brazo de
Montcagudo, exclamó: "observe
usted a Hércules teniendo la
madeja en (|ue le enreda On-
lilialia. i Parece que San Martin
vuelve a Libia 1 . . . "
En efecto, aquellos amores en-
tre dos seres cuya diferencia de
edades pareciera un obstáculo
abismal, sino fueron tisdo lo
venturosos que era de prome-
l)éroe
terse, a ninguno de los dos cupo
el menor reproche por ello. Re-
medios de E s c a l a d a era una
preciosa mnñequita endeble, de-
masiado niña todavía para las
resiwnsabilidades del hogar, y
por añadidura, su salud no cs-
tal)a del todo bien. San Martin,
vigoroso y en la plenitud de la
vida, (le llevaba más de veinte
años), muy IXKO después de su
(iilace tuvo <|uc emprender la
marcha para cumplir los sagra-
dos deberes contraídos con -la
patria, dejando a la compañera
en la casa paterna. Siendo go-
bernador y capitán general de
Cuyo, recién pudo reunirse a
ella, y por poco tiempo: la tras-
cendente ex[)e<lición a Chile vol-
vió a .separarlos, regresando ella
junto al hogar materno. Su mal
se agravó, y apenas pudo so-
brevivir a las victorias de = . u
ilustre esposo. El glorioso jefe,
vuelto a Buenos Aires después
de la campaña cu cl Períi, rin-
dió su postrer tributo a la me-
moria de a(piclla comi>añera que
lo fué a ratos en la realidad, y
de corazón eternamente; colo-
cando una lápida recordatoria
en el sepulcro donde había sido
enterrada. Desde allí, abandonó
la iiatria para siempre.

LA FERMENTACIÓN I La moda de los

GÁSTRICA cabellos rubios
Cuando la digestión no se efectúa de un modo
normal los alimentos i)«eden pcrniancecr en el
(•-.tfíniago varias horas después de las comidas, lo
cual origina una secreción excesiva de elementos
ácidos. E s t e exceso de acidez ocasiona además ja
íermcntación de los alimentos no digeridos, pro-
vocando Irecuentcniente dolores muy agudos.
Para mitigar tales dolores es necesario un mediu
alcalino (|ue neutralice la acidez e impida la fer-
ineiitación. La Magnesia Bisurada, el famoso re-
medio conocido, es un |)oderoso antiácido (pie
actúa en el sentido indicado. Media cucharadita
de las de café de este elemento alcalizante, en
iin poco de agua, tomada ínniediatamentc des-
pués de las comidas o tan pronto como se note
el primer síntoma de dolor, proporcionará un
alivio sorprendente. La Magnesia Bisurada evita
los ardores, acedías y flatulencias, facilitando
el funcionamiento del aparato digestivo. La
Magnesia Bisurada se vende en todas las Par-
macias y Centros de Específicos. L o s Médicos
recomiendan la Magnesia Bisurada.
N'iinca una moda femenina será tan bien .iceptad.i coiin)
la de 1 i.s cabellos rubio*. Como la mayoría (le ellas, lia
s'do creada por la mujer francesa, pero ésta tiene un
fundaincnto l(')gico y demuestra en sus creadores un
conocimiento amplio de todo lo (pie realza la bellaza
y juventud de un rostro femenino. No es, en una
paiabra, un mero capriclio. La mujer francesa no pré-
senla en su cutis ese color rociado vivo de la-s sajonas,
y sun precis.amente los rostros blancos, no rubicundo.s.
los más fav<>rcc¡dos ixir los tintes claios o dorados del
cabello. No hay duda (pie es un asunto delicadj obte-
ner los colores claros indic.idos para cada caso; pero,
por fortuna para nuestras eleííantes. se conoce ya cl
modo de pr jducir sin ningún inconveniente y con toda
sencillez esta admirable transformación. Se usa el ex-
tracto de una manzanilla especial que viene de Francia
con el nombre de manzanilla verum. Aplicándola en
casa como una loción cualípiicra, y en 4 ó 6 días de
liso da el color deseado. No hay nada más cómodi, y
como es vegetal e inofensivo, no perjudica en nada
el cabello. Puede aplicarse a los niños con la mayor
tranquilidad, y da muy buems resultados para disi-
mular el vello. En cualquier farmacia puede encon-
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cnr a mi casa, hoy puedo Kotar de una iialud que adoptada « B l«da
antes no tenía, pues me encontraba en un estado cona I njct i¿n mod«r•
na. Monlknl»! de hia-
driicaüfaímo, débil, sin fuerzas y una enorme per- rro r Ubiillaa d« ma-
dida de peso.
Hoy mi peso aumentó, la flojedad do nervios ha Con mar-
desaparecido, mí mente piensa mejor, la falta de co, posti-
memoria que antea tenía ya no existe, y esto pue- gos y he-
do dar gracias a su a p a r a t o electro-Ral vánieo r r a J e s.
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Quisiera, eef^or Mtttae, que usted hiciera lleurar a 3 X 1-ÍO
oídos de aquellos que sufren, mis palabras textuales
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ENTRE R í o s . 237
FACILIDADES
—
DE
BUENOS AIRES
PACO Montes de co/i
Oca -I1526
^ J^
 CARA^ Y CARETA^

D ESPE el año 40
al 60 leíase so-
bre el pintarra-
jeado f r e n t e
y paix:l pautado. Llegan-
do en aritmética a las
cuatro reglas primera?,
salía el niño tan sal)io,
hoy verde cotorra, en tan sabidor que, ai no por
tablero color de sangre, Cito último, por grande
como postes, puertas y se despedía de la clase
ventanas de la época: de ¡os chicos. Aunque
"Escuela de Niñas y Ni- escuela primaria de ni-
ños". Allí las hermanas ñas, empezóse por acep-
Rodríguez ejercían el tar pc(|ueños hermani-
cristiano precepto de en- tos de las grandes, que,
señar al que no sal)€. si no servían de compa-
I Cuan dignas son de la ñía a las que conducía
^;ratitud de dos gencra- todos los días la negra
riones, cuyos primeros vieja cargada de libros
liasos encann'naron con y cuadernos, dejando
;ifán, cultivando inteü- caer más de uno, si, las
«encias infantiles, ense- acompañaban a embro-
iiaiido, en época que na- llar la lista, en horas de
die enseñaba ; desde la asueto, que para los chi-
líscuela de Huérfanas a cos eran todas. Porque
!a U n i v e r s i d a d , tn<l(i si en la escuela de las
centro cerrado o entor- Rodríguez no llegó la
nado por la férrea ma- "educación a caramelo",
no del tirano. desusada era ya la re-
I ^ s s e ñ o r a s Rodrí. gla: "la letra con san-
gucz (nn'sia Margarita, gre entra", y ni se col-
Inés y Enlogia), virtuo. gaba lengua de bayeta
sas e instruída.s herma- colorada a la charlata-
nas, ligadas por 'el tri- na, como en la vecina
ple vínculo de la san- escuela de Barbosa, ni
gre, de la vocación y de ostentaba el penitencia
la caridad, rodeando la do cucurucho de ama-
rillento iwpel marquilla.
madre anciana por cpiien
>e desvelaban, pertene-
cen al numerciso bata-
llen! de las olvidadas, no
ÜJi^ cual en la de don Juan
Peña, ni menos asomó
la palmeta de agujeri-
tos del activo señor La-
obstante ser dignas del
mejor recuerdo y del rro<iue. Luego la escue-
aplatiao que ream'ina a sus la fué creciendo como su»
colegas. Verdaderas hermanas discipulas, aumentando entre sus
do la caridad social, si blancas to ramos: costura, bordados, labores de
cas no cubrían sns cabezas, blancas al- aguja; clase de gramática, en la que
mas reflejaban en todos los movimientos de Navarro Viola (de renegrida cabellera ri-
sus vidas, con.sagradas por entero a la educa- zada) erguíase los m a r t e s y v i e r n e s , expli.
ción. Con paciencia incansable, todos los días canilo prcíercnteniente tiempos del verbo amar,
del año, y por nnichos años, desde la hora matinal quisicosa que, si no comprendíamos por enton-
llanta la tarde, consumieron su .salud y su vida, ces, supimos más tarde (|ne, de las condiscí-
inclinadas sobre el grupo de cabccitas rubias, cu- pulas (las más bonitas sobre todo), ninguna salió
ycjs rulos de oro sombreaban .rosaditas mejillas, reprobada. Hasta se a u m e n t ó clase (le narices
-c:ncjando cada grupo deslwrdante canastillo de y orejas. Traviesos muchachos dibujaban sicm-
íiiiimadas flores. Ellas alental>an entre mimos y ¡jrc la enrojecida y floreciente de don Pedro
Minrisas, con bondad infinita, aún a las más p-.'- Angelis — sin tenerla por modelo, — y orejas
rczosas, aconsejando <|ne, acostumbrándose a ven- (le suegra que parecían las que, corrige que co-
cer las primeras dificultades, habituadas queda- rrige, enmendaba los sábados don Martín Do-
rían para vencer luego mayores lroi)íezos en la ñeo. Sin duda sobresaliente profesor de ojos le
vida. juzgara cierto jefe de policía, pues al regresar
de obtener el primer premio en Florencia, le
Precioso invernáculo fué esta estrecha escue- llamó para retocar el ojo del "Gallo Policial",
la, donde germinaron tantas semillas de virtud, (|ue lluvias dejaron bizco; preferencia que no
injertadas siguiendo sus consejos y ejemplos, en hemos llegado a averiguar por qué rehusara el
la- <|ue hoy, madres y abuelas, prosiguen tan decano actual de los pintores argentinos. H a s t a
noble iniciativa. E m p e z a r o n a enseñar a leer y un atentado musical se inauguró en clavicordio
e-cribir, y después de la "Cartilla", con Cristo perni(|uebrado, donde el mulato Ambrosio nun-
illas grande que el del "Silabario A r g e n t i n o " de ca consiguió llegaran a d a r ' el "sí" sus disci-
W'ilde, se pasaba al "Catón Cristiano", antes de pulas de solfeo.
llegar al "Amigo de los Niños".
Todavía pedagogo tan competente como el Larga sería la descripción de la enseñanza
autor de la "Anagnosia" sin silabeo, no colgaba diaria en esta escuela, que, empezando por palo-
sus cuadros nnirales de grandes letras, pero ya tes, "fué ampliando, sin programa impreso, mu-
íinticuado era el "cajoncito de a r e n a " de D. Ru- chas de las materias que sólo quedan impresas
fino Sánchez, y enseñábase a escribir en pizarritas en p r o g r a m a s de actualidad.
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orden técnico que la confección de una
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años de estudios en los que la experiencia
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Para hacer resaltar la esbeltez de un cuer-
po bien formado o para corregir cual-
quier defecto de conformación es menes-
ter una faja de corte exacto, sin lo cual
su uso no reporta más que molestias sin
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TLas 6aa¿a5 5e aquella
época
4 ^ K J i < OS bailes de aquella época «ran pocos pe.
j r ro lucidísimos. Figuraba, en primer tér-
I L . "lino, el ceremonioso y aristocrático mi-
* ^ ^ nuc, liso — a veces el figurado, rara vez
el de la Corte — con que se daba principio a toda
reuiiiún, cediendo generalmente el puesto de ho-
nor a la dueña de la casa, acompañada de otra
resiietable dama y dos caballeros formales; el
montonero o nacional, llamado el ai"iü 40 minué
federal; el vals pausado (twlavía no se conocía
la iKilca, si bien ya se babia desterrado el paspié
y el rigodón) ; la colombiana, especie de contra-
danza que al final tenia su cielito; la gavota, bai-
le en el que los bailarines ejecutaban movimien-
tos vistosos y difíciles con los pies; y la contra-
danza, de graciosas y complicadas figuras, que
dirigía personalmente un bastonero.
Este "funcionario", inevitable en todo sarao o
reunión, tenía ix)r oficio anunciar en alta voz lo
que dcbia bailarse, pero antes tenía la obligación
(le advertir a las i)crsonas que habían de hacerlo
con quién formarían pareja, se entiende, consul-
tando todas las conveniencias. En los grandes sa-
raos habia bastoneros subalternos, sujetos, en cier-
tos casos, al jefe.
I'-u los antiguos tiempos, basta el año 1810, se
observaba la más respetuosa etiqueta en la com-
binación de las parejas. Los oidores y coroneles
(no había generales) se ponían en Ixiile con las
señoras de su clase respectiva. Más de un sarao
y más de una reunión improvisada concluyó antes
de emiK'zar por una indiscreción del bastonero.
Ua familia que se consideraba agraviada tomaba
la puerta y era seguida inmediatamente por i>a-
rientcs y amigos.
Kn las tertulias de las Sáenz, donde creemos
que el bastonero apareció p<ir última vez, se arre-
glaba por tarjetas, muy solicitadas y concedidas,
el baile próximo a ponerse. Ej bastonero, que tam-
bién solía echar su manito en el piano, era un
pariente de la casa de ai)cllido Arzac, hombre de
muy buena pasta, pero sordo para mal de sus \K
cados y que todo lo que tocaba lo tocaba de oído.
De vez en cuando, para halagar a los concu-
rrentes ingleses o "inglesados" que escaseaban,
bailálwse el "solo inglés", pieza que generalmente
lo bailaba uno de ellos a pedido de la concurren-
cia y en su defecto alguno de los criollos, don
Pepe Ücdriñana, don Emilio Alvcar o I'crico Cas-
tcllote (lue si bien lo hacían con más soltura y
gracia Reñían, en cainbio, menos seriedad.
La contradanza se sostuvo hasta el ai'io S7,
debido a una simple casualidad, según parece. El
general Urquiza era aficionadísimo a este baile
Entre Ríos, primero, y en l'alermo después, don-
de se le dieron bailes a los que él asistió, cada
tanto tiempo se pidia una contradanza en obse-
quio del general. Don Justo José, que era bromis-
ta y alegre, al par que cortesano y galante, bai-
laba con cierto garijo ceremonioso de la época del
minué, y entonces quería que todos hiciesen cui-
dadosos las figuras para no perder el compás.
Esas contradanzas eran interminables.
Si retrocediéramos algo más y penetráramos en
la época de la colonia, encontraríamos aún otra
clase de baile, como se colige del edicto en que el
obisjK) don Juan José de Peralta prohibió el bai-
le llamado "fandango", bajo pena de excomunión
mayor.
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entre lo mejor
A N O S y ailos de constante producción so éxito en Norte América ^a está repitién-
M\. en gran escala, sostenida por enorme dose aqui.
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Nash ese grado de refinamiento que lo del acostumbrado aumento de precio.
coloca entre los automó- Vale la pena de darse el
viles mejores del mundo.
gusto de tener un "400"

NA§H
Así es particularmente no tanto por su poco cos-
con el Nash "400", cuyos to como por esa elegancia
numerosos modelos des- de ¿ran coche que lo
cuellan tanto por su distingue .entre los me-
belleza y facilidad de
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^ j £ escuela de la capital
*^ ^ o de ciudad, con tra-
je de sastre, sombrero de plu-
mas mosqueteras, caminando,
con tacos Luis X V , a saltitos,
asistente a teatros y con pre-
tensiones a la crónica social;
no; es la antigua maestra, la
de los niños de las escuelas
mixtas, cuando nuestras ciuda-
des eran aldeas y mucho me-
n o s . . . Su misión es puramen-
te social, porque enseña m á s
a niñas, a leer y escribir, los
elementos de algunas ciencias
ru<linientales, religión y prin-
cipios de moral, para que sean
luego dignas esposas y santas
madres y gobiernen seriamen-
te sus hogares. Ks todo su
programa. Ks m á s educacio-
nista que instructora, m á s sub-
jetiva que intelectual y, m á s
conforme con su sexo, va
también m á s rectamente al co-
razón que al cerebro. A cada
uno, en el |)erfeccionamienío
ílel espíritu social, su p a r t e :
a la nmjcr, el sentimentalis-
mo, al hombre, el pensamien-
to, para la producción, respcc-
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C A R A / Y CARETAr.
6e la c o l o n i a
del sentimiento o
de la idea, que son los ejes en
que rueda el mundo. Así, el
hombre podrá ser buen ciuda-
dano, y la mujer, excelente es-
posa, noble madre, digna m a -
trona, y, si la patria peligrara,
patricia valerosa. Patriótico
prospecto, de fecunda trascen-
dencia social. D e abnegación,
de sacrificio, es sólo para las
almas fuertes, altruistas, que
quieran dedicarse al servicio
de los demás. Ks necesario,
para cumiílirlo, haber sido bue-
na hija, ejemplar esposa y n o -
ble m a d r e ; ser sola, con el do-
lor de la desaparición de toda
su familia o la satisfacción de
haber realizado sus destinos,
|)ara entregarse de lleno a su
apostolado. H a y también j ó -
venes, a quienes, pasada la pu-
bertad, una voz interior les
dijo que nacieron para ser edu-
cacionistas: I inspiradas! Klla
no huye del m u n d o ; se vincula,
por el contrario, a lo que, sim-
bólicamente, tiene de m á s i)re-
cioso: su porvenir; y en vez
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necesario que alguieil lo haga,
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brelleva evangélicamente, bajo
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Dios de los cielos, entre el res-
peto de los superiores y la risa
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¡ Pasad, blancas mujeres del
Evangelio, bendecidas por lo»
buenosl Y o las he visto, ancia-
nas o jóvenes, en las colonias,
dando clases en galpones J e
estaciones, en las chacras, c:i
medio del campo, bajo los ár-
boles, con polleras de zaraza,
que ya n o se importa sino para
ellas, con un pañuelo de coior
en la cabeza, en verano con
sombrero de paja y aun des-
calzas. " ¡ M i s hijas!" — dicen
— y sólo pretenden que apren-
dan las necesidades y menes-
teres del hogar. Radiante de
salud y bienestar del alma,
por(|ue no la persiguen vani-
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Vn o IVi d o in i u s t o
NA de las épocas más interesante* de la Historia nuestra /
es la q\ie corresponde a la primera invasión inglesa. Y,
sin embarco, es de las menos estudiadas.
Don Pablo Groussac anota la circunstancia. Los his-
toriadores pasan rápida revista a la audaz empresa de
Beresiord y fijan sólo su atención sostenida en la defen-
sa de Buenos Aires. ^
El ario de 1806 es interesantísimo por más de una
causa y no será exa(?erar los conceptos decir que entonces,
"oficialmente" al menos, viéronse los primeros conatos
de actitudes revolucionarias en la masa del pueblo, las cuales debían
robustecerse cuatro arios después.
Aquel pacífico vecindario de comerciantes, tenderos y estancieros,
parecía el menos indicado para t^sumir gestos heroicos. Así lo creyeron,
equivocadamente por cierto, las personas que, juzgándose conocedoras del
ambiente, informaron a sir Popham sobre las noventa y nueve probabili-
dades que tendría" a su favor el ejército británico en la tentativa invasora.
Claro que esos informantes de paso no podían conocer el germen que se
ocultaba celosamente en el espíritu de cada uno de los porteños. Creyeron,
porque se veía, que al porteño sólo le interesaba comer, dormir y
contrabandear.
Los datos que tenemos de la época son, la mayoría de las veces,
confusos y pobres, y el que se proponga trazar un cuadro fiel de la ciudad
en ese año 6, tropezará con graves y quizás insalvables obstáculos.
Pongo por caso el ejemplo del famoso hotel o fonda de 'Los Tres
Reyes". En aquel establecimiento, que se nos aparece completamente
borroso en el tiempo, tuvo lugar un bello episodio al que se puede consi-
derar como un exponente claro y terminante del espíritu que animaba ya
a las gentes humildes de Buenos Aires. Nada se sabe en concreto de la
tal fonda, y lo único que se conoce de ella es la vaga y ligera referencia
del mayor Alejandro Gillespie, oficial del ejército de Bcresford. Que estaba
en la "calle del mismo nombre", dice el mayor, pero no había tal calle en
Buenos Aires y el autor, sin duda, se refiere a la costumbre que imperaba
entonces de llamar a las calles con el nombre de lo más destacado que
había en ellas. En la calle del puerto, dicen otros escritores. La calle del
puerto sería la actual L. N. Alem. El doctor José Wilde afirma, sin mayores
datos, que ocupaba un solar en la del Santo Cristo (25 de Mayo) y que
era el único hotel de la época concurrido por todos los viajeros de ultramar.
D e ahí no se pasa. ¿Quién era su dueño, cómo se llamaba? ¿Cuál era
la exacta ubicación del hotel en el plano de la ciudad? ¿Por qué se llamaba
de "Los Tres Reyes"? ¿Se refería a los Reyes Magos? ¿Serían los reyes
españoles i*.. . Misterios.
Y, sin embargo, la casa tiene un fuerte sabor evocativo. Como decimos
más arriba, su interior fué escenario de un acontecimiento suma-
mente interesante la misma noche de la triunfal entrada de las
tropas británicas. La relata el mayor Gillespie en su libro "Re-
cuerdos de Buenos Aires y el Interior" y no es prudente creer

CARLOS ERNESTO
 C A R A / Y CARETA/

Id h i s t o r i a
en una fantástica creación imaf^inaria del comisario de prisioneros, prisionero
luc^o él mismo de sus ex prisioneros.
Habiendo concurrido la noche del 27 de junio algunos oficiales ingle-
ses a la fonda, notaron que la hija del posadero servía al concurso con
evidente disgusto. Un señor Barreda, que dominaba el inglés y servía de
cicerone a los invasores, se encargó de informar a la bella muchacha que
lus oficiales de S. M. británica se hallaban acostumbrados a pagar religio-
samente sus consumiciones en cualquier parte donde las hicieran, aun a
título de vencedores, y que si el temor de lo contrario producía su disgusto,
le rogaban que confiase en la palabra militar británica. Pero la aludida,
desdeñando la explicación, se dirigió con tono airado a los pocos oficiales
españoles que había en el lugar y les espetó estas hermosas y revela-
doras palabras:
"Desearía, caballeros, que nos hubiesen informado más pronto de sus
cobardes intenciones de rendir Buenos Aires, pues apostaría mi vida que,
de haberlo sabido, las mujeres nos habríamos levantado unánimemente
y rechazado a pedradas a esos ingleses".
Después de la arenga, la valiente joven cambió de humor y siguió
sirviendo a unos y otros con una encantadora sonrisa.
H e aquí, pues, que una humilde muchacha, cuya vida transcurrió fre-
gando platos y tazas, daba la pauta del espíritu heroico de la mujer porteña.
¿Cómo se llamaba esta joven, tan decidida cuanto hermosa de físico?
ál fué su destino? ¿Qué hizo cuando el año 10 llegó la libertad? M á s
misterios. La historia se olvidó de ella y sin cmbart<o, ¡qué derecho, inalie-
nablemente adquirido, tiene la hija de "Los Tres Reyes" a figurar en el
calendario patriótico I
Es posible que en algún archivo particular exista, bajo el polvo de los
manuscritos, alguna noticia sobre el asunto. El posadero dejaría, sin duda,
familia en la ciudad. Quizá la haronía de la noche del 27 de junio casara
y dejara hijos. En este caso, sólo la casualidad puede deparar al investi-
gador la suerte de hallar el hilo de esta madeja de misterios.
En su condición de anónima, no es menos admirable la muchacha de
la fonda de la calle del Santo Cristo. Añade Gillespie que el posadero se
condujo noble y espléndidamente con los derrotados después de la recon-
quista de la ciudad, y que todo corazón inglés tenía una eterna deuda de
gratitud con aquella digna familia. Y no es raro que el desconocido perso-
naje se portara en tal forma, pues en el tiempo se decía que los ingleses
nos traían la libertad. Debió, entonces, ser patriota de fibra, a más de
honorable, el de Loa Tres Reyes". Razón poderosa para que se le recuerde
y se le saque, siquiera en una ocasión, del injusto olvido en que yace la
memoria del padre de tan valiente cuanto encantadora hija.
Y aunque la historia, grave y concienzuda, no lo haya dicho en sus
páginas, es bueno que las generaciones presentes sepan que en aquella
fonda de "Los Tres Reyes", cuyo recuerdo aparece borroso tras la
bruma del pasado, se servía otra cosa además del espeso chocolate
con ricas tostadas: se servían ejemplos de valor y de civismo, y
no era, por cierto, menester que los clientes los solicitaran. . .

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^^^A UENos Aires contaba
^í ^ t'n el seno de su so-
_^ / 'y cicdad patricia, entre
* ^ * ^ otras muy preclaras,
virtuosas y entusiastas damas;
a doña Jerónima San Martín,
que era hija del maestre de cam-
po don Juan Ignacio San Mar-
tin y de doña Mercedes Zeba-
líos, y había nacido en la loca-
lidad del Baradero el año 1758.
A los 19 años, o sea el 19 de
julio de 1777, diclia señora con
trajo enlace con José Buchardo,
de origen italiano. En poco más
de dos años acaeció su viudez,
y se la encuentra en 1786 casan,
dose cu segundas nupcias con
un caballero llanwdo Francisco
Herrera, el 17 de junio de di-
cho año.
I'arcció destinada a viudez
consecutiva doña Jerónima San
Martín, pues apenas entrado el
mes de enero de 1804, su según
do marido dejó el mundo de los
mortales; pero a manos de la
señora vinieron los bienes de
aquella ventajo.sa unión, que ella
luego supo administrar con mu-
cho tino, y sobrellevar una vida
holgada mediante el juicioso ma
nejo de aquéllos.
Vivía esta dama en la cuadra
que ahora se determina en la ca-
una reja
lle Córdoba entre las de San
Martín y Florida, en 1817, en
circunstancias de llegar a Bue-
nos Aires la noticia de la vic-
toria conquistada en la cuesta
de Cliacabuco por los ejércitos
expedicionarios de la emancipa-
ción. El júbilo porteño llegó a
limites indecibles, dando cada
cual, según sus medios y con-
dición, las mayores pruebas de
alegría y satisfacción. A isa fe-
liciilad iKipular. se asoció doña
Jerónima San Martín celebran-
do un baile en su casa, a la cual
adornó convenientemente, como
para dar el mayor realce a tan
señalado suceso. Y, a fin de que
Dolía Gerinlma San Martín.
alegórica
las exteriorizaciones de su fer-
vor patriótico fuesen de carác-
ter permanente y visible, hizo
colocar en la ventana de su re-
sidencia, por el lado de la calle,
una reja con la in.scripción "Vi-
va la Patria, 1817". Dicha reja
fué además adornada con rosas
y gajos de laurel fresco.
Semejante actitud atrajo las
miradas de todo el vecindario
que saludó cu ella, con verdade-
ra unción, uno de los más sim-
páticos rasgos del patriotismo
dados por la mujer argentina,
que como ya se tiene claramente
demostrado en distintas formas
y ocasiones, no fueron escasos
ni faltos de carácter; antes bien,
parecían hijos de una noble dis-
puta i)or ser cada ima más aman-
te de la patria y parecer mejor
dispuesta a dar auxilio a sus
necesidades.
Fué muy elogiado, llegando el
comentario a oídos de los jefes
(|ue, oi)craiido lejos del suelo
natal, sentían en propio espí-
ritu los trasportes del entusias-
mo que aquí vibraba en todas
IMrtes. Aquella señora fué ma-
dre política del general Anto-
nio González Balcarce pues ca-
só con su hija Dominga el 31
de enero de 1807.

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 CARAy Y CARETAS
La viuda de Dorrcgo ganábase
el sustento con la a gu j a
i '••:'
•i: í
UY e q u i v o c a d o s
están todos aque-
llos que creen que
n u e s t r a s damas
patricias disfruta-
ron de c ó m o d a
posición s o c i a l .
No abundaban las
grandes fortunas
en la colonia. Y
esta pobreza, en
muchos casos rayana en la franciscana,
muy bien la evidencian las listas de do-
naciones y aportes becbos por las patricias
para sostenimiento de los ejércitos liber-
tadores.
Un sencillo episodio en el que se puede
comprobar lo modestas que en su vida eran
las damas de los albores del si(^lo pasado
está en las páginas de la obra El general
Lavalle ante la justicia j>óstuma, del que
fue autor el erudito An(?el Justiniano Ca-
rranza. Lo confirman los datos extraídos
de papeles de familia, y en ellos se reve-
lan las vicisitudes por que debió pasar la
viuda del jfencral Dorref*o.
Para comienzos de diciembre de 1828, la
señora Angela Baudrix de Dorrego se diri-
gió a su estancia de Punta Lara. Allí, cons-
ternada, enteróse del fusilamiento del ge-
neral, su esposo, víctima de los sucesos
de aquella época que bien podemos cali-
ficar de noche de nuestra democracia.
La triste noticia causóle intensa impre-
sión. Su juventud quedó, puede decirse,
materialmente tronchada. Anonadada, así
vivió algún tiempo, sin mayores recursos
que los de un modesto pasar y protegida
por su hermana política, doña Dominga
Dorrcgo de M iro.
Así pasó algún tiempo. Las deudas co-
menzaron a amontonarse, puesto que la
delicadeza de la viuda de Dorrego impe-
díale solicitar rrfás de lo que buenamente
y a costa de sacrificios, que a ella le cons-
taban, le pasaba su cuñada.
Impaciente y sin atinar a obtener recur-
sos por otro sistema, después de los infruc-
tuosos resultados obtenidos en el montepío,
la esposa de Dorrego se vió obligada a
tomar la aguja y coser, día y noche, ayuda-
da por sus hijas.
Mucho no fue el trabajo, en los comien-
zos. Luego aumentó, puede decirse, la clien-
tela. No faltó una persona de buena vo-
luntad, y tras muchas diligencias, se les
abrieron las puertas de la ropería de don
Simón Peroyra, quien, a la sazón, proveía
de ropas al ejército.
La señora de Dorrego, con lo que gana-
ba, trabajando en forma que hoy escanda-
lizaría a cualquier contemporánea, debía
sostenerse y pagar setenta pesos de alqui-
ler mensual por una de las casitas deno-
minadas "de la Catedral", sita en la calle
San Martín.
Diecisiete años duró el martirio de esta
dignísima mujer; diecisiete años inclinada
la hermosa cabeza sobre la costura, ave-
jentándose, confortada únicamente por la
altivez de su espíritu.
Pero llegó el año 1845, y Rosas, el vili-
pendiado, el que está aún hoy en el ban-
quillo de la historia aguardando un fallo
definitivo que no tardará en pronunciarse,
con pretextos de obtener como reliquias
las charreteras y la banda de gobernador
del difunto esposo, logró aproximarse a la
dama y romper su silencio.
La señora de Dorrego recordó entonces
la amistad que había mantenido su esposo
con Rosas, lo mucho que éste le debía y,
sin vacilar, le envió aquellas prendas co-
diciadas, su único tesoro, salvado del nau-
fragio de toda su fortuna.
Rosas supo agradecerle aquello. Por un
decreto de los suyos le asignó la entonce»
importante suma de trescientos pesos men-
suales, a la vez que, por sus largos años
de sacrificios, dispuso que se le abonara la
suma de cincuenta mil pesos.
Hermoso ejemplo para las mujeres labo-
riosas del presente; bella prueba de digni-
dad y entérela femeninas.
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El Desayuno, por Schwnrz

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y^^ i;i(]().-o L-s repasar el
£^ cuadro de los auxi-
^ ^ ^ lios dados a la ¡latria
^ ^ ^ por las damas de las-
j i r o v i n c i a s . V e u s e nombres
muy ilustres entre otros de
menos resonancia, todos con
sn "peso" y sus "reales" ano-
ta<Iüs a renglón seguido, cada
cual de acuerdo a sus condi-
c i o n e s económicas. E n e s a
< niocionante lista figura doña
l'iburcia Jlaedo de Paz, (jue
no sólo prestó el óbolo pecu-
niario dando dos onzas de oro,
sino que consintió llena de
nozo ()ue sus hijos J o s é Maria
y Juli.'m ingresaran en las fi-
las militares de la Revolución.
Doña J u a n a del Signo, que
contribuyó con "diez y seis
pesos fuertes" para los gastos
de la expediciíHi, tuvo sus dos
liernianos, Carlos y Norberto,
que fueron los primeros en
Ijronuneiarse en Córdoba i)or
la R e v o l u c i ó n , ingresando
Norberto como auditor de gue-
rra del ejército auxiliar del
Alto P e r ú , y Carlos fué en
1820 alcalde y gobernador in-
terino, puestos que desempeñó
con todo acierto.
La dama salteña doña Mag-
dalena (iüemcs de Tejada dio
Revólveres
TANQUE
se c o n s t r u y e n
con acero es-
pecial para mu-
niciones de al-
ta potencia.
Llevan SEGU-
RO patentado
que impide
descargas ac-
cidentales.
El caño, rayado y calinra-
dO| asegura mayor preci-
sión.
Pídalos en t o d a s lat
catas del ramo. En
todo* los m o d e l o s y
calibres.
Si en %u localidad no lom
conai gU0t diriioMm al
Represtntante-DepoMitario
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C\R/\J- Y CARETA/
provincianas
'"cincuenta pesos fuertes".
.Ayudó con valor y decisión
las empresas de su bcrmano
e¡ general Martín Güenies en
las inquietas y azarosas cani-
|iañas para contener en el nor-
te la invasión realista. La tra-
dición atribuye a esta señora
MU grande ánimo para soste-
ner s,u patriotismo, circuns-
tancia que le deparó importan-
te papel en aquellos días.
l'-n .Santiago del Estero ve-
mos figurar a doña Agustina
Iramáin de Palacio con seten-
ta y seis pesos y cuatro reales.
Doña Francisca Borges de
Iramáin, v e i n t i c i n c o reses.
Doña Bernardina Arrizóla de
(¡oro.stiaga, doce pesos fuertes.
Doña Lorenza Lema, dos re-
ses y toda una caballada fle-
tada para la conducción de la
tropa.
])oña Mercedes Pardo, de
.San Luís, diez pesos fuertes.
Doña Anselma G o d o y , de
Mendoza, v e i n t i c i n c o pesos
fuertes, y doña Norberta Mo-
lina, de la misma ciudad, o d i o
pesos fuertes,
Kn Corrientes, doña Marga-
rita Lagraña de Vedoya dio
cincuenta cabezas de ganado.
Doña A n a R. L a g r a ñ a de Gar-
cía Cossio, 200 cabezas, y en
caso de urgencia, todas Fas
alliajas de su uso. Doña Anto-
nia Kosa García de Cossio, 100
cabezas de ganado. D o ñ a Ma-
ria T . Rodríguez de I-"ernáii-
dez Blanco se consagró a en-
cender el ardor del patriotis-
mo en los correiitinos, y con-
tribuyó con su onza de oro y
las joyas de su propiedad,
prestando además el trabajo
personal si era necesario.
La provincia de Salta tuvo,
además, eficaces cooperadoras
como V i c e n t a Figueroa de
Ibazeta, donante de veinte pe-
sos fuertes, J u a n a Francisca
Ybazeta y María Luisa Yba-
zeta, de veinticinco cada u n a ;
Faustina Arcos de Lincno, seis
pesos fuertes y Josefina Teja-
da y Blanco de Saravia, vein-
ticinco pesos fuertes.
Llama la atención cómo se
formó la nómina de donativos
cti algunas provincias. Así ve-
mos, entre cifras que anotan
"pesos fuertes", mnncrosas ti-
pccificacioncs de "reales", "ca-
lazas de hacienda", joyas, y
hasta "un saco con siete y me-
dia arrobas de azúcar en te-
rrón" que dio doña Bibliana
Ycgros de Córdoba.
 Millones de
Gérmenes
peligrosos

TOSES
RESFRÍOS
feí:5:- i i
CATARROS
DEBEN SER T R A T A D O S
RÁPIDA Y ENÉRGICAMENTE
Un resfrío mal curado da casi
siempre origen a graves enfer-
medades.
Millones de gérmenes acechan la
oportunidad de a t a c a r l e a la
menor d e b i l i d a d de las vías
En mu^ caga tomm uated •/ ¡arahg, •
respiratorias.
pero mi matm no sv olvidm d« laa pas-
tillas, para complttar la cura tanto Por eso la Bronquialina Ruxell
«n la calle como en la oficina.
constituye el t r a t a m i e n t o más
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 2^e6ltacl($ii acerca 6e las esclavas negras
^ y ^ KrKODUccioMES de lá-
^ V , 2 minas antiguas, vis-
^Jf '^s en e l e i i u M i t a l e s
^ ^ tratados históricos y
referentes todas ellas a cos-
tumbres sociales de !a época
de la colonia, han estimulado
nuestra imaginación, en modo
especial aquellas que hieian la
graciosa silueta de una esclava
jiesra.
lui verdad, la historia ha
sido poco Kcnerosa para con
esas infelices criaturas, y la le
yenda, burlona. P a r a los lioni-
brcs de raza blanca, el piR-
mento es de capital interés,
particularmente cuando el po-
.sccdor del más obscuro se re-
laciona con las tnanifestaciu
nos más nobles de la vida Ini-
inana. Esa distinción entre el
biimbre blanco y el negro ha
dado motivos a controversias
odiosas; felizmente, nosotros
liemos e x t i r p a d o numerosos
))rejniciiis, concediendo al ne-
gro méritos y virtudes — cier-
tos, sin duda alguna — que lo
hacen digno de nuestro resi)e-
to y nuestro cariño.
Los morenos compartieron
con nosotros las lioras incier-
tas de la guerra revoluciona-
ria; con los criollos recibieron
su bautismo de sangre después
del grito de libertad c, inte-
g r a n d o los ejércitos de la pa-
tria, batiéronse en todas las
batallas, dando en todo mo-
mento pruebas de abnegación
y valor. El general Mitre los
enalteció ante la historia, los
poderes públicos premiaron su
fidelidad y el alma popular eri-
gió a Falucho una estatua.
Solamente para las esclavas
faltó la palabra justiciera.
Son muy graciosas, es ver
dad, en la quietud de las nni-
ñequitas de lana, pero no son
ellas. Hilas fueron almas, su-
pieron del dolor que deriva de
su condición y experimentaron
la angustia consecuente de los
vejámenes sufridos por sus
amos, antes de Mayo. Y deci-
mos antes de Mayo, porcpu
fué durante los largos años ile
la dominación cuando se vie-
ron sometidas a desmanes de
toda clase. ¿A qué recordar el
tiempo que niedia entre la Ley
de lüicoinicndas y la relativa
a la abolición de la esclavitud?
Recién desiJués de sancionada
la i'iltima, conocieron su valor
de seres humanos. Ello, sin em-
liargo, no les impidió seguir
sirviendo a sus amos con u n í
lealtad rayana en heroísmo..
Y aquí volvemos a las lámi-
nas que fueron el encanto de
los días n¡i"ios...
• J u n t o a la niña y al amito
que van a una fiesta o al t e n i - '
pío, la negrita esclava, pocas
veces calzada, lleva el farolito,
o los zaiíatos, o la alfombrilla
para comodidad de sus sei'iorcs.
Y siempre — en los dibujos —
con una sonrisa que permite
ver la doble hilera de dientes
blancos entre dos labios que
imaginamos rojos y pulposos.
Después, en las tertulia fami-
liar, recorrerá cien veces el
trecho que inedia entre la co-
cina y la sala, "acarreando" el
mate caliente y aromático. Más
tarde, rendida por la fatiga cau-
sada por un día de trabajo
incesante...
Pero las láminas no nos
dicen de las labores arduas
cunii>lidas por las negras es-
clavas, por esas mujeres que
aun en las horas de la vejez
llamaban niño a su señor, por
esas mujeres que sólo concjuis-
taron su dignidad h u m a n a con
el primer grito de independen-
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RASE una mujer fea;
pero feísima, mucho
más fea aún de lo que
podéis imaginaros. To-
do su ser, m.Ts que una pcr.so-
na, era una caricatura, pero una
FEA!.
DQ FEDERICO
grotesca caricatura burlesca.
Sarcasmo quizás de la Natu-
raleza, que había depositado
en esta pobre mujer toda su
horripilante crueld.id...
Era fea... | feísima I...
Sin e m b a r g o , se llamaba
Blanca Flor.
¿Ironía paterna?... ino!...
Casi todos los padres gustan
de que sus hijos lleven bellos
nombres, i Al menos el nom-
bre I
Además, en la niñez no po-
día entreverse su fealdad fu-
tura.
Blanca Flor era maestra;
la edad podéis calcularla en 30
años, sin temor a equivoca-
ros... y he aquí que su vida
había sido dolurosa. ¿Es que
«caso puede ser feliz una mu-
jer fea?... No, no es posible,
puesto que la felicidad pare-
ce ser patrimonio de la belle-
za o por lo menos andan her-
manadas, asi tal cual por el
mundo.
Y Blanca Flor no era feliz;
I no lo había sido nunca I...
No os diré que era buena.
Tampoco era mala. Pertenecía
a esa categoría de personas
que pudicndo ser buenas no
lo son, sin llenar por eso tam-
poco a la maldad...
¿ M e comprendéis?... No
importa.
Su carácter, templado des-
de la adolescencia por la lec-
tura de los filósofos escépti-
cos, habíale dado una peculiar
característica de estoica. Si
bien sufría y sufría grande-
mente 4)or su desgracia, por
su fealdad, era también, lo su-
ficiente fuerte como p.irn ocul-
tarlo, y ni aun a solas consigo
misma se abatía. ¿ Para qué, si con ello no logra-
ría más que aumentar su desdicha?
Pero como Blanca Flor sufría, Blanca Flor
odiaba...
Allá en su época de normalista había germina-
do en su corazón, corazón de fea, la justiciera
semilla del odio, y profesaba un profundo, grande I.a maestra había dado paso al genio (¿Los ge-
y sincero odio a sus condiscipulas, que, más di-
chosas y ¡ayl también más hermosas que ella,
veíanse a la salida acompañadas de sus respec-
tivos "flirts".
y las odiaba con toda la fuerza,' con toda la
furia, con todo el rencor con que Natura habíase
ensañado con ella... Como sólo puede odiar una
fea.
¡Y una mujer 1...
¿Envidia? ¡No, mil veces no I Las odiaba por-
que sí, "única razón de sabios y de locos". Tenía en la postdata, residía en un pueblo del interior)
la misma razón de ser que el odio que debe sen-
tir un salvaje hacia un ser civilizado.
CARETA/
LUDUHM
1 Odio de raza, nada más!
(Porque no me negaréis
que los feos forman una raza
aparte, aun no catalogada.)
Además, como no creía en
la amistad, no tenía amigos.
.Señal de inteligencia.
I Y amor ?. . . jBahl No
puede sentir ni inspirar amor
una fea; le está prohibido co-
nocerlo. Era un ser vulgar,
vulgarísimo, y, por añadidu-
ra, un esperpento. ¿ Quién po-
dría, entonces, fijarse cu ella?
Sólo sus libros, sus queridos
libros, infundíanle la suficien-
te entereza para sobrellevar
con escepticismo y filosofía su
infelicidad. Y sus escritos, a
los cuales profesaba entraña-
ble afecto, porque sabréis que,
incapaz de materiali-¿ar ese su
gran odio, se complacía en es-
cribir, volcando en e! papel
todo su dolor y su rabia. Des.
cubriendo como sangriento ji-
rón su propia vida y su des-
gracia. I.a desgracia de haber
nacido fea.
y escribía diatribas horren-
das contra la humanidad. Tan
horrendas, tan diabólico fue-
go había vertido en ellas, que
más que escritas por una mu-
jer se dijeran dictadas por el
demonio. [Y es que toda mu-
jer tiene siempre algo de Sa-
tán !
En ellas daba libre curso a
sus deseos de venganza, de li-
beración.
y así un día...
Blanca Flor, la fea, la ho-
rriblemente fea, triunfaba en
los círculos literarios. Sus es-
critos eran devorados por las
multitudes.
Y Blanca. Flor Perenne fué
célebre. Su celebridad, por
otra parte, no le sirvió para
nada; pero su nombre, que
más que nombre parccia un seu-
dónimo, era pronunciado con
devoción por miles de bocas.
Sin embargo, gustáliale permanecer en el in-
cógnito, por<|ue no escapaba a su sutil perspica-
cia, conocedora de la psicología de las muche-
dumbres, que buena parte de su éxito lo debía
al misterio que rodeaba su personalidad.
Uc aquí, pues, cómo Blanca Flor fué célebre.
nios son feos?... Generalmente), y el genio ¡cosa
rara I había triunfado desde su primer combate.
y un día, repito, luego de la publicación de
una de sus últimas obras, que le valió un nuevo
y más rotundo éxito, Blanca Flor recibía una
carta.
No necesitaré deciros que la tal era de un ro-
mántico enamorado de sus escritos, porque ya lo
habréis adivinado, ¿verdad?
Y en ella se explayaba (quien, según rezaba
disculi)ándose primero por lo que creía una osa-
día; haciendo en seguida una larguísima aunque
 CAPA/t
elocuente disertación sobre ella,
sus obras y hasta atrevíase con
.su psicología; para terminar por
fin diciéndole que sentía una pro-
funda y sincera admiración, tro-
cada hoy en ardiente cariño, ca-
riño que había ¡do "in crescendo",
hasta llegar a adorar con locura
a la distancia esa visión desco-
nocida . . .
Blanca Flor leyó los primeros
párrafos con curiosidad, ¡era mu-
jer I Luego se fue tornan<lo niá;
y más seria; en verdad, la carta
era un modelo de corrección; pe-
ro, al llegar al fin, esbozaba a
flor de labio una sonrisa, "su"
sonri.sa de agónica ironía.
¿Qué pensaba Blanca Flor?
; A b ! . . . ¡ O h ! . . . Cuando una
mujer sonríe y sonríe irónicamen-
te, I malo I
Y si esta mujer es fea... ; peor
aún I
El adefesio sonreía, y la son-
risa fuese dilatando en sus labios
hasta convertirse en carcajada, en una carcajada
ruidosamente alegre. ¿Alegre?... ¡Demasiado rui-
dosa, triunfal, brutal I...
Por un momento pasó por su mente la idea de
un romancesco rdilio. Ella también tenía derecho
a vivir... a amar... ¿Amar? ¡No, no! ¿Y su
fealdad... olvidába.sc ?
Fué sólo un momento. Luego Blanca Flor vol
vio a ser la escéjjtioa Blanca Flor. En su cerebro
había gernu'nado la idea de una venganza. Todo
su gran odio se ensañaría en el; él era "un hom-
bre" (los hombres habían sido siempre crueles
con ella y ella los consideraba sus enemigos. Su-
fría demasiado cuando aquéllos, al pasar a su
lado, luego de mirarla con curiosidad, con im-
pertinencia, con burla, hacían un despectivo gesto
de desprecio). ¿Amarle?... ¡Puaf!... ¡Ella se
vengaría, sí!
Y le contestó escribiéndole una carta en la que
empleaba totla su femenina astucia jiara que aquel
cayera en las redes que tan sutilmente le tendía.
El hombre es presuntuoso por naturaleza. Ella
ahora estaba segura de triunfar.
He aquí, entonce;, el motivo de su carcajada.
Al ]K)co tiempo las cartas de Roberto, que tal
se llamaba el joven, se hicieron más frecuentes,
más ardientes, plenas de esa vehemencia que sa-
ben imprinnr sólo los enamorados. Y Blanca F'lor
seguía contestando. Barajaba sabiamente su ba-
luarte de frivolidades y coqueterías.
Pero el joven insistía; no se con-
formaba con el platonismo; quería
conocerla... Le pidió fotografías...
¡Pero, cómo!... ¿Enviarle la suya?...
¡No, nunca, jamás!... ¿Y sus de-
seos de venganza?
Su crueldad — ¿crueldad? — fué
mayor aún. En el refinamiento de
su burla, su sarcasmo, llegó a remi-
tirle una fotografía que presentaba
a una bellísima joven.
Roberto bajaría a la Capital. Que-
ría ahora conocerla en persona, ha-
blarla. ..
Y cuando, después de
cierto tiemiK), B l a n c a i-> o n p
Flor juzgó oportuno des. rFedC U C r i c o
ilu.síonarlo, es decir, n i F u jo
CARETA/
vengarse, le escribió citándolo.
"La venganza... placer de los
dioses".
Nuestra heroína estíiba conten-
ta ; su corazón latía alegremente,
con una traviesa alegría. Con
qué placer observaría la cara de
asombro ijue pondría el joven al
darse ella a conocer. ¡ Se asus-
taría de su fealdad!
Y ya se imaginaba el formi-
dable derrumbe interior de sus
ilusiones, de sus esperanzas, de
sus proyectos... Y ella se reiría.
¡ Oh, sí, se reiria en sus propias
barbas!
No precisaré advertir que es-
peró con impaciencia, y hasta
puedo decir con curiosidad. ¿Có-
mo seria él? ¿Un apuesto mo-
zo?... ¿Un viejo?... ¿O un feo
quirás como ella? ¿Quién?...
¿Pero qué importa cómo fuera?
Lo esencial es que se vengaría,
vería sufrir a otra persona por
lo mismo (¡ue ella había sufrido...
Llegó por fin el ansiado momento. Blanca Flor
tenía sus señas; no podía equivocarse.
Y fué...
Desde lejos lo conoció; mejor dicho, intuyó que
sería él esc arrogante joven que se paseaba ner-
viosamente por el mismo lugar en que estaban
citados. Una secreta voz se lo ascginaba y su
instinto no podía engañarla.
Era él.
Nuevamente antojósele .soñar a nuestra Blanca
Flor. Un sueño dulce. Sueño de Cenicienta que
espera su príncipe azul; sueño de fea (¡ue cree
verse bonita unos instantes. Sueño de perro, que
siente por la luna amores de Platón. ¡So.
nó!...
Pero pronto la realidad volvió a adueñarse de
su imaginación, recrudeciendo aún más en su ce-
rebro la idea de su odio y de su venganza. Apre-
suró el fin.
Mas cuando, resucita, encaminábase para '•a-
frentar a Roberto, quien, im¡)aciente quizá, es-
peraba apareciera la dulce realidad de su visión,
un algo hisólito pasaba por Blanca Flor.
En su obscuridad interior parecíale de pronto
hallar.sc iluminada por deslumbradora luz, sin-
tiéndose inundada toda iX)r savia purificadora que
corría a torrentes incontenibles por sus venas des-
bordándose. Y una fuera irresistible, fuerza des-
conocida hasta entonces para ella, la im,i)elia po-
derosamente a correr con los brazos
abiertos hacia Roberto.
Comprendió entonces que no eran
los suyos deseos de venganza. Y re-
cordó balK'r leído que todo gran odio
ha sido siempre engendrado ix>r un
legendario amor.
¡ Pobre Blanca Flor!...
No sé quién ha dicho que el ver-
dadero amor tiene espíritu de sa
crificio.
¡ Blanca Flor amaba 1...
Y ahogando dolorosamenfc u:i
sincero sollozo de impo ,
iencía, que pugnaba por
Lud 11 p ñ n
U e n a
estallar, Blanca I'Mor se
encaminó nuevamente hi
J o S F MORO cía su casa.
 (Tompaftera óel \(íf(¿ bz lo5 "inferaaU^"
•tmf^ /f Abt.A del tiiatritno-
^1^1 nio del general don
'Jl I Martín (JMcnies el
* ^ ^ historiador don Ber-
nardo Frías, en términos que
mejor vamos a transcril)ir que
comentar:
"Una de las nueve lujas d;.-!
coronel don l'cdro José Sara-
vía, doña J u a n a Manuela ha-
bía atraído sobre 8Í la mirada
de Gücnics. Su matrinionic
llegó a concertarse, y corrían
ya los días de sus preparati-
vos, cuando, temeroso Saravía
de (jue el cielo <íue abría para
su hija se cargara m u y en bre-
ve de nubes y (lue el resto do
su vida fuera campo de sinsa-
bores, llamó a (iüemes aparto
para hacerle una exigencia ra-
dical. I'or(|ue en uno de los
altos de la ciudad hal>itaba una
.señora jujoña; y era público
en todo .Salta que recibía las
visitas dol go1)ernador con una
constancia por cierto intolrra-
ble para una vida de casado; y
(|Uer¡cndo el coronel poner a
bitcn tiempo remedio al mal,
no se le ocurrió otro (jue fuera
más eficaz que advertirle al
pretendiente no consentiría en
el otorganiiento de su hija
mientras inmediatamente no
hiciera salir de Salta a aquella
Venus del Alto. j gresó a la ciudad de Salta y
Pero eso de desterrar a una
mujer que no había dado (|ué
decir al gol)ierno, por sólo
alarmas de suegro, y siendo
como era dama de calidad, era
caso harto duro de afrontarse,
y fué considerado por (lúemes
como impropio de caballero,
como debilidad indigna de un
soldado y como desmedro para
la obra de un gobernador; i>or
lo que rechazó en absoluto ¡a
exigencia. Ni Saravía, pues, se
conformó en entregar a su
hija sin aquella garantía, ni
Güeiiies aceptó obtenerla por
este medio deprimente, rom-
piéndose con esto definitiva-
mente los tratos. N o pasó la
semana sin que, merced a la
sagacidad dii)lomática de su
hermana, doña Magdalena
(iiiemes, se compusiera el ma-
trimonio con otra joven, doña
Margarita del Carjiíen Pucli.
lira la mujer m á s bolla de su
tiempo; de color blanco, de ca-
bello rubio y abundantemente
crespo; sus ojos, d e un azul
profundo; su estatura m á s
bien baja; tenía una bondad
tan elevada como su hermosu-
ra. Cuando Rondeau, después
de vencido en los Cerrillos, re-
quedó en ella po¡r algunos días,
llegó a conocerla en los salo-
nes y particularmente en casa
de Güemes, convertido ahora
para el general en su caro ami-
go, según dicen. .<ius cartíis,
.donde-pudo admirar tranquila-
mente sus perfecciones, impre-
,sionándose hasta el punto ,de
darle el calificativo de "Car-
mci\ divina".
E r a la única hija mujer de
don Domingo Puch, afincado
español de notable fortuna,
que figuraba, desde 1810, al
lado de la revolución, a quien
sirvió dando sus ganados en
cantidades tan fuertes como
aquellos otros que en tantas
ocasiones los dieron, y repo-
niendo en sus alfalfares las ex-
tenuadas caballerías con que
hacía la guerra el general.
Kl matrimonio se verificó
en medio de la gran sori)resa
del vecindario que ignoraba
absolutamente el nuevo conve-
nio, por el m e s de junio de
181S, y de él dio parte Güe-
mes al gobierno general de
Buenos Aires, solicitando su
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iL Aires cclcl)ró las fies-
^^^ tas de la inaiiKUración
ilcl virreinato, puesto (|ue oíi-
cialiiienlc no se liabia ofrecido
cr¡sa ÍK'ial por parte de las au-
toridades a la culta sociedad
portcña.
Dicen las tradiciones que
aquella fiesta sobrepasó en lu-
cimiento a cuanto podia espe-
rarse, y hasta las buenas nion-
jitas, puede decirse, participa-
ron en ella, pues con sus liáui-
Ics manos hicieron las capu-
chinas los dulces, pastas y
confituras (¡ue se obsequiaron
aquella noche a la concurren-
cia. L a s catalinas enviaron flo-
r e s ; las dominicas, pavos y
otras aves de su corral; las
franciscanas, toda especie de
iiortalizas. L o s frailes habían
prestado alfombras y candela-
bros de i)lata para completar
el arreglo y ornato del fuerte,
llamado intcncionalmente al-
cázar de los virreyes.
J)c aquella fiesta, la leyenda
nos cita los nombres de las
doncellas portet'ias de Arteaga,
Uriburu, Anzoátcgui, Kchena-
K u c i a , K c h e g a r a y , Elizalde,
Jbaceta, Sagastizábal, ü o r r i t i .
F.zcurra, triarte, Garniendia,
Ortiz, Mujica, Olavarria, O t a -
mente, Beracochea.
E n la primera contradanza
de honor salieron la alcaldesa
señora de Zarratea, Basavilba-
so y RÍKIOS, amén de la famo-
sa Mariquita Rospillosi, nota-
ble por su agudo ingenio, como
digna sobrina del primer abo-
gado del fuerte que vino al
país, esclarecido "maestro de
todos los doctores del vi-
rrcynato".
Cuéntase que al cabo de tres
horas de baile, hacíanle "oji-
tos tiernos" Diego de Alvear
a la Halbastro; Arce a la Za-
rratea; O l a g u e r a la intere-
sante Azcuénaga; S a a v e d r a
acompañando a la Escalada en
danzas y contradanzas, por
manera que no tardó la cosa
en convertirse en "pasos y
contrapasos", hasta que de allí
tuvieron su arranque la mayor
parte de las uniones de los
que fueron padres de la pa-
tria luego, y gloriosos bisabue-
los de la culta y noble socie-
dad portcña, que hoy como
ayer guarda en sagrario el
amor de sus tradiciones.
E n t o n c e s no se conversaba
de modas, ni de política, que
no había, ni de prensa, que no
llegaba. E r a imperioso hablar
de santos, de imaginería y de
asuntos caseros. "Cada raiiii-
/Icte parecía un m o n u m e n t o ,
cada mesa un altar en la car-
gazón de adornos, de luces y
de flores": y todo ello ba!)ía
sido arreglado p o r las mulatas
de las monjas que habian de-
mostrado el mejor gusto en
componer alt' res. Veíase a las
damas de cortos y encarnados
vestidos de brocato v tisii de
seda, con amplios guardainfan-
• os. anchas mangas, cinturas
de avispa, altos peinados blan-
cos. E n aquella famosa re-
unión estuvieron dignamente
representadas las primeras fa-
milias, apellidos (|ue años des-
pués, cuando la tierra colonial
se dispuso a ganarse su ^'o-
Sierno y dirección propios;
viérouse también representa-
das en las j o r n a d a s inciertas
de la revolución, y en los c a m .
pamentos en que aquella sos-
tuvo sus fueros con brazo fir-
nic, eran las de O l a v a r r i a ,
Gainza, Agüero, López, Ma-*
ciel, Perdriel, Balcarce, Uriar
'e, Rocaniora, Aguirre, Ibáñez.
Lezica, Marín, Acasus, Igarzá-
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< ^ ^ M h ^ ^ cristianismo ha he-
gU^ cho de la mujer una
§1 persona ; ha hecho del
^ " • ^ hogar un templo; ha
licchu de la familia una agrupa-
ción de seres útiles.
La mujer - madre, debe tam-
bién ser la mujer - obrera.
Jja sociedíid moderna ha alum-
brado todas sus aspiraciones, con
los tres grandes faros, que ilu-
minaron al mundo el día del
cristianismo: — el amor, — la
caridad, — el trabajo, que es la
esperanza I
Sobre esc trípode sublime ha
levantado su altar la civilización
del siglo.
Encarnación de esas virtudes
del progreso, — ¡mujer labo-
riosa i — tú eres la imagen que
resplandece en ese altar.
Tu misión ya no es la de la
mujer primitiva.
La familia es el centro mo-
desto de tus goces; el salón es
el teatro peligroso de tus triun-
fos.
Multiplicar tus fuerzas, es
aumentar tus encantos.
Viniste a la tierra trayendo
6e la mujer
por misión ser agradable: pero
la civilización ha dilatado los
horizontes de tu vida.
Al lado del hogar está el ta-
ller. — Al lado de la fannlia
está la patria.
Consagrad vuestras fuerzas al
trabajo.
El amor os reunió dentro del
recinto estrecho del hogar, la
caridad os hizo laboriosa, para
repartir entre los iK>brcs vues-
tras fuerzas; el trabajo os re-
clama en el taller, para aumen-
tar los elementos de la produc-
ción nacional.
V'^uestro modelo es Naiizy
ITanks. — El hacha que la ma-
dre de Abraham Lincoln entre-
gaba a! pioneer, aun no ha caído
de las manos del hombre ame-
ricano.
lil árbol de los bosques secu-
lares gime todavía, a los goli)Cs
con que el obrero lo derriba,
para ensanchar el dominio ci-
vilizado (le su patria.
Educad vuestros hijos, madres
americanas; pero educadles con
el ejemplo.
La labor es la promesa de
cristiana
la paz, porque es la cuna de
la ri<|ueza.
Sed obreras. — Enviad vues-
tros hijos a la escuela, en tanto
que vosotras permanecéis en los
talleres.
La felicidad doméstica se ase-
gura con el fruto del trabajo
Iionrado.
Trabajar ayudando al esposo,
cnseÑando a los hijos, es au-
mentar los elementos de la dicha.
Y en el día del reposo, cuando
el alma se derrama en la pala-
bra de la intimidad, ¡ cómo es
dulce dejar que el cuerpti des-
canse de su fatiga, libre de re-
mordimientos la conciencia I
El obrero que ve a sus hijas
y a su esposa espiar a la ma-
ñana, para disputar a la luz las
horas que conS€igra al trabajo,
puede tranquilo descubrirse a la
hora del Anyctus, para enviar
a Dios, sobre el rayo misterioso
del crepúsculo, su oración en-
ternecida.
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— Apruebo: Pues habrás notado que la
S AVO RA además de su agradable y apetitoso
sabor, acentúa el gusto peculiar de cada sandwich
y de cada plato que se come con ella. N

Así dialogaban en la terraza

dos aficionados al buen comer.
 C A R A / Y CARETAT
Lol« Meinorives Orfilia Rico.
La mujer
LOLA MEMBRIVES
Ai.ENTO robusto y multiforme;
casi podría decirse, un talento
varonil.
En los comienzos de su ca-
rrera artística, la argentina Lola
Membrives fué una de las me-
jores tiples de la zarzuela es-
jañola. Después, durante el auge
de la opereta, sobresalió como
una "vedette" de condiciones
extraordinarias. La tonadilla la contó más tarde
e itre sus más eximias cultivadoras, y, por úl-
timo, se constituyó en figura magnifica de los
teatros argentino y español... e internacional.
"La dama del mar", de Ibscn ; "Hendita seas",
de Novión ; "Cancionera", de los Quintero, y aho-
ra "Pepa Doncel", de B e n a v c n t e . . . En obras tan
distintas culmina I.X)la Membrives, como antes se
destacó en "La verlx'iia de la Paloma" y en "La
viuda alegre" o cuarído cantaba "La chismosa",
cualquier tango o un chotis madrileño,
"Es la primera actriz de ambas orillas del mar",
sostienen autorizados críticos, lo mismo en Bue-
tios Aires que en Madrid.
ORFILIA RICO
Los tipos esencialmente argentinos, la criolla
dicharachera y zumbona, no han tenido intérpre-
te más feliz que Orfilia Rico.
Fué tanta la simpatía que despertaron en nues-
tro público las inolvidables creaciones de esta
admirable actriz de carácter, que la adhesión ca-
riñosa del pueblo no ha disminuido, antes bien,
se ha acrecentado desde que la adversidad la
obligó a abandonar la escena.
Pero e! espíritu jocundo de la Rico ha sobre-
vivido a la desgracia física, y de él aprecia toda-
vía el público, por medio de la radio, sus gran-
des cualidades, irresistiblemente festivas.
Paulina Slngerman. Ada Cornaro.
Camila Quiroga.
argentina
Por GUILLERMO
CAMILA QUIKOGA
Es la actriz concienzuda, de línea sobria y ele-
gante. Toda una señora de la escena argentina,
A través de su arte, en el que no cabe la nota
chabacana, nuestro teatro ha traspuesto sus geo-
gráficas fronteras.
Después de sus éxitos en el extranjero —
principalmente en España, — Buenos Aires se
impacienta por aplaudir a la Quiroga, una de
sus conicdiantas predilectas.
ANGELINA PACANO
Su arte, que abrevó originalmente en fuentes
itálicas, ha hecho escuela entre las artistas na-
cionales.
Es querida por el público y respetada por sus
colegas, muchas de ellas discipulas suyas.
Un enjambre de intérpretes infantiles siguen
ahora sus enseñanzas en el teatro Ideal.
La fortuna que acompaña a los pequeños ar-
tistas es una prueba más de la madurez del ta-
lento escénico de la Pagano.
11U4NCA PODESTA
Su acendrado temperamento artístico la llevó
desde niña a la escena nacional, a la que se
consagró con fidelidad de enamorada.
De familia de secular arraigo escénico, i r a
una predestinada a triunfar en las tablas. Su he-
redada vocación, unida a sus meritorias cualida-
des, le aseguraron desde el comienzo la victoria.
Como el humo del fuego, la vida de Blanca
Podcstá no puede separarse del teatro.
OLINDA ROZAN
Es la gracia bufa y contagiosa, el diablo con
polleras de nuestíos escenarios. Un Parrávicini
que se ondula el cabello y usa zapatos de tico alto.
Y, sobre todo, una verdadera artista, de comi-
cidad brillante c impar.
Evita Franco. Picrina DeaJeaüi.
 CARA^ Y CARETA/
Angelina Pagano,
gano. Blanca Podcfttá.
e n c 1 t c a t :r o
D E L 0 J A
PAULINA SINGliKMAN
Si al teatro nacional lo considerásemos como
un viejo hacendado criollo, Paulina Singerman
seria su hijo más pei|ucño y despejado, e'; bcnja-
iniíi de la casa, al que los padres envían a se-
guir una carrera a Buenos Aires.
Paulina Singerman es el joven "doctor" de!
solariego hogar teatral. Quiere y respeta a sus
progenitores, pero barrunta que sabe más que
ellos, y espera, confiada, poder demostrarlo.
ADA CORNARO , MATILDE
Veterana de la escena nacional, Ada Comaro
es la característica por excelencia. Lo mismo se
impone en el rol cómico, y hasta desorbitado, que
interpretando palíeles de comedia.
Viéndola desenvolverse en escena, con auto-
ridad y naturalidad insuperables, se comprende
que el público la acoja siempre con amplio c in-
mediato beneplácito.
EVITA FRANCO
Es la más joven de las primeras actrices ar-
gentinas, y una de las que poseen má.'i fino tcm-
¡icramento y un instinto artístico más depurado.
Grandes éxitos ha logrado en su excepcional
carrera escénica, y todavía aguardante mayores
a esta actriz de posición privilegiada en nuestro
mundo teatral.
(Cabeza de compañía apenas traspuesta la
veintena...)
PIERINA DEALESSI
Fué la digna "i«rtenaire" del llorado Casaux,
y, como a él, lo debe el público muchas horas de
franco y sano regocijo.
Permanecer insensible ante esta excelente ac-
triz — toda alegría, — es evidenciar que a uno
le está negado el divino don de la risa.
Lea Conti. Matilde Rivera.
Olinda Bozin.
LEA CON TI
Vivaz c inteligente, Lea Conti es la actriz de
las interpretaciones rebosantes de criolla intención
Casi de.íde los balbuceos del teatro nacional, en
el que ingresó siendo una criatura, Lea Conli
impuso su nombre a la consideración de nuestros
auditorios.
Muchos autores deben en parte su prestigio
a la idónea actuación de esta experimentada a-:-
tríz.
RIVERA
Modesta y estudiosa, ha trabajado, casi sin in-
terrupción, al lado del compañero de su vida, el
gran actor Enrique De Rosas, en cuya unión
dirige actualmente la temporada del Ateneo.
El público y la critica, estimando en todo lo
que vale su labor, la alientan con sus aplausos
Los ha recogido también, y merecidamente, en
}ispaña c Italia.
MARÍA ESTHER POMAR
La naturaleza ha sido pródiga con esta actriz,
retoño gallardo de ese árbol, generoso en frutos
artísticos, que es en la Argentina la familia
Podcstá.
Embajadora gentil de la belleza tii)ica de la
mujer criolla, María Esther lleva mucho ganado
para triunfar en nuestra escena.
Ya recorrió buen trecho del camino. El éxito
definitivo — sensibilidad e inteligencia no le fal-
tan — llegará muy pronto. Lo merece.
CHELA CORDERO
Feminidad y simpatía emanan de esta artista
comprensiva y eficaz.
El puesto de primera actriz que ocupa en el
elenco de los hermanos Ratti es el justo premio,
que el aplauso constante del público le ratifica,
a sus condiciones interpretativas, tan meritorias.
Maria Esther Pomar. Chela Cordero.
 C A R A y Y CARETA/
Comida
Sana, Higiénica
Las amas de casa inteligentes, al
disponer la comida, se preocupan
no sólo de la frescura de los pro-
ductos alimenticios, sino también
del estado sanitario e higiénico
de las cacerolas en que se prepa-
ran. Las baterías de cocina de
Enlozado T R E S CORONAS son
resistentes, limpias y duraderas.
El enlozado T R E S C O R O N A S
no salta ni se cuartea, conser-
vando su aspecto de nuevo, aún
después de mucho uso. Cada pie-
za está garantida. Insista en la
Marca,
TRES CORONAS
E l Mejor Enlozado Importado
'pensamientos 6e ^lber6l
tt^m,^!^ I. hombre se funde, como la estatua de
jE^ bronce, en el molde que lo recibe al
I L nacer.
•^•^ La madre, es decir, la mujer, es la
que construye ese molde.
IJar esc molde es educar. La educación em-
pieza al nacer. La seriedad, la modestia, el ho-
nor, se maman, se infunden con las primeras
caricias.
Kl dia que se confunde la caricia con la lisonja,
empieza la mala educación. El día que la niña se
oye llamar un sol, un querubín, un án<iel, la belle-
za, la gracia, etc., la primera semilla de la vani-
dad está sembrada.
Merecer esos dictados será el anhelo de toda
su existencia; brillar; para ella, será existir, ser
feliz. /
Felizmente, el cariño verdadero no sabe adular
porque no lo necesita.
En las sociedades relajadas, el ornato es lo
esencial en la educación de la mujer; lo real-
mente substancial es secundario. En tal socie-
dad una mujer es una alhaja que se fabrica para
vcJiderse como adorno de una casa rica. Para
venderla a un alto precio se la llena de ornamen-
tos, todos sensuales, todos visibles y aparentes.
El mérito que no se ve es mérito sin valor.
*
Esperar a que una joven esté educada para
darle realas de educación, es como dar un molde
para cortar un vestido nuevo, después que el
vestido está hecho según la moda antigua.
Es a las madres, no a las hijas, a quienes de-
ben ser dirigidos los avisos para la educación
de las mujeres.
Esos avisos para la formación o conítitución
y organización moral de una persona deben con-
traerse a señalar lo que no debe hacerse, más
bien que lo que debe hacerse: exactamente como
para la educación o formación de las sociedades,
*
Para formar la moral de una niña no basta
llenar su cabeza de máximas de moral y de re-
ligión.
Las ideas no se convierten en acciones, ni las
acciones proceden siempre a las ideas.
Una idea de moral puede nacer, crecer y exis-
tir al lado de una acción inmoral. Una persona
puede tener una conducta moral sin tener ideas
de moral.
La conducta nace de la conducta. La conducta
se hace y no se dicta: se compone de acciones,
hábitos y costumbres prácticas, términos casi si-
nónimos. Un hábito es la repetición de una ac-
ción. Una acción no se convierte en hábito, sino
a fuerza de repetirse.
*
Los talentos que han servido a la niña ho-
nesta para la conquista de un marido, le servi-
rán, a su pesar, para otras conquistas involun-
tarias e innecesarias.
No se pueden guardar como los diamantes en
cajas de fierro; ni tenerse en secreto y en silen-
cio para el uso exclusivo del marido. El talento
brillante que no vive del dinero vive del aplauso,
y el aplauso que no es público no es glorioso
ni preciso. La gloria del salón no es menos tur-
bulenta que la gloria del teatro, porque el salón
es un público privado; cada secreto de salón tie-
ne cien confidentes y unos pocos salones son el
país entero.
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E MrANADAf
A PENAS repechada ¡a loma
lo distinguí. El, a su ve/,
advirtió mi presencia y,
pausadamente, adoptó su ha-
bitual tiesura, apoyándose en OaaíiiolQiafo
el cabo de la (¡ala de puntear.
Un minuto después me salió
al encuentro y, quitándose el
sombrero, inc preguntó, como
de costumbre:
— ¿Serán las cinco?
— Falta un cuarto.
— ¡Pucha! — exclamó sonriendo, y agregó:
— ¿No hay muncdita para pión caminero?
.Se la fli, sin liajar del caballo, y me alejé, i Pi-
caro! Todas las tardes me hacia el mismo jue-
güito de la hora y la moneda, y todas las tardes,
después de haberme propuesto quebrárselo, lo acep-
tal)a, seguro de pasar por "sonso".
Un día se me ocurrió contarle a Zapala, el bo-
lichero de la "Gijclla'el mundo", la argucia.
— Mafia vieja — me dijo. — ¡Qué José!
— ¿ Es turco ?
— Vaia a .saber di ande es, de quién sabe e qué
diablo c pueblo vino a dar a estas sierras. Y usté
sü habrá fijao, ¿no? Siempre en el mcsino pedasito
c eaíe, frente al chalé e los Písarro. Y de esto
van pa sínco o seih años. ¡Cachafásl leva jun-
taos más pesos que io con mi boliche. No es que
lo envidcc, pero me indina. Hay quien dise que
tiene más de sínco mil pesos. ¡ Y no! Que li apro-
vechen, pero al menos que sea agradcsido con la
tierra (|uc le da i comer. ¡Si por mi juera!...
Meneó su cabezota clinuda y, acodándose en el
mostrador, me explicó el motivo de su indignación,
indignación de criollo enamora*) de su patria y
poco dispuesto a dejarse en-
gañar por un "pobre diablo
desagradecido":
J uÉ en Taima.'
Taimasen de la es-
tela d'Italia, s e r q u i t a e
Crus Grandd f. Ei estaba
conversando con otros piones
cuando dcntré; todos mah o
menoh envinaos. Apenas me
vido, me dijo: "¿Cómo te va, Lurianu?" "¿Cómo
te va?"—le retruqué.—"¿En qué chiquero noh'emos
revolcao juntos?" No me contestó, pero apenita
me hube arrímao al mostrador, oí que apretaba a
la palabra crioio otra que por dcsciisia no digo.
Loh otros, los que estaban, con é¡, rieron y tamién
largaron su tirito contra loh argentinos. Pero con-
migo cualquier dia leh iba a salir cara. Me aser-
<|iié a 1.1 mesa y, tomando a uno de un hombro, le
dije: "¡ Reiietí lo qui has dicho, maula I" Y a Jo-
sé: " ¡ y vos, pión limosnero I" Y ya leh amagaba
nn lonjaso, cuando aparesió el sargento, que loh
obligó a salir di ay y me calmó la juria. Dende
ese día la rabia se me añudó en la garganta, y en
todas partes vía la cara colorada y las chusas ru-
bias de José. Me la habés de iwtgar, me desia pa
mili adentros ; ¡ io te viá dar hablar mal de nohotros I
"Pasó el tiempo y iegó el nueve e'Julio. Lin-
da la mañanita. Olorosos los serros y asul el
Sielo, como aura, que párese que uno lo toca con
la mano. Serian las dies mah o menos cuando me
vino a ver don Gustavo Martines, el de "La Que-
brada", jia preguntarme si tenía sapatiias bastan-
tes como pa darle a toitos los qui andan en patas
por el pueblo. Medio cstrañao, le contesté que si,
y le pregunté que i» qué era tanta alpargata. "Vea,
Sapala, me dijo, vanioh a festejar el día e la patria
inn;;uran<lo la escuclita que dtmó l a . s e ñ o r a e
Uron, y no quiero que naide ande descalso, ¿m'en-
tiende?" Giien hombre don Ciustavo. ¿ N o lo co-
nose? Eh'el quitapenas de estos lugares; naide gol-
pea al ñudo su puerta. Si le enqio'^ara a Contar .."
— ¿Fila? — se interrumpió, ofreciéndome taDa-
co y papel.
Liamos un cigarrillo. El prosiguió:
— La junsión estaba anunsiada pa las tres. Toito
el mundo se habia largao al camino, lusiendo las
mejores pilchas, lo, parao en la puerta el boliche,
miraba pasar. De pronto, ¡quién iba a desirlo!
¿no?, me lo veo a José, los bigoteb alsaos p'arrilia,
cuasi cosquiiándole loh ojos; tamangos clavetiaos,
chambergo sobre l'oreja y una raniita e menta en
la boca. "Vos tamicn patriota", me dije "Ucjuro
sentiste olor a comilona". Me miró de reojo, lia-
siéndose el sonso, pero io, seguidamente, en cuan-
to dt'ntró al iuial pa cortar camino, me le juí
de atrasito sin que alvirticra mi presensia.
"La escuclita se habia enyenao c gente, i j u é
pucha, no sé qué me dio cuando vide la bandera I
Jué com'un ca.or de mamao que se me subió a
la cara; la vista se me añubló de cmosión, se lo
juro. ¿Quien va desir que un pcdaso e trapo es
capas de eso. no? Los chicos, duritos, enclavaos
en la tierra, ponían unoh ojos como patacones al
ver las mesas con golosinas; tragaban saliva pre-
sumiendo el gustaso. Detrás de eios, los padres,
con los brasos caidos hasta la rodiyas, se tragaban
las palabras que hubieran querido desir, esas que
se guardan los hombres de esta tierra pa enyenar
de alegría el rancho cuando la lus falta. Entre loh
últimos, con otros piones, José esperaba la'ura
el ataque, Ay estaba, husmiando como cusco ham-
briento las bandejas de empanadas y de tortitas
de anís y contando con loh ojos las boteias de ser-
vcsa. lo — ¿por qué lo viá negar? — esperaba el
momento de atragantarle el bocao en la garganta.
" Pero en un redepende, don Gustavo pegó un
chistido, y la inaistra, en el piano, empesó a tocar
el hiño. ¡Viera amigo! Viene de lejos una tropa,
y eh un montoncito escuro que se mueve y un
ruidito que apenas le sumba en loh oídos, pero
se va asercando. y el montonsito se hase grandotc
y el ruidito lo giielve sordo mcsmo que un trueno;
y cuando la tropa pasa junto a usté, usté siente
que la tierra suena como una oía grandoía y va-
cida y que uno no es más que la paja'el camino,
que si alsa con el polvo levantao por los cascos.
Ansina jué aqueio. Al prinsipio, las voses eran
como temblorsítos suaves, como el eco de una
D I B U J O S D B
tropa que viene lejos, pero, poco a poco, l'entu-
siasmo li abre la boca al liombro que canta, y la
vos se alsa, se hase jucrte, vibra como un lonjaso
y fube, sube hasta que uno se ¡¡ierde en cia y
su alma vuela como la ¡¡ajita lev:intada por la
polvadera'el camino. Ciiaiulo la ú'tima nota se
perdió en loh aires, senli que mi odio por José se
había ido. Pero ¿y la lisión que iba a J a r ' e ? . me
(lije. Nohotros los crioios sabemos haserlc punta al
tiento c la burla. Me le ascrqué, cuando ia emix'sa.
ba el ataque a las reienas, y ay no más le d)je;
" — Coma, que .son giienah, amigo.
" Me miró como desconfiado, pero, sindu.la-
mcnte, a! verme riendo, pronto se le jué el mie-
do. ¡ Y cómo comia el avcstrús I ¡ Si le vía pasar
los bocaos por el gasnatc, mesnio que a un vacuno I
Hasta peni-é que las tragaba entera, pa rumiarlas
por la noche. Cuando me di cuenta que estaba
icno, le oferté:
" — Tome, coma esta otra.
" — Grasia, grasia.
" Pero io, casi ensimita e su lomo, le había
colocao la punta el cuchiyo en los ríñones:
" — No sea sonso; coma, le digo.
" Y es claro; asetó el ruego. Una trah otra,
hasta dose, engüió lah empanadas doraditas que
le iba alcansando. Había que verle la cara. I-oh
ojos sangriando, los bigotes subiendo y bajando
como mata c pasto seco cuando la nmeve el
viento.
" — Aura, desí, ¿comiste en tu tierra tanto
com'hoy ?
" M e contestó que no con la cabesa.
"—Entonces vah a gritar [viva la Argentina I
" Y, cobardemente, gritó.
" Después, dando media güelta sobre los talones,
intentó dirse diay, pero en cuantito hubo dao
unos pasos, midió el suelo con toito el cuerpo, la
cara contra un espiniío. Al ver sangre, algunas
mujeres se asustaron.
" — No se asusten — les dije; — es la cmosión.
" Y levantándolo, lo puse a un lao el camino."
U STED hizo mal, Zapala. Yo, patriota, patrio-
tísimo, nunca liabría hecho eso.
— ¿Por qué? La gratítú, como la letra, de-
cía mi niMÍstro, también a golpes se apricnde.
Al otro dia, cuando José me detuvo para pre-
guntarme la hora, le dije:
— Te voy a decir la hora y te voy a dar para
unas empanadas como las de Zapala.
¡ P i c a r o ! Rajó los ojos y, desde esa tarde, no
volvió a pedirme la moneda de costumbre.
 CARA/" Y CARETAS

'Gtabicióti óe amor filial

4 ü K * ^ LEGABA a tierra porte-
Jj fia a mediados del si-
j | _ K'O, el irlandés Pahlo
' ^ ^ ^ Guillernio de Thomp-
son, que parecía perseguido por
sus paisanos i)or una serie de
prejuicios religiosos (|ue en na-
da piidían afectar al carácter y
valimientos del emigrado, que
adoptó de inmediato como suya
esta tierra y halló en ella pros-
periilad y amor. Casó con
doña Tiburcia López y Cárde-
nas, una de las más hermoías
jóvenes de su tiempo (1777).
Ella dominaba el idioma francés
admiral)lcmente. Se entendieron
y formaron un hogar modelo,
un nido de amor, y cuéntase
que cuando vino un vastago al
mundo, el inglés, enamoradísimo
de su mujer, tuvo con ésta un
coloquio tan sentimental que
parece ser le juró ella <jue para
el caso de quedar viuda, entra-
ría en claustros a consagrarse
en los recuerdos del amado com-
pailcro. TtK>inpson,muy suelto de
cuerix), exclamó: "Ves: yo haré
lo misiiit)". El niño, a quien lla-
maron Martín, creció y se edu-
có .según las aspiraciones del
noble matrimonio, marchando a
España, en cuya escuela de ma-
riña, estando en vísperas de sa-
lir como cadete de la armada
española con las más encomia-
bles clasificaciones, le sorpren-
dió la noticia de la muerte de
su padre. La carta portadora de
tan terrible noticia, llevaba una
posdata de puño y letra de una
tía, diciendo: "^í quieres abra-
car a tu madre por última ve:,
apresúrate. Un noble voto unía
a tus padres bajo solemne y mu-
tua promesa, por el cual el su-
pirvivienle profesaría en un
convento." Sin más dilación, el
joven abandonó todo y se em-
barcó apresuradamente. Su via-
je fué, como eran entonces, lar-
go, y no pudo llegar a tiempo:
cuando arribó, supo que la ma-
dre adorada hallábase enclaus-
trada ya de monja capuchina,
con el nombre de Sor María
Manuela de Jesús. Entonces de-
dicóse a procurar la forma de
verla, tristemente contrariado,
pues nada podía desatar en este
mundo lo atado tan fuertemen-
te. Alguna vecina de la manza-
na de San Juan, informóle de
cómo cada primer viernes de
mes, entraban en el convento ca.
rradaj de leña que regalaba un
filántropo: d i s f r a z ó s e conve-
nientemente y se coló, acarrean-
do leña. Sus ojos, su ansiedad,
buscaron, y no tardaron en ha-
llar la que el mozo buscaba, mal
oculta en el velo y descuidada
toca. Sospecharla y correr a ella
fué un solo movimiento, un so-
lo arranque. Se abrazó a su cue-
llo, y con pródigas expresiones
de afecto, loco de ternura, cx-
clamalví: — "¡Madre! ¡Soy su
hijo! ¡Abráceme! ¡Cuánto he
corrido por llegar a sus brazos!"
Y mientras aguardaba oír las
naturales palabras de la emo-
ción materna, apenas percibió
turbadamentc: "Vo ya no ten-
¡/o hijo! ¡Mi coracón ha muer-
to! No cristo para el mundo.
¡Retírate!
Comentan las crónicas que la
sorpresa del joven se tradujo en
dolorosas exclamaciones al aban-
donar, angustioso y confuso
aquel recinto. ¿Cómo? ¡Mi co-
rarán ha muerto!... listo es ho-
rrible. Su coracón late. Hijo de
sus entrañas, lin nombre del
Dios bueno, ¿cómo puede re-
cha.uvmcf La gente oyóle llo-
rar sin consuelo, al salir de allí
casi huyendo, tal como un hom-
bre a quien se hubiera mflígido
las más tremendas y abrumado-
ras maldiciones y reprobacio-
nes, causándole la instantánea
pérdida de la razón.

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y su coche no arranca, se agota

su paciencia y se agota la ba-
tería. La razón es sencilla. La
nafta común no puede vapori-
zarse fácilmente en tiempo frío.

^m^-
La mezcla que llega a los cilin- El remedio, pues, consiste en usar
dros, contiene en suspensión go- una nafta de fácil v a p o r i z a c i ó n .
tas de nafta líquida, que no sólo E N E R G I N A es una nafta que se
no explotan con la chispa, sino vaporiza completamente a tempe
raturas aún más bajas que las de
que corren por entre los aros de nuestro clima. Y no es ésta su
los pistones y llegan hasta el única ventaja. Con E N E R G I N A
cárter, diluyendo el aceite. se obtiene:
1 — E l i m i n a c i ó n de lo* golpe*.
2 — Rápida a c e l e r a c i ó n a la menor pre*ión del
acelerador.
3 — Amplia potencia para *ubir cueatas y kilome-
traje máximo por *u completa vaporización.

Demás está decir que una nafta que reúne tales cualidades
es ante todo una nafta pura, y E N E R G I N A es realmente para.

EnerfSina, L A NAFTA COMPLETA

a s a ^/i:icacD[!3Ki
 C A R A . / Y CARETA-/

Obreras 6el pensamiento

Jf^ ONIENTKKMO.S
£ í mirada hacia las rc-
^ ¿ ^ p ú b l i c a s d e sur y
^ ^ ^ centro de A m é r i c a :
son las que más de cerca in-
teresan a nuestra raza.
Para ocuparnos, de una vez,
del estado de la ilustración de
la mujer americana, la busca-
remos en aquellas <|ue, porta-
estandartes de la Icííión empe-
ñada en la Kran evolución so-
cial, han desafiado, desde la
ira alta, hasta el ridículo bajo,
para ir siempre adelante con la
enseña civilizadora.
Me refiero a las mujeres que
escriben, verdaderas heroínas
que, con el valor de Policarpa
Salavarrieta, a c e p t a n d o l a
muerte antes (jue delatar los
secretos de su patria y con la
convicción de los mártires en
la verdad de la obra, luchan,
día a día, hora tras hora, para
producir el libro, el folleto, el
periódico, encarnados en el
ideal del proRrcso femenino.
La República A r K c n t i n a ,
que tiene héroes de ia guerra
magna, porque sus madres su-
pieron amamantarlos con el
seno de las espartanas, habrá
de enorgullecerse también de
ser la patria de J u a n a Manuela
llUCSIra (iorriti, muerta hace tres años,
después de haber ilustrado su
é|)oca con multitud de libros
cuyo número me excusa de !a
enumeración. J u a n a Níanuela,
rodeada del respeto y de la ad-
miración, no por haber sido
esposa y madre de presidentes
de una república, sino por ha-
ber sido escritora.
F.duarda Mansilla de García,
la fantástica F.duarda, herma-
na de un general, madre de un
marino distinguido, no vivirá
en la posteridad p o r ellos, sino
por sus obras.
Josefina Pelliza de Sagasta,
la noble dama de elevados pen-
samientos que escribió por la
muier y para la mujer; arreba-
tada a la vida en horas precio-
sas, dejó un volumen de "Con-
ferencias" educacionistas y fi-
losóficas; y la señora J u a n a
Manso, cuya labor sobre edu-
cación fué tan fecunda en re-
sultados, son las mujeres ar-
gejitinas que ya entregaron a
Dios su espíritu abrillantado
por la ilustración y purificad,!
en el crisol del heroísmo, por-
que ellas, más que las de la
presente generación, tuvieron
í|ue sostener lucha tenaz con-
tra las preocupaciones.
Los nombres que he men-
cionado bastarían para la glo-
ria literaria de un pueblo; no
obstante, aun tengo otros que
a g r e g a r : Ana Pintos, que tan
galanamente maneja el idioma,
escondida tras el seudónimo de
"Amelia P a l m a " ; Amalia S o -
lano, de las nutridas revistas;
Carlota Garrido de la Peña,
autora de las novelas "Munda-
n a " y "Tila"; María E m i ' i i
Passicot, P - u f r a s i a C a b r a l ,
Aquilina Vidal de Uruss, ^L^•
ría K. Cardero, Adela A. Qui-
roga, Lsahel Coronado, María
Luisa Garay, Elena J u r a d o ,
María Brown Arnold de G o n .
zález, Benita Campos, Elía
M. Martínez, Yole Z o l e z z i ,
Macedonía Amavet, C. Espi-
nosa, la señora de Funes y
algunas otras que tal vez no
he alcanzado a conocer, son,
pues, las (|ue hoy forman la
legión de honor en la patria
de Alberdí y de Sarmiento,
con la particularidad de (fue
las m á s de ellas son de pro-
vincias, m u y pocas de esta
gran Buenos Aires, con pro-
piedad llamada la Nueva York
del Sur.
Clnrinda Matto de Turner

Todo lo que
afea a la Mujer RECUPEUt.
Debe ser eliminado, suavizado
o disimulado con tratamientos
científicos. Nadie m á s que el
SU
especialista puede c o n o c e r su
origen y aconsejar el tratamien- VIRILIDAD
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 CARAy Y CARETAS

H EMOS respondido
a nuestra tradición
argentina creando las
marcas
GOOD LUCK
GOOD
LUCK
de Virginia selecto
^ y del clásico tipo ameri-
Industria] Argentina cano, p o r q u e estos dos
c i g a r r i l l o s , aseguran
nuevas fuentes al tra-
bajo local.

Son así dos productos cuya

expansión gravita en la econo-
mía nacional de un modo po-
sitivo y que, a d e m á s , han
demostrado cómo es posible
elaborar en una gran manu-
factura a r g e n t i n a cigarrillos
tan buenos como los de cual-
quier otro país.

del clásico tipo Americaho ^"^

Industria Argentina
 CARA/Y CARETA/

Jtd mujer n el
Argentina Arte lírico

E N el arte líri-
co, el público
ha podido ad-
en la a c t u a l i d a d
ilustran esta páfíi-
na. Su arte y su ex-
mirar, en el amplio quisita feminidad
escenario de nues- lan conseguido le-
tro primer teatro, a vantar bien alto el
brillantes voces y prestigio aríícntino
excelentes actrices, en el concepto (!el
cuyas representan- arte lírico de todo
tes más destacadas el iiiundo.

NEAf A JUÁREZ- LUISA BERTAMA

medio so pr ano medio sopr ano
 C A R A y Y CARETAS

ilCWlH

CARAS yCARETAS
REVISTA SEMANAL ILUSTRADA
niRKCClc'iN, REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN

151, CHACABUCO. 155 - BUENOS AIRES

TKLÍFONOS: Unión Telefónica: Administración: 8080 (Rivadavia). Dirección: 8081 (Rivadavia).
Sección Avisos: 8081 (Rivadavia). Talleres: 8o8j (Rivadavia).

PRECIOS DE S U B S C R I P C I Ó N
EN LA CAPITAL EN EL INTERIOR EN EL EXTERIOR
Trimestre . . $ 2.50 Trimestre $ 3.—
Semestre . . „ 5.— Semestre .. 6.— Trimestre $ oro 2 . —
Año . . . . „ 9.— Año . . „ 11.—
Número suelto. 20 ctvs. Número suelto. 25 ctvs. Semestre
Número atrasado del Número atrasado del
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Para Bolivia, Brasil, Costa Rica, Colombia. Cuba, Estados Unidos de América,
Esp.iña, Ecuador, Filipinas, Honduras, Méjico, Nicaragua, Perú, República
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¿eUbrlóaó 6e "Mtacacl)a** (Büzmzs

09m<(^ "^'A Magdalena Gtie-
^ • T ^ mis, conocida bajo el
j S ^ nombre de "Macacha",
^^r ^.,a ya famosa en el
mundo político de su tierra cuan-
lio llegó a gobernarla su her-
mano, el general. Atribúyenscle
numerosísimas Ixíllas cualidades
bajo cuyo asiK-cto c influjo des-
arrolló su personalidad en con-
cepto de respeto, cuenta y pres-
tigio. Desde los primeros mo-
mentos de la revolución entre-
góse de lleno al manejo de la
política, distinguiéndose por di-
versos motivos en el núolco de
damas f|iie abrazaron las inquie-
tudes de a(|iielia hora. Distin-
guida dama, y de gran mérito,
fué correcto modelo de perfec-
ción aristiK-rálica, y cuentan
c]ue en el salón donde se hallaba
presente,- se escuchaba su voz
alta y sonora, su risa alegre, su
conversación franca y graciosa.
Igual para mendigos y podero-
sos, tuvo corazón Immilde y
bondadoso; corazón (|uc llenaría
de clemencia el gobierno difícil
(le su hermano en los momen-
tos de mayor furor de las pa-
siones políticas, y salvaría de
un golpe a más de un adversario
<iuc iría a buscar refugio en ca-
sa de la "Macacha" «n momen-
tos de ver en peligro su vida; y
ayudado por ella, escaparía por
los fondos, hallando su salva-
ción en la fuga. Tenía en la
clase distinguida tantas buenas
relaciones de amistad cuantas
casas decentes había en Salta,
sin que pudiera ser parte a des.
truirlas las tirantes desavenen-
cias políticas a que diera lugar
el gobierno de su hermano. Eso
determinó en suerte que aque'.la
singular señora fuera en ese
tiemjK) un estimable elemento de
gobierno, de moderación y de
consejo el más benéfico y salu-
dable ; siendo el verdadero mi-
nistro de su licrmano, que no
tenía para ella secretos de go-
bierno, y no daba un solo paso
de los conceptuados difíciles sin
su iwrecer y aún su mediación,
l'crspicaz y de sentimientos de-
licados, era doña Magdalena una
consejera prudente, que inter-
vein'a con franqueza en los ac-
tos más públicos, aun recorrien-
do a caballo las filas del ejército
al que arengaba con ardinu'cnfo.
l"ué para el general Güemcs la
primera entre sus hermanos; el
ser de su absoluta confianza;
el alma donde deponía sus du-
das, el corazón donde hallaba
luz su espíritu en los momentos
de turbación ; donde hallaba con-
suelo, donde se derramaban sus
enojos, dando en ella con el re-
gulador sincero y saludable en
las exasperaciones de la contra-
riedad que fué, en cl agitado
periodo de su vida pública, tan
penetrante e iiiten.sa.
Doña Magdalena Güctnes na-
ció en diciembre de 1787 en Sal-
ta, casando durante su juven-
tud con don Ramón Tejada, de
noble y acaudalada casa, ponién-
dosele en la pila los nombres de
María Magdalena Dámasa. F.ra
una uuijer hermosa, de estam-
pa arrogante, cabello rubio, pá-
lida la tez, elevada su estatura
y muy erguida. Si su cara era
licUa, contábase que aun lo ha-
bía sido más la de su señora
madre. Tenía placentera expre-
sión, pero parece que entre to-
das los notabilísimos y excelsos
atributos de su i)ersona, poseía
hermosos ojos, que eran un ha-
bhir, en los cuales jugaba cons-
tantemente una viveza que cau-
saba admiración, y que delataba
en seguida la expresión espon-
tánea y natural del talento ex-
traordinario de aquella mujer.

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ERENA y sencillamente, la mu-
jer arKcnlina se lia incorpora
do, en los últimos años, a to-
das las actividades de la vida
colectiva; y al incorporarse a
ella se ha ido imiwnicndo sin
provocar resistencias ni polé-
micas. Prevalece, entre las ca-
racterísticas de nuestra raza,
una condición — ineludible a
mi ver — para evitar esas resistencias ancestrales;
y es que la mujer de alto raiiRo, como la de
modestísima condición, que intervienen hoy abier
tamcnte en las orientaciones nuevas que el pro-
greso social impone, no han icnuncindo a la fc-
minidad con todas aquellas delicadezas que el
concepto encierra. Pata hacer gala de cner-
gia moral no han creído necesario abdicar de
a(|uella gracia y encanto sugestivos de la criolla
de tradición, y al enaltecer su iien.saniicnto mer-
ced a la educación han conquistado el dominio de
las ideas, trocando el sentir egoísta de los esní-
ritus frivolos, encerrados dentro do] círculo de sus
pequeñas preociii>aciones, en los ideales generosos
que abarcali la visión del bienestar común. Han
comprendido, entonces, con clara percepción que
la bondad no puede ni debe fincar en los intere-
ses propios; cuando ella es verdadera, surge lím-
pida y pura, como las aguas de un manantial (|'ie
brotase no sólo del corazón, sino de la inteligen-
cia y el razonamiento que constituyen su raíz
misma, la bondafl latente por lo general en todo
corazón de mujer, cuando ésta tiene conciencia
de sus deberes ante la vida, no pucxle ser sólo un
sentimiento pasivo; llegado el momento de prue-
ba o de lucha, la bondad debe transfigurarse en
luminosa energía.
La evolución de la sociedad moderna ha mo-
delado, pues, un nuevo tipo de mujer; a la ma-
jestuosa sereni<lad de antaño ha sucedido el din.i-
misnití que la habilita para abarcar múltiples ac-
tividades. Si la vida netamente mundana repre-
senta por sí sola un engranaje tan brillante como
febril, las actividades de la vida del espíritu, a
las que se unen las (|uc abarcan un amplio pro-
gVama de servicio social, o bien el noble propó-
sito de liberarse del parasitismo merced al traba-
jo, constituyen hoy un timbre de honor para nues-
tras mujeres.
Plácidas y serenas transcurrían las horas lara
la gran dama argentina dentro del hogar p¡a-
tricio en el que ha imperado siempre el temor
a Dios, unido al fervor patriótico y al
ejercicio de la beneficencia, l^is afanes
más nobles y más genero.síis de su j a
triotísmo sentimental se fundieron asi
— hace ya varios lustros — en ei
ideal de la caridad cristiana, y
la acción de la mujer argen-
liuvnuD Aires, Julio de ItZV.
sociales
DUENDE
tina, después de las gloriosas jornadas de la
emancipación nacional, se encauzó con tesón ad-
mirable en la misión de multiplicar los hospitales
y asilos, las casas de huérfanos, las e^cuelitas ca-
tólicas dentro del organismo de nuestras gran-
des ciudades.
Lenta pero seguramente aquel patrimonio sen-
timental se ha vigorizado al contacto de las mi-
serías sociales y de los dolores que es necesario
redimir; y no sólo cuando se trata del dolor aje-
no sino de las propias penas o de las difi>ultades
de orden pecuniario tan comunes en los dias que
vivimos. I'ero ahora aquella conformidad "ba-
ñada en llanto silencioso" ha sufrido también su
evolución y el lieroísmo femenino tradicional se
ha transformado a sus vez, porque el d<'lor "es
acción y es obra". A los viejos prejuicios que
anulaban el esfuerzo femenino, ha sucedido la
actividad inteligente y razonada. La mujer argen-
tina que carezca hoy de bienes de fortuna no
se resigna a ser parásito de los suyos, afronta
la vida en todas las actividades que respondan a
su vocación y a sus'aptitudes. En el arte como
en la investigación científica, o el trabajo de ga-
binete, en las tareas docentes, en el |x;riodismo,
en el comercio y la industria. Y estas virtudes
nuevas no anulan la delicada feminidad de que
híiceii gala siempre en todas las circunstancias,
las mujeres de niiestra raza, las nuevas heroínas
que afrontan el mal presente para preparar un
porvenir mejor. Asi van vida adelante, merced a
la fuerza in<iuel)rantable de su voluntad y de su
conocimiento, y este nuevo concepto de la vida
les ha enseñado también el valor de la solida-
ridad eti la que no cabe ni la dependencia para
la que recil)e el apoyo ajeno, ni la preponderan-
cia de quien puede y debe favorecer a la.s menos
afortunadas.
El estudio, el afán de enriquecer su inteligen-
cia ennobleciéndola, ha influido para que la mu-
jer argentina haga una vida espiritual más amplia
Sigue con singular interés la evolución de las ideas,
las nuevas nurnias literarias, frecuenta las expo-
siciones artísticas, y se ha dado el caso, honro-
sísimo para nosotras, que una vocación artística
noblemente orientada haya hecho surgir una per-
sonalidad nueva en el mundo de las letras o de
la pintura.
Ante la inminencia de su mayor y mejor in-
fluencia dentro de nuestra sociedad, y teniendo
en cuenta el movimiento mundial que rc(|uiere
la estrecha colaboración femenina en los des-
tinos de las naciones, la mujer argentina
debe aspirar a poder llenar dignamente
la función social y política que le co-
rresponderá cuando se imixinga su
IKirticipación directa o indirecta-
mente en el d e s t i n o de su ;
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"Xa mujer era el p rlnclpal encanto de la 50cle6a6 6e antaño

« ^ K 4 i ^ A cortesía de los due-
J | ños de casa era tradi-
11 cioiíal. Cuando brin-
^^^ daban acogida era sin-
cera y durable. En ellos no se
notaban maneras rebuscadas, ni
a f e c c i o n e s ni burlas a los infe-
riores, ni adulaban a los que se
creían muy altos — salvo por
mera broma — cuando recono-
cían en sus semejantes buen na-
tural o espíritu indulgente.
Las niñas constituían el más
preciado elemento de los salo-
nes. Complacientes y espiritua-
les, llenas de bondad y gracia, la
genuina elegancia aristocrática
resaltal)a en ellas con t o d o do-
naire, sin cederle un ápice a esos
incentivos inventados por el ar-
tificio para neutralizar sus na-
turales encantos.
E n la tertulia, bailaban por
igual con un v i e j o galante o un
tipo ridiculo <|i:c con un j o v e n
apuesto y elegante. N o permi-
tían jamás, ni a los tontos, pa-
recer que lo fueran. Tal inte-
rés se tomaban en ello que los
fatuos m á s estirados doblegá-
banse c o m o varillas elásticas ba-
jo la influencia acariciadora de
nuestras porteñas.
Las señoras de la clase rica o
acomodada eran pulcras en sus
trajes, dentro y fuera del hogar,
muy presumidas en sociedad,
pero también muy deseosas de
que sus hijos c hijas brillasen,
porque tenian en m u c h o el honor
de la casa y de la familia. Eran
honestas, sobre todo, muy reli-
giosas, sin ser fanáticas, y ex-
celentes madres.
Para demostrar que esa so-
ciedad, a pesar de la influencia
del alto clero — entonces, gene-
ralmente ilustrado — no c a y ó en
el fanatismo, bastará recordar
que durante las invasiones in-
glesas, la plebe no cometió g r a n ,
des e x c e s o s contra los invasores,
a pesar de ser protestantes, y
e l l o s cultivaron relaciones con
familias del país, por el cual
manifestaron simpatías y en cu-
y o porvenir ejercieron su valio-
- sa influencia.
Otro error, imperdonable en
algunos, ha sido suixmer que
las damas de esa época n o su-
piesen leer ni escribir: por el
contrario, había m u y distingui-
das señoras llenas de ilustra-
ción y cultura, c o m o que pro-
venían de la mejor cepa española.
Familias pudientes c o m o las
de r^rrazábal, Basavilbaso,
A g u i r r e , Santa Coloma, Ola-
guer Fcliú. Sánchez de V e l a z c o , *
J^zica, A z c u é n a g a Castro, Es-
calada, Barquin, Sácnz Valien-
te, A r r o y o , Rubio, Bcláustegui,
Balbastro, Casamayor y otras
no sólo tenian sus casas bien al-
hajadas sino que vivían con t o .
da comodidad y liolgura, com-
pletando el servicio n u m e r o s o s
esclavos.
La cultísima sociabilidad de
estas familias será siempre fa-
mosa e n los anales bonaerenses.
Si no se realizal)an a diario en
sus salones g r a n d e s saraos o
fiestas deslumbrad<iras, rcunian-
se, en cambio, patriarcalmente
los miembros que formaban nu-
merosa prole haciendo a veces
chico el amplio comedor.
Y si hemos citado a l g u n o s
apellidos es sólo para demostrar
que si los cercos d e tuna y pita
estaban p r ó x i m o s al c e n t r o » d e n -
tro de esos núcleos sociales ha-
bía cultura en c u a n t o era posi-
ble y que el hogar era respetado,
a veces señorial, pero ante t o d o
ceremonioso.

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na salte ña, capitana 6el eiérclto

^ y ^ A UY cerca andaba el
X g F general Bclgrano de
J>,£, a s e s t a r el g o l p e a
* ^ w W Tristán en Castañares,
y aunque el jefe realista no te-
nia v e r d a d e r o s motivos para
darse idea por qué caminos po-
dría salirlc a batallar el ejército
libertador, en no pocos hogares
patriotas teníase por muy segu-
ro que la acción estaba en vis-
peras de producirse.
Cuando acampó en la I-.agu-
nilla el libertador con sus tro-
pas, ya se daba' en la ciudad por
segura la victoria, y los criollos
estuvieron entregados a la tarca
de armarse con todo sigilo pa-
ra poder plegarse a tiempo a las
filas patricias. No sabríamos es-
pecificar con exactitud quién
se distinguió más en aquel afán
de dar a^la causa de la eman-
cipación todo el impulso de sus
ciurgías. Señálase sin embargo
a doña Martina Silva de Gu-
rruchaga. quien durante aque-
llas visKras inmortales anduvo
repartiendo armas entre los ciu-
dadanos para (iiie contribuyeran
a la victoria; habló a los ame-
ricanos que por una u otra ra-
zón permanecian todavía al ser-
vicio real, haciéndoles desertar.
EII4 misma bordó una bandera
que donó al ejército, y cuenta
la tradición que al recibirla Bel-
grano, expresóle su gratitud con
estas palabras: "Señora, si en
todos los coracones americanos
existe la misma decisión que en
el vuestro, el triunfo de la cau-
sa por que luchamos será fácií."
Aquella singular mujer había
Marido en la ínclita ciudad de
Salta el 3 de novicmt)re de
1790. En el ai'io 1810, contrajo
matrimonio con don José Gu-
rruchaga, que ejercía el comer-
cio en i m p o r t a n t e s renglones,
considerándosele como hombre
a c a u d a l a d o . Dicho señor, así
como su hermano don I'^rancis-
co, apoyó con verdadero entu-
Dofla Martina Silva de Gurruchaga.
siasmo la causa de la emanci-
p.-iciün a la cual prestaron am«
bos muy señalados servicios,
que, bien puede afirmarse, re-
alizáronse con toda constancia y
abnegación.
Debido a la conducta patrió-
tica de la señora de Gurrucha-
ga, el general Helgrano le con-
cedió en 181.^ el titulo de "Ca-
pitana del Kjército".
Sobrevivió largamente a los
cpisixlios de la revolución, to-
cándole presenciar las diferen-
tes fases a que más tarde vióse
sujeta la organización nacional,
con sus inquietantes capítulos de
tragedia. Verdaderas sombras
nefastas que hicieron ennegre-
cer el brillo de aquellas prime-
ras horas en que los paladines
de la libertad dieron tantas y
tan acabadas pruebas de valor,
de sacrificio y de viril acata-
miento a los grandes y supe-
riores designios de la naciona-
lidad floreciente.
Pero, aun pasando por tan
amargas penurias, tan entusias-
ta patricia vivió en todo tiempo
rodeada de cariño y respeto ge-
neral, en el más nítido y claro
concepto de virtud. El 5 de
marzo de 1873 dejó de existir
en su ciudad natal.

Goce de bienestar
tomando diariamente
tacita del ríco
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testinal y evita infi-
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 C A R A / Y CARETAS
Participación ele la mujer argentina
en el t r a b a j o social
A CABADA la revolución contra el do-
minio español y siendo un becKo la
independencia de la República, el
presidente Bernardino Rivadavia s j resol-
vió a recompensar a la mujer argentina por
la parte gloriosa que babía tomado en la
libertad del país, confiándole la dirección
de la candad pública en Buenos Aires.
Esta proposición encontró una resistencia
vehemente y odiosa, no faltando irónicas
observaciones ni contra los proponentes ni
contra la competencia disputada del sexo
(emenino en cuanto a cargos públicos. Sin
embargo, la caballerosidad y rectitud inna-
ta de los argentinos vencieron al {in todos
los escrúpulos, y el 2 de febrero de 1823
fueron presentados los estatutos de la
Sociedad de Beneficencia de la Capital. A
esta sociedad, cuyos socios consistirían
exclusivamente de señoras, se babía con-
fiado la dirección e inspección de las es-
cuelas de niñas, de los Hospitales, casas
de buérfanos y demás instituciones de ca-
ndad de la Capital. § § La posición so-
cial de la mujer está, según dice el presi-
dente en el prólogo de los estatutos, en
cierta manera pendiente todavía. Ninguno
tiene opinión fija, fundada en razones re-
conocidas por todo el mundo, de la justa
posición de la mujer en la sociedad. Sus
buenas calidades la ponen a veces en la
•ombra en la vida social, mientras que sus
defectos, al contrario, pueden de vez en
cuando serle de utilidad en su posición.
Esta falta de claridad en el orden social
ha contribuido a detener el progreso de
la civilización igual que la guerra y el fana-
tismo, con la diferencia, sin embargo, que
los peligros de éstos saltan más a los ojos
y, por consiguiente, son más fáciles de re-
parar, mientras que el menosprecio de la
mujer es algo tan acostumbrado que
ninguno toma en consideración ni la
injusticia social ni los peligros so-
ciales en esto. Una s o c i e d a d
i normal debe, así continuó él,
aspirar a llegar a la perfec-
' , ción física e intelectual
de t o d o s s u s miem-
)-ín .•-.«.. . bros s i n considera-
I D A B A C K N A N N
ción al sexo. Pero antes de obtener los
derechos que le tocan a ella en la socie-
dad, la mujer ha de aprender a usarlos
bien, y por eso uno de los principales debe-
res de la joven República debe ser el do
tener indispensable cviidado de la educa-
ción de la mujer. § § Para darle ocasión
a la mujer ahora de hacer oír su voz en
cuestiones sociales y para educarla a res-
ponsabilidad social, se había fundado esta
institución. § § El 12 de abril de 183D
efectuóse su inauguración solemne. Des-
pués de haber leído el presidente Rivada-
via los estatutos de la sociedad, tomó la
palabra dirigiéndose a los presentes en un
discurso lleno de entusiasmo por la mujer
y pleno de fe en su acción futura en la vida
social. Muchas razones importantes, dijo
él, habían inducido al gobierno a instituir
la Sociedad de Beneficencia, entre otras,
la diligencia de estimular el sentimiento da
justicia del pueblo y desarrollar las cali-
dades intelectuales de la mujer, y al fm
otra razón no menos importante, la de las
exigencias de la sociedad que la inteligen-
cia de la mujer sea dirigida a ocupaciones
prácticas. Son dominantes en la mujer, se-
gún su opinión, las calidades que más con-
tribuyen a la formación de un carácter mo-
ral, como religiosidad, ternura, tacto, etc.
Están latentes en el hombre, despertadas
solamente por la influencia de la mujer.
§ § La mujer argentina es, por su carác-
ter, ante todas las otras mujeres, crea-
da para borrar los ruinosos efectos de la
guerra, haciendo manar de nuevo los bene-
ficios de la naturaleza sobre el país y su
pueblo. Por su gran influencia con los honv-
bres, ella puede inducirles fácilmente a
suprimir todas las disputas p o l í t i c a s ,
olvidarse de todas las injusticias per-
sonales y consagrarse en común al
deber elevado de dar fin a las re-
voluciones, que antes eran ne-
cesarias, t e n i e n d o e n t o n c e s
por objeto la independencia
del país, pero que por el
presente es igualmente
n e c e s a r i o qvio so
m a n t e n g a la paz.
 C A R A y Y CARETAS

I iVing•
room" pla-
-^ gado de
me i i las,
do no había aún
ocupadas tres fi-
las de b u t a c a s .
1 Un papelón I
taburetes, brase- EDUARDO (que
ros, ahiioltadones, no comprende).
"poHJfs'y cenice- -lAhl
ros. En las pare- SILVINA. —
des,artísticos pla- I Luego, con esa
tos de cerámica y fastidiosa manía
cuadros de buen que tienes de ce-
gusto. Junto a la nar a las ocho co-
estufa, Eduardo mo los horteras 1
Ice su diario, re- Tuve que agitar-
pantii/ado en un me, salir a la dis-
butacún de pana parada, I por poco
gris. Desde un chocamos I Y lo
bargueño "renai- que más lamento
ssence" una lám- es que no conse-
para de porcela- guí al fin saludar
na china proyecta a la señora de
sobre el lector un Castro, que esta-
disco asulinn). ba en un "avant-
CRIADO (en-
scéne".
trando). — El se- EDUARDO. —
ñor cenará cuan- ¿ La señora d i
do la sefiora re- C a s t r o , dices?
grese, ¿no es as!'( I Esposa Je! escri-
EnuARiio (cin- bano ese enreda-
cuentón, un tanto do en la quiebra
fspeso de carnes y fraudulenta deios
de espíritu). — Martínez Hnos.?
Desde luego. ¿ Va S 11. VI N A. —
son las ocho? Sí, acalla de lle-
CRIADO — Me- gar de Europa con
nos diez, señor. un coche de cua-
(Vasc. Eduardo renta y cinco mil
reanuda la lec- pesos y el mobla-
tura). je íntegro para
(Al cabo de un su nuevo petit
rato, después de hotel que vale una
un pequeño desor- fortuna.
den en el cual se EDUARDO. —
VICiclan voces, ¿De qué le servi-
mandados, entre- rá ? Están bas-
chocar de puertas t a n t c despresti-
y taconeos ner- giados. ..
viosos,se cuela en S I L VI NA. —
la habitación, en- Por Josefina rosa Siempre serás un
tre frotes de sedas buen ingenuo, mi
y una suave oleada a sándalo, Silvina Amcnábar). pobre amigo. I-a señora de Castro hoy es una amis-
Sii.vi.N'A (treinta años, espléndida, fina, inquie- tad valiosa, I No en balde las de Miranda, llenas dé
ta, dejándose caer en un sofá frente a su mando). melindres, revoloteaban en torno suyo como urracas I
— ¡ Que horror I j Estoy dcsliccha 1 Esta agita- EDUARDO (admiíado). — No comprendo...
ción concluirá p<jr enfermarme. No .sabes el "tour SiLVi.VA (con sorna). — Ni te esfuerces, por-
de forcé" que lie tenido que hacer para no de- que entenderías menos (alisándose la melena con
morar. Y con ese imbécil de chofer que ahora las uñas brillantes). A propósito de las de Miran-
tenemos (se interrumpe frunciendo el ceño). ., da : Piruclijla llevaba con el desabrimiento do siem-
I Eduardo I, he llegado y hace cinco minutos que pre un traje exacto a mi modelo beige. Un ver-
estoy hablando... dadero calco. Otra nueva batalla que he de librar
EDUARDO (bonachón). — Ya... ya... te escucho. con madama Simmonne. Yo le voy a enseñar a
Sii.viNA. — Deja al menos el diario para que lo e.sa momia francesa estafarme con duplicados.
crea. ¡ Es cl colmo 1 Cada día estás más distraído, Ahora ya no podré usarlo más.
hasta parecer grosero. EDUARDO. — ¡Qué broma I ¡Y con lo caro que
EDUARDO (desprendiéndose del periódico con el pagaste ese modelo I
mismo pesar con que se desprendería de un buen Sii-viNA. — i Por favor I ¡Siempre tienes el mal
puro). — I Bueno... bueno, ya está I ¿Decías?... gusto de recordar precios I (se hace un silencio
Sii.viNA (enfurruñada, quitándose tos guantes y el molesto).
sombrero). — Que el nuevo chofer es un imbécil. EDUARDO (reconociendo que ha pisado en
EDUARDO. — ¿Nada más? falso). — Y, vamos a ver, ¿cómo has pasado la
S11.VINA. — Si te parece poco, ayúdame a buscar tarde?
otros adjetivos. SILVINA. — ¡ P t s l . . . Naturalmente que esas
EDUARDO. — ¿Sin duda llegaste tarde a la con- conferencias siempre entonan e interesan. El doc-
ferencia? Es raro, porque el muchacho es puntual. tor Simmons es todavía una figura seductora. Lo
Sii.vi.vA. — Demasiado puntual. Llegué cuan- que no me explico es la ausencia, por cierto bien
 C A R A / Y CARETAJ-

visible, de elem€nto calificado. ¡Una lástima! U n so). — Silvina, escúchame. Esta vida agitada no
público de bastante medio pelo. es para un organismo como el tuyo. Recibos, tes,
EDUARDO. — Gente estudiosa, sin duda. cenas, conferencias, conciertos, teatros, exposi-
S11.VINA. — ¡Qué csiKtanza, hombre! ¡Gente ciones, ¡qué sé y o ! Vamos resultando un tanto
snob que vive completamente al margen de todo pesados. A d e m á s . . . (titubea) cuando yo regreso,
eso! (desdeñosa) ¡Lo que entenderán! me hallo tan solo en esta c a s a . . . (Suplicante).
EDUARDO. — ¡ Figúrate I ¿ N o querrías acompañarme un poco más, como
Sii.viNA. — Calcula. Las de Parker, que, entre antes?
paréntesis, no se llaman así, sino Lóiiez y que se S11.VINA (priénero admirada, después áspera). —
han prendido un apellido postizo de ascendencia ¿ P e r o es posible? ¿Quieres decirme que no en-
materna en cambio del verdadero, vulgar y chato. cuentras bien que yo sea como soy? Solamente
T ú bien satH;s que esas chicas son de una nuli- un esi)íritu utilitario y vulgar puede sentir eso.
dad irreductible. T e contaré una historia al caso, Demasiado comprendes que nuestras vidas, si bien
que ocurrió en un recibo de Gracielita (ríe). Tie- aparentemente ¡«raídas,^ difieren mucho de ru-
ne mucha gracia. V e r á i : tas. Yo no podría arrastrar fu vida vegetativa,
" Se comentaba el no- me asfixiaría, a c a b a r í a
viazgo de una sobrina del por atrofiarme. Necesito
general Rios. Todos se convivir un ambiente es-
hacían cruces sobre la piritual que no es el nuc'-
fealdad del novio. Un go- tro, como tú necesitas d»
r i l a . . . un adefesio, es- tus oficinas y operacione-i
pantoso, etc. bursátiics para hallarte tn
" De pronto, la Pocha tu centro.
Parker exclama: EDUARDO, — Sin em-
"— N o tiene de lindo bargo, hace un par de
más que el nombre. Una años, no eras asi, salías
lástima, i)or(|ue es iin poco, la casa tenía para
nombre santo, como que ti mil atractivos.
lo lleva Cristo. S11.VINA (con despre-
" — ¡ C ó m o ! ¿Pero na cio). — Yo era entonces
se llamaba Enrique el u n a criatura incx¡)erta,
muchacho éste? — pre sin horizontes. Ahora, fe-
guntó Gracielita, lizmente, todo ha evolu-
" Y con el aire de má« cionado. Mi mundanismo
idiota suficiencia que ima- es una consecuencia de
ginarse pueda, replica la la vida actual, una pro-
Pocha: longación.
"— Y bueno, Enrique. EDUARDO (compungi-
¿Cristo acaso no se lla- do). — Pero para mi
ma asi? Sólo que en la« antes eras más seducto-
inscripciones comunes fi- ra, más mía.
gura el diminutivo judai. Sii.viNA. — Mi pobre
c o : Inri." amigo, para ti sí, pero
(Lauca uim carcajada no para mí. Pero refle-
sonora. Eduardo tam- xiona y dimc con since-
bién rie), ridad: ¿ N o valoras el cambio? Ahora yo soy una
Sii.viNA. — Ya lo ves. Otras, las de Miranda, verdadera mujer (|ue se ha encontrado a si misma,
que se exprimen de llorar leyendo a Jorge Oh- que tiene luces propias y cuyo entendimiento va en-
net y la "Cabana del Tio Tom". ¡ A h ! ¡lero me ol- riqueciéndose con el cultivo de estas bellas cosas,..
vidaba, i Sabes (¡uién estaba también, con tndo su PZDUARDO (desalentado). — Sí... Sí...
acartonamiento de "nouveau riche"? La señora de Sii.viNA, -^ Y esto, como es lógico, debe refle-
Mcnéndez. ¡Qué bárbara! Tenía prendido en el jar sobre ti sus ventajas.
pecho, como un distintivo de orfeón en noche de EDUARDO. — Sí... Si...
carnaval, una "platiuette" de brillantes del tamaño SILVINA. — Verás, verás qué orgulloso vas a
de maíces. ¡ No puede ocultar que su fortuna con- estar de tu mujercita. (Lo toma de un brazo para
verge en el Mercado de Cereales! pasar al comedor). La vida, mi buen Eduardo, no
EDUARDO. — Su marido, sin embargo, es un se limita a cuatro paredes lisas de hogar y a una
hombre inteligente, culto. perspectiva a ras de tierra. La v i d a . . .
S11.VINA (irónica). — Amigo tuyo, ¿verdad? CRIADO (desde la puerta). — Habla por teléfo-
S i . . . si le conozco. Una cultura cotizable... de no la señora de Vargas para salwr si la señora
bolsa ¿no? O t r o s : El matrimonio Pintos; ella, asistirá ma"ana a la segunda conferencia sobre
atildada, frágil con su eterno aire de redimida a "La influencia del griego en la filosofía moderna".
medias; él, un cachalote con seis cuentas corrien- EDUARDO (esperanzado). — ¿Mañana no viene tu
tes en distintos bancos. tía l>)lores a visitarnos?
CRIADO (aituiiciando). — La cena está servida. SILVINA. — Como es de confianza, la entretie-
EDUARDO (incorporándose). — Por fin. Hoy nes tú. No puedo perderme esta disertación inte-
tengo verdadero apetito, resante. (Al criado) Dígale que si y qu<; pasa-
Sn.viNA (compadec'uia). — Por fortuna para ré a buscarla. (A su marido) ¡Vamos, no pon-
tu estómago, qué lejos estas gas esa cara! (mimosa) l'ú
rú de estas banalidades, ¿no? me comprenderás, ¿ verdad í
EDUARDO (azorado). — ¿No Además van a estar las de Gi-
tienes apetito? ménez Aldale y quiero com-
Sii.viNA. — Muy i>oco. Es- probar si es cierto que Mecha
toy muy nerviosa. se ha comprado un visón me-
EDUARDO (un poco indeci- DIBUJOS BBRDIA jor que el mío.
"(Tasa 6elE6ucaciótt para Señoras
$or Domingo S- ftarmifiUo
Í;AME permitido decir que esta cues-
tión de la influencia de las mujeres
en el jwrvenir de las sociedades ame-
ricanas ha sido una de las preocupa-
ciones de mi primera juventud, y (|ue
a ella debí la inspiración de formar
un establecimiento de educación para señoras, que
murió sofocado por la guerra civil y el mal espí-
ritu que ha prevalecido en la República Argentina,
no sin haber dejado sin embargo huellas floridas
de su precaria existencia. Nos apegamos invenci-
blemente a la memoria de aquellas primeras crea-
ciones de nuestro e.spíritu, envaneciéndonos de todo
aquello íitil y bueno en que hemos sido partes o
actores; y a riesgo de parecer indiscreto y presun-
tuoso, me atrevo a con.signar aquí hechos en favor
de la educación del bello sexo, tanto más, cuanto
que el plan de aquel establecimiento conviene mejor
a una escuela normal, o a una institución pública
que a una privada.
La provincia de San Juan en la República Ar-
gentina es una de las que están situadas en la
falda de los Andes, y por su colocación fuera de
las grandes vías del tráfico, sus hábitos domés-
ticos permanecen estacionarios, conservando aún
la primitiva sencillez colonial. Esto no estorba que
aquella provincia haya sido sacudida fuertemente
y más que ninguna otra del interior por el espí-
ritu de reforma, iwsando de la agitación del pro-
greso a las recaídas súbitas de la reacción. Así,
cuan apartada es, ha visto en épocas distintas bri-
llar sus juntas provinciales, sus teatros y aun la
circulación de papel y de la moneda de cobre. Na-
da digo de la reforma religiosa, y aun de cartas
constitucionales, que^ todo tenian menos el don
de la oportunidad En 1838, varios jóvenes veni-
dos de los colegios <le üuenos Aires o vueltos de
la emigración en Chile, dieron con su presencia
una desusada agitación a la provincia en el sen-
tido de las mejoras, y de entre otras muchas ten-
tativas de progreso, surgió la ¡dea de formar una
casa de educación para señoras, novedad que ca-
reciendo de antecedentes, como en la mayor parte
de las ciudades americanas, inspiraba el más vivo
entusiasmo en los unos, y las resistencias y ha-
bladurías del espíritu de aldea en los otros. Un
edificio inconcluso destinado para un monasterio
sirvió de local adecuado para la realización de la
idea que tuvo lugar bajo los mejores auspicios,
habiendo la parte más selecta de la sociedad aco-
gídola y patrocinádola. Una señora respetable por
sus luces y virtudes cristianas fué nombrada Rec-
tora del Pensionado de Santa Rosa, (lue fué la
advocación que tomó del nombre de la casa que
 C A R A / Y CARETAT
ocupaba. Una señora con el titulo de prcíecta y
Otra con el de subprefecta estaban además en-
cargadas de la gestión económica del estableci-
miento. Un director daba el impulso, y hacia las
diversas clases de enseñanza, excepto la de mú-
sica, que tenia un profesor especial. El obispo
de la diócesis presidia una junta insix;ctora, com-
puesta de los ciudadanos más ilustrados, de cuyo
seno salían dos examinadores para hacer el exa-
men e inspección mensual del establecimiento.
Los ramos de enseñanza eran la lectura, escri-
tura, geografía, aritmética, gramática, ortografía,
dibujo florcal y natural, música, moral, francés
e italiano, labores de mano y economía domésti-
ca. El baile, que estaba incluso en el programa,
nunca pudo llegar a enseñarse, y más adelante lia-
ré notar las consecuencias que la falta de este
ejercicio trajo. La economía del establecimiento
, estaba montada bajo un pie de disciplina que sur-
tió los más felices resultados. El jueves por la
tarde venían las familias a visitar a las pensio-
nistas; y el domingo salían éstas a sus casas has-
ta puesto el sol, hora en que por los estatutos de-
bían recogerse, sin ser permitido a los padres de
familia retenerlas en sus casas, sin previo aviso
y permiso recibido. Cuando la inconsideración de
las familias quiso violar esta cláusula, lo cjue su-
cedió rara vez, las pensionistas dejaron por largo
tiempo de ir a sus casas, con lo que madres e hi-
jai quedaron suficientemente aleccionadas. En un
país tan poco habituado a las exigencias de la en-
señanza, y en materia que tan de cerca toca al
corazón, aunque la educación era particular, se
creyó oportuno usar de esta severidad, a que to-
dos se sometieron gustosos, persuadidos de la ven-
taja de tal sistema. Los dormitorios estaban ocu-
pados por ni.'ias de una misma familia, hermanas
o primas, encabezando el grupo la de más edad,
con el nombre de superiora de cuarto, responsa-
ble de las faltas que se cometiesen en él, como
constituida jefe de aquel pequeño menaje. Todas
las semanas se nombraba por turno una niña gran-
de para semanera, acompañada de otra menor.
Sus deberes eran cuidar del aseo de los patios, dar
a la cocinera las provisiones diarias, presidir y di-
rigir el servicio de la mesa en el almuerzo y la
comida; apuntar cuatro veces al día las variacio-
nes del termómetro; pasar revista a hora inde-
terminada de los cuartos de las niñas; recibir el
sábado por inventario el material del servicio, y
entregarlo al fin de su gestión con la misma for-
malidad dando cuenta de las pérdidas, etc. En
fin, invertir el dinero necesario en las compras
menudas y rendir cuenta por escrito de su inver-
sión. Estos numerosos detalles eran al principio
de difícil ejecución; pero concluyeron con ha-
cérseles familiares y fáciles con la práctica. Dos
criadas de servicio, que estaban subordinadas a la
semanera, ejecutaban las operaciones de aseo ge-
neral bajo sus órdenes; siendo prohibido en los
cuartos particulares el servicio de criadas para el
aseo interior, que hacian por turno las (|ue los
habitaban. El estado que de sus visitas domicilia-
rias llevaba la semanera se componia de ¡;artidas
semejantes a ésta. Día 18 de agosto, cuarto nú-
mero 2, una pluma de escribir en el suelo, una
cascara de naranja: la basura cu el rincón; el
baúl tercero abierto; la cama segunda mal ten-
dida; la mesa en desorden; agua sucia en los
lavatorios, etc.; y tal fué el progreso de los há-
bitos de orden con esta nimia escrupulosidad, que
pasaron al fin semanas
enteras en que en ,v. partí. 3IP|nmÍnrrn lF
da se escribía: /íiH «Oí-.-- ÍJOOITlingO Jf .
dad I Como medio de man- o i u u i o D B
tener la moralidad, a una hora determinada, el
Director, reuniendo el pensionado en el salón de
estudios, se hacia leer en voz alta las notas'del
día; se escuchaban las disculpas y excusas, y en
un registro general se anotaban las que quedaban
injustificadas. Como una muestra de esta disci-
plina recordaré un diálogo que en los principios
tenía lugar con frecuencia. — "La señorita N. no
se ha levantado al sonar la campanilla. ¿Qué hay
sobre esto, señorita ? — Señor, no oí la campa-
nilla. — i Por qué no la oyó usted ? — Porque
estaba dormida. — Pero no comprendo cómo no
ha oído usted dormida; pues se toca precisamente
iwra que despierte. Señorita F., ¿ha l í d o la
campanilla? — .Sí, señor. — ¿Estaba usted dor-
mida? — Sí. — Ya ve usted, señorita N., cómo
se oye un sonido cuando estamos durmiendo. Es-
to dciK'nde de la voluntad antes de todo. Cuando
estamos con cuidado, el movimiento de una paja
nos despierta; cuando no. ni el chirrido de una
carreta, ni los sacudones nos intcrruniiHin el sue-
ño. A los oficiales de marina suele ocurrirles
que cuando no están de servicio no oyen los ca-
ñonazos de las salvas (lue hace el buque mientras
duermen; y en los sirvientes se nota que oyen o
no el llamado de sus patrones según el grado de
puntualidad que muestran en su servicio." Razo-
nes de este género y la tenacidad en reproducir-
las trajeron al fin la convicción de (pie durmien-
do se oye el sonido de una campanilla, y nadie
tenía excusa en no levantarse y hacer su tocado
antes del momento de principiar siis estudios. Por
lo que resiiecta a la moralidad general, citaré to-
davía un hecho muy ilustrativo. El patio o claus-
tro interior estaba sombreado por un extenso pa-
rral que lo cubría en todo su interior. En el mo-
mento en que la uva empezaba a madurar, el Di-
rector del establecimiento hubo de hacer un viaje
a Chile, y convocando al pensionado en el mo-
mento de partir para hacer sus recomendaciones,
ordenó que no se tocase la uva hasta su regreso.
Cincuenta níi.as, desde la edad de seis años hasta
la de veinte, con los apetitos golosos que desen-
vuelve la vida de colegio, vivieron dos meses cu
medio de aquellos racimos excitantes; la estació.i
de la cosecha se pasó; regresó el Director y la
uva, en el árbol todavía a fines de abril, sirvió de
regalado postre en la mesa del Colegio; y este
sacrificio impuesto a las niñas, no había costado
ni una reprensión, ni vigilancia, ni coerción al-
guna. Era el sentimiento del deber llevado a la
altura del punto de honor, o del respeto religioso.
En el primer examen anual, entre otras medalla.s
de oro adoptadas para servir de adorno en el
cuello, se dio una a la moralidad, acompañada de
una guirnalda de rosas blancas que el Obispo pu-
so en las sienes de la que habia merecido tan alta
distinción. Este premio dado en público y en pre-
sencia de los padres de familia, y con todo el tier-
no aparato de una solemnidad, produjo una sen-
sación profunda en todos los ánimos; y cuatro
meses después, en los resúmenes semanales de
los registros del co'.cgio se escribía tfidavia esta
partida : "— Día tantos — Sin novedad. Firmado el
Director." i Tan dúctil y tan bella es por ,o gene-
ral la naturaleza de la mujer 1 El estudio conser-
vó en aquel establecimiento durante dos años el
carácter de una pasión, contra cuyo desorden era
•necesario tomar medidas de represión; tales, co-
mo recorrer a las diez de la noche los cuartos la
semanera y aiwgar las luces en el invierno; y en el
verano cerrar las ventani-
ikiaa if n«i tltCi Ml li lf rUí "*'* *''•' ' ' " PUirtas durun-
te la siesta, a fin de que
s A • B í. se entregasen al reposo.
 C A R A / Y CARETA/
S o f í a G o n z ai 1 e z
(^^4^^
I, pa.so asolador de las huestes de Ori-
lle conmovía el interior de la Repúbli-
ca. Anuncióse que marchaba hacia Cór-
doba. Kra una promesa de inquietud.
Llegó Oribe y su séquito. Comenzaron los atro-
pellos y prisiones. El tuerto Barcena, que era da
la ixindilla, se señaló al instante como el más
cruel. Paseaba su catadura siniestra sonriendo
orgullosamcnte ante las manifestaciones de res-
peto que se le prodigaban, y que eran la traduc-
ción del temor iiuc se sentía a su sola presencia.
Una tarde se halló con la bella Sofía en casa
de un pariente de ésta. Hizo visibles sus atencio-
nes, marcadas las galanterías con que oprimía el
corazón de la joven con el peso de una ;^nKu^tia.
Ella se retiró lo más pronto que le fué posible,
arrastrando la mirada in(|uicta del jefe. Barcena
overiguó inmediatamente quién era, cómo vivía,
y esos otros detalles que hacen interesantes el
apasionamiento. Pasaron tres días. La joven lo
habia recordado con horror en todos ellos, ;)cro
sin que se hubiera atrevido a angustiar el alma
de su esposo con la relación de sus temores, que
iban disminuyendo en cada hora con la esperanza
de (|uc el jefe la olvidara. Este buscó la manera
de hacerse llevar a la casa, lo que no le fué difí-
cil contando con la complacencia del miedo que
inspiraba. Sofía lo vio entrar, y un doloroso es-
tremecimiento recorrió su cuerpo. "Es la desgra-
cia" pensó, saludando empalidecida por el temor.
Bravo, su esposo, no estaba en ese momento.
El conductor de Barcena pretextó una ocupación
y se alejó a los pocos instantes. A(|uello era una
forma de la adulación y servilismo de que se
hacía rodear. Sofía tembló al verse sola. El,
conociéndolo, dijo: "Señora, no me tema; si
soy malo, es con los enemigos de la patria, pero
no con las buenas mozas, y mucho menos con las
que amo." Sofía permaneció un momento inmó-
vil ; después escondió su rostro entre las manos
y dejó correr sus lágrimas. "Este hombre no
puede ser tan cruel, tan bárbaro que lleve a cabo
su amenaza", pensó; "seria suponerlo una fiera
horrible que no puede existir." Esta última idea se
fijó en su mente y comenzó a engrandecerla la
esperanza. Recordaba uno a uno los episodios
oídos de la vida de Barcena, y ninguno lo seña-
laba tan monstruoso. En efecto: a esa fecha el
famoso tuerto era apenas conocido, y fué enton.
CCS que adquirió su sombría celebridad. Cuan-
do llegó Bravo, ella SU[K) ocultarle penosa-
mente su aflicción. Grande y continuada
fué la lucha; sus reflexiones dolorosas
iban a refugiarse en la esperanza de
que el feroz jefe sólo hubiera que-
rido intimidarla. Sin embargo,
llena de ansiedad vio pasar los
días señalados. En la t a r d ;
del que del)ía verificarse un baile, Bravo volvió
a su casa preocupado y entristecido. Ella in-iis-
tió mucho por saber la causa, sin que se le res-
iwndicra la verdad. Esta era que en esa mañana
Barcena habia hecho degollar por la nuca en el
Paseo al benemérito patriota Francisco Ramos
Mejía, operación que se ejecutó con un serrucho,
para hacer nws lenta y cruel su horrible agonía.
Bravo, atendiendo la sensibilidad y estado de
su cara esposa, ocultaba lo sucedido, permitiendn
con ello (lue ésta conservara siempre sus buenas
ideas respecto al jefe. Hablaron del baile, a que
habían resuelto no asistir desde mucho ante?,
(|iieriendo evitarse el contacto directo con la ofi-
cialidad que se agasajaba. Barcena, que no habi.i
olvidado su propósito, ni sentía disminufr la im-
presión que le causara la belleza de Sofía, asi
como el despecho de su tenaz negativa, mantuvo
secretamente vigilada la casa. A las diez enca-
minó sus pasos hacia ella. Un rencor siniestro
iluminaba su rostro. Sólo en su alma de hiena ca-
bían los sentimientos que alardeaba. Detúvose un
momento oculto en las sombras. ¿Acaso un resto
de piedad o de nobleza tuviera voz en su cora-
zón? No. Era el temor de que Bravo, sal)edor de
su amenaza defendiera su existencia. No presu-
mía que el amor de su esposa iba a eiitrcgárselú
indefenso. No fué larga su meditación: triunfa-
ron sus instintos. Penetró en la casa sin llamar.
Había luz en el dormitorio, cuya puerta entre-
abierta dejaba percibir la voz y el movimiento de
dos jxírsonas. Barcena escuchó, y tal tranquilidad
le dio ánimo. ICnipujó la puerta y se dejó ver en
el umbral blandiendo su daga de asesino, esa ar-
ma que él decía llevar para ¡os salvajes, en los
que ni) se debía r/astar pólvora. Sofia dio un gri-
to, terrible, angustioso, cuyas vibraciones hirien-
tes acentuaban la nota del terror, y quedó inmó-
vil, los ojos abiertos y fijos, los labios sin voz y
temblorosos. Bravo se había puesto de pie y
aguardaba delante de ella, escudándola con su
cuerpo a que se tradujera la actitud y siniestra
sonrisa del personaje que veía. Este no tardó en
avanzar, seguro ya d( qi:c su víctima estaba iner-
me, y pronunciando un juramento, hundió su pu-
ñal dos veces en el cuerpo de Bravo, que cayó
alu>gando un grito de dolor y desesperación So-
fia, enloquecida, se tendió a los pies de aquel
verdugo, y abrazando sus rodillas i)cdiale perdón
[jara su amado. "Yo cumplo siempre lo que
digo", rugió liárccna, y avanzó arrastrán-
dola hasta clavar varías veces su puíial
en el moribundo, que se retorcía con
las postreras convulsiones. Después
se retiró: se habia vengado. Salpi-
cado su traje con la sangre de esa >
nueva victima, (|uc chorreaba de ,;
sus manos, se dirigió al baile.
U. .
""•m""^'!^
jfE<GUNID€ C € N C U I 5 j r €
DE IBICILILICZAV llNrA\NTIIIL
DE CAIRAJÍ
Desde el 6 de julio corriente y hasta las 24
horas del día 31 de diciembre de 1929, quedará
abierto el Segundo Concurto de Belleza In-
fantil de "Cara* y Caretai".
Para tomar parte en el Concurso, bastará que
cualquier padre, madre o tutor, envíe a "Caras
y Careta*", Chacabuco 151, Buenos Aires, retra-
tos de niños (varones o mujeres) hasta los 10
años de edad, residentes en el territorio de la
República, escribiendo al dorso con toda claridad:
Nombre, apellido y domicilio del niño que
tome parte en el C o n c u ñ o .
Fecha del nacimiento del miimo. ^
Dichos retratos se publicarán, numerados, sc-
manalmente en "Caras y Caretas", a medida que
HcRuen a nuestro poder.
No podrán tomar parte en este Concurso los
niños que obtuvieron premio en el anterior.
S e establecen loa siguiente* premios!
UN PRIMER PREMIO DE $ 1.000.— m/n.,
en una libreta de Caja de Ahorros de la impor-
tante institución argentina de crédito, Banco Ar-
gentino Uruguayo, Av. Ko<|uc Sáenz l'oña y
San Martin, Buenos Aires, a favor del niño (lue
lo obtenga.
DIEZ SEGUNDOS PREMIOS DE $ 100. —
m/n., cada uno, en libretas de Caja de Ahorros
del mismo Banco Argentino Uruguayo, Av. Ro-
que Sáenz I'cña y San Martin, Buenos Aires, a
íavor de los niños que los obtcnRaii.
VEINTE TERCEROS PREMIOS DE $ FO. —
m/n., cada uno, en vales a cargo de la acreditada
Casa Kd.tora "Librería del Colegio", de Cabaut
y Cía., pudiendo, quienes los obtengan, elegir ar-
tículos cuyo precio de venta sume el importe del
, citado vale, en las distintas secciones de la men-
cionada firma, los que podrán ser retirados en su
establecimiento central, calle Alsina y Bolivar, o
en su sucursal, Callao y Córdoba. Buenos Aires.
El público lector de "Caras y Careta*" deter-
minará por votación la adjudicación de premios,
utilizando el cupón - voto impreso al pie.
n<=
GUARDE USTED ESTOS S E C U N D O
CUPONES - VOTOS QUE B E L L E 7 A
APARECERÁN SEMANAL-
MENTE, PARA QUE P U E D A
ENVIARLOS CUANDO PU- V o t o p o r «I níAo c a y o r e t r a t o p u b l i c a d o
BLIQUEMOS EL RETRATO en las paginas del C « o c u r í o (igura con el
DEL NIÑO POR EL CUAL
DESEA V O T A R .
y CAVIRIETAJÍ
Para la votación será indispensable emplear los
cupones de "Caras y Caretas", y cada uno de
ellos servirá para votar a favor de uno solo de
los niños cuyo retrato se publique en las páginas
del Concurso.
El escrutinio será fiscalizado por el escribano
público señor Claudio de Mateo, adscripto a la
escribanía de don Eusebio E. Giménez, Sarmiento
643, Buenos Aires, celebrándose dicho acto públi-
camente el día y llora (|ue se indicarán oportu-
namente.
La adjudicación de premios se hará en la forma
siguiente:
EL PRIMER PREMIO
Al niño que obtenga mayor cantidad de voto*.
LOS DIEZ SEGUNDOS PREMIOS
A los diez niños que obtengan la cantidad de
votos que mas se aproxime a la del Primer
Premio.
LOS VEINTE TERCEROS PREMIOS
A los veinte niños que obtengan la cantidad
de votos que más te aproxime a las que co-
rrespondan a los Segundos Premios.
Si coincidieran las cantidades de votos que ob-
tengan algunos niños, se adjudicará por sorteo el
premio que les corresiKindiesc.
Cua!(|uier duda respecto a la interpretación de
las bases de este Concurso será resuelta por el
escrib^ino público señor Claudio de Mateo, cuyo
fallo será inapelable.
Los sobres conteniendo los cupones-votos deben
remitirse a la siguiente dirección:
Segundo Concurso de B e l l e z a Infantil da
"Caras y Caretas".
Chacabuco 151 - Buenos Aires.
Los cupones - votos cuyos números no .se escri-
ban con c'aridad o que se presten a confusiones,
lo mismo que los que llegaran después de la fecha
de clausura, no entrarán en el Concurso.
=s«= =»«= =><= =><=
CUPON-VOTO
C O N C U R S O DE
I N F A N T I L DE
"CARAS Y CARETAS"
"^
N
 C A R A ^ Y CARETAS
(DE " P E R E G R I N A C I O N E S DE UNA ALMA T R I S T E " )
líPARTiENDO asi, Sentadas bajo el algarro-
j 1)0, al lado del fuego, la puestera acabó
de asar en una brocha de madera un
trozo de vaca; vació en una fuente de
palo santo el tradicional "api"; molió en el mor-
tero, rociándolos con crema de loche, algunos
puñados de mistol, y he ahi hecha la más ex-
(|uisita cena que había gustado en mi vida, y que
ella sirvió sobre un cuero de novillo extendido
al lado de la lumbre. Kn seguida fué a llamar a
su marido y a mis conductores, que platicaban
sentados al sol poniente; y acomodados, como
pudimos, en torno de la improvisada mesa, hici-
mos una comida deliciosa, sazonada con la ino-
cente alegría de los niños y los chistes espiritua-
lisimos de los dos elegantes gauchos.
El hucrfanito se hallaba entre la puestera y
yo. Aunque la buena mujer lo miraba con la mis-
ma ternura que a sus hijos, liabia en la actitud
del pobre niño cierto encogimiento, y en la mi-
rada que alzaba hacia su bienhechora, una triste
sonrisa. . .
La algarabía de los niños y el alegre canto de
las charatas me despertaron al amanecer del
siguiente día.
Mis compañeros tomaban mate sentados al
lado de una gran fogata, en tanto que so asaba
sobre las brasas el inmenso churrasco (pie había
de servir para su almuerzo.
Nuestros caballos ensillados, pero libres del
freno, pastaban la grama, salpicada de rocío, que
crecía en torno de la casa.
La puestera coció una torta debajo del res-
coldo; ordeñó a dos vacas, y me dio una taza de
apoyo con sopas, desayuno cxc|uisito que no
había probado yo hacía mucho tiempo.
Eran apenas las siete de la mañana, y ya aque-
lla excelente madre de familia había barrido su
casa, arreglado los cuartos, lavado y vestido a
sus niños, molido el maíz, puesto las ollas al
fuego, regado la sementera y sentádose al telar.
Nada tan plácido como la vida domestica en-
tres estos sencillos hijos de la Naturaleza, para
quienes la felicidad es tan fácil de conquistar.
¿Vn mancebo y una muchacha se aman? llnen-
se luego en matrimonio, sin preocuparse de si
ella no tiene una muda de ropa y él su apero
y su chiripá. ¿ Q u é importa? La joven novia
lleva en dote manos diestras y un corazón animo-
so. D a n z a n d o el postrer "cielito" de la boda y
apurada la última copa de "aloja", el novio deja
la casa de sus suegros llevando la desjiosada
en la grupa de su caballo y va a buscar, al
abrigo de alguna colina o en la ceja de un bos-
que, el sitio de m r r a d a .
Los vecinos acuden. L a s mujeres ayudan a la
esposa a C( níecci nar la coñuda; los hombres,
al marido a cortar madera en la selva.
Unos plantan los l u r c o n e s , otros pican paja;
estos lucen barro, aquéllos atan las vigas
con lazos de cuero fresco (|ue cubren con'
cañas y barro preparado, echándole en-
cima una capa de juncos.
Y he ahí la casa pronta para recibir
a la nueva familia.
JUANA MANUELA
O
Los vecinos se retiran dejando prestado a él
un par de bueyes y una hacha; a ella, dos ollas,
dos platos y dos cucharas.
El marido corta tuscas en las cañadas inme-
diatas, las trae a la rastra y forma con ellas el
cerco del rastrojo; ara la tierra y siembra maíz.
Ella siembra, en torno al cerco, algodón, azafrán,
zapallos, melones y sandías. T o m a luego arcilla
negra, la amasa y hace cántaros, ollas, artesas y
platos. Sécalos al sol, los apila en pirámide cu-
briéndolos de combustibles, los quema; y he ahí
la vajilla de la casa.
La sementera ha crecido; las flores se han
convertido en choclos, maíz, zapallos, sandías y
melones.
H e ahí el alimento que consumen y venden
para comprar tabaco, hierba, azúcar, velas y el
peine de un telar.
El algodón y el azafrán m a d u r a n ; abre el uno
sus blancas bellotas, el otro las suyas color
de oro. La nueva madre de familia los cosecha.
Su ligera rueca confecciona con el uno desde el
grueso pábilo hasta la finísima trama del cendal
que ella teje para sus vestidos de fiesta; de la
estofa con que arregla los de su marido, desde
la bordada camisa hasta el elegante chiripá te-
ñido color de rosa con flores del azafrán.
Diciembre llega, y con el cálido sol de este
mes la dulcísima algarroba y el almibarado mis-
tol, que la hija de los campos convierte en patay,
pastas exquisitas, que tpiicn las ha gustado pre-
fiérelas a toda la repostería de los confiteros
europeos. ••
De todo esto vende lo que le sobra; con esc
producto compra dos terneros guachos, y plan-
tea con ellos la cría de ganado vacuno. Poco
después, merced a las mismas economías, ad-
quiere un par de corderitos; la base de una ma-
jada, con que más tarde" llena sus zarzos de
(|ucsos y su rueca de blanca lana, a la que d,\
luego, por medio de tintes extraídos de las ricas
maderas de nuestros bosques, los brillantes colo-
res de la púrpura, azul y gualda que mezcla
en el urdimbre de ponchos y cobertores.
Y cuando el trabajo de la jornada ha conclui-
do, llegada la noche, y la luna deliza sus rayos
al través de la fronda de los algarrobos del pa-
tio, la hacendosa mujer tórnase una amartelada
zagala, y sentada en las sinuosas raíces del ár-
bol protector, su esposo al lado y entre los bra-
zos la guitarra, cántale tiernas endechas da
amor. . .
¡Qué feliz existencia!, pensaba yo, alejándome
de aquella poética morada.
Tal fuera mi suerte, si, antes que despertara
el corazón, no me hubiesen arrancado del suelo
de la patria. Línida a uno de sus hijos con el
triple vinculo de las ideas, las costumbres y el
amor, mis días habrían corrido tranquilos como
esc arroyue'o que susurra entre la grama,
Y volviendo una mirada al tormentoso
pasado, mi labio m u r m u r a b a la dolien-
te exclamación de Átala: "¡ Eeliccs los
que no vieron nunca el humo de las •
fiestas del c x t r a n j e r o l " . . ,
GORRITI
 r^
ABETAL

ANO XXXII
CUARTO BIMESTRE DE 1929.
- NÚMEROS U05 AI. 161.1.
DE LAS MATERIAS QUE CONTIENE ESTE TOMO
COLABORACIÓN
PROSA
AHOl.V, C A R M K N . — U n a anécdota del Dr. José C.
VAT.. i6n6.
A L V K S . J O S K D E . — E s t a t u a s de Pizarro y de Val-
divia en sus puolilos natales. 1607. — L o s \'unKas,
paraíso del s e p t e n t r i ó n boliviano, i 6 i j .
B U C U H E S C O B A R , 1. — Rivales en la vida y en
la gloria, 1605.
n O R D E N A V E . R A l ' E , — Radiotelefonía, 1611-1613,
n O l ' T E T , E R E D E R I C , — U n misterio, 16.16. — ; T i e -
ne uHtcd una empleada hunita? 1607.
B E R T O . M F I . I J R E S , I . U I S , — Juan sin patria, 1605,
Bl^KA.NO A I . I ' R E D O , R. — El santuario de la ca-
rrodilla, 1(107,
B R I N E T . M A R T A . - I.a rosa del milagro. 1 6 1 1 - 1 4 .
B A { K.M.\N.\', I D A . — Participación de la mujer ar-
gentina en el trabajo social. 1605,
BERNARDO, MANl'EI,. Jerónimo de Alcalá, 1610.
B R A U C O , R O B E R T O . — Leit motív. 1606.
B U R G O . S , KAU.STO, — F i g u r a s de P o m á n . 1606. —
I.a casa del v e c i n o , W)i2,
B R A . V C A , B A I . T A . S A H C, ~ A s i l o - e x t e r n a d o Manuel
Rocca, 161a,
roi.I.IN.S, DAI.E, - En el mar de Alá, 1613,
C A R R I Z O , C E S A R , — U n a c a n c i ó n en la n o c h e . i6,..í,
C A B R E R A . A X t i E I . . — T-a piedra de g u a n a c o
ámbar gris, etc. 1610.
CASTRO, RODOLFO, - Colonia . \ a c i o n a l de niños
palúdicos. 1606,
C H R U Z , I S R . \ E 1 . ( H, D E , — I.a primera derro-
ta. i 6 i o ,
CRl'Z CHIO. JULIO. - Carta gauclia a Doña Ino-
cencia. 1605.
C L . \ Y , M A R V . — U n a interviú a John Mallorán. 1609,
— U n a interviú a (¡eori^e O ' B r i e n . i(>i,t,
C R O S A , J O S E F I N A , — F e m i n a . 1605.
C ( ) R R E S P ( ) . \ S . \ I „ — El V I salón anual del m u s e o
" R o s a (i. de R o d r í g u e z " , de Santa Fe. i 6 t o ,
C A S A L C A S T E L . A. — U n robo importante. 1606,
C R U Z O C A M P O , J l ' A X . — L a mujer a través de 1»
historia, 160.S,
C A S T E L L O . L U I S . — El " S e g u n d o " . 161)7. — P o c a s
pilchas. 1611,
C I N C O T T A , D E L F O R , — T e s t i g o s de la leyenda, ifiog,
D A . N E R O , E, M, S, — Cirandeza y servidumbre del
militar de guarnición en el interior de la Repúbli-
ca. 1605.
D . A, T . D E . — El correo de la moda. 1606, 07, 09,
10, I I , 12, 13,
D I C A R L O , A D E L I A , - ^ El amor a los pajaritos, 1607,
— Conversando con la escritora María Lacerda
Muiifa. 1611S. — La cortesía es una flor. 1609. —
A g o s t o . 1611. T i n t í n y l'ufú. 1613,
D . W A L O S , JUA.N' C, ~ U n misterio b i o l ó g i c o . 1613,
E R I C , P A U L . — L o s botines reveladores. 1606.
F E R R E I R A , E L V I R A . — L o que v e m o s las muje-
res. 1607 - I I ,
F I O R E , P E D R O . — A u t o - m o t o - c i c l i s m o . 1609.
F U E . V T E , E, D E L A , - L o s reyes del t a n g o : A d o l í o
R, A v i l e s , 1607.
F I C U E R E R O , J A C I N T O A. — Chasca. 1608,
l O R N A R I , C R E S C E N Z O . — La e x p e d i c i ó n a ' E g i | i -
to, 1609,
C O N Z A L E Z A R R I l . l , H. - B e l g r a n o y las banderas
de la V i r g e n , 1605, — El salvador de las institu-
ciones, 1607- i()o8. — L o s h o m b r e s no lloran.., 1612.
C . E R C H U N O F F , A L B E R T O , — El milagro de nuestro
t i e m p o , 1610. — , \ m e d i a n o c h e , en el lago del Ro-
sedal, 1611, — La dramática a s a m b l e a de La H a y a .
1612. — Historia de un h o m b r e de acción, 1613-
C.ARC l A E S C O B A R , L U N A I. — A través de la le-
yenda o la reina del liostiue, i6<»,s.
C R A N D M O N T A C N E , F, — El pinzón del Dr. Pátter-
son. 1608. — U n paraíso penitenciario. 1611. —
Azara. 1613.
el ( l O R R I T I , J U A N A M A N U E L A , — Idilio. 1605.
C E V E L , C L A U D I O , — L o s peligros del automovilis-
mo, 1()09,
C.ARRKiOS, F L O R E N C I O (hijo), El idioma cas-
tellano en la Argentina. 1606, 07, 08, 09.
( i E N T V , R A I M U N D O , — 1 O j o con las bromas tele-
fónicas 1 , , , 1611,
C U Z M . X N S A A V E D R A , (i — U n borracho. 1607.
C . R A C I A N O , V. — Palabra de honor, 1608. — D e don
R a m ó n Videla Dorna. 1609. — El capitán Filgueira
Souza M e n c s c s . 1611,
l l U B N E R . M. E. — El embajador de Chile en el P.:ni.
etc, i(io«,
K i L E S I A S . E U G E N I O J, — Las e m p a n a d a s de Zapa-
la. 16115. — Fioravanti estatuario. 1606.
IVONNE. - La mujer y la casa, 1607.
L E S T A R D , ( i . X S T O N H, — Rivadavia y Quíroga. 1605,
L O M B A R D L D O M I N C O V. — El ú l t i m o ataiiue, 1619.
L O J A . ( i l l I L L E R M O D E . — La mujer argentina en
el teatro. 1605. — El cuerpo de baile del Colón.
, 6 0 6 . — Con H e d y Pfundmayr. i(iui>. — Con Irene
López Heredia. 1610. — C o n v e r s a n d o con María
F^sther P o d e s t á de Pomar. 1613,
1 . A B R A Z A B A ! . , C A R L O S H . — El r o c í o . 1613.
LÓPEZ, VICENTE FIDEL, D e la a u t o b i o g r a n a
de de L ó p e z , 1605.
I . E O N , M A R I A T E R E S A . — R o m a n c e del e n a m o r a d o
de la gitana', 1608.
l . l i n i ' E R A . E E n E R K O . — ; Fea I 1605.
l . A r . O R I l ) , A R T l ' R O . — Vu V e s u b i o n o apto par.i
turistas. 1606.
I . V N C H , B E N I T O . — I.a esquiladora. 1605.
I.A D A M A D U E N D E . — Ñ o l a s uociaU-s. 1605, 07, oS,
iiy, lu, r i , 13.
I . E A R E S , T . R. - - El ferry Imat. 1613.
I . I M A . I'^EEIX. — L o s p o l a c o s , l o s c h e c o e s l o v a c o s y
los yuKoeslavos se v a n p o s e s i o n a n d o d e la A v . A l e m .
i0«6. ". E o s floristas de la Recoleta, i'io;. — Tres
chicas p e l u q u e r a s : Irma, Elena y Sigrid L i c s e n .
i6()H. — En el café y restaurante del palacio del
correo, e t c . Jótig. — L a s tjue todo lo esperan de la
bondad p r e s u p u e s t í v o r a d e l "Viejo'*, i 6 t o . — L o s
choferes del Poder Ejecutivo. 1611, — L o s ú l t i m o s
chanKa<lores c o n parada callejera. 1612. — Esceni-
tas al margen de un internacional futbolístico. 1613.
I . E W Y S , S I N C L A I R . — El c a m i n o de los sauces.
i 6 o g . 10, I I , i2, 13.
M A C O R L A N , P E D R O . — HamhurKo. 1(1(19. — L a
máscara. 1610.
MANC.l'DO, CARLOS ERNESTO, Cn olvido in-
j u s t o de la historia. 1605.
M O N T E R O B f S T A M A N T E . R. — os ílos lianqui-
líos. i6u6.
M O R A N I ) , P A I I . — El amor muere. 1612.
M A S S A , J l I A N A . — Consultorio m é d i c o . 1606, 0 7 ,
iiS. oQ, 10, 11, l a , 13.
M Í A P E L L O , H U C O , — AKricultura. i6o<> • 09.
M A K T I R E N A \ M A R T I N . — Con don Benito H. Las-
c a n o . 1606, — El v a s c o V e n a n c i o Arrascaete va a
paKar el i m p u e s t o "al i n t e n d e n c i o " . 1608. — A
liquidar el pellejo t o c a n en a g o s t o . i6oq. — H i s t o -
ria de un amor porcino. 1611. — La huseca de l o s
harrs a u t o m á t i c o s , e t c . 1613.
OBLICADO, PASTOR. — L a escuela d e la» Rodri-
g u e ! . 1605,
VERSO
A N D R A D E , O L E C . A R I O V. - D e " A l l á n t i d a " . 1605.
A N ' O N I M . A . — Serranilla popular p o r t u g u e s a . 1608.
KAN( H S , E N R I Q U E . - V e r s o s de amor. 1605,
H L O M B E R C , H E C T d R P. — L a guitarrera d e S a n
N i c o l á s . 1605.
C U E N C A , C L A U D I O M. — Mi cara. 1605.
C A S T I L L O . H É C T O R . — Epitafio d e un h o m b r e fri-
volo, ii'i 1.
C R U Z VÁRELA, JUAN, — E 1 tronera. 16(15.
C H A S S A I N t i , J U A N . — A . M . . . 1605.
D E L t i A D O F I T O , C. — P o e m a s . 1608.
E S P I N O , A L F O N S O . — M a r t i n Pescador. 1607.
F E R N A N D E Z M O R E N O , — Aldea e s p a ñ o l a : E l Iñie-
lle. — El M i l a n o . 1606. — Valle Inclán y el v i e n t o .
16117. — l'lavecine». 1608. — l'iudad. 1613.
C A R C I A , L U I S . — E s c u e s t i ó n d e suerte. 1606. —
C o n v i n c e n t e , 1607, — Etcétera. 16(19. — E l tri-
g é m i n o . 1610. — E l c a n a s t o al aire libre. 1611. —
F'.l cisne de M o r ó n ( d a i i g a ) . 1612. — U n ingra-
t(j 1613.
C U E Z U R A Í i A . M A R C O T . — V e r s o s al que nunca
fué. 1607.
CARAY, MARÍA CONSUELO. ^ L a s tres pala-
bras. 16(19.
H U M E , B L A N C A C. D E . — Arrullo al dolor hu-
m a n o . 16(17,
0^•l:Kl.A. CAl.I.XTO. — El arte, la critica y el pú-
blico, 1611.
l ' i r i C . R I I . I . I . — L a profesora de fr.mcés. 16111.
l ' K i K K S , C M O . S T . •" C.anaderia. i6.,6, 08, 09, i r ,
i¿. '.i-
P I T A M A R T Í N E Z , L O L A , — Cartas de viaje, 1609-11.
l O Z Z O A R D I Z Z I . L l ' l S . - El célebre " c h e f ilc c o -
cina F r a n c i s c o l-'ÍKueredo. 16(19.
K K M O N , A C . l ' S T l N . — Charlas teatrales. 1606, 07, 08,
(•9, l o , I I , IJ, 13.
KI.MAC. l'El-.Mll. - T r í p t i c o <U 1 m o m i n t o . 1607. _
Salpicón de cli;»já. 1610. — Carbonada sin peras
de c o m a n d a n t e s de comité, 1612,
R I C H A R D I , A V A L L E , E. — O j o s (¡ue n o ven.., 1612,
S l . M H d L I . RAK.NEI.. — I ' n a brillante conferencia de
.Xrluro Lagorio sobre la mv'isica argentina. 1608.
S A R M I E N T O , D O M I N C . O F . — "Casa de E d u c a c i ó n
para .Señoras". 1605.
S A I . A V E R R I A . J O S É M A . - - I.a maKia del barco de
vela. 16117. — L a esposa del héroe. 1609.
S O I Z A R E I I . L V , J. J. D E . — Ramim G ó m e z de la
Serna. 1606. — l^n d í a c o n Henri Barbusse, a la
orilla del mar. i(>o7. — l - n a hora c o n el D r . A s u e r o .
1608, — Joaijuin X a u d a r ó . 1609. — Marcel Pre-
vost. 1610. — La verdadera tragedia del general
H u m b e r t o N ó h i l e . i 6 i ¿ . — Ciia visita a A d a N c -
gri. 1613.
S A N S A N E L L I . M C O L A , — Viaje nupcial. 1609.
S C X , A L E J A N D R O . — L o s monstruos subtcrráneoi
de O a x a c a . 1609.
T A K R E N D E L L , J, — F e d e r i c o Mistral. 1609.
T E S T E N A F O L C O . — S a n t a Margherita L i g u r e . iboy.
T C B A T M K S E C . — ¡ I l u s i ó n q u e p a s a s ! — Ella, h u -
m i l d e m e n t e , o r a b a . . . 1611.
TICA.N M I H A I . — L a caza del leopardo e n e l . \ f r i c a
Central. 1607.
T O R R E R Í O S , L E O P O L D O . - El h o m b r e de s u ca-
sa. 1608.
Z A Ñ A R T U , S A I J Y , — L a tacneña q u e adoró a Buda. 1605,
H O R A C I O , — A la fuente Bandusia, 1608.
I ( U ' . \ L , L I T A , — P r e s e n t i m i e n t o . 1609,
L A S C A N O . R O B E R T O , — L a rueda del molino. 1608.
. M A R Ó N . S I L V I O . — L a casa vieja, 1607,
M E L L A , F. M A . N U E L D E . — A p o l o g í a d t la m u e r t e .
1608.
. M E R L I N O , S A L V A D O R . — T u labor vale m á s q u e
mi canto, 1611.
N O B R E . . \ N T O N I O . — M á s allá del sol, 1611,
O R T I Z C R O t i N E T , E , — P u e b l o n u e v o , 1613.
PESCOAES, TEXEIRA D E . -- Crepúsculo pagano.
1611.
( J U E N T A L A N T H E R O D E . - E n t r e s o m b r a s . 1611.
R I V E R A I N D A R T E , J O S É . — A la muerte del p o e t a
Berro. i6o.(;.
RECA MOLINA, H , — El h o m b r e de la rato-
na. li'ii8.
R U I Z , C . U S T A V O A . — É x t a s i s . 1608,
SAI-'O. — A u n a mujer amada. 1608,
S . \ R . \ V I . C . U I I . L E R M O , — L a s v o c e s i n d í g e n a s . 1609.
S I L V A V A L D F : S . F E R . V A N . — Campos sembrados.
16(19,
SILVF;STRE JOSF'., - convalecencia. 1610.
V Á R E L A , H O R . V C I O , — A mi espada, 1605,
V I S I L L A C , F É L I X B, — C o m o la flor d e l loto, 1607.
V Á Z Q U E Z L U D U E R A , A. — D e s o l a c i ó n . 1613.
 REDACCIÓN
Número 1605. — I,a mujt-r ariíviuiíia v\\ la pintura. —
l-in eilK') esposas I\Í: prt'si(lfiitt-> argentinos
vivrii vn la actvialidad. - I,a mujer, alma lU* iims-
tra Krandf za: La lu*rmana de caridad. — Ka eii-
fernu-ra. — El ánRel de la piedad. I.a olirorita.
— I-a vendedora. - - La educadora. — La dibujante.
— La ascensorista. — La cajera. — Las empaque-
tadoras. — La estudiante de inKcnieria. — La
cigarrera. — La florista. — La costurera, - La
dactil/inrafa. — La oradora civiea. — Las ancia-
nas (leí asilo, — Las hilanderas. — Beneméritas de
la educación. — La mujer a través de la historia.
— La mujer en la heneficencia. — Nuestras mé-
dicas. ~ Las mujeres ahotfadaa. — Nuestra* mu-
jeres ingenieras. — Intéiprctes argentinas del ver-
so. — La mujer en la educación, — l'Uih argen-
tino jic mujeres. -— L:i belleza de It mujer artíen-
tina. - Kl salvamento del *'Júpiter". — Kl gran-
dioso c inolvidable vuelo del "IMus Ultra". — La
mujer moderna. — La mujer en la literatura y la
poesía. — La mujer educadora de la profesión. —
La mujei* argentina en el teatro. - La miiji-r ar
gentina en el arte lírico.
Número 1606. — Don Pablo tiroussac. — La erup-
ción del \'e8ubio. — l'ioravanti estatuario. — (irán
fiesta social: Kl baile en casa de la señora de
l'ribelarrea. — Bamiuetes: Al doctor Atibo Tis-
cornía. — Al señor Kmilio Ferrando, — De ca
maradería del Centro Civil de ex Archivistas. —
Kl cuerpo de baile del Colón. — Recepción en la
nunciatura. — l'elebración del 15.1^ aniversario de
la in<iependencia de los KK. W. de Norteamérica.
— Actualidades: Velada de gala. — Conferencia
del conde Keyserling. ~ Conferencia del teniente
Harrenechea. — Banquete de la fábrica de tabacos
de la Compaf^ía Introductora de Buenos Aires. —
Bamiuete en honor del señor K. José Chauvin. —
Figuras de actualidad. — Kl ejército en los feste-
jos patrios. — Inauguración de la superusina de
la C. H. A. I). R, — Nuevo» abogados egresados
de la Facultad dé Derecho de Buenos Aires. —
Fiesta organizada por el personal de "La Prensa".
Número 1607. — Festival de la Alliance Francaise.
— Ateneo Femenino de Buenos Aires. — L i mu-
jer argentina. — Las fiestas patrias del g de Julio:
Actos públicos, fiestas, bailes, etc. — Kn el Club
del Progreso. — Kn el Plaza Hotel. — Kn el
círculo San Telmo. — Kn el Clul) Libanes. — Kn
el Club Colegiales. — Kn el clul) Mariano Boedo.
— Kn el Club de Flores. — Kn el Centro Naval.
— Kn el Círculo Militar. ~ Kn la Asociación
Cristiana de Jóvenes. — Kn el Club Belgrano. —
Kn la sociedad Italia l'nita. — Kn el club social
Balvanera. — Kn el centro Región Leonesa. —
I*"n el Consejo Nacional de Mujeres, — Kn el
Club Cniversitario. — Kn el centro juvenil .Ncción
Católica. — Kn el Camuatí. — Kn el hospital
Fernández. — Kn la asociación Cl')rinda Matto de
Turner. — Reparto de víveres a los pobres; Casa
Harrod's. — .Asociación Cristiana de Jóvenes. —
(lath y Chaves. — Conferencia del d'jctor Caries.
— Vuelo experimental de Nueva York a Buenos
Aires. - Kl gran raid Estados rnidos-Italia, —
"El Matrero'*, leyenda dramática nacionalista, fué
un éxito en el teatro Colón. — El 7$'f aniversario
de la Bolsa de Comercio. — Conmemoración del
14 de Julio. — La trágica ruta Europa.-Estados
XTnidos.
Número 1608. — Argentinos en Francia. — Actualida-
des: Comida de camaradería en el Aero Club. —
Inauguración de la exposición de tejidos de la Liga
<1UC Patriótica Argentina. — Banquete del Circulo Mi-
litar. — Banquete en honor de sir Malcohn A. Ko-
bertson. — Demostración a! ex ministro español
d'iii l'rancisco A. Cambó. — Banquete rea!iza<lo
en celebración del tratado de Letrán. — Inaugura-
ción de la exposii'ión oficia! de arte alemán. —
Recepción en honor de Ottorino Kcspigbi. — Pri-
mer anivesario de la estación de radio Kl AI>ue-
Uto. — Bamiuete en honf»r del teniente coronel
Pul)lÍo Uisso Patrón. — Figuras salientes de ae-
tualidad. — Kl conflicto rusDchino. — Actualida-
des: Hermosa cripta dedicada a la memoria de
Luz María (larcía Velloso. — Desfile de cadetes
ante el monumento a Sarmiento. — "Maquette" del
monumento a los ejércitos auxiliares argentinos y
del Alto Perú que se erigirá en Cochabamba. —
Aniversario del iH de Julio. - - I >emostración al
poeta Rafael Jijena Sánchez. - Banquete en ho
nor del doctor Mario Williams Paats. — Confe-
rencia del doctor Kmílio Borel. — "Caras y Ca-
retas" en jira por los teatros. — Exhibición de
ponchos en Amigos del .Arte. — • Kn memoria de
un servidor abnegado, - - Discípulos y amigas de
la señorita Ana I'uig «jue fueron a despedirla a
bordo al emprender un viaje a Kuropa. — La fra
gata "Sarmiento" en miniatura, construida por el
señor Jesús Esteban.
Número 1609. — En el barrio del Carmen. — Una
gran fiesta. — El salvament(> del "Dornier 16".
Número 1610. — La última moda en trajes de calle.
— Actualidades; Bantiuete en celebracié)n del ani-
versario <le la independencia belga. — Conferencia
del conde Keyserling. — Inauguración de la ex
posición nacional de avicultura en la Sociedad
Rural. — Festival y baile organizado a beneficio
de la obra ([ue sostiene el Círculo de Dama» Co
rrcntinas de la Confederación Nacional de Bene
ficencia. — Almuerzo en honor del coronel aviador
O'Neill. — Fiesta en la nueva Casa de (labcia. —
Bendición del nuevo establecimiento de caridad
titulado Mansión Jacinto (ialán. — Cursos prácti-
cos auspiciados por la Sociedad Entomológica Ar
gentina. -— Conferencia del embajador británico
sir Malcolm A. Robertson. — Inauguración del
busto del doctor Ricardo A. Nolting en el hospital
Ramos Mejía. — Distribución de premios a la vir-
tud en el Asilo Constanza Ramos Mejía de Bunge.
— Conferencia del sacerdote Joaquín Aspiazú. —
Banquete en honor del doctor José T. Acevedo
Sojo. — Conferencia del íng, Lorenzo Dagnino Pas-
tore. — Espejos de la naturaleza. — "La campana
sommersa", estrenada con gran éxito en el teatro
Colón. — Figuras de actualiilad. — Sensacional
hallazgo de ima mujer descuartizada en el lago de
Palermo.
Número 1611. — Actualidades: En el "Cieneral Oso
rio". - "La Tejedora". ~ En honor del Perú.
— Clul» Español. — Juventud Hispano Argentina.
— Instituto musical Santa Cecilia. — Aniversario
del 90. — Centro Callego. — Independencia del
Perú. — .Asociación Matto de Turner. — Asocia-
ción < H)ras Sociales. — Demostración al doctor
Justo Lijó Pavía. — La semana de Santiago. —
Comida en honor del pintor Tito Cittadiuí. — Kl
tratadvi entre Chile y Perú. — Asociación Cristiana
I'emenina. — V'vocación criolla; En la Sociedad
Rural. — Deporte espectacular. — "Goyescas", de
Granados, se estrenó en el Colón. — .Asamblea del
Partido Socialista Itiilei)endicnte. — Aniversario de
 1.1 I tiilriK-iulfiicia ilf Hiílívia. — "Caras y Caretas"
presenta la más coni[deta información gráfica del
sensacional crimen de la caÜc Bu8tamante. — Vi-
^ita (Ifl iiilemleiite al I*Hri|ue de les
Reunión infantil en la residencia del señor Carlos
Kaffetto. — Reunión del Inca Club en el Plaza.
Número 161 a. — La mujer arRentinu. — A silo-exter-
nado Manuel Kocca. — Aniversario de la Recon-
quista. — Finuras de actualidad. — Homenaje de
la comisión del comercio, industria y producción.
— Demostración a Mr. F. G. Robín. — Regreso
del arzobiflpu de Bueno» Aires. — Actualidades:
Banquete en honor del cónsul general de Hungría.
— Banquete con (|ue se celebró el ó.iKV aniversario
de la ("onfederación Helvética. — Recepción en
honor de los embajadores de Chile y Perú. — Inau-
guración del nuevo local del Centro Chileno, —
TnauKuración del Congreso Nacional de Vialidad.
— Festival a beneficio del Círculo de Damas Kn-
trerrianas. — Té danzante organizado por la Aso
elación Campo de Vacaciones Infantiles. — Almuer-
zo en honor del señor Felipe Boero. — Inaugura-
ción de la exposición de arte gallego. — Entrega
de títulos a los nuevos bacliilleres. — Inauguración
de la exposición del pintor Alberto Ciartmann. —
Visita a la base aérea de El Palomar. — Concierto
de la señora Ehlers. — Inauguración de un con-
sultorio médico instalado por el laboratorio Suarry
en la A. Amateurs A. de Football. —• Banfiuete
con que se celebró el Día del Cerealista. — Ban-
<|uete organizado por el Círculo de .Salamanca. —
Banquete en honor del profesor francés señor Borel.
Número 1613. — Linea aérea de pasajeros Argentina-
Número 1605, — Juana Pueyrredón de Sáenz Valiente.
— Sobre la Sociedad de Beneficencia. — Crónica
de bailes. — María Sánchez de Thompson, la más
famot>a entre las de su siglo. — El balneario por-
teño en la época patricia. — María de los Reme-
dios de Escalada de San Martin, la esposa y amiga
del Libertador. — Juana Mora de López, la empa-
redada de Salta. — Vértiz y la casa de expósitos.
— Las retretas porteñas. — Evolución porteña de
la moda. — Damas principales, — Las veladas en
el teatro Argentino. — Cada una dio lo que tuvo.
— Eaí fiestas patriótica» de los tiempos viejos. —
El Patronato de la Infancia. — Carmen Quintanilla
<le Alvear, gaditana y madre modelo. — Las damas
de la misericordia, — Las t^ue hicieron la enseña
de los Andes. — Sufrimientos por la libertad. —
El Asilo de Mendigos. — Hermosura que alcanzó
un indulto. — La caridad irlandesa en el país. —
Los miércoles de Manuelíta. — Los carnavales de!
año 20. — Ligera reseña de los peinados femeni-
nos. — I-as primeras donantes. — Las confabuladas
de la ciudad sitiada María Eugenia de Escalada de
María, hija de "la gran señora". — En el barrio
de la Merced. — Conferencias de San Vicente de
Paul, — La serenata de Manuelita Rosas. —- He-
roínas casi olvidadas. — (íertrudís Medeiros de
Errnández Cornejo, murió pobre y olvidada. — La
hermandad de la santa caridad. — Artimañas de
la defensa jiatria. — Las modas femeninas en los
principios del siglo X I X . — La benéfica acción de
los italianos. — La caridad española en nuestro
r a í s . — Un documento de gratitud. — Aurelia G.
de Miguens, — Martina Céspedes obtuvo el grado
i ' a l r i c i o s . •—
VARIEDADES
Número 1606. ~— Los espléndidos reinados musulma-
Chile. — Las grandes pruebas de aviación. — El
momento político; Interesante encuesta en la (iue
figuran los juicios que la situación política actual
inspira a los líderes de diver.sas tendencias. — l^a
misión económica británica pre.sídida por el viz-
conde D'Abernon, — Emocionantes pruebas de sal-
\ ataje en paracaídas efectuadas en las maniobras
aéreas británicas. — Actualida<les: Visita a la base
aérea de El Palomar por médicos del hospital de
Niños. — Fiesta en el I I aniversario del Partido
Socia.Nsta Independiente. — Reunión organiznila
en "La p e ñ a " en memoria de don Julián Aguirre.
--- Bendición e inauguración del Hogar Nicolasa
Costa Alemán. — Ban<iuete en honor del señor Jo
se A. Negri. — Te a beneficio del circulo de Da-
mas paraguayas. — Asamblea de agrarios en la
Sociedad Rural Argentina. — Visita realizada por
miembros de la Asociación Cristiana de Jóvenes a
la base aérea de El Palomar. - Inauguración de
una exposición de cuadros franceses. — Acto rea-
lizado en la Recoleta a la memoria de don Justo S.
López de Ciomara. — Banquete de camaradería or-
ganizado por los miembros de la .Sociedad Nacional
de l-'armacia. — Fiesta realizada en el Instituto
de Enseñanza Práctica de la Brigada N ' 38 de la
Liga I'atriótica Argentina. — Homenaje a la me-
moria del general San Martín. — Té ofrecido por
la comisión de fiestas del Ateneo Femenino de
Buenos Aires. — Concierto de alumnas, — Velada
con ()ue se celebró el 54c* aniversario de la ba-
talla de Kosovo. — Banquete en honor del señor
Manuel A. Pellerano. — Demostración al señor
Blas Ortiz de Rozas.
de sargento mayor. — La caridad francesa en la
Argentina. — Las misas ile la época patricia. — El
inagotable corazón de las mujeres. — María Elena
AlurraUle de Carmendia quiso agasajar al general
Tristán. — Desprendimiento de las patricias. —
El compromiso del héroe. — Las danzas de aque-
lla época. — La maestra de la colonia. — Mandó
forjar una reja alegórica. — La viuda de Dorrego
ganábase el sustento con la aguja. — Cenerosidad
de las provincianas, v- Meditación acerca de las
esclavas negras. — Compañera del jefe de lo»
"infernales". — Primer baile de la muy noble y
leal, — Elogio de la mujer cristiana. — Pensamien-
tos 4le Alberdi. — Tradición de amor filial. —
Obreras del pensamiento. — Celebridad de "Ma-
cacha" Cüemes. — La mujer era el principal en-
canto de la sociedad de antaño. — Una salteña,
capitana del ejercito. — Sofía González.
nes. — Verdades sobre anjuitectura y arte decora-
tivo. — Evolución de nuestras industrias madreri.
— Cómo son los orangutanes en cautividad. — La
astronomía entre los mayas. — El espesor de la
corteza de la tierra. — l^na lucha difícil es la r|uc
se presenta para las mujeres dedicadas a las prác-
ticas científicas. — Las moscas, los vegetales y «us
parásitos. — Divulgaciones científicas: consejos a
las madre», — Lo (jue es patriotismo y patriotería.
— Las importantes obras pública» de Irlanda. —
Las ruinas de Machecoul. — Medida» que usaban
los romanos. — Aviones aplicados a la sanidad. —
El color, poesía de la moda. - Sorprendente es-
pecie de monos. — Algo de telcautografia. — La
 producción actual dv catulio en el mundo es menor
que el consumo, — Dos millones de toneladas de
• foüfatoa. — La influencia <IeI medio. — (iasómetro
Único en su género. — Lo» apasionados amores de
Berlioz. ~ Riíjueza de caolín en Carolina del Sur.
— Medidas <lc vr!ocida<leH y trxi'lusiotieB. — En la
Tebaida solar: Amado Ñervo. — Cinco minutos
de iiítervalo. — Influencia de los griegos en el arte
hindú. — Las últimas uvas. — Baviera, la de tra-
dición intacta. — El inquebrantable y magnífico
(¡ran Turco. — Cervantes en la capital hispánica.
— La televisión es un hecho. — Las estaciones
climatéricas de Indochina. — El acero eléctrico
para maquinarias aKricolas. — La guerra c|uímicd.
— La galera de felpa. — El rey sol. — Aeródro-
mos flotantes en el Atlántico. — El comienzo de
un Kian poeta. — Pensamientos. — El rey de las
seis esposas. — Encarnaciones de la ciencia. — Kl
misterio de la vida en las papas y las cebollas. •—
La primera vez que Caruso pisó la escena.
Número 1607. — Maravillas de los océanos. — Anrc-
dntario tlásico, — El descontento de sí mismo, —
Batas maravillosas. — La seda de las aduanas aus-
tralianas. — La trágica ofrenda. — Médicos céle-
bre ^: Duchenne. — Sobre la creación del hombr'j.
— Ar<iuitectura guatemalteca. — Pasión inspira-
dora. — La posada de la hermandad. — Andanz;is
de aventurero. — Anatole France halila de los odios
de Pierre Laffitte. — Curiosidades universales. —
Los fragmentarios argentinos: Manuel legarte. —
En torno a las tribus egipcias. — El descubridor
del triRémino. — La alimentación de los niños. —
Un verdadero sabio de la raza. — La desolada tie-
rra que codició Pedro el Clrande, — V^n luto ori-
ginal. — Curiosidades. — ¿Conocemos el planeta?
— Se maKtiifica la leyenda. — Vistazo semanal
por el fecundo campo de la ciencia. — La variíla
atrayente. — El senado de Venecia en tiemiK) de
la República. — Episodios de un estreno célebre.
— Meteorología cósmica. — El honor fué siempre
su divisa. . . — Los monstruos de las viejas eda-
des. — Entre delincuentes se desarrolló una ba-
talla en las calles de Berlín. — La protección
de los metales desde la antigüedad. — l^tilidad
poco explotada de una planta. — De la romántica
vida de Rubén. — ¿Es realmente un descanso la
muerte? — Digresiones siderales. — Psicología mu-
sical. — Pensamientos. — El jabalí es gran recurso
de algunos países. — Monumentos de la más anti-
gua ciudad americana, — Colisión de vapores en
el río de la Plata. — ("hoque de trenes en la linea
fiel ferrocarril del Sur.
Número 1608. — El retiro laborioso de un gran escri-
tor. — Vajillas del siglo X V I I . — Bu<iues porta-
minas. — Breves consideraciones sobre la pro-
flucción del trigo. — El monarca artista y hum.i-
nista. — Trastornos de la dentición. — La favo
rita, protectora de las artes. — Sobre la honda
influencia de Leopardi. — Catacumbas de París.
— Necesidad racional del cobre. — El pasado in-
vierno en el Cuervo de Oro. — Bellos rincones
tripolitanos. — Una bella descripción del gaucho
uunboso. — El vate de los lagos ingleses. — Con-
diciones forrajeras del ñopa!. — I-a pintora bri-
tánica Amy J. Drucker. — Rabelais, médico. —
Solución del problema de la vida. — El mejor
puerto para el Báltico. — El amor e s . , . — El
primer libro postumo de V. Blasco Ibáñez. — La
respiración artificial. — Para borrar tatuajes. — El
rey "duplicación del sol". — La sonrisa es lo esen-
cial. — Hablan los grandes hombres. •— La ciu-
dad de madera. — Horas para el sueño. — Mark
Twain ante los jóvenes cristianos. — Con tal de
recuperar la belleza, nada importa a la mujer mo-
derna los sacrificios y padecimientos. — CurioíO
aspecto de una población. — Código del casadero.
— El santuario del Tcpeyac. — La isla de Laysan,
paraíso de los aIÍ)atros, — La geografía por el aire.
— Capital del emperador del Occidente. — Algu-
nas i<leas tic Sainte-Bcuve. — Mudo testigo de la
leyenda heroica. — Higiene y nutrición. — Dis-
minuye la población rural norteamericana. — Vías
de vitalidad americana. — Se prepara a ocupar el
trono. — Pensamientos.
Número 1609. — Anccdntario de La Fontainc. — J Los
libros viejos! — La vieja cárcel de Saint Lazaire.
— Orden que provoca curiosos comentarios. — Im-
portancia tic la producción .izucarera cubana, —-
El hombre célebre que rehusa la notoriedad. —
Ciucrra a la mujer. — Degradación de Liuva I I . —
El escritor. — Larga vida. — Extraños habitantes
del mar. — Supo identificarse con la naturaleza. —
(¡ran soldado, pero gran glotón. — Un extraordi-
nario aventurero de prosapia. — Divulgación cien-
tífica. — Quisicosas de todo jaez. — Recuerdos de
una estrella del film. — Cosas (¡ue prefieren algunos
personajes. — Artística fiesta de los narcisos. —
Riqueza y utilidad del dátil. — Las religiones de
la tortura. — El voto de Santiago. — La danza'
de las botellas. — Músicas de América. — Los
más altos precios en obras de arte. — Obras pú-
blicas hechas por presidiarios. — Paraíso fron-
terizo. — Un gesto conmovedor. — Algo sobre
Haendel. — La conferencia universal de la energía.
— Se van las reliquias de la bohemia parisiense. —
(íuerra púnica. — Acercamietito continental, — Doa
grandes aventureros. — La ciencia: Amptre y M.ix-
well. — Las altas regiones del espacio. — El cau-
dillo del laborismo inglés. — La oferta del cacique
Minoguye. — Culto de las joyas en la mujer ro-
mana. — Errores de la historia. — El Japón y los
niños. — Valor relativo. — La música en China.
— l^na mesa original.
Número 1610, — Sobre el temperamento de un líder.
— Los mártires de la ciencia: Miguel Servet. —
Nueva medición de lo velocidad de los fluidos. —
Reflexiones acerca del mandar y del obedecer. — El
ser de íjuíen huyen todos. — ¡Oportunidad! — Di-
chos viejos. — El interés de la novela de una reina.
— El pueblo de herencia salomónica. — La curio-
sidad femenina. — El genio condenado. — El m u i -
do preocupado por el acero. — Hechos dudosos. —
Raza que desaparece. — El vuelo a ciegas. —
Cuarto centenario del nacimiento de un gran sabio
holandés. — El séptimo centenario de la universi-
dad de Toloaa. — El mariscalato en Francia. — El
estaño en Francia. — Las habitaciones ultraelevadas
y la vida. — Hijos del sol. — La historia del ja-
bón. — Un país que organiza su turismo. — De
la leyenda napoleónica. — La Manchuria. — Es-
tadística inglesa. — Modos de amar. — El carác-
ter y la oreja. — Investigando en los tiempos. —
La seguridad en los caminos. -~ De la doliente
vida artística. — Experiencias científicas del sexto
sentido. — Cómo "enfocaba" sus asuntos un gran
• humorista. — Entereza moral del autor del '*TrÍs-
tán". — La utilidad de la volación sanitaria. —
Pensamientos. — De curiosidad mundial. — Una
república regida por un contrato feudal. — El ma-
ravilloso palacio Venecia en Roma. — Joya de
inestimable valor. — La eterna gracia de las flores.
Ideas atribuidas a Bonaparte. — Desmentido «lí
una célebre frase. — I^a muerte de Leonardo.
Número 1611. — Santa Bárbara. — Causa de un nom-
l,re — Trajes de aluminio. — La fascinadora tra-
dición del jade. — Paisajes. — Aspectos chinos. —
Rápida visión de Wáfhington. — Un interruptor
eléctrico ultrarrápido. — El retiro de un presidente.
 — Apostillíis a la vida literaria. — Kl uso de los
acToplaiHts t*n ar((ucolüiíía. —> Las mujeres alema-
nas. — I.inKÜistica. — ¿ Kii quó consiste la felici
dad? — Pontífices liispanos. — La letra y la du-
ración tU' la vi<fa. — DivulKación de noticias pocu
sabidas. - 1 >el viejo París comercial. Por el
proKreso d<' la ciencia. — Cabalas numerales. —
Antaífonisnio» artísticos niveladtis. — Kpidemia s^)-
cial de suicidas. -— KI de«cuI>rimÍentos de Piteas, —
Peces voladores ([ue encierra el mar. — ()uién fue
JorKC AJÍrícola, — Los fraRmentaricís: Karl Kraus.
— Cómo nació el viento Mistral. — Elogiemos cl
entusiasmo. — Itrcve historia de los cosacos. —
Fotografías cietuiftcas de las nubes. — Industria
de la seda en el Brasil. — La isla del sueño. —
Las ocurrencias de un humorista. — Por las ven-
tajas del dirí6:Íb]e. — El tráRÍco experimento de
Richmann. —• Sentimental historia de Des (¡rieu\,
— KI nacimiento de los K'ífantes. — Petiueños ro-
cortes de historia. — Al alce del Canadá. — Coin-
mersón sacrificóse por la ciencia. --- Kl joven (luo
navcRÓ óü.noo kilómetros a vela. — Aprovecha-
miento del terre,no en el Perú. — ¿De dónde nacen
las leyendas? — Pasa inadvertido el cuarto cente-
nario de la muerte de Baltasar CastiRlione, —- Fue-
ron loa comerciantes los que primero vieron vent i-
jas en el periodismo. — La región de .\ruhem co-
mo un jardín terrenal. — Retazo.s de historia. -
Kl más viejo lema del áRuila bicéfala. — Una re
habilitación de nuestra madre Kva. — Aves de vis
toso plumaje. — Cómo serán los libros de mañana.
— Pensamientos. — Ejemplar conducta de un no-
velista. — Homenaje hortícola.
Número i6ia. — Vendimia anecdótica, — Loa precur-
sores de la volacit'ni. — SoI)re el origen de la luz.
— Sobre las películas sonoras. — I<a liberación de
la mujer oriental. — Bellas palabras. — Conserva-
ción de las redes de pescar. — Anecdotario de
Blasco Ibáfiez. — Aviación comercial en Yugocs
lavia. — La musa de Petrarca. - - Del mundo de
lo» inventos. — La preponderancia de un metal. —
Atar perros con longaniza. — Cómo se expresan ios
monos. — El mercado cafetero mayor del mund»».
— Muñecos parlantes. — Excavaciones en una ne-
crói)olis del Nilo. — Provisión mundial de oro. —
La espada del Libertador. — La isla maravillosa.
— Viajes de los etruscos. — De labios de Marco
DIBUJOS EN NEGRO
B E R D I A . -~ Ilust.: Femina. 1605. — Leit motiv. - -
Los botines reveladores. 1606. - La primera derro-
ta. 1610. — l*n paraíso penitenciario. 161 1. --- I,a
casa del vecino. 1612.
K ES A R ES. — I lust.: "Casa de educación para Seño-
ras". 1605. — Pocas pilchas. 1611. — Ojos (jue no
ven. . . ifiia.
B A T L L E . ~ Ilust.: Azara. — El rocío. 1613.
C A B A L L É . — Ilust.: Es cuestión de suerte. 1606. —
Tríptico del momento. — Convincente. 1607. — Et-
cétera. 1609. — El trigémino. — .Salpicón de cha-
já. i6ío. — El canasto al aire libre. 1611. — El
cisne de Morón (danga). \6i2. — Un ingrato. i6i.i.
C l ' N K O . — Ilust.: Jerónimo de Alcalá. i6in.
D E L A M O . . — Ilust.; Una canción en In noche, t6n5.
-—El hombre de su casa. 1608.
FABER. — Uust.: El vasco Venancio Arrascaete.
1608. — A li<iuldar el pellejo tocan en agosto. 16119.
— La btiseca en los bares automáticos. 1613.
Aurelio. — La nación de grandes obras hidráuli-
ca.s. — Crías de garzas y de tortugas. — El Niá-
Kara, c r o n ó m e t r o tf^*>\áycit:o. ~ L o «iiie en el raudo
vuelo. — Los Yungas, paraíso del septentrión bo-
liviano. — La conciencia de las caídas. — Líricos
lusitanos: Joao de Deus, - - Valiosa adíiuisición
artística. — Anécdotas de celeí)ridades. — Curiosas
cerámicas. — I«i inmensa organización sacra. —
Fomento de la ostricultura. — La fortuna del rey
de la risa. — Ahora resulta que Ramona es un
plagio. — Notas breves de temas generales. —
Nonagenario, el más rico del mundo, — Docu-
mento sobre el papado. — Cosas que se dicen. —
Recuerdo de un gran descubrimiento. — Recortes
de noticias. — Pensamientos. — Los árboles. —
Seducción de codicia y castigo. — Ardid de Vüle-
messant. — Imitaciones de piedras finas. — I.>e la
vida dolorosa al renombre literario.
Número 1613. — Espíritu de bárbaro sacrificio. — Vi-
sita a la tierra de la» sternas. —- Anecdotario: Del
conde de Romanones. — Mausoleos imperiales. —
De las confidencias de una gran escritora. — Los
días de la guillotitia francesa. — Proverbios atri-
buidos al rey Salomón. — Cinco minutos de inter-
valo, — La tristeza filosófica. — Comentarios de
literatura universal. — El tapiz, gala de los tiem-
pos. — l^na feria fiue viene desde el siglo X I L —
Origen <ie la taquigrafía. — Transformaciones del
aire. — 5000 aeroplanos en un año. — Alrededor
de ciertas costumbres. — Vetustos testigos de le-
yendas. — En tierras exóticas. — Principes negros
y sus cosas. — Monopolio del amianto. — Los ja
vaneses y sus serpientes. — Vistazo semanal por
el fecundo campo de la ciencia. — ¿Qué hombre
terrible hizo decapitar a una reina? — Breves y
curiosas noticias. — Fenómenos de honda suges
lión. — Particularidades de algunos animales. —
Un nuevo género de caracoles. — Tierra sacra. —
(ligantéseos huespede» de los ríos. — La corteza
de la tierra. — Transmisión de los sonidos a tra-
vés de muros y pisos. — Pequeñas acotaciones epi-
sódicas. — Florecimiento del arte nipón. — Las
armas más antiguas. — Pensamientos. — El aceite
de nuestras comidas. — La cabeza de las mujeres.
— Pensamientos. — Supersticiones. — Comercio nu-
cabro. — La verruga peruana.
L Ó P E Z NAC.UIL. — Ilust.: La guitarrera de San
Nicolás. 1605. — Romance del enamorado de la
gitana. 1608. — Viaje nupcial. 1609. — La más-
cara. 161 o.
MACAVA. - - Ilust.: La tacneña que adoró a Buda.
1605. — Aldea española. 1606. - - El "segundo".
1607. — Clavecines. 1608. — (Mudad. i6i,l.
MORO, — Ilust.: Belgrano y las banderas de la Vir-
gen. — Carta gaucha a doña Inocencia. — I Fea I
1605, — I (^jo con las 'ironías telefónicas I. - .
161 t.
I»ARPAÍ;\OLL - llust. : Cu robo importante. 1606.
— El pinzón del Dr. Pátterson. 1608. — La ex-
pedición a Egipto, • Los peligros del automovi-
lismo. i6og, — Cartas de viaje. i 5 i i . - Los hom-
bres no lloran. , , 1613.
I'KLELE, — Cíente conocida (caricaturas). 1607.
KK1.)UENA ESCALADA. — Ilust.: La escuela de lai
Rodríguez. — Las empatiadas de Zapala, 1605. —
 Un misterio. J6II6, — La magia del Ij.irco de vela. .*ÍAM.\'A.S. — llust.: KI ferry-boat. 1613.
—Un borracho. 1607. — Chasca. 1608. — Cartas V A L D I V I A . — llust.; Versos de amor. — Juan sin
de viaje. 1609. — El arte, la crítica y el públi- t>;itria. íf'o^. — Piiíltlo nuevo. i6ij. — A punta
co. 1611. de lápiz; 1606, 07, ciS, o«, lo. 11, 12. i j . — Picho
K F X H A I N . — llust.: Valle Inclán y el viento. 1607. y hecho: 1606, 07, 08, 00, lu, 11, 12, 13. ^— Char-
— Kl camino (le los sancfs. i(>oy. 10, ij, 1J, i,i. las tcatr;tlcs : 1606. 07, 08, 09, 10, ir. 13, 13.

DIBUJOS EN COLOR

ALVAKKZ. — Vig. de act.: I>r. Vicfnle Rivarola. i6oí^. l ' A R P A í i X O L L — llust.: En el mar de Alá, 161 j .
— Heiiri Kctels. 1609. — Las grandes institucio- UECHAIN, — llust.: El salvador de las instituciones.
nes dfl país: la Bolsa de Comercio. 1610. — Cá- 1607 - 08. — La rosa del milagro. 1611 - 13.
mara de Comercio Británico. 161 r. — Carát. : El \ ' A L I ) I V I A . — Carát.: La obsesión del día. i6o(). —
mítodo del Dr. Asnero. 1611. — ¿ N'o le hará mal Tocando el violón. 1607. — ¿Cuándo terminará este
tanto incienso? 1613. espectáculo? 1608. — Los dos campeones. 1610. —
AI-ONSO. — Carát. : Kl conflicto ruso • chino. 1609.
Orden superior. 1613. — Caricaturas deportivas:
CROSBV, PKRC"Y. — Kas aventuras de Chingólo: 1606,
l^os ases del Rolf, 1606. — Los ases de la esgri-
07, 08, 09, 10, 11, 13, 13.
DE LAMO. — llust. : La profesora de francés. i6i(». ma. t6o9, — FÍR. de act.: M. Emile Borcl. 1610.
L Ó P E Z N A G U I L . - llust.: Lo» dos banquillos. i6o<^<. — I)r. Hené Leriche. 1611. — Las grandes insti-
MACAYA. — llust. La esquiladora. 1605. — Los tuciones del p a í s : Cámara Italiana de ComercÍQ.
monstruos subterráneos de Oaxaca. 1609. 1613. — Bolsa de Cereales. 1613.

RETRATOS FOTOGRÁFICOS

ARCOFOLIO. CATALINA. 1605. Basaldúa, María T. de. 1605. Barneda, Roberto. 1613.
AzcuénaKa, Flora de. 1605. Blaituier, Amalia A. de. 1605. C I F O N E . DORA. 1605.
Avellaneda. Carmen N. de. 1605. Bosch, Rosario P. de. 1605, Camputo, Julia M. 1605.
Alucba, Justa L. de. 1605. Baudrix, Juana. 1605. *' Cieza, Dolores. 1605.
Anchorena, Mercedes C. de 1605. Proggi, Maria I^. A. de T. do. 1605. Carrizo, Elena S. de. 1605.
Argerich, Carolina L. de. 1605. Berdier, Hortensia, 16.^5. Coni, María del Carmen. 1605
Amézola, Flora. 16115. Bachofen, Elisa B. 1605. Cigorraga, Tomata V. de. I 6 J 5 .
Alvarez, Celia Amanda. 1603. Bachofen, Esther Elena. 1605. Corzo Gómez, Pura. 1605.
Arolf, Carmen. 1605. Barilatti, Maria. 1605. Cano. Maria A. 1605.
Adeler, Olga de. 1605. Bonazola, Alcira. 1605, Cisneros, Orelia. 1605, ', *
Avellaneda, Klena. 1605. Brumina, Herminia. 1605. Coronel, Carmen. 1605,
Alió, Carolina. 1605. Bettrán Núñcz, Rosario. i6'>$. Caprile, Margarita A. 1605.
Aliaga Sarmiento, Rosalba. 1605. Bctnaza, Maria E. 1Ó05. Carnelli. María Luisa. 1605.
Adler, Raquel. 1605. Botana, Salvadora M. O. de 1605. Cordiviola, Cleopatra. 1605.
Alazet y Rocamora. Dolores. 1605. Bastianini, Delfina M. y V. de. 1605. Crosa. Josefina. 1605.
Acosta van Praet, Susana. 1606. Bozi, Odilia A. de. 1605. Cámara. Rosa B. de. 1605.
Arias Aranda. Carlos. 1606. Bozán, Olinda. 1605. <'ordiglia Lavalle, L. C. de. 1605,
Avilé». .Adolfo R. 1607. Bertana, Luisa. 1605. ( ornaro, Ada. 1605.
Asuero, Fernando. 1608. Butlrich Cantilo, Ma.^ilalena. i6ú6. Conti, Lea, ÍOO$.
Aguilar, Erancisco. 1608. Borgongini Duca. I6'J6. Cordero, Chela. 1605.
Aguilar. José. 1608. BeveragKi, Luciano. 1606, Constanzó Legarreta, Carmen. 1606.
Aguilar, K.Te(|uicl, 1608. Blanck, Manuel G. 1606. Caride Massini, Pedro. 1606.
Aguilar, Elisa. 1608. Bellonte, Rolland. 1607. . ' ('ambo, Francisco. 1606.
Astudillo, Miguel. 1Ó09. Bourel, Emile. 1608. Castillo, Ramón S. 1606.
Alvarez, Alberto. 1609, Bogoljuboff, K. D. 1608. Cúnese. Armando N*. 1606.
Alarcón, Honorio, 1609. Bianco, Francisco N. 1608. Costes. Dieudonné. 1607.
Alemán, Agustín. 1609. Bianco, Eduardo. 1608. Cordiviola. Enrique A. 1608.
Avellaneda Huergo, A. 1610. Benvenuto, Arce. 1609. Cohan, José F. 1608.
Arroyo, Martin. 1610. Barrios, Teodoro. i6oy. Cenderelli. José N. 1608.
Argerich, Catalina L. de. 161 i. Báez, Antonio. iíJi)9- Cesarini, Emilio. 16<t9.
Arzeno, Julia. i6¡2. Bertana, T-uisa. 1610. Contreras, Juan E. 1609.
Arteaga. Elena R. de. 1613. Bonini, Julio. 1611. Cruz Vivas. Juan de la. 1609.
Alemán, Teodoro. 1613. Bonini, Antonio. 1611. Canevari, Fortunato. lOro.
BERTRAN'l). MARÍA K. lóu?. B<Hiini, Laura Cb. de. 1611. Cobas Coronel. 1610.
Bertolé, Emilia. 1605, Bonini, Luis. 1611. Celery, E. 1611.
Bianchi, Cata M. de. iC'05. Biagi, Giuscppe. 1612. Crahbé, Armand. 1611.
Barcons, Zulema. ifin.s. Clemente, Sebastián. i6t i.
Burnel. Etienne. 1613.
Briano, Edelmira. 1605. Campólo. V^ietorio. 1611.
Bravo. Mario. 1613.
Chiappori, Afilio. 1611.
Cortincs, Carolina. 1613.
Calatiiira. Alfredo. 1613.
Castelli, Santos G. 161 j .
Cardoso, Blanca I. lOij.
fúntío, tiuillcrmina. 1613. ' Caray B r a n d y ,
Cruz. Ernesto N. de la. 1613,
DOMECO GARCÍA, S. G. DE. 1605.
Dcllepianc. Klvira R. dr 1605.
Dnpuy de Lome, Consuelo M. de. 1605.
DominKuez, María Alicia. 2605.
Di Cario. Adelia. 1605.
DicBO .\rbó. Clarisa M. de. 1005.
Oeaiessi, Pierina. i'>o5.
Dellepiane, Carlos E. 1606.
Dugüan, Ana M. I. de. 1607.
l)zeri*chinski. 1608.
De Muro. Alberto. lóoh.
Della Rizza, Clilda. 1611.
Donatelli, Alfredo. i(>ii.
Donatelli, Kamón. 1611. • Hartz, Manuel. 1613.
Donatelli, r)ominKO. 1611.
Donatelli, Virginia. 1611.
Donatelli, vXnKela. l í n i .
EI.ORTONDO. I. A. DE. 16.15.
Ezpeleta, Eloísa P. de L. de. 1605.
Elizalde, Elena .S. de. 1605.
lílortando, Dolores A. de. 16.15.
Estrada, Celina de. 1605.
Eyle, Petrona. 1^)05.
Errepeto, Maria Elina. 1605.
Etcheverry, Marta Adela. i6u.'.
Elival'e, Maria Enisa A. de. 1605.
Espindola. Sofía, 1605.
Klías. Maria E. de. 1605.
Emery. Celia L. de. 1605.
Estoup, Luis, 1606,
Esteban, Jesús, 1608.
Etayo, Felipe. 1609.
Elicegni, Domingo. 1611.
Escobar, Lucia .Sara. 1613,
Eckener. Htlgo. ¡612.
Esíinivel Ai|Uirio. M. 1(113.
FERRAKI.V, ROMILDA, 1605.
Korner. Raquel. 1605.
Fuente, Olga de la. 1605.
Franco, Ramón. 1605.
Franco. Evita, i^íos.
Kasola Castaño, Kanny I*, de it'to/.
-Franceschi, (lustavo. 1608.
Kessia, Carlos. 1609.
Figueredo. l'rnncisco. 1609.
Fernández Barrios. A. 1609.
F'ranco, Rodolfo. 1611.
Fació. Julio. 1613.
(iUERRA, MARÍA LlITSA. 1605.
Ciorriti, Juana M. 1605.
Creen, Elena N. de. 1605.
Orierion, Cecilia. 1605.
Osuna, Celia Beatriz. 1605.
Ciarcla Collins, Lydia. 1605.
Callaría. 1605.
C.álvez, Delfina B. de. 1605.
García Costa. Rosa. 1605.
García, Marta M. de. 1605.
García. Salaverri. Adela. 1605.
Ghio, Haydee M. 1605.
Ciucosky, Victoria. 1605.
Goicoa, Cleofe P. de. 1605.
Guezúraga, Margot. 1605.
Grondona Casares. Ercilia. 1606.
Grondona Casares. Maria T. 1606.
Gómez de la Serna, Ramón. 1(106.
(írant. Francés R. 1606.
<;arrig"s. Florencio. 1606.
(¡crosa. Helvecio G. 1606.
Ciranfortc, Apolo. 1607.
GallegüH. Eduardo. i6u8.
Gorosifo, Francisco L. 1609.
González, Tomás. lOii.
María L. J6II.
Garay, R a m ó n . 1611.
(iuillot, Víctor Juan. 1611.
González Iramain, Héctor. 1613.
Graneros, Juan J. 1613.
Carillo, Fernando. 1613.
Gabrieli, Ricardo. 1613.
HEI,Gl'ERA, M. L. P. DE. 1605.
Jlohenzollcrn, Luis F. de. 1606.
Herrero, Marcelino. 1606.
Hume, Blanca C. de. 1607.
Hsue-Liang-Chang. 1608.
Hallorán, John. 1609. ' Mohr, Luisa R. 1613.
Hercdia, Irene L. 1610.
Holt Follet. 1610.
IDZIKOWSKI, LCDWIG. 11.07.
¡Kuatíus, Anja. 1608.
JACgUES, FRANCISCA. 1605.
J(ird.4n, Victoria F. G. de. 1605.
Justo, .Alicia M. de 1605.
Juárez Nena. 1605, 1607, 1611.
Julio, Enriíiue. 161 a.
KURT, GISBERTA S. DE. idoj.
Kubala. Kasimir. Í 6 Ü / .
Kai-.Shek-Cbiang. j6o8.
Kalinín, Ivanovich. 1608.
I.LA.NZü, HILDARA P. DE. 1605.
Lusarrcla, Lola. 1605.
l.eguizamón, Blanca. 1605.
Luciani, Rafjuel. 1605.
Lapuente, Úrsula de. 1605.
López Gazcón, María. 1605.
Lavalle, Dolores L. de 1605.
Lezica, Teodolina A. de. 1605.
I.,acoste, Celia E. de. 1605.
Lanús. Elena G. de. 1605.
Lanteri Renghaw, Julieta. 1605.
Leandin, Josefina. 1605.
Laserra, Teresa M. J. 1605.
Lacombe. Mercedes D. 1605.
Lacoste, Lilia. 1605.
Lange. Norah. 1605.
Lusarreta, Pilar de. 1605.
Lanús, Luisa G. de. 1605.
Llobel Llavallol. Inés. 1606.
Leguizamón, Julio. 1606.
López, Lucilo. 1606.
Litvinoff, Máximo. 1608.
Lacoste, (iraciana. 1611.
Lemmc, Teodosia. 1611.
I.epine, Jean. 1613.
Lazarús. Adolfo. 1613.
López, José. 1613.
Leguizamón, Julio. 1606.
MOVANO, LUCRECIA. 1605.
Martirena, Vicenta A. 1605.
.Mendeville. María .S. de. 1605.
Moreno, Julia M. de 1605.
.Martínez, Carolina E. de. 160J.
Martínez de Hoz, J. E. A. de. 1605.
Martínez Bisso. Leonor. 1605.
Miranda, Dora E. 1605.
Morea, Maria. 1605.
Maradona. Cara Aída. i6of;.
.Marinis. Elena de. 1(105.
Mane Sanders. Nélida. 1605.
Méndez Caldeira. Maria A. 1605,
Moreno, Mercedes. 1605.
Miljica F.'irias, LUCÍI.T L . de. 1605.
Membrivcs, Lola. 1605.
.Macengo, Isabel, 1605.
Marconi, Guillermo. 1606. -
.Marco, Rosa de. 1606.
ilarchian, Antonio. 1606. '
Miraüsou, Pedro. 1607.
Moura, María L. de. 1608.
Miraglia, Juan Carlos. Í6u8.
Mistral, Federico. j6o8.
Molina, Elias. 1609.
Mansilla, Luis J. 1609.
Muro, .Augusto de. 1610,
.Monetta, Maria Luisa. 1611.
iMassey, María. 1613.
Mathiez, Alberto. 1613.
Meló, Leopoldo. 1613.
Molinari, Diego L. 1613. '
Massa, Francisco J. 1613.
Muñoz, César. 1613.
.NIC ÜLAI, PASTOR.V G. DE. -605.
.\azar, C'elia M. (íonijalves. 1606.
Nava, Eduviges Luisa. 1(106.
Navarro, Tomás. 1609.
.Nieto. G. Ü. 1609.
Meto, Francisco. 1609.
Nespoulus, Martha. 1610.
Negri, José A. 1610.
.Nóbile, Humberto. 1613.
Negri, Ada. 1613.
Novaro, Carlos A. 1613.
OROMI, J. R. V. DE. 160S.
Olíveira Cézar. Rosa B. 1605.
Olivares, .Adolfina. 1605,
Oliva. Emma D. de. 1605,
Onrnbia, Felisa tle. 1605.
Otero, ('andida Santa María de. 1605»
Ocampo, Victorica. 1605.
O'Connell Alfredo. 1606.
Ojeda, FZsperidión, 1609.
Orellano, Desiderio. 1609,
Oblitas, Ketty. 1613.
O'Brien, George. 1613. "
Otero. V. 1613.
PÓRTELA LAGOS, Margairita. 1605.
Padilla, Justa R. de. 1605.
Piríivano, María R. L. de. 1605.
Pons, Susana W. de. 1605.
Pradere Castex, Susana. i6os.
Pórtela. María I.. I. de. 1605.
Pita Martínez, Lola. 1605.
Pandolfini, Carmen S. de. 1605.
Paz, Lucía R. de. 1605.
Pagano, .Angelina. 1605.
Podestá, Blanca. 1605.
Pomar, Maria Esthcr. 16051613.
Paz, José C. 1606.
Pereyra Iraola, Maria A. 1606,
Parro, Camila P. de. 1608.
Purpi, José. 1608.
Pazos, Máximo C. 1609.
Prendes. Adolfo de. 1609.
Prevost, Marcel. 1610.
Pertile, Aureliano. 1610,
Pippo, Genaro. 1611.
Parasco, Estratio. 1611.
Pascuali, María A. i 6 i i .
QUTROGA, Camila. 1605.
Quiñones, Carlos N. 1609.
Quesada, Julio A. 1613.
ROSSI, ANA W. DE. 1605.
Ramírez, María E. 1605.
Rossi, Helena C. 1605.
Reiner. Sara. 1605.
Rc?zano, Clotilde d. de. 1605.
Kiiiz (le Alda. 1605.
Kio8, Concepción. 1605.
K(»!ie, Ana H. 1605.
Kamírez, Isabel ? . de. 1605.
Kcholi, Ida L. 1605.
Rito, (írfilia. 1605.
Rivera, Matilde. 1605.
Romanoff, Boris. ]6u6-i6ii.
Ros Artayeta. Celina Q. 1607.
Krpetto Hritos, Inés. IÉMJ/.
Roffo. Ángel H. 1608.
Rodríguez, Feliciano. 1609.
Rosselli. Héctor. 1609.
Kt'speghi, Ott orino, 161 o.
Romanone», Conde de. 1613.
Romay, Kranciíco I. 1613.
Romero. Santiago. 1613.
SOUZA BRAZUNA, C. 1605.
Soto y Calvo, María O. de 1Ó05.
Soneira, Rosalía A. 1605.
San Pedro, Eloísa. 1605.
Sfijo. Elvira. 1605.
Sala, Albina van P. de. 1605.
Sales, \ a t a l i a M. 1605.
Smith BunKf. Esther. 1605.
Sala. Yole B. 1605.
Sedaño Acosta, Juana C. 1605.
Sabores. María Elena. 1605.
Storni, Alfonsina. 1605.
Sarde, Alicia. 1605.
S¿iavedra Zclaya, Mercedes. 1605,
.Silvano (lucrra, Cora. 1Í105,
Singerman. Paulina. 1605.
Sisle, Augusto. 1606.
Saravia, Mario. 1606.
Sánchez, Beatriz. 1607.
Silva, Manuel A. 1608.
Stalín. José. 1608.
Semenoíf. ](»n8.
Snárez, José. 1608.
Schiaffi, Juan A. J. i6og.
Sol, Juan. i b r i .
Seríese, Luis E. 1611.
Snowden Philip. 1612.
Sánchez Serondo, Matías. 161.?.
Santiago, Eduardo ] . 1613.
Sarhouet. Antonio. ]6i3.
Soriano, José. 1613.
Serra Brau. Arturo. 1613.
Strassera, José B. 1613.
Sanguinetti, Julio C. 1613.
T E J A D A . MAGDALENA C. de. i6o.«;.
Tapias, Celia. 1605.
Traba, Marta T de 1605
Tiscornia, Atibo. 1606.
Terzani, Ernestina. 1606.
Tso-Lins-Chang, 1608.
Tnlpa. Salvador. 1609.
Toranzo, Severo. 1610.
Traverso, Adán. 161J.
Toledo, Manuela. 1613.
Toranzo, Raúl. 1613.
UNZITK. MER( EDES B. DK. 1Ó05.
Uribelarrea I*cña, Magdalena. lóoó.
V I L L A R , A C l ' S T I N . 1606.
X'allazi'a, Ernesto. i6u8.
Voroschilof. 1608.
Vanelli, Ciino. 1610.
Vega Vallejo. A. de la. i 6 r i .
Vallée. Henri. 1612.
Vidal. Juan R. 1613,
Vianí arlos. Miguel. 1613.
W E H N I C K E , BERTA. 1605.
Wbite, Florencia. 1606. ¿
Wainer. Mauricio. 1606.
Williams, Roger Q. 1607.
Wang. C. T. 1608.
YANCEV. LEWMS. 1607.
Yang-Yu-Ting. 1608.
Z E N N E R , WALLY. 1605.
Zalazar, Justa B. (I. de. 1605.
Zanotti, Armando, 1606.
Zalazar Pringles, Justa de. 1607.
Zar, Marcos A. 1608.
Zungri, Francisco. 1609.

PROVINCIAS Y TERRITORIOS

Avellaneda. — El nuevo presidente del mercado de ha-
ciendas, ingeniero Aphalo. 1606. Fiesta con (¡Me
se celebró el io9 aniversario de la fundación de la
Escuela Normal Mixta. — Mitin reabzado por el
Círculo de Maestros, 1608. — Inauguración de la
cancha de basquet-ball de la asociación cooperadora
El Hogar y la Escuela. I6OQ. — Xantar con que
fue celebrada la fiesta de Santiago. 1611. — Tirstas
patronales. 1613.
Arrecifes. — Inauguración del mausoleo destinado a lii
Sociedad Argentina de S. Mutuos. 1606. — Inaugu
ración del edificio para la Escuela N ' 26. id 12.
Azul. — Fiesta celebrada en ocasión del 42? aniversa*
rio de la fundación de la Sociedad Maestros Egre-
sados de la Escuela Normal. 1607 y 1608.
Adrogué. — Manifestación escolar y popular festejando
el 9 de Julio. 1609. — Banquete al Sr. Carlos A.
Sánchez. 1611.
Arroyito. — Baile en celel>ración de la independencia
nacional. i6og,
Berna!. — Comisión alemana que organiza granrU'S fes-
tejos con objeto de reunir recursos para beneficen-
cia. 1606. — Fiesta en la escuela N P 10. — Banque-
te de solidaridad entre miembros dr la colectivid.nd
alemana. 1607. — Banquete al Sr. Pedatti. loio. —
Nueva comisión directiva del Circulo de Obreros.
1611. — Fiesta en la residencia del ing. Olniof.
1612. — Fiesta de beneficencia para la caja obrera
de cooperación mutual. 1613.
Berisso. — Baile en la Sociedad Italiana. 1606. — De-
mostración a la Sta. Susana Olaizola. — Baile en
el salón Rivadavia. 1607. - - Niños agraciados con
donativos del comercio local. 1610.
Burzaco. — Niños (|uc cantaron el himno nacional el
dia 9 de Julio. 1609.
Bahía Blanca. — Autoridades dirigiéndose al templo
para presenciar el tedeum con que fué solemnizada.
la fecha cívica nacional. T(>IO. — Aniversario de
"La Nueva Provincia", 1613,
Bragado. — Inauguración del Tiro Federal. 1610.
BerKzategui. — Baile celebrado por la sociedad La Es-
peranza, ¡ti2. — Función celebrada para ad(|uirir
un automóvil que se destinará al servicio poli-
cial. 1613.
Caseros. — Lunch servido en la biblioteca Juan B. AI-
berdi. 1606. — Demostración al I>r. Pedro (.1. (lar-
cía. 1613. ~ Baile en el l'lub Atléticú Unión. 1613.
Carlos Salas. — Fiesta religiosa en el campo del señor
I Higgan. 1606.
Chivilcoy. — Lunch realizado entre vecinos de la loca-
lidad. 1606. — Ban(|uete en honor del comisario se-
ñor Felipe Romero. 1612.
Cindadela. — Baile en el Club Bernardino Rivad.ivia.
ibvb. — Baile celebrado por la sociedad de fomen-
to Villa Liniérs Norte. 1607. — Velada de benefi-
cio. 1609. — Festival en el Club Caridad. 1610. —
Demostración a los Sres. Ramón A. Correa y José
(laribotto. 1612. — Festival del Club Loma del
Millón. — Baile del Club Bernardino Rivada-
via. 1613.
Córdoba. — Fiesta para celebrar el "Empire Day'*. —
Fiesta celebrada pro Casa Cuna, en el Club Social.
— 1606. — Fiesta organizada por las Damas de la
Providencia. — Fiesta benéfica realizada en el Pla-
za Hotel, — Té danzante en el Crisol Club. —
Exhibición de las relit|uias del religioso Roque
(tonzález de Santa Cruz. — Torneo de golf. 1608,
— Función de gala en el teatro Rivera Indarte. —
Fiesta en la Escuela Normal de Profesoras. — Cam-
peones ganadoras del torneo de tenis. — Torneo
atlético realizado en los baños del liarrio inglés. —
1609. — Fiesta social. 1613,
Catamarca, — Procesión de la Cruz de la Misión. 1608.
— Desfile (le tropas. 1609. — Fiestas del centeti^riii
(K'l liiHtitiito de liiH MijAs (U-1 llurrto. i 6 i j .
Casilda. — Colocficiün de l.i piedra fundamental de la
Sociedad de Socorros K. Zeballos. 1600. •
Cotu:ordia. — Bendición c ¡iiuiiKuraciAn <U-1 [mente Do-
lores C. de l*r([uiza. ifioo. — B'in<|uete en honor
del Dr. K. del Castillo. — Han(iuete en ol>.seqvii')
del mayor Manuel Thorne. 1611. — Bantiuete en
hom)r del Dr. Fioduardo P. SarrieRui. 1612.
C»cheuta. — Familias en el balneario. — Niños i\uc to-
maron la primera comunión. 1612.
Caatelar. — Haile en el Club Castelar. 1612.
Carmen de las Flore». — Visita «le monseñor ChÍment<»
al liospital. — Almuerzo de camaradería en el Club
San Martin. 1613.
City Bell. — Repollos monstruos, rí.116.
Darragueira, — Componentes de la Confraternidad Fe-
rroviaria reunidos en una fiesta campestre. 1608.
Enicnada. — Desembarco de vaRones para la linea de
la provineia. 1613,
Florencio Várela. — Inauguración del pviente del arro-
yo Las Piedras. 1606. ~ Obseíjuio a los escolares
en ocasión de las fiestas patrias. 1609. — Salid i
de misa. 1611. — Demi).<ttración al coinisarii> Sr. Ju-
lián Massot. 1612.
Formosa. — Canje de prisioneros paraRuayos. if»ü8.
Firmat. — Celebración de las fiestas patrias — Cele-
bración del Día de la Cooperación 1609.
Florida. — Comisión directiva del Dancing Club. i6i.i.
General Villegas. — Banquete en obsetiuio del Sr. Ale-
jandro < Irau Basas. 1608.
General Urquiza. — Baile en el Sport Club. - Festival
en el Club Social Kstrella de Urquiza. — BaiM|uete
en honor del Sr. Amadeo Funes. -~ Baile en el Club
E. Echeverría. 1609. — Baile en el Club 3 de Fe
brcro — Reparto de víveres a los pobres. 1611.
General Pai. — Inauguración de la plaza de ejercicios
físicos Coronel Borges. i6in.
Huinca Renuncó. — Lunch servido en la inauguración
del teatro de la Sociedad Española. 1606.
Isla Maciel. — Demostración ofrecida a los Sres. F. de
Caurens y J. R. Chenlo. lóuíi. — Banquete en ho
ñor del Sr. Fabián Onzari. lór.i.
Ituiaingó. — Baile en el Shimmy Club. 1612.
JuArei. — Homenaje tributado a la memoria de don
Mariano Roldan. 1612.
Lanúi. — Homenaje de la población al general (lüe-
mcs. 1606.
Lujan. — Ban(|uete en obseíjuio de la comisión organi-
zadora del Congreso de la Juventud. i6n6. — KI
señor Tschiffely entregando al Museo Histórico lan
prendas con <|ue realizó el raid a caballo Buenos
Aires-Nueva York, if.io. — Celebración del aniver-
sario de la Reconíjuista. 1613.
Las Herai. — Protección escolar. 1606.
La Plata. — Los nuevos canónigos. 1607. — Reunión
científica. — Banquete en el Club Español. — Re-
cepción en la Casa de (íobicrno. — Inauguración
del Asilo Maternal. 1609. — Demostración en ho-
nor de la señora de Vergara. 1612.
Las Lajas. — Demostración en honor del Sr. Ildefonso
Sola. 1608.
Luis M,a. Saavedra. — Demostración al Sr. Jesús M.
Bazán. 1609.
Las Flores. — Fiesta campestre organizada por la so-
ciedad *'.Se hace lo (jue se puede". 1Ó12.
Mendoza. — Ban({uete al Sr. Leonardo F. Napolitano.
i6ü6. — Segundo aniversario de la catástrofe de
Alpatacal. — Señoritali (jue forman la Sociedad de
Santa Teresíta de Jesús 1611.
Morón. — Homenaje a la Sra. Catalina Rucea d" Badi-
raco. 1607. — InauRuración de la Escuela Cultural.
— Banquete en honor del Dr. Manuel A. Fresco.
1608. — Velada organizada por la Sociedad Coope-
radora de la Escuela Nv 4. 1610.
Mercedes. — Misa de campaña. i 6 r i .
Merlo. — Lunch servido por el Centro .Xmit-os del '
Arte. 1612.
Malabrigo. — Fiestas patronales, lím.
Nueve de Julio. — Campeonato regional de fútbol. 1607.
Opcn Door. — Longevidad. 1606.
Olavarría. — Visita del gobernador. 1607.
Oriente. — Banquete en honor del Dr. B. Botta. 16(2.
Pergamino. — Raid de automóvil. 1608. — Carretas de
sortija, 1611.
Puerto Deseado. — Inauguración del Colegio dv María
Auxiliadora. 1 61 i.
Quilmes. — Fiesta realizada por la Sociedad Española
de S. M. i6ü(). — Reunión social en casa de Ins
esposos Zorzoli-Corrieri. 1608. ~ Bendición de una
bandera. 1609. — (Irán sarao dado por el Club
Íjuilmes-Bernal. — Baile del Club Villa Margarita.
161C1. — Inauguración de caminos carreteros. 1612.
Río Cuarto. — El nuevo jefe político Dr. José L. Ortiz,
— Almuerzo en obsequio de las nuevas aiitoridadeií.
— Homenaje al presbítero José Ferrau. 1606. —
Bendición de las banderas del cuerpo de boys-
seouts. 1607.
Rosario. — Inauguración de la fuente donada por la
colectividad e-spañola. 1608. — (irán reunión hípica
en el hipódromo Independencia. — La huelga. i'»09-
— Quermese francesa. — Banquete en el Club
Francés. - - Fiesta infantil en casa de los espo.sos
Lupi-De Ciuevara. — Fiesta en obsequio de la niña
Fidelita Terán del ^el. — Maestras egresada* en
los años 1927 y 1928 del Colegio de Nuestra Seño-
ra del Huerto. — Fiesta en el Centro los a Orien-
tales. 1612. — Explosión de do» bombas. 1613.
Resistencia. — Almuerzo campestre en El Palomar. —
Desempate jugado por la Copa España. 1Ó08. —
Ban<|uete en obsequio del Sr. C A. Coraza. —
Residentes franceses que festejaron ti día patrio
de su país. — Niñas del Colegio de Nuestra Seño-
ra de Itatí. 1611.
Remedios de Escalada. — Baile en el teatro (jítieral San
Martin. 1609.
Rivadavia. — Interesante desfile de ''pa'sana.i" /
"criollas". 1609.
Rosario de la Frontera. — Fiesta social. — Temporada
invernal. 1610. — Entrega de una copa al cami'con
de golf, Sr. J. Mongiardini. 1611. — Familian en
el balneario. 1613.
Ranelagh. — Reunión social en la cancha del Club del
Progreso. 1610.
Ramos Mejía. — Fiestas patronales. — Bendición del
altar de Santa Teresíta. 1611. — Baile en el Club
Pido Norte. 1612.
Reconquista. — Banquete en honor del sacerdote don
Pedro Pagés Sellares. 1612.
San Isidro. — Recepción en el Circulo Social y Cultu
ral Italiano. 1606. — Banciucte en el mismo Círcu-
lo. — Reunión social en el ídem. 1608. — Banque-
te al Sr. Tomás Comas Ferrcr. — Banquete en el
Centro Social. 1611. — Demostración en honor del
salesiano R. P. Spadavecchia. 1612.
San Nicolás. — Homenaje a Don Bosco en el Colegio
Salesiano. — Inauguración de la placa designando
con el nombre de Don Hosco una calle de esa
ciudad. i(to6.
Santiago del Estero. — Visita de periodistas pola-
cos. 1606.
San Juan. — Los canillitas sanjuaninos. 1606. — Com
ponentes de la asociaciótv de maestros Sarmiento,
visitando el museo, 1607. — Fiestas patrian. — Co-
locación y bendición de la piedra fundamental pa-
ra el colegio Don Bosco. 1609. — Inauguración
del club de Ciimnasia y Esgrima. 1611. —• Confe-
 rencía patriótica t-ii I.a Rincotiiida. —
«11 el Clitl) E s p a ñ o l . i(ti2.
Salta. — ("clt'liración del aniversHriu de la muerte del
Kcncral Ciiicmfs. — llodas Av oro
franciscano fray Rafael (íobelli. — Banquete en
honor del Sr. Benjamín /borrilla. 1607. — Desfile
durante la ficjtta cívira nacional. J 6 I I . — Knnch con
(jiie se festejó la prolonnación de la línea ft'rrea
fiscal a San Antonio de los ('obres. 1612.
Santiiago Temple. — Bendición del templo parroiiuial.
I 607.
San Luí». — Ban()uete en honor del Ur. Alejandro (lar-
cía QuiroKa. 1607, — Conscriiitos que festejaron con
\in almuerio el día patrio. — Entrega del taller
dactiloKráfico del Consejo de Madres a la Escuela
Normal de Maestras. 161 1,
San Francisco. — Comida en ol)se<iuiü del Sr. ScRundo
Moyano. 1607.
San Fernando, — Comisión organizadora del mitin del
magisterio en favor del escalafón. 1608.
Santa Fe. — Demostración A la Sta. Sara Pujato Lúe-
da. — Inauguración de la casa para la Facultad
Química Industrial. 1608. — Inauguración del
cuarto salón santafecino en el museo RoSa (¡alis-
teo de Rodríguez. 1609. — VI salón anual del mu-
seo de Santa Fe. 161 o.
San Justo. — Colocación de la piedra para los caminos
de unión con la metrópoli y otra» localidades. —
Lunch popular en ohse<|uio del ministro de Obras
Públicas provincial. 1609.
San Sebastián. — Reparto del calzado a los nitros po-
bre«i. 1609.
San Martfn. — Baile de gala con <|ue se celebró la
efemérides patria. 1610,
San Peo. del Monte de Oro. — Nueva comisión del
Club Social. 1611.
San Antonio de los Cobres, — Inauguración del nue-
vo tramo del ferrocarril a Huaytiquina. 1611.
Tucumin. — El nuevo presidente del Consejo (leneral
de Educación al tomar posesión del cargo, idoó.
— Demostración al Sr. Rafael Carcia Zavalía. —
Demostración al Dr, R, Raiíl Aragón. — Comida
en obsequio del Sr. R. Romero. — Banquete en
honor del Sr. Antonio Albertí. 1607. — Torneo de
tenis a beneficio del taller de la Pía Unión. —
Comida de los ex alumnos del Colegio del Sagrado
A L E M A N I A . — Berlín: El ex kronprinz de Alemania,
presenciaiulo un campeonato de tenis, 1610.
B R A S I L . — Río de Janeiro: Centenario de la Acade-
mia de Medicina. 1610.
C H I L E . — El tratado entre Chile y Perú. 1611.
E G I P T O . — Alejandría: El rey de Egipto en su viaje
a Europa. i6no.
F R A N C I A . — Paria: Banquete con motivo de la» últi
mas fiestas en honor de Juana de Arco. — Argen-
tinos en Francia. if)o8.
I T A L I A . — Genova: El rey de Egipto poco antes de
desembarcar. i6no. — Roma: El primer ministro
italiano, señor Mussolini, dando cuenta a la Cáma-
ra de Diputados de las negociaciones seguidas ante
el Vaticano. — SS. MM. presenciando la grandiosa
manifestación popular. 1607. — El príncipe Humber-
to presenciando el desfile de tropas. 1610, — Por
primera vez después del año 1870, el Papa inter-
viene en la procesión de San Pedro. 1613.
Té danzante Corazón. i6<iS. -- Baile en El Círculo, if-io. —
Kiesta de beneficencia. I 6 Í I . — Baile en la resi-
dencia del I )r. Evaristo Etclu'copar. — Campeonato
Huct-rtlot^ilc» del i n t e r n o del T u c u m á n E i i w n T e n n i s C l u b . —- E i e s t u s
patronales. — Demostración a la familia de Bouri.
— Velada de beneficencia en la Sociedad Españo-
la. — Eas nuevas avitorídades del Círculo del Ma-
gisterio. 1612. — Festival artístico en la escuela
.Sarmiento. — M<mseñur Pícdrabuetia a su regreso
de Europa. — IJegada del conde Keyserling. i6i,1.
Tigre. — Movimiento local pro sanción de la ley esca-
la ícmaria del magisterio. 1608.
Trcnque Lauquen. — Inauguración de la exposición ga-
nadera y granjera. 1610.
Villa Weigel. — Baile en la biblioteca local. i6n6. —
Baile en !a biblioteca V. Weigel. i6oH,
Villa Guillermina. — Autoridades y vecinos congregados
eii un asado con ctiero, 1606.
Villa Herminia. — Banquete al señor A. Witcomb.
1607.
VilU Crespo. — Eerroviarioi ijue se reunieron para
celebrar el 42V aniversario de la Eraternidad,
1607.
Villa Constitución. — Baile celebrado por los ferrovia-
rios. 160K.
Villa Dominico. -^ Velada danzante de la comisión pro
bomberos voluntarios. 1608. — Demostración al
Sr. Fabián Onzari. 1611. ,
Valentín Aliina. ^ Comida de camaradería del perso-
nal de las empresas tranviaria» del Puerto y Dock
Sur. 1608.
Victoria. — Demostración al padre Fernando Kenny.
i6nH.
Villa CaUada. — Baile del club atlético local. 1610.
Vele» Sársfield. — Desfile de boy-scouts. — Misa de
campaña. 1611.
Villa Modelo. — Nueva comisión de fomento. 1611.
VilU Castellino. — Inauguración del destacamento po-
licial. ] 611.
Vicente López. — Festejos populares; el Sr. R. Beren-
guer pronunciando su discurso. i6ia.
Villa Allende. — Torneo de golf. 1608.
Wilde, — Fiesta celebrada por el club social y depor-
tivo. i6i)6, -- Fiesta en el Sporting Club. 1607. —
Concierto del Orfeó Cátala. 160H.
NOTAS EXTRANJERAS
I N G L A T E R R A . — Ascot: Inauguración de la tempo-
rada, lí'og. - Epson: Ea gran carrera del Derby.
1609. — Hendón: Emocionantes pruebas de salva-
taje en paracaidas. 1613. — Londres: Damas de la
alta aristocracia que aparecieron como figurines en
en una venta de caridad. 1609. — La vuelta del rey
Jorge al palacio real.
MARRUECOS. — Tetuán: Ea visita del residente fran-
ct's .Mcazarquívir. - Ea Pascua <U! carnero.
• 1606.
N O R T E A M É R I C A . — Curiosa fotografía del "Sara-
toga". bu«me portaaviones de la marina de Estados
l i n d o s . i6in.
PARAGUAY. — Asunción: Comida con que se festejó
el r4 de Julio. — Banquete en honor del coman-
dante Peña. — Entrega de una bandera de guerra
a los alumuos del colegio normal. — Banciucte en
celebración de la efemérides del 9 de Julio,
1611.
 ENLACES Y COMPROMISOS
Número 1606. — De AnRelis I.ascano. — Sangiao-Costa-
Saini-Andruizzi.
Número 1607. — Bcnct-Bauer. — OlivcraCurioni. —
Malvicino-Gutekims. — V^ignáCalcaiíno. — Oliva-
Neves. — Rochaix-Forgués. — Debat-Vázquez. —
Peruchi-López. — Sota-Salettc. — Manzanares-Sán-
chez. — Echezarreta-Honaine. — Paulucé-Xóbilí.
— Minchiotti-Capurro. — Russo-Sanlamarina. —
Taramasco-Í'orujo. — Broclirtti-Tuñón. — Sánchez
Coronel. — Casado-Otero.
Número 1608. — Aller Atucha-tíarcía Elorrio. — Cher
tudi-Bertelli Moreno. — Cattáneo Suárez-SarÜ. --
Basaviivaso-Calvete. — Fretes Arocena-Frete.s Far-
fán. — Mateo-Martín. — Reinecke-Armento. —
Letaud-Rossi.
Número 1609. — Almada (landini. — MirandaTriveÜo-
ni. — Caillet Bois-Iriífoycn I'reyre, — Aldao-Jáu-
reífui.
N'ámero 1610, — Ktchoverry-Seebcr Madero. — Rodri-
gué Soto Acebal, — Raver Kernández-KIizalde. —
BODAS DE ORO Y DE PLATA
Número 1606. — Terán Aliirraldc.
Número 1608. — Melo-Pagés. — Thomas-R i v e r a . —
Rizzu-Labellano. — MoIinaOumesnil. — Aurtcnq-
PADRINAZGOS PRESIDENCIALES
Número" 1608. — Séptimo hijo varón (je,, Jos cspojos
NUESTROS NIÑOS EN SUS HOGARES
Número 1606. — Ircnita Ocarapo Velázqucí;. — Carlos
Kolicrto Zeml)oraín Urquiza. — Corita y Alberto
Bicdma. — Ejtlier, Alfredo, Carlos, Saturnino y
Jorge Zfmhorain Dosc. — Alberto. Federico, Ma:¡a
Klena y Enrique del Solar Dorrego.
Número 1607. — Martha Susana Podestá. — Martha
Beatriz I.uzio Souritz. — Alejandro, Carlos, Juana
Maria, Jorge y Anatilde Virasoro. — Federico Fer-
nando, Jorge Ernesto y Sara Estlier Luzio Souritz.
— Maria Antonia, Susana, Teodoro y Marcelo Lobos.
Número J6O8. — Jacinto Roberto y Adela Peralta Mar-
tínez. — Julio y Maria Rosa Fernández Mouján. -
Maria Julia y Angélica Bidau. — Virginia Inés
Zapiola Ahumada. — Luis María Drago. — Jo^ú
NOTAS CURIOSAS Y ORIGINALES
Número 1606. — I.a erupción del Vesubio.
Número 1610. — Espejos de la naturaleza.
Número 1611. — Sorpresas fotográfica-s: Impre.sionante
fotografia tomada en el momento de incendiarse el
aparato (iiie guiaba Francis A. Phillips, de 19 años.
nemaríaCorral Saavedra. — Arenaza Huergo-
M;irini.
Número 1613. — Vast'na-Chapcauroujíi*. — Acosta Gron-
dona Reyes. — .Seeber Demaria-Boscli Marín. —
Blacksley Uríburu-Agote. — (lonQalvez-Danero. • -
Baz térrica-Black nley l'riburu. — (¡ómez Aguirre-
Piñeyro Pear.son. — Begué-Fernández. — Gandu- ^
glia-Ansaldo. — SampayoBorghi. — Carreto Sisto-
Besares. — Terán-Mitietti. — Moneta-Gasíaldi, —
l'edemonte-Castelli. — l>anuzzi-lrit)as. — Cane-
Nigra. — IsUe-Amadü. — Fino Rossi. — Gigena-
Bu.ssoliní. — Campestre-Oyarzábal. — Morro Mar-
cone. — BustosPerusset. — Peirano-Mendoza. —
Fcbrer-T.a Gamma. — SalomoneUghetti. — Ra^<o-
Cgalde. — Ollivier-Cattánco. — García-Frontero. —
Bima-Castelió. — Aniz-Canónica. — Gutoski-Infu-
leskt. — Croatto-Terisolto.
Número 1613. — Trouhetzkoy-Kolwath Crakoinky. —
Llano-Peralta Ramos. — Ruiz Pando-Palacios. —
Borgliello-Gusso. , ;
cbe-Tialignana. — Vidal-Marcli. — Toledo-Padilla.
Número 1613, — CippiteUi-Dalla Lasta.
. ,
.•''•it'
Ferreyra y de los estpo^uü Rey.
Luis Morea Camilo. — Carlos Morea Cantilo. —
Julio Peña Ayerza. — I>elia Alcira, Carlos y En-
rique ("apdevila. — Maria Luisa, Nene y Jaime
(ionzález Arnao.
Número 1609. — Jorge, Juan Carlos y María Esther
Marín, y Eítber Peralta Martínez. — Brunifo
Keynal O'Connor. — Maria Esther Marcelina Ro
driguez Yrigoyen. — María Luisa. Rodolfo. Fer-
mín, Rosarito, Marcela y Max Luque. — E. L.
Miguez. " Wálter. N'elly, Estela, Julio y Ricardo
Ball Rojas.
Número 1610. — María Matilde Mangudo Escalada. —
Marcos y Susana Magdalena Paz. — Helena Caro-
lina, Enrique B. y Jorge Enrique Moreno Vadillo.
en Roosevelt Ficld. — Rolphe, el célebre perro de
pohcia. ensayando unas zambullidas. — Deporte cu
pectacular: Tres campeones de garrocha. — Pode-
roso modelo de aeroplano bimotor para bombardeos
perteneciente al ejército de Estados Unidos. — Una
 t.iiiii.i df natación en una pileta de Atlanta.
La señorita AIifÍ;i Rnwlins, dr L o s A n g e l e s , siihíila
en un aparato limpiador de nieve.
NECROLOGÍA
N ú m e r o 1606. — P a b l o Círoiissac. — N'icoU* Míliano-
vich. —- J o r g e Raúl R o d r í g o e z . — (. arlos María
Morales. — Alfredo A. Kmanueli. — Enriciue P.
D e l s a n y . — P e d r o D o n c e l V i l l a n u e v a . — Julio La>
cano Moyano.
N ú m e r o 1607. — Juan ( a r l o s Ahritt. — Enriijue (Iri-
moldi. — C a r m e n ("orina Ahritta.
N ú m e r o i 6 o 8 . — Adela R. de Lovera. — Eduardo A.
l-riiKoni. Scgisiniinda Becchettí de T u c c h e r i . —
RaniAii l''rias Lara.
N ú m e r o 1609. — Eduardo Risler. — A l b e r t o M. H a y -
ncs. — J o s é María N e y r a . — R a m ó n de Castro
FOTOGRAFÍAS
N ú m e r o 1605. — S u s a n a Rodríguez de Q u i n t a n a . —
Josefa B. R. de F i g u e r o a A l c o r t a . — Elisa 'r'uneá
de Juárez C'elman. ~ Rosa Cíonzález de S á c n / Peña.
— R e g i n a Pacini de Alvear. — La hermana de l"a
ridad. — L a s ancianas del asilo. — L a s hilan
deras.
N ú m e r o 1606. — Estatua de Cdrlos T e j e d o r .
N ú m e r o 1607. — Catita H e a r t Y o u e n s . — Estatua d^-l
general Manuel B e l g r a n o . — M o d e l o de Norte-
américa.
LOS LIBROS
(CRITICA DE
N ú m e r o 1606. — " T u c u m á n " . por. Julio A t a m b u r u . —
" L a vida y la obra de Ricardo M o n n e r S a n s " . —
"Las dos n a c i o n a l i d a d e s " , por Nicolás Américo
Denovi.
N ú m e r o 1608. — "4 D ó n d e está el pueblo?'*, por JosJ-
Manuel Eizaguirre. — " P o e m a s de la nieve", por
Alfredo R. Búfano. — "Cíelo, mar y tierra", por
L u i s Bertoni Flores.
TEATRO DEL SILENCIO
N ú m e r o 1606. — Janet
SEGUNDO CONCURSO DE BELLEZA INFANTIL
N ú m e r o 1611. — S a l v a d o r María LevprRue Rol)ledo. - N ú m e r o i 6 i a . — C l y d e Lina Clauso. — E l e n a Dávita.
E m i l i o Riva» S a c c o n e . — Luisa C o s t e s B r o d a . —
Coca Labal C r o u i e t . — Olna H e m i l c e Cutiérrez. —
O l g a Mercedes Juárez RodrÍRuez. — G u i l l e r m o V i c -
torio B e r t o t l o . — Hayrtée Beatriz Baile Salcssi. —
Kgidio Carnerio. — Flora B r a g u i n s k y E p s t e i n . —
A g u s t í n G. Caminata Braceras. — M a r í a Magdale-
na Kernándei. — P e d r o Á n g e l J o c o u . — Ameíwi
R c p e t t o . — L u i s Scalella. — María A n g é l i c a Váz-
quvz S a n t o r o . — N e m e s i o I g n a c i o Calvo. — N e l l y
KIsa S c a v u z z o . — Ra<|uel H e l e n a M o r a n V e r a . —
R o d o l f o E . Solana Francia.
N ú m e r o 1613. — Improsioiíantr csprctArulo en vin c i r c o :
"La jaula de la muerte". — Las «:rande» prucl)as de
aviación.
Rfvera. — R a m 6 n M u í ñ b s .
N ú m e r o 1610. — Rosa N i c o l i e l l o . — Julia Elía. — Juan
Madoz. - A n t o n i o (iuapeKiii A z c o n a . — Rodolfo P.
Sarrat.
N ú m e r o 1611. — Marcelino l i g a r t e . — Clotilde Corado
df Roiiato. — n i n a S. de D e v a l l c — Josrfína D í a z
de F e r n á n d e z . — A n a Rosalía Barbero.
N ú m e r o 1612. — Adrián Labadie. — Virgilio Barbalet-
to. — V i c e n t e R a n i s c e . — Catalina F. de Fernán-
dez. — J o r g e R. L a m a s Agnirre. — C e l e s t i n a To-
rres de T e l e s c a . — María Josefa F u e n t e s . — Ma-
m ó n F. 'Ledcsma. — M a r t í n V i l a n o v a .
EN COLORES
N ú m e r o 1608. — María Lía Harriague Castex B o m l a l .
— Estatua del general Juan M a r t i n de P u e y r r e d ó n .
— Moileto de N o r t e a m é r i c a .
N ú m e r o 1609. — Kstatua de M i g u e l de A z c u é n a g a .
N ú m e r o 1610. — M o d e l o de N o r t e a m é r i c a .
N ú m e r o 1611. — M o d e l o de P a r í s .
N ú m e r o 161 a. — M o d e l o de N o r t e a m é r i c a . — E-italvia
de Cornelio de Saavedra.
N ú m e r o 1613. — M o d e l o de N o r t e a m é r i c a . — P-statiia
de Adolfo AUind.
RAÚL P. OSORIO)
N ú m e r o 1610. — " D é c i m a s " , por Fertiándcz M o r e n o .
— " N u e s t r a primera m ú s i c a i n s t r u m e n t a l " , por el
I'. C r e n ó n . — "El ini|UÍIino de la s o l e d a d " , por
Ricardo T u d e l a .
N ú m e r o i 6 i i . — " U n a rama del c a n c i o n e r o " , por Eu-
g e n i o Julio I g l e s i a s . — " P a d r i n o " , por G e r m á n Ber-
diales. — " C o n t r i b u c i ó n al estudio del moUe de bC'
ber", por P a s c u a l Terrera.
Caynor.
— Lidia N o e n i í lorien M o y a n o . — Carlos M a t í a
Rodríguez. — A n g é l i c a M. M o u l y . — Julieta N y d i a
Gutiérrez. — Tsmael A u g u s t o M i n e e s . — • R i t í l Al-
fredo Magri. — Lilla Cáscales S c h e n o n e . — H e r .
m e s Daniel H e r n á n d e z . — G. T o m á s D r a g a n i . —
Aurora Carmen B a l t a g l i e s s e T r i m a n i . — María An-
g e l a M a r g u e s . — Pepita Orts. — O l g a I r m a Ri*
c k e t t s . — Raúl N e l s o n A l b e r t e n g o . — Carlos Alber-
t o A l c o b a . — A n i t a N u n , — E l e c l r a M. T o r m a k b .
— H é c t o r Á n g e l AlHó.
N ú m e r o 1613. — T o m a s a R. L e a n e s D e l l e y . — M a r í a
 TfrtSíi HarT;il. — Josefa Julia Hao. — Ant.iiilo V.
(iarciíi Mauro. - MariiKi Kiliiardo Anustoni. - Malet
Til,) l.lvic) .M¡)ani l.alial. - AllnTtu Josi- Tur. —
Xoi'iíir Irftif Sp< íialf, I*"rniii'ist'ü A. LffiKMi'i
!uri.». — l-ydia l*lly:i í'o\arct, N't-lty Ziilcina Vv/-
zolaiitc. — Susana Matilde Oelfitio. - - Héetor .loa-
DEPORTES
Número 1608. — Campeonato de tt-nis. l';ir;i(to tlv
fúllxil tntre S;in Lorenzo <!c Almanrn y Cliacarií.i
junioríi. - ("ainptonalo tli" polo.
Número 1609. — I'rimtT encuentro drl Torino !•". C'. c m
un fomlnnado local, — La primera regata <te lan
chas automóviles, — Importante prueba de moto
ciclismo. — K<|UÍpo del club A. de tiro y deportes
dr Laspiur. - - Cuadro del atlético Independiente
de Daireanx. - Team LOIKIS A. Clidi. — Tormo
celebrado en la cancha del Mármol Lawn Tennis
de AdroKué. - Campeonato de «olí en KanelaK^K -
Torneo del Lawn Tennis Club de Quilmes. - Tor
NOTAS GRÁFICAS DE POLICÍA
Número 1608. — .Suicidio de "Hl V¡vilio". - Kpisodio
novelesco. - Kmplrados de investigaciones agredi-
dos por un ladrón. — Homicidio. — Kxplosión. -
Cuenteros «letenidos, — Kvasión frustrada. — l'"o-
tos: Olga Affonacien. — José Romero. — Antonio
Maggilaro. — Verner Schaffner. — Félix Menda-
ya. — Kamiro Ciarcia. — Ramón Jorge Monloya. -
Nicolás Talento. Francisco Adrover. — José
Nievas.
Número i6ia. — Kl crimen de la descuartizada. — Acto
de serenidad. — Tráfico «le alcaloides. — Robo au-
daz. — Incendio marítimo. — Accidente. -- Hun-
"CARAS Y CARETAS" EN JIRA POR LAS COMISARIAS
Número 1606. — Secciín i<j»
1608. — ,, ¿o»
SECCIONES FIJAS Y ALTERNADAS
Acricultura; (11, Miatello).
Número 1606. — Kl momento actual.
,, 1609. — Un tractor minúsculo.
Ganadería: ÍCmo. St. Peters).
Número 1606. — (Irán éxito de la octava exposición re
gional de porcinos.
,. 1608. — Novena exposición feria de novillos y
ganado gordo en Trentiuc Laminen.
1609. — La exposición de productos de gratija
en Palermo.
„ 1611. — Sexta exposición anual dr proihictos
de granja en Palermo.
1612. — Los cerdos en la VI exposición de
granja en Palermo.
,, 1613. — Comentarios finales sobre la exposi-
ción de granja en Palermo.
El idioma castellano en la Argentina:
Número i6c6. — Pretencioso. J'riinar.
,. 1607. — Prescindente. — Procesionante. — Pro-
ducido. — Pronunciado.
'luili /.lovcras. julio César Aííusfoiii. - - DifiíT)
Fariiiiidl
.Inr^r J. T< urtiiir ili'I ("arril. —
Sarila Hosdi Arana Anoidl, — Mcrciclitas KiKiu'tti.
Aluia C. del Kii) llfdo. - AmiUar Medina. —
I'"riKsto L u i s 1) e If i u o . Juan l'arlos IMaz
Vtd.z.
tuu infantil del Chil) Sportivo Alsitia. I'^iuipo
del Hviizihid KuKby Club.
Número 1610. — Partido de fútbol entre el I'erencva-
ros ]'. C. y Kiver Tlate. — Kn Icps links del Jockey
Club.
Número 1612. — Match de íútliol entre el Hologna F.
C. y un combinado argentino.
Número 1613. — Campeonato de golf. — Partido de
rugby entre argentinos y extranjeros, — Carreru
de automóviles. — KI team del club atlético Hura-
cán i|ue venció al Bologna F. C. — Participantes
en el partido de golí disputado en Kanelagh.
dimiento del butjue motor "San Luis". Fotos: Ra-
fael Canetti. — Rodolfo P. BuUat. — Armando
Amor. — Juan R. Santander. — Avelina Flvira Ro-
drigiM"/. -- l'Vancisco Díaz.
Número 1613. — Detención de una bantU de temibles
asaltantes. — Voraz incendio en un garage. — Una
mtijer dio muerte a su amante. — Obrero muerto
a balazos. — Fotos: Juan Arrioli. — Juan José
Martini. - - Julio Baños. — José Uliano. — Caye-
tano Forte, — Carlos Cambólo. — José Busca*
glia. - - María Luisa Frandc. — Aquilino González*
Manu<l López.
Número 1610. - Sección 21*
1611. — „ «»
Número 1608. — Propalar. Propiciar. - proporciones.
1609. — Proveído. — Promisor, — Provisorio.
Auto-moto-ciclismo. — 1609.
Radiotelefonía: ( K. Hordenave).
Número 1611. — La recepción de broadcásling en on-
da corta es cada vez más accesible.
1613. — Para mejorar el tono de los altopar-
lantes de cono.
La semana humorística. — Números: 1605, 06, 07, 08,
I";, I fi. II, \j, 1.1.
Concurso infantil para colorear dibujos. —* Números:
1606, ii;. t>X. "<). i(), r I, 12, 13.
Concurso de dibujos infantiles. — Números: 1606, 07,
oH, og, To, II, 12, 13.
Páginas ,amcnas e instructivas. — Números: 1606, 09,
I", ri, 12. 1,1.
Consultorio medico. — Números: i(i(i6, 117, 08, 09, m,
II, 12, 13.
Bibliografía, — Núnun» 161 1. — Prosa. Versos, Revis-
tas. — Varios.