Está en la página 1de 15

GUETO: Zona o barrio habitado por personas que tienen un mismo origen o

condición y viven aisladas y marginadas por motivos raciales o culturales


2. BIOGRAFIA DE IRENA SENDLER
Tras la invasión de Alemania a Polonia en 1939 se creó el gueto de Varsovia en 1942. La
simpatía que mostraba Irena hacia esta comunidad la llevó a unirse al Consejo para la
Ayuda de Judíos, con el objetivo de paliar la epidemia de tifus. Entonces, los nazis se
mostraron diligentes y permitieron que el cuerpo sanitario realizara su trabajo. Con el
tiempo, Irena se dio cuenta del oscuro objetivo que guardaba la Alemania nazi para aquel
lugar y decidió sacar a los más pequeños de aquel lugar.
Irena Sendler, el personaje que nos ocupará a continuación, fue uno de los que más duro
trabajó por aquellos años difíciles para salvarle la vida a nada más y nada menos que a dos
mil quinientos pequeños judíos, incluso, arriesgó su propio pellejo para evitar que estas
personitas pudiesen tener un futuro.
Irena Krzyzanowska, tal es su nombre, nació en la ciudad de Varsovia, un 15 de febrero del
año 1910.
De su padre médico heredó la simpatía por la comunidad judía, porque cuando muchos de
sus colegas se negaban a atenderlos, su padre lo hizo aún a costa de sufrir las
consecuencias.
Para el año 1939 se desempeña con gran entrega en el Departamento de Bienestar Social de
Varsovia y se dedica a la provisión de ropa, dinero y medicina a las personas más
desvalidas.
En el año 1942 se conforma el Gueto de Varsovia, que fue uno de los guetos judíos más
importantes de Europa durante el Holocausto, en tanto, decidida a ayudar a las miles de
familias judías y en especial a sus niños, Irena, recorría sus calles y se ponía en contacto
con las distintas familias a quienes les prometía salvar a sus niños, sacándolos del gueto.
Para tal gesta, Irena, usó los más diversos medios y artilugios, escondidos en bolsas,
ataúdes, cajas y sacos.
Si bien su objetivo primordial era salvar a los niños también se propuso que la mayoría de
ellos pudiesen el día de mañana recuperar sus raíces y para ello creó un archivo especial en
el cual registraba los nombres originales y la nueva identidad.
En octubre del año 1943 la Gestapo descubre su accionar y es detenida y salvajemente
torturada.
Sentenciada a ejecución, Irena, fue liberada gracias a un soldado y una vez libre continuó
su trabajo pero desde otra identidad.
Para preservar su archivo, Irena, enterró las listas con los nombres y se aseguró que en caso
que le sucediese algo las mismas fueran recuperadas.
Entre las tantísimas distinciones que recibió por su labor humanitaria se destacan: la de
Justos entre las Naciones, entregada por la comunidad judía a aquellos individuos de otra
confesión pero que por su aporte merecen un altísimo reconocimiento; el Orden del Águila
Blanca, una distinción notable entregada por su patria; y la nominación al Premio Nobel de
la Paz en el año 2007, aunque no lo obtuvo finalmente.
Pero Irena Sendler nunca pensó que recibiría homenaje alguno por sacar subrepticiamente a
los 2 500 niños judíos del gueto de Varsovia, ni por soportar las torturas de los nazis o
pasar décadas hostigada por el régimen comunista que siguió a la guerra. Según ella lo
expresó, "esos actos fueron la justificación de mi existencia en la tierra, y no un título para
recibir la gloria". En referencia a las visitas incesantes que recibía, expresó: "Estoy muy
cansada; esto es demasiado para mí"

Irena falleció a la edad de 98 años, el 12 de mayo del año 2008, en Varsovia.

4. “Si ves alguien que se está ahogando debes tratar de salvarlo aun cuando no sepas
nadar”, le dijo Stanislaw Krzyzanowski, ya moribundo. Y lo hizo. En su trayectoria
personal y en el ejercicio de su profesión respetó y amó al prójimo sin distinciones de
ningún tipo.
“Me educaron en la idea de que hay que salvar al que se ahoga, sin tener en cuenta su
religión o su nacionalidad”. Objeto, fin y circunstancias
4.D.
OBJETO, FIN Y CIRCUNSTANCIAS
La moralidad de los actos humanos depende de 3 fuentes o elementos que lo constituyen:
1. Del objeto elegido.
2. Del fin que se busca o la intención.
3. De las circunstancias de la acción.

EL OBJETO
El objeto, o contenido, es el bien, verdadero o presunto, sobre el que recae directamente la
acción. Es la conducta concreta elegida por el agente, tal acción u omisión.
El objeto elegido es un bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad. Es la materia
de un acto humano. El objeto elegido especifica moralmente el acto del querer, según que
la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o no conforme al bien verdadero. Las reglas
objetivas de la moralidad enuncian el orden racional del bien y del mal, atestiguado por la
conciencia.
El juicio moral sobre el acto, por tanto, debería tener en cuenta no sólo la conducta externa
sino la intención oculta, así como el proceso misterioso que une a ambas.

Lo que llamamos objeto o materia del acto corresponde a la pregunta ¿qué hago? Se trata
siempre de un comportamiento concreto: servicio, robo, limosna, fornicación, etc. Como
realidad humana que es, este comportamiento siempre está provisto de una moralidad
intrínseca. No es posible, por tanto, describirlo en términos puramente físicos, como un
simple proceso mecánico o fisiológico. Por ejemplo en el ámbito de la sexualidad, donde es
frecuente encubrir la índole moral del acto hablando genéricamente de “sexo”, en vez de
“relaciones conyugales”, “fornicación”, “adulterio”, “onanismo”, etc. Estos términos son
realistas, mientras que el de sexo es más abstracto y está recargado de naturalismo y
prejuicio sociológico.

Hasta tal punto el objeto posee una moralidad intrínseca que a veces en virtud de ella el
acto queda totalmente pervertido, sean cuales sean las intenciones. Hablamos entonces de
actos intrínsecamente malos, por ejemplo el asesinato, la fornicación o el adulterio. Ahora
bien, la materia u objeto tiene una moralidad intrínseca con independencia de las
intenciones. Cabe por tanto un juicio de qué con independencia del para-qué, aunque como
es lógico sin conocer el para-qué este juicio nunca será perfecto. Es, sin embargo, suficiente
para el ámbito del Derecho y la moral pública, donde es posible, y a veces necesario, juzgar
los actos haciendo abstracción de las intenciones que los han motivado. Por ejemplo, para
tal robo el Código Orgánico Procesal Penal establece tal pena, cualquiera que haya sido la
intención del ladrón.

Por consiguiente un acto moral es susceptible de dos juicios. El primero es sobre el objeto
en sí mismo y el segundo, más completo, es sobre el objeto en sí mismo y sobre la totalidad
del acto, incluyendo las intenciones. Este juicio sólo puede realizarlo perfectamente Dios,
el único que conoce los corazones, pero, el hombre puede y muchas veces debe
aproximarse a este juicio.
La diferencia entre los dos juicios es que el objeto puede ser bueno, malo o indiferente,
pero el acto total, es decir, el comportamiento en cuanto informado por la intención, nunca
es indiferente siempre supone un acercamiento o un alejamiento respecto al fin último, la
vocación. El hombre nunca permanece inmóvil en su camino avanza o retrocede. En cuanto
al doble juicio del acto moral, podemos ilustrarlo con el siguiente cuadro:

FIN O LA INTENCIÓN
El fin, llamado también intención, es aquello a lo cual tiende el hombre al realizar una
acción determinada.

1752 (Catecismo de la Iglesia católica) “Frente al objeto, la intención se sitúa del lado del
sujeto que actúa. La intención, por estar ligada a la fuente voluntaria de la acción y por
determinarla en razón del fin, es un elemento esencial en la calificación moral de la acción.
El fin es el término primero de la intención y designa el objetivo buscado en la acción. La
intención es un movimiento de la voluntad hacia un fin; mira al término del obrar. Apunta
al bien esperado de la acción emprendida. No se limita a la dirección de cada una de
nuestras acciones tomadas aisladamente, sino que puede también ordenar varias acciones
hacia un mismo objetivo; puede orientar toda la vida hacia el fin último. Por ejemplo, un
servicio que se hace a alguien tiene por fin ayudar al prójimo, pero puede estar inspirado al
mismo tiempo por el amor de Dios como fin último de todas nuestras acciones. Una misma
acción puede, pues, estar inspirada por varias intenciones como hacer un servicio para
obtener un favor o para satisfacer la vanidad.”

1753 (Catecismo de la Iglesia Católica) “Una intención buena (por ejemplo: ayudar al
prójimo) no hace ni bueno ni justo un comportamiento en sí mismo desordenado (como la
mentira y la maledicencia). El fin no justifica los medios. Así no se puede justificar la
condena de un inocente como un medio legítimo para salvar al pueblo. Por el contrario, una
intención mala sobreañadida (como la vanagloria) convierte en malo un acto que, de suyo,
puede ser bueno (como la limosna).”
Lo primero que salta a la vista en el estudio de la intención es su complejidad, no es fácil,
por ello, ni siquiera para nosotros mismos, saber por qué hacemos las cosas, qué es lo que
realmente buscamos con lo que hacemos. La práctica de “rectificar la intención” tiene este
sentido.
Con frecuencia se invocan las “buenas intenciones” para justificar un acción objetivamente
mala. Hay que notar que estas “intenciones” no sólo no vuelven bueno un acto
intrínsecamente malo, sino que no son la verdadera intención que informa el acto. ¿Por
qué? Porque, como hemos dicho, no es fácil discernir cuál es esta intención.

La intención verdadera nunca está completamente patente a la propia consciencia (y menos


aún para quien juzga desde afuera) es, por decir así, subterránea e intuitiva. Su percepción
depende del temple moral del individuo y de su formación. En cambio la “justificación” es
una creación del individuo, fruto de su razonamiento. No procede de una verdadera
introspección psicológica y espiritual, sino de prejuicios ideológicos y sociológicos, o
también de un individualismo pragmático.

LAS CIRCUNSTANCIAS

1754 (Catecismos de la Iglesia Católica) “Las circunstancias, comprendidas en ellas las


consecuencias, son los elementos secundarios de un acto moral. Contribuyen a agravar o a
disminuir la bondad o la malicia moral de los actos humanos (por ejemplo, la cantidad de
dinero robado). Pueden también atenuar o aumentar la responsabilidad del que obra (como
actuar por miedo a la muerte). Las circunstancias no pueden de suyo modificar la calidad
moral de los actos; no pueden hacer ni buena ni justa una acción que de suyo es mala.”

Las circunstancias son aquellas condiciones accidentales que modifican la moralidad


substancial que sin ellas tenía ya el acto humano. Se trata de elementos a los que tiende la
acción por sí pero no en primer lugar. Las circunstancias tradicionalmente se enumeran
como 7: quién, qué, dónde, con qué medios, por qué (es el fin), cómo, cuándo; pero dado
como las hemos definido no se debe incluir en ellas el fin.

La circunstancia es aquella con la que hacemos, aquí y ahora, la vida; son los ingredientes
que intervienen en tal o cual acto, en cambio, las circunstancias serían la despensa. En una
palabra, con mi libertad hago jugar lo que hay en función de lo que quiero, y entonces surge
una realidad inédita, original, que nunca es un producto científicamente previsible.
Por ejemplo, con los múltiples elementos de una película (guión, escenarios, actores,
cámaras, música) puede obtenerse una película u otra, según como se dirija. Dentro de la
película ya realizada, esos elementos adquieren una expresividad, una consistencia moral,
que antes no tenían. Por así decir, “cobran voz”, mientras que antes estaban mudos.

La circunstancia es todo aquello que toca efectivamente al agente hablándole a su corazón.


En este sentido la circunstancia puede ser el medio por el que se manifiesta voz de la
Providencia.

Se entiende de este modo que haya circunstancias minúsculas desde el punto de vista

sociológico, psicológico, pedagógico, etc. que sin embargo influyen decisivamente en el

Tema 27. La moralidad de los


plano moral.

actos humanos
El obrar es moralmente bueno cuando las elecciones libres están
conformes con el verdadero bien del hombre.

RESÚMENES DE FE CRISTIANA04/12/2016






Hay actos que son intrínsecamente malos porque son malos siempre y por sí mismos.

PDF► La moralidad de los actos humanos.


RTF► Versión en rtf.
Serie completa► “Resúmenes de fe cristiana”, libro electrónico gratuito en
formato PDF, Mobi y ePub
*****

1. Moralidad de los actos humanos


«Los actos humanos, es decir, libremente realizados tras un juicio de
conciencia, son calificables moralmente: son buenos o malos» (Catecismo,
1749). «El obrar es moralmente bueno cuando las elecciones de la libertad
están conformes con el verdadero bien del hombre y expresan así la
ordenación voluntaria de la persona hacia su fin último, es decir, Dios
mismo» [1]. «La moralidad de los actos humanos depende:
— del objeto elegido;

— del fin que se busca o la intención;

— de las circunstancias de la acción.

El objeto, la intención y las circunstancias son las “fuentes” o elementos


constitutivos de la moralidad de los actos humanos» (Catecismo, 1750).
2. El objeto moral
El objeto moral «es el fin próximo de una elección deliberada que determina
el acto de querer de la persona que actúa» [2]. El valor moral de los actos
humanos (el que sean buenos o malos) depende ante todo de la conformidad
del objeto o del acto querido con el bien de la persona, según el juicio de la
recta razón [3]. Sólo si el acto humano es bueno por su objeto, es “ordenable”
al fin último [4].
Hay actos que son intrínsecamente malos porque son malos «siempre y por
sí mismos, es decir, por su objeto, independientemente de las ulteriores
intenciones de quien actúa y de las circunstancias» [5] .
El proporcionalismo y el consecuencialismo son teorías erróneas sobre la
noción y la formación del objeto moral de una acción, según las cuales hay
que determinarlo en base a la “proporción” entre los bienes y males que se
persiguen, o a las “consecuencias” que pueden derivarse [6].
3. La intención
En el obrar humano «el fin es el término primero de la intención y designa el
objetivo buscado en una acción. La intención es un movimiento de la
voluntad hacia un fin; mira al término del obrar» (Catecismo, 1752) [7]. Un
acto que, por su objeto, es “ordenable” a Dios, «alcanza su perfección última
y decisiva cuando la voluntad lo ordena efectivamente a Dios» [8]. La
intención del sujeto que actúa «es un elemento esencial en la calificación
moral de la acción» (Catecismo, 1752).
La intención «no se limita a la dirección de cada una de nuestras acciones
tomadas aisladamente, sino que puede también ordenar varias acciones
hacia un mismo objetivo; puede orientar toda la vida hacia el fin último»
(Catecismo, 1752) [9]. «Una misma acción puede estar, pues, inspirada por
varias intenciones» (ibidem).
«Una intención buena no hace ni bueno ni justo un comportamiento en sí
mismo desordenado. El fin no justifica los medios» (Catecismo, 1753) [10].
«Por el contrario, una intención mala sobreañadida (como la vanagloria)
convierte en malo un acto que, de suyo, puede ser bueno (como la limosna;
cfr. Mt 6, 2-4)» (Catecismo, 1753).
4. Las circunstancias
Las circunstancias «son los elementos secundarios de un acto moral.
Contribuyen a agravar o a disminuir la bondad o la malicia moral de los
actos humanos (por ejemplo, la cantidad de dinero robado). Pueden también
atenuar o aumentar la responsabilidad del que obra (como actuar por miedo
a la muerte)» (Catecismo, 1754). Las circunstancias «no pueden hacer ni
buena ni justa una acción que de suyo es mala» (ibidem).
«El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de
las circunstancias» (Catecismo, 1755) [11].
5. Las acciones indirectamente voluntarias
«Una acción puede ser indirectamente voluntaria cuando resulta de una
negligencia respecto a lo que se habría debido conocer o hacer» (Catecismo,
1736) [12].
«Un efecto puede ser tolerado sin ser querido por el que actúa, por ejemplo,
el agotamiento de una madre a la cabecera de su hijo enfermo. El efecto malo
no es imputable si no ha sido querido ni como fin ni como medio de la
acción, como la muerte acontecida al auxiliar a una persona en peligro. Para
que el efecto malo sea imputable, es preciso que sea previsible y que el que
actúa tenga la posibilidad de evitarlo, por ejemplo, en el caso de un
homicidio cometido por un conductor en estado de embriaguez»
( Catecismo, 1737).
También se dice que un efecto ha sido realizado con “voluntad indirecta”
cuando no se deseaba ni como fin ni como medio para otra cosa, pero se sabe
que acompaña de modo necesario a aquello que se quiere realizar[13]. Esto
tiene importancia en la vida moral, porque sucede a veces que hay acciones
que tienen dos efectos, uno bueno y otro malo, y puede ser lícito realizarlas
para obtener el efecto bueno (querido directamente), aunque no se pueda
evitar el malo (que, por tanto, se quiere sólo indirectamente). Se trata a veces
de situaciones muy delicadas, en las que lo prudente es pedir consejo a quien
puede darlo.
Un acto es voluntario (y, por tanto, imputable) in causa cuando no se elige
por sí mismo, pero se sigue frecuentemente (in multis) de una conducta
directamente querida. Por ejemplo, quien no guarda convenientemente la
vista ante imágenes obscenas es responsable (porque lo ha querido in causa)
del desorden (no directamente elegido) de su imaginación; y quien lucha por
vivir la presencia de Dios quiere in causa los actos de amor que realiza sin,
aparentemente, proponérselo.
6. La responsabilidad
«La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que
éstos son voluntarios» (Catecismo, 1734). El ejercicio de la libertad comporta
siempre una responsabilidad ante Dios: en todo acto libre de alguna manera
aceptamos o rechazamos la voluntad de Dios. «El progreso en la virtud, el
conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad
sobre los propios actos» (Catecismo, 1734).
«La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar
disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia,
la violencia, el temor, los hábitos, las afecciones desordenadas y otros
factores psíquicos o sociales» (Catecismo, 1735).
7. El mérito
«El término “mérito” designa en general la retribución debida por parte de
una comunidad o una sociedad a la acción de uno de sus miembros,
considerada como obra buena u obra mala, digna de recompensa o de
sanción. El mérito corresponde a la virtud de la justicia conforme al principio
de igualdad que la rige» (Catecismo, 2006) [14].
El hombre no tiene, por sí mismo, mérito ante Dios, por sus buenas obras
(cfr. Catecismo , 2007). Sin embargo, «la adopción filial, haciéndonos
partícipes por la gracia de la naturaleza divina, puede conferirnos, según la
justicia gratuita de Dios, un verdadero mérito. Se trata de un derecho por
gracia, el pleno derecho del amor, que nos hace “coherederos” de Cristo y
dignos de obtener la herencia prometida de la vida eterna» (Catecismo,
2009) [15].
«El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de que Dios ha
dispuesto libremente asociar al hombre a la obra de su gracia »
(Catecismo, 2008) [16].
Francisco Díaz
Publicado originalmente el 21 de noviembre de 2012

Bibliografía básica
Catecismo de la Iglesia Católica, 1749-1761.
Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 6-VIII-1993, 71-83.
Lecturas recomendadas
San Josemaría, Homilía El respeto cristiano a la persona y a su libertad,
en Es Cristo que pasa, 67-72.

[1] Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 6-VIII-1993, 72. «La pregunta


inicial del diálogo del joven con Jesús: “¿Qué he de hacer de bueno para
conseguir la vida eterna?” ( Mt 19,16) evidencia inmediatamente el vínculo
esencial entre el valor moral de un acto y el fin último del hombre (...). La
respuesta de Jesús remitiendo a los Mandamientos manifiesta también que
el camino hacia el fin está marcado por el respeto de las leyes divinas, las
cuales tutelan el bien humano. Sólo el acto conforme al bien puede ser
camino que conduce a la vida» (ibidem).
[2] Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 78. Cfr. Catecismo, 1751. Para
saber cuál es el objeto moral de un acto, «hay que situarse en la perspectiva
de la persona que actúa. En efecto, el objeto del acto del querer es un
comportamiento elegido libremente. Y en cuanto es conforme con el orden
de la razón, es causa de la bondad de la voluntad (...). Así pues, no se puede
tomar como objeto de un determinado acto moral, un proceso o un evento de
orden físico solamente, que se valora en cuanto origina un determinado
estado de cosas en el mundo externo» (ibidem). No se debe confundir el
“objeto físico” con el “objeto moral” de la acción (una misma acción física
puede ser objeto de actos morales diversos; p. ej. cortar con un bisturí, puede
ser una operación quirúrgica, o puede ser un homicidio).
[3] «La moralidad del acto humano depende sobre todo y fundamentalmente
del objeto elegido racionalmente por la voluntad deliberada» (Juan Pablo II,
Enc. Veritatis splendor, 78).
[4] Cfr. ibidem, 78 y 79.
[5] Ibidem , 80; cfr. Catecismo, 1756. El Concilio Vaticano II señala varios
ejemplos: atentados a la vida humana, como «los homicidios de cualquier
género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio
voluntario»; atentados a la integridad de la persona humana, como «las
mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de
coacción psicológica»; ofensas a la dignidad humana como «las condiciones
infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la
esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; también las
condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados
como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y
responsables». «Todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente
oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes
los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios
al honor debido al Creador» (Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes,
27).
Pablo VI, refiriéndose a las prácticas contraceptivas, enseñó que nunca es
lícito «hacer objeto de un acto positivo de la voluntad lo que es
intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana,
aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual,
familiar o social» (Pablo VI, Enc. Humanae vitae, 25-VII-1968, 14).
[6] Estas teorías no afirman que «se puede hacer un mal para obtener un
bien», sino que no se puede decir que haya comportamientos que son
siempre malos, porque depende en cada caso de la “proporción” entre bienes
y males, o de las “consecuencias” (cfr. Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor,
75).
Por ejemplo, un proporcionalista no sostendría que “se puede hacer una
estafa por un fin bueno”, sino que examinaría si lo que se hace es o no es una
estafa (si lo “objetivamente elegido” es una estafa o no) teniendo en cuenta
todas las circunstancias, y la intención. Al final podría decir que no es una
estafa lo que en realidad sí que lo es, y podría justificar esa acción (o
cualquier otra).
[7] El objeto moral se refiere a lo que la voluntad quiere con el acto concreto
(por ejemplo: matar a una persona, dar una limosna), mientras que la
intención se refiere al por qué lo quiere (por ejemplo: para cobrar una
herencia, para quedar bien delante de otros o para ayudar a un pobre).
[8] Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 78.
[9] Por ejemplo, un servicio que se hace a alguien tiene por fin ayudar al
prójimo, pero puede estar inspirado al mismo tiempo por el amor de Dios
como fin último de todas nuestras acciones, o se puede hacer por interés
propio o para satisfacer la vanidad (cfr. Catecismo, 1752).
[10] «Sucede frecuentemente que el hombre actúa con buena intención, pero
sin provecho espiritual porque le falta la buena voluntad. Por ejemplo, uno
roba para ayudar a los pobres: en este caso, si bien la intención es buena,
falta la rectitud de la voluntad porque las obras son malas. En conclusión, la
buena intención no autoriza a hacer ninguna obra mala. “Algunos dicen:
hagamos el mal para que venga el bien. Estos bien merecen la propia
condena” ( Rm 3, 8)» (Santo Tomás de Aquino, In duo praecepta
caritatis: Opuscula theologica, II, n. 1168).
[11] Es decir, para que un acto libre se ordene al verdadero fin último, se
requiere:
a) que sea, en sí mismo, ordenable al fin: es la bondad objetiva, o por
elobjeto, del acto moral.
b) que sea ordenable al fin en las circunstancias de lugar, tiempo, etc., en
que se realiza.
c) que la voluntad del sujeto efectivamente lo ordene al verdadero último fin:
es la bondad subjetiva, o por la intención.
[12] «Por ejemplo, un accidente provocado por la ignorancia del código de la
circulación» (Catecismo, 1736). Al ignorar —se entiende que
voluntariamente, culpablemente— normas elementales del código
circulación, se puede decir que se quieren de modo indirecto las
consecuencias de esa ignorancia.
[13] Por ejemplo, el que toma una pastilla para curarse el catarro, sabiendo
que le dará algo de sueño, lo que quiere directamente es curar el catarro, e
indirectamente el sueño. Propiamente hablando, los efectos indirectos de
una acción no se “quieren”, sino que se toleran o permiten en cuanto
inevitablemente unidos a lo que se necesita hacer.
[14] La culpa es, en consecuencia, la responsabilidad que contraemos ante
Dios al pecar, haciéndonos merecedores de castigo.
[15] Cfr. Concilio de Trento: DS 1546.
[16] Cuando el cristiano obra bien, «la acción paternal de Dios es lo primero,
en cuanto que Él impulsa, y el libre obrar del hombre es lo segundo en
cuanto que éste colabora, de suerte que los méritos de las obras buenas
deben atribuirse a la gracia de Dios en primer lugar, y al fiel cristiano,
seguidamente» (ibidem).
© Fundación Studium, 2016 y © Oficina de Información del Opus Dei,
2016.

Para determinar si un acto se apega a las normas morales de determinado sistema,


se deben considerar tres elementos: el objeto, el fin y las circunstancias.

 Objeto: El objeto de un acto es aquello que se realiza en lo inmediato e


independientemente de las circunstancias. No se debe confundir con el fin.

 Fin: Es el resultado final que el agente (es decir, quien realiza la acción)
desea obtener por medio de su acción.

 Circunstancias: Se definen como accidentes (lugar, modo, medios


empleados, cantidad, relación, tiempo, etc.) que envuelven al acto humano
moral. Pueden no estar presentes, pero pueden agregar mayor o menor
maldad o bondad a los actos.

¿Cómo se puede saber si un acto ha sido


bueno o malo?
Ejemplo: Un hombre rompe el parabrisas de un automóvil para sustraer una laptop
que estaba en el asiento, la vende para comprar droga, ya que es un adicto. La explicació
es la siguiente: 
 Objeto: apoderarse de lo ajeno, en este caso, la laptop.
 Fin: la satisfacción de su necesidad de la droga. 
 Circunstancia: el automóvil con la laptop a la vista.

Se debe poner especial atención al fin, ya que es el elemento que revela la voluntad y la
especificación detrás de los actos humanos. En el ejemplo anterior se sabe que el robo es
intrínsecamente malo, por lo cual el acto es malo. Sin embargo, el fin define el dictamen
el robar es malo, y más aún, cuando se hace para satisfacer una adicción.
Régis Jolivet lo expone de la siguiente forma:
 
"El fin indica la intención moral del acto, es el fin
particular que se da a sí mismo un sujeto al realizar
un acto. Es interior y sólo puede ser conocido por un
acto de reflexión sobre el pensamiento, por lo que es
el elemento principal de acto voluntario."

Ve el siguiente ejemplo: Es muy diferente vestirse con el objeto de cobijar o proteger el cuerpo, a
comprar zapatos compulsivamente con el fin de satisfacer la avaricia, como lo hizo Imelda Marcos,
quien acumuló centenares de pares de zapatos cuando fue primera dama, a pesar de que gran parte
de la población filipina se hundía en la pobreza extrema debido a la crisis económica. 

 Su objeto era la adquisición de zapatos de forma innecesaria.

 Su fin, poseer cada vez más. 

 La circunstancia en que se dio este hecho fue la pobreza de su pueblo. 

Por tanto, se puede decir que el acto fue malo.

VIDEOS :OBJETO , FIN Y CIRCUNSTANCIA


www.youtube.com/watch?v=3JkAKWsLlGU

DH_U1_actividad 1 - Slideshare
https://es.slideshare.net/verosraquelmr/dh-u1-actividad-1

También podría gustarte