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Matrícula: 2022-0941
Tarea VIII: San Agustín
1. Vida y obra.
Cerca de los 30 años, viaja a lo que hoy en día es Italia para escuchar a un célebre
señor retórico: San Ambrosio en busca de conocer su arte retórico, pero sin poder
escapar del influjo de los temas que aquel santo obispo trataba, desconocía que, al
final, su búsqueda había sido cumplida para alcanzar la máxima y más personal Verdad
que era la de Jesucristo.
Entonces cuando se encuentra con la Verdad divina se da cuenta que la buscaba fuera,
sin percatarse que estaba “dentro” de él mismo, de ahí su célebre frase: “Dios es más
íntimo a nosotros que nosotros mismos”, porque tú estabas más dentro de mí, que lo
más íntimo mío.
3. Dios y la creación.
San Agustín cree que el universo y el ser humano son una “hechura” de Dios. Como
resultado, se pueden encontrar en ellos unas “huellas”, unas “razones fundamentales”,
razones fundamentales, que ponen de manifiesto a su Autor. Dios se entiende como la
plenitud de un ser que existe desde el tiempo y que otorga el ser a sus criaturas de
manera gratuita. A través de esa contribución, los seres poseen existencia en el tiempo,
aunque se crean desde la nada (ex nihilo). Se encuentran descripciones significativas
sobre la esencia de Dios en su libro de Confesiones y que revelan a Dios como
creador, como la total bondad y misericordia, y su total presencia.
El sostenía que el hombre es la criatura que más y mejor refleja a su Autor, Quien la
hizo por amor y para el amor; de forma que el hombre “sale” de Dios y “vuelve” a Él (es
su finalidad última). Sin embargo, Dios creó al hombre con un gran tesoro: su libertad.
San Agustín estuvo mucho tiempo engañado, según él mismo reconoce, en la secta del
maniqueísmo que sostenian que existían dos principios, uno del bien y otro del mal; de
manera que cuando alguien obraba mal no era él realmente el que actuaba sino aquel
principio del mal. Luego, ya libre de aquel engaño, defiende la existencia del libre
albedrío, que es la capacidad básica de poder elegir entre hacer el bien y el mal.
Por otro lado, la libertad propiamente dicha es la capacidad que se dirige al Bien. Lo
contrario, elegir el mal, no es libertad, sino esclavitud. Por eso tiene serias
consecuencias en quien lo realiza y sus víctimas. De manera que a la pregunta de el
por qué existe el mal en el mundo, la respuesta sería que la causa está en el libre
Albedrío, cuando alguien se encuentra sumergido o esclavizado por el mal.
Surge la cuestionante ¿Y no podría haber hecho Dios un mundo sin mal? Esto
supondría quitar la libertad humana, pero esto no es posible hacerlo porque el ser
humano está hecho para el amor, y no existe amor sin libertad; ni amor humano ni
amor divino. Por esto Dios se corre el riesgo del libre albedrío por el cual las personas
tienen dignidad al tener señorío de sí mismo, pero también con el cual pueden rechazar
al mismo Dios. Sin embargo, la felicidad del ser humano parte del reconocimiento de
que está creado para Dios. Su espíritu que es inmortal, clama por lo infinito, por la
posesión del bien Absoluto. De ahí proviene su famosa frase de que “nos has hecho
para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti”.
Por ejemplo: Hoy podemos hablar de pueblo de Israel, y en cambio muy impropable
que podamos decir pueblo español. También es bastante conocida su definición de la
paz: que es la tranquilidad en el orden. De ahí proviene que la sociedad para San
Agustín requiere orden, sujetarse a normas. La sociedad de Dios conlleva orden, en
cambio, la ciudad mundana es un caos, por esa razón las dos ciudades entran en
conflicto porque tienen valores opuestos.