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Luis Gabriel Martínez

¿Un hombre puede perdonar a otro hombre sus pecados, si solo Dios es quien perdona?
Esta es la pregunta que mas resuena cuando entablamos una conversación con otros y que tiene que ver
con el Sacramento de la Reconciliación, y muchos coinciden en su respuesta; quien perdona es Dios.
Otros dicen como me voy a confesar con un hombre que es mas pecador que yo, incluso llegan a decir
con que autoridad moral me viene a hablar de pecado y reconciliación si el testimonio que da no es
coherente con lo que dice.

El relativismo, la falta de formación de la conciencia moral y la misma conciencia de pecado es lo que


lleva a expresar tantas opiniones frente a este tema. Cuando cada quien hace su propio juicio de lo bueno
y lo malo, y lo relacionan solo con acciones externas y el pensar que “el fin justifica los medios” sin
tener presente la dignidad del otro es lo que lleva a que cuando se comete un pecado suele decirse me
confieso directamente con Dios y todo que saldado.
Preguntas y opiniones pueden surgir, no quiere decir que esté mal, es bueno que el hombre se interrogue
en cuestiones de la fe y aun mas cuando en el Sacramento de la Reconciliación, éste abre su alma y sus
sentimientos mas profundos a quien lo escucha – otro hombre – buscando de manera consciente el
perdón de sus pecados.
La Sagrada Escritura, el CCE, y LG, nos expresan el contenido profundo de la atribución que tiene el
hombre (ministro ordenado) de perdonar pecados.
“por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados” Efesios 1,7.
“1441. Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo:
"El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese poder
divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina,
Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre. 1442 Cristo
quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento
del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el
ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del "ministerio de la
reconciliación" (2 Co 5,18). El apóstol es enviado "en nombre de Cristo", y "es Dios mismo" quien, a
través de él, exhorta y suplica: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20)”. CEC

“Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y dependen de los Obispos en el ejercicio
de su potestad, están, sin embargo, unidos con ellos en el honor del sacerdocio, y en virtud del
sacramento del orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, a
imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote (cf. Hb 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para predicar el Evangelio y
apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino. Para con los fieles arrepentidos o enfermos
desempeñan principalmente el ministerio de la reconciliación y del alivio, y presentan a Dios Padre las
necesidades y súplicas de los fieles (cf. Hb 5,1-13)”. LG 28.

Con toda esta doctrina expresada, en síntesis, vemos que el ministro cuando celebra el Sacramento de la
Reconciliación, no lo hace a nombre propio sino en nombre de Cristo, la Gracia de estado que ha recibo
en su ordenación ministerial le concede esa atribución de perdonar los pecados, con la finalidad de
reintegrar al seno de la comunidad al sujeto que por causa de su pecado ha roto la comunión con Dios,
con el prójimo y con la Iglesia.

CCE: Catecismo de la Iglesia Católica


LG: Lumen Gentium

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