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Vistos y oído:
1° Que ante este Tribunal Pleno se dio cuenta de la comunicación remitida
por el Ministerio de Relaciones Exteriores mediante Oficio Pub. N° 0011689 de 5
de febrero del año en curso por la cual se ha solicitado a esta Corte Suprema
colaboración en el cumplimiento de la sentencia dictada por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos el 29 de mayo de 2014 en la que se
dispuso, entre otras medidas, i) dejar sin efecto la declaración de las ocho
víctimas de este caso (señores Víctor Ancalaf Llaupe, Segundo Aniceto Norín
Catrimán, Pascual Huentenequeo Pichún Paillalao, José Benicio Huenchunao
Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán, Florencio Jaime Marileo Saravia y Juan
Patricio Marileo Saravia y señora Patricia Roxana Troncoso Robles) como
autores de delitos de carácter terrorista; ii) dejar sin efecto las penas privativas de
libertad y penas accesorias, consecuencias y registros, a la mayor brevedad
posible, así como las condenas civiles que se hayan impuesto a las víctimas; y iii)
disponer la libertad personal de las víctimas que aún se encuentren sujetas a
libertad condicional.
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(párrafos 274-291), por lo cual a dichas condenas las califica de arbitrarias e
incompatibles con la Convención Americana sobre Derechos Humanos;
b.- que sus antecedentes penales hayan sido eliminados del Registro
General de Condenas y de la Base de Datos de ADN, ambos dependientes del
Servicio de Registro Civil e Identificación; del Registro de Sistema de Apoyo a
Fiscales dependiente del Ministerio Público; del Servicio Médico Legal; de los
registros informáticos de Gendarmería de Chile y de los registros de datos
policiales y administrativos de Carabineros de Chile y de la Policía de
Investigaciones;
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adoptar, a la brevedad posible, todas las medidas judiciales, administrativas o de
cualquiera otra índole para cumplir con los aspectos que se han señalado como
pendientes.
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artículo 5° de la Carta Fundamental, la cual en su inciso 2°, prescribe que el
ejercicio de la soberanía interna del Estado se encuentra limitada por los
derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana, constituyéndose en
un deber de los órganos del Estado respetarlos y promoverlos.
7° Que, sobre este aspecto, nuestro sistema jurídico ha regulado desde los
primeros tiempos de la República el proceso de aprobación de los tratados,
entregando su conclusión, firma, ratificación, formulación o retiro de reservas al
Presidente de la Republica; su conformidad al Congreso y la aplicación a los
tribunales de justicia en los negocios de que conoce, al igual que todas las
disposiciones que conforman nuestro ordenamiento jurídico.
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Convención “se comprometen a cumplir la decisión de la Corte en todo caso en
que sean partes” y, no obstante que al interpretar esta normativa, la Corte
Interamericana ha señalado de manera reiterada que sus sentencias “deben ser
acatadas en forma inmediata e integral; si tuviesen que ajustarse a los
ordenamientos internos de los Estados Partes para ser ejecutables, la protección
del Derecho Internacional de los Derechos Humanos resultaría ilusoria y
quedaría a la entera discreción del Estado y no del órgano supranacional (…)”1, lo
cierto es que procede evaluar las condiciones en que podrá ser tenida en
consideración en el orden interno de nuestro país.
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9° Que el mandato constitucional impone, igualmente, a los órganos del
Estado la carga de respetar y promover los derechos esenciales que emanan de
la naturaleza humana, en virtud de lo cual la doctrina en materia de derechos
humanos ha sido conteste en asignar a los jueces nacionales el deber de velar
por el respeto y garantía de los derechos que los Estados parte del sistema
tienen que concretar. Así, mediante el control de convencionalidad, los jueces
nacionales forman parte del sistema interamericano en la protección de los
estándares de cumplimiento y garantía de tales derechos, dependiendo las
consecuencias de este análisis de las funciones que cada operador de justicia
tiene, siendo obligación de todos, las autoridades e integrantes del Estado,
interpretar sistemática e integralmente las disposiciones que informan el sistema
jurídico, de forma tal que sus determinaciones guarden la mayor correspondencia
y compatibilidad con las obligaciones internacionales adquiridas soberanamente
por éste. 4
4
NASH ROJAS, CLAUDIO. “comentarios al trabajo de Victor Bazán:” El control de
convencionalidad, incógnitas, desafíos y perspectivas”, en Justicia Constitucional y Derechos
Fundamentales. El Control de convencionalidad. Editores Victor Bazán y Claudio Nash, Centro de
Derechos Humanos, Facultad de Derecho, 2011, p.60 y servicios.
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Uno de los textos más trascendentes ha sido la Constitución de 1823, que
entregó al Poder Judicial importantes atribuciones, entre ellas “proteger los
derechos individuales” (artículo 116), los que se especifican (artículos 117 a 142),
estableciéndose el amparo judicial de garantías (artículo 138), agregando que
son atribuciones de la Corte Suprema “Proteger, hacer cumplir y reclamar a los
otros poderes por las garantías individuales y judiciales …” (artículo 146 N° 1).
Tales conclusiones son compatibles con los postulados que integran las
nociones fundamentales respecto de la competencia, conforme a los cuales de
manera natural, amplia y general es radicada en los tribunales ordinarios, por
excepción y de manera específica en los tribunales especiales.
11° Que, en tales condiciones, requerido este tribunal por el Poder Ejecutivo
a raíz de la supervisión del cumplimiento de la sentencia tantas veces citada, ha
concluido que las decisiones que dicho requerimiento involucra han de ser
adoptadas por el Poder Judicial, tanto porque conforme a lo que establece el
artículo 76 de la Constitución Política de la República únicamente los tribunales
de justicia podrán, en el ámbito de su función jurisdiccional “hacer ejecutar lo
juzgado” ejerciendo los “medios de acción conducentes de que dispusieren”,
como porque no podrían excusarse de ejercer su autoridad “aún por falta de ley
que resuelva la contienda o asunto sometidos a su decisión”. Lo anterior, debido
a que el cumplimiento de las decisiones del sistema interamericano involucra a
las distintas autoridades nacionales, según corresponda conforme a sus
competencias propias, que sin duda en el orden jurisdiccional corresponde al
Poder Judicial y, dentro de éste, a quien se ha reconocido el ejercicio de la
plenitud de atribuciones en el ámbito de las funciones conservadoras.
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De esta manera, resulta evidente que, al ser el dictamen de la Corte
Interamericana una sentencia de carácter jurisdiccional dictada por un tribunal al
cual el Estado de Chile ha reconocido soberanamente la competencia prevista en
los artículos 63 y 68 de la Convención, la ejecución de lo juzgado por ella en lo
pertinente a la actividad del Estado Juez es resorte únicamente de los tribunales
de justicia. En tales condiciones, no es pertinente la invocación que formulara en
audiencia el Ministerio del Interior a las prerrogativas constitucionales del
Presidente de la República en lo referido a la conducción de “las relaciones
políticas con las potencias extranjeras y organizaciones políticas”, al recaer lo
debatido en un mecanismo de ejecución de una sentencia emitida por un tribunal
internacional, esto es, un dialogo entre entidades con potestades para emitir
decisiones de tal naturaleza y – en el caso interno – con capacidad de hacer
ejecutar lo decidido, por lo que la relación de que se trata dista de ser con una
potencia extranjera u organización política foránea.
12° Que, por otra parte, la obligación del Estado de Chile de dar
cumplimiento a lo resuelto en el ámbito jurisdiccional internacional no sólo emana
del principio de inexcusabilidad consagrado en la Carta Fundamental, sino que
además ha sido expresamente asumida por el ordenamiento interno al suscribir,
aprobar y ratificar el tratado internacional que incorpora al país al sistema
interamericano de protección de Derechos Humanos, adquiriendo expresamente
las obligaciones que el artículo 68 de la Convención señala y que se han citado
en los considerandos precedentes. Pretender que ello no es posible porque el
Estado de Chile no ha dictado leyes o no ha introducido reformas constitucionales
que establezcan un modo específico de cumplimiento importa evadir tales
responsabilidades adquiridas e incurrir en denegación de justicia para quienes
legítimamente y como víctimas esperan que el fallo encuentre cumplimiento en su
país, al igual que incumplir el objetivo y fin de la Convención que exige la
Convención de Viena.
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Chile, al tratarse de conductas lesivas de garantías fundamentales y que han sido
verificadas por el tribunal internacional competente;
14° Que, por otra parte, esta Corte Suprema, en ejercicio del cometido antes
indicado, tiene en consideración que las infracciones a derechos fundamentales
constatadas por la Corte Interamericana (presunción de inocencia, libertad de
pensamiento y expresión, principio de igualdad y no discriminación, el derecho a
la igual protección de la ley, derecho a defensa y a recurrir de los fallos penales
condenatorios) tienen su adecuado correlato en nuestro ordenamiento jurídico
tanto como garantías tuteladas por la Constitución Política de la República, como
bajo la forma de motivos de invalidación de las sentencias y/o los procedimientos
instruidos en contravención al debido proceso, presupuesto de legitimidad de una
decisión jurisdiccional, constatación que consolida la conclusión referida al
carácter ineludible y obligatorio de la declaración que se efectuará;
15° Que, por último, esta Corte considera que el único remedio posible de
disponer en el caso que se revisa es declarar que las sentencias condenatorias
abordadas por el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, han
perdido todo efecto, lo cual se constata por las razones de fondo ya invocadas,
como asimismo por las medidas que ya se han adoptado por el Estado de Chile
en torno a ellas. Decisión que no importa la invalidación de los referidos fallos,
atento a los efectos procesales que en el orden nacional se asigna a la nulidad de
las resoluciones judiciales, manteniendo la validez de tales sentencias en cuanto
a la cosa juzgada, como es la imposibilidad de rever el conflicto que dio origen a
los procesos que se revisan.
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Segundo Aniceto Norín Catrimán y a don Pascual Huentenequeo Pichún Paillalao
como autores del delito de amenazas terroristas a la pena de cinco años y un día
de presidio mayor en su grado mínimo de cumplimiento efectivo y de 22 de
agosto de 2004, dictada por el mismo Tribunal de Juicio Oral en lo Penal en el
RIT 21-2004 por la que se condenó a los señores José Benicio Huenchunao
Mariñán, Patricia Roxana Troncoso Robles, Juan Ciriaco Millacheo Licán,
Florencio Jaime Marileo Saravia y Juan Patricio Marileo Saravia, como autores
del delito de incendio terrorista a la pena de diez años y un día de presidio mayor
en su grado medio de cumplimiento efectivo, han perdido la totalidad de los
efectos que les son propios.
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restricciones indebidas y desproporcionadas al derecho a la libertad de
pensamiento y expresión (párrafo 374) y al ejercicio de los derechos políticos
(párrafo 383), utilizando en su fundamentación razonamientos que denotan
estereotipos y prejuicios, lo cual configuró una violación del principio de igualdad
y no discriminación y el derecho a la igual protección de la ley (párrafos 223 a 228
y 230), produciéndose “en el caso de los señores Pichún Paillalao y Ancalaf
Llaupe ... violaciones al derecho de la defensa protegido en el artículo 8.2.f de la
Convención” (párrafos 248 a 259) y se conculcó respecto de siete de las víctimas
de este caso el derecho de recurrir de esos fallos penales condenatorios
(párrafos 274-291), de manera que tales condenas fueron calificadas como
arbitrarias e incompatibles con la Convención Americana de Derechos Humanos;
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la decisión, la obligación establecida en el artículo 5° inciso 2° de la Constitución
Política de la República, que reconoce como limitación al ejercicio de la soberanía
el respeto a los derechos humanos y consagra el deber de los órganos del
Estado de respetar y promover tales derechos, sea que se encuentren
garantizados por la Constitución, como por los tratados internacionales ratificados
por Chile y que se encuentren vigentes. Es en ese contexto que, como nuestro
país suscribió la Convención Americana de Derechos Humanos, se comprometió
a velar por el respeto y cumplimiento de los derechos que ella consagra y que se
incorporaron al ordenamiento jurídico interno, reconociendo, al mismo tiempo,
competencia a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para conocer de
cualquier caso relativo a la interpretación y aplicación de las disposiciones de la
Convención (artículo 62.3).
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a.- Que la jurisdicción internacional es de excepción, lo que se refleja en la
cantidad de órganos de vigilancia que no están dotados de competencias
jurisdiccionales;
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las disposiciones de esta Convención, las medidas legislativas o de otro carácter
que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades.
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el ámbito interno de los países miembros. Es cierto que el artículo 68 de la
Convención dispone que “Los Estados Partes en la Convención se comprometen
a cumplir la decisión de la Corte en todo caso en que sean partes”, pero ello es
porque se entiende que este deber sólo se aplica respecto de una decisión
adoptada dentro del marco de las atribuciones que le son concedidas por el
tratado, pero no de otras.
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Se deja constancia que el ministro señor Künsemüller concurre a lo
decidido, expresando su opinión en los siguientes términos:
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5.- En tal virtud, lo que falta de cumplimiento – “insuficiente” – podría
lograrse en la forma indicada – para ser “suficiente” – ya reconocida como
parcialmente satisfactoria, la supresión de determinados registros derivados del o
los fallos cuestionados, que falten por eliminar, sin afectar la materialidad de
estos.
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2°) Que para poner en contexto la referida problemática, resulta
imprescindible, tener presente los objetivos perseguidos por los Estados
signatarios de la mencionada Convención cuando suscribieron el aludido Pacto
Interamericano, ello quedó claramente reflejado y estipulado en el Preámbulo del
citado documento en el que se expresó que “Los Estados Americanos signatarios
de la referida Convención, reafirmando su propósito de consolidar en este
Continente, dentro del cuadro de las instituciones democráticas, un régimen de
libertad personal y de justicia social, fundado en el respeto de los derechos
esenciales del hombre; Reconociendo que los derechos esenciales del hombre
no nacen del hecho de ser nacional de determinado Estado, sino que tienen
como fundamento los atributos de la persona humana, razón por la cual justifican
una protección internacional, de naturaleza convencional coadyuvante o
complementaria de la que ofrece el derecho interno de los Estados americanos;
considerando que estos principios han sido consagrados en la Carta de la
Organización de los Estados Americanos, en la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre y en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos que han sido reafirmados y desarrollados en otros instrumentos
internacionales, tanto de ámbito universal como regional; reiterando que, con
arreglo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sólo puede
realizarse el ideal del ser humano libre, exento del temor y de la miseria, si se
crean condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos
económicos, sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos,
y considerando que la Tercera Conferencia Interamericana Extraordinaria
(Buenos Aires, 1967) aprobó la incorporación a la propia Carta de la Organización
de normas más amplias sobre derechos económicos, sociales y educacionales y
resolvió que una convención interamericana sobre derechos humanos
determinara la estructura, competencia y procedimiento de los órganos
encargados de esa materia”, en consecuencia, decidieron aprobar el texto de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.
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dispositivos gubernamentales, con el propósito de dar eficacia a los objetivos y
valores consagrados en la Convención, todo ello basado en el principio de
universalidad, que es la piedra angular del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, que impone a los Estados Partes el deber de promover y de proteger
los indicados derechos, independientes de sus sistemas políticos, económicos y
culturales. Aun más, el deber de acatamiento irrestricto a la normativa de
adhesión se entiende porque el conjunto de preceptos que comprende el aludido
instrumento interamericano conduce indefectiblemente al concepto jurídico
internacional instituido del ius cogens, vale decir, normas de Derecho imperativo
o perentorio, que no admiten ni la supresión ni el cambio de su contenido, de
manera que cualquiera acción en contravención a dicha entidad debiera ser
declarada írrita, pues con tal dispositivo universal se amparan derechos
colectivos esenciales de toda la comunidad lo que se traduce en una posición de
excelencia respecto de las demás normas del sistema legal.
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casos relativos a la interpretación y aplicación de esta Convención de
conformidad con lo que dispone su artículo 62.
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principio básico de responsabilidad internacional de que lo pactado obliga, Pacta
Sunt Servanda, estándoles vedado invocar razones de orden interno para
excusarse de cumplir sus obligaciones convencionales internacionales, conforme
lo dispone el artículo 27 de la Convención de Viena sobre Derecho de los
Tratados, que señala que los Estados Partes en la Convención deben garantizar
el cumplimiento de las disposiciones convencionales y sus efectos propios (effet
utile) en el plano de sus respectivos derechos internos. Este principio se aplica no
sólo en relación con las normas sustantivas de los tratados de Derechos
Humanos, sino también en relación con las normas procesales, como las que se
refieren a la ejecución de las decisiones del Tribunal. Estas obligaciones deben
ser interpretadas y aplicadas de manera que la garantía protegida sea
verdaderamente práctica y eficaz, teniendo presente la naturaleza especial de los
tratados de Derechos Humanos.
Con relación a este punto, hay que señalar que la Corte Suprema de
Justicia de Chile ha admitido precedentemente que las decisiones de la Corte
Interamericana sobre la materia en controversia, son vinculantes para los jueces
nacionales, y que el propósito perseguido es que el derecho convencional
internacional de Derechos Humanos se integre y forme parte del parámetro de
control de constitucionalidad que existe en el país.
7º) Que en ese entorno, las normas de derecho aprobadas por la comunidad
jurídica internacional, de la cual el Estado de Chile forma parte, no pueden ser
ignoradas, ni menos barrenadas en el ejercicio de interpretación y aplicación de
las leyes internas. Con mayor razón cuando aquellas se refieren a la protección
íntegra del ser humano en su calidad de tal y como titular de derechos
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primordiales, e inalienables porque tales prerrogativas revisten la naturaleza de
normas imperativas del derecho universal.
9º) Que resulta adecuado enfatizar en este capítulo, que los Derechos
Fundamentales de las personas, son el conjunto de facultades e instituciones que
concretan las exigencias de la libertad, la igualdad y la seguridad, en lo
concerniente a la dignidad de los seres humanos en un ámbito determinado, que
deben ser aseguradas, respetadas, promovidas y garantizadas por los
ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional, formando un verdadero
sistema dentro de estos. Así, el Derecho Internacional de los Derechos Humanos
debe ser entendido como fuente de un sistema de protección jurídica para los
individuos que han sido agraviados por actos en que la comunidad global ha
sido ofendida.
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preferente de los derechos de la esencia de la persona, de la fuerza expansiva de
los derechos primordiales y el principio de progresividad.
12º) Que todo Pacto Universal genera obligaciones para los Estados
miembros y, algunas veces, su acatamiento importa una serie de restricciones al
ejercicio de los derechos soberanos. No obstante lo anterior, no hay que olvidar
que la potestad de contraer acuerdos internacionales constituye justamente una
manifestación concreta de la soberanía de un Estado. Así la exigencia de
ejecución del compromiso no significa una conculcación a la soberanía estatal,
pues la decisión de vincularse jurídicamente con el contenido de dicha
Convención Internacional, vale decir, con el deber de observancia, garantía y
adecuación, y con las exigencias propias de cada uno de los Derechos Humanos
reconocidos en el mismo, son una fiel expresión de la soberanía del Estado.
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mismo tiempo, son los destinatarios de dicha legislación. En esas circunstancias,
a estas entidades les corresponde la relevante misión de asumir el control en la
aplicación del Derecho que dimana del ordenamiento jurídico internacional,
puesto que no existen superestructuras de poder que se encuentren sobre ellas.
En ese terreno surge el concepto de control de convencionalidad, en sus
diversos aspectos, cuya esencia radica en que todos los jueces y operadores de
la administración de Justicia tienen el deber de observar el cumplimiento de las
disposiciones internacionales en materia de Derechos Humanos, ello descansa
en dos pilares básicos. En primer término, en los compromisos que asumen los
Estados a través de los Pactos Internacionales que suscriben basados en la
buena fe, y como complemento del primer elemento singularizado, por el Pacta
Sunt Servanda, pues los Estados signatarios de la Convención de Viena se
comprometieron a no invocar su derecho interno para incumplir el contenido de lo
que internacionalmente convinieron.
En el motivo 124 del referido fallo, ese Alto Tribunal estimó que la Corte es
consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley
y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el
ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado
internacional como la Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato
del Estado, también están sometidos a ella, lo que obliga a velar porque los
efectos de las disposiciones de la Convención no se vean mermadas por la
aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de
efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de
“control de convencionalidad” entre las normas jurídicas internas que aplican en
los casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En
esa tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el Pacto
Internacional sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte
Interamericana, intérprete última de la Convención Americana.
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La Corte Interamericana en el considerando 125 indicó que el control de
convencionalidad tiene sustento en el principio de la buena fe que opera en el
campo jurídico universal, en el sentido que los Estados deben cumplir las
obligaciones impuestas en ese ámbito, de buena fe y sin poder invocar para su
incumplimiento el derecho interno, regla que se encuentra recogida en el artículo
27 de la Convención de Viena sobre los Tratados.
16º) Que numerosos fallos de la Corte Internacional han sostenido que todo
detrimento o afectación a los Derechos Humanos reconocidos en la Convención
que pueda ser atribuido, según los preceptos del Derecho Universal, a la acción u
omisión de cualquier autoridad pública, constituye un hecho imputable al Estado
que compromete su responsabilidad en la forma dispuesta en el Pacto.
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administración de Justicia, y especialmente a los Jueces les asiste el deber de
proteger los Derechos Humanos Esenciales que puedan verse comprometidos,
actuando como garantes ante la comunidad internacional, absteniéndose de
aplicar cualquier normativa contraria a éstos, y aun cuando la Corte
Interamericana declaró que está consciente que los jueces y tribunales internos
están sujetos al imperio de la ley patria y por ello, obligados a aplicar las
disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico local, asimismo expresó,
“cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención
Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están
sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de las disposiciones
de la Convención no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su
objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos jurídicos”.
19º) Que, del mismo modo, la interpelación de personas que han sido
condenadas por los Estados de manera injusta, como en este caso, en que
individuos fueron sancionados punitivamente sin haberse respetado el debido
proceso, ni otros principios esenciales, como el Principio de Legalidad y no se
observaron los derechos a la presunción de inocencia, a la libertad de
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pensamiento y expresión y al ejercicio de los derechos políticos, y se quebrantó el
Principio de Igualdad y no discriminación arbitraria y el derecho a la igual
protección de la ley, y a la defensa, protegido este último por el artículo 8.2f de la
Convención y el derecho a recurrir de esos fallos penales condenatorios;
entonces de ahí surge la interpretación que ha llevado a cabo la Corte
Interamericana de Derechos Humanos del Pacto Regional, la que debe ser
asegurada y garantizada en la concreción de sus actos jurisdiccionales para
obtener una aplicación armónica de la ley del foro, con sus fuentes intrínsecas,
internacionales o supranacionales, ello implica que el juzgador local debe hacer
prevalecer el derecho convencional, cuando el empleo de ciertas normas de la
legislación nacional produzcan un efecto contrario a los derechos primordiales
garantizados internacionalmente.
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21º) Que entonces, la misión práctica de supervigilar el cumplimiento de las
normas de la Convención Americana de Derechos Humanos por los jueces
nacionales admite dos acciones básicas. La primera de ellas de orden represivo,
impone a los magistrados del foro la exigencia de no aplicar las normas internas
que sean contrarias al aludido Pacto. La segunda actividad es de naturaleza
constructiva, pues requiere que se interprete el derecho local en concordancia
con la Convención y en armonía con la jurisprudencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos.
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24º) Que, con todo, debe colegirse que la eficacia de las sentencias de la
CIDH tiene su origen genuino en el propio acto de ratificación del Estado de
Chile, que mediante una acción libre y soberana de formar parte como país
suscriptor de la Convención Americana, y de respetar de buena fe todas sus
disposiciones, de manera directa reconoció la competencia de la referida Corte,
ello importa la obligación de dar eficacia a lo resuelto por la misma. A contrario
sensu, su eventual incumplimiento constituiría una transgresión grave de la
obligaciones internacionales que podría ser sancionada drásticamente por la
comunidad internacional, por vulneración del principio Pacta Sunt Servanda y por
hacer prevalecer el derecho interno por sobre el internacional.
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Humanos son obligatorias para el Estado receptor, de conformidad con el artículo
68.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos, y que los Estados
Partes están compelidos a cumplirlas. Además, cabe consignar, que el artículo 65
de la CADH dispone que la Corte Interamericana de Derechos Humanos debe
someter a consideración de la Asamblea General de la OEA asuntos en que los
Estados signatarios no acaten sus fallos.
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los Estados Partes para ser ejecutables, la protección del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos resultaría ilusoria y quedaría a entera discrecionalidad
del Estado y no del órgano supranacional.
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y de un modo tangencial transformar la expresada sentencia en una simple
entelequia, lo que no puede aceptarse bajo ningún respecto.
AD 1386-2014
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ARTURO JOSÉ PRADO PUGA
Ministro
Fecha: 16/05/2019 13:00:10
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Pronunciada por el Presidente señor Haroldo Brito Cruz y los Ministros
señores Muñoz G., Künsemüller, Silva G., Cisternas y Blanco, señoras
Chevesich y Muñoz S., señores Valderrama, Dahm y Prado, señora Vivanco
y suplentes señores Biel y Muñoz Pardo. No firman los ministros señores
Cisternas y Blanco, señora Vivanco y ministro suplentes señores Biel y
Muñoz Pardo, no obstante haber concurrido al acuerdo, por estar el primero
y la tercera en comisión de servicio, el segundo con permiso y los dos
últimos por no encontrarse en funciones en esta Corte, a la fecha de la
suscripción.
AD-1386-2014