Comentario crítico de la película “Mississippi Burning”
La película “Arde Mississippi”, basada en hechos reales y dirigida por el cineasta estadounidense Alan Parker, versa sobre la desaparición de tres activistas por los derechos humanos en Jessup, un pequeño pueblo sureño de Estados Unidos. El FBI encarga a dos de sus agentes que averigüen qué ocurrió con los jóvenes desaparecidos. El veterano agente Rupert Anderson (Gene Hackman) y el joven Alan Ward (Willem Dafoe), se hacen cargo de la investigación, a pesar de sus diferencias. Anderson es un sureño, ex sheriff en Mississippi, que logra empatizar con sus encantos a los residentes del pueblo, mientras que Ward viene del norte de Estados Unidos y es algo más liberal que su compañero de investigación, por lo que se queda en un segundo plano a causa de ello. Cada uno se cree capaz de solucionar el asunto por su cuenta, pero ambos tuvieron que lidiar con los prejuicios raciales. Ambientada en el Mississippi de 1964, la película nos muestra cómo impera el racismo en un pequeño pueblo que es víctima de las atrocidades cometidas por miembros del Ku Klux Klan (una serie de asociaciones racistas de extrema derecha que se erigieron en el siglo XIX en Estados Unidos). La película, estrenada en diciembre de 1988, lanza una denuncia social a los problemas de racismo y xenofobia de la sociedad estadounidense. Alan Parker, con gran maestría, se propone sensibilizar a sus espectadores respecto a la población que ha sido atacada y humillada por el racismo de una época bastante difícil para la comunidad negra del sur de Estados Unidos. Además, el director nos expone las atrocidades de las que son partícipes los integrantes del Ku Klux Klan, entre los que encontramos Sheriffs y miembros de la policía. Lo que resulta estremecedor es darse cuenta de que los mismos encargados del orden público y la seguridad son los que atacan y asesinan a la comunidad que dicen proteger. Esto nos muestra una profunda corrupción en el aparato policial. Fuera de eso, vemos cómo Alan Ward intenta seguir los protocolos de la ley, obteniendo resultados vanos, mientras que Anderson, con sus métodos poco ortodoxos, consigue desentramar el crimen; lo que a todas luces nos revela un intento de exponer la falibilidad del sistema de leyes estadounidenses. La puesta en escena es bastante acertada. Los elementos que comprenden la escenografía nos transportan al Mississippi de la época, ambientando la historia de una manera espectacular. Quisiera resaltar la escena de la desaparición de los jóvenes activistas: una noche tranquila, una carretera desierta y un viaje en auto aparentemente tranquilo; luego otro auto se acerca, pero no adelanta, golpea y se encienden las sirenas de policía. Ciertamente es un inicio muy impactante. La escenografía es precisa y la puesta en escena dice mucho. Hay que mencionar que esta película fue ganadora del Oscar a mejor fotografía en 1989 y ganadora del premio BAFTA a mejor fotografía y mejor montaje en 1990. El trabajo fotográfico estuvo a cargo de Peter Biziou, un reconocido cineasta británico. Por lo tanto, poco o nada puedo agregar a este respecto, ya que la crítica ha hecho suficientes valoraciones positivas. A mi parecer, el trabajo fotográfico de esta película es sencillamente artístico. Este maneja a la perfección los conceptos de simetría y la división del cuadro en tercios. Quisiera destacar el cuadro donde se ven dos lavamanos, uno para gente blanca y otro para gente de color, donde hay una línea divisora (el tubo del acueducto) separando exactamente en dos mitades el cuadro, lo que nos representa metafóricamente la división racial, además de representarla explícitamente en los letreros sobre los lavamanos. Es un cuadro muy bien pensado y capturado magistralmente. Las múltiples escenas nocturnas que nos revela la película ponen en evidencia el arduo trabajo de iluminación que se realizó para lograrlas. Hay dos escenas muy particulares, en las que se ve una cruz ardiendo. En ellas se manifiesta el concepto de iluminación a tres puntos, en el cual la cruz es la fuente de iluminación principal, y, a la vez, el punto máximo de atención; las cabañas revelan una luz secundaria y las personas que corren son iluminadas por otra fuente lumínica. Estas escenas nocturnas siempre presuponen un reto para los encargados de la iluminación. Sin embargo, todas fueron bien logradas a mi parecer. Tal como mencionaba anteriormente, la película fue acreedora al premio BAFTA a mejor montaje. Este premio fue bien logrado, a decir verdad, ya que la repartición de las escenas contribuyó enormemente a la estética y el impacto de la película. Si la escena inicial no hubiese estado en esa ubicación, o, peor aún, si hubiese sido eliminada, toda la película carecería de sentido. Cada escena tuvo sus planos bien distribuidos y generaron un buen ritmo en la narración. Por último, quisiera anotar que la música de la película estuvo a cargo de Trevor Jones, un compositor sudafricano de música para cine. En el trabajo realizado para esta película, debo resaltar que los efectos musicales y las pistas elegidas contribuyeron a transmitir el miedo que sentían las personas negras ante la aparición de los miembros del Ku Klux Klan, sobre todo en la escena fuera de la iglesia, donde fueron perseguidos y golpeados. Si bien la ambientación musical pudo tener mucha más participación, las escenas que gozaron de ella fueron bien logradas.