Anatomía de La Tercera Persona (Guy Le Gaufey) PDF

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Guy Le Gaufey

Anatomía
de la
Tercera Persona
Traducción de Silvia Pasternac

Portada: Mi\GRJTTI ·:. La obra maestra, 1955, colecc ión particular.


dp~le
école lacanienne de psychanalyse
ÓPfüe /

Consejo Editorial Indice


Josafat Cuevas
Patricia Garrido
Gloria Leff Introducción ........................... . 9
Marcelo Pasternac (director)
Lucía Rangel
Capítulo I La duplicidad del analista ................ . 19
1. La falsa sorpresa freudiana ... . ..... . .. . . . . 21
école lacanienne de psychanalyse 1.1. "Meine Person" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
1.2. "Mi Capitán" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
1.3. La martingala infalible de la asociación
Versión en español de la obra titulada Anatomie de la troisii!me personne de Guy Le libre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
Gaufey. La edición en francés fue publicada por EPEL (Éditions et publications 1.4. Una regl a metodológica. . . . . . . . . . . . . . 32
de la école lacanienne), 29 rue Madame, 75006 París. 1998.
2. El desarrollo de la transferencia . . . . . . . . . . . . 34
Este libro, publicado en el marco del programa de participación en 2.1. La contratransferencia. . . . . . . . . . . . . . . 37
las publicaciones, ha recibido el apoyo del Ministére des Affaires 2.2. Maurice Bouvet y su cura-tipo . . . . . . . . . 39
Etrangéres de Francia y de la embajada de Francia en México 2.3. Sobre algunas variantes . . . . . . . . . . . . . . 43
Edición al cuidado de Marcelo Pasternac
2.4. La "ambigüedad irreductible" de la
transferencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Copyright por Editorial Psicoanalítica de la Letra, A.C. 3. Los dos tiempos del sujeto supuesto saber. . . . 54
Bahía de Chachalacas 28 3.1. Descartes vs.Hegel . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Col. Verónica Anzures 3.2. Últimos destellos de la intersubjetividad. 64
,,. C.P. 11300
3.3. Analista y sujeto supuesto saber: ¿el mismo
México, D.F.
o no?...... .. .... .... . ............ 66
Reservados todos los derechos. Ni todo el libro ni parte de él pueden ser reprodu- 3.4. Lectura del "algoritmo" de la transferencia. 69
cidos archivados o transmitidos en forma alguna mediante algún sistema electró- 4. ¿Dónde está el problema? . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
nico, metánico o cualquier otro sin permiso escrito del editor. 4.1. La neutralidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial
4.2. Últimas precisiones freudianas .. . . .. .. . 75
Capítulo 11 La duplicidad del soberano ... .......... . . . 79
ISBN 968-6982-08-6 1. Una ficción jurídica curiosa: los dos cuerpos
Primera edición en español: 2000 del rey ..... . ......... . . . .. ....... ... . . 81
Impreso en México
1.1. Aliud est distinctio, aliud separatio .... . 87
Printed in Mexico
1.2. La caída del segundo cuerpo . . . . . . . . . . 91 2.3 . ¿Quién transfiere qué? . . . . . . . . . . . . . . . 202
1.3. La imposib le separación . . . . . . . . . . . . . . 96 3. La exclusión freudiana del tercero . . . . . . . . . . 205
2. La noción de "persona ficticia" en Hobbes . . . . 1O1 3. 1. El caso Reik ........... ... . ... .... . 207
2.1. Pequeña historia léxica de la 3.2. ¿Charlatán? . ....... . . .... . . . . ..... . 209
"representación" . . . . . ........ . .. . .. . 101 4. El suspenso de la finalidad .... .. ......... . 2 13
2.2. Elementos de filosofía primaria . 105 4 . 1. La representación meta como tercero ...... . 215
2.3. "Es una persona ... " .......... .. .. . .. . 110 4.2. Lo "ilimitado" de la transferencia .. . .. . . 2 17
2.4. El contrato ... .. . . 116 4.3. Rigores de la equivocación ..... . . . . . . 220
3. De la triplicidad de la tercera persona ...... . . 122
5 . El sujeto representado ........ . . .. .. .... . . 223
3.1 . Las aporías de la "autorización" .. . .... . 126
5.1. ¿Pero entonces quién es "alguien"? ... . . 226
3.2. La escisión íntima cuyo efecto es el "autor". 130 5.2. " ... aquél por quien e l significante vira al
Capítulo /// La pertenencia a sí mismo ... . .... . ..... . 135 signo" .... . . . . . ... .. . ............ . 231
1. Un acontecimiento discursivo: el magnetismo . . 135 Conclusión ............... .. . . .. . ..... .. . 237
1.1 . Las amalgamas del imán .. . .......... . 136 Índice alfabético . . . . .. . .. . .. . ......... . . . 247
1.2. Magnetismo y gravitación : ¿el mismo
combate?.. . .. . ... . . . . . . . . . . . . . . 140
2. Mesmer e l incierto.. . ... . . . . . . .. . ... . . . .. 145
2. 1. La tesis y su plagio . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
2.2 . La invención del magnetismo animal . . . . 150
3. La oleada mesmerista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
3. 1. La ciencia y sus locuras . . . . . . . . . . . . . . 155
3.2. Reveses y éxitos parisienses . . . . . . . . . . . 158
3.3. Nicolas Bergasse: Mesmerismo y agitación
revolucionaria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
4. La desigual división . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
4. 1. Bajo el pavimento: el fluido. . . . . . . . . . . 173
4 .2.El nuevo Jano: individuo/ciudadano. . . . . 174
4 .3. El Terror como solución al clivaje . . . . . . 179
Capítulo IV Retorno a la transferencia . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
1. Los tortuosos caminos de la hipnosis . . . . . . . . 185
1. 1. Las metamorfosis del fluido . . . . . . . . . . . 189
1.2. El hipnotizador fagocitado . . . . . . . . . . . . 192
2. Una pareja motriz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l 95
2.1. Freud y el "Eigenmiichtigkeit" . . . . . . . . . 195
2.2. En los límites de la hipnosis . . . . . . . . . . . 198
Introducción

Pero, ¿qué hay en él que me es tan rebelde, tan lejano? ¿Por qué, en
el momento de hablarme, la sombra de esta tercera persona (que él
dejaría tras de sí al hacerlo) vendrá a desacreditar lo que él podría
decir al respecto? ¡Y es que él es un misterio para mí! Por más que yo
tienda las trampas más ingeniosas para llevarlo a revelar finalmente
lo que, llegado el caso, lo vuelve tercero, apenas abre la boca, inexo-
rablemente se evapora lo esencial de lo que, quizás, él me iba a revelar
sobre él, sobre esa proximidad con respecto a ello, que yo no conozco.
No bien. No como él. ¡Y quiera el cielo que yo sólo me entere a través
de las historias! Cuando me dan ganas 'de darle voz libre en mí a esa
tercera persona-la cual me toca más seguido de lo que quisiera, como
a cualquiera- , una ligera mordedura en el labio inferior me lo recuer-
da: esta vez tampoco será. Cuando se trata de él, se excava una reser-
va. Ni tú ni yo la venceremos. ¿Y entonces, si ni siquiera nosotros,
quien más? ¿Ellos? Más vale no contar con eso. Como cualquiera de
nosotros, cada uno de ellos sólo tendrá una preocupación: decir "yo",
arrojarse sobre esa primera persona por medio de la cual la palabra
se abre un camino, y dejar en un eterno stand by a la que, por defini-
ción, sólo será invitada a los ágapes de la palabra por preterición.
Él... ¡nunca será uno de los nuestros! Si se empeña en serlo, si viene
con nosotros a Sevilla ... ¡pierde su silla! Regresa de allí -halla un
mastín.
En este siglo que se acaba, ese perro se llamó muchas veces "incons-
ciente". Al menos, con ese nombre, Freud despejó las tierras vírgenes
donde su !ch era presionado para advenir: "Wo es war, soll Jch werden".
En el corazón del sujeto hablante, se abría una nueva zona, al mismo
tiempo neutra (en el sentido gramatical del término: ninguna primera
persona la habita), y sin embargo siempre en condiciones de invadir y
obstaculizar las avenidas subjetivas que Descartes había trazado para
su ego, bien prendido a la existencia, ciertamente, pero al precio de
encontrarse abandonado sobre su propio pensamiento. Una vez que
despegó de tan minuciosa y constante coincidencia con ese pensamien-
12 Anatomía de la tercera persona Introducción 13

to, el /ch freudiano podía soportar que se cavara de otro modo el espa- enfermarse, volverse loco, que morirá un día, otro cuerpo con propie-
cio de la tercera persona. Con él, el neutro y el no neutro, con los que dades miríficas se perfilaba. Así, el rey fue concebido como doble: a su
los gramáticos se las habían arreglado hasta entonces para calibrar a cuerpo vivo y mortal se le adjuntaba, se le adosaba un cuerpo indefini -
esa persona, aguantaban que un tercer término se introdujera en su mi- damente perenne, que todavía no se confundía con lo que hoy se llama
tad: a esas representaciones reprimidas que no puedo considerar como Estado. Nos acercaremos a esa invención jurídica, que debía derrum-
mías en tales o cuales ocasiones, ya no me estará permitido considerar- barse a comienzos del siglo XVII. Cuando, más tarde, otro tipo de rey
las solamente ajenas. Lo que en mí paga tributo a lo que él recuerda se eclipsó, y más aún cuando lo hizo bajo la cuchilla de la guillotina,
entonces vagamente haber sido, genera un trastorno espesífico. Toda una inversión iniciada hacía mucho tiempo se completó: mientras que
una zona intermedia de la personación se encontró abierta de este modo, el cuerpo de ese rey resultaba estar finalmente, en su vivisección mis-
con suficiente vivacidad como para adoptar a veces aspecto de sismo. ma, reducido solamente a la unidad fúnebre del cadáver, aquél que fue
durante tanto tiempo su sujeto de una sola pieza se mostraba, curiosa-
Sin embargo, si inscribíamos este acontecimiento dentro de un contex-
mente, duplicado a su vez.
to epistémico mucho más amplio, se podía adivinar una relación insos-
pechada: que al proponer de ese modo su hipótesis del inconsciente, el El signo de esta duplicidad nueva, a la vez di screto y atronador, se lee
psicoanálisis se inscribió en Ja lenta y sorda evoluc ión de una ya en el título de la declaración de los Derechos del hombre Y del ciu-
personación del sujeto que se encontraba en las rupturas y meandros de dadano. Incluso si hoy, por costumbre, y también por algunas otras
la constitución de los Estados modernos. Si la intimidad aparentemente razones más profundas, nos remitimos al apelativo de los "Derechos
más tabicada, Ja de la transferencia que está en juego en la cura, revela- del hombre", conviene no olvidar que en el momento de asentar su
ba en el mejor de los casos Ja complejización del juego concerniente a novísima legitimidad, en ese fin de agosto de 1789, después de su tabla
la tercera persona, se volvía turbador seguir paralelamente cómo - pri- rasa de la noche del 4 de agosto, los Constituyentes no pudieron evitar
mero con Hobbes, su Leviatán, y su muy poderoso concepto de "perso- ese doblete: los Derechos sólo del hombre hubieran sido una aberra-
na ficticia"- la introducción de la representación en política había veni- ción política, los Derechos sólo del ciudadano habrían anticipado la
do a echar abajo la estructura de esa misma tercera persona. Con otras constitución que se trataba de realizar. La citada declaración no podía
premisas y otras conclusiones, ciertamente, pero instal ando allí tam- entonces hacerse más que en esa mitad completamente nueva que dis-
bién entre "persona" y "no persona" esas "cosas personificadas" (como tinguía y conectaba al "hombre" con el "ciudadano". Es imposible
las llamó desde el comienzo Hobbes), que tenían la siguiente especifi - confundirlos, es imposible separarlos: el ciudadano pertenecía, de en-
cidad: eran sujetos del derecho, pero en ningún caso podían decir "yo", trada, plenamente a su nuevo soberano -el pueblo, o la nación-, era una
si no era por interposición de algún otro, debidamente designado para parcela inalienable de su "voluntad general", mientras que el "hombre"
tal efecto. Entre el "él" de "él me ama .. ." y el "él" [tácito en español] de parecía no estar ahí más que con el fin de evitar una sujeción aún más
"llueve", toda una población de "actores" se alzaba así en busca de ese implacable que la que había vinculado al antiguo súbdito a su rey de
nuevo concepto de representación , al ll amado de un "él me autoriza ... " . derecho divino. Ese "hombre" se volvía entonces un nombre para de-
signar lo que no pasa por la representación política capaz de articu lar a
¡Nada de eso es muy nuevo' , se dirá quizás. ¿No era esa la condición
partir de ese momento al ciudadano con su representante, que debía
del curador, que el derecho romano ya destinaba a los menores jurídi-
poner en práctica la vol untad general. Y así, en ese escenario complejo
cos? ¿No era eso también lo propio de esa invención medieval: la
-que iremos visitando en algunos de sus arcanos-, se alzó una cuestión
teoría de los dos cuerpos del rey? Dos cuerpos heterogéneos
de siempre, pero tomada a partir de entonces dentro de coordenadas
indisociablemente mezclados se requerían para sostener una concep-
completamente nuevas: la de la pertenencia a sí mismo. Se acabaron
ción jurídica de la realeza que no se confund iera con una propiedad
las cazas de brujas, la predominancia de lo religioso y de lo demoniaco,
individual. El rey no era un señor propietario de los bienes de la Coro-
y se vieron muy reducidos los auxilios inmemoriales de la sapiencia; se
na, como lo era de sus propios bienes señoriales: ¿entonces qué relacio- alzaba, en cambio, la vocecita del magnetismo, a partir del momento en
nes jurídicas mantenía en calidad de rey con la Corona, una e indi visi-
que se trataba de saber a quién, a qué le correspondía lo que, en el hom-
ble? Gracias a E. Kantorowicz, podemos saber que las respuestas no se
bre revolucionario "regenerado", presa de su nueva soberanía, no era
contentaban con ser de orden religioso , sino que ya daban testimonio
reductible únicamente al ciudadano.
de un tráfico sutil con la tercera persona: detrás del rey vivo, que puede
14 Anatomía de la tercera persona Introducción 15

El evocador nombre de Mesmer todavía engaña, del mismo modo que ba las premisas magnéticas de Mesmer con su "sueño lúcido") a la
Mesmer engañó maravillosamente a su mundo en el París anterior a la desaparición de la palabra "magnetismo" por la de "hipnosis" aportada
Revolución. Previamente, durante los siglos XVII y XVIII, el poder de por el inglés Braid (1843), de "la atención" de Liebeault a la "libido"
los imanes ya se había apropiado, efectivamente, de las mentes para freudiana, pasando por Charcot y sus experimentos, toda una serie de
convencer de que un fluido magnético universal regenteaba a la mate- prácticas, íntimamente vinculadas entre ellas por la noción de "fluido",
ria, a imagen de la invisible gravitación newtoniana. A ese fluido gene- serpenteaba a lo largo del siglo XIX. Lejos de las turbulencias del
ral ya sólidamente instalado, Mesmer le agregó en 1776 una invención juego político, unas veces en nombre de la ciencia, otras veces en nom-
de su cosecha, ese "Magnetismo animal", que debía alcanzar su clímax bre de la medicina, se revelaba con ellas lo que, en el hombre, tenía el
en París de 1778 a 1788, hasta que al menos el anuncio de la cercana poder de determinarlo sin que él supiera nada al respecto. Parecía
convocatoria de los Estados Generales lo relegara a la sombra. Hijo de necesario entonces sondear lo que, en ese hombre considerado como
las Luces, impregnado por completo de cientificidad, ese magnetismo siempre en su falsa eternidad, escapaba de la representación que él se
animal permitía fácilmente adivinar una panoplia de fuerzas oscuras daba de sí mismo (confundida muy a menudo con su "conciencia"), sin
que en su totalidad, individuales y sociales por igual, se oponían a la que se pensara mucho en el hecho de que esta duplicidad subjetiva
perfecta y natural igualdad del fluido. Fuerzas inquietantes, más bien pudiera ser también una consecuencia de su nueva naturaleza política.
laicas, pero de entrada muy políticas, cosa que olvidamos con demasia- El inconsciente freudiano -miembro de esa estirpe a pesar de todos los
da frecuencia, pero que trató de hacer comprender el portavoz y porta- "cortes epistemológicos" con los que a veces se lo quisiera proteger-
plumas parisiense de Mesmer, Nicolas Bergasse. Tan seguidor de llevaba a su culminación la intimidad de ese clivaje: ¿quién se habría
Rousseau como de Mesmer, él presentaba el fluido magnético como la internado en la búsqueda de huellas de un "ciudadano" en el ser víctima
base física de una teoría correcta del cuerpo político: de las represiones y de las fantasías vinculadas con su vida sexual? Por
ese lado, el camino estaba cerrado y, en conjunto, así se quedó.
Si por casualidad el magnetismo animal existiera ... -escribía ya en 1786 Inversamente, y de manera muy extraña, un síntoma raro no cesó de
en uno de sus libelos- qué revolución , yo le pregunto, señor, no nos cabría esmaltar la vida de los grupos analíticos a lo largo de todo el siglo XX:
esperar 1?
cuando tuvieron a bien no reducir sus ambiciones a la tarea terapéutica,
los analistas permanecieron la mayoría de las veces apartados de un
Elegido en la Asamblea Constituyente, se desempeñó en ella muy acti-
reconocimiento estatal directo. Al contrario de casi todas las demás
vamente, como luego lo hizo Brissot, futuro jefe de los Girondinos, en
profesiones, les bastaron para reagruparse unas leyes asociativas sin
la Asamblea Legislativa. Los dos se conocieron primero alrededor de
ninguna especificidad. Ya en 1926, cuando Freud se ve obligado a
una cubeta, como otros partidarios del fluido de Mesmer (La Fayette,
intervenir, a causa del asunto Reik, para escribir su artículo "¿Pueden
d'Éprémesnil, Carra) que se encuentran aquí y allá en el seno del perso-
los legos ejercer el análisis?'', la relación del analista con el poder de
nal revolucionario, mezcladas todas las tendencias.
Estado es la de una estricta exterioridad. El Estado no es juzgado apto
En los tiempos en que el ciudadano hacía de este modo su entrada para reconocer -y garantizar, como lo hace en el caso de todos los
triunfal en la política bajo la égida de una nueva soberanía - y resultaba títulos que produce- al analista calificado. Sólo sus pares son conside-
con ello irreductiblemente doble, cli vado por la representación instala- rados en posición de hacerlo, según Freud, al menos, quien lo espera de
da en el centro del sistema que lo hacía nacer-, el mesmerismo se eclip-- los primeros "institutos" que existen entonces. No faltarían los inten-
saba casi tan discretamente como el propio Mesmer, que no murió has- tos, sobre todo a través de la Universidad en estos últimos veinte o
ta 1815, y se contentó con una existencia de rentista itinerante a partir treinta años, de paliar ese peligroso hiato que, dejando en la lejanía a la
de 1786, sin pensar más en practicar su arte. Pero el germen ya estaba garantía estatal, mantenía viva la amenaza de charlatanería. Ahora bien,
sembrado: de Puységur a J. P. F. Deleuze, del abate Faria (que ya nega- la resistencia de los analistas sobre este punto es tanto más notable
cuanto que proviene de grupos a los que separan muchas cosas por lo
demás. ¿Por qué están de acuerdo sin tener que consultarse siquiera en
1. Citado en el libro de Robert Darnton, La.fin des Lumieres. Le Mesmérisme et cuanto se trata de su relación con el poder de Estado? Aquí se presenta
la Révolution [El.fin de las Luces. El mesmerismo y la Revolución], París, O.
Jacob, 1995, pág. 132. la tesis central de esta obra.
16 Anatomía de la tercera persona Introducción 17

A causa de la transferencia. Freud fue el primero en marcarla con una estrictamente con ninguno, e incluso su abatimiento sobre el analista
ambigüedad imposible de eliminar: en unas ocasiones la describe como que se vuelve su soporte cumple la regla. Maurice Bouvet, por su par-
la sorpresa de las sorpresas, lo que no nos esperábamos, que lo compli- te, hubiera querido hacer de él un ser distinto, imposible de confundir
ca todo, y en otras, como la cosa más trivial del mundo, que se encuen- con el analista. Muy por el contrario, gracias a su nominación de "su-
tra por todos lados en la mayoría de las relaciones humanas, el coadyu- jeto supuesto saber", Lacan habrá logrado tomar nota de una especie de
vante sin el cual -y esto es una precisión crucial- el análisis mismo no dehiscencia del analista, de un inicio de partición que no cesa de no
sería posible. ¿De qué se trata con este ser bífido? Aparentemente, si realizarse, allí donde Freud se había contentado con los acentos de la
seguimos más o menos de cerca la falsa sorpresa de Freud , se trata de falsa sorpresa para sostener una doble verdad: no, no soy yo, es la neu-
un movimiento afectivo más bien positivo del paciente (de la paciente) rosis, aunque ... sí, con todo, también soy yo.
hacia el analista. Todo es de lo más trivial si nos reducimos a esto, en
En esta exfoliación deliberadamente as umida por parte de uno de los
efecto. Menos trivial es la respuesta en acto del analista: ni responde a
dos participantes -que despeja así una formación nueva sin conferirle
ella, ni deja de responder, y tampoco se contenta con guardar silencio al
nunca esa independencia, esa circunscripción que la constituiría como
respecto. La cosa se complica. ¿Entonces qué hace? Al menos acepta
un ser propio-, propongo leer un rudimento del clivaje íntimo que divi-
volverse el soporte de ese ser de ficción que la palabra y los comporta-
de al sujeto político a partir de su determinación en la lógica de la
mientos del paciente tejen con regularidad. No actúa de tal modo por
representación (en teoría desde Hobbes, en los hechos desde el periodo
simple benevolencia, sino porque espera de ello material para su inter-
revolucionario). Ya se ha insistido mucho, y con razón, sobre el hecho de
vención interpretativa. Así, podríamos creer que su actitud está justifi-
que el psicoanálisis no habría podido ver la luz 1nás que por un cierto
cada sobre una base técnica: la transferencia es soportada en tanto que
apoyo tomado sobre el discurso de la ciencia galileana; pero este aspecto
condición del acto. Sin embargo, esto equivaldría a si lenciar demasia-
de las cosas, capaz de justificar y de sostener en su interior numerosas
do rápidamente lo que, una vez más en este caso, ocurre con respecto a
hipótesis, sigue siendo masivamente inoperante en cuan to a una com-
la tercera persona.
prensión cualquiera de la transferencia. Además, medir a esta última
Así que hay dos ... ¿pero dos qué? Los designaremos por el momento a prioritariamente por el rasero del amor/odio y de las pasiones en general,
partir de la capacidad que los especifi-;a en su encuentro: dos seres como se acostumbra, implica prepararse para no entender nada sobre su
hablantes, que se las ingenian al principio para no ser más que dos. "La valor "gramatical", sobre esa manera que tiene de preparar el escenario
situación analítica no soporta terceros'', escribe Freud con todas las de la tercera persona. Inversamente, ubicar ese esbozo de tercera perso-
letras, en la introducción de su obra "¿Pueden los legos ejercer e l aná- na producida por la transferencia en la misma dirección de la fractura
lisis?", para explicarle a su " interlocutor imparcial" (como lo llama, y abierta por la "persona ficticia" de Hobbes, permite ver cómo esa trans-
alto funcionario del Estado, por lo demás), por qué no lo puede poner ferencia utiliza la cuestión del tercero y, a cambio, la aclara.
en la postura de espectador de una cura. Nada de grabadora, ni de
A riesgo de adoptar aires de aprendiz de brujo, los analistas no titubean
espejo sin azog ue, ninguno de esos trucos experimentales con los cua-
demasiado, en general, en permitir que se desarrolle esa formación "no
les se convoca a un tercero para disponer de un entendimiento de la
de artificio, sino de veta",2 como lo precisaba bellamente Lacan, sin
experiencia que aseguraría su posible reproducción. En el instante en
saber de antemano adónde eso los llevará , a ellos y a sus pacientes.
que es lanzada la regla fundamental, provoca, por el contrario , una
Ahora bien, para mantener al respecto la estatura de un signo de inte-
clausura casi monacal, que los anali stas, interesados por la laiéidad,
rrogación, para conservar en ello la dimensión de una ignorancia acti-
prefieren en general llamar el "marco" analítico . Ahora bien, en ese
va, es casi increíble el arreglo en el que a veces es necesario lanzarse.
marco, el lugar del tercero es dejado en blanco para quedar reservado
Absolutamente todo se apresura para venir a amueblar ese vacuum crea-
solamente al libre juego de la transferencia.
do con tanta dificultad; todavía hoy las inquietudes por la ética se en-
Intentaremos seguir el nivel de consistencia que Freud, Lacan y unos
cuantos más han entramado alrededor de lo que no me atrevo a llamar 2. J. Lacan , Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l'école,
aquí "tercero", en la medida en que equivaldría a forzar demasiado, una Annuaire de l'EFP, 1977, pág. 10. [Hay edición en español: Proposición del 9
vez más, su individuación, a distinguirlo demasiado de cada uno de los de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escue la y otros textos, Buenos
dos seres hablantes que se lo intercambian, siendo que no se confunde Aires, Manantial, 1991, pág. 13.]
18 Anatomía de la tercera persona In.traducción. 19

cuentran allí en primera fila, acompañadas por diversas preocupacio- que articula sus diferencias: ni el uno ni el otro puede dirigirse a un
nes que apuntan a la terapéutica, al cuidado, al conocimiento, incluso al tercero para hacerle legalizar lo que ambos hacen cuando permiten así
deseo, o aún a la liberación del sujeto. que escape una tercera persona. Ése es el verdadero escándalo, y la
fuente de su profunda ignorancia recíproca.
Sea cual fuere el objetivo que en cada caso se fijen, en el momento de
esgrimirlo, los estorba mucho, salvo si se abaten, ahora y siempre, so- Lacan hizo de ello una máxima digna de adornar una fachada: "El analista
bre la única dimensión terapéutica de su acto. 3 Pues en el momento de no se autoriza más que por él mismo." ¡Cuántas tonterías no habremos
fijar ese objetivo de una vez y para siempre, y de hacer de él, así, un ser escuchado al respecto a manera de comentarios' En primer lugar, por
aparte, una tercera persona en forma, bien individualizada, sentimos parte de los que no habrán visto en ella más que una autosuficiencia
claramente al leerlos que predican a favor de su parroquia, en busca de fuera de lugar desde todos los puntos de vista (¡y en efecto, la frase
una identidad profesional cuya nebulosidad soportan tanto peor cuanto tenía muy distintas ambiciones'). El los mismos, con frecuencia, no
que el personaje del analista se encuentra ya en los cuatro rincones de encontraron palabras lo bastante duras para señalar el costado de tal
la cultura. ¿Y no es capaz de explicar claramente lo que hace durante máxima que alentaba a la charlatanería: " ¡Entonces cualquiera puede
las sesiones? ¡Qué escándalo! volverse psicoanalista!" Los alumnos más preocupados por la respeta-
bilidad se apropiaron, por su parte, de ciertas palabras que Lacan había,
Presento aquí la hipótesis de que la ausencia de una misión social esta-
una vez, pegado a la máxima, agregando entonces que e l analista no se
blecida del analista viene directamente de la naturaleza de la transfe-
autorizaba más que por él mismo "y por algunos otros". ¡Ah, esos
rencia, y que en el mismo momento en que el analista volviera públicas
"algunos otros"! Cuán bienvenidos fueron por todos aquéllos y aqué-
sus metas y su función, les mostraría a todos y a cada uno que se en-
llas a quienes la formula espantaba por su aparente solipsismo. ¿Esos
cuentra en un impasse sobre ... la transferencia. Basta con olvidarlo,
"otros" no eran acaso psicoanalistas? ¿Acaso Lacan no sobreentendía
olvidar esa curiosa exfoliación de una tercera persona a partir de una
de ese modo que un analista debía ser autorizado -ciertamente no por
situación de interl ocución, para hallarse en un mundo más o menos
el Estado- sino por sus colegas y otros camaradas? Entonces, ¡uf! ,
ordenado, donde cada uno - yo, tú, él- responde, desde su lugar, a sus
regresamos '11 punto de partida, el que Freud había planteado con sus
nombres y a sus cualidades. Un gato, a partir de ese momento, ya no es
Institutos. Pues bien, no.
más que un gato, y la "realidad" (clínica, traumática, pulsional, políti-
ca, etc.) vuelve a tomar la delantera sobre ese lenguaje que la transfe- "El analista no se autoriza más que por él mismo" excluye solamente
rencia -ella y sólo ella- permitía apreciar en su justo valor. .. subjeti van te. que un tercero en debida forma - bien individuado- se intercale entre el
analista y el anali zante: ni el Estado, ni las sociedades de análisi s, es-
Esta extraña situación convierte al analista en una especie de competi-
cuelas y otros institutos, ni tampoco esas formas sutiles del tercero que
dor directo del Estado. Reconozco la indecencia que hay en considerar
son los objetivos compartidos, puestos en común. Es cierto que el "él
en un mismo ptano competitivo a dos formaciones tan heterogéneas;
mismo" de esta fórmula no es nada fácil de captar, pues no es el reflejo
pero me permito sin embargo hacerlo, en razón de su trato común con
de un "yo mismo"; 4 no implica la mismidad, ni quién sabe qué
la tercera persona. Tanto uno como el otro fabrican deliberadamente
reflexividad apropiativa, sino, por el contrario, una pura exclusividad.
tercera persona; uno, hasta perderse de vista; el otro, a hurtadillas. Uno,
Es "él'', y ningún otro, con que el analista "se autoriza'', lo cual está
en su gloria y su poder, dentro de la magnificencia del Derecho; el otro,
reforzado, por lo demás, por el "no ... más que" de la fórmula, que es
a pesar suyo, en la penumbra cerrada de su consultorio. Con una cosa
una restricción, y no una negación . Lejos de subrayar alguna inflación
de identidad, ese "él mismo", ese pronombre duplicado (que sigue por
3. Quien quiera convencerse de ello podrá remitirse a la reciente obra de J. Sandler su parte a un verbo reflexivo) presenta así, en la triviali dad de su anáfo-
y A. U. Dreher, Que veulenl les psyclwnalysles ! (Le probleme des bur.1· de la
rhérapie psychanalytique) {¡Qué quieren los f'Sicoanalislas! (El problema
de las metas de la rerapia f'Sicoanalírica)] , París, PUF, 1998. El título habría
4. El diccionario Petit Roberr, si nos remitimos só lo a él, distingue de entrada
podido parecer excelente. Desgraciadamente, el subtítulo da a entender que la
entre un empleo no reflexivo de la expresión "él mismo" ("él mismo no sabe
pregunta sólo es planteada por los psicoanalistas, quienes se ocupan de res-
nada"), y un empleo reflexivo ("La buena opinión que tiene de él mismo" ). A
ponderla. Esta positividad meritoria atraería las flechas disparadas por
pesar de las apariencias gramaticales, el "él mismo" de la fórmula no es re-
Kierkegaard sobre lo que él llamó en su momento "la falsa seriedad".
flexivo.
20 Anatomía de la tercera persona

ra y la indefinida neutralidad de su referencia, la más valiosa de las Capítulo I


indicaciones en cuanto a la localización del problema: la divergencia
aquí presentificada entre "analista" y "él mismo": eso es la transferen-
cia, en aquello a lo que apunta, al menos.
Atacar frontalmente a ese Jano hubiera sido una apuesta. Más valía
apostar que una buena parte del misterio de esta divergencia reposaba La duplicidad del analista
sobre la noción de "autorización" que une aquí a los dos términos y los
distingue: alrededor de ella, una vez aplanada la "irreductible ambigüe-
dad" de la transferencia, recorreremos algunos de los accidentes, meta-
físicos y políticos a la vez, que manufacturaron la noción de "persona" Las concepciones ele la transferencia elaboradas en el campo del psi-
ordenada por esta autorización, las dos íntimamente vinculadas al con- coanálisis implican una dualidad, incluso una duplicidad de la persona
cepto de representación. Con un acento muy especial sobre ese asunto que ocupa ese lugar, llamado por momentos "del analista", y por mo-
sinuoso que, desde Mesmer hasta Freud y Lacan, pasando por muchos mentos "del médico". Se trata de una duplicidad constitutiva en la me-
otros, habrá corrido, lejos de los avatares de la ciudadanía, bajo la cu- dida en que el que resulta ser el blanco de este conjunto complejo de
bierta de una extraña "relación'', ya que ése fue el término invariable sentimientos, de representaciones y ele afectos diversos y variados
que, desde Mesmer, les sirvió a todos y a cada uno para designar el recubiertos por la palabra "transferencia", se presenta a él mismo como
vínculo entre el magnetizador y el magnetizado, el hipnotizador y el no confundiéndose con ese blanco; a lo mucho, hace lo necesario para
hipnotizado. autorizar, para facilitar su surgimiento, pero sería un completo error de
entrada si él se identificara con esa formación que proviene exclusiva-
Manteniendo de este modo desunidos, y sin embargo entretejidos aquí
mente, a primera vista, del paciente.
y allá esos hilos disímbolos, admitiremos progresivamente que la "no
relación " del analista y del poder de Estado no tiene nada ele un olvido Antes de servir para describir lo importante de la relación analista-
reparable en este último, o ele una actitud ele filibustero de altura en el paciente, la palabra Übertragung (tran.1ferencia) sólo es utilizada por
primero. Que su ignorancia recíproca se debe a dos polít icas diame- Freud para designar de qué manera una representación toma otra a su
tralmente opuestas sobre un mismo eje: allí donde el Estado confunde, cargo, en la mayoría de Jos casos de manera indebida por lo que se
no sin razón y pertinencia, a la tercera persona con una finalidad in- refiere a la racionalidad aparente del vínculo forjado de ese modo, en Ja
cuestionable en la cual se resuelve como en su punto de fuga perspectivo medida en que el funcion amiento inconsciente domina y regula la ope-
(el bien común), el anál isis, con sólo abrir el escenario transferencia!, ración. En el año de 1895, la palabra Übertragung se encuentra así muy
remite a sus actores a las condiciones de producción ele esta tercera cercana, y casi se confunde con la expresiónfalsche Verknüpfung, un
persona. Lejos de tomarla de entrada por lo que pretende ser: un dato "falso anudamiento". 1 El ejemplo que Freud extrae en ese momento de
separado, revela llegado el caso su naturaleza artificiosa, su indefinido su lectura de la prensa francesa para ilustrar la cosa no necesita comen-
despliegue. Y así, en ese punto estratégico ele la finalidad por la cual tario: unos campesinos franceses asisten por primera vez a una reunión
esta tercera persona posiblemente se individua, el analista y el poder ele de la cámara de Diputados el día en que una máquina infernal, colocada
Estado se dan la espalda. Mejor es saber cómo y por qué. por los anarquistas, explota ruidosamente, justo al final de un discurso.
Como la bomba no provocó daños detectables, nuestros hombres con-
cluyeron sin ambages del hecho que así se anu ncia protocolariamente
el final de cada discurso en este hemiciclo, tan prestigioso para ellos.

1. Ver la aparición del término al final de los Estudios sobre La histeria, Obras
Co mpletas, Buenos Aires, Amorrortu ed., 1987, tomo 11, pág. 306.
22 Anatomía de la tercera persona
La duplicidad del analista 23

Al hacer esto, efectúan (según Freud) un "falso enlace" 2 característico, sentaciones donde una le delega a otra el poder de representarla y, por
por pura contigüidad.
el otro, un movimiento afectivo que primero se declaró bajo la forma
Del mismo modo (¡o casi!), el sueño según la Traumdeutung realiza del amor. Para percibir correctamente la pertinencia de esta correla-
unas transferencias, Übertragungen (se observará de inmediato el plu- ción, antes que nada nos preguntaremos por qué Freud escogió con
ral). Cuando la censura, por la razón que sea, impide el paso a una tanta frecuencia presentarla bajo la tonalidad de la sorpresa.
representación reprimida, ésta - que por sí misma presiona irreversible-
mente hacia.su "devenir conciente"- se consigue un representante, en
este caso otra representación, consciente esta vez, que, por algún rasgo, l. l. La falsa sorpresafreudiana
valdrá por la que no puede tener acceso a la conciencia. Es el destino de
los restos diurnos, de esas representaciones cualesquiera encontradas Aunque de modo más o menos marcado dependiendo de la dirección
principalmente en la actividad psíquica de la víspera, que servirán para de sus diferentes escritos sobre el tema, esta dimensión de surgimiento
expresar todo lo que no puede hacerlo directamente, a causa del funcio- inopinado de la transferencia se desarrolla en general bajo la pluma de
namiento encriptado del sueño. En esos primeros tiempos de las elabo- Freud del modo siguiente: durante su explicación de los síntomas, don-
raciones freudianas, la noción de Übertragung sigue siendo, por lo tan- de se descubre sucesivamente la representación patógena, la represión
to, bastante cercana a la de Entstellung (deformación) y a la de y las resistencias, y todas las numerosas elaboraciones que acompañan
Verschiebung (desplazamiento). La transferencia es la figura por la el empleo de esos términos, de repente surge aquél que no nos esperá-
cual una representación es al mismo tiempo desplazada y deformada, bamos. Todo iba, de verdad, bastante bien, y paf: una nueva dificultad
pero éstos no son más que tanteos conceptuales, pues muy pronto ya no aparece, todavía más abrupta que las anteriores, incluso si pronto nos
se tratará de una misma representación que migra y se transforma, sino enteramos de que va a revelarse como un valioso auxiliar, indispensa-
del establecimiento de un vínculo entre dos representaciones, vínculo ble, a decir verdad .
que vuelve a la representación preconsciente o consciente la represen-
tante, en el sentido político del término, de la que permanece prohibi - Es, de modo ejemplar, el caso en uno de los principales textos de Freud
da, inhibida, reprimida: inconsciente. sobre el tema, su vigesimoséptima conferencia, titulada: La transferen-
cia. El número de la conferencia ya dice bastante: dado que sólo(!) son
De manera que cuando Freud se ve obligado a tomar nota de los víncu- veintiocho, es por lo tanto la penúltima, y la transferencia adquiere en
los afectivos impetuosos que encuentra en sus pacientes (de ambos ella, de entrada, un aire de lechuza de Minerva. Durante los dos prime-
sexos), como está decidido a no atribuirle sus éxitos únicamente a su ros tercios de la conferencia, nuevamente, no dice ni una palabra sobre
persona, tiene al alcance de la mano, preparado, el aparato mínimo el tema anunciado. El termino mismo está escondido, y no será objeto
para describir lo que ocurre: el "médico", el "analista", debe entender- de ninguna aclaración en las veintiséis conferencias anteriores. Prime-
se en esa situación como, digamos, un "gran" resto diurno (o más bien ro se ofrece al descubrimiento el funcionamiento de la "terapia analíti-
un potencial de restos diurnos). Ofrece por él mismo, por sus rasgos, ca", cómo se trata en ella de "volver conciente lo inconsciente", si esa
sus maneras, su postura, su voz y las mil particularidades de su presen- terapia merece ser llamada "causal" o no, el problema llamado clásica-
cia con respecto a su paciente, lo que va a permitir que las representa- mente "de la doble inscripción", las dificultades debidas a las resisten-
ciones reprimidas de este último se expresen, y cada una se enganchará cias que se oponen de diversas maneras a los objetivos terapéuticos, el
transferencialmente a tal o cual rasgo del médico. La transferencia (tal problema de la sugestión, cuando de repente Freud exclama, en una
como se entiende hoy, en tanto que elemento clave de la relación analista/ frase nominal hecha a propósito para abrir el apetito: "Y ahora, los
analizante) nació de este cruce entre, por un lado, un sistema de repre- hechos" [Und nun die Tatsache].
¿Qué "hechos"? Misterio. Nuevamente, Freud, que no escatima sus
2. También podremos leer sobre ese lema en la larguísima nota de las páginas 88- efectos, previene que a pesar de innegables éxitos, su terapia sufre fra-
90 de los Estudios sobre la histeria, op. cit., donde Freud detalla ampliamente casos imprevisibles con ciertas categorías de pacientes:
un caso de "falsa asociación" en Emmy von N .. ., así como las definiciones
que da de la "mésalliance" ["alianza inconveniente") (en francés en su texto),
pág. 307 de la misma obra. Esos pacientes, paranoicos, melancólicos, aquejados de demencia pre-
24 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 25

coz, permanecen en conjunto impasibles e inmunes contra la terapia Por más inverosímiles que se vuelvan esos vínculos tiernos, y a pesar
psicoanalítica. ¿Porqué será así'I [. .. ]Nos encontramos aquí ante un esta-
do de hecho [Tatsache] que no comprendemos 3 [ ... ].
del privilegio otorgado a las relaciones heterosexuales gracias a las
cuales conviene de entrada el vocabulario del amor, 7 Freud , con todo,
no evita el asunto por mucho tiempo:
Sólo en ese momento aparece un "segundo hecho para el cual
no estábamos de ninguna manera preparados". 4 A saber que, después
¿Qué ocurre con los pacientes masculinos? Tendríamos derecho a esperar
de cierto tiempo, conviene observar que los enfermos, aquéllos a quie- que en este caso nos sustraeríamos de los enfadosos efectos de la diferen-
nes Freud acaba precisamente de llamar "nuestros histéricos y nuestros cia de sexos y la atracción sexual. Pero no; nuestra respuesta es que no
obsesivos", se comportan "hacia nosotros [gegen uns] -escribe- de ocurre nada muy diverso que en el caso de las mujeres. El mismo vínculo
una manera muy particular." Tendremos que esperar todavía alrededor con el médico, la misma sobreestimación de sus cualidades, el mismo
abandono al interés de él y los mismos celos hacia todo cuanto lo rodea en
de cuatro páginas para poder leer la palabra misma:
la vida.

Llamamos tmnsferencia a este nuevo hecho que t.111 a regañadientes ad-


mitimos. Creemos que se trata de una transferencia de sentimientos sobre
Apenas se ha emplazado esta omnipresencia del amor en el "hecho" de
la persona del médico, pues no nos parece que la situación de la cura avale la transferencia, nos enteramos, en el mismo párrafo, de la existencia
el nacimiento de estos últimos. 5 de una forma de transferencia "hostil, o negativa". Pero cualquier lec-
tor paciente de Freud sabe que la ambivalencia de los sentimientos es
El ejemplo genérico que Freud toma entonces para darse a entender es una especie de piedra de toque de su doctrina, y la existencia -también
típico de un repliegue realizado desde el comienzo, y del que será difí- "fáctica", supongámoslo- de esa negatividad de sentimientos no pue-
cil deshacerse luego: "Si se trata de una muchacha o de un hombre de, bajo su pluma, más que reforzar ese cuadro en el cual transferencia
bastante joven [... ]",entonces sí - prosigue- se podría considerar "nor- y amor se confunden . De ahí su decepción de científico cuando se im-
mal" el enamoramiento que parece tener lugar de ella hacia él. Pero - pone semejante realidad, semejante "hecho", en una cura con aparien-
escribe unos renglones más abajo- si: cias hasta ese momento casi quirúrgicas:

[ ... ] esos vínculos tiernos reaparecen siempre, incluso en las condiciones [ .. .] semejante confesión nos toma por sorpresa; se diría que echa por
más desfavorables, con desproporciones francamente grotescas, igualmente tierra nuestros cálculos. ¿Puede ser que hayamos omitido en nuestro plan-
en la mujer ya anciana y hacia el hombre con barba encanecida, aun allí teo los pasos más impmtantes?
donde a nuestro juicio no puede tener lugar ninguna atracción, entonces
tenemos que abandonar la idea de un azar perturbador y reconocer que se
Y de hecho, a medida que nos adentramos en la experiencia, menos pode-
trata de un fenómeno relacionado con la naturaleza misma del estar enfer-
mos negarnos a esta enmienda vergonzosa para nuestro rigor científico.X
mo en lo más íntimo que tiene [dem Wesen des Krankseins selbst im
lnnersten]. 6
7. Más caricaturesca aún se presenta la introducción al famoso te xto
O' "Observations sur l' amour de transfert" [" Puntualizaciones sobre el amor de
transferencia"]: "Entre todas las situaciones que se presentan, só lo citaré una,
3. S. Freud, "Le transfert", 27' conferencia, in La Transa, nº 8/9, París , marzo de particularmente bien circunscrita, tanto a causa de su frecuencia y de su im-
1986, pág. 50. [Otra traducción af español: S. Freud, "La transferencia'', 27' portancia real como por el interés teórico que ofrece. Me refiero al caso en que
conferencia, Obra.~ Completas, Buenos Aires, Amorro1tu ed., 1987, tomo XVI, una paciente (weibliche Patientin), ya sea por medio de transparentes alusio-
pág. 398. Hemos optado por traducir directamente del francés cuando algún nes, ya sea abie1tamente, da a entender que, al igual que cualquier simple
argumento se juega con el texto tal como había sido traducido a ese idioma, y mujer mortal (sterbliches Weib), se ha enamorado de su médico-analista
tomamos la traducción existente en Amonortu ed. en los demás casos. N. de (analysierenden Artz)", en La technique psyclwnalytique , París, PUF, 1970,
T.] pág. 116, Trad. al francés de A. Berman revisada. [Otra traducción en español:
4. S. Freud, "La transferencia", 27' conferencia, op. cit., pág. 399, "eine zweite "Puntualizaciones sobre el amor de transfere ncia", en Trabajos sobre técnica
Tatsache [... ] aufdie wir in keiner Weise vorbereitet waren", el subrayado es psicoanalítica, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu ed., 1987, tomo
mío. XII, pág. 163.]
5. /bid., pág . 402. 8. "Aber ein so/ches Gestandnis überrascht uns: es wirfi unsere Berechnunl{en
6. S. Freud, "Le transfert", 27' conferencia, in La Transa, op. cit., pág. 58. [En über den Hauf'en. Kiinnte es se in, dab wir den wichtil{sten Pos ten aus un.ferem
español: "La transferencia", 27' conferencia, op. cit., pág. 401-402] Ansatz wegl{ela.uen haben! Und wirklich, je weiter wir in der Erf'ahrung
26 Anatomía de La tercera persona La duplicidad del analista 27

El tono empleado aquí no deja de evocar una amarga decepción que puede Pero entonces, si se reconoce que dicho factor forma parte hasta ese
verse en cierta forma de galanteo: alguien, que andaba como especialista punto del orden de las cosas, ¿por qué diablos conservar las tonalida-
impasible de las cuestiones del amor, se encuentra muy a su pesar enredado des de la sorpresa, por qué mezclarlas con tanta constancia (ése es el
justamente en esos sentimientos que tenía planeado ahorrarse. caso hasta el final de la obra) con las de la implacable lógica? ¿Nos
estaremos enfrentando, con esta curiosa postura enunciativa de Freud,
Sería fácil multiplicar aquí las citas en las cuales Freud ubica en la
a la pareja Cándido-Pangloss, donde uno grita como un descosido frente
categoría de la sorpresa la aparición de la transferencia. "Fenómeno
a la miseria y la injusticia del mundo para que el otro le despliegue cada
inesperado" (en esa 27ª conferencia), "untoward event" escribe en in-
vez con mayor fuerza las perfectas disposiciones de la Armonía
glés cuando comenta la transferencia de Anna O. sobre Breuer, 9 "una
preestablecida y sus imperiosas necesidades?
complicación inesperada surge", 10 confiesa en el momento de presen-
tar el desarrollo de una cura a un "interlocutor imparcial": con la trans-
ferencia, podríamos creer que surge el perfecto arruina-curas, aquél
que no nos esperábamos. 1.1.1 "Meine Person"
Y sin embargo, para nuestra sorpresa esta vez, estaría igualmente per-
Cuando, por ejemplo, al final de la primera parte del famoso capítulo
mitido reunir otras citas que muestren exactamente lo contrario: seme-
jante transferencia no podía no sobrevenir.
VII de La interpretación de los sueños, Freud se ocupa en justificar 1J-
regla fundamental llamada de asociación libre, observa que equivale al
levantamiento de lo que él llama una representación-meta, una
[ ... ] un análisis sin transferencia -escribe Freud en la Selbstdarstellun.¡.;-
es una imposibilidad. No se crea que la engendra el análisis y únicamente Zielvorstellung. El discurso conciente habitual, en efecto, tiende co-
se presenta en él, pues éste sólo la reve la y aísla. La transferencia es un múnmente hacia una representac ión, animada por cierto "querer-decir"
fenómeno humano universal, decide sobre el éxito de cada intervención que, en el mejor de los casos, ordena la secuencia de las frases. Eso es
médica y aun gobierna en general los vínculos de una persona con su exactamente lo que Freud les pide a sus pacientes que no hagan, para
ambiente humano ... 11
privilegiar, por el contrario, la Einfall, la idea lateral e imprevista que
busca atravesarse en el discurso orientado por una meta. Anota, sin
¿Ah, sí? ¿Así de trivial es la cosa? Igualmente, en la introducción de su embargo, dos excepciones regulares:
artículo "Sobre la dinámica de la transferencia", escrito y publicado en
1912, Freud no titubea al escribir: Cuando le pido a un paciente que no reflexione y me diga todo lo que se
le pase por la cabeza [alles Nachdenken.fahren.zulassen], planteo en prin-
Deseo agregar aquí algunas observaciones que permitirán que se com- cipio [so halle ich die Voraussetzun¡.; fest] que no puede dejar que se
prenda que la transferencia se produce inevitablemente [n.otwen.di¡.;] en vayan [nicht.fahrenlassen kahn] las representaciones-meta del tratamien -
una cura psicoanalítica [... ] 12 to, y considero que debo encontrar una relación entre las cosas en aparien -
cia más inoce ntes y más fo1tuitas que podrá decirme sobre su estado. Hay
otra representación -meta que el paciente no sospecha: ist die mein.er
kommen., desto wen.iger kiin.nen. wir dieser .fur unsere Wissen.chafllichkeit Person. 13
beschiimerulen Korrektur widerstreben. ", S. Freud, "La transfe rencia", 27°
conferencia, op. cit., pág. 40 l.
9. S. Freud, Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico, Obras
La antigua traducción francesa de Meyerson es, respecto a esto, fría-
Completas, Buenos Aires , Amorro1tu ed., 1986, tomo XIV, pág.11. mente (y falsamente) objetiva, contentándose con: "es la persona de su
10. S. Freud, La questi<ín de l 'an.alyse profane [La cuestión del análisis profa- médico". Strachey, también muy incómodo, pero más audaz a pesar de
no], París, Gallimard, 1985, pág. 97. [Otra traducción al español: ¡Pueden. los
legos ejercer el análisis?, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu ed.,
1988, tomo XX.]
11. S. Freud, Presentación autobio¡.;rúfica, Obras Completas, Buenos Aires, 13. S. Freud, L'in.teprétation des reves, París, P.U.F., pág. 452, traducción revisa-
Amorro1tu ed. , 1988, tomo XX, pág. 40. da. Texto alemán: Die Traumdeutun.¡.;, Studien.ausf?abe, vol. 11, Frankfurt,
12. S. Freud, La technique psychanalytique, op cit., pág. 50. [Otra traducción al Fischer Verlag, 1972, págs. 508-509. [Otra traducción al español: La interpre-
español: Sobre la dinámica de la transferencia, Obras Completas, Buenos tación de los sueños (se¡.;unda parte), Obras Completas, Buenos Aires,
Aires, Amorrortu ed., 1987, tomo XII, pág. 97.] Amorrortu ed., 1988, tomo V, pág. 525.]
28 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 29

todo, escoge permanecer familiar: one relating to myself 14 Pronto ve- particularmente terrible, empleado en Oriente". Ahora sigamos a Freud
remos que no hay prácticamente razón para confundir "la persona del al pie de la letra:
médico", "die meiner Person" y "myself'.
Aquí se interrumpe, se pone de pie y me ruega dispensarlo de la pintura de
Esta doble discreción de Freud con respecto al funcionamiento de la los detalles. Le aseguro que yo mismo no tengo inclinación alguna por la
regla fundamental, que por otro lado se supone que no tiene falla, dice crueldad, por cierto que no me gusta maitirizarlo, pero que naturalmente
mucho sobre su concepción de la transferencia, al menos en esa época no puedo regalarle nada sobre lo cual yo no posea poder de disposición.
(pero a lo largo de múltiples reediciones, él no juzgó necesario realizar
el menor retoque al respecto). Por un lado, se reserva el derecho de ¿Sobre qué dice Freud no tener poder? Sobre el hecho de que lo que se
recordarle al paciente -y con seguridad aún más a la paciente- que está presentó en la mente de su paciente efectivamente se le presentó. Ahora
allí para un tratamiento, que no conviene que pierda de vista esa repre- bien, se acordó justo el día anterior que cualquier cosa que llegara se
sentación-meta (cuando todas las demás deben por el contrario ser diría ipsofacto. Freud marca entonces aquí su retiro de la cortesía y de
mantenidas a raya); y, por otro lado, sabe (pero entonces, una vez más, la benevolencia que buscarían que se le ahorre al otro cualquier displacer,
¿por qué los tonos de sorpresa?), sabe, digo, que ese mismo paciente, juzgándolo conjuntamente "inútil", y se atiene firmemente a su regla.
esa misma paciente no dejan de mantener, aunque más no sea sin saber- Pero, ¿de qué nos enteramos cinco páginas más adelante, siempre en el
lo, pensamientos hacia su persona. Veamos esto con más detalle, si- relato de esta misma sesión del 3 de 9ctubre? A Freud la cosa le parece
guiendo la dirección del método freudiano, que pasa por el caso. 15 lo bastante importante como para subrayarla él mismo:

En un momento dado, cu.ando le hago notar que yo m.ism.o 110 soy cruel.
reacciona llamándome "nú ca,,itán.". 11
1.1.2. "Mi capitán"
En su redacción definitiva del caso, Freud es todavía más explícito:
Por suerte, se han editado las notas cotidianas tomadas por Freud en su
análisis de quien más tarde habría de llamarse "El hombre de las ratas". [... )al final de esta segunda ses ión , [el paciente] se compmtó como ato-
Así que llega el jueves 3 de octubre de 1907, día de la segunda sesión. londrado y confundido. Me dio repetidas veces el trato de "[mi] Capitán" ,
Con ocasión de la primera, el día anterior, Freud le comunicó a su pa- probablemente porque al comienzo de la sesión le había señalado que yo
ciente las "dos condiciones principales" del tratamiento: la consigna de no era cruel como el capitán N., ni tenía el propósito de martirizarlo inne-
cesariamente [unniitig erw e ise]. 18
asociación libre, y el hecho de no tomar ninguna decisión importante
mientras duren las sesiones, lo que Freud llama en ese momento (¡en
nuestros días lo tenemos un poco olvidado!) la regla "de abstinencia". Esto no dice nada sobre tormentos eventualmente "útiles" cuya exis-
Ese jueves, acostado en el diván, el que no se llama todavía el hombre tencia Freud protegería, o pone muy poca atención, por el contrario, a
de las ratas se lanza al relato de su encuentro fortuito, con ocasión de la "utilidad" de la crueldad del capitán N .. ., la misma que ocasiona en el
recientes maniobras militares, con un capitán checo de quien precisa de hombre de las ratas esas violentas sensaciones que Freud describe como
inmediato que "evidentemente amaba lo cruel". 16 Mientras comían jun- "el horror de un goce ignorado por él mismo". Como sea, lo esencial
tos, ese capitán se había lanzado a su vez en el relato "de un castigo de lo que busco ubicar aquí sobre la transferencia está dado en este
sainete: por una parte, Freud no se toma de ningún modo por el capitán
cruel (y no duda en decírselo a su paciente), quien le contesta de inme-
14. S. Freud, The interpretation ofDreams, trad. James Strachey, Penguin Books,
1982, pág. 679.
15. Sobre este punto, c{r. Jean Allouch, "De la méthode freudienne ", in Freud, et 17. S. Freud, L'lwm.me aux rats . .lournal d'une analyse [El hombre de las ratas.
puis Lacan, París, EPEL, 1993, muy especialmente las páginas 46-56. · [En Diario de un análisis}, París, PUF, l 974, pág. 41. [Las ediciones en español
español: Freud, y después Lacan, Buenos Aires, EDELP, 1994, págs. 45-58] (Amorrortu ed., Tomo X, y Ed. Nueva Visión, Los casos de Sigmund Freud,
16. S. Freud, A propósito de un caso de neurosis obsesiva (el "Hombre de las tomo 3) no tienen sesiones anteriores al día 1O de octubre.]
Ratas"), Obras Completas , Buenos Aires, Amorrortu ed., 1988, tomo XIV, 18. /d., A propósito de un caso de neurosis obsesiva, ºI'· cit., pág. 135, versión
pág. 133. revisada.
30 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 31

diato, y no sin pertinencia, que precisamente él sí lo toma por ese capi- ción libre", que le permitió abandonar la hipnosis. Sin embargo, debe-
tán. Y si Freud inscribe de entrada en sus notas esa reacción de su mos regresar a ello para, al iluminarlo de cierta manera, mostrar su
paciente y la subraya, para luego, en su exposición pública, darle tan punto de enganche con el desencadenamiento de la transferencia.
poco misterio, es en efecto porque percibe que esta réplica repetitiva Ésta sólo se impone en efecto al término de una serie de fracasos suce-
del hombre de las ratas es su última palabra.
sivos, relacionados todos con la concepción traumática que Freud se
Esta serie de intercambios introduce mucho mejor a la cuestión de la construye entonces con respecto de la etiología de la neurosis. La cosa
transferencia que la historia de la primera paciente que se echó un día al comienza con el descubrimiento penoso de los límites bastante estre-
cuello de Freud declarándole su ardor. La primera respuesta de Freud, chos de la hipnosis, pero en un movimiento característico del propio
ante la demanda de su paciente de pasar discretamente por alto todas sus Freud: en un primer momento, se contenta con pensar que no es un
bajezas, se apega a la regla que se había promulgado el día anterior: buen hipnotizador, y que otros operan mejor que él. Como siempre, un
caso vendrá a probarle lo fundamentado de las prevenciones que man-
Superar sus res istencias - prosigue dirigiéndose siempre a su paciente jus- tiene respecto a eso: una de sus pacientes recae regularmente al cabo de
to después de haberle dicho que no podía dispensarlo- es una orden [Gebot] algún tiempo tras cada uno de sus tratamientos hipnóticos, y Freud se
de la cura a la que no podemos sustraernos. 19 dice que no logra hacerle alcanzar e l grado máximo de hipnosis que su
caso requiere, el de sonambulismo con. amnesia. Pero Bernheim, por su
¿Qué diablo impulsa a Freud a emplear aquí la palabra "Gebot'', que parte, gran maestro de la hipnosis, ¡Bernheim seguramente lo lograría!
ciertamente no pertenece solamente al lenguaje militar, pero con todo Y durante el verano de 1889, Freud y su paciente con un nombre tan
se encuentra en él? Pues si bien queda excluido también perentoriamente prometedor, 20 lo bastante acomodada como para hacer el viaje, se van
sustraerse a tal Gebot, bastará con imaginarla como fuente de displacer camino a Nancy. ¡Qué va! El gran Bernheim tropieza también:
para hablar de ... ¡suplicio! La respuesta, tranquilamente inexorable, de
Freud ("Lo que se le ocurrió es lo que se le ocurrió, yo no puedo hacer Pues bien; Bernheim intentó con ella varias veces [lograr que alcan zara el
nada al respecto") ubica la llegada de los pensamientos a la mente en e l nivel de sonambuli smo con amnesia], pero no obtuvo más. Me confesó
nivel de la llegada de las ratas al ano. Pensemos so lamente aquí en el llanamente que él alcanzaba los grandes éx itos terapéuticos mediante la
sugestión sólo en su práctica hospi tal aria, no con sus pacientes priva-
suplicio de las ratas con este pequeño agregado: las ratas podrían elegir dos.21
entre precipitarse dentro el ano del supliciado o huir (o quedarse en el
tarro). De ser sádica, la historia se vuelve escatológica, vagamente in-
Así que el problema no está completamente del lado ele los talentos del
decente; le otorga la mayor importancia a la psicología ratil y deja a
hipnotizador. Por entonces, pasa por el consultorio de Freud cierto nú-
nuestro hombre de las ratas exilado de este "goce ignorado por él". No.
mero ele pacientes histéricas a quienes aplica con mayor o menos suerte
La historia no funciona, no merece su calificativo de sádica (y no tiene
algunas sesiones de hipnosis, cuando llegafriiulein Elisabeth:
interés para el paciente de Freud) más que si las ratas no tienen opción.
Ningún cuestionamiento deberá realizarse al respecto, so pena de des-
En el caso de la señorita Elisabeth -escribe- , desde el comienzo me pare-
bandada inmediata. Pero el método de asociación libre debe también ció verosímil que fu era conciente de las razones de su padecer; que, por lo
ser imposible de frenar, o si no, no es nada. tanto, tuviera sólo un secreto, y no un cuerpo extraño en la conciencia.
[... ] Al comienzo podía, pues, renunciar a la hipnosis, con la salvedad de

1.1.3. La martingala infalible de la asociación


libre
20. Su verdadero nombre era Anna von Lieben. ¡No es un invento' Inmediata-
No deseo recorrer enteramente ese tópico de la historia del psicoanáli- mente después del fracaso de Bernheim, Freud la envió también a París a ver
a Charco!. No sabemos si el gran hombre tuvo más éxito que los otros dos ..
sis: ¿cómo llegó Freud a emplazar este método llamado de la "asocia-
Cfr. Jacqueline Carroy, Hypn11se, .rn¡;¡;estion et psyclwl11¡;ie [Hipnosis, su-
¡;esti<Ín y psicolo¡;ía], París, PUF, 1991, pág. 187.
19. S. Freud, L'lwmme aux rats. Journal d'une analyse, op. cit., pág. 43. 21. S. Freud, Presentacilin aurobi11¡;rá/ica, op. cit., pág. 17.
32 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 33

servirme de ella más tarde si en el curso de Ja confesión hubieran de surgir refractari a. Freud se encuentra entonces ante una especie de ecuación :
unas tramas para cuya aclaración no alcanzara su recuerdo.22 buen humor+ rechazo= malhumor. Concluye de ello lo siguie nte, que
tiene un gran peso en nuestra balanza:
Vemos aquí, entonces, a la hipnosis reducida (como la coca en su mo-
mento23) al papel de coadyuvante. Ahora bien, con Elisabeth, que es
Me resolví entonces a suponer qu e e l mt.\to do nun ca fracasaba, y que bajo
tan seria, la cosa se resiste firmemente: la pres ión de mi mano Elisabeth tenía s iempre una ocurrencia en la me nte
o una imagen ante los oj os, pero no todas las veces estaba di spuesta a
" Vea usted - le dice e lla [cada vez que él se ve ll evado a recurrir a la co muni cárme la, si no que intentaba volver a sofocar lo conjurado 1... 1 Pro-
hipnosis]- no estoy dormida, no me pueden hipnotizar''.. 24 cedí e nto nces como s i estu viera e nteramente convencido de la confiabi lidad
de mi técnica. Ya no lo dejt.\ pasar cuando e lla aseveraba no ocurrírse le
Freud recurre entonces a un procedimiento especial, muy controverti- nada. Le aseguraba que por fuerza al go se le había ocu rrido; acaso e lla no
le había prestado sufi cien te atención. 27
do entre los hipnotizadores: toca a su paciente. En la postura delicada
en que ella lo coloca con sus rechazos reiterados, saca su último as y
Se efectúa un salto esencial, y de inmediato Fre ud lo extiende mucho
pone las manos en su frente, sigu iendo la técnica que había utilizado
más allá de la particularidad del caso:
con Miss Lucy:
1 ... ·1 o bien e ll a había c reído que su oc urrencia no era la pertinente. Y le
Así, cuando llegaba al punto en que a la pregunta: "¿Desde cuándo tiene
decía que esto último no era cosa de su co mpete ncia ; estaba ob ligada a
usted este síntoma?" o "¿A qué se debe eso?", recibía por respuesta : "Real-
mantener total objet ividad y a dec ir lo que se le pasara por la cabeza,
mente no lo sé", procedía de la siguiente manera: Ponía la mano sobre la
viniera o no al caso. Por último, que yo sabía con certeza que algo se le
frente del enfermo, o tomaba su cabeza entre mis manos, y le decía: "A ho-
había oc urrido; ell a me lo mantenía en secreto, pero nunca se libraría de
ra, bajo la presión de mi mano se le oc urri rá. En e l instante en que cese la
sus dolores mie ntras mantu vie ra al go en secreto. Med iante ese esfo rzar
presión, usted verá ante sí algo, o algo se le pasará por la mente como
conseguí q ue realme nte ning una pres ión res ultase ya infructuosa. Me vi
s úbita ocurrencia, y debe capturarlo. Es lo que buscamos . - Pues bien;
precisado a suponer que lwbfa discenúdo de nwnera correcta el estado
¿qué ha visto o qué se le ha ocurrido?" 25
de lu cuestiún, y a ral'z de este análisis cobré de hecho una c or~/ianza
absoluta en nú técnica. 28
Pero E lisabeth persevera en su indocilidad, ella que al inicio parecía
poder prescindir de toda hipnosis. Y Freud, quien continúa no conside- Esto es muy aprop iado para escandalizar a quienquiera que se conte n-
rándose un terapeuta irresistible, se dice que decididamente hay días tara con ver en ell o una inducc ió n errónea, acompañada por una intimi-
buenos y días malos. 26 Sin embargo, observó que los fracasos ocurrían dación feroz("[ .. .] nunca se libraría de sus dolores mientras mantuviera
sobre todo cuando Elisabeth estaba de buen humor, mientras que la algo en secreto"), ese "pasaje en el límite" es, sin embargo, una pieza
imposición de las manos funcionaba siempre cuando estaba de mal decisiva del método freudiano. 29 ¿Por qué un juicio tan arriesgado, e
humor. Y además, su buen humor vira al malhumor cuando se muestra incl uso tan abiertamente falso, si só lo se trataba de ente nder lo
fac tual mente?
22. Id., Estudios sobre la histeria , op. cit. , pág. 154. Es la única salida que Freud e ncuentra para poner término a la pulseada
23. Sobre este largo y apasionante episodio de Freud y de la coca, referirse al que lo vincula con su paciente, al menos e n la medida en que él snbe
capítulo de Jean Allouch : "Freud coquero", Letra por letra, B.uenos Aires, que este último, fatalmente, se opondrá en algún momento a su terapeu-
Edelp, 1993, págs. 25-40.
24. S. Freud, Estudios sobre la histeria , op. cit., pág. 160.
25. !bid., pág. 127. Un pequeño detalle al pasar: cuando la presión cesa es cuando 27. lbid., pág. 168.
se espera que se presente la idea. La sucesión se impone de entrada a la 28. S. Freud, Estudios sobre la histeria, op. cit., pág. 168. Los subrayados son
contemporaneidad. Sobre esta práctica del "toq ue en Ja frente", presente e n míos.
Liebeault, Bernheim y Noi zet (su inventor), ver R. Roussillon, Du baque! de 29. Q ue vo lvemos a encontrar sin demasiadas dificultades en la otra afirmación
Mesmer au "baquet'' de Freud [de la cubeta de Mesmer a fa "cubeta" de teórica del mismo periodo: todo sueño es una realización de deseo . Tomado
Freud], París , PUF, 1992, pág. 103. fac tualmente, este e nunciado parece difícilmente aceptable. Si no o lvidamos
26. "Las primeras ocasiones en que apareció esta contumacia acepté interrumpir el su íncipit metodológico, en cambio, suena de un modo un poco di stinto: si
trabajo so pretexto de que el día no era propicio ; otra vez se1ía.", !bid., pág. 167. queremos interpretarlo, entonces sí, todo sue ño es una reali zació n de deseo.

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34 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 35

ta por razones toca ntes al objeto mismo del procedimiento: la repre- de que la coca le permitía volver a alcanzar su forma máxima precisa-
sión. La resistencia del paciente no puede no ser planteada, correlato me nte cuando no se encontraba en el máximo, pero que, por el contra-
inevitable de la definición de la representación inconsciente como re- rio, la misma dosis sólo tenía poco efecto cuando ocurría que estaba
presentación reprimida que, al mismo tiempo, aspira por sí misma a naturalmente "en su mejor forma" . El asunto se reduce ahora a un com-
vol verse conciente (es su indispensable costado "rata"), pero ve nueva- bate entre él (y sus diversos medios técnicos) y su paciente, quien no
mente rechazado ese destino por la instancia misma que la relegó fuera puede ser planteado aparte de su patología, como es el caso con bastan-
de lo conciente, y continúa sin quitarle los ojos de encima. te frecuencia en medicina. Ahora bien, si el inconsciente es efectiva-
mente lo que Freud imagina entonces al respecto, queda excluido apos-
tarlo todo a la cooperación del paciente. Está claro que es importante,
l. l. 4 Una regla metodológica que sin ella no se hará nada, pero contentarse con ella sería fatal. Por
eso conviene plantear metodológicamente el enunciado de acuerdo con
el cual la palabra del paciente ya no le pertenece. Esto no puede ser
El hallazgo de Freud equivale entonces a abandonar al paciente en
del orden del más o del menos; unas veces le pertenecería, otras veces
tanto que interlocutor, manteniéndolo al mismo tiempo como hablan-
no le pertenecería. No. A partir de esto, en el marco de cada una de las
te. Como Freud le dice claramente a Elisabeth: en lo referente a saber si
ses iones por venir, el paciente dejará de sopesar en la báscula de lo
lo que ella va a decir tiene o no interés, "esto no era cosa de su compe-
verosímil y de la conveniencia lo que se presenta por sí mismo. Ésa es
tencia". Esa brutal descalificación del juicio en aquél o aquélla de qui en
la regla. Que se siga con mayor o menor aplicación no cambiará en
se espera la "confesión" es ante todo metodológica en la medida en que
nada su naturaleza de regla.
imparte a cada uno el papel que deberá desempeñar en la distribución
de la palabra. Pero, a fin de cuentas, ¿qué es una "regla metodológica"? En el lugar mismo de esa exclusión, al mismo tiempo metodológica y
soberana (soberana por ser metodológica), la transferencia va a surgir
Cuando un estudiante se lanza e n la resolución de un problema de física
e n su doble polaridad, que Freud no deja de atestiguar: primero sorpre-
relativo a un sistema determinado, se encuentra en la obligación de
sa, puesto que si la regla hacía caso omiso del paciente como inter-
empezar su demostración con estas palabras: "Considero a l sistema x
locutor, ya no tendría que intervenir en el campo operatorio delimitado
(luego viene una descripción somera del sistema y de sus componen-
de este modo más de lo que debería hacerlo el paciente bajo el escalpe-
tes) como aislado físicamente." Sin embargo, todo el mundo sabe, em-
lo del cirujano. Pero también la ausencia de sorpresa, pues este relega-
pezando por el alumno y su profesor, que ningún sistema está nunca
miento del paciente en el papel de proferir una palabra sin juicio reitera
verdaderamente aislado "físicamente", aunque más no sea en razón de
a su manera la represión, e implica una poderosa reacción. Vista desde
la omnipresente gravedad y por el hecho de que necesita "reposar", de
ese ángulo, la regla se presenta en efecto en la misma dirección de la
alguna manera, sobre otra cosa. Y sin embargo, cada vez que se quieren
hipnosis, pues establece (y no demanda, ni exige, ni obliga) que la ac-
estudiar las fuerzas en juego dentro de un sistema dado (una construc-
ti vidad de juicio crítico del paciente perderá toda posición "meta", y
ción metálica, un sistema biela-manivela, etc.), conviene circunscribir-
será reducida de entrada al nivel de pensamientos tan cualesquiera como
lo "aislándolo" así, no físicamente, sino metodológicamente. Y no se
c ualquier otro. Los hipnotizadores no tenían otro objetivo, aunque con
trata aquí de una pura .flatus vocis pues, a lo largo de la solución del
una diferencia, sin embargo; ellos querían hacer callar a esa instancia
problema, será necesario, consecuentemente, impedirse traspasar la
crítica, reducirla al silencio en el tiempo mismo de la hipnosis, 30 mien-
circunscripción primera que constituirá entonces ley por el simple he-
tras que Freud le da la palabra, contentándose con establecer
cho de haber sido enunciada como tal. La " regla fundamental" del psi-
reglam1,.1tariamente que ya no tiene poder sobre el curso mismo de la
coanálisis viene en este lugar.
palabra, pues está destinada a hundirse en ese flujo.
Mientras Freud se toma el pulso (y por lo tanto se busca coadyuvantes)
para saber si va a ganar en la lucha contra las fuerzas de la represión o
no, se encuentra en la postura en que estaba durante su experimenta-
ción sobre la cocaína, cuando medía con el dinamómetro su "forma" 30. E incluso más allá, como lo piensan todavía hoy los que se espantan de los
del día, primero sin coca, luego con coca. Esto lo llevó a darse cuenta poderes de la hipnosis sólo para alojar mejor allí las dulces angustias vinola-
das a la más extrema pasividad ...
36 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 37

En general, no se pone la atención suficiente a la naturaleza del pacto después de su desaparición, un lienzo que, durante mucho tiempo, prác-
que se establece con el enunciado de esta regla, vivida con frecuencia ticamente no conoció más que su pincel.
en nuestros días como una obligación vacía de sentido (¿quién podría
En primer lugar, en razón de un hecho muy simple; pero tontamente
decir verdaderamente sin reservas lo que le viene a la mente?). Sin
insistente: con lo que muy pronto fue llamado la "segunda regla funda-
comentar más ese punto por el momento, me contentaré con anotar la
mental" - la obligación para todo analista de haber emprendido y lleva-
existencia de ese momento curioso, aparentemente paradójico, en que
do a buen puerto un análisis en tanto que paciente-, los analistas de la
se le ex ige expresamente al juicio del paciente que acepte, con toda
"segunda generación" tuvieron que escoger los candidatos que admi-
conciencia, por lo tanto, una regla que destituye a ese mismo juicio de
tían a estos "anál isis didácticos" . En los diferentes institutos que se
sus funciones más propias. ¿Se trata acaso de una nueva forma de ser-
crearon entonces en el seno de la I.P.A., siempre siguiendo más o me-
vidumbre voluntaria?
nos el modelo del primer in stituto de Berlín, estos didactas se preocu-
Me apartaré aquí del estricto comentario freudiano en la medida en que paron por apartar de entrada a las personalidades demasiado patológi-
Freud, obstinadamente, sostuvo que la transferencia era ante todo una cas, tanto del lado de la neurosis como - y aún más- del de la psicosis.
producción de la neurosis. Tal fue el caso, por ejemplo, en su texto Ahora bien, al tomaren análi sis a unos individuos que no presentaban
decisivo Recordar; repetir y reela/Jorar ( 1914), donde daba una nueva en su comportamiento nada que pudiera considerarse como "neurosis
definición, técnicamente precisa, de la transferencia: lo que el paciente clínicas", se toparon con la sorpresa (¡ellos también!) de ver que se
no consigue recordar a través del método de la asociación libre - y que, establecían transferencias que no tenían nada que envidiarle, tanto en
sin embargo, fiel al impulso del "deven ir consciente", no cesa de aspi- su intensidad como en su "capricho" [''.fántaisie "J, a las de los pacien-
rar a la expres ión- se pone en acto en e l marco de la relación de trans- tes más trastornados. El argumento de Freud según el cual había que
ferencia entre analista y paciente. E l Agieren, que el inglés acting out referir en primer lugar la irrupción de la transferencia a la "naturaleza
traduce lo bastante bien como para que el español y el francés lo hayan misma del estar enfermo en lo más íntimo que tiene", no se sostenía ya.
adoptado, aportaba su piedra a la idea freudiana dominante de acuerdo La primera en atreverse a decirlo en voz alta fue Ida Macalpine, en un
con la cual la causa de la transferencia debe buscarse en primer lugar artículo bastante esbozado, pero que habría de hacer época, publicado
del lado del paciente: lo que él no puede decir (o dar a entender), lo en 1950 bajo el título: ''The Development of Transference" .32
muestra;11 nos gustaría decir a la Wittgenstein. Hasta el punto que la
S u argumentac ión es simp le: la transferencia es desencadenada por la
causa primera de la transferencia parecía deber referirse, una vez más,
situación de la cura. El (ya) famoso "marco analítico" se impone como
a la " naturaleza misma del ser-enfermo en lo más íntimo que tiene" .
una versión más moderna de la Freud'.1·che Psychoanalytische Methode ,
Ahora bien, sobre este punto, las opiniones de los freudianos posterio-
de acuerdo con e l título mismo del artículo de Freud de Í 904, y
res cambiaron suficientemente como para que al menos se tome nota de
Macalpine construye su artículo sobre el esquema, trivial después de
ellas.
esto entre los partidarios del "marco", de acuerdo con el cual la frustra-
c ión impuesta por el analista produce la regresión, que a su vez desen-
cadena la transferencia, que vuelve por su parte posible el tratamiento.
l. 2. El desarrollo de la transferencia
Primero, ella se toma el cuidado de establecer claramente la ambigüe-
dad de Freud en cuanto a la causalidad de la transferencia; 33 por un
Durante la vida de Freud, nada muy estridente se escribiría a propósito
de la transferencia; o más exactamente, de la causalidad de la transfe-
rencia, pero las experiencias de unos y otros habrían de modificar, poco 32. Ida Macalpine, "Thc Development ofTransference", Psyclwanalytic Quarterly,
1950, nº 19, págs. 501-539. Este texto sólo fue traducido al francés muy
tardíamente, y publicado en la Revue //-anraise de psychanalyse, XXXVI,
1972, 3, págs. 443-474. Por otro lado, desde 1939, Michael Balint había
3 1. A cualquier precio que pudiera costarle, a veces. Este valor de la transferencia atraído la atención de la comunidad freudiana sobre esos probl emas a través
fu e retomado en Mús allá del principio de placer, como uno de los tres enig- de sus aitículos "On Transference and Counter-Transference" ( 1939) y "On
mas que conducirían al concepto freudiano de " re petición" en su vínculo con the Psychoanalytic Training System" ( 1947).
el instinto de mue1te. 33. No es lo menos curioso en este largo texto de Macalpine e l hecho de verla
38 Analomía de la tercera persona La duplicidad del analista 39

lado, pone en fila sin esfuerzo las citas donde él da a saber, por ejem- De ahí su definición de la transferencia: "Una capacidad de adaptarse
plo, que "ese carácter particular de la transferencia no debe, en conse- a l hacer una regresión''. 36 ¿Adaptarse a qué? A la situación de la cura,
cuencia, atribuírsele al tratamiento, sino que debe imputársele a la neu- :d ahora famoso "marco". Lo más notable, en esta reversión realizada
rosis misma del paciente", 34 pero apunta que él sugiere también, llega- por Macalpine, le corresponde al lugar que ella le otorga ahora a la
do el caso, que "el analista debe reconocer que el paciente que se ena- "contratransferencia".
mora es llevado a ello por la situación analítica [ ... ]". Ida Macalpine,
por su parte, se erige claramente en la abogada de la segunda posibili-
dad, sobre la cual dice que "Freud no la desarrolló ni la precisó". l. 2. 1. La contratransferencia
Nos daremos de entrada una idea del tono general del artículo si entra-
mos en conocimiento de los quince puntos que Macalpine termina por La palabra no era nueva. El propio Freud la había empleado bastante
ordenar unos tras otros para dar cuenta de las causas de la transferen- pronto 37 para designar las reacciones del analista. Sin embargo, no le
cia, contentándose con numerarlas para dar una vaga impresión de or- puso mucha atención, y nada permite imaginar en é l una especie de
den: d ialéctica entre la transferenci a del paciente y la contratransferencia
de l analista. Ahora bien, es precisamente esta veta la que habría ele
1) la supresión del mundo objeta!; 2) la constancia del entorno; 3) la to mar unos visos de desencadenamiento e n los años cincuenta. Esto no
rutina inamovible de la ceremonia analítica; 4) la no respuesta del analista significa que el artículo ele Macalpine haya servido ahí de disparador;
en tanto que repetición de situaciones infantiles; 5) la intemporalidad del más bien fue testigo en un lento movimiento de vuelco. Theodor Reik,
inconsciente; 6) las interpretaciones en un nivel infantil, que favorecen
un comportamiento infantil; 7) el papel del yo reducido a un estado inter-
entre otros, ya se daba a conocer desde hacía algún tiempo a través de
medio entre el dormir y el sueño (por la regla fundamental); 8) la disminu- sus múltiples publicaciones como alguien que no titubeaba en poner en
ción de la responsabilidad social (una vez m:ís a causa de la regla); 9) e l j uego sus propias reacciones inconscientes durante la sesión, reaccio-
e lemento mágico de la relación médico-enfermo; 10) la asociación libre, nes que él convertía en el trampolín ele sus interpretaciones. 38 Dentro
al liberar las fantasías inconscientes del control conciente; 11) la autori -
de una veta claramente idéntica, numerosos analistas conocidos en los
dad del analista; 12) la entera simpatía de otro, seguida por la desilusión
y por lo tanto, una vez más, de regresiones; 13) la ilusión de una completa años cincuenta (Donald Winnicott, Margaret Little, Annie Reich, etc.)
libertad; 14) una frustración de toda satisfacción que provoca, también en buscaron poner de relieve la noción ele contratransferencia, y la hicie-
este caso, la regresión infantil; 15) el analizado se separa cada vez más del ron pasar ele un casi oprobio a un reconocimiento pleno y completo.
principio de realidad y cae bajo el dominio del principio de placer.
El oprobio provenía por supuesto de lo dicho por Freucl: si la transfe-
Sus conclusiones, como se sospecha, son más bien francas: rencia es, en lo esencial, una producción del analizado, conviene no dar
más consistencia a un movimiento ya de suyo bastante incómodo, res-
Ya no se puede sostener, por ell o, que las reacciones del anali zado durante pondiéndole con la misma fuerza y en el mismo tono. En esta concep-
,:. el análisis sobrevengan espontáneamente. Su comportamiento es una res- ción, se le suplica al analista que ponga un freno a cualquier
puesta a la situación infantil estricta a la que está sometido. 15 contratransferencia eventual, y se espera que su análisis "didáctico" lo
habrá capacitado para ello. A esto, los partidarios de la contratrans-
ferencia responden, con la sensación de tener a su favor una mayor
preocupación por la frescura y la veracidad: oigan, es evidente que el
seguir fielmente, sin pestañear, la "sorpresa" de Freud ante la transferencia:
"Freud, quien tuvo que abrirse un camino paso a paso para crear una técnica
nueva, fue tomado completamente en descampado cuando se encontró por 36. lbid., pág. 469.
primera vez con la transferencia, en su nueva técnica." O también: "Cuando, 37. Especialmente en su famosa carta a Ferenczi del 6 de octubre de 191 O: "[ ... ]
para su estupefacción, Freud se encontró con la transferencia en su nueva Además , no soy ese superhombre Ya que hemos construido, ni he superado
técnica [... ]" Ida Macalpine, "Le dévéloppement du transfert'', op. cit., págs. tampoco la contratransferencia [... ]", S. Freud-S. Ferenczi, Correspondance,
460 y 470. (1910-1914), París, Calmann-Lévy, 1992, pág. 231.
34. Cita también a Ferenczi y a Rado, que van uniformemente en la misma direc- 38. Su obra más famosa desde ese punto de vista si gue siendo : "Listening with the
ción. Third Ear", pero la mayoría de sus demás publicaciones va en el mismo sen -
35. Ida Macalpine, op. cit., pág. 464. tido.
40 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del ana lista 41

analista está agitado por sentimientos diversos y variados durante toda ferencia como un dato de la naturaleza humana en su conjunto además
la cura, e incluso es deseable que así sea, en vista del material con el de una producción únicamente de la gran histeria, ese movimiento de-
que se enfrenta y al que se expone. Así que dejemos de practicar la bía, finalmente, resultar ser decisivo al incluir al analista en el grupo de
política del avestruz y otorguémosles a estos sentimientos, a estas emo- aquéllas y aquéllos llamados a transferir.
ciones, toda la atenci_ón que merecen, al igual que a esas manifestacio-
La noción de contratransferencia implica entonces que el analista no
nes del inconsciente (sueños, lapsus, actos fallidos) que no dejan de
puede no estar tocado por la transferencia de su paciente, por una parte,
aparecer del lado del analista en su relación con su paciente.
y que reacciona a ella según las mismas vías también inconscientes, por
Para dar una imagen un poco exacta de esta reacción que agitó al mun- otra parte. Eso constituye dos puntos muy diferentes. Si aproximada-
dillo psicoanalítico en los años cincuenta y sesenta, sería conveniente mente todos concuerdan sobre el primero (cfr. el extracto de la carta de
entrar en mil matices , pues cada autor sostenía una concepción singu- Freud a Ferenczi citada supra), difieren sobre el segundo, por un lado,
lar, cuando no acababa variando a su vez con el paso del tiempo. La con los partidarios de la neutralidad analítica, quienes no ven cómo
valorización de la contratransferencia fue real izada sin embargo por sacar partido de la contratransferencia, y los partidarios de la implica-
aquellas y aquellos que se sentían o se ponían por su cuenta a sí mismos ción. Las curas de pacientes psicóticos habrían de dar, por otro lado,
un poco al margen de la ortodoxia de la l.P.A., alineada de manera nacimiento a verdaderas "nuevas técnicas" psicoanalíticas que dedica-
bastante quisquillosa sobre el Freud oficial que repudiaba la ban la mayor parte de su esfuerzo a esa implicación contratransferencial.
contratransferencia. Con algunas importantes sorpresas: Melanie Klein,
La toma en cuenta de la contratransferencia como elemento dinámico
por ejemplo, ignoró casi totalmente ese concepto en el conjunto de su
en la cura reposa sobre la idea de que el analista no ganará nada colo-
obra. Casi no se lo ve surgir, salvo en sus últimos trabajos sobre Envi-
cando por un lado la manera en que su persona se encuentra puesta en
dia y gratitud, mientras que numerosos kleinianos se contaron entre los
escena en la transferencia del paciente, y por el otro ... ¿a él mismo?
más ansiosos en otorgarle importancia: Bion, por supuesto, pero tam -
¿Cómo nombrar este elemento que habla, que sueña, que es afectado,
bién Money-Kyrle, y aún más el argentino Racker, quien describía a la
que se embolsa el dinero y goza de é l; en pocas palabras, que conserva
contratransferencia como "la Cenicienta de la investigación analítica",
aparentemente cierta autonomía con relación al juego en el cual el pa-
y llegó hasta el punto de inventar la "neurosis de contratransferencia39 ".
ciente tiende a encerrarlo? ¡Es muy difícil encontrar un nombre apro-
Para los que apoyaban la "relación de objeto" - Balint, Fairbairn,
piado para eso! El "anal.ista" no es conveniente, pues es también el
Winnicott, luego Gunthrip y otros más- , la contratransferencia cae por
nombre de aquél a quien el paciente pone en escena. ¿"El médico",
su propio peso, es uno de los constituyentes básicos ele la relación ana-
como frecuentemente se arriesga a llamarlo Freud? Eso prácticamente
lítica, y no puede no entrar en las interpretaciones llamadas más gene-
no mejorará la situación, y generará muy rápidamente incómodas am-
ralmente "de transferencia", claves de la neurosis del mismo nombre, y
bigüedades. ¿El "ser humano" oculto tras el analista? ¡Cuánta metafí-
por lo tanto del análisis.
sica! Más vale, para apreciar lo que está en juego, darse vuelta hacia
No pretendo criticar aquí ni ensalzar esta concepción de una transfe- una polémica susceptible de entregar, a través de los textos que con-
rencia en espejo, sino simplemente indicar en qué fue, entre otras co- fronta, la postura enunciativa a la que apunta este tipo de cuestión .
sas, una réplica a la indecisión en la que Freud había sabido mantener-
se con respecto a la causa de la transferencia. En todo caso, nunca se
espera que el analista sea activamente, por sí mismo, seductor o sádico; 1.2.2. Maurice Bouvet y su cura-tipo
en pocas palabras, directa y personalmente activo en la eclosión de la
transferencia. El movimiento que había llevado a considerar a la trans- Maurice Bouvet no formó parte de esos perturbadores institucionales
que, en una veta abierta en su momento por el ardiente Ferenczi, agita-
39. Sobre esta valoración de la contratransferencia entre los kleinianos, c/i: Gerard ban la bandera de la contratransferencia en la l.P.A. de la postguerra.
Bléandonu, L'école de Melan ie Klein [La escuela de Melanie Klein}, París, Médico de los hospitales psiquiátricos, jefe de clínica, se lanza en el
Paidos/Le Centurion; 1985, págs. 64-70. Sobre las concepciones bastante psicoanálisis durante una época en que todavía era algo excepcional en
extremistas de Racker: "The Meanings and Uses of Countertransference'', Francia, y helo aquí miembro titular de la Société Psychanalytique de
Psyclwanalytic Quarterly, nº 26, 1957, págs. 303-357.
42 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analisla 43

Paris en 1948. Miembro de la comisión de enseñanza desde 1949, lue- pedagógico, todo participa para darle al trabajo de Bouvet el estilo de
go de la dirección de esta misma institución; se encuentra forzosamente un manual para uso de los estudiantes. El capítulo 11, por ejemplo, se
en el centro de las trifulcas que, en 1953, habrían de ver la separación titula "Desarrollo de un análisis", y presenta los subtítulos sucesivos
entre la SPP (a la que perteneció hasta su muerte en 1960, cuando sólo siguientes: "Fase inicial del tratamiento . Las primeras entrevistas", "Dar
tenía cuarenta y nueve años) y la Société Fram:;aise de Psychanalyse, un diagnóstico firme", "Calcular las posibilidades de éxito de una cura
donde se encontraba Jacques Lacan. 40 En 1954, publica en la prestigio- analítica", "El análisis en curso", "La evolución del yo durante el aná-
sa Enciclopédie médico-chirurgicale [Enciclopedia médico-quirúrgi- lisis", "La transferencia", "La interpretación", "Terminación del análi-
ca] un artículo [40] titulado "La cura-tipo", 41 donde se aboca con toda sis", y finalmente, last but not least, "El destete". Es ésta, por lo menos,
su fuerza al siguiente problema: ¿qué hacer de esa divergencia entre el una transmisión en regla de un saber doctamente establecido, de un
analista tal como está presentificado en el decir del paciente y esa otra saber que habría ganado desde hacía mucho tiempo sus galones univer-
cosa que por el instante se llama aquí el analista como "él mismo"? La sitarios, y que por ello es apto para alinearse sin dificultades con el
suerte en este caso es que a Jacques Lacan también se le encargó escri - estilo general de las publicaciones de la Enciclopédie médico-
bir, un año más tarde, durante las Pascuas de 1955, un artículo que chirurgicale, tan médica como su nombre lo indicaba sin ambages. Desde
habría de resultar crítico con respecto al de Bouvet, titulado "Variantes e l comienzo, se resalta cierta concepción del análisis:
de la cura-tipo'', también publicado en la misma Enciclopédie médico-
chirurgicale.42 Esta polémica viene como anillo al dedo para descifrar El analista es un espejo, cieitamente, 44 y toma todas las precauciones
unas apuestas que la abundancia de la literatura analítica sobre ese tema necesarias para no reflejarle al sujeto más que la imagen que éste proyecta
de la transferencia es más tendiente a ahogar. 43 sobre él, es decir, las im.a¡;o parentales en el sentido amplio del término,
que lleva dentro de él mismo y cuyo conjunto constituye el superyo, que
El artículo de Bouvet es muy largo (cerca de una centena de páginas), y durante el análisis y en la transferencia tenderá a exteriorizar sobre el
queda excluido recordar aquí en detalle los muy numerosos a priori a operador, encargándole de ese modo que sea una personificación de las
fuerzas represoras. 45
través de los cuales delinea una concepción del análisis que le otorga la
mayor importancia al yo (lo que justificará, en la crítica de Lacan, la
amalgama con cierto psicoanálisis estadounidense de la misma época). Introducida por un verbo con aspecto muy simple ("éste proyecta") el
Sólo retomaré unos cuantos párrafos, referentes a la transferencia, bas- concepto de proyección ocupa de inmediato el banquillo de los acusa-
tante numerosos, por lo demás. Primero, unas palabras sobre el tono dos, con su curiosa promoción de cierto "operador" (otro nombre para
general, que alimentó sin duda el malhumor de Lacan en su artículo, designar lo que por el momento se presenta solamente como un "él
donde no cita ni una sola vez el nombre de Bouvet. La simplicidad del mismo"). Sin embargo, es necesario remitirse a más de treinta páginas
tono, el recordatorio de una parte de la literatura analítica, el recorte más adelante para ver de cerca el significado que Bouvet le da a ese
concepto:

40. Para más detalles, ver el capítulo que Elisabeth Roudinesco le consagró a Algunas de estas defensas [del Yo], y las más primitivas, tales como la
Maurice Bouvet: "Maurice Bouvet ou le néo-freudisme a la fran9aise" proyección, acarrean ipso facto una deformación de la manera en que es
("Maurice Bouvet o el neo freudismo a la francesa"], Histoire de la psychanalyse posible que el sujeto aprehenda la realidad exterior, pues quien dice pro-
en France 2 [Historia del psicoanálisis en Francia 2/, París, Le Seuil, 1986, yección dice sustitución de la realidad a secas por la realidad subjetiva,
págs. 280-287. e imputación de aquélla46 [ ... ]
41 . Maurice Bouvet, "La cure-type", Enciclopédie médico-ch.irur¡;icale ,
"Psychiatrie", 1954, 37812 A 1O-A40. Retomado en: Dr. Maurice Bouvet,
Oeuvres psyclwnalytiques 2 {Obras psicoanalíticas 2], "Résistances,
Transfert" ["Resistencias, Transferencia"], París, Payot, 1976, págs. 9-96.
42. Jacques Lacan, "Variantes de lacure-type", Enciclopédie médico-chirur¡;icale, 44. Ese "ciertamente" es por sí solo un buen indicio de la posición enunciativa
"Psychiatrie", tomo 111, 2-1955, fascículo 37812 Cl O. Retomado en: "Varian- adoptada por Bouvet, quien presentará como evidencias simples unas cons-
tes de la cura-tipo", Escritos 1, México, Siglo XXI, 1984, págs. 311-348. trucciones que se desprenden de cierta vulgata francesa, ya parcialmente freudo-
43. A partir de su tercera página, Bouvet cita a Sacha Nacht, quien habría dicho: lacaniana. Ese "analista-espejo" no es otra cosa, incluso si puede justificarse
"¿La literatura de la transferencia? ¡Pero si es toda la literatura analítica!" M. con algunas (pocas) citas de Freud.
Bouvet, "La cure-type", op. cit., pág. 11. 45. M. Bouvet, Oeuvres psychanalytiques 2, op. cit., pág. 15.
46. lbid., pág. 43. Los subrayados son míos. Pero Bouvet está muy lejos de
44 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 45

¡Curiosa, muy curiosa " realidad a secas"! El realista más impenitente Desembocamos aquí, un poco caricaturescamente, en un desdoblamiento
dudaría en convocarla de este modo, y sólo los partidarios del "sentido que aísla una de otra a las dos entidades que la transferencia parece
común" la invocan así si n vergüenza. ¿Será ese el caso de Bouvet? tener que plantear irresistiblemente, y tal como se ubicaron ejemplar-
Respuesta inmediata: mente con el sainete del hombre de las ratas, eri el que Freud hacía
saber que él no era el capitán cruel (es conveniente no precipitarse a ver
Así, el Yo parece definitivamente incapaz de salir de ese círculo vicioso: en eso una denegación), por medio de lo cual el paciente lo consideraba
débil por estar privado de suficientes aportes de energía instintual, no precisamente como tal, y se lo hacía saber.
puede tene r del mundo m:ís que una imagen que mantiene el arcaísmo de
su estructura, por el hecho mismo de las distorsiones que le hace sufri r a
la realidad, en función de los procedimientos de defensa que le son acce-
sibles, pero aquí precisamente está la salvación ; es que en la vida actual, l. 2. 3. Sobre algunas variantes
presente, se e ncuentran en acción todos los eleme ntos del con llicto que es
responsable de la detención del proceso normal de la evo luc ión. Como
sobrevive disimulado pero activo, pa11iendo de aq uí y ahora, y apoyándo- ¿Cómo organiza Lacan su réplica, frente a este discurso filosóficamen -
nos sobre la realidad actual, nos será posible, sin que intervenga ningún te ingenuo, pero que tiende también a hacer de esa ingenuidad el indi-
aitificialismo, captar e n esta forma viva e l conllicto inicial , de tal modo
c io de una buena ley fundamental e n el analista? ¿Cómo se las arregla
que pueda ser superado de una manera muy distinta que en la convención
de un conocimiento intelectual. 47 para recusar esta dicotomía que ubica al analista en la postura de orde-
nar, por un lado, lo que ocurre con la realidad de su persona, y por el
¡Así que la realidad "a secas" era la realidad "actual"! La dicotomía otro lo que pertenece a las proyecciones patológicas de su paciente, sin
introducida con esta acepción del concepto de "proyección" impresio- por ello hacer caso omiso de la bifidez propia de la transferencia, sino
na entonces por su simplicidad: por una parte, fuerzas arcaicas que inscribiéndose simplemente por encima de esta división?
vienen de otro lugar; por la otra, una realidad "actual" hacia la cual con- Ante los "dilemas en los que se enreda el médico", el eje de Lacan no es
vendrá llevar progresivamente a aquél o aquélla a quien cegaban hasta otro que el de la intersubjetividad: "Esa plataforma [de las "Variantes
ese momento sus fuerzas instintuales inconscientes. La definición que ele la cura-tipo"] es estrecha -escribe-: consiste toda ella e n que una
sigue de la transferencia misma se queda claramente dentro de esta línea: práctica que se funda sobre la intersubjetividad no J?Uede escapar a sus
leyes cuando, queriendo ser reconocida, invoca sus efectos". 5 Así º
[... ) La transferencia, es decir la transformación del significado de una si- puntúa el fin de cada uno de sus capítulos con una pregunta que volverá
tuación objetivamente caracterizada, en función de la realidad psíquica48 [ ... ]
a centrar cada vez más el asunto de la transferencia sobre la persona del
analista. En una frase que ha sido retomada con mucha frecuencia por
Nuevamente "realidad psíquica" y "realidad actual" (o en este caso su s comentadores, Lacan lanza primero como conclusión de su intro-
"objetivamente caracterizada"), resultan encontrarse en exclusión recí- ducción la definición siguiente:
proca, o al menos lo suficientemente recíproca como para que el analista
tenga un acceso directo a cada una, sea testigo de la divergencia entre [ ... ] un psicoanáli sis, tipo o no, es la cura que se espera de un psicoanalis-
lo que el paciente dice de él y lo que él es, hace, dice en el marco de la ta. s '
"situación analítica", también confundida con la situac ión " actual". 49
Un palmo de narices "irónico" (según lo que dice su propio autor) a
permitir suponer que utiliza una versión personal suya del concepto de pro-
toda la paciencia pedagógica de L!n Bouvet: he aquí la primera inver-
yección. En la página 54, podemos leer: "[Las formas clásicas de resistencia)
son diez; sólo doy la lista como recordatorio, pues su estudio detallado no sión importante; lejos de que el psicoanalista se defina como cierto tipo
agregaría nada a lo esencial de mi demostración y su definición debe haber de "operador" en el marco general de lo que debe ser un "psicoanálisis",
sido dada en otro sitio[ ... ]." En la lista de las diez, encontramos, por supuesto, es él - pero, ¿qué de él?- el que va a servir como piedra de toque en el
a la proyección . posicionamiento de la singularidad que constituye una cura analítica:
47. M. Bouvet, Oeuvres psyc/umalytiques 2, op. cit., pág. 44.
48. lbid.' pág. 53.
49. "[ ... ] la situación actual, o, dicho de otro modo, la situación analítica [ . .)" 50.J. Lacan, Escritos/, op. cit. , pág. 317.
!bid.' pág. 54. 5 l.lbid.
46 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 47

[ ... ] será por las solicitaciones ejercidas sobre el hombre real por la ambi - ella). "Así, el Yo -escribe- no es una vez más sino la mitad del sujeto;
güedad de esta vía como intentaremos medir, con el e fecto que él experi- y aú n así es la que él pierde al encontrarla." De ahí la punta de su
menta, la noción que toma de e lla. [ ... ] si sigue siendo permanente en esa
práctica patticular la cuestión del límite que ha de asignarse a sus varian-
crítica, que parece concentrarse en el párrafo siguiente:
tes, es que no se ve el término donde cesa la ambigliedad. 52
Con sólo acomodar, en efecto, su punto de mira sobre el objeto cuya ima-
gen es el Yo del sujeto, digamos sobre los rasgos de su carácter, [el analista]
En esta misma veta, unas páginas más adelante, Lacan no titubea en se situará, no menos ingenuamente que lo hace el sujeto mismo, bajo e l
criticar del modo más áspero 53 a uno de los personajes más visibles efecto de los prestigios de su propio Yo. Y el efecto aquí no se mide tanto
dentro de la I.P.A. de esa época: Anna Freud, y su libro El Yo y los en los espejismos que producen como en la distancia que determinan de
mecanismos de defensa. ¿Por qué un ataque tan frontal por parte de su relación con el objeto.
Pues basta con que sea fija para que el sujeto sepa e ncontrarlo en ella.
Lacan? Porque el Yo es concebido por Anna Freud como siendo el
Consecuentemente, entrará en el juego ele una conniven cia más radical en
sujeto propiamente dicho, el que resiste en la transferencia y en la cura, la que el modelado del sujeto por e l Yo del analista no será sino la coartada
y a quien es importante hacer comprender que él resiste. En esas condi- de su narcisismo .56
ciones, la cura ya sólo puede concebirse como un enfrentamiento entre
dos Yo, de los cuales uno se supone que está más o menos gravemente Bouvet y Lacan concuerdan en un punto nodal en cuanto a la transfe-
alterado en su percepción y en su comprensión de la realidad, mientras rencia, detectado desde nuestro primer abordaje del texto freudiano:
que el otro mantendría con ella relaciones más distendidas y mejor e ntre el analista y la persona del analista tal como la revela la transfe-
adaptadas. Si el Yo merece formar de este modo el centro del cuadro, rencia a través de los decires y los comportamientos del paciente, sub-
Lacan concluye su capítulo con una pregunta provocadora: "Para asu- siste un hiato tanto más irreductible cuanto que no se refiere a la mayor
mir ser la medida de la verdad de todos y cada uno de los sujetos que se o menor semejanza de esos dos elementos, sino a una diferencia de
confían a su asistencia, ¿qué debe pues ser el Yo del analista?" 54 Y naturaleza. La pequeña escena de la segunda sesión del hombre de las
entonces se dirige hacia Ferenczi y la lista de las "consignas" que se le ratas resulta ahora paradigmática porque puede ayudar a situar los di-
dan al analista en su artículo titulado "La elasticidad psicoanalítica" : versos elementos que están en juego en el posicionamiento de una trans-
ferencia : en ese momento, entonces, está el capitán checo (es un ele-
[ ... ] - reducción de la ecuación personal - lugar segundo del saber - im- mento discursivo que se supone que posee un referente, y por lo tanto
perio que sepa no insistir - bondad sin complacencia - desconfianza de
una realidad considerada -con o sin razón-como histórica), está Freud
los altares de beneficencia - única resistencia que atacar: la de la indife-
rencia ( Un¡;lauben) o del demasiado poco para mí (Ablehnun¡;) - aliento (que, a pesar de mi comentario sobre la regla fundamental, no es ese
a las expresiones male volentes - modestia verdadera sobre el propio saber capitán cruel), y finalmente -es la cosa transferencia! propiamente di-
- en todas estas consignas - concluye Lacan-, ¡no es el Yo el que se borra cha-, está, por el sólo hecho de la réplica del hombre de las ratas, lo que
para da r lu¡;ar al punto -sujeto de la interpretacúín 55 ? llamaremos a partir de ahora "el Capitán Freud", ese ser mitad pescado
y mitad carne; mitad capitán y mitad Freud.
Ésta es una oportunidad para él de recordar sus estudios anteriores so-
bre "La agresividad en psicoanálisis" y "El estadio del espejo", y de La argumentación de Bouvet, por su parte, le da enteramente la razón a
resaltar la distinción promovida por él entre el Yo (instancia imagina- Freud cuando éste último se interna en el escenario de la cura que acaba
ria, producto del espejo y de la especularidad, principio de desconoci- justamente de construir para decirle a su paciente que no. Bouvet, muy
miento narcisista), y el sujeto (determinado solamente por" la cadena razonablemente a primera vista, pretende devolverle al pescado lo que
significante, y las formaciones del inconsciente que se desprenden de es del pescado, y a la carne lo que es de la carne. No, Freud no es un
capitán cruel; es lo propio de la neurosis del hombre de las ratas ver en
Sigmund Freud una reedición del capitán checo. Aunque Bouvet sugie-
re algo que no se encuentra en el texto de Freud: impulsado por la
52. lbid., pág. 317-318. preocupación de demostrar a su paciente que proyecta sobre una reali-
53. En 1949, con ocasión de la redacción y la publicación del Estadio del espejo,
tomaba todavía muchas precauciones respecto a ella.
54. J. Lacan, Escritos 1, op. cit., pág. 326.
55. lbid., pág. 328. Los subrayados son míos. 56. J. Lacan, Escritos 1, op. cit., pág. 334.
48 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analis1a 49

dad dada (la de la cura) unos elementos que vienen de otro lugar, desa- los puntos de vista a los ojos de Lacan ; muy por el contrario; pero del
rrolla una concepción tal de la transferencia que su operación equivaldrá, mismo modo que la única diferencia entre un cilindro y un cono, desde
de una u otra manera, a convencer al paciente que de este modo tomaba el punto de vista estrictamente topológico, reside en la existencia o no
el camino equivocado, que confundía una realidad (psíquica) con otra ele un único punto cúspide, también la posición teórica de Lacan se
realidad (objetiva, racional, actual, "a secas", etc.). Para hacer esto, opone violentamente a la ele Bouvet en la exacta medida en que niega al
habrá sido necesario que el analista tenga en su posesión una percep- analista cualquier posibilidad ele realizar una división capaz ele zanjar,
ción inmediata y directa de esta "realidad a secas" que sería la de la en el centro mismo ele la cosa transferencia!, entre lo que pertenece a la
cura "fuera de la transferenci a" , habría que decir. El "Capitán Freud" pura repetición ele un pasado patológicamente activo, y lo que corres-
ya no es más que un ser mixto que es por principio siempre posible ponde a la pura actualidad de un presente objetivo y racional. En ese
disociar, una mezcla de realidad pasada con realidad presente: el capi- punto de Arquímedes que Bouvet se ciaba a sí mismo del modo más
tán (checo) por un lado, Freud (Sigmund) por el otro. 57 El vínculo os- natural del mundo, Lacan sólo lee la ausencia calculable por tocios la-
curo que se entramaba entre el suplicio de las ratas y el suplicio de los dos. De tal modo que subsiste, a sus ojos, un punto perfectamente enig-
pensamientos dándole cuerpo al "Capitán Freud" se desconoce aquí, y mático con respecto al "Capitán Freucl" en la medida en que no le es
ese "capitán Freud" está condenado a dar muestras de tanta menos con- dado al analista comparar el "Capitán transferencia!" en que se ha con-
sistencia, a estar tanto más apoyado sobre un puro fenómeno de repeti- vertido y un "él mismo" cualquiera. Ese "él mismo", entendido aquí
ción , cuanto que entonces hay que darle un lugar a esa voz del analista co mo pura reflexividad especular, 59 ya sólo es consicleraclo como un
que, en el centro mismo de la relación transferencia!, vendrá a efectuar principio ele desconocimiento, no puede ser convocado como aliado
la división entre el capitán y Freud, entre la "persona del analista en la seguro en la operación ele la transferencia. Entonces, por más lejos que
transferencia" y el analista como ... ¿"él mismo"? se pueda llevar la interpretación de la transferencia en el sentido ele una
repetición patógena de acontecimientos infantiles, esta interpretación
Al resaltar el término de intersubjetividad, Lacan prosigue sus avan-
nunca podrá pretender haber clisociaclo a la transferencia en sus ele-
ces, que le hacen distinguir entonces sin descanso "sujeto" y "Yo". Al
mentos constituyentes, que hacen de ella ese ser bífido, pasado/presen-
hacer esto, ubica a los dos participantes de la relación analítica sobre el
te, inconsciente/consciente, activo/pasivo, agente de la resistencia/mo-
único y mismo eje de la palabra, y recusa cualquier invocación a una
to r de la cura, etc. En su preocupación central por darle nuevamente
supuesta "realidad" que habría de dominar la relación de palabra
espacio al sujeto, Lacan vuelve a colocar como tema ele actualidad a
instaurada por la cura y su regla fundamental. No es que se trate de
nuestro "Capitán Freud", él, que concluyó todo su voluminoso y deci-
contradecir a Bouvet punto por punto: la aparición del amor de transfe-
sivo seminario sobre la transferencia clirigiénclose a los psicoanalistas
rencia "que nada, salvo su producción artificial -escribe Lacan- , dis-
que lo escuchaban con esta frase:
tingue del amor-pasión", 38 descubre toda una porción de repetición en
la cual el complejo de Edipo, por sólo hablar de él, tiene el papel prin- A propósito de quienquiera, pueden hacer la experiencia de saber hasta
cipal. La maniobra interpretativa de Bouvet no es absurda desde todos dónde se atreverán ustedes a llegar interrogando a un ser, a riesgo de
desaparecer ustedes mismos allí. 6º

57. "[ ... ]el sujeto, ba jo la influencia de la interpretación de sus relaciones arcaicas
Nada de consistencia particular del psicoanalista por "él mismo" a quien ,
e irracionales, evoluciona inse nsiblemente hacia relaciones cada vez· más ra- ·n tanto que yo, se le suplica más bien que se haga el muerto, como lo
cionales con aquél que lo ha curado: racionales, lo cual no quiere decir faltas
de afecto, sino simplemente de verdad objetivas, es decir, admitiendo una
posición afectiva construida a la vez con una aceptación de ciertos vínculos de
gratitud lejana, al mismo tiempo que un desinterés básico; en el fondo, la 59. Otros comentarios podrían empujar ese "él mismo" hacia sentidos muy dife-
relación transferencia! se ha transformado progresivamente en esos vínculos rentes, como, por ejemplo, podemos entenderlo en la frase, mucho más tardía
afectivos de buena convivencia, quizás un poco más, que no comprometen ni en la enseñanza de Lacan: "El analista no se autoriza más que por él mismo".
atan, pero que dan testimonio de cie1ta simpatía; "este hombre me hizo un Pero en la época de la disputa con Bouvet, reina todavía para Lacan la dimen-
bien, pero le pagué", ésta podría ser la manera de formular la terminación sión de la intersubjetividad.
ideal de esa aventura.", M. Bouvet, Résistances, Transfert, op. cit., pág. 191. 60.J. Lacan, Le transfút .. .[La transferencia... ], sesión del 21 de junio de 1961.
58. J. Lacan, Escritos 1, op. cit., pág. 333. Los subrayados son míos.
50 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 51

indicaba ya la metáfora de Lacan a propósito de la partida de Bridge se ñala como aquello tras lo cual él corría "sin saberlo"? ¿El saber
psicoanalítica. 61 sobre el deseo sería acaso todavía más valioso que el objeto al que
Es fácil encontrar el eje de esta réplica a Bouvet, de 1955 , a lo largo de apunta ese mismo deseo? Platón pone todo en escena para no ocultar
ese seminario de 1960-1961, Le transfert dans sa disparité subj ective, nada, pero tiene la prudencia, la eficacia, de no decirlo.
sa prétendue situation, ses excursions techniques [La transferencia en
su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones téc-
nicas]. Sin entrar más en detalle dentro del largo estudio textual que l. 2. 4. La "ambigüedad irreductible" de la
Lacan hace en ese momento del Banquete de Platón, iré directamente transferencia
al blanco mostrando lo esenci al de su análisis del personaje de Sócrates.
Alcibíades, embriagado como es debido en un banquete como ése, donde Lacan, por su parte, mantiene su comentario dentro de cierta ambigüe-
es conveniente honrar a Baco, pues por él la verdad se abre un camino; dad, machacando con que Sócrates está en este asunto e n posición de
Alcibíades, decíamos, no solamente confiesa su amor por Sócrates, sino analista, lo cual implica una concepción del amor de transferencia don-
que aspira a que él mismo, Sócrates, produzca una confesión pública de el objeto, una vez más, no corresponde con lo que dice el erastés, el
del amor que él le profesa. Y Sócrates no niega -se moría por el bello deseante. Este objeto está efectivamente en otro lugar, y la maniobra de
y fogoso Alcibíades-, pero elude repetidamente cualquier declaración la transferencia equivaldría para el analista a volver obvia esta locali za-
de ese orden. Alcibíades vuelve entonces a la carga: bajo sus aparien- :ión enmascarada durante mucho tiempo, desplazando de ese modo la
cias de sátiro, Sócrates oculta la maravilla de las maravillas, unos 111ira del movimiento afectivo, cualquiera fuera su tonalidad. De tal
agalmata que no tienen igual. modo que le ocurre a Lacan que lance frases como: "La presencia del
Esta sola palabra, agalma , lanza a Lacan a todo un asunto, central en pasado, tal es la realidad de la transferencia" 62 , con la que se podría
nuestra apreciación de la transferencia. Quizás es el tesoro, la joya, que creer que lo vemos abundar en el sentido de un Bouvet. Pero la correc-
se encerrará en una caja para sustraerla a miradas demasiado envidio- ción no tarda en llegar. En la misma sesión, pocos minutos más tarde, al
sas, pero también es cierto brillo del objeto susceptible, en el mundo :omentar una parte de la enorme literatura analítica sobre el tema, lo
griego, de atraer y de apaciguar la mirada de los dioses. A los ojos de ·sc uchamos decir:
Alcibíades, Sócrates es el sitio secreto de los agalmata que explican la
intrepidez de su deseo por ese hombre viejo con aspecto ingrato. Y la La cuestión permaneció dentro del orden de l día, la cuestión de la ambi-
güedad que permanece, que en e l estado actual no puede ser reducida por
réplica de Sócrates, él, que desde el comienzo se presentó como no nada. Esto quiere decir que la transferencia, por más interpretada que
sabiendo nada fuera de las cosas del amor, vuelve a señalarle a esté, conserva en e lla misma una espec ie de límite irreductible; esto quie-
Alcibíades, en la persona del joven Agatón , a quien encierra los agalmata re decir que en las condiciones centrales , normales de l análisis, en las
que en verdad Alcibíades desea tan ardientemente. Ése es el sentido neurosis, será interpretada sobre la base y con e l instrumento de la trans-

.. muy evidente del elogio de Agatón en el cual se lanza a manera de


respuesta a Alcibíades. Pero en ese movimiento de designación del
ferencia misma, que sólo podrá hacerse con un acento [de diferencia]: es
desde la posición que le da la transferencia desde donde el analista anali -
za, interpreta e interviene sobre la transferencia misma. r,J
objeto del deseo, Lacan reconoce entonces el acto interpretativo del
analista mismo, tomando en cuenta la transferencia: el deseado no es Atento a la circu lación de la palabra y a las obligaciones que ésta des-
tanto Sócrates y sus supuestos agalmata, sino Agatón , el imbécil feliz, peja, Lacan no considera en ningún momento desdeñable, sin embargo
el encantador joven al que Alcibíades perseguía sin saberlo. Sócrates, ;ste pecadillo, apegado entre todos a este orden que todavía sigue lla-
maestro de las cosas del amor, avanza como aquél que sabe eso y se lo mando "la intersubjetividad" : el que habla se encuentra situado en su
dice al interesado. ¿Entonces podría ser que Alcibíades, por más de- discurso por lo que dice, y por los numerosos detalles de su enuncia-
seoso que esté del bello Agatón, aprecie todavía más ese saber que lo ·ión, pero también por el lugar que le otorga el que lo escucha. Cuando

61. Metáfora desarrollada en la sesión del 8 de marzo de 196 l de ese mismo 62. J. Lacan, Le transfert ..., sesión del lº de marzo de 1961.
seminario de La transferencia .. 63. lbid., la misma sesión del Iº de marzo de 1961.
52 Analoniía de la tercera persona La duplicidad del analista 53

me dirijo a alguien, no puedo decidir solo el lugar a partir del cual realidad que, transformada unívocamente en realidad discursiva, esta-
quiero ser escuchado: ¡cuántas escenas de pareja se envenenan por no ría entonces encargada de constituir la ley entre los dos interlocutores,
poder tomar en cuenta este dato trágicamente simple! ·En uno de los dándole la victoria sin discusión a quien en el juego_ de las réplicas la
extremos de este desconocimiento, reina la psicosis pasional por exce- habrá sostenido de manera decisiva. Aquí ya es necesario diferenciar
lencia , la erotomanía, que casi se define por ignorar este dato: el (la) dos tipos de intercambios de lenguaje.
erotómano( a) pretende efectivamente decidir solo( a) el lugar enunciativo
En uno de ellos (al que calificaremos como "científico" para apresurar
a partir del cual su mensaje debe ser percibido. Pero imaginemos, apa-
el as unto) , dos interlocutores inauguran una serie de réplicas sobre la
rentemente a la inversa, a un analista ocupado en intentar convencer a
hase tácita de que se comparte una misma axiomática. Tanto uno como
su paciente, con un tono todo lo calmado y mesurado que se quiera, de
e l otro suscriben, sin siquiera tener que declararlo demasiado, a una
que su impulso transferencia! no tiene nada que ver con la situación
misma batería de enunciados fundamentales, ni verdaderos ni falsos,
presente, viene directamente de la infancia lejana y/o de los bajos fon-
en función de los cuales será posible demostrar la verdad subsecuente
dos de la neurosis, y nos encontraremos ante un caso ejemplar no muy
de tal o cual enunciado derivado, considerado a partir de eso como un
alejado de la erotomanía, que también sabe, llegado el caso, hablar con
teorema. Esta situación es más clara en matemáticas que en cualquier
un hilito de voz ... Una especie de erotomanía negativa, como se habla
otro lado: si me suscribo a los axiomas geométricos de Euclides, puedo
a veces de alucinación del mismo nombre.
considerar convencer de la veracidad de cierto número de enunciados a
En este desbordamiento, a primera vista muy inocente, por el cual el c ualquier interlocutor que adopte esas mi smas bases. No podrá jugar
interlocutor se coloca obstinadamente por encima del proceso de conmigo, ni yo con él, el jueguito que mostraba Jean Paulhan. En algún
interlocución, una violencia potencialmente terrible asoma la nariz. El momento, una realidad designada por un elemento de discurso vendrá
movimiento tiene cierta sutileza, pues prácticamente tampoco puedo a indicar sin discusión donde está lo verdadero. En cambio, si discuto
contentarme en todos los puntos con la postura enunciativa que el otro con alguien que sólo se suscribe a los axiomas de la geometría de
me otorga, y sostener por consiguiente la verdad de unas palabras como Riemann , cuando yo me sigo ateniendo a la de Euclides, ni siquiera
enteramente relativa a la enunciación que las ha producido. Durante el estaremos de ac uerdo sobre el valor de la suma de los ángu los de un
mismo intercambio, si es algo más que juguetón, querré subvertir, más triángulo, y si cada uno considera que sus propios enunciados son más
o menos , tal o cual elemento de las convenciones implícitas de partida verdaderos que los del otro, será necesario pronto desenvainar los cu-
de nuestra discusión, querré, con total legitimidad discursiva, llevar al chillos o darse la espalda.
otro a enfocar las cosas desde un ángulo cercano al mío . Pero si, apo-
Esta situación no es la del régimen habitual de la palabra, para no ha-
yándome sobre esta realidad que hasta el momento yo solamente invo-
blar en lo inmediato del de la cura. Si hablo una lengua natural con
caba, tiendo cada vez más a extraerme de la situación de palabra para
alguien que la comparte, más o menos, conmigo, no puedo partir en
conminar a la citada realidad a mantenerse sólo de mi lado; entonces,
ningún momento de la idea de que comparte también conmigo los enun-
genero esa violencia que no había pasado desapercibida para la sagaci-
ciados en función de los cuales otros enunciados derivados de los pri-
dad de Jean Paulhan. Él ofrecía un esbozo de ello en el pequeño diálo-
meros podrán ser considerados como verdaderos. Por el contrario, para
go siguiente, atrozmente cotidiano:
desembocar en semejantes enunciados con respecto a los cuales com-
A - Desconfía de tal. Es mentiroso. partiríamos la convicción de que son verdaderos, será necesario, a
B - ¿Ah? ¿Te imaginas que miente? costa de un largo trabajo poblado de concesiones diversas, de exclusio-
A - No me lo imagino. Así es. nes explícitas, etc ., remontarnos parcialmente hacia unos "paquetes"
B - Bueno, lo supones. de enunciados considerados conjuntamente como aceptables. Si quiere
A - No lo supongo para nada. Es un hecho. ser racional, nuestro acuerdo estará a partir de eso siempre sometido al
B - Sí, es una idea que tienes tú, es lo que yo quería decir. riesgo de toparnos con un enunciado que, desde antes de todos los que
A - ¡Que no! ¡No es una idea! Es mentiroso. ya se han producido, vendría como manzana de la discordia. La prime-
ra consecuencia de este estado de las cosas, de esta incertidumbre esen-
El tercero presente en este intercambio no es aquí "aquél de quien se
cial sobre el acuerdo, se refiere al estatuto de la "realidad": nada puede
habla", sino efectivamente la realidad del rasgo mentiroso de ese otro,
venir a asegurarme que tal o cual fragmento (perceptivo) de esta "rea-
S4 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista SS

lidad" puede entrar a título de argumento discursivo simple e inmedia- Me aproximaré, con más o menos fineza, tacto y sensibilidad a lo que
to, pues será interpretado siempre por el que lo utiliza de una manera de valen los mensajes que él me envía; le tenderé incluso algunas trampas
la que no puedo, en el momento mismo en que la acepto, comprobar para calibrar mejor su régimen enunciativo, pero de todos modos me
que la comparto. será necesario aceptar una limitación interna de mi decodificación : nunca
Este problema se encuentra de manera muy simple en las diversas teo- podré asegurarme de que él sabe exactamente lo que yo sé. 65 Ahora
rías de la información: un canal informativo cualquiera (una báscula, bien, la interpretación de un mensaje depende siempre del depósito de
un voltímetro) no puede dar una información sobre cierto "estado de información presente en la recepción. Un ejemplo trivial: se dice de un
las cosas" (un peso, una intensidad), y al mismo tiempo ofrecer la infor- o bjeto que se encuentra en uno de los cuatro cajones presentes. Un
mación complementaria a partir de la cu al la información dada es individuo X ya ha abierto los cajones 1 y 2, y sabe que están vacíos .
confiable. Si quiero verificar la fiabilidad de mi báscula o de mi voltí- Otro individuo Y todavía no ha abierto ningún cajón . Estando los dos
metro, me tomaré el tiempo de contrastarlos con la medida patrón , de presentes, ahora el cajón 3 es abierto: no hay nada. Ante un mismo
ponerlos en contacto con un peso, con una intensidad que ya conozco hecho, los individuos X y Y no pueden concluir idénticamente. La dife-
de manera muy precisa, y podré entonces verificar que esos instrumen- rencia de saber presente antes de la experiencia decide el valor que se
tos dan una respuesta confiable. Después realizaré mediciones, nunca deduce de ella.66 Este dato es esencial para cualquier entendimiento de
las dos cosas al mismo tiempo. Los músicos, por su parte, no afinan sus la transferenci a.
instrumentos en el momento preciso en que lo tocan. Las observaciones de Lacan, tanto en su texto de respuesta a Bouvet
En el juego de la palabra, por el contrario, en ningún momento puedo como en las citas que acabamos de ver de su seminario sobre La trans-
contrastar con la medida, correctamente, a mi interlocutor, 64 darle mi f erencia ... , y muchas otras consideraciones suyas, 67 todo confluye para
"la", y no existe ningún "la" en la lengua como tal sobre el cual afinarse. designarlo como perfectamente advertido de ese giro típico de la rela-
c ión del lenguaje que incluye lo que él mismo llama sin ambages una
"ambigüedad irreductible". Y en vista de que su concepción de la trans-
64. Esto sólo es pe1tinente con respecto a lo que podríamos llamar, con Lacan, el ferencia equivale a ordenar a esta última en el único eje de la palabra,
"saber referencial" (un saber que pretende decir algo sobre el orden local de
deberíamos concluir de ello que estaba más que enterado de la existen-
cie1ta realidad exterior a él), opuesto a un "saber te xtual" que, por su pa1te, no
se refiere más que a la disposición de las letras en la organización simbólica de cia de un "Capitán Freud". Ahora bien, en el movimiento mismo que lo
los mensajes (<Ji: la Proposición del 9 de octubre. donde esta oposición es habría de llevar a desplazar, volviendo a nombrarla, la problemática
axial). El rébus de transfere ncia no es, así, el lugar de ninguna flotación, de f'reudiana de la transferencia, en ese viraje de su enseñanza del comien-
ninguna tolerancia en el nivel de la significación . No "mide" nada, de tal zo de los años sesenta, tropezará de manera ejemplar, nuevamente, como
modo que con él , como con el síntoma o con el lapsus, ya no se trata de
información, sino de cifrado . Lacan extrajo de esto una concepción de la ver-
los demás, sobre esa espina, esa bifidez de la transferencia.
dad - la verdad "habla yo" - que ya no tiene nada que ver con la antigua proble-
mática de la adecuatio. Por ella, la verdad se hace presente, sin que tengamos
que preocuparnos demasiado de lo que ella dice entonces (más bien "tonte-
rías", hace notar Lacan) . Mantener la existencia de ese otro campo de la ver-
dad puede resultar crucial para una práctica como el psicoanálisis - pero no tanto que ciudadano, uno no está "más o menos" representado por su diputa-
solamente para ella: los teoremas de incompletud de Gódel sólo se alcanzaron do. Uno lo está, punto y se acabó.
una vez que se despejó (lo hizo David Hilbe1t, alrededor de 1925) el nivel 65. Suponiendo que efectivamente lo logre en un momento t, todavía tendría que
estrictamente literal de cie1tas escrituras matemáticas, allí donde ya ninguna verificar que sabe que yo lo sé, a falta de lo cual una diferencia decisiva segui-
verdad referencial estaba en juego, sólo el rigor de una disposición de letras ría estando en juego, hipotecándolo todo.
(Cfi: G. Le Gaufey, L'incomplétude du symbolique [La incompletud del sim- 66. De una manera mucho más compleja, por integrar una dinámica ausente en mi
bólico], París, EPEL, 1991, págs. 79- 11 9). El problema consiste en que saber ejemplo, Lacan trató ese problema en su texto "El tiempo lógico y el aserto de
referencial y saber textual no convergen para formar ningún tipo de "saber certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma", Escritos 1, op. cit., págs. 187-
general". Entonces, la verdad sufre un trastorno de identidad, justificado por 203 A partir de eso seremos sensibles al hecho de que la diferencia entre las
su reputación de ser huidiza. Esta distinción se vuelve a encontrar e n la opo- conclusiones de X y Y en nuestro ejemplo proviene en gran parte de la aplica-
sición interna al concepto de representación : la representación mimética es ción del principio lógico llamado del "tercero excluido", evidente en todo
referencial y cede su lugar a una aproximación, la representación política, que conjunto finito (es el caso de nuestros cuatro cajones), mucho menos en el
es, por su ¡Jarte, textual, y por más irónico que uno se ponga sobre esto, en caso de lo~ conjuntos infinitos.
56 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 57

l. 3. Los dos tiempos del sujeto supuesto saber ¿Entonces para qué un seminario sobre la identificación? Desde su
introducción, Lacan muestra su insatisfacción por haber dejado la cues-
Los hechos son relativamente simples. El término de "sujeto supuesto Lión de la transferencia en una especie de impasse:
saber" surge por primera vez en boca de Lacan el 22 de noviembre de
1961, con ocasión de la segunda sesión del seminario La ident(fica- No sin intención evoco esta referencia [al Protée [Proteo] de Claudel] a
propósito de esta manera como, el año pasado, mi discurso sobre la trans-
ción, y es de entrada el objeto de una proscripción sin apelación. ferencia se terminaba en esa imagen de la identificación. Por más que me
esforcé fj'ai eu beau .fáire], sólo podía hacer algo bello [/aire du beau]
[ ... ] hay para nosotros una entidad insostenible. Qu iero decir que no po - para marcar la barrera en donde la transferencia encuentra su límite y su
demos contentarnos de ninguna manera con recurrir a ella, pues es tan pivote 69
solo una de las formas de lo que yo les denunciaba al final de mi discurso
de la última vez con el nombre de sujeto supuesto saber 1. ... ]. Debemos
aprender a prescindir de ese sujeto supuesto saber en todo momento. No
Tal como lo anuncia ese día, va a dejar las avenidas de lo "bello" por las
podemos recurrir a él en ningún momento, eso queda excl uido [... ] del saber, armado -es en ese momento difícil saber bien por qué- con
esa ubicación clásicamente central del sujeto que es el cogito cartesia-
Esta proscripción es muy eficaz para Lacan, en primer lugar porque no no. Aquí es donde hay que frenar y seguir de muy cerca los giros y
volveremos a encontrar ni una sola vez ese término en el resto de ese requiebros de su argumentación.
seminario, solamente una vez en el seminario posterior, La angustia, ya De entrada, el "Yo pienso" cartesiano es puesto en relación con el "Yo
nunca en la sesión sin continuación de los Nombres del Padre, y final- miento" de la paradoja de Epiménides el cretense cuando enunciaba:
mente tendremos que esperar a las sesiones finales del seminario si- "Todos los cretenses son mentirosos", y eso es suficiente para salir del
guiente, Los fundamentos del psicoanálisis para verlo reaparecer, pero comentario clásico de las Meditaciones, en el cual Lacan anunció que
triunfalmente esta vez, pues servirá, de manera casi inmediatamente no se internaría. ¿Entonces cuál es la "verdad" del Yo pienso compara-
omnipresente, para designar la apuesta misma de la transferencia, y da, dice, con el "torniquete" del Yo miento? Tres posibilidades se le
esto continuará hasta el fin de esa enseñanza en 1980. ¿Por qué esta presentan:
aparente salida en falso? No es fácil responder a esa pregunta si quere-
mos despejar lo que se juega textual y doctrinal mente en ese movi- 1. O bien esto querrá decir: yo pienso que pienso, lo cual equ ivale ,a no
miento en dos tiempos bien diferenciados. Lo cual supone un retorno hablar absolutameille de otra cosa que del yo pienso de opinión o de ima-
lento y minucioso hacia las condiciones enunciativas que estaban en ginación, el yo pienso como se dice cuando se dice: "yo pienso que ella
juego cada vez. me ama"[ ... ]
2. O bien quiere decir: Yo soy un ser pensante, lo cual equ ivale, por su-
El seminario anterior a estas primerísimas sesiones de La ident(fica- puesto, a trastornar de antemano todo el proceso de lo que apunta justa-
mente a extraer del Yo pienso un estatuto sin prejuicios ni tampoco infa-
ción no es otro que La transferencia ... durante el cual Lacan identifica tuación a mi existencia. 70
al analista con Sócrates, en el momento en que este último le "interpre-
ta" a Alcibíades lo que ocurre con el objeto de su deseo : no él, Sócrates, Hasta ahora, no podemos más que sorprendernos por estas objeciones,
y sus invisibles agalmata, sino Agatón, el bello joven. Ni el analista ni que en su momento estuvieron dirigidas a Descartes (a demanda suya),
Sócrates son amados "por ellos mismos". Y, sin embargo, son amados,
y por las cuales escribió sus Respuestas a las objeciones, que un lector
eso es innegable. Problema. 68
un poco serio de las Meditaciones no puede no haber leído. Así que no
se trata de entablar un diálogo con Descartes, y vale la pena anotar eso,
67. Por ejemplo esto, que él lanzaba a su auditorio con ocasión de la sesión del 13
de noviembre de 1957, durante su seminario sobre La relacitín de objeto: "Si
se trata en efecto, a propósito de las funciones creativas que ejerce el significante !los que se hacen honrar por cargos y oficios 1 Pues no se ama a nadie más que
sobre el significado, de hablar de una manera válida, a saber, no simplemente por sus cualidades prestadas." Pensées, Lafuma 688: "Qu'est-ce que le moi?"
hablar de la palabra, sino hablar en el hilo de la palabra, si se puede decir ["¿Qué es el yo?]. [Hay edición en español : Pascal, Pensamientos, Madrid,
[ ... ]" Cátedra.]
68. Pascal, discretamente en segundo plano: "[ ... ] Así que uno nunca ama a nadie, 69.J. Lacan, L'identification , primera sesión, 15 de noviembre de 1961.
sino solamente a unas cualidades. ¡Ya no hay que burlarse entonces de aqué- 70. Ibídem.
58 Anatomía de la tercera persona
La duplicidad del analista 59

pues no se tratará, tanto en esta sesión de seminario como en las si- NUya del pensamiento, incluso si sería un exceso identificarla pura y
guientes, más que de volver a realizar subjetivamente la experiencia simplemente con la conciencia tal como han podido entenderla los
del cogito -como el propio Descartes invita a hacerlo en su prefacio- ·artesianos después de Malebranche y Locke.
mucho más que de debatir con la tradición escrita que se desprendió de
él, empezando por los comentarios y precisiones del autor. Es cuando
Lacan enuncia una tercera posibilidad de entender el "Yo pienso", que
va a llevar directamente al sujeto supuesto saber: J. 3. l. Descartes vs. Hegel

Una vez que se señaló esto, resulta que nos encontramos con algo impor- Otra turbación puede también atrapar al lector de estas líneas del semi-
tante, resu lta que nos encontramos con ese nivel, ese tercer término que 11 a rio del 15 de noviembre de 1961: ¿a qué le llama Lacan
hemos destacado a propósito del yo miento, a saber, que se pueda decir: " fenomenología"? Aparentemente, ni se le ocurre remitirse más que a
"yo sé que pienso", y eso merece por completo atrapar su atención. En la Fenomeno logía del espíritu, o dicho de otro modo, a Hegel:
efecto, se trata aquí del soporte de todo lo que cierta fenomenología ha
desarrollado en lo concerniente al suj eto. Y traigo aquí una fórmula que
es aquélla que habremos de retomar las próximas veces; es la siguiente: Tienen ustedes que atender aquí a esa fórmula de la repercusión especial
aquello con lo que nos enfrentamos, y cómo nos es dado, puesto que que, de algún modo, lrae con ella su ironía, su cuestionamiento, y noten
somos psicoan alistas, es decir si se subvierte radicalmente, si se vuelve que si la remiten a la feno menología, y especialmente a la fenomenología
imposible ese prejuicio, el más radical. .. que es el verdadero soporle de hegeliana, la función de ese sujeto supuesto saber adquiere su valor por
todo ese desarrollo de la filosofía, del que puede decirse que es el límite ser apreciado en cuanto a la función sincrónica que se despliega en estas
más allá del cual nuestra experiencia ha pasado, el límite más allá del cual palabras: su presencia siempre ahí, desde el comienzo de la interrogación
comienza la posibilidad del inconsciente ... es que nunca ha habido, den - fenomenológica, en cierto punto, cierto nudo de la estructura, nos permi-
tro del linaje filosó fico que se desarro lló a partir de las invest igaciones tirá desprendernos del despliegue diacrónico que se supone que habría de
cartesianas llamadas del co¡:ito, que nunca ha habido más que un solo ll evarnos al saber absoluto. 74
sujeto que yo designaré, para terminar, de la sigu iente forma: el sujeto
supuesto saba 7 1
¿Debemos escuchar en esta condena algo que iría dirigido también a
Husserl, Sartre o Merleau-Ponty? ¿O es mejor no leer en ella más que
Primera mención de ese sujeto supuesto saber, un sujeto que enuncia- un ataque dirigido a ese tema hegeliano central en la Fenomenología:
ría entonces, bajo su "yo pienso", un "yo sé que pienso". ¿Es acaso el del saber absoluto? Inmediatamente después de estas líneas que
Descartes, por su parte, tan directamente afirmativo? Nos es permitido acabamos de leer, Lacan prosigue:
dudarlo cuando sabemos que no identificó en ningún lugar pensamien-
to y conciencia, 72 aunque sea necesario tomar también en cuenta el Ese mismo saber absoluto, como veremos, a la luz de esta cuestión, ad-
hecho de que, para él, no puede haber pensamiento sin conocimiento quiere un valor sing ul<mnente refutable, pero solamente en lo siguiente,
inmediato de que hay pensamiento.73 Lacan tiene entonces una justi- hoy: detengámonos en plantear esta moción de censura de atribuir ese
supuesto saber, como saber supuesto, a quienquiera, pero sobre todo c ui -
ficación para deslizar aquí bajo los pies de Descartes esta presencia
démonos de suponerle, subjicere, suj eto alg uno al saber. El saber es
intersubjetivo, lo cual no quiere decir que es el saber de todos, si no que es
el saber del Otro, con mayúscula. Y ya hemos planteado que es esencial
71. lbid. mantener al Otro como tal: el Otro no es un sujeto, es un lu¡:ar donde nos
72. Descartes prácticamente no utiliza el término de "conciencia" en francés. SO- esforzamos, desde Aristóteles, por transferir los poderes del sujeto.
bre ese punto de historia de la filosofía, podemos remitirnos ahora a la intro-
ducción de Étienne Balibar al texto de Locke, ldentilé et diftáence {Identi-
dad y diferencia], París, Le Seuil, col. "Point Essais", 1998. Allí vuelve a
trazar con precisión los primeros pasos de las palabras "conciencia" y "sí
mismo", que fueron primero inventos de Pierre Coste, traductor en 1700 del que está en nosotros, no tengamos un conocimiento actual", "Réponses aux
Essai sur l'entendement humain [Ensayo sobre el entendimiento humano], quatriemes objections (de M. Arnauld)", R. Descartes, Oeuvres Philosophiques,
para verter la "consciousness" y el "self" de Locke. El "Glosario" al final del op. cit., vol. 2., pág. 691.
volumen vale la pena, por no hablar del texto de Locke, por fin publicado en 74. J. Lacan, L'identification, primera sesión, 15 de noviembre de 1961. Cito
edición bilingüe ...
largamente para que se sienta el tono e n el que Lacan dice las cosas y también
73. "No puede haber ningún pensamiento sobre el cual, en el mismo momento en por la tenaz ausencia de cualquier edición pública de este seminario decisivo.
60 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 61

La sesión del 15 de noviembre se cierra con esto, con esta "moción de "representado por un significante para otro significante", invención
censura" hacia lo que Lacan habrá presentado desde el comienzo como propia de Lacan que él está interesado en enganchar al tiempo más
una conjunción del saber y del pensamiento, o lo que es lo mismo: el frágil del cogito, un poco antes del fin de la segunda Meditación, cuan-
inverso perfecto del inconsciente freudiano que se define por ser una do ego es garantizado de su existencia, pero nada más, pues la duda
red de pensamientos sin pensador, sin ninguna conciencia reflexiva. A hiperbólica ha barrido con todo el resto.
partir de esto, el planteamiento parece bastante unívoco, si no es que
Sea ahora el otro borde de la fractura que se ha producido de este modo,
simple: puesto que, en su aproximación de la identificación, Lacan pre-
más de dos años y medio después, apenas un poco antes del momento
tende aventurarse hacia nada menos que una nueva definición del suje-
e n que ese sujeto supuesto saber iba a efectuar su impresionante come
to en su relación con el significante (para llevar la cosa inmediatamente
back (3 de junio de 1964). El conjunto del seminario de ese año debe
después hasta su relación con el saber), le interesa de paso disipar el tratar cuatro conceptos juzgados fundamentales para el psicoanálisis,
equívoco que reduciría al nuevo sujeto al rango del sujeto hegeliano,
respectivamente: la repetición , el objeto a, la transferencia y la pulsión.
que también es establecido en su relación con el saber, agente histórico
Estos dos últimos temas se mezclan de modo bastante vigoroso en toda
del propio despliegue de su esencia hasta alcanzar ese saber absoluto la segunda parte del seminario, pero las cosas se precisan en lo relativo
por medio del cual se completaría su trayectoria. Hay que proscribir a
a nuestra cuestión desde la sesión del 27 de mayo de 1964.
ese sujeto supuesto saber, subraya Lacan, para dejarle un sitio claro,
despejarle el espacio necesario al nuevo sujeto que pronto encontrará Desde el comienzo, no se trata más que de distinguir al máximo al
por primera vez su definición, al final de la sesión del 6 de diciembre, sujeto y al Otro, 75 como con ocasión de las primeras sesiones de La
apoyándose de manera muy singular sobre un cogito deshegelianizado. identificación, con una precisión completamente nueva ese día: "Lle-
go ahora a las dos operaciones que pretendo articular hoy en la relación
Toda una serie de oposiciones se emplaza entonces: el Otro sigue sien-
del sujeto con el Otro." Entonces surge lo que se ha convenido en
do concebido como el "tesoro de los significantes", pero queda exclui- llamar el "punzón" [poinron: punzón, cuño, troquel], que Lacan, de
do que sea sujeto (el sujeto, por el contrario, determinado como lo está hecho, introdujo en realidad desde la construcción de su grafo, en sus
a partir de esto por el significante situado en el lugar del Otro, el sujeto dos seminarios anteriores Las formaciones del inconsciente y El deseo
está en otra parte). Esos dos no se mezclan y, si le creemos a Lacan,
y su interpretación, grafo retomado a su vez en múltiples ocasiones,
toda la experiencia analítica está ahí para persuadir de que al mismo hasta el texto de los Escritos: "Subversión del sujeto y dialéctica del
tiempo se implican (no hay sujeto sin Otro y recíprocamente), y se deseo en el inconsciente freudiano" , y más allá. El punzón, por lo tanto,
excluyen (el Otro no es sujeto; el sujeto no es Otro); en pocas palabras:
no es una novedad de ese día, pero, por un movimiento enunciativo
que lo más importante es diferenciarlos bien, justamente porque están
muy presente a lo largo de sus veintiocho años de seminarios, Lacan
estrechamente vinculados. La puesta fuera de la jugada del sujeto su- retoma aquí un elemento que ya ha lanzado para volver más complejo
puesto saber se inscribe en la necesidad de evitar la confusión al res-
su alcance operacional, tejiendo su red conceptual de una manera a la
. pecto: porque está determinado ante todo por el significante, el nuevo
vez más estrecha y más abierta al equívoco.
sujeto no se inscribe como tal en el lugar del significante: A. Si, al
contrario, existiera un sujeto en el lugar del Otro, entonces sería nece- Primero recuerda que ese punzón es efectivamente el que creó en su
sario llamarlo "sujeto supuesto saber''. Como no es ése el caso, la retó- escritura de la fantasía (SO a) y en su escritura de la pulsión (siempre en
rica que actúa en el decir de Lacan es la del "un sujeto expulsa al otro": el grafo: SO D). Dibuja en el pizarrón cierto recorte del citado punzón,
aquél que fue el "prejuicio [... ] más radical [... ] verdadero soporte de y prosigue:
todo ese desarrollo de la filosofía, del que puede decirse que es el límite
más allá del cual nuestra experiencia ha pasado, el límite más allá del
A Separación
cual comienza la posibilidad del inconsciente", aquél debe ser deste-
V Alienación
rrado con estruendo para dejarle su lugar al nuevo, a ese muy poco ser
que tendrá que contentarse con ser representado por un significante 75. "Primero [i.e. durante la sesión anterior] acentué la repartición que yo consti-
para otro. Exit el sujeto supuesto saber, remitido sin remilgos a sus tuyo oponiendo, con relación a la entrada del inconsciente, a los dos campos
del sujeto y del Otro [ ... ] La relación del sujeto con el Otro se engendra por
cuarteles filosóficos, para que haga muy pronto su entrada ese sujeto entero en un proceso de hiancia [ ... ]",Sesión del 27 de mayo de 1964.
62 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 63

Atengámonos a ese pequeño rombo. Es un borde, un borde que funciona. participante, en un equívoco tan fundamental como fundador en la en-
Basta con suministrarle una dirección vectorial, aquí en e l sentido inverso señanza de Lacan:
a las agujas del reloj [.. .] La pequeña V de la mitad inferior del rombo,
digamos aquí que es e l vel constituido de la primera operación en la que
pretendo suspenderlos durante un instante [... ] Se trata del vel de la pri - Una falta es, por el sujeto, encontrada en el Otro, en la intimación misma
mera operación esencial en que se funda el sujeto. [... ] no se trata de nada que el Otro Je hace por su discurso. En los intervalos del discurso del Otro
menos que de esta operación que podemos llamar la alienación. surge, en la experiencia del niño, aquello que es radicalmente localizable
en é l: él me dice eso, ¡pero qué quiere de me

Entonces Lacan se mostrará muy elocuente en lo concerniente a esta


alienación, distinguiendo entre el ve! exhaustivo -"voy aquí o aquí, si A través de una sutileza clínica que fue observada con toda justicia,
voy aquí, no voy acá, hay que escoger"-, el ve! de indiferencia -"voy Lacan de entrada responde a esta pregunta abismal con un rasgo que
para un lado o para el otro, nos da igual, es equivalente"- y finalmente llama la atención a la vez por su justeza psicológica y por su fuerza
el que retendrá toda su atención: el ve! no exclusivo, allí donde la "elec- estructural, tomando en cuenta el empleo que él le da al sacarlo a cola-
ción no consiste más que en saber si queremos quedarnos con una de ción en ese momento:
las partes, y la otra desaparecería en todos los casos", con el ejemplo
El primer objeto que [e l niño] le propone a ese deseo parental cuyo objeto
princeps muy conocido: "la bolsa o la vida". Siguiendo ese modelo, es desconocido, es su propia pérdida: -¡ Puede él perderme 1 La fantasía
Lacan busca resaltar la disyunción entre el ser y el sentido, donde el de su mue1te, de su desaparición,'es e l primer objeto que e l sujeto tiene
sujeto se encontraría del lado del ser, y el sentido del lado del Otro. Si para poner en juego en esta dialéctica, y lo pone en efecto, lo sabemos por
escojo el ser (y el sujeto), ambos desaparecen, no tengo nada. Si, en mil hechos, aunque más no fuera por la anorexia mental. Sabemos tam-
cambio, escojo el sentido: bién que la fantasía de su mue1te es esgrimida comúnmente por el niño en
sus relaciones de amor con sus padres. Una falta recubre a la otra[ ... ] Una
fa lta engendrada en un tiempo precedente es lo que sirve para responder a
El sentido sólo subsiste mermado de esa paite de no-sentido que es, ha- la falta suscitada por el tiempo siguiente.
blando con propiedad, lo que constituye, en la realización del sujeto, el
inconsciente. En otros términos, se encuentra dentro de la naturaleza de
ese sentido, tal como viene a eme rger en el campo del Otro, estar ecl ipsa- De ahí la importancia, en todo este contexto, del término de aphanisis,
do en una gran parte de su campo por la desaparición del ser, inducida por que Lacan retoma de Ernest Jones, para darle un uso diferente, e inclu-
la función misma del significante. so opuesto, pues se trata aquí de desaparición, defading , no del deseo,
sino del sujeto. Sin embargo, sería erróneo dejar de lado aquí una pre-
No deseo comentar aquí estas líneas; solamente quiero precisar que el gunta que se le dirigió a Lacan al final de esa sesión . En primer lugar,
hecho de ubicar así en un mismo lado al sujeto y al ser, y en otro lado al porque cualquiera que tenga la experiencia de un seminario puede sa-
Otro y al sentido, en vista de que el propio Lacan sólo utiliza en escasas ber que ese tipo de pregunta está en parte perfectamente al costado de
ocasiones para sí mismo esas categorías hiper filosóficas del ser y del la bacinica, pero en parte (es difícil comprender bien por qué y cómo
sentido, es suficiente para señalar a Descartes y su cogito, en una sesión cada vez) da de lleno en el blanco. Recordaremos ante todo que a lo
donde su nombre no es pronunciado ni una vez. Pero ocurre que en el largo de esta sesión Lacan no ha pronunciado ni una sola vez el nombre
momento de hablar más sobre la otra vertiente del punzón, se le viene la de Hegel, cuando Jacques-Allain Miller le pregunta:
hora encima y, aparte de la introducción del concepto de separación -
que hace pareja con el de alienación constituyendo la otra mitad del Con todo, ¿no quiere usted acaso mostrar que la alienación de un sujeto
"punzón"-, Lacan se contenta con lanzar unas cuantas indicaciones, que ha recibido la definición por haber nacido adentro, constituido por y
ordenado en un campo que es exterior a él , se distingue radicalmente de la
remitiendo a la sesión siguiente una explicitación en regla de "esta ope-
alienación de una conciencia de sí? En resumen, ¿no hay que compren-
ración segunda, que es tan esencial definir como la primera, pues allí es der: Lacan contra Hegel?
donde veremos asomar el campo de la transferencia".
La dificultad está en el Otro, en la medida en que ha quedado fuera de Lacan se precipita a darle la razón, contra André Green, quien le habría
cuestión considerarlo como sujeto. Cualquier cosa menos eso. Ahora dicho justo antes: " [... ]Usted es el hijo de Hegel." Nunca lo sabremos
bien, este Otro a-subjetivo de entrada adquirirá el valor del O(o)tro realmente, pero pienso que hay que ver, en esta advertencia de una
64 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 65

cercanía excesiva a Hegel, el movimiento que mostrará su régimen ple- por el mismo medio por el cual la queremos"), pero eso no se constitu-
no en la sesión siguiente, aunque más no fuera por un pequeño indicio: ye verdaderamente como un "saber" sobre al~o, y especialmente no
Lacan vuelve a recordar la pregunta en estos términos: sobre la certidumbre producida por el cogito . Esta toca en efecto con-
juntamente al pensamiento y al ser, y por lo tanto permanece ajena a ese
Para responder a la pregunta que se me planteó la última vez sobre mi saber reflexivo que el pensamiento -y sólo él- trae aparejado, y sólo
adhesirín a la dialéctica hegeliana[ ... ] me comprometo, si me provocan, a para sí. Se ve entonces que Lacan continúa aquí leyendo algo como el
mostrar que la experiencia efectiva que se inauguró con miras a un saber
corazón de la tesis hegeliana en el culmen activo del cogito cartesiano,
absoluto no nos lleva nunca a nada que pudiera, de ningún modo, ilustrar
la visión hegeliana de síntesis sucesivas, a nada que permita incluso que por medio de lo cual va a buscar limpiar a este ego cartesiano de su
aparezca la promesa del momento que Hegel vincula oscuramente con ese sobrecarga hegeliana, separando lo más radicalmente que le es posible
estad io, y que alguien ilustró con gracia con el título del Domin¡;o de la el "Yo soy" (del lado del sujeto, del lado de la certidumbre) y el "yo
vida - cuando ya ninguna abertura quedaría abierta en el corazón del suje- pienso" (del lado del saber, del lado del Otro 76 ). Y aquí ocupa su lugar
to. Es necesario que yo indique de dónde proviene el engaño hegeliano.
un segundo viraje, tan decisivo en el comentario del término de separa-
ción como en la reintroducción, el sorprendente retorno, del sujeto su-
Y vuelve a empezar un estudio sobre ... el cogito cartesiano, esta vez
puesto saber:
para encontrar en él aquello de lo que habría que saber prescindir re-
sueltamente, ese ya citado "engaño hegeliano". Tras haber vuelto a poner Pero ocurre que él [Descartes] hizo otra cosa [distinta de hacer del yo
en la escena y en la montura a un Descartes clásico, presionado para pienso un simple punto de desvanecimiento], que concierne al campo.
establecer una certidumbre capaz de servir de piedra angular a todo el que él no nombra. donde están errando todos estos saberes, de los que dijo
edificio científico que él ambiciona con su mathesis universa/is, Des- que convenía ponerlos en una suspensión radical. Pone el campo de estos
saberes en e l nivel de ese más vasto sujeto, e l sujeto supuesto saber, Dios.
cartes, prosigue Lacan, se vio conducido a "realizar una separación
Ustedes saben que Descartes no pudo hacer otra cosa más que volver a
muy particular"; cierto Descartes va entonces a echarle una mano a introducir su presencia. ¡Pero de qué manera tan singular!
Lacan, quien había prometido la vez anterior echar luz sobre el concep-
to nuevo de separación. De hecho, prácticamente todos los protagonis- El Dios creador de las verdades eternas, que cabe en unas cuantas lí-
tas están ahora presentes: Descartes, Hegel, el saber, el sujeto, el Otro, neas diseminadas en tres cartas a Mersenne fechadas el 15 de abril, el 6
y esta separación que sigue esperando encontrar su régimen. y el 27 de mayo de 1630, es presentado aquí como lo más separado del
En pocas líneas, dos puntos de viraje serán sucesivamente y casi apre- sujeto que puede hacerse, sin dejar de estar, por supuesto, en la relación
suradamente franqueados : primero Lacan identifica a la certidumbre a más fundamental con él y el saber que puede fabricar. A Lacan, quien
la que apunta y que obtiene Descartes con "la instauración de algo busca desde Ja última vez dar cuerpo a la noción de separación, este
separado". ¿Qué es lo que apela aquí a este calificativo? "Separado" extraño Dios cartesiano le viene como anillo al dedo para responder a
no es una palabra de Descartes. Lacan presenta entonces una especie de su apelación ya antigua de sujeto supuesto saber.
"error" del propio Descartes, vinculado con ese "yo sé que pienso" Ese Dios habría creado las verdades eternas -entendamos ante todo:
percibido a medias con ocasión de la primera mención del sujeto su- las matemáticas- como creó el mundo. "A su imagen", sí, pero mante-
puesto saber:
niendo también una diferencia esencial entre Él y ese mundo. Contra-
riamente a cierto deslizamiento ontológico,77 que habría pretendido que
Cuando Descartes inaugura el concepto de una ce1tidumbre que cabría
por entero en el Yo pienso de la cogitación [... ], podríamos decir que su
error consiste en creer que se trata aquí de un saber. Decir que sabe algo
76. Lacan le dará continuidad a esta oposición, hasta convertirla en la trama del
sobre esa ce1tidumbre. No hacer del Yo pienso un simple punto de desva-
necimiento. cuadrángulo que muestra con ocasión del seminario La lri¡;ica de la.fantasía,
que ordena repetición, aclin¡.;-out, pasaje al acto y transferencia a partir de la
oposición negativada: "O no pienso o no soy".
¿Verdaderamente cometió Descartes ese "error"? Sí y no, como hemos 77. Notablemente apuntado y comentado por Jean-Luc Marion en su libro Sur la
podido verlo anteriormente. En efecto, hay una necesaria presencia ante théorie blanche de Descartes [Sobre la teoría blanca de Descartes], París,
sí del pensamiento ("no podemos querer una cosa que no percibimos PUF, 1988, en su "Livre 1: L'analogie perdue, de Suarez a Galilée" [" Libro 1:
La analogía perdida, de Suárez a Galileo").
66 Ana /omía de la tercera persona La duplicidad del an.alisla 67

el saber riguroso y de finitivo ele las matemáticas fu era compartido con No puede habe r otro sujelo más que un sujclo para un sujelo , y, por olro
Dios mi smo, Descartes reafirma una infranqueable trascendencia del lado, el sujeto primero no puede inslituirse como lal m:ís que co mo sujelo
que habla, más que como sujelo de la palabra; así que es en lanl o el olro
D ios , ya no desde el úni co punto de vista de la Grac ia, sino también
mismo esl:í marcado por las necesidades del lenguaje, en lanlo e l olro se
desde el punto de vista del saber: del hecho de que un triángulo tiene instaura no como otro rea l, sino co rno olro. como lu gar de la arti cu lación
tres lados no nos está permitido co ncluir que lo mismo ocurre para de la palabra, que se hace la primera posic ión posible de un s ujeto como
Dios . D ios creó los triángu los así, como creó los hombres, sin que sea tal, de un sujeto que puede captarse co mo sujeto, que se capta corno suje -
posible deducir ele ello cualquier cosa en cuanto a su saber. Por más lo en e l olro, en lanto que el olro piensa en él corno sujeto.
lejos que se ll eve la elaborac ión del saber de ego, por más garantizado
que esté, no aumentará un ápi ce el co nocimiento que podemos tener de Mientras e l orde n de la palabra - "plena" o "vac ía" , ele ac ue rdo con las
Dios . Éste tiene su saber - su ente ndimie nto- y ego ti ene el s uyo, y e ntre palabras que Lacan tomaba ento nces prestadas ele Heidegger- domina-
los dos , Descartes no puede concebi r más " relació n" que la que hay a ba la escena analítica a los ojos ele Lacan, ex istía la necesid ad , en efec-
sus ojos entre lo finito y lo infinito. Lo cual equi va le a decir: ning una. 78 10, de que un sujeto fuera el único apto para responder a otro sujeto . En
He aquí efectivamente la más estri cta separac ió n que pueda concebirse lanto lugar de la palabra, el Otro era s ujeto. A partir del momento e n
e n el orden del saber. q ue la estructura del lenguaj e tomaba la de la ntera a los cami nos
he ideggerianos de la palabra, el Otro "como tal" debía vaciarse de toda
La construcción de Descartes permite así que planee la idea ele un saber cualidad de sujeto, hasta el punto que desde e l primer uso proscriptivo
absoluto, no e n el sentido hegel iano , sino en e l sentido ele un saber que del sujeto supuesto saber, éste último sirve casi como definición para
sería e l de un sujeto absolutamente fuera del alcance para ego. El esta naturaleza subjetiva ambi gua del Otro: suj eto, no deja de serlo,
reencuentro con Descartes y la súbita promoción del suj eto supuesto pues gracias a é l "yo" habl a; pero, al mismo tiempo, no lo es, salvo si
saber se inscriben así para Lacan dentro de uno de sus virajes ese nc ia- nos hundimos en el "engaño hegeliano". La suposición vi ene a decir
les: e l abandono puro y simpl e del tema, decisivo durante mu cho ti em- sobre él exactamente lo que es. Ante ese "ser" que se impone como la
po en é l, ele la intersubjetividad. dimensión misma del sujeto, este O tro, a partir ele esto , ni es, ni no es:
lodo su "ser" se red uce a la s upos ic ió n que lo funda , y nada más. La
intersubj etividad no tiene entonces ya por qué ser tan fundamenta l, a
1.3.2. Últimos destellos de la intersubj etividad partir del momento en que ya no hay que ordenar dos s uj etos reales
(como e l proceso norm al de la palabra inc itaría a hacerlo) , sino un
Hemos visto anteriormente e l apoyo que este tema le ofrecía a Lacan, sujeto real y un sujeto supuesto. Y si ya no es fundamental , entonces ya
por ejemplo en su diatriba contra Bouvet. Con ocasión de la sesión del no es nada. Una vez clarame nte ventilado este "engaño hegeliano",
13 de mayo de 1959, durante su sem in ario El deseo y su interp retación, Lacan, al parecer, ya no encontrará palabras lo bastante duras para con-
todavía se podía escuchar que dijera: denar ese término de intersubjetividad.
Si tuviéramos que detenernos aq uí, podríamos pensar que Lacan no
No hay - es un principio que lenemos que manlener co mo princ ipio de
siempre- sujeto m:ís que para un sujeto.
hace más que desplegar más ampliamente lo que había adel antado casi
lres años antes. Sabemos que le hizo muy poco caso siempre a la res-
puesta de Descartes a la segunda79 pregunta de ego, garantizado de su
Y en la ses ión siguiente, e l 20 de mayo:
existencia por el cogito, pero incomodado igualmente por esta mi sma
existencia: "Pero yo, ¿quién soy? [ ... ] E ntonces no soy, preci samente
hablante, más que una cosa que piensa [ ... ]" Y hace surgir entonces la
78. Descartes se suscribe plenamente a la regla clásica: Finili ad infini11.1m nulla
oposición res cog itanslres extensa, de la que podemos leer la crítica
es/ proporlio. Ver lambié n su crítica más que severa contra Galileo en otra
ca1ta a Mersenne, de l 11 de octubre de 1638: "Falla en todo lo que é l [Galileo]
dice sobre el infinito, por el hecho de que, a pesar de que admite que e l espíritu 79. La primera era más ansiógena todavía que la segunda: "Yo soy, yo existo: eso .
humano, siendo finito, no es capaz de comprenderlo. no deja de d iscurrir es seguro, ¿pero por cuánto tiempo?" Meditations, París, Garnier-Flammarion,
sobre él como si lo comprendiera." 1967, vol. 2, pág 418.
68 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 69

bastante feroz hecha por Lacan en sus repercusiones psiquiátricas, del A partir de la sesión siguiente, tras algunas precisiones rápidas y estric-
lado de Henri Ey, por ejemplo. 80 A Lacan sólo le importa ese momento tamente introductorias al tema de la transferencia (la contratransferencia
de desvanecí miento, de aphanisis de ego, que él lee a pesar de las mon- no es más que una manera de "eludir aquello de lo que se trata", la
tañas de comentarios filosóficos casi mandados a hacer para enmasca- transferencia "fue descubierta antes de Freud", ·"perfectamente
rarlo. Una vez extirpado el "engaño hegeliano" gracias a la apelación articulada" por Platón -ver el caso Sócrates/ Alcibíades-, etc), Lacan
de sujeto supuesto saber, la certidumbre cartesiana sobre la existencia suelta la aserción siguiente, bastante grave a su manera, también:
de ego viene a apoy ar la idea de esta separación que Lacan busca en-
tonces instaurar entre un sujeto presa de una certidumbre sin saber por A partir de que hay en algún lado el sujeto supuesto saber - que les abrevié
un lado, y un Otro, lugar indefinido del saber despojado de toda certi- hoy en lo alto del pizarrón como S.s.s.- hay transferencia.
dumbre subjetiva, por otro lado. Aunque esta oposición, por más clara
que sea, parece con todo excesiva. Demasiado didáctica para ser hon- Nuevamente, la eventualidad de un saber absoluto debe hacerse a un
rada, de algún modo. lado: "Es muy seguro, del conocimiento de todos, que ningún psicoa-
nalista puede pretender representar, ni siquiera de la manera más estre-
cha, un saber absoluto." ¡Uf! Entonces, ¿qué relación existe, para
terminar, entre ese Dios cartesiano creador de las verdades eternas ex-
l. 3. 3. Analista y sujeto supuesto saber: ¿el purgado de todo "engaño hegeliano", y el analista? ¿Qué es lo que
mismo o no? ahora autoriza este acercamiento, esta relación que podríamos conside-
rar casi de implicación? 82
La sorpresa -la de Jos asistentes del seminario ese día, quizás; la nuestra,
en todo caso- no es causada por esa lectura original de las Meditaciones, Nada del orden del saber, pero una nada que proviene del deseo. Lo que
que retoma y despliega más delicadamente los datos de la proscripción ese Dios sabe, Descartes plantea que él (ego) no lo sabrá nunca; en
de 1961, sino por la frasecita que sigue, lanzada en la misma dirección cambio, el sentido de lo que ese ego sabrá (que un triángulo tiene tres
de las citas anteriores sobre el Dios creador de las verdades eternas: lados, que dos más dos son cuatro) sólo será tal porque Dios lo habrá
querido así. Esa voluntad divina es planteada por ego al mismo tiempo
Puede parecerles que los llevo lejos del campo de nuestra experiencia, y que se desinteresa de ello para obrar a partir de entonces sólo dentro de
sin embargo - lo hago recordar aquí a la vez para disculparme y para man- las avenidas de un saber egóico que habrá sabido ubicar antes que nada
tener su atención en el nivel de nuestra experiencia- el sujeto supuesto su verdad última fuera de su propio alcance, en ese Dios absolutamente
saber, en el análisis, es el analista. 8 1
separado. Eso es lo que Lacan recupera poniéndolo en la cuenta del
deseo, de ese deseo desconocido (¿inconsciente?) que habrá presidido
Si tenemos a bien recuperar con respecto a esto cierta ingenuidad (mal- ese montaje de saber que es el síntoma, por el cual el analizan te viene al
tratada por años pasados tragándonos ciegamente esa equivalencia), la análisis.
frase parece bastante asombrosa . Lacan se apresura, por otro lado, a
agregar, como para amansar a su auditorio: Por razones que atañen mucho más a la neurosis que a la cultura circun-
dante (¡aunque también!), quien produce un comportamiento dado con-
Tendremos que discutir la próxima vez, a propósito de la función de la sidera que significa algo, sin entender nada de él, salvo que hay allí
transferencia, cómo es que no tenemos, nosotros, ninguna necesidad de la algo que entender. "¿Pero qué quiere decir que yo haga sin cesar lo
idea de un ser perfecto e infinito - ¿a quién se le ocurriría atribuirle esas mismo?" El "¿Qué quiere decir?" inscribe dos cosas al mismo tiempo:
dimensiones a su analista?- para que se introduzca la función del sujeto por un lado, puesto que eso "quiere decir", es que hay significación en
supuesto saber.
juego, que corresponde potencialmente a una mathesis, a un saber; pero
por el otro, al mismo tiempo, es supuesto que ese saber viene de un
80. Al releer "La causalidad psíquica'', por supuesto, pero también si nos detene -
mos en las páginas 514-515 de los Escriros, en las cuales Lacan denunciaba
las concepciones de alucinación derivadas de esa concepción cartesiana de las
cosas del "espíritu". 82. "La transferencia es impensable si no tomamos su punto de paitida en el suje-
81 . Siempre en la sesión del 3 de junio de 1964. to supuesto saber." Sesión del 17 de junio de 1964.
La duplicidad del analista 71
70 Anatomía de la tercera persona

sujeto tan separado como puede serlo el Dios cartesiano, que no se vida activa que conoció en la enseñanza de .lacques Lacan, estud iaré
confunde con el saber de sus criaturas. El " voluntarismo divino" postu- ahora una sola etapa, aquella en la que Lacan produjo, con la ayuda de
lado por Descartes (y muy controvertido entre los cartesianos) parece algunos de los términos ele su "álgebra", una escritura del sujeto su-
efectivamente haber sido uno de los asideros (en el sentido alpinista del puesto saber, que luego acostumbrado a llamar el "algoritmo de la trans-
término) por los cuales Lacan pudo operar ese sorprendente acerca- ferencia" . Esta escritura aparece en un texto de 1967 conocido con el
miento del Dios creador de las verdades eternas y del analista en la título de: "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre e l psicoanalista
cura; su invención del sujeto supuesto saber constituiría la bisagra en- de la escuela".
tre los dos. _Podemos convencernos de esto leyendo, en la sesión del 24
de junio de 1964, una apología vibrante sobre el deseo del analista,
''deseo de obtener la diferencia absoluta [ ... [". l. 3. 4. Lectura del "algoritmo" de la
El beneficio del nuevo apelativo de sujeto supuesto saber es inmediato: tran.~feren.c ia
en el lugar de la "transferencia", fenómeno, hecho ele experiencia que
se imponía fenomenológicamente (bajo la forma prínceps de l amor), Enco ntrarnos allí el cifrado siguiente, que Lacan prácticamente no
viene una función (el S. s. S.), algo mucho más abstracto a partir de lo retornó luego, paro que insertó en su decisiva Proposición sohre el
cual se vuelve posible generar los hechos observables, aumentando psicoanalista de la escuela:
notablemente de esta manera su inteligibilidad. Así.ocurre con el amor - - - - ---7 S'I
de transferencia, que puede dejar de ocupar el primer plano de la esce-
s
na con tanta naturalidad, puesto que adquiere de entrada el rango de s cs 1, s2 , ... , S")
efecto. 81 Al mismo tiempo, también, vendrán con mucha mayor clari- La letra "S", mayúscula, designa corno frecuentemente en Lacan a un
dad algunas precisiones (importantes con relación a lo que puede verse sign ificante, la pequeña "q" colocada como exponente sobre la segun-
en el debate con Bouvet): da S debe leerse como "cualquiera". "S'I": "un significante cualquiera".
"s", a su vez, debe leerse en su equívoco, habitual tambi én en Lacan,
la tran s ferencia no cs. por su naturaleza. la sombra ele algo que hubiL: -
J ... ] para designar a veces al significado, y a veces al sujeto (cierto estado,
ra siclo vivido antes.[ ... ¡ No es rL:pL:tic ión dL: lo que pasó más que por ser al menos, del sujeto). De tal modo que si se desdeñan por un momento
de la misma forma. No L:S ectopia. No es sombra de los antiguos engaiios del
amor. Es aislamiento en lo actual de su funcionamiento puro de engaiio.
los paréntesis visibles en el denominador, podríamos creer que estamos
leyendo la definición del sujeto tal como apareció la primera vez el 6 de
diciembre de 1961: el significante (en este caso: S) representa ál sujeto
Más tarde, Lacan jugará con cierta fortuna vinculada con la apelación,
(aquí: s) para otro significante (SC\ , e l significante llamado aquí, por
y declinará a este sujeto tanto del lado del saber - hay un saber (por
ejemplo en el síntoma), y a ese saber le es supuesto un sujeto que detenta razones sobre las que regresaremos, "cualquiera"). ·
su significación-, corno del lado del sujeto - hay un sujeto (e l analista) He aquí ahora la descripción que Lacan da de lo que se muestra a la
del que es supuesto que oculta un saber (en relación con la significa- lectura bajo la barra:
ción desconocida)-. Esa palabra de tres términos: sujeto/supuesto/sa-
ber se lee como bustrófedon. Bajo la barra, pero reducida al palmo suponedor del primer significante:
la s representa al sujeto que resulta al implicar en el paréntesis al saber,
A pesar del enorme número de citas que sería posible reunir con res- supuesto presente, de los significantes e n el inconsciente, si¡;nificaci!Ín.
pecto a la evoluc ión de ese concepto a lo largo de esos dieciséis años de que ocupa el lu¡;ar del referente todavía latente en esa relacúín tercera
4
que lo adjunta a la pareja si¡;ni/icante-si¡;nificado."

83. " [ ... )el sujeto es supuesto saber de so lamente ser sujeto de deseo. ¿Pero qué
pasa? Pasa lo que se llama en su aparición el más común efecto de transferen -
cia. Ese efecto es el amor." Siempre el 17 ele junio de 1964. "Sólo ahí puede
surgir la significación de un amor sin límite , porque está fuera de los límites
de la ley [ ... ]'',dice e l 24 de junio de 1964, como conclusión última del semi-
nario de ese año. 84. El subrayado es mío.
72 Analomía de la lercera persona La duplicidad del analista 73

La poco usual palabra "palmo" 85 viene a cuestionar a la "S", llamada De este modo, es necesario leer en la fórmula del texto definitivo, tan
también "significante de la transferencia". Nada en el texto que antece- parca que se vuelve opaca, que ese saber ele los "significantes en el
de viene a fijar la significación de semejante expresión, y por el instan- inconsciente" adquiere un valor de significación en tanto (en la medida
te es necesario contentarse con cierta indeterminación de algunos tér- en que) un significado-sujeto le es "adyacente". Por lo que se inscribe
minos. Por otro lado, el solo hecho de pl antear esa "S" abre la posibili- en efecto lo esencial de lo que quiere significar la expresión sujeto
dad de la barra y de su denominador con , al mismo tiempo, un sujeto y supuesto saber: que a la pregunta dirigida sobre un comportamiento
un saber que le es "adyacente". Como la buena filosofía, la lectura es cualquiera - "¿y que quiere decir eso?"- se le suponga que hay uno que
ante todo hija de la penuria: en lo concerniente a las relaciones, tan detenta la significación de ese saber. En ese puro movimiento de supo-
valiosas, entre el sujeto y el saber en la escritura del sujeto supuesto sición , dicha significación se constituye "en reserva", adquiriendo el
saber, no está permitido echarse al buche, por el momento, más que rango de "referente aún latente" . Y ese texto primero, mucho más claro
esta pobre palabra, "adyacente", "situado en la inmediación o proximi- sobre numerosos puntos, prosigue:
dad de otra cosa", ésos so:-i los sinónimos que aporta el Diccionario de
El analista no tiene otro recurso más que colocarse en el nivel de la .1· de la
la Real Academia. El sujeto se encuentra entonces flanqueado por un
pura sig nificación del saber [ .. .]
saber que, por su parte, está estrictamente compuesto por significantes,
en un número indefinido, y encerrados entre paréntesis.
Ese "saber tomado en su significación", que habrá sido necesario ir a
Como ocurre con frecuencia con Lacan (del mismo modo que, curiosa- pescar en una versión anterior, revela lo esencial: si un saber, siempre
mente, cuando nos enfrentamos a un texto escrito en un idioma extran- concebido como concatenación de significantes, permanece inserto en
jero), la cuestión de la comprensión es primero gramatical, en razón ele un sujeto ("s", vuelto posible a su vez por la puesta en movimiento de
los vínculos que se deslizan sobre este terreno: ¿la palabra "significa- una cadena significante manifiesta S ~ Sq), habrá transferencia. Y la
ción" debe entenderse aquí como en aposición con la palabra "saber" estrategia del analista equivaldrá a "colocarse" en ese nivel... Por medio
que la antecede? ¿No sería más bien la palabra "significantes" la que se de lo cual regresa la pregunta del inicio, con la que ya nos topamos con la
trata ele retomar? ¿O quizás es la "s" la que conviene, mejor ubicada traducción del "die meiner Person": ¿qué relación cabe concebir entre el
desde el punto de vista musical, puesto que viene justo después de los analista que continuaremos calificando aquí como "él mismo" y el analista
dos puntos, y abre la serie de las aposiciones? Es notable, al menos en tal como es fabricado por la transferencia, en este caso la "s" minúscula
lo referente al estilo de Jacques Lacan, partidario ele cierto rigor simbó- que produce un "saber tomado en su significación"? Las líneas inmedia-
lico, que sea necesario con mucha frecuencia pasar por el sentido para tamente consecutivas a la cita atacan ese problema de frente:
despejar los equívocos de la gramática. En general, es más bien al con-
trario: la gramática sirve para despejar los equívocos del sentido. Vemos que si el psicoanálisis consiste en el mantenimiento de una situa-
ción convenida entre dos participantes, que se plantean en ella como el
De hecho, solamente la lectura ele una primera escritura ele este texto - psicoanalizante y el psicoanalista, tal situación no podría desarrollarse
anterior por unos cuantos meses- permite despejar más o menos el m::ís que al precio del constituyente temario que es el significante intro-
ducido en el discurso que se instaura allí, el que se llama el sujeto supues-
equívoco. En el tiempo en que Lacan comenzaba a acercarse a la escri - to saber, formación , a su vez, no de attificio sino de veta, como despren-
tura misma de su algoritmo, y apartaba una vez más de su camino la dida del psicoanalizan.te.
posibilidad ele una intersubjetividad cualquiera, escribía: Tenemos que ver lo que califica al psicoanalista para responder a esta
situación de la que vemos que no en.vuelve a su persona . No solamente el
Dos sujetos no están impuestos por la suposición de un sujeto, sino sola- sujeto supuesto saber no es real en efecto, sino que además no es necesa-
mente un significante que representa para otro cualquiera la suposición rio en absoluto que el sujeto activo en la coyuntura, el psicoanalizante
de un saber como adyacente a un significado, o sea un saber lomado en su (único que habla primero) se lo imponga [... ]
significación.X"

85. "Distancia que va desde el extremo del pulgar hasta el del meñique, estando la
mano extendida y abietta" , Diccionario de la Real Academia, pág. 1509. español: "Proposición ... " , Ornicar?, N° 1, págs. 11-40, Bai·celona, Ed. Petrel,
86. J. Lacan, Proposilión. .. , Primera versión, Analytica, vol. 8, abril de 1978. [En 1981.)
74 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 75

Lo que nos importa aquí es el psi coana li sta, en su re/m:i!Ín con el saber 1.4. ¿Dónde está el problema ?
del sujeto supuesto, no se¡;unda sino directa. Está claro que del saber
supuesto él no sabe nada. El S'I del primer ren glón no tiene nada que hacer
con las Sen cadena del segundo, y no puede toparse con e llas más que por No hay necesidad alguna de haber pasado años sobre un diván o con la
encuentro 87 . nariz pegada a obras eruditas para comprender la situación descrita
aq uí: un individuo, el "psicoanalista", se presta a un juego particular,
Contrariamente a las afirmaciones por las cuales Lacan inici almente que existe en todas partes y que se encuentra en el cimiento de la mayo-
había introducido sus palabras en 1964 ("[ ... ]el sujeto supuesto saber, ría de las relaciones humanas. ¿Quién no ha tenido que enfrentar en
en el análisis, es el analista"), se ve empujado ahora a distinguir entre efecto el sentimiento de ser tomado, en tal o cual situación, por un
ese sujeto supuesto saber-que preside la ec losión de un a transferencia personaje al que uno se siente ajeno? Cuando alguien se ve confronta-
a partir de esta "adyacencia" de un saber (las S 1, S2 , S") y de un sujeto do a una parte de su reputación, aunque reconociera en ella alguna
(la "s" minúscula en itálicas), ambos igualmente supuestos, lo que está verdad, podemos apostar que el sentimiento predominante será el de la
señalado sin ambigüedades por su posición en el denominador en la extrañeza. Se excava una divergencia entre el personaje público produ-
escritura del algoritmo- y lo que, en estas líneas, se llama "el analista". cido en tal o cual situación y la percepción que cada uno tiene de sí
La simple identificación del verbo ser ya no conviene para entablar el mismo.
vínculo entre esos dos. El sujeto supuesto saber es aquí claramente
Así que no es privativo del psi coanalista en funciones en una transfe-
señalado como "constituyente ternario" , hasta el punto en qu e puede
rencia el hecho de conocer semejante jaloneo (solamente eventual, pues
plantearse claramente, para terminar, la cuestión de la "relación" que
hay que saber también no desdeñar, por lo mismo , un acuerdo de entra-
ese "psicoanalista" mantiene con e l saber de ese sujeto supuesto, rela-
da igualmente sospechoso entre esta imagen transferencia! y ese maldi-
ción "no segunda, sino directa".
to "él mismo" que no logramos ahorrarnos). La si ngularidad de supo-
Última prec isión que debemos recordar: mientras que la palabra "per- sición se debe por completo al hecho de que, lejos de soportar e l fenó-
sona" no es en Lacan de un empleo frecuente , muy por el contrario, y meno como todo el mundo, e l analista tie ne que estar advertido de su
no llega nunca al concepto (excepto en su tesis de 1932, que se desplie- producción hasta el punto de que, lejos de oponerse a la "imposición"
ga en otro contexto), la vemos desempeñar aquí un papel de primera que de este modo le inflige su paciente, o de aceptarla plenamente, se
impo1tancia: la situación transferencia! del analista "no envue lve a su esfuerza e n mantenerse al respecto en una neutralidad tan grande como
persona". En suma, éste último lleva una vida independiente de la del pueda hacerlo.
sujeto supuesto saber. Por otra parte, tenemos la prueba de ello: en
general al analizante le toma cierto tiempo antes de "imponérselo",
antes de imponerle ese encargo. Ya no queda posibilidad de duda: no 1.4.1. La neutralidad
solamente hay en efecto tres protagonistas, sino que ahora cada uno
porta un nombre que le pertenece: el analizante, el analista y el sujeto
Esa palabra, "neutralidad", hizo fluir mucha tinta freudiana. Todavía
supuesto saber. Claro está que, los dos últimos presentan un alto grado
recientemente, el director actual del Psychoanalytic Quarterly publi-
de intrincamiento. Distinguir hasta ese punto - nominalmente- a la per-
caba en esa revista un artículo titulado 'The peri Is ofNeutrality", 88 en
sona del analista del personaje encarnado por él en el análisis: ¿acaso
el cual se bate contra ese concepto:
eso no equivaldría, una vez más, a darle cuerpo peligrosamente a unas
concepciones a la Bouvet? ¿Hemos avanzado verdaderamente e n el El concepto de neutralidad analítica se ha conve1tido en un fardo porque
posicionamiento de la cuestión desde el firme titubeo de Freud? nos alienta a perpetuar cie1tas ilusiones estrechas sobre el papel del analista
e n e l proceso analítico. 89

88. Owen Renik , "The peri Is of Neutrality" , Psychoanalytic Quarterly, LXV, 1996,
págs. 495-517.
87. Todas las itálicas son mías. 89. /bid., pág. 496.
76 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 77

A través de algunas frases llenas de sentido común, Renik muestra sin minante por los conflictos, pues él es una de las fuentes patentes de
dificultad que apenas ha hecho o dicho algo, el an alista se ha separado ellos: ¿quién tendrá razón, si las cosas se ponen espesas, la paciente
de su "neutralidad". Concluye: "¡Dicho de otro modo, la única manera que se siente traicionada o el que le dice de inmediato que, poniendo a
en que el analista podría ser neutro sería no hacer nada!" ¿Cómo en- un. lado la reacción inconsciente, nunca tuvo esa intención? Una vez
tiende esa palabra compleja para llegar a un juicio tan categórico sobre que, admitámoslo, ella se hubiera convencido de ello y que, admitá-
ella, cuando tantos freudianos no pudieron ver claro? No lo remite, a lo moslo también, hubiera extraído un beneficio de ese cambio de pers-
largo de todo su artículo, más que a un sola cosa, muy específica del pectiva (¿por qué no?), ¿cómo no tendería ella asintóticamente hacia
psicoanálisis estadounidense de hoy: los conflictos del paciente. Ape- ese yo apacible, atento, bien intencionado, adaptado a las realidades,
nas interviene el analista en el seno de estos conflictos para plantear en suma: provisto de la mayoría de las virtudes que son precisamente
preguntas, subrayar callejones sin salida, interrogar convicciones, etc. , las que le faltan oficialmente a la paciente desde el comienzo de la
no puede no tomar partido, aunque sea poco (y podemos saber que ese cura? 92 La identificación con el yo del analista, que se pregonó durante
"poco" es lo que se escucha quizás mejor en la situación de la cura). En mucho tiempo como conclusión lógica del análisis, está aquí gestándose,
ese sentido, Renik tiene razón, sin discusión. Por otra parte, no lo ve- sobre esta simple intervención que podría, con todo derecho,
mos ni una sola vez darle consistencia al personaje que él encarna en su adjudicársele a un tal Sigmund Freud ...
relato del caso. Por más juiciosas que puedan parecer algunas de sus
intervenciones -especialmente cuando se opone directamente a ciertas
convicciones que la paciente sostenía respecto a sus padres- nunca lo /. 4. 2. Últimas precisiones freudianas
sorprendemos atento a lo que en Lacan se. llama esa "imposición"9 º
transferencia!. En un momento de la cura, por ejemplo, Renik conside-
Ahora bien, éste también había sabido realzar otro aspecto de las cosas,
ra que la relación de su paciente con su novio merece ser interrogada
susceptible de mantener una ambigüedad que aquí falta. Al final de su
claramente, en vista del poco caso que ese novio parece hacerle.
texto "Puntualizaciones sobre el amor de transferencia" , comienza enu-
merando las razones en nombre de las cuales es conveniente oponerse
La interrogué en ese sentido - escribe- . Diane [es e l nombre de su pacien - a la autenticidad de ese amor. Se resumen más o menos en esta frase
te] se sintió criticada y traicionada por mí. ¿Por qué tomaba yo partido por muy directa:
su novio? ¿Era yo sexista? ¿Estaba sobreidentificado con é l? Le dije que
no creía, aunque no dejaba de ser posible, evidentemente, que de una
manera o de otra, no esté yo consciente de ello; pero lo que me llamaba la Como segundo argumento contra la autenticidad de este amor viene la
atención como algo importante, le dije, era que ella se sintiera tan ataca- afirmación de que éste no apo1ta ni un sólo rasgo novedoso proveniente
da, cuando mi intención era claramente - aun siendo de modo tan torpe de la situación presente, que generalmente está compuesto no solamente
(mis¡;uided)- la de ayudarla a ver si podía solucionar ese probl ema y por repeticiones e imitaciones de cosas más antiguas, sino también por
encontrar placer sexual en una relación que, por otro lado, ella tenía en reacciones infantiles. 91
mucho aprecio. 9 1

Los acentos finales de esta intervención de Renik no son muy diferen-


tes de los que se perciben en Freud cuando él también le hacía saber al 92. Breve presentación del caso: "Diane, cardióloga de unos treinta años, entró en
hombre de las ratas que no era cruel. El analista está aquí en postura de análisis para encontrar ayuda con respecto a su depresión crónica. Aunque
defender con fuerza su buena fe ante la imposición transferencia! de la acabó su internado y su especialización, estaba conciente de una falta de con-
fianza en ella que la frenaba. Se negaba las oportunidades para avanzar por-
paciente que, está claro, no lo ve de esa manera. Concebimos que, en
que tenía miedo de no estar a la altura. En paiticular, evitaba las situaciones en
tales condiciones, un analista como ese se preocupe de manera predo- las cuales habría tenido que colaborar estrechamente. Era muy pesimista en lo
referente a llevarse bien con sus colegas. A veces se salía de sus casillas; o, con
mayor frecuencia, se retiraba de mala gana cuando estaba enojada. Diane
consideraba que en general no era una persona amable, y se preocupaba de
90. J. Lacan, Proposition sur le psychanalyste ... , op. cit., pág. 11. ["Proposición ... "
que nadie deseara hacer amistad con ella." /bid., págs 500-50 l.
op. cit., pág. 17.]
93. S. Freud, "Bemerkungen über die Übertragunsliebe", Studienaus¡;abe, vol.
91. Owen Renik, "The perils of Neutrality", op. cit., pág. 504.
XI, Frankfu1t, Fisher Verlag, 1975, pág. 227.
78 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del analista 79

¿Representan acaso estos argumentos efectivamente la verdad?, pre- En el fondo, frente a cuestiones tan abruptas, pero ante las que sabe no
gunta en el párrafo siguiente. ¿Con ellos hemos "dicho la verdad a la negarse, Freud termina por conceder lo contrario de lo que constituye
paciente", o "recurrimos a ellos para nuestras necesidades [in unserer su argumentación habitual a propósito de la transferencia, según la cual
Notlage] para disimular [zu Verhehlungen] y deformar [und la si ngularidad de ese amor depende de que "es provocado por la situa-
Entstellungen] ?" Es difícil ser más claro. La sombra del relato freudia- ción analítica". 96
no de una supuesta huida de Breuer ante la confesión de embarazo de
Detendré aquí el juego de las citas que, en Freud al menos, da testimo-
Anna O. recorre todavía esas páginas, para desembocar directamente
nio ampliamente de una bipolaridacl irreductible. Y cuando esta tensión
en la siguiente pregunta:
se derrumba en la existencia de do s términos demasiado bien
individualizados-claramente en Bouvet, en la práctica en Renik-tene-
Dicho de otro modo: el enamoramiento que se vuelve manifi esto en la
cura analítica, ¿debe ser considerado efectivamente como no rea1·1 94 mos la sensación de un estrechamiento tal ele la cosa analítica a una
terapia adaptati va, que lo esencial del método que todavía lleva el nom-
Mit anderen Worten: /st die in der analytischen Kur manifest werdende bre de psicoanálisis parece haberse perdido, aunque permanecen cer-
Ver/iebtlteit wirklich keine reate zu nennen~ canos los conceptos y la técnica utilizados. La ambigüedad del amor de
transferencia depende por completo en Freud de la "persona" del analista:
La respuesta, por más contradictoria que sea con los "argumentos" an- ¿es él quien es amado, hic et nunc, o no es más que el actor de una obra
teriormente desplegados, no se hace esperar. La siguiente fras e : escrita por otros, en otro sitio y en otro tiempo? También encontramos
nuevamente con Lacan, en otro escenario conceptual, una dualidad
Pienso que hemos dicho la verdad a la paciente, pero no tocia [ .. irreductible: una vez que, gracias a Sócrates, el amor soportaba ser
referido a un saber (elemento decisivo a partir de que se trata de un
/ch 111.eine, wir haber1. der Patientin die Walzrh.eit ,;esa,;t, aber doch nicht saber inconsciente), el sujeto supuesto saber podía venir a expresar la
die ,;anze {. .. ! fun ción en juego en lo que continuamos llamando "transferencia". Ahora
bien, sobre las relaciones del señor-analista y de ese apasionante sujeto
¿Qué quedaba por decirle? Simplemente que ese amor de tranferenci a, supuesto saber, Lacan no ofrecía para meditar más que un verbo harto
producido por la situación de la cura y lleno de reminiscencias de todos magro: "El analista no tiene otro recurso más que el de colo carse en el
los tipos ... no era fundamentalmente diferente de cualquier otro amor. nivel de las ele la pura significación del saber [.. .]"
Todos son más o menos como ése. "Resumamos", concluye Freud tras
haber mencionado estos novísimos argumentos: Es este el punto de partida de la investigación que ahora se va abrir:
puesto que esta manera de no tomar al otro por lo que no es (¡eso sería
No tenemos el derecho ele negarl e al amor puesto a la lu z en el tratamiento fácil!), sino de tomarlo por alguien de quien no se puede saber si es
analítico e l carácter de un amor "auténtico".95 efectivamente la persona a la que se apunta cuando uno se dedica a
ponerlo en ese lugar, puesto que esta manera es, según la confesión
Man ha/ kein Anrecht, der in der analytisch.en Behandlun,; zuta,; e general de los autores, tan trivial, tan poco específica del análisis, el
tretenden. Verliebth.eit den Charakter einer "ech.ten " Liebe abzustreiten. cual sólo la llevaría a su exageración; entonces ampliemos el cuadro.
Abandonemos el terreno singular de la cura instaurado por Freud, y
busquemos otros sitios, otros tiempos durante los cuales una dualidad
irreductible se emplazó en el lugar de un individuo atrapado en una
94. Notaremos al pasar el contrasentido de la traducc ión PUF (La technique
psychan.alytique, PUF, 1970, pág. 126), que muestra aquí: "Autrement clit, carga particular. Y esto, sin temer remontarnos a tiempos lejanos pues,
I'amour qui devient manifeste dans le transfert ne mérite-t-il pas el' etre considéré si bien es cierto que hay aquí un dato constante de las relaciones entre
comme un amour véritable?" ["Dicho de otro modo, el amor que se vuelve humanos, podemos apostar a largo plazo por esta historia, que experi-
manifiesto en la transferencia acaso no merece ser considerado como un amor menta rupturas y trastornos (dos de importancia van a venir a lo largo
verdadero?"]. Una botella vacía a medias bien vale, ciertamente, una botella
medio llena en lo que concierne al referente, pero no para la enunciación.
95. Todas estas citas, muy cercanas, provienen de las páginas 227-228, al final del
ar1ículo "Bemerkun gen über die Übe11ragunsliebe", op. cit. 96. S. Freud, "Puntualizaciones sobre el amor ele transferencia", op. cit., pág. 171.
80 Anatomía de la tercera persona

del estudio), pero que da testimonio también de poderosas inercias, que Capítulo II
justifican la metáfora de Freud a propósito del aparato psíquico que se
asemejaría en ciertos aspectos a la ciudad de Roma, que amontona en
una actualidad heteróclita y viva unos monumentos de épocas muy dis-
pares ...
La duplicidad del
soberano

El primer elemento importante que se presenta no es otro que la obra de


Ernst Kantorowicz titulada Los dos cuerpos del rey. Cuando se publi-
có, en 1989, la primera traducción francesa, 1 el libro editado en inglés
en 1957 ya se había vuelto un verdadero monumento, ya había abierto
vías de investigaciones nuevas e innovadoras en el campo histórico,
inspirando a su alrededor un estilo en la investigación que quiero su-
brayar antes que nada.
El recorrido de su autor había sido largo y complejo: judío alemán
nacido en Poznan en 1895, combatiente activo en la Primera Guerra
Mundial, de la que regresa claramente nacionalista, con pocas inclina-
ciones, debido a su medio, hacia los estudios universitarios, Kantorowicz
se introduce, en los años de la postguerra, en el círculo muy cerrado del
poeta Stefan George, en Heidelberg, y sigue al mismo tiempo estudios
bastante eclécticos, específicamente de economía política. 2 Hacia me-
diados de los años veinte, se lanza, sin que hoy se sepa a ciencia cierta
por qué, a una obra de gran amplitud: un relato histórico detallado so-
bre una de las mayores figuras míticas del Imperio Cristiano, Federico
I[ (1194-1250). Un objetivo semejante -un retrato pasablemente
nietzcheano de un casi superhombre- no tiene nada de anodino en un
país como la Alemania de esa época, viniendo de un antiguo soldado
que no oculta sus simpatías por un Reich poderoso y nacionalista. Cuando
el libro se publica en 1927, tiene un éxito inmediato: diez mil ejempla-
res se venderán en unos cuantos años, lo cual es considerable si toma-

1. Ernst Kantorowicz, Les deux corps du roi, París, Gallimard, Jean Philippe
Genet y Nicole Genet. [En español: Los dos cuerpos del Rey, Madrid, Alianza
Ed., 1985.)
2. La mayoría de estos datos biográficos fueron extraídos de la excelente obra de
Alain Boureau, Histoires d'un historien. Kantorowicz [Historias de un histo-
riador. Kantorowicz], París, Gallimard, col. "L'un et l'autre", 1990.
82 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 83

mos en cuenta el hecho de que su autor era completamente desconoci- so en vida (no ha habido, a fiu de cuentas, tantos "Anticristos", y él fue
do y no ocupaba en ese momento ningún cargo universitario prestigio- uno de primera magnitud para sus contemporáneos al final de su vida),
so. y lo fue más aún en los siglos que siguieron . Alinear los hechos, reducir
sistemáticamente lo que fue su gesta sorprendente sólo a las interpreta-
Esperó dos años la reacción del establishment universitario alemán,
ciones permitidas por los documentos, equivaldría a dejar escapar la
que había de resultar feroz y colaborar, sin buscarlo, para afinar su
realidad histórica misma que nos proponemos describir.
estilo. Un historiador de la universidad de Berlín, famoso en esa época,
Albert Brackman, produjo, con ocasión de una conferencia pública con A pesar de las convicciones nacional is tas de su obra, Kantorowicz fue
un título muy elocuente ("El emperador Federico 11 a través de una destituido de las funciones universitarias que su trabajo sobre Federico
mirada mítica" 3), una crítica violenta en la cual denunciaba la construc- 1(, a despecho de todas estas críticas, le habían valido: en función de la
ción de un Federico 11 más cercano a un mito apropiado para galvanizar ley del 7 de abril de 1933, impuesta por Hitler poco tiempo después de
a las multitudes que a una realidad histórica cualquiera. Siguiendo un su acceso al poder, los judíos fueron excluidos de las funciones públi-
estilo de debate que prácticamente no se ha abandonado hoy, Brackman cas , y Kantorowicz perdió el cargo de profesor honorario en la Univer-
pretendía ser el paladín y el defensor de la erudición histórica, minucio- sidad Goethe de Francfort. Su rechazo de cualquier dimisión le valió un
sa, honesta, ajena a cualquier acento lírico, el Kleinarbeit, como lo boicot escandaloso de estudiantes nazis; tomó una licencia. De regreso,
llamaba él, y se esforzaba consecuentemente en ubicar la construcción en 1934, se le pidió, como a cualquier universitario del Reich , que
de Kantorowicz como una especie de propaganda indigna del paciente prestara juramento "al jefe del Imperio y del pueblo alemán, Adolfo
trabajo del historiador. La réplica de Kantorowicz no fue menos apa- Hitler". Se negó, pero encontró un subterfug io haciéndose nombrar
sionada, y la tituló, muy juiciosamente: Mythenschau, "Mirada sobre el "profesor emérito'', cosa que lo dispensaba del juramento. Así pudo
mito". Su argumentación allí es a la vez simple y decisiva: claro, existe permanecer cuatro años más en una Alemania que era cualquier cosa
el trabajo erudito y, para no estar en desventaja en ese terreno, menos hospitalaria. No fue sino hasta noviembre de 1938, en un mo-
Kantorowicz publicó dos años más tarde un volumen completo de no- mento en que la persecución de los judíos adoptaba un giro dramático,
tas y de anexos que probaban , puesto que era necesario, que no tenía cuando se decidió a emigrar hacia Estados Unidos. Después de una
porqué recibir lecciones de nadie en ese terreno. 4 Todavía hoy prácti- cátedra en la Universidad de Berkeley - de la que se alejó en los co-
camente no es posible decir o leer una palabra sobre Kantorowicz sin mienzos de los años cincuenta por no haber firmado, una vez más, un
evocar su "enorme y poderosa erudición". 5 Tendremos oportunidad de j uramento, esta vez relativo a la ola del macarthismo- prosiguió y ter-
darnos cuenta de esto en lo que vendrá a continuación. Más allá de esta minó su carrera de gran scholar en la Universidad, prestigiosa entre
competencia muy universitaria, la respuesta de Kantorowicz es impor- todas, de Princeton. Allí fue donde escribió Los dos cuerpos del rey.
tante para mí sobre todo por su segundo rasgo. Por supuesto, le conce-
de de entrada a Brackman, existen hechos tales que los documentos y
las fuentes permiten volverlas a componer, frágiles y parcelarias, pero Il. l. Una ficción jurídica curiosa: los dos
es necesario colocar también en la categoría de los hechos históricos,
de los hechos dignos de atraer la atención y el trabajo del historiador, a
cuerpos del rey
los mitos mismos. Es innegable que Federico II fue uno de ellos, inclu-
Queda más o menos excluido resumir el copioso libro de Kantorowicz,
porque toca dimensiones diversas con la ayuda de una erudición efec-
tivamente impresionante. Sin embargo, la fuerza de su obra se debe en
3 . Esta conferencia, inmediatamente publicada en Historische Zeitschrifi, tuvo
gran parte a que, a través de la multitud de hechos, de textos y de inter-
una imp011ante resonancia.
4. A. Boureau anota: "A partir de esa época, Kantorowicz se juró nunca publicar pretaciones que atraviesa, consigue desarrollar una argumentación que
nada sin notas infrapaginales. En Estados Unidos, protestó violentamente cuan- parece posible presentar casi linealmente. Intentaré entonces esbozar
do la Academia de los Medievalistas Estadounidenses decidió, por razones de una especie de esquema, de sinopsis del argumento complejo que, des-
economía, publicar la gran revista Speculum con notas ubicadas al final de los de el siglo XIV en que adquirió consistencia hasta el comienzo del
artículos", op. cit., pág. 119.
siglo XVII en que se derrumbó repentinamente, sostiene la convicción
5. !bid., pág. 44.
siguiente: el rey posee dos cuerpos al mismo tiempo: uno, que puede
84 Analomía de la tercera persona La duplicidad del soherano 85

enfermarse, enloquecer, y que necesariamente morirá; otro que, por el rior. Pero un día, el señor en cuestión (o con mucha frecuencia su here-
contrario, no podrá caer enfermo ni volverse loco, y al cual tampoco la dero) ya no lo veía de ese modo, y llevaba ante los jueces la cuestión de
muerte podrá afectar. El famoso grito: "El rey ha muerto, viva el rey", saber si ese bien , dacio a la persona del soberano anterior, en el marco
que conservamos en la memoria de esos tiempos pasados , enmascara una vez más muy personalizado de las relaciones de vasallaje, formaba
demasiado e l armazón jurídico. Apenas puede ayudar a plantear el pro- o no parte de lo que había heredado el nuevo soberano. Muchas veces
blema: ¿cómo se llegó a pensar y a sostaner, todo lo racionalmente que ese señor argumentaba que ese bien debía ahora serle devu elto, pues
era pos ibl e entonces, la coexistencia y el vínculo de esos dos cuerpos aquél a quien se lo había confiado con anterioridad había mllerto. Así
que, a primera vista, derivan de un absurdo inmediato? se vio cómo se multiplicaban unos juicios que no conseguían hallar una
ratio jurídica, incomodando a los juristas ingleses, quienes se metieron
El problema nació en e l universo feudal, donde las relaciones de vasa-
entre ceja y ceja ponerle remedio a esta carencia. Para hacer esto, de-
llaj e tejían vínculos muy personales entre señores de rangos harto dife-
bían responder a dos interrogantes: ¿cuál era la naturaleza jurídica de la
rentes. Cada señor era propietario de sus tierras y de los bienes que se
Corona (o del reino), y qué vínculo jurídico ex istía entre e l rey y esa
encontraban en ellas, y su transmisión jurídica no presentaba dificulta-
Corona?
des particulares a los juristas, salvo las que se encuentran muy trivial-
mente en ese tipo de asuntos delicados. Ocurría algo muy diferente con Los juristas ingleses se dirigieron en parte, más allá de los recursos
respecto a ese señor singu lar que, además de ser señor de sus tierras propios de su arte y ele su rica tradición textual , hacia e l discurso domi-
como los demás señores, era también el soberano. Los demás señores, nante de la época, la teología (por lo cual, dicho sea de paso, el subtítu-
a pesar de ser a veces más ricos y más poderosos que él, le debían cierto lo del libro ele Kantorowicz no es otro que "Ensayo sobre la teología
número de obligaciones, previstas de manera genera l en los vínculos ele política en la Edad Media"). El problema era en efecto sensiblemente
vasallaje (apoyarlo en sus empresas guerreras, reali zadas a título de idéntico en lo concerniente a los obispados; cada obispo era plenamen-
soberano, ayudarlo a darle dote a su hija, pagar su rescate en caso de ser te responsable de su obispado, al que estaba encargado de proteger y ele
atrapado por el enemigo, y algunas otras más), pero lo que quedaba conservar al menos en el estado en que le había siclo confiado, pero
poco c laro, al menos en los primeros tiempos de los Carol ingi os, por cuando moría y un nuevo obispo era nombrado por Roma, el recién
ejemplo, era la naturaleza jurídica del vínculo que, evidentemente, existía llegado no era más "prop ietario" ele lo que lo había siclo e l anterior. Y
entre el rey y el reino (o la Corona). Ese rey, por supuesto, no podía ser esto se hacía siguiendo el modelo general de la Iglesia, que tampoco
considerado como e l propietario ele los feudos y demás bienes de los estaba destinada a desaparecer antes del día del juicio final. Resultaba
otros señores. Él, e l soberano, no era propietario más que de los bienes entonces en principio inalienable, y había visto pasar ella también des-
que detentaba en tanto que Señor; en tanto que soberano, en camb io, no de Pedro una incesante sucesión de papas, entre los cuales ninguno
era nada evidente que fuera propietario ele la Coro na. A pesar de una podía considerarse como propietario, sin importar cuál pudiera ser, por
tendencia, muy patural al menos entre los primeros Carolingios, de otro lado, la sed ele poder ele algunos. Que "l a Iglesia no muera nunca"
considerar el conjunto del reino como una propiedad familiar, quedaba era en este punto un argumento irrefutable, que se desplazaba hacia la
bastante claro, al menos para los juristas, y también para los demás Corona.6 Aunque no se concibió muy claramente la naturaleza jurídica
señores, que los derechos del rey sobre el conjunto de la Corona pedían de esa Corona, quedaba claro que era inalienable como la Iglesia.
ser definidos fuera de aquéllos, jurídicamente muy bien establec idos a
partir del derecho romano, tocantes a la propiedad. 6. Todo un palmo de saberes se abre aquí, que nosotros no haremos más que
entreabrir: la inalienabilidad de los bienes de la Iglesia y de los bienes fiscales,
Dentro de ese marco genera l muy ambiguo, los juristas ingleses se e n- que iban a la par para los juristas medievales. " La Iglesia y e l fisco se encuen-
frentaron, desde los siglos XII y Xlll, con juicios repetitivos donde se tran en un pie de igualdad [escribían ellos] pues no puede haber prescripción
encontraban completamente desarmados. En efecto, llegaba a ocurrir ni contra el Imperio ni contra la Iglesia. " Kantorowicz prosigue: "En todo
que un señor le cediera a su soberano, por voluntad propia o por pre- caso, a pa11ir del siglo XIII, generalmente se aceptaba que el fisco representa-
ba en el interior del reino o del imperio una especie de esfera de continuidad y
sión política y guerrera, algún bien del que era propietario. El soberano
de eternidad suprapersonal que dependía tan poco de la vida de un soberano
moría, un día u otro, y sobre la marcha, el nuevo soberano hacía saber individual como la propiedad de la Iglesia dependía de la vida de un obispo o
que tenía intenciones de conservar en el seno de la Corona que hereda- de un papa individual." Así, se hablaba si n que se viera malicia alguna en ello
ba el bien cedido en otro tiempo por el citado señor al soberano ante- del "santísimo fisco", o el jurista Balde podía escribir, sin temor a los rigores
86 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 87

Sin titubear entonces al desplazar el marco de su investigación, ju rídica anterior (restitutio ad integrum7 )".Por lo tanto, era previsible
Kantorowicz hace notar que durante el siglo XIII se había introducido que, en sus clificultacles, los juristas ingleses realizaran el mismo razo-
una nueva dimensión del tiempo, que volvía menos insensata esta idea namiento sobre la Corona, puesto que los glosadores explicaban co-
según la cual pueden existir cosas y seres "que no mueren", y que no múnmente que, desde ese punto de vista, la comunidad política y la
por ello son eternos, pues ese atributo sólo le pertenece a Dios. Iglesia se encontraban en el mismo plano. Ya el jurista romano Labeo
Hasta ese momento, la única concepción del tiempo aceptada en Occi- hacía notar que también pertenecían al mismo régimen ele menor "los
dente era la que había desarrollado San Agustín; junto a la eternidad, locos, los niños y las ciudades".
que sólo es de Dios, no existía más que el tempus, un tiempo que poseía
El rertium comparationis de este cocktail extraño a primera vista - prosi -
un comienzo (la caída) y un fin (el juicio final). Junto a una dimensión gue Kantorowicz-, es que los tres eran incapaces de administrar sus asun-
puntual - la eternidad-, un segmento de recta claramente orientado: el tos, si no era por intermediación de un curador que debía ser una persona
tempus. Pero la introducción de los textos de Aristóteles en e l Occiden- natural, adulta y sana de espíritu. 8
te cristiano, por la vía árabe, debía cambiar la jugada en la medida en
que, en el orden de las razones, no es posible concebir ni un comienzo No hay menor sin tutor. En nuestros días, la cosa es todavía bastante
ni un fin absolutos. La condena parisina que habría de golpear en 1277 c lara como para que sea innecesario insistir. Solamente notaremos al
a las tesis aristotélicas se refería, entre otras cosas , a esas consecuen- pasar que los menores pueden serlo a títulos diferentes: el niño y el
cias enojosas, que daban un revés nada menos que al Génesis. A lguien loco, en la falta ele razón que los define entonces, no pueden ser consi-
como Santo Tomás supo, sin embargo, no hacer caso ele ello y trivializar derados verdaderos sujetos ele derecho, puesto que ese sujeto por defi-
una dimensión del tiempo, el aevum, tal que, si bien poseía un comien- nición debe ser capaz ele efectuar actos que comprometan su responsa-
zo, no presentaba ningún fin al. Los debates para saber si faltaba princi- bilidad. En ese mismo costal se hallan también conjuntos sin cabeza,
palmente el comienzo o el final se amontonaron, pero este aevum se aglomeraciones de individuos y de bienes diversos, como, entre otros,
presentaba con la forma de una duración indefinida, que podría imagi- el caso ele las ciudades que, durante toda la Edad Media, encontraron
narse bajo la forma ele una semi -recta orientada. La fuerza ele esta di- por este medio la manera de adquirir su independenci a con relación al
mensión consistió en encontrarse ele inmediato muy poblada: santo señor local , y pasaron así a la condición de "ciudades francas" . Como
Tomás hizo notar, ~n efecto, que los ángeles no podían ser considera- la Corona real, la pluralidad movediza que las constituía, cambiante
dos como eternos, puesto que Dios los había creado, pero que tampoco con el tiempo, no cuestionaba nuevamente su identidad, pero jurídica-
podían ser considerados como ubicados en el tempus, pues igualmente mente su condición de menor sólo tenía razón de ser por el hecho de
el juicio final no pondría fin a su existencia. Habitaban en tonces el que un individuo, colocado en la posición de tutor, estuviera en. condi-
aevum, que se encontró ele entrada por ello consistente, pero también ciones de actuar y de atestiguar por ellas ante la justicia. Así que estaba
había otros seres que, habiendo siclo creados, no debían fenecer cuando disponible un modelo jurídico relativamente simple: una pluralidad de
los individuos que los componían murieran: la Iglesia, la Corona y... las bienes y de individuos (la Corona era ante todo eso) podía ser conside-
corporaciones. Los ángeles tuvieron, así, rápidamente mucha compa- rada como menor, a condición expresa de que se le adjuntara un tutor.
ñía, al menos en el seno del aevum.
Reducido, por las necesidades de nuestra exposición, a un esquema
A partir ele los emperadores romanos Dioclesiano y Max imiliano, la (que nunca existió como tal en esos tiempos), el problema se presenta a
Respublica dependía, además, del régimen jurídico ele los menores, o partir de ese momento del siguiente modo: la Corona 1) no muere ja-
dicho de otro modo, podía implorar "la reintegración de su posición más; 2) tiene la naturaleza de una corporación; 3) es por lo tanto un

de la Inquisición: "El fisco es omnipresente, y en eso, por consiguiente, el


fisco se asemeja a Dios.", op. cit., pág. 136, así como las págs. 128-144. Para 7. E. Kantorowicz, Les deux corps ... , op. cit., pág. 269. Ver nota 203. Es turba-
más detalles sobre ese vínculo, extraño hoy, entre ''.fiscus" y "Christus" , pode- dor ver aparecer aquí la expresión utilizada por el cuerpo médico para descri-
mos también remitirnos al artículo de E. Kantorowicz, "Cltristus~fiscus", in bir una curación sin secuelas en el nivel del tejido: restitutio ad integrum. El
Mourir pour la patrie [Morir por la patria], París, PUF, 1984, trad. de Anton médico, ¿curador de la salud de su paciente?
Schütz, págs. 59-74. 8. /bid., pág. 270.
88 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 89

menor; 4) de la cual el rey es tutor (de ahí una preocupación obligatoria Así, cada rey, tutor de una Corona ya considerada, a su vez, como una
por mantener a la Corona al menos en el estado en que la recibía, con corporación, pertenecerá también a una corporación que, a diferencia
obligación de restitutio ad integrum). En estas condiciones, ya sólo de la de la Corona, nunca tendrá más que un miembro, y estas dos
queda regular una dificultad lateral , pero extremadamente insistente: corporaciones, finalmente homogéneas jurídicamente, se desplegarán
mientras que la Corona perdura indefinidamente en el aevum, los reyes en el seno del mismo aevum: ninguna de las dos tendrá un fin previsible
mueren en el tempus. ¿Cómo pasar de un tutor a otro, si en el momento y que pueda darse por descontado.
del pasaje, cuando un rey moría y su sucesor, fuera quien fuese, todavía
¿Como vendrá cada rey de una misma Corona a formar parte ele la
no había ocupado su lugar, no ex istía entonces estrictamente ningún
corporación unitaria? Es ésta una pregunta política que no interesa di-
poder que se mantuviera y que tuviese la capacidad de garantizar, o
rectamente al jurista: sucesión normal en línea directa, uso ele la fuerza,
simplemente de plantear, ese vínculo jurídico? Los juristas sólo ejer-
maniobras de palacio, jurídicamente es poco importante. Lo único que
cían entonces su arte en nombre del rey ; no se encontraban en nada por
cuenta a partir ele este momento es que, una vez en el trono, el que se
enci ma de él, puesto que no promulgaban sus juic ios más que en su
encuentre sobre él será miembro de esa corporación en donde habrán
nombre, en el nombre de una justicia que seguía siendo una de sus
estado asentados antes que él todos los tutores sucesivos ele ese mismo
prerrogativas esenciales. 9
menor: la Corona.
En este lugar se sitúa la invención, y fue inglesa. Como lo seña ló si n
Así es que ... el rey tiene, a partir de entonces, dos cuerpos: el cuerpo
ambages el jurista inglés Blackstone, "ele acuerdo con el genio propio de
que él pasea como tocio el mundo, y que es muy difícil desconocer que
la nación inglesa", un nuevo tipo de corporación se creó, ele la que los
puede enfermarse, volverse loco y morir (sobre tocio para un jurista,
romanos no tuvieron ni la más mínima idea: la corporación unitaria.
puesto que cada uno ele esos estados trae consecuencias en la condición
Una corporación unitaria (sale corporation) es una corporación que de sujeto del derecho ele aq uél a quien afecta), y el cuerpo de esta "cor-
nunca tiene más que un miembro a la vez. Mientras que las corporacio- poración unitaria", ele la que es el único miembro en el momento pre-
nes, por definición, reagrupan siempre a una pluralidad bajo e l tipo de sente y que, como el cuerpo ele cualquier corporación, unitaria o no , no
la unidad (jurídica), la corporación unitaria, por su parte, muy bien puede enfermarse, ni volverse loco, ni morir, puesto que no es el ele una
puede ver pasar, a lo largo ele un tiempo tan indefinido como el ele sus persona "natural", sino el ele una persona "corporativa" (hoy la llama-
hermanas plurales, a tantos individuos como se quiera, nunca tendrá ríamos "moral").
más que uno en cada momento. 10
Admitamos ahora el hecho de que el rey haya tenido dos cuerpos. Tene-
mos pruebas de que eso era, para todos aquéllos que vivieron en el
Occidente cristiano ele los siglos XIV, XV y XVI, una evidencia co-
9. La espada para prolege r. la balanza para.ju zgar - rernitúrnonos s imple mente a mún, quizás oscura, pero incuestionable con toda seguridad, en la om-
la imaginería de San Luis, a quien se le atribuye, por otra pa1te, la invención nipresencia ele ese tema e n la mayoría ele las grandes tragedias ele
del "lecho de Just icia", expresión que pronto volveremos a encontrar en un
Shakespeare. La pregunta que sigue pendiente, sin embargo, es, por
puesto eminente.
1O. Tenemos tanta dificultad para comprender esta corporación unitaria corno ante supuesto: ¿qué relaciones mantenían esos dos cuerpos? Sospechamos
la clase o el conjunto del mismo nombre; mientras que la noción de un "con- ya que, sobre ese capítulo, no será ele mucha utilidad ir a investigar sus
junto" que agrupa a una pluralidad bajo el tipo de la unidad nos es natural y confidencias.
forma pa1te de nuestro depósito de experiencias comunes, esta misma facili-
dad se da vuelta para dejarnos boquiabie1tos cuando se trata de admitir la
existencia de una clase que sólo tendría un e le mento. Nos dan ganas de pre-
guntar: ¿para qué? ¿Qué diferencia hay entre un e lemento y la clase co mpues- II.1.1. Aliud est distinctio, aliud separatio
ta por ese solo elemento? Y sin embargo, ya desde sus primeras páginas, los
libros de lógica introducen sin más ex plicación esta diferencia esencial poara
la prosecución de sus proposiciones: ex iste una diferencia irreductible e ntre Kantorowicz nos da al respecto un verdadero "caso" clínico. Ciertos
"pertenecer" (el e lemento "pe1tenece" a su clase) e "incluir" (esta clase y sólo Barones ingleses produjeron en 1308 una "Declaración" en la cual bus-
ella puede estar "incluida" en otras clases). L'l clase unitaria es la que encie1Ta caban justificar jurídicamente el acto político que les interesaba en ese
consigo el misterio de la "pertenencia".
momento: apartar del rey Eduardo 11 a sus favoritos, cuya presencia iba
90 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 91

directamente en contra de sus propios intereses y, según pensaban, como En la elegancia y la concisión latinas: Aliud est distinctio, aliud separatio.
casi siempre se piensa en esos casos, contra los de la Corona. Así que ¿Entonces, dónde se situaba el error de los Barones, puesto que tenían
proclamaron: razón al distinguir entre la Corona y el rey? Ciertamente no eran revo-
1ucionarios hasta el punto ele querer prescindir por completo del rey. 15 Por
El homenaje y el juramento de fide lidad se le deben más a la Corona que e l contrario, querían claramente hacer que ese rey regresara, a ese indi-
a la persona del rey, y vinculan más con la Corona que con la persona. Y
esto es claro por el hecho de que, antes de que e l Estado de la Corona fuera
viduo político, a otra relación con la Corona. Así que se equivocaban
transmitido hereditariamente, ninguna fidelidad le es debida a la persona. de articulación: poniendo como pretexto una (imposible) relación di-
Por consiguiente, si ocurre que el rey no esté gu iado por la razón con recta entre ellos y esa Corona, disociaban el cuerpo de la corporación
respecto al Estado de la Corona, sus adictos, por su juramento prestado a unitaria real (el rey en su Dignidad), del cuerpo de esa otra corporación
la Corona, están obligados justamente a traer de regreso al rey a la razón
y reconstituir el estado de la Corona. Si no, violarían su juramento. 11
q ue era la Corona. Cuando en realidad buscaban apuntar hacia otro
lugar: a ese vínculo existente entonces entre un individuo (un tal Eduar-
Razonamiento sutil, aunque profundamente erróneo: los Barones argu- do, persona natural , sujeto del derecho, adulto, vivo y sano de espíritu,
muy inclinado en favor ele sus favoritos) y la corporación unitaria en-
mentan aquí una especie de relación directa entre ellos y la Corona,
relación de la que la persona del rey no sería más que el agente momen- carnada por ese mismo Eduardo con el nombre de "Eduardo 11". Pero
táneo. Para ello, no titubean en plantear a la Corona-una menor- como los Barones estaban tan desarmados como cualquiera para separar lo
existente independientemente de su tutor -el rey- , y hasta aquí casi que les estaba permitido distinguir, también como a cualquiera: el indi-
sentimos la tentación de seguirlos, pero luego consideran que, por ha- viduo y la Dignitas, el hombre y el cargo, el cuerpo humano y el cuerpo
ber prestado juramento, han establecido un vínculo directo entre ellos y corporativo unitario. La invención jurídica que había conducido a plan-
la Corona, provocando un cortocircuito de este modo con el tutor con tear los dos cuerpos del rey permanecía en efecto más que muda sobre
el que necesariamente trataron, pues no vemos cómo se le podría jurí- la relación que se suponía que debían ma.ntener. Y por otro lado, ¿qué
dicamente prestar juramento de fidelidad a un menor. 12 Como lo hace hubiera podido decir? No era ése su registro.
notar quirúrgicamente Kantorowicz: Sin embargo, realmente los propios juristas necesitaban decir algo al
respecto, y recurrieron para hacerlo a la teología y al derecho canónico
Por así decirlo, habían separado a la Corona infante de su tutor adu lto, para interpretar el hecho de que un rey tuviera dos cuerpos mientras
cuando de hecho tenían la intención de desunir a un individuo de su fun- que no era, por supuesto, más que una sola "persona". La metáfora
ción de tutor. 13
usual según la cual el rey era la cabeza del cuerpo formado por la Co-
rona, fuertemente sustituida por la expresión de corpus mysticum, 16
Ciertamente, se puede concebir a la Corona sin el rey, pero resulta en-
había de complicar bastante las cosas en la medida en que el problema
tonces incompleta y jurídicamente incapaz. Retomando mucho más tarde
central seguía siendo la relación entre cada uno de los dos cuerpos del
este asunto de los Barones, Francis Bacon (1561-1626) produjo res-
rey, y no la relación - jurídicamente regulada-entre la corporación uni-
pecto a ellos un juicio que puede resonar mucho más allá de su contexto
inmediato: taria del rey y el cuerpo corporativo de la Corona.
Con ocasión de un juicio a propósito del DUCADO DE LANCASTER,
Pues una cosa es distinguir entre dos cosas, y otra cosa es volverlas sepa-
rables. 14
15. Pues volveremos a encontrar este tipo de argumentación durante la Revolu-
ción Francesa, cuando se tratará de dejar de lado a Luis XVI , cuando este
último ya no será visto por la nueva legitimidad revolucionaria más que como
un obstáculo superfluo entre la "Nación" y sus "representantes". Con los Ba-
11. E. Kantorowicz, Les deux corps .. ., op. cit. , pág. 263.
rones ingleses, nos quedamos por el contrario en una época que lo ignoraba
12. La fidelidad es una relación recíproca: quien la recibe está obligado también a
todo sobre la noción política de "representación".
cierto número de deberes. Ahora bien, ningún menor puede comprometerse 16. La expresión de "corpus mysticum" sirvió durante mucho tiempo para desig-
por sí mismo. Así que sólo un tutor puede recibir un juramento de fidelidad .
nar el cuerpo de Cristo en la hostia. Pero tras unos movimientos semánticos
13. lbid., pág. 274.
complejos, acabó cargándose de valor y designando al cuerpo eclesiástico.
14.lbid., pág. 263.
Kantorowicz consagra todo su quinto capítulo a esta cuestión.
92 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 93

los juristas presentes sostuvieron que el cuerpo natural del rey no esta- La cuadratura del círculo se cerraba efecti vamente así: la Corona es
ba "ni dividido en sí mismo, ni se distinguía de su oficio o de la Digni- una menor inalienable, que nunca muere, y el rey, por el cuerpo que
dad real", sino que era obtiene ele la corporación unitaria creada de nuevo, es efectivamente su
tutor, un tutor inalterable, diremos, puesto que ni la enfermedad, ni la
un Cuerpo natural y un Cuerpo políti co juntos indivisib les; y [que] esos locura, ni la muerte podrán afectar su carácter de sujeto del derecho. 19
dos cuerpos están encarnados en una sola Persona, y forman un solo C uer- Ninguna instancia se encontraba en posición , entonces, de controlar los
po y no varios , es decir, el cuerpo corporativo en el cuerpo natural, et e
contra el Cuerpo natural en e l Cuerpo corporati vo. 17 vínculos del individuo con el cuerpo unitario poblado por ese único
individuo y así, todavía más grave que este elato jurídico esencial, era la
Francis Bacon también iría en el mismo sentido, muchos años más tar- racionalidad del conjunto mismo de la construcción lo que se volvía
de: vulnerable a unos go lpes decisi vos que habrían de llegar, echándola
por tierra en mucho menos tiempo que el que había sido necesari o para
En e l rey no hay solamente un Cuerpo natural, o solamente un Cuerpo
erigirla.
político, sino un cuerpo natural y un cue rpo político j untos: co rpus
corporatum incorpore naturali, et corpus natura/e in corpore corporalo. 18
II.1.2. La caída del segundo cuerpo
Kantorowicz no titubea en calificar a esta tesis, en su lenguaje sin em-
bargo muy mesurado a lo largo de toda su obra, de "ultra-fantasioso".
El momento de la caída ele esta teoría es fácil de apuntar, al menos en
La teología no ayuda, en efecto, a concebir lo que sea sobre esta extra-
suelo francés. Las realidades políticas del siglo XVII inglés no dan de
ña "incorporación" del rey con él mismo, de estos dos cuerpo que es
la detenc ión de esta convicción un esbozo tan claro como en Franci a,
importante sin cesar distinguir sin que se los pueda separar jamás.
donde se expresaba, por otro lado, mucho más en función de la etiqueta
Así desembocamos en una dualidad igualmente irreductible que aqué- y del protocolo que según cánones jurídicos.
lla, aparentemente diferente por completo, entrevista con Freud y la
Vale la pena anotar un rasgo que se encontraba igualmente en Ing late-
transferencia: el rey tiene dos cuerpos, pero esos dos cuerpos no entran
rra, pero que daba muestras en Franci a ele un brillo particular: las efigies.
en ninguna unidad superior que, subsumiéndolos, englobándolos, per-
Cuando moría un rey, 20 cuando la sucesión no planteaba ningún proble-
mitiría pensar a cada uno como una mitad de un todo que los superaría.
ma dinástico importante, no era concebible que el nuevo rey entrara en
Están uno en el otro y el otro en uno; dicho de otro modo, su unión es
funcio nes en la hora siguiente al anuncio oficial del deceso de su prede-
un completo misterio, puesto que no existe ninguna tercera instancia
cesor. Y en esos tiempo, como hoy, no se podían concebir unos siempre
que autorice esta unión, la acepte como válida, o por el contrario pueda
muy peligrosos vacíos ele poder.
decretarla como inaceptable. Ningún poder, en efecto, se encontraba
emplazado para legitimar el vínculo entre esos dos cuerpos en la medi-
da en que, como lo veremos pronto, ese' vínculo mezclaba indisolu-
blemente un aspecto político y un aspecto jurídico. A la Iglesia, a través 19. Una de las consecuencias más detectables de la introducción de este segundo
cuerpo del rey fue la aparición y el manteni miento a lo largo de toda la dura-
de ciertos papas, al menos, le hubiera encantado desempeñar ese papel
ción de la pertinencia histórica de esta teoría, de la metáfora del Rey Fénix.
en los diferentes reinos nacidos del clislocamiento del Imperio, pero, Llegaba muy naturalmente para describir ese renacimiento sin engendramien-
por razones políticas evidentes, a pesar del peso que podían encarnar la to de la Di¡;nidad real a travé~; de la sucesión de los reyes mortales, puesto que,
Consagración y la Unción en esos reinos de obediencia cristiana, seme- reavivando por sí mismo el fuego que debía llevárselo como individuo, el
jante pretensión era inaceptable. Fénix resurgía también de sus propias cenizas, de tal modo que en él se con-
fundían de manera muy exacta el individuo y la especie, propiedad de la que
no olvidaremos que también fu e, durante un ti empo bastante próximo del
aevum, la de Adán.
20. Sobre esta cuestión de las exequias reales, referirse al libro apasionante del
17. Palabras del jurista inglés Plowden, citado por Kantorowicz, Les de ux corps .. historiador estadounidense Ralph E. Giesey, Le mi ne meurt jamais [El rey
op. cit., pág. 316. nunca muere], París, Flammarion, 1987. Alumno de Kantorowicz, Giesey
18 . Jbid. publicó su trabajo en 1957, casi al mismo tiempo que Los dos cuerpos del"rey.
94 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 95

A partir del siglo XIV, y en razón directa con la teoría de los dos cuer- tuvo lugar en ese país en una fecha que es posible fijar de manera muy
pos del rey, se procedió entonces del siguiente modo: en el momento de precisa, incluso si los contemporáneos no estuvieron igualmente adver-
la muerte del soberano, se ejecutaba lo más rápidamente posible una tidos de que una teoría secular acababa casi de desvanecerse en un solo
efigie de tamaño natural, en general de una gran calidad plástica y artís- día.
tica, a la que se vestía "como majestad", a quien se le rendían los hono-
El 14 de mayo de 161 O, en la calle de la Feronnerie, Fran<;:ois Ravaillac
res reservados al rey en vida, a quien se le llevaba ceremoniosamente
asesina a Enrique IV. La emoción es considerable (recordemos el ase-
comida. En resumen: por más muerto que estuviera físicamente en su
sinato de John Kennedy) . Al día siguiente, el 15 de mayo, la mujer del
cuerpo natural , el rey, en su cuerpo corporativo, no había interrumpido
rey, María ele Medicis, lleva al mayor de los cuatro hijos que "el buen
en lo más mínimo su existencia. En cierto momento, cuando los delica-
rey" le había concebido -un varón, el joven Luis, que sólo tiene ocho
dos preparativos de la ceremonia del entierro estaban bastante avanza-
años- ante el parlamento de París, en una sesión extraordinaria llamada
dos, podía comenzar finalmente el duelo, el encuentro, hasta ese mo-
"sesión del lecho de Justicia". Por primera vez en la historia de Francia,
mento impensable, entre la efigie y el cadáver tenía lugar durante el
ese Parlamento "reconoce" al joven Luis como su rey, y le otorga por
cortejo fúnebre en el seno del cual primero se encontraba la efigie, que
eso la Regencia a María de Medicis , en razón de la edad del citado
esgrimía todas las galas vestimentarias de la realeza, luego, más lejos,
Luis. Para comprender el carácter inaudito -y retorcido- de la opera-
el ataúd con el cadáver. Llegada a Saint Den is, la efigie todavía estaba
ción, es necesario detenerse un poco en lo que debía ser un "Lecho de
en primer plano, y el ataúd sólo aparecía en segundo plano. Ceremo-
Justicia". ·
niosamente, se despojaba entonces a la efigie de todos sus atributos
reales, que eran recibidos por caballeros con las manos enguantadas. El Parlamento en esa época no era nada de lo que se presenta hoy con
Una vez que el ataúd había descendido en el mausoleo , todos los heral- ese nombre: reunía a los más altos oficiales ele la justicia real , todos
dos de los diferentes grupos de armas venían a depositar sus estandar- nombrados por el rey, que tenían entre otras tareas registrar los edictos
tes sobre la balaustrada. Luego un personaje importante venía a depo- reales. Desde hacia ya mucho tiempo, ese parlamento había adquirido
sitar la espada de Francia con la punta hacia abajo sobre el ataúd . To- un "derecho de amonestación". Podía así, muy humildemente, señalar-
dos los mayordomos de la casa particular del rey echaban entonces sus le al rey que determinado edicto suyo no concordaba con tal otro de sus
bastones de mando en el mausoleo, 2 1 y casi la totalidad de los símbolos predecesores, o suyo propio, o era contrario a los intereses del reino.
que habían adornado la efigie desde semanas antes era conducida al En estas condiciones, el rey podía modificar su escrito si él y sus con-
ataúd. Sólo en ese momento, el heraldo de la ceremonia era llamado a sejeros lo juzgaban oportuno u ordenar la realización de un "Lecho de
lanzar el grito (tres veces): "El rey ha muerto", para proferir inmediata- Justicia". En ese caso, debía presidir en su calidad en la sala prevista
mente después "Viva el rey", seguido del nombre ele aq uél que iba a para tal efecto en el Parlamento y, en presencia de todos los miembros
reinar, pero que no tendría verdaderamente las riendas del poder más de ese parlamento, enunciaba con voz alta e inteligible el mantenimien-
que al término de una ceremonia que todavía quedaba por realizarse, la to (o la modificación) ele la decisión que había merecido "amonesta-
de su consagración. ción". Así se podía creer que se evitaban conflictos sin fin entre la
autoridad real, que detentaba de la firmeza propia del ejecutivo, y un
Así es que los franceses habían desarrollado, en el nivel de la etiqueta
Parlamento preocupado, por su parte, por una consistencia legislativa.
un gran número de consecuencias extraídas de la teoría de los dos cuer-
El "Lecho de Justicia" sólo tenía efecto por el hecho de que reunía, en
pos del rey. Quizás por esa razón también la caída ele esa misma teoría
cuerpo, el conjunto del Parlamento y el rey por el cual ese Parlamento
obtenía su poder.

21. Salvo uno: el "Mayordomo de Ja Casa del Rey", que todavía tenía que dirigir Podemos calibrar mejor el forzamiento intentado, y logrado, por María
la importante comida del funeral. Una vez terminada esa comida, iba a ofrecer de Medicis al día siguiente del asesinato de su esposo: 22 una decisión
su "bastón" al futuro rey (conocido por todos), de ta l modo que ya ningún
oficial detentaba entonces la insignia de un poder que sólo había obtenido del
rey difunto. CoJTespondía al nuevo rey renovar los cargos adjudicando nueva- 22. Al igual que el de Kennedy, este regicidio no pudo ser bien elucidado. Ravaillac
mente los bastones con ocasión de su consagración por venir, si tal era su siempre afirmó que había actuado solo, y aunque lo torturaron y lo
elección. descuartizaron, no dijo más. Cosa que no impidió que se pensara que la reina,
96 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 97

del "Lecho de Justicia" no habría tenido la fuerza de una ley más que en rn nservó); y los rituales fueron por última vez los mismos, pues qu eda-
la reunión del parlamento y del rey en ejercicio. Pero el jove n Luis (que ba claro que, si el nuevo rey ya estaba en su s itio plenamente con esa
todavía no era XIII) puede ser todo lo hijo mayor del "buen rey", no es 1·cremonia del "Lecho de Justicia", entonces para nada se neces itaba
por ello el rey. Heredero presunto, todo lo más . Por lo tanto, su presen- toda esa etiq ueta compleja y refinada cuya principal funci ón era asegu-
cia, el 15 de mayo de 16 1O, en ese salón del parlamento no transforma ra r un pasaje entre dos puntos de legitimid ad, o, dicho de otro modo, e n
a esa sesión extraordinaria en un a sesión del "Lecho de Ju stic ia" ; y en 11usencia de una legitimidad. Desde ese momento en adelante, el parla-
ese caso, el parlamento, solo, no detenta ninguna legitimidad para, en- rncnto desempeñará ese papel de una in stancia que conserva sufic iente
tre otras cosas, "reconocer" a rey alguno. Era más bien él quien, en poder para dar testimonio de la nueva fuente del poder. Así es que ni
función de la teoría de los dos cuerpos del rey que seguía e n vigor siquiera se pensó en reali zar esas efigies cuando muri ó Luis XIII, ni
oficialmente ese día, habría neces itado ser " reconocido", puesto que tampoco cuando murieron Luis XIV o Lui s XV La desaparición de esa
aquél de quien le venían sus poderes ya no estaba. preocupación durante todo el siglo XVII habla bastante cl aramente de
que la teoría de los dos c uerpos del rey se había acabado.
Sin embargo, la urgencia política predominó sobre la sutileza jurídica.
A pesar de la falta de lógica innegable, todos los Borbones por venir Un párrafo preciso de la traducción al francés del libro de Kantorow icz
seguirán ese mismo camino: Luis XIV, Luis XV, Luis XVI irán todos a va a ponernos ahora sobre la pista del discreto defecto que habría de ser
hacerse "reconocer" de ese modo por un parlamento que se coloca así, !'atal para esta teoría tan extraña como ingeniosa, pues no hay que creer
a partir de ese instante, en posición tercera entre dos reyes, incluso si que un solo acontecimiento político bastó para echarla por tierra. En e l
por el momento no se trata de considerar que esté, de alguna manera, momento de llevar a su lector a la cuestión de las relaciones entre el
"por e ncima" de ellos.n Una de las raíces del Estado moderno está cuerpo natural y el cuerpo corporativo de l rey, el texto de la traducc ión
emplazada aquí, en este acto político violento de María de Medicis: francesa da :
una in stancia perdura, contra cualquier legitimidad, para a partir de ese
momento, "reconocer" la leg itimidad de aquél que es, apenas oc upa su 11 avait é té assez diffi cil e d'é1ablir une distinelion entre l' hom me el sa
lugar, la fuente de toda legitimidad. Dignité, et de séparer l'u n de l'aulre. 11 ne fut pas moins diffi cilc de les
ré unir de nouvea u, el d' introduire des lhéories qui rendaient pla usi ble le
La prueba de una ruptura sin discusión con relación a la teoría de los fait "qu ' une personne en représen te cleux. !'une, personne réelle, l'aulre
dos cuerpos del rey, además de ese pase de prestidigitació n impensable pcrsonne fi ct ive 19 7" o u qu ' un roi ait "dcux corps" bie n qu ' il n'ait qu'u ne
seu le "perso nne".
en los siglos anteriores, entra por entero en la detención no menos bru-
tal de la práctica de las efig ies. Se fa bricó, como de costumbre, es decir,
[Había sido bastante difíci l establ ecer un a distinción en tre el hombre y su
con toda urgencia, una efigie de E nrique IV (la única, al parecer, que se Dignidad, y separar a uno ele la otra. No fue menos difícil reunirlos de
nuevo e introducir teorías que volvieran plausible e l hecho de "que una
persona representara a dos , una, persona real, la otra, persona fi cti cia J'J7•',
o al menos el entorno de la reina, qui zás le había diri gido el brazo ... Co mo sea, o que un rey tuviera "dos cuerpos", a pesar de no tener más que una sola
e n ese mes de mayo de 161 O, justo antes del asesinato, se rea li zaban los pre- "persona". )
parativos para la coronación de la reina, lo cual marcaba la co nfian za que
Enrique IV le podía tener. La situación po lítica era, por lo tanto, límpida, cosa
que faci litó mucho todas esas libertades tomadas con respecto a la etiqueta, La histori a léx ica de la palabra " representación" y del verbo " represen-
tan decisiva e n la Francia de aquella época. tar" contrad ice el empleo de semejante noción e n este lugar. Por suerte,
23. Para una vis ión más exacta de la realidad de los " Lec hos de Justicia", y más una vez más, la erudición de Kantorow icz revela ser valiosa, pues, al
aún de lo que pasó en 161 O, se puede leer la obra de Sarah Han ley, Le lit de
citar, no olvida dar sus fuentes: ¡la nota 397 revela entonces que sería el
Justice des Ro is de France [El Lecho de Justicia de los reyes de Francia],
París, Aubier, 199 1. Ella muestra cómo se efectuó el paso de una concepción jurista Balde quien habría empleado ese verbo! Aquí la sorpresa le
jurídica de la realeza (de los dos cuerpos) a una concepción dinástica (la cede su lugar a la duda: ¿un jurista del siglo XV manipul aría de ese
sangre de los Barbones), gracias a las complacencias de un Parlamento que modo una noción a la cual, según veremos pronto, sólo el siglo XVII
pensaba ante todo en sus propios intereses: la transmisión hereditaria de los supo darle ese sentido muy particular del "representante" político? Eso
cargos. Como cabía esperar, Luis XIII luchó toda su vida contra el Parlamento
que así lo había reconocido. Él so lo realizó más Lechos de Justicia que todos
no es posible, y por otro lado, el texto latino de Balde, en la misma nota
sus antecesores y suceso res juntos .. 397, lo dice con suficiente claridad:
98 Ana1omia de la tercera persona La duplicidad del soberano 99

Nota llic tfll<}(Í una pe r.wma susti11et vicem. duarum. unwn vere . alte rarn Ricardo II , rey legítimo (aunque no deja de cargar con cierta huell a de
jictc. e t c¡u<11f(/oque 11/rumque p e r .HJ!l.ll/11 ve re ¡no¡J/ er concur.Hun
r~/Jic:iorum . ~ 4
bastard ía), manejó su reino de tal modo que perdió tocios sus apoyos:
<.:!ero, nobleza, pueblo, bienes diversos, ejércitos, todo se le resbala
Kantorowicz ·señala tambi én qu e ex isten otros párrafos si mil ares, pero e ntre los dedos al regreso de una guerra desastrosa en Irlanda. Por e l
en su texto (ingl és), se toma el cuidado, por otro lacio , de no crearle otro lado, su primo Bolingbroke regresa del exilio al que Ricardo lo
problemas suplementarios al lector sobre las relaciones e ntre los dos había co ndenado previamente, y éste tiene tocias las fu erzas de su lado .
cuerpos, y al traducir ese pequeño texto de Balde (Kantorowicz traduce Políticamente, la situación es límpida. Llega la escena de la confronta-
cas i s ie mpre sus citas), esc ribe mucho más literalmente: c ión, pues Bolingbroke ambiciona algo más que fomentar un vul gar
golpe de Estado. Quiere la corona siguie ndo la manera correcta. Así
1 ... 1 one />t! r.nm .nt.\'lt1i11s in t/Je nlace o[ lwo. o ne u real. arul the other a
que se planta frente a su regio primo y le plantea una pregunta que, e n
Jin it ious f"' r .1·011 25 1... 1 vista de que tiene en sus manos todos los poderes reales, res uena como
el preludio del acto crucial:
Es cierto que el francés no ofrece nada ta n cercano, y "soutenir" fsoste-
ner] habría hec ho muy mal pape l e n este esce nario. ¡Pero de ahí a impo- Are you conten ted to resi;.:n th.e crr1wn'!
ner ese verbo - " représe nter" 1representar]- tan triv ial que ya ni siqui e-
ra lo notamos, siendo que efectúa cada vez un trabajo tan considerable! ¿Estú usted decidido a abdicar?
Digümos lo sin ambages : si la teoría de los dos cuerpos del rey había
contado con los medios para sos tener que el cuerpo natural del rey Ante lo cual Ricardo le da de inmediato una contestación a la altura de
"representaba" a su cuerpo co rporativo, de seguro hubiera permaneci- los talentos idiomáticos que Shakespeare le confiere, 26 solamente re-
do e n pie al me nos una gra n parte del siglo XVII. En cambio, e l hecho cordemos, para leerla, que "sí" se decía muy comúnmente "Ay" e n el
de no disponer de ningún modo de esa noci ó n fue la razón de que se inglés de aquella época:
enreciara hasta ese punto en la temible cuestión de las rel ac iones entre
/\y no, no ay, .fi!r I mus/ rwthing be.
esos dos cuerpos. Para "que una persona represente a dos", hubiera
7here/áre no no. Já r I resign to Titee
siclo necesario que otros acontecimientos, otras teorías se crearan.
Sí, no: no tengo "sí", yo que debo no ser nada.
27
Sin "no" tampoco puesto que abdico entre tus manos .

11.1.3. La imposible separación


El "sí" (Ay) que Bolingbroke busca, y el "Yo"(/) que podría proferirlo,
Antes de abanclónar este escenario intalaclo por Kantorowicz, debemos se vuelven equivalentes repentinamente a causa de la homofonía y e n la
insistir sobre ese repliegue característico de esta teoría que dota al rey evidencia según la cual ambos deben "no ser nada" . Pues si "Yo" es el
de dos cuerpos enteramente diferentes, que imperativamente debemos rey, ¿en nombre de qué desfachatez Bolingbroke se atreve a plantear
distinguir, y que sin embargo resultan ser inseparables. La cosa es más una pregunta tan impía? Y si, por el contrario "Yo" no es, ya, el rey,
clara que en cualquier otro lacio en e l punto culminante del Ricardo 11 ¿q ué es lo que ese mismo Bolingbroke viene a demandar, y a quién ?28
de Shakespeare (que Kantorowicz comenta, pero en un sentido diferen- La segunda parte de la respuesta viene a subrayar que no se trata para
te de lo que sigue) , y que remitiré a ese momento de vuelco en el cual R icardo de permanecer en la indecisión respecto a esto. En lo referente
estall a la inseparabilidad de los dos cuerpos. a saber qué hacer, él lo sabe. Eso no le permite, sin embargo, responder

26. Ricardo hace casi tantos juegos de palabras como Hamlet..


24. E. Kantorowicz. Les deux corps du mi, op. cit., nota 397, pág. 544.
27. W. Shakespeare, Complete Works , New York , Gramercy Books, 1975, pág.
25 . E. Kantorowicz. The King '.> Two Boclies, Princeton University Press, 1957,
págs. 437-438. 415.
28. Recordamos aquí el adagio de De Gau lle: "El poder no se toma, se recoge".
100 Anatomía de la lercera persona La duplicidad del soberano 1O1

lisa y llanamente a la pregunta de Bolingbroke con un "sí" simple y día ele aflicción 1 Que hayan transcurrido tantos inviern os y no saber aho-
directo. El "sí'' es inarticulable por aquél mismo que es el único en ra con qué nombre llamnrme Jo 1
poderlo proferir, y justamente porque la pregunta decisiva le es plan-
teada, también, por quien debe hacerlo. Supongamos en efecto que la As í que después del "Yo" que debía "no ser nada" , es et nombre mismo
misma pregunta ("Are you contented to resign the crown?") hubiera ; I que se escabulle. Y el cuerpo a su vez viene inmediatamente al ban-
sido lanzada por un confidente o un confesor cualquiera: entonces sí, quillo de los acusados:
Ricardo habría podido, en su simple cuerpo natural, expresar sus "esta-
dos del alma" hasta saciarse en esta peligrosa situac ión. Por el hecho ¡Oh' . ¡Que no fuera un irrisorio rey ele nieve, expuesto como estoy al so l
mismo de que la pregunta viene de Bolingbroke y apunta en él a l víncu- ele Bo lingbroke, para fundirme en gotas de agua'
lo entre los dos cuerpos, un "sí" claro y limpio sellaría el acto de la
dimisión, tendría valor de transmisión. Pero Ricardo no se niega a se- Es cuando pide ... un espejo, como único capaz de ofrecerle la verdade-
mejante acto, lo vemos bien con ese "Therefore no 'no'", pero efectúa ra lista de sus malas acciones. Allí también la atención de Shakespeare
la mostración de su imposibilidad enunciativa . Porque Ricardo tiene muestra no tener fallas: aun antes de exigir ese espejo a Bolingbroke,
dos cuerpos, que la pregunta de Bolingbroke hace algo más que distin- Ricardo comienza diciendo: "Jf my word he sterling yet in England... "
guir, pues apunta directamente a separarlos, lo cual Ricardo no puede ("Si mi palabra todavía vale en Inglaterra ... "). Y en efecto, ése es exac-
hacer por su propia autoridad. No le es dada la posibilidad de despojar- tamente el problema: a quien considera que ya no cuenta con el goce
se, por un acto de su voluntad propia y "natural", de ese segundo cuer- apacible y permanente de ese "Yo" que todos usan desvergonzadamente,
po que no tiene nada de un oropel del que uno se desharía llegado el le está permitido preguntarse si "su palabra todavía vale". Finalmente,
momento. Si lo abandonara, en la medida en que está indisolublemente Bolingbroke manda a traer el espejo, y Ricardo puede entonces preci-
vinculado a él, en ese instante ya no sería nada. En todo caso, no sería pitar él mismo su naufragio:
el individuo x que habría ocupado, durante un tiempo y, un cargo real,
y se dedicaría a partir de ese momento a sus ocupaciones de jubilado. ¿No son más profundas mis arrugas? J' ... ] ¡Oh, espejo adulador' Me enga-
El espacio de después de la función real es para Ricardo un inmediato ñas, semejante a mis favoritos en la prosperidad J' ... ) Este fue aquel rostro
no man'.v land, y la obra vuelve patente esto al no hacer coincidir la que arrostró tantas locuras, y que al final ha sido arrostrado lout'.fúcedj
imposible abdicación y la muerte. Ricardo no es un César que abando- por Bolingbroke? Una gloria frágil bri ll a sobre este rostro, tan frágil como
la gloria del espejo (rompiendo el esp~¡o contra el .rnelo), ¡Hclo ahí, roto
naría con una sola puñalada el cargo supremo y la vida; está obligado a en cien pedazos. JO
un episodio de sobrevivencia (teatral) que ya no tiene gran cosa de
humana, pues es cierto que la sola pregunta de Bolingbroke (al igual Esta vez, es la imagen especular la que estalla: No más "Yo", no más
que el poder real de este último) lo ha privado del único "Yo" que haya nombre, no más rostro; solamente un cuerpo de más, que no cesa de no
conocido y practicado, el "Yo" real, el "yo" que operaba en la exacta fundirse bajo el "sol" de Bolingbroke, eso es todo lo que le queda a
unión de los dos cuerpos. Ricardo por haber sabido reconocer su imposibilidad de decir sim-
A partir de ese trastabilleo fatal, de ese "sí'' que no puede articularse plemente "sí" a la pregunta de Bolingbroke, que apuntaba a separar su
pues no se consigue imaginar quién, qué "yo" repentino separado de cuerpo natural de su cuerpo corporativo unitario.
qué otro "yo'', lo proferiría, su degradación será extremadamente rápi- Ya sólo le resta una última demanda que hacerle a Bolingbroke, y se
da. Cuando se lo interpela como "My lord", para que finalmente acabe refiere en efecto al cuerpo natural, ese cuerpo que a partir de ese mo-
leyendo la larga lista de sus malas acciones, a través de la cual admitiría mento está de más: "Then, give me leave to go" ("Entonces, permitidme
ser al menos indigno de su cargo, responde: que me vaya"). Tras lo cual Shakespeare lo hace lanzar casi su último
juego de palabras tras hacer que Bolingbroke le conteste: "Go, some of
No soy tu señor [No lord o( thine], hombre in solente y altanero [insultin.N
man], ni el señor de nadie; yo no tengo nombre ni título, no, ni aun aque l
que me dieron en las fuentes bautismales, sino que ha sido usurpado. ¡Ay,
29. W. Shakespeare, Obras Completas, traducción de Luis Astrana Marín, Ma-
drid, Ed. Agi lar, tomo 1, pág. 433.
30. /bid., pág. 434.
102 Anatomía de la Lercera persona La du11licidad del soberano 103

you, convey him to the Tower." Intraducible "convey", pues significa al de salvar a una teoría que, en ese momento, había consum ido su tiempo
mismo tiempo transportar, conducir, escoltar ('Transfiéranlo a la To- de vida . Todo debía retomarse, de principio a fin , y fue e l trabajo de
rre"), pero también, en el lengu¡úe jurídico, ceder un bien, transmitirlo 32 . pio nero de Thomas Hobbes, con su majestuoso "Leviatán"; él iba a
Tras lo cual Ricardo aprovecha la ocasión: abrir el campo de Jo que después de él se habría de llamar la "ciencia
política".
Oh. good! Convey! Conveyers ure vou ull
Tlw! rise tl!u.1· 11i111bly by ll rrue king :1·.fil// 12
//. 2. La noción de "persona.ficticia" en
¡Ah. bien dicho' ¡.Transferir? Tránsfugas sois todos vosotros Hobbes
Que os alzais tan prestamente por la caída de un rey.
Antes de lanzarnos a una lectura atenta de algunos de los sesenta y dos
Ricardo puede abandonar el escenario. Regresará a él justamente el capítulos que componen esta obra tan voluminosa, ciaremos lugar a
tiempo necesario para desempotrar el otro vínculo sagrado, el del ma- algunas consideraciones sobre la introducción del concepto de "repre-
trimonio que lo une con su mujer. Luego, tras un último monólogo, será sentación" en e l escenario cultural de l·os siglos XV y XVI, con la ayu-
matado en una especie de riña por uno de los fieles de Bolingbroke, da del trabajo de Han na Fenichel Pitkin, The concept of Represenla-
Ex ton, quien concluye: "Voy a llevar el rey muerto al rey vivo"J.1 tion, 35 especialmente de un apéndice que ella consagra, al final del
volumen, al uso mismo de la palabra.
Esta duplicidad inextricable de los dos cuerpos que sólo la muerte po-
día romper, esta dualidad irreductible no ofrecía por sí misma ningún
espacio para elaborar las relaciones entre uno y otro. La larga duración
de la teoría de los dos cuerpos del rey podía admitir que el rey no fuera /l. 2. l. Pequeña historia léxica de la
una persona como las otras, que su cuerpo tuviera, de todas formas, "representación"
propiedades diferentes de las de los demás cuerpos. 34 En cambio, en la
constitución cada vez más regular del Estado moderno que se operó a Incluso si el concepto de representación parece a primera vista estar
través del lento y progresivo dislocamiento del orden feudal, semejante presente cada vez que hay sistema de signos - y por lo tanto práctica-
dualidad no podía permanecer por mucho tiempo hasta ese punto sin mente en tocios los lugares donde está lo humano- es necesario partir
resolverse, y una iniciativa política brutal como la de María de Medicis en primer lugar de una comprobación lexicológica: en el latín 36 clási-
tampoco tenía la capacidad de vencer de una sola vez a una construc- co, Ja noción de representación (que se articulaba tanto alreclecior del
ción tan sabia y ramificada. Para que se pudiera pensar lo que articula- sus tan ti vo "repraesentatio" como del verbo "repraesento") no cubría,
ba a estos "dos cuerpos" (y que no será otra cosa que el concepto mis- en modo alguno, el campo semántico que se volvió el suyo en francés.
mo de representación), era necesario que esta teoría se hundiera por Efectivamente se trataba de reproducir, de "vol ver presente", de "colo-
completo, que nuevas hipótesis pudieran tomar el relevo sobre la natu- car ante los ojos", ya fuera por la palabra o por la imagen, con la idea -
raleza de esa persona real, del Soberano, y para eso ninguna refacción, como consecuencia inmediata- de "volver efectivo", manifestar "en el
ninguna compostura de unos cuantos pedazos deficientes eran capaces momento", idea que por sí misma conducía al sentido muy particular de
"payer comptant" ["pagar al contado"]. Una "repraesentatio" era ante
todo pagar "cash", como dicen los ingleses, o "en efectivo", como se
dice en español: producir en la escena actual aquello de lo que se trata-
31. Un Con.veyancer es un notario especiali zado en la redacción de transmisiones
de propiedad, de donde viene, por un irresistible deslizamiento del sentido, la
significación ele: ladrón hábil. falsificado r.
32. W. Shakespeare, op. cil., pág. 417. 35. Hanna Fen ichel Pitkin, The con.cept o{Represenlalion., University ofCalifornia
33. Ibid., pág. 444. Press, 1967.
34. Referirse aquí al gran clásico que se ha vuelto el libro de Marc Bloch. Les rois 36. El término griego más cercano, "metamorfosis", es, a pesar de su riqueza,
thaumatur¡;es [Los reyes tawnatur¡;os}, París, Gallimard , 1983. todavía más diferente de la noción moderna de "representación".
104 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 105
37
ba. Se concebía de la misma manera que el nimbo, ese círculo dibuja- 11q uí más allá de la simple alusión, la divergencia sutil y secular entre
do por encima de la cabeza de los emperadores en sus retratos oficiales, " im agen natural" e "imagen artificial" se había reducido hasta no ser
"representaba" la totalidad cerrada del imperio, pasando de la cosa cas i nada, con esa nueva palabra de "representación" que los pintores
significada al rasgo que ofrecía, en la actualidad de su trazo, el signo util izaban para hablar de su arte de la perspectiva, en el viraje del
que permitía referirse a ello. Así, podía haber representación de algo Quattrocento . Durante todo el tiempo que duró la discusión bizantina
concreto o aQstracto, sin que ese término hubiera adquirido sin embar- sobre el icono, por ejemplo, nunca se utilizó un verbo como "represen-
go, en las teorías lingüísticas o filosóficas, la influencia que se le cono- lar"; se hablaba exclusivamente del derecho de "hacer imagen" (o no),
ce hoy en día. y por más cercanas que puedan parecer estas expresiones hoy en día,
La cuestión toca un aspecto mucho más estrecho del campo semántico sus telones de fondo teológico y epistemológico diferían entonces gran-
actual del término "representación": ¿Cuándo y cómo adquirió cuerpo demente. La "representación" perspectiva incluía por sí misma y de
la idea según la cual una persona podría representar a otra y, corno tal, entrada una "naturalidad" de su trazo que la imagen no exigía con la
actuar en su lugar y en su nombre? Si le creernos a H. F. Pitkin, la misma fuerza, mucho menos estando inmersa en preocupaciones ele
situación es clara en sus líneas generales, y más incierta en sus detalles . veracidad mimética inmediata. Para decirlo ele manera trivial (pero es
Podemos considerar que una idea corno ésta no se instaló en el pensa- ésta una trivialización que aquí tiene importancia), una "representa-
miento occidental hasta el siglo XVII. Lo cual no quiere decir que no ción" debe ... representar; dicho ele otro modo, presentar cierto tipo ele
haya habido buen número de precursores de ella: así, Littré señala que adecuación con lo que se ha convertido en su referente. La "imagen",
al final del siglo XIII se podía decir que un bailío "representaba" a la por su parte, no se topa de entrada con semejante exigencia; puede
persona de su señor. Del mismo modo, en el lenguaje jurídico medieval plegarse a ella o no.
alrededor de las corporaciones se puede a veces (pocas veces) encon- Un poco más tardíamente, en la corriente del siglo XVI, esa misma
trar el verbo "representar" para designar el papel del individuo (en ge- palabra ele "representación" comienza a tener valor comúnmente para
neral un jurista) que efectúa actos en nombre de la corporación. Esas e l teatro, que sale de cierta noche medieval en que la Iglesia lo había
menciones son rarezas, sin que se sepa claramente si hay que ver en confinado hasta ese momento. Con esta nueva dimensión semántica, la
ellas una despreocupación lexico,gráfica de la época o un mal estado de representación adquiere un aspecto dinámico que no poseía forzosa-
las fuentes. mente con anterioridad . Y todo esto, permaneciendo en lo natural de la
Según el Oxford English Dictionary, la primera verdadera aparición lengua, la cotidianeidad de los empleos de una palabra que termina por
del verbo "representar" para designar claramente el hecho de que al - alcanzar, a través de su misma trivialización, una especie de evidencia
guien actuara en nombre de otro, data de 1595. Sin embargo, la pala- que ya no vale la pena cuestionar.
bra, en esa época, ya había experimentado desde hacía algún tiempo, Igualmente, en los debates religiosos del siglo XVI, el término "repre-
más allá de la esfera jurídica propiamente dicha, una extensión semán- sentación" y el verbo "representar" desempeñarán a veces un papel en
tica tan nueva como considerable. la cuestión, ardiente si las hay, ele la transubstanciación: ¿el pan y el
El arte de la perspectiva, bien establecido desde el siglo XV, utilizaba vino son el cuerpo y la sangre de Cristo, o se contentan con representar-
tranquilamente el término de "representación" incluyendo en él esa "se- los? En las discusiones semióticas de todo tipo que agitan al Renaci-
mejanza" nueva y sorprendente entre la visión natural y el cuadro, que miento, en la lenta deriva que hará que se pase de la "firma de las
valía por sí sola mucho más que pesados tratados de teoría del conoci- cosas" al signo, tal como Port-Royal habría de establecer su lógica, el
miento para ofrecer al pensamiento una especie de vínculo directo en- verbo "representar" efectúa un verdadero trabajo ele soldado de infan-
tre la percepción y el signo que se refiere a ella. Sin que se trate ele ir tería, hasta el punto de resultar indispensable antes incluso de que nos
ocupáramos de definirlo propiamente.
Sin embargo, fueron los filósofos quienes, a partir ele la primera mitad
37. Es el sentido que se conservó en la expresión jurídica "representación ele in- del siglo XVII, lo convirtieron en la palabra clave del nuevo saber que
fante", que define los derechos de cada uno ele los padres de gozar de la pre-
se instaló con ellos. Tuve oportunidad de mostrar, alineando simple-
sencia ele sus hijos en caso de separación de la pareja parental. Así, podemos
hablar a veces de "delito de no representación de infante" mente algunas citas, hasta qué punto ya está presente en el joven Des-
106 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 107

cartes de las Reglas para la dirección del Espíritu, al mismo tiempo ll. 2. 2. Elementos de filosofía primaria
como un concepto filosófico importante y corno un verbo de empleo
simple y regular. 38 De hecho - y por ello mismo escapa de una investi- Para comprender cuáles fueron las audacias que hizo suyas en esta obra,
gación minuciosa- ese concepto se encuentra en el centro del trastorno es conveniente detenernos primero en algunos principios de su filoso-
que, en unas cuantas décadas, hundirá al saber medieval en una noche fía primera, opuesta al aristotelismo, pero diferente también de la vulgata
que durará hasta el fin de nuestro siglo, para abrir el camino al mundo cartes iana.
llamado "clásico" ele Descartes, pero también ele Voltaire, Malebranche
y Rousseau. En este escenario complejo en que las valencias ele esa De entrada, su noción de representación no difiere (la buscamos en
palabra se multiplican, la idea ele que una persona podría, bajo determi- vano en el universo escolástico), sino que se impone de manera extre-
nadas condiciones, " representar" a otra, avanzará primero bastante tí- madamente o ri ginal para dar cuenta de lo que debemos llamar efectiva-
mente el "fenómeno", es decir, la cosa percibida. Porque Hobbes no se
midamente en el plano político .
contenta con el esquema clásico según e l cual la cosa percibida impri-
H. F. Pitkin señala que alrededor de los años veinte ( 1620), esta disper- me su marca en nuestra sensibilidad, por medio de lo cual esa percep-
sión del empleo ele la palabra en el arte pictórico, la religión, el teatro y ción sensible sería el lu gar de una verdadera revelación ele la cosa a
la comprensión general del signo, había ampliado su sentido hasta "re- través de su "impronta". Eso no constituye para él más que el primer
ferir a cualquier presencia sustituida" (to refer to any substituted tiempo ele un proceso más complejo, puesto que, una vez dacia la "im-
presence), incluyendo a veces a personas que representaban a otras presión" de la cosa, el espíritu responderá a lo que es ante tocio un a
personas. A partir ele ahí, las apariciones lexicográficas comienzan a presión, y en este esfuerzo contrario a la citada presión va a surgir la
39
ser más frecuentes: en 1628, en una obra ele Sir Thornas Smith, en- represen tación del objeto, que lleva aquí e l nombre especial ele "fanta-
contramos la expresión "the State representative" . En 1641, los miem- sía" ["phantasme"]:
bros de la Cámara ele los Comunes se describen a sí mismos como "the
Representative Body of the Whole Kingdom" . El paso delicado consis- La causa de la sensació n es e l c uerpo externo u objeto, que actúa sobre el
te en franquear la distancia que separa "standing for" (reemplazar, es- órgano propio de cada sensación, ya sea de modo inmediato. corno en el
tar en lugar de, representar) ele "acting for" (actuar en nombre ele, en g usto o en el tacto, o mediatamente, como en la vista, e l oído y el o lfato:
dicha acción, por medio de los nervios y o tras fibras y membranas del cuer-
tanto que representante ele). De manera instructiva, cuando esta última po, se adentra por éste hasta el cerebro y el corazón, y causa all í una resis-
noción tiende a abrirse paso, asistimos a cierta danza ele nombres muy tencia, reacción o esfuerzo del corazón, para libe1tarse: esfuerzo que, dirigi -
cercanos semánticamente unos ele otros: mientras que el parlamento do hacia el exterior, parece ser algo externo. Esta apariencia o.fim.ra.1'Ía es
inglés en su totalidad contin úa siendo llamado "representative", cada lo que los hombres llaman sen.wcirín [... ]Y aunque a cie1ta distancia lo real ,
el objeto visto parece revestido por la fantasía que en nosotros produce, lo
uno ele sus miembros comienza a ser llamado ya sea "representer", o
cie1to es que una cosa es el objeto y otra la imagen o fantasía. 40
"representar", o incluso "rep resentant" , y finalmente, a veces,
"representee". Sólo a mediados ele ese siglo el empleo terminará por
Como lo comenta Yves-Charles Zarka en su valioso libro La décision
regularse en "representative"; también, en 1651, se publica el Leviatán,
111.étaphysique de Hobbes [La decisión metafísica de Hobbes], "la no-
en el cual Hobbes construye y despliega una lógica que aclara las in-
c ión de representación instituye entonces una heterogeneidad radical
venciones terminológicas de esa época, que sin embargo la habían an-
e ntre la sensibi lidad y la cosa. Lejos ele revelar a la cosa tal como es en
tecedido. sí misma, la representación es una fantasía puramente subjetiva a la que
no le corresponde nada fuera del espíritu. [... ] La representación no es
el lugar de un encuentro, sino el de una separación donde la cosa se
rctira" .41 Por las representaciones no se conoce entonces al mundo,
38. Confrontar la serie de citas de las páginas 177-180 en G. le Gaufey, Le lasso sino solamente lo que fueron nuestras reacciones primarias ante ese
spéculaire, París, EPEL, 1997. [Hay edición en español: El lazo especular,
Buenos Aires, EDELP, 1998.]
39. Sir Thomas Smith, De Republica An~lorwn, citado por H. F. Pitkin, op. cit., 40. T. Hobbes, Leviarán, México, Fondo de Cu ltura Económica, págs. 6-7.
pág. 248. Este autor parece haber utilizado corrientemente, desde el comienzo 41. Yves-Charles Zarka, La décision métaphysique de Hobbes , París, Yrin , 1987,
del siglo XVII, la noción de "representación" y las palabras derivadas. pág. 33.
108 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 109

mundo. Diferencia radical con Descartes, y concebimos que, por más tendrá un gran peso cuando se trate de poner en pie el concepto central
que fueran contemporáneos, tuvieran grandes dificultades para com- de "persona".
prenderse y apreciarse. Pues desde un punto de partida tan claro y fun- Sin embargo, no solamente se encuentra el sujeto descentrado de este
damental, las consecuencias son innumerables. Hobbes no tiene nada modo con relación a nuestras costumbres cartesianas. El le nguaje lo
que hacer con una duda hiperbólica que cortaría la relación entre la está igualmente. Pieza secundaria en Descartes, ocupa un sitio eminen-
representación y la cosa que ésta representa: ese vínculo está cortado te para Hobbes, pues a la lengua, y al discurso que ésta permite, les
para él desde el inicio. La cosa se ha retirado, y no ha dejado su impron- corresponde.fundar la inferencia que permitirá pasar de la representa-
ta, sino la reacción duradera de nuestra sensibilidad a una impronta que ción a la cosa. No es que la lengua una a esa fantasía con ese objeto,
ya no es actual. Y con la suma de estas "reacciones", de estas "fanta- separados por la representació n, sino que permite apu ntar
sías", en el lento proceso del conocimiento y de la ciencia, puede inferirse hipotéticamente al segundo a partir del primero, con el riesgo perma-
lo que es ese mundo que ha provocado tales o cuales reacciones en los nente del error, y pasando por consensos. De ahí el nominalismo de
espíritus y en los cuerpos.
Hobbes, que se impone a partir de lo que Yves-Charles Zarka llama sin
Para establecer este dato elemental, Hobbes construye i¡na hipótesis no titubear "una metafísica de la separación".
menos hiperbólica que la duda cartesiana, aunque diferente tanto en su
principio como en sus efectos. No se trata en absoluto aquí de dudar, Nada hay universal en el mundo -escribe Hobbes- más que los nombres ,
sino por el contrario de afirmar que mis representaciones seguirían siendo porque cada un a de !ns cosas den"ominadas es individu al y singu lar. 43
mis representaciones, aunque el mundo desapareciera completamente
de golpe. Es la hipótesis de la Annihilatio Mundi, que le permite a En vista de que el saber por constru ir (por medio del lenguaje) ya no
Hobbes explicitar la separación de la representación y del objeto que partirá del ser, sino de una representación considerablemente empobre-
no habrá sido más que una de las fuentes ele esta representación, pues la cida en el plano ontológico (denominada "fantasía"), es conveniente
otra sería la reacción de mi sens ibilidad que mantiene, incluso en la precisar si e l discurso permitirá recorrer nuevamente al menos una par-
ausencia completa del mundo (annihilatio mundi), la forma de la fanta- te de ese terreno ontológico considerado como perdido en el inicio. A
sía constituida con ocasión de una percepción que se supone primaria. falta de ofrecerse en la representación, ¿será el ser susceptible de decir-
Que el mundo exista o no, no cambiará entonces nada ya de la represen- se siguiendo las vías discursivas? Es ésta una pregunta decisiva, puesto
tación que tengo de él. He aquí el sorprendente credo que da cuerpo al que los individuos, considerados como amu rallados, cada uno, en sus
concepto muy particular de representación en Hobbes. representaciones respectivas, están tan aislados unos de otros como del
mundo y, una vez más, sólo el lenguaje, la comunidad lingüística, les
Este punto de partida desarrolla consecuencias casi inmediatas con re- permitirá, al precio de un esfuerzo seguro, confrontar sus representa-
lación al sujeto. Por supuesto, para sentir, percibir y reaccionar a las ciones, sus fantasías, y llegar (quizás) a ciertos ac uerdos. Lo político
"presiones" que los objetos imprimen en nuestra sensib ilidad, Hobbes está presente de entrada como estricta necesidad: el lenguaje, lejos de
necesita un sujeto, pero este último no necesita para nada, por su parte, reducirse a la materialización del pensamiento, constituye el espacio de
garantizar su existencia.fuera de toda representación. No hay en Hobbes intersubjetividad necesario para la elaboración de la ciencia. Ésta es
una reflexividad primera de un "ego" que fundaría, en un tiempo se- una perspectiva muy diferente de la de un ego que reinaría solitario en
gundo, la representación de lo que sea que viniera entonces a "presen- la cima de la mathesis universa/is .. .
tarse". Como lo escribe claramente Y.-C. Zarka: "Por lo tanto, hay una
subjetividad de la representación sin sujeto subjetivo fundador". 42 Eso Del mismo modo que Hobbes había recurrido a la ficción de la
Annihilatio Mundi para afirmar la separación de la representación y de
la cosa, construyó una hipótesis heurística, la ficción de una suspensión
42. Yves-Charles Zarka, La décision métaphysique de Hobbes, op. cit., pág. 44. de todo Estado, de toda comunidad política para otorgarse los medios
Ver también, sobre este punto, las "Objeciones" de Hobbes (en la serie, son las de fundar a esta última en y por un trabajo discursivo:
terceras), y la respuesta de Desc:utes. Allí, Hobbes sostiene, y eso escandaliza
mucho a Descartes, que e l sujeto puede muy bien ser algo corporal. " Puede"
serlo, es decir que nada sabemos al respecto. La piedra angular de la construc-
ción de Hobbes es la representación, no el sujeto. 43. T. Hobbes, Leviatán, op. cit., cap. LV, pág. 24.
11 O Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 111

Así, en la búsqueda de l derecho de la ciudad y de los deberes de los ciuda- El poder de un hombre consiste e n sus medios presentes para obtener
danos, aunque no haya que disolver a la ciudad, s in embargo hay que algún bien aparente futuro. Puede ser original o instrumental. 4 r'
considerarla como disuelta, es decir, comprender correctamente lo que es
la naturaleza humana, lo que la vuelve apta o inapta para construir una De donde se desprende, irresistible, el conflicto:
ciudad, y cómo los hombres que quieren unirse deben juntarse. 44

Y por el hecho de que el poder de un hombre resiste y traba los efectos del
Y con esto, Hobbes se lanza entonces en la definición de un "estado poder de otro, el poder simplemente no es otra cosa que el exceso de poder
natural" que vale la pena ir a visitar por ser el demasiado famoso: "El de uno sobre el del otro. Porque poderes ig uales que se oponen se destru-
hombre es un lobo para el hombre", al que se reduce con tanta rapidez yen recíprocamente, y esta oposición se llama conflicto. 47
su trabajo, relegándolo a un pesimismo a ultranza opuesto·a lo que más
tarde fueron las hipótesi s contrarias ele Jean-Jacques Rousseau sobre el Así es que hay, según Hobbes, una perfecta y constante desigualdad
mismo tema; ese dicho latino no es más que el árbol hecho a la medida entre los hombres, ya sea original (dada en el inicio a cada uno) o
para ocultar al bosque. instrumental (según lo que cada uno habrá sabido hacer suyo a lo largo
de su ex istencia) . Lo importante, lo decisivo, a decir verdad, que olvi-
La coherencia general de las palabras de Hobbes se ofrece a la lectura damos si nos remitimos solamente a "El hombre es un lobo para e l
desde el primer trazo que él presenta de esta naturaleza, en la misma hombre", es la inversión dialéctica producida aquí por Hobbes, capaz
dirección ele las primeras disposiciones establecidas por el concepto de ele cambiar la faz del problema. SiA este nuevo juego, en efecto, la
representación: sociedad política nunca sería más que cierto estado de los poderes de
cada uno (lo que ella es, en parte, en Pascal, por ejemplo), equ ilibrán-
El objeto, cualquiera que sea, del apetito o del deseo de un hombre, es lo
dose más o menos en un conflicto permanente y generalizado, de acuer-
que por su parte éste llama bueno; y llama malo al objeto de su odio o de
su aversión ; sin valor o despreciable, al objeto de su desdé n. En efecto, do con la sabia graduación de u na jerarquía social donde se escalonaría
estas palabras, bueno, malo y digno de desdén se escuchan sie mpre con la única realidad eficiente: los poderes variados de unos y de otros.
relación a la persona que las e mplea; porque no ex iste tal cosa, simple y Hobbes introduce en ese escenario el pequeño grano de arena siguiente:
absolutamente; ni hay nin guna regla común de lo bueno y ck lo malo que
pudiera ser tomada de la naturaleza de los objetos mi smos. 45
El [hombre] más débil tiene bastante fu erza para matar al más fuerte, ya
sea mediante secretas maquinaciones o confederándose con otros que se
Ya no es, entonces, como en Aristóteles, el valor intrínseco de la cosa lo hallen en el mismo peligro que él se encuentra. 4 '
que suscita el deseo, sino, por el contrario, la dinámica interna del de-
seo la que proyecta sobre los objetos unos valores subjetivos y relati- Con esto, la topología del conjunto experimenta un cierre diferente. Ya
vos a las representaciones ele cada uno. La naturaleza ya no es en nada no nos encontramos a lo largo de una escala que iría linealmente del
el fundamento de una regla moral universal. Porque los individuos es- más débil al más fuerte, sino que estamos atrapados en una circularidad
tán tan separados unos de otros como cada uno lo está del mundo, la fundamental: aquél que se encuentra en lo más bajo de la escala ele los
fundación de lo político se vuelve pensable, y por lo tanto necesaria. poderes puede vencer a quien está en lo más alto. Los hombres son, por
lo tanto, al mismo tiempo, fundamentalmente desiguales en poder, y no
La única regla que Hobbes reconoce como válida para todos y cada
menos fundamentalmente iguales en la ,ff-agilidad de su poder. Las
uno, en el inicio, es que todo ser "tiende a perseverar en su ser''. Esto es
constantes desigualdades de poderes no ponen trabas a la universalidad
inquebrantable. La primera consecuencia de esto es que todo ser se
en que cualquier hombre se debate frente a la muerte, al cese de su
encuentra obligado a darse futuro, o dicho de otro modo, a hacer uso de
poder y de la perduración de su ser.
su poder. Hobbes lo define así:

44. T. Hobbes, De cive, citado por Yves-Charles Zarka, op. cit., pág. 68. 46. lbid., cap. X, pág. 31. [En español: /bid., pág. 69.)
45. T. Hobbes, Leviathan, op. cit., pág. 48. [En español: Leviatán, op. cit., pág. 47. T. Hobbes, Element oflaw, citado por Y. -C Zarca, op. cit., pág . 298.
42) 48. T. Hobbes, Leviatán. op. cit., pág. 100).

~
112 Anatomía de la tercera persona
La duplicidad del soberano 113

II. 2. 3. "Es una persona ... " cho de otro modo no sólo son expresadas, manifestadas, sino también
vistas, escuchadas, recibidas ... por algún otro. Necesariamente. Alguien
Podemos ahora llegar a la definición de la persona por la cual se inicia (que no es la persona de la que habla la definición), alguien está presen-
el famoso capítulo XVI del Leviathan, "De las personas, de los autores, te, y no solamente a manera de público, pues de é l depende la opera-
y de los seres personificados", que ofrecemos aquí al mismo tiempo en ción fundadora de esta persona, a saber, que él (ese alguien), deberá
español y en inglés: optar por "considerar", en efecto, que estas palabras o estas acciones
deben ser remitidas, ya sea directamente y sin rodeos a aquél que las
Es una persona aquella cuyas Jlalabras y acciones son con.l'iderudas ya
haya proferido y sostenido, o a otro (o a alguna otra realidad). De esta
sea como pertenecientes a él, o bien como reJlresentando a las Jla/abras
o acciones de otro, o de al¡;una otra realidad a la cual se los atribuyen elección dependerá el calificativo del que será dotada de inmediato la
JlOr una atribuci<Ín verdadera o Jicticia. 4 '! persona en cuestión: en el primer caso, si las palabras o las acciones de
aquél que viene a expresarse son "las suyas" (inglés) o "le pertenecen"
A person , is he, wlwse words or actions are consideretl, either as his (español, francés), uno (aquel que las considera) hablará de persona
own, or a.1· reJlresenletin.¡; the words or actions o(an o/her man, or ofany natural. Si no, si esas mismas palabras o acciones están ahí en tanto que
orher rhin¡; to wlwm they are attributed, wether Truly or by Fiuion. 511
" representan" las de otro (o las de alguna otra realidad), entonces ha-
blaremos indiferentemente de persona ficticia (o artificial) (feigned or
Primer punto: la persona no es de ningún modo descrita de una manera artificiall person), ya sea que la atribución haya sido hecha "truly "
"esencialista". Ninguna intimidad, ninguna interioridad se encuentra (verdaderamente: de un autor hacia un actor) , o "by jiction" (de mane-
actuando aquí. 51 Muy por el contrario, tan solo el verbo pas ivo "ser ra ficticia), de acuerdo con un recorrido que detallaremos más adelante
considerado" basta para hacer de ello un fenómeno . Una persona es y al término del cual el gobierno civil autoriza a una persona natural a
ante todo aquella cuyas palabras y acciones son "consideradas", o di- ser el actor de "alguna otra realidad" que, por sí misma, no podía auto-
rizar a nadie.
49. T. Hobbes , Leviarlwn, trad. Tricaud, op. cit. , pág . 161. [En español: Leviatán,
º!'· cir., pág. 132.] Las itálicas son del propio Hobbes. El único problema El primer comentario del propio Hobbes, una vez dada esta definición
aparente de la traducción francesa [que aquí respetamos] se refiere al relativo neta, se refiere al topos relativo a la palabra latina de persona, la más,
"a la cual" que, en razón de su feme nino, parece re ferirse solamente al antece-
dente inmediato, esa "alguna otra realidad", mientras que en inglés "to whom"
cara por la cual los actores (palabra que adquirirá muy pronto gran
no es tan exclusivo y se re l'i ere tanto a "al guna otra real idad" como al "otro" importancia) hacían "sonar" sus voces. 52 "Persona es entonces equiva-
(hombre). A ambos, de manera indiferente, podemos atribuirles " palabras o lente a actor", escribe Hobbes. Mucho más perturbadora es la frase que
acciones" de aquél que adquiere aquí el rango de "PERSONA". ¿Por qué sigue:
Tricaud no se inclinó por el simple "a quien se los atribuye [ ... ]",que hubiera
conservado la doble referencia del inglés? [En español se traduce "o de al g una
Personificar, es desempeñar el Jlapel, o ¡;amntizar la reJlresentacúín de
otra cosa". El problema al que alude se conserva de todos modos en españo l.
sí mismo o de otro.
N. de T. ]
50. T. Hobbes. Leviatlwn, Cambridge Univers ity Press, 1996 , pág. 111. Los eru-
ditos continúan discutiendo para saber cuál , entre la versión latina y la versión fo Personate, is to Act, or Represent /úm.selje, or 11.11. orher. 51
inglesa, fu e escrita primero por Hobbes. Aunque la versión latina haya sido
publicada diecisiete años más tarde que la inglesa (editada en 1651 ). muchos
argumentos van en e l sentido de una escritura primera en latín. Tal es la opi- 52. Una de las etimologías de la palabra toma de aquí su fuente: personare, para
nión de Fran9ois Tricaud, el traductor francés . hacer sonar la voz. Pero no podemos olvidar que también es el nombre de
51. Locke tomará aquí la posición exactamente opuesta a la de Hobbes al hacer de Ulises para engañar al cíclope, sentido que se conservó en el francés, cuando
la "persona" un ser completamente interior, definido por la identidad consigo éste lo tomó como uno de sus forclusivos, en su sistema complicado de la
misma apo1tada por la conciencia: " [ ... ] un ser pensante e inteligente, dotado negación: "11 n'y aJlersonne" [" No hay nadie"], "Je n'y voit¡;outle" ["No veo
de razón y ele reflexión, y que puede considerarse a sí mismo como sí mismo." nada"], "Je ne mange m.ie" ["No como ni mi¡;a"], etc .
J. Locke, ldentilé et difieren ce, op. cit., págs. 148- 149. Esta otra opción debía 53. Leviathan, francés , pág. 162 [español, 132], inglés, pág. 112. Conservé el
tener mucha influencia sobre la concepción común de la persona, y aun en juego de las itálicas presente en los dos textos, invertido en inglés. El verbo
nuestros días, cuando existe una tendencia a englobarlo en un cartesianismo "To Personate" es, por supuesto, una cruz para e l traductor francés, quien
sincrético y blandengue. busca justificarse en su nota 1 de la página 16 1: en efecto, él no puede encon-
trar en la lengua francesa un verbo único que conjunte tan fuertemente la idea
114 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 1 15

Es difícil no tener la sensación de un forzamiento ante esta precedencia Lo que al inicio podía parecer un forzamiento lingüístico, encontrará
otorgada a la representación, que va tan en sentido contrario de nuestro inmediatamente su velocidad de crucero con los nuevos apelativos de
sentimiento primero, según el cual una persona es ante todo una espe- autor y de actor. Hobbes encadena:
cie de autoadecuación a sí mismo. Aquí, un vago perfume de cogito,
tanto más insidioso habitualmente cuanto que es discreto, falta repenti- Las palabras y acciolll:S de ciertas personas artificiales son reconocidas
namente en razón de este exceso de significación que Hobbes obliga a por suyas por aquél a quienes e llas representan. La rersona es entonces el
portar al verbo to Personate. Como lo nota Tricaud, quien no puede ac:ror; quien reconoce como suyas las palabras y las acciones es e l autor,
hacer menos: y en este caso el actor actúa en virtud de la autoridad que ha recibido.
Porque aquél que, en materia de bienes de lodo tiro. es llamado rropi eta-
rio, es llamado, en materia de acciones, e l autor.
A pesar de lo que Hobbes parece decir, la idea de " representarse a sí
mismo", de "actuar su propio personaje" no pe11enece manifiestamente al
Of Per.wns Arrifióall. some h1.1ve their words and actio11.1· Owned by tlw.re
sentido primero de to Per.rnnate, del mi smo modo que la idea de "desem-
peñar e l papel de olro". ;'1 wlwm they represen/. And th.en th.e Person is the Actor; mu/ he tlwt owneth
his word and actions. is th.e aulhor; in which case t/Je Actor 1.1cteth by
Authority. For tlwt which. in spe11king ofgood.1· l/fl{/ ¡wssessio11.1· is c111/ed
Esta inversión de perspectiva, aunque la lengu a inglesa la objete al 11n Owner, s¡Jeaking ofactions is c111led 11n Authoi: ;;
pasar, subraya el acento que Hobbes pretende imprimirl e a su noción
de persona: es efectivamente la persona.ficticia la que sirve para com- La persona natural, la que era "considerada" como propietaria de sus
prender a la persona natural, y no al contrario. Explicitando entonces palabras y de sus acciones, que cuando hab laba o actuaba se ofrecía a
el sentido sól ido y seguro de "to Personate", a saber, el de "desempe- ser considerada como "representándose a e ll a misma", "desempeñan-
ñar un papel", Hobbes prosigue: do su propio papel'', etc., ya ha sido dejada de lado. Aquí ya no se trata
más que de "c iertas personas artificiales'', otro indicio ele que lo esen-
De quien desempeña el papel de otro, se dice que asume su personalidad, cial de la noción de persona se articula a los ojos de Hobbes alrededor
o que actúa en su nombre .
del artificio y no de la naturaleza.
And '1e 1/111111cteth. is .rnid to heare '1i.1· Per.rnn. or act in '1i.1· 1111111.e. Es la primera frase la que constituye una dificultad: hay que e ntender
de entrada que "aq uél a quien ellas !las palabras y las acciones proferi-
Cabe lamentar aquí que el traductor haya creído oportuno, aunque lo das y sostenidas, susceptibles de ser "co nsideradas"l representan" no
señale e n una nota, sacrificar una literalidad que prácticamente no hu- es aquél que las habría proferido y sostenido. El primero es el autor, el
biera estorbado con respecto a un texto tan fundamental, para transfor- que es considerado por el derecho como "propietario", de algún modo,
mar ese "to beare the Person o.f' (que pronto encontraremos e n cada de las citadas palabras y acciones, mientras que el segundo, que no es
recodo del texto concerniente al soberano) en un "assumer la más que e l agente activo, tiene derecho a su nombre ele actor. El víncu-
personnalité de" ["asumir la personalidad de"], de una resonancia muy lo que conecta a estos dos se apoya entonces sobre esa palabra de "au-
incómoda en francés. La persona inventada por Hobbes no tiene nada toridad" (Authority) que obliga al traductor a una larga nota, muy bien-
que hacer con la noción de "personnalite~ ' ["personalidad"], palabra venida. En efecto, corremos el riesgo de imaginar bajo esa palabra un
cuyo sentido jurídico es harto débil en francés , comparado con un sen- c ierto poder que el antes llamado autor detentaría, por él mismo y para
tido psicológico totalmente opuesto al de Hobbes. él mismo, sobre sus actos o sus acciones. Pero eso sólo es cierto porque
un actor distinto del autor mismo entra en la batalla. En el momento
en que el que se volverá el autor se separa de su poder sobre sus actos
y sus acciones confiándoselas a otro, es cuando detenta esa autoridad.
El repliegue, que ya se ha encontrado con ocasión del emplazamiento
de persona y la de representación. Se resigna a "personifíer" [perso nificar],
que prolifera, sin embargo e n direcciones muy ajenas a las de Hobbes. No
tenemos nada mejor para proponer. Un neologismo no tendría lugar aquí, pues
no se trata de inventar una jerga en este asunto.
55. T. Hobbes, Leviath.an, Of'. cit. ' francés, pág. 163 [español, rágs. 132-13:1.1 e
54. T. Hobbes, Leviathan, op. cit., francés pág. 162, nota 5. inglés pág. 112.
La duplicidad del soberano 117
116 Anatomía de la lercera persona
ant'es del advenimienlo de dicha situación, no existe imperio sohrc las
personas. 58
de la "fantasía", es decisivo: al igual que la representación, la autori-
dad no es el objeto mismo, sino lo que sólo aparece porque nos desha- Esas cosas inanimadas - sobre las que se presiente de entrada, aunque
cemo.1· de él.
confusamente, que tienen que ver con el cuerpo de la corporación uni -
taria en la teoría medieval de la realeza- , estas cosas, a causa de su falta
La !1111/wrily -escribe Tricaud- nunca es un atributo del "autor'', sino un de razón o de la pluralidad que las compone, no pueden desligarse de
poder delegado al representante. Ese sentid o es bastante frecuente en in-
glés. Se sitúa en algún lugar entre "autoridad" y " autorización", entend i- sus palabras o de sus acciones, y por lo tanto no pueden transferir nin-
das según el uso francés. Se trata propiamente de una "a utoridad salida de guna autoridad a "actor" alguno. Ahora bien, necesitan imperativamente
un poder". como se lee en las traducciones del Evangelio: "¡,Por qué auto- ser representadas para que sus derechos jurídicos puedan ser salva-
ridad haces estas cosas 'I"-"'
guardados. En esos dos casos estalla, podríamos decir, la necesidad de
un "gobierno civil", una ele cuyas funciones al menos está clara: susti-
Una vez establecido este vínculo, el sujeto del derecho es desplazado tuir a esas "cosas" para hacer lo que ellas no pueden hacer: delegar su
de manera significativa: autoridad, otorgarse un actor, un representante autorizado que podrá
actuar en su nombre. El capítulo siguiente (XVII), que tratará "De cau-
Se infiere de esto que cuando e l actor conclu ye un conven io en vi1tud de sas, de la generación y de la definición de la República", puede adelan-
la autoridad recibida, vincula así al autor del mismo modo que si éste lo
hubiera conc luido él mismo, y lo somete, igua lmen te, a todas las conse-
tarse; le corresponderá responder a este aparente callejón sin salida.
cuencias de é l.
Ese capítulo XVI, de una riqueza sorprendente, todavía no está tenni -
nado. Anticipándose en parte sobre lo que sigue, Hobbes se aferra fir-
Esta delegación de un autor hacia un actor parece lo sufic ientemente memente al problema lancinante entre todos del pasaje de una multitud
clara como para que ya no sea necesario insistir sobre ello. Ahora viene al uno, y pretende solucionarlo ele inmediato con su noción nueva de
el momento de considerar, siguiendo el título mismo de ese capítulo, persona:
que ya ha presentado a las "Personas" y a los "Autores", lo que Hobbes
llama los "seres personificados" (lhings Personated 57 ), y sin quienes - Una multitud de hombres se convierte en unu persona !are 111.ade Ont:
¿sin los que?- yo no hubiera iniciado este recorrido textual. Per.1·11nl cuando está representada por un hombre o una persona, de tal
modo que ésta pueda actuar con el consentimiento de cada uno de los qut:
Hay pocas cosas que no puedan ser representadas de una manera ficticia. integran esta multitud en particular.
Cosas inanimadas. como una ig lesia, un hospital, un puente, pueden ser
personificadas por un Rector, un di rector, un contro lador. Pero las cosas El capítulo que sigue dirá cómo puede efectuarse ese consentimiento,
inanimadas no pueden ser autores. y por consiguiente, no pueden dar
cuando surge una frase que es necesario hacer destacar:
auto ridad a sus actores; los actores pueden, sin embargo, recibir autoridad
para gara nti zar su mantenimiento de quienes so n sus propietarios o go-
bernadores. Estas cosas no pueden entonces ser personificadas antes de Pues es la unidad de aquél que representa, no la unidud del representado,
que exista a lguna forma de gobierno civil. Igualmente. los niños. los débi- lo que vuelve a la persona un.u.
les de espíritu y los locos, que no tienen el uso de la razón, pueden ser
personificados por tutores o curadores, pero no pueden ser, durante ese For ir is rhe Unity 11/' !he Represenre1; no/ the Unity o( rhe Represented,
tiempo. los autores de ninguna de las acciones realizadas por éstos. ni. !hat makelh the Person One.
después de haber recuperado el uso de la razón. más allá de lo que habrán.
en esas acciones. juzgado razonable. Pero durante e l periodo de irrespon-
sabi lidad , e l que tiene derecho de dirigirlos puede dar autoridad al tutor. No es el autor el que constituye la unidad, es el actor. Si un mismo
S in embargo. esto no puede lener lugar más que en un Estado civ il , pues autor confía su autoridad a cierto número de actores diferentes ( dándo-
le a cada uno un poder singular, como le está permitido hacerlo), eso
dará lugar a otras tantas personas ficticias. En cambio, si tantos autores
56. lbid., pág. 163. nota 12.
57. Una vez más aquí, ¿por qué diablos "seres" en lugar de "cosas'"/ Si Hobbes
hubiera querido decir "seres", habría, con toda verosimilitud escrito "beings",
58. T. Hobbes, Leviarhan, op. cil., pág. 164. [español, pág. 134]
como se lo permitía el inglés de la época si n problemas. El latín, por su pa1te,
se contenta con: De Personibus & Au!horibu.1-.
118 Anatomía de la tercera persona
La duplicidad del soberano 119

como se quiera autorizan a un solo y mismo actor, eso únicamente dará This is more than Consent, or Concord; it is a real/ Unitie of'tlzem ali, in
lugar a una sola persona ficticia. one and the same Person, m.ade by Coverwnl o( every 1111111 with every
man, in such a manne1; as if'every man slwuld say lo every man. 1authorise
La lógica de la construcción es importante. Hobbes está perfectamente and give up my right ofGoverning my sel fe, to this Man, orto this Asscmbly
advertido de la circularidad de los razonamientos que alojan subrepti- of men , on this condition, that you give up thy Right to him , and authorisc
ciamente la unidad en tal o cual lugar, para ir luego a descubrirla a ali bis actions in like manner. This done, the Multitude so united in one
Person is calied a common-wealth, in latin civitas.'' 1
gritos. Así, las nociones de "pueblo", de "nación" (cuando al menos
son adelantadas como primarias, fundamentales, etc.) se otorgan la li-
cenc ia de presuponer una unidad (histórica, geográfica, lingüística, cul- Vemos de entrada hasta qué punto ese contrato se encuentra en la de-
tural) para luego reduplicada, de algún modo, sobre la persona del so- r endencia directa de la noción de persona establecida en e l capítulo
berano que ya no sería más que su reflejo. Hobbes no quiere que uno anterior. La diferencia reside en que ese contrato ya no pasa de un autor
sea el reflejo de él mismo 59 -conoce demasiado bien los conflictos que a un actor, sino de un autor a otro, para designar cada vez al mismo
eso arrastra en la vida civi l, cuando cualquier facción se jacta de ser el actor.
verdadero reflejo del verdadero uno. Le hace falta que el uno surja de El proceso es estrictamente distributivo, y en eso consiste una gran
lo múltiple que, a su vez, con seguridad, está dado, de tal manera que parte de su originalidad. Los autores nunca se reúnen para designar
una vez que surgió, ese uno pueda recaer sobre la multitud calificándo- "juntos" a un mismo representante, o soberano. Eso equivaldría otra
la como un conjunto homogéneo, una REPÚBLICA. 6 º vez a darse la unidad para luego volver a encontrarla. Contratan, por el
contrario, dos por dos, cada hombre con cada hombre - sin que nunca
cada uno tenga que hacerlo con todos, un vecino basta para esto- ,62 y
ll.2.4. El contrato cada vez se ha emplazado sólo una persona ficticia, cuya unicidad se
mantiene al final del proceso. Esta unicidad del soberano está efectiva-
Así, Hobbes llega a "la única manera de erigir semejante poder co- mente construida así alrededor de la noción de persona ficticia, y lo
mún". esencial estaría jugado, si algunas consecuencias decisivas -al menos
con relación a nuestro discurso sobre la duplicidad general de la noción
Eso - prosi gue- va más lejos que el consenso , o la concordia: se !rata de
de persona- no quedaran todavía por extraerse.
una unidad real de lodos en una so la y misma persona. unidad realizada Como cada autor abandonó, por voluntad propia, su derecho de gober-
por una convención de cada uno con cada uno. acordada de lal modo que
es como si cada uno le dijera a cada uno: Yo 1111/oriw 11 ese hombre o 11 esa narse a sí mismo (en provecho del soberano), se desprende de esto que
u.wunblea. y le entrego nú derecho de gobernarme t1 111í mismo. con fu en ningún momento posterior podrá cambiar su decisión . Si no, sería
condicián de que tú fe en tregues /u derecho y l/Ue autorices todas sus necesario considerar que nunca delegó más que una parte -e incluso no
11ccione.1· de /11misma1111111era. Hecho esto. la mullilud unida de este modo la más decisiva, puesto que la que habría quedado en él podría decidir
en una sola persona es llamada una reJ7ública, en latín. c:ivitas.
de ese modo el destino de la que previamente dio. Esto está impedido
por el hecho mismo de la autorización: en tanto que no es más que un
acto, no se divide. Los falsos sentidos son numerosos respecto a esto .
.'i9. Como cie110 Jacques Lacan. cuyo \:Sladio del espejo plantea, desde sus prime-
ros esbozos, que es efectivamente el representante (la imagen) el que hace Ja
unidad, y no el representado (el cuerpo ante el espejo). A falta de poder cons-
truir la más mínima filiación al respecto, nos permitire mos pensar que e l nú- 61. T. Hobbes, Leviatlzan, º!'·cit., francés, pág. 177 [español, pág. 141] e inglés
mero de las respuestas a la cuestión del uno no es indefinido, y que existen así pág. 120.
muy curiosas "fam ilias" de pensamiento ... 62. La topología del contrato es in structiva: la propagación tiene lugar en red
60. Que debe entenderse aquí jurídicamente: la rnsa J7ública , y no constitucional - simple, por lo que basta que cada punto (denominado "Autor" a partir de que
mente. En eslc punto de su demostración, Hobbes no hace distinción ent re las está ligado) esté conectado al menos una vez con otro en el tiempo en que
tres formas de gobierno que conoce : real, aristocrática o democrática. Que el estos dos se conectan a un mismo tercero "autorizándolo"-, y quien hubiera
SOBERANO sea una sola persona natural o una asamblea no le impo1ta, en la rechazado todas las conexiones que se Je propusieron, o quien no hubiera sido
medida en que ya e nunció las condiciones para que, en e l caso de una asam- alcan zado por ninguna, no pertenece a la República, al Common-Wealth.
blea, ésla pueda, en todas las ci rcunstancias, producir una voluntad una. LQQD.
120 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 121

La autorización en el sentido de Hobbes es efectivamente una transfe- una superficie sobre la cual no se encuentran límites. Sin importar el
rencia de derecho, pero que debe ser entendida más como una transfe- sentido en el que se la recorra, en ningún momento encontraremos un
rencia de información que como una transferencia de objeto. Si yo cedo borde, cosa que sería el caso sobre una figura plana, o una esfera agu-
jurídicamente mis derechos sobre un objeto, pierdo ipso facto la pro- jereada, o un cubo. Y sin embargo, semejante superficie sin límites no
piedad y el goce de él. Si transmito una información que hasta ese mo- es por eso infinita: puede poseer un diámetro ciado, y por lo tanto una
mento me pertenecía, sigo poseyéndola, solamente perdí la "exclusivi- superfi cie determinada y calculable, pero no por ello tendrá límites.
dad" sobre ella, lo cual es muy distinto. Cuando el autor "entrega su
derecho de gobernarse a él mismo" conjuntamente con su vecino, lo Para entender claramente las relaciones complejas del soberano hac ia
conserva (sálvo que ya no puede utilizarlo para objetar lo más mínimo sus sú bditos, es necesario regresar sin cesar a la noción de persona
con respecto al actor que lo representa a partir de ese momento; dicho .ficticia, pues todo el misterio del "absolutismo" de Hobbes se encuen-
de otro modo, en el caso del pacto, el soberano). Puede continuar utili- tra incluido allí. Puesto que el soberano sólo es tal en tanto que es el
zándolo para cualquier otra cosa, salvo eso. Queda, para concluir esta actor de quien cada uno de sus súbditos es el autor, se desprende de esto
presentación del soberano tal como es producido en el Leviatán, acer- que cada una de sus "palabras o acciones" es efectivamente la propie-
carnos a lo que con tanta frecuencia se le ha reprochado a Hobbes bajo dad de cada uno de sus súbditos, que no puede en ningún caso elevarse
el término de "absolutismo". contra su propia voluntad. El poderío del soberano es entonces, en el
principio mismo, igual al de cada uno sobre sí mismo, aunque llevado
Esta cuestión es importante aquí porque apunta a una especie de "reci- a la potencia de ese "todos" que resulta del pacto (sin preexistir nunca
procidad" de la relación de "autorización". Ésta iba del autor hacia el a él). Pero, se objetará, ¿acaso ese soberano no puede abusar de la
actor, del sujeto haci a el soberano; '~absolutismo" designa entonces la situació n, como la historia no cesa de mostrarlo, en todas las latitudes y
relación inversa de ese soberano hacia su(s) sujeto(s) o súbditos. Como en todas las épocas? ¿Hobbes fingiría jugar a los ingenuos con la única
la autorización resulta ser imparticionable, su recíproca debía serlo igual- finalidad de hacer que su sistema se sostenga? ¿Acaso los súbditos no
mente. El poder del soberano con respecto a su súbdito no se dividirá tienen ningún derecho a la rebelión ? ¿No hay, más allá del soberano,
entonces, no conocerá más límites que los que la autorización podría algo - Dios, la Justicia, la Naturaleza Humana, ciertos "Derechos del
haber planteado en cuanto a ell a. En efecto, no podía concebirse bajo la Hombre"- a lo que cada sujeto/súbdito podría referirse en caso de ex-
forma moderna del mandato parcial en la medida en que, en caso de ceso y de iniquidades del soberano, y en nombre de lo cual se volvería
falta (previsible) a un mandato como ése, ninguna instancia podía deci - justo destituirlo? Que eso sea posible no arrastra a Hobbes a presentar-
dir en favor o en contra de cualquiera de los quejosos. 63 De ahí el carác- lo como justo:
ter necesariamente ilimitado de la autorización fundadora del repre-
sentante soberano. ¿Cómo, entonces, garantizar lo recíproco, y conce- Y aunque algunos hayan alegado para cubrir su desobediencia al sobera-
bir un poder sin límites del soberano, que sin embargo no sea infinito no una nueva convención, no concertada con los hombres, sino con Dios,
(porque Hobbes, repitámoslo, nunca se convierte en el chantre del ca- es igualmente injusto (1u~jusr): no hay, en efecto, convención alguna acor-
dada con Dios, si no es por la mediación de alguien que representa a la
pricho de esos mismos soberanos)? Nos apoyaremos, al pasar, en esta persona de Dios; y nadie se encuentra en ese caso, de no ser el lu ga1te-
pequeña consideración topológica elemental, a la que nadie podía re- niente de Dios, que ejerce bajo él la soberanía. Pero este alegato de una
currir en el saber matemático de la época del Leviatán: una esfera es convención acordada co n Dios es una mentira tan manifiesta, incluso
ante la conciencia de aquéllos que recu rre n a ella, que es el resultado de
una disposición no so lamente injusta, sino también despreciable y degra-
dante.64
63. " [. ... ] si uno o varios de ellos [los diferentes "autores" del contrato social]
alegan una infracción a la convención aceptada por el soberano con ocasión Nada se encuentra entonces "por encima" de la autorización que habría
de su institución , y uno o varios otros, entre los súbditos, o el soberano solo, anudado a cada autor con un actor. No se trata de invocar a alguna
alegan que semejante infracción no ha tenido lugar, no exisre en esre caso
nin!{iinjuez que pueda decidir en /11 dispura [ .. .]",T. Hobbes, Leviarhan, op.
instancia tercera - y esto es suficiente para indicar que nos hallamos
cit., pág. 181. Esta ausencia radical de instancia tercera debe relacionarse,
guardando todas las diferencias, con la teoría de los dos cuerpos del rey que,
también y a su manera, intentaba paliar esa misma carencia. 64. T. Hobbes, Leviarhan, op. cit. , pág. 180-181. [En español, pág. 143.]
122 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 123

aquí en una argumentación donde el Estado moderno no está conside- As í, a los ojos de Hobbes, el hombre natural continúa existiendo más
rado como un dato que regularía las relaciones entre gobernantes y allá y más acá del contrato, y conserva un poder propio para todo lo que
gobernados por el sesgo de una "Constitución" cualquiera. Nada viene, concierne a la preservación de su propia naturaleza, su capacidad para
entonces, en ese tiempo ficticio y fundador, a limitar el poderío del "perdurar en él mismo" (en razón de la cual él acordó, además, la con-
soberano en la medida en que su poder no es más que el reverso de una vención que establecía al soberano). La dificultad nueva, que nueva-
autorización que, en vista de que es entonces el único tercero entre mente se desprende de la noción de persona ficticia, se refiere a la
actor y autor, no se puede dar vuelta hacia cualquier otro tercero, y ya imposibilidad de pensar un terreno en el que se encontrarían, se con-
no puede por ello ser concebida más que como sin restricción de nin- frontarían ese "súbdito" surgido del contrato y el "hombre natural" que
gún tipo, necesariamente indivis ible e imparticionable.65 habría permitido ese mismo contrato. Los dos coexisten en el mismo
ser humano (no nos atrevemos aquí a decir "la misma persona"), sin
El sujeto salido del contrato planteado por Hobbes va, por su parte, a
que ninguna dialéctica se pueda establecer entre ellos. Por más chocan-
salir de él gravemente escindido, mucho más que su soberano, quien,
te que eso parezca hoy, su necesaria coexistencia los deja ajenos desde
encargado de garantizar la unidad de la persona ficticia, ya no está en
todos los puntos el uno del otro, y esta separación sin apelación deter-
absoluto clivado como lo habían estado sus antecesores en los tiempos
mina, a cambio, la esfera de acción del soberano. El poder de este últi-
de la teoría de los dos cuerpos: 66 lo que, en él, es propiamente el autor
mo permanece sin límite sobre su súbdito, ciertamente, pero no la reco-
(que pronto llamaremos también "ciudadano") está sometido sin nin-
noce más que a él en la medida en que, en tanto que actor, nunca tendrá
gún límite al poder del representante que él se ofreció en la persona del
que vérselas más que con el autor que lo autorizó.
soberano. Esto es así, literalmente, sin discusión, pero solo toca al au-
tor. Si supusiéramos que ese autor no es exactamente congruente con la Es difícil evitar aquí el falso sentido y el anacronismo, acostumbrados
persona natural, que en ella hubiera un sector que escapara al autor del como estamos a pensar esa posibilidad post-revolucionaria de una ob-
pacto representativo, ¿qué estatuto le tendríamos que dar a "eso"? Esta jeció n al poder soberano (estatal) realizada a partir de los derechos del
pregunta ofrece a Hobbes la posibilidad de despejar lo que él llama "la hombre, cuando no es, hoy, en nombre de una ética supuestamente
verdadera libertad de los sú bditos". planetaria, y por lo tanto común. 68 Ev itaremos al menos el anacronismo
planteando como un hecho la exterioridad del Estado y del hombre
Ésta depende de una fractura que, hasta entonces, no estaba tan viva:
natural, como lo indica muy explícitamente Lucien Jaume en su obra
por un lado, en la esfera que llamaremos "pública", el ciudadano (el
sobre Hobbes:
"súbdito", el "autor") está sometido sin límite al poder del soberano,
pero en la esfera que llamaremos "natural" se mantiene un a parte del
El hombre natural no es una en tidad qu e el Estado se encuentre ante él,
derecho juzgado por Hobbes inalienado e inalienable: y que constituiría su límite y su obstáculo; está más bien "en otro lado", es
como su inverso silencioso 69 [ . . . ]
Es manifiesto que cada súbdito goza de la libe11ad con respecto a todas las
cosas tales que e l derecho que tenemos sobre ellas no puede ser transferi -
No será fácil calibrar ese "en otro lado", que se desprende de la crea-
do por una convención. He mostrado al respecto, en el capítulo XIV, que
las convenciones por las cuales nos comprometemos a no defender nues- ción de Iapersonaficticia . La idea según la cual la institución del poder
tro propio cuerpo son nulas. 67

68. Ver al respecto la obra de Alain Badiou, L'éthique [La ética], que muestra los
estragos que resultan de querer establecer un " mal absoluto" a partir del cual
se podría instalar una serie de grados hacia un "bien", a partir de esto tan
indudable como el mal del que proviene . Este nuevo conformismo ético, de un
65. Éstas eran las propiedades esencia les que Lacan supo ubicar con e l ideal del te mible maniqueísmo, vie ne acompañado con una promoción sin precedentes
yo y la noción de "asentimiento" que lo funda. Cfi: G. Le Gaufey, Le las.1·0 de l papel de los jueces en las sociedades modernas, y ya no entiende nada de
spéculaire, París, E.P.E.L., 1997, cap. l.4.3, págs. 92- 106. [Hay edición en Hobbes , sin hacer de él un turiferario de la tiranía.
español: El lazo especular, Buenos Aires, EDELP, 1998.) 69. Lucien Jaume, Hobbes el l'É1111 représentatif nwderne [Hobbes y el Estado
66. Razón por la cual se abandonó progresivamente la metáfora del Rey Fénix por representativo moderno], París, PUF, 1986, pág. 144. Efectúo un co11e en esta
la del Rey Sol, muy diferente. cita dejando aquí de lado el calitativo de "antitético"("[ ... ] su inverso silencioso
67. T. Hobbes, Leviathan, op. cit., pág. 230. y ciertamente antitético") que, buscando forzar el rasgo, roza el contrasentido.
124 Anatomía de la tercera persona
La duplicidad del soberano 125
soberano, del Estado, constituye al hombre natural como desecho de la
operación, como aquello sobre lo cual ese poder no solamente no ten- Esta tercera persona no es entonces la "no persona", como se escribe a
drá dominio, sino que especialmente no estará en posición de co nocer veces un poco demasiado rápidamente, sino efectivamente el "miem-
ni de reconocer -he aquí un verdadero eje de investigación que regre- bro no marcado de la correlación de persona", expresión que apunta a
sará más tarde durante este estudio. Queda por apreciar la parte más decir que, cuando nos enfrentamos a un segmento de enunciado donde
visible de la construcción de Hobbes, que cabe completa en este peque- esa persona se encuentra, no podemos saber de antemano si se trata de
ño agregado incluido en la definición inicial de la persona: "í ... l de otro una persona que podrá decir "yo" o no. En cada caso, será necesario
hombre, o de alguna otra realidad a la cual se los atribuye !... ]" Esta asegurarse si existe o no un procedimiento retórico que permitiría pasar
invención jurídica, esta inclusión en la definición misma de la persona a la primera persona 71 (o a la segunda, que son equivalentes en lo que
entrevista con la teoría de los dos cuerpos del rey bajo el apelativo de se refiere a la personación).
"corporación", merece que detallemos lo que se juega ahí.
Ese vínculo incierto entre tercera y primera persona tiene de entrada
acentos que dejan al lector en la misma dirección que el Leviatán. Cuando
JJ.3. De la triplicidad de la tercera persona leemos, en el artículo de Benveniste, líneas como ésta: "Si cada locutor,
para expresar el sentimiento que tiene de su subjetividad irreductible,
dispus iera de un "indicativo" distinto (en el sentido en que cada esta-
Desde el punto de vista gramatical, la tercera persona es clásicamente
ción radioemisora posee su "indicativo" propio), habría prácticamente
considerada como doble, al menos en la mayoría de las "lenguas de
tantas lenguas como individuos y la co1nunicación se tornaría estricta-
cultura" -conviene ser prudente, ante los miles de lenguas diferentes en
mente imposible", 72 es difícil deshacerse de la idea de acuerdo con la
este planeta. En efecto, distinguimos la tercera persona que posee una cual "yo" sería una especie de actor común que, una vez "autorizado",
º
entera "personación", 7 la que podrá, llegado el momento , decir "yo",
una vez puesto en movimiento por un ser hablante,73 fundaría a cambio
como en la expresión : "Él me dijo que él vendría", y aquélla que se
la comunidad lingüística en el seno de la cual se efectúan los intercam-
ll ama "neutra" [tácita]: "llovió mucho en estos últimos tiempos", grado
bios. Y aunque ésa no sea prácticamente la preocupación de Hobbes,
cero de la misma "personación". En un artículo, que se ha vuelto céle-
parece importante despejar las consecuencias casi gramaticales que su
bre con toda justicia, "La nature des pronoms" ["La naturaleza de los
invención de lapersonajicticia provoca en el terreno de la personación .
pronombres"], E. Benveniste ubicaba de un lado la pareja Yo/tú, cuya
personación no pudo en ningún momento ser puesta en duda, y la terce- Desde el capítulo XVI, en el cual se presentaba esta noción nueva, la
ra persona a propósito de la cual escribe: necesidad de un gobierno civil se ubicaba, en razón de esta "otra reali-
dad" que necesita de un actor, y sin embargo no tiene los medios para
La "tercera persona" representa de hecho al miembro no marcado de la conseguirse uno, para "autorizar" a uno porque, al ser infante, menor, o
correlación de persona. loca, no puede emitir palabras que tendrían valor jurídico de actos (no
puede comprometer su responsabilidad). Esta carencia se encontrará
70. Pasando de la ciencia políti ca de la mitad del siglo XVII a la lin güística con- paliada si y sólo si un gobierno civil ha sido fundado previamente (por
temporánea, ciertos problemas terminológicos permanecen idénticos: cómo
lo tanto, tendría que haber tenido lugar un pacto a la Hobbes), y ese
llamar en francés al movimi ento que hace pasar de la "no persona" a la " per-
sona". ¿"Per.rnnnifier" [" personificar"]? ¿"Per.wmna/iser" [" personalizar"]? gobierno se preocupa por emplazar, por su propia autoridad, a un tutor
Nada conviene realmente para traducir e l inglés " to Personate". Nos inclinare- que a partir de entonces desempeñará para esa "otra realidad" el papel
mos aquí por el neologismo nominal "personnaison" [" personación"], debido de actor, formando así con ella una sola persona ficticia. Una vez que
a Damourettc y Pichon, que in stauran e n su párrafo 859 (Des 11w1s ü la pensée
[De las palabras al pensamienlo}, París, Ed. d'A1trey, tomo III, pág. 153) el
concepto de personacúín loculoria para designar la capacidad de una persona
cualquiera de decir "yo" o "tú", signos indudables de su capacidad de "perso- 71. Como por ejemplo la prosopopeya, que permite decir: "Yo, la verdad, yo hablo
na" lingüística. El "delocutorio", inversamente al "locutorio", designa e n ellos [ ... )"
"el plano donde los acontecimientos son relatados racionalmente[ ... ] La per- 72. E. Benveniste, "La naturaleza de los pronombres", in Problemas de Lin¡;üís
sona esencial del delocutorio es entonces la que no es esencialmente una per- tica ¡;eneral, traducción de Juan Almela, México, Siglo XXI , 1971, pág. 175
sona, sino una cosa." (/bid.) 73. Ese "yo" es en el niño una adquisición relativamente tardía, y sólo llega mu -
cho tiempo después de "mí" ["moi"], que no tiene el mismo estatus en la
personación.
La duplicidad del soberano 127
126 Anatomía de la tercera persona

ha sido autorizado el soberano, él mismo se encuentra entonces en po- una "realidad" que, por ella misma, de ningún modo podía pretender al
sición de autorizar a tal actor particular para representar a esta "otra rango de autor, y por ello no tenía ningún derecho de autorizar a quien-
realidad" que no pudo producir por sí misma un vínculo de autoriza- quiera. Al término de este proceso, las personas naturales que habían
ción, el cual se establece ahora, ya no "truly", sino "by Fiction". Así, he adquirido su propiedad de "personas" autorizando conjuntamente al
aquí introducidos en la categoría de personas a unos seres, o más bien soberano (formando con él una sola persona ficticia, la del Estado, del
a unas "cosas" (lo hemos visto: un puente, un hospital, una corpora- Leviatán ), se ven flanqueadas por un nuevo tipo de personas ficticias
ción, etc.) que nunca podrán decir "Yo" por sí mismas, y sin embargo que son tan "personas" como ellas, aunque no pueden mostrar la misma
no deben ser remitidas al neutro [tácito] de "llueve". La invención acta de nacimiento civil.
jurídica viene a cavar a la gramática, a la que sabemos bastante decisi - Pues no hay en Hobbes ningún privilegio que otorgar a las personas
va para la ontología. naturales; son, al igual que las personas ficticias, una consecuencia del
No es fácil considerar que ciertas " personas" sólo existen porque un proceso de representación que funda la noción de persona, ya sea ésta
soberano tuvo a bien hacer ele tal modo que así fuera . Eso lastima ele natural o ficticia. Más aún: esta noción de representación se apoya de
lleno a un cierto "humanocentrismo" que rechaza la idea de "personas" manera más segura en el caso de la persona ficticia (cuando el autor y el
actor son dos individuos diferentes), que cuando Hobbes llega,
que no podrían ser personas por ellas mismas, sólo con los medios con
brutalizando a la lengua inglesa, a considerar a la persona natural como
que cuentan, como cada uno piensa tan precipitadamente respecto a sí
mismo. Hobbes, por su construcción, introduce en todo un movimiento un autor "que se representa" a él mismo; que es para él mismo su propio
ac tor. La representación de lo mismo por lo mismo verdaderamente
que nos importa seguir en detalle, por lo que propondré aquí bajo la
forma de relato cómo se puede desembocar en esta noción de persona Liene algo oscuro, de donde se desprende que la persona.ficticia aclara
que intercala entre el "él" de "él me dijo" y el "él" (tácito) ele "nieva", a la persona natural mucho más que a la inversa. En el marco general
ese "él" que sólo es tal porque un gobierno civil lo ha dotado de un de las personas ficticias, es necesario ahora hacer, además, la separa-
ción entre las personas ficticias por atribución "verdadera", y las perso-
"yo", de un actor autorizado a hablar y actuar en su nombre .
nas ficticias por atribución "ficcional". Ahora bien, en razón de la mis-
E n el comienzo está el pacto, que se teje entre personas naturales. El ma lógica, una vez más son éstas últimas las que aportan el máximo ele
"artificialismo" de Hobbes, como se lo suele llam ar, no puede no partir luz: el papel del soberano, evidente en la atribución ficticia, ya estaba
de ese punto , bien ambiguo sin embargo en la medida en que, en el claramente presente en la persona ficticia por atribución "verdadera", e
estado de naturaleza supuesto anterior a todo establecimiento de un incluso en el surgimiento ele la persona natural con ocasión de la
gobierno civil, no hay semejantes personas "naturales". Hay ... llamémos- e fectuac ión del contrato de inicio.
le a eso "individuos", "seres", pero por más cercanos que uno los haga
a cierta "naturaleza", cada uno está todavía lejos de merecer e l apelati- Q uien "considera" las palabras y las acciones de unos y otros no es en
~ fecto menos indispensable para la persona natural que para la persona
vo de "persona". Quiere perdurar en su ser y satisfacer y, por lo tanto,
ficticia obtenida por atribución ficcional, única que entrega, para ter-
engrandecer su poderío. Entre estos individuos, entre los que cada uno
constituye una amenaza constante para cada otro, el pacto se establece minar, los resortes del asunto. En todos los diferentes casos de perso-
nas, el Estado soberano, el Leviatán, ya está ahí, único capaz de dar
por trianguiación mono-centrada: una vez conectados todos los puntos
lcstimonio de las cualidades respectivas que los distinguen .
susceptibles de serlo, la persona ficticia formada, como siempre, por
dos personas que, sólo por ese hecho, se vuelven personas naturales Una vez que se ha acordado el pacto, una vez que se ha establecido la
(el soberano y cada súbdito), esta persona ficticia se ha desplegado, y ¡1ersonaficticia de la que el soberano constituye uno de los polos, la
siguiendo el axioma inicial que dicta que la unidad de la persona de- unidad de ese representante recae sobre cada uno de los autores para
penda del representante, y no del representado , esta persona ficticia es rn nvertirlo en persona natural , alguien que, cuando sus palabras y sus
tal porque no pone en juego más que a un solo representante . Sobrevie- 11cciones sean consideradas - ¡por el soberano!- como "pertenecientes
ne entonces, en un tiempo segundo, una autorización ele un tipo espe- n é l" , tendrá derecho a ese calificativo de persona. El pacto social hace
cial puesto que, lejos de ir de un autor hacia un actor según una atribu- de un tipo cualquiera una persona natural en la medida en que se devela
ción verdadera (truly), va a partir al contrario, de quien es el actor en rn n esto ese "alguien" que hemos visto tras bambalinas de la definición
jefe, el soberano, quien atribuye "por ficción" (by Fiction) un actor a
La duplicidad del soberano 129
128 Anatomía de la tercera persona

puente entre primera y tercera persona. La retórica ya no será la única


inicial de la persona. "Aquél" que considera las palabras y las acciones
rn hacer hablar a las montañas, a los conceptos o a los aparec idos (sin
para saber si conviene referirlas a quien las pronuncia o a algún otro
1:mbargo, se continuará recordando que fracasaba en hacer decir "yo"
podía perfectamente ser cualquiera, pero un «cualquiera» en el cual
al "él" de " llueve"). A hora, a partir de esto, será necesario admitir e n la
ahora es necesario escuchar al soberano, pues en este Leviatán, a partir
categoría de la persona a unos seres de un nuevo género, a propósito de
de ahora, cualquier persona natural se reconoce, representad a como
los cuales nos cegaríamos si pensáramos que no son más que "ficciones
está por ese representante general: el soberano producido por el pacto.
jurídicas". Pues con estas "perso nas" extrañas se vuelve aceptable que,
en el funcionamiento del sujeto, en e l vals regular entre yo, LÚ y él que
otorga a todo ser hablante la capacidad ele ocupar indi stintamente cual-
//.3.1. Las aporías de la "autorización" quiera ele estos tres sitios, ocurra un gran encontronazo: algunos seres
req uieren una acción particular del Estado para alcanzar e l rango de
La dificultad central, para una clara comprensión de la construcción de perso nas. Pero apenas ha s id o planteado ese punto, actúa
Hobbes, estriba en la polisemia de ese concepto de persona, observado rctroactivamente de inmediato sobre todas las perso nas: las personas
por todos los comentadores. Por definición , una persona reúne, en fictic ias por atribución verdadera, al igual que las personas naturales,
Hobbes, tres términos : dos individuos (aunque sean dos réplicas del sólo son tales porque se ha fundado un Estado . Sorpre ndente conclu -
" mismo" en el caso -que es muy extraño- de la persona natural) y una sión, que sin embargo va en la misma dirección ele los presupuestos ele
relación: la autorización. Al mismo tiempo, por un deslizamiento muy Hobbes, que permite retomar un instante tocio e l asunto desde e l solo
habitual en la lengua en el que el propio Hobbes no deja de caer aquí y punto ele vista ele las personas gramaticales, sin otorgarle ya demasiado
allá, será llamada "persona" (natural o ficticia) por momentos el actor crédito a la creencia (que comparten tranquilamente Damourette y
solo, por momentos e l autor solo, y a veces también la realidad "auto- Pichon) de acuerdo con la c ual primero hubo un "yo" y un "tú" (el
rizada". Vemos que una vez más se ha visto aplicada aquí la fórmula plano locutori o, el grito puro y su respuesta), luego la lenta aparici ón
que mucho más tarde Goethe le entregaba a Eckermann: lo que era un de un "él", de una escena ele la representación donde vendría tanto el
problema lancinante (dos cuerpos jurídicamente conectados sin que se interlocutor ausente como el vasto mundo, hasta los confines de la gra-
sepa bien cómo) fue transformado en postulado. Un postulado en el mática con su "llueve".
cual el concepto de representación interviene de manera decisiva para
Sean entonces las personas gramaticales tales como Hobbes mismo las
modificar, volver más compleja la condición de una tercera persona
que hasta ahora estaba mejor regulada en el plano teológico o gramati- presenta:
cal que en el plano político.
Yo autorizo a ese hombre o a esa asamblea, y le entreKo mi derecho d e
La persona ficticia obtenida por "ficción" ensamblando una cosa (a Mobernnrme a mí mis/11.o, con la condicúín de que tú le entreMues tu dere-
cho y que autorices todas sus acciones de la misma 1/1.anera.
thing) que aspira a la condición de sujeto del derecho, con un ser capaz
de decir "yo", 74 y por ello mismo capaz de sostener contratos durade-
ros, por un lado, y de un representante, por el otro, esa persona ficticia El pacto es acordado aquí entre un "yo", una primera persona, y un
instala en e1 nivel gramatical de la personación, menos una entidad "tú", una segunda persona, en beneficio de una misma tercera persona,
nueva que una metonimia sin precedentes. "ese hom bre o esa asamblea". Ese yo que autoriza a un él, y ese tú que
hace lo mismo, concurren ambos en la misma persona ficticia del Le-
Imaginemos: si el soberano tiene por definición poder de reducir al viatán . Puesto que él es, por definición, una persona natural (adulta,
orden a la persona de las "cosas" (Things) así "personificadas" sana de cuerpo y de espíritu) , un actor en el sentido de Hobbes, le será
(personnified) dotándolas de un tutor, de hacer lo necesario para que propio a causa de eso decir " yo" en todos lados, entendiéndose que
una persona natural (adulta, sana de cuerpo y de mente, etc.) pueda entonces ese "yo" ya no remitirá a su sola individualidad idiosincrásica,
actuar en nombre de la cosa en cuestión, entonces se tiende un nuevo si no que vendrá en lugar de cada uno de los yo que, en el momento de
la autorización, habían hecho un contrato juntos sobre la base del yo/tú
que acabamos de ver. Cuando ese soberano tome una decisión o pro-
74. O a quien se le puede decir "tú", a quien uno puede vincularse por un pacto.
130 Analomía de la lercera persona La duplicidad del soberano 13 1

mulgue una ley, será rigurosamente como si cada uno dijera con un En esos tiempos, un fulano tutor de una Corona era pensado natural-
mismo movimiento de labios: "Yo ... " mente como teniendo dos cuerpos, sin importar cuál fuera el misterio
ele sus relaciones recíprocas. Sus súbditos, por su parte, no sufrían se-
Cuando ese yo soberano venga, una vez fundado, a atribuir de manera mejante desgarramiento. En el largo monólogo de Enrique V antes de
ficticia a "otra realidad" (que hasta ahora se mostraba incapaz de ello) la batalla de Azincourt, 75 el esclavo tiene la ventaja sobre el rey "salvo
la capacidad de estar vinculada con un yo (un actor), será necesario el ceremonial", por el hecho ele que ese esclavo no tiene más que un
entonces no perder de vista que ese yo soberano no trabaja, según cuerpo, y por ese hecho, tiene acceso al sueño tranquilo y reparador, el
Hobbes, por su cuenta, sino por cuenta del yo que, en tanto que autor de que Enrique - a cargo del desastre militar que aparentemente se anuncia
la relación primitiva de autorización, continúa hablando a través de los con su cortejo de viudas, heridos y huérfanos- no consigue encontrar.
actos y las palabras de ese yo soberano. Cada yo presente en el contrato Ninguna camaradería puede venir a ayudarlo en su noche en vela: está
tal corno acabamos de releerlo es efectivamente, por lo tanto, por inter- encerrado en su clase unitaria, único miembro activo de un cuerpo so-
medio del soberano común a todos los autores, él mismo autor de una bre el cual todos se apoyan uniformemente, y en el cual no Je es dado
nueva población de personas - las personas ficticias por.ficción- equ i- encontrar el reposo nocturno al que, como simple mortal, aspira tam-
valentes a partir de ahora jurídicamente a un autor, salvo que no habrán bién. El cuerpo real se muestra ahí como prisión íntima, carga irremisi-
podido alcanzar ese rango más que por el hecho de la preexistencia de ble, alteridad interna - aunque toda ella sea puro boato- que sólo la
la persona ficticia del soberano.
muerte sabrá disolver.
Así, el yo autor aparentemente "de partida", el que, si creemos a la In versamente, no imaginamos a Luis XIV torturándose de ese modo .
ficción del contrato a la Hobbes, fue al encuentro de su vecino para Ni ngún dramaturgo habrá emocionado a su público poniendo en esce-
sellar con él el acuerdo inicial , aquél a quien quisiéramos creer más na sus desgarramientos interiores, en el supuesto caso ele que los haya
cercano a un "yo" pleno y entero de dónde provendría todo lo que tenido. Ya no es el rey el que está clivado, Ja metáfora del rey Sol lo
siguió, ese "yo" es, él, una perfecta ficción . Apenas entrevisto, ya ha dice con bastante claridad , por lo demás . En cambio, su súbdito, aquel
desaparecido. Porque no estuvo allí más que el tiempo de iniciar un que, una vez degollada la cabeza de Luis XVI, se llamará "ciudadano'',
pacto que, acordado una línea más lejos, lo transformó subrepticiamen- se ha vuelto, a su vez, irreductiblemente doble. Lo trágico ha cambiado
te en algo que no está muy alejado de la "cosa autorizada". Una vez que
ele lado.
el representante común ha sido emplazado, aquél que es necesario se-
guir llamando el yo autor está marcado con una alteridad interna, un Sin querer cargar demasiado a Hobbes al respecto, -ese movimiento de
repliegue que ya no lo abandonará, ese repliegue que lo vincula con el vuelco es, corno se puede imaginar, infinitamente más complejo, y toca
yo soberano con el cual forma una persona ficticia. Que esta atribución
sea aquí "verdadera" no le da, corno hemos visto, ningún beneficio,
salvo uno lógico (era necesario que esa persona ficticia estuviera em- 75. "¡Que eso recaiga sobre el rey' Nuestras ex istencias, nuestras almas, nuestras
plazada para autorizar la "otra realidad"). Ese yo sujeto tiene entonces, deudas, nuestras desconsoladas viudas, nuestros hijos, nuestros pecados, ¡que
el rey sea responsable de todo eso' Es preciso que Nos respondamos de todo.
a partir de esto, la consistencia de esta "otra realidad": para convertirse ¡Oh, dura condición, hermana geme la de la grandeza ! [... ]sueño soberbio, que
en una persona, tragó doblemente e l concepto de representación. Pri- juegas tan sutilmente con el reposo de los reyes, soy un rey que te conoce bien
mero, aceptando que ese concepto viniera a dividirlo, entre e l autor que y sé que ni el crisma de Ja unción, ni el cetro, ni el globo, ni la espada, ni la
es a partir de eso, y el actor que es igualmente cuando sus palabras y sus maza, ni la corona imperial, el traje de ti sú, de oro y de perlas, ni la co1tesanía
atiborrada de títulos que preceden al rey, ni el trono sobre que se sienta; ni las
acciones "le pertenecen", y entonces é l "garantiza la representación de corrientes de esplendor que bañan las altas ori llas de este mundo; yo sé, digo,
él mismo". Además, en tanto que .autor, se ve ahora colocado en pie de tres veces pomposo ceremonial, que nada de todo eso, depositado en el Jecho
igualdad con esa "otra realidad" que al inicio suponíamos incapaz de de un rey, puede hacerle dormir como el miserable esclavo que, con el cuerpo
articular lo que sea, y que es a partir de esto, también, un autor entero. lleno y el alma vacía, va a tomar su reposo, satisfecho del pan ganado por su
Ese doble splitting, que le da su lugar y su función al nuevo concepto de miseria, [ ... ] y así sigue todo el curso del año, con trabajo provechoso hasta la
tumba. Salvo el ceremonial, ese tal mísero, que consagra sus jornadas al traba-
representación en tanto que toca al actuar, va a introducir una inversión jo y pasa sus noches dormido, tiene de cieito la ventaja y la superioridad sobre
casi total con relación al tiempo de los dos cuerpos del rey. un rey [ ... ]"; W. Shakespeare, La vida del rey Enrique V, traducción de Luis
Astrana Marín, Madrid, Aguilar, 1989, págs. 608-609.
132 Anatomía de la tercera persona La duplicidad del soberano 133

aquí y allá dimensiones muy otras 76 -su definición de la unidad de la go de autor en el seno de una persona ficticia. Los privilegios que hu-
persona ficticia tiene con todo mucho peso en la balanza: el represen- biéramos podido creer provenir del "yo" que autoriza, resultan ser nu-
tante es el que hace a partir de eso la unidad (axioma fundamental en el los. A causa del conjunto del montaje, "yo" no es más que la parte que
sistema de la representación emplazado por Hobbes). Así que ya no ha entrado en la máquina representativa para sostener la convergencia
conviene lanzar preguntas demasiado agudas sobre la duplicidad. Uno sobre el "yo" soberano. El propio Hobbes, como hemos visto, conside-
es, uno sigue siendo. La solidez del edificio del poder depende de ello. raba la posibilidad de que esa parte no se agregara al "autor" para for-
Ciertamente, este uno no está solo -sin lo cual presentaría las aporías mar con él no se sabe qué "todo" del individuo, y por lo tanto ese resto,
habituales sobre la unicidad del uno. Este UNO está, al contrario y por escapando decisivamente de ese "yo" tal como fue lanzado en y por el
definición, conectado con una multitud, la de los autores que lo autori- contrato, ya no tendrá voz en el capítulo de la representación, ni para
zaron conjuntamente, y cada uno de estos autores se encuentra, por objetarla ni para participar en ella. Su mutismo representativo , su in-
ello, revestido a su vez con una unicidad inédita antes del pacto: se ha adecuación fundamental con relación al conjunto del sistema de la re-
convertido en una persona natural (por medio de lo cual la "multitud" presentación, est<1n planteados desde el inicio del juego. Si semejantes
de partida se ha vuelto susceptible de ser contada), pero al precio de un- restos existen (y es necesario plantearlos si se quiere evitar confundir el
desgarramiento interno, inédito hasta ese momento. absolutismo y el puro capricho del poder), entonces queda excluido
que tengan acceso al mundo, que sin embargo no tiene límites, de la
representación. 77
Il.3.2. La escisión íntima cuyo efecto es el La fuerza del poder civil que ahora va, a través de miles de peripecias,
"autor" a desplegar su nueva textura en el emplazamiento de los diferentes Es-
tados nacionales , no se desprenderá siempre y directamente sólo de la
Ninguna persona hobbiana es simple, por lo que más vale inclinarse lógica del Leviatán . Sin embargo, en esta nueva concepción ele la per-
sobi·e los términos de autor y de actor. Dicho bajo esta forma, cada uno sona del soberano que apunta en la obra central de Hobbes, un vuelco
parece tan simple y tan uno como el otro; sin embargo, no es así. El se ha operado que se irá acentuando todo el tiempo: una vez que ha sido
autor, lejos de heredar el privilegio que ese término en general implica expu lsado el personaje del rey, por principio , de la escena del poder,
(autonomía, libre arbitrio, poder de decisión, etc.), el autor práctica- con la Revolución Francesa, éste podrá regresar, llegado el caso, pero
mente no vale más, a fin de cuentas, que la "otra realidad" , rastreada nunca más será doble. El cuerpo del soberano, siempre impresionante,
aquí desde el inicio. Porque es esa parte del individuo que ha aceptado ya no es misterioso. Incluso los tiranos que nuestro siglo habrá conoci-
hacerse representar, el autor es el resultado de una escisión íntima en la do dependen de una lógica ajena a la de los reyes shakespearianosn
que quedará para siempre excluido asignarle su parte. En efecto, no Contrariamente, la dualidad nativa del ciudadano, dividido entre esa
hay ninguna entidad aceptable a título del "individuo'', por ejemplo,
parte de él que ha entrado en el sistema representativo y esa "otra"
que permitiera sostener una especie de ecuación en la que diríamos:
parte que nada viene ya a calibrar, esta dualidad se va a volver un per-
individuo - autor= X, o aun; autor+ X= individuo. Sólo el hecho de
sonaje completo de la vida política y social, incluso un paradigma del
ser representado por un actor ha dado acceso al individuo al rango de
drama íntimo susceptible de dividir a cada uno a través de la cuestión
autor, formando así con él una persona ficticia , de donde se desprende
de siempre, pero planteada ahora de manera muy nueva, ele la perte-
que este autor forma con él mismo una persona natural.
nencia a sí mismo.
Ahora bien, eso es lo que va a ocurrir también con la "otra realidad":
estará igualmente dotada de un actor y, por ello, tendrá también el ran-
77. ¿Se encontraba Lacan en esa vía cuando inventó su "objeto a'"l
78. El e mbalsamamiento de Lenin , por ejemplo, da testimonio de una lógica de la
76. Religiosas , entre otras. El lentísimo movimiento que, siguiendo las diferentes reliquia opuesta, si se reflexiona, a las efigies que acompaiiaban a los dos
etapas eje la constitución de los Estados modernos, ha desunido los vínculos cuerpos del Rey. El tirano, por su parte, ya no es concebido como un gozador
tan estrechos en otros tiempos entre poder civil y autoridad religiosa, tiene (súdico, perverso, paranoico, etc.); la psicopatología ha tomado la delantera
toda su importancia. Releer sobre esto a M. Gauchct, Le désenclwnlemenl du sobre la "teología política", ahora que el absolutismo del poder civil se ha
monde {El desencun111 del mundo}, París, Gallimard. deslizado en el aspecto incuestionable del Estado-Providencia.
La duplicidad del soberano 135
134 Anatomía de la Lercera persona
epopeya del magnetismo sigue siendo todavía demasiado desconocida,
¿Entonces cuál es el destino de ese pedazo del individuo que no le sigue estando demasiado reducida a unos cuantos clichés que instalan a
pertenece al soberano, no ha entrado en la máquina representativa y no este movimiento en la postura única del antepasado, del valeroso pre-
tendrá acceso por él mismo al "yo"? ¿Qué cosa es ésta que el Estado, cursor del mesmerismo y, por lo tanto, del hipnotismo y, por lo tanto, de
siguiendo la fórmula de Lucien Jaume, "no encuentra ante él", en pocas Freud. Privilegiando obstinadamente una perspectiva genealógica, nos
palabras, que escapa por definición del concepto ampliado de repre- remontamos hacia el magnetismo animal como se hojean, a veces, al-
sentación, y que éste último necesita sin embargo, oscuramente, sin gunas fotos familiares con tonos marchitos, sin escrutar ya, bajo el se-
poder nunca reconocerlo? Este no encuentro sistemático, esta incapa- pi a de esos rostros tendidos hacia nosotros, más que un reflejo
cidad del Estado representativo de ciar cuerpo a lo que no entra en la desdibujado de los nuestros. La mirada posada sobre ellos se vuelve
representación, se manifiesta a veces directamente, cuando, por ejem- extrañamente selectiva, poco atenta de repente a lo que podría no haber
plo, el poder ci vi 1se encuentra desbordado por manifestaciones impre- tenido secuelas, poco preocupados por esta aprehensión de los maña-
vistas que, de un golpe, parecen ponerlo en peligro. La retórica es siem- nas que, sin descanso, le clan su sabor a incertidumbre a las cosas huma-
pre la misma: unos "agentes del extranjero" se han infiltrado, unos "irres- nas. Queremos no tener ya trato más que con lo que tuvo porvenir, y
ponsables" se han lanzado a unos actos incalificables. Hasta ese punto con bastante frecuencia es poca cosa. Propongo entonces que, por el
es impensable que unos autores que, en su momento, "autorizaron" ese contrario, acometamos a Mesmer por atrás (hablando históricamente),
poder civil, puedan, por poco que sea, retirar su autorización. Por eso, ya no como el inventor de la cubeta, a quien Freucl recurrió sin decirlo
es necesario que esto sea obra de individuos que no son autores. La demasiado, y a través de numerosos intermediarios, sino en calidad de
elección es bastante limitada: "el extranjero", en efecto, y... lo que, en lo que fue primero: la cola del cometa, la parte más visible, la más
el individuo, permanece ajeno, irreductible al autor y a la persona natu- brillante, y también casi el final del reino del magnetismo.
ral adherida a él. Eso no constituye ni siquiera un bandido; solamente
algo más turbio. "Irresponsable" es la palabra correcta, puesto que la
"responsabilidad" se mide con el rasero de la autorización que va del
autor hacia el actor.
Es este resto, este desecho, este casi detritus del Leviatán el que vamos
a seguir a partir de ahora, a través de la cuestión, todavía casi inaudible
a lo largo de todo el muy religioso siglo XVII, pero que va a surgir, a
extenderse, a hincharse en el fogoso siglo XVIII, de la pertenencia a sí
mismo. Siempre cubierto por su realeza, el Estado que se afirma se ve
conducido a ocuparse de "cuestiones de policía" muy ajenas a las
inquisiciones medievales o a las grandes cazas de brujas y otros posesos
de los siglos XVI y XVII. En el "súbdito", que pronto se volverá un
"ciudadano", fuerzas extrañas se manifiestan, imposibles de remitir sólo
a Satanás, ni a ese fondo de violencia fratricida que la humanidad arras-
tra con ella desde sus supuestos inicios. La gran explosión revoluciona-
ria, y más aún la contrarrevolución, alimentarán hasta la saciedad esta
imaginería del sujeto poseído, ya no por el demonio, sino por unafuria
que ahora debe regularse al mismo tiempo con cierta modalidad de
discurso "científico", y no menos sobre lo que anima al individuo cuan-
do se arroga el derecho de legislar, como un demiurgo, por encima de la
cabeza del soberano, sobre su colectividad política. ·
En ese contexto tormentoso, donde los éxitos de la física newtoniana,
extrañamente unidos con un cartesianismo ambiente, forjaban una nue-
va comprensión de las fuerzas que pueblan y mueven a este mundo, la
Capítulo III

111. La pertenencia a sí
mismo

III. 1. Un acontecimiento discursivo: el


magnetismo

Para resumir la situación concerniente al mar de fondo que constituyó


el magnetismo durante los siglos XVII y XVIII, podríamos decir pri-
mero que nada ocurrió. O casi nada. Ninguna invención impresionante,
ningún descubrim iento decisivo, muy pocas innovaciones técnicas: in-
útil sería buscar localizar un acontec imi ento a partir del cual se ordena-
ría toda una serie de hechos susceptibles de ser ubicados y fechados
fácilmente. Si hubo algún acontecimiento, fue esencialmente discursivo,
mezclando textos, interpretaciones, una proximidad sin verdadera arti -
culación con la muy joven racionalidad "científica", unos cuantos co-
merciantes hábiles, palabras dudosas de autoridades indiscutibles, un
conjunto tan vasto como nebuloso, sobre el fondo de un cuestionamiento
relativo al vínculo nuevo y oscuro entre sujeto y poder político.
Por suerte para este trabajo, un libro recientemente publicado por Patricia
Fara 1 aporta, con la seriedad y la erudición de las publicaciones
anglosajonas contemporáneas en la materia , los e lementos para com-
prender ese movimiento sinuoso, imperioso y sordo al mismo tiempo,
del magnetismo . Las propiedades magnéticas de ciertos fragmentos de
metales eran conocidas ya desde la lejana Antigüedad. Tales de Mileto,
Plató n o Plinio sabían ya que la piedra llamada "magnetita" era capaz
de comunicar sus sorprendentes propiedades a un pedazo de hierro
colocado en su proximidad durante cierto tiempo. Demócrito produjo

1.· Patricia Fara. Simpathelic Allraclions: Magnetic Practices, Belief:<, and


Symbolism. in Eighleenth-Cenlury England, Princeton, Princeton University
Press, 1996.
138 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 139

incluso un tratado sobre el imán, "cuyos átomos penetran en el medio y llegaba incluso a dar tres maneras de producir imanes artificiales. Su
de aquéllos menos sensibles del hierro para agitarlos".2 éxito fue inmediato:
De la brújula, testigo esencial del geomagnetismo, no se conoce al in-
Numerosos grupos de marinos, de filósofos y de religiosos mostraron un
ventor. Este instrumento -m uy rudimentario en sus inicios: se dejaba intenso interés por este trabajo. Los magos curanderos [Natural Ma¡:itians]
libre una pequeña aguja imantada fijándola a una brizna de paja colo- se apropiaron de la autoridad de Gilbe1t para avalar su práctica, los .Jesui-
cado perpendicularmente sobre una placa de madera flotante en una tas dispusieron de su filosofía para desplegar sus argumentos cosmológicos,
caja llena de agua- podía resultar ser un auxiliar valioso, aunque im- y los físicos [natural philosophers] buscaron una mejor comprensión de
los modelos de magnetismo terrestre, tan importantes para la navegación
preciso, para atravesar los mares y los desiertos. Cuando Cristóbal Colón
comercial. 4
se lanza hacia las "Indias", por supuesto que está armado con brújulas,
que se llaman también "compases". Entre el 13 y el 17 de septiembre de
Este primer cocktail ya da una idea clara de las amalgamas en juego: la
1492, notaba por primera vez la variación de la declinación 3 magnéti-
magia, que nunca estará totalmente ausente, a pesar de lo que dicen los
ca.
filósofos, que la expulsan de sus debates oficiales, pero recolectan "ávi-
Productos exclusivamente naturales , los imanes fueron reconocidos damente"5 chismes sobre ella a escondidas; la religión que, sobre todo
durante siglos de acuerdo con su procedencia geográfica. Los mejores, del lado de los Jesuitas, mostrará una preocupación constante por adap-
los más apreciados, venían en esa época de Etiopía. Los ricos poseían tar sus credos al discurso científico (a pesar de lo que pensemos sacan-
imanes más o menos grandes y poderosos; así que eran también regalos do a relucir demasiado apresuradamente el caso Galileo); los "Natural
estimados por los Príncipes. Objetos curiosos, escasos y caros, se fue- Philosophers", finalmente, que buscan al mismo tiempo comprender el
ron volviendo poco a poco objetos de primera necesidad para todos los mundo físico, facilitar el comercio y ganar dinero. La tierra es entonces
propietarios de brújulas, marinos y otros, que debían volver a imantar un vasto imán. Kepler, lector atento de Gilbert desde su publicación, lo
regularmente la aguja de sus aparatos. Por supuesto, también formaban sostendrá también al suponer que el sol dirige la trayectoria de los pla-
parte de la farmacopea, con propiedades curativas diversas y variadas. netas en virtud de su propio poder magnético .6
Eficaces para los dolores de cabeza, se decía, podían resultar, llegado
El éxito de Ja obra de Gilbert, que ningún descubrimiento particular
el caso, muy peligrosos, y el corte de una hoja imantada pasaba por ser
había venido a relevar, debía sin embargo difuminarse poco a poco
mortal con toda seguridad. Sin embargo, estaban lejos de ser lo princi-
hacia mediados del siglo XVII. La pasión disminuyó lentamente, no sin
pal en el maletín de un médico.
dejar tras ella un dulce olor a evidencia: los imanes eran, ciertamente,
muy curiosos objetos con propiedades inexplicables, pero la tierra tam-
bién debía suponerse animada por esas mismas fuerzas misteriosas, y la
III. l. l. Las amalgamas del imán prueba de ello era esa brújula, que presentaba, según notaban los mari-
nos, intrigantes irregularidades de funcionamiento.
El primer acontecimiento que con todo está permitido ubicar es, de
El dominio marítimo de los ingleses, después de los Tratados de Utrecht
manera sintomática, la aparición de un libro: en 1600, William Gilbert,
( 1713-1715) que les otorgaban el derecho de visita sobre cualquier
primer médico de la reina Isabel de Inglaterra, publicó, tres años antes
de su muerte, una obra que desplegaba una teoría de conjunto del mag-
netismo terrestre, con un título sin equívocos: De Magnete. Reuniendo 4. P. Fara, Sympathetic At1ractions ... , op. cil., pág. 14. Lo que aquí se llama
el saber de su tiempo, mostraba en ese libro que poseía la noción de "filósofos" no se parece casi en nada a lo que entendemos hoy con ese voca-
línea de fuerza, observaba que el hierro al rojo pierde toda imantación, blo. Del mismo modo que en el siglo XVlll, se trata igualmente de lo que
llamaríamos ahora "investigador", "sabio", etc.
5. !bid., pág. 60: "La Sociedad Real se negaba oficialmente a entrar en debates
sobre semejantes temas, aunque tras bambalinas los miembros recolectaban
ávidamente Jos informes de segunda mano y las conversaciones con los muer-
2. Enciclopaedia Universa/is , Tomo 6, pág. l l. tos."
3. Se llama "declinación magnética" al ángulo existente, en un lugar (y un tiem- 6. C.fi: Gerard Simon, Keple1; a.Hronome, astrolo¡:ue [ Keple1; astrónomo, asmí-
po) dado(s) entre la dirección del norte magnético y la del norte geográfico. logo ], París, Gallimard, 1979, págs. 338-339.
140 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 141

navío en el conjunto de los mares y océanos de este g lobo, no dejaba de y a través de cierto número de recepciones bastante fastuosas, consi-
plantearles también algunos problemas de seguridad en la navegación. g uió, al parecer, echarse un tanto a la bolsa a Martín Folkes, en ese
En 1714, el muy británico Board oflongitude ofrecía la nutrida recom- entonces presidente de la Royal Society, mostrándole y resaltándole los
pensa de 20 000 fa quien descubriera un procedimiento de determina- méritos de sus imanes artifici ales. Tres años después de su instalación
ción de la longitud de un navío con una precisión de 30 millas náuticas. londinense, no so lamente nos lo encontramos miembro de la prestigio-
Los Natural Philosophers podían poner manos a la obra; lo hicieron sa Sociedad, sino también admitido en el muy selecto club de la "Cena
tomando en cuenta las fluctuaciones , en el tiempo y en el espacio, a la del martes por la noche", que reunía semanalmente a la crema y nata de
vez de la dirección de la aguja y de su inclinación. 7 El éxito, que supo- la Sociedad. Colocado en e l puesto de gran especiali sta en imanes,
nía unas medidas muy finas , no fue inmediato. Knight tuvo la idea de perfeccionar los compases marítimos, y hacerlos
registrar por la Royal Society, para luego extenderlos mejor por el mundo
Como lo hace notar Patricia Fara, "d urante la primera mitad del siglo grac ias a todo un sistema de ventas por correspondencia. Amos del
XVIII, los compases utilizados en las naves en alta mar diferían poco mar, los ingleses se volvían con é l amos de los imanes artificiales y de
de las que se encontraban un siglo antes". 8 A pesar de la mezcla de los compases marítimos. Esta mezcla de cientificidad prestigiosa (la
ideas y de la impregnación de las convicciones tocantes al magnetismo, Royal Society) con comercio hábil (el éx ito social de Knight) y trasfon-
la técnica no experimentó ningún progreso fulgurante. La única inno- do político (el imperialismo marítimo inglés) le da aquí también e l to-
vación importante fue mucho más comercia l que técn ica: como aumen- que característico al éxito del magnetismo, que en este caso es sola-
tó notablemente la demanda de imanes (a causa de la marina, cierta- mente "mineral".
mente, pero también por las prácticas magnéticas que pronto estudiare-
mos más de cerca), el comercio de los imanes naturales experimentó un A pesar de este comercio, la comprensión de las fuerzas en juego en el
alza excesiva de los precios , mientras que la cali dad dejaba mucho que magnetismo prácticamente no había progresado. Y sin embargo, ese
desear. Conociendo desde la Antigüedad la propiedad del hierro de mismo magnetismo se había ace rcado mucho, mientras tanto, a una
imantarse en la proximidad de imanes naturales, a muchos se les ocu- evidencia, por e l trabajo de titán de Edmond Halley. La armada inglesa,
rrió fabricar imanes artificiales. El único que lo consiguió de manera en efecto, no cesaba de impul sar, por su parte, un mejor conocimiento
duradera, hasta el punto de vincular su nombre y su fortuna con esa del complejo conjunto del magnetismo terrestre, para garantizar los
industria muy reciente, fue el inglés Gowin Knight ( 1713-1772), califi- caminos ya practicados (que seguían siendo peligrosos), y abrir nue-
cado de "Entrepreneurial Philosopher" , lo cual lo dice casi todo. Con vos. De manera idéntica a los aviadores, quienes, al comienzo de nues-
más aplicación que algunos de sus predecesores en la materia, se pro- tro siglo, se dirigieron siempre hacia la meteorología, de la que depen-
veyó (por intermedio de acreedores muy interesados en el éxito de su dían tanto -y a la cual eran los primeros en aportar datos confiables con
empresa) de un buen número de imanes naturales de excelente calidad el fin de que las elaborase produciendo una teoría en parte deductiva-
por una parte, de barras de un muy buen acero por la otra, y, colocando los marinos ingleses dvsempeñaron al mismo tiempo el papel de
a las segundas entre dos pilas de los primeros, estuvo en condiciones de informadores y de consumidores para el establecimiento serio de ma-
fabricar muy rápidamente cantidades importantes de imanes artificia les. pas del magnetismo terrestre.
Doctor de profesión, se establece en un magnífico departamento, en el Empujado por estas exigencias al mismo tiempo políticas, comerciales
corazón de uno de los barrios más elegantes de Londres (Lincoln's Inn y "filosóficas", Halley efectuó en los dos últimos años del siglo XVII
Fields, y luego, a partir de 1750, en la calle misma de la Royal Society), dos viajes de una enorme amplitud, pues barrió aproximadamente todo
el océano Atlántico, desde las costas británicas hasta el Labrador, y
desde Tierra del Fuego hasta e l África Austral, sin olvidar La Mancha,
7. La aguja de una brújula ex perimenta variaciones en fun ción, por supuesto, del el mar del Norte y e l Mediterráneo. De estos viajes trajo en 1701 un
no1te magnético, pero también de su grado de inclinación con relación a la m·apa marítimo de las variaciones ma$néticas , al que se agregaría ape-
hori zontal. Inclina 1mís o menos la punta hacia el No1te y hacia ab;\jO. El nas un año más tarde el del océano Indico. Sólo el inmenso y lejano
fe nómeno de inclinación fue descubie1to en 1544, y luego co nfirmado en 1576.
No se poseyeron los mapas de variaciones terrestres de la inclinación antes de Pacífico permanecía prácticamente en blanco (esencialmente en razón
la seg unda mitad del siglo XY!ll. de la dominación portuguesa y francesa en esas aguas). Los datos reco-
8. P. Fara, Sympathetic Attractions ... , op. cit. , pág. 67. gidos bastaban, sin embargo, para concebir una teoría de conjunto de
142 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 143

ese magnetismo terrestre, y el hecho de que las curvas dibujadas por La respuesta es compleja. El mismo Halley dio muestras de un titubeo
Halley fueran regulares ("derivables", diríamos hoy) era en sí mismo sintomático: en 1685, con la autoridad que le valía en ese entonces no
un indicio de perspectivas teóricas generales. ¿Cuáles? Todavía era solamente el descubrimiento del cometa que lleva su nombre (realizada
muy pronto para decirlo, pero ya era tiempo de afirmarlo: en 1681-1682), sino el uso que hizo de él para probar la estabilidad del
sistema solar establecida según las concepciones de Newton (contra la
No he encontrado razones para dudar de la conformidad exacta ele las teoría de los torbellinos cartesianos), no titubeó en hacer saber a sus
variaciones de Ja brújula con una teoría general. 9 colegas que la atracción gravitacional y la atracción magnética no eran
tan diferentes una de otra. El año siguiente, hacía notar, de manera más
Al postular cuatro polos magnéticos (dos en el interior de la masa líqui- bien acerba:
da - como ya se supone correctamente que es el centro de la Tierra-, y
otros dos en la superficie), Halley conseguía dar cuenta, grosso modo, Algunos creen ilustrar la caída de los cuerpos grávidos comparándola con
de las grandes líneas de variaciones de la aguja, y por lo tanto conse- la propiedad del imán; pero dicha comparación sólo permite explicar Jo
guía hacer predicciones (aproximadas) sobre las zonas inexploradas. 10 desconocido por lo que es igualmente desconocido [i¡;notum per aeque
i¡:notum].
Sea cual sea el apasionante detalle de la fabricación de estos "mapas
magnéticos" durante todo el siglo XVIII, se habían vuelto, a pesar de Tocamos aquí, como si nada, la verdadera clave de la operación
sus incertidumbres y de sus zonas de sombras, una ayuda indispensable discursiva central en la trivialización sulfurosa del magnetismo; porque
para la navegación de altura. Así que eran la prueba indudable del mag- esas dos fuerzas - magnetismo y gravedad- son igualmente misteriosas,
netismo terrestre. ¿La Tierra sería de este modo la única en estar tejida la primera va a heredar los éxitos constantes y la afirmación de la se-
con una red de fuerzas tan invisibles como decisivas? ¿Las fuerzas gunda.
magnéticas debían ser consideradas sólo como fuerzas locales?
¿Y Newton, por su parte, da muestras de una ambigüedad semejante?
Sí y no. Por un lado, está cl aro que entre sus múltiples intereses cientí-
ficos, las propiedades de los imanes debían ubicarse en primer plano .
III. J. 2. Magnetismo y gravitación: ¿el mismo Un detalle: él mísmo llevaba en el dedo un imán, engarzado como un
combate? diamante, cuyo poder era muy conocido, pues era capaz de levantar
250 veces su propia masa. Además, buscó continuamente establecer
Más o menos en ese sitio se ubica una articulación bastante laxa, y por una ley de la atracción magnética que tuviera la misma claridad y sim-
ello mismo extremadamente resistente, entre un discurso en plena lu- plicidad que la gravitación. "Cuando le convenía para sus argumentos,
cha ascencionista en esa época - el newtonismo y su teoría de la gravi- escribe P. Fara, Newton juntaba [bracketed] las atracciones magnética
tación universal- y ese magnetismo, tan invisible, inasible como esa y gravitacional, pero en otros sitios insistía en el hecho de que eran
gravedad sobre la que los cartesianos habían hecho notar desde el co- diferentes". 11 Por ejemplo en la edición de 1713 de sus Principia,
mienzo hasta qué punto se acercaba enojosamente al campo de las "fuer- escribía:
zas ocultas". ¿Newton fue o no un aliado seguro de la gran ola del
magnetismo que, como vimos, tras una primera cresta debida al libro El poder de la gravedad es de una naturaleza diferente del poder del mag-
de Gilbert, había recaído un tanto a partir de mediados del siglo XVII? netismo: puesto que la atracción magnética no es como la de la materia.
Algunos c uerpos son atraídos por el imán; otros menos, y la mayoría no lo
es en absoluto. El poder del magnetismo en un solo y mismo cuerpo puede
ser aumentado o disminuido; y a veces es mucho más fue1te, en función
9. Citado por P. Fara, Sympathetic Attractions... , op. cil., pág. 110. de Ja cantidad de materia, que el de la gravedad; y ese poder decrece al
1O. lbíd.: "Yo mismo nunca fui a esos sitios, y es a pmtir de los datos traídos por alejarse del imán, no de acuerdo con el cuadrado [de la distancia], sino
otros, y de Ja analogía del todo, que en tales casos fui conducido a suministrar casi según el cubo, por lo que he podido juzgar de acuerdo con algunas
lo que faltaba." Además, Halley propuso numerosas veces a Jos franceses y a observaciones rudimentarias.
los españoles que cooperaran, pero no logró crear una verdadera ayuda mutua
internacional , aun si cierta forma de continuación de Ja " República de las
letras" del siglo XVII permitió algunos intercambios individuales fructíferos. 11. Citado por P. Fara, Sympathetic Attractions ... , op. cit. , pág. 127.
144 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 145

Prudencia, e incluso distinción cuantitativa 12 entre las dos "fuerzas", apoyo constante a la ola del magnetismo, y más aún cuando esta última
por parte del maestro. En su edición de la Óptica de 1706, y más espe- adoptó, con Mesmer, el viraje del magnetismo "animal".
cialmente en su trigésima primera pregunta, Newton sostenía la exis-
tencia de un éter con sorprendentes propiedades mecánicas (al mismo Sin embargo, antes de abandonar este magnetismo "mineral", 15 es im-
tiempo elástico y perfectamente rígido), lo cual lo ll evaba a p lantear portante probar un poco de su retórica, los tropos a través de los
preguntas que los partidarios del magnetismo no habrían de olvidar: cuales consiguió instalarse como una evidencia que irradiaba por todas
partes, sin que se pudiera, por ello, con decisión y autoridad , imponer
¿Acaso las peq ueñas partículas de los cuerpos no tienen ciertos poderes,
límites a su campo de acción. El poder metafórico del magnetismo pro-
vi1tudes o fuerzas por las cua les actúan a distancia [ ... ] produciendo una viene ciertamente de la oposición atracción/repulsión. Olvidamos con
gra n parte de los fenómenos de la Naturaleza? Pues es bien sabido que los demasiada rapidez, sin embargo, hasta qué punto la bisagra locallglo-
c uerpos actúan uno sobre otro por las atracciones de la gravedad , del /Jal es decisiva en el éxito de una metáfora: los efectos indudables de l
magneti smo y de la e lectTi cicl ad. IJ
magnetismo terrestre son atestiguados efectivamente en tal sitio, en tal
momento, en un espacio la mayoría de las veces muy reducido (en vista
En la edición del mismo texto, au nque considerablemente rev isada y de la debilidad de la dispersión rápida de las fuerzas magnéticas); pero
aumentada, de 17 I 7, escribe de manera todavía más tentadora para los para comprender que una aguja imantada es desviada de modo diferen-
amantes de la amalgama:
te en cualquier lugar sobre este planeta, es completamente necesario al
mismo tiempo suponer que existe al menos una red de fuerzas invisi -
Del mismo modo que la atracción es más fuerte en los iman es pequeños
que en los grandes en proporción con su volumen, y que la gravedad es
bles que operan constantemente y en todas partes. Ahora bien, Newton,
más grande en las superficies de los pequeños planetas que e n la de los cuando había tenido que resolver el mismo problema local/global a
grandes, [ ... ] del mismo modo la ex tre mada pequeñez ele esas partículas propósito de la gravitación o de la transmisión de la luz, no había duda-
[de éter] puede contribuir a la magnitud de la fuerza por la c ua l esas do, por su parte, en postular la existencia de un "éter", consecuencia
pa1tículas pueden alejarse una de otra.
previsible de su idea de "espacio absoluto", tan decisiva, por otro lado,
en su concepció n del movimi ento "verdadero". La idea de un "éter
De tal modo que cuando Gow in Knight publicó, en 1748, un tratado magnético" era entonces de lo más normal para quien sostenía ya la de
titulado Attraction and Repulsion, no dudó en presentar casi la misma un éter grav itacional o luminoso . Y así el movimiento de comprensión
hipótesis que Newton , a saber, que la materia estaba compuesta por del magnetismo implicaba casi forzosamente "u ni versal izar" el sustrato
pequeñas partículas ya sea atractivas, ya sea repulsivas, lo cual le per- de un fenómeno que no podía contentarse co n una realidad local. Mu-
mitía explicar entonces muy simplemente el "fluido" magnético, obser- cho antes de que la noción de "campo" fuera inventada, el magnetismo
vabh en los efectos producidos por los imanes. Sus expl icac iones no te nía que ser universal o no ser nada. Pero algo era: la prueba de ello era
tenían nada que envidiarle a las "hipótesis" de Newton (¡pues él tam- el magnetismo terrestre. Por lo tanto era universal.
bién las form uló!) sobre las causas "posib les", "probables" de su enig-
mática y fundamental gravedad. La naturalización del éter 14 en la co- Por otro lado, al apoyarse -contrariamente a las metáforas de la grave-
munidad científica de los siglos XVIII y XIX había así de apo rtar un dad- sobre una doble polarización (atracción/repulsión), la mayoría de
las metáforas inspiradas por el magneti smo resultaban casi inmediata-
mente susceptibles de ser traspuestas en las maneras de hablar del amor
12. De hecho, Newton estaba eq uivocado: cuando, en 1785, C harles de Co ul omb
estableció la ley (que ll eva s u nombre) ele la atracción magnéti ca, mostró que (ya fuera divino o humano), como recíprocamente el riquísimo lengua-
varía en razón in versa del cuadrado de la distancia. También ell a. je de las atracciones/repulsiones amorosas y deseantes se enroscaban
13. Ci tado por P. Fara, Sympatiletic Attractiom ... , op. cit. , pág. 179- 180. sin dificultad en la descripción del comportamiento de los imanes. 16
14. Intenté presentar brevemente la increíble epopeya de l éter e n física , hasta su Si n que se sepa bien, por ejemplo, si su uso estaba comúnmente exten-
caída ein stei niana, en G. Le Gaufey, L'éviction de !'origine, París, EPEL,
1994, pp. 38-63 . [Hay edició n en español: La evicci<in del origen, Buenos
Aires, Edelp, 1995, págs. 40 -68 .] Un e nfoque más desarrollado de este 15. Este adjetivo sólo se impon e a partir de la invención mesmeriana del magne-
larguís imo movimiento debe pasar al menos por los primeros capítulos de la tismo animal.
obra monumental y apasionante de Sir Edm und Whitakker, A History of' the 16. La etimología reserva sorpresas aquí. "aimant" ["imán"] no tiene aparente-
rheories <1/Aiter and Electricity, New York, Dover Publications, 1989 (reprint). mente nada que ver, en cuanto a sus orígenes lingüísticos, con el pmticipio
146 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 147

dido, o si sólo se trataba aquí de sarcasmo y burla, la aguja imantada /II. 2. Mesmer el incierto
tenía fama de ... detectar el adulterio (¡de la mujer, claro está!):
Todavía hoy nos acercamos a Mesmer con cierto malestar. En la suma
Now 10 ye, married Fair-ones
Our Counscl is due:
bastante considerable de trabajos sobre su vida, su obra, su persona, se
Of" !he Magnet be careful, encuentra sin esfuerzo una mano de copista, ansiosa por reproducir
Twill keep your spouse true 17 historias que se amontonan, sin que la verdad histórica parezca avanzar
demas iado. En 1988, aparecía así en París, en las ediciones Robert
Así entraron en resonancia, bajo la cobertura del magnetismo, cierta Laffont, un libro que relata bajo la forma de una novela en la línea de
molienda de las ideas más avanzadas de la ciencia de esos tiempos, la Paul Féval o de Alejandro Dumas, una "vida" ele Mesmer. A través de
física newtoniana, y un segundo plano tan vago como insistente en la los diálogos imaginarios que huelen a una psicología de cocina, nos
lengua, el de las "atracciones" y demás "correspondencias", que habían enteramos, por ejemplo, ele cómo Mesmer, durante la noche ele Navi -
tenido tanto éxi to con ocasión del Renacimiento, e incluso durante todo dad de 1765 (¿fecha exacta? ¿puro afán de maravilla?), "tuvo la revela-
e l siglo XVI. La seriedad más probada se unía fácilmente con la ligere- ción de un fenómeno que toda su vicia intentó explicar". Con ocasión de
za más plácida, y, bajo la chacota, las costumbres de lengua y de pensa- una sangría en la que oficiaba en tanto que adjunto, ocurrió lo siguiente:
miento se contraían de manera tan segura como al abrigo de las socie-
dades eruditas. Quienes se burlaban del magnetismo se volvían sus C uando Mesmer se alejaba del venerable Jaeger tes el nombre del enfer-
mo que había que sangrar, inventado para las necesidades del relator!, el
mejores agentes; los que lo combatían crudamente le garantizaban la
chorro sanguíneo se debilitó y luego se detuvo, y Citrus Janus [es el médi -
publicidad; sus defensores hacían lo demás . Llevada por el ascenso, co ! pensó en terminar la sangría. Pero cuando Mesmer regresó con la
pronto sin rivalidad verdadera, del nombre mismo de Newton, 18 el segunda paleta, la sangre volvió a !luir. Así se wrificó varias veces que la
magnetismo se ubicaba, de una manera que olvidamos con demasiada proximidad mayor o menor del c uerpo de Mcsmer inlluía sohrc la fuerza
prisa hoy, del lado de la Ilustración. Defenderlo equivalía a combatir el del chorro de sangre. 19
oscurantismo, actuar del lado de esa razón a la que ya no espantaban los
misterios de la naturaleza, y que, al explicar los fenómenos "profu nda- Bueno. ¿Por qué no? Pero cuando leemos el libro mucho más erudito
mente", prodigaba sus beneficios a la humanidad, como pretendió siem- de Robert Amaclou, 211 uno ele los pocos que reúne, además de los textos
pre hacerlo Franz Anton Mesmer. de Mesmer, una multitud ele indicaciones valiosas sobre el hombre y
sus relaciones con sus contemporáneos, ya sólo nos encontramos con el
breve relato siguiente:

presente del verbo "aimer"["amar"J, sino que vendría del latín adamas, -antis, Notó entonces por primera vez un hecho del que extrajo más tarde un
que sign ifica "hierro muy duro, acero y diamante". "El emp ico de adamas en argumento en favor de su teoría del magnetismo animal. Cuando se acer-
el sentido de piedra de imün , escriben Bloch y Warburg en su Dictionnaire caba a un enfermo que un cirujano estaba sangrando, el flujo de la sangre
étymoloiique de la /aniue ji-an¡:aise f Diccionario etim.oi<íiico de la leniua se volvía más lento mientras que se volvía más rápido cuando se alejaba .
.fi"ance.rn}, es propio del galorromano: proviene de los lapidarios donde las dos
piedras, la "pierre d'aima111" ["piedra de imán"] y el diamante [diamant ],
eran señalados por su dureza." Ciertamente no es más que un detalle ínfimo, nada realmente decisivo,
17 .Citado por P. Fara, Sympathetic Attrw:tions ... , op. cit. , pág. 186. "A ustedes pero, con todo, nos gustaría saber: el flujo ele la sangre se volvía más
21
ahora, bellos recién casados/Nuestro consejo ritual:/No pierdan de vista el lento cuando se acercaba o cuando se alejaba del enfermo?
imán/que conserva fiel a la esposa." Me limito a este sabroso ejemplo, pero la
extensión de las metáforas magnéticas e ra inmensa. Significativamente, P.
Fara escribe: "Al examinar e l impacto de los magnetizadores in gleses, se ob- 19.J. Thuillier, Franz Anton Mesm.e1; ou l'Extase m.ainétique {Fran.z An.1011.
tiene un caso de estudio interesante en la exploración de las interacciones Mesmer o el Éxtasis mainético], París, Robe1t Laffont, 1988, pág. 3 1.
lingüísticas entre unas prácticas marginales y los discursos de las él ites" (op. 20. F. A. Mesmer, Le mainétism.e animal [El m.ainetismo animal], Obras publi-
cit., pág. 195). La penetración del vocabulario psicoanalítico en la época con- cadas por Robert Amadou, París, Payo!, 1971, obra de referencia por múlti-
temporánea ha seguido los mismos caminos . ples razones .
18. Uno de los primeros y más ardientes defensores de Newton en Francia fue 2 1. En H. F. Ellenberger, Histoire de la découverte de l'inconscient [Historia del
Yoltaire, quien asistió a las exequias del gran hombre en Westminsler. descubrimiento del inconsciente], París, Fayard, 1994, esto se reduce a un
148 Anatomía de la /ercera persona La pertenencia a sí 111.i.rnw 149

Otro indicio, esta vez más masivo. La Encyclopaedia Universa/is no le El texto de la tesis (en latín, como lo exigían las costumbres de la épo-
consagra ningún artículo particular al personaje mismo. Hay que ir a ca) merece que nos detengamos sobre é l. Se trata apenas ele unas quin-
recoger alguna información a las entradas dedicadas a la "Hipnosis" ce páginas, lo cual no debe sorprender para nada con relación a una
(no hay gran cosa), "Histeria" (ldenz), y "Parapsicología" (no es mucho tesis de medicina, 25 titulada "Disertación físico-médica sobre la influen-
mejor). En su 'Thésaurus", en el nombre "Mesmer", se otorga la licen- cia ele los planetas", y cuya primera mitad consiste en una exposición
cia de una columna completa en letra pequeña. Allí nos enteramos a del sistema so lar visto por Newton, s in olv idar las tres leyes de Kepler,
partir de las primeras 1íneas de que e l hombre estudió en la Universidad debidamente expuestas también. Y esto viene tras una breve introduc-
de Viena, "donde se hizo doctor en medicina e n 1776". Nacido en 1734, ción cuyo eje es c laro: repudiar a la astrología.
por lo menos en eso todo el mundo está ele acuerdo, 22 ¿habría presenta-
do su tesis apenas a los 42 años? Afortunadamente, prosiguiendo nues- t...JSubrayo que no quiero defender Ja teoría relativa a la inlluencia de Jos
tras lecturas más allá de esta Enciclopedia, se descubre que no presentó asiros defendida antaño por los astrólogos que se jactaban de poder prede -
cir Jos acontecimientos por venir y de conocer Jos destinos de Jos hom -
su tesis "en 1776",21 sino el 27 ele mayo ele 1766, a los 32 años, por bres , y al mismo tiempo les birlaban el conlenido de sus bolsas gracias a
ende, lo cual ya es menos sorprendente. "Su libro, conc luye el artículo un consumado a11e de la mentira. Mi propósito es únicamente demostrar
de la Encicfopedia, El maNnetismo animal, fue reeditado en 1972." que los cuerpos celestes actúan sobre nuestra tierra. y que todas las cosas
Falso, o por lo menos impreciso, pues se le debe a Robert Amaclou el que se encuentran en ella actúan sobre esos cuerpos; que éslos mueven.
haber recogido los escasos textos de Mesmer, en efecto bajo ese título, agitan y cambian todas estas cosas y que nuestros cuerpos humanos est:ín
igualmente sometidos a la misma acción dinámica. Si pruebo que los
pero sin que nunca Mesmer escribiera un texto que se titulara exacta- astros actúan sobre nosotros, no se podrá negar que este hecho no sola-
mente "El magnetismo animal". mente es correcto, sino que tarnbién se impone a la atención y al interés de
Jos médicos. 2 ''

111. 2. l. La tesis y su plagio Viene entonces a continuaci ón una descripción, sin graneles sorpresas
dentro de ese tipo de saber en la mitad del siglo XVIII, del sistema ele
los planetas que, por la ley ele la gravitación, no solamente giran alrede-
En estos pantanos sólo permanecen como algo más o menos seguro los
dor del sol, sino que "se perturban sensiblemente en su camino" unos a
textos del propio Mesmer, presentes en la valiosa edición de Robert
otros:
Amadou. Hay que agregar a esto cuest iones de idioma: a causa ele un
francés muy aproximado, 24 la mayoría de los escritos que Mesmer pu-
blicó en ese idioma fueron por lo menos retocados por otros, al comien-
zo, sobre tocio, por N icolas Bergasse. Aquéllos que vamos a leer par-
una información que se ha descuidado con demasiada frecuencia sobre el
cialmente tuvieron, sin embargo, ele una u otra manera, su aval. misterio Mcsmer: "Su verdadera voz rennanccc enterrada en Ja historia; ni
siquiera sus contemporáneos la comprenden, pues les llega con un acento
alemán impenetrable junto al cual la jeringoza de Cagliostro es la claridad
juicio prudente. pero poco claro. según e l cual : "Informaba también que cuan- misma. Por otro lado, es prácticamente imposible acercarse lo suficiente al
do se acercaba a un hombre que estaba siendo sometid o a una sangría, la hombre como para descifrar si fue o no un charlatán !.quien conozca la erudi-
sangre empezaba a !luir en otra dirección'" 'I?? (p:íg. 93). ción histórica de Darnton tomará muy en serio este tipo de frase]. Si tal es el
22 . ¡Bueno, casi' En su diccionario. en e l artículo "Mesmérisme". Littré lo hace caso, aplasta cie11amente a todos sus colegas" (pág. 53).
nacer en 1733 en Wicl. "cerca de la ribera del Rin", cuando en realidad nació 25. Es gracioso saber que ninguno de los autores que escrib\cron sobre Mesmer
el 23 de mayo de 1734 en Suabia. en el pueblo de lznang, cerca de Radolfszell. antes de 1928 la había leído. Se decía que era imposib le de encontrar, hasta
Etc. que los primeros biógrafos un poco preocupados por el método, Tischner ( 1928)
23. La sandez de la Encyclopa<'dia Universa/is proviene de copiar nuevamente a y Schürer-Waldheim (1930) la descubrieran ... ¡en Ja Biblioteca de la Univer-
ciegas la Grande Enciclopédie Lamusse, que aparentemente fue la primera en sidad, en Viena, donde los esperaba desde 1766 1
postdatar la tesis de Mesmer, en un breve artículo de una gran ligereza. Nues- 26. F. A. Mesmer, Le 111.a¡;nétisme animal, op. cit., pág. 32. Presentimos aquí el
tros lexicósrafos de tines del siglo XIX no querían mucho a Mesmer.. contrasentido de toda una tradición que pretende ver en Mesmer al hijo espi -
24. En su apasionante obra La .fin des lumihes, le Mes111éris111e et la Révolution ritual de Paracelso. Las frases citadas contradicen esto directamente, salvo si
f El.fin de las Luces. el 111.e.rn1eris11111 y la Revolucilín}, traducido y publicado las tomamos como simples denegaciones, cosa que no está permitido hacer
nuevamente en 1995 (París, Odile Jacob , col. "Opus'"), Robert Darnton ofrece sólo a título de la sospecha.
150 Anatomía de la tercera persona
La pertenencia a sí mismo 15 1

Por la acción de Júpiter sobre Saturno, su movimiento de acercamiento al Nadie descubrió el plagio antes de .. . 1954, es decir, alrededor de unos
sol aumenta en 1/222. Por la acción de Saturno sobre Júpiter, su grav ita-
c ión hacia el sol disminuye en 1/2703. La gravitación de Ma1te hacia el treinta años después de que la tesis de Mesmer hubiera sido puesta
so l disminuye en 1/ 12512 por la acción de Júpiter cuando este astro se ha nuevamente en circulación, pues él mismo no volvió a publicarla nunca
acercado a Ma11e al máximo. 27 durante su vida. Quizás el propio Mesmer se habría recriminado a sí
mismo duramente ante la acusación , puesto que su introducción co-
Así - y las precisiones cifradas valen aquí su peso en retórica- las in- menzaba así:
fluencias son de cada una sobre cada una. Todo está interconectado
únicamente por la gravedad en el conjunto del sistema solar, incluido lo Habrá personas que fruncirán el ceño, y de las que recibiré reproches,
concerniente a los cometas. Mesmer se acerca entonces al caso más cuando lean el título de esta pequeña tesis y vean así que un hombre como
yo, aunque sin impo11ancia, emprende, después de tantos esfuerzos del
particular de la pareja tierra/luna, dando múltiples precisiones cifradas
célebre Mead, el acto de in sistir sobre la influencia de los astros 29 [ ... ]
sobre sus relaciones de volumen, de alejamiento, de ciclos, de excentri-
cidades de ó rbitas, etc. Casi concluye:
Arrancando de este modo sobre bases exclusivamente fisicalistas,
Mesmer llegó progresivamente a técnicas de curas basadas en los ima-
Es una obse rvación establecida que la atmósfera es mov ili zada al máximo
en los equinoccios de primavera y de otoño. Sabemos también que el aire, nes. Primero lo hizo en Viena, donde practicó la medicina, casado des-
mientras que está calmado a cualquier otra hora, con frecue ncia está más pués de su tesis con la rica viuda del Consejero Imperial von Bosch. 3º
o menos agitado por la fuerza de los vientos al mediodía o a la mediano- Las oposiciones que Mesmer encontró muy pronto con respecto a sus
che. Es evidente que el mismo efecto se produce c uando la marea sube al prácti cas, evidentemente vinculadas a relatos incontrolables de curas
máximo; eso ocurre cuando la luna está situada en e l cenit o en e l lugar
op uesto. Todo el mundo observa que la luna nueva y la luna llena produ-
efectuadas a veces sobre desconocidos(as) perfectos(as), otras veces
cen tormentas y que entonces, los vientos aparecen repentinamente. zx sobre personajes políticos importantes (una constante en la clientela
mesmeriana), lo llevaron, se dice, a abandonar Viena por Munich pri-
Robert Amadou nos ofrece una clave de lectura de esta tesis, al colocar mero, luego muy rápidamente por París, donde llega en febrero de 1778.
en paralelo, en su nota 13, el texto que acabamos de leer y algunas A partir de marzo de 1778, el Journal enciclopédique publica una carta
líneas (también en latín) extraídas del libro que un médico inglés, Richard proveniente de Viena recordando que Mesmer había sido condenado
Mead (1673- 1754), pu blicó en Londres, primero en 1701, luego en por la Facultad de esa ciudad y había debido huir de su país. Para luchar
1746, bajo e l título: De imperio solis ac lunae in corpora humana et contra dichas calumnias (posición enunciativa básica en su propia retó-
morbis inde oriundis. E l plagio es íntegro. Discípulo de Newton, la rica), Mesmer resume entonces sus principios, para desembocar en die-
originalidad de Mead consistió en adaptar a la atmósfera lo que Newton cinueve proposiciones que dirige a los pocos médicos parisienses que
había establecido con respecto a los mares y los océanos para explicar habían asistido a sus primeros tratamientos. Esta Mémoi re sur la
el movimiento de las mareas por la atracc ión, combinada u opuesta, de découverte du magnétisme animal [Memoria sobre el descubrimiento
la luna y del sol. Para Mead, de acuerdo con las mismas razones, la del magnetismo animal] no se presenta entonces como una mina de
elasticidad, la presión y el peso del ai re -cuyo impacto sobre e l ser hechos históricos confiables, sino como "dichos" mesmerianos. Ade-
humano no podríamos ignorar- experimentaban variaciones directa- más, como ese texto fue juzgado "ininteligible por los eruditos", según
mente relacionadas con los movimientos de los astros. Se trataba en- palabras del propio Mesmer, éste comenzó, dos años más tarde, en
tonces de un partidario de una medicinaj(sica (y no de una medicina 1781, a escribir un texto claramente más largo, donde enumera una
química, o de una medicina de los humores), la cual pretendía ser de lo cantidad de hechos de su vida y de sus combates, bajo el título de "Précis
más racional. historique des faits relatifs au magnétisme animal jusqu' en avril de 1781"
["Compendio histórico sobre los hechos relativos al magnetismo ani-

29. F. A. Mesmer, Le magnétisme animal, op. cit., pág. 32.


27. F. A. Mesmer, Le magnétisme animal, op. cit., pág. 35. 30. Para conocer al menos las grandes líneas de esta vida, referirse a H. F.
28.Ibid., pág. 39. Ellenberger, Histoire de la découverte ... , op. cit., págs. 87-101.
152 Anawmía de la lercera persona La pertenencia a sí mismo 153

mal hasta abril de 1781 "]. Con la ayuda de estos dos textos , quisiera unidos a la analogía de las propiedades de este material con el sistema
poner de relieve algunos puntos muy particulares en la masa de los general, hicieron que yo lo considerara como e l más apropiado para este
hechos presentados por Mesmer. tipo de prueba.

De este modo, "por analogía con el sistema general" (con lo cual hay
que entender ya el hecho de que el imán es la manifestación local de un
!JI. 2. 2. La invención del magnetismo animal agente general global), se le van a aplicar imanes a la enferma, pero no
cualquier imán, pues se va a tratar de piezas de metal estudiadas para
De las primeras lecturas, llama la atención un pasaje ele lo local a lo adaptarse a tal o cual parte de la anatomía, luego magnetizadas como
global, una de las claves del éxito de l magnetismo. Así, Mesmer expli- agujas de brújula. El resultado de estas aplicaciones debía resu ltar tan
ca muy claramente la cosa, tras una introducción donde le hace decir a súbito como espectacular:
su tesis de 1766 mucho más ele lo que e ll a decía:
Ell a experimentaba interiormente corrientes dolorosas de una materia su li l
Una aguja no imantada, puesta en movim iento, sólo recobrará por casua- que, tras diferentes esfuerzos para tomar su dirección, se determ inaron
lidad una dirección determinada; mientras que, por el contrario, la que hacia la paite inferior e hicieron cesar durante seis horas todos los sínto-
está imantada, si ha recibido el mismo impu lso, después de diferentes mas del acceso.
oscilaciones proporcionales al impulso y al magnetismo que haya recibi-
do, recuperad su primera posición y en ella se fijará. Así, la armonía ele
El "tras diferentes esfuerzos para tomar su dirección" es aquí discrimi-
los cue rpos organizados, una vez turbada. debe experime1Har las in ce1ti-
dumbres ele mi primera suposición [i. e. no estar regulada más que por la nante, y da pruebas del carácter magnético de las corrientes reveladas,
casua lidaclJ, si no es llamada nuevamenle y determinada por el AGENTE puesto que, al igual que la aguja de la brújula, no se acomodan de
GENERAL cuya existenc ia yo reconozco: sólo él puede restablecer la entrada en una sola dirección, sino que buscan y encuentran su camino
armonía en el eslado natural. f.. ."I Eslas consideraciones no me han permi- a través de cierto número de oscilaciones. He aquí alguien que sabe de
tido dudar de que exis le en la Natura leza un principio universalmente
actuante y que, independientemente de nosotros. opera lo que le atribui-
manera bastante precisa lo que espera de su montaje experimental, que
mos vagamente al Arle y a la Naturaleza. 3 1 es en gran parte el hijo natural de una teoría que lo antecede. Sobre ese
purto también, Mesmer es claro:
El primer caso tratado sobre estas bases parece haber sido, durante los
años 1773-1774, el ele una señorita ele 29 años llamada CEsterline. Pre- Mi observación sobre esos efectos, combinada con mis ideas sobre el
sislem.a general, me iluminó con una nueva luz: al confirmar mis anteriores
sentaba "los más crueles dolores de dientes y de oídos, seguidos de ideas sobre la influencia del Agente General, me enseñó que otro principio
delirio, furor, vómitos y síncope". Mesmer le aplicó el imán. ¿Cómo hacía actuar al imán, inca¡wz. por sí misnw de es/a acción sobre los nervios
presenta él la cosa? y me hizo ver que yo sólo tenía que dar unos cuantos pasos para llegar a la
TEORÍA IMITATIVA que era el objeto de mis investigaciones. 32
Yo tenía sobre e l imán conocimientos ord inarios: su acción sobre el hie-
rro, la aptitud de nuestros humores de recibir ese mineral y los diferentes Aquí se sitúa el paso decisivo que diferencia a Mesmer de un Hell, 33
ensayos realizados tanto en Francia como en Inglaterra, para los dolores jesuita y profesor de astronomía en Viena, a quien recurrió Mesmer
de estómago y los dolores ele muelas me eran conocidos. Estos motivos,
para la confección de los imanes destinados a la señorita CEsterline, y
que profesaba a su vez una teoría de un magnetismo mineral curativo.

31. F. A. Mesmer, Le ma¡;nétisme animal, op. cit., pág. 62. Las mayúsculas en
"agente general" son del propio Mesmer. Reconoceremos al pasar que este 32. Aquí, las itálicas son mías. Toda esta serie de citas viene de las páginas 63 y
francés impecable estaba forzosamente muy por encima de la mano de alguien passim de F. A. Mesmer, Le ma¡;nétisme animal, op. cit.
que, según el testimonio general, nunca hizo más que farfullarlo. Con esto se 33. Maximilien Hell ( 1720-1792), director del Observatorio ele Viena. Para Hell,
comprueba la opinión de R. Darnton. El misterio se volverá un poco más · sólo el imán curaba, directamente. Parece que "su única contribución fue la
denso si le agregamos que no se trata ele traducciones, o que al menos nadie ha idea de que el imán debía adaptarse a la forma del cuerpo al que era aplicado."
visto nunca "originales" alemanes de esos textos de Mesmer. Dixit R. Amadou, op. cit. , pág. 80.
154 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 155

En esas pocas líneas, Mesmer señala que el imán ya no era en su opi - La convicción de que el imán no era la fuente de los fluidos fue adqui-
nión más que un coadyuvante en un tratamiento que reposaba sobre rida entonces de una manera que pretendía ser de lo más experimental.
otros componentes. ¿Cómo comprender ese salto? Por supuesto, existía la "hipótesis" incontrolable (aunque aureolada de
newtonismo) del "agente general", pero a partir del momento en que,
Los dos pasajes puestos en itálicas en la cita anterior forman el trampo- quizás gracias a unos dones de medium, Mesmer pudo considerar que
lín para ello. Mesmer afirma ahí ante todo una prioridad deº lo global mag netizaba cualquier cosa que tocaba, la conclusión se impuso:
sobre lo local: las corrientes dolorosas que recorren a la señorita
CEsterline no deben referirse sólo a ese cuerpo, sino que dan testimonio No creo que el imán tenga una virtud específica, por la cual actúa sobre
de una inmersión particular de ese cuerpo en el espacio etéreo del los nervios; supongo, solamente, conforme a los principios de mi teoría.
AGENTE GENERAL. Participan entonces de una economía global de que la materia magnética actúa, por su extrema sutileza y por su analogía
los fluidos magnéticos, localmente perturbados, como lo muestran unos con el fluido nervioso, cuyo movimie nto había sido trastornado, de tal
modo que hace que todo regrese al orden natural, que yo llamo la armonía
síntomas estridentes, pero que deben, para ser modificados en un senti- de los nervios.
do o en otro (curación o agravación), recibir un influjo del mismo orden
que ellos. Todas las enfermedades susceptibles de provenir de trastor- ¿Por qué etapas detectables pasa Mesmer aquí? 1) la materia magnéti-
nos, nudos y otros "atascamientos" del magnetismo serán susceptibles ca es "casi lo mismo" que el fluido eléctrico. Es ésta una asoc iación
a partir de ese momento de un solo y único remedio: la manipulación de bienvenid a, por plantear al menos la cuestión del conductor, del medio
ese fluido. (para no decir del medium) a través del cual esta "materia" podría pa-
Otra comprobación de Mesmer: el imán es planteado como "incapaz sar. Así es cómo subrepticiamente el acero, o dicho de otro modo, el
por sí mismo de esta acción sobre los nervios". ¿De dónde podía saber imán ya no es una fuente: es solamente un "buen conductor" de esa
Mesmer semejante cosa? Para tener alguna idea al respecto, es necesa- materia, susceptible de entrar en competencia con otros; 2) aquí surge
rio remitirnos a un breve texto suyo titulado "Carta del Señor Mesmer, Mesmer (he vuelto magnético... ), primer competidor del imán , que,
doctor en medicina en Viena, al señor U nzer, doctor en medicina, sobre como él, resulta ser capaz de transmitir la "materia magnética" a otros
el uso medicinal del imán" ,34 fechado en 1775. En él encontramos nue- materiales. La pregunta inmediata: ¿cuáles?; 3) Respuesta no menos
vamente la historia del tratamiento de la señorita CEsterline, condimen- inn;ediata: "todo lo que yo tocaba". Mesmer es mucho más fuerte que
tado con algunas precisiones anunciadas por un "tuve oportunidad, en el imán, cuya virtud para transmitir el influjo resultaba ser altamente
el tratamiento de esa enferma, de realizar varias experiencias muy cu- selectiva, como ya lo observaban Newton y todo el mundo con él. 4)
riosas". Esta potencia no es una omnipotencia: hay obstáculos que no solamen-
te no transmiten, sino que cortan la comunicación. No se los conocerá
Observé - prosigue Mesmer- que la materia magnética es casi lo mismo como tales de antemano (un hombre de cada diez, es cualquier hom-
que el fluido eléctrico, y que se propaga del mismo modo que éste por los bre). Sólo la experiencia los revelará. 5) Fi nalmente, y eso es por sí solo
cuerpos intermediarios. El acero no es la única sustancia que sea propia un argumento decisivo que casi resume a todos los demás: Mesmer no
de ella; he vuelto magnético papel, pan, lana, seda, cuero, piedras, vidrio,
agua, diferentes metales, madera, hombres, perros, en una palabra todo lo
necesita tocar. Aquí está de una sola vez la prueba del fluido y del éter,
que yo tocaba, hasta el punto que esas sustancias producían sobre la en- la prueba de que la "materia magnética" que atraviesa a Franz Anton
ferma los mismos efectos que el imán (... ]También noté que los hombres Mesmer agita a la enferma de la misma manera que la luna lo hace con
no son todos igualmente apropiados para ser magnetizados: de diez per- la superficie de las aguas. Aquí se afirma la existencia de esta "materia"
sonas que estaban re unidas, hubo una que no pudo ser magnetizada y que
de la cual el imán, Mesmer, los puntos dolorosos del cuerpo de la enfer-
interrumpió la comu nicación del magnetismo [ ... ] Excité en la enferma,
sin nin guna comun icación directa y a una distancia de ocho a diez pasos, 1na, no son más que "nudos" conectados los unos con los otros para no
escondido detrás de un hombre o de una pared, sacudidas en la parte ser más que concentraciones particulares de una misma realidad "gene-
determinada que quise y un dolor tan vivo como si la hubieran golpeado r: d". Ese despegamiento del imán constituye el acta de nacimiento del
con una barra de hierro. 111agnetismo animal, que Mesmer presentó siempre con razón como su
dcscubrimiento.35 Sobre esto, tras unos cuantos éxitos terapéuticos que
lo vuelven famoso en Viena y un as unto escandaloso vinculado con el
34. F. A. Mesmer, Le ma¡;riétisme animal, op. cit., págs. 49-52.
156 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 157

tratamiento de una protegida de la emperatri z -e l caso de la señorita de pena darse una idea del clima parisiense e n el cual Mesmer vino a dar
Parad is-, Mesmer es condenado por la Facu ltad y escoge París , centro parte de su descubrimiento.
indiscutible ele la Europa de las Luces, para dar a conocer su descubri-
miento. Éste ya no se modifican'í; incluso si la célebre "cubeta" fue una
novedad creada para hacer frente a una afluencia demasiado considera- !JI. 3. La oleada mesmerista
ble ele demandas que Mesmer no podía tratar individualmente, en ella
misma no cambia ni le agrega nada a la teoría del magnetismo animal.
Le debemos a Robert Darnton un panorama del ambiente intelectual y
En cambio, que lo haya sabido hasta el punto ele decidir con ello su
social en el cual el mesmerismo tuvo su esp lendor. Llegó a su apogeo
llegada a Francia, o lo haya ignorado y descubierto al llegar, vale la
durante los años ochenta, antes de atenuarse con la destitución ele
Calonne (8 de abril de 1787), y de apagarse casi brutalmente con e l
anunc io de una próxima convocatoria ele los Estados Generales (8 ele
agosto de 1788). A partir de ahí, tocias las gacetas y discusiones
35. Gracias al trabajo de Marce! Gauchet en Le vra i Charco/ /El verdadero parisienses estuviero n ocupadas por los asuntos políticos que se esta-
C!w.1n11 J, París , Ca lmann -Lévy, 1997, podemos segu ir paso a paso e l trayecto
ban desarrollando, y la pasión que había visto florecer al mesmerismo
de J. M. Charcot, que habría de hacerlo pasar, alrededor de los allos 1877-
1878, de la metaloterapia de Burq a la eleclricidad y luego a la hipnosis, pasó entonces a un muy lejano segundo plano. Mientras tanto, durante
siguiendo unas etapas parale las a las descrilas en este razonarnienlo de Mesmer. la decena de años que antecedió a la Revolución, la estrella del momen-
Por otro lado, Charco! fue a leer dircclamcnte ese pasaje de Mcsmcr que co- to, la que acaparaba sin medida la atención de los habitantes ele la capi-
mento aquí. y él mismo apunló como decisivo el abandono del imán: " Pero tal, fue sin discusión la que también iba a ofrecer su oportunidad histó-
súbitamente lo [i. e. a Mesmer] vemos tomar otro camino y proclamar que la
acción del imán es simplcmen le análoga a la de un principio general que ll ena rica al mesmerismo: la ciencia.
a l mundo vivo y al cual le da, una ve z más por analogía, e l nombre de magne-
tismo an imal " (Conferencia del 6 de julio de 1878, ci lada por M. Gauchcl , op.
cil. , pág. 119). En el proced imiento resucllamen le científi co del jefe del servi -
cio de la Salpétriere, asistimos a l reconocimiento de los efeclos de Ja aplica- lll. 3. l. La ciencia y sus locuras
ción de cie11os metales en casos de contract uras hi sléricas, efeclos que resul-
tan ser los mismos co n la aplicación de li geras corrientes eléctricas, y una vez Tan só lo unos cuantos apuntes históricos pueden permitir que nos ha-
más los mismos con la aplicación de imanes (o de so lenoides). Pero -¡sorpre-
gamos una idea del entusiasmo suscitado e ntonces por la modificación
sa'- ¡La hipnosis produce también los mismos efectos' Una joven religiosa
llamada Pauline viene, a un siglo de distancia. a ocupar e l si rio de la sellorita profunda de la rel ación con la naturaleza que la ciencia y sus prodigios
CEsterline: sobre el miembro contracturado, se aplican sucesivamente, en tre el aportaban . Que un Benjamín Franklin pudiera pasar por haber domes-
3 y el 11 de junio de 1878, "un e lectroimán de gran dimensión y muy podero- ticado al rayo, esa fuerza viva, centra l en el imaginario campesino, nos
so, el solenoide, el acero imantado, la corriente continua , la corriente induci- parece difícil ele comprender hoy, pero basta para adivinar el vínculo,
da, la e lectricidad estática" (ibid., p:íg. 121) Nada hace efecto verdaderamen-
te. Pero observaciones anteriores y muy meticulosas habían establecido aproxi-
evidente para esa época, entre esta "ciencia" reservada a una é lite muy
madamente un fenómeno de transferencia (todavía muy alejado de la transfe- reducida, y los misterios de siernpre de la madre naturaleza. Los hallaz-
rencia freudiana): con ocasión de la aplicación de metales, e n el momento en gos y descubrimientos brotan por todos lados: "Nunca habían apareci-
que la sensibi lidad regresaba en unas zonas aneslesiadas, la anestesia parecía do tantos sistemas, tantas teorías sobre el universo como durante los
desplazarse, simétricamente, hacia la pa11e sana del cuerpo. ¿Se despe11aba una
últimos años'', se lee en e l Journal de Physique [Diario de Ffoca ] ele
mano derecha? Resultaba que a veces la mano izquierda se dormía. Bizarra y
extraña, pero con Pauli ne germinó Ja idea de conlraer Ja parte sana simélrica diciembre ele 1781. Darnton, más claramente todavía:
para ver si, por casualidad, la contractura presente en el síntoma no cedería así.
Ahora bien, en la lista de los medios puestos en operación para provocar la Un vistazo a los periódicos cicn1ífi cos de la época revela la profusión de
contractura en la paite sana figura, novena experiencia de una serie que incluía las cosmologías populan:s . Un hombre prelende expl icar el secreto de la
once: la hipnosis. Entonces, es en un procedimiento altamente experimental - vicia por una " fuerza vegelaliva" vilalista, otro anuncia un nuevo 1ipo de
diríamos gustosamente hoy: un protocolo- que Ja hipnosis hace su apa1ición en astronomía inmóvil; declara que ha descubierto "la clave de tocias las
ese templo de la cientifi cidad que pretendía ser en esa época e l serv icio de ciencias que los cspírilus más sul il es de 1odas las naciones buscan en
Charco!. La equivalencia de sus efectos comparados con los de los procedimien- vano desde hace lanto 1iempo". Un tercero llena el vacíe de Newton con
tos más pesadamente técnicos Ja coloca en un pie de igualdad con ellos.
158 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 159

un "agente universal" que mantiene al cosmos; un cua1to echa por tierra Nuevamente el Journal de Bruxelles (del 29 de mayo de 1784, esta
al "ídolo" del peso explicando que Newton lo entendió al revés (en reali-
dad es e l sol el que rechaza a los planetas); según un quinto, una versión
vez):
"animal " electrificada del éter de Newton circula a través de nuestro cuer-
po, determinando el color de nuestra piel. Los descubrimientos increíbles que se multiplican desde hace diez años
[... ] los fenómenos de la electricidad profundizados, las transformaciones
de los elementos, los aires descompuestos y conocidos, los rayos del sol
Concebimos que, en semejante escenario, la teoría del magnetismo condensados, e l aire que la audacia humana osa recorrer, mil fenómenos
animal haya atraído la atención, en vista del personaje que la profesaba, más, en fin , han extendido prodigiosamente la esfera de nuestros conoci-
la multitud de enfermos que se apresuró muy pronto para beneficiarse mientos. ¿Quién sabe hasta dónde podemos ir? ¿Qué mo1tal se atrevería
con sus curas, y al mismo tiempo que haya entrado tan bien en concor- a predecir los límites del espíritu humano ?17
dancia con el ambiente de la época. Incluso el costado "maravilloso"
de ciertas curas iba a la par con lo que llamó quizás con más fuerza la En un ambiente como éste, no falta la humorada. E l 8 de diciembre de
atención de los espíritus, y cuyo equivalente contemporáneo tendremos 1783, el Journal de Paris anuncia la invención de los "zapatos elásti-
probablemente con los primeros pasos sobre la luna en 1969: el hom- cos" que, basándose en el arte de hacer rebotar piedras sobre la super-
bre conquista el cielo con los primeros viajes en globo. El 4 de junio de ficie de un lago, permitía caminar sobre el agua. Su inventor, un reloje-
l 783, los hermanos Montgolfier, en Annonay, el 15 de octubre, Pi Iiitre ro, se compromete a atravesar el Sena e l 1ºde enero de 1784, equipado
de Rozier en Metz; pronto, desconocidos aquí y all á se elevan en sus con ese par de zapatos, si una suscripción de 200 luises lo espera bajo
globos, y reina el entusiasmo. Por ejemplo, esto es lo que dice el Journal uno de los arcos del Puente Nuevo. En una semana el periódico reúne 3
de Bruxelles el 31 de enero de 1784: 243 libras (casi el monto demandado, 1 luis= 24 libras). La Fayette se
encuentra entre los suscriptores; el engaño no es descubierto hasta fines
Es imposible tr"'nsmitir este movimiento ; las mujeres lloran; todo el pue- de diciembre, y las sumas son donadas a obras de caridad . Y a comien-
blo alza las manos al cielo y guarda un profundo silenc io; los viajeros, co n zos de febrero, el mismo diario promete revelar una técnica nueva que
el cuerpo fuera de la ca nastilla, sa ludan y dan gritos de gozo. Los segui- permite ver por la noche, uniendo en una misma cofradía a "los
mos con los ojos, los llamamos co mo si pudieran escuchar, y e l sentimien-
to de espanto es sucedido por el de la admiración; no se dec ía más que
nictálopes, los hidrófobos, los sonámbulos y los zahoríes". Las buenas
" ¡Dios, qu6 bello'" 16 mentalidades se quejan de esta situación; 38 ya prácticamente no se los
escucha.
Un día de ese mismo año, un globo llevado por el viento aterrizó en Este es entonces el clima en el cual surge y evo lu ciona la cubeta
unos campos; los campesinos que llegaron interrogaron, amenazantes: mesmeriana. En la posición del benefactor de la humanidad -veremos
"¿Son ustedes hombres o dioses?" Las elegantes ya no portan más que pronto hasta qué punto no podemos reducirla a una simple "postura"
"sombreros globo", los niños comen "caramelos de balón", los poetas para aprovecharse- Mesmer cura a ricos y pobres por igual. Hombre
locales ya sólo componen "odas al globo", y unos ingenieros más o del Antiguo Régimen, sabe respetar las órdenes: su portero alemán, que
menos ingeniosos escriben "una multitud de tratados sobre la construc- es también su hombre de confianza (¡una vez más los idiomas!) anuncia
ción y la dirección de los globos, con la esperanza de obtener uno de los las llegadas a la residencia de Coigny, en la calle del Coq-Héron, emi-
premios otorgados por la Academia de Ciencias". Un testimonio de la tiendo tres silbidos diferentes dependiendo de la posición social del
violencia de las emociones en juego: en Nantes, alrededor de cien mil cliente. Y cuando las cuatro cubetas (tres más bien selectas, bastante
personas asisten a la partida del globo Le Sujfrein; algunas mujeres se caras, una más popular y menos costosa 39 ) ya no sean suficientes,
desmayan, otras más se echan a llorar, "todo el mundo se encontraba en
una agitación inexpresable". En Burdeos, tras la anulación de un vuelo,
la multitud furibunda mata a dos hombres y destruye el globo y la taqui- 37. lbid. , pág. 33 .
38. "Ya no se tiene por la literatura más que una fría estima que roza la indiferen
lla. Una vez franqueada la barrera de siempre que unía al hombre a la
cia, mientras que las ciencias excitan un entusiasmo universal. La física, la
superficie de la Tierra, las perspectivas de progreso parecen ilimitadas. química, la historia natural se han vuelto pasiones." Extracto de un a1tículo
publicado en Année Lifféraire, en 1785.
39. Pero las cuatro le dan a Mesmer alrededor de 300 luises por mes, lo cual es una
36. Citado por R. Darnton, La fin des Lamieres, op. cit., págs. 31-32. suma más que atractiva.
160 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 161

Mesmer, conciente de su capacidad para dirigir sobre lo que é l quiera la una pensión vitalicia de 20 000 libras, y otra de 1O000 libras por año si
materia magnética, irá a magnetizar un árbol de los Bulevares, al que abre una clínica y acepta la vigilancia de tres "pupilos" de l gobierno.
vendrán a pegarse los menos afortunados, con la esperanza de una cura, Descontento con lo que se le propone, Mesmer pide tierras, un casti llo.
a pesar de exponerse así a las burlas de los pasantes ... El conjunto parece extravagante, y el arreglo no se concluye. Mesmer
le escribe entonces directamente a la reina su negativa, y parte hacia
Spa, como había anunciado, pero solamente para descansar un poco.
Ill. 3. 2. Reveses y éxitos parisienses De all í regresó muy rápidamente cuando se enteró de la segunda conde-
na que afectaba en ese mome nto a Deslon (con la tercera, ese mismo
Des Ion debía ser borrado ele la li sta ele los doctores regentes ele la facul -
Dos hechos retienen la atención en cuanto al periodo parisiense de
tad) . Mesmer rec uperó entonces su clientela, que no so ltaba presa, y
Mesmer. El primero, e l mejor conocido, se refiere a sus relaciones con
luego se fue nuevamente por unas semanas ele vacac iones a Spa, en
las diferentes sociedades eruditas y médicas de París. En una palabra:
julio de 1782, con dos de sus enfermos, y no de los menos importantes:
todas lo despreciaron - la Academia de las Ciencias, La Sociedad Real
el abogado Nicolas Bergasse y el banquero Guillaume Kornmann . A
de Medicina, la Facu ltad de Medicina de París-, e incluso si, indivi-
los tres se les oc urrió entonces la idea de crear una "Sociedad" sobre la
dualmente, algunos de sus miembros se hicieron curar por él, ningún
cual vale la pena dirigir una mirada atenta.
inicio, ni siquiera tímido, de reconocimiento oficial ll egó. El segundo
es mucho menos estudiado, y equivale a anotar una especie de perma- La "Soc iedad ele la armonía universal" hizo fluir mucha tinta, entre
nente desdoblamiento del personaje. Del mismo modo que ninguno de otras cosas, porque, bajo la presión de Mesmer (y contra la opini ón ele
sus escritos provino plenamente de su mano , la condena que azotó al Bergasse), también fue llamada "Logia", lo cual arrastró a muchas per-
magnetismo animal cayó primero sobre otro: el doctor Deslon, médico sonas a confundirla con la francmasonería. Es seg uro que Mesmer era
personal del conde de Arto is. Adepto de las tesis de Mesmer casi desde francmasón, ya desde Viena. En cambio, nunca formó parte del Gran
la llegada de este último a París, él mismo montó un consultorio en el Oriente de Francia, y algunos estudios de la francmasonería parisiense
cual magnetizaba a toda máquina, y fue a él, miembro de la Facultad, a ele los años 1780 muestran que, si bien ciertos masones fueron recepti-
quien esa misma Facultad persiguió primero; lo amenazó varias veces vos a las ideas mesmerianas, otros permanecieron clubitativos. 40 La si-
(el primer voto de censura de la Facultad llegó el 18 de septiembre de tuación era más confusa en provincia, donde las élites, menos num ero-
1780), y luego lo excluyó de manera al parecer bastante ignominiosa, sas, se mezclaban más fácilmente.
de tal modo que Deslon y los mesmerianos no tuvieron ninguna dificul-
¿Qué era esta sociedad? Ante todo, una réplica al hecho de que el
tad para mostrar lu ego que eran objeto de "golpes bajos" por parte de
Estado francés, en la persona del Conde de Maurepas, no supo hacer
personas encumbradas que se negaban cobardemente a discutir con
que Mesmer y su descubrimiento permanecieran en Francia. Allí donde
ellos. La práctica de Deslon fue e l prisma a través del cual la de Mesmer
el gobierno falló, una reunión de particulares va a intervenir para rete-
fue estudiada por las dos comisiones que pronto veremos en acc ión, así
ner a Mesmer, entregando cada uno 100 luises. La afluencia, pronto
como la plum a de Nicolas Bergasse (y de algunos más) le dio voz a lo
considerable, de miembros, tanto en París como en provincia, dota ri-
que, del mismo Mesmer, llegaba hasta el público, un públ ico encantado
camente a esta sociedad, que le vierte lo esencial de sus recursos di-
de ser colocado como juez en el enfrentamiento con las autoridades
rectamente a Mesmer. De acuerdo con información ciada por R. Darnton,
eruditas.
que las lee en lo escrito por e l tesorero de la Sociedad ele la armonía, en
La Corte se conmocionó con estas disputas, sobre todo cuando Mesmer junio ele 1785, Mesmer se pasea en una elegante carroza y posee 343,764
declaró que, cansado de esas luchas agotadoras y estériles, pensaba libras. Tenemos otras cifras más para 1789; la Sociedad parisiense cuenta
retirarse en Bélgica, e n Spa. Sus más ilustres clientes recurrieron a la
reina María Antonieta, quien le rogó al ministro y Conde de M aurepas
que negociara con el inventor de la cubeta a fin de que aceptara residir
40. Sobre esta cuest ión delicada y controvertida, podemos referirnos al capítulo
en París, para continuar prodigándole sus cuidados. Maurepas era en- muy documentado que ofrece R. Amadou, "Harmonie uni verselle et Franc-
tonces un hombre muy anciano; nacido en 1701, había de morir ese ma<;:onerie" ["Armonía universal y Francmasonería"], in F. A. Mesmer, Le
año. En Marzo y abri l de 1781, recibe a Mesmer, a quien le propone ma¡;nétisme... , op. cit., págs. 360-399.
162 Anatomía de la tercera persona La perlenencia a sí mismo 163

con cuatrocientos treinta miembros, y otras numerosas sociedades, idén- extraordinarias como el mesmerismo. Merece finalmente la atención del
ticas y estatutariamente independientes, existen también en Estrasburgo, gobierno. 41
Lyon, Burdeos, Montpellier, Nantes , Bayona, Grenoble, Dijon, Marse-
lla, Castres, etc. Las dos comisiones realizan perfectamente su trabajo, 42 y entregan sus
conclusiones ya en el mes de agosto ele 1784. Son simples y se resumen
Se trata también de proteger la pureza doctrinal del mesmerismo. Por- en lo siguiente: el magnetismo animal no existe. La comisión de la
que la creación de la Sociedad se inscribe tanto en el corazón de las Sociedad Real, que sólo tuvo trato con Deslon y su clientela, multiplica
disputas entre Mesmer y Deslon, como frente a las amenazas constitui- los experimentos que hoy se llamarían "a doble ciegas": la mayoría
das por las dos comisiones reales. Tras una primera ruptura entre los muestra que los pacientes no consiguen diferenciar los instrumentos
dos hombres , iniciada por Deslon (quien le reprochaba a Mesmer que "magnetizados" de los otros. He aquí sus conclusiones:
no le comunicara todos sus secretos), frente a sus enemigos comunes de
la Facultad, hicieron las paces en 1783, para separarse nuevamente al Por consiguiente, pensamos:
final de ese año, por las mismas razones. Bergasse decidió entonces 1) que la teoría del 11w¡;netis1110 animal es un sistema completamente
proteger a Mesmer y su descubrimiento de eventuales "cismáticos" fu- desprovisto de pruebas.
turos, y una de las funciones centrales de la Sociedad fue claramente la 2) Que ese supuesto medio para curar, reducido a la irritación de las
regiones sensibles a la imitación y a los efectos de la imaginación. es al
de garantizarle a Mesmer un control completo sobre lo que circulaba menos inútil para aquéllos en los cuales no se producen a continuación
bajo el nombre de "magnetismo animal". evacuaciones ni convulsiones [... ]
3) Que es dañino para aquellos en quienes provoca los efectos que se han
No sé fechar con precisión las diferentes etapas de la constitución ele la llamado impropiamente crisis [ ... ]
Sociedad. Si bien la idea de crearla surgió claramente en Spa e njulio de 4) Que los tratamientos reali zados en público por los procedimientos del
1782, alrededor del trío Mesmer-Bergasse-Kornmann, los "Reg lamen- ma¡;netismo animal agregan a todos los inconvenientes indicados más
tos de las sociedades ele la armonía universal " no fueron votados en arriba el de exponer a un gran número de personas bien constituidas por
otra parte a contraer un hábito espasmódico y convulsivo, que puede vol-
asamblea general hasta el 12 de mayo de 1785, en un momento en que
verse la fuente de los mayores males.
las dos comisiones nombradas por el rey ya habían presentado su opi- 5) Que estas conclusiones deben extenderse a todo lo que se presenta en
nión negativa. este momento al público bajo la denominación de m11¡.;neti.rnw animal ...
París, dieciséis de agosto de mi 1 setecientos ochenta y cuatro:
¿Por qué dos comisiones? Sin que el trabajo de cada una haya sido Poissonier, Caille, Mauduyt, Audry 43
fundamentalmente diferente, está permitido conjeturar que la que fue
creada en el seno de la Sociedad Real de Medicina respondía en gran La comisión nombrada directamente por el rey, ya no por instigación
parte a las preocupaciones profesionales de los médicos, que veían desde de los médicos, sino ele la policía, reúne por su parte los nombres más
el inicio con muy malos ojos el éxito público siempre creciente de prestigiosos, empezando por Benjamin Franklin, quien en esa época
Mesmer, éxito que se apoyaba sobre unos principios capaces de tirar estaba en París, aureolado por su gloria de erudito, así como Lavoisier,
por tierra todo el edificio de la medicina erudita, mientras que la comi- modelo de probidad científica, quien ya había hecho a un lado el tlogisto,
sión creada directamente por el rey, compuesta por los nombres más
prestigiosos, remitía, por su parte, a preocupaciones más policiales,
desencadenadas por el impacto del mesmerismo sobre la población de
París. En la primavera de 1784, el Journal de Bruxe/les (i una vez más!) 41. R. Darnton, Le mesmérisme ... , op. cit., pág. 64.
se pregunta "si el mesmerismo será pronto la única medicina univer- 42. Para un informe detallado de los métodos puestos en práctica por las dos
sal"; la policía de París, por su lado, redactó un reporte secreto que comisiones, podremos leer el primer capítulo del libro de Léon Chertok e
indicaba que algunos mesmeristas "barnizan sus discursos pseudo-c ien- Isabelle Stengers, Le coeur et la rai.wm, L'hypnose en question, de Lavoisier
ii Lacan [El corazón y la razón, La hipnosis cuestionada, de Lavoisier a
tíficos con ideas políticas radicales"; y finalmente, el autor de los Lacan], París, Payot, 1989, págs. 15-37. Debido creíblemente a la pluma de l.
Mémoires secrets [Informes secretos], escribe, el 24 de abril de 1784: Stengers, este texto pone a la vista los problemas epistémológicos vinculados,
todavía hoy, con una justa apreciación racional de los hechos imputados al
Jamás la tumba de Saint Médard atrajo a tanta gente ni obró cosas tan magnetismo animal.
43. F. A. Mesmer, Le magnétisme ... , op. cit., pág. 277.
164 Anato111ía de la tercera persona La perlenencia a sí mis1110 165

expuesto su teoría de los ác idos, y mostrado, e l año anterior, la compo- Además, la comisión nombrada por el rey produjo dos informes : uno,
sic ió n del agua: hidrógeno y oxígeno. A otros científicos como Le Roi, muy oficial, publicado ele inmed iato; el otro, secreto, redactado por
Bailly y de Bory, se agregaban méd icos de la Facultad: d' Arcet, Sallin, uno de los miembros , Bailly, y vuelto público solamente en .. . i 1824'
Maj ault, e inclu so aq uél a quien los años revolucionarios volverían más ¿Qué es lo que só lo su majestad Luis XVI debía saber? Sería necesari o
célebre, antes ele que pereciera a su vez baj o el filo del in strum ento que citarlo todo aquí, porque la "prudencia" ele los com ision ados los obliga
le debía s u nombre: el Dr. Gui llotin. 44 El 11 de agosto, unos días antes a tomar caminos diagonales para denunciar e l costado sexual de las
que la otra co mi sión, dan sus conclusiones, inmediatamente publicadas prácticas mesmeri anas.
(i 12 000 ej emplares!) por la imprenta rea l. Todo e l mundo se los arre-
bata en París , donde la polémica arrasa, pues los mesmeristas re plican Esta organi zació n ~sc ribe n- hace entender por qué las mujeres tienen
crisis más frecuentes, más largas, más vio le ntas que Jos hombres, y e l
inmed iatame nte por medio de libelos e n los que denuncian esa brutal mayor número de sus crisis es debido a su se nsib ilidad de nerv ios. Hay
coalic ión de las autoridades científicas y del poder político, apa rente- al gunas que pertenecen a una causa oculta, pero natural , a una causa cier-
mente ansiosas ele amordazar, en nombre ele la ciencia y ele la salud ta de las e mociones a las que todas las mujeres son más o menos suscep-
pública, un saber con respecto al cual dan pruebas de una sordera a toda tibles y que, por una influencia lejana , a l acumu lar esas e moc io nes. lle-
vá ndolas al más alto grado, puede contribuir a producir un estado convul -
prueba . ¿Cómo creer que tantas curas (a lo largo el e los años, e l número
sivo, que se confunde co n las otras cri sis; esta causa es el dominio que Ja
ele "curados" dispuestos a ciar testimonio se volvía impres io nante) ha- Naturaleza le ha dado a un sexo sobn: el otro para atraerlo y e mocio narlo.
yan podido ser sólo producto ele la " imaginación"? Son sie mpre los ho mbres los que magneti zan a las mujcresM' 1... 1

En e l confli cto, de repente cri spado, las fu erzas presentes se vuelven


claras : por e l lacio ele qui enes condenan sin discusión se encuentran al Los comisionados insi sten larga mente sobre las particularidades de l
m.ismo tiempo los representantes más e minentes ele la c ie ncia de l mo- tratam ie nto para apoyar s u co nvi cc ió n res pecto de la natural eza
mento, y la c ima absoluta ele la pirámide social: e l rey y sus poderes orgásmica ele las crisis:
reg ios (la Bastilla todavía ancl a por allí, y las lettres de cachet* siguen
e l rostro se encien de grad ualment e, los ojos se vuelven ardientes, y es
I_ . . . ]
siendo práctica comú n). De l lacio del magnetismo an im al se ap iña, por la seña l con Ja cua l la Naturaleza anuncia e l deseo. Se ve que Ja mujer baja
e l contrario, tocia una multitud abigarrada: nobles ele alto rango (La la cabeza, se lleva la mano a Ja frente y a los oj os para c ubrirl os; el pudor
Fayette se e ncuentra entre ellos), gra n burguesía liberal y comercial habitual vela sin saberl o y Je inspira el cu idado de oc ultarse. Mientras
(algunos parlamentarios so n clientes regulares de Mes mer), hombres tanto, Ja cri sis co ntinúa y los ojos se en turbian: es un signo ineq uív oco del
ele letras reco nocidos y eruditos e n ciernes, gente común ele París, po- desorden total de los sentidos. Ese desorden puede no ser percibido en
absoluto por aq uélla que lo ex perimenta, pero no ha escapado a la mirada
bres y pordioseros en espera ele cura , tocios mantienen hac ia e l mag ne- observadora de Jos méd icos. C uando ese signo se ha manifestado, los
tismo animal esa fe fo rta lec ida por la adversidad. ¿Los poderosos re- párpados se vuelven húmedos, la respiració n es rápida, e ntrcco11ada; el
chazan con altivez lo que todos estos, e n su diversidad, acogen con los pecho sube y baja rápidamente; se establecen las convulsiones, así como
brazos abiertos? ¡P ues no importa! La dimensión política, hasta ese los movimientos precipitados y bruscos de los mie mbros o del cuerpo
completo. En las mujeres vivaces y sensibks en e l grado mayor, el té rmi -
momento ape nas audible en la ola del magnetismo animal, se hincha y no de Ja más suave de las e mociones es con frecuencia una conv ul sión . A
se excava un sitio casi de un solo golpe, y contra el Goliat real y c ien- este estado se suceden la languidez, e l abatimiento, una especie de ador-
tífico, el mesmerismo adopta e l aspecto de un David revoltoso. 45 mecimiento de los sentidos, que constituye un reposo necesario tras una
fue1te agitación. 47

44. De hecho, fue un mecánico alemán, un tal Sch rnitd, quien "inventó" Ja g uillo-
tina . Pero e l Dr. G uill otin había sido el primero e n reclamar, sig uiendo la
d irección de la abolición de los privilegios, que se aplicara una misma pena de
superiores eclesiásticos de Hervier, sino también a los cuerpos científicos es-
111ue11e , con absoluta igualdad rep ublicana, a aquéllas y aquéllos que la mere-
tablecidos e incluso al gobierno ." R. Darnton, Le mesmérisme ... , op. cit., pág.
cieran: la decapitación. Y por eso se le dio su nombre al objeto.
63. l-lervier, cura y partidario de Mesmer en Burdeos, hab ía sido llamado al
* Lelfre de Cachet: Cm1a co n sell o del rey que contenía una orden de prisión o
exi lio si n juicio previo. [N. de T.] orden por sus superiores.
45 . "V isto a través de la lite ratura polémica que lo vuelve protagonista, [el 46. R. Darnton, Le mesmérisme . . , op. cit., pág. 279.
mesmerismo] aparece corno un desafío a la autoridad - no so lamente a los 47. lbid.
166 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 167

Señores:
La conclusión de los comisionados es entonces de una perfecta clari-
Al hacer a una sociedad de hombres recomendables deposilaria de mi
dad: "el tratamiento magnético no puede más que ser peligroso para las descubrimiento, no solamenle escogí el asilo más seguro para la verdad,
costumbres." El Dr. Deslon, interrogado directamente sobre el punto sino que, al asociarlo·s a mis lrabajos, me atrevía a creer lambién, Seño-
de saber si "cuando una mujer es magnetizada y está en crisis, no sería res, que, persuadidos por vueslra propia experiencia tanto de la utilidad
fácil abusar de ella", responde afirmativamente, pero pretexta que las como de la verdad de la doctrina del magnetismo, vosotros os ocupa-
ríais un día de conservarla y de transmitirla en toda su pureza, de perfec-
crisis, la mayoría de las veces, tienen lugar ante los ojos del público. cionar su instrucción, de darle el desarrollo filosófico del que es suscep-
Los comisionados opinan, pero hacen prevalecer el sentido común: "Las liblc, y de propagar sus prácticas útiles para los hombres: tales han sido
oportunidades renacen todos los días, en todo momento [... ] ¿Quién siempre mis deseos; tales son los que leo en vuestros espíritus y en vues-
puede garantizar que será siempre dueño de no querer?" Y entonces se tros corazones .
sospecha en alto grado del magnetismo animal no sólo de ir contra la
probidad científica, no sólo de constituir una amenaza para la salud Al término de 71 artículos repartidos en cuatro capítulos, Mesmer tiene
pública, sino de encontrar su principio activo en el corazón mismo de la garantizada una "presidencia perpetua" que no podrá ser cuestionada
sexualidad. Y no se trata aquí de pullas pícaras, como el ingenio con nada (incluso está previsto en el artículo XI que ese título de presi-
parisiense había sabido forjar desde los primeros días del mesmerismo, dente perpetuo "nunca será otorgado después de él a ninguno de los
sino de un informe secreto destinado al rey, y proveniente de las más miembros de las Sociedades de la armonía") . Aparte de eso, el funcio-
altas autoridades científicas de la época. namiento es muy igualitario, y casi democrático; todas las publicacio-
nes impresas con el sufragio de la Sociedad llevarán la divisa: "A la
A partir del verano de 1784, el rechazo oficial es entonces pleno y humanidad" al lado del nombre del autor, como prueba del asentimien-
completo. Hasta ese momento, a pesar de los médicos, casi en su tota- to de la citada sociedad. Se adivina en ella también una inspiración
lidad violentamente opuestos al magnetismo (salvo si ellos mismos eran netamente anticentralista: "La Sociedad de Francia [debe escucharse:
magnetizadores, como Deslon), la autoridad prácticamente no había la Sociedad de París] no tendrá ninguna autoridad sobre las Sociedades
reaccionado, y Mesmer podía por lo tanto resguardarse detrás de algu- establecidas en las Provincias." Es esto algo bastante extraño política-
nos de sus ilustres clientes, para gozar de una protección al mismo mente en la Francia de esa época, que sólo se comprende bien con
tiempo vaga y suficiente. El asunto venía acompañado, por otra parte, relación a la teoría del fluido general.
con una dimensión política clásica en el París y la Francia de esa época,
en vista de que los Parlamentos consideraban su deber (¡y su malicioso Terminaré con las Sociedades dando in extenso la fórmula del compro-
placer!) oponerse a las iniciativas profesionales de las Sociedades mé- miso preliminar que debía leer en voz alta el solicitante antes de firmar
dicas, preocupados por encarnar el polo "liberal" frente al personal su inscripción:
real. Este equilibrio nebuloso, que le convenía perfectamente a Mesmer,
se encontró seriamente dañado cuando el poder del rey, casi indiscuti- Creo que existe un principio increado, Dios. Que ese Ser supremo creó la
materia indiferente de sí al movimiento y al reposo, 4 " por un acto único de
ble en esas materias, se pronunció negativamente. Continuar apoyando su pensamiento, que por el mismo acto le imprimió el movimiento que
al magnetismo ciertamente no implicaba que se partiera al monte o que forma, desarrolla y conserva a lodos los cuerpos. Que, a través de un
se corriera el riesgo de acabar en la Bastilla, pero sí al menos que uno medio que sólo puede ser un fluido muy sutil, existe entre todos los cuer-
se separara, de una u otra manera, de ese consenso comunitario consti- pos que se mueven en el espacio una acción recíproca, la más profunda y
tuido por las opiniones del rey. Y ahora es tiempo de regresar a las las más general de todas las acciones de la naturaleza; que esta acción
constituye la influencia o el magnetismo universal de todos los seres entre
Sociedades de la armonía que, durante esos mismos meses, estaban ellos. Que el Ser supremo, al crear al hombre, lo dotó·con un alma espiri-
formándose, y que parecían las únicas aptas para hacer contrapeso a tual e inmo1tal, le dio el poder de modificar el fluido que penetra a todos
semejante presión del poder.
Los reglamentos (votados menos de un año después de. las dos conde-
nas, el 12 de mayo de 1785) son extremadamente minuciosos. En ellos
48. Declaración resueltamente favorable a una física moderna, tanto contra el
se siente más que en cualquier otro lado la mano del abogado Nicolas
aristotelismo como contra las "fuerzas ocultas". Tan sólo con ese detalle, el
Bergasse, que hace decir en preámbulo a Mesmer: solicitante se ubicaba del lado del Iluminismo.
168 Anatomía de la tercera persona
La pertenencia a sí mismo 169

los cuerpos, por un aclo de s u volunlad, porque e l a lma unida a l cuerpo no


Esta mu ltiplicación ele los "alumnos" transformará en poco tiempo el
puede recib ir o dar percepc iones a olra a lma m;ís que por Ja acción sobre
la maleria, vehículo de !odas nueslras se nsaciones. Convencido de eslas rostro del mesmerismo, y lo alejará mucho ele lo que había querido
verdades y del poder, d;1do por Dios al hombre, de actuar sobre s u seme- hacer ele él su fundador. En el crisol ele cada sociedad, el sincretismo
janle, de acuerdo con la ley universal que todo lo ri ge, para su ulilidad, tiene el campo mucho más libre que en la estricta proximidad ele Mesmer,
prometo y me cornpro111e10, con mi palabra de honor, a nunca hacer uso y se establecen alianzas casi ele inmediato con movimientos
del poder y de los medios que me scr;ín conf'iados para ejercer el magne-
lismo anima l rn:ís q ue con la 1ínica mira de ser úlil a Jos hombres, de espiritualistas diversos: los mesmeristas ele Estrasburgo con la socie-
aliviar a la humanidad sufricnle; y rechazando lejos de mí cualquier vi- dad sweclenborgiana ele Estocolmo, los rosacruces aquí, los cabalistas
sión de amor propio y de vana c uriosidad, prometo no acluar nunca más y los teósofos acá, los masones por tocias partes. Lo u is Claucle ele Saint-
que con miras a hacer un bien al individuo que me otorgue su co nfian za, Martin, miembro ele la Sociedad ele la armonía ele París desde e l 4 ele
y estar para siempre unido de corazón y de vo luntad a la sociedad bienhe-
chora que me recibe en su seno. febrero ele 1784, se opone cada vez más claramente al "materia li smo"
de Mesmer, y lleva al conjunto del movimiento hacia un espiritualismo
(Después del juramc nl o, el Direclor y e l solici tan le se ponen e n contaclo, muy opuesto al espíritu del fundador, pero en profunda concordancia
de pie, con cierra alcclaeión, y e l Director besa !res veces seg uidas al con tocia una clientela ... Esta vasta deriva espiritualista - que dio, pa-
So li cilan lc en las mejillas y la boca. le eslrecha las manos con afeclo y le sando por todo el siglo XIX, una imagen tendenciosa del mesmerismo
dice : VAYA, TOQUE Y CURE.) inicial- engañó mucho, pues existe otra dimensión , política, sordamen-
te presente también en el mesmerismo desde su inicio parisiense, que
Los acentos hipocráticos son insistentes, y el teísmo general llega in- vale la pena interrogar. Proviene ele los dos hombres que fueron los
cluso hasta e l "/te" final ele la misa en latín. Es importante medir co- primeros pilares ele la Sociedad ele la armonía: Bergasse y Kornmann.
rrectamente el compromiso que adquirieron así varios centenares ele De acuerdo con un libreto harto c lásico, apenas hubieron ayudado a
individuos, quienes, tanto por sus pagos(¡ 100 luises por la inscrip- Mesmer a fundar con tocia legaliclacl la citada Sociedad, se encontraron
ción!) como a causa ele su interés por el magnetismo, formaban una expulsados defin itivamente ele ell a.
élite intelectual que la Revolución encontrará con frecuencia más que
disponible. Sobre tocio en las Provincias . Por un movimiento típica-
mente francés, tras el florecimiento parisiense, la provincia se encien-
de. Según R. Darnton, un corresponsal de la sociedad real ele medicina
Ill. 3. 3. Nicolas Bergasse: Mesmerismo y
ele Castres (donde se creó una Sociedad ele la armonía) escribe en 1785 agitación revolucionaria
que " incluso las cabezas más frías ele la ciudad no hablan más que de
mesmerismo". Lo mismo ocurrió en Besarn;:on, y en la mayoría de las No todo era rosa entre Bergasse y Mesmer ya desde hacía algún tiem-
graneles ciudades. Al comienzo ele 1786, Mesmer se lanza además en po. Como era hijo ele un rico comerciante ele Lyon, Nicolas Bergasse
una gira triunfa l a través ele sus diferentes Soc ieclacles.49 gozaba ele una renta considerable que le permitía consagrarse a las le-
tras y a la política. En París, era la "voz" ele Mesmer, y su "orador"
ofic ial en todas las reuniones de la Sociedad de París. Pero Bergasse
daba muestras ele ambiciones (y ele una cu ltura) políticas múy ajenas a
49. El momenlo e n que Mcs mcr cesa delinitivamenle de practicar la medic ina en Mesmer; pretendía entonces "amp li ar" la doctrina del maestro sobre
Francia no es conocido con mucha certidumbre. Elle nberger lo hace partir bases complejas, esencialmente in spiradas en Rousseau, lo cual conclu-
" probablemente a comienzos de 1785", lo cual parece falso, en vista de la
asamblea genera l del 12 de mayo y de la exclusión del grupo Bcrgasse inme-
diatamente después. Esta "g ira lriunfal " que Darnlon - uno de los mejor docu-
mentados en la materia- ubica "en la primavera de 1786, en las provincias del
sur", ¿fue acaso el ca nto del cisne? Lo cierto es que a partir de 1787, Mesme r París en 1802, donde, como indemnización de un dinero supuestamente per-
ya no está en París. Se fue de allí con su fo rtun a y sus papeles, dejándole su dido durante la Revolución, obtuvo una renta an ual de 3 000 florines. Se Je
importante cliente la al Señor de Lamotle, médico de l Duque de Orleans. An- propone que abra entonces un nuevo establecimiento de cura. Se niega y se
tes de establecerse en el pequeño pueblo de Meersbourg, al borde del lago de vuelve a ir. Cuando muere, el 5 de marzo de 1815 en Meersbourg, el
Constance, lleva a través de Europa una existencia de ocioso modesto, sin mesmerismo ha sido olvidado desde hace ya mucho tiempo. Sus vecinos igno-
tener ya casa propia en ningún lu gar. Se tienen huellas de un paso s uyo por ran a quién están enterrando.
170 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 171

jo a los dos hombres al borde de una primera ruptura a comienzos del banquero Kornmann), y compone lo que R. Darnton llama "la tenden-
verano de 1784. Las condenas de agosto reconstruyeron la unidad, pero cia radical del mesmerismo". Durante los años 1787-1789, constituyen
apenas se hubieron votado los estatutos, el conflicto se reinició con más uno de los núcleos más activos de la vida parisiense, antes de que la
fuerza, y sin que se sepa bien ni cuándo ni cómo, la fracción Bergasse onda expansiva, iniciada por la convocatoria de los Estados Generales
fue pura y simplemente expulsada de la Sociedad de la armonía. Debe se desencadenara y los hiciera dispersarse, pasado el 14 de julio de
hacer sido rápido -como mucho en los días mismos que siguieron al 12 1789. "La importante alianza de 1787-1788-escribe R. Darnton-entre
de mayo-, porque en junio de 1785, solamente un mes después de la consejeros extremistas como Duport y d'Éprémesnil, y panfletarios
votación de los estatutos, los excluidos intentaron convocar a una asam- radicales como Brissot y Carra comenzó a desarrollarse alrededor de
blea rival, y tuvieron que admitir entonces que "la mayoría de los miem- las cubetas de Mesmer", 53 para proseguir muy activamente con ocasión
bros [habían] permanecido fieles a Mesmer y que su propia organiza- de las reuniones en la residencia particular de Kornmann, donde Bergasse
º
ción había sido un fiasco" .5 Por supuesto, no dejaron de acusar a residía permanentemente.
Mesmer de haber traicionado la meta original del movimiento, o sea:
¿De qué se hizo entonces esa amalgama que trenzaba al magnetismo
"la lucha contra el despotismo de las academias" , que Bergasse y sus
animal con un acercamiento difuso a Rousseau? De esto da testimonio
amigos extendían sin vergüenza a la lucha contra el despotismo políti-
con gran fuerza lo que queda de la obra escrita de Nicolas Bergasse,
co.51 Adoptaron entonces la costumbre de reunirse en la residencia
quien profesó muy pronto un sistema donde las causalidades física y
particular de Guillaume Kornmann, donde, sin más preocupación por
moral se intercambiaban sin cesar, de acuerdo con un verdadero estri-
una ortodoxia mesmeriana, desarrollaron lo que ellos consideraban los
billo del tiempo. 54 De manera general, las leyes físicas eran considera-
aspectos sociales y políticos del magnetismo animal. 52
das como leyes normativas, con la naturaleza prescribiendo a la mate-
Nombres que la Revolución volverá famosos deben ubicarse en la lista ria lo que debía o no hacer. Ahora bien, según Mesmer -y muy necesa-
de los asiduos: La Fayette, como siempre, pero también Jacques-Pierre riamente, en vista de su concepción del fluido magnético- la enferme-
Brissot, futuro jefe de los girondinos (o brissotins), el ya célebre Jean- dad no es más que la ruptura de una armonía natural. Aquí tenemos ya
Paul Marat, Jean-Louis Carra, erudito y hombre de letras fracasado, con qué asociar cierto enfoque cercano a Rousseau, tanto menos exi-
enemigo jurado de todas las academias, d'Éprémesnil, consejero en el gente cuanto que los escritos poi íticos de Jean-Jacques todavía no eran,
Parlamento de París, una de las figuras de la oposición nobiliaria al rey en esos años de 1780, objeto de lecturas atentas, como lo serán a partir
antes de 1789, que será ejecutado por el Tribunal Revolucionario. Todo de los primeros años revolucionarios. Y Bergasse no oculta que descu-
ese mundillo discute, escribe, publica libelo tras libelo (a expensas del brió en el mesmerismo "una moral emanada de la física general del
mundo"; lo vemos así hablar de "magnetismo moral", e incluso de "elec-
tricidad moral". Quien dice fluido, en efecto, dice armonía natural, y
50. R. Darnton, Le mesm.érisme .. ., op. cit., pág. 74. por lo tanto conjunción de las fuerzas físicas y de las fuerzas morales,
51. A lo cual Mesmer les contestó de un modo de lo más claro: "¿Tendrán acaso tanto en la sociedad y en la política como en los individuos o los plane-
ustedes la orgullosa pretensión de crear una nueva lóg ica, una nueva moral, tas. En la época en que todavía oficiaba en el seno de la Sociedad de la
una nueva jurisprudencia?" (Leflre del 'auteurde la découverte du llL<.l!illétism.e armonía, Bergasse no titubeaba al decir por ejemplo que "el mesmerismo
animal [Carta del autor del descubrimiento del ma!inetisnw animal}, pág. 2,
suministra reglas simples para juzgar a las instituciones a las que nos
citado por R. Darnton, Le mesmérisme ... , op. cit., pág. 80.)
52. Esto es lo que dice al respecto Jacques-Pierre Brissot en su manifiesto
mesmerista Un m.ot a l'orei/le des académiciens de Pwú [Una.1· palabras al
oído de lo., académicos de Par(,}: "Bergasse no me ocultó que al erigirle un 53. R. Darnton, Le mesmérisme .. ., op. cit., pág. 92.
altar al magnetismo, sólo apuntaba a erigirle uno a la libertad. Ll egó el mo- 54. La figura de Jean-Louis Carra debería ser interrogada desde este ángu lo: ver-
mento - me decía- en que Francia necesita una revolución. Pero querer reali- dadero marginal, le negaron la entrada a todas las academias, probó la cárcel,
zarla abiertamente equivale a querer fracasar: es necesario, para triunfar, en- recorrió Europa. Muy pronto abrazó la causa mesmerista en tanto que causa
volverse de misterio; es necesario reunir a los hombres con el pretexto de revolucionaria, y desarrolló por su propia cuenta una teoría nebulosa donde
experimentos físicos , pero, verdaderamente, para echar abajo el despotismo. las leyes físicas (especialmente aquéllas empleadas por Jussieu) le servían
Fue con estas miras que formó, en la casa de Kornmann, donde vivía, una para explicar los fenómenos morales y políticos, todo sazonado con violentas
sociedad compuesta por hombres que anunciaban su gusto por las innovacio- diatribas dirigidas a los poderes establecidos. De este modo mezclaba en sus
nes políticas [... ]". R. Darnton, Le mesmérisme .. ., op. cit., pág. 81. diferentes escritos extremismo científico y extremismo político.
172 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 173

encontramos sujetos, principios seguros para constituir la legis lación sigue siendo partidario del rey, sueña con una constitución capaz de
que le conviene al hombre en todas las circunstancias dadas". 55 Y ya unir directamente al pueblo con su rey, sin casi nada más de esos cuer-
algunos oyentes, más sensibles a esta retórica que a las oscuridades del pos intermediarios cuyas caricaturas son la aristocracia y las diversas
propio Mesmer, no ocultaban que "preferirían bergassear a academias, verdaderos enquistamientos que se oponen a la armonía
mesmerizar". 56 general, apresurados como están por satisfacer ante todo sus propias
exigenc ias. Quizás su concepción del mundo no es más clara en ningú n
Esta amalgama físico-política só lo se apoya sobre la idea, la intuición
lugar como en esta pequeña frase, que R. Darnton extrae de su obra,
central de Mesmer: existe un fluido, un agente general, un éter magné-
Considérations sur le magnétisme animal [Consideraciones sobre el
tico que, por sí mismo, no es más que orden y armonía . En ese
magnetismo animal]:
maniqueísmo fundamental, e l mal está identificado estrictamente con
e l desorden, y el terapeuta mesmeriano no apunta más que a una cosa: El ho mbre del pueblo, el hombre que vive en los campos, c uando e nfer-
despejar el camino de una armonía perdida, y no crearla en su totalidad. ma, se cura más rápido y mejor que el hombre que vive en e l mundo.
De ahí a trasponer esto sobre la sociedad no hay más que un paso, que
Bergasse y sus amigos dan con la mayor. .. naturalidad. No dudaban en Pero en su Lettre d'un médecin {Carta de un médico}, es lo suficiente-
pensar que detentaban, con el fluido mesmeriano, la causa física capaz mente explícito como para que yo pueda cerrar, con esta cita, la li sta de
de dar sus fundamentos a las teorías sociales y políticas de Rousseau. sus palabras:
Así, Bergasse podía escribirle a su prometida, Perpétue du Petit-
Thouars:57 Si por casualidad el magnetismo animal existiera ... ¿qué revolución, yo le
pregunto, señor, no nos cabría esperar? C uando a nuestra ge neració n,
No es usted la primera en encontrarme algunas semejanzas co n su buen agotada por males de todo tipo y por los remedios inventados para liberarla
amigo Jean-Jacqucs. Sólo que existen algunos principios que é l no cono- de esos males, le suceda una generación intrépida, vigorosa, 59 que no
ció, y que lo hubieran vuelto menos desdichado. 58 conocería otras leyes para conservarse que las de la naturaleza, ¿en qué se
conve rtirían nuestros hábitos, nuestras artes, nuestras costumbres ... ? Una
organización más robusta nos llevaría de regreso hacia la independencia;
La sociedad, por su sistema complicado de impedimentos, de inhibi- y cuando, con otra constitución, necesit{m1mos otras costumbres, ¿có mo
ciones y de prohibiciones, se opone constantemente, desde esa pers- podríamos sopo1tar entonces el yugo de las instituciones que nos ri gen
pectiva, a una especie de libre circulación del fluido. Bergasse, quien hoy?

El tono sabía ser fuerte. Al comunicar de este modo una elemental


postura partidaria de Rousseau a un público más o menos culto, que
55. R. Darnton, Le mesmérisme ... , op. cit., pág. 121. Nos ex trañará menos que, continuaba viendo en el mesmerismo un saber positivo presa de Ja arro-
mucho más tarde, algunos psicoanalistas anduvieran por ahí profesando la ganc ia y de las exclusiones de los poderes establecidos, Bergasse, es-
existencia de un "nuevo víncu lo soc ial ", salido de su práctica del inconscien-
cribe R. Darnton, "[representó] quizás la barrera de propaganda radical
te. Allí donde Lacan apuntaba el su rgim iento de un vínculo inédito entre
analizante y analista, ¿cuá ntos se abismaron en esta brecha para ver en ello el más eficaz del periodo prerrevolucionario". De 1785 a 1788, la política
co mienzo de un a reestructuración del vínculo socia l mismo, corno dignos fue adquiriendo día con día más lugar en las discusiones y las publica-
émulos de Bergasse?
56. lbid., pág. 79.
57. Es opo1tuno darse cuenta, de cuando en cuando , de lo que perdimos también
con la Revolución Francesa: como esos nombres de Antiguo Régimen, que 59. Este tipo de argumentación ocupará un sitio central en la retórica revoluciona-
uno siempre se topa con emoción .. 1ia, agitada incesantemente por el tema de la "regeneración", del hombre fi -
58. R. Darnton, Le mesmérisme ... , op. cit., pág. 125. C uando fue e legido en la nalmente "regenerado" en una soc iedad civi l que habría regresado lo más
Asamblea Constituyente, Bergasse participó en los trabajos preparatorios de cerca que se pueda de una bienhechora "naturaleza''. C.fi: la obra de Antaine
una Constitución, y allí intentó hacer valer sus ideas, y su colega de entonces, de Baecque, Le corps de l'histoire [El cuerpo de la historia}, París, Calmann-
Bai lly, el mismo que había escrito e l informe secreto para el Rey condenando Lévy, 1993, y muy especialmente las páginas 165-195: "La régénération, corps
tan severamente al mesmerismo, escribió al respecto en sus Memorias: merveilleux ou corps dressé du nouvel homme révolutionnaire" ["La regene-
"Bergasse, para habl ar de la constitución y de los derechos del hombre nos ración, cuerpo maravilloso o cuerpo ergu ido del hombre nuevo revoluciona-
hacía remontarnos a los tiempos de la naturaleza en estado silvestre." rio"].
174 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 175

ciones del grupo Bergasse-Kornmann. Cuando, el 8 de agosto de 1788, //l. 4. 1. Bajo el pavimento: el fluido
el mismo día que se conocía la convocatoria de los Estados Generales,
Bergasse publicó un breve libelo exigiendo la destitución del ministro Con ella, y como se vuelve aparente con claridad en la prosa de Bergasse,
Brienne, tuvo antes la precaución de irse al extranjero. Una vez que el podíamos creer que teníamos el vínculo físico que unía al individuo con
ministro había caído, regresó como un héroe y participó activamente en su grupo social, y, además, conocíamos su principio fundamental: la
los Estados Generales en los que supo hacerse elegir. A partir de ese "armonía". Con o sin el trasfondo de los planteamientos ele Rousseau,
momento, la política reinaba como ama [maltresse] absoluta en la resi- ésta constituía, en efecto, la base del edificio mesmerista, puesto que
dencia Kornmann, como en otras partes. una de las implicaciones más inmediatas del magnetismo animal se
remitía a sostener que en su estado "natural" el fluido siempre se equi-
libra por sí mismo. ¿Acaso la experiencia común de ese fluido por
JI!. 4. La desigual división excelencia que es el agua no se encuentra allí para convencer de ello sin
más trámite? Si suprimimos los obstáculos que podrían presentarse, el
¿Por qué se interesó de ese modo el Estado francés en el mesmerismo? agua se ubica por sí misma en su nivel más bajo, quieta y calmada, lisa
Las primeras respuestas parecen bastante superficiales: si el poder, en y serena. De ahí, la medicina "expectante" de Mesmer, muy apreciada
la persona del conde de Maurepas, intentó comprar y alojar a Mesmer por sus enfermos, quienes, en buena parte de los casos, salían de las
y su descubrimiento, primero se trató de un movimiento cortesano, sin manos a veces mucho más brutales y arrogantes de la medicina erudita.
un peso político particular. La reina, a la que se supone frívola como la Un poco de magnesia calcinada en caso de secreción gástrica demasia-
mayoría de las reinas cuando no tienen el poder, fue la clave de esto, lo do ácida, limonada tártrica en el caso contrario, y aparte de eso, pases,
cual hace que uno se incline a tratar el asunto con ligereza y diversión. pases y más pases (algunos podían tener la apariencia de verdaderos
Por otro lado, en vista de que la policía misma acaba por advertir al rey masajes, y Mesmer, que hacía desaparecer de ese modo migrañas y
del barullo parisiense ocasionado por el mesmerismo, podemos com- neuralgias, adoptó a veces con ellos la apariencia de un precursor de la
prender que el rey se asegurara, a través de sus más autorizados conse- osteopatía moderna).
jeros científicos y médicos, de la calidad del producto del que depen- El fluido está en todos lados. Decide sobre todo. Más aún: le está per-
dían la salud y el bienestar de sus súbditos. La evolución de conjunto de mitido al hombre advertido influir sobre sus flujos , modificar sus tra-
la medicina francesa en el siglo XVIII (sus intereses por la epidemiología yectorias y de ese modo aflojar los nudos y otros atascamientos que la
y la higiene pública, entre otras cosas) iba en ese sentido, y el entusias- enfermedad (¿la sociedad?) urde aquí y allá. Este poder demiúrgico,
mo popular alrededor del mesmerismo podría haber hecho lo demás. con todo, no es absoluto: el más poderoso de los magnetizadores, el
Quisiera, sin embargo, agregar a estas explicaciones un argumento más propio Mesmer en su época, confiesa que un hombre de cada diez esca-
específico: el mesmerismo no solamente fue un objeto de interés para pa de su acción, e incluso a veces la arruina con su sola presencia. Esto
el poder porque movilizara a las multitudes, porque representara un peli- no tiene nada que envidiarle a la más exquisita de las modestias cientí-
gro al menos potencial para la moral y para las costumbres, sino a causa ficas, y parece prevenir cualquier sospecha de un delirio cosmológico.
de su postulado central que todo el mundo podía escuchar sin ser miem-
bro de las Sociedades de la armonía o partidario aplicado de Mesmer: En este nuevo orden físico-político-moral que se perfila con la posible
existe un fluido universal a través del cual se determina tanto el destino ex istencia del fluido mesmeriano, la religión se encuentra relegada, y
de los individuos como el de las sociedades, tanto el comportamiento de Dios se ve reducido, como ya Io ·vimos, al pasar, con la declaración de
los hombres como el de los planetas, por no hablar de las realezas en cada candidato de las Sociedades de la armonía, al "gran relojero" con
peligro. Se trataba de una hipótesis tan fuerte que no podía ser apartada que se contentaba la racionalidad de las Luces. El vínculo social, que
más que por los científicos, pero no tan fácil de rechazar sólo en nombre constituirá una buena parte del vértigo revolucionario, se encuentra,
de la razón, puesto que parecía "salvar" numerosos fenómenos. por el contrario, completamente inmerso en ese fluido. "Si el magnetis-
mo animal existiera ... ", como escribía Bergasse de manera bastante
amenazante a fin de cuentas, entonces sí, lafísica del nuevo vínculo
social podía pasar por ser tangible, y quien tuviera las claves de esos
176 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 177

flujos se impondría con un solo movimiento, como un médico para los largo de las décadas anteriores, que estalla repentinamente para afirmar
cuerpos, un director para las almas y un reformador para la sociedad. Por un verdadero atomismo del cuerpo social. Incluso antes de la preemi-
todas estas razones, Bergasse no rechazaba de manera absoluta que se lo nencia del "ciudadano", el "individuo" hace una entrada pOlítica obser-
considerara un "Licurgo", el legislador mítico de Esparta que habría fun- vada desde los inicios de la Revolución. Es él quien constituye la obje-
dado de una sola vez la constitución de la ciudad, haciendo jurar a sus ción crítica contra ese cimiento de la sociedad de Antiguo Régimen
compatriotas que nunca la cambiarían en nada. E incluso si ni Mesmer ni que eran los innumerables "cuerpos" particulares, vividos de repente·
Bergasse se preocuparon jamás realmente de los diferentes gobiernos de como otras tantas concentraciones nocivas de intereses que iban en
Luis XVI, permanecía en todos, incluyendo el rey, una seria duda: ¿y si el contra de la "voluntad general". Como lo escribe, entre otros, Lucien
magnetismo animal existiera ... ? Esta pregunta abrió un hueco al que Jaume: "El individuo es entonces lo que, por su súbita aparición, di-
nada, con la ayuda de las circunstancias, vino a cerrar nuevamente. suelve a la sociedad de cuerpos del Antiguo Régimen." 61 Durante una
docena de días del mes de agosto de 1789, mientras que las cuestiones
¿A qué llamo aquí las "circunstancias"? Nada menos que a la Revolu-
políticas más urgentes siguen pendientes, la Asamblea, que, durante la
ción Francesa, y más precisamente a la pasión que desplegó en la cues-
tión de la representación en política. Si los diez años que sacudieron a noche del 4 de agosto, no solamente abolió "los privilegios", como
Francia desde el 14 de julio de 1789 hasta el 2 de diciembre de 1799 cualquier francés supuestamente debe saber, sino la totalidad ele los
pasan con justicia por ser uno de los laboratorios políticos más activos cuerpos intermediarios, 62 se lanza en una discusión larga y tortuosa,
que la humanidad haya conocido, en efecto es alrededor de las nocio- para desembocar algunos días más tarde en los 17 artículos de la pro-
nes de representación y de soberanía que la impresión de experimenta- clamación de los "Derechos del hombre y del ciudadano". Bajo unas
ción es más fuerte . Si seguimos las opciones adoptadas por los diferen- inquietudes filosófico-políticas, se trataba ante todo, para los Constitu-
tes regímenes, tenemos la impresión de que la mayoría de las fórmulas yentes, de asentar su nueva legitimidad: elegidos con poderes limita-
posibles se ensayaron, desde la más extrema, donde la afirmación de la dos, por los mismos mandatos que ellos acababan ele hacer desapare-
soberanía directa del pueblo reducía a sus representantes a no ser más cer, y frente a un poder real que seguía rodeado por la aureola de su
que agentes bajo estricta vigilancia (fue el Terror), hasta la más com- gloria secular, los Constituyentes sólo podían actuar verdaderamente
pleja que, al afirmar por el contrario la soberanía de la nación, dotaba después ele haber enunciado los principios que justificaban su "tabla
a cada representante de una enorme libertad de maniobra, pues no tenía rasa". Y al no reconocer más que tres entidades - el individuo, la ley, la
que rendir cuenta alguna a quienes lo habían elegido, sino solamente a nación- encontraban un aliado en ese individuo que el Antiguo Régi-
la nación en su totalidad. 60 men, políticamente, ignoraba.
Sieyes, ya en su célebre y decisivo Qu 'est-ce que le Tiers État? [¿Qué
es el Tercer estado?], se lanzaba a una crítica sin piedad ele todo lo que
III. 4. 2. El nuevo Jano: individuo/ciudadano podía aparecer como "cuerpo intermediario" entre el individuo y el
soberano. Aquél que, hasta el golpe de estado del 2 de diciembre de
El punto de partida, que se impone desde las primeras reflexiones de la 1799, pasó con justicia por ser la "cabeza constitucional" de la re vol u-
Asamblea Constituyente, es un postulado madurado lentamente a lo ción, machacaba en tocios sus escritos la convicción de acuerdo con la
cual la nueva constitución sólo debía articular entre ellos a los indivi-
duos y al poder al que éstos aceptaban someterse pare reglamentar la
vicia social. Y aunque prácticamente no se pueda sospechar que tuviera
60. Así, el a1tícr\o 52 de la Constitución del año 111 , forjada por la Convención de
Termidor, enunciaba de un modo que no podía ser más claro: "Los miembros
del cuerpo legislativo no son representantes del departamento que los nombró,
sino de la nación en su totalidad." Citado por Michel Troper en su artículo 61 . Lucien Jau me, Le discour.1· jacobin et la démocracie [El discurso jacobino y
"La Constitution de l'an 111 ou la continuité: la souveraineté populaire sous la la democracia], París, Fayard, 1989, pág. 160.
Convention" ["La Constitución del año 111 o la continuidad: la soberanía po- 62. Sería demasiado largo citar aquí ese texto fundamental. Se puede leer sin
pular bajo la Convención"], en 1795, ¡wur une République sans révolution dificultad en la nota 2 de la página 21 del libro de Marce! Gauchet, La
[ J 795, para una República sin revolución], Rennes, Presses Universitaires ele Révolution des Droits de l'lwm.m.e [La Revolución de los Derechos del Hom-
Rennes, 1996, pág. 188. bre], París, Gallimard, 1989.
178 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 179

simpatías mesmerianas, las metáforas médicas venían bajo su pluma nando, inmóviles, los poderes legislativo y ejecutivo a quienes se unía,
para describir el costado nefasto de los cuerpos intermediarios: desfilando y reuniéndose ese día, esta colección de individuos destina-
da a llamarse "el pueblo". Punto ideal del esfuerzo de los Constituyen-
Es imposible decir qué sitio dos cuerpos privilegiados deben ocupar en el tes, estos individuos revelaban ser a la vez distintos y conjuntos, en una
orden social: equivale a preguntar qué lugar se le quiere asignar en el unión de cuerpo y de alma con sus representantes, y con esta ceremonia
cuerpo de un enfermo al humor maligno que lo mina y lo atormenta. Hay
inaudita y grandiosa para los contemporáneos, el "individuo" comple~
que 11eutralizar/06 ·1
taba su entrada en el escenario de la historia de Francia.
Así es que el programa era simple: había que hacer desaparecer, "neu- Entonces comienza el paso de danza entre este individuo y su inevita-
tralizar" a todos los cuerpos intermediarios vividos como otros tantos ble acólito, el ciudadano. El debate alrededor del "absolutismo", que
tumores, y organizar constitucionalmente vínculos nuevos entre cada se quedaba en Hobbes confinado al cielo puro de la especulación filo-
uno de los individuos que habitaban ese cuerpo social, y la soberanía sófica, inunda ahora la escena política. Gira alrededor de la cuestión
que ya no le pertenecía al rey (reducido, a partir de la constitución de crucial entre todas: la de la soberanía. Puesto que ésta no es ya un
1791, al papel de "jefe del ejecutivo"), sino a la nación. El individuo se atributo del rey, ¿a quién le corresponde?
encontraba entonces planteado como una evidencia que apartaba cual-
quier necesidad de definirlo previamente. Estaba ahí, en su anonimato El concepto mismo de soberanía se remonta, en la tradición política
de "individuo", entre el "hombre" y el "ciudadano", verdadero átomo francesa, de la que es una de las grandes especialidades, a Jean Bodin,
que se trataba de hacer caber en el espacio político y social de una quien, a finales del siglo XVI, enfocó el asunto de tal manera que luego
ya no se pudo hacer otra cosa que retomar sus términos. Bodin era un
nueva constitución.
partidario neto de la monarquía absoluta. La soberanía se le presenta
Reducida brutalmente a un polvo de individuos, la nación se veía obli- claramente como "una, indivisible e incomunicable", es "la potencia
gada a reunirlos más sólidamente que nunca, sobre nuevas bases, en el absoluta y perpetua de una República" , y el príncipe que la gobierna
seno de su jovencísima soberanía. El recorte en 83 departamentos - que está "absuelto de la potencia de las leyes" (en eso yace su "absolutis-
sigue legible dos siglos más tarde en la vida política y administrativa mo"), y sólo obtiene sus poderes de Dios y de la naturaleza. El salto
francesa- volvía posible una reunión ejemplar de lo que acababa de ser efectuado a partir del inicio de la Revolución equivale a deshacer al rey
pulverizado por esta súbita promoción del individuo: fue la fiesta de la de esta soberanía, sin cuestionar siquiera por un instante una definición
Federación del 14 de julio de 1790, que sigue fundando el imaginario que databa de los mejores días del absolutismo monárquico. ¿Enton-
colectivo francés. Proveniente de todos los nuevos departamentos, re- ces, quién va a heredar ahora esta soberanía? Porque se va a mantener,
unida en el Campo de Marte, una multitud de "individuos" encarna ese más gloriosa y necesaria que nunca en el peligro revolucionario. Sólo
día, del modo más cercano posible, una especie de ceremonia efectiva hay dos candidatos -la nación o el pueblo- , pero varios casos posibles.
del contrato social, en la cual cada actor entra en una relación directa si nos remitimos a los dos primeros artículos de la Constitución de
con el gran todo de la nación soberana. La Fayette, ante quien desfilan 1791, vemos cómo el problema se ubica con una temible claridad:
los delegados equipotentes de esta Francia Homogeneizada, es el héroe
del día. Mirabeau se lo reprochará a Luis XVI, quien debería haber Artículo prime ro - La Soberanía es una, indivisible, inalienable e
ocupado ese lugar, y no dejárselo a quien, a partir de eso, sólo podía imprescriptible. Pertenece a la Nación; ninguna sección del pueblo, nin -
convertirse en un rival. Ese mismo Mirabeau hará notar que, para que gún individuo puede atribuirse su ejercicio.
se encarnara ese día de manera decisiva la nación en su nueva comple-
Artículo segundo - La Nación, única de la que emanan todos los poderes,
jidad, la Asamblea Constituyente no debería haber desfilado detrás de sólo puede ejercerlos por delegación.
los delegados de los departamentos, como lo hizo, sino, por el contra-
rio, asistir a su reunión,junto al rey, ambos (la asamblea y el rey) encar-
Técnicamente, el debate que precedió a la redacción de estos artículos
se debía a la cuestión del "mandato imperativo", que el Antiguo Régi-
men había utilizado en la representación de sus cuerpos intermediarios,
63.Sieyes, Qu 'est-ce que le Tiers Étae, París, PUF, col. "Quadrige", 1981,
pág. 93.
180 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí 111.is111.o 181

y del que los constituyentes habían tenido que desprenderse para reali- Allí donde el pueblo no ejerza su autoridad, y no manifieste la voluntad
por sí mismo, sino por re presentant es, si el cuerpo representativo no es
zar una tarea que sus encomendadores c iertamente no les habían preci-
puro y no estü casi identifi cado con el pueblo, la libertad es aniquilada.
sado. Aunque más no fuera por razones tocantes al número y a la dis-
tancia, la democracia directa tenía que ser descartada. Era conveniente
Con lo que vemos asomarse una exigencia nueva, que desembocará en
entonces definir la latitud otorgada a los representantes. ¿Se actuaría de
el Terror: e l representante no puede fabricar leyes y ponerlas en vigor
tal modo que cada representante estuviera sometido a un control ele los
más que si es la emanación directa y permanente del único en quien
representados que lo habían e legido (mandato imperativo)? En ese
reside la tota lidad ele la soberanía (ya vimos que no se compartía): el
caso, existía un gran riesgo, enorme inclu so para un espíritu francés, de
pueblo. El Comité de Salvación Pública debía, por su parte, poner en
fabricar una cohorte ele opiniones y de intereses divergentes que ya
acción directamente esta concepción límite de la soberanía popular a
nada permitiría hacer converger a continuación hacia una " voluntad
través de la práctica - verdaderamente nueva- de la delación cívica.
genera l" cualquiera. Allí donde los estadounidenses habían considera-
do, en su constituc ión ele 1783, que del mismo conflicto de los intereses
podía surgir una forma de temperancia democrática de interés general,
los franceses se mostraban incapaces de imaginar otra cosa que el caos 111. 4. 3. El Terror como solución al clivaje
del Antiguo Régimen. M é1s que las dificultades técnicas de ejercer una
vig il ancia eficaz y rápida de los representantes por los representados, E n vista ele que efectivamente la virtud del representante es la única
los Constituyentes no pudieron afiliarse a la idea de una posible gest ión condición imperativa para que no abuse del mandato (necesariamente
legislativa de los confl ictos de intereses particulares. Por el contrario, no imperativo) que se le ha confiado, hay que erigir esa virtud como la
era necesario concebir que la "voluntad general" estuviera presente, y única garantía de que el principio representativo, imposible ele elimi-
fuera discernib le, en cada representante. Que en é l no predominara de nar, no desemboc ará en un nuevo despotismo. Aquí es donde la
entrada el sólo interés ele sus encomendadores, y aún menos e l suyo cuadratura del círculo constitucional francés se cerrará como las hojas
propio, sino el de la nación entera. Por lo tanto, era necesario establecer ele una trampa monstruosa: ¿cómo aseg urarse de la virtud? Por la de-
la independencia tanto del cuerpo legislativo como del ejecutivo, y nunca nuncia.
hacerlos rendir cuentas más que a la nación .
Ya al defender s in restricción la libertad del derecho ele prensa,
En ese caso, otro riesgo resultaba no menos ev idente, y los miembros Robespierre había propuesto que se les negara tocia protección especí-
ele la corriente democrática presente desde 1789 en algunos distritos fica a los funcionarios: puesto que están al servicio del pueblo, quien-
parisienses supieron verlo claramente, como buenos lectores de quiera que considere que no realizan bien su trabajo tiene al menos el
Rousseau que se habían vuelto: si e l poder le es confiado a un represen- derecho (más tarde será un deber) ele denunciarlos, sin arriesgarse si-
tante sin que este último sea puesto en situació n de dar cuenta de e llo a quiera a ser perseguido por ello en caso ele error por su parte. En su gran
quien le confía esa tarea, só lo se habrá cambiado ele déspota. Creyendo discurso sobre la desconfianza, Robespierre justifica plenamente esta
liberarse del tirano real, se habrá instaurado al tirano legislativo, y las disposición :
relaciones, muy a menudo tensas, entre las "secciones parisienses" y
los miembros de la Asamblea Constituyente, y luego los ele la Leg isla- Legisladores patriotas, no calumnien a la desconfianza ; permitan que esa
tiva, no dejaban de ilustrar ese peligro: que los "representantes" del doctrina pérfida sea propagada por esos cobardes intri gantes que hasta
ahora han salvaguardado con ella sus traiciones [ ... ] la desconfian za, di -
pueblo, considerando entonces no tener que dar cuentas más que a una gan lo que digan ustedes, es la g uardiana de los derechos del pueblo; es al
" Nación", que no estaba nunca en acto para sancionarlos, se confiaran sentimiento profundo de su libertad lo que los celos·son al amor.r.4
más de lo debido. Con ocasión de las discusiones apasionadas sobre
ese tema en el Club de los Jacobinos, Robespierre enunció el 18 de Cuando las urgencias de la guerra contra el enemigo externo (la coali-
mayo de 1791 la cosa con la claridad que él sabía hacer suya : ción de los emigrados llevada por La Fayette primero) y el enemigo

64. Citado en L. Jau me, Le discours jacobin ... , op. cit., pág. 197.
182 Anatomía de la tercera persona La pertenencia a sí mismo 183

interno (las diversas formas de la contrarrevolución) imponen en el se le escriba a los ejércitos. Robespierre, que no perdió para nada su
seno de la Convención la creación del Comité de Salvación Pública, cabeza política, le replica: "Sí, ¿en nombre de quién?" Couthon, extra-
este estado de ánimo se actualiza plena y trágicamente. En 1793, el ñado, le responde: "Pues, en nombre de la Convención Ltodavía son sus
jacobino Étienne Barry escribe y pronuncia un Essai sur la dénonciation jefes legítimos, a falta de ser sus amos]; ¿no está ella siempre donde
politique f Ensayo sobre la denuncia política]. Legitima la denuncia estamos nosotros?" Robespierre permanece en silencio, reflexiona,
anónima convirtiéndola en un signo de civismo: 65 el ciudadano que murmura algo al oído de su hermano, y dice en voz alta: "Yo opino que
percibe en cualquier individuo tendencias o acciones que no vayan en escribamos en nombre del pueblo francés. "
el sentido de la "voluntad general" y de la felicidad del pueblo, tiene el
Eso no los salvará, pero respeta la lógica del Terror, esta lógica sobre la
deber de denunciarlo a las autoridades, sin estar obligado siquiera a dar
que Robespierre sospechó muy pronto hasta dónde los arrastraría, a él
su identidad , pues no efectúa ese acto más que en nombre del interés
y a los suyos. En el imposible ajuste de la soberanía y de la representa-
general. El maniqueísmo se encuentra aquí en su clímax, pues se ve
ción, encarnó uno de los extremos, aquél donde el representante no está
claramente postulado que el aquí llamado "ciudadano" es planteado,
autorizado para su función y para la libertad que ésta exige más que por
por definición, como siempre en perfecta adecuación con la voluntad
su profunda identidad con el representado, una identidad que tiene nom-
general, o dicho de otro modo, con la "libertad" del pueblo, mientras
bre: virtud. Gracias a ella, la voluntad general ensarta con un solo mo-
que al "individuo" se le atribuyen tendencias que, por sí mismas, sólo
pueden amenazar esa "libertad". vimiento a la serie de los ciudadanos, donde cada uno se define por
estar así atravesado por la citada voluntad (¿a menos que surja por sí
Ese vértigo de la identidad absoluta entre el ciudadano como "átomo misma en él?), y a partir de eso hace caso omiso de sus necesidades y
cívico" y el pueblo como colección de ciudadanos detentadora de la deseos de individuo si entran mínimamente en conflicto con la Volun-
soberanía, reposaba sobre una espacie de identidad inmediata del ele- tad de todos. Porque, según la opinión de Jean-Jacques, que se volvió
mento y del conjunto: el ciudadano virtuoso es el pueblo. Punto. He un estribillo en esos años, "la voluntad no se representa": por lo tanto,
aquí un ejemp lo sorprendente de esta identidad dada dentro de una es necesario, para no naufragar en el caos de las voluntades individua-
inmediatez sin delegación: el 27 de julio de 1792, en la sesión de los les, que la voluntad sea de entrada la misma en todos y cada uno, y cada
Jacobinos, el ciudadano Simon se queja de que el lenguaje mismo sea uno merecería entonces llamarse "ciudadano", y la colección de estos
un obstáculo para la acción. Se cree convincente: ciudadanos se volvería entonces "el pueblo". La denuncia, al igual que
todos los procedimientos de "depuración", apuntan a asegurarse de esta
Ya no se necesitan discursos , no más correspondencia, neces itamos sesio- identidad, crucial en ese estilo de pasaje simple y directo del "todos" al
nes mudas donde cada uno se adivine en los ojos lo que tiene que hacer "todo", del plural inabarcable de la multitud a la unidad del "pueblo" y
[sic], y donde uno ya sólo tenga que remitirse a sí mismoM'
de la "nación".
Esta aspiración se quedará en el estado de deseo ingenuo; pero señala A la inversa, las constituciones de 1791 y del año 111 garantizan una
con bastante claridad esa locura de la identidad reflexiva por la cual el independencia real del cuerpo legislativo exigiendo que rinda cuentas
ciudadano que habría aniquilado en él cualquier porción de individua- sólo a la nación, entidad harto abstracta, incluso si es muy poderosa
lidad estaría identificado hasta tal punto con el pueblo que este último imaginariamente. Si bien la virtud del representante sigue siendo bien-
hablaría lisa y llanamente por su voz. En la noche del 9 Termidor, en el venida, ya no es requerida como una condición indispensable para el
momento en que los partidarios de Robespierre, al borde del abismo, funcionamiento correcto de la constitución. El ciudadano ya no es en-
luchan contra el decreto inminente de la Convención que los colocará tonces esa parte del individuo que participa en el establecimiento del
fuera de la ley y los propulsará hacia la guillotina, Couthon sugiere que soberano, individuo que conserva para sí un margen que escapa de su
propia representación política, y sobre la cual, a cambio, el poder re-
presentativo no tiene acceso. Vale la pena que nos detengamos en esta
repartición nueva para situar lo que va a correr, a partir de ese momen-
65. Se trataba de una radicalización de la posición de Marat, sumo sacerdote de la
denuncia, quien exigía, por el contrario, que cada una fuera claramente iden- to, lejos de cualquier reconocimiento oficial, con los diversos nombres
tificable. "Esta práctica -escribía- no soporta el anonimato." que se le prestaron a continuación a los diferentes descendientes del
66. Citado en L. Jau me, Le dücours jacobin .. ., op. cit., pág. 177. magnetismo animal, muy rezagado con respecto a las nuevas normas
184 Analomía de la lercera persona La pertenencia a sí mismo 185

subjetivas creadas por la instancia (que a partir de esto será basal) de la mente, todas lo intentan y lo ambicionan. Todas buscan instalar su cam-
representación política. Porque esa parte del individuo que lo conecta- pamento en esta estrecha explanada que el Estado, en su lenta e irresis-
ba con el flujo cósmico del agente general no tiene cabida en el sistema tible gestación, resulta incapaz de tomar en cuenta. Tampoco está de
representativo emplazado por la Revolución a través de los tanteos que ningún modo en postura de otorgarle a alguien el privilegio de hacer
acabamos de atisbar. Una vez que la oleada mesmerista ha pasado, es uso de ella en su lugar. En los innumerables sectores que sabe hacer
en la sombra, y muy apartadas de la esfera política nuevamente, como suyos, que su origen representativo le otorga, el Estado puede perfecta-
estas fuerzas extrañas que, bajo el ciudadano, agitan al individuo, con- mente, al delegar su poder, convocar a quien quiera para confiarle esa
tinuarán abriéndose un camino. gestión; pero de lo que, en el individuo, se le escapa, no detenta ni las
llaves ni los derechos. Por ello, no puede intervenir como tercero al
Perderíamos de entrada lo esencial de esta división si nos contentára-
respecto para arrendar esta parte restante a un grupo cualquiera, como
mos con oponer a un ciudadano (sometido a las leyes) las demasiado
sabe hacerlo en los demás sectores que le es dado conocer.
famosas "libertades individuales". El ciudadano no es menos profun-
damente libre en su respeto de las leyes que un "individuo" que silen- La existencia de un resto de este orden, residuo de la lógica representa-
ciosamente se tomara confianzas con esas mismas leyes, y debemos tiva imposible de explotar, no puede, por otra parte, volverse convin-
recordar aquí la opinión de Lucien Jaume que encontramos con oca- cente más que por el absurdo. En efecto, si queremos que nada de eso
sión del estudio del texto de Hobbes: exista, entonces de una u otra manera, el esquema representativo con-
ducirá a la política del Terror: virtud republicana (Robespierre) o mís-
El hombre nalural no es una entidad que e l Estado se encuenlrc ante él, y tica racial (Hitler), ideología revolucionaria (Mao) o patriotismo gue-
que conslituiría su límile y su obstáculo; eslá más bien "en otro lado". es rrero (Stalin), el soberano será afirmado y aceptado como idéntico a
como su inverso silencioso" 7 [ ... ]
cada ciudadano, 68 el cual encontrará en esta identidad planteada como
tal la fuente de la suya. Cada uno es, entonces, uno, y el conjunto de
El verdadero parteaguas entre el ciudadano y el individuo no es enton- esos unos (la Nación , el Partido) es a su vez uno. En cambio, a partir de
ces el de la libertad, sino el de la representación - y tal era la razón de
que nos apartamos aunque sea muy poco de esos extremos, esta excesi-
ese desvío por algunos puntos de la historia de la Revolución Francesa, va unidad del elemento de base y del todo que le es correlativo se des-
por lo menos en tanto que esta "desigual división" cuyos componentes morona, y vemos cómo se emplaza un "juego" entre ciudadano y sobe-
busco se trazó allí de manera inaugural. Al poner en acción a la repre- rano; entonces, no se arregla tan fácilmente, por simple identidad, la
sentación, la nueva soberanía, la del "pueblo" (o de la "nación") se
cuestión del vínculo de "autorización" (Hobbes) que le da nacimiento a
clivaba también, de entrada, como lo indican suficientemente los dos
esa pareja; por consiguiente, nos vemos obligados a tolerar que en ese
primeros artículos de la Constitución de 1791: la soberanía es una, cier-
mismo nivel del ciudadano algo perdure, que no ha pasado ni al sobe-
tamente, así lo afirma el incipitdel primer artículo; pertenece solamen-
rano ni a la representación . ¿Pero qué? En verdad no lo sabemos, o más
te a todos, pero sus poderes no pueden ser ejercidos más que por dele- exactamente: nada muy v<llido puede decirse al respecto en el nivel
gación. El clivaje inherente a la persona ficticia seguido desde Hobbes sólo de la lógica de la representación. Lo que escapó, en tanto que eso
recupera aquí sus derechos, para dejar su lugar a esta división que, al escapó, no tiene nombre; "no es nada", como decimos tan apresurada-
afirmar la pertenencia sin límites del ciudadano a la persona ficticia del mente cuando queremos deshacernos de una emoción inoportuna nota-
Leviatán estatal, le da a partir de eso todo su filo a la otra cuestión, la de da de improviso por nuestro interlocutor.
la pertenencia a sí mismo del individuo.
Esta parte de un todo que no existe (o al menos que nada permite con-
Porque lo que no entra en la máquina representativa no se deja "enmar- cebir como tal , este individuo supuesto natural), esta parte errante no
car" tan fácilmente, además: ni la religión, ni la magia, ni quién sabe delimitada que veremos cambiar de nombre durante todo el siglo veni-
qué "conciencia" in di vidual consiguen apropiarse como si fuera su bien
de ese residuo dejado libre, en el sentido químico del término. Cierta-
68. Esta identidad simbólica se acompaña muy bien con una sorprendente dispa-
ridad imaginaria, por no hablar de las relaciones de fuerza reales entre uno y
67. Lucien Jaume, Hobbes et /'Étaf représentatif: ., op. cit., pág 144. otro.
186 Anatomía de la tercera persona

dero, el triunfo repentino de la representación política la hace pasar de


una vez de las candilejas a la oscuridad súbita de quienes ya no tienen Capítulo VI
la palabra. Hela aquí encaminada a partir de ahora por caminos de bre-
cha, bastante lejos de las historias oficiales que ya no verán de ella más
que la continuación obstinada de una aberración. Después de haberse
encontrado eclipsado casi de la noche a la mañana por la pasión políti-
ca revolucionaria, el entusiasmo por el magnetismo animal fue como IV. Retorno a la
echado a las orillas de la "verdadera" historia. Sin embargo, nos cuida-
remos de olvidar que una parte no desdeñable del vasto personal jaco-
bino, actor si los hubo de la Revolución, con frecuencia era de inspira-
transferencia
ción mesmerista: la Sociedad de la armonía de Bergerac, por ejemplo,
se volvió pura y simplemente el club jacobino local, conservando la
totalidad de sus miembros en ese curioso viraje. 69 De esto no extraigo
ninguna conclusión perentoria (¡el jacobinismo se alimenta en tantas
IV.1. Los tortuosos caminos de la hipnosis
otras fuentes!), pero en ese recubrimiento casi íntegro del misterio del
vínculo social -que alguien como Bergasse creía todavía leer como un No hay nada que dé mejor testimonio de la filiación entre la lejana
libro abierto- por las sombrías claridades de un sistema representativo epopeya mesmeriana y la hipnosis hoy que la ambigüedad con la cual
que busca su difícil equilibrio, se da vuelta una página sin que sepamos ésta es recibida aún ahora. Si seguimos la presentación que de ella da
bien qué estaba escrito en ella. El Rousseau famoso de Julia o la nueva uno de sus especialistas franceses, hoy desaparecido, Léon Chertok, 1
Eloísa cede su lugar al muy serio autor del Contrato social, y Mesmer con frecuencia sentimos como si hubiéramos regresado a 1784, en el
se eclipsa discretamente, llevándose su dinero y sus secretos: reina un momento en que las dos comisiones reales presentaban sus veredictos.
nuevo orden, que relegará sin descanso cada vez más lejos de sí esta Por un lado, la hipnosis es reconocida como un hecho evidente, y una
forma de poder oscura, secreta, demoníaca quizás, vinculada con este renombrada epistemóloga, Isabelle Stengers, no titubea en publicar una
fluido siempre tan impalpable. Él, el nuevo poder, pretende la claridad: obra titulada lmportance de l'hypnose [Importancia de la hipnosis].2
imperios, restauración, repúblicas se sucederán a partir de ese momen- Por otro lado, vemos a esta hipnosis puesta en duda en su existencia
to sin que, conservando las diferencias, puedan ser cuestionadas de misma con la seguridad más tranquila; en los muy serios Annales médi-
manera duradera las nuevas coordenadas adquiridas a lo largo de todo co-psychologiques [Anales médico-psicológicos], 3 por ejemplo, y en
el periodo revolucionario en cuanto a ese poder y la soberanía de la que su informe del libro de Chertok (informe "muy cortés'', según el decir
proviene. del propio autor incriminado), X. Abély no duda en afirmar que la hip-
nosis no es más que una "superchería", y que es necesario volver a abrir
ese archivo para acabar con ella de una vez por todas.
Una impresión de estancamiento se desprende además con el primer
vistazo histórico: cuando la British Medica/ Association compromete,

1. Léon Chertok, L'hy¡mose [La hipnosis], París, Payot, 1989.


2. lmporrance de l'hypnose, bajo la dirección de lsabelle Stengers, Les empecheurs
de penser en rond , París, Synthélabo, 1993. El artículo ele Didier M. Michaux,
"Hypnose: le conflit phénomene/représentation sociale et ses enjeux" ["Hip-
nosis: el conflicto fenómeno/representación social y sus apuestas"] (págs. 57-
108), ofrece una buena descripción de la situación actual de la hipnosis en
Francia en el sector de la investigación.
69 . R. Damton, Lafin des Lumieres..., op. cit., pág. 76. 3. Annales médico-psychologiques, 1961 , 1, pág. 190.
188 Anatomía de la tercera persona Retomo a la transferencia 189

en 1955, a una de sus comisiones para producir un informe sobre la combate, no queda más que deshil ar una pequeña parte de la madeja
hipnosis, ésta se apresura a encontrar que los términos de una comisión que, sin jamás renegar de sí misma ni cortarse a sí misma de sus fuen -
idéntica realizada en 1831 por un tal Hudson "son de una previsión tes, sin embargo experimentó vuelcos internos lo suficientemente im-
notable y, en su mayor parte, son todavía aplicables hoy". Y ento nces portantes como para que tengamos información de ellos. El camino que
Chertok comenta: va de Mesmer a Freud es cualqui er cosa menos recto, y en lugar de
apegarse precipitadamente a la opinión de acuerdo con la cual es lo
Lo cual equivale a subrayar que en ciento tre inta años, los progresos rea- mismo, o que no tiene nada que ver, más vale recorrer algunas de las
li zados en el terreno de la hipnosis han sido notablemente lentos, co mpa- etapas de esta extraña historia.
rados, por ejemplo, con los de la física, para no hablar de la astronáuti-
ca ... 4 Ya en 1784, el marqués de Puységur, miembro de la Sociedad de la
Armonía y partidario muy activo de Mesmer (a quien él frecuentaba en
A la inversa, en Estados Unidos, entre otros lugares, parecen llevarse a esa época) , había notado que numerosos pacientes (tanto mujeres como
cabo activas investigaciones, sin que el público no especializado sea hombres) , antes de la aparición de la "gran crisis" que constituía el
verdaderamente informado sobre ellas. Francia, por el contrario, según acmé de la terapéutica mesmeri ana, presentaban signos claros de un
el propio Chertok, y a pesar de su trabajo obstinado en ese sentido, sueño de vigilia sorprendente. 7 E l propio Mesmer admitía la existencia
sigue siendo el país donde menos se publica sobre el tema, cuando fue de la cosa, sin que aparentemente hay a captado su interés. Es cierto que
su ti erra de elección a fin ales del siglo anterior. En cuanto a la sensa- los dos hombres veían las cosas aproximadamente al revés: para Mesmer,
ción turbia que acompañaba la concepción de Mesmer, se vuelve a la crisis sobrevenía al término de la acción del magnetizador, y era
encontrar sin dificultad si se siguen más o menos de cerca numerosas resolutoria, o había que admitir que e l tratamiento no había funcion a-
consideraciones actuales sobre la hipnosis. En su (muy breve) prefacio, do. Para Puységur, por el contrario, e l sueño adopta el as pecto de una
Chertok escribía, por ejemplo: crisis inicial, atemperada tanto en su principio como en su presenta-
ción, que necesitaba la presencia del terapeuta, quien , durante e l trans-
curso mi smo de ese sueño, y con la ay uda de éste último, interviene con
Notemos que ochenta años han pasado desde las previsiones fo rmuladas
por Charco!, y que seguimos ignorando la naturaleza exacta de la hipno- e l paciente. De ser explosiva en Mesmer, la cura se vuelve encuadrada
sis. Todas las teorías que se propusieron al respecto no ofrecen más que y dirigida en Puységur; pero sigue tratándose de devolver su fluidez a
explicaciones parciales. Nos fa ltan in cluso criterios objetivos que permi - los atascamientos y bloqueos de un flujo primero. Como lo comenta R.
tan afirmar que un sujeto es hipnotizado. La hipnosis es un fenómeno Roussi llon, allí donde Mesmer parecía buscar una especie de explosión
lábil , huidizo, in asible y si n embargo efectivamente ex istente. 5
liberadora, la súbita ruptura de un dique desbordado por un flujo dema-
siado potente, el magnetizador Puységur buscará apropiarse inadverti-
Ese "y sin embargo ... " tiene algo típicamente mesmeriano; el propio
damente de la motricidad de su paciente para dirigir esta energía así
Léo n Chertok, lejos de asestar a la hipnosis como una ev ide nci a igno-
confiscada hacia nuevas vías de descarga. Haciendo esto, llevará a su
rada, no cesó de interrogar sobre ell a, en este momento (¿hábilmente?)
paciente a sentir, a "ver" en su propia organización patológica, los pun-
en que los esfuerzos para remitir ese fenómeno sólo al plano racional
tos de fijación, poniendo en acc ión de ese modo una "conciencia lúci-
permanecen todavía lejanos. 6 Ante esta desconcertante situación , don-
da" que se volverá el alfa y el omega de las prácticas por venir que
de los partidarios y los adversarios de la hipnosis parecen librar su
pretenderán tener relac ión con el magnetismo animal.
Todavía más que el marqués de Puységur, J. P. F. Deleuze se presenta,
en un primer momento, como el digno continuador de Mesmer. Al menos
4. L. Che1tok, L'hy¡mose, op. cit., pág. 28. el título de sus obras da testimonio de ello : Histoire critique du
5. /bid., pág. 11. ,;,,agnétisme animal [Historia crítica del magnetismo animal] (1813),
6 . "Ningun a de las definiciones [de la hipnosis] propuestas es en efecto satis-
factoria. Cada una está en función de la idea que su autor tiene de la natut·al eza
del fenómeno ... " (pág. 32), "'Además, no podemos determinar si un sujeto está
7. Para seguir más de cerca la práctica de Puységur, referirse al libro de René
hipnoti zado o no. Algunos sujetos creen haber sido hipnotizados cuando no lo
Roussillon , Du baque/ de Mesmer au "Baque/ " de Freud, op. cit., pág. 50-56.
estaban; otros creen no haber sido hipnotizados cuando lo estaban" (pág. 34).
190 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 191

así como Instructions pratiques sur le magnétisme animal [Instruccio- IV. l. l. Las metamorfosis del fluido
nes prácticas sobre el magnetismo animal] (1825). Dentro de ese lina-
je que va de Mesmer a Freud, él es el hombre del marco, el que inventó La gran conmoción, en esta dimensión del "fluido" magnético, le co-
un dispositivo del cual una parte muy importante había de mantenerse rrespondió sin embargo al abate Faria ( 1756-1819). Fue el primero en
durante todo el siglo. La cita de J. P. F. Deleuze que da R. Roussillon es saber reanudar, en su obra clave De la cause du sommeil lucide [Sobre
bastante explícita sobre este punto: la causa del sueño lúcido] ( 1819), la gran ambición mesmeriana y
mantener al magnetismo en su doble articulación: terapéutica y conoci-
Es necesario ordenar lo más posible el tratamiento de la manera más uni- miento. Puységur y Deleuze pretendían ser, por su parte, muy exclusi-
forme y regular: por e ll o, reinicio periódico de las sesiones, alejamiento
de cualquier influencia ajena, exclusión absoluta de cualquier curioso y
vamente terapeutas. Faria, en razón de sus orígenes 10 quizás, supo re-
de cualquier otro testigo aparte de los que se han escogido de antemano, cuperar una parte del misterio que la terapéutica sola descuidaba, por
grado semejante de fuerza magnética y continuación del modo de proce- no tener ojos más que para sus curas y su "clínica" (como diríamos
der que se adoptó primero .X hoy). Realizó también otro cambio importante: dio por existente cierto
fluido magnético que actuaría desde el exterior en el estado de sonambu-
La "gran crisis" se alejó entonces mucho. Sin embargo, Deleuze es lismo. Se deslindó de él de una manera bastante brutal, como lo da a
claramente un partidario del "fluido" mesmeriano en su aspecto más entender claramente la cita que, una vez más, Roussillon extrae:
directamente corporal: el magnetizador sigue siendo, en su opinión como
lo era en la opinión de Mesmer, el que devuelve la capacidad de flujo a No puedo concebir cómo la especie humana fue tan extraña como para ir
un fluido que, cambio brutal, ya no es considerado como bañando a a buscar las causas de ese fenómeno en una cubeta, en una voluntad exter-
todo el universo. Por sus pases, en efecto, el magnetizador crea un na, en un fluido magnético, en un calor animal y en mil extravagancias
más de ese tipo, mienlras que esta especie de sueño es común a toda
sistema de intercambios energéticos entre su cuerpo y el de su paciente, naturaleza humana por los sueños 11 [ ... ]
de tal modo que ambos forman, mientras dura la sesión, una especie de
unidad tluídica relativamente aislada del mundo que los rodea. Tras Para Faria, ya sólo se trata de desencadenar un sueño particular, llama-
haber establecido un "contacto" (frecuentemente corporal) y haber en- do "lúcido", que no es más que una de las propiedades naturales del ser
trado "en simpatía" con el cuerpo anudado del enfermo localizando el vivo que, al dormir, se encuentra desde siempre con las imágenes de
(o los) punto(s) corporal(es) de fijación del fluido , el magnetizador - y
sus sueños. Evidentemente, queda por explicar el poder terapéutico de
sólo él, los decires de su paciente no son esenciales-exprime y encami - semejante sueño, y ahí, nuevamente son las metáforas de fluidos las
na esos "malos humores", con la ayuda de sus "pases", hacia la perife-
que vienen a dar cuenta de las curaciones y de los fracasos, pero con
ria, donde se debilitan. 9 El modelo científico del éter gravitacional, que
una novedad importante: el fluido del que se trata, al que conviene
había servido tanto en la época del mesmerismo, ha quedado lejos ya. devolverle toda su movilidad, es .. . ¡la sangre! Una especie de verismo
Con Deleuze, el fluido universal se ha encogido un tanto, reducido a la
corporal viene a instalarse en el lugar del oscuro agente general mesmeriano,
pareja terapéutica. Sin importar de qué esté hecho, ese magnetismo
apoyándose sobre el principal fluido conocido en el cuerpo.
animal es concebido cada vez más como una cuestión local, que ya no
pone en juego un éter cualquiera, o algo global. Adivinamos aquí cómo, una vez más, un esquema formal -esencial -
mente vinculado con las poderosas metáforas del fluido- puede con
frecuencia prevalecer sobre las sustancias a las que aparentemente or-

8. Citado por R. Roussillon, Du baque/ de Mesmei: .. , op. cit., pág. 62. 1O. Nacido en Goa, creció primero inmerso en la len gua portuguesa y e n una
9. También con Deleuze vemos cómo se confirma un dato que ya ha sido lanzado cu ltura de extremo oriente; se ordena para cura en Roma, luego viene a París
por Mesmer, pero consagrado luego a un porvenir cada vez mejor regulado: el mucho antes de la Revolución (en la que participó activamente), para adquirir
magnetizador será tanto más competente en su capacidad de detectar los pun- al fin, bajo el Imperio, una sólida reputación de magnetizador. Su notoriedad
tos de fijación cuanto que él mismo habrá sido un sonámbulo magnetizado. proviene, sin embargo, de algo más anecdótico: Alejandro Dumas lo hi zo ve-
El lejano "análisis didáctico" freudiano ya está encarrilado, desde los comien- cino de celda de Edmundo Dantes, alias el Conde de Montecristo.
zos del magnetismo animal. l l. R. Roussillon, Du baquet de Mesmei: .., op. cit., pág. 77.
192 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 193

dena: ¿qué queda, en Faria, del magnetismo mesmeriano? Casi nada, nudo errores concernientes al "buen" tiempo; se situarán en el futuro acon-
tecimientos del pasado o a la inversa.'3
podríamos decir. Los imanes, que adornaban todavía a las cubetas, han
desaparecido totalmente; 12 de haber sido impalpable y misterioso, el
A pesar de la constancia de las metáforas de fluidos, admitiremos que
fluido ya no es más que sanguíneo (y un poco nervioso); finalmente , el
con Faria se emplaza otra comprensión del proceso, misma que un lec-
magnetizador, lejos de ser concebido como el "nudo" de una red de
tor del texto freudiano no deja de sorprenderse al leer: ¡Cómo! ¡El
fuerzas tan poderosas como inasibles, se contenta con ser el inductor de
pasaje de lo latente a lo manifiesto, decisivo en toda la estrategia
un sueño "natural", además de un guía atento. Y sin embargo, el miste-
interpretativa de La interpretación de los sueños, ya había sido plan-
rio no es menos denso en esta economía fluídica en la que Faria, que no
teada en su trama formal con tanta anticipación , y sin que Freud lo haya
aprecia ni lo maravilloso ni lo sobrenatural, como la casi totalidad de
sabido necesariamente ! Esto le agrega un serio bemol a todo lo que un
sus colegas durante todo el siglo XIX, se ve obligado a desplegar una
enfoque demasiado histórico puede tener a veces de excesivamente li-
teoría que toca de cerca nuestro asunto de representación. El sueño
neal , y reduce también el valor de los argumentos dirigidos a celebrar el
lúcido abre en efecto el acceso a los sueños, es decir, según Faría, a las
imágenes internas que circulan en el fluido sanguíneo y nervioso. Ése "genio".
es su punto de partida. De ahí, distingue entre la "intuición pura", que ¿Qué pensar entonces de ese esquema tan simple, en un primer acerca-
sólo está en el alma, y la "intuición mixta" que, por su parte, tiene miento, de acuerdo con el cual el espíritu se oscurece, y por lo mismo
acceso a estas "imágenes internas", que son a su vez una mixtura de engaña, al pasar a la materia a la que toda figuración lo condena? Po-
datos espirituales (provenientes del alma) y de datos físicos (prove- dríamos invocar igualmente el "mentalismo" de san Agustín, quien su-
nientes del cuerpo). Una vez planteado que el sueño lúcido permite ponía una lengua de antes de las palabras, demasiado terrestres y dema-
alcanzar esta "intuición mixta", el terapeuta puede llegar a ser informa- siado carnales, incitada por la problemática neotestamentaria de la En-
do de esas "imágenes internas" por el durmiente-soñante, y utilizarlas a carnación. En el escenario en el seno del cual actúa Faria, unido a estas
partir de eso como un mensaje cifrado puesto que, al volverse corpora- problemáticas más que seculares, presento la hipótesis de que el siste-
les, al convertirse en esas imágenes que la intuición mixta puede captar, ma de la representación política vino a meter su vocecita. Porque él -
las verdades vinculadas con la "intuición pura" del alma se han embro- ¡eso está claro!- pretende no tener nada de maravilloso ni de sobrena-
llado. El arte del magnetizador se reducirá entonces a encontrar nueva- tural, y eso constituirá cada vez más su fuerza: se contenta con afirmar
mente todo o parte de los mensajes de la intuición pura a partir de los la existencia de un vínculo entre el actor visible, el representante, y el
mensajes más confusos y oscuros de la intuición mixta, "enderezando" autor (no necesariamente tan visible), que lo habrá autorizado. El juego
de algún modo las deformaciones que su pasaje al cuerpo y a la figura- consiste a partir de esto en remontarse del actor al autor, en volver a
ción les ha impuesto. Como lo comenta claramente R. Roussillon: encontrar las particularidades de la relación de autorización que articu-
la a esos dos. El esquema hermenéutico presente en el procedimiento
[... ] las deformaciones son calculables, derivan de la desviación que exis- de Faria se inserta admirablemente en este nuevo juego político: la
te entre el espíritu como espíritu y el imperativo de su figuración. Así, imagen interna "representa" , ciertamente, lo que vino de la intuición
como la intuición pura es intemporal, la intuición mixta cometerá a me-
pura, en el sentido figurativo habitual, pero las deformaciones que su-
frirá, al hacer esto, adoptan también un sentido político. Esta figura
actúa en nombre de lo que ella figura, es su representante autorizado, y
sus supuestas "deformaciones" serán a partir de ese momento prueba
12. No debemos descuidar demasiado aquí un dato de la historia de las ciencias,
incluso si es difícil medir correctamente su impacto sobre los contemporá-
de ello, pues, fuera del Terror, el representante político debe, en cierta
neos: en 1785, Charles-Augustin Coulomb ( 1736-1806) establecía la ley fun -
damental de la atracción magnética. Este descubrimiento no parece haber te-
nido incidencia directa sobre los debates apasionados que, en el mismo mo-
mento, causaban furor alrededor del magnetismo animal, pero, al introducir el
magnetismo mineral en el universo cifrado de Ja ciencia, con toda certeza 13 . R. Roussillon, Du baquet de Mesmer. .. , op. cit., pág. 83. Es sorprendente
afectó a continuación el empleo metafórico deshocado que tanto éxito le había encontrarse en estos parajes con preocupaciones perfectamente especulares
dado a Mesmer. Coulomb, por otro lado, no cultivó nunca la más mínima de inversión en espejo: tratándose de "fuentes del mal", será común, según
ambigüedad en cuanto a posibles vínculos con el magnetismo animal. Faria, "encontrar a la izquierda lo que está a Ja derecha, y viceversa" .
194 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 195

medida, diferir de aquél a quien representa. 14 Los dos sentidos, figura- do, puesto que él inventa uno nuevo, la atención psíquica, ·verdadero
tivo y político, concuerdan ahora uno con el otro, y quienes crean, sin flujo gracias al cual el terapeuta, a través de la hipnosis, domina a su
siquiera distinguirlos demasiado, que los separan para arrojar uno y paciente. ¿De qué está hecho este fluido? Evidentemente, no lo dirá de
conservar el otro, se ocupan en una tarea que deberían tomar en consi- manera clara, y se contenta con hacer notar:
deración más cuidadosamente.
La atención, al acumularse a la manera de un fluido, puede exagerar paso
Con Fari a y ese "sueño" que todavía no se llama "hipnosis" (pero esca- a paso la acción propia de cada órgano. 17
pa en gran medida al apelativo de "magnetismo"), no solamente el sue-
ño vuelve a ser fuente de interés, sino que el esquema explicativo de Ese "a la manera de ... " bastaría casi para indicar el peso metafórico que
cierta patología se aparta de un modelo causal is ta estricto (en el sentido está en juego. La sangre de Faria pasó entonces de moda, como el agen-
ya "científico" del término) para aventurarse hacia los poderes propios te general mesmeriano antes que él, y tenemos a partir de este momento
de la representación por sí misma. Y eso también se comprende mejor en escena un fluido mucho más resistente, que Freud empleará abun-
desde la óptica de la representación política, cuya potencia activa ahora dantemente en su Esbozo antes de poner en circulación otro de su crea-
conocemos, que en la de la representación estrictamente "mental": los ción, no menos misterioso: la libido. El interés inmediato de un ele-
dos sistemas metafóricos han entrado desde entonces en resonancia, y mento como la atención proviene sin embargo de su doble componen-
será muy difícil discernirlos. Cuando creamos hablar de la representa- te: nadie discutirá su parte psíquica, pero, ¿quién podría dudar de que
ción "mental" (a pesar de los intentos iniciales de alguien como Herbart el cuerpo (tono muscular, agudeza de las percepciones, puesta en esta-
para tratarla como una entidad independiente, susceptible de ser cifrada do de alerta preferencial de una sensibilidad, etc.) forme parte también
y catastrada 15 ), no podremos dejar de regresar al simple hecho, tan testa- del asunto? Una vez observado que existe, al lado de una atención
rudo como obstinado, de acuerdo con el cual esta representación sólo conciente que todos conocen, una atención inconsciente, como en la
merece su nombre si es el actor autori zado (o no, la investigación está digestión u otras funciones corporales no deliberadas, semejante fluido
abierta) de eso que ella representa. Y cuando sólo queramos referirnos a tiene la capacidad de apoyar la descripción de fenómenos múltiples,
la representación "política", apartándonos con o sin desdén de la tradi- desde la hipnosis hasta el sueño, pasando por la alucinación. 18 Sirve
ción filosófica y metafísica, no lograremos ya evitar permanentemente la perfectamente para sus fines , aunque presenta también de entrada un
cuestión mimética, cuyo impacto homicida ya hemos visto en los tiem- gran inconveniente: parece estar circunscrito únicamente al cuerpo en
pos del Terror: ¿hasta donde puede un actor ser disímil de su autor? el cual despliega sus efectos. No solamente no tiene nada de universal,
La palabra "hipnosis", por su parte, vino del ingles James Braid (1795- sino que se queda un poco demasiado individual. ¿Cómo hacf1r para no
1860) quien, con su hypnotism, dejaba cesante en 1843 al "magnetismo recaer de entrada sobre un solipsismo improductivo? Pues bien, la
animal" propiamente dicho, relegando la expresión misma al papel de relación hipnótica al estilo Liebeault será precisamente cierta puesta en
precursor de la hipnosis. La cuestión del fluido, que Braid, por su parte, relación de dos cuerpos:
excluía enérgicamente, seguía sin resolverse.
[El hipnotizado] conserva en su espíritu la idea de quien lo duerme y
coloca su atención acumulada y sus sentidos al servicio de esa idea 19 [ •.• ]

IV l. 2. El hipnotizador fagocitado

Liebeault, 16 por su parte, obliga a una detención más pronunciada. En


efecto, encarna un momento importante en esta problemática del flui- ya hipnótica, y sobre muchos más cuyos nombres ni siquiera menciono, se
sacará mucho provecho si se lee o se vuelve a leer a H. F. Ellenberger, Histoire
de la découverte ... , op. cit., especialmente los capítulos 11 y 111.
14. Sólo el conjunto de estos representantes, que concurren entonces en la "repre- 17. R. Roussillon, Du baquet de Mesmer. .. , op. cit., pág. 100.
sentación nacional'', es planteado en estricta adecuación con la nación misma. 18. Apoyándose, entre otras, sobre las teorías contemporáneas de Moreau de Tours,
15. Cf"r. L'unebévue, nº 8/9, París, EPEL, primavera/verano de 1997, "Johan quien colocaba en un mismo plano al sueño, la locura y la alucinación. Cf"r. Jan
Friedrich Herbar!", informe preparado por Xavier Leconte, págs . 187-231. Dowbiggin, La.fólie héréditaire, París, EPEL, 1993, págs. 77-104.
16. Nacido en 1823, muere en 1904. Sobre todos estos protagonistas de la epope- 19. lbid., pág. 102.
196 Anatomía de La tercera persona ReLorno a La transferencia 197

Así, el hipnotizador -más exactamente, la enigmática idea que el hip- cos: ¿cuál debe ser la guía de su acción, si nada tan evidente está ya ahí
notizado se forma de él- está introducido en el ruedo con, como en para indicar su camino al fluido?
Faria, una capacidad muy propia de él de intervención sobre la reparti-
ción general de los flujos (y aquí ya no solamente está en juego la
"idea" que de ellos se hace el hipnotizado). Su intervención deberá en IV 2. Una pareja motriz
algunas ocasiones aumentar una atención localmente deficiente, y re-
ducirla en otras allí donde se encuentra en exceso. Pues al localizarse Es posible aquí regresar directamente a Freud en la medida en que el
de ese modo sólo en el interior del cuerpo, el fluido se ha "desdobla- enfrentamiento de la hipnosis y de la racionalidad científica -punto
do", según la palabra justa de R. Roussillon. Antes, en los tiempos del álgido si los hubo para Charcot y su escuela- no es para él el único
magnetismo animal, este fluido sabía adónde ir por sí mismo, sin que punto de interrogación, como lo testimonia uno de los textos que escri-
hiciera falta presionarlo en alguna dirección en particular. Le bastaba al bió para defender a la terapia hipnótica: "Tratamiento psíquico (Trata-
magnetizador desbrozar, incluso forzar, los pasajes obstruidos, y la miento del alma)" .21 Incluso en la terminología, podemos seguir lama-
naturaleza encontraba nuevamente su camino, ni más ni menos que la nera cómo Freud "conecta" al hipnotizador y al hipnotizado, de un
aguja de la brújula. A partir de ahora, con un fluido tan "internalizado" modo que anuncia con bastante claridad lo que encontraremos treinta
como la atención, la noción de equilibrio general ya no podía prevale- años más tarde, en Psicología de las masas y análisis del yo, en el
cer.20 Se necesitaba entonces que ese fluido viniera acompañado con capítulo "Enamoramiento e hipnosis", cuando hable de hipnosis como
un principio de activación que permitiera una acción selectiva, lo cual una "masa de dos".
seguía siendo concebible solamente a partir del momento en que quien
había inducido ese sueño "lúcido", el hipnotizador, se viera atrapado,
de algún modo, en las redes complejas del fluido incriminado.
IV 2. I Freud y el "Eigenmachtigkeit"
Si tomamos en cuenta este nuevo tipo de anudamiento entre el paciente
y su terapeuta, medimos mejor la divergencia formal entre magnetismo Tras numerosas consideraciones que explican cómo el médico se aproxi-
animal e hipnosis. En el primero, el fluido del agente general es exterior ma al chamán cuando toma seriamente en cuenta la incidencia de lo
tanto a uno como al otro, y los atraviesa a ambos por igual; posee ade- "psíquico" (o "del alma") sobre el cuerpo, Freud describe los diversos
más su propia finalidad, a partir de la cual la "naturaleza" hace que se procedimientos utilizados para inducir el estado hipnótico. No tienen
escuche su voz. En el segundo, por el contrario, como la zona de expan- gran cosa en común, anuncia de entrada: un objeto brillante frente a los
sión del fluido está limitada al cuerpo del paciente, el vínculo con el ojos, el tic-tac de un reloj en el oído, roces del rostro; en el fondo,
terapeuta como agente externo eficaz implica una "internalización" de cualquier estímulo suave, insistente y regular sirve. Agrega:
ese agente, una "ii:iscripción" -cualquiera sea el valor exacto que se le
preste a ese término- de su persona en la economía general del fluido Pero puede conseguirse el mismo resultado anunciando con una tranquila
interno, que por sí mismo ya no sabe hacia dónde ir. De tal modo que seguridad a la persona a la que deseamos hipnotizar la llegada del estado
con la concepción del fluido según Liebeault, los encantos de la "medi-
cina expectante" según Mesmer se disipan: el hipnotizador ya no es un
facilitador de un equilibrio natural puesto en peligro por unas 21. S. Freud, "Psychische Behandlung (Seelenbehandlung)"; "Tratamiento psí-
aglutinaciones patológicas. Por el contrario, debe decidir permanente- quico (Tratamiento del alma)", Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu
ed., 1987, tomo 11, pág. 111-132. Fechado durante mucho tiempo (por error y
mente sobre lo demasiado o lo no suficiente, y actuar en función de de manera absurda, en vista de su tenor), a partir de la tercera edición del libro
dichas decisiones. Haciéndose objeto interno, "internalizado", el ope- colectivo en que apareció, Die Gesundheit: lhre Erhaltung, ihre Stiirung, ihre
rador se expone, a partir de esto, a temibles problemas técnicos y éti- Wiederherstellung (es decir, 1905), este texto -una defensa vibrante de la
hipnosis que todo médico, según lo dicho por Freud, tenía que practicar- fue
escrito y publicado inicialmente en 1890. En lo concerniente a la relación con
20. La atención, entre otras cosas, nunca es concebida como teniendo que ser la racionalidad científica en general, conservaremos la siguiente frase: "Mu-
distribuida de manera homogénea sobre el conjunto del cuerpo y/o de las chos fenómenos de la hipnosis, por ejemplo las alteraciones en la actividad
representaciones. muscular, tienen sólo interés científico." (pág. 126)
Retomo a la transferencia 199
198 Anatomía de La tercera persona

hipnótico con sus pat1icularidades, o dicho de otro modo, insinuándole la Otra pareja de palabras designa en este texto lo que la hipnosis debe
hipnosis por la palabra. [wenn man( ... ) ih.r die Hypnose also "einredet "]. 22 remediar, en qué puede ser una formidable aliada terapéutica para el
médico, para quien sabe cómo deben repartirse los fluidos en el cuerpo:
Como lo hace notar el traductor al francés, Freud hace sonar aquí el permite luchar eficazmente contra la Selbstherrlichkeit, o aun la
verbo einreden de una manera muy difícil de verter al francés. Ese Eigenmiichtigkeit, que el traductor al francés propone pasar en los dos
verbo significa sin ambages "persuadir", "hacer creer", pero en un casos por el "autocratismo", el poder de sí mismo sobre sí mismo, el
empleo más familiar, vale también como "hacer que alguien se trague poder de gobernarse a sí mismo.
algo", "meterle algo en la cabeza", e incluso en su empleo negativo:
"das lasse ich mir nicht einreden": "no me harán creer eso". Las comi- La hipnosis le confiere al médico una autoridad tal que seguramente nin-
gún cura ni taumaturgo la ha tenido nunca, porque concentra todo el inte-
llas que Freud deposita alrededor de esa palabra, y a las que de ningún rés psíquico del hipnotizado sobre la person a del médico ; suprime en el
modo lo obligaba el alemán, subrayan a su manera el "ein", el hecho de enfermo el autocratismo [Ei¡:enmiich.ti¡:keit] de la vida psíquica en el que
que se trata de "hablar" (reden), pero en el interior (ein), de instalarse hemos reconocido el obstáculo caprichoso que se opone a la manifesta-
en el sitio por la palabra. Una de las particularidades sorprendentes e ción de influencias psíquicas sobre el cuerpo; provoca por sí misma un
inexplicadas de la hipnosis confirma en su opinión esta visión de las crecimiento de la dominación del alma sobre el cuerpo, que sólo puede ser
24
observada bajo el efecto de los afectos más violentos 1... 1
cosas:

Mientras que aquel [el hipnotizado) se compo1ta hacia e l mundo exterior


Por supuesto, Freud no deja de incluir algunos bemoles, en conclusión
25
como lo haría un durmiente, vale decir, extrañando de él todos sus senti- de su artículo, sobre el empleo de semejante panacea. No todos los
dos, permanece despierto respecto de la persona que lo puso en estado sujetos son igualmente hipnotizables (la comprobación mesmeriana
hipnótico, sólo a e ll a la oye y la ve , la comprende y le responde. Este sigue siendo válida), pero sobre todo:
fe nómeno, llamado "rapport" , tiene su correspondiente en la manera en
que muchos seres humanos suelen dormir, por ejemplo, la madre que
Si los sacrificios son pequeños, el hipnotizado los cumple; si son mayores
amamanta a su hijo. 23
se rehusa, como haría en la vigilia.

Este último rasgo es un topos de la literatura del sueño lúcido desde


Así que no hay que esperar, a pesar del hecho de que fácilmente se le
Puységur, del mismo modo que la palabra "rapport" (en francés en el
puede "hacer morder Ja papa diciéndole que es una pera", que abando-
texto de Freud) remite, en esta utilización, directamente a Mesmer, quien
ne de la misma manera lo esencial de su patología a la que con frecuen-
designaba con ese término, en francés, al vínculo fluídico entre el mag-
netizador y el magnetizado. Esta permanencia de algunos clichés cia está tan poderosamente ligado.
retóricos y otros apelativos clave sigue siendo el mejor indicio de que El conjunto de la situación tiene entonces algo desconcertante, quepa-
la continuidad en juego en esta historia se refiere menos a las teorías rece obligar a un doble discurso: por un lado, está claro que el paciente
que a una postura enunciativa bastante fácil de detectar; la imposibili- ha abdicado su poder de gobernarse a sí mismo, y sin embargo no cesa
dad de construir plenamente el objeto en el sentido científico (es decir, de conservar cierta vigilancia, al mismo tiempo indispensable para el
aquí: kantiano) obliga a un respeto explícito de Ja tradición en que este buen curso del proceso (el paciente es activo, debe obedecer activa-
objeto está dado empíricamente.

24. S. Freud, "Traitement psychique ... ", op. cit., pág. 18. [En español: S. Freud.
Tratamiento psíquico ... , op. cit, pág. 128- 129.] Observaremos, al pasar, el
empleo de una expresión con un porvenir prometedor en los textos posteriores
22. S. Freud, "Traitement psychique ... ", Résultats, ldées, problemes /,París, PUF, de Freud, especialmente aquéllos referentes a la transferencia: esta "persona
1984, pág. 15. [En español: "Pero puede obtenerse lo mismo anunciando a la del médico", sobre la que se concentra "todo el interés psíquico del hipnotiza-
persona que se quiere hipnotizar, con calma seguridad, su ingreso en el estado do".
hipnótico; o sea, "apalabrándole" la hipnosis". S. Freud. Tratamiento psíqui- 25. "Ahora es tiempo de disipar la impresión de que con la ayuda de la hipnosis se
co ... , op. cit, pág. 125.] abriría para el médico una era de prodigios fáciles" (pág. 20). [En español: op.
23. S. Freud. Tratamiento psíquico ... , op. cit, pág. 126. cit., pág. 130]
200 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 201

mente), pero muy molesta por otro lado. Pacientes inmersos en una modelo del enfermo bajo el efecto de la anestesia general, librado a las
hipnosis profunda recibieron, por ejemplo la orden de realizar un acto manos del cirujano, pero ya sin ninguna "relación" (mesmeriana) con él.
peligroso para ellos mismos o su entorno: agarrar una serpiente vene- Era previsible que esta cuestión de los límites de la hipnosis se encon-
nosa, echar un frasco de ácido a la cara del hipnotizador. Lo hicieron trara en este siglo con las múltiples baterías experimentales a través de
dando todos más o menos la misma respuesta: "sabían que se trataba de las cuales los psicólogos a veces hacen avanzar el saber de su discipli-
un experimento y que nadie podía correr un peligro real". 26 Mientras
na. En su artículo "Hypnose: le conflit phénomene/representation sociale
sea un juego, todo parece posible: si se sale de ese marco, la hipnosis, et ses enjeux", 28 Didier Michaux expone con bastante brevedad algu-
tan poderosa un instante antes, parece ya no ser nada. ¿Cuales son en- nos de estos experimentos modernos. Así, M. T. Orne, a finales de los
tonces los "límites" de la hipnosis?
años cincuenta, mezcló a una población compuesta por sujetos para
hipnotizar, y otra compuesta por sujetos invitados a comportarse como
simuladores de la hipnosis (se tuvo cuidado de escogerlos entre "los
IV. 2. 2. En los límites de la hipnosis sujetos menos hipnotizables") Se colocaron estas dos poblaciones, bien
mezcladas, frente a un hipnotizador que no estaba al corriente de la
Esta pregunta no podrá recibir una respuesta directa y prosaica, por situación experimental, y los simuladores también estaban advertidos-
razones formalmente idénticas a las que ya se encontraron en el estudio ¿para hacerlos concentrarse en la tarea?- de que el experimentador
de Hobbes y de su contrato social: quien entrega el derecho de gober- (que no sabía nada, una vez más) detendría el experimento si se daba
narse a sí mismo no lo puede entregar parcialmente, y conservar enton- cuenta de que algún sujeto simulaba. Provista con todo ese protocolo,
ces para sí cierta reserva crítica, si no, esta instancia colocada así como extremadamente científico, la sesión de hipnosis podía comenzar; ¿para
tercero entre el gobernante y el gobernado encarnará la quintaesencia toparse con qué conclusiones?
de lo que se auto-pertenece, refugio perfecto de esta Eigenmdchtigkeit,
En conjunto, los simuladores estuvieron mejor y fueron más aplicados:
y será ella, esta instan_cia, la que habrá que rodear a partir de ahora. Y
cuando se les pidió que levantaran el brazo, lo alzaron más rápidamen-
otra razón más después de ella si, por casualidad, ésta sucumbiera tam-
te que los hipnotizados. Cuando, haciendo creer que había un corte de
bién a la sugestión: apenas se .ha imaginado semejante repliegue sobre
luz (! ! !) el hipnotizador salió momentáneamente de la sala, los
sí mismo del centro activo de la voluntad, se abre una regresión indefi-
simuladores abrieron los ojos y los volvieron a cerrar cuando lo escu-
nida, que arruina el acto de cesión por el cual esta voluntad buscaba
charon regresar, mientras que los demás fueron claramente más lentos
entregarse.
en abrirlos, y los conservaron abiertos cuando regresó. También, en lo
Imaginar, inversamente, que este abandono sea total e inmediato no nos concerniente a la sugestión post-hipnótica (pasarse la mano por el ca-
sacará tampoco de la dificultad presente. No por razones "éticas" (abu- bello al escuchar la palabra "experiencia"), los simuladores y los no
so de poder de todo tipo), sino efectivamente por razones técnicas: el simuladores lo hicieron cada vez que el hipnotizador pronunció lapa-
hipnotizador no busca de ninguna manera ser el único que gobierne al labra, pero los desdichados simuladores olvidaron hacerlo cuando fue
alma de su paciente, pues entonces su poder de investigación y de tera- la secretaria quien lo dijo. Finalmente, a pesar de su aparente muy bue-
péutica se vería reducido a la nada. 27 La "atención" que el hipnotizado na voluntad, los simuladores resultaron ser menos capaces de seguir las
no cesa de otorgarle al hipnotizador debe seguir siendo, propiamente, la sugestiones que afectaban la consistencia lógica: los hipnotizados lle-
del hipnotizado; por ello no es posible concebir al paciente desde el gaban a ver al hipnotizador en dos lugares diferentes al mismo tiempo,
mientras que los simuladores se mostraban más refractarios ante seme-
jante posibilidad ...
26. L. Chertok e l. Stengers, Le coeur et la raison, op. cit., pág. 236.
27. Si sólo nos detenemos en las similitudes formales, el torturador sádico en-
El resultado general, como vemos, no era de una claridad sin mezcla, y
cuentra en la muerte del torturado su perfecto fracaso. Se requieren la vida y a pesar de la astucia aparente de los protocolos, no nos hallamos lejos
un mínimo de conciencia de la situación para que haya tortura. Se trata un
poco de las mismas aporías que rodean al "sujeto del derecho": su consenti-
miento de la ley permanece inexpugnable, pero aparte de eso, apenas está ahí
ese sujeto, ya no sabemos que hacer con él. 28. En Importance de l'hypnose, op. cit., págs. 85-89.
202 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 203

de los métodos puestos en acción por las Comisiones de 1784. ¡Mien- epistemológico. Propongo que ahora intentemos establecer la lógica
tras que las dos habían concluido que sólo la "imaginación" era el ori - inaugural de la irreductible e inclasificable dualidad de esa pareja.
gen de los efectos del fluido , casi dos siglos más tarde, se sigue sin
Todos los autores concuerdan en decir que el hipnotizador debe avan-
conseguir separar bien a los "simuladores" de los "verdaderos hipnoti-
zar con Ja mayor seguridad: ni la duda ni la timidez vienen al caso. Su
zados"! En los dos casos, con el pretexto de una cientificidad bastante
objetivo inmediato tampoco es misterioso: obtener la obediencia a la
imperturbable, se quiere absolutamente "aislar" el fenómeno hipnótico
orden dada. "¡Duerma!" no tiene, en ese sentido, más que una ventaja:
rompiendo la pareja que lo constituye. De este mismo modo podemos
el "sueño"31 que provoca permite saber si la obediencia efectivamente
producir una escala, llamada de Da vis y Husband, 29 que en lista no menos
ocurrió. La orden se puede hacer con la mayor suavidad (es la vía adop-
de 30 grados diferentes de "profundidad" del estado hipnótico -desde
tada preferentemente por quienes apuntan a la relajación), o en un ver-
el "refractario" (grado O), pasando por la simple relajación (2) y el
dadero enfrentamiento de las miradas, en el método llamado "por fas-
"sonambulismo completo" (25), para detenerse en las "alucinaciones
cinación", sobre el cual Chertok escribe de entrada que es "muy poco
visuales negativas" (30)-cuando, en el mismo momento o casi se reco-
empleado actualmente", solamente en ciertos casos "de alcoholismo,
noce que hacer la diferencia entre un sujeto hipnotizado y uno que no lo
de toxicomanía y para ciertos desequilibrados". 32 Cualquiera que sea la
está presenta las mayores dificultades.
técnica empleada, vendrá a verificar el impacto de la orden proferida.
Con respecto a la hipnosis, es difícil deshacerse del sentimiento de que
Igualmente, la profundización posterior del trance consistirá en dar una
no se logrará aclarar mucho la situación por ese camino, particularmen-
nueva orden, y en verificar otra vez que es obedecida. Lo más habitual,
te porque todos esos experimentos reducen Ja existencia de la hipnosis
todavía hoy, parece ser la pesadez del braza, sugerida de diversas ma-
a la de un "estado" en el sujeto hipnotizado, cuando esa misma indivi-
neras al hipnotizado colocado en situación de conflicto contradictorio:
dualización constituye un problema. Ciertamente, un número imponen-
cuanto más quiera levantar su brazo, más pesado le parecerá, hasta el
te de manifestaciones psíquicas parece no tener efectivamente lugar
punto en que no pueda moverlo. El hipnotizador juega aquí un doble
más que del lado del hipnotizado, por no hablar de las manifestaciones
juego. Por un lado, va a sugerir el movimiento ("va usted a querer mo-
somáticas todavía más sorprendentes: la vesicación, o la negativación
ver el brazo"), para instalar por otra parte una inhibición de ese mismo
de la reacción a la tuberculina.30 Todos estos fenómenos nos llevan a
movimiento ("pero estará tan pesado que no podrá moverlo"). Suscita
querer ir a ver más de cerca lo que podría fundar semejante estado
entonces la resistencia a la hipnosis (una motricidad supuestamente
neurológico, mental y somático, y es normal y alentador que la investi-
voluntaria), para derribarla mejor (imposibilidad del movimiento). Ha
gación continúe en esos sectores donde no hay razón para que la igno-
avanzado así un paso al apropiarse de la autonomía motriz, de la que
rancia actual sea definitiva. En cambio, la pareja hipnotizador/hipnoti-
sabemos que es muy generalmente suspendida por el sueño fisiológico.
zado coloca rápidamente en estado de desconcierto a este tipo de enfo-
De tal modo que la inmovilidad del brazo nuevamente dará pruebas,
que muy "científico", y es lo que le da su potencia heurística y su valor
como puede hacerlo también la rigidez de ese mismo brazo, o la cata-

29. L. Che1tok, L'hypnose, op. cit., pág 161.


30. Al no haber tenido los medios para verificar por mí mismo el fundamento de 31. Las comillas indican en este caso que ese sueño no debe entenderse aquí como
estas afirmaciones, las tomo prestadas , con toda confianza, de L. Che1t9k, Le un sueño fisio lógico. Liebeault, por ejemplo, comentaba así la cosa: "Es el
coeur et la raison, op. cit., pág. 202. Este último hace notar al respecto que el sueño por sugestión, es la imagen del sueño que insinúo en el cerebro ." Cita-
argumento de Freud de acuerdo con e l cual las histéricas presentan trastornos do en L. Chertok, L'hypnose, op. cit. , pág . 160. ¡Notable precisión ! ¿Pero qué
del cuerpo "hablado", más que del cuerpo tal como lo conoce la medicina, está es la " imagen del sueño"?
aquí atrapado en falta: "Podemos saber lo que es una pierna cuando no somos 32. Por el ascendiente demasiado brutal que requiere, concebimos que este méto-
fisiólogos, pero no lo que es una reacción negativa a la tuberculina." Para do no sea ya muy apreciado. Presenta también algunos riesgos para el hipno-
poner semejante opinión en discusión, bastaría anotar que el mismo Charcot tizador: "Ese método exige que el operador se sujete a un entrenamiento para
utilizaba como argumento el hecho de que una simple paciente histérica no habituarse a fijar los ojos sin pestañear[ ... ] Debería también asegurarse de que
podía conocer científicamente el desarrollo completo de una gran crisis de sus ojos no lagrimeen. Otro riesgo es que durante la operación el hipnotizador
histeria, y por lo tanto no podía simularla. Ahora bien, ése fue uno de sus se vuelva é l mismo hipnotizado", ibid., pág. 166. Aq uí, demasiada
mayores errores ... especularidad daña.
204 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 205

lepsia de los párpados. Esta aparente diversidad no es otra cosa que Ja estado aislado. Semejante entidad no tiene derecho de existencia más
repetición de un solo y mismo procedimiento, a su vez repetición del que en la perspectiva y la presencia de un Leviatán, el que "considera-
procedimiento de inducción, y también verificación de que una orden rá" los actos y las palabras de cualquiera como perteneciéndole o como
recibida es efectivamente ejecutada en realidad. La monotonía propia perteneciéndole a otro, o a alguna otra realidad ...
del procedimiento gana bastante inexorablemente a su descripción, y Je
No busco entonces asimilar tan apresuradamente a la pareja hipnotiza-
daremos a Freud el crédito de haber reducido la presentación a su trama
dor/hipnotizado con la persona ficticia y con los dos cuerpos que arti-
elemental: conseguir "hablar dentro" -pues toda orden es prototípica
cula. En cambio, quiero mostrar que el resorte tensado por Hobbes con
de ese tipo de enunciación-, y hecho esto, reducir a prácticamente nada
su noción de autorización hace de la hipnosis la enclenque y casi acha-
el Eigenmiichtigkeit del hipnotizado, de tal modo que se mantenga ese
cosa hermana menor del prestigioso vínculo social con que se forjan las
estado de sujetamiento que es al mismo tiempo la entrada a la hipnosis,
y el estado hipnótico mismo (si es que existe tal estado). Sin importar repúblicas.
cuáles sean los grados en el trance, las diferencias no serán más que La capacidad de "gobernarse a sí mismo" está en el centro de la cues-
cuantitativas, pues la calidad seguirá siendo, por su parte, perfectamen- tión. En Hobbes, en vista de su concepción del hombre, no puede con-
te monótona: el sujetamiento. ducir por sí misma más que a la guerra civil, a la invasión permanente
de cada uno sobre el otro, sin que se tenga siquiera la seguridad que
podría provenir del amontonamiento jerarquizado de las potencias. En
IV 2. 3. ¿Quién transfiere qué? Freud, lo hemos visto al pasar, esta capacidad se ha vuelto "el obstácu-
lo caprichoso que se opone a la manifestación de influencias psíquicas
sobre el cuerpo": el poder de cada uno sobre sí mismo es aprehendido
Lo que se hará con ese vínculo instaurado nuevamente -experimenta-
entonces ante todo como una barrera protectora que rápidamente reve-
ción científica, instrumento terapéutico o espectáculo de feria- no es
la ser nociva al encerrar uno sobre otro "uno" psíquico y "uno" somá-
importante por el momento: lo único que cuenta es la estructura interna
tico cuyo emparejamiento resulta irregular a los ojos del médico. En
que lo constituye sobre el modelo de la persona ficticia tal como se ha
los dos casos, lejos de mostrarse con los atavíos de la libertad, de la
elaborado en Hobbes. Con una diferencia, a la vez enorme y discreta:
responsabilidad y del coraje, esta capac.idad de apariencia positiva con-
en Hobbes, esta persona requería imperativamente la etapa -siguiente
duce a lo peor echándole peligrosamente el cerrojo a una especie de
en apariencia, si le creemos al desarrollo sucesivo de los capítulos- del
Leviatán mismo, del pacto social por el cual cada uno entregaba su solipsismo.
derecho de gobernarse a sí mismo en beneficio de otro si y sólo si el También en los dos casos, esta capacidad no es verdaderamente gran
vecino hacía lo mismo en favor del mismo otro, y así sucesivamente ... cosa ti.Jera del momento en que es cedida a otro. Hobbes, entretanto, le
En la sesión de hipnosis, por el contrario, la perspectiva de un Estado introduce a este sujeto una distinción valiosa:
está ausente, e incluso no es pertinente. La posibilidad de un movi-
miento epidémico, de un entrenamiento colectivo, que tuvo su impor- Cuando un hombre transfiere algún derecho a otro sin ninguna esperanza
tancia en los tiempos de la cubeta mesmeriana y que encontramos toda- o consideración de un beneficio recíproco, presente o futuro, se llama una
donación libre. [ ... ] C uando uno transfiere su derecho en espera de un
vía a veces en la hipnosis, no debe inducir en un error: ya no hay ningu- beneficio recíproco, no se llama una donación libre, sino un contrato.
34

na necesidad de reunir una pluralidad de individuos para centrarlos


sobre un mismo hipnotizador o magnetizador, puesto que este último
puede también operar plenamente sobre un solo individuo, 33 mientras
que está excluido ver que exista una persona ficticia a la Hobbes en lidad, para vigilar e l poder total del hipnotizador), asistan "observadores" a la
escena, directamente, de visu, allí donde el análisis freudiano llegó, por el
contrario, a instalru· una de sus prohibiciones más sólidas. Cf"r. infra, cay. lY.3.
33. De todos modos valdría la pena interrogar lo que fueron - y son todavía, llega- 34. T. Hobbes, Le corps politique reprint de la edición de 1652, Saint Etienne,
do el caso- los diversos públicos de la hipnosis . Si la presencia de un tercero, Publications de l'Université de Saint Étienne, 1977, págs. 10-1 l. Podemos
simple o múltiple, nunca fue una necesidad para la inducción hipnótica, eso escuchar aquí como un lejano eco jurídico de la problemática constitucional
no impide que con mucha frecuencia (entre otras cosas por razones de mora- encontrada en la práctica por los revolucionarios franceses: entre el mandato
206 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 207

Quedaba una tercera posibilidad de sujetamiento: la fuerza. Alguien vara alta sobre la sucesión de los acontecimientos, y revelando no ha-
que, por la victoria militar, conservaba la vida de los vencidos los colo- ber transmitido nada "para siempre"; solamente habría "simulado" trans-
caba por ese hecho -y ellos mismos se colocaban recíprocamente- en mitir hasta que, cuando las cosas se pongan espesas, el pseudópodo de
un estado de sujetamiento involuntario, siervos y esclavos sometidos a voluntad otorgado parsimoniosamente al otro sea repatriado sobre la
la voluntad de quien les había dejado la vida. Estas tres posibilidades se marcha.
encuentran sin dificultad en la inducción hipnótica.
Aquí nos topamos una vez más con una dificultad formal encontrada,
Incluso en el extremo del último caso, Hobbes insiste con justa razón por su parte, muchas veces en contextos muy diferentes: de un rey al
sobre el hecho de que sólo hay transferencia si se producen claramente otro en los tiempos en que cada uno tenía dos cuerpos, de un humano al
"signos suficientes" de la voluntad de quien transmite. El esclavo pue- otro cuando los dos deben fundar el pacto social según Hobbes, de un
de no querer la vida mermada que le ofrece el vencedor y, a falta de hipnotizado a su hipnotizador en el emplazamiento de su "rapport",
vivir, puede no estar sujetado. En la donación libre, como en el contra- cada vez el tercero requerido para garantizar la relación constituye un
to, y como por fuerza, "abandonar su derecho", escribe Hobbes, "es problema: no debe estar demasiado bien individuado, 35 sin lo cual el
por signos suficientes declarar que es nuestra voluntad ya no hacer la problema de su propio vínculo con cada uno de los dos términos inicia-
acción que podíamos hacer anteriormente por derecho. Transferir su les se volvería tan abrupto como el que se trata de establecer entre ellos
derecho a otro, es por signos suficientes declararle a ese otro que lo dos. De tal modo que ocurre comúnmente lo siguiente: uno de los dos
acepta que es nuestra voluntad ya no resistirnos a él, de acuerdo con el toma a su cargo más que el otro lo que los liga, sea lo que sea en ese
derecho que teníamos antes de que fuera transferido". caso. Queda por mostrar que, en ese camino, Freud radicalizó conside-
rablemente la situación por uno de sus aspectos, aparentemente muy
Se requiere la voluntad para poder ser abandonada. Y una vez más, de
técnico, de su método. 'I
nada servirá buscar demasiado distinguir entre "la voluntad que aban-
dona" y "la que es abandonada". No difieren ni por esencia, ni por el
tiempo de su efectuación, puesto que los signos suficientes deben
imperativamente ser producidos por el sujeto que abandona su resis-
tencia en la hipnosis, por el titular del derecho que se deshace de él en
el contrato social. Un instante más tarde será demasiado tarde: el signo
IV3. La exclusiónfreudiana del tercero

Cómo llegó Freud a romper con la técnica usual de la hipnosis, se lo


i
suficiente ya no habra sido dado libremente, ya no podrá ser considera- habrá visto ya bastante de cerca alrededor de sus textos que datan de los
do como comprometiendo al sujeto que lo ha emitido, puesto que en- Estudios sobre la histeria. 36 Y no es eso lo que se trata de retomar o de
tonces no será más que un subproducto del sujetamiento que uno se hurgar más profundamente aquí. En cambio, quisiera subrayar en qué
proponía establecer. Como Husserl en su trabajo sobre la conciencia su nueva técnica llamada "de asociación libre" implica muy imperiosa-
intima del tiempo, es necesario aquí imaginar cierto lapso temporal de mente algo que, a primera vista, prácticamente no tiene relación con la
la conciencia abandonadora que franquea la separación, planta un pie asociación libre de que se trata: mientras que la sesión de hipnosis tole-
en cada ribera -posesión, abandono- antes de refugiarse en el nuevo raba sin dificultad la presencia de uno o varios espectadores, u observa-
papel y terreno que será el suyo a partir de ese momento en el marco del dores (bajo ciertas condiciones de contención y de buena voluntad), la
contrato. Por poco que sea, es necesario poder imaginar esas dos vo- situación analítica tal como Freud la emplaza entonces excluye con la
luntades como no formando más que una, a falta de lo cual, si la volun- más firme determinación toda presencia que no sea la de los dos parti-
tad transmitida difiriera de la que transmite, esta última quedaría en cipantes requeridos. Al pensar que esto se debe a no se sabe qué "secre-
condiciones de atraer nuevamente a sí la primera, conservando así la

35. Incluso en el caso del Leviatán, que puede pasar por el tercero por excelencia;
en el momento del pacto que se establece entre cada uno y su vecino cuando
imperativo que hubiera sido del orden de un contrato muy preciso, y los re- pacta un contrato con él, la PERSONA FICTICIA que cada uno de los dos
presentantes libremente unidos en la representación nacional, que no hubie- forma entonces con el SOBERANO sigue siendo una dualidad en la cual la
ran estado vincul ados con sus electores más que por una especie de donacián relación de autorizacián constituye un tercero bastante lábil.
libre . 36. CfT. supra, cap. 1, págs. 28-34.
208 Anatomía de la tercera p ersona
Retomo a la transferencia 209

to" relativo a lo que se podría decir, no se sabe qué intimidad que se


le cayó encima a comienzos de 1926. El juicio no podía tener lugar
trataría de proteger, nos perdemos, hasta el punto de ya no medir las
apuestas epistémicas de esta exclusión sin apelación. antes del final del largo verano jurídico vienés , por lo qµe Freud se
puso a redactar un opúsculo en favor de Reik en los primeros días de
Esta exclusión era al principio tan evidente que no neces itó al inicio ser junio. El impresor recibió el manuscrito en julio - así que Freud no
objeto de ninguna aserción claramente localizable. ¿De qué hubiera perdió el tiempo- y su publicación, unida aparentemente a la escasa
servido un tercero, sin importar quién fuera, en este intercambio del seriedad de los decires de un "enfermo" no muy digno de fe, bastó para
lenguaje ordenado por la regla fundamental? ¡No había necesidad al- que el procurador pusiera fin a la acción judicial ya desde la conclusión
guna de hacer de su ausencia una ley, puesto que, suponiéndolo presen- de Ja investigación previa. No hubo juicio.
te, habría resultado ser superfluo de entrada! Así pasaron los años,
amueblados por muchas otras preocupaciones-terapéuticas, doctrinales,
relacionales, políticas, etc.- sin que Freud u otros analistas fieles a él IV. 3. J. El caso Reik
tuvieran que intervenir sobre ese punto. Como en muchas otras cosas,
para ello fue necesaria una ocasión, fue necesario un caso. Sólo enton-
Este episodio jurídico-analítico produjo uno de los textos más comen-
ces, pero muy claramente, el punto se vio despejado de la oscuridad en
tados de la obra freudian a, ese Die Frag e der Laienanalyse. La traduc-
la que cierta evidencia lo había mantenido hasta ese momento.
ción de su título fue un problema durante mucho tiempo en Franci a, por
En la primavera de 1926, Theodor Reik es objeto de una demanda, en haber sido reducida a un "Psychanalyse et médecine" ["Psicoanálisis y
Viena, por ejercicio ilegal de la medicina. No se sabe mucho de las medicina"] que provocaba que se escapara Jo esencial. Ese texto hizo,
circunstancias que le valieron a Reik esa demanda. Freud, por su parte, en efecto, mucho más ruido en el mundillo analítico que en la Corte de
podía sentirse muy concernido por este caso judicial donde la tomaban Justicia, en vista de su valor de cachetada pública dirigida, en e l se no
contra uno de sus alumnos cercanos, pues cuando el muy joven Reik de la International Psychoanalytic Association, a la rama estadouni-
había venido a consultarlo, más de dieciséis años antes, para hablarle dense, que tendía cada vez más abiertamente a prohibir la práctica del
de su pasión por el psicoanálisis y preguntarle si era conveniente lan- análisis a los no-médicos, en perjuicio de un Freud que veía eso con
zarse a estudiar medicina, le había contestado que no, que era comple- muy malos ojos. Los consejos de Freud al joven Reik se habían vuelto,
tamente inútil, y le aconsejó que más bien emprendiera un análisis en con la evolución del psicoanálisis en general y el estadounidense en
Berlín, con Abraham, cosa que Reik se había apresurado a hacer. 37 A particular, una cuestión más bien caldeada entre analistas.
comienzos de los años veinte, Reik se lanzó a la práctica psicoanalítica,
En ese año de 1926, Freud pretendía matar varios pájaros de una pedra-
durante un tiem¡JO dividido entre Berlín y Viena, cuando esta acusación
da: liberar a Reik del mal asunto en que se encontraba atrapado, pero
también liberar al psicoanálisis del dominio de ciertos psicoanalistas
que, a los ojos de Freud, estaban ahogando su invención, tan inexora-
37. "Siguiendo el consejo de Freud, me fui a Berlín a fin de completar mi forma- blemente como sus enemigos de ayer y de antes de ayer, reduciéndola
ción como psicoanalista [... ] Él me había disuadido de hacer mis estudios de a una especialidad médica.
medicina, considerando que en mi caso era un desvío inútil, y convencido de
que yo podía dar un mej or servicio a la causa del psicoanálisis consagrándome Uno de los intereses directos de este texto se refiere entonces al hecho
a la investigación . Él fue qu ien le confió los cuidados de mi análisis personal de que Freud se da un interlocutor ficticio. Ciertamente no es la primera
al doctor Karl Abraham, el mejor, después de él, de los analistas de entonces.
No solamente ese análisis no me costó un centavo, sino que durante los años vez que emplea ese modo retórico, es en él casi habitual; pero aquí, este
1913 y 1914 Freud llegó incluso a darme de su bolsillo una mensualidad que interlocutor resulta ser necesariamente un representante del Estado, por
nos permitió a Ella [su amante del momento, y futura primera esposa] y a mí el hecho mismo de la ley austríaca que prohibía, en esa época, pura y
llegar a fin de mes. [... ] Todavía me parece ver a Freud subiendo nuestros simplemente que un "enfermo" fuera tratado por quien no poseyera un
cuatro pisos para anunciarme en persona que la Asociación Psicoanalítica
Internacional me había adj udicado su primer premio por el mejor estudio de
título oficial de médico. El carácter explícito y constreñidor de la ley Je
psicoanálisis aplicado: Los ritos de pubertad [... ]" T. Reik, Fragments d'une obligaba a Freud a dirigir su alegato a alguien susceptible de encarnar
grande confession [Fragmentos de una gran confesión], París, Denoel, 1973, plenamente la lógica y la legitimidad estatal, para convencerlo de que
págs. 258-259. el psicoanál isis no entraba en el marco de esa ley, y por Jo tanto no se
21 O Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 211

ajustaba tan rápidamente ni tan bien con una "medicina" cualquiera. ¿Por qué? No tendría interés asistir a una o varias sesiones, responde
Como lo dice muy claramente al final de su introducción: de entrada Freud, aparentemente muy preocupado por la comodidad de
su interlocutor. Nuestro observador acabaría por aburrirse [er würde
Acaso se llegue a averiguar que en este caso los enfermos no son como sich langweilen 40 ], dice, de tal manera que prefiere ocuparse en reali -
otros enfermos, los legos no son genuinamente tales, ni los médicos son zar amablemente algunos retratos rápidos de los "enfermos" que recu-
exactamente lo que hay derecho a esperar de unos médicos y en lo cual
pueden fundar sus pretensiones. Si se consigue probarlo, se estará justifi- rren al análisis. ¿Qué es lo que cada enfermo es entonces invitado a
cado en reclamar que la ley no se aplique sin modificación al presente hacer con el analista?
caso [i. e. : el psicoanálisis]. 1X
Entre ellos no ocurre otra cosa sino que conversan. [ ... ] El analista hace
Este "juez imparcial", como Freud lo llama, parece haber tenido como venir al paciente a determinada hora del día, lo hace hablar, lo escucha,
1uego habla él y se hace escuchar.
modelo al fisiólogo During, miembro del Consejo Superior de Medici-
na, "personaje muy oficial -le escribía Freud a Abraham el 11 de no-
viembre de 1924- [quien] me preguntó lo que siento sobre el análisis
profano [Laienanalyse]". Si Freud pudo dar muestras de semejante ra- IV. 3. 2. ¿Charlatán?
pidez en la redacción de su texto, también es porque ya lo preparaba
desde hacía algún tiempo, y retomó al pasar un género que él apreciaba, E videntemente, no todo es tan simple como parece en el primer acerca-
además: una presentación general del psicoanálisis, 39 escrita sin térmi- miento , y al igual que en otros relatos construidos siguiendo el mismo
nos técnicos y como a mano alzada. tipo, Freud nos conduce del paso de la hipnosis a la regla fundamental,
q ue sólo puede ser sustentada al precio de la hipótesis del inconsciente,
El objetivo retórico es claro: convencer al "juez imparcial" de que la detallada bastante largamente. También, el interlocutor se enterará su-
cura analítica no puede ser confundida en todos los puntos con un tra- cesivamente del peso de la represión, la irrupción súbita de la transfe-
tamiento médico, y por lo tanto explicarle paso a paso cómo opera, rencia, y muchas cosas más. Es un buen tipo, y concluye esa larga expo-
puesto que queda excluido proponerle que emprenda un análisis para sición de Freud con un "Bueno, no puede hacerme daño haberlo escu-
que vea por sí mismo de qué se trata . Aquí, Freud sólo se permite el chado a usted". Queda una pregunta, que ya se encontraba allí al co-
atajo argumentativo y racional, y esta perspectiva le sienta bien : nueva- mienzo: ¿en qué se diferencia esto de una medicina, puesto que Freud
mente se encuentra allí en una posición de aspirante, claramente no habrá cesado (o casi) de habl ar como terapeuta? ¿A qué responde
conciente de que el resultado que persigue "dependerá de personas que una nueva precaución oratoria por parte de Freud (es un arma que em-
no están obligadas a conocer las particularidades de un tratamiento pleará con frecuencia en el debate): da su propia definición del charla-
psicoanalítico". tán, del "Kurpfuscher" 41 ·

Nuestra tarea es ilustrar acerca de ellas a esos jueces imparciales, a quie- Para la ley, es charlatán el que cura a los enfermos sin poder probar que
nes supondremos ignorantes por ahora en la materia. Lamentamos no poder posee un diploma médico de Estado. Yo preferi ría otra definición: es char-
hacerlos asistir a un tratamiento de esa índole. La "situación analítica" no latán e l que emprende un tratamiento sin poseer los conocimientos y las
es compatible con la presencia de terceros [Die "analytische Situatüm" capacidades requeridas. Apoyándome sobre esta definición, me arriesgo
vertriigt keinen Dri/len] . a afirmar que - no solamente en los países de Europa- los médicos sumi-
nistran al análisis su más nutrido contingente de charlatanes. 42

38 . S. Freud, ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez impar- 40. "Langweilen": verbo muy directo. "Aburrirse'', cie1tamente, pero también , y
cial, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu ed., 1987, tomo XX, pág. sobre todo en la forma reflexiva, como aquí: abuITirse a muerte, perecer de
172. aburrimiento ...
39. Dentro de ese género, encontraremos lo mismo los Vorlesungen, que la Con- 41. "Pfitsche" : chapucero, descuidado, que trabaja mal, que estropea el trabajo .
tribucüín a la historia del movimiento psicoanalítico, la Selbstdarstellung, "Kurpfitscher": charlatán, estropeador de cura.
este¿ Pueden los legos ejercer el análisis~. el Esquema del psicoanálisis, así 42. S. Freud, La question de l'analyse profane. Propos échangés avec un
como ciertos pequeños relatos incluidos en otros textos . interlocuteur impartial, París, Gallimard, 1985, pág. 106. [En español S. Freud,
Retorno a la transferencia 213

2 12 Anatomía de la lercera persona


[ ... ] Pero coloco e l acento en la ex igencia según la cual nadie debe 1mu:-
ricar el análisis sin haber adquirido el derecho para ello median.re un.a
El razonamiento utilizado -muy grato para los a nalistas , quienes desde determinada f(mn.ac:úín. 43
siempre lo han adoptado sin dificultad , y más aún desde que se entu-
siasman por la "ética" de que hacen alarde- merece que lo desmenuce- Sobre lo cual el juez imparcial le responde, muy oportunamente:
mos, pues bajo una forma más bien aguda, se enfrentan en ella dos
concepciones de la legitimidad. "Entonces, ¿qué propuestas concretas tiene usted para hacer?"

¿Cómo no darle la razón a Freucl? El charlatán, el peligroso chapucero


Freud finge entonces eludir la pregunta, pero ya ha respondido varias
es efectivamente, en toda ocasión, quien no posee las capacidades y los
páginas antes , cuando su interlocutor le preguntaba muy simplemente:
conocimientos requeridos para el acto en e l que se compromete y por el
"¿Dónde se aprende lo que hace falta para practicar el análi sis?"
cual se hace retribuir. Esta definición es válida para e l plomero, e l abo-
gado, e l ensa lmador o ... ¡la mujer de la vida alegre ' Vemos menos
Por ahora ex isten dos institutos donde se impa11c instrucción en el psicoa -
claramente, en cambio, lo que un diploma de Estado viene a hacer en nálisis. El primero se encuen tra en Berlín , creado por Max Ei tin gon , de la
este paisaje. Ciertamente, garantiza que tal ciudadano ha adquirido co- asociación local. El segundo es costeado con sus pro pios recursos. y me-
nocimientos y capacidades en un sector determinado: un médico, un diante considerab les sacrificios, por la Sociedad Psicoanalítica de Viena.
abogado, serán tales por haber pasado exitosamente exámenes o con- La participación de las autoridades públicas se limita por ahora a las
múltiples dificultades que oponen a esas jóvenes empresas. Un tercer ins-
cursos que determinan el campo de actividades que se les abre por ese tituto didáctico debe inaugurarse por estos días en Londres44 [ ... ]
hecho. El abogado no puede ejercer la medicina, ni el médico litigar en
la corte, pero cada uno está legitimado para ejercer en su sector. E n
Respuesta, entonces: el psicoanálisis mismo se ocupa de su propia trans-
esos casos, el Estado y sus agentes están también ah í para garantizar no
misión, sin importar el precio que esto le cueste. Él solo , por interme-
la calidad de la práctica, ni el éx ito del acto, sino efectivamente esa
dio ele sus "institutos", está en condiciones de seleccionar entre charla-
posesión ele un mínimo de "conocimientos y capacidades". En el caso
tanes y no charlatanes. En ese dédalo serio entre todos , está decidida a
ele la. inapelable definición de Freucl , no vemos en absoluto quién pro-
no dirigirse hacia el Estado para que tome a su cargo esa enseñanza y su
nunciará un estatuto sobre e l hecho ele que tal o cua l "emprende un
especificidad, y garantice acto seguido, como lo hace con la medicina,
tratam iento s in poseer los conoc imi entos y las capacidades requeri-
la arquitectura u otras disciplinas, que un "mínimo de conocimientos"
das" . Ahora bien, en ausenc ia de semejante instancia claramente afir-
efectivamente se ha acumulado. A pesar de tocios los numerosos des-
mada desde e l inicio del juego, ¿qu ién podrá poner en funcionamiento
víos que Freud tomó a lo largo de tocio ese texto, su posición se des-
una definición tan perfecta? ¿Qu ien hará la división entre quienes tie-
prende con bastante claridad: que el estado, por intermedio del juez
nen las capac idades y quienes no las tienen?
imparcial, admita que la ley que vale para la medicina no es válida para
Porque hay dos posibilidades en este cruce de caminos: o bien F reud el psicoanálisis, pero que no crea por ello que tiene el derecho de legis-
opta por la fabricación de un diploma de Estado de psicoanalista, dife- lar sobre el análisis mismo.
rente del de médico, y entonces la instancia propia en nuestras socieda-
des para garantizar un mínimo de conocimientos y de capacidades, a
saber el Estado, será una vez más (por intermedio de agentes responsa- 43. S. Freud, La question. de l'analyse profane, Op. cit., págs. 112- 11 3. [En espa-
bles) claramente identificable en el asu nto, y "analista" será un título ñol S. Freucl, ¡Pueden los legos ejercer el análisis? Di(ílogos c:on. un juez
como los demás, que en cada caso se desprende de un saber específico. imparcial, op. cit., pág. 2 19.] Las itálicas son suyas.
44. S. Freucl, ¡Pueden. los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez impar-
O bien ese mismo Freud se otorga a sí mismo los medios públicos para cial, op. cit., pág. 102-103. Unas líneas más adelante: "Pero una vez que se ha
saber quién es charlatán y quién no lo es . Ahora bien, está claro, leyen- pasado por esa instrucción, que uno mismo ha siclo analizado, ha averiguado
do esas páginas, que Freud no considera ni por un instante la primera ele la psicología ele lo inconsciente lo que hoy puede saberse, conoce la ciencia
solución, mientras que remacha el clavo ele la segunda al escribir: ele la vida sexual y ha aprendido la difícil técnica del psicoanálisis, el aite de
la interpretación, el combate ele las resistencias y el manejo de la transferen-
cia, ya n.o es un lego en el campo del psicoanálisis. Está habilitado para
emprender el tratamiento ele perturbaciones neuróticas[ ... ]" (itálicas de Freucl)
¡Pueden los legos ejercer el análisis! Diálogos con un juez imparcial, op.
cil., pág. 216. ]
214 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 215

¡El psicoanálisis respondiendo solo por el psicoanálisis! ¿Quién se ción no puede efectuarse sin dejar huellas detectables. Del mismo modo
atrevería a ir contra eso, cuando es el mismo Freud quien lo dice? Quiero, que no hay crimen perfecto, no sería concebible una "represión entera-
sin embargo, mostrar que esta exclusión del Estado no reposa sobre no mente exitosa", una represión que no dejaría huellas y que sería tal ql\e
sé qué sensibilidad política de Freud, sino que surge como una conclu- lo reprimido jamás quisiera "retornar". Una vez planteada semejante
sión directa de un punto preciso de la técnica puesta en acción por el aserción, - que también es más metodológica que factual-, entonces sí,
propio Freud, y que los freudianos de todas las corrientes se transmiten permitió que se considerara que las "ideas adyacentes", las Einfallen
a partir de entonces más o menos ciegamente, continuando de ese modo que a partir de entonces infaltablemente 46 vendrán, en un momento u
la actitud de Freud. 45 otro, bajo una forma u otra, a la mente del paciente, harán el trabajo que
anteriormente le correspondía a la hipnosis: llevar nuevamente al dis-
La regla fundamental se presenta de manera bastante benigna, a prime- curso la huella de los acontecimientos que se suponen traumáticos ..
ra vista, un "truco" técnico, como los que son utilizados por los hipno-
tizadores, en efecto. No existe ningún enunciado canónico de él. "Diga Eso sólo será verdaderamente posible si la regla es aplicada, al menos
lo que se le ocurra", "Hable a calzón quitado", "No deje de lado las por el mismo que la propone. La regla, dicho de otro modo, desarrolla
ideas que podrían venir a intercalarse en lo que usted dice", así podría- tantas consecuencias para quien la enuncia como para quien, más bien
mos variar, si no hasta el infinito, al menos ampliamente. Es efectiva- inocentemente al comienzo, la obedece: éste es el punto que queda por
mente una orden, no obstante, sin importar la elegancia con la que se la establecer. Sólo lo conseguiremos retomando uno de los enunciados
module llegado el caso. técnicos por los cuales Freud pudo invocarlo, enunciado que ya encon-
tramos en la primera parte de este trabajo cuando apareció esa "meine
Uno de los pilares teóricos de esta regla consiste en afirmar que toda Person" que se encuentra, a su manera, casi en el origen de todo este
representación reprimida tiende por ella misma a volverse conciente. trabajo. Recordaremos simplemente aquí que había sido citada a título
Una aserción de este orden supera con mucho la investigación empíri- de representación meta residual, que había sido dejada dentro del juego
ca, aunque más no sea por la generalidad con la que se enuncia muy por la aplicación de la regla fundamental.
necesariamente (no hay manera de decir que solamente "algunas" son
empujadas a ello). Vimos de cerca el salto que tuvo que ciar Freud, con
Fraülein Elizabeth, para conseguir elaborar claramente esta regla, y
cómo el hombre de las ratas - uno de los primeros, al parecer, a quien lP,
IV 4. El suspenso de la finalidad
presentó la regla como tal- consiguió darle, desde su segunda sesión,
un juicioso equivalente, con el suplicio de las ratas. Encontramos otros En esas páginas casi finales de la interpretación de los sueños, Freucl
enunciados de ello, como por ejemplo al final de Totem y tabú, cuando utiliza entonces esta noción de "representación meta" 47 [Zielvorstellung]
Freud expresa que el borramiento ele un acto cometido por una genera- para describir el "hablar a calzón quitado" que activa su nueva técnica.
Con ese término, entiende el hecho de que una parte a veces muy im-
portante de un discurso dicho en una situación cualquiera de
interlocución puede estar más o menos rigurosamente ordenada por la
45. Con la ironía mordaz de su texto "Situación del psicoanálisis y formación del
psicoanalista en 1956, Lacan supo colocar bajo una cruda lu z esta posición de perspectiva de una meta dada: convencer al interlocutor, establecer la
Freud que, retomada tal cual por la burocracia de la l.P.A., se volvía franca- pertinencia ele un enunciado primero, probar la inocencia de uno, bus-
mente extraña: "Indudablemente, un estado ordenado encontrará a la larga car las causas de su enfermedad ... Debemos renunciar rápidamente a
con qué objetar al hecho de que algunas prebendas [... ] se dejen a discreción
de un poder espiritual cuya extraterritorialidad singular hemos señalado.
Pero la solución sería fácil de obtener: un pequeño territorio a la medida de los
Estados filatélicos (Ellis Island para dejar las cosas claras) podría ser cedido 46. En el sentido en el que es el destino que les prescribe la teoría, nada más y
por un voto del Congreso de los Estados Unidos, los más i.nteresados en este nada menos.
asunto, para que la l.P.A. instale en él sus servicios con sus Congregaciones 47. La noción venía de Meynert. Ver J. Allouch, "Une étrange et éphémere entité
del Índice, de las Misiones y de la Propaganda, y los decretos que emitiese 'clinique': la psychose hallucinatoire de désir (PHD)", in Érotique du deuil au
para el mundo entero, por estar fechados y promulgados en ese territorio, temps de la mort seche, París, EPEL, 1995, págs. 72-82 [Hay edición castella-
harían la situación más definida diplomáticamente [ ... ]", Escritos, op. cit., na: Erotica del duelo en los tiempos de la muerte seca, México, EPEELE y
México, 1984, págs. 466-467. Buenos Aires, EDELP].
216 Anatomía de La tercera persona Retorno a La tran.lferencia 217

hacer la lista de tales finalidades enunciativas, que son una legión . Por den social existente-, él hacía notar que el más poderoso puede morir
el contrario, para que todas y cada una de estas representaciones meta bajo los golpes del más débil. Así, esta escala de los poderes se mordía
pierdan oficialmente su antiguo rango organizacional, quien haya pro- la cola, se transformaba en un círculo donde las nociones de "alto" y de
mulgado esta regla se obliga por ello mismo a no tomar a ninguna de las "bajo" perdían su sentido. Al hacer equivaler de manera brutal cual-
representaciones de este orden como representaciones meta, y tiene el quier fragmento de enunciado, la regla desarrolla el mismo género de
deber incluso de no mantener ninguna de ellas por su parte, a hurtadi- efecto "global": en lo que se dirá bajo su registro, nada será a priori
llas , por así decirlo. Una representación meta, eminente o cualquiera, más importante que otra cosa. Veremos. El espacio mismo de la inter-
no será para sus ojos y para sus oídos más que una representación como pretación depende mucho de esta asepsia en cuanto a toda finalidad ,
las demás. Ni las urgencias ansiosas a veces vincul adas con síntomas entre otras, la que no dejaría de desprender un sistema cualquiera de
demasiado actuales, ni la pasión de saber propi a del investigador, nada valores preestablecidos que constituiría autoridad para los dos, donde
de eso - que por supuesto hace presión- debe tomar la ventaja, y la cada uno sabría debidamente que el otro está sujeto a los mismos valores.
"igualdad" de su atención, esta atención llamada "libremente flotante",
se impone entonces como la contraparte, del lado del analista, de la
regla fundamental: paciente y analista se abstienen conjuntamente de IV4.J. La representación meta como tercero
regular sus palabras (y sus actos) sobre una finalidad ordenada de ante-
mano, una meta compartida. Si se precisan de ese modo las palabras, la ¿Por qué los psicoanalistas se empeñan con tanta constancia, y sin que
"trivial" regla fundamental resulta pronto exorbitante, no tanto por su expresamente se los obligue a hacerlo, a no dejarle ninguna consisten-
dificultad, o incluso la imposibilidad humana de respetarla como por la cia propia, o al menos ninguna individualidad fácilmente detectable en
violencia con que mantiene a raya a ese tercero más usual de los inter- el espacio de la cura que ellos dirigen, a ese "tercero" con que se ceba
cambios humanos: una finalidad perseguida en común. cierta literatura analítica que celebra en él al elemento apaciguador y
En efecto, ¿qué oscuro presentimiento impide al analista, tan princi- regulador por excelencia (el demasiado famoso "tercero edípico"). ¿Por
piante o veterano como lo queramos imaginar, suscribirse en voz alta a qué dan ese paso al costado con relación al compromiso mínimo y
las metas explícitas que su paciente todavía potencial adelanta en su normal al que se suscribe cualquier terapeuta digno de ese nombre?
demanda inicial? Acabar con un incómodo s íntoma, encontrar un poco Por más prudentes que sean el médico, el cirujano, el psicoterapeuta, el
de paz (o un poco de fogosidad) en su vida amorosa, pasar el relevo de educador, en la evaluación casual del éxito de su empresa, eso no vuel-
la paternidad (de la maternidad), volverse analista, todo esto y muchas ve a poner en cuestión la finalidad de su acto. 48 La representación meta
otras cosas y razones pueden hoy llevar a consultar a un analista, sin que ordena a la pareja terapéutica en la cual van a actuar puede muy
nombrar un supuesto "malestar" difuso y confuso, del que sería urgente bien ser explícitamente compartida, y en la mayoría de las situaciones
salir. El analista escucha, pregunta, acepta, propone eventualmente un no solamente lo es, sino que es importante que lo sea. Aquí, masiva-
análisis, indica el método que se ha de seguir, y no promete nada. No mente, y a la inversa, el analista se abstiene de producir ese consenso,
por prudencia o modestia con respecto a un acto todavía por venir, y e inaugura muy frecuentemente con ello mismo un silencio que no es
por lo tanto incierto, sino por estar advertido -¿cómo? ¿por qué?- de lo nada más que el espacio de su efectiva neutralidad: ni de acuerdo ni en
inconveniente que sería instalar entre él y su paciente a un tercero tan desacuerdo con las representaciones meta que el paciente, resistiendo
molesto, un tercero cuya presencia se volvería de una sola vez excesiva como es debido a esta regla tan impuesta como consentida, quiere ha-
si los dos participantes reunidos de ese modo hicieran de él, de común cer prevalecer, el analista se empeña en no tratarlas más que como re-
acuerdo, su punto de alianza. presentaciones cualesquiera.
Una vez que ha sido enunciada la regla, el más anodino fragmento de
palabra valdrá eventualmente tanto como la difícil confesión de no sé
qué trauma mantenido oculto durante mucho tiempo. Esta dichosa re-
gla vino a efectuar silenciosamente un tipo de cierre formal encontrado 48 .. No olvido, aquí, la cohorte de problemas que puede sobrevenir alrededor de
cuando, en el amontonamiento sucesivo de los poderes individuales en este punto de la finalidad, que es colocado demasiado apresuradamente bajo
Hobbes -que podría haberlo conducido a una simple apología del or- la etiqueta "ética".
218 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 219

Sin embargo, hemos visto que Freud mantenía dos excepciones a esta Este hecho transferencia! es lo que surge entre el analizante y el analista
suspensión general de las representaciones meta: por una parte, perma- consecuentemente a la regla fundamental: porque ésta suspende todas
necen presentes en la mente del paciente las representaciones meta del las representaciones meta, permite que estas dos estén aisladas como
tratamiento, y, además, otra representación meta (misma que el desvío en ningún otro sitio. ¿Por qué? Porque en otros sitios -donde se puede,
por la hipnosis permite ahora apreciar mejor) no deja de valer como tal, llegado el caso, encontrar nuevamente la omnipresencia de uno de los
esta enigmática "meine Person". Estas dos excepciones no se encuen- interlocutores para el otro, y la preocupación en ese otro por mantener
tran ubicadas bajo el mismo régimen enunciativo. La primera, el intercambio dentro de un marco fijado de antemano- ,50 una o mu-
metodológica, es una hipótesis, una suposición, que Freud plantea "fir- chas otras representaciones meta vendrán, muy oficialmente, muy ex-
memente" [halte !ch die Voraussetzungfest], y de acuerdo con la cual plícitamente, a recubrir este paisaje y a nimbarlo con una luz común y
el paciente no cesará, pase lo que pase, de considerar al tratamiento compartida. Uno y otro, refiriéndose conjuntamente a ellas, cada uno
como un tratamiento. La segunda, en cambio, la que establece por su cuenta, ahogarán en ellas el movimiento transferencia! (quepo-
crudamente el hecho de la transferencia-" Und nun, die Tatsache" , como siblemente los anima) en las aguas de un acuerdo explícito sobre la
el propio Freud lo anunciaba con ardor en su XXVIIª conferencia al finalidad oficial del intercambio. Lo cual conduce a tomar la cosa más
momento de tratar sobre la transferencia- esta representación meta está bien a la inversa y a intentar mostrar cómo, en el análisis, nada soporta
planteada como un hecho en bruto, un hecho "sobre el cual el paciente mejor las resistencias que el hecho de compartirlas a través de los acuer-
no tiene idea", que ni siquiera sospecha [von der dem Patienten nichts dos ad hoc por los cuales tal analizante acaba a veces por maniatar al
ahnt]. analista, indicándole con esto mismo la vía.
Estas dos representaciones meta constituyen sin embargo un par, se
articulan una con la otra para especificar la acepción analítica de la
"transferencia" en el sentido freudiano a partir de ahora: una represen- IV. 4. 2. Lo "ilimitado" de la transferencia
tación meta omnipresente, que se impone como un hecho [meine Person],
articulada a esa otra representación meta que Freud mantiene por su Así, tiene el mayor interés, con frecuencia, estar atentos a tal o cual
propia autoridad y de acuerdo con la cual todo esto -incluyendo, por lo demanda de cambio de horario, o de algún otro punto del dispositivo
tanto, a la primera-forma parte de un "tratamiento". Sin esta hipótesis adoptado. No es que sea necesario a toda costa rechazar y rigidizarse
que Freud "plantea firmemente" con respecto de la primera representa- en un "marco" de cemento, pero mucho de lo que viene como acuerdo
ción meta, ya no vemos claramente cómo la segunda podría no virar lateral repetitivo -de preferencia dictado por unas circunstancias tan
sólo hacia la hipnosis, o al amor, o a cualquiera de esas pasiones más o externas a la voluntad del paciente como imperiosas en su realidad-
menos patológicas que alimentan, en efecto, muy sólidas "representa- corre el riesgo de acarrear una cuestión que, cuando se aloja allí, lo
ciones meta". 49 Es necesario que queden dos, y relativamente contra- hace obstinadamente: ¿sí o no va el analista a convenir que se encuentra
dictorias, para que nunca una sola constituya la ley. Por lo tanto, no se también en juego algo más que el análisis? ¿Va a reconocer por fin que
trata, con esta preocupación mantenida del "tratamiento", de una sim- existe verdaderamente una realidad distinta de la de la cura? Y si no,
ple táctica de defensa por parte del analista, que se defendería de la ¡cuánta arrogancia la suya, que pretende reducir todo sólo a su activi-
transferencia que él provoca invocando un tratamiento que se supone dad! Este analista se ve atrapado así, muy comúnmente, en las redes de
que él dirige, sino de lo que permite no cederle todo el terreno a la otra una acusación de absolutismo, ni más ni menos que lo fue el soberano
representación meta, la que "se impone como un hecho". Esta repre- de Hobbes, y la teoría de Hobbes, de paso.
sentación meta del tratamiento no está tanto ahí, ella, para ser invocada
En los dos casos, una idéntica confusión entre "ilimitado" e "infinito"
con fines de moderación de la transferencia como para especificar lo
da argumentos a la acusación , en la medida en que nada viene a hacer
propio de la transferencia en el sentido de Freud: una irreductible dua-
que tropiece este muy desacostumbrado suspenso de representaciones
lidad.

49. La proximidad esencial de la paranoia se deja sentir aquí de manera aguda. 50. Pensemos solamente en ciertas relaciones profesor-alumno, entre otras ..
220 Anatomía de la tercera persona
Retorno a la transferencia 221
meta, dispensadoras de sentido, 51 salvo la transferencia. Ahora bien ,
ésta es precisamente la hija natural de esa falta metodológica de reten- destacada. No se contenta con enunciar la constatación elemental que
ción y de dirección en la dimensión de la finalidad y del sentido. Aquí especifica el número de participantes admitidos en el terreno. Rige la
nace una espiral que pronto se vuelve vertiginosa, que desagradabas- escena transferencia! hasta en sus más sombríos rincones, extrayendo
tante a los buenos espíritus interesados en la calma y la mesura, pues en una conclusión directa del suspenso metodológico de toda representa-
ella ya no se puede diferenciar el mal de su remedio, el efecto de su ción meta: ningún tercero, ni siquiera bajo la forma de una meta perse-
causa. El emplazamiento de la regla hizo que se entrara en un laberinto guida en común. Y todas aquéllas y aquéllos que piensan encontrar en
donde las reglas usuales para ubicarse en el discurso carecen la "Ley" a ese tercero cuyos derechos le correspondería al analista ha-
insidiosamente de pertinencia, un juego que, una vez comenzado, una cer valer, o cuya figura incluso le correspondería encarnar, pueden des-
vez instalado en la repetición que lo entrama, sesión tras sesión, ya no alojar la sala. Las ropas del educador apaciguador que ellos imaginan
ofrece ningún indicio seguro de lo que podría constituir su conclusión, que son las del analista no pueden en efecto más que hacer caso omiso
su detención "interna", por no decir su punto de desembocadura. del equívoco fundamental y fundador de la transferencia, y reducir el
El punto tercero que sellaría el acuerdo y permitiría que cada uno sepa corazón del descubrimiento freudiano a la sola dimensión de una tera-
un poco "dónde está parado" con relación a una finalidad prefijada, péutica, allí donde la espera desde siempre la lógica del Estado con sus
que permite al mismo tiempo que la cuestión de la conclusión, de la "jueces imparciales", como Freud los llamó bellamente.
salida del "juego" transferencia! no se presente como un puro rompeca- Bastaría en efecto que toda la complicación de esta vasta cuestión que
bezas, ese punto tercero es deliberadamente mantenido en suspenso. recubrimos con el nombre de "psicoanálisis" adquiera la apariencia
Lo más sorprendente consiste quizás en el hecho de que sea tan poco determinada de la curación, para que todo se ordene, como con el pase
necesario hacer mención de él para desembocar en ese resultado: no de una varita mágica. Sobre esta cuestión tan simple, tan trivial, de la
solamente ninguna "persona" es introducida en esa posición de refe- finalidad del acto -¿curación o no?- el representante del Estado conti-
rente común a los dos participantes, 52 sino que ese cuidado va mucho núa irritándose por las respuestas ambiguas que los analistas le dan. Y
más allá, hasta desalojar pacientemente tal o cual representación meta a pesar de todo, sin temerle ya a su ira, prolongando la paciencia de
que el paciente somete a la aprobación del analista. ¡Pongámonos de Freud, será necesario una vez más explicarle que es al mismo tiempo
acuerdo sobre una cosa al menos , una pequeña cosa' Y aquí, la más chicha y limonada, carne y pescado. Que hay, ciertamente, curación, a
ínfima será, como cabe esperar, la más enorme. veces, si no esta práctica estaría enterrada como tal desde hace mucho
He aquí por qué la frase violenta, pero que en pocas ocasiones aparece tiempo, pero que esa curación no es, no puede ser un objetivo. Even-
con tanta claridad en el conjunto de la obra de Freud, de acuerdo con la tualmente puede ser un resultado, pero nunca un objetivo.53 Ahora
cual "la situación analítica no soporta a un tercero" parece tener que ser bien, ¿qué es un objetivo, si no es un resultado que uno espera? Así
que todo el asunto se ve reducido a este pecadillo, esta frágil disposi-
ción enunciativa que, de una u otra manera, con fuerza o sin ella, el
S 1. Debe entenderse esa palabra aquí en su dimensión vectorial, al menos tanto
paciente hace suya. Si no esperara nada, ningún resultado (y por esto
como en su dimensión significacional. mismo no trajera consigo ningún objetivo), no se metería de seguro en
52 . El caso del control no constituye una excepción. Si uno de los dos (el analista) este asunto. En cuanto al analista, ¿cómo podría no esperar nada? Cier-
visita a otro analista e n posición de controlador para hablar del paciente a tamente, un poco de cinismo -enfermedad infantil del psicoanálisis,
quien é l atiende, no solamente estas entrevistas no son conocidas por el pa- como cierto izquierdismo lo fue del marxismo- nunca está completa-
ciente, sino más aún: es de la mayor importancia que el supervisor no conozca
al paciente más que a través de los decires del analista que lo consulta y que al mente ausente de los "medios" psicoanalíticos: ocurre que se quiera
menos, en el caso contrario, no se apoye sobre su conocimiento r~fe renc ial y jugar a las mentes geniales, cuando ya no se tienen argumentos . Eso no
directo del paciente para "guiar" al analista. Si ocurre que lo haga, ya no se implica para nada que el analista no tenga, por su parte, en cada caso,
tratará prácticamente de psicoanálisis, incluso en el sentido más amplio del
término. Además, cuando - otra posibilidad- un instituto cualquiera de "for-
mación" ele los analistas se insinúa en este lugar tercero dentro de una cura
53. Quien todavía tenga dudas es invitado a releer, digamos, los Estudios sobre la
con el pretexto de que sería "didáctica", podemos hoy, tras casi un siglo de ese
histeria, como para convencerse una vez más de que la perspectiva de la cura-
tipo de práctica, conocer la extensión previsible de los daños ..
ción tiene muy a menudo una naturaleza tal que puede incendiar a la citada
histeria.
222 Anatomía de la tercera persona Retorno a la transferencia 223

ningún objetivo, y la astucia de la razón viene además a susurrarle que Estado no tiene ningún problema en formar, diplomar, emplear y pagar,
la ausencia obstinada de objetivo podría muy bien pasar por un objeti- puesto que la finalidad de su acto está claramente inscrita en su nom-
vo como cualquier otro .. . bre- y un psicoanalista, a propósito del cual ese mismo Estado no con-
sigue saber ni lo que hace, ni lo que quiere. Es notable que los psicoa-
nalistas, en su conjunto y a pesar de su diversidad, se empeñaron en no
confundir su actividad con la del psicoterapeuta, aunque llegaran a tra-
IV. 4. 3. Rigores de la equivocación
bajar en esos dos registros. En Francia, al menos, a pesar de la multipli-
cidad de las escuelas, los grupos, las asociaciones y las tendencias, no
Lo único más o menos claro es entonces la falta de acuerdo explícito hay diploma de Estado de psicoanalista, y la sesión de análisis sigue sin
entre los dos participantes. Cada uno espera algo, pero ninguno de los estar cotizada en los baremos del Seguro Social.
dos, ni nadie más sabrá si es o no es la misma cosa, lo que Lacan
marcaba por su parte con la palabra muy exacta de "equivocación"54 Todavía más revelador de esta tendencia: el psicoanálisis es, a veces,
[méprise]: el único asidero [prise] -¡y lo es!-que ofrece el análisis no enseñado como tal en la universidad. Se sustentan hoy tesis de psicoa-
es nada más que esta equivocación [méprise], que vincula en una rela- nálisis, y por qué no habría de ocurrir eso, en vista del saber acumulado
ción ilimitada (no hemos dicho "sin fin") a dos seres que no consiguen bajo ese registro, que pretende a la racionalidad, y puede entonces cons-
concordar y hacen de esa discordancia sin demasiado desacuerdo el tituir el objeto de un recuento, de un cuestionamiento digno de estudios
nervio de su extraña guerra. superiores bien llevados. Salvo que en esos mismos sitios no se oculta
que el título otorgado no podría valer como autorización para ejercer.
Pero estaríamos tentados a decir, con un discreto suspiro, ¿acaso no es Entonces, ahí está el hecho: los médicos, los abogados, los arquitectos
éste el régimen común de la mayoría de las parejas? ¿Pero qué es en- están autorizados para ejercer su profesión a partir del momento en que
tonces eso tan específico del psicoanálisis en este emplazamiento? En están en posesión del diploma ad hoc; en cuanto a los psicoanalistas, de
este punto, la cosa se revela ahora, no solamente en su evidencia de todas las escuelas por igual, se niegan a contentarse con este camino
siempre en cuanto al número de los participantes, sino hasta en la suti- común. Y el Estado, también hay que admitirlo, los deja en una paz casi
leza del discurso transferencia!: nada vendrá a ocupar de manera clara regia sobre ese punto. Propongo que intentemos entender un poco por
y distinta este lugar de tercero , nada vendrá que permita contar
qué.
hipócritamente hasta tres.
Planteo aquí la hipótesis de que lo que muy pronto se llamó la "segunda
Al menos así es como puedo yo comprender que unos analistas tan regla fundamental" sigue desempeñando un papel decisivo para los
diferentes, tan opuestos, tan atrapados a veces por implacables rivali- freudianos de todas las corrientes, pues todos la sacan a colación con-
dades, se encuentren desde hace tanto tiempo alineados sobre una mis- tinuamente: para ocupar el lugar de analista, es necesario primero ha-
ma postura: no le piden a ningún Estado que reconozca ni patrocine su ber llevado a buen puerto un análisis en la posición de paciente. Hemos
actividad. Se mantienen obstinadamente alejados de un título oficial podido ver al pasar que esta "regla" databa de los primeros tiempos del
que vendría a decir quién es charlatán y quién no lo es. No olvido, al magnetismo animal , bien sustituida durante todo el siglo XIX por los
pasar, situaciones como la de los analistas alemanes contemporáneos, diversos defensores de la hipnosis. ¿Por qué diablos una honrada for-
reconocidos por el Estado, cuyas sesiones son reembolsadas por el se- mación universitaria no habría de incluir ese análisis "didáctico"? Sim-
guro social. Ni el hecho de que hoy, igual que ayer, un importante nú- plemente al plantear la pregunta; vemos cómo se esboza una cierta son-
mero de médicos y psiquiatras practican el análisis sin diferenciarlo risa en los rostros: ninguno de los grupos de analistas que practican el
forzosamente de otras maneras de hacer, en relación directa con su reglamentario "análisis didáctico", ha sabido hasta el día de hoy produ-
título oficial. A pesar de la indefinida diversidad de las prácticas, sobre cir criterios tales que pudieran valer más allá de su seno, para el conjun-
la cuestión aquí y ahora en juego de la relación con el Estado, no hay to. de la comunidad, hasta el punto de que está permitido dudar de que
que confundir a un psicoterapeuta (o a un psiquiatra) -que cualquier haya semejante "conjunto". En el interior mismo de cada una de estas
mini-comunidades, en efecto, tienen lugar combates, regularmente, al-
rededor de estas cuestiones, sin que se instalen acuerdos muy durade-
54. Con la que él traducía también el "Vergre(fen" freudiano. ros . Ahora bien, una universidad no puede iniciar una prueba sin mos-
Retorno a la tranJjerencia 225
224 Anatomía de la tercera persona
se hace o no se hace del lado de las legislaciones europeas, pero por
trar las condiciones en nombre ele las cuales esa prueba se considerará más diferencias que pueda haber entre E uropa y cada uno de sus Esta-
pasada con éxito o no , al menos sin designar los jurados que serán dos, nada viene a dar testimonio del hecho de que su lógica difiera.
investidos ele ese poder (investidos por la Universidad, o dicho ele otro Ahora bien, esa lógica jurídica só lo puede tomar en cuenta una activi-
modo, por el Estado, única fuente ele legitimidad). Y aquí estamos de dad que exhiba su propia finalidad, sin im portar cuál sea ésta (dañina,
vuelta en la famosa "casilla de salida": si en una cura, llamada e n esta llegado el caso, y entonces esa actividad será proh ibi da). En su res is-
circunstancia "di dáctica'', se pudiera saber el punto que debería tencia a ser enteramente reducida a la curación, lo médico, lo universi-
alcanzarse, y si un tercero estuviera en posición ele juzgar al respecto, tario o la "investigación en ciencias humanas", el ps icoanálisis freudia-
como es el caso en tocios los procedimientos ele "evaluación", bueno, no continúa quedándose en los linderos, en las espesuras, en los montes
pues ya no quedarían más que pequeñas dificultades técni cas que solu- de las tierras jurídicamente susceptibles de entrar en el catastro.
cionar para instalar, junto al control de los conocimientos, el control ele
la habilidad mínima que calificaría al futuro analista, lanzado al merca- Su relación con la racionalidad científica, que da vida a tantos colo-
do a partir de ese momento . Al mismo tiempo que el cód igo, pasaría- quios y publicaciones diversos desde hace mucho tiempo, oculta casi
mos la conducción, y la licenci a para anal izar sería debidamente entre- dicha relación con esa otra racional idad, jurídica en este caso, que
gada. Ahora bien , tras casi un siglo donde nada de ese tipo se pudo entrama cada vez más nuestros vínculos sociales, esos vínculos pode-
poner e n marcha, debemos admitirlo: tal no es el caso . rosamente remodelados desde el periodo revolucionario por la noción
ele "representación", y las múltiples aporías aferentes. Si el extraño
El Estado, tercero por encima de todos los terceros, como hemos podi- suspenso de la fina li dad del acto freudiano deja al análisis del m ismo
do entrever en ciertos momentos de este estudio, el Estado nunca metió nombre al margen ele cualquier toma en cuenta por la lógica estatista,
verdaderamente la nariz en los asuntos analíticos. Esto no quiere decir ¿cómo entender ahora el peso que Lacan le dio al valor - político- del
que sus agentes no deban tener conocimiento, por diversas razones, de concepto ele representación?
los defensores de esta práctica, culturalmente importante, aunque sea
socialmente marginal : el fisco inspeccionó el terreno desde hace ya
mucho tiempo, y sabe gravar como es debido unos ingresos que le im-
porta bastante poco saber con qué etiqueta se pasean. Los interesados IV 5. El sujeto representado
saben que en Francia, de acuerdo con una ley aprobada en 1978, las
profesiones médicas y paramédicas están exentas del IVA. Así, los Al mismo tiempo que desplegaba, a lo largo de una enseñanza de más
médicos y otros psicólogos que practican el análisis en Francia no pa- ele veinticinco años, toda una estrategia para desplazar el concepto de
gan ese impuesto, mientras que otros analistas, que no pueden presen- "representación» en el sentido en que Freud había podido entenderla, 55
tar esos diplomas de Estado, sí se encuentran sujetos a él. Esa distin- separando cuanto podía lo que, en ella, le pertenecía a la imagen y lo
ción no hace más que subray ar la ausencia de relación entre el psicoa- que le pertenecía al símbolo, Lacan colocaba el otro valor de ese con-
nálisi s y el Estado, donde este último sólo toma en cuenta, como es cepto -"político"- en el corazón mismo de su definición central que,
debido de acuerdo con su lógica, los títulos que él mismo ha otorgado. lanzada a fina les de 1961, habría de permanecer intacta hasta el fin: Un
¿Analista? podría decir, si por casualidad hablara, ¿qué es eso? Psicó- significante representa al sujeto para otro significante.
logo, médico, kinesiterapeuta , soc iólogo, profesor, psiqui a tra , Esta definición conjunta del sujeto y del significante (tal como el psi-
antropólogo, periodista, todo eso, sí, me suena, pero "psicoanalista", coanálisis los aprehende) gira efectivamente alrededor de una acepción
no, no lo ubico . del verbo "representar" que parece no tener ningún valor figurativo
Desde hace casi treinta años, voces tan amenazantes como espantadas (¿quién iba a pensar que un significante tenía la misma cara que un
esparcen regularmente la noticia: los tecnócratas del Mercado Común, sujeto, y recíprocamente?). Algunos hablantes franceses, es cierto, se
concentrados en su pasión por armonizar las legislaciones europeas,
pronto se inclinarán sobre esa habitual rechazada que es el psicoanáli-
sis, y ya andan elaborando el brebaje mortal que lo matará si los psicoa-
55. Intenté describir esta problemática freudiana de la "representación incons -
nalistas no saben federarse a tiempo, unidos todos ante el peligro polí- ciente" en el capítulo 111.3. de Le lasso spéculaire, págs. 192-231.
tico y legislativo común. No estoy especialmente informado de lo que
226 Ana10111ía de la tercera ¡1er.1·01w Retomo a la tronsj'erencia 227

consideran capaces de no confundir e l verbo "representar'' y el verbo el u ido que cié un paso al frente él mismo en ningún escenario . Le falta
"representar pora". Esta ilusión. con la que muchos se contentan, se cualquier reflexiviclacl, que le hubiera permitido anclarse aunque fuera
disipa rápidamente cuando nos acercamos a la dualidad de l concepto un poco en e l ser, pero, por otra parte, lo vemos convertido, a ese hurón,
mismo. Dentro de la óptica cartesiana, no hay representación que no en el alfa y el omega, en lo a que los psicoanalistas lacanianos les gusta
sea representación de algo para algu ien. Ego es, en tocias las circuns- blandir como la perla única, lo que hay que salvar de los múltiples
tancias, ese "alguien", lo que Lacan retomaba a su modo en su defini- peligros dispuestos a ahogarla. Pues sin él, ningún significante repre-
ción del signo (discretamente tomada de Peirce): Un signo es lo que sentaría nunca nada, incluso si una vez que se ha puesto en movimiento
represento algo para alguien. :;r, A Freucl, en el linaje de alguien como la pareja significante/sujeto, nunca ese "sujeto" vendrá a quitarle el
Herbart, hoy retomado por algunos defensores del cognotiv ismo, le protagonismo a un significante, a solas en el escenario a partir de ese
habría gustado ciertamente que con su " representación inconsc iente", momento.
se estuviera auto ri zado a concebir una representación que, aunque re- También e n Hobbes, e l autor no tenía otro estatuto que el ele ser repre-
presentaría debidamente algo, no lo hiciera para nadie. Lacan, por su sentado, 58 en sus palabras y/o sus actos por otro distinto de aquél a
parte, luchó en ese frente, pero al mismo tiempo que rec hazaba lo esen- quien, por la relación llamada de autorización, le había sido clelegacla la
cial del sentido figurativo presente en Freud, jugó a fondo sobre el capacidad ele ser un representante. La consistencia de este autor no
sentido "político" de la noción de representación, ese sentido de acuer- dejaba ele variar según las situaciones en el texto mismo del Leviatán.
do con el cual, independientemente del grado eventual de semejanza, En el contrato jurídico trivial , el autor permanecía activamente presen-
algo (¿alguien?) puede ocupar el lugar de otra cosa (¿de otro a lguien?), te, ante tocio en el sentido en que tocio actor que dijera que actuaba en
y ac/uar en su nombre. nombre ele un autor debía poder en tocio momento ciar la prueba ele su
Contrariamente a la representación freudiana, el significante lacaniano autorización. Incluso en ese marco mínimo, el autor no tenía en cual-
no tiene de ningún modo la ambición de ofrecerse como una imagen, en quier momento e l derecho ele despoja r a su actor del mandato confiado
cualquier grado que fuera, de lo que sin embargo "representa". Su hete- a él. La cosa se agravaba aún más en el caso del contrato social, pues
rogene idad de principio con el sign ificado que toma a su cargo - más o una vez designado conjuntamente el soberano, ninguno de los contra-
menos apoyado sobre bases saussurianas- lo libera de entrada ele esa tantes que lo habían colocado en esa función podía, sólo por su deci-
carga imaginaria, entregada, a su vez, sin reservas, a l s ign ifi cado. 57 De sión, interrumpir esa relación ele autorización, a la vez en razón de la
ahí el hecho de que la palabra "para" en la definición dacia por Lacan clistributiviclacl fundamental del acto, de la unidad ele la persona ficti-
adquiera un peso considerable, pues e l significante ya no aparece allí cia, y también por algunas razones estudi adas más arriba, inherentes al
más que como ocupando e l lugar ele un suj eto enviado ele ese modo al abandono de un "poder ele gobernarse a sí mismo".
lugar del autor en e l sentido ele Hobbes: quien se hace rep resentar, o Estos recordatorios están aquí para que sintamos el paralelo -y nada
quien es representado . más- que busco establecer entre el sujeto lacaniano y el autor según
De este modo podemos comprender un poco el permanente doble valor Hobbes. El interés de esta puesta en relación radica sobre tocio en la
que el sujeto lacaniano no cesa ele desplegar, por más esfuerzos que consistencia de esas entidades relativas. Como lo hemos visto, el autor
hagamos para arrinconarlo ele un solo lacio: por una parte, es nada, en Hobbes no debe ser concebido según el modelo de una autoridad
menos que nad a, y cualquier intento por sustantivado, por darle un replegada sobre sí misma, de un ser viviente cuya individualidad plena-
mínimo de ser y ele esencia deberá considerarse vano, pues queda ex- mente afirmada se permitiría aquí y allá, y porque no puede actuar en

58. Sobre el hecho de que quien está de este modo representado sobre el escenario
56. C. S. Pcirce, ¡~·crils sur le signe /Escritos sohre el signo], París, Le Seuil. político no aparezca en él como tal más que el sujeto lacaniano sobre el esce-
1978, pág 121: "Un signo, o re¡Jresen /i/111e11. , cs algo que ocupa el lu ga r. para nario del significante, encontraremos un apasionante comentario en todo e l
alguien, dc al go bajo alguna rclación o a título de algo". libro de Pierre Rosanvallon, con un título totalmente exp lícito: Le peuple
57. El precio que hay que pagar por relegar de ese modo al significado só lo en el introuvable. Hisloire de la représentation politique en France [ El pueblo
imaginario es más pesado de lo que se piensa, aunque difícil de poner en inhallable. Historia de la representacúínpolítica en Francia}, París, Gallimard,
cifras. 1998.
228 Anatomía de la tercera persona
Retorno a la transferencia 229

todas partes al mismo tiempo, ser "representada" por aquél (aquéllos) a


Una vez devuelta una unidad (globalizante) al yo especular, y sólo a él,
quienes él otorga una confianza momentánea, incluso parcial. Muy por
el sujeto lacaniano ya no está a cargo de esa función "uniana" que era
el contrario: este autor no es tal más que en tanto que resultado de la
efectivamente, entre otras, la del /ch freudiano, y ese sujeto puede en-
relación de autorización, que él no anticipa para nada. Es inconcebible
tonces ser descrito como irreductiblemente clivado, pasible a partir de
un autor sin su actor, con respecto al cual no goza de ninguna anteriori-
eso de la escritura: S . Resta que por ese hecho es dual izado en su repre-
dad ni temporal ni lógica. Surgen conjuntamente, ni más ni menos que
sentación, y no en su ser, pues no podríamos afirmar ni negar nada
el significante y el sujeto en la perspectiva abierta por Lacan.
sobre ese ser. Como el ser y el uno son comunmente recíprocos, si
Al igual que con el autor de Hobbes cuando nos precipitamos a imagi- queremos que ese sujeto no sea uno, es conveniente no otorgarle el ser.
narlo - de manera errónea- como la fuente de la relación de autoriza- No es que el no-ser le siente mejor; así que debemos más bien resolver-
ción, estaremos invenciblemente tentados a hacer del sujeto lacaniano nos a desertar la cuestión de su "ser", 59 para concebir su lugar y su
el corazón vibrante de todo lo que se efectúa del lado del significante. función en la economía libidinal donde se lo supone en acción.
En los dos casos es muy difícil deshacerse de una retórica de la irradia-
En una página de una densidad particular, Lacan produce la articula-
ción que, postulando como una evidencia un centro subjetivo de una
ción del significante con el signo, un signo que él sigue entendiendo ele
absoluta densidad, irradiaría sus rayos tan lejos como le es posible,
acuerdo con la definición de C. S. Peirce: "algo que representa algo
encendiendo y calentando a toda una cohorte de agentes intermedios. El
para alguien. 611 Insistiendo sobre este último término --que aparecerá
sujeto, en sí mismo, no sería nada, pero esa nada sería el centro de todo,
como central en su operación- escribe:
aquello alrededor de lo cual todo gravitaría. Hay que rechazar esas su-
gerencias solares, luminíferas y monocentradas con respecto al sujeto,
El signo supone el alguien a quién le da un signo de algo. Es el alguien
para abrirse nuevamente a la lógica trivalente de la representación. cuya sombra ocultaba la entrada en la lingüística. Llamen a ese alguien
como ustedes quieran, seguirá siendo una tontería. 6 1

IV. 5. J. ¿Pero entonces quiénes "alguien"? ¿Qué tontería? Lacan evoca discretamente, al respecto, varias: la "sig-
natura ele las cosas", en el umbral de la época moderna, la telepatía
Un sign(ficante representa al sujeto para otro significante. ¿En qué donde Freucl se atrevió a internarse, y más generalmente en la época
tono hay que decir y escuchar esto? Las páginas más claras ele Lacan contemporánea, la comunicación, la idea ele que hablamos solamente
sobre ese tema no lo son sin embargo hasta el punto de que baste con
remitir al lector a ellas, por tratarse de "Radiofonía", quizás uno de los
textos más retorcidos en cuanto a la sintaxis. Cuando habla, bastante 59. Cuando Lacan, por alguna caitesiana razón, llega a jugar con el término, es
una vez más para encerrarlo en un díptico negativador: "O yo no soy, o yo no
largamente, sobre Copérnico, que seguía haciendo que todo girara en
pienso." Cfi: el seminario D'un Autre a l'autre [De Otro al otro] donde esa
círculos, aunque entonces fuera alrededor del Sol y ya no de la Tierra, alternativa es emplazada.
Lacan le contrapone a Kepler, el que supo romper los círculos y demás 60. Otra versión, del propio Peirce: "Defino un signo como algo que está determi-
epiciclos para aventurarse hacia la elipse y su doble foco, rompiendo nado por alguna otra cosa, ll amada su objeto, y que, por consiguiente, deter-
de ese modo definitivamente la unicidad del centro. Porque lo que si- mina un efecto sobre una persona, efecto al que llamo su Interpretante, y este
último está por lo mismo de manera mediata determinado por el primero.
gue siendo esencial es afirmar la división del sujeto en juego en el Agregué 'sobre una persona' como para echarle un dulce a Cerbero, porque no
análisis, nunca ofrecerle ninguno de esos albergues conceptuales o tengo esperanzas de dar a entender mi propia concepción, que es más amplia";
metafóricos en los cuales podría reunirse, volverse más denso, y con- C. S. Peirce, Écrits sur le siline, op. cit., París, Le Seuil, 1978, pág 51. En su
centrar un ser que lo llamaría, que lo haría uno. Su definición tiene que nota explicativa asociada a esta "concepción más amplia", G. Deledalle, quien
reunió, tradujo y comentó estos textos de Peirce al francés, agrega: "El
desplegarlo de entrada como central y descentrado al mismo tiempo.
interpretante no es el que interpreta, hablando propiamente. El interpretante
En esto viene a punto la operación de Kepler para ayudar a un Lacan es un signo y no una persona."
que busca ejemplos a fin de ciarse a entender, allí donde múltiples tradi- 61.J. Lacan, "Radiophonie", Scilicet 213, París, Le Seuil, 1970, pág. 56. [En
ciones filosófica, religiosa, mística se encarnizan en concebir al sujeto español : "Radiofonía", in Psicoanálisis, radir!fimía & televisión, Barcelona,
como reducido a la insecabilidad del punto geométrico. Anagrama, 1977, pág. 11. Nuestra traducción es diferente, aquí y más adelan-
te, de esta versión .]
l?etorno a la transferencia 231
230 Anmomía de la tercera persona
todo. en su efectuación significante, elemento de una cadena sin la cual
para "co municar" . En todas estas concepc io nes, e l "algu ien" es por no es nada. Ahora bien, esa cadena no se sostiene, sus elementos no
fuer za un sujeto en el sentido egoico del térm ino, que siempre pone en están concatenados más que si se supone un sujeto de un tipo nuevo. un
línea un "signo" y un "a lgo" (ese a lgo sería a su vez un signo). La lógica sujeto que ya no infiere nada del signo a la cosa, ya no constituye ''re-
ele la representación predomina entonces en un sentido eminentemente presentaciones" que figurarían a las cosas, situadas fuera de ellas, sino
"clásico" (Port-Royal es aquí tan dec isivo como Descartes en sus Me- que resulta constantemente dividido, clivado, tachado por la dualidad
ditaciones), un sentido que permanece totalmente ambig uo, jugando significante con la que se enfrenta pues forma su bisagra. Así se obtiene
igualmente con el valor imaginario (la representación "se asemeja" a la también el "uno" del significante según Lacan, unidad que ya no le
cosa), como con el valor llamado "político" (la representación sólo está debe nada a algún enarcamiento imaginario donde significante y signi-
asociada a la cosa por convención, y la "representa", actúa en su lugar ficado encontrarían su correspondencia en la unidad globalizante del
y en su nombre, en el proceso retórico y demostrativo). Descartes aco- signo, sino por el contrario, elemento estrictamente simbólico que asienta
moda así codo con codo estas dos posibilidades,62 que Lacan no cesa su un idad singular en la repetición. Ese sign ifi cante es "uno solamente
de diferenciar. Porque apenas e l vínculo del signo con la cosa es esbo- para el otro": en la exacta medida en que está vinculado con su otro,
zado por él de la manera más clásica, por intermedio de ese "alguien", cada uno será uno. La fundamental dualidad del uno se encuentra así en
é l se ocupa de explicitar en qué e l significante "cae" al signo: parte regulada en la nueva defin ición del sujeto que se desprende de
esta situación, la cual lo consagra a no estar nunca más que representa-
Si el significante representa a un sujeto. según Lacan (no un sign ifi cado) ,
do.
y para otro signiricantc ( lo cual q uiere decir: no para otro sujeto). enton -
ces. ¡,cómo puede ese significan te cacral signo que, de memor ia de l<igi- Hay aquí algo que continúa hiriendo la sensibilidad contemporánea: se
co, representa algo para al g uien'? 1... ] Psicoana lista. es del signo que estoy supone, no sin razón, que el ps icoanál isis es lo más íntimo y lo más
advertido. Si me señala el al go que tengo que tratar. sé, por haber encon-
agudo que hay en la singu larid ad subjetiva, y resulta que el psicoanáli-
trado la manera de romper el engaño del signo con la lógica del signiricante,
que ese algo es la división del sujeto: dicha división se apoya e n el hec ho sis proclama la ausencia por principio del sujeto agente, responsable,
de que el otro sea lo que hace el signilicante, por lo cual no podr:í repre- fu e nte de decisió n y de li bre albedrío. A la inversa, ese sujeto que el
sentar a un sujeto m:ís que por ser uno solamente para el otro.''J psicoanálisis promueve con Lacan no aparecerá nunca en sí mismo,
sino solamente en la representación significante que lo cliva inexora-
Líneas dec isivas, y más bien escasas en la enseñanza ele Lacan, en la blemente. Lo decisivo en el asunto le corresponde al vínculo, que Lacan
medida en que lo que se dice allí constituye una especie ele bajo conti- efectúa inmediatamente en esa página de "Radiofonía", con otro clivaje,
nuo, que escuchamos tocio el tiempo sin nunca conseguir aislarlo bien otra in adecuac ión fundamental:
como tal. La subversió n primaria ele la definición c lásica del signo no
se refiere en un inicio al famoso "alguien", sino al "algo" que pasa por Esta división repercute los avatares del asalto que. tal cual, la en frentó al
ser representado. Sensible a la eluda hiperbólica cartes iana que le va en saber de lo sexual, traurnáticamcntc por el hecho de que este asalto esté
co ndenado de antemano al fracaso por la razón q ue ya dije , que el
ese momento como anillo al <ledo, Lacan suspende cualqui er idea ele
sign ificante no es propio para dar cuerpo a una fórmula que sea de la
obj eto que estaría de ese modo "representado" en e l sig no, y por e ll o relación sex ual. De ahí mi enunciación: no hay relación sexual, sobn:en-
ese signo, reducido a su materialidad sonora o gráfica ya no está más te ndido: forrnulablc en la cstructura .''
4

que a la espera de otro signo, de un vecino, que tampoco valdrá más


que por su vecindad futura, y así todos y cada uno revelan una faceta de ¡Curiosa "repercusión"! Pero Lacan no ofrecerá otra imagen para echar-
su funcionamiento que la definición c lásica del signo ocultaba: lejos ele se al buche a fin de hacer vínculo de lo sexual con el lenguaje: este
ser en su fundamento un átomo de significación, cada signo es ante último viene a repetir, en la división subjetiva que implica, ese desga-
rramiento que hace del primero un rompecabezas sin fin. De estas dos

62. Ver la problemática general de la "figura" en Desca11es, entre otros lugares a


todo lo largo de la regla XII de las "Reglas para la dirección de l espíritu"
(Oeuvres phi/osophir¡ues, Ed . Alquié, París, Garnier, 1963, p:ígs. 134- 158). 64. J. Lacan, " Radiophonie", op. cit., pág. 65. [En español: "Radiofonía", op. cit. ,
63. J. Lacan, "Radiophon ie", op. cit., pág. 65. [En español: "Radiofonía". op. cit., pág 25.] El subrayado del verbo "repercutir" es mío.
pág 24-25.]
232 Anatomía de la tercera persona Relamo a la transferencia 233

determinaciones, sexualidad/lenguaje, que dominan la escena analítica nada más que su "falo". Lacan dice que "se extenúa desde hace veinte
desde Freud, Lacan dibuja aquí su homotecia formal: del mismo modo años" (lo que remite efectivamente a los años cincuenta) yendo en con-
que un sujeto no mantiene con un objeto una relación cuyo valor sería tra, pero desde Bouvet el enemigo ha cambiado, y sin contar con el
la "representación" de este objeto, tampoco la determinación sexual apoyo ele pruebas particulares, está permitido pensar que este ataque
hombre/mujer constituye una pareja que, a través del acto sexual, esta- contra la "personalidad total" remite tanto a Nacht y a su preocupación
blecería una relación de un sujeto sexuado con el otro. "No hay rela- por la "presencia" del analista, como, quizás, a la crítica ele Lacan con
ción sexual" es entonces un enunciado que forma parte eminentemente respecto ele la noción ele "respuesta total del analista" que Margaret
de la lógica significante en el sentido en que subraya que no está permi- Little6 5 había destacado a partir ele 1957.
tido inferir unívocamente de un signo (sexual) su referente (un sexo
dado) , porque se ocupa de la determinación subjetiva, y de nada más.
Si es cierto que el sujeto es representado por un significante para otro IV. 5. 2. " ... aquél por quien el significante vira
significante, entonces ... no hay relación sexual. En cambio, si el sujeto
al signo"
es concebido como un agente responsable, como es el caso, por ejem-
plo. en la concepción cristiana, ya prácticamente no hay problema para
¿Qué vemos entonces surgir para contrarrestar a este "alguien" al que
concebir semejante relación sexual. Tiene incluso un valor constante-
reduciría mos demasiado apresuradamente, en opinión ele Lacan, a la
mente susceptible de ser dicho: la relación de un hombre y de una mu-
personalidad y su supuesta fundamental unidad? Nada más que una
jer equivale ya sea a un niño, o a un deber. Y si no, es pecado.
curiosa invención terminológica, ese "algún dos" que debe ser entendi-
Nuestros contemporáneos se complacen en contradecir estos valores do, a su vez, "en ese lugar", es decir, "allí donde el psicoanalista, al
en decadencia y prefieren en su lugar, como constitutivo de esa rela- interpretar, hace irrupción de significante". Es ese lugar el que Lacan
ción, al goce. Tampoco él viene infaltablemente a ordenar la relación , y quiere limpiar una vez más ele las presencias que obstruyen y hacen que
la regulación de cada uno sobre la fantasía es de un tipo distinto de un se pierda ele vista, al mismo tiempo, la arista ele la transferencia y el
vínculo directo con un supuesto "objeto" entendido en el sentido del sujeto vinculado al significante. Ningún tipo ele unidad vendrá por sí
Gegenstand, en el sentido ele lo que se tiene frente a sí, e n el mundo mismo a reducir ese "algún dos" de la irrupción significante, y por lo
sensible. De tal modo que, una vez divulgado que el funcionami e nto tanto, para que el alguien entre en escena, ahora será necesario ... intro-
significante implica por sí solo un sujeto, ese sujeto no se mantiene ducirlo, pues el significante no basta para garantizar ese trabajo, ni
como tal cuando el significante, para retomar aquí la enigmática expre- tampoco el famoso "dispositivo analítico''. Esta manera de plantear a la
sión ele Lacan, "cae al signo" que, por su parte, posiblemente hace rela- transferencia por su faz significante6 6 y no por la del signo, deja libre la
ción. Entonces es necesario acercarnos todavía un poco más a las pocas valencia a la que Lacan podrá enganchar de otro modo a un alguien que
líneas de Lacan, al final ele esa página 65 y al comienzo ele la siguiente, en no será ni exactamente el uno ni exactamente el otro ele los dos partici-
el número 2/3 ele Scilicet [En español: "Radiofonía'', op. cit., pág 25.]. pantes, pero por el cual, de seguro, el significante va a "caer", va a
"virar" al signo:
Ese algo donde el psicoanalista, al interpretar, realiza intrusión de
significante, cie11amentc yo me extenúo desde hace veinte años para que Siendo así del punto de partida de donde el significante vira al signo,
él no lo tome como una cosa, pues es fa lla, y de estructura.
Pero que él quiera conve11irlo en alguien es la misma cosa: eso va a la
personalidad en persona, total, como llegado el caso se vomita.
El menor recuerdo del inconsciente exige sin embargo mantener en ese
lugar al algún dos, con ese suplemento de Freud de que no podría satisfacer
ninguna reunión más que la reunión lógica, que se inscribe: o uno o el otro. 65. Margaret Little, "La réponse totale de l'analyste aux besoins du patient" ["La
respuesta total del analista a las necesidades del paciente"], lnlernational
.lourn11l o( Psyc/wanalysis, 111-IV, vol. 38, 1957. A11ículo largamente comen-
El primer párrafo muy bien puede pasar como una lejana alusión a tado por Lacan en la sesión del 30 de enero de 1963, en ocasión de su semina-
Maurice Bouvet y a su convicción de acuerdo con la cual el analista no rio L'an¡;oisse [La an¡;ustia].
ofrecía, en cada una al igual que en la totalidad ele sus intervenciones, 66. Que no deja de hacer eco, dicho sea de paso, con el primer sentido del término
en Freud, cuando hablaba de ella en plural a propósito de los restos diurnos.
234 Anatomía de la tercera persona Retomo a la transferencia 235

¿dónde encontrar ahora e l alguien, que es necesario procurarle urgente-


mente')
quien el significante vira al signo, entonces la transferencia tal como
Es el lúe que nunca se hace nunc más que al ser psicoana lista, pero tam - Lacan la presenta supera con mucho el marco del amor donde Freud
bién lacaniano. había buscado reconocerlo. Se vuelve ahora aparente de qué modo ese
movimiento por el cual el signo -y por lo tanto el sentido- se emplaza
La operación debe ser leída, como ocurre con frecuencia, en el des pi ie- a través de la suposición, la postulación de que efectivamente hay ese
gue de esta escritura de Lacan: el analista no es ese alguien, autoriza su alguien "cuya sombra ocultaba la entrada en la lingüística". El amor,
aparición por el hecho de que se hace 67 ese nunc por el cual ese alguien siempre potencialmente presente, viene en ese mismo movimiento para
se encuentra localizado, domiciliado. Que ese analista deba ser constituir una dirección, del mismo modo que la flecha constituye su
"lacaniano" parece tener que ser leído aquí como: apto para reconocer el blanco en la precipitación que la apresura hacia ella. ¡Que tocia esta
juego del sujeto supuesto saber. Esto se confirma algunas líneas más ade- marea desencadenada por la regla fundamental y el dispositivo repeti-
lante, al término de su comentario alusivo al "no hay humo sin fuego": tivo que la apoya no se pierda en un vagido sin sentido! ¡Que por lo
menos el suspenso metódico de toda representación meta deje una a
r... ] Lo que peca si se ve el mundo como fenómeno, es que el 111íum.m.o. salvo, al menos una! Y ahí está la transferencia: ese dato general vincu-
por no poder a pai1ir de eso hacer signo más que para e l 11.ous, o sea: al lado a la fabricación del sentido, con la elaboración de ese saber que
supremo alguien, signo de inteligencia siempre, dcmuestTa de cuánta po-
alguien como Sócrates manipulaba con gran destreza. Surge como ré-
breza proviene la vuestra si se supone que todo hace signo: es el al guien
de nin guna parte el que debe urdirlo todo-"X plica a la regla fundamental, esa especie de Pitonisa charlatana y tonta
de la que uno espera, paciente, el destello de una verdad. "Tu palabra
A ese "alguien de ninguna parte" -D ios con toda seguridad, que tuvo ya no te pertenece", podría perfectamente decir el analista al analizante,
derecho también al apelativo de sujeto supuesto saber (en ciertas con- si todavía supiera dar muestras de la osadía de Freud con Frdulein
diciones cartesianas específicamente)-, Lacan lo hace entonces alguien Elisabeth. La réplica del paciente sólo sería todavía más mordaz: "Como
por quien el significante cae al s igno, sin que ese significante encuentre yo suscribo lo que tú estás diciendo, entonces tu imagen tampoco te
por él mismo ning una súbita transparencia que lo haría simple mensaje- pertenece." Así, el análisis estaría en el origen de una nueva ley del
ro simbólico de un objeto presente en no sé cuál "realidad". El viraje de Talión, vinculada al funcionamiento de la palabra: el "alguien" por el
estos significantes al signo - que la transferencia efectúa colocando en cual el sentido fluye a mares ya no debe ser confundido estrictamente
el escenario a un sujeto supuesto saber en esa postura del "alguien" que con el interlocutor (en este caso, para ninguno de los dos que hablan).
tocio signo requiere- no inicia su "punto de partida" en calidad de Lo cual, por supuesto, coloca al análisis en el diapasón de cierto viraje
"significantes'', y deja por el contrario perceptible esa disposición fue- de la cultura en este siglo, que pregunta "¿Qué es un autor?" o, más
ra de sentido, al menos para el analista al que se supone aquí "lacaniano" radicalmente, "¿Quién habla?"
porque no se precipitará demasiado a tomarse li sa y ll anamente por ese Lacan, por su parte, desplaza esta cuestión, cesa de centrarla en un
"alguien". su jeto gramatical tan rápidamente seguro de su personación, para seña-
Vemos hasta dónde intenta Lacan hundir el cuchillo entre la representa- lar más claramente con el dedo el hecho de que la sola suposición de un
ción/mímesis y la representación/lugartenencia. Al igual que otros, sin blanco basta para garantizar la existencia de un sentido, así como la
embargo, no puede separar lo que supo distinguir tan bien, y sería un consistencia de su agente local: el signo. El sujeto supuesto saber, esa
error imaginar que con él se habría acabado con la representación "clá- formación "no artificial, sino de veta", como lo presentaba en la "Pro-
sica". Si el sujeto supuesto saber es efectivamente ese "alguien" por posición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela",
tiene algo de un filón cuya explotación permitiría extraer el mineral
inagotable del sentido, y del signo que lo compone. Salvo que su grado
de existencia presenta, en su mismo título, una titulación precisa: una
suposición, y nada más. Quisiera, por última vez, mostrar cómo esto
67. Ver la serie de los "hacerse" con los cuales Lacan describe a veces e l carácter -que puede pasar por una extrema sofisticación muy digna del estilo
activo de la pulsión: hacerse tragar, hacerse cagar, hacerse ver, hacerse oír.
68. J. Lacan, "Radiophonie", op . ciT., pág. 67. [En español: "Radiofonía", op. cit.,
deliberadamente oscuro de Lacan- es una preocupación respetada por
pág 27.]
Retorno a la transferencia 237
236 Anatomía de la tercera persona

significantes "viran" así al signo, forma parte con toda seguridad del
la mayoría de los analistas, incluyendo algunos que no pueden ver a
registro del analista; pero ocupar deliberadamente ese 1ugar ele alguien,
Lacan ni en pintura.
o (dejar) hacer que sea ocupado por otro, cualquiera (o lo que sea),
¿Por qué, en efecto, se obstinan los analistas, sin que consigna ni con- eq uivaldrá, más o menos, de manera mediata o inmediata, a hacer caso
sejo alguno se les dé al respecto, en mantener fuera de la escena analí- omiso de la transferencia, a volver a hacer el impasse común sobre ese
tica toda individuación demasiado aparente o decisiva de ese "alguien"? viraje del significante al signo, y por lo tanto volver a jugar con el tipo
Su hoy secular prudencia con respecto de toda ingerenc ia del Estado de verdad vinculada al signo. Por esto, también , aunque a algunos no
puede referirse a algo distinto de un individualismo puntilloso o de no les agrade, el analista en la transferencia no puede pretender ser un gran
se sabe qué anarquismo corporativista: si es cierto que el movimiento clínico. Lo es, según la medida de sus talentos en este terreno, por el
mismo por el cual se establece lo que constituía ya, según el decir de un hecho, efectivamente, de que se instala en el nivel de los signos, que
Jung que se enco ntraba con Freud por primera vez: 69 "el alfa y el ome- sopesa finamente sus diferentes valores ele verdad , con esa sagacidad
ga" de la práctica analítica, a saber, la transferencia, implica la puesta mitad ingenua y mitad experimentada del clínico que sabe leer los sig-
en servicio de semejante suposición, cualquier efectuación demasiado nos y no se deja engañar; pero, al hacer esto, habrá desertado de su
positiva la matará en cuanto tal. Cada analista puede estar advertido de función de agente ele la transferencia, que equivale a vaciar incansable-
e llo, no leyendo pesados tratados, sino comprometiéndose imprudente- mente al alguien de las presencias supeii"luas siempre listas a atiborrar
mente en esa posición del tercero, dándole súbitamente demasiada con- ese lugar, a darle demasiada consistencia, logrando al mismo tiempo,
sistencia. Ni él ni nadie está autorizado para investir plenamente ese sin embargo, no vaciar nunca a ese alguien mismo, no echarlo junto con
lugar, mientras que lo sostiene activamente con su reserva. Sin embar- el agua de la bañera.
go, le es muy fácil jugar al rinoceronte en la cristalería; por ejemplo,
La dificultad de la operación se encuentra allí, o prácticamente. El su-
poniendo demasiada atención a los intereses de su paciente; o hablando
jeto supuesto saber es ese bebé que ante todo es preciso separar del
indebidamente de lo que proviene del diván en algún otro escenario
agua de la bañera, si se quiere que pueda ser un día tirado a la basura.
(profesional, familiar); o más sutilmente aún , argumentando con una
Sempiterno Moisés, que espera pacientemente a su Poussin, 70 será en
supuesta ley (como el pago de las sesiones faltadas) para exigir cual-
todo caso el agente por el cual el significante vira activamente al signo.
quier cosa de otro modo que no sea en su nombre. De manera general,
Aquél por el cual el signo develará - ¡quizás ésa es la apuesta!- lo que
cuanto más busque un apoyo del lacio ele la "realidad" - jugando al juez
debe, no sólo a las realidades que toma a su cargo y ordena, sino a su
de instrucción, al sab io o al clínico advertido- , tanto más ese alguien
fábrica significante, aquélla donde la historia del sujeto se ha entrama-
por el cual el significante vira al signo adquirirá una consistencia inde-
do entre sexo y lenguaje, miedos y gozos mezclados, placeres y pa la-
bid a, y tanto más el analizante y el anali sta intercambiarán signos, en
bras entrechocadas. Boquiabiertas.
connivencia, por supuesto. De cierta manera, esto es fatal, por lo cual
Lacan quiso subrayar e l hecho de que la resistencia en el análisis debe
entenderse ante todo del lado del analista. Pues le corresponde a este
último, y sólo a él, velar para que ese inevitable alguien no la regrese a
cada momento al recinto analítico. Cuanto más presente esté, tanto más
el viraje del significante al signo, al esforzarse por mantener dócilmen-
te alejada una especie de persecución vinculada al impacto de la letra
sobre el sujeto, ciará muestras de una tonalidad paranoica centrada en el
capricho ele ese "alguien".
Hacer que el paciente adivine la manera en que su "alguien" entra en
escena, se introduce en la división subjetiva, ele qué modo ciertos

70. Ver la verdadera celebración que da Yves Bon nefoy de la serie de "Moisés
69. En respuesta a una pregunta de Freud: "¿Qué piensa usted de la transferen- salvado de las aguas" pintada por Poussin durante su estadía en Roma, in
cia?" Y ese mismo Freud le contestó a su vez: "Ha comprendido usted lo L'arriere-pays, Ginebra, 1972, págs. 154-155.
esencial."
Conclusión

Por el equívoco y la interrogación que mantiene sobre la persona a la


que apunta, la transferencia planteada por Freud echa una luz intensa
sobre esa tercera persona con la cual las gramáticas se quedan, en con-
junto, un poco cortas con su " neutro" . En una obra que conserva su
carácter pionero, Les mysteres de la Trinité [Los misterios de la Trini-
dad], Dany-Robert Dufour ya había abierto pacientemente el abanico
al cuestionar a esta tercera persona, ciertamente a partir de sus coorde-
nadas lingüísticas, pero mucho más allá también:

"Él" , he aquí otra palabra mágica más. El ''yo" hacía surgir una verdad
anterior a toda prueba, que desembocaba en el mundo antes de todo con-
trol; el "él" es un fabuloso operador kinestésico, y cada hablante lo usa del
modo más trivial del mundo[ ... ). "Él" , esa simple palabra realiza enton-
ces un inmenso prodigio: hace ver lo que no está presente. "Él" re-presen-
rulo que está ausente . En otros términos. "él" vuelve posible e l escenario
de la representación . 1

En tanto habría un "mundo" en efecto, entonces cualquier cosa puede


ser convocada ahí sin dificu ltad en esas dos pobres letras. Salvo que,
con el psicoanálisis, un tercer comparsa vino a instalarse en este lugar
de manera estable, justo entre el "él" de "él me dijo" y el "él" tácito de
" hay .. . ". Llamarlo "el inconsciente", o el "Ello", o "el Otro" no es,
ciertamente, equivalente pero permanece como hipótesis de escuela.
En cambio, el "hecho" de la transferencia, como Freud se desvive en
nombrarlo, viene bastante claramente a remachar su cuña en pleno co-
razón de esta tercera persona, y esto desarrolla consecuencias de im-
portancia para los mismos psicoanalistas, no sólo en sus preocupa-
ciones de c línicos en el hilo de las curas, sino también en sus asociacio-
nes diversas, y los lazos que a través de ellas tejen -o no- entre ellos y
con el Estado.

1. D. -R. Dufour, Les mysreres de lu Trinilé, París, Gal limard , 1990, pág. 95.
240 Anatomía de la tercera persona Conclusión 241

Para convencerse de que esos lazos corresponden primero a cierta prác- que la teoría de los dos cuerpos del Rey había fracasado en tejer de un
tica de la transferencia, era necesario adentrarse en este largo rodeo cuerpo con el otro, de un humano con su cargo, de una multitud disper-
historizante por el que se develó en parte lo que el Estado moderno sa con su unidad soberana, sino que en la intimidad de una relación
mismo debe a esta conquista y extensión de la tercera persona a partir dual, se tramó un nuevo equilibrio de la personación en el "sujeto". Si
ele la noción de persona ficticia. Sin ella, sin la nueva dimensión de el cogito cartesiano fue en efecto contemporáneo del gran encierro de
representación que hace montar sobre el escenario de la historia, la los locos, lo fue también de esta ampli ación y de esta trivialización del
lenta construcción de esos Estados no hubiese sido posible, o hub iese concepto de "representación", debido a la introducción -en el campo
sido otra. Si uno no pone atención a este eje princ ipal de la racionali dad filosófico primero- de la noción de representación jurídica, luego polí-
política contemporánea, la ausenc ia fundamental de relaciones entre tica. Por ella en efecto, la representación mental podía, por su parte,
esos mismos Estados y los psicoanali stas no podrá ser encarada sino desprenderse cada vez más del objeto que ella "representaba" en la
desde un ángulo muy anecdótico, pues la disparidad aparente de los medida en que no tenía ya que respetar las mismas constricciones
términos deja demasiado campo para los condicionamientos imagina- miméticas : también se le volvía permitido "representar" sin demasiada
rios. Más vale entonces afirmar que el no encuentro del analista y del preocupación por la semejanza. Con toda claridad, en el mismo Des-
Estado tiene lugar primero sobre este terreno de la tercera persona que cartes, se ve al verbo "representar" liberarse de esas obligaciones
entrega así, bajo los fuegos cruzados de la transferencia y del poder de miméticas (tramadas por el Renacimiento y su arte de la perspectiva) y
Estado, un poco más ele su anatomía. encontrar, dado el caso, tanta legitimidad en lo arbitrario y la conven-
ción como en la semejanza depurada a partir de los rasgos del objeto.
La oposición parece primero plena y entera: el Estado se construyó Yo puedo (ego puede) decidir representar cualquier realidad por cual-
como el tercero por excelencia, el que preside el reconocimiento de quier signo de mi elección, a condición de que se lo advierta al lector,
tocios los otros, que determina a todos los otros como otras tantas "per- y permanezca fiel a esa elección en la continuación del discurso. A mi
sonas" que hablan y actúan en su nombre o en el nombre del prójimo. guisa, podré siempre elegir tal o cual representación, sea o no semejan-
Llegado el caso, lleva a la existencia en tanto persona igualmente a te. A la vía pasiva - la representación como "impronta"- se le adj unta
todas esas "otras cosas" que, sin €1, no habrían podido ser cons ideradas en adelante claramente la vía activa: ego forja tal o cual "figura" cuan-
como sujeto de derecho . Por otra parte, se habrá podido ver que, en do tiene necesidad de ello.
Freud y Lacan al menos y teni endo en cuenta todas las diferencias, el
tercero que la transferenci a pone en juego es mantenido e n un suspenso Recíprocamente, incluso cuando la representación política no implica-
técnico muy singular: una representación para uno, una suposición para ba, con los Constituye11tes, ninguna semejanza de principio entre el
el otro. Al tercero muy sólido del Estado, ese tercero del que nadie representante y el representado,2 su puesta en práctica en los procedi-
puede dudar puesto que ele él pro viene toda legitimidad concebible, le mientos de elección ulteriores no habrá cesado de plantear el problema
replicaría esta sombra ele objetivo, o esta hipótesis testaruda , tan impal- de cierta semejanza entre aquellos dos. Se lo habrá visto con el régi-
pable en su ser como devastadora a veces en sus efectos, y a la que men del Terror, que llevó esta semejanza hasta la identidad. En su últi-
Lacan fue el primero en darle un nombre casi propio: sujeto supuesto ma obra, Pierre Rosanvallon 3 muestra muy bien por otra parte que a
saber. Ningún comentario de esta apelación bastará para conferi rl e su fines del siglo XIX, en reacción al anonimato numérico del voto demo-
real poder heurístico si se la confina so lamente al campo del saber psi- crático en el cual el elector veía disolverse los rasgos distintivos de su
coanalítico donde toma si n embargo su raíz, o si nos contentamos con identidad social, se encaró como cada vez más positiva una cierta se-
soñar con su ruina como una forma moderna de la "liquidación de la mejanza allí donde los Constituyentes se habían esforzado, por su
transferencia". parte, en hacerla desaparecer apelando al "espíritu de cuerpo". Así se

Pues transferencia freudiana y poder de Estado se conciben, sobre este


terreno de la tercera persona, como dos consecuencias opuestas del 2. E incluso, se puede decir, la proscribía, puesto que el Representante no debía
acabamiento de la noción de representación, cuando ésta cons iguió entonces, sobre todo, actuar en nombre de aquellos que lo habían designado,
adjuntarse un sentido político ausente hasta ese momento. A partir del sino solamente en nombre de la "Voluntad general" que debía ser su único
momento en que "representar" pudo significar también "actuar en nom- punto de referencia, su única preocupación.
3. Pierre Rosanvallon, Le peuple introuvable, op. cit.
bre de algún otro", entonces, no sólo se pudo concebir ese lazo político
242 Anatomía de la tercera ¡1ersona Con clusián 243

vio impulsar la idea de que los obreros no podían ser verdaderamente cia". 4 Descartes: " l ... J con seguridad, la. diversidad infinita de las figu-
representados sino por obreros. De manera todavía más caricatura!, ras basta para expresar todas las diferencias de las cosas sens ibles".'i No
Émile de Girardin, en un artíc ulo célebre escrito antes de la elección vale la pena, según parece, ir a buscar no sé qué región del ser que
del presidente de la segunda República, hizo votos por la candidatura y escaparía si n apelación a la ley de bronce ele la representación; si es que
la designación en ese puesto de un perfecto desconocido, de un hombre no es Dios Padre, pero se ha visto que, por lo menos cartes ianamente,
cualquiera, por ello mismo hombre del pueblo, y por lo tanto ... muy Su poderío soportaba muy bien ejercerse fuera de esta racionalidad
apropiado para representar al citado pueblo. Fuera de este razonamiento nueva que ambicionaba en adelante, por su parte, regentear lo sensible.
vertiginoso propio de la representación democrática, la tensión hacia La idea de "mundo" en tanto totalidad cerrada ele los entes, idea muy
cierta semejanza debía conducir, sin embargo, poco a poco vía la in- c uriosa si uno se detiene en ella, resulta rápidame nte no ser aquí sino
vención de los partidos políticos modernos, a la idea de "representa- uno de los numerosos subproductos del concepto de representación, en
ción proporcional" que, desde los años veinte rige con mayor o menor tanto sugeriría silenciosamente una clausura de lo vis ible sobre sí mis-
fortuna nuestra vida política: cada diputado presenta, grosso modo, el mo, una y otra vez capaz ele manifestar lo sensible. No solamente lo
co lor político de la mayoría que lo eligió. sensib le, sino todo lo sensible. La representación juega e ntonces como
un lecho de Procusto para el objeto o e l acontecimiento del que sería la
Si la representación mental conoció muy rápi damente, por lo tanto, un
recuperación mental, o también la persona del autor que el la produce
relajamiento de sus exigencias miméticas gracias a la representación
como uno de sus polos: si se supone por sólo un instante que habría
política, esta última, en el largo y tumultuoso curso de su puesta e n
dejado algo ele lado, ella se asombra ¿Qué? ¿He olvidado algo, acaso?
acción, debió integrar poco más o menos esas ex igenc ias miméticas
Valiente niña, e ll a está dispuesta a tocios los arreglos, a todas las revi-
que ella misma había servido para atemperar, desembocando así en una
siones y rectificaciones que se quiera, está incluso a llí para eso. Pues
noción irreductiblemente compleja de la representación. En lugar de
apenas se le habrá señalado, en alguna ocasió n, el olvido del que se
pretender mantener con firmeza a distancia uno del otro estos dos as-
trata, y ya ell a lo habrá integrado. Su campo, así como el poder del
pectos, más vale, entonces, estud iar sus tensiones internas: pues cuánto
soberano en Hobbes, no es infinito, sino que es posiblemente" ilimitado.
más la representación se instaló como la norma en poi ítica, tanto más la
antigua cuestión de la pertenencia a sí mismo se reguló en relación con
la cosa del Estado. La perdida de la dimensión religiosa, hasta entonces
inherente a los reagrupamientos humanos, posee con seguridad coor- 4 . T. Hobbes, Lévi111án, op. cil. , pág. 164.
denadas comp lejas, pero no se podría insistir demasiado, en esta irrup- 5. R. Desearles, "Regles pour la direction de l'espril", Oeuvre.1· ¡1h.i/11.wphiques,
ción progresiva de la laicidad en e l corazón de los Estados modernos, ed. Alquié, París, Garnic r, 1963, Tomo 1, pág. 138. Ver también e l excelente
sobre el peso del concepto de representación que ligaba así a cada uno estudio de Vincenl .Julicn, Desearles, la ¡;éomelrie de 1637, París, PUF, 1996.
6. Esta cuestión sigue siendo e l objelo de apuestas e piste mol ógicas contradicto-
con la nueva soberanía. Se volvió difícil captar con suficiente rapidez
rias, y de una gran amp litud: la dispula científi ca surgida de los primeros
un movimiento aliernativo, que no corresponde sino a una remisión ade lantos de la física cuántica y del principio de ince11idumbre de Hcisenbcrg
incesante de uno de los valores de ese concepto al otro: por un lado, la condujo en efecto a algunos a sostener la tesis de una limitación interna propia
representación (mimética) se ofrece como un mundo cerrado, en donde pa ra lodo sistema representativo. Niels Bohr y su principio de
nada falta sino temporalmente, cuando por el otro, al mismo tiempo, la "complementariedad" se op usi eron así a las convicciones íntimas de Einstein
según las cuales las incapacidades entonces presentes de la teoría cuántica
representación (política) no cesa de sugerir un punto de perdida total e para represen/ar la totali dad de la realidad en juego en su campo eran, por
irreductible que resulta rápidamente un punto de respiración indispen- esencia, remediables. Aliada, con mayor o menor fortuna a veces , a las tesis
sable. El mensaje es contradictorio, y quien quiera ahorrarse esta con- godelianas sobre la incompletud de los sistemas lógicos superiores al primer
tradicción se hace muy pronto, así fuera de mala gana, el apóstol ino- orden, esta brecha en la clausura y la completud natural de los sistemas repre-
cente de la representación, en el momento mismo en que creería hacer- sentativos habrá constituido una de las grandes corrientes de este sig lo, inclu-
so en lo que recubre el vasto término de "post-modernismo". El presente
se su vigoroso crítico. estud io, por su aspecto parcialmente histórico se sitúa mucho más acá de esas
apuestas " modernistas", pe ro se puede leer con gran provecho e l texto sor-
Del lado del cierre: no se ve verdaderamente, a primera vista, qué es lo
prendente de Werner Heisenberg recientemente publicado, Le manuscril de
que podría, en efecto, escapar a un sistema representativo. Hobbes: 1942 [El manuscrito de 1942], París, Le Seuil, 1998, traducción e introduc-
"Hay pocas cosas que no puedan ser representadas de manera ficti- ción de Cathe1ine Chevalley.
244 Anatomía de la tercera persona Conclusión 245

No se puede esgrimir nada sin que ella lo capture, nada objetarle que esas palabras alemanas compuestas sobre las que se desvive el traduc-
ella no integre. Y si no es así. .. ella lo ignora. Así de simple. tor:7 Vorstellungsreprasentanz. La Vorstellung está masivamente del
Del lado de la incompletud: para poder asegurar la distancia indispen- lado de la representación bautizada aquí "mimética", mientras que el
sable entre representante y representado (allí donde debe deslizarse la Reprasentant (incluso la Reprasentanz) está no menos claramente del
muy preciosa "autorización") hay que convenir, de uno u otro modo, lado político o jurídico de la misma noción de representación.
que la relación no está totalmente equilibrada en lo que se refiere a la Lacan también respondió a esta doble exigencia que forma cuerpo con
legibilidad de cada uno de esos términos. Que si el representante se el sistema representativo. Por un lado, él le deja, sin muchas reservas,
ofrece sin misterios a la manifestación en la que se despliega, no ocurre el trabajo mimético al signo, siempre supuesto "representar" algo para
lo mismo del lado del representado. Sensibles al procedimiento de alguien; pero sólo es para focal izar mejor sobre el significante la otra
Hobbes, no iremos a buscar en los insondables repliegues de su intimi- cara del trabajo de la representación: el significante representa al suje-
dad la fuente de esta relación de autorización por la cual se dotó de un to para otro significante, esta vez primero en el sentido jurídico/políti-
representante: puesto que esta autorización debe proceder, en el autor, co del término. Desde allí él cae a pies juntillas sobre la cuestión de la
de un asentimiento -y en ningún caso resultar de una imposición- hay "autorización" de una manera casi impensable para Freud, en la medi-
que mantener a su nivel (y en el del representado en general) un mínimo da en que el lazo del significante con el signo, sin apoyarse ya sobre
de extrañeza, de no-pertenencia a sí mismo, un algo que no pase por el ningún arbitrario saussuriano, pone en juego esta distancia (en que la
molinillo representativo. Se llamará a eso ... el hombre, la naturaleza, el transferencia toma su apoyo) entre el analista y el sujeto supuesto sa-
sujeto, la huella, el deseo, la voluntad general, la represión originaria, ber, ese "alguien" por quien se efectúa el "viraje". Distancia ínfima, tal
el real... poco importa en el fondo, incluso, en la medida en que cada vez del espesor de un significado, pero que permite localizar de otro
una de esas palabras vale más por su capacidad de remisión al discurso modo la autorización indispensable para el conjunto del proceso de
que la sostiene que por la imposible aspiración de alcanzar un objeto representación, separándola de toda búsqueda ansiosa del tercero de
que le sería propio, puesto que no se trata sino de designar lo que no donde ella podría venir. Pues la transferencia, por si sola, ya ha plantea-
responderá al llamado de la representación, aquello que vendrá a ha- do el esbozo, en esta dehiscencia íntima que Lacan nombró durante un
cerse representar en el representante. tiempo "deseo del analista" por donde se abre la brecha del tercero en
Freud por su parte, instala un decorado general muy de acuerdo con ese el otro.
doble requisito del orden representativo. Afirma primero la existencia De esto el Estado no puede tener ni la menor idea, por más trabajos que
de "representaciones inconscientes", una casi-contradicción en los tér- se dé a través de sus más afanosos agentes. No es, ciertamente, por
minos, al menos un forzamiento no muy diferente del de Hobbes cuan- estupidez de su parte. Así como el fruto desarrollado contiene en él la
do define a la persona natural como aquella que "se representa ella tranquila ignorancia del viento que ha traído al polen hasta la flor, en la
misma". Luego se apresura a no reconocerle más que una pasión , un consistencia misma del Estado se enrosca el olvido profundo, constitu-
destino: el BewujJtseinwerden, el "devenir conciente". Ellas se impul- cionalmente sellado, de toda gestación de ese tercero que él es, sin
san por sí mismas hacia ese lugar, y cuando el camino directo les es cesar. Este Estado está allí -no desde la eternidad, eso sería decir dema-
impedido, el emplazamiento del dispositivo analítico (y de la regla fun- siado- solamente "desde siempre". Él tiene una historia, pero es re-
damental que lo gobierna) les abre ese camino desviado, esta astucia ciente.8 Simplemente, se da importancia, tanto más silencioso sobre él
que se llama "transferencia": la posibilidad de que esas representacio-
nes sean ellas mismas representadas como lo sería un ciudadano a tra-
vés de su diputado. En esta mezcla de representación mental (la repre- 7. Ver G. Le Gaufey, Le lasso spéculaire, op. cit. capítulo 111. 3. 1," El asunto
sentación reprimida, que se supone representar mas o menos de la Vorstellungsrepriisentanz", pág. 199-227. Se discute allí la traducción
miméticamente algo) y de representación política (la representación lacaniana "representante de la representación". [Hay traducción castellana:
El lazo especular, Buenos Aires, EDELP, 1998]
manifiesta, que se supone representar a alguien, en esta ocasión a la 8. Los historiadores, en su conjunto, no se han ocupado de esto hasta la actuali-
otra representación·, la reprimida) ¿cuál es la contribución que la trans- dad. Sólo recientemente, la Escuela histórica francesa se ha inclinado sobre
ferencia pone de modo directo? Para tener en una sola mano esas dos esta cuestión. Ver el artículo de A. Guéry, "L'historien, la crise et l'État" [El
dimensiones heterogéneas Freud no habrá vacilado en forjar una de historiador, la crisis y el Estado], en el número de marzo-abril de 1997 de la
246 Analomía de la /ercera persona Conclusión. 247

mismo 9 en esta postura cuanto que el altar y sus justificaciones de an- que permanece del sujeto. Hela aquí ahora, pegada a los .flecos de
taño le faltan. El derecho solo lo sostiene en adelante, al punto de ha- quienquiera esté en condiciones de decir "yo" siguiéndolo en su ca-
berle ciado su nombre ele apelación controlada: el Estado ele derec ho, rrera, deteniéndose en sus paradas, volviendo a poner sus pasos en
como se diría "el señor Perogrullo" o "Juan ele la Luna ele Valencia". la huella de los suyos; una Eurídice, arrinconada en el ángulo muer-
Pero ese brote del tercero en e l otro, a favor del cual el analista se presta to de un Peter Pan que ella se divierte en hacer una persona "a part
e l "é l mismo" que tiene a mano , ese mismo Estado de derecho lo igno- entiere", como dicen en francés. 111
ra, contentándose con ser El Separado . Así permanece, para terminar,
extrañ o (lü palabra es débil) a ese tormento, tan afín con la ne urosis,
sobre este límite movedizo, esta distancia, este posible no man 's land
en que la indispensable alteridad se altera todavía un poco, todavía una
vez, hasta... ¿hasta desaparecer?

En ese umbral que fa imaginación amuebla tan rápidamente con una


indecible presencia (p ero donde reina tal vez tcunbién el silencio de
esos desiertos tan secos que nada viviente se hace oír aflí si no es el
aliento del viajero bruscamente angustiado y con prisa por largarse),
la tercera persona toma su raíz. Uno se imagina muy mal el amor que
la protege y el deseo que la amenaza, uno y otro muy tendidos hacia
ella. Pues a.fálta de alcanzarlo corno tal, a ese tercero, no queda más
que esperarlo o perseg uirlo, suponerlo o temerlo, e incluso correr tras
de lo que, en él, se sustrae, impidiendo su completo advenimiento so-
bre e f escenario de la representación. ;, Cómo saber si eso permanece
sordo a nuestros llamados o, más prosaicamente, no oye, no oye nada ?
~· No tiene ninguna posibilidad de oír nunca algo, cualquier cosa ?¿ Será
necesario retornar a él indefinidamente para hacerse una idea de eso
que valga? Nadie sahe. Su mutismo transforma rápidamente en obje-
tos de obsesión su personación , su sexo, y hasta su existencia. Algunos
le echan a hurtadillas una mirada perdida por anticipado, por poco
que una tumba se abra por donde un cercano se va. Siempre, se Lo
habrá creído delante, allá, más allá, perdido en las lejanías... ¡oh,
barcas inmóviles, oh brazos demasiado cortos! Ahora bien, impulsan-
do a su término una circularidad esbozada desde los comienzos de la
época moderna, la lenta y sorda evolución vuelta a trazar al hilo de
estas páginas habrá conducido esta tercera persona.justo detrás de Lo
1O. Transcribimos literalmente la expresió n e n francés. En efecto, como locución
"'á patt entiere" perdería e l e fecto buscado por el autor con la extraña conjun-
ción "pmte/entera" si tradujésemos " de pl eno derecho", como sugiere e l dic-
revista Annales, " La conslruction ele l'Étal, XIV -XV lile sieclcs" ["La cons-
cionario. Esta locución se usa , por eje mplo, en la Comédie Fran¡:aise donde
lrucción del Estado, siglos XIV-XVIII"], no. 52, París, Annancl C olin , p:ígs .
sus miembros (sociétaires) en su ascenso en el escalafón son pagados al prin -
233 -256.
cipio con " una parte" ele 3/12 ele los recursos y luego, progresivamente, au-
9. ¡La glosa jurídica con la que este Estado se acoraza no es ciertamenle mútica'
mentan su participación según el éx ito hasta que llegan al punto en que reci-
Su estudio minucioso, que Pierre Legendre e mprendió desde hace mucho li em-
po, se revela a veces apasionanle. ben 12/l 2 o sea ... "una parte entera". [Nota ele editor]
/

Indice alfabético

Los nombres de Sigmund Freud, Jacques Lacan, Ernst Kantorowicz,


Franz-Anton Mesmer y Thomas Hobbes, que aparecen en capítulos
enteros, no se los encontrará en este índice. Referirse al índice general.

ABÉLY X., 185


ABRAHAM Karl, 206
absolutismo, 118-119, 217
actor, 112-116, 124, 130, 191
aevum, 84, 86-87
agalma, 48, 54
AGATÓN, 48, 54
ALCIBÍADES, 48, 54

.,. alguien, 110, 226-228, 232-235


alienación, 59-60
ALLOUCH Jean, 29, 30, 213
AMADOU Robert, 145, 148
amor de transferencia, 75-76
Anna O., 76
Annihilatio Mundi, 106
asentimiento, 242
asociación libre, 26
250 Anatomía de la tercera persona Índice alfabético 25 1

autor, 112-116, 120, 130, 226 BREUER Joseph, 76


Authority, 113 BRISSOT Jacques-Pierre, 12, 169
autorización, 18. 117, 120, 124, 132, 183, 191, 226, 242, 243

e
B
Capitán Freud, 45-47, 53
BACON Francis , 88, 90 CARRA Jean-Louis, 12, 168
BAECQUE Antoine de, 171 CARROY Jacqueline, 29
BAILLY Jean Silvain, 162 CHARCOT J. M., 13, 29, 154, 195
BALDE, 95 CHERTOK Léon, 161 , 185-186, 198, 201
BALIBAR Étienne, 56 ciudadano, 10, 132, 174, 177, 180, 181-183
BALINT Michae( 38 CLAUDEL Paul, 55
BARRY Étienne, 180 COLÓN Cristóbal, 136
BENVENISTE Émile, 122 contratransferencia, 36-39, 67
BERGASSE Nicolas, 12, 147, 158-159, 165, 167-170, 173- 174, 184 COPÉRNICO Nicolás, 226
BERNHEIM Hippolyte, 29-30 corporac ión unitaria, 86-87
BION W. R., 38 COSTE Pierre, 56
BLACKSTONE, 86 COULOMB Charles-Augustin, 190
BLÉANDONU Gérard, 39 COUTHON, 180
BLOCH & WARTBURG, 144 cura-tipo, 40
BLOCH Marc, 100
BODIN Jean, 177 D
BOLINGBROKE, 97-98
DAMOURETTE & PICHON, 122, 127
BONNEFOY Yves, 235
DARNTON Robert, 147
BOUREAU Alain, 80
DELEUZEJ.P.F., 12, 187-188
BOUVET Maurice, 15, 39, 45, 72, 77, 231
DEMÓCRITO, 135
BRACKMAN, 80
DESCARTES René, 9, 55. 62, 65, 67, 104, 239, 241
BRAID James, 13, 192
DESLON Dr., 158-159, 164
252 Anatomía de la tercera persona Índice alfabético 253

DOWBIGGIN Ian, 193 FOLKES Martin, 139


DUFOUR Dany-Robert, 237 KRANKLIN Benjamín, 162
DUMAS Alejandro, 145 Friiulein Elisabeth, 29, 212
FREUD Anna, 44

E
G
Eigenmdchtigkeit, 195, 197-198, 202
él mismo, 73 GALILEI Galileo, 64
ELLENBERGER H. F., 146, 166, 193 GAUCHET Marce!, 130, 154, 175
Emmy von N ..., 20 GEORGE Stefan, 79
ENRIQUE IV, 93 GIESEY Ralph E., 91
ENRIQUE V, 129 GILBERT William, 136, 137
Epiménides el Cretense, 55 GIRARDIN Émile de, 240
ÉPRÉMESNIL Jean-Jacques Duval d', 12, 169 GÓDEL Kurt, 52
equivocación [méprise], 220 GREEN André, 61
éter magnético, 143, 170 GUILLOTIN Dr. , 162
EUCLIDES, 51 GUNTHRIP H. S. J., 38
EXTON,100
EY Henri, 66 H

HALLEY Edmond, 139, 141


F HANLEY Sarah, 94
FAIRBAIRN W. R. D., 38 HEGEL G. W. F., 57
FARA Patricia, 135, 138 HEIDEGGER Martín, 65
FARIA abate, 189, 192 HELL Maximilien, 151
FEDERICO 11, 79 HERBART Johan Friedrich, 192, 224
FERENCZI Sándor, 36 HILBERT David, 52
FÉVAL Paul, 145 hipnosis, 29, 154, 185, 192-195, 198, 200, 202, 216
fiesta de la Federación, 176 HITLER, 183
254 Anatomía de la lercera persona Índice alfabético 255

hombre de las ratas, 26, 45 , 2 12 LIEBEAULT, 13, 30, 192-194, 201


HUSSERL Edmund , 57, 204 LITTLE Margaret, 37 , 231
local/global, 143 , 151
LOCKE John , 57, 110
I
LUIS XIV, 129
ilimitado, 220, 241 LUIS XVI, 89, 129
individuo, 130, 176, 181-182
intersubjetividad, 43 , 46, 49 , 64-65
M

MACALPINE Ida, 35
J
magnetismo, 133, 135
JAUMELucien, 121, 132, 175, 182 magnetismoanimal, 149, 153 , 155, 160-162, 174, 181, 184, 188, 194,221
JUNG Carl, 234 magnetismo moral, 169
MALEBRANCHE Nicolas, 57, 104
K mandato imperativo , 177
MAO, 132
KENNEDY John, 93
MARAT Jean-Paul, 169
KEPLERJohannes, 137, 147, 226
MARÍA ANTONIETA, 158
KLEIN Melanie, 38
MARION Jean-Luc, 63
KNIGHT Gow in , 138, 142
MAUREPAS Conde de, 158, 172
KORNMANN Guillaume, 159
MEAD Richard, 148
MÉDICIS María de, 93
L
meine Person , 25, 213, 216
LA FAYETTE, 12, 157, 162, 176 MERLEAU-PONTY Maurice, 57
LABEO, 85 MERSENNE, 63
LAVOISIER, 161 MEYERSON Émi le, 25
lecho de justicia, 93 MEYNERT, 213
LECONTE Xavier, 192 MICHAUX Didier, 185, 199
LEGENDRE Pierre, 244
256 Anatomía de la tercera persona Índice alfabético 257

MILLER Jacques-Alain, 61 POUSSIN Nicolas, 235


MIRABEAU, 176 proyección, 41-42
Miss Lucy, 30 PUYSÉGUR Marqués de, 187
MONEY-KYRLE R. , 38
MONTGOLFIER, 156 R
MOREAU de TOURS Jacques, 193
RACKER, 38
rapport, 196, 230
N
RAVAILLAC Franºois, 93
NACHT Sacha, 40 regla fundamental, 212, 233 , 242
neutralidad, 73 REICH Annie, 37
NEWTON, 140-141 REIK Theodor, 13, 37, 206
NOIZET, 30 RENIK Owen, 73, 77
representación, 95 , 100-101 , 103-105, 108, 128, 131, 174, 181 , 223 ,
228-229, 234, 240-241
o representación-meta, 25, 21 3-216, 219, 233
ffiSTERLINE Srita., 150-152 representación inconsciente, 224
Otro, 57, 59-60, 65, 237 RICARDO II, 97
RIEMANN Bernhard, 51
p ROBESPIERRE, 178-180
ROSANVALLON Pierre, 225, 239
PARADIS Srita., 154
ROUDINESCO Elisabeth, 40
PASCAL Blaise, 159
ROUSSEAU Jean-Jacques, 104, 184
PAULHAN Jean, 50
ROUSSILLON René, 30, 190
PEIRCE C. S., 224-227
ROZIER Pilfüre de, 156
PETIT-THOUARS Perpétue du, 170
persona ficticia, 111-112, 116, 119, 120-121, 123-127, 130, 237
persona natural, 111-113, 124, 127, 130
s
PITKIN Hanna Fenichel, 1O1-102 SAINT-MARTIN Louis Claude de, 167
PLOWDEN, 90 SALLIN, 162
258 Anatomía de la tercera persona Índice alfabético 259

SARTRE Jean-Paul, 57 U, V,W,Z


saber referencial, 52
Ühertragung, 19
saber textual, 52
VOLTAIRE, 104, 144
Selhstherrlichkeit, 197
WINNICOTT D. W., 37-38
separación, 59-63, 66, 96, 121
WITTENGSTEIN Ludwig , 34
SHAKESPEARE William, 96
ZARKA Yves-Charles, 105
SIEYES abate, 175
SIMON (ciudadano) , 180
SIMON Gérard, 137
SMITH Sir Thomas, 104
soberano, 101, 117, 118, 121, 123-126, 131, 182
soberanía, 176, 181
Sociedad de la Armonía, 159, 173
SÓCRATES, 48, 54
STALIN, 183
STENGERS Isabelle, 161 , 185, 198
STRACHEY James , 25
sujeto supuesto saber, 15, 54, 56, 57-58, 65-67, 71 , 77, 232-233 , 238,
243

tercera persona, 17, 122- 123, 236-237


tercero, 13-15 , 206, 2 15 , 218, 220, 234, 237, 243
TOMÁS santo, 84
THUILLIER J., 145
transferencia, 14, 16, 19, 21-22, 33-34, 45, 47-48, 64, 185, 2 17 , 23 1,
233-234.237-238,242-243
TRICAUD Fran~ois. 11 O, 114
Esta obra se imprimi ó
en el mes de marzo del 2000 e n
Ediciones y G rá fi cos Eó n, S.A . de C. V.
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Tel. 604 12 04 , 604 77 6 1 y 688 9 1 12
con un tiro de 700 ejempl ares,
Méx ico D.F.
"El analista no se autoriza más que por él mismo", tal fue el vere-
dicto de Lacan sobre la muy delicada cuestión de la autorización. ¡In-
comprensión y escándalo garantizados! Sin embargo, en esta distancia
gramatical discreta entre "analista" y "él mismo" ["él mismo" que al-
gunos confunden en nuestro medio con "sí mismo"] subyace tal vez la
fuente inagotable de la transferencia, puesta así en relación, por la sola
virtud de esta noción de "autorización", con la determinación central
de la persona ficticia en los textos de Hobbes. De ahí la idea de hacer
una investigación sobre la tercera persona, tanto en el nivel de la cons-
titución del Estado moderno como en la "irreductible ambigüedad"
(Lacan dixit) de la transferencia. Pues entre el "él" de la expresión "él
dijo" [il a dit, en francés] y el "él" [tácito en español] de "llueve" [il
pleut, en francés], en las fronteras de la persecución y del destino, el
psicoanalista y el Estado desarrollan estrategias incompatibles, que los
vuelven sordos el uno al otro. ¿Por qué?

Guy Le Gaufey, psicoanalista francés, actualmente directoi· de la école lacanienne de psychanalyse.


Autor de lo s libros L'incomplerud du symbolique (París, EPEL, 1991) , La evicción del origen
(Buenos Aires , EDELP, 1995), El lazo especular (B ueno s Aires, EDELP, 1998 que EPEELE
coeditará e n México). Ha esc rito , as imi smo, num erosos art ículos.

ÓPfüe
école lacanienne de psychanalyse

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