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Una de las manifestaciones del confinamiento producto del aislamiento social ordenado
por el gobierno, es el aumento en los niveles de estrés y ansiedad, manifestándose en
conductas de intolerancia, temor, cólera, irritabilidad y un largo etcétera, pues ante la
restricción de la libertad de movimiento, el ser humano -sociable por naturaleza- ve
afectada su salud mental, conforme lo han explicado expertos en la materia.
Prueba de la afectación psicológica en el ámbito social son los cientos de ataques que
sufren a diario ciudadanos que son agredidos verbalmente por sus propios vecinos,
convertidos en “jueces de balcón” de quienes, pese a guardar las debidas medidas de
protección, sacan a sus mascotas a realizar sus necesidades fisiológicas, resultando
anecdótico por decir lo menos, que pese a no estar prohibido legalmente, son los propios
vecinos quienes, producto del estado de ansiedad y temor, se sienten con derecho de
criticar, juzgar y agredir verbalmente, conforme denuncian todos los días a través de las
redes sociales, demostrando así que la coyuntura los ha despojado de la más elemental
empatía.
Queda claro, desde el ámbito jurídico, que no existe prohibición alguna de sacar a
nuestras mascotas para que hagan sus necesidades fisiológicas, debiendo quedar claro
también que somos precisamente los vecinos quienes debemos mostrarnos empáticos
y tolerantes con esta situación que, lejos de incentivar la convivencia y el bien común,
agudiza más el cautiverio con todo lo que ello implica, siendo que a la incertidumbre por
el futuro en estas condiciones, se suma la angustia de ser sometidos a linchamientos y
juzgamientos vecinales, lo cual nos permite vislumbrar el futuro de la convivencia social
en comunidad.