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Primer acto
El hombre entra apurado al cine porque la película ya había comenzado. Queda junto a un
hombre de aspecto distinguido.
Diablo: - El diablo le otorga siete años de riquezas a cambio del alma de Daniel Brown, por
siete
Diablo: -El contrato puede renovarse. No hace mucho, Daniel Brown lo firmó con sangre.
Diablo: -Entre la pobreza de Daniel Brown y el poder del diablo, claramente es el diablo el mas
comprometido.
Diablo: -Ignoró en qué consiste la pobreza, pero sé muy bien lo que puede hacerse en siete
años de riqueza.
STOP
Toda la escena, inclusive el video, quedan en stop, excepto el hombre que mira a su izquierda
donde está el recuerdo de Paulina. Paulina viste alguna prenda elegante y se la nota muy
feliz.
Hombre: -Usted acaba de decirme que el alma de Daniel Brown no valía nada: ¿cómo entonces
el diablo, le da tanto?
Diablo: -El alma de ese pobre muchacho puede mejorar, los remordimientos pueden hacerla
crecer -contestó filosóficamente mi vecino, agregando luego con malicia-: entonces el diablo
no habrá perdido su tiempo.
Diablo: -No sería la primera vez que al diablo le fallara algún contrato.
Hombre: -Si el diablo cumple, con mayor razón debe el hombre cumplir. Por ejemplo…
Hombre: -Aquí está Daniel Brown. Adora a su mujer. Mire usted la casa que le compró. Por
amor ha dado su alma y debe cumplir.
Hombre: - (tragando saliva) Daniel debe cumplir. Yo también cumpliría. Nada existe peor que
la pobreza. Se ha sacrificado por su mujer, lo demás no importa.
Diablo: -Dice usted bien. Usted comprende porque también tiene mujer, ¿no?
Diablo: -¿No quiere que salgamos a uno de los pasillos? Podrá ver la película más tarde.
Segundo acto
Diablo: -Podría hacer algo por usted; por ejemplo, me gustaría proponerle un negocio, hacerle
una compra…
Hombre: -Perdón, no tenemos ya nada para vender: lo último, fueron unos aretes de Paulina…
Diablo: -Piense usted bien. Mire, allí tiene usted a Daniel Brown. (Hace una mirada cómplice) A
estas alturas, señor mío, resulta obvia una presentación. Estoy enteramente a sus órdenes.
La escena queda en stop. El hombre perplejo, se agarra la cabeza y luego mira al recuerdo:
Paulina con un delantal de cocina viejo, sonriente pero cabizbaja. El diablo saca una aguja
crochet.
Diablo: -¡Pero qué le importa a usted lo que le ocurra a ese imbécil de Daniel Brown! Firme, el
documento está en regla. Sólo hace falta su firma. Aquí sobre esta raya.
Hombre: -Sí.
Daniel: -Pero, ¿no echas tú de menos nuestra pasada riqueza? ¿Es que no te hacen falta todas
las cosas que teníamos?
Se ve al hombre desconcertado. El diablo pasa por entre la gente y termina la obra con una
gran pregunta: ¿Habrá firmado el pacto?