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La vida social aparece centrada en torno del palacio, cuya función es religiosa, política, mil~tar,
administrativa y eco- económica a la vez. El rey concentra y reúne en su persona todos los
elementos del poder.
el rey lleva el título de wa-na-ka, ánax. Su autoridad' parece ejercerse en todos los niveles de la
vida militar: es el palacio el que reglamenta los comandos de armas, el equipamiento de los
carros, las levas, la subordinación, composición y movimiento de las unidades. Pero la
competencia del rey no queda limitada ni al dominio de la guerra ni al de la economía. El ánax
gobierna también la vida religiosa: ordena con precisión su calendario, vela por la observación
del ritual y la celebración de las fiestas en honor de los distintos dioses. Fija los sacrificios, las
oblaciones vegetales, las tasas de las ofrendas exigibles a cada cual según su categoría. El
soberano, como tal, se encuentra especialmente en relación con el mundo religioso, asociado.
Piénsese también en el rey hitita, que abandona en plena campaña la conducción de sus
ejércitos si sus obligaciones religiosas le exigen retornar a la capital para realizar en ella, en la
fecha prefijada, los ritos a su cargo.
Se perfila claramente una oposición entre dos tipos de tenencia de las tierras que designan las
dos formas diferentes que puede tener una ko-to-na, un lote o porción de tierra. Las ki-ti-me-
na ko-to-na son tierras privadas con propietarios, a diferencia de las ke-ke-me-na ko-to-na,
adscriptas al damos, tierras comunales de los demas aldeanos, propiedades colectivas del
grupo rural, cultivadas según el sistema del open-fie/d y que tal vez son objeto de una
redistribución periódica. Palmer ha señalado una semejanza sugestiva con el código hitita, que
distingue, asimismo, dos formas de tenencia del suelo. La del hombre del servicio feudal, el
guerrero, depende directamente .delpalacio y retorna a éste cuando se interrumpe el servicio.
Esos «demos» aldeanos disponen de una parte de las tierras en las cuales se asientan;
reglamentan, de conformidad con las tradiciones y las jerarquías locales, los problemas que
plantean, en su nivel, los trabajos agrícolas, las actividades pastoril es y las relaciones de
vecindad.
La invasión dórica destruye todo este conjunto. Rompe, por muchos siglos, los vínculos
de Grecia con Oriente para convertirse en una barrera. Aislado, replegado sobre sí
mismo, el continente griego retorna a una forma de economía puramente agrícola. El
mundo homérico no conoce ya una división del trabajo comparable a la del mundo
micénico ni el empleo en una escala tan vasta de la mano de obra servil.
La escritura no tendrá ya por objeto la creación de archivos para uso del rey en el
secreto de un palacio, sino que responderá en adelante a una función de publicidad;
va a permitir divulgar, colocar por igual ante los ojos de todos, los diversos aspectos de
la vida social y política.