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Historia Medieval-Año 2020

Dra. Andrea Mariana Navarro

JTP Historia Medieval-UNT

Clase práctica N°6

Economía y Sociedad en la Alta Edad Media

La economía agraria. Los grandes dominios

Al desaparecer el poder central del Imperio tras la caída de Roma, desaparecieron los
vínculos que unían al ciudadano con esa autoridad central. En su lugar se fortaleció el
sistema de relaciones personales de dependencia que a lo largo de la Alta Edad Media
abarcó a todos los individuos de la sociedad.

La vida económica se concentró en torno a un modelo de grandes explotaciones


agrarias o dominios que ya habían comenzado a gestarse en el Bajo Imperio. Las grandes
invasiones bárbaras fragmentaron algunos de los grandes patrimonios romanos, y otras
tierras fueron repartidas de acuerdo con el régimen de hospitalitas, pero pronto se recuperó
la tendencia a la concentración de grandes propiedades, a las que se sumaron grandes
extensiones de tierras que habían sido explotaciones imperiales. Los beneficiarios de la
nueva situación de la propiedad fueron los reyes, los aristócratas y la Iglesia, aunque no de
la misma forma. Los reyes bárbaros basaron su poder efectivo en su condición de primeros
propietarios de tierras. En cuanto a la Iglesia no había fragmentación hereditaria de sus
tierras, a lo que hay que sumar las frecuentes donaciones de las que era beneficiaria por su
prestigio y poder social. En tanto el poder de la aristocracia se hizo cada vez más fuerte por
la vía de la regionalización, permitiéndole un control más efectivo de sus dominios.

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En definitiva, pronto se configuraron estos dos modelos, laico y eclesiástico, de


señores territoriales. Su poder económico, social y político estuvo fundado sobre la base de
los dominios agrarios. Una cuestión adicional referida a la Iglesia como propietaria fue el
papel de los monasterios. Las granjas monásticas fueron ejemplos de explotación agraria, y
en aquellos cenobios altomedievales se copiaron los tratados clásicos de agronomía de
Cato, Varro, Columella y Palladius y con el tiempo los monjes crearon sus propias obras
teórico-prácticas de gestión agrícola. Asimismo, los monasterios jugaron un importante
papel en los avances de las roturaciones durante la Alta Edad Media.

La estructura de los grandes dominios

Al igual que sucedió con las villas tardomedievales, cada uno de los grandes
dominios se subdividían en varios tipos de explotación. En primer lugar estaba el núcleo de
dominio o curtis, donde el señor o dominus tenía su residencia. Era la parte más importante
del dominio desde el punto de vista de su organización. Allí vivían los servidores directos
del señor, el resto del dominio se dividía entre las tierras de cultivo y las zonas de
aprovechamiento colectivo.

Las tierras cultivadas eran a su vez de dos tipos. Una parte de las mismas la ocupaba
la reserva o terra dominicata, que eran las parcelas explotadas directamente por el señor
con mano de obra esclava a la que mantenían directamente. Estos trabajadores no tenían
ningún tipo de derecho sobre la tierra que cultivaban. La escasez de mano de obra hizo que
esta situación cambiase, especialmente desde el siglo VII. Los señores trataron de asentar a
sus propios esclavos, y para ello le cedieron lotes de tierras en la reserva señorial a cambio
de las correspondientes prestaciones de trabajo.

El resto de las tierras de cultivo o terra indominicata estaba dividida en mansos, de


ahí que también se llamaba terra mansionaria. Algunos mansos recibían el calificativo de
ingenuiles para diferenciarlos de los que provenían de las cesiones de lotes a los esclavos
(mansi serviles). El término latino mansus, o los germanos hufe o hyde, aparecieron desde
mediados del siglo VII y correspondía a una parcela de extensión suficiente para mantener
a la familia que la trabajaba, de unas 50 ha en secano. Las tierras del manso podían estar

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dispersas, incluyendo predios en campos e cereal o derechos sobre pastos o bosques en


zonas incultas.

Los mansi ingenuiles eran explotados por los coloni que tuvieron una relación de
dependencia con el señor. A éste le tenían que entregar una parte de su cosecha y otros
pagos en especie, animales, huevos, etc, pero además fueron haciéndose cada vez más
habituales otro tipo de prestaciones obligatorias en trabajo. Estos servicios recibieron el
nombre de corveas y consistían en trabajar para el señor en la reserva durante un número
fijado de jornadas de trabajo, especialmente en la época de la cosecha, así como en
colaborar en la construcción y conservación de caminos, puentes, molinos y demás
elementos de infraestructura del dominio.

Tanto los antiguos esclavos como los pequeños propietarios y los coloni sufrieron un
proceso de transformación jurídico-económica que los terminó por convertir en un mismo
grupo social, desapareciendo toda diferencia entre manso ingenuilis y servilis. Todos
aquellos hombres estaban ligados a la tierra, de forma que el usufructo del que disfrutaban
era hereditario y modificaba, por lo tanto, el concepto imperial del dominium, como
contrapartida, el trabajador estaba encomendado al dominus y su relación de dependencia
respecto del señor también era hereditaria, incluyendo tanto las prestaciones en especie
como las corveas. Añadiendo a lo anterior las atribuciones de justicia fueron pasando a
manos del señor.

En cuanto a las zonas de aprovechamiento colectivo, éstas incluían los terrenos


destinados al pasto, los bosques y las demás zonas en las que no existía actividad
propiamente agraria. Estas tierras eran del señor y su uso por parte de los siervos estaba
prohibida en algunos casos –la caza mayor- limitado a ciertas épocas del año o bien se
podía exigir una contraprestación por parte del siervo. Los ingresos del señor también
incluían ciertos monopolios, el molino para el cereal y el horno para la cocción del pan.
Los siervos tenían la obligación de utilizar esas infraestructuras del señor y pagaban como
canon una parte del propio producto obtenido (harina o pan).

La explotación del bosque incluía la madera y piedra para la construcción, la leña y


carbón vegetal como fuente de energía, los frutos silvestres de todo tipo de árboles y

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arbustos, la cera de los panales para la fabricación de velas, la miel –edulcorante de la


época-, la cría semidoméstica de cerdos y otros animales sin estabular, y la caza actividad
importantísima en varis niveles. Los recursos del bosque completaban así la baja
producción agraria. Esta complementariedad quedaba definida en la dualidad ager-saltus.

El uso del bosque fue restringido por las leyes de los carolingios (Capitulare de villis
ca 800) con objeto de proteger sus recursos naturales, y especialmente para limitar los
derechos sobre la caza. Los reyes germánicos utilizaron las tierras del bosque para su uso
personal. Para la aristocracia la caza mayor fue siempre un entrenamiento para la guerra y
además la carne proporcionaba un gran complemento alimenticio. La complementariedad
que se estableció entre los productos provenientes de la agricultura, de la ganadería y de la
explotación del bosque respondió a una síntesis entre el modelo germánico –más
acostumbrado al bosque- y el romano –eminentemente agrícola-

La estructura de propiedad descripta podría corresponder al sistema dominical clásico


de la época carolingia, pero también entonces había dominios más compactos basados en
mansos serviles con duras prestaciones –en Sajonia o Baviera- o bien dominios señoriales
fraccionados con varias reservas y explotados por campesinos libres de prestaciones de
trabajo como en Friul o la Sabina. Asimismo hubo pequeños propietarios que lograron
sobrevivir, generalmente por agrupación, fuera de la dependencia de los grandes dominios.
Parece claro que cuanto más pequeña era la propiedad de estos campesinos libres, en mayor
medida experimentaban una doble presión: la de las condiciones climáticas ya que los bajos
rendimientos y la menor variedad de recursos eran una desventaja frente a las crisis
naturales y las prerrogativas judiciales de laicos y eclesiásticos para hacerse con las tierras
de los propietarios empobrecidos, ya fuera por venta o por cesión a cambio del usufructo
vitalicio.

En los siglos VIII al X culminó el proceso de ruralización de la vida económica y


social que se desarrollaba desde el Bajo Imperio y también la tendencia al auge de la gran
propiedad y a la degradación de las situaciones socio-jurídicas del campesinado. El
resultado final sería la consolidación de las bases socio-económicas que sustentaron las
relaciones de tipo feudal en toda Europa. Por otra parte, la guerra y la conquista
continuaron siendo fuente de beneficios o de transferencia de riqueza. Mientras que con la

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paz carolingia del siglo IX y la detención de las conquistas y de la obtención de botín se


tradujeron en mermas del patrimonio regio a favor de los aristócratas, y en el aumento de la
presión que muchos de ellos ejercieron sobre los campesinos con el objeto de no ver
menguadas sus rentas.

Asimismo, los eclesiásticos carolingios reflexionaron también sobre temas morales


que tenían incidencia en la actividad económica y contribuyeron así a esbozar una
normativa, ética más que política que se desarrollaría en los siglos siguientes referida a un
mundo económico que giraba en torno al autoconsumo y el donativo. El donativo y el
trueque se consideraban como formas necesarias de relación social.

El tránsito de la esclavitud a la servidumbre

Una de las características definitorias del tránsito a un mundo plenamente medieval


fue el paso de la esclavitud a la servidumbre. A diferencia del esclavo, el siervo tenía
personalidad jurídica. Estaba sujeto a la tierra y era dependiente del señor para el que
trabaja, pero era libre en relación con los demás.

El tránsito de la esclavitud a la servidumbre fue un proceso lento que se prolongó


durante toda la Alta Edad Media y que no fue definitivo hasta el siglo XI. En el abandono
del sistema esclavista confluyeron una serie de factores, pero el proceso no fue simple ni
lineal. En tiempos del Bajo Imperio las guerras civiles y las sucesivas crisis afectaron
gravemente al sistema esclavista, llegando a producirse revueltas bagaudas a mediados del
siglo III y mediados del siglo V en las que los esclavos jugaron un papel importante. El
establecimiento de los reinos bárbaros supuso la restauración del régimen esclavista hasta el
punto que los siglos VI y VII fueron los de mayor difusión de la institución en la Europa
occidental. (P. Bonnassie) 1. Tras esta época se produjo una crisis del modelo sobre todo por
razones económicas, aunque en tiempos de Carlomagno las nuevas conquistas dieron un
último impulso al sistema. Como consecuencias de sus conquistas el mercado de esclavos
se incrementó de forma notable desde fines del siglo VIII, especialmente a costa de los

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Bonnassie, Pierre, “Supervivencia y extinción del régimen esclavista en el Occidente Medieval durante la
Alta Edad Media: siglos IV-XI”, Boletín de Historia Social Europea N°1 (1989)

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eslavos. Verdún y Maguncia fueron las capitales del comercio de esclavos en el siglo IX
cuyo destino era casi siempre el mundo árabe.

Entre las posibles causas del tránsito altomedieval hacia la servidumbre se hace
necesaria una reflexión sobre el factor religioso ya que puede observarse una dualidad al
respecto. Aunque la Iglesia preconizó insistentemente la manumisión entre los laicos,
muchos dominios eclesiásticos episcopales y abaciales de la Alta Edad Media eran
explotados por mano de obra esclava. Los potentes dentro de la Iglesia justificaron aquel
status quo recurriendo en los cánones conciliares a la imagen del esclavo de la iglesia
como patrimonium Dei. No obstante, el núcleo del mensaje cristiano fue calando
paulatinamente pudiendo diferenciarse dos cambios sucesivos: la consideración de los
esclavos como seres humanos de tal forma que los esclavos no sólo eran personas, sino que
por el bautismo formaban parte de la Iglesia; la aspiración a la libertad por parte de los
propios esclavos impulsadas por la práctica cristiana.

En el final de la esclavitud influyeron también los factores económicos. En primer


lugar, la propia disponibilidad. La guerra era una fuente principal de esclavos, y los
enfrentamientos bélicos fueron una constante en el occidente europeo entre los siglos V y
VIII. Hubo afluencia de esclavos bretones, pero también de anglos y sajones, burgundios,
francos. Las guerras, tanto de conquista exterior como interior siempre implicaban capturas
entre los vencidos. Desde el reinado de Luis el Piadoso el Imperio Carolingio se replegó y
las guerras fueron básicamente defensivas, lo cual habría limitado la entrega de esclavos
por esta vía militar. La miseria llevaba a muchas personas a enajenar su libertad, ya fuera
voluntariamente, como un recurso de supervivencia, o como condena por el impago de
deudas. La venta de los menores también fue habitual en las épocas de mayor necesidad.
Estas formas de esclavitud tenían en común la cercanía en origen de los nuevos cautivos.

En segundo lugar, el desarrollo económico jugó en contra de la esclavitud al menos


en dos direcciones. Por una parte los avances técnicos que se extendieron por toda Europa,
sobre todo el molino de agua y los nuevos sistemas de tiro, liberaban recursos de unas
tareas que habían sido tradicionalmente intensivas en mano de obra. Por otra parte, cuando
la crisis demográfica golpeó Occidente, la mano de obra escaseó y se produjo un fenómeno

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de entrega y adscripción a la tierra del esclavo, el casamentum (M. Bloch).2 Otros


historiadores han interpretado que este fenómeno de reconversión de mano de obra esclava
en servil tuvo lugar en una fase de expansión y no de recesión de la economía: los grandes
dominios se descentralizaron en busca de nuevas tierras, cada vez más lejanas de las curtis,
requerían una movilidad de la mano de obra incompatible con la esclavitud (P Toubert)3

Entre los siglos X y XI todos los factores aquí explicados confluyeron hacia la
extinción de la esclavitud. Las segundas invasiones terminaron por resquebrajar el aparato
represivo, última e imprescindible sujeción de los esclavos, produciéndose un movimiento
espontáneo de liberación. Una parte de la historiografía (M Bloch, G. Duby, 4 P. Bonnassie,
P. Toubert) sostiene que esta liberación de la esclavitud no condujo inmediatamente a una
situación de servidumbre, sino que fue el sistema feudal el que introdujo nuevas formas de
servidumbre. Se había producido por lo tanto una ruptura entre el modelo esclavista y el
feudal, que marcaría el final de la Alta Edad Media y el comienzo de la Plena Edad Media.

El nuevo sistema monetario y los mercados rurales

Desde el punto de vista de la acuñación monetaria, uno de los cambios principales


que se produjeron a lo largo del siglo VII fue la aparición de cecas en numerosos puntos de
cada uno de los reinos bárbaros. Esta proliferación no debe entenderse como una quiebra
del poder central, sino como una revitalización de los mercados locales. Aunque el peligro
de la apropiación de la regalía es cierto, la autoridad regia se manifestaba en la presencia en
la moneda de los nombres de los reyes.

En los mercados altomedievales el trueque era una realidad, pero su propia existencia
muestra que el modelo estaba lejos de ser una economía natural en sentido estricto. Las
limitaciones del trueque como acordar equivalencias de productos heterogéneos o
producidos en diferentes épocas del año, encontraban solución a través del uso de la

2
Bloch, Marc, “Cómo y por qué terminó la esclavitud antigua”, Annales (ESC), 1947
3
Toubert, Pierre, Europa en su primer crecimiento. De Carlomagno al año mil, Universidad de Valencia-
Universidad de Granada, 2006.
https://books.google.com.ar/books?id=lUjNSU7bh3oC&lpg=PP1&hl=es&pg=PA8#v=onepage&q&f=false
4
Duby, Georges, Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea 500-1200, Siglo XXI,
España, 1997 (XIV edición)

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moneda. La moneda de cobre no tenía utilidad en el tipo de transacciones llevadas a cabo


en los mercados altomedievales, pues su valor era demasiado pequeño. Por el contrario, las
monedas de oro resultaban excesivas. La solución fue dándose por pura adaptación
económica, es decir no hubo una política monetaria hasta el reinado de Carlomagno. Así
durante el siglo VII se usó para el pago un triens rebajado, hasta que fue sustituido por los
nuevos denarios de plata.

El nuevo sistema monetario que se consolidó en tiempos del Imperio carolingio era
muy distinto tanto del sistema bajoimperial como del que se mantuvo en el Imperio de
Oriente. El denarius fue la moneda de referencia, acuñado a imitación del triens –por los
mismos monetarii- pero enteramente en plata. Entre las últimas décadas del siglo VII y las
primeras del VIII las cecas de trietes desaparecieron o fueron dejando paso a la acuñación
exclusiva de denarii.

La conquista definitiva de Frisia por los carolingios tuvo importantes consecuencias


para la acuñación del denarius. La zona comprendida entre Frisia y la Provenza en la que el
comercio no había desaparecido, se convirtió en un importante eje económico. El comercio
tenía una base marítima y fluvial, con transporte costero de productos por la fachada
atlántica en la zona comprendida entre la desembocadura de los ríos Weser, Zwin (Brujas),
Mosa, Sena así como navegación fluvial remontando el río Rin y Mosa. Con la
consolidación del imperio Carolingio el centro comercial se trasladó desde el Mediterráneo
hacia el norte, con su principal núcleo en la zona de las desembocaduras del Rin y el Mosa.

Lo cierto es que la masa monetaria aumentó en la primera mitad del siglo VIII.
Implicó necesariamente una nueva fuente de plata, en forma de nuevas minas en el reino
franco, como las de Melle.

Carlomagno logró unificar las acuñaciones de moneda en todo el Imperio. Buena


parte de las cecas estaban localizadas en torno a Aquisgrán y en el antiguo reino de
Austrasia, aunque las dos más importantes eran la de Dorestad, ceca principal de los
frisones, y la de Melle, por las importantes minas de plata de la zona. Los denarii
carolingios llegaron a acuñarse también en la Marca Hispánica y en Italia, e incluso los
papas y los duques de Benevento realizaron acuñaciones a imitación de la nueva moneda

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imperial. Al este del Rin el uso de la moneda fue mucho más reducido, y sólo se fundó una
pequeña ceca en Ratisbona en tiempos de Luis el Piadoso ya que el emperador estableció
allí la capital bávara para su hijo Luis el Germánico.

Existía una correlación entre el circulante y la actividad comercial, aunque también


existieron motivos no comerciales para el traslado del dinero. El resurgir de una economía
monetaria en época carolingia ha de considerarse limitado tanto geográfica como
socialmente, pues buena parte de las rentas de los campesinos seguía pagándose en especie
o en servicios. No obstante el uso del dinero fue en aumento entre los tenentes
dependientes, a los que se exigía el pago en metálico de sus rentas, previa venta de sus
productos en el mercado. Esto era más común en las tierras nucleares del Imperio, mientras
que los medios de pago alternativos continuaron siendo habituales en otras regiones.

El floreciente mercado de esclavos proveniente de las conquistas entre los pueblos


eslavos en el siglo IX supuso la entrada de una gran cantidad de moneda de oro y plata
musulmana, sobre todo dinares de oro, a los que en occidente se denominó mancusos.

El número de mercados y ferias aumentó en los siglos IX y X. Muchas veces sus


fundadores fueron grandes propietarios, obispos, abadías, monasterios que solían obtener
del monarca la regalía precisa para cobrar en ellos impuestos e incluso para acuñar moneda
que su funcionamiento exigía. La multiplicación de mercados rurales fue signo de
crecimiento de la producción agrícola y del paso de mayor cantidad de bienes a los
circuitos comerciales. En ellos los menestrales, antiguos artesanos que aseguraban la
autarquía de las villae abastecen de productos a los campesinos e intercambian productos.

Estructuración de la sociedad en época carolingia

En diversas ocasiones los letrados carolingios intentaron reflexionar sobre su


sociedad. Consideraron empleando un viejo esquema de san Agustín que los grupos
formaban toda la humanidad en marcha hacia Dios: los clérigos, los monjes y los laicos.
Los primeros dirigían, los segundos oraban, y los últimos trabajaban según la tipología
bíblica de Noé, David y Job. Podemos leer estas distinciones en las obras de Teodulfo,

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consejero de Carlomagno, y de Rabano Mauro, preceptor de Carlos el Calvo. Los laicos


también la proclamaron: el emperador Luis el Piadoso y el escritor Ermoldo el Negro. Este
esquema ¿corresponde a la realidad de su tiempo? Sí en la medida en que clérigos y monjes
se oponían, no en la perspectiva siempre presente de una violencia que separaba a los
laicos en dos grupos: los que poseían la seguridad material o política, es decir los esclavos
y los aristócratas, y los que no tenían ninguna influencia ni protectores, los hombres libres y
todos los que formaban parte sólo de pequeños grupos.

Por encima de los esclavos se extendía la amplia masa de población: los colonos.
Podemos decir con Boutruche5 que los colonos poseían una libertad limitada, las
condiciones de vida se aproximaban según los casos a la de los esclavos o a la de los
hombres libres. Vivía en una propiedad que no le pertenecía a él sino al señor del dominio y
no podía sin la autorización de éste, abandonar el dominio ni alienar su posesión, muchos
pagaban un impuesto personal, el matrimonio estaba sujeto al permiso y control del señor,
el colono no podía transmitir libremente a sus hijos la herencia de su posesión.

Un punto diferenciaba sustancialmente a los colonos y a esclavos: su relación con el


estado. El colono en tanto que súbdito, debía prestar servicio militar. Tenía acceso a los
tribunales ante los que podía demandar y comparecer como testigo. Otra diferencia
significativa es que el señor no podía cargar al colono con trabajos ilimitados, lo que sin
embargo podía hacer con el esclavo. El colono sólo estaba obligado a las prestaciones,
limitadas, establecidas por el derecho consuetudinario.

Por encima de los colonos aparecía la capa de campesinos libres que eran propietarios
de sus tierras. Por otra parte, los propietarios de varios cientos o miles de ha de terreno
constituían el estrato superior, un grupo que se situaba en la jerarquía social,
inmediatamente bajo la dinastía. Esos poderosos se caracterizaban por su noble alcurnia. La
aristocracia de nacimiento poseía por lo general el monopolio de los oficios elevados en los
condados y en la corte. Tenían poder gracias a su riqueza y al número de vasallos. Por ello
los príncipes que luchaban entre sí buscaban el apoyo de la poderosa aristocracia, puesto

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Boutruche, Robert, Señorío y feudalismo. La primera época : los vínculos de dependencia, Siglo XXI,
España, 1976

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que las luchas de los príncipes por la sucesión y el reparto hereditario los miembros de la
dinastía debieron asegurarse su apoyo cuya ayuda remuneraban.

Bibliografía

*Además de la bibliografía citada a pie de página, se sugiere leer:

Arranz Guzmán, Ana y Rodamilans Ramos, Fernando, Historia de Europa (siglos V-XIII),
Humanitas, Argentina, 2016

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Fecha de entrega Viernes 26 de Junio de 2020

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