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La villa romana y la expansión de Roma en Hispania

Contexto de la villa romana peninsular


Para entender, inicialmente, lo que ocurrirá durante los siglos posteriores en la Península Ibérica
primero deberíamos ubicar qué está ocurriendo política y administrativamente en la potencia que
va a ocupar sus tierras: Roma.

La república romana venia ya viviendo desde un tiempo antes del desembarco en Hispania una
etapa donde su crecimiento agropecuario se intensificaba proporcionalmente a las necesidades
por nuevas tierras por una población con continuos conflictos entre plebeyos y patricios por el
reparto del ager. Dichas tierras solían tener muchísimos tipos de funcionalidades y con muchos
sistemas de trabajo pues podríamos contar desde las familiares y más sencillas hasta las más
complejas con un verdadero sistema de funcionamiento basado en esclavos para producir
suficiente excedente.

A finales del siglo III con la llegada de los romanos a la Península Ibérica en medio de las
Guerras Púnicas el senado ya tendrá los ojos puestos en los beneficios económicos y sociales que
tendrá el dominio y control del nuevo territorio para la política romana.

En un territorio tan extenso y diverso como era Hispania el control de facto sobre la tierra era
esencial para permeabilizar los intereses de la república, exportando los modelos de producción
itálicos a las nuevas y ricas tierras que iban obteniendo. La implantación no fue ni mucho menos
complicada ya que a su llegada se encontraron con que los pueblos que fueron subyugando y
absorbiendo venían mostrando una desarrollada tradición agrícola y de explotación de los
recursos.

El suelo en posesión de Roma podía, dentro de sus muchas subdivisiones, dividirse en lo que se
consideraba prácticamente posesión común o agri publici y las parcelas a título personal agri
privati, donde podemos encontrar las villas rurales tan características del mundo agropecuario.

La expansión romana había sido mediante la conquista militar pero la romanización tenía su baza
fuerte en la legislación romana, ocupando el Derecho romano una fluida convivencia con las
leyes, actividades y costumbres de los pueblos hispanos, dando lugar a leyes del ámbito
hispanorromano como la lex Salpensana. El poseer una legislación activa y resolutiva que

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además convive con las tradiciones locales ayuda a que la instalación de asentamientos sea
mucho más fluida, permitiendo en paralelo un trabajo de los recursos de manera reglada (lex
metalli Vipascensis). En este escenario, los asentamientos rurales hispanorromanos se
caracterizan por tener una personalidad propia fruto de la simbiosis de las leyes, la conexión
geográfica y las manifestaciones materiales.

Así, muy pronto se empezaron a gestionar las posesiones mediante la fragmentación y roturación
del territorio, constituyendo dentro del de cada provincia el ager provincialis en torno al
territorium de los núcleos urbanos que se fueron creando. Para la correcta gestión los romanos
tenían muy claro que lo mejor era recurrir a metodologías ordenadas y racionales, por eso
constantemente usaban fórmulas como la centuriatio.

Las leyes promovidas por personajes como los Graco en la Republica y varios emperadores
durante el Imperio buscaban constantemente intentar controlar la agrupación de parcelas en
pocas manos, con más o menos éxito.

El modelo estatal que procuraban los organismos municipales y provinciales respecto a la tierra
era la de los arrendamientos temporales de las agri publici, que tras una roturación quedaban
listas para su uso. La ager publicus tuvo una tendencia durante el imperio a acabar muchas veces
como tierras privadas por la salida a venta de parcelas (ager vectigalis) o por terminar, tras
largos acuerdos de arrendamiento (ius emphyteuticum), convirtiéndose con el paso del tiempo en
posesiones heredadas. Las tierras privadas, pues a partir de Augusto empezaron a escaparse los
territorios del ager publicus de las manos del Estado, fueron las que tuvieron más posibilidad de
transformarse con los años en las grandes y majestuosas villas que caracterizaban el lujo del
mundo rural.

La forma de acceder a parcelas del ager era de diversas maneras: mediante los ahorros
conseguidos por el trabajo, tras haber ofrecido servicios militares, a manera de regalo u obsequio
por haber realizado un servicio al Estado, era muchas las maneras de conseguir un hueco en el
mundo rural, pero lo que haría crecer la propiedad sería el poder adquisitivo del dueño

La relevancia de las propias concentraciones rurales que son las villas de campo recae en cómo
actúan a modo de punto de unión entre los separados territorios de las ciudades a la vez que

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producen multitud de recursos, haciendo de la tierra un territorio habitado y explotado por Roma
de manera óptima y aliviando las densidades de población que ya venían viviendo en Italia.

Es en este momento donde el beneficio privado se traducía en un beneficio común. Conocida la


verdad de que una floreciente productividad de las tierras hispanas se traduciría en una
floreciente etapa para Roma no dudaron en distribuir correctamente las tierras en función de su
riqueza natural, ubicación o fertilidad, influyendo directamente en su valor económico. Tanto en
las zonas rurales del interior como en las áreas costeras se crean verdaderas zonas donde
obtenían productos muy valiosos por su cantidad y calidad, quedando claro que la inversión en la
posesión de las zonas de labores agropecuarias era sinónimo de poder

Entonces, si bien las ciudades hispanas eran el núcleo donde se organizaban los aspectos más
importantes del ámbito político, económico y administrativo de su zona, la gran densidad
territorial de la península junto con toda su producción hizo depender de una constante a la vez
que correcta cooperación con su mundo rural, siendo este igualmente dependiendo de las
ciudades por motivos administrativos o comerciales.

Estos rasgos son generales, necesitando focalizarnos en la época y posición de la villa en


cuestión, pues no sería lo mismo hablar de las villas rurales en el Alto Imperio con una mayor
repartición de la tierra entre las gentes y una relevancia de las ciudades, que hablar de un Bajo
Imperio donde la ruralización del imperio hizo que las ciudades perdiesen su funcionalidad e
importancia en detrimento del mundo rural.

Un ejemplo de este traspaso de funciones podemos encontrarlos en las primeras invasiones


germanas que sufrió Hispania de la mano de francos y alamanes en el 260 d.C. y otro ataque 4
años más tarde. Roma no asiste a las provincias hispanas ante estos ataques y son las respectivas
villae quienes toman las riendas de la defensa de las distintas zonas extendidas en el mapa.

Con una mayor concentración de las tierras en pocas manos privadas ante la inversión de las
personas ricas en las tierras a costa de los medianos y pequeños propietarios, impotentes ante las
presiones de los latifundios vecinos, se crearán escenarios particulares desde grandes
terratenientes con modelos autárquicos hasta su contraposición en los dessertus.

Partes de una casa de campo

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La causa por la cual nos enfocamos en las villae es consecuencia de adquirir la posición de los
núcleos de más riqueza en el medio rural que podría encontrase uno. En ellas se fusionan todos
los elementos que caracterizan a la sociedad romana puestas al servicio del trabajo de la tierra si
era una villa rustica o por simple función como lugar de recreo, distinguiéndose como villa
urbana.

Si bien inicialmente podíamos encontrar casas de campo más o menos suntuosas, el paso del
tiempo junto con la riqueza generada por el terreno crearía auténticos asentamientos con una
compleja composición. En ocasiones se nos olvida que el controlar unas de esas villas supone
tener un poder de gestión, de administración del trabajo, de obtención de recursos,
mantenimiento de mano de obra (esclava), relaciones comerciales y ostentación de la riqueza que
pocos podían alcanzar.

Una villa era una compleja propiedad que tenía varias zonas diferenciadas para según qué
funciones, pues el vivir en estas casas de campo no solamente consistía en producir y gestionar,
sino disfrutar de los lujos y vivir lejos de las convulsas complicaciones de las capitales de
provincia o de la propia Roma. Podríamos distinguir, debido a que la villa va a producir todos los
elementos que necesita para su mantenimiento, una pars urbana, la pars rustica y la pars
fructuaria.

La villa del ocio (otium)

La pars urbana constituiría la zona donde el dueño de la casa y las posesiones viviría junto a su
familia en una plena comodidad distribuida en diversas estancias en torno al peristilum,
replicando las domus de las ciudades, pero adaptada a sus necesidades y a su ubicación, aunque
tenia unas zonas que se suelen repetir casi siempre en las villas. Por lo general no faltarán el
vestibulum que da acceso formal al hogar, los cubiculi donde descansar, el triclinum donde
recibir visitas y comer, el tablinum donde el pater familias asume sus negocios (con posibilidad
de poseer una sala más lujosa para personas de alto nivel llamada oecus), las litrinae y un atrium
que venía acompañado de su compluvium e impluvium para aprovechar el agua.

Se podía aprovechar el espacio que las ciudades no permitía para crear espacios que no todas la
villas tenían como termas privadas con su apodyterium, frigidarium, caldarium y tepidarium;

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tener zona de gimnasio, biblioteca, etc. En función de los intereses y la capacidad del dueño era
cómo se desarrollaban las partes de la casa.

Todas esas zonas de disfrute del dueño y su familia se verían ricamente ornamentadas a manera
de expresar lujo y ostentación a partes iguales de cara a aquellos que visitaran la villa. Se da la
casualidad de que durante la Crisis que vivió el imperio las grandes villas hispanas decidieron
actuar ante la devaluación de la moneda invirtiendo en nuevas parcelas de tierra junto con una
completa red de embellecimiento de sus propiedades respecto a esculturas, mosaicos, frescos u
objetos de lujo.

Era común en Hispania que en los famosos mosaicos que hacían las veces de alfombra, suelo o
pasillos, viniesen influenciados por corrientes que durante la República y el Alto Imperio eran de
acuerdo con los mosaistas itálicos mientras que es a partir del Bajo Imperio cuando cogen
protagonismo los modelos y mosaistas del norte de África, consiguiendo sus obras ser populares
entre los latifundistas hispanos.

Los temas representados en los suelos y murales venían muy influenciados por la zona cultural y
geográfica de la casa; tenían la función de estimular la vista con hermosas composiciones
geométricas, escenas cotidianas, imágenes mitológicas, estaciones, elementos vegetales y
animales.

La villa del negocio (nec otium)

Aquí juntamos la pars rustica y la pars frutuaria entrelazando sus funciones. La parte más
olvidada cuando se habla de una casa de campo romana a pesar de ser el corazón que da vida al
día a día de todas las partes de la villa.

En esta zona en la pars rustica encontraríamos las estancias que desean mantenerse más alejadas
de la casa como las cocinas o culinae, las habitaciones de los esclavos o los establos y gallineros,
pero estando lo suficientemente cerca para atender a los servicios, animales, hornos, etc.

Mientras tanto la parte de la pars fructuaria acoge la era, los cobertizos y conecta las labores
relacionadas con el campo con todos los procesos de transformación de los productos obtenidos
de las tierras y su almacenamiento. En esta última zona será donde se guarden las reservas de
aceite, vino en las bodegas o cella vinaria, los graneros o horrea granaria, el molino o las

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prensadoras, en función de lo que pudieran producir. Si la villa estuviera ubicada en una zona
costera esta zona estaría adaptada a las labores de la pesca.

Las zonas periféricas de la pars urbana acogían en las otras dos partes de la villa lugares de
producción alfarera, metalúrgica y fabricación de vidrio.

Las producciones metalúrgica y, en especial, la alfarera, poseían en Hispania mucha


impregnación de las tradiciones indígenas todavía ya con la península romanizada, así que no era
extraño ver producciones así con las clásicas terra sigillata hispánica que trajeron los romanos.

Para que la casa funcionase plenamente en todas las partes tenían que coordinarse perfectamente,
así que surgió la figura del uilicus o encargado de la villa. La producción tenía como fin inicial
cubrir las necesidades de los dueños, pero siempre se producía excedente que sacar al mercado y
comerciar.

Agricultura y comercio de las villas rusticas

La economía romana en Hispania durante los comienzos de la conquista por parte de la republica
se fijo en las ciudades ante el aún incompleto control de los grupos indígenas.

Tan pronto cuando consiguen imponerse van a establecer sus intereses en el control de los
recursos minerales y las explotaciones agropecuarias, entrando en el tablero las propiedades
rurales como parte de ese mecanismo económico que Roma basó en gran porcentaje en la
agricultura.

La agricultura desarrollada en las zonas de la Bética y Tarraconense poseía gran prestigio en sus
producciones a la par que respecto a la ganadería consiguieron renombres las poblaciones criadas
en las zonas del Duero y el Guadalquivir. También se recogen beneficios en la caza, producción
de salazón o pesca.

Habría que esperar, no obstante, a terminar el periodo republicano donde las producciones
basada en las transformación de alimentos no estaban en las zonas rurales muy desarrolladas,
pues generaba más riqueza en ese momento todavía la compraventa de esclavos fruto de las
conquistas y que, muchos de ellos, acabarían en las producciones locales.

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Las producciones agrarias durante el periodo imperial van a ir en constante aumento
produciendo, además de trigo y cebada, se registraron plantaciones de vid, olivos y arboles
frutales. Se conoce poco sobre el comercio interno de estos elementos más allá de elementos de
producción horticols que no sobrepasaba lo local.

Respecto al comercio portuario sí que se consigue obtener más información que confirman que
las villas marítimas y los productos que llegaban a los puertos desde el interior eran codiciados
en el mercado mediterráneo. De las producciones hispanas van a salir valiosos elementos como
el vino, el afamado aceite, miel o maderas, ganando importantes posiciones en la economía
romana.

Respecto a la ganadería las producciones que sobresalieron eran las cabezas de bueyes, cerdos,
equinos u ovejas, por mencionar algunos. En la producción pesquera de las zonas costeras se
crearon valiosas elaboraciones de salazón y el popular a la vez que indispensable garum que no
podía faltar en la gastronomía romana.

Las cerámicas, perfumes y objetos metálicos se extendieron por todas las provincias romanas
junto a las mercancías de aceite, trigo y vino que generalmente acababan con unas cifras
favorables a los productores hispanos, permitiendo que las empresas rurales de las villas
pudieran afianzar sus posiciones y crecer aún más en riquezas. Incluso durante la crisis del Bajo
Imperio las calzadas que comunicaban las rutas comerciales donde estaban las explotaciones
agropecuarias aumentaron su tamaño.

En el comercio hay una indivisible relación entre la extensa red de calzadas que se expandió y
los territorios sometidos bajo el yugo de Roma. Las calzadas suponen la comunicación de tierras
muy lejanas entre sí; en el caso de Hispania estas rutas favorecen la expansión de las casas de
campo junto con sus producciones creando un tejido económico solido y adaptado al modelo
romano.

En la Península Ibérica hubo una muy buena red de comunicación que permitió los intercambios
comerciales a un nivel interno entre las villas rurales que, aunque desconocemos muchos de sus
intercambios a diferencia de sus exportaciones exteriores de Hispania a otras provincias
romanas, comunicaban muy fácilmente estos núcleos de producción con las ciudades
administrativas.

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Podían permitirse llevar sus productos a verdaderos centros económicos y apostar por grandes
empresas mercantiles; la consecuencia de este enriquecimiento y grandes negocios fue que los
propietarios menores a los grandes latifundistas no eran capaces de hacer competencia a su
potencia mercantil.

Junto a la red de calzada, las producciones rurales accedían también a otros medios de
comunicación como algunas redes fluviales que permitían remontar algunos ríos y los puertos
marítimos, favoreciendo una dinámica economía más diversa en sus rutas que en sus productos.

Con el Bajo Imperio y la ruralización del imperio ocurrieron varios escenarios que agotaron este
comercio entre diferentes partes del imperio para convertirlo en un mercado más regional y
autárquico.

El primero sería la perdida de fuerza que tuvieron las ciudades por el intrusismo que, realizado
por parte de Roma para controlar las malversaciones del mercado realizadas, al igual que se
limitó mucho los comercios exteriores del imperio en cuanto importaciones y exportaciones; el
segundo fue la devaluación de la moneda en sucesivas ocasiones que aumentó la inversión de la
riqueza en la tierra, efecto estimulante de grandes propiedades en Hispania.

Así, en el comercio a finales del Imperio Romano las provincias hispanas estaban
encaminándose a un protagonismo en el que las grandes villas controlaban extensos dominios de
tierra, generando un mercado económico más aislado y regional, e incluso meramente local para
autoabastecimiento.

Estas propiedades van a absorber a las personas que huyen de las condiciones que hay en las
ciudades, creando colonatos que sustituyeron a los esclavos desde la aparición del cristianismo
en el imperio, por lo que a cambio de parcelas de tierras conseguían trabajar para los
latifundistas.

Estos señores comenzaron a amurallar sus propiedades y encargarse ellos mismos de la


protección de sus posesiones y quienes trabajaban en éstas.

Conclusiones:

En numerosas ocasiones a la hora de estudiar la historia de Hispania vamos a los grandes rasgos,
normalmente mas famosos o suntuosos, y nos olvidamos de la importancia que tuvieron para la

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consolidación de la romanización en la Península Ibérica, las rutas comerciales conformadas por
calzadas o puertos y la producción las propiedades rurales hispanorromanas, poniendo el foco en
las villas privadas (con mención de la importancia de todas sus partes funcionales) de señores
importantes como espejo de una realidad que era el mundo del campo.

Se pone de manifiesto que la historia romana del territorio ibérico, al ser una gran extensión de
tierra con mucho potencial, su dominio y dinamismo que no se entenderían igual sin la presencia
de estas villas rurales.

Bibliografía:
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2011
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2002, pp. 493-502
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1978
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MONTENEGRO DUQUE, Ángel et al., “El Imperio Romano”, en Gran Historia Universal,
Madrid, 1986
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Tarragona, 2009

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Tarraconense”, en Gerión, Nº13 (1995), pp. 305-338
SABIO GONZALEZ, Rafael, Villas, propietarios y nombres de lugar en la Hispania romana:
metodología toponímica y catálogo de los casos recogidos en Castilla- La Mancha y Madrid,
Madrid, 2008

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Ejemplos de diversos mapas referentes
de abajo a arriba a la conquista de
Hispania, las principales villas
extendidas por la Península Ibérica y
el trazado de las principales rutas de
las cazadas romanas. Con una visión
general de los tres mapas podemos ver
como éstos pueden entenderse entre sí
en puntos comunes de una historia
común que puede ser fácilmente
contextualizada.

Ánfora de aceita de tipo Dressel


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Vidrio de la Villa de la Olmeda, parte


de un ajuar funerario

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Factoría de salazón de la Villa de
Benalmádena
Ánfora de la bética que forma parte de las muchas
que acumula el Monte Testaccio y confirma el
predominio de algunas producciones hispanas en la
propia Roma

Torcularium del yacimiento de la Cella Vinaria de Vallmora

Mosaico con escena de cacería perteneciente al oecus de la Villa de la Olmeda

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