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1.

LA DICTADURA DEL DOCTOR FRANCIA

1.1 El congreso proclama Dictador al doctor Francia.

El 13 de octubre de 1814 inició sus sesiones el Congreso. Fue elegido


presidente el doctor Francia, quien, en el discurso inaugural, aconsejó la
formación de un Gobierno personal para la mejor defensa de la independencia
nacional. Había partidario de la subsistencia del Consulado, y otros que no lo
eran propusieron la designación de Yegros para el Gobierno unipersonal.

Mariano Antonio Molas propuso al doctor Francia como dictador. La discusión


se prolongó, pero terminó cuando las tropas que obedecían a Francia hicieron
un sospechoso despliegue en torno al templo donde se reunía el Congreso.

La mayoría de los votos campesinos apoyó al doctor Francia, quien fue


designado “Dictador Supremo de la República” por un período de cinco años.
Se le autorizo a constituir el Tribunal Supremo y a ejercer potestad judicial
mientras tanto.

Al día siguiente clausuró sus sesiones el Congreso, después de resolver su


reunión anual, cada mes de mayo, de disminuir el número de diputados a 250
de recoger el juramento del flamante dictador.

Asunción recibió con regocijo popular la ascensión del doctor Francia al Poder
Supremo. Las sombras cayeron sobre el Paraguay.

1.1.1 Se apaciguan descontentos en la tropa.

La exclusión de Yegros del Gobierno suscitó propuestas en la oficialidad de


una de las unidades militares de la capital. El capitán Pedro Juan Caballero,
que había regresado de su confinamiento, aplacó en sus comienzos el
descontento de los militares, consiguiendo convencerles de que debía acatar el
nuevo Gobierno. El doctor Francia procedió con tacto y habilidad. No adoptó
ninguna medida, pero al mismo tiempo que creaba un fuerte batallón de
granaderos para su guardia personal, con elementos que le respondían por
entero, alejó paulatinamente de la capital a los descontentos. La depuración del
ejército continuó durante mucho tiempo hasta que de él desaparecieron las
trazas de toda otra influencia. Los no adictos al doctor Francia fueron
reemplazados por individuos del interior, de baja extracción, aunque partidarios
decididos del dictador y a los cuales se cuidó de no otorgar sino graduaciones
inferiores.

1.1.2 Se restablecen los monopolios.

Unos de los objetivos principales de la Revolución había sido la supresión de


los monopolios. El dictador los restableció, comenzando por la madera, de gran
demanda en Buenos Aires. El Estado era el único comprador y no la revendía
sino a los comerciantes que traían armas y municiones. Poco a poco fue
extendiéndose el sistema a los demás productos. De este modo el dictador se
proveía de elementos para organización del Ejército y regía el comercio con el
exterior.

1.1.3 Medidas contra los eclesiásticos españoles.

El partido españolista tenía sus últimos baluartes en la clase eclesiástica.

El doctor Francia tomó medidas para suprimir el peligro. Exoneró de sus


empleos y oficios a varios de ellos y les privó de sus funciones a menos que
acreditaran “adhesión constante y decidida a la actual constitución, libertad e
independencia absoluta de esta República”.

Por otro decreto desligó a las comunidades religiosas establecidas en el país


de toda sujeción extranjera, haciéndolas depender exclusivamente del obispo
diocesano.

Fue suprimido todo vestigio de la Inquisición. Buenos Aires pide nuevamente


auxilio. Elevado el general Carlos de Alvear al Gobierno de Buenos Aires,
procuró reanudar las relaciones con el Paraguay, suspensas desde el fracaso
de la misión Herrera.

La causa de la independencia americana pasaba por un momento crítico. En


España se preparaba una fuerte expedición para la conquista del Río de la
Plata. Mas que nunca era necesario el auxilio militar del Paraguay. Alvear se
dirigió a Francia solicitando el envío de tropas y efectos del país, a cambio de
cañones y armas para que las fronteras del Paraguay no quedasen indefensas.
Ya no se hacían hincapié en el tratado del 12 de octubre. Buenos Aires
invocaba ahora la adhesión del Paraguay a la causa común de la libertad. Poco
después insistió Alvear en su solicitud llegando a ofrecer a Francia 25 fusiles
por cada 100 reclutas enviados. La posición de Alvear irritó a Francia.
No concebía que se quisiera negociar con la sangre de los paraguayos.
¡Hombres por fusiles!

Rehusó entrar en tratos; adoptó un nuevo e inusitado procedimiento: dejó sin


respuesta la nota de Buenos Aires y “sin embargo poco había que hacer para
contestar a tales oficios, pues no se reducen más que a remover asuntos
antiguos ya ventilados muchas veces, fenecidos y olvidados en el día”

1.1.4 El Paraguay es invitado al Congreso de Tucumán.

La descortés actitud del dictador no descorazonó al Gobierno de Buenos Aires.


Resuelta la reunión en un Congreso en Tucumán para decidir definitivamente el
destino de las Provincias del Río de la Plata, cuatro veces durante 1815 el
director Alvear invitó al Paraguay a enviar sus diputados. El dictador conceptuó
la invitación atentatoria a la independencia nacional; tampoco contestó a estos
oficios, y a los barcos armados que vinieron expresamente conduciendo la
correspondencia no les permitió subir más arriba de Pilar. Comenzaban a
echarse los cerrojos del país. El Gobierno de Buenos Aires no pudo conocer el
pensamiento del Paraguay, pues el dictador lo explayó sólo a sus subordinados
a quienes explicó que era insultante “pretender que una República
independiente envíe diputado a un Congreso de las provincias de otro
Gobierno”.

1.1.5 Se teme una invasión de Artigas.

El dictador no aceptaba entablar relaciones de ninguna clase con Buenos


Aires, y de igual modo siguió rehusando su apoyo a Artigas. El jefe oriental
dominaba la Mesopotamia hasta Corrientes y buscaba, sin ahorrar
procedimientos, la alianza paraguaya contra Buenos Aires. No tuvieron éxito
sus gestiones ante Francia y tampoco consiguió que Yegros y Cabañas,
produjeran un movimiento subversivo dirigido a formar un Gobierno favorable a
sus miras. Artigas dispuso por indiferencia paraguaya, tomó represalias. Sus
tropas ocuparon Candelaria y confiscaron en Corrientes un importante
cargamento de armas destinado al Gobierno de Asunción. Todo hacía presumir
en julio de 1815 una invasión. El dictador puso al país en estado de defensa.
Envió tropas a una flotilla al Paraná; movilizó contingentes en Asunción,
Paraguarí y Villa Rica, y se aprestó a resistir con 4.000 soldados en al capital.
Artigas, esperaba una invasión paraguaya, amenazado por los portugueses
abandonó sus planes hostiles.

El dictador licenció las tropas y quedó convencido de que la independencia del


Paraguay tenía muchos enemigos y que no todos ellos estaban en Buenos
Aires.
1.1.6 Se proclama dictador perpetuo a Francia.

No esperó el doctor Francia los cinco años que le señaló en Congreso de 1814
como plazo de duración de su gobierno. Convocado para fines de mayo de
1816 un nuevo Congreso, sus emisarios propagaron la necesidad de declarar
la perpetuidad de la Dictadura. En la capital surgieron disidencias. Las
encabezaba Mariano Antonio Molas, hasta entonces partidario de Francia,
quien sostenía que la perpetuidad en el gobierno violaba los principios
republicanos. En la sesión inaugural del 30 de mayo de 1816, el Congreso no
llegó a ningún acuerdo; cuando el 1º de junio prosiguió sus sesiones, cuatro
compañías de infantería estaban formadas frente al templo de la Merced. La
precaución era innecesaria. El diputado Manuel Ibáñez, representante por Villa
Real, ensalzando la personalidad del doctor Francia, pidió que el Congreso le
proclamase dictador perpetuo “con calidad de ser sin ejemplar”, la Asamblea,
puesta en pié, así lo hizo. Resolvió que el Congreso General se reuniera cada
vez y cuando el dictador lo tuviese por conveniente. Mientras vivió el doctor
Francia no creyó necesario convocarlo.

Hasta 1840 el Paraguay no conoció más voluntad que la suya.

1.1.7 La concentración de poderes.

Los dos Congresos que crearon la Dictadura y la perpetuaron, no la


reglamentaron, ni siquiera la definieron. Ignoraron en qué consistía. Sólo
sabían que su objeto era la conservación de la independencia nacional.
Dejaron que el nuevo sistema de gobierno se constituyera según el criterio del
doctor Francia, en cuyo patriotismo tenían que confiar. Jamás se construyó el
Tribunal Supremo; Francia legislaba y juzgaba. El único órgano del Estado era
el dictador, que concentró en sus manos todos los poderes, incluso el religioso.
Francia no solo fue jefe de Estado sino también de la Iglesia paraguaya.
Suspendió al obispo sin consultar con Roma y declaró que el Gobierno “no
está, ni puede, ni debe estar ligado y ceñido a ninguna de las llamadas
prácticas y disposiciones canónicas; siendo y debiendo ser solamente su regla
el interés del Estado”. Francia decretó que para poder alistarse en las cofradías
o congregaciones religiosas debía acreditarse previamente un verdadero
patriotismo y adhesión a “la justa, Santa y Sagrada causa de la Soberanía de la
República”.
El doctor Francia se convirtió en el único motor de la Administración, y sin su
autorización nada se hacía. Dotado de capacidad de trabajo y de aptitudes
variadas, resolvía todos los asuntos, era el juez que entendía en todas las
causas, el general e instructor de las tropas, el ingeniero y maestro de obras de
los trabajos públicos, el director de las maestranzas, ejercitado, con incansable
ardor. En el campo se hacía sentir su celo con no menor minuciosidad, a través
de las más largas distancias. En correspondencia constante y extensa con los
delegados, éstos recibían instrucciones detalladas sobre los más variados e
insignificantes detalles. La menor desobediencia acarreaba graves
penalidades, y el dictador sabía, por medio de una vasta red de espionaje, si
sus órdenes eran cumplidas. El doctor Francia cumplía esta labor
personalmente. Los tres ministros de Estado no eran sino amanuenses o
autorizantes de los oficios que el dictador no se dignaba firmar.

1.1.8 Supresión de actividades políticas.

Establecida la dictadura, fue suprimida toda clase de actividad política. La


simple emisión de opiniones desfavorables al Gobierno era castigado como un
crimen ordinario; las cárceles se poblaron de desafectos a la Dictadura y a ella
se iba a parar por simples delaciones. Las persecuciones estaban
principalmente dirigidas contra las clases pudientes. A la prisión seguían las
confiscaciones de bienes; muchas familias de la aristocracia quedaron en la
indigencia.
El clero no escapó de los rigores dictatoriales. Las ejecuciones se efectuaban
después de sumarios juicios, dirigidos personalmente por el dictador. Los
simplemente sospechosos fueron destinados a la colonia penal Tebegó, en el
Alto Paraná, en un lugar insalubre. El orden y la tranquilidad imperaron en el
interior.

1.1.9 La conspiración del año 20 (1820).

Al compás de las medidas de rigor, el descontento cundía en las clases


superiores. Los españoles estaban privados de todos sus derechos; la vieja
aristocracia reducida a la impotencia, perseguida y empobrecida. Más que
nadie, la clase militar, autora de la Revolución, se veía oprimida y vejada. Los
héroes de Paraguarí y Tacuarí ni siquiera tenían libertad de dedicarse a sus
actividades particulares, obligadas a vegetar en la inacción y en la oscuridad.
En 1818 el coronel Baltasar Vargas emisario secreto del dictador supremo de
las Provincias Unidas, había concebido el plan de sojuzgar al Paraguay,
después de enterarse de los informes de Manuel José de Olavarrieta, estuvo
en la capital y mantuvo contacto con los principales caudillos militares,
ofreciéndoles la ayuda argentina para derribar al dictador. Vargas fue
descubierto y medito a la cárcel, pero las reuniones de descontentos
continuaron realizándose clandestinamente en Asunción. Los planes
subversivos tomaron fuerza con tal motivo. Anónimos delataron al doctor
Francia la conspiración, pero éste no atinaba a tomar medidas contra la flor y
nata de la sociedad paraguaya y los más prominentes jefes militares que
aparecían complicados. Ya no vaciló cando uno de los conjurados, en el
secreto de la confesión, descubrió los planes. El Viernes Santo de 1820 el
dictador debía ser asesinado al salir por la tarde a dar su paseo de costumbre.
El capitán Montiel era el jefe del complot. Inmediatamente fueron apresados
todos los sindicados, entre ellos los Yegros, Iturbe, Montiel, Aristegui y Acosta.

1.2 La sombra cayó sobre Asunción.

1.2.1 El reinado del terror.

El descubrimiento de la conspiración del año 20 señaló el comienzo del terror.


Francia castigó con terrible rigor la abortada rebelión, para extirpar de raíz
cualquier oposición posible contra su gobierno. Durante un año dirigió
personalmente el proceso de los complicados, que fueron sometidos a
tormentos para que delataran a sus cómplices; sus familiares fueron reducidos
a la indigencia. Nadie podía visitar a los reos de Estado. Para alejar cualquier
peligro, Francia ordenó que en sus paseos por la ciudad los transeúntes se
alejasen y las puertas y ventanas se mantuvieran cerradas; quienes espiaban
sus pasos eran encarcelados. Francia paseaba por una ciudad muerta. Las
calles eran muy angostas y arboladas, propicias a emboscadas. Su pretexto de
urbanización, fueron ensanchadas, siendo derribadas, sin miramientos,
centenares de casas y desguajados millares de árboles que daban
característico encanto a la ciudad tropical. El temor y la desconfianza entraron
en los hogares; cesaron las reuniones sociales. Pedro Juan Caballero, para
escapar a la humillación del tormento, se suicidó en su calabozo.

El 17 de julio de 1821 fue puesto frente a un piquete de fusileros Fulgencio


Yegros, el jefe militar de la Revolución. Los fusilamientos continuaron durante
los días siguientes, siendo ajusticiados cerca de un centenar de personas, lo
más caracterizado de la sociedad paraguaya. No quedo ninguna cabeza
saliente; desaparecieron las fortunas. Francia gobernó, desde ese momento,
solo y sin rivales, escaparon a apartados sitios del campo. Todos los
españoles, sin excepción con el obispo y el ex gobernador Velazco a la cabeza,
fueron encarcelados. Permanecieron en la prisión durante años, y sólo fueron
liberados después de pagar exorbitantes multas, que les arruinaron. Velazco
murió en una celda. Los santafecinos fueron arrojados a la cárcel, donde
permanecieron ignorantes de la causa de su prisión hasta la muerte del
dictador. Los argentinos en general fueron objeto de persecución implacable.

1.2.2 Artigas se refugia en el Paraguay.

En los comienzos del terror se produjo un episodio que contrastó notablemente


con la crueldad con que el dictador persiguió a sus opositores. En septiembre
de 1820 el caudillo oriental José de Artigas, traicionado por su lugar teniente
Francisco Ramírez, pidió asilo al doctor Francia. Este tenía larga cuenta de
agravios con el dirigente uruguayo, le acogió hospitalariamente, señalándole la
villa de Curuguaty como lugar de residencia y asignándole una pensión,
aunque se negó a recibirle como eran los deseaos de Artigas. Ramírez, por
intermedio de dos emisarios, pidió la extradición de Artigas a cambio de
ventajas comerciales y la entrega de paraguayos adversarios del Gobierno
refugiados en su jurisdicción. Francia no contesto los oficios de Ramírez retuvo
prisioneros a los emisarios por considerar que “era un acto no sólo de
humanidad, sino aun honroso para la República, el conceder asilo a un jefe
desgraciado que se entregaba”.´

Despachado, Ramírez se aprestó a invadir el Paraguay con un ejército de


4.000 hombres y una escuadrilla que aprestó en Corrientes; Francia organizó
inmediatamente la defensa. Ramírez trató de comunicarse con los caudillos
militares encarcelados en Asunción, pero las cartas dirigidas a Yegros y
Caballero no hicieron sino apresurar el fin de los infortunados conspiradores.
Ramírez tuvo que abandonar sus planes, obligado por las alternativas de las
luchas civiles en la Argentina, poco después moría en el campo de batalla.

1.2.3 El dictador quiere entrar en tratos con Inglaterra y Francia.

El dictador pensó que la solución de los problemas económicos del Paraguay


estaba en el restablecimiento de la antigua ruta trasatlántica. El Paraguay
colonial había construido embarcaciones que cruzaron los mares, llevando sus
productos a Europa. Cuando los hermanos Roberston, comerciantes ingleses
que gozaban de su privanza, le anunciaron su propósito de retornar a
Inglaterra, el dictador se explayó de sus planes. Les propuso hacerles sus
intercambios ante el Gobierno inglés. En ausencia de los Roberston, el dictador
permitió, en 1819, el ingreso al país del capitán francés Pedro Saguier, que se
decía enviado del Rey de Francia, para abrir negociaciones mercantiles.

Comerciando directamente con Inglaterra y Francia, el Paraguay estaría en


condiciones de librarse de la servidumbre que le imponía su situación
mediterránea. Pero Saguier no pudo mostrar credencial alguno que se aprobó
que no era sino agente de su Gobierno encargado de contrarrestar la influencia
de Inglaterra en América. El dictador miró desde entonces con gran
desconfianza a todos los franceses; víctima de ese recelo fue el sabio
naturalista Aimé Bonpland. El dictador vio en el otro agente secreto del
Gobierno francés, y lo mantuvo confinado durante cerca de diez años.

1.2.3 Francia desea asegurar la libertad de navegación.

Francia sostuvo con gran fuerza el derecho del Paraguay a navegar libremente
por los ríos hasta el mar, sin cuyo ejercicio sería vano intentar todo comercio
con Europa. El Paraguay no era dueño de navegar sus ríos. Entorpecían su
navegación comercial miles de trabas. Los barcos eran constantemente
registrados o saqueados por bandas que acechaban los convoyes paraguayos.

El dictador veía en estos actos intentos de someter al Paraguay por la


persecución económica, sostuvo incansablemente el derecho de disponer
libremente de los ríos. En 1818 mandó bombardear Corrientes, y en lo sucesivo
replicó cada depresión con la suspensión temporal de la navegación. Poco a
poco el tráfico mercantil proveniente del Paraguay se volvió más escaso; las
provincias del litoral, que vivían en buena parte, del comercio paraguayo,
comenzaron a alarmarse.

Estanislao López, que había reemplazado a Ramírez, escribió al dictador


pidiendo la normalización del comercio y garantizando el libre tránsito de los
buques. El nuevo gobernador de Corrientes Juan José Blanco y el Cabildo de
esa ciudad se dirigieron a él en el mismo sentido. El doctor Francia no se dignó
a contestar a los oficios y por toda réplica acumuló grandes efectivos sobre el
Paraná. No confiaba en la promesa de los gobernantes argentinos, para
garantizar la libertad de navegación no encontraba sino un camino: la sujeción
de Corrientes, centro de las tropelías que sufría el comercio paraguayo.

1.2.4 Se frustra el acuerdo con Inglaterra.

La guerra con Corrientes entrañaba la radical rectificación de la política de


aislamiento y neutralidad del dictador. Dirigida a asegurar la libertad de
navegación, que le era indispensable para entablar negociaciones comerciales
con Europa, estaba condicionada a la posibilidad de ese comercio. Una
comunicación con el cónsul general de Inglaterra en Buenos Aires, Mr.
Woodbine Parish, alentó sus esperanzas. El dictador sabía que Inglaterra era el
campeón de la libertad de navegación y esperaba que concurriera a obtener lo
que el Paraguay reclamaba. Sus expectativas quedaron amargamente
defraudadas. Parish condicionó a su vez el envío de un cónsul y el
establecimiento de relaciones entre el Paraguay e Inglaterra a un acuerdo
previo con las provincias del Río de la Plata.

El dictador se enteró del contenido del oficio y por toda respuesta se lo


devolvió.

Descartado el comercio directo con Inglaterra, la expedición a Corrientes ya no


tenía objeto; los planes agresivos del dictador fueron abandonados. El
comercio con Europa era imposible, el que se realizaba tropezando con tantos
obstáculos, con los países del Sur debía desaparecer. El dictador ordenó que
cesara la navegación comercial al Río de la Plata. Los ríos quedaron desiertos;
los puertos parecían cementerios de buques. Los productos se pudrieron en los
depósitos. Se prohibió la entrada de todo comerciante.

“Cuando la República sea libre de navegar hasta el mar se admitirá el que


venga a comerciar”, declaró el dictador.

1.2.5 La clausura del Paraguay.

Con la detención del tráfico fluvial al Sur se completó la clausura del país.
Desde entonces, invisibles e impenetrables montañas se levantaron en torno
del Paraguay. El territorio de la República fue señalado como cárcel inviolable
de todos sus habitantes. Había órdenes estrictas para impedir la salida de
ninguna persona y el solo intento se pagaba con la muerte. Los extranjeros que
se hallaban en el Paraguay, en su mayoría comerciantes tuvieron que
acompañar a los nativos en su suerte. Cuando el cónsul inglés en Buenos Aires
se interesó por la suerte de sus compatriotas, Francia le contesto que habiendo
ellos aportado por su voluntad “era natural que se acomodasen con las leyes
temporales que exigiese la situación y circunstancias políticas del país”. Si el
alejarse del país era empresa quimérica, el entrar en él era peligroso. Los
miembros de una expedición dirigida por el francés Pablo Soria, que estudió las
posibilidades de navegación del Bermejo, fueron enviados en Villa Real.

1.2.6 La defensa de los límites paraguayos.

Toda correspondencia con el exterior quedó cortada. Los oficios que venían
para el dictador eran admitidos, pero no contestados, y sus portadores
quedaban prisioneros. Traer una carta para el doctor Francia se volvió empresa
suicida. Ya nadie quería hacerlo, en vista de lo cual idearon los gobernantes de
Corrientes el recurso de valerse de los indios y el dictador ordenó que éstos
fueran “severamente escarmentados”. El dictador necesitaba divulgar en el
exterior sus puntos de vista sobre los derechos territoriales del Paraguay. Así
se supo que el Paraguay reivindicaba enérgicamente sus derechos sobre todo
el Chaco, hasta el río Jaurú al Norte y hasta la isla del Atajo al Sur, y sobre la
Misiones hasta el río Uruguay. Estas reivindicaciones eran reivindicadas por
varios fuertes y se procedió a la ocupación permanente de las Misiones al Sur
del Paraná. La violación de la soberanía nacional aparejaba terrible sanción. El
mundo supo que no se violaba impunemente derechos territoriales del
Paraguay.

1.2.7 El Paraguay se abastece a si mismo.

Clausurado el país, el dictador lo organizó con el objetivo de abastecerse a sí


mismo como una condición esencial para sostener la efectividad de su
independencia. El dictador impuso normas para que el país produjera todo
aquello de que se abastecía en las provincias del Sur, señalando a cada región
la cantidad de especie de los cultivos. El Paraguay ya no necesitó de los
cereales y algodón que introducía de Corrientes y Santa Fe. El Estado,
convertido en el principal propietario como resultado de las confiscaciones,
daba trabajo en las “estancias de la Patria” y en sus manufacturas a muchos
ciudadanos. El Paraguay produjo todas las materias primas esenciales para su
subsistencia.

Para desarrollar su industrialización hacía falta artesanos y el dictador apeló al


terror, cuando fue necesario, a fin de despertar las innatas aptitudes de sus
compatriotas.

1.2.8 Se permite el comercio terrestre con Brasil por Itapúa.

El Paraguay no podía producir todo cuando necesitaba. Le hacían falta armas,


ciertos tejidos y drogas; necesitaba dar salida al excedente de su producción.

No era posible mantener la clausura absoluta, sin peligrar los objetivos que con
ello se perseguía. En 1823 el dictador había decidido abrir un respiradero al
país, permitiendo que en Itapúa se efectuara intercambio de productos entre
comerciantes paraguayos y brasileños. El comercio estaba sujeto a reglas
estrictas para que no se perjudicara a la economía paraguaya ni se burlase el
régimen del aislamiento. Itapúa era un sitio muy apropiado para la vigilancia.

Los comerciantes brasileños podían pagar en numerario sus adquisiciones,


pero de ningún modo admitir que los paraguayos hicieran lo propio: los
primeros enviaban muestrarios de sus mercaderías a Asunción. El dictador
elegía aquello que debía quedar para el Estado e imponía, a su arbitrio, los
precios en productos nacionales. El resto quedaba entregado al juego de la
competencia. Este comercio por Itapúa se mantuvo durante todo el periodo
dictatorial.
1.3 Supresión del Cabildo.

A fines de 1823, el Gobierno de Buenos Aires, a cargo de Rivadavia, intentó la


reanudación de las relaciones políticas y comerciales con el Paraguay. Fue
enviado para este efecto el doctor Juan García Cossío, quien, desde
Corrientes, comunicó al doctor Francia que venía comisionado para elevar a su
conocimiento y decisión la Convención Preliminar de Paz con España, firmada
el 4 de julio de ese año. Para entregarle personalmente las comunicaciones y
promover otros asuntos de conveniencia de ambos Estados pedía permiso
para llegar a Asunción. El dictador no contesto la carta enviada por duplicado ni
permitió retornar a los conductores. Algunos meses después, García Cossío,
sin aspirar ya a ser recibido, intentó entablar correspondencia con el dictador.

Buenos Aires deseaba que el Paraguay otorgase su presentación al


plenipotenciario que a su gobierno había designado, para que en nombre de
las Provincias Unidas del Río de la Plata se trasladase a España a ajustar el
Tratado definitivo de paz. Aunque la pretensión porteña irritó al doctor Francia,
pues significaba el desconocimiento de la independencia del Paraguay,
tampoco contesto el oficio. García Cossío regresó a Buenos Aires sin conocer
la opinión del dictador acerca de sus comunicaciones.

El Gobierno de Buenos Aires no reaccionó ante la ofensa que recibió; no


deseaba un entredicho con un país que mantenía sospechosas relaciones con
el Imperio del Brasil, con el cual la guerra era inminente.

1.3.1 Primeras misiones de Correa da Cámara.

Si el dictador rehusó trato con Buenos Aires, otra acogida dispensó al flamante
Imperio del Brasil. Proclamada la independencia de este país, el nuevo
emperador se propuso entablar relaciones oficiales con el Paraguay, alentado
por la acogida que los comerciantes brasileños encontraban en Itapúa. El 31 de
mayo de 1824 extendió cartas patentes a Antonio Manuel Correa da Cámara,
como cónsul y agente comercial del Imperio junto al Gobierno del Paraguay.
Correa da Cámara pidió autorización para llegar a Asunción, enviando sus
pasaportes. El dictador observó que en sus pasaportes no se daba al Paraguay
ni a su gobernante el tratamiento que les correspondía, de República soberana
y de Supremo Dictador. Correa da Cámara explicó que el equivocado
tratamiento en modo alguno debía ser considerado un perjuicio de los derechos
del Paraguay, y solo a la falta de uso y correspondencia entre los Gabinetes de
Río de Janeiro y Asunción. Francia quedó satisfecho con la explicación. El 27
de agosto fue solemnemente recibido por el dictador en audiencia pública, con
extraordinarios honores.

Con júbilo escuchó Correa da Cámara de labios del dictador declaraciones


amistosas para el Brasil. El enviado brasileño permaneció varios meses en
Asunción, manteniendo numerosas conferencias con el dictador, quien en
ningún momento le reconoció carácter diplomático, pero le formuló
reclamaciones por las tropelías que los indios mbayaes hacían en el Norte bajo
el ampara de los brasileños.

Correa da Cámara abandonó Asunción con la promesa de regresar


suficientemente acreditado para firmar un Tratado de reconocimiento de la
independencia del Paraguay.

Correa da Cámara cumplió sus promesas. Volvió a Río de Janeiro, donde se


hizo extender credenciales como encargado de negocios ante el Gobierno del
Paraguay y con plenos poderes para ajustar y firmar con los plenipotenciarios
“que fueran designados por el Supremo Dictador Perpetuo del Paraguay” un
Tratado de Paz, de Amistad y de Comercio. Al mismo tiempo eran embarcadas
en una nave especialmente fletada las armas y municiones solicitadas por
Francia y se le dieron instrucciones para reprimir las tropelías de los indios en
el Alto Paraguay, a cuyo efecto quedó también designado comandante del
Fuerte de Coimbra y sus fronteras. Desde el 27 de septiembre de 1827 hasta el
12 de junio de 1829 esperó vanamente Correa da Cámara, en Itapúa, la
autorización para seguir el viaje a Asunción o que se le permitiera cruzar el
territorio de la República hasta Coimbra. En esa última fecha el delegado de
Itapúa le leyó un oficio del dictador en que le decían que no se le permitirían
pasaportes por considerar inoportuna su legación, pues sus actitudes “no
manifestaban sinceridad y buena fe, sino más bien siniestros fines y
sospechosas intenciones”.

1.3.2 Bolívar quiere conquistar el Paraguay.

Si el Imperio del Brasil no reaccionó ante una ofensa semejante, el Libertador


Bolívar no recibió con la misma impasibilidad los desaires del dictador del
Paraguay. Agraviado por el doctor Francia, Bolívar, que acababa de dar cima a
su empresa libertadora, puso sus ojos en el Paraguay con inequívocos
designios de conquista. Bolívar había sido quien con mayor interés procuró
obtener la liberación del sabio Bonpland. En 1823 escribió a Francia por
diversos conductos solicitado la libertad del sabio francés, amenazando
marchar sobre el Paraguay para lograrlo por la fuerza si no era escuchada su
súplica. El doctor Francia no creyó que en honor a Bolívar debía alterar sus
prácticas diplomáticas; no dio respuesta a los reiterados mensajes del
Libertador. Poco acostumbrado a este tipo de trato, Bolívar estudió un plan
invasión del Paraguay, por el Bermejo y el Pilcomayo, y dio instrucciones, en
1825 a su agente en Buenos Aires, el deán Gregorio Funes, para que
gestionara el consentimiento del Gobierno argentino, al cual debía ser
entregado el Paraguay una vez depuesto Francia y libertado Bonpland.

El Gobierno de Buenos Aires se mostró adverso a la idea, por considerar que


era odioso usar la fuerza para obligar a una provincia a entrar en el pacto de
unión. Además temía que el primer amago de fuerza el Paraguay se adhiriese
al Brasil, se tenía esperanzas de conquistar por buenas “el corazón rebelde del
gobernador Francia”.

Los plenipotenciarios argentinos general Carlos de Alvear y doctor J. Miguel


Díaz Vélez, con la misión de solicitar la alianza de Colombia y el Perú con las
Provincias Unidas para la guerra con el Brasil, que parecía inevitable. Bolívar
en la primera conversación que tuvo con los delegados argentinos, se apresuró
a reproducirles su proyecto de invasión del Paraguay, asegurándole que el
objeto principal de la invasión tenía mucho de romántico y éste era libertar a
Bonpland. Los diplomáticos argentinos manifestaron que su Gobierno o el
Congreso argentino no autorizarían la empresa.

El proyecto de Bolívar tampoco fue aceptado por el Gobierno de Colombia.


Bolívar abandonó su plan. Bonpland continuó en su apacible cautiverio.

1.3.3 Borrego proyecta atacar al Paraguay.

La oposición de Buenos Aires al proyecto de Bolívar obedeció a motivos del


momento. En los prolegómenos de la guerra con el Brasil, Buenos Aires no
quería crearse nuevos enemigos ni complicaciones. Temía la intervención del
libertador en los asuntos del Río de la Plata. Continuaba latente la idea de
incorporar el Paraguay al sistema bonaerense. Triunfantes en Ituzaingó las
armas argentinas, el gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, creyó en
1828 llegado la oportunidad de someter por la violencia al Paraguay. Algunos
emigrados paraguayos le pidieron clamorosamente que hiciera la guerra al
dictador Francia. Su idea era que las tropas del general Fructuoso Rivera, con
el prestigio que le daban sus recientes victorias, marcharon desde Misiones al
Paraguay. Los informes de los emigrados paraguayos aseguraban que
encontrarían escasa resistencia. Rivera no quiso prestarse a cumplir los
designios de Dorrego; recelaba que el verdadero propósito era alejarlo. El
gobernador de Corrientes, Pedro Ferrer, acogió con igual desconfianza esos
planes y se apresuró a comunicarlos al propio dictador, que ya los conocía.
Con el desplazamiento de Dorrego del Gobierno, su proyecto quedó
definitivamente descartado.

1.3.4 No es admitido un enviado de Bolivia.

Aparte del Libertador Bolívar, muchos Gobiernos de América y de Europa se


preocuparon por la suerte del naturalista Bonpland. Pero había la dificultad de
comunicarse con el dictador Francia. El presidente de Bolivia, mariscal José
Antonio de Sucre, se ofreció para hacer llegar a Asunción los oficios; el teniente
Luís Ruiz, quien llevaba la misión de invitar al Paraguay para entablar
negociaciones comerciales con Bolivia. Desde Fuerte Olimpo, donde llegó en
mayo, Ruiz pidió permiso para bajar a Asunción. Francia estalló de indignación
cuando leyó el tratamiento de “Jefe Supremo de la Provincia del Paraguay” que
traía sus oficios. Ordenó que le fueran devueltos sus pasaportes a Ruiz y que
se hiciera saber de viva voz que antes que Bolivia el Paraguay había tenido el
título de República. Francia explicó al comandante de Olimpo que era preciso
tomar esa actitud “porque de lo contrario se acostumbraría tratar con
menosprecio y con tono de mayoría al Paraguay y su gobierno”

1.3.5 Corrientes declara la guerra al Paraguay.

El Paraguay ocupaba, conforme el Tratado del día 12 de octubre de 1811,


parte del territorio de Misiones. Empeñado el dictador en asegurar el libre
tránsito de los comerciantes brasileños que venían a Itapúa, ordenó, en el año
1832, el reconocimiento de los terrenos hasta la caída del Aguapey en el
Uruguay, alegando que hasta ahí llegaban los derechos del Paraguay. El
Gobernador de Corrientes, Pedro Ferrer, protestó ante Francia aduciendo que
esos territorios eran correntinos y amenazando con represalias. Francia como
excepción a sus métodos, contestó a Ferrer por intermedio del comandante de
Ñeembucú, reafirmando los derechos del Paraguay, no sólo hasta el Aguapié,
sino hasta los pueblos Yapeyú y la Cruz, que ofrecía ceder o no ocupar si
Corrientes se avenía a adquirirlos en compra. Ferrer replicó declarando la
guerra y ocupando Candelaria. En una proclama reclamó el apoyo de los
pueblos argentinos para sostener el derecho y el honor de la República. Sus
esfuerzos para obtener la ayuda de las demás provincias fueron totalmente
vanos.

El dictador Francia dio por ignorada la declaración de guerra. Ya antes de que


esta se produjera había resuelto el abandono del campamento del Salto, cuya
ocupación había originado la disputa; su actitud prudente obedeció a la
supuesta falta de jefes mititares experimentados. En diciembre de 1833,
fuerzas paraguayas en imponente número, reocuparon Candelaria y Salto,
donde las tropas se colocaron a la defensiva.

El nuevo gobernador de Corrientes, Rafael Atienda, en vista de la actitud


pacífica de las fuerzas paraguayas, dispuso en marzo de 1834 abandonar el
territorio de Misiones y comunicó a Buenos Aires que no proseguiría la guerra,
“en vista de la conducta que constantemente ha guardado el Gobierno del
Paraguay en todo el periodo de la Revolución”. Francia le hizo saber, poco
después, que no quería paz ni guerra con nadie.

1.3.6 Los republicanos de Río Grande del Sur.

Correa da Cámara regresó a su país humillado, pero convencido de la fuerza y


poder del dictador Francia. En el informe que presentó a su Gobierno al término
de su última misión informó que Francia tenía “inteligencias secretas en el
Estado Cisplatino” y que contaba con un partido en Misiones y en Río Grande,
donde en la primera ocasión daría la mano a los partidarios de la
independencia de esta provincia”. En 1839, Correa da Cámara se plegó a los
revolucionarios republicanos de Río Grande del Sur.

Obsesionado por la idea de entenderse con el dictador Francia, de cuya


sabiduría política se había convertido en admirador, seguramente para
arrastrarlo a abrazar la causa de los separatistas riograndenses, se hizo
designar por el presidente de la República de Piratín plenipotenciario ante el
Gobierno del Paraguay.

Por tercera vez, desde la frontera paraguaya, pidió permiso para llegar a
Asunción. Francia no quiso escucharle, y de nuevo le rehusó la licencia
solicitada.

1.4 La Iglesia Católica.

A pesar de las medidas iniciales contra los eclesiásticos españoles, la Iglesia


seguía balanceando el inmenso poder del dictador. El doctor Francia, lector de
Voltaire, no era creyente, pero no quiso incurrir en el error de las persecuciones
religiosas. Empleó frente a la Iglesia arbitrios destinados a minar sus prestigios.

La situación eclesiástica facilitó sus propósitos: el obispo tenía las facultades


mentales alteradas, el clero estaba corrompido, el culto adolecía de numerosas
prácticas supersticiosas.
El dictador suspendió por decreto al obispo, persiguió implacablemente los
vicios eclesiásticos. La medida más radical fue la secularización de los
religiosos, con la consiguiente ocupación de los conventos e incautación de los
bienes de los Órdenes; el Estado se enriqueció considerablemente, y el clero
desde ese momento, dependió de él. Nadie podía abrazar el estado religioso
sin permiso del dictador, hasta que finalmente, con la clausura del Seminario
de San Carlos, nadie pudo ser sacerdote. En ningún momento el dictador
persiguió a la Iglesia, pero ésta dejó de ser la única reconocida por el Estado.

Se permitieron todos los cultos y ésta fue la sola libertad admitida durante la
dictadura.

1.5 La organización del Ejército.

Cinco mil hombres disciplinados, que en cualquier momento podían aumentar a


40.000 montaban guardia en la capital y en las fronteras. El doctor Francia le
imprimió su cuño característico, interviniendo de una manera personal y directa
hasta en los menores detalles de su organización. El doctor Francia pudo hacer
todo menos de general. Instruía personalmente a los reclutas y llegó a vérsele
al frente de los batallones en desfiles, pero nunca asumió directamente el
mando. El abandono de sus designios hostiles para Corrientes lo atribuyó a la
falta de un general experimentado. Los comandantes del campo gozaban del
privilegio de escribir al dictador, quien los trataba con severa paternidad.

El ejército así organizado, sin cabezas sobresalientes peligrosas, constituía el


más sólido basamento de la Dictadura.

1.6 El sistema financiero.

El sistema financiero implantado por el dictador se basaba en rentas fijas y


accidentales, siendo de la primera clase los diezmos, los impuestos sobre las
tiendas, los derechos de exportación e importación, las alcabalas, el papel
sellado, impuestos al abasto y la mercado; las contribuciones forzosas, las
confiscaciones de bienes y la herencia de extranjeros. Las contribuciones
forzosas eran impuestas al elemento español cada vez que había necesidad de
realizar obras públicas y proveer a la defensa de la República.

En 1823 el doctor Francia creó numerosos impuestos. El ministro de Hacienda


era el encargado exclusivo de la percepción y vigilancia de las recaudaciones
aduaneras y fiscales, bajo su superintendencia. En las cajas fiscales había
permanentemente numerario en abundancia. El stock de armas guardadas en
los aranceles, motiva principal de las exigencias monetarias, llegó a ser tan
copioso, que en los últimos tiempos que el dictador moderó los impuestos. En
1835, 1839 y en 1840 decretó la supresión de numerosos gravámenes.

1.7 La instrucción pública.

Ninguna atención prestó el dictador a la cultura superior. El plan de la Junta


Gubernativa fue abandonado. La academia literaria dejó de funcionar. En 1818
decretó la desaparición del Seminario de San Carlos, donde él mismo había
sido catedrático; su local fue convertido en cuartel. “Minerva debe dormir
cuando Marte vela” dijo el dictador. Carlos Antonio López, que también
enseñaba Filosofía en ese Colegio.

La instrucción de las primeras letras era muy extendida desde los tiempos de la
colonia; casi no había analfabetos en el país. Durante la dictadura se prestó la
misma atención a la enseñanza primaria. En 1818 se decretó la instrucción
primaria obligatoria, a expensas del Estado. se dio a la organización escolar
carácter militar.

Los niños eran llamados a las aulas al son del tambor. Se les enseñaba un
catecismo donde el dictador exponía sus ideas sobre el sistema de gobierno
del país, que llamaban “patrio reformado”, “regulados por principios sabios y
justos, fundados en la naturaleza y necesidades de los hombres y en las
condiciones de la sociedad”. La instrucción de libros no estaba prohibida, los
que los comerciantes portugueses traían, previamente a su venta, debían ser
revisados por el dictador, que impedía la entrada de aquellos que consideraba
nocivos a su teoría política o que contenían nociones equivocadas sobre el
Paraguay.

Así mismo la música y la danza gozaron del favor del dictador, se difundió
mucho la afición a la lectura, única distracción de la sociedad paraguaya. Sólo
el doctor Francia tenía derecho a recibir diarios y gacetas del exterior; mientras
vivió el dictador, el país ignoró totalmente lo que ocurría en el mundo.

1.8 Organización administrativa.

El territorio nacional estaba dividido, desde la época colonial, para los fines
administrativos, en dos grandes comandancias: la de Costa Arriba y a la de
Costa Abajo. El dictador disolvió estas comandancias y las sustituyó por veinte
delegaciones, siendo las principales las de Pilar, Villa Rica, Villa de San Pedro
y Villa Real de la Concepción; cada una estaba dividida en partidos. Creó
subdelegaciones en varios puntos fronterizos; Fuente Olimpo y Candelaria
fueron las más importantes.
Al frente de cada partido había un juez comisionado general, con facultades
judiciales, administrativas y económicas.

En un principio los comisionados dependían de los alcaldes ordinarios, pero en


1823 pasaron a depender del Gobierno.

1.9 Aspecto edilicio de Asunción.

En los comienzos de la Dictadura, tenía las calles tortuosas, desiguales y muy


angostas. Las casas sin altos, aisladas por lo general y mezcladas con árboles,
jardines y malezas. Presentaba más bien el aspecto de una aldea; en todas
partes brotaban manantiales que formaban arroyos y lagunas; las lluvias
excavan la mayor parte de las calles. El dictador puso gran empeño en mejorar
el aspecto de la ciudad; ensanchó las calles, hizo cubrir los zanjones y reparar
los edificios públicos, a excepción de la Catedral, que dejó, impasible, caer en
ruinas.

La edificación particular recibió escaso impulso. Las casas eran, en su


generalidad, con techo de paja y al frente, con ancho corredor sostenido por
horcones de urundey. Las viviendas de los ricos eran de material, adobes
crudos o de ladrillos de mucho espesor, que conservaban el fresco
reconfortante durante el verano y el calor en invierno, con techo de lodo cocido,
con corredores amplios y pilares de material o madera dura. Poca evolución
experimentó la vivienda de estilo colonial durante la larga Dictadura.

El doctor Francia prestó preferentemente atención a las construcciones


militares para cuarteles, que los había en número de cinco: San Francisco,
Santo Domingo, Encarnación, la Merced y la Recoleta. Había alumbrado
público que se proporcionaba con candiles de sebo, pero circunscrito en la
plaza de Armas, Casa de Gobierno, cuarteles y cárceles.

1.10 La vestimenta.

La indumentaria de la época está descrita por los ingleses Juan y Guillermo


Parish Roberston. Traje de etiqueta de Francia: casaca azul, sobriamente
adornada con angosto galón de oro; chaleco y calzones de casimir blanco,
elegante espadín al costado, medias de seda blanca y zapatos finos con
pequeñas hebillas.
El de la mayoría de los diputados al Congreso de 1814 cuentan que era una
chaqueta blanca de madapolán, cortísima y ajustada; chaleco bordado, aún
más corto que la chaqueta; calzones a la rodilla, de pana granate, con
calzoncillos cribados que llegaban a los tobillos; faja de seda azul, como las
usadas por los saltabancos ambulantes; botas de potro abiertas en los dedos;
grandes espuelas de plata; sombrerito ordinario cubriendo la mitad de la
cabeza; e inmensas trenzas de cabellos negros colgando sobre la espalda.

El de un alcalde: calzones de terciopelo negro abiertos en las rodillas, con


botones de plata en larga y apretada hilera y unos calzoncillos finamente
bordados, colgando como volantes; la camisa colgando fuera de la manga de la
casaca, estaba sostenida por una faja colorada atada a la cintura; ligas del
mismo matiz prendida con visible ostentación sobre sus medias de seda, y
grandes hebillas en los zapatos; completaba la indumentaria un tricornio y una
capa roja.

Traje de etiqueta particular, como el que usaba el argentino doctor Vargas, en


cuya casa se hospedaban los Roberston: frac amarillo claro con grandes
botones de nácar, calzones de raso verde con hebillas de oro en las rodillas y
medias de seda blancas, chaleco bordado, sombrero tricornio, redecilla y un
espadín; sus abundantes cabellos estaban sumamente empolvados y
engomados, y una porción de corbata y volado de camisa que parecían
verdaderamente monstruosos “en esta época”.

Traje de domingo del hombre del pueblo: chaqueta pantalón, y camisa blancos
y un sobrerito, sin calzado. Francia prohibió terminantemente el uso de los
pantalones largos y anchos que usaban los portugueses.

1.11 El estado social.

La Dictadura produjo la completa nivelación de la sociedad paraguaya. El clero


ya no gozó de ninguna preeminencia. La burguesía mercantil, de origen
europeo, esfumadas sus fortunas con la desaparición del comercio fluvial, se
vió además proscripta de la vida civil por la prohibición del casamiento. No
hubo jerarcas administrativos; ningún militar ni funcionario civil gozó de la
preferencia o amistad del dictador. La igualdad más absoluta rigió la vida
paraguaya; las clases inferiores no se sintieron nunca halagadas, pero la
Dictadura les concedió ventajas. El orden más perfecto reinaba en el interior.
No estaba permitida la vagancia; había tierras para todos. No se sufría miseria,
la delincuencia había desaparecido, los campesinos gozaron de una seguridad
nunca conocida. A Francia se le temía, se le respetaba o se le admiraba; no se
le amaba. Sus ojos vigilantes estaban en todo el país y no se le escapaba la
menor falta cometida. Poco a poco se iba convirtiendo en una especie de
deidad invisible y poderosa. Ningún campesino pronunciaba el nombre de “el
Supremo”, sin ponerse en pie y descubrirse, lleno de temor.

1.12 El Paraguay en el exterior.

El temor que suscriba el dictador se hacía sentir aún fuera de las fronteras. Los
pocos paraguayos que habían logrado escapar del país no se atrevían a
desafiar su ira y preferían encerrarse en la más impenetrable mutismo. El temor
se adueñaba no solo de los paraguayos, sino aún de los extranjeros que
habían vivido bajo su dominación. M. Roger recordó en su informe que el
capitán Hervaux, francés que estuvo cautivo en el Paraguay hasta 1930, una
vez libre en Buenos Aires, jamás nombró “al Supremo” sin llevar la mano al
sombrero.

Carlyle escribió un ensayo sobre el doctor Francia, dándose cuenta de su


extraordinario de su figura y su singular sistema de gobierno.

El cautiverio de Bonpland atrajo la atención de los institutos científico hacia el


lejano Paraguay.

Sacando provecho que despertaba el Paraguay y su gobernante, un impostor


que se hacía titular Marqués de Guaraní y se decía embajador del dictador
Francia, logró introducirse en varias cortes europeas. Nuevamente el nombre
del Paraguay sonaba en el mundo, precisamente cuando nada quería saber del
mundo.

1.13 Quiroga quiere conquistar el Paraguay.

Si Francia no hubiera conseguido aislar al Paraguay, sin duda este hermoso


país sería hoy un miserable anexo de las miserables provincias argentinas. El
aislamiento había alejado al Paraguay de las luchas del Río de la Plata,
salvándole de los horrores de la anarquía. Francia temía que en la vorágine de
las discordias intestinas su país no pudiera conservar su independencia.

La inestabilidad de los gobiernos de la guerra civil impedían la realización de


proyectos de envergadura, y la experiencia de Belgrano estaba diciendo cuán
difícil sería la conquista militar del Paraguay.

El general Quiroga acarició sin cesar el mismo proyecto, y según M. Roger,


“hubiera sido verdaderamente riguroso ver, frente a frente, al genio más
malvado, más revolucionario, más sanguinario de América del Sur, con el genio
más organizador, conservador y antes que nada, a pesar de todo, el más
bienhechor”. Tampoco los proyectos de Quiroga encontraron acogida y
quedaron archivados después de su asesinato en Barranca Yago.

1.14 Las relaciones entre Francia y Rosas.

Vencida la anarquía en Buenos Aires con el predominio de Juan Manuel de


Rosas, asegurado el orden y la regular navegación, parecía llegado el
momento de cesar el aislamiento del Paraguay. Pero Francia no varió su
política y Rosas no quiso utilizar al Paraguay. La similitud de sistemas y de
ideas estableció entre ambos un tácito acuerdo y hasta llegó a asegurarse que
Francia había recibido a un emisario especial del gobernador de Buenos Aires.

En la copiosa correspondencia de Francia, rica en invectivas contra los


gobernantes argentinos, no hay una sola alusión para Rosas, la prensa de
Rosas trató con consideración y respeto al Paraguay y a su dictador, y muerto
él, lo defendió con vigor de las acusaciones de sus detractores. A Rosas le
llamó la atención que el dictador no hubiese nunca denunciado el Tratado del
12 de Octubre o protocolizado la independencia del Paraguay, al uso solemne
de la época.

Formó entonces una teoría, en cuya virtud su Gobierno mantuvo frente al


Paraguay una actitud de respetuosa expectativa: lo que el dictador buscó con
el aislamiento del Paraguay era, nada más, que evitar los estragos de la
anarquía, sin que su intención fuera separarlo de la unión argentina. Así se
expedía en “La Gaceta del Mercantil”. Tal interpretación de la política del
dictador parecía justificada por el hecho cierto de que Buenos Aires nunca
había recibido la formal declaración de la independencia del Paraguay, omisión
que debió suplirse dos años después de la muerte del dictador.

1.15 Los últimos años de la dictadura.

Los últimos años de la dictadura fueron más tranquilos. Desde 1830 las
medidas terroríficas se volvieron de más en más raras; el doctor Francia no se
mostraba tan uraño. En dos ocasiones recibió a delegaciones de vecinos de la
capital: una en su cumpleaños, si bien para rehusar el obsequio que le
ofrecieron, y otro cuando le pidieron el restablecimiento de las tradicionales
festividades de la Virgen de la Asunción, patrona del Paraguay.

El 18 de julio de 1838 autorizó el canto de un Tedeum en la Catedral, por la


“recuperación de su autoridad del obispo diocesano García Panés”. El 14 de
mayo 1839 fue un día excepcional; se celebró el 28 aniversario de la
Revolución de la Independencia con un gran desfile militar.

La vida regular y ordenada del doctor Francia prolongaba su existencia hasta


límites pocos comunes, pero la inevitabilidad de su fin no pareció preocuparle
bastante acerca de su sucesión o de la subsistencia del sistema.

En los últimos tiempos rondaban en su alrededor el comandante Bejarano,


jefes de las tropas de la capital, y el fiel Policarpo Patiño, pero sobre ellos
recaía la animosidad popular y nadie los quería como herederos del mundo. El
catecismo político de Francia explicaba que su sistema “duraría mientras fuese
útil y conforme a las necesidades de la Sociedad”; no varió mientras vivió y
subsistió después de haber cumplido el objetivo que se trazó: salvar la
independencia nacional y al país de la anarquía.

El doctor Francia murió el 20 de septiembre de 1840, a los sesenta y cuatro


años de edad. Apenas se supo la noticia de su muerte, parte del pueblo
prorrumpió en llanto, pero otros salieron a la calle gritando: “El tirano ha muerto
y ha acabado la tiranía”.

Hubo conatos de motín hasta que se impusieron las tropas. Sólo cuatro días
después se confirmó al pueblo la noticia de la desaparición del Supremo.

Mucho después de sus funerales, que fueron solemnes, sus restos fueron
robados de la Catedral, donde reposaban, y arrojados al río para confundirse
con las aguas que tantas lágrimas habían llevado hacia el Sur.

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