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La crisis de la monarquía española de 1808, que dejó al país sin un gobierno con una legitimidad

aceptada por todos, tuvo un profundo impacto en las colonias americanas, desde Nueva España
hasta el Río de la Plata.

Los hispanoamericanos pudieron escoger entre:

 Aceptar el dominio de José Bonaparte.


 Jurar obediencia a las autoridades provisionales creadas por las juntas peninsulares que
dirigían la resistencia frente a los franceses.
 Jurar obediencia a Carlota, la hermana de Fernando VII.
 También pudieron establecer juntas para gobernar en nombre del cautivo Fernando, tal
como hicieron las provincias españolas.

Con anterioridad a 1810, en ningún lugar se estableció con éxito la autonomía, pero eso no es
razón suficiente para considerar este año como el del comienzo del movimiento de
independencia; simplemente, significa que hasta 1810 los autonomistas perdieron todas las
batallas.

En el Río de la Plata fue donde la opción bonapartista pareció tener más posibilidades. Allí, la
crisis provocada por las invasiones británicas (1806-1807) había catapultado a un oficial de
origen francés, Santiago Liniers, a una posición dirigente, que le permitió actuar como virrey.

El Río de la Plata también pareció ofrecer las mejores esperanzas de triunfo a la alternativa
carlotista, pero al final tampoco se impuso.

Las invasiones británicas pusieron de manifiesto la vulnerabilidad de España, y dieron lugar a


que los criollos, que llevaron el peso de la lucha contra los atacantes británicos, adquirieran
una acrecentada conciencia de su importancia.

En efecto, por varias razones, se estaba extendiendo el sentimiento de que el Río de la Plata
merecía tener un mayor peso en el manejo de sus asuntos; la hermana de Fernando V II en
Brasil ofrecía un medio para llevar a cabo este deseo. A l aceptar el plan de Carlota para
gobernar las colonias españolas, un grupo de hombres de negocios y de profesionales criollos,
que incluía a futuros dirigentes de la lucha por la independencia como Manuel Belgrano y Juan
José Castelli, esperaban establecer una monarquía ilustrada en el Nuevo Mundo. Se temía que
Carlota actuara como agente de los portugueses. Y por otro lado, porque Carlota era irascible y
absolutista, mientras que los criollos que la apoyaban deseaban un nuevo orden basado en el
reformismo moderado y contemporizador

Luego se establece la Junta Central en la madre patria. A Junta al dirigir la lucha contra los
franceses, le aseguró la lealtad todos los oficiales de alto rango en las colonias y en la
península, ocuparan o no un cargo oficial. La Junta también contó con la instintiva lealtad de
una gran parte de la población nacida en la colonia. Sin embargo, su pretensión de gobernar le
fue disputada por otra opción que aducía que, las provincias americanas tenían tanto derecho
como las españolas para constituir instituciones de gobierno. Esta tesis encontró adeptos por
todas partes, aunque su número e importancia variaron mucho de un lugar a otro.

El intento de crear una junta en Buenos Aires el 1 de enero de 1809 fue igualmente dirigido
contra Liniers.
Uno de sus primeros instigadores fue Martín de Álzaga. Se trataba de un grupo constituido por
individuos nacidos en España, pero que por entonces también incluía a criollos tan notables
como Mariano Moreno, el abogado que después dirigió el ala más radical de la revolución del
Río de la Plata. El único deseo claro de este grupo fue el de deshacerse de Liniers, ya fuera
por razones personales, por sospechar de su lealtad, o para iniciar el camino de las
innovaciones políticas. El intento quedó frustrado, ya que Liniers contó con el apoyo de la
burocracia virreinal y de la milicia criolla. Sin embargo, los perdedores tuvieron la satisfacción
al cabo de un año de ver que Liniers era desplazado por el nuevo virrey, Cisneros. Éste resultó
ser un administrador prudente y flexible, como demostró en noviembre de 1809 al aceptar la
solicitud de abrir el puerto de Buenos Aires al comercio con Gran Bretaña, que entonces era
aliada de España.

En 1808, en Caracas, la capital de la capitanía general de Venezuela, hubo un intento de


establecer una junta gobernativa, pero que también fracasó. Igual que en Buenos Aires, allí
existían casas de comercio españolas que trabajaban con Cádiz y que, por lo tanto, se
oponían a la liberalización del comercio. Sin embargo, en Venezuela, la influencia y la opinión
local estaban aún más decididamente a favor de la libertad de comercio. El grupo dominante
de la sociedad lo constituía «una burguesía agraria y comercial “mantuanos». Consciente de
que el sistema comercial español, era un impedimento para que continuara el crecimiento y la
prosperidad. Caracas y el cinturón de plantaciones del centro-norte venezolano, al igual que
Buenos Aires, estaban fácilmente al alcance de toda clase de influencias externas.

Venezuela también había padecido su invasión en 1806, por el conspirador venezolano


Francisco de Miranda. Esta vez, tanto los mantuanos como la población se unieron en torno a
las autoridades españolas contra Miranda, cuyo llamamiento a la independencia parecía
demasiado radical. El miedo a las masas fue una importante razón para no dejar el
mantenimiento del orden en manos de los representantes de un gobierno español debilitado
y aparentemente indigno de confianza, que en varias ocasiones ya se había mostrado
demasiado inclinado a satisfacer las aspiraciones de los pardos.
El capitán general, Juan de Casas, estaba aparentemente inclinado a aceptar la alternativa
bonapartista, hasta que vio cómo la llegada de una misión francesa a Venezuela fue recibida
con hostilidad popular. Dio a entender entonces que podría apoyar el establecimiento de una
junta de gobierno provisional en Caracas, Así, cuando en noviembre un distinguido grupo de
demandantes, que incluía dos condes y un marqués, propuso formalmente la constitución de
una junta, Casas contestó con una serie de arrestos y confinamientos, pero nadie fue castigado
severamente. En su actuación, el capitán general ensayó una alianza que se repitió después:
antes de actuar contra los mantuanos descontentos, se aseguró de que contaba con el apoyo
de los pardos y de que las unidades de la milicia parda estuvieran alertas. Aunque esto no
puso fin a los proyectos de los criollos, las autoridades españolas que estaban en Venezuela
consiguieron sobrevivir a otros intentos similares hasta abril de 1810.
Los juntistas del Alto Perú (la actual Bolivia) tuvieron mejor suerte, al menos
momentáneamente. En la capital colonial de Chuquisaca (hoy Sucre), se estableció en mayo
de 1809 una especie de junta; otra en La Paz se constituyó dos meses más tarde.
La primera, fue el resultado de una disputa dentro de la burocracia colonial, entre el
presidente de Charcas (que se había mostrado interesado en la opción carlotista, aunque
formalmente no se adhirió) y los jueces de la audiencia. La situación estalló el 25 y el 26 de
mayo de 1809, cuando la audiencia depuso al presidente y asumió los poderes de éste,
comprometiéndose a someterse a Fernando VII. Tuvieron el apoyo del argentino Bernardo de
Monteagudo, que fue después la mano derecha del libertador San Martín; y cuyo objetivo
secreto era el de establecer alguna clase de autonomía americana. Estos hombres hicieron lo
que pudieron para precipitar la crisis; ahora querían extender el clima de agitación a través del
resto del Alto Perú. La Paz, donde el 16 de julio el cabildo municipal depuso al intendente y al
obispo, acusándoles de una vaga traición a Fernando VIL Poco después surgió una junta tuitiva
presidida por el mestizo y aspirante a abogado Pedro Domingo Murillo. En su proclama apeló
a un «sistema nuevo de gobierno» basado en intereses puramente americanos ». no se
quería mantener la lealtad al cautivo Fernando, pero la petición de un autogobierno efectivo
estaba presente y no quedaba circunscrita, ni indirectamente ni de otra manera, a una
emergencia transitoria. Los criollos recordaban la revuelta de Túpac Amaru, dirigida en el Alto
Perú por Túpac Catari, y la mayoría de ellos no quería correr el riesgo de que otra vez se
repitiera la misma situación. El aparente radicalismo de la junta de La Paz no sólo provocó la
división entre sus adherentes iniciales, sino que fortaleció la oposición de los que nunca
habían simpatizado con ella. el rechazo más fuerte provino de, el presidente de Cuzco, José
Manuel de Goyeneche. Nacido en Perú, Goyeneche estaba totalmente identificado con la
causa de la Junta Central española, al igual que el ultraconservador y excepcionalmente hábil
virrey de Perú, José Fernando de Abascal y Sousa.

El relativo estancamiento de la colonia hizo, sobre todo a la clase alta de Lima, más
dependiente de los empleos y los favores que otorgaba el Estado español, lo cual reforzó su
actitud de cautela.

No pasó mucho tiempo antes que Goyeneche, con el importante apoyo del virrey Abascal, se
dirigiera a La Paz a la cabeza de una fuerza militar, reducida pero disciplinada y bien equipada.
En octubre de 1810, su simple aproximación fue suficiente para desmoralizar a los
revolucionarios, entre los cuales había contradicciones.

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