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aceptada por todos, tuvo un profundo impacto en las colonias americanas, desde Nueva España
hasta el Río de la Plata.
Con anterioridad a 1810, en ningún lugar se estableció con éxito la autonomía, pero eso no es
razón suficiente para considerar este año como el del comienzo del movimiento de
independencia; simplemente, significa que hasta 1810 los autonomistas perdieron todas las
batallas.
En el Río de la Plata fue donde la opción bonapartista pareció tener más posibilidades. Allí, la
crisis provocada por las invasiones británicas (1806-1807) había catapultado a un oficial de
origen francés, Santiago Liniers, a una posición dirigente, que le permitió actuar como virrey.
El Río de la Plata también pareció ofrecer las mejores esperanzas de triunfo a la alternativa
carlotista, pero al final tampoco se impuso.
En efecto, por varias razones, se estaba extendiendo el sentimiento de que el Río de la Plata
merecía tener un mayor peso en el manejo de sus asuntos; la hermana de Fernando V II en
Brasil ofrecía un medio para llevar a cabo este deseo. A l aceptar el plan de Carlota para
gobernar las colonias españolas, un grupo de hombres de negocios y de profesionales criollos,
que incluía a futuros dirigentes de la lucha por la independencia como Manuel Belgrano y Juan
José Castelli, esperaban establecer una monarquía ilustrada en el Nuevo Mundo. Se temía que
Carlota actuara como agente de los portugueses. Y por otro lado, porque Carlota era irascible y
absolutista, mientras que los criollos que la apoyaban deseaban un nuevo orden basado en el
reformismo moderado y contemporizador
Luego se establece la Junta Central en la madre patria. A Junta al dirigir la lucha contra los
franceses, le aseguró la lealtad todos los oficiales de alto rango en las colonias y en la
península, ocuparan o no un cargo oficial. La Junta también contó con la instintiva lealtad de
una gran parte de la población nacida en la colonia. Sin embargo, su pretensión de gobernar le
fue disputada por otra opción que aducía que, las provincias americanas tenían tanto derecho
como las españolas para constituir instituciones de gobierno. Esta tesis encontró adeptos por
todas partes, aunque su número e importancia variaron mucho de un lugar a otro.
El intento de crear una junta en Buenos Aires el 1 de enero de 1809 fue igualmente dirigido
contra Liniers.
Uno de sus primeros instigadores fue Martín de Álzaga. Se trataba de un grupo constituido por
individuos nacidos en España, pero que por entonces también incluía a criollos tan notables
como Mariano Moreno, el abogado que después dirigió el ala más radical de la revolución del
Río de la Plata. El único deseo claro de este grupo fue el de deshacerse de Liniers, ya fuera
por razones personales, por sospechar de su lealtad, o para iniciar el camino de las
innovaciones políticas. El intento quedó frustrado, ya que Liniers contó con el apoyo de la
burocracia virreinal y de la milicia criolla. Sin embargo, los perdedores tuvieron la satisfacción
al cabo de un año de ver que Liniers era desplazado por el nuevo virrey, Cisneros. Éste resultó
ser un administrador prudente y flexible, como demostró en noviembre de 1809 al aceptar la
solicitud de abrir el puerto de Buenos Aires al comercio con Gran Bretaña, que entonces era
aliada de España.
El relativo estancamiento de la colonia hizo, sobre todo a la clase alta de Lima, más
dependiente de los empleos y los favores que otorgaba el Estado español, lo cual reforzó su
actitud de cautela.
No pasó mucho tiempo antes que Goyeneche, con el importante apoyo del virrey Abascal, se
dirigiera a La Paz a la cabeza de una fuerza militar, reducida pero disciplinada y bien equipada.
En octubre de 1810, su simple aproximación fue suficiente para desmoralizar a los
revolucionarios, entre los cuales había contradicciones.