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Gobierno del Dr.

José Gaspar Rodríguez de


Francia (4 de Octubre de 1814 al 20 de
Setiembre de 1840)
08/06/2010

LA DICTADURA DEL DOCTOR JOSÉ GASPAR RODRÍGUEZ


DE FRANCIA

 
 

EL CONGRESO PROCLAMA DICTADOR AL DOCTOR


FRANCIA.

-El 3 de octubre de 1814 inició sus sesiones el Congreso. Fue


elegido presidente el doctor Francia, quien, en el discurso
inaugural, aconsejó la formación de un Gobierno personal
para la mejor defensa de la independencia nacional. La idea
encontró resistencias. Había partidarios de la subsistencia
del Consulado, y otros que no lo eran propusieron la
designación de Yegros para el Gobierno unipersonal. Mariano
Antonio Molas propuso al doctor Francia como dictador. La
discusión se prolongó, pero terminó cuando las tropas que
obedecían a Francia hicieron un sospechoso despliegue en
torno al templo donde se reunía el Congreso. La gran mayoría
de los votos campesinos apoyó al doctor Francia, quien fue
designado «Dictador Supremo de la República» por un
período de cinco años. Se le autorizó a constituir el Tribunal
Supremo y a ejercer potestad judicial mientras tanto. Al día
siguiente clausuró sus sesiones el Congreso, después de
resolver su reunión anual, cada mes de mayo, de disminuir el
número de diputados a 250 y de recoger el juramento del
flamante dictador. Asunción recibió con regocijo popular la
ascensión del doctor Francia al poder supremo. Las fiestas
organizadas en esta ocasión fueron las últimas que conoció
durante muchos años. Las sombras cayeron sobre el
Paraguay.

 
Antiguo Cuartel del Hospital,

una de las residencias de Francia. (Grabado antiguo)

SE APACIGUAN DESCONTENTOS EN LA TROPA.

- La exclusión de Yegros del Gobierno suscitó protestas en la


oficialidad de una de las unidades militares de la capital. El
capitán Pedro Juan Cavallero, que había regresado de su
confinamiento, aplacó en sus comienzos el descontento de
los militares, consiguiendo convencerles de que debían
acatar al nuevo Gobierno. El doctor Francia procedió con
tacto y habilidad. No adoptó ninguna medida, pero al mismo
tiempo que creaba un fuerte batallón de granaderos para su
guardia personal, con elementos que le respondían por
entero, alejó paulatinamente de la capital a los descontentos.
La depuración del Ejército continuó durante mucho tiempo
hasta que de él desaparecieron las trazas de toda otra
influencia. Los no adictos al doctor Francia fueron
reemplazados por individuos del interior, de baja extracción,
aunque partidarios decididos del dictador y a los cuales se
cuidó de no otorgar sino graduaciones inferiores. El
patriciado paraguayo, que por derecho propio y tradición
secular usufructuaba las posiciones militares, se vio así
desplazado por la masa campesina, en la que el doctor
Francia había de encontrar, de este modo, su principal apoyo.

                      

SE RESTABLECEN LOS MONOPOLIOS.

-Uno de los objetivos principales de la Revolución había sido


la supresión de los monopolios. El dictador los restableció,
comenzando por la madera, de gran demanda en Buenos
Aires. El Estado era el único comprador y no la revendía sino
a los comerciantes que traían armas y municiones. Poco a
poco fue extendiéndose el sistema a los demás productos.
De este modo el dictador se proveía de elementos para la
organización del Ejército y regía estrictamente el comercio
con el exterior. Se prefería para hacerlo a los extranjeros que
venían expresamente del Sur a adquirir efectos paraguayos,
pues el dictador temía perniciosos efectos para los
connacionales de sus contactos con las turbulentas
provincias del Sur.

MEDIDAS CONTRA LOS ECLESIÁSTICOS ESPAÑOLES.

-El partido españolista tenía sus últimos baluartes en la clase


eclesiástica. El doctor Francia tomó medidas para suprimir el
peligro. Exoneró de sus empleos y oficios a varios de ellos y
les privó de sus funciones a menos que acreditaran
«adhesión constante y decidida a la actual constitución,
libertad e independencia absoluta de esta República»'. Por
otro decreto desligó a las comunidades religiosas
establecidas en el país de toda sujeción extranjera,
haciéndolas depender exclusivamente del obispo diocesano.
Fue además suprimido todo vestigio de la Inquisición.

BUENOS AIRES PIDE NUEVAMENTE AUXILIO.

-Elevado el general Carlos de Alvear al Gobierno de Buenos


Aires, procuró reanudar las relaciones con el Paraguay,
suspensas desde el fracaso de la misión Herrera. La causa de
la independencia americana pasaba por un momento crítico.
Chile había sido recuperado por los realistas. En España se
preparaba una fuerte expedición para la reconquista del Río
de la Plata. Más que nunca era necesario el auxilio militar del
Paraguay. Buenos Aires suscitó, una vez más, la debatida
cuestión. Alvear se dirigió a Francia solicitando el envío de
tropas y efectos del país, a cambio de cañones y armas para
que las fronteras del Paraguay no quedasen indefensas. Ya
no se hacía hincapié en el Tratado del 12 de Octubre. Buenos
Aires invocaba ahora la adhesión del Paraguay a la causa
común de la libertad. Poco después insistió Alvear en su
solicitud llegando a ofrecer a Francia 25 fusiles por cada 100
reclutas enviados. La proposición de Alvear irritó a Francia.
No concebía que se quisiera negociar con la sangre de los
paraguayos. ¡Hombres por fusiles! Rehusó entrar en tratos,
pues ya no quería polemizar; adoptó un nuevo e inusitado
procedimiento: dejó sin respuesta las notas de Buenos Aires
y «sin embargo de que poco había que hacer para contestar a
tales oficios, pues no se reducen más que a remover asuntos
antiguos ya ventilados muchas veces, fenecidos y olvidados
en el día».

EL PARAGUAY ES INVITADO AL CONGRESO DE TUCUMÁN.


-La descortés actitud del dictador no descorazonó al
Gobierno de Buenos Aires. Resuelta la reunión de un
Congreso en Tucumán para decidir definitivamente sobre el
destino de las Provincias del Río de la Plata, cuatro veces
durante 1815 el director Alvear invitó al Paraguay a enviar
sus diputados. El dictador conceptuó la invitación atentatoria
a la independencia nacional; tampoco contestó a estos
oficios, y a los barcos armados que vinieron expresamente
conduciendo la correspondencia no les permitió subir más
arriba de Pilar. Comenzaban a echarse los cerrojos del país.
El Gobierno de Buenos Aires no pudo conocer el
pensamiento del Paraguay, pues el dictador lo explayó sólo a
sus subordinados a quienes explicó que era insultante
«pretender que una República independiente envíe diputados
a un Congreso de los provincianos de otro Gobierno»".

 
 

SE TEME UNA INVASIÓN DE ARTIGAS.

- El dictador no aceptaba entablar relaciones de ninguna


clase con Buenos Aires, y de igual modo siguió rehusando su
apoyo a Artigas. El jefe oriental dominaba la Mesopotamia
hasta Corrientes y buscaba, sin ahorrar procedimientos, la
alianza paraguaya contra Buenos Aires. No tuvieron éxito sus
gestiones ante Francia y tampoco consiguió que Yegros y
Cavañas, con su auxilio, produjeran un movimiento
subversivo dirigido a formar un Gobierno favorable a sus
miras. Artigas, disgustado por la indiferencia paraguaya,
tomó represalias. Sus tropas ocuparon Candelaria y
confiscaron en Corrientes un importante cargamento de
armas destinado al Gobierno de Asunción. Todo hacía
presumir, en julio de 1815, una invasión. Alarmado, el
dictador puso al país en estado de defensa. Envió tropas y
una flotilla al Paraná; movilizó contingentes en Asunción,
Paraguarí y Villa Rica, y se aprestó a resistir con 4.000
soldados en la capital. Artigas, que a su vez esperaba una
invasión paraguaya, amenazado por los portugueses
abandonó, en febrero de 1816, sus planes hostiles. El
dictador licenció las tropas y quedó convencido de que la
independencia del Paraguay tenía muchos enemigos y que
no todos ellos estaban en Buenos Aires.

SE PROCLAMA DICTADOR PERPETUO A FRANCIA.

-No esperó el doctor Francia los cinco años que le señaló el


Congreso de 1814 como plazo de duración de su gobierno.
Convocado para fines de mayo de 1816 un nuevo Congreso,
sus emisarios propagaron la necesidad de declarar la
perpetuidad de la Dictadura. El pensamiento encontró
ambiente en el campo, que había recuperado la tranquilidad
gracias a las medidas severas adoptadas por el dictador; en
la capital surgieron importantes disidencias. Las encabezaba
abiertamente Mariano Antonio Molas, hasta entonces
partidario de Francia, quien sostenía que la perpetuidad en el
gobierno violaba los principios republicanos. En la sesión
inaugural del 30 de mayo de 1816, el Congreso no llegó a
ningún acuerdo; cuando el 1º de junio prosiguió sus
sesiones, cuatro compañías de infantería estaban formadas
frente al templo de la Merced. La precaución era innecesaria,
pues apenas el diputado Manuel Ibáñez, representante por
Villa Real, ensalzando la personalidad del doctor Francia,
pidió que el Congreso le proclamase   dictador perpetuo «con
calidad de ser sin ejemplar», la Asamblea, puesta en pie, así
lo hizo. Al mismo tiempo la incipiente institución
parlamentaria era José Artigas, durante sus últimos años
abrogados de hecho, pues resolvió que en el Paraguay    el
Congreso General se reuniera cada vez y cuando el dictador
lo tuviese por conveniente. Mientras vivió, el doctor Francia
no creyó necesario convocarlo. Hasta 1840 el Paraguay no
conoció más voluntad que la suya.

LA CONCENTRACIÓN DE PODERES

-Los dos Congresos que crearon la Dictadura y la


perpetuaron, no la reglamentaron, ni siquiera la definieron.
Quizá ignoraron en qué consistía. Sólo sabían que su objeto
era la conservación de la independencia nacional. Dejaron
que el nuevo sistema de gobierno se constituyera según el
criterio del doctor Francia, en cuyo patriotismo tenían que
confiar. Los límites de su poder, pues, no fueron otros que su
propia voluntad, convertida en la única ley de la República.
Jamás se constituyó el Tribunal Supremo; Francia legislaba y
juzgaba. El único órgano del Estado era el dictador, que
concentró en sus manos todos los poderes, incluso el
religioso. Francia no sólo fue jefe del Estado, sino también de
la Iglesia paraguaya. Suspendió al obispo sin consultar con
Roma y declaró que el Gobierno «no está, ni puede, ni debe
estar ligado y ceñido a ninguna de las llamadas prácticas y
disposiciones canónicas; siendo y debiendo ser solamente
su regla el interés del Estado»`. Francia decretó que para
poder alistarse en las cofradías o congregaciones religiosas
debía acreditarse previamente un verdadero patriotismo y
adhesión a “la justa, Santa y Sagrada causa de la Soberanía
de la República".

Concentración semejante de poderes no hubiera sido posible


si no le acompañara paralela absorción de actividades. No
sólo residía en sus manos la autoridad, sino que por sus
manos la ejercía. El doctor Francia se convirtió en el único
motor de la Administración, y sin su autorización u orden
nada se hacía. Dotado de excepcional capacidad de trabajo y
de aptitudes, variadas, resolvía personalmente todos los
asuntos, era el juez, que entendía en todas las causas, el
general e instructor de las tropas, el ingeniero y maestro de
obras de los trabajos públicos, el director de las
maestranzas, ejercitando, con incansable ardor, todos los
oficios que -al Estado eran menester. En el campo se hacía
sentir su celo con no menor minuciosidad, a través de las
más largas distancias. En correspondencia constante y
extensa con los delegados, éstos recibían instrucciones
detalladas sobre los más variados e insignificantes detalles.
La menor desobediencia acarreaba graves penalidades, y el
dictador sabía, por medio de una vasta red de espionaje, si
sus órdenes eran cumplidas. El doctor Francia cumplía esta
labor personalmente. Los tres ministros de Estado no eran
sino amanuenses o autorizantes de los oficios que el dictador
no se dignaba firmar.

SUPRESIÓN DE ACTIVIDADES POLÍTICAS.

-Establecida la Dictadura, fue suprimida toda clase de


actividad política. La simple emisión de opiniones
desfavorables al Gobierno era castigada como un crimen
ordinario; las cárceles se poblaron de desafectos a la
Dictadura y a ellas se iba a parar por simples delaciones. Las
persecuciones estaban principalmente dirigidas contra las
clases pudientes. A la prisión seguía la confiscación de
bienes; muchas familias de la aristocracia quedaron en la
indigencia.

El clero no escapó de los rigores dictatoriales. Las


ejecuciones se efectuaban después de sumarios juicios,
dirigidos personalmente por el dictador. Los simplemente
sospechosos fueron destinados a la colonia penal de Tebegó,
a cien leguas al Norte, en el Alto Paraguay, en un lugar
insalubre. Con todo, como el mismo rigor era aplicado en el
castigo de los delitos comunes, el orden y la tranquilidad
imperaron en el interior, en contraposición violenta al caos
que reinaba en las provincias del Sur. Hasta sus playas
llegaban, en busca de refugio, centenares de familias huídas
de los incendios de aquellas regiones".

LA CONSPIRACIÓN DEL AÑO 20.

-Al compás de las medidas de rigor, el descontento cundía en


las clases superiores. Los españoles estaban privados de
todos sus derechos; la vieja aristocracia, reducida a la
impotencia, perseguida y empobrecida. Más que nadie, la
clase militar, autora de la Revolución, se veía oprimida y
vejada: El Ejército estaba en manos de segundones
obscuros. Los héroes de Paraguarí y Tacuarí ni siquiera
tenían libertad de dedicarse a sus actividades particulares,
obligadas a vegetar en la inacción y en la obscuridad. En
1818, el coronel Baltasar Vargas, emisario secreto del
director supremo de las Provincias Unidas, Pueyrredón, que
había concebido el plan de sojuzgar al Paraguay, después de
enterarse de los informes de Manuel José de Olavarrieta,
vecino de Asunción, estuvo en la capital y mantuvo contactó
con los principales caudillos militares, ofreciéndoles la ayuda
argentina para derribar al dictador. Vargas fue descubierto y
metido en la cárcel, pero las reuniones de descontentos
continuaron realizándose clandestinamente en Asunción.
Fulgencio Yegros fue llamado por el doctor Francia, de un
establecimiento ganadero, e invitado a residir en la capital,
para ser mejor vigilado. Los planes subversivos tomaron
fuerza con tal motivo. Anónimos delataron al doctor Francia
la conspiración, pero éste no atinaba a tomar medidas contra
la flor y nata de la sociedad paraguaya y los más prominentes
jefes militares que aparecían complicados. Ya no vaciló, sin
embargo, cuando uno de los conjurados, en el secreto de la
confesión, descubrió los planes. El viernes Santo de 1820 el
dictador debía ser asesinado, al salir por la tarde a dar su
paseo de costumbre.

El capitán Montiel era el jefe del complot. Inmediatamente


fueron apresados todos los sindicados, entre ellos los
Yegros, Iturbe, Montiel, Aristegui y Acosta. Se habilitaron
nuevas cárceles; las fraguas forjaron día y noche grillos y
cadenas. La sombra cayó sobre Asunción.

EL REINADO DEL TERROR.

-El descubrimiento de la conspiración del año 20 señaló el


comienzo del terror. Francia castigó con terrible rigor la
abortada rebelión, para extirpar de raíz cualquier oposición
posible contra su gobierno. Durante un año dirigió
personalmente el proceso de los complicados, que fueron
sometidos a tormentos para que delataran a sus cómplices;
sus familias fueron reducidas a la indigencia. Nadie podía
visitar a los reos de Estado. Para alejar cualquier peligro,
Francia ordenó que en sus paseos por la ciudad los
transeúntes se alejasen y las puertas y ventanas se
mantuvieran cerradas; quienes espiaban sus pasos eran
encarcelados. Francia paseaba por una ciudad muerta. Las
calles eran muy angostas y arboladas, propicias a
emboscadas. So pretexto de urbanización, fueron
ensanchadas, siendo derribadas, sin miramientos,
centenares de casas y descuajados millares de árboles que
daban característico encanto a la ciudad tropical. El temor y
la desconfianza entraron en los hogares; cesaron las
reuniones sociales. Pedro Juan Caballero, para escapar a la
humillación del tormento, se suicidó en su calabozo.

El 17 de julio de 1821 fue puesto frente a un piquete de


fusileros Fulgencio Yegros, el jefe militar de la Revolución.
Los fusilamientos continuaron durante los días siguientes,
siendo ajusticiados cerca de un centenar de personas, lo más
caracterizado de la sociedad paraguaya. No quedó ninguna
cabeza saliente; desaparecieron las fortunas. Francia
gobernó, desde ese momento, solo y sin rivales. Quienes,
aunque no desafectos a la Dictadura, podían hacerle sombra,
escaparon a apartados sitios del campo. Todos los
españoles, sin excepción, con el obispo y el ex gobernador
Velazco a la cabeza, fueron encarcelados". Permanecieron en
la prisión por años, y sólo fueron liberados después de pagar
exorbitantes multas, que les arruinaron. Velazco murió en
una celda. Los santafecinos fueron arrojados a la cárcel,
donde permanecieron ignorantes de la causa de su prisión
hasta la muerte del dictador, porque el gobernador de Santa
Fe, Estanislao López, se apoderó de una partida de armas
destinadas al Paraguay. Los argentinos, en general, fueron
objeto de persecución implacable, de la cual se libraron sólo
los Cordobeses, por extraño recuerdo de los años pasados
por Francia en la Universidad de Córdoba.

ARTIGAS SE REFUGIA EN EL PARAGUAY.

-En los comienzos del terror se produjo un episodio que


contrastó notablemente con la crueldad con que el dictador
persiguió a sus opositores. En septiembre de 1820 el caudillo
oriental José de Artigas, traicionado por su lugarteniente
Francisco Ramírez, pidió asilo al doctor Francia. Este, que
tenía larga cuenta de agravios con el dirigente uruguayo, le
acogió hospitaliariamente, señalándole la villa de Curuguaty
como lugar de residencia y asignándole una pensión, aunque
se negó a recibirle como eran los deseos de Artigas".
Ramírez, por intermedio de dos emisarios, pidió la
extradición de Artigas a cambio de ventajas comerciales y la
entrega de paraguayos adversarios del Gobierno refugiados
en su jurisdicción. Francia no contestó los oficios de Ramírez
y retuvo prisioneros a los emisarios por considerar que «era
un acto no sólo de humanidad, sino aun honroso para la
República, el conceder asilo a un jefe desgraciado que se
entregaba»".

Despechado, Ramírez se aprestó a invadir el Paraguay con un


ejército de 4ooo hombres y una escuadrilla que apostó en
Corrientes; Francia organizó inmediatamente la defensa.
Ramírez trató de comunicarse con los caudillos militares
encarcelados en Asunción, pero las cartas dirigidas a Yegros
y Caballero no hicieron sino apresurar el fin de los
infortunados conspiradores. Ramírez tuvo que abandonar
sus planes, obligado por las alternativas de las luchas civiles
en la Argentina, y poco después moría en el campo de
batalla.

SUSPENSIÓN DEL COMERCIO CON LOS PORTUGUESES


DEL NORTE.

-No solamente en el Sur veía el dictador peligros para la


independencia del país. Francia, que recelaba de la actitud
poco clara de Portugal con respecto a la independencia de
los países americanos, ordenó en 1818 al delegado de
Concepcion que observase con cautela los viajes de los
comerciantes portugueses del Alto Paraguay.

Las suspicacias del dictador aumentaron cuando notó que en


sus comunicaciones las autoridades portuguesas
consideraban al Paraguay como provincia española, cuanto
que era «una República Soberana y un Estado independiente,
así como lo es Portugal». En diciembre del mismo año el
dictador ordenó que  se cortase toda correspondencia y
comercio con los portugueses del Norte, porque «el comercio
y la amistad no pueden subsistir y son incompatibles con la
ofensa y prejuicio de la justa y sagrada causa de nuestra
libertad y absoluta independencia».

EL DICTADOR QUIERE ENTRAR EN TRATOS CON


INGLATERRA Y FRANCIA.

- Suspendido el comercio con el Brasil, cada día más difícil el


trato mercantil con las provincias del Sur, el dictador pensó
que la solución de los problemas económicos del Paraguay
estaba en el restablecimiento de la antigua ruta
transatlántica. El Paraguay colonial había construido
embarcaciones que cruzaron los mares, llevando sus
productos a Europa. No podía intentarse nuevamente la
empresa? Cuando los hermanos Roberston, comerciantes
ingleses que gozaban de su privanza, le anunciaron su
propósito de retornar a Inglaterra, el dictador se explayó
sobre sus planes. Les propuso hacerles sus intercambios
ante el Gobierno inglés, para ajustar el intercambio comercial
entre ambas naciones. En Ausencia de los Roberston, el
dictador permitió, en 1819, el ingreso al país del capitán
francés Pedro Saguier, que se decía enviado del Rey de
Francia, para abrir negociaciones mercantiles. Comerciando
directamente con Inglaterra y Francia, el Paraguay estaría en
condiciones de librarse de la servidumbre que le imponía su
situación mediterránea. Pero Saguier no pudo mostrar
credencial alguna y se comprobó que no era sino agente de
su Gobierno encargado de contrarrestar la influencia de
Inglaterra en América. El dictador miró desde entonces con
gran desconfianza a todos los franceses; víctima de ese
recelo fue el sabio naturalista Aimé Bonpland". El dictador
vio en él, no sin algún fundamento, otro agente secreto del
Gobierno francés, y lo mantuvo confinado durante cerca de
diez años.

FRANCIA DESEA ASEGURAR LA LIBERTAD DE


NAVEGACIÓN.

- A la espera de las gestiones de los Roberston, Francia


sostuvo con gran firmeza el derecho del Paraguay a navegar
libremente por los ríos hasta el mar, sin cuyo ejercicio sería
vano intentar todo comercio con Europa. De hecho el
Paraguay no era dueño de navegar sus ríos. Entorpecían su
navegación comercial miles de trabas. Los barcos eran
constantemente registrados o saqueados por bandas que
acechaban los convoyes paraguayos. El dictador veía en
estos actos intentos de someter al Paraguay por la
persecución económica, y sostuvo incansablemente el
derecho de disponer libremente de los ríos. Sin embargo, no
hizo sentir sus protestas por medios diplomáticos, sino por
vías de hecho. En 1818 mandó bombardear Corrientes, y en
lo sucesivo replicó cada depredación con la suspensión
temporal de la navegación. Poco a poco el tráfico mercantil
proveniente del Paraguay se volvió más escaso; las
provincias del litoral, que vivían, en buena parte, del
comercio paraguayo, comenzaron a alarmarse. Estanislao
López, que había reemplazado a Ramírez en el predominio
político de la Mesopotamia, escribió al dictador pidiendo la
normalización del comercio y garantizando el libre tránsito de
los buques. El nuevo gobernador de Corrientes Juan José
Blanco y el Cabildo de esa ciudad se dirigieron a él en el
mismo sentido. El doctor Francia no se dignó contestar a los
oficios y por toda réplica acumuló grandes efectivos sobre el
Paraná. No confiaba en la promesa de los gobernantes
argentinos, y para garantizar la libertad de navegación no
encontraba sino un camino: la sujeción de Corrientes, centro
de las tropelías que sufría el comercio paraguayo, propósito
que anunció a principios de 1823 en un auto supremo.

SE FRUSTRA EL ACUERDO CON INGLATERRA.

-La guerra a Corrientes entrañaba la radical rectificación de la


política de aislamiento y neutralidad del dictador. Dirigida a
asegurar la libertad de navegación, que le era indispensable
para entablar negociaciones comerciales con Europa, estaba
condicionada a la posibilidad de ese comercio. Una
comunicación del cónsul general de Inglaterra en Buenos
Aires, Mr. Woodbine Parish, alentó sus esperanzas. Este le
expresó los deseos de su país de cultivar relaciones de
amistad y el doctor Francia contestó a su oficio por
intermedio de su secretario de gobierno, aunque después de
varios meses, en términos que demostraban su júbilo.
Condicionaba, sin embargo, la apertura del comercio a que se
asegurase al Paraguay navegación libre. El dictador sabía
que Inglaterra era el campeón de la libertad de navegación y
esperaba que concurriera a obtener, en su propio beneficio,
lo que el Paraguay reclamaba. Pero en este caso sus
expectativas quedaron amargamente defraudadas. Parish
condicionó a su vez el envío de un cónsul y el
establecimiento de relaciones entre el Para-guay e Inglaterra
a un acuerdo previo con las provincias del Río de la Plata. El
doctor Francia se enteró del contenido del oficio y por toda
respuesta se lo devolvió.

Descartada toda posibilidad de comercio directo con


Inglaterra, la expedición a Corrientes ya no tenía objeto; los
planes agresivos del dictador fueron abandonados. Y si el
comercio con Europa era imposible, el que se realizaba,
tropezando con tantos obstáculos, con los países del Sur
debía desaparecer. El dictador ordenó que cesara la
navegación comercial al Río de la Plata. Los ríos quedaron
desiertos; los puertos parecían cementerios de buques. Los
productos se pudrieron en los depósitos. Se prohibió la
entrada de todo comerciante. «Cuando la República sea libre
de navegar hasta el mar se admitirá el que vengan a
comerciar», declaró el dictador.

 
LA CLAUSURA DEL PARAGUAY.

-Con la detención del tráfico fluvial al Sur se completó la


clausura del país. Desde entonces, invisibles e impenetrables
montañas se levantaron en torno del Paraguay. El territorio
de la República fue señalado como cárcel inviolable de todos
sus habitantes. Había órdenes estrictas para impedir la salida
de ninguna persona y el solo intento se pagaba con la
muerte. «Yo no llamo ni reputo paisanos a unos infames que
se expatrían ellos mismos renunciando y abandonando su
patria», declaró el dictadora". Los extranjeros que se
hallaban accidentalmente en el Paraguay - en su mayoría
comerciantes- tuvieron que acompañar a los nativos en su
suerte. Cuando el cónsul inglés en Buenos Aires se interesó
por la suerte de sus compatriotas, Francia le contestó que
habiendo ellos aportado por su voluntad «era natural que se
acomodasen con las leyes temporales que exigiesen la
situación y circunstancias políticas del país». Si el alejarse
del país era empresa quimérica, el entrar en él era peligroso.
El sabio Bonpland fue confinado en 1821 a Santa María,
donde permaneció sin comunicación alguna hasta el año
183136. Los miembros de una expedición dirigida por el
francés Pablo Soria, que estudió las posibilidades de
navegación del Bermejo, fueron enviados a Villa Real, donde
vivieron también hasta 1831. Cuando M. Gransir, enviado por
el Instituto de Francia para gestionar la libertad de Bonpland,
solicitó ser admitido so pretexto de investigaciones
científicas, Francia dudó de sus intenciones. «No siendo el
Paraguay - dijo- un país donde hayan establecimientos
científicos en que se cultiven las ciencias... da lugar a
sospechar que el Enviado, a pretexto de serlo del Instituto,
pueda ser destinado a observaciones, conocimientos o
diligencias perjudiciales a la seguridad y tranquilidad de la
República»

LA DEFENSA DE LOS LÍMITES PARAGUAYOS.

-Toda correspondencia con el exterior quedó cortada. Los


oficios que venían para el dictador eran admitidos, pero no
contestados, y sus portadores quedaban prisioneros. Traer
una carta para el doctor Francia se volvió empresa suicida.
Ya nadie quería hacerlo, en vista de lo cual idearon los
gobernantes de Corrientes el recurso de valerse de los indios
y el dictador ordenó que éstos fueran «severamente
escarmentados»". Con todo, el dictador necesitaba divulgar
en el exterior sus puntos de vista sobre los derechos
territoriales del Paraguay. Lo hacía indirectamente, por medio
de su correspondencia con los comandantes de las fronteras,
que éstos daban a conocer en copias a los pocos
comerciantes extranjeros a quienes se permitía llegar al país.
Así se supo que el Paraguay reivindicaba enérgicamente sus
derechos sobre todo el Chaco, hasta el río Jaurú al Norte y
hasta la isla del Atajo al Sur, y sobre las Misiones hasta el río
Uruguay". Esas reivindicaciones eran respaldadas por varios
fuertes y se procedió a la ocupación permanente de las
Misiones al sur del Paraná. La violación de la soberanía
nacional aparejaba terrible sanción. Bonpland y Soria
purgaron con largo cautiverio el desconocimiento de los
límites paraguayos, y el mundo supo que no se violaba
impunemente derechos territoriales del Paraguay.

 
Vista del Puerto de Corrientes

EL PARAGUAY SE ABASTECE A SÍ MISMO.

-Clausurado el país, el dictador lo organizó con el objetivo de


abastecerse a sí mismo como una condición esencial para
sostener la efectividad de su independencia. El dictador
impuso normas para que el país produjera todo aquello de
que se abastecía en las provincias del Sur, señalando a cada
región la cantidad y especie de los cultivos. El Paraguay ya
no necesitó de los cereales y algodón que introducía de
Corrientes y Santa Fe. El Estado, convertido en el principal
propietario como resultado de las confiscaciones, daba
trabajo en las «estancias de la Patria» y en sus manufacturas
a muchos ciudadanos. El Paraguay produjo todas las
materias primas esenciales para su subsistencia. Para
desarrollar su industrialización hacían falta artesanos y el
dictador apeló al terror, cuando fue necesario, a fin de
despertar las innatas aptitudes de sus compatriotas`.

 
SE PERMITE EL COMERCIO TERRESTRE CON BRASIL POR
ITAPÚA.

- El Paraguay no podía producir todo cuanto necesitaba. Le


hacían falta armas, ciertos tejidos y drogas; necesitaba,
además, dar salida al excedente de su producción. No era
posible mantener la clausura absoluta, sin peligrar los
objetivos que con ello se perseguía. En 1823 el dictador había
decidido abrir un respiradero al país, permitiendo que en
Itapúa se efectuara intercambio de productos entre
comerciantes paraguayos y brasileños. El comercio estaba
sujeto a reglas estrictas para que no se perjudicara a la
economía paraguaya ni se burlase el régimen de aislamiento.
Itapúa era un sitio muy apropiado para la vigilancia. Los
comerciantes brasileños podían pagar en numerario sus
adquisiciones, pero de ningún modo admitir que los
paraguayos hicieran lo propio; los primeros enviaban
muestrarios de sus mercaderías a Asunción. El dictador
elegía aquellas que debían quedar para el Estado e imponía, a
su arbitrio, los precios en productos nacionales. El resto
quedaba entregado al juego de la competencia; los
comerciantes paraguayos debían proveerse de permisos
especiales y hacer sus pagos en productos adquiridos, por lo
menos en su tercera parte, en los almacenes fiscales. Este
comercio por Itapúa se mantuvo durante todo el período
dictatorial.

SUPRESIÓN DEL CABILDO.

-El Cabildo era la única institución política que aun se


mantenía en pie, aunque con las facultades muy restringidas,
desde que el dictador se había arrogado el derecho de
designar a los cabildantes. El 30 de diciembre de 1824 el
dictador decretó la abolición completa de los Cabildos y los
substituyó con un juez ordinario de primer voto, otro de
segundo voto, otro de mercados y abastos, un defensor de
pobres y menores y un defensor de naturales; en el campo
estas funciones fueron encomendadas a los comandantes
militares y delegados.

LA MISIÓN DE GARCÍA COSSÍO.

-A fines de 1823, el Gobierno de Buenos Aires, a cargo de


Rivadavia, intentó la reanudación de las relaciones políticas y
comerciales con el Paraguay. Fue enviado para este efecto el
doctor Juan García Cossío, quien, desde Corrientes,
comunicó al doctor Francia que venía comisionado para
elevar a su conocimiento y decisión la Convención Preliminar
de Paz con España, firmada el 4 de julio de ese año. Para
entregarle personalmente las comunicaciones y promover
otros asuntos de conveniencia de ambos Estados pedía
permiso para llegar a Asunción. El dictador no contestó la
carta enviada por duplicado ni permitió retornar a los
conductores. Algunos meses después, García Cossío, sin
aspirar ya a ser recibido, intentó entablar correspondencia
con el dictador. Envió otro emisario ante el doctor Francia,
con una larga carta en la que le daba a conocer, sin reservas,
los objetivos de su misión; Buenos Aires deseaba que el
Paraguay otorgase su representación al plenipotenciario que
su Gobierno había designado, para que en nombre de las
Provincias Unidas del Río de la Plata se trasladase a España
a ajustar el Tratado definitivo de paz. Aunque la pretensión
porteña irritó al doctor Francia, pues significaba el
desconocimiento de la independencia del Paraguay, tampoco
contestó el oficio. García Cossío regresó a Buenos Aires sin
conocer la opinión del dictador acerca de sus
comunicaciones. El Gobierno de Buenos Aires no reaccionó
ante la ofensa que recibió; no deseaba un entredicho con un
país que mantenía sospechosas relaciones con el Imperio del
Brasil, con el cual la guerra era inminente, y no le convenía a
Buenos Aires empujar al Paraguay a la órbita de su probable
enemigo.

PRIMERAS MISIONES DE CORREA DA CÁMARA.

- Si el dictador rehusó trato con Buenos Aires, otra acogida


dispensó al flamante Imperio del Brasil. Proclamada la
independencia de este país, el nuevo emperador se propuso
entablar relaciones oficiales con el Paraguay, atentado por la
acogida que los comerciantes brasileños encontraban en
Itapúa. El 31 de mayo de 1824 extendió cartas patentes a
Antonio Manuel Correa da Cámara, como cónsul y agente
comercial del Imperio junto al Gobierno del Paraguay".
Correa da Cámara, desde San Borja, pidió autorización para
llegar a Asunción, enviando sus pasaportes. El dictador
observó que en sus pasaportes no se daba al Paraguay ni a
su gobernante el tratamiento que les correspondía, de
República soberana y de Supremo Dictador  Correa da
Cámara explicó que el equivocado tratamiento en modo
alguno debía ser considerado en perjuicio de los derechos
del Paraguay, y sólo a la falta de uso y correspondencia entre
los Gabinetes de Río de Janeiro y Asunción-". Francia quedó
satisfecho con la explicación, y aunque en un principio no
viera la utilidad de un cónsul brasileño, como Correa da
Cámara insinuara que su misión no era meramente
comercial, le permitió llegar a Asunción. El 27 de agosto fue
solemnemente recibido por el dictador en audiencia pública,
con extraordinarios honores. Con júbilo escuchó Correa da
Cámara de labios del dictador declaraciones amistosas para
el Brasil. El enviado brasileño permaneció varios meses en
Asunción, manteniendo numerosas conferencias con el
dictador, quien en ningún momento le reconoció carácter
diplomático, pero le formuló reclamaciones por las tropelías
que los indios mbayaes hacían en el Norte bajo el amparo de
los brasileños. Correa da Cámara abandonó Asunción con la
promesa de regresar suficientemente acreditado para firmar
un Tratado de reconocimiento de la independencia del
Paraguay.

Correa da Cámara cumplió sus promesas. Volvió a Río de


Janeiro, donde se hizo extender credenciales como
encargado de negocios ante el Gobierno del Paraguay y con
plenos poderes para ajustar y firmar con los
plenipotenciarios «que fueran designados por el Supremo
Dictador Perpetuo del Paraguay» un Tratado de Paz, de
Amistad y de Comercio. Al mismo tiempo eran embarcadas
en una nave especialmente fletada las armas y municiones
solicitadas por Francia y se le dieron instrucciones para
reprimir las tropelías de los indios en el Alto Paraguay, a
cuyo efecto quedó también designado comandante del Fuerte
de Coímbra y sus fronteras. Desde el 27 de septiembre de
1827 hasta el 12 de junio de 1829 esperó vanamente Correa
da Cámara, en Itapúa, la autorización para seguir viaje a
Asunción o que se le permitiera cruzar el territorio de la
República hasta Coímbra. En esa última fecha el delegado de
Itapúa le leyó un oficio del dictador en que le decía que no se
le remitirían pasaportes por considerar inoportuna su
legación, pues sus actitudes «no manifestaban sinceridad y
buena fe, sino más bien siniestros fines y sospechosas
intenciones". Correa da Cámara repasó el Paraná. El Imperio,
que acababa de salir maltrecho de la guerra con las
Provincias Unidas, recibió impasible la afrenta.

BOLÍVAR QUIERE CONQUISTAR EL PARAGUAY.

-Si el Imperio del Brasil no reaccionó ante una ofensa


semejante, el Libertador Bolívar no recibió con la misma
impasibilidad los desaires del dictador del Paraguay.
Agraviado por el doctor Francia, Bolívar, que acababa de dar
cima a su empresa libertadora, puso sus ojos en el Paraguay
con inequívocos designios de conquista". Bolívar había sido
quien con mayor interés procuró obtener la liberación del
sabio Bonpland. En 1823 escribió a Francia por diversos
conductos solicitando la libertad del sabio francés,
amenazando marchar sobre el Paraguay para lograrlo por la
fuerza si no era escuchada su súplica. El doctor Francia no
creyó que en honor de Bolívar debía alterar sus prácticas
diplomáticas; no dio respuesta a los reiterados mensajes del
Libertador. Poco acostumbrado a esta clase de trato, Bolívar
estudió un plan de invasión del Paraguay, por el Bermejo y el
Pilcomayo, y dio instrucciones, en 1825, a su agente en
Buenos Aires, el deán Gregorio Funes, para que gestionara el
consentimiento del Gobierno argentino, al cual debía ser
entregado el Paraguay una vez depuesto Francia y libertado
Bonpland". El Gobierno de Buenos Aires se mostró adverso a
la idea, por considerar que era odioso usar la fuerza para
obligar a una provincia a entrar en el pacto de unión.
Además, temía que al primer amago de fuerza el Paraguay se
adhiriese al Brasil, aparte que se tenía esperanzas de
conquistar por las buenas «el corazón rebelde del
gobernador Francia».

Casi al mismo tiempo llegaban a Chuquisaca, a conferenciar


con el Libertador, los plenipotenciarios argentinos general
Carlos de Alvear y doctor J. Miguel Díaz Vélez, con la misión
de solicitar la alianza de Colombia y el Perú con las.
Provincias Unidas para la guerra con el Brasil, que parecía
inevitable. Bolívar, en la primera conversación que tuvo con
los delegados argentinos, se apresuró a reproducirles su
proyectó de invasión del Paraguay, asegurándoles que el
objeto principal de la invasión tenía mucho de romántico y
éste era libertar a Bonpland. Los diplomáticos argentinos
manifestaron que su Gobierno o el Congreso argentino no
autorizarían la empresa". El Gobierno argentino aprobó esta
actitud. El proyecto de Bolívar tampoco fue aceptado por el
Gobierno de Colombia. Bolívar abandonó su plan. Bonpland
continuó en su apacible cautiverio, «tan feliz como puede
pasarlo un hombre que se encuentra privado de toda relación
con su patria».

DORREGO PROYECTA, ATACAR AL PARAGUAY.

-La oposición de Buenos Aires al proyecto de Bolívar


obedeció a motivos del momento. En los prolegómenos de la
guerra con el Brasil, Buenos Aires no quería crearse nuevos
enemigos ni complicaciones. Además, temía la intervención
del Libertador en los asuntos del Río de la Plata. Sin
embargo, continuaba latente la idea de incorporar el
Paraguay al sistema bonaerense. Triunfantes en Ituzaingó las
armas argentinas, el gobernador de Buenos Aires, Manuel
Dorrego, creyó en 1828 llegada la oportunidad de someter r la
violencia al Paraguay. Algunos emigrados paraguayos le
pidieron clamorosamente que hiciera la guerra al dictador
Francia". Su idea era que las tropas del general Fructuoso
Rivera, con el prestigio que le daban sus recientes victorias,
marcharan desde las Misiones al Paraguay". Los informes de
los emigrados paraguayos aseguraban que encontrarían
escasa resistencia. Rivera no quiso prestarse a cumplir los
designios de borrego; recelaba que el verdadero propósito
era alejarlo. El gobernador de Corrientes, Pedro Ferrer,
acogió con igual desconfianza esos planes y se apresuró a
comunicarlos al propio dictador, que ya los conocías'. Con el
desplazamiento de Dorrego del Gobierno, su proyecto quedó
definitivamente descartado.

NO ES ADMITIDO UN ENVIADO DE BOLIVIA.

-No No sólo el Libertador Bolívar, sino también muchos


Gobiernos de América y de Europa se preocuparon por la
suerte del naturalista Bonpland. Pero había la dificultad de
comunicarse con el dictador Francia. El presidente de Bolivia,
mariscal José Antonio de Sucre, se ofreció para hacer llegar
a Asunción los oficios; comisionó al efecto, a principios de
1828, a su ayudante, el teniente Luis Ruiz, quien, además,
llevaba la misión de invitar al Paraguay para entablar
negociaciones comerciales con Bolivia. Desde Fuerte Olimpo,
adonde llegó en mayo, Ruiz pidió permiso para bajar a
Asunción. Francia estalló de indignación cuando leyó el
tratamiento de «Jefe Supremo de la Provincia del Paraguay»
que traían sus oficios. Ordenó que le fueran devueltos sus
pasaportes a Ruiz y que se le hiciera saber de viva voz que
antes que Bolivia el Paraguay había tenido el título de
Repúblicas. En oficio aparte, Francia explicó al comandante
de Olimpo que era preciso tomar esa actitud «porque de lo
contrario se acostumbraría tratar con menosprecio y con
tono de mayoría al Paraguay y su gobierno».

Soldado de la Caballería Paraguaya.

Aguada por A. René (Museo Histórico, Buenos Aires)

CORRIENTES DECLARA LA GUERRA AL PARAGUAY.


-El Paraguay ocupaba, conforme el Tratado del día 12 de
octubre de 1811, parte del territorio de Misiones. Empeñado
el dictador en asegurar el libre tránsito de los comerciantes
brasileños que venían a Itapúa, ordenó, en el año 1832, el
reconocimiento de los terrenos hasta la caída del Aguapey en
el Uruguay, alegando que hasta allí llegaban los derechos del
Paraguay. El Gobernador de Corrientes, Pedro Ferrer,
protestó ante Francia aduciendo que esos territorios eran
correntinos y amenazando con represalias. Francia, como
excepción a sus métodos, contestó a Ferrer, por intermedio
del comandante de Ñeembucú, reafirmando los derechos del
Paraguay, no sólo hasta el Aguapey, sino hasta los pueblos
de Yapeyú y la Cruz, que ofrecía ceder y no ocupar si
Corrientes se avenía a adquirirlos en compra. Ferrer replicó
declarando la guerra y ocupando Candelaria. En una
proclama reclamó el apoyo de los pueblos argentinos para
sostener los derechos y el honor de la República". Sus
esfuerzos para obtener la ayuda de las demás provincias
fueron totalmente vanos. El dictador Francia dio por ignorada
la declaración de guerra. Ya antes de que ésta se produjera
había resuelto el abandono del campamento del Salto, cuya
ocupación había originado la disputa; su actitud prudente
obedeció a la supuesta falta de jefes militares
experimentados. No obstante, prosiguió sus preparativos y
en diciembre de 1833 fuerzas paraguayas, en imponente
número, reocuparon Candelaria y el Salto, donde las tropas
se colocaron a la defensiva. El nuevo gobernador de
Corrientes, Rafael Atienda, en vista de la actitud pacífica de
las fuerzas paraguayas, dispuso en marzo del año 1834
abandonar el territorio de Misiones y comunicó a Buenos
Aires que no proseguiría la guerra, «en vista de la conducta
que constantemente ha guardado el Gobierno del Paraguay
en todo el período de la Revolución»". Sus presunciones
fueron confirmadas: Francia le hizo saber, poco después, que
no quería paz ni guerra con nadie.

LOS REPUBLICANOS DE RÍO GRANDE DEL SUR.

-Correa da Cámara regresó a su país humillado, pero


convencido de la fuerza y poder del dictador Francia. En el
informe que presentó a su Gobierno al término de su última
misión afirmó que Francia tenía «inteligencias secretas en el
Estado Cisplatino» y que contaba con un partido en Misiones
y en Río Grande, donde en la primera ocasión daría la mano a
los partidarios de la independencia de esta provincia". En
1839, Correa da Cámara se plegó a los revoluciona-rios
republicanos de Río Grande del Sur. Obsesionado por la idea
de entenderse con el dictador Francia, de cuya sabiduría
política se había convertido en admirador, seguramente para
arrastrarlo a abrazar la causa de los separatistas
riograndenses, se hizo designar por el presidente de la
República de Piratín plenipotenciario ante el Gobierno del
Paraguay. Por tercera vez, desde la frontera paraguaya, pidió
permiso para llegar a Asunción. Francia no quiso escucharle,
y de nuevo le rehusó la licencia solicitada.

 LA IGLESIA CATÓLICA.

-A pesar de las medidas iniciales contra los eclesiásticos


españoles, la Iglesia seguía balanceando el inmenso poder
del dictador. El doctor Francia, lector de Voltaire, no era
creyente, pero no quiso incurrir en el error de las
persecuciones religiosas. Empleó frente a la Iglesia arbitrios
destinados a minar sus prestigios. La situación eclesiástica
facilitó sus propósitos: el obispo tenía las facultades
mentales alteradas, el clero estaba corrompido, el culto
adolecía de numerosas prácticas supersticiosas. El dictador
suspendió por decreto al obispo, persiguió implacablemente
los vicios eclesiásticos, suprimió las canonjías, disminuyó
los feriados religiosos, prohibió las procesiones. La medida
más radical fue la secularización de los religiosos, con la
consiguiente ocupación de los conventos e incautación de
los bienes de las Ordenes 12 ; el Estado se enriqueció
considerablemente, y el clero, desde, ese momento, dependió
de él. Nadie podía abrazar el estado religioso sin permiso del
dictador, hasta que, finalmente, con la clausura del seminario
de San Carlos, nadie pudo ser sacerdote. En ningún
momento el dictador persiguió a la Iglesia, pero ésta dejó de
ser la única reconocida por el Estado. Se permitieron todos
los cultos y ésta fue la sola libertad admitida durante la
Dictadura.

LA ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO.

- Preocupación primordial y absorbente del dictador fue la


organización de un Ejército que no representara un peligro
político. Cinco mil hombres disciplinados, que en cualquier
momento podían aumentar a 40.000, montaban guardia en la
capital y en las fronteras. El doctor Francia le imprimió su
cuño característico, interviniendo de una manera personal y
directa hasta en los menores detalles de su organización. El
doctor Francia pudo hacer de todo, menos de general.
Instruía personalmente a los reclutas y llegó a vérsele al
frente de los batallones en desfiles,pero nunca asumió
directamente el mando. El abandono de sus designios
hostiles para Corrientes lo atribuyó a la falta de un general
experimentado, pero no se preocupó en suplir la falta de
jefes. La generación de caudillos militares naturales-los
Cavañas, Yegros, Zavala, Gamarra, Cavallero -había
desaparecido y en su reemplazo colocó el dictador, al frente
del ejército, a obscuros oficiales de humilde condición y sin
ambiciones. Jamás otorgó grados superiores al de capitán.
Los comandantes del campo gozaban del privilegio de
escribir al dictador, quien los trataba con severa paternidad.
El Ejército así organizado, sin cabezas sobresalientes
peligrosas, constituía el más sólido basamento de la
Dictadura.

EL SISTEMA FINANCIERO.

-El sistema financiero implantado por el dictador se basaba


en rentas fijas y accidentales, siendo de la primera clase los
diezmos, los impuestos sobre las tiendas, sobre las casas de
piedra de la capital, los derechos de exportación é
importación, las alcabalas, el papel sellado, impuestos al
abasto y al mercado; los de la segunda clase, las
contribuciones forzosas, las multas, las confiscaciones de
bienes y las herencias de extranjeros. Las contribuciones
forzosas eran impuestas. al elemento español cada vez que
había necesidad de realizar obras públicas y proveer a la
defensa de la República, en proporción a las fortunas. En
1823 el doctor Francia creó numerosos impuestos, en vista
de la situación internacional. Estableció una contribución
inmobiliaria mensual, un impuesto al ganado destinado para
el consumo y otro a los frutos. El ministro de Hacienda era el
encargado exclusivo de la percepción y vigilancia de las
recaudaciones aduaneras y fiscales, bajo su
superintendencia, que ejercía con rigurosidad. El estado de
las finanzas fue siempre próspero. En las Cajas fiscales había
permanentemente numerario en abundancia. El stock de
armas guardadas en los arsenales -motivo principal de las
exigencias monetarias- llegó a ser tan copioso, que en los
últimos tiempos el dictador moderó los impuestos. En 1835,
1839 Y en 184o decretó la supresión de numerosos
gravámenes.

LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA.

-Ninguna atención prestó el dictador a la cultura superior. El


plan de la Junta Gubernativa fue abandonado. La Academia
Literaria dejó de funcionar. En 1818 decretó la desaparición
del Seminario de San Carlos, tradicional centro de la
actividad intelectual paraguaya, donde él mismo había sido
catedrático; su local fue convertido en cuartel. «Minerva debe
dormir cuando Marte vela», dijo el dictador. Carlos Antonio
López, que también ensenaba Filosofía en ese Colegio, ya en
1816 lo había abandonado cuando se suprimió su cátedra. La
instrucción de las primeras letras era muy extendida desde
los tiempos de la colonia; casi no había analfabetos en el
país. Durante la Dictadura se prestó la misma atención a la
enseñanza primaria. Los comisionados de los distritos tenían
la obligación de establecer las escuelas que fueran
necesarias. En 1828 se decretó la instrucción primaria
obligatoria, a expensas del Estado. Se dio a la organización
escolar carácter militar. Los niños eran llamados a las aulas
al son del tambor. Se les ensenaba un catecismo donde el
dictador exponía sus ideas sobre el sistema de gobierno del
país, que llamaba «patrio reformado», «regulado por
principios sabios y justos, fundados en la naturaleza y
necesidades de los hombres y en las condiciones de la
sociedad» y que debía durar «en cuanto sea útil». La
introducción de libros no estaba prohibida; los que los
comerciantes portugueses traían, previamente a su venta,
debían ser revisados por el dictador, que impedía la entrada
de aquellos que consideraba nocivos a su teoría política o
que contenían nociones equivocadas sobre el Paraguay. Así
como la música y la danza gozaban del favor del dictador", se
difundió mucho la afición a la lectura, única distracción de la
sociedad paraguaya. Sólo el doctor Francia tenía derecho a
recibir diarios y gacetas del exterior; mientras vivió el
dictador, el país ignoró totalmente lo que ocurría en el
mundo.

ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA.

-El territorio nacional estaba dividido, desde la época


colonial, para, los fines administrativos, en dos grandes
comandancias: la de Costa Arriba y la de Costa Abajo, con
centros en Ycuamandyyú y Ñeembucú, respectivamente. El
dictador disolvió estas comandancias y las substituyó por
veinte delegaciones, siendo las principales las de Pilar, Villa
Rica, Villa de San Pedro y Villa Real de la Concepción; cada
una estaba dividida en partidos. Creó subdelegaciones en
varios puntos fronterizos; Fuerte Olimpo y Candelaria fueron
las más importantes. Al frente de cada partido había un juez
comisionado general, con facultades judiciales,
administrativas y económicas. En un principio los
comisionados dependían de los alcaldes ordinarios, pero en
1823 pasaron a depender del Gobierno.

 
ASPECTO EDILICIO DE ASUNCIÓN.

-La capital, en los comienzos de la Dictadura, tenía las calles


tortuosas, desiguales y muy angostas. Las casas sin altos,
aisladas por lo general y mezcladas con árboles, jardines y
malezas.

Presentaba más bien el aspecto de una aldea; en todas partes


brotaban manantiales que formaban arroyos y lagunas; las
lluvias excavaban la mayor parte de las calles. El dictador
puso gran empeño en mejorar el aspecto de la ciudad;
ensanchó las calles, hizo cubrir los zanjones y reparar los
edificios públicos, a excepción de la Catedral, que dejó,
impasible, caer en ruinas. La edificación particular recibió
escaso impulso. Las casas eran, en su generalidad, con
techo de paja, y, al frente, con ancho corredor sostenido por
horcones de urundey. Las viviendas de los ricos eran de
material, adobes crudos o de ladrillos de mucho espesor, que
conservaban el fresco reconfortante durante el verano y el
calor en invierno, con techo de lodo cocido, con corredores
amplios y pilares de material o madera dura. Poca evolución
experimentó la vivienda de estilo colonial durante la larga
Dictadura. El doctor Francia prestó preferente atención a las
construcciones militares para cuarteles, que los había en
número de cinco: San Francisco, Santo Domingo,
Encarnación, la Merced y la Recoleta. Había alumbrado
público que se proporcionaba con candiles de sebo, pero
circunscrito a la plaza de Armas, Casa de Gobierno, cuarteles
y cárceles.

LA VESTIMENTA.
- La indumentaria de la época está descrita por los ingleses
Juan y Guillermo Parish Roberston". Traje de etiqueta de
Francia casaca azul, sobriamente adornada con angosto
galón de oro; chaleco y calzones de casimir blanco, elegante
espadín al costado, medias de seda blanca y zapatos finos
con pequeñas hebillas. El de la mayoría de los diputados al
Congreso de 1814 cuentan que era una chaqueta blanca de
madapolán, cortísima y ajustada; chaleco bordado, aún más
corto que la chaqueta; calzones a la rodilla, de pana granate,
con calzoncillos cribados que llegaban a los tobillos; faja de
seda azul, como las usadas por los saltabancos ambulantes;
botas de potro abiertas en los dedos; grandes espuelas de
plata; sombrerito ordinario cubriendo la mitad de la cabeza; e
inmensas trenzas de cabellos negros colgando sobre la
espalda. El de un alcalde: calzones de terciopelo negro
abiertos en las rodillas, con botones de plata en larga y
apretada hilera y unos calzoncillos finamente bordados,
colgando como volantes; la camisa, colgando fuera de la
manga de la casaca, estaba sostenida por una faja colorada
atada a la cintura; ligas del mismo matiz prendidas con
visible ostentación sobre sus medias de seda, y grandes
hebillas en los zapatos; completaba la indumentaria un
tricornio y una capa roja. Traje de etiqueta particular, como el
que usaba el argentino doctor Vargas, en cuya casa se
hospedaban los Roberston: frac amarillo claro con grandes
botones de nácar, calzones de raso verde con hebillas de oro
en las rodillas y medias de seda blancas, chaleco bordado,
sombrero tricornio, redecilla y un espadín; sus abundantes
cabellos estaban sumamente empolvados y engomados, y
una porción de corbata y volado de camisa que parecían
verdaderamente monstruosos «en esta época». Traje de
domingo del hombre del pueblo: chaqueta, pantalón y camisa
blancos y un sombrerito, sin calzado. Francia prohibió
terminantemente el uso de los pantalones largos y anchos
que usaban los portugueses.

Primitiva Iglesia de la Encarnación, donde fueron sepultados


los restos

del Doctor Francia (Grabado de 1847)

EL ESTADO SOCIAL.

-La Dictadura produjo la completa nivelación de la sociedad


paraguaya. El clero no gozó ya de ninguna preeminencia. El
viejo patriciado, de añejos blasones, fue diezmado por la
muerte, inutilizado por la cárcel y las confiscaciones. La
burguesía mercantil, de origen europeo, esfumadas sus
fortunas con la desaparición del comercio fluvial, se vio,
además, proscripta de la vida civil por la prohibición del
casamiento. En reemplazo de las clases aniquiladas no
aparecieron aquellas propias de los regímenes dictatoriales;
no se formó ninguna oligarquía militar, no hubo jerarcas
administrativos; ningún militar m funcionario civil gozó de la
preferencia o amistad del dictador. La igualdad más absoluta
rigió la vida paraguaya; las clases inferiores no se sintieron
nunca halagadas, pero la Dictadura les concedió ventajas que
hasta entonces desconocían. El orden más perfecto reinaba
en el interior. No estaba permitida la vagancia; había tierras
para todos. No se sufría miseria, la delincuencia había
desaparecido, los campesinos gozaron de una seguridad
nunca conocida. Como no habían sentido en carne propia los
espasmos del Terror, aceptaron sin protestas un régimen de
gobierno que les ahorraba los dolores de la anarquía. A
Francia se le temía, se le respetaba o se le admiraba; no se le
amaba. Sus ojos vigilantes estaban en todo el país y no se le
escapaba la menor falta cometida en el más lejano rincón.
Poco a poco se iba convirtiendo en una especie de deidad
invisible y poderosa. Ningún campesino pronunciaba el
nombre de «el Supremo», sin ponerse en pie y descubrirse,
lleno de temor.

EL PARAGUAY EN EL EXTERIOR.

-El temor que suscitaba el dictador se hacía sentir aun fuera


de las fronteras. Los pocos paraguayos que habían logrado
escapar del país no se atrevían a desafiar su ira y preferían
encerrarse en el más impenetrable mutismo. Cuando el
Gobierno francés pidió a su cónsul en Buenos Aires, M. Aimé
Roger, noticias sobre el dictador, aquel funcionario se dio
cuenta de cuán difícil era averiguar lo que había en el
Paraguay. El temor se adueñaba no sólo de los paraguayos,
sino aun de los extranjeros que habían vivido bajo su
dominación. M. Roger recordó en su informe que el capitán
Hervaux, francés, que estuvo cautivo en el Paraguay hasta
1830, una vez libre en Buenos Aires, jamás nombró «al
Supremo» sin llevar la mano al sombrero. Los relatos que
escribieron los naturalistas franceses Rengger y
Longchamps y los ingleses Roberston, alcanzaron gran
difusión y suscitaron asombro en Europa. Carlyle escribió un
ensayo sobre el doctor Francia, dándose cuenta de lo
extraordinario de su figura y su singular sistema de gobierno.
El cautiverio de Bonpland atrajo la atención de los institutos
científicos hacia el lejano Paraguay. Sacando provecho del
interés que despertaba el Paraguay y su gobernante, un
impostor que se hacía titular Marqués de Guaraní y se decía
embajador del dictador Francia, logró introducirse en varias
Cortes europeas. Nuevamente el nombre del Paraguay
sonaba en el mundo, precisamente cuando nada quería saber
del mundo.

QUIROGA QUIERE CONQUISTAR EL PARAGUAY.

-«Si Francia no hubiera conseguido aislar al Paraguay, sin


duda alguna este hermoso país sería hoy un miserable anexo
de las miserables provincias argentinas», anotó en el año
1836 el cónsul francés en Buenos Aires, M. Roger. El
aislamiento había alejado al Paraguay de las luchas internas
del Río de la Plata, salvándole de los horrores de la anarquía.
Francia temía que en la vorágine de las discordias intestinas
su país no pudiera conservar su independencia. Su negativa
a aceptar relaciones con ningún Gobierno argentino no había
acarreado al Paraguay consecuencias ni reacciones graves,
por más que se mantuviera latente el viejo pensamiento
anexionista. La inestabilidad de los Gobiernos y la guerra
civil impedían la realización de proyectos de envergadura, y
la experiencia de Belgrano estaba diciendo cuán difícil sería
la conquista militar del Paraguay. El general Quiroga acarició
sin cesar el mismo proyecto, y según M. Roger, «hubiera sido
verdaderamente curioso ver, frente a frente, al genio más
malvado, más revolucionario, más sanguinario de América
del Sur, con el genio más organizador, conservador y antes
que nada, a pesar de todo, el más bienhechor». Tampoco los
proyectos de Quiroga encontraron acogida y quedaron
archivados después de su asesinato en Barranca Yago.

LAS RELACIONES ENTRE FRANCIA Y ROSAS.

- Vencida la anarquía en Buenos Aires con el predominio de


Juan Manuel de Rosas, asegurado el orden y la regular
navegación, parecía llegado el momento de cesar el
aislamiento del Paraguay. Pero Francia no varió su política y
Rosas no quiso hostilizar al Paraguay. La similitud de
sistemas y de ideas estableció entre ambos un tácito acuerdo
y hasta llegó a asegurarse que Francia había recibido a un
emisario especial del gobernador de Buenos Aires. En la
copiosa correspondencia de Francia, rica en invectivas
contra los gobernantes argentinos, no hay una sola alusión
para Rosas; la prensa de Rosas trató con consideración y
respecto al Paraguay y a su dictador, y muerto él, lo defendió
con vigor de las acusaciones de sus detractores. A Rosas le
llamó la atención que el dictador no hubiese nunca
denunciado el Tratado del 12 de Octubre o protocolizado la
independencia del Paraguay, al uso solemne de la época.
Formó entonces una teoría, en cuya virtud su Gobierno
mantuvo frente al Paraguay una actitud de respetuosa
expectativa: lo que el dictador buscó con el aislamiento del
Paraguay era, nada más, que evitar los estragos de la
anarquía, sin que su intención fuera separarlo de la unión
argentina. Así se expedía en «La Gaceta Mercantil». Tal
interpretación de la política del dictador parecía justificada
por el hecho cierto de que Buenos Aires nunca había recibido
la formal declaración de la independencia del Paraguay,
omisión que debió suplirse dos años después de la muerte
del dictador.

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