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18/11/2019 Causa nº 5397/2018 (Nulidad).

Resolución nº 42 de Corte Suprema, Sala Segunda (Penal) de 13 de Junio de 2018 - vLex

impreso por acceso.ip@santotomas.cl (edición


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ID vLex: 729038837
http://corte-suprema-justicia.vlex.cl/vid/armando-patricio-galaz-lopez-729038837

Chile

Causa nº 5397/2018 (Nulidad). Resolución nº 42 de Corte Suprema, Sala


Segunda (Penal) de 13 de Junio de 2018

Fecha de Resolución: 13 de Junio de 2018

Movimiento: RECHAZA RECURSO DE NULIDAD

Rol de Ingreso: 5397/2018

Rol de Ingreso en Cortes de Apelación: 0 - Penal

Rol de Ingreso en Primer Instancia: O-64-2017 - 6º TRIBUNAL DE JUICIO ORAL EN LO PENAL DE SAN MIGU

Emisor: Sala Segunda (Penal)

Recurso. Delito terrorista. Ley penal. Paz pública.

Santiago, trece de junio de dos mil dieciocho. Vistos:

El 6° Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, por sentencia de quince de marzo del año en curso,
condenó a J.A.F.R. como autor del delito consumado de posesión o tenencia de bomba, previsto y
sancionado en el artículo 13 en relación al artículo 3 de la Ley 17.798, de seis delitos consumados de
lesiones menos graves previstas y sancionadas en el artículo 399 del Código Penal y un delito
consumado de daños previsto y sancionado en el artículo 485 N°6 del Código Penal, perpetrados el
día 13 de julio de 2014, en la comuna de Las Condes, a la pena única de OCHO AÑOS de presidio
mayor en su grado mínimo y accesorias legales; y como autor del delito consumado de colocación,
activación y detonación de artefacto explosivo previsto y sancionado en el artículo 2 N°4 en relación
con los artículos 1 y 3 de la Ley 18.314, perpetrado el día 8 de septiembre de 2014, en la comuna de
Las Condes, a la pena de QUINCE AÑOS, de presidio mayor en su grado medio y accesorias legales,
además de imponer como accesoria las inhabilitaciones por el plazo de quince años establecidas por
el artículo 9° inciso 2° de la Constitución Política de la República.

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Atendida la extensión de las penas impuestas, la sentencia dispuso que el sentenciado deberá
cumplirlas de manera efectiva, principiando por la más grave, la que se contará desde el día 18 de
septiembre de 2014, fecha desde la cual permanece ininterrumpidamente privado de libertad en
esta causa. Decretó, asimismo, el comiso de las especies ahí individualizadas, eximió al sentenciado
del pago de las costas de la causa y no impuso tal carga al Ministerio Público. En lo civil, la
sentencia acogió la demanda deducida por el Departamento de Práctica y Asistencia Legal de la
Pontificia Universidad Católica de Chile, en representación de L.A.V.Q., J.L.B.M. y R.A.M.F. y
condenó a F.R. a pagar, por concepto de indemnización de perjuicios a título de daño moral, la
suma de $2.500.000 (dos millones quinientos mil pesos), respecto de L.A.V.Q.; - $2.000.000 (dos
millones de pesos), respecto de J.L.B.M.; y $2.000.000 (dos millones de pesos) respecto de
R.A.M.F., cantidades que deberán ser pagadas debidamente reajustadas, de acuerdo a las
variaciones que experimente el Índice de Precios al Consumidor, desde la fecha en que la sentencia
quede ejecutoriada, más los intereses corrientes que se devenguen desde la mora, sin costas.

Contra la mencionada sentencia, la defensa del condenado dedujo recurso de nulidad, el que se
admitió a tramitación, fijándose audiencia para su conocimiento para el día 23 de mayo en curso, a
la que concurrió la defensa, el Ministerio Público, el Ministerio del Interior, la Ilustre
Municipalidad de Las Condes y el Departamento de Práctica y Asistencia Legal de la Pontificia
Universidad Católica de Chile, citándose a las partes para la comunicación del fallo.

CONSIDERANDO:

PRIMERO
Que por el recurso deducido se ha esgrimido, en forma principal, la causal del artículo 373 letra a)
del Código Procesal Penal, en relación con la garantía fundamental de la igualdad ante la ley,
establecida en el artículo 19 N°2, y la garantía del debido proceso, contemplada en el artículo 19 N°
3 inciso sexto, de la Constitución Política de la República, por la exclusión de prueba de la defensa,
argumentando una supuesta impertinencia de la misma. Señala al efecto que su parte había
ofrecido como prueba de descargo, diversos documentos consistentes en correos electrónicos
interceptados a una empresa nacional que provee tecnología a las ramas de las fuerzas armadas, en
especial Carabineros de Chile, la cual, durante el año 2014 se encontraba promocionando y
gestionando la venta de un malware o programa informático que infecta los dispositivos celulares,
pudiendo generar el comando remoto de los mismos, utilizado para la interceptación de llamadas
telefónicas realizadas por dichos aparatos móviles y que, por sus características, permitía funcionar
sin una orden judicial de por medio.

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Tales correos electrónicos, expone, dejaban en evidencia las funcionalidades del programa, su
ilegalidad y, especialmente, que en los meses previos al atentado en centro comercial Subcentro,
Estación de Metro Escuela Militar, dicha empresa tomó contacto con funcionarios de Carabineros,
dependientes de DIPOLCAR, que era la repartición que efectuaba las indagaciones respecto de los
atentados en Metro Los Dominicos y dos instalaciones policiales. Estos antecedentes, sumados a
otros medios de prueba, permitían a la defensa sustentar su teoría del caso conforme a la cual en el
atentado explosivo del día 8 de septiembre de 2014, ocurrido en el local S. de la estación de Metro
Escuela Militar (hecho N°3 de la acusación del Ministerio Publico), habrían participado personas
ligadas a estas negociaciones, con el fin de generar la necesidad de contratar estas herramientas de
interceptación y lograr con ello, ganancias por sobre los dos mil millones de pesos.

Sin embargo, a petición del Ministerio Público, el Tribunal de Garantía excluyó dicha prueba, dado
que se trataría de documentos que estaban en parte traducidos y que, en algunas partes del texto,
incluían palabras o frases en inglés, por lo cual el tribunal, en su resolución, señaló: “…que están en
un idioma extranjero, un idioma extranjero que al momento de ser traducido al español, que es el
idioma que en definitiva a nosotros nos rige, no aparece claro en qué consisten, o la secuencia lógica
de estos correos electrónicos respecto de la teoría del caso de la defensa. Teniendo en consideración
que no existe una claridad en cuanto a estos documentos que se pretenden acompañar, por cierto,
esta juez no puede pronunciarse respecto a si hay una pertinencia en los términos que la defensa así
lo quiere hacer valer…… No obstante esto, el día de hoy, al no tener claro en qué consisten estos
medios de prueba, puesto que su traducción no es del todo fidedigna, me parece que existe una
absoluta impertinencia para incorporarlos en los términos que la defensa lo quiere hacer valer. En
ese orden de ideas, se va a acoger la petición del Ministerio Público y se va a excluir por manifiesta
impertinencia”. Pista de audio 1400674179-8-1234-161202-00-06-_1 Resolución (excluye) y
reposición. (00:00 – 02:03)

Sustentando la infracción de garantía que postula, señala que la dimensión del derecho de defensa
que interesa en el caso es aquella que garantiza la Convención Americana de Derechos Humanos
(CADH) en el artículo 8.2.letra c) y f), de cuyo análisis se desprende que el inculpado tiene derecho
a usar todos los medios probatorios a su alcance y puede presentarlos ante el tribunal, lo que
vincula con el derecho a ser oído, infringido en forma sustancial en este caso, pues el Tribunal debió
garantizar el pleno ejercicio de las facultades y derechos previstos a todos los intervinientes y, en
particular, la posibilidad de generar planteamientos y alegaciones para hacer valer la posición de la
defensa como interviniente en el proceso penal, lo que no ocurrió porque no se permitió que su
representado dispusiera de toda la prueba a su alcance para generar la duda acerca de su
participación en el hecho N° 3 de la acusación, relativo al atentado explosivo ocurrido el día 8 de
septiembre de 2014 en el Subcentro de la estación de Metro Escuela Militar.

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Termina solicitando que se declare que ha existido infracción de los derechos fundamentales de su
representado, de igualdad ante la ley y debido proceso, y en consecuencia, se anule parcialmente el
juicio oral y la sentencia, disponiendo que se remitan los antecedentes ante un tribunal no
inhabilitado para la realización de un nuevo juicio oral y el pronunciamiento de una nueva
sentencia respecto del hecho número 3 de la acusación ocurrido con fecha 8 de septiembre de 2014
en el establecimiento Subcentro de la estación de Metro Escuela Militar, ordenando expresamente
la incorporación a dicho juicio de los medios de prueba que describe.

SEGUNDO
Que, en subsidio de la causal enunciada precedentemente, la misma parte señaló que en la
sentencia atacada se ha incurrido en la hipótesis consignada en la letra b) del artículo 373 del
Código Procesal Penal, por dos tipos de motivos.

El primero, al sancionar el hecho 3 de la acusación de conformidad al artículo 2 N°4 en relación con


los artículos 1 y 3 de la Ley 18.314, por cuanto no se cumplen todos los presupuestos normativos
para condenar por dicha figura y, por tanto, lo que correspondía era sancionar de conformidad al
artículo 13 en relación al artículo 3 de la Ley 17.798 además de los artículos 397 N°2, 399 y 485 N°6
del Código Penal.

Señala que el yerro, en esta parte, se comete al no hacerse cargo de la definición y alcance del
artículo 1° de la ley primeramente citada, respecto a la finalidad terrorista, en consideración al bien
jurídico colectivo; como en lo referido a la omisión de considerar la necesidad de la concurrencia
del requisito de contener un elemento organizativo en la conducta terrorista. Sustentando este
apartado, el recurso sostiene que para legitimar la aplicación de la Ley Antiterrorista resulta
necesario que los intervinientes hagan un ejercicio reflexivo en la interpretación de tipos penales
cuestionables y criticables por la ciencia penal, en atención a que nacieron con un déficit de
reflexión teórica adecuada, lo que ha posibilitado el desolador panorama que presenta el
tratamiento jurídico nacional del terrorismo y que también se advierte, por pequeños pasajes, en la
sentencia recurrida. Postula, entonces, la función delimitadora del bien jurídico en la creación e
interpretación de los tipos penales, explicando las dificultades existentes para identificar el
aspecto nuclear del terrorismo, haciéndose cargo de tres elementos referidos por la doctrina: el
instrumental (referido a los medios con aptitud o idoneidad para generar lesiones o peligros de
especial gravedad), el teleológico (esto es, la finalidad de la conducta de afectar los bienes
jurídicos colectivos que protege la norma, por lo que ella ha de ser de orden político, lo que es
distinto de la motivación política de la misma) y el estructural, señalando que en Chile la ley ha
evolucionado desplazando el concepto de terrorismo desde un criterio objetivista a uno subjetivista,
conforme a la evolución que ha experimentado.

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Sobre este último punto, refiere que el elemento subjetivo contenido en el artículo 1° de la Ley sobre
Conductas Terroristas de “causar miedo o temor justificado en la población” ha de entenderse como
un medio para lograr una afectación a un bien jurídico colectivo, ya que la sola consideración de
causar miedo o temor resulta vacía, porque tal finalidad debe venir concatenada a una afectación
concreta y objetiva a un orden público o institucionalidad. De lo contrario, se estaría imputando
conducta terrorista al hecho, al fenómeno anímico de la población, ya que naturalmente eso genera
el terrorismo: una agenda coactiva a través de una acción idónea, para obligar a tolerar un nuevo
estado de cosas no legitimado, no aceptado, no esperado, y así, afectar al individuo y el Estado. En
tales términos, postula que ése es el miedo que parece definir y diferenciar la delincuencia común
de la delincuencia terrorista, por lo que el tribunal incurre en error de derecho al desestimar la
finalidad terrorista en la ley, además de incurrir en confusión respecto a la motivación de una
conducta terrorista frente al elemento teleológico, al indicar que tal concepción sólo resulta ser una
propuesta de lege ferenda.

Esto es así porque lo común en la conducta terrorista y su fin político, es el predicado de una
estrategia comunicativa violenta, que pretende poner en riesgo el Estado y sus métodos
democráticos, es decir, no basta una interpretación puramente psicologicista de la conducta
terrorista, debiendo exigir la proyección comunicativa violenta para la afectación de la organización
política del Estado. Por la misma razón, en función de la concurrencia de esta finalidad, la
estructura típica derivada de la exigencia de esta tendencia interna trascendente no es la de un
delito de resultado cortado sino la de un delito mutilado de dos actos, porque se necesita un peligro
concreto del bien jurídico colectivo resguardado por la norma penal que tipifica las conductas
terroristas.

Así, entonces, señala que la concepción psicologizante de la finalidad terrorista que postula el
tribunal, con la correspondiente interpretación del bien jurídico colectivo (orden público en faz
subjetiva, como la alarma pública o paz pública) no permite entender el fenómeno terrorista como
tal, no logra parámetros concretos respecto al “miedo justificado”, no permite identificar un bien
jurídico colectivo concreto y termina prescindiendo de este elemento a la hora de comprobar su
afectación, porque el miedo psicologizante aparece configurado a nivel de la afectación individual
de las personas, de modo que su importancia estructural pasa a ser inocuq.

En razón de lo expresado, postula que la ley N°18.314 se interprete de un modo alternativo, a través
de una reinterpretación del bien jurídico y del carácter político de toda finalidad terrorista, que se
resume en el elemento teleológico del delito terrorista, lo que permite que la norma cobre sentido al
hallarse, más allá de toda duda razonable, ante la afectación de un peligro concreto del bien jurídico

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colectivo, sea el orden constitucional democrático, sea un orden público objetivo, esto es, en un
nivel de afectación que transcienda los bienes jurídicos individuales. De lo contrario, solo puede
hablarse de delincuencia común, mas no terrorista.

Asimismo, denuncia que la sentencia incurre en error al aplicar las disposiciones citadas con
inobservancia del requisito de un elemento organizativo en la conducta terrorista, no haciéndose
cargo de ciertas características de los delitos terroristas que, al igual que el fenómeno empírico del
“terrorismo”, tienen una característica marcada reconducible al “colectivo”, esto es, una
organización que haga posible una estrategia, una finalidad e intencionalidad que la distingue de la
criminalidad común, con componente político, de afectación a los elementos del sistema
constitucional, de modo tal que la conducta comunica el desconocimiento del orden democrático y,
por ende, la totalidad de los elementos del tipo deben ser interpretados a partir de ese mensaje
comunicacional y su contenido.

Esta tesis, sostiene, se ve reforzada por la referencia implícita a la reiteración que contiene la ley, ya
que lo que define la conducta no es el temor por sí solo, sino que es el temor de ser víctima de
delitos de la misma especie. Luego, es la posibilidad de reiteración la que determina el temor, lo que
permite introducir tal mensaje comunicativo de puesta en peligro o cuestionamiento de la forma
democrática institucional. Si no hay una organización - acto de un solitario- no hay ninguna razón
para pensar en su reiteración y solo la existencia de un grupo que exhiba el carácter de organización
criminal logra justificar un régimen de penalidad tan intensa como la que se expresa en la ley N°
18.314, ya que la organización representa en sí, un peligro especialmente potente, de los medios que
pueden utilizar y de la proyección estratégica que dan lugar en la sociedad.

Termina solicitando, como petición concreta de este capítulo, que se invalide la sentencia definitiva
pronunciada por el 6° Tribunal del Juicio Oral en lo Penal de Santiago, mediante la cual se condenó
al acusado J.A.F.R. a sufrir la pena de QUINCE AÑOS, de presidio mayor en su grado medio y a las
accesorias legales, además de la accesoria de inhabilitaciones por el plazo de quince años
establecidas por el artículo 9° inciso 2° de la Constitución Política de la República, por su
responsabilidad en calidad de AUTOR de un delito de consumado de colocación, activación y
detonación de artefacto explosivo previsto y sancionado en el artículo 2 N°4 en relación con los
artículos 1 y 3 de la Ley 18.314, perpetrado el día 8 de septiembre de 2014, en la comuna de Las
Condes, y atendido a que es aplicable al caso lo dispuesto en el artículo 385 del Código Procesal
Penal -al haberse dispuesto una pena mayor a la que legalmente corresponde- dicte, sin nueva
audiencia pero separadamente, sentencia de reemplazo, que le imponga - atendido lo preceptuado
en el artículo 75 del Código Penal- la pena de 5 años y un día de presidio mayor en su grado
mínimo, o la que se determine dentro del presidio mayor en su grado mínimo, como autor de un
delito consumado de posesión o tenencia de bomba, previsto y sancionado en el artículo 13 en

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relación al artículo 3 de la Ley 17.798; de 10 delitos de Lesiones Graves previstas y sancionadas en el


artículo 397 N°2 del Código Penal; de 13 delitos consumados de lesiones menos graves previstas y
sancionadas en el artículo 399 del Código Penal; y de 7 delitos consumados de daños, previsto y
sancionado en el artículo 486 del Código Penal, perpetrados el día 8 de Septiembre de 2014, en la
comuna de Las Condes.

TERCERO
Que, por último y como segundo capítulo de esta misma causal, el que se formula conjunta o
subsidiariamente respecto del deducido en el primer apartado, denuncia el error de derecho que
comete el tribunal, con influencia sustancial en lo dispositivo del fallo, al rechazar la aplicación del
artículo 351 inciso segundo del Código Procesal Penal, en relación al hecho 1 y hecho 3, disposición
que se pone en el supuesto que la naturaleza de las distintas infracciones no sean de la misma
especie. Señala que conforme el inciso final de la norma citada, los delitos se consideran de la
misma especie cuando afecten un mismo bien jurídico, por tanto, a contrario sensu, cuando no
afectaren un mismo bien jurídico lo que corresponde es estimar que son ilícitos de naturaleza
diversa y por tanto aplicar el inciso segundo de la disposición.

Por otro lado, el tribunal establece que en ningún caso, de aplicarse la disposición del inciso
segundo, puede procederse al aumento del grado desde el mínimo, dando para ello solo un
argumento de autoridad, al citar sin más la sentencia de la Corte Suprema Rol 7224-2013, lo que
estima equivocado, refiriendo al efecto diversas sentencias que postulan una comprensión diversa
sobre el punto.

Termina solicitando que se invalide la sentencia definitiva y siendo aplicable al caso lo dispuesto en
el artículo 385 del Código Procesal Penal -al haberse impuesto una pena mayor a la que legalmente
corresponde- se dicte, sin nueva audiencia pero separadamente, sentencia de reemplazo, en los
siguientes términos:

- APLICACIÓN CONJUNTA- Que para el caso de acogerse el primer capítulo de nulidad por error
de derecho, se aplique lo dispuesto en el artículo 351 inciso segundo del Código Procesal Penal y se
imponga una sola condena respecto del hecho uno y tres de la acusación, aumentando la pena
desde su mínimo, quedando fijado el marco de la pena en presidio mayor en su grado mínimo,
procediendo a imponer una sola condena dentro de ese marco penal.

- APLICACIÓN SUBSIDIARIA- Que para el caso de no acogerse el primer capítulo de nulidad por
error de derecho y se mantenga por esta Corte la calificación de delito terrorista para el hecho 3, se
imponga igualmente una sola condena por aplicación de lo dispuesto en el artículo 351 del Código
Procesal Penal y, teniendo en consideración que la mayor pena corresponde al delito consumado de

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colocación, activación y detonación de artefacto explosivo previsto en el artículo 2 N°4, en relación


con los artículos 1 y sancionado en el artículo 3, todos de la Ley 18.314, que establece un marco
penal de presidio mayor en cualquiera de sus grados, se aumente dicho marco penal por lo
dispuesto en el artículo 351 inciso segundo del Código Procesal Penal desde el grado mínimo,
quedando situado el marco penal en presidio menor en su grado medio, si se aumenta en un solo
grado, o en presidio menor en su grado máximo si se aumenta en dos grados, a fin que se imponga
una sola condena dentro del marco penal que permite la norma ya citada.

CUARTO
Que, sin perjuicio de lo expresado al fundamentar la causal deducida en forma principal, esto es,
artículo 373 letra a) del Código Procesal Penal, de lo expuesto por las partes en estrados aparece
que la defensa realizó oferta de prueba que excede aquella excluida por falta de pertinencia en la
audiencia de preparación del juicio oral, antecedentes que fueron aceptados por la señora Juez de
Garantía que la condujo.

QUINTO
Que en esos términos, resulta evidente que la defensa estuvo en condiciones de rendir las restantes
probanzas incorporadas al auto de apertura y que estaban destinadas a demostrar la teoría del caso
a que ha hecho referencia en su recurso, mecanismos de acreditación de los que no hizo uso en la
audiencia de juicio oral, como se advierte de la lectura del motivo 12° de la sentencia impugnada.

SEXTO
Que sobre el punto traído al conocimiento de este tribunal, es necesario tener en cuenta que la
situación propuesta se encuentra regulada en el artículo 276 del Código Procesal Penal, norma que
contempla las hipótesis de exclusión de prueba del procedimiento, siendo la primera de ellas la
referida a la “manifiestamente impertinente”, esto es, aquella que no guarda relación alguna con los
hechos materia de la acusación o los alegados por la defensa, al no existir relación lógica o jurídica
entre el hecho y el medio de prueba (H.L. y L.M., Derecho Penal Chileno, tomo II, pag 45). De esta
manera, el orden procesal penal entrega al juez de garantía herramientas para velar por la
economía procesal, impidiendo la introducción al juicio de prueba que aparezca como inútil para la
determinación de los hechos, exigencia que se consagra como requisito para la prueba de cargo y
para la defensa y ha de ser manifiesta, esto es, evidente.

En tales términos, la objeción formulada por la jueza de garantía sobre la base de la referida causal
aparece como fruto del ejercicio de las atribuciones que le otorga la ley, toda vez que en su
resolución da cuenta de los reparos de que adolece la prueba específica ofrecida, y que le generan

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fundadamente la duda sobre la utilidad de lo ofrecido para la teoría del caso de la defensa, fundada
en la falta de coherencia del contenido del documento, por su traducción parcial.

SÉPTIMO
Que tal decisión no aparece revestida de la entidad que pretende el recurso, toda vez que es un
hecho pacífico para las partes la circunstancia de encontrarse los referidos documentos
parcialmente en idioma extranjero, tornando en ilusorio el control que era de carga del tribunal de
garantía, con miras a la audiencia de juicio oral, para cautelar la relación del medio de prueba
aportado con los hechos que pretendía sustentar.

Por lo demás, tal examen no fue arbitrario, al encontrarse expresamente previsto en la ley, de
manera que la parte interesada estaba en situación de prever el escenario que ahora cuestiona, así
como el régimen recursivo entregado por la ley respecto de la referida resolución, por el motivo
señalado.

OCTAVO
Que, por otra parte, denunciada como lo ha sido una infracción de garantías referida al debido
proceso en su variante del derecho a defensa al haberse conculcado el derecho del acusado a rendir
prueba de descargo, resulta necesario puntualizar que este tribunal ha resuelto uniformemente que
el agravio denunciado debe ser real, en cuanto perjudique efectivamente los derechos procesales de
la parte, esto es, que entrabe, limite o elimine su derecho constitucional al debido proceso.
Asimismo, se ha dicho que la infracción producida a los intereses del interviniente debe ser
sustancial, trascendente, de gravedad, de tal modo que el defecto sea, en definitiva, insalvable
frente al derecho constitucional del debido proceso, por cuanto la nulidad que se pretende, en tanto
constituye una sanción legal, supone un acto viciado y una desviación de las formas de
trascendencia sobre las garantías esenciales de una parte en el juicio, en términos que se atente
contra las posibilidades de actuación de cualquiera de los intervinientes en el procedimiento (SCS
2866-2013, 4909-2013, 21.408-2014, entre otras).

NOVENO
Que en tales condiciones, el recurso aparece desprovisto de sustento ya que la objeción levantada
por el tribunal respecto de la prueba ofrecida es constitutiva del motivo que se ha hecho valer.

Por otra parte, y de acuerdo a lo expresado en el fundamento Duodécimo del fallo recurrido, al
acusado recurrente se le reconoció el derecho a rendir prueba y presentó, junto a la rechazada, otra
cantidad importante de medios probatorios, los que sin embargo, no llevó al juicio, renunciando a
su incorporación como medio de defensa, por lo que este tribunal no comparte lo afirmado por el

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recurso en el sentido que en la especie se ha producido una afectación sustancial de sus derechos
constitucionales, toda vez que tal afirmación se contradice con su conducta procesal, al renunciar la
defensa a sus prerrogativas en el juicio, lo que impide que la omisión probatoria que se reprocha
tenga la trascendencia y entidad que es indispensable para admitir la configuración de la causal de
nulidad alegada.

DÉCIMO
Que, por otra parte, el entendimiento de la defensa sobre la trascendencia de los vicios que ha
denunciado – pretendiendo que de haber sido incorporados tales antecedentes, su defendido habría
sido absuelto- no puede ser compartida, toda vez que atribuye a los efectos de tales antecedentes
omitidos una entidad que no es posible de ser demostrada y, por ende, asumida por esta Corte para
tener por configurada la causal que invoca.

UNDÉCIMO
Que, por último, carece de la capacidad de alterar lo concluido lo expresado por el abogado
defensor tanto en su recurso como en estrados, en el sentido que su representado no tuvo forma de
impugnación – salvo la que ahora se revisa- para cautelar los derechos de su parte en relación a la
prueba excluida, toda vez que tal situación es común para los intervinientes en la sede referida, por
el motivo invocado (falta de pertinencia), siendo ella fruto de una decisión soberana del legislador
procesal que no puede configurar – de la manera pretendida- el vicio que ahora alega.

Tampoco es del caso aceptar que por esta impertinencia haya habido un menoscabo a sus garantías
procesales previstas en las letras c) y f) del N° 2 del artículo 8 del Pacto de San José de Costa Rica,
norma que asegura la presunción de inocencia y el ofrecimiento de determinados derechos que
impidan la conculcación de tal garantía, puesto que la norma sólo precave la concesión al inculpado
del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de la defensa, situaciones que no atañen
de manera especial al reparo jurisdiccional de la prueba ofrecida y, en el caso de la letra f),
claramente el precepto sólo asegura a la defensa interrogar a los testigos presentes en el tribunal y
de obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz
sobre los hechos, lo cual no impide que en la etapa procesal se analice y se resuelva sobre la
legalidad y pertinencia de la prueba ofrecida conforme a lo que al efecto indica el artículo 276 del
Código Procesal Penal.

DUODÉCIMO
Que en lo referido al primer capítulo del motivo de nulidad deducido en subsidio, esto es, el error
de derecho cometido al sancionar el hecho 3 de la acusación de conformidad al artículo 2 N°4, en
relación con los artículos 1 y 3 de la Ley 18.314, reclamando que no se cumplen todos los

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presupuestos normativos para condenar al recurrente por dicha figura, resulta necesario tener en
cuenta que el referido yerro se postula sobre la base de sostener:1.- Que la tesis de los jueces del
fondo no se hace cargo de la “finalidad terrorista” como elemento definitorio de la conducta
prescrita en el artículo 1º de la Ley 18.314 y que resulta necesario desentrañar como parte de un
ejercicio interpretativo que permita el ejercicio de la función delimitadora del bien juridico
protegido, que supere las dificultades que entraña la sola consideración de causar miedo o temor
contenida en la norma. 2.- Que la reinterpretación del bien jurídico protegido debe considerar el
carácter político de toda finalidad terrorista, lo que permite que la disposición a aplicar, opere ante
afectaciones concretas de tales intereses relevantes. 3.- Que por último, en la referida concreción
de la ley al caso llevado a juicio, se analice la concurrencia o ausencia del elemento organizativo del
delito terrorista, el que estima consustancial, al ser la única forma de distinguir tales conductas de
las propias de la criminalidad común.

DÉCIMO TERCERO
Que previo a determinar la existencia de un delito de carácter terrorista en la conducta llevada a
juicio, los sentenciadores del fondo señalaron que el criterio expresado por el legislador para la
calificación de un delito de esa naturaleza presupone la existencia en el agente de una determinada
finalidad, que consiste en producir en la población o en una parte de ella el temor justificado de ser
víctima de delitos de la misma especie -entendiendo por tales los delitos terroristas a que se refiere
el artículo 2° de la mentada Ley- sea por la naturaleza y efectos de los medios empleados, sea por la
evidencia de que obedece a un plan premeditado de atentar contra una determinada categoría o
grupo determinado de personas, sea porque se cometa para arrancar o inhibir resoluciones de la
autoridad o imponerle exigencias, pasando esta última circunstancia, con la modificación
introducida por la Ley 20.467, de ser un elemento terrorista autónomo y distinto o alternativo al del
numeral primero de esa norma, a ser una de la hipótesis asociadas a la finalidad de producir el
temor en la población o una parte de ella.

Así, entonces, señalaron que el principio regulativo de la legislación actualmente vigente consiste en
estructurar los delitos terroristas sobre la base de una calificación de determinados ilícitos comunes
en tanto figuras base, en función de su comisión con una determinada finalidad, en tanto que otros
(de configuración autónoma), como son los contenidos en las reglas de los N° 2, 3 y 4 del artículo
2°, no corresponden a delitos establecidos en el Código Penal o en otro cuerpo legal, sino a
conductas lesivas o potencialmente lesivas para determinados intereses que, en tanto sean
ejecutadas con alguna de las finalidades expresadas en el artículo 1°, también constituyen delitos
terroristas.

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La finalidad a que alude el artículo 1º de la Ley 18.314, expresaron, es un elemento subjetivo del
tipo o del injusto, distinto del dolo, rasgo distintivo que implica considerar a los delitos terroristas
como delitos de intención o de tendencia interna trascendente y, dentro de dicha categoría, como
de resultado cortado, pues la consecuencia la produce la propia conducta típica. De acuerdo a lo
descrito, los jueces del fondo señalaron que la gran problemática que plantean estos delitos está
asociada a la acreditación de este elemento subjetivo, para cuyo efecto la ley brinda ciertos
elementos o parámetros objetivos, como son “la naturaleza y efectos de los medios empleados”, “la
evidencia de que obedece a un plan premeditado de atentar contra una categoría o grupo
determinado de personas” o la circunstancia de haberse cometido “para arrancar o inhibir
resoluciones de la autoridad o imponerle exigencias”. Es a partir de estos elementos que se debe
probar la finalidad del agente, únicos criterios admitidos por la ley que hacen legítima la
cualificación de terrorista de un delito.

La concurrencia de tales elementos, de acuerdo al análisis de la prueba rendida, permitió a dichos


sentenciadores calificar los hechos acreditados para el ítem N° 3 de la acusación del Ministerio
Público como constitutivos de un delito de carácter terrorista y atribuir participación en él, al
recurrente.

DÉCIMO CUARTO
Que en lo referido a la tesis de la defensa, los jueces del fondo señalaron: 1.- Que en la descripción
de las conductas típicas contenidas en la ley 18.314, el legislador optó por una acepción subjetivista,
que lo desprovee de carácter político, al construir tipos penales a partir de un elemento subjetivo
consistente en la finalidad interna del sujeto al momento de cometer la conducta. 2.- Que la
finalidad política en la configuracion de la conducta terrorista no está plasmada en la ley, citando al
efecto la historia de establecimiento de la Ley 20.467, siendo tal finalidad una propuesta de lege
ferenda. 3.- Que el objeto de protección subyacente en la regulación son los bienes jurídicos
trascendentales para la comunidad y el estado de derecho, como la vida, la salud o integridad física,
la propiedad, la libertad de las personas o un grupo de ellas, frente a ataques en los que se persigue
infundirles un temor justificado de ser víctimas de otros delitos de similar gravedad, lo que
determina que en la ejecución de estas conductas se comprometa también la seguridad, como bien
jurídico colectivo. Citando en esta parte a doctrina nacional, el fallo hace suyo el razonamiento de
un sector de ella conforme al cual la organización del Estado democrático de Derecho o el
ordenamiento constitucional democrático no constituye un objeto de protección de la regulación
citada, en la medida que se constata la falta de relevancia de la finalidad política o político – social
perseguida por el autor. 4.- Otro tanto ocurre para el tribunal, en lo referido a la exigencia del

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elemento organizativo como estructurante del ilícito en cuestión, a la luz de lo que señala la ley, en
razón de la tipificación autónoma de la figura de asociación ilícita terrorista, citando en apoyo de
esta conclusión, antecedentes de la historia fidedigna del establecimiento de la Ley 20.467.

DÉCIMO QUINTO
Que los motivos de impugnación hechos valer por la defensa del condenado acusan una presunta
omisión de los jueces del fondo en orden a hacerse cargo de ciertos y precisos elementos que estima
necesarios para la acertada configuración del delito que se dio por establecido respecto del hecho
Nº 3.

Sin embargo, conforme se ha expuesto, el tribunal oral en lo penal ha dado razones para determinar
la improcedencia de someter la conducta llevada a juicio al baremo propuesto por su defensa, las
que transitan desde motivos de texto a razones de historia de su establecimiento.

En tal sentido, los referidos sentenciadores no son ajenos al juicio crítico formulado por la doctrina
respecto de las dificultades que supone la fórmula elegida por el legislador nacional para configurar
la conducta terrorista, al radicar su núcleo en aspectos de índole subjetivo, que entrañan
dificultades probatorias, no obstante lo cual procedieron a despejar la referida incógnita mediante
el análisis de los criterios de concreción que entregó el legislador.

DÉCIMO SEXTO
Que la historia del establecimiento de la ley 18314 y sus modificaciones permite afirmar que su
texto ha ido transitando desde la caracterización de los ilícitos que describe conforme criterios
objetivos, hasta su redacción actual que explicita su sentido subjetivo, al definir como presupuesto
fundamental de la conducta terrorista, la finalidad de producir temor, suprimiendo la presunción
legal de finalidad terrorista que establecía el numeral 1 del artículo 1 de la normativa modificada.

Tal cambio de criterio obedeció a la intención manifiesta de perfeccionar y actualizar la legislación


en la materia, por lo que se abordó el concepto de conducta terrorista, suprimiendo la presunción
contenida en el inciso segundo del numeral primero del artículo 1 de la Ley que, invirtiendo la carga
de la prueba, daba por supuesta la finalidad de producir temor por el hecho de cometerse el delito
por alguno de los medios allí enumerados, delimitando el alcance de la referida conducta, con el
objeto de que “la finalidad terrorista se acredite como un elemento propio del tipo penal”
(intervención del Ministro de Justicia de la época, sr. B.).

Así se manifestó en el mensaje del proyecto y discusión suscitada a su respecto: “En el contexto
actual del fenómeno del terrorismo, se hace necesaria la revisión crítica de los conceptos con los
que se define y delimita el carácter terrorista de una conducta determinada. El elemento esencial

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del terrorismo es el propósito de causar un temor justificado en la población, o en una parte de ella,
de verse expuesta o ser víctima de delitos de gravedad. Es en virtud de lo anterior que el presente
proyecto busca, precisamente, explicitar que esta finalidad de producir temor es presupuesto
fundamental de toda conducta terrorista” (página 5, Historia de la Ley 20.467).

DÉCIMO SÉPTIMO
Que de acuerdo, entonces, al tenor de la norma en análisis, resulta que la conclusión de los jueces
del fondo sobre aquello que se denomina como “finalidad terrorista” es acertada, ya que para la
legislación nacional el elemento esencial del terrorismo radica exclusivamente en el propósito de
causar un temor justificado en la población o en una parte de ella, de verse expuesta o ser víctima
de delitos de gravedad, desde que el artículo 2 de la ley consagra ilícitos con potencialidad para
calificarse de terroristas sólo si cumplen con el elemento subjetivo del tipo que establece el artículo
1 de la ley, el que ha de acreditarse en el juicio respectivo, no obstante las consecuencias probatorias
que el profesor H.B. ha destacado en su Informe en derecho sobre los alcances de la Ley 18.314,
citado en la sentencia.

En tales condiciones, el acercamiento del tribunal al concepto de finalidad, definitorio de la


conducta pesquisada, aparece como acertado, ya que dichos jueces han atendido a lo que la ley
chilena entiende y sanciona como conducta terrorista, analizando las definiciones contenidas en las
disposiciones legales que rigen la materia, mas no a lo que de lege ferenda se entiende por tal. En
esos términos, reconducir la finalidad tantas veces citada a la protección de bienes jurídicos
distintos de los tenidos en cuenta expresamente para legislar escapa del margen de actuación del
sentenciador, constreñido por el sentido literal de la disposición, como punto de partida que, al
mismo tiempo, determina su límite; la intención reguladora del legislador y el fin de la norma,
determinables en base a la situación histórica, al motivo de la regulación, a las declaraciones sobre
este punto del legislador, a una declaración oficial de motivos, y a su contenido mismo, en cuanto
aquélla esté claramente orientada a un fin.

DÉCIMO OCTAVO
Que por las mismas razones no resulta atendible la pretensión referida al llamado elemento
organizativo del delito que se revisa, ya que de la descripción que la Ley 18.314 realiza del delito
aparece que cualquiera persona, independiente de su investidura y pertenencia o no a un grupo
organizado, puede incurrir en las conductas descritas siempre que esté presente el elemento
subjetivo tantas veces citado. En esas condiciones, bastará la concurrencia de la ya referida
finalidad subjetiva en el autor para la existencia del referido delito, para lo cual ha de analizarse el
comportamiento desplegado a la luz de los llamados criterios de materialización del hecho.

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De esta manera, es la intención de generar un estado de temor que altere el orden público y
seguridad, mediante actos que lesionan los bienes jurídicos individuales protegidos lo que se
sanciona con una respuesta punitiva de mayor intensidad, y que se traduce en una agenda de
carácter coactivo, siendo indiferente el proyecto o postulado involucrado en la misma, en cuanto
alternativa al orden democrático instituido.

DÉCIMO NOVENO
Que conforme lo expresado, resulta impertinente analizar, a efectos de lo que es imperativo decidir,
si la concepción de delito terrorista recogida por el tribunal no permite entender el fenómeno, ya
que no es ésta labor de los tribunales de justicia. La definición que el tribunal ha plasmado es la
contenida en la ley, aplicando los parámetros que ésta le entrega, teniendo por justificado, con el
mérito de la prueba rendida, el elemento subjetivo definitorio de la conducta del sujeto activo
llevado a juicio, así como la lesión efectiva de los intereses individuales afectados por los hechos
pesquisados y que cuya protección el legislador penal ha reforzado, en atención al carácter de la
conducta.

VIGÉSIMO
Que para los fines de su decisión, conviene citar los hechos atribuidos al acusado y que resultan
inamovibles para esta Corte Suprema – en la medida que no se ha invocado el motivo absoluto de
nulidad destinado a modificarlos- de los que da cuenta el motivo 37° de la sentencia que se revisa:

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El día lunes 08 de septiembre de 2014, a las 12:27 horas aproximadamente, en el sector de la intersección de la avenida Santa Rosa

22con avenida Santo Tomás, en la comuna de La Pintana, J.A.F.R., empleando la tarjeta BIP Nº 17206992, abordó un bus de la
locomoción colectiva del recorrido Nº 230, placa patente FZ.ZF.82, con destino al centro de Santiago.

Luego, a las 13:16 horas aproximadamente, en el sector de la intersección de avenida Santa Rosa con avenida Libertador Bernardo
O’Higgins, empleando la tarjeta BIP Nº 17206992, F.R. abordó un bus de la locomoción colectiva del recorrido Nº 421, placa patente
ZN.5822, con dirección al oriente por la avenida Libertador Bernardo O’Higgins llegando a las cercanías de la intersección de
avenida Apoquindo con avenida A.V., en la comuna de Las Condes.

Posteriormente, el acusado ingresó llevando consigo una bolsa, al centro comercial Sub Centro Las Condes, ubicado en avenida
Apoquindo Nº 4.400, de la misma comuna.

En dicho lugar a las 13:53 horas aproximadamente, y con alta afluencia

de público, colocó en un contenedor de basura un artefacto explosivo que mantenía al interior de la bolsa que llevaba consigo ya
activado, consistente en un contenedor metálico del tipo extintor de incendios cilíndrico, color rojo, con capacidad de un kilogramo,
el que contenía pólvora negra como sustancia explosiva, contando con un sistema de activación eléctrico conformado por un reloj
análogo y tres pilas como fuente de energía.

Luego de ello, se retiró del lugar y abordó en el paradero ubicado en avenida A.V. bajo la avenida Apoquindo, a las 13:55 horas
aproximadamente, empleando la tarjeta BIP Nº 17206992, un bus del transporte colectivo del recorrido Nº C-15, también
denominado B 65, placa patente MZ.8074, en dirección al norte.

23A continuación, a las 14:23 horas aproximadamente, empleando la misma tarjeta BIP, procedió a abordar un bus de la locomoción
colectiva del recorrido Nº 216, placa patente WA.9944, en el sector de la intersección de avenida P.R. con avenida M.N., en dirección
al sur, cuyo recorrido finaliza en la comuna de La Pintana.

A las 14:05 horas aproximadamente, el referido artefacto explosivo colocado detonó, provocando lesiones físicas y daño psicológico a
personas que transitaban o se hallaban en el lugar de la detonación, a saber:

- J.L.A.R.: lesiones de carácter grave consistentes en fractura expuesta de pierna izquierda, platillo tibial lateral y lesión vascular
arteria poplítea izquierda parcial;

- M.S. delC.N.E.: lesiones de carácter grave consistentes en fractura de tibia y peroné derecho y desforramiento de pierna izquierda;

- M.E.H.A.: lesiones de carácter grave consistentes en amputación traumática de falange distal derecha tercer dedo, fractura
conminuta del primer dedo en base falange proximal y fractura conminuta expuesta del segundo dedo en falange proximal, fractura
conminuta del quinto metacarpiano en tercio medio y hematoma de partes blandas de cadera izquierda;

- B.U.C.: lesiones de carácter grave consistentes en politrauma, herida compleja en cadera derecha por explosión, fractura de cabeza
del fémur derecho (sub-condeal), columna anterior acetabular, pubis, todas expuestas;

24- J.A.G.B.: lesiones de carácter menos graves consistentes en trauma acústico y heridas erosivas y abrasivas en cara posterior de
ambos muslos y hematomas en ambas piernas;

- R.A.E.C., D.V.J., M.E.T.M., M.C.T.S., M.T.H.A.C., P.E.C.L., J.A.V.F. y M.H.J.O., todos con lesiones de carácter menos graves
consistentes en trauma acústico;

- Luz Iluminada G.B.: lesiones de carácter menos graves consistentes en quemadura en tórax posterior, tipo A, superficial;

Por otra parte, solo resultaron con lesiones corporales L.E.G.M. y G.E.G.G., de carácter menos grave, consistentes en trauma
acústico.

Finalmente resultaron con daño psicológico las siguientes personas: R.F.G.; V.Á.J.L.; A.P.G.L.; F.I.A.A., C. de las Nieves Rosas Rozas
e I.M.V.G..

Asimismo, el referido artefacto explosivo provocó daños a los siguientes bienes contiguos a la detonación: - Centro comercial
Subcentro Las Condes S.A., con daños en ascensor, bancas, cajones esquineros, por un total de $ 768.445,- (setecientos sesenta y
ocho mil cuatrocientos cuarenta y cinco pesos);

- Daños diversos en las obras de arte en exhibición denominadas “M. visto desde M. 1998”, “Papá Verde 1998” y “Reptan 2009”, del
artista P.V.B., por un total de $ 3.670.423,- (tres millones seiscientos setenta mil cuatrocientos veintitrés pesos);

25- Local 109, con daños en ventanales, por un total de $ 145.000,- (ciento cuarenta y cinco mil pesos);

- Local 111 “TUA”, con daños en vitrinas, por un total de $ 231.220,- (doscientos treinta y un mil doscientos veinte pesos);

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- Local 113-A “Doggis”, con daños en mercadería, aseo y limpieza, por un total de $ 518.438,- (quinientos dieciocho mil cuatrocientos
treinta y ocho pesos);

- Local 104 “J.M.”, con daños en cielo, mercadería, aseo, por un total de $ 1.478.078,- (un millón cuatrocientos setenta y ocho mil
setenta y ocho pesos);

- Local 106 “Top Sol”, con daños en cortina eléctrica, exhibidor de lentes, lentes de sol, barras exhibidoras, por un total de $
5.000.000,- (cinco millones de pesos).

La colocación, activación y detonación del artefacto explosivo, fueron realizados con la finalidad de producir en la población o en una
parte de ella el temor justificado de ser víctimas de delitos de esta misma especie, en atención a la naturaleza y efectos del medio
empleado, resultando en este caso afectados usuarios de un medio de transporte público, y las personas concurrentes al centro
comercial que es de libre acceso y uso público y que conecta al metro Escuela Militar.

VIGÉSIMO PRIMERO
Que frente a los hechos antes indicados resulta evidente, considerando el principio de reserva de la
ley penal, que los jueces del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal lejos de infringir la ley que se
supone quebrantada, le han dado el alcance jurídico que hace la correspondencia con los hechos
demostrados en el debate respectivo y, por ende, no han incurrido en el motivo de nulidad previsto
en la letra b) del artículo 373 del Código Procesal Penal y por ello debe desestimarse como motivo
de invalidación.

VIGÉSIMO SEGUNDO
Que en relación al segundo capítulo de la causal de nulidad prevista en el artículo 373, letra b) del
Código Procesal Penal, resulta necesario tener en cuenta que el Tribunal Oral en lo Penal determinó
la pena finalmente impuesta al recurrente, sobre la base de las siguientes consideraciones: 1.- El
acusado J.A.F.R. ha resultado responsable en calidad de autor de los siguientes delitos
consumados:

- un delito de posesión o tenencia de bomba, previsto en el artículo 13 en relación con el artículo 3


inciso 2° de la Ley 17.798, el cual se encuentra sancionado con la pena de presidio menor en su
grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo.

- seis delitos de lesiones menos graves, previstos en el artículo 399 del Código Penal, y sancionados
con la pena de relegación o presidio menor en su grado mínimo o con multa de once a veinte
unidades tributarias mensuales.

- un delito de daños calificados, previsto en el artículo 485 N°6 del Código Penal, y sancionado con
la pena de reclusión menor en sus grados medio a máximo y multa de once a quince unidades
tributarias mensuales.

- un delito de colocación, activación y detonación de artefacto explosivo, previsto en el artículo 2


N°4 en relación con los artículos 1 y 3 de la Ley 18.314, que se encuentra sancionado con la pena de
presidio mayor en cualquiera de sus grados. 2.- En la especie no concurren circunstancias

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modificatorias de responsabilidad penal que considerar.3.- En relación al Hecho N°1, calificado


como delito de posesión o tenencia de bomba, lesiones menos graves y daños calificados, se
presenta un concurso ideal impropio o concurso medial del artículo 75 del Código Penal, desde que
el primero de los mencionados ílicitos fue el medio para cometer los otros. Siendo así, corresponde
imponer la pena mayor asignada al delito mas grave, en el caso, la de presidio mayor en su grado
mínimo, que corresponde a la infracción al artículo 13 en relación con el artículo 3 de la Ley 17.798.

En consecuencia, teniendo presente que no concurren circunstancias modificatorias de


responsabilidad penal que considerar, conforme a lo establecido en el artículo 67 inciso 1° del
Código Penal, el tribunal opta por no aplicar la pena mínima de dicho grado, teniendo en particular
consideración el número de delitos y que se concretó el riesgo que la ley de armas pretende evitar al
prohibir el porte o tenencia de elementos prohibidos, en este caso, daños a la propiedad estimados
como calificados por tales sentenciadores, y lesiones como menos graves, en perjuicio de seis
personas. 4.- Respecto del Hecho N°3, esto es, el calificado como constitutivo del delito consagrado
en el artículo 2 N°4, relacionado con los artículos 1 y 3, todos de la Ley 18.314, se tuvo en
consideración que no existen modificatorias de responsabilidad penal que considerar, por lo que
conforme al artículo 68 inciso 1° del Código Penal el tribunal se encontró facultado para recorrer
toda la extensión de la pena prevista para el referido delito, esto es, entre el presidio mayor en su
grado mínimo a presidio mayor en su grado máximo, teniendo especialmente en cuenta al
momento de determinar el quantum de la pena, la considerable extensión del mal producido por el
lícito que se tuvo por establecido, en el caso, de índole terrorista, de conformidad al artículo 69 del
cuerpo legal citado, ya que la extensión del detrimento sicológico padecido por las víctimas que
enuncia, debe ser considerado al momento de determinar el quantum de la pena, recogiendo
cabalmente la magnitud del desvalor del hecho ilícito en cuestión.

VIGÉSIMO TERCERO
Que de la forma expuesta, el tribunal desestimó la petición de la defensa en orden a sancionar todos
los ilícitos que se tuvieron por configurados al amparo de la norma del artículo 351 inciso 2° del
Código Procesal Penal, señalando que precisamente aquella disposición se refiere a reiteración de
crímenes o simples delitos de una misma especie, explicando que son aquellos que afectan un
mismo bien jurídico, en circunstancias que en este caso se encuentran frente a delitos que protegen
bienes jurídicos diversos, a saber, seguridad pública, integridad física, la propiedad.

Por lo demás, agregaron los jueces del fondo, de aplicarse la regla del artículo 351, aquello podría
resultar más perjudicial al condenado “pues se debe considerar el delito que tenga asignada la pena
mayor, en el caso el del artículo 2 N°4 de la Ley 18.314, y aumentar en uno o dos grados, según
fuere el número de delitos. Con lo cual podríamos llegar a presidio mayor en su grado medio a
presidio perpetuo, si se eleva en un grado cada uno de los grados que componen esta pena, o a

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presidio perpetuo simple si se eleva la pena desde su grado máximo, conforme ha sido el criterio de
nuestra jurisprudencia”, citando en apoyo sentencia de esta Corte conforme a la cual “en ningún
caso procedería concretar este aumento tomando como base únicamente el grado mínimo que
compone esta pena compuesta, pues de lo contrario, al aumentarla en un grado por la reiteración,
se arribaría a presidio mayor en su grado medio, corolario inaceptable por el contrasentido a que
conduce, ya que quien comete dos o más delitos … se expondría a una sanción menor -presidio
mayor en su grado medio- que quien perpetra sólo

29una vez dicho ilícito -presidio mayor en su grado mínimo a máximo-.” (SCS 7224-2013)

VIGÉSIMO CUARTO
Que el error de derecho en este apartado se ha hecho residir, por una parte, en la circunstancia que
el tribunal, analizando equivocadamente el tenor del artículo 351 del Código Procesal Penal, vedó la
aplicación de lo dispuesto en su inciso 2º, por estimar que tal segmento de la norma se refiere a la
determinación de la pena en delitos de la misma especie, cuestión que el propio tenor del artículo
citado soluciona, al expresar claramente que regula la hipótesis de singularización de la pena en
casos en que la naturaleza de los ilícitos es diversa.

Como ese es, precisamente, el caso de autos, se imponía su consideración, de modo que la exclusión
de su aplicación daría cuenta del yerro cometido.

VIGESIMO QUINTO
Que, sin embargo, tal exposición de motivos se aparta de lo expresamente razonado por los jueces
del grado que, si bien señalan equivocadamente en el motivo Q. séptimo que el referido inciso 2º
del artículo 351 se aplica a los casos de reiteración de crímenes o simples delitos de una misma
especie, en circunstancias que en autos se trata de ilícitos que protegen bienes jurídicos diversos,
afirmación que se opone a lo expresamente regulado por dicha norma; a continuación, en el párrafo
tercero del Nº 5 del referido motivo, precisamente se ponen en la hipótesis de que ella sea aplicable,
señalando que podría resultar más perjudicial para el condenado, por las razones que detalla.

VIGÉSIMO SEXTO
Que de esta manera, no obstante el error del tribunal al comprender la hipótesis que contempla la
disposición cuya aplicación reclama la defensa, se advierte que para los mismos juzgadores no era
posible dirimir la pena conforme su tenor, por ser su resultado más gravoso para el sentenciado.

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En tales términos, el error que se acusa no es tal y carece de influencia sustancial en lo dispositivo
del fallo, exigencia que impone la necesidad de demostrar que el error denunciado ha tenido un
efecto trascendente y concreto. En la especie, tal requisito no se satisface, ya que su verificación no
implica una real variación respecto de lo que racional y jurídicamente debería fallarse y lo que
efectivamente se ha resuelto en la resolución impugnada, toda vez que aun cuando se ha negado la
aplicación de la norma de determinación de pena por una errónea lectura de la disposición
invocada, la declaración que se pretende en sede de nulidad no repercute, al haber entregado – a
mayor abundamiento – razones de carácter material para negar su aplicación, por lo que la
corrección pedida carece de relevancia jurídica, atenta contra la economía procesal y, como
pronunciamiento abstracto, es ajeno a la función jurisdiccional de este tribunal, razones por las
cuales el capítulo correspondiente no será atendido.

VIGÉSIMO SÉPTIMO
Que la segunda parte de este capítulo, se refiere al error cometido por los jueces al descartar –
precisamente en el ejercicio practicado por los sentenciadores al teorizar sobre la entidad de la pena
resultante en el caso de aplicar lo dispuesto en el artículo 351 inciso 2º del Código Procesal Penal- la
posibilidad de efectuar el aumento del grado que prescribe dicha norma desde el mínimo, por las
razones que reproduce de la sentencia de esta Corte, Rol 7.224-2014.

Sobre este punto cabe tener en cuenta que el recurso soslaya el propio tenor de la norma cuya
aplicación pretende, postulando una operación que no es posible atendidas “las circunstancias del
caso”. Estas últimas variables, en la situación que nos ocupa, obligan a tener en cuenta que respecto
del acusado no concurren modificatorias de responsabilidad penal en ninguno de los hechos por los
cuales se le ha condenado; y que en uno de ellos – el signado como Nº 3 en la acusación- los
sentenciadores han considerado la mayor extensión del mal causado. Así entonces, al formular las
hipótesis que les permiten sostener que el resultado del proceso de determinación pretendido por la
defensa es más gravoso que aquél por el cual se ha optado, han dado cuenta de al menos dos
alternativas punitivas, siendo sólo una de ellas la que parte proponiendo la elevación de su grado
desde el máximo.

VIGÉSIMO OCTAVO
Que sobre este punto, como anota acertadamente el recurso, la doctrina se encuentra dividida,
como también lo está la jurisprudencia de los tribunales. Sin embargo, y tal como da cuenta la cita
que formula la sentencia impugnada, esta Corte ha expresado la inteligencia de la norma que
estima más acertada para el referido proceso de determinación, indicando que el aumento de pena
– en la operación que regula el inciso 2º del artículo 351 del Código Procesal Penal- no puede
hacerse desde el grado mínimo que compone la sanción a aplicar, por el contrasentido – expresa la

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sentencia de este tribunal, citada por el jueces del fondo- a que conduce en el caso de la referencia;
juicio que se refiere al desacierto en que se incurriría de aceptar la tesis del recurso, toda vez que
pretende apreciar de una misma manera situaciones valorativamente distintas. Existe - en la tesis
que excluye la posibilidad de realizar el aumento que impone la norma, desde el mínimo- una
asunción de postura que atiende al merecimiento y necesidad de pena, según se trate de la comisión
de un delito o de varios, sin que la pretensión del recurso sea consecuente con tal
diferencia.VIGÉSIMO NOVENO: Que, por último, este tribunal no puede pasar por alto que en la
petición concreta contenida en el recurso, en esta parte, la defensa incurre en un serio error en lo
referido a la entidad de la pena que pretende, en concreto, al señalar que la sentencia de reemplazo
cuya dictación solicita ha de imponer, según la tesis que expresara, una pena en el marco de
presidio menor en su grado medio, si se aumenta en un grado, o en el de presidio menor en su
grado máximo, si se aumenta en dos, requerimiento que no es posible atender por la evidente
equivocación de referencia que contiene y que esta Corte no puede soslayar, toda vez que el ilícito
signado como Nº 3 en autos, que es el que tiene asignada la pena mayor, debe sancionarse con
presidio mayor en cualquiera de sus grados, situación que afecta esencialmente la competencia de
este Tribunal para la dictación de la sentencia de reemplazo solicitada, en el caso de haber estimado
procedente el recurso deducido.

Por estas consideraciones y de acuerdo también a lo establecido en los artículos 372, 373 letras a) y
b), 376 y 384 del Código Procesal Penal, SE RECHAZA el recurso de nulidad deducido por don
J.P.G.C., defensor penal público, por el sentenciado J.A.F.R., en contra del juicio y la sentencia de
quince de marzo del año en curso, dictada en estos antecedentes RUC N°1400674179-8, RIT N° 64-
2017, del 6º Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, los que en consecuencia, no son nulos.

Acordado el rechazo del recurso de nulidad, en lo relativo a la primera modalidad de la causal


subsidiaria del artículo 373 b) del Código de Procedimiento Penal, con el voto en contra del
ministro Cerda, quien estuvo por acogerlo y por invalidar la sentencia, en ese preciso particular, por
las razones y en los términos que pasa a señalar:

331) El artículo 19 N° 3° inciso octavo de la Constitución Política de la República establece que


“Ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley…”. La pena presupone la ley.

El inciso que le sigue añade que “Ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se
sanciona esté expresamente descrita en ella.”, con lo que la ley punitiva presupone, a su turno, la
expresa descripción de la conducta que prohíbe.

El artículo 9 del mismo texto fundamental decreta, en su inciso segundo, que “Una ley de quórum
calificado determinará las conductas terroristas y su penalidad.”

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La “determinación” que configura el mandato esencial de ese artículo 9 no puede desentenderse ni


ser ajena a la regla básica de aquel artículo 19 número 3° inciso noveno, en punto a la expresa
descripción de la conducta que se sanciona.

De no comparecer el debido y cabal acatamiento a ese nivel de requerimiento, podría estarse aquí
en presencia de una vulneración a la garantía del artículo 19 N° 26º de la propia Constitución,
conforme al que:

“La Constitución asegura a todas las personas: “1°… “26°. La seguridad de que los preceptos legales
que por mandato de la Constitución regulen o complementen las garantías que ésta establece…, no
podrán afectar los derechos en su esencia…”. 2) El artículo 5, siempre del texto superior, enseña que
la soberanía reside esencialmente en la Nación y se ejercita por las autoridades que ella establece
(inciso primero)), entre las cuales este tribunal (artículo 76 inciso primero).

No por ello ésas han de consumar la potestad que conducen, ignorando la institucionalidad que la
legitima, que ha tenido a buen resguardo delimitarla expresamente, en el inciso segundo de la
misma disposición, en los siguientes términos: “El ejercicio de la soberanía reconoce como
limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana. Es deber de
los órganos del Estado respetar y promover tales derechos, garantizados por esta Constitución…”

Del texto arranca una primera evidencia: está prohibido a todo juez de la República desconocer el
respeto debido a los derechos que la carta fundamental garantiza, entre los cuales el ya señalado de
no ser sujeta -en este caso una persona penalmente acusada- a una ley que por mandato
constitucional (artículo 9 inciso segundo) regula las garantías de los incisos octavo y noveno del
apartado 3° del citado artículo 19, afectándolas en su esencia.

Y una segunda evidencia: esa prohibición se ve reforzada por una obligación, cual que toda
autoridad -juez- respete y promueva los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana;
desde luego -aunque no únicamente- los que garantiza la Constitución.

Dicho está que uno de esos derechos esenciales garantizado por la Carta, es el que una persona
penalmente acusada no quede sujeta a una ley que por mandato constitucional regula las garantías
de los incisos penúltimo y último del numeral 3° del artículo 19, afectándolas en su esencia3) El
verbo “describir” -referente inmediato del participio irregular “descrita” que utiliza el artículo 19 N°
3° inciso último de la Constitución- apunta a detallar algo “de modo que se dé perfecta idea de ello.”
(DLE)

En la especie, la norma trae acompañada esa voz con una adjetivación, como lo es la de
“expresamente” descrita, que de acuerdo con la misma fuente significa “de modo expreso”, esto es,
“claro, patente, especificado”; siendo “claro” lo “evidente, que no deja lugar a duda o

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incertidumbre”; “patente” lo “manifiesto”; y “especificado” lo “fijado de modo preciso”.

Ese es el estándar que debe alcanzar la ley penal que a F. se viene aplicando, para entender
satisfecha la garantía del referido particular 26° del consabido artículo 19. 4) El examen de la
sentencia que se ataca, nada más en lo que concierne a la causal de anulación del artículo 373 b) del
Código de Procedimiento Penal, en su primera vertiente, merece algunos comentarios en torno a lo
que se viene desarrollando.

En su considerando 14° emite el siguiente juicio de valor: “Desde ya, podemos señalar, que lo
anterior pone de manifiesto la inconveniencia que la Ley 18.314 haya escogido para la calificación
de una conducta como terrorista la prueba de un elemento subjetivo, sin considerar otros
elementos;”

En el parecer de los juzgadores, tal componente subjetivo “sólo comprende que el agente haya
actuado guiado por la finalidad de producir temor justificado en la población o parte de ella de ser
víctima de delitos de la misma especie” y “debe ser analizado a la luz de la naturaleza y efectos del
medio empleado”.La advertencia que les brota a partir de esa constatación es que: “Esto obliga al
juzgador a considerar, entonces, el carácter y las consecuencias del artefacto empleado, por expreso
mandato legal, el que no distingue en cuanto a qué efectos han de considerarse, por lo que obliga al
sentenciador a abarcarlos todos.”

Un primer cuestionamiento. Parte criticando -y en tono nada manso- el tipo penal que luego aplica
para condenar, actitud que pone en jaque, desde luego, el cumplimiento del deber de respetar, en su
esencia, el derecho de toda persona acusada de delito, a que no se le imponga la pena que señala
una ley que no cumpla con el mandato de describir expresamente la conducta que pretende
sancionar. El razonamiento del fallo deja amplio espacio a la duda, a lo incierto, a lo impreciso.

Un segundo cuestionamiento. Si bien sobre esta materia se volverá más adelante, es el momento de
volver la mirada a los dos factores que los sentenciadores dicen verse obligados a considerar para
conocer si medió de parte de F. la intencionalidad constitutiva del elemento subjetivo que ellos
mismos han presentado como basal del tipo del artículo 1, en relación con el 2 4) de la Ley 18.314,
esto es, “la naturaleza y efectos” -“el carácter y las consecuencias”, analogan- del elemento
explosivo. Entiéndase bien, como la característica sobresaliente -la marca, lo que le confiere
especificidad- de la oración del inciso primero del artículo 1 de la Ley Sobre Conductas Terroristas
es, siempre en concepto de los juzgadores, la finalidad de producir en la población o en una parte de
ella el temor justificado de ser víctima de delitos de la misma especie, lo que están señalando,
ahora, es que esa intencionalidad debe ser “analizada a la luz” de la naturaleza y efectos del
elemento explosivo; dicen que no les queda alternativa, por lo que a ello se ven obligados.
Sorprende que se posicione en un sitial así de definitorio de un delito terrorista, a dos antecedentes

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que se encuentran presentes prácticamente en la totalidad del catálogo de conductas sancionadas


por el derecho de penas -siempre dadas en razón de una naturaleza y unos efectos socialmente
despreciados- lo que quiere decir que la propuesta del fallo que se objeta termina por no distinguir
y por confundir, abiertamente, la naturaleza y efectos del puro hecho de colocar, activar y/o detonar
un artefacto explosivo, con la intención o finalidad de causar temor colectivo; de manera que, sin
otro derrotero que el de los elementos descriptores de las acciones que caracterizan los verbos
colocar, activar o detonar un trasto explosivo, se está en situación de conocer la intencionalidad
específica de lo terrorista. Todo delito implica daño social, aunque más no sea indirecto o mediato.
Todo delito es, igualmente en dimensión social, temido por la población. La ciudadanía se ve
usualmente expuesta a su ocurrencia. No puede ser que, dado un ilícito penal, el solo
vislumbramiento por una parte o por la totalidad de la comunidad, de que vuelva a repetirse,
termine por configurar el delito por el que se viene castigando a F.. Cuanto a los efectos, es obvio
que la causa final de toda interdicción punitiva es la potencialidad peligrosa de la conducta -riesgo-
siendo dificultoso concebir alguna que lo prescinda. 5) Continúan las interrogantes de los jueces en
torno a la especificidad del tipo penal en referencia.

Aducen que “establecida la acepción subjetivista del concepto de delito terrorista por la que el
legislador optó, pareciera ser que además lo desprovee de carácter político.”

Acto seguido cotejan ese aserto con la autoridad del dogma, que les enseña que “doctrinariamente
es posible identificar a lo menos tres elementos en él:” -la autora se refiere al concepto de
terrorismo- “teleológico (finalidad política: socavar o destruir el sistema democrático), estructural
(organización terrorista que lleva a cabo una estrategia de dominación por el terror) e instrumental
(medios idóneos para provocar terror)… ninguno” de los cuales “se recoge en la actual Ley 18.314”,
de modo que “no cualquier acto es terrorista sino sólo aquel que tiene una finalidad política en el
sentido de socavar la democracia y para ello utiliza como estrategia el atentado contra los derechos
humanos fundamentales, lo que a su vez supone la presencia de una organización capaz de llevar
adelante dicha estrategia” (V.D., M.; que “el legislador chileno ha sido víctima del propósito… de
negarle carácter político a los delitos terroristas” (H.B., siendo de subrayar la connotación negativa
que conlleva la voz “víctima”; y que en la legislación chilena “se constata la falta de relevancia de la
finalidad política o político-social y la falta de relevancia de la organización de personas como
elementos constitutivos del concepto de delito terrorista” (B.R., A.. La conclusión no se hace
esperar: “…la ley chilena prescinde del elemento ideológico o finalidad política a la hora de tipificar
tales acciones, circunstancia que como se ha anotado, para una parte importante de la doctrina
aparece como una deficiencia de la normativa chilena.” (otra más).

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A pesar de tales luces, la sentencia continúa adelante con la especie “delito terrorista”, señalando
que “la aludida finalidad política en la configuración del delito terrorista no aparece claramente
plasmada en el tenor de nuestra normativa legal.” No es inocente el empleo del adverbio
“claramente”, que lleva decir que la finalidad aparece plasmada, empero en forma no clara,
expresión que en su contexto discursivo significa que “no se percibe o distingue bien”, no es
“inteligible o fácil de comprender”, no es evidente, deja lugar a dudas, genera incertidumbre (DLE).

Entonces, viene el sometimiento de los juzgadores a lo que literalmente dispone la ley vigente o lege
data, pues según ellos, “sostener que la ley chilena requiere para la construcción del tipo penal
terrorista el móvil político, sólo resulta ser una propuesta de lege ferenda en la actualidad.” 6) No se
detienen allí lo sentenciadores sino que, también, se hacen cargo del elemento “organizativo”,
afirmando que “la regulación de la Ley 18.314 ha excluido el elemento de organización de personas
como exigencia típica de los delitos terroristas”, volviendo a echar mano a la autoridad dogmática:
“…el autor (B.R., A. reconoce que de este modo la regulación chilena prescinde de uno de los
factores que más consenso genera para la elaboración de un concepto de delito terrorista a nivel
comparado.”

Sin embargo, nuevamente el tribunal salva el titubeo con una mera reverencia al tenor del discurso
del artículo 1 de la Ley 18.314: “… en lo que dice relación con los elementos del tipo de terrorismo
exigidos por la normativa chilena podemos señalar que si bien parte de la doctrina alude a la
necesidad de exigir el elemento organizativo como estructurante del ilícito en cuestión, tal exigencia
no resulta plausible a la luz de lo que señala expresamente la ley vigente.” 7) Ante tanto vacío
constatado por el juzgador con respecto a si está en presencia del delito terrorista de la acusación -
en lo que a este voto concierne- no puede menos que preguntarse sobre cuál sea “el objeto de
protección punitiva que subyace en la regulación”.Como no encuentra ni podría encontrar la
respuesta en una preceptiva en su momento prácticamente inconsulta -dieciséis de mayo de mil
novecientos ochenta y cuatro- se vale para ello de una modificación a su texto para afirmar, al tenor
de su mensaje, que “el objeto de tutela penal de la Ley N° 18.314 es la protección de bienes
jurídicos trascendentales para la comunidad y el Estado de derecho, como la vida, la salud o
integridad física, la propiedad y la libertad de las personas o de un grupo de ellas, frente a ataques
en los que se persigue infundir en la población o en una parte de ella, un temor justificado de ser
víctimas de otros delitos de similar gravedad.”

Absolutamente ninguna novedad ni aporte como para aceptar que se esté ante una respuesta. Va de
suyo el amparo de los bienes jurídicos trascendentales para la comunidad y el Estado de derecho,
que conforma el esencial elemento de la “lesividad” en la teoría del derecho penal. Y nada nuevo en
la referencia al temor total o parcialmente colectivo de exposición a ilícito semejante, que no es sino
repetición del articulado cuyo objeto de protección se dice pretender desentrañar. Más de lo mismo.

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Según la resolución aquí recurrida de nulidad, la consideración que efectúa el artículo 1 de la Ley
18.314 al propósito de producir en la población o en una parte de ella el temor justificado de ser
víctima de delitos de la misma especie, constituye una “circunstancia (que) determina que en la
ejecución de estas conductas se comprometa también la seguridad, como bien jurídico colectivo”.
Con ello concluye que “la legislación chilena de conductas terroristas no considera como bien
jurídico protegido por la norma, el orden constitucional democrático, sino más bien se desprende
de la historia de la modificación legal del año 2010 que ésta considera bienes jurídicos
individuales tales como vida, salud e integridad corporal como asimismo bienes jurídicos supra
individuales o colectivos, tales como orden público y/o seguridad pública, como también la paz
pública.”

Se conforman los jueces, en un leal esfuerzo de fidelidad al texto del referido artículo 1, con precisar
como bienes jurídicos protegidos que vendrían a conferir identidad al tipo penal terrorista,
aquellos supra individuales o colectivos, como el orden público, la seguridad pública y la paz
pública.

Ocurre que tales bienes están de antemano resguardados penalmente; desde luego, por el artículo 6
a) y d) de la Ley 12.927 Sobre Seguridad del Estado, por manera que se presenta inaceptable que
sean tales elementos los que hagan al telos del tipo penal indagado, con miras a detectar la
especificidad que le demanda la Constitución. De no ser así, bastaría que se colocara, activara o
detonara un artilugio explosivo para estarse ante la clase de desorden o intranquilidad calificables
de terroristas.

El artículo 6 enseña, en sus especies a) y d): “Art. 6° Cometen delito contra el orden público: “a) Los
que provocaren desórdenes o cualquier otro acto de violencia destinado a alterar la tranquilidad
pública;…

d) Los que inciten, promuevan o fomenten o de hecho y por cualquier medio, destruyan, inutilicen o impidan el libre acceso a
puentes, calles, caminos u otros bienes de uso público semejantes;

Evidentemente el que coloca activa o detona un aparato explosivo provoca un desorden destinado a
alterar la “tranquilidad” (paz) pública. Así como quien lo hace para impedir el libre acceso a calles,
caminos u otros bienes de uso público semejantes, afecta orden y seguridad públicos.

Esos ilícitos se agotan en la lesividad de los bienes de la paz, el orden y la seguridad públicos, según
cada caso.Sigue, que de cara al prohibido comportamiento del artículo 2 4) de la Ley 18.314, en
tanto cuanto configurativo de la especie terrorista de su artículo 1 inciso primero, se muestra
razonablemente improponible la tesis de los sentenciadores, como quiera que, vista esa conducta
bajo el solo prisma de la valiosa trilogía -orden, seguridad y paz públicas- (amén de los bienes
individuales implícitos), nada añade con respecto a figuras que, incluso por mucho, le anteceden en

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el orden del derecho penal chileno, como es el caso de las referidas. 8) A la postre, en el desarrollo
del fallo se mantiene como baluarte o exclusivo factor determinante de la especificidad que se
busca, la intención del agente de infundir temor en la población o parte de ella, bastando al efecto la
sola pretensión atingente, con abstracción del resultado.

Sobre el tema la sentencia indica que “la gran problemática que plantean estos delitos está asociada
a la acreditación de este elemento subjetivo. Para este efecto la ley sobre conductas terroristas
brinda ciertos elementos o parámetros objetivos para verificar la concurrencia del elemento
subjetivo del tipo del que hemos venido hablando. Estos elementos objetivos son ´la naturaleza y
efectos de los medios empleados,…’”, pues “Es a partir de estos elementos que se debe probar la
finalidad del agente, únicos criterios admitidos por la ley que hacen legítimo la cualificación de
terrorista de un delito.”, con lo cual cree el discrepante que se borra, sin más, aún la
intencionalidad, habida cuenta que, conforme más arriba adelantado, la naturaleza y efectos del
medio consistente en colocar, activar o detonar un elemento explosivo, están dadas por esas solas
conductas, de manera que se hace del todo imposible y contrario a la más elemental lógica,
enunciar que en esa autosuficiente facticidad del artículo 2 4) de la Ley Sobre Conductas
Terroristas, se halle inmerso el elemento subjetivo en comento, que no otra cosa es lo que sostiene
el dictamen.

Desvanecido queda, de esa laya, el ingrediente subjetivo, contradictoriamente con lo que para los
jueces venía quedando como el único componente propiamente especificado de la figura en
cuestión.

Peor aún, en definitiva se deja entregada al juzgador la apreciación desaprensiva de la concurrencia


o no de la intencionalidad de generar temor.

¿En qué queda el principio del artículo 340 inciso primero del Código Procesal Penal 9) Los análisis
que preceden dejan al descubierto el porfiado apego de los jueces a la letra de la disposición legal
que se presume continente de lo que en derecho se conoce como conducta terrorista, a pesar de sus
reiteradas advertencias -cuando no reparos- a su insuficiencia a la luz de las fuentes normales del
derecho positivo, al punto de referirse a ella como “la especial configuración típica actual del
delito”.

Ello implica, ad introito, el más abierto desentendimiento y prescindencia del axioma hermenéutico
conocido como pro reo; el olvido de la regla procesal elemental según la cual “Nadie podrá ser
condenado por delito sino cuando el tribunal que lo juzgare adquiriere la convicción… de que
realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de la acusación…” (artículo 340 inciso
primero del Código Procesal Penal), en la medida que es el propio sentenciador el que da sobradas

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muestras de no poder describir aquel hecho, en cuanto punible, vale decir, sujeto de punición; y el
desprecio de tópicos tan consubstanciales a la jurisdicción, como los que se dejó sentados en supra
1), 2) y 3) de esta oposición.

No es cosa de lege ferenda.

44Lo es, categóricamente, de lege data, sin olvidar, claro está, que el tenor literal de la ley ha de
constreñirse al ámbito que le dejan los superiores mandatos de los artículos 19 N° 3° inciso final y
N° 26° de la norma suprema, para que vincule a la judicatura, de acuerdo con el artículo 6 inciso
primero de la misma, según el que los órganos del Estado someten su acción a la Constitución y “a
las normas dictadas conforme a ella” (sólo a ésas).

Los discursos legislativos no son ajenos a la normal inteligencia de las cosas -v. g. no habría de
entenderse homicidio la descripción que cualquier ley de él hiciere con total prescindencia del bien
jurídico vida-. Porque en derecho las cosas son lo que por su naturaleza.

Increíblemente para este disidente, aquí se pretende conjugar la naturaleza terrorista de la


activación del elemento explosivo con la naturaleza de este último, en sí mismo considerado, lo que
equivale a sostener que quien coloca, activa o detona el aparato, supone, implica o conlleva la
intencionalidad terrorista. Todo ello, como si fuera poco, para sancionar con penas tan severas
como las de la pérdida del derecho a sufragio y de la calidad de ciudadano durante prolongado
lapso, al tenor de los artículos 16 y 17, respectivamente, de la ley primera. 10) Si bien lo anterior
habría de ser más que suficiente para convencer que en lo que a este voto se refiere asiste razón al
recurrente de nulidad para privar de eficacia al pronunciamiento condenatorio, prefiere el
divergente hacerse cargo de un tema que por sí solo justifica otro tanto.

No hace falta detenerse en el conocido principio de congruencia, uno de tantos que insufla el debido
proceso penal, que se traduce en una perfecta conformidad entre los cargos que se imputa al
acusado y los comportamientos por los que es castigado, lo que confiere rigor a un iter que se
estructura en torno a la unidad entre lo que originó la persecución y lo que se decide sobre ello, no
sobre cosa distinta.

Llama la atención que no sólo en la acusación relativa al hecho acontecido en el Subcentro de la


Escuela militar -a que se refiere esta discrepancia- sino en otros, la acusación finalice con una
oración que hace explícita referencia a las prácticas anti-sistémicas, vinculando la adscripción de
los perseguidos, en la especie, de F., al anarquismo de corte insurreccional nihilista, como forma de
fortalecer el estarse en presencia de un delito terrorista. La alusión parecía ineludible, si se tiene en
cuenta que los jueces reconocen que “En el presente caso se ha tratado de vincular los hechos por
los que se acusó(,) a prácticas violentas anti sistémicas, característica que según el persecutor…

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tendrían los hechos… de la acusación”. Un vistazo a los antecedentes permite corroborar fácilmente
esta afirmación, en términos que no resulta para nada aventurado sostener que la prueba positiva
de esa condición ha sido requisito del éxito de la acusación.

Pues bien, en el motivo 52° el pronunciamiento bajo fiscalización establece que “no fue posible
acreditar ni descartar que (F.) adscribiera al anarquismo de corte insurreccional nihilista.”

Pero y como se destacó, por enésima vez ello no importó, eludiéndose el impasse con una referencia
a que “dada la construcción de los tipos penales en materia de terrorismo por el legislador chileno,
todas aquellas probanzas relacionadas con la adscripción o no de los acusados al anarquismo, en lo
que respecta especialmente para determinar la calificación de las conductas en el presente juicio, no
han resultado de incidencia. Con ello podemos afirmar además que, por lo mismo, el hecho de no
haber probado el persecutor que las acciones se enmarcaban dentro de un contexto anti sistémico
violento, no ha otorgado un peso relativo a la cualificación de los hechos que incidiere en su
calificación jurídica, todo ello fundado en la actual configuración de los tipos por la ley 18.314, ley
que tampoco requiere que las acciones tengan el carácter de sistémico.”

Como se advierte, para la sentencia impugnada nada, absolutamente nada ha tenido incidencia en
la configuración del delito que, simplemente, es calificado de terrorista a partir de lo que se
presenta como un empecinamiento contra el que no valió razón alguna. Ante tanta fragilidad en la
subsunción de la conducta enjuiciada al tipo penal del susodicho artículo 2 4), en relación con el 1
inciso primero tantas veces mencionados, ni siquiera el respeto al principio de congruencia inclinó
la balanza en favor de tantas dudas -así explicitadas en la sentencia- harto más que razonables. 11)
Por todo lo anterior, para el autor de este voto no es el hecho punible terrorista que fue materia de
la acusación, ocurrido en el Subcentro de la Escuela Militar, el que cometió F., lo que acarrea que al
decidir como lo hace -condenarlo por su autoría en ése- la sentencia transgreda el artículo 2 4), en
relación con el 1 inciso primero de la Ley 18.314 Sobre Conductas Terroristas, configurándose la
causal de nulidad del artículo 373 b) del estatuto procesal aplicable. 12) Conforme lo expresado,
este juez es del parecer de sancionar a J.A.F.R., en su calidad de autor de los siguientes ilícitos
consumados: a) un delito de posesión o tenencia de bomba, previsto en el artículo 13, en relación
con el 3 inciso segundo de la Ley 17.798, 6 delitos de lesiones menos graves, descritos en el artículo
399 del Código Penal y un delito de daños calificados, consagrados en el artículo 485 N° 6° del
propio estatuto, perpetrados el 13 de julio de 2014; y b) un delito de posesión o tenencia de bomba,
previsto en el artículo 13, en relación con el 3 inciso segundo de la Ley 17.798, 10 delitos de lesiones
graves, contemplados en el artículo 397 del Código Penal, 13 delitos de lesiones menos graves,
descritos en el artículo 399 de esa compilación y siete delitos de daños calificados, consagrados en
el artículo 485 N° 6° del propio estatuto, perpetrados el 8 de septiembre de 2014. 13) Por estarse en
presencia de un concurso ideal impropio o concurso medial en cada uno de los hechos, de acuerdo

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18/11/2019 Causa nº 5397/2018 (Nulidad). Resolución nº 42 de Corte Suprema, Sala Segunda (Penal) de 13 de Junio de 2018 - vLex

con el artículo 75 del citado código, corresponde imponer la pena mayor asignada al delito más
grave, en la especie, la de presidio mayor en su grado mínimo (artículo 13 en relación con el 3 de la
ley 17.798) respectivamente.

Como en cada uno de ellos no concurren circunstancias modificatorias de la responsabilidad y


siguiendo el lineamiento del artículo 67 inciso primero de idéntica legislación, esta judicatura se
encuentra facultada para desplazarse dentro del rango de la pena. Asimismo, habida cuenta la
aplicabilidad del artículo 69 del código en el segundo de ellos, procede la imposición en la parte
superior del grado, en especial consideración al número de los delitos y la extensión del mal por
ellos producido. De esta forma, se arriba, por el primero de los sucesos traídos a juicio a la pena
única de ocho años de presidio mayor en su grado mínimo; en tanto por el segundo, a la sanción de
diez años de presidio mayor en su grado mínimo, ambas con las accesorias legales de inhabilitación
absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la de inhabilitación absoluta
para profesiones titulares mientras dure la condena.

Regístrese y devuélvase.

Redacción a cargo del Ministro señor J. y del voto, su autor. Rol Nº 5397-2018Pronunciado por la
Segunda Sala de la Corte Suprema integrada por los Ministros (as) M.I.J.A., L.A.C.R., A.M.M.M.S.,
C.J.C.F. y J.G.D.O. . Santiago, trece de junio de dos mil dieciocho.

En Santiago, a trece de junio de dos mil dieciocho, se incluyó en el Estado Diario la resolución
precedente.

Este documento tiene firma electrónica y su original puede ser validado en


http://verificadoc.pjud.cl o en la tramitación de la causa.

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