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COMPETENCIA MATEMÁTICA Y
COMPETENCIAS BÁSICAS EN CIENCIA Y
TECNOLOGÍA (CMCT)
1. Definición
El Real Decreto 1513/2006 señala la competencia matemática
como una de las competencias básicas que se deben desarrollar en los
diferentes niveles educativos, siendo recogida de nuevo en la
LOMCE junto a las competencias básicas en ciencias y tecnologías.
Parece evidente que las matemáticas son básicas en el campo de la
ciencia y tecnología ya que utilizan el lenguaje matemático, que es una
herramienta poderosa que permite realizar acciones imprescindibles
para el desarrollo científico y tecnológico, como son abstraer,
generalizar y sintetizar. Pero además, a través de la matemática se
consigue el desarrollo de la mente y del razonamiento lógico y crítico
necesarios para abordar y solucionar problemas cada vez más difíciles,
tanto del campo de las ciencias como de cualquier disciplina de las
catalogadas tradicionalmente como de letras e incluso de cualquier
situación cotidiana a la que se tenga que enfrentar un ciudadano en su
vida. Parece necesaria una base matemática para desenvolverse de
forma competente en cualquier ámbito (Martínez, 2008).
Cabe preguntarse, entonces, qué pueden aportar las
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matemáticas a la formación de la nueva sociedad del siglo XXI. Una
sociedad que se caracteriza por el decisivo impacto de los medios de
comunicación y de la tecnología, sobre todo informática; por la
globalización económica y los grandes flujos migratorios que
originan sociedades multirraciales y multiculturales; por la rapidez
en que se producen los cambios; por el predominio de las
democracias parlamentarias como forma política más estable. Sin
duda alguna, en la medida en que las matemáticas puedan ayudar a
la persona a desarrollarse positivamente en este contexto social,
será más sencillo justificar la inclusión de las matemáticas en la
enseñanza obligatoria. Al respecto Goñi (2000) lo argumenta con
estas cuatro razones:
• La acción socialmente responsable de un ciudadano crítico
e informado pasa por un conocimiento cultural de los
conceptos matemáticos básicos.
• A pesar de los avances del cálculo electrónico, la
competencia en cálculo mental y estimativo sigue siendo
un factor básico para el desarrollo económico y la
integración social.
• Las capacidades que pueden desarrollarse por medio del
entrenamiento en resolución de problemas no
convencionales son muy estimables para las personas que
tengan que enfrentarse a situaciones laborales complejas y
cambiantes.
• La incorporación masiva a la sociedad de la información
exige una formación matemática básica que permita al
ciudadano tener mayor independencia a la hora de opinar y
ejercer su derecho a voto.
La definición más sencilla de competencia matemática,
aportada por Mogens Niss, señala que es la habilidad de entender,
juzgar, hacer y usar matemáticas en una gran variedad de
situaciones y contextos en los cuales la matemática juega, o podría
jugar un papel importante (Alsina, 2008).
Es muy acertado la inclusión del término habilidad, porque
como señalan Arreaza, Gómez-Pimpollo y Pérez-Pintado (2009),
las personas contamos con capacidades que nos permiten abordar
o resolver cualquier situación, pero lo cierto es que una vez
inmersos en la misma, no siempre somos competentes para dar la
mejor respuesta. Aunque los términos capacidad y competencia se
usan muchas veces como sinónimos, se diferencian en que el
primero es posibilidad, mientras que le segundo es dominio en la
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aplicación y desarrollo de los aprendizajes adquiridos a diferentes
situaciones. Se podría decir que la competencia es, por tanto, el
desempeño de la capacidad (González-Maura & González-Tirado,
2006), es decir, tener la habilidad de usar la capacidad de la forma
más adecuada.
La competencia matemática, al igual que cualquier otra, se
compone de tres tipos generales de conocimientos que podemos
enunciar con “saber”, “saber hacer” y “saber ser” que se
aplican a una amplia diversidad de contextos académicos, sociales
y profesionales. Para que la transferencia a distintos contextos sea
posible resulta indispensable una comprensión del conocimiento
presente en la competencia y la vinculación de éste con las
habilidades prácticas o destrezas que las integran.
Abordar el aprendizaje desde este punto de vista
competencial, lleva inevitablemente a replantearse el proceso de
evaluación que determine el grado de adquisición de la misma, ya
que no es suficiente conocer qué contenidos del currículo han
aprendido los alumnos. Se tendrá que dar un paso más,
focalizando la evaluación en ver la capacidad de los estudiantes
para utilizar lo que han aprendido en situaciones usuales de la vida
cotidiana, como hace el Proyecto Internacional PISA.
Este proyecto evalúa la competencia matemática bajo el
nombre de Alfabetización Matemática, entendiéndola como la
capacidad individual para identificar y entender el papel que las
matemáticas tienen en el mundo, hacer juicios bien fundados y
usar e implicarse con las matemáticas en aquellos momentos de la
vida en que se le presenten necesidades y tenga que actuar como
ciudadano constructivo, comprometido y reflexivo.
La alfabetización no es sólo conocer y aprender conceptos y
destrezas matemáticas, sino que enfatiza saber ponerlos en
funcionamiento en multitud de con- textos diferentes y ser capaz
de comunicar, relacionarse con, valorar, apreciar y disfrutar con
las matemáticas (Rico, 2004).
Los Reales Decretos por los que se establecen las enseñanzas
mínimas de la Educación Primaria y Secundaria Obligatoria en
España adoptan en la descripción de las competencias básicas el
carácter funcional de las matemáticas, que, según el Proyecto
OCDE-DeSeCo (2002), tiene que ver con la utilización de
herramientas matemáticas, el conocimiento matemático en
funcionamiento y el conocimiento crítico que permite la
aplicabilidad del mismo (Aguilar et al., 2010). Incorporan algunos
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objetos y procedimientos matemáticos en la definición, indicando
que la competencia matemática “consiste en la habilidad para
utilizar y relacionar los números, sus operaciones básicas, los
símbolos y las formas de expresión y razona- miento matemático,
tanto para producir e interpretar distintos tipos de informa- ción,
como para ampliar el conocimiento sobre aspectos cuantitativos y
espaciales de la realidad, y para resolver problemas relacionados
con la vida cotidiana y con el mundo laboral”. Esta definición
global se desarrolla posteriormente indicando qué la compone y
las implicaciones que tiene:
“forma parte de la competencia matemática la
habilidad para interpretar y ex- presar con claridad y
precisión informaciones, datos y argumentaciones, (…)
Implica el conocimiento y manejo de los elementos
matemáticos básicos (distintos tipos de números, medidas,
símbolos, elementos geométricos, etc.) en situaciones reales
o si- muladas de la vida cotidiana, y la puesta en práctica de
procesos de razonamiento que llevan a la solución de los
problemas o a la obtención de información. (…) Implica una
disposición favorable y de progresiva seguridad y confianza
hacia la información y las situaciones (problemas, incógnitas,
etc.), que contienen elementos o soportes matemáticos, así
como hacia su utilización cuando la situación lo aconseja.
(…) En definitiva, la posibilidad real de utilizar la actividad
matemática en contextos tan variados como sea posible”
2. Desarrollo de la competencia
matemática
2.1. Implicaciones en el diseño curricular
Según la LOMCE, tomando como referencia el proyecto
Definition and Selection of Competencies (DeSeCo) 2003, define
competencia como “la capacidad de responder a demandas
complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada”. La
competencia“supone una combinación de habilidades prácticas,
conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones, y
otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan
conjuntamente para lograr una acción eficaz”. Es, por tanto, un
conocimiento adquirido a través de la participación activa en
prácticas sociales y, como tales, se pueden desarrollar tanto en el
contexto educativo formal, a través del currículo, como en los no
formales e informales. Los rasgos generales más característicos de
las competencias básicas son:
1. Se adquieren a través de experiencias educativas diversas
que supongan la resolución de tareas que impliquen que
cada persona utilice adecuadamente todos los recursos de
que dispone (Toribio, 2010).
2. Se ponen en acción en contextos problemáticos reales
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(fieles a la condición de la vida real) y relevantes
(vinculados al quehacer vital y la supervivencia) (Monereo
& Pozo, 2007).
Para la LOMCE, el aprendizaje basado en competencias se
caracteriza por su transversalidad, su dinamismo y su carácter
integral, de manera que las competencias no se adquieren en un
determinado momento y permanecen inalterables, sino que
implican un proceso de desarrollo mediante el cual los individuos
van adquiriendo mayores niveles de desempeño en el uso de las
mismas. Las diferentes etapas educativas han de proporcionar el
suficiente grado de logro competencial para que el individuo sea
capaz de transferir aquellos conocimientos adquiridos a las nuevas
instancias que aparezcan en la opción de vida que elijan. Esto
supone ser capaz de reorganizar su pensamiento y adquirir nuevos
conocimientos, mejorar sus actuaciones y descubrir nuevas formas
de acción y nuevas habilidades que les permitan ejecutar
eficientemente las tareas, favoreciendo un aprendizaje a lo largo
de toda la vida.
El desarrollo de las competencias básicas establecidas, por
parte de los estudiantes, implica una revisión de otros aspectos del
currículo. Entre ellos destacan especialmente dos: la metodología
de enseñanza-aprendizaje y la evaluación de los estudiantes.
Además, supone prestar una atención especial a los aprendizajes
no formales y al influjo de la organización y el ambiente escolar
(Tiana, 2011).
Las competencias básicas tienen un gran valor educativo no
sólo porque constituyen aprendizajes imprescindibles, sino porque
ofrecen unas posibilidades de integración que pueden ayudar a la
comunidad educativa a superar las limitaciones propias de un
diseño curricular fragmentado (Polo, 2010).
El término competencia podría ser sustituido, con matices,
por términos utilizados en anteriores leyes educativas como, por
ejemplo, habilidades, destrezas, capacidades… La novedad de la
LOE no es la introducción del término competencia, sino el
enfoque del currículo que de ese cambio deriva. En este sentido,
las competencias orientan los restantes elementos del currículo sin
que estos pierdan relevancia (Aguilar et al., 2010) hacia la
perspectiva del uso social del conocimiento. Lo que se pretende es
que los sistemas educativos dejen de ser un obstáculo para el
desarrollo social, anclados como están en una obsesión
academicista, y sirvan como base del nuevo orden económico.
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Con la finalidad de adecuar el sistema educativo a las necesidades
sociales, se promueve un cambio en la estructura del currículo, que
se concreta en considerar que las matemáticas deben dejar de ser
un área de conocimiento para pasar a ser una competencia clave
que debe ser desarrollada por todos los alumnos a lo largo de todos
los estudios.
Es importante distinguir entre conocimiento, que es producto
de la elaboración de la información que se recibe, y competencia,
que es el uso de ese conocimiento en un contexto. Ambos deben
coexistir y se refuerzan de forma positiva si se combinan
adecuadamente de manera que la puesta en práctica de los
conocimientos refuerza la estabilidad cognitiva de éstos y el
conocimiento mejora el desempeño competencial. No guardan
entre sí una relación lineal de manera que no se puede decir si uno
es anterior al otro, sino que la relación es circular o espiral, por lo
que hay que buscar el conocimiento necesario para la práctica y
las prácticas que generan conocimiento. Desde este punto de vista,
cuando se desarrolla el currículo en función de las competencias y
no de los contenidos, será necesario elegir, no todo el contenido,
sino sólo aquel que sea indispensable para el desarrollo de la
competencia elegida.
Introducir los contextos, personal, educativo, profesional,
público y científico, según Pisa, como eje organizador del
currículo es la contribución más interesante, desde el punto de
vista del diseño curricular, que aporta el currículo por
competencias, ya que el desarrollo del currículo apuntará en la
dirección del uso que se hará del conocimiento en los ámbitos
naturales de desarrollo de las personas en nuestra sociedad.
Se presenta la dificultad de que estos contextos no tienen la
misma relevancia ni el mismo significado para todas las edades ni
para todas las personas, de manera que las competencias
matemáticas necesarias serán diferentes según el momento y el
contexto en el que se muevan las personas. No obstante, se puede
considerar que todo el mundo actuará en el contexto personal o
familiar y en el público o social, de manera que se podrán definir
unas competencias de nivel básico para desenvolverse en esos dos
contextos y que deberían ser adquiridas por todos. Éstas serían las
competencias ineludibles en el currículo de la enseñanza
obligatoria (Goñi, 2008).
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2.2. Principios metodológicos
Cualquier planteamiento didáctico para el desarrollo de la
competencia matemática debe contemplar que existen cuatro
capacidades generales cuyo desarrollo favorece el pensamiento
matemático y que se tienen que trabajar continuamente: la
observación que se mejora con actividades cuidadosamente
dirigidas a la percepción de propiedades y a la relación entre ellas;
la imaginación que se potencia con actividades que permiten la
pluralidad de alternativas en la acción del sujeto; la intuición
desarrollada a través de actividades que consigan que al sujeto se
le ocurra todo aquello que se acepta como verdad; y el
razonamiento lógico con actividades que ayuden a la mente a
generar ideas en la estrategia de actuación ante un determinado
desafío (Fernández-Bravo, 2007)
Además, todas las intervenciones educativas deben ser
coherentes con el fin que se persigue. Teniendo en cuenta las
características de la competencia matemática parece lógico pensar
que la enseñanza de las matemáticas se debe apoyar en lo que el
alumno desconoce y no en lo que sabe el profesor. La transmisión
verbal de lo que comprende el profesor no asegura la comprensión
en el alumno, impidiendo la transferencia de estos contenidos a
otros nuevos para la construcción del conocimiento. La secuencia
tradicional “enunciar, memorizar, comprender” debería
cambiarse por “comprender, enunciar, memorizar y aplicar” a
través de actividades interesantes que planteen dudas, retos y
desafíos que permitan adquirir con solidez lo que se está
trabajando.
Por ejemplo, para que se adquiera el conocimiento numérico
de forma real y significativa, Canals 2007, siguiendo la línea
expuesta anteriormente, propone que el punto de partida será
siempre la realización de actividades encaminadas a actuar sobre
materiales manipulables, modificándolos provocando relaciones y
operaciones o cambios. Primero debe ser la construcción mental
de la noción del número seguida de su expresión verbal y terminar
con su representación escrita, que será el símbolo de un contenido
previo.
La propuesta educativa deberá permitir que el alumno
transite por las diferentes etapas que gradualmente le lleven a un
grado de competencia matemática acorde a su desarrollo
cognitivo. Es misión del docente hacer un diseño que con- temple
estas etapas:
• Etapa de elaboración: respetando el trabajo del alumno y
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su vocabulario, el profesor creará, a partir de las ideas
observadas, desafíos precisos que sirvan para canalizarlas
dentro de la investigación que está realizando en su
camino de búsqueda. Aportará ejemplos y contraejemplos
que den continuidad a la pluralidad de respuestas
escuchadas.
• Etapa de enunciación: se trata de poner nombre, de
expresar con una correcta nomenclatura y simbología lo
que ha comprendido.
• Etapa de concretización: el alumno aplica, a situaciones
conocidas y ejemplos claros ligados a su experiencia, la
estrategia, el concepto o la relación comprendida con su
nomenclatura y simbología correctas.
Referencias bibliográficas