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de la cultura, probablemente basada en los ideales de libertad,

justicia y fraternidad; el Estado sería entonces responsable de


velar por el respeto a los derechos fundamentales, así como de
garantizar el acceso a medios idóneos para la satisfacción de
necesidades básicas en un ambiente de seguridad y paz social,
en el cual, quien incurra en conductas antisociales reciba la
conducente pena corporal, cuyo cumplimiento involucra los
sistemas penitenciarios, mediante que aspira, además, a la
reinserción social. Así, por su relevancia para el desarrollo de las
personas privadas de libertad y su repercusión en la seguridad
pública, la readaptación social figura entre los derechos
fundamentales que México debe respetar como Estado parte,
inter alias, de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (CADH) y del Pacto Internacional de los Derechos
Civiles y Políticos (PIDCP). La reinserción social del sentenciado,
como objetivo del sistema penitenciario, se prevé en el artículo
18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
al enunciar que éste se organizará sobre la base del respeto a
los derechos humanos, el trabajo, la capacitación para el mismo,
la educación, la salud y el deporte; lo cual implica que toda
persona privada de libertad cumpla la pena impuesta en
condiciones compatibles con su dignidad y tenga acceso a
tratamiento penitenciario que, al tiempo de prevenir la
reincidencia, le brinde herramientas útiles para la vida en
libertad. Por ello, el Estado debe brindar tratamiento
penitenciario con pleno respeto a los derechos humanos,
relacionados con la situación jurídica, estancia digna y seguridad
en prisión, integridad, desarrollo de actividades productivas y
educativas, vinculación social, mantenimiento del orden y
aplicación de sanciones, sin olvidar los requerimientos de grupos
especiales de internos en centros de reclusión; por ende, toda
disposición del orden jurídico nacional contraria a lo anterior
será inconvencional por incompatible con el PIDCP y la CADH,
además de propiciar violaciones a derechos humanos.
https://www.milenio.com/opinion/varios-autores/derechos-
humanos/derechos-humanos-y-reinsercion-social-en-mexico
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Partiendo de la idea de que el Estado mexicano es concebido como un Estado


de derecho, se debe de recordar que éste conlleva una serie de características
que lo hacen considerarse como tal, dentro de las cuales la más importante a
señalar aquí sería la de garantizar la protección de todos los derechos humanos
de los miembros de su sociedad. Teniéndose como resultado que el Estado de
derecho es indispensable para que se logre el resguardo y garantía de los
mismos.
Así pues, bajo esta premisa nos encontramos con que al considerársele a
México como un Estado de derecho, se presume debe ser un Estado que vele
por el cumplimiento de los derechos humanos con que todo individuo cuenta por
el simple hecho de ser persona. Aunado a esta protección, el estado de los
derechos humanos, ya existentes o no, debe irse desarrollando, evolucionando y
mejorando con el paso del tiempo, de manera que en el futuro los derechos y
garantías con que cuente una persona deberán ser mejores a como lo son ahora
y, aún más, de como lo eran tiempo atrás.
Tal es el caso de lo que hoy conocemos como reinserción social, concepto
entendido como el hecho de reincorporar a la sociedad a aquellas personas que
fueron privadas de su libertad por la comisión de algún delito y que ya han
cumplido con su condena y son puestas en libertad, que ha sido una figura que
se ha venido moldeando a lo largo de la historia para convertirse en un derecho
de estas personas, el cual debe ser protegido y progresivo, de manera que
constantemente se busque la mejoría de las condiciones de los sentenciados, a
la vez que lo ya dispuesto para ellos se haga cumplir y se realice conforme a lo
que se ha estipulado, pues si bien es cierto que lo correcto y esperado por la
sociedad es la imposición de una pena a aquella persona que lesiona la norma,
que comete un ilícito, también lo es que al cumplir el sentenciado con dicha
sanción y salir de prisión, éste debería ser capaz de regresar a la sociedad, de
volver con su familia, de tener un trabajo, educación, salud y de contar con la
oportunidad de poder desarrollarse sanamente en la sociedad, para que de esta
forma, no tienda a la reincidencia delictiva. Tan es así que la reinserción social
está plasmada en el artículo 18 de nuestra Constitución, concebida ésta como
el objetivo primordial del sistema penitenciario mexicano, del cual se menciona
debe ser llevada a cabo apegada al respeto y garantía de derechos humanos,
garantías y principios, para poder brindar mejores condiciones de vida a los
sentenciados y que los mismos conserven su dignidad humana en el proceso del
cumplimiento de su pena.
Sin embargo, como se ha mencionado, la reinserción social es un tema que a lo
largo de la historia ha ido avanzando y mejorando, tan es así que ésta no solía
existir, ni tampoco nada relativo a cualquier derecho que un reo pudiese tener.
Esto se debe a que el fin y los tipos de las penas también se han ido
modificando, de tal manera que en un inicio éstas no existían como las
concebimos en la actualidad.
Bien nos narraba Hobbes en su obra Leviatán sobre el Estado natural en que
cada individuo prácticamente hacía lo que fuese su voluntad, y que, además, al
sentirse transgredido o violentado en su persona o en sus pertenencias, hacían
“justicia” por sí mismos, conocido coloquialmente como la Ley de Talión, que
radicaba meramente en vil venganza.
Así pues, surge la necesidad de que no sea cada individuo quien se encargara
de castigar al individuo que fuera contra sí u otros, y como expresa Rousseau,
en su contrato social, se realiza una especie de acuerdo en el que cada
individuo se desprende de este derecho, por así decirlo, y se lo otorga al Estado,
siendo éste el encargado de velar por el bienestar de cada una de las personas
que le confieren el poder, teniendo el derecho a castigar ciertas conductas para
lograr el bien común, la armonía en la sociedad.
De allí en adelante comienza la implementación y aplicación de penas, que iban
desde tormentos, cadenas, pozos, encierro, destierro, galeras, deportación,
reclusión, privación de libertad, etcétera, al igual que surgen cambios en la
forma de su uso, su función y su utilidad, que pueden visualizarse en cuatro
grandes etapas:
1. Vindicativa: la pena consistía prácticamente en la venganza privada. Pero
luego aparece la Ley de Talión, el Código de Hammurabi, la compositio, en el
cual se renuncia al derecho de la venganza privada, a cabio de recibir otro bien.
2. La segunda etapa, expiacionista, retribucionista: que la pena era en sí para
lograr estar en paz con Dios, lograr el perdón divino.
3. Fase correccionalista: entre 1776 y 1789, busca la corrección del individuo;
es por ello que la pena de prisión se establece formalmente, dando lugar a los
sistemas penitenciarios.
4. La última fase es la resocializante: su objetivo principal es la rehabilitación
del delincuente.
Podemos ver, en parte, que esa es la trayectoria de la pena en cuanto al tipo y
en cuanto a lo que se pretendía lograr con su aplicación. Sin embargo, la
historia de la misma también puede visualizarse desde las escuelas penales;
por ejemplo, la escuela clásica, con representantes como Beccaria, Bentham y
Romagnos, sostenía que la pena era meramente retributiva, se tenía que causar
mal al delincuente por el que él había causado. Frente a ésta surge la positiva,
que, con Lombroso, Ferri y Garófalo, los evangelistas, sostenía que la pena,
ahora sanción, debía ser con el objetivo de readaptar al sujeto y no causarle un
mal en sí. De igual forma, se busca resarcir el daño, pero también busca evitar
la comisión de más delitos.
Ahora bien, en específico, la pena de prisión también tiene su historia,
importante de mencionar ya que de este tipo de sanción es de donde surge la
reinserción social. De esta forma tenemos que la pena privativa de la libertad
fue en un inicio utilizada como medio para asegurar al reo para su posterior
juzgamiento; posteriormente, para su explotación, utilizándolo como mano de
obra forzada; la prisión como corrección y moralizador, y finalmente, este tipo
de pena aplicado para lograr la readaptación social del individuo.
En México, la pena de prisión se remite a los tiempos de los aztecas, en donde
la prisión solo era un lugar de custodia, es decir, un lugar en el cual se esperaba
a que se dictara sentencia o se llevara a cabo la pena de muerte.
Posteriormente, en la época colonial, ya era la prisión, en sí, una pena. En este
contexto, se reportaron mejoras en el sistema penitenciario, en las condiciones
de vida y en el trato para los reos. Después, en el México independiente, la pena
de prisión se utilizaba para erradicar males sociales, como eran los vagos, los
mendigos, entre otros. En el siglo XX, con la Penitenciaría de Lecumberri, se
habla ya de sentenciados por diversos delitos, como lesiones, homicidio, robo,
injurias, amagos, entre otros; concibiendo así a la pena privativa de la libertad
como el medio idóneo de control social para México. Como resultado, aumentan
las prisiones con sobrepoblación y con muy malas condiciones, tanto en las
instalaciones como para los reos, incrementándose el maltrato y las violaciones
a los derechos humanos fundamentales.
Es entonces cuando al percibir que se cometen violaciones a los derechos de
las personas en estas condiciones, aunado a los altos costos de las prisiones y
a que éstas no solucionan nada, se llega a la necesidad de tomar
otras herramientas, surgiendo así instituciones y organizaciones protectoras de
derechos humanos que dieron entrada al cuidado de los derechos de los
delincuentes. De esta forma, la Organización de las Naciones Unidas celebra el
Primer Congreso sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, del
22 de agosto al 3 de septiembre de 1955, en el que se obtuvieron reglas
mínimas para el tratamiento de los reclusos como resultado.
Cabe resaltar sobre estas reglas mínimas, la segunda parte, Reglas Aplicables a
Categorías Especiales, que contemplan el tratamiento a los reclusos,
inculcándoles a vivir de acuerdo a la ley; las relaciones sociales y ayuda pos-
penitenciaria, que menciona sobre la conservación de relaciones que
favorezcan al reo a su reinserción social, así como los aportes que puedan
hacer organismos para ayudar a que el individuo se reintegre; de los menores,
que también se busca su reintegración a la comunidad.
De igual forma, hay que mencionar el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, en específico su artículo 10, en su fracción tercera, en que menciona,
entre otras cosas, que el régimen penitenciario consistirá en el tratamiento
enfocado a la readaptación social de aquellos que han sido penados.
Con esto debemos entender que en la actualidad lo que se está buscando es
reducir el número de personas que lleguen a prisión, tratando de lograr esto
mediante la prevención o con la modificación de las penas que se atribuyen a
ciertos delitos, cambiando la pena privativa de la libertad por alguna otra menos
lesiva, teniéndose como consecuencia que sea el menor número de delitos en
los que se castigue de esta forma, y siempre bajo el principio de dejar al
derecho penal como última medida para resolver cualquier situación que se
pueda dar en la sociedad. Y de las personas a las que se les llegue a imponer
una sanción de este tipo, se busca llegar a su reinserción en la sociedad. De
esta forma, podemos ver que nuestra Constitución prevé dentro de su artículo
18 la reinserción social del individuo, y para ser más precisos en el tema se
crea la Ley Reglamentaria del mismo, en la cual nos habla del sistema
penitenciario, cuya finalidad es la reinserción social. Dentro de los artículos de
la citada ley, nos dice cómo es que ésta se debe lograr, y esto es con base en
cinco ejes: el trabajo penitenciario, la capacitación para el trabajo, la
educación, la salud y el deporte.
En este punto del trabajo es de igual importancia señalar que si bien nos
encontramos en una fase donde se busca que el menor número de conductas
delictivas sean penadas con la privación de la libertad y que en los casos donde
determinada acción sí sea merecedora de la misma, lo ideal es buscar que
durante ese proceso de cumplimiento de la pena se prepare al sentenciado para
que luego de salir de prisión pueda reintegrarse a la sociedad y lograr que éste
no reincida, esta también se ha ido modificando, pues antes de la reinserción
social existía la readaptación social y la regeneración.
Así pues, en un inicio (1917-1964) se hablaba de la regeneración del
delincuente, pues éste al delinquir se le tomaba como un degenerado, visto
como una persona moralmente mala. De esta forma, lo que se trataba de hacer
con el infractor era corregirlo mediante tratamientos progresistas.
Posteriormente, en 1964, con la reformación del artículo 18 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, se introduce el término de
readaptación social, viéndose ahora la situación como algo jurídico y no algo
moral, como solía verse con la regeneración del delincuente. Se mira al
delincuente como una persona psicológicamente desviada, la cual no cuenta
con derechos, y a la readaptación como la manera en que el delincuente elegirá
entre el bien y el mal, procedimiento basado en el trabajo, capacitación y
educación para enseñarlo a vivir fuera de prisión.
Finalmente, en 2008, nos encontramos con el cambio de readaptación social a
la reinserción social, en la cual se deja de visualizar al delincuente como una
persona sin moral o desviada, sino que se concibe como un problema jurídico, al
cual se le sanciona privándosele de su libertad, pero aquí sí es una persona a la
cual se le respetan sus derechos humanos. Al igual que en 1964, el artículo 18
constitucional se reforma para incluir esta figura y expone las bases de cómo
se llevará a cabo, cómo será el sistema penitenciario, de los medios para lograr
la reinserción, con un claro énfasis en la protección y procuración de los
derechos humanos de la persona o personas sentenciadas.
De esta manera podemos ver cómo ha sido la evolución de la pena en cuanto al
tipo de sanción impuesta, como la finalidad que tenía la implementación de la
misma, yendo éstas de sanciones duras y rígidas a unas más laxas y menos
dañinas para el sentenciado; de penas que primero infringían males físicos o
torturas, a penas de prisión o menores; donde en un inicio lo que se pretendía
era la búsqueda de venganza por la acción realizada, luego la retribución, la
corrección, hasta llegar al punto en que al imponer una pena lo buscado era
lograr que el sujeto, el delincuente, lograra regresar a la sociedad. Delincuente
que, en un inicio, fue visto como un degenerado, como un problema moral, era
alguien a quien había que regenerar; posteriormente, era visto como alguien
desviado a quien se tenía que readaptar y por ello no era una persona
poseedora de derechos; finalmente, se llegar a la reinserción social, donde se
busca reintegrar a la sociedad al individuo que delinquió, basándose en el
trabajo penitenciario, la capacitación, la educación, la salud y el deporte, y todo
esto siempre apegándose a la idea de que esta persona es un ser poseedor de
derechos humanos y garantías que deber respetarse y protegerse.
Todo este proceso evolutivo de la reinserción social se ha dado, en gran
medida, a causa de los abusos que las personas privadas de su libertad en un
centro penitenciario han sufrido, a las malas condiciones en que viven, al
maltrato; que si bien han delinquido, tampoco son merecedoras de ser tratadas
inhumanamente y sin dignidad, pues siguen siendo seres humanos. Es así como
se han ido creando instituciones e instrumentos protectores de los mismos, por
los malos tratos, las indignantes condiciones en que los sentenciados se
encuentran en las prisiones, condiciones de sobrepoblación, de hacinamiento y
poca salubridad, y que al salir de prisión generalmente se encuentran con las
puertas cerradas debido, quizá, a etiquetas sociales, las cuales son situaciones
a las que se les debía y se les debe dar solución, garantizándose el derecho real
e ideal de la reinserción social del sentenciado. El cual, desde cierto punto de
vista, no deberíamos concebir como un derecho o beneficio únicamente para el
sentenciado que se reintegra a la sociedad, sino como un bien colectivo, pues
el Estado, al encargarse en las prisiones de realizar óptimamente este proceso
resocializador, brindándole educación, capacitación y demás pilares base de la
reinserción social, se estaría asegurando de que aquella persona delincuente, al
salir de prisión, tenga las formas de seguir con su vida sin tener que verse
empujado a la reincidencia delictiva como manera de sobrevivencia,
circunstancia que evitaría daños o perjuicios al resto de la sociedad, la cual
podrá seguir viviendo tranquila y segura

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Época: Décima Época

Registro: 2012511

Instancia: Primera Sala

Tipo de Tesis: Aislada

Fuente: Gaceta del Semanario Judicial de la Federación

Libro 34, Septiembre de 2016, Tomo I

Materia(s): Constitucional, Penal

Tesis: 1a. CCXXI/2016 (10a.)

Página: 509

REINSERCIÓN SOCIAL. ALCANCES DE ESTE PRINCIPIO ESTABLECIDO EN EL


ARTÍCULO 18, PÁRRAFO SEGUNDO, DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS
ESTADOS UNIDOS MEXICANOS.

De la evolución histórica del artículo constitucional citado, se advierte que los


cambios en su redacción reflejan los diversos propósitos que han perseguido la
pena y el sistema penitenciario en su conjunto; en principio, se consideró que el
autor del delito era una persona degenerada, de ahí que la Constitución General
tuviera como finalidad su regeneración; en un segundo momento, se le percibió
como un sujeto mental o psicológicamente desviado que requería de una
readaptación, en ambos casos debía ser objeto de tratamiento; mientras que las
reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 18 de junio de 2008 y el 10 de
junio de 2011, respectivamente, básicamente resultaron en: i) La sustitución del
término "readaptación" por "reinserción"; ii) El abandono del término
"delincuente"; iii) La inclusión del fomento al respeto por los derechos humanos,
como medio para lograr la reinserción; iv) La inclusión de un objetivo adicional a
"lograr la reinserción", a saber: "procurar que la persona no vuelva a delinquir";
y, v) La adición del concepto "beneficios" como parte de la lógica del sistema
penitenciario. De este modo, la intención del Constituyente consistió en
cambiar el concepto penitenciario de readaptación social por uno más moderno
y eficiente, denominándolo "reinserción" o "reintegración" a la sociedad
apoyado, entre otros elementos, en el respeto a los derechos humanos y el
trabajo. Por tanto, a raíz de la citada reforma de 2008, la reinserción social,
como fin de la pena, no acepta la idea de que al culpable se le caracterice por
ser degenerado, desadaptado o enfermo, y que hasta que sane podrá obtener no
sólo la compurgación de la pena, sino inclusive alguno de los beneficios
preliberacionales que prevé la norma. En consecuencia, el ejercicio de la
facultad legislativa en materia de derecho penitenciario no puede ser arbitraria,
pues la discrecionalidad que impera en la materia y que ha sido reconocida por
esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, especialmente
en materia de beneficios preliberacionales, debe aspirar a conseguir un objetivo
constitucional, consistente en la reinserción social del individuo, antes que en
su regeneración o readaptación.

Amparo en revisión 1003/2015. 30 de marzo de 2016. Mayoría de cuatro votos de


los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Norma
Lucía Piña Hernández, quien reservó su derecho para formular voto concurrente
y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. Disidente: Jorge Mario Pardo Rebolledo, quien
formuló voto particular. Ponente: Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Secretaria:
Carmina Cortés Rodríguez.

Esta tesis se publicó el viernes 09 de septiembre de 2016 a las 10:18 horas en


el Semanario Judicial de la Federación.
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