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Modulación
Frente al estilo barroco, donde la modulación era un proceso frecuente y podía encontrarse
en casi cualquier punto de la obra –sobre todo, en las secciones de fortspinnung en el género de
concerto–, la modulación en el Clasicismo tenía un marcado carácter estructural dentro de la forma
sonata, es decir, su aparición estaba ligada a determinados puntos formales, de ahí que el ritmo
armónico en el período clásico fuera menor respecto al del barroco.
Por tanto, la modulación aparecía adscrita, generalmente, al esquema de tensión armónica de
la forma sonata, en que el área de la dominante de la segunda sección se interpretaba como un
aumento de tensión –previo al punto culminante del desarrollo– y se convertía, momentáneamente,
en una segunda tónica, de ahí la manifiesta polaridad entre tónica y dominante que vertebró el
lenguaje armónico del Clasicismo.
“Durante el siglo XVIII, la modulación de entenderse básicamente como una disonancia elevada a un
plano más alto, el plano de la estructura total. El pasaje de una obra tonal que no correspondía la tónica era
disonante en relación con la obra total, y si se quiere mantener cerrada la forma y respetar la integridad de la
cadencia, exige una resolución. Hay que esperar al siglo XVIII, cuando se afianza definitivamente
temperamento igual, para que se puedan articular cabalmente de de las posibilidades de la modulación, cuyas
consecuencias sólo se comprenderían en la segunda mitad del siglo”1.
1 ROSEN, C., (1986): El estilo clásico, Haydn, Mozart y Beethoven, Madrid, Alianza, 31.
Figura VI.367. Mapa conceptual: círculo de quintas según tensión y distensión armónica.
“La simplicidad de los temas clásicos, indicados por medio de la cadencia, empieza a crear la
conciencia de la tonalidad en el oyente, de ese modo que el cambio de tonalidad sea un hecho percibido
conscientemente. La sonatas y sinfonías clásicas, al hablar de planos temáticos, de secciones de transición y
desarrollo, así como de desarrollos propiamente dichos, hablan en tres lenguajes diferentes” 2.
Los tipos más frecuentes de modulación durante el Clasicismo consistían en dos procesos
heredados del Barroco, la modulación por acordes comunes –por tanto, a tonalidades vecinas con
una alteración de diferencia– y la modulación por cambio de frase, sin acordes comunes,
procedente del género de variaciones –de tipo seccional y de forma binaria– que se convertiría,
durante el período clásico, en tema y variaciones, de forma ternaria.
En cuanto al primer proceso, a partir de un acorde común entre ambas tonalidades –el
llamado acorde pivote o acorde puente, representado con una equivalencia–, la nueva tonalidad se
Figura VI.371. Ejemplo musical: J. S. Bach: Variaciones Goldberg BWV 988, Aria.
Figura VI.372. Ejemplo musical: J. S. Bach, Variaciones Goldberg BWV 988, Variación XV.
De la misma manera, podemos observar este proceso en Mozart y en otros compositores del
período clásico, sobre el género de las variaciones...
Figura VI.373. Ejemplo musical: W. A. Mozart, Variaciones Ah! Vous dirai-je, Maman KV 265.
...y también en el de la sonata, donde, incluso, la modulación por cambio de frase estaba
ligada, en muchas ocasiones, al cambio hacia el modo menor, ya fuera al relativo o al homónimo:
Y, de la misma forma, como en la suite, esta práctica pasó al cambio de frase más
importante de la forma sonata, a saber, el inicio del desarrollo, tras la doble barra, donde el
compositor podía sorprender comenzando esta nueva sección en una tonalidad completamente
diferente a la del final de la Exposición sin ninguna transición previa:
Frente a un ritornello típico –por ejemplo, el tercer tiempo del famoso Concierto para oboe
de Marcello, publicado en 1716–, podemos ver la coincidencia en la sucesión de cuartas/quintas en
el sentido del círculo que marca la progresión del fortspinnung, a la que sigue una conclusión
cadencial, bien en la misma tonalidad en que se iniciaba el proceso –en el caso de la obra de
Marcello y, en general, durante todo el Barroco, una progresión unitónica (Piston, 2012)– bien en
otra distinta, como en el caso de Mozart, que conduce al discurso a la subdominante, donde se
produce, atípicamente, la recapitulación de la sonata:
Figura VI.379. Ejemplo musical: A. Marcello, Concierto para oboe, III, inicio (reducción para oboe y piano).
En el caso del ejemplo de la Sonata Op. 111 de Beethoven, la modulación parte de la técnica
de los acordes comunes y, una vez elaborada la cadencia en la tonalidad antigua, la tónica se
convierte en grado de predominante en la cadencia sobre la nueva tonalidad. De este modo, se
utiliza una modulación de acordes comunes en la caída de la tonalidad menor y, en el caso de la
tonalidad mayor, el acorde de tónica se modifica cromáticamente, igual que en el ejemplo anterior
de Mozart, en segundo grado de la nueva tonalidad. Por tanto, el discurso armónico se desliza en
sentido descendente, Sol menor, Fa mayor, Mi bemol mayor, Do menor –en este punto se rompe la
secuencia por una equivalencia distinta, la tónica como tercer grado– y, posteriormente, Si bemol
menor, La bemol menor y, al final, Do menor, de nuevo con un acorde común diferente al del resto
3 En el ejemplo podemos ver dos si bemol consecutivos, pero todo indica que se debe a una errata del copista, que ha
sido confirmado según la edición urtext.
Figura VI.381. Ejemplo musical: L. v. Beethoven, Sonata op. 111, II, secuencia.
“Un développement dentral peut donc se diviser en trois sections tonales: (1.) l'accentuation par une
suite de modulations de la dissonance structrurelle née de la modulation principal de l'exposition, (2.)
l'articulation sur le point d'eloignement maximum puis, (3.) le retour au ton principal” 4.
En las dos últimas décadas del siglo XVIII, la cadencia sobre el sexto grado como llegada al
punto culminante se consideró un giro demasiado recurrente y fue sustituido, generalmente, con una
Figura VI.385. Ejemplo musical: J. Haydn, Sonata Hob: XVI: 60, I, clímax y retransición.
5 Este fragmento recuerda a la retransición de la Fantasía KV 475, compuesta por Mozart a la par que la Sonata KV
457, donde podemos encontrar un esquema formal y armónico muy semejante, y un motivo rítmico de tres notas
donde tal vez se encuentre el germen de la Quinta Sinfonía de Beethoven.
Otro tanto ocurre con la sección central del primer movimiento de la Sonata Op. 111 de
Beethoven, que comienza con una elaboración del tema inicial en Sol menor, en la primera parte, y,
después, en la doble fuga, aparece la modulación a Do menor y después a Fa menor, un tono vecino,
para regresar a Do menor en el clímax a través de su dominante, que se intensifica a través de un
pedal entre los compases 85 y 90, y del acorde de séptima disminuida. El área de retransición no
existe, dado que el último compás de dominante (90) –que contiene el primer motivo del tema
principal en la voz superior, lo que parece una falsa recapitulación– se enlaza directamente con el
tema inicial mediante el unísono de la anacrusa de semicorcheas.
De esta manera podemos apreciar que ambos modelos, tanto el de Mozart como el de
Beethoven, asumen los preceptos clásicos en la sección central y que, en ambos casos, el punto
culminante llega con la dominante de la propia tonalidad.
En cuanto al área de desarrollo secundario –el otro punto estructural de tipo modulatorio
dentro de la forma sonata–, persigue ofrecer al oyente, durante el período de la Transición, antes de
la conclusión final, una alternativa armónica a la fuerte polaridad entre tónica y dominante, con un
área en la subdominante que ofrezca variedad a la sección de la Recapitulación, escuchada
anteriormente.
En la Sonata KV 457 de Mozart, el desarrollo secundario aparece sobre la tonalidad de la
Frente a los procesos modulantes del período clásico, estrechamente ligados a la forma, el
Romanticismo conoció una mayor libertad de expansión armónica, cuyos usos analizaremos a
continuación.
Por tanto, los esquemas clasicistas de tensión quedaron también desvirtuados: la polaridad
entre tónica y dominante desapareció –y, por tanto, también la modulación al quinto grado, un
proceso ya muy gastado a finales del siglo XVIII–, dejando espacio a la subdominante y a las
mediantes, que se constituyeron como un escalón de tensión intermedia. Dentro del círculo de
quintas, la sensación de tensión hacia el área de los sostenidos y la de reposo hacia la de los
bemoles desaparecieron parcialmente, frente a áreas tonales cada vez más extendidas –como la de
los tonos relativos y homónimos–, donde la modulación a áreas alejadas suponía ya de por sí un
incremento de tensión que se compensaba con la distensión en el camino de retorno a la tonalidad
principal. De esta manera, incluso, en las forma de sonata o concierto, que contenían las
modulaciones marcadas por la estructura –por ejemplo, de la primera sección a la segunda–,
mostraban un esquema anticlásico, sujeto a un código armónico completamente individual.
Por ejemplo, en el Concierto Op. 11 de Chopin, en la tonalidad de Mi menor, podemos ver
la segunda sección sobre la tonalidad homónima, Mi mayor, que rompe por completo las
convenciones del concierto solista en el Clasicismo:
Figura VI.391. Ejemplo musical: F. Chopin, Concierto para piano n º 1, I, segunda sección.
Este ideal de amplias posibilidades armónicas y colores tonales inesperados necesitaba, por
tanto, herramientas modulatorias más sofisticadas que las utilizadas durante el Clasicismo, teniendo
en cuenta el constante aumento del cromatismo. De esta manera, la modulación por acordes
comunes, la más frecuente en el período clásico, tuvo continuidad en el Romanticismo, pero con la
participación de un acorde pivote, en la mayoría de las ocasiones, de base cromática –séptima
disminuida, napolitana, dominante secundaria, acordes mixtos procedentes de la tonalidad relativa
menor, etc.– que posibilitaba modulaciones a tonalidades más alejadas que en el siglo XVIII.
Por tanto, este tipo de modulación podía hacerse a través de un acorde de subdominante,
pero, frente a las subdominantes diatónicas como acordes de predominante, aparecía la posibilidad
de utilizar acordes mixtos o prestados –en este caso, un cuarto grado desde el tono homónimo
menor–, facilitando así el enlace entre tonalidades con tres y cuatro alteraciones de diferencia, como
podemos ver en este doble ejemplo:
En otras ocasiones, el acorde de subdominante elegido podía ser la sexta napolitana, que
propiciaba una modulación a un área verdaderamente alejada del centro principal, con una
diferencia de seis o siete alteraciones:
Los acordes comunes, fuera del área de la tónica o de la subdominante, eran infrecuentes,
incluso, durante el Romanticismo, dada la marcada dirección armónica del acorde de dominante a
causa de la resolución obligatoria de las notas del tritono, sin embargo, el acorde de dominante
secundaria –sin séptima, lo que facilitaba su condición de acorde pivote en cualquier contexto
armónico– sí se convirtió en una posibilidad modulatoria para llegar a tonalidades medianamente
alejadas:
Figura VI.396. Ejemplo musical: modulación por acordes comunes de dominante secundaria.
En el ejemplo anterior podemos observar cómo un discurso que fluía por la tonalidad de Do
mayor deja una dominante sin resolver –con séptima menor y novena menor– y se enlaza,
directamente, por notas comunes –la bemol y fa, y, como nota añadida, re– a la tonalidad de Mi
bemol mayor, a través de su segundo grado, Fa menor, de este modo, se produce una modulación
por acorde mixto, perteneciente a Do menor, en el cambio de frase que representa el fin de la
primera sección y el inicio de la Transición.
En algunas ocasiones, esta modulación por cambio de frase, sin acorde pivote ni transición
entre dos tonalidades, venía reforzada por un cambio de textura, como el contraste extremo que
puede observarse en la Sonata en Si menor de Franz Liszt entre el final del movimiento lento, de
carácter homofónico, y la fuga, el scherzo, de corte eminentemente contrapuntístico:
Figura VI.400. Mapa conceptual: modulaciones por mediante y semitono desde Do mayor.
De este modo, las notas comunes o vecinas –generalmente, una o dos– posibilitaban una
modulación rápida y eficaz a las áreas relacionadas por tercera, tanto en el sentido de los sostenidos
como en el de los bemoles, mientras que las tonalidades relacionadas por semitono están unidas al
tono principal por otros procedimientos –en el caso de Re bemol mayor con Do mayor, la
Figura VI.401. Ejemplo musical: modulaciones por notas comunes en relaciones de tercera.
Otro tanto ocurre con el modo menor, cuyas posibilidades modulatorias son similares a las
del modo mayor, con cuatro tonalidades cercanas por tercera y dos por semitono:
Figura VI.402. Mapa conceptual: modulaciones por mediante y semitono desde Do menor.
De igual modo, tanto en sentido de los sostenidos como en el de los bemoles, las
modulaciones se producen por nota común o por relaciones entre acordes, como en el caso de Re
bemol menor y Si menor.
Sin embargo, esta modulación por notas comunes, en lugar de por acordes comunes, que
permite alcanzar tonalidades más alejadas de las convencionales vecinas, ya había sido ensayada
por los compositores clásicos –fundamentalmente, Mozart y Beethoven– en algunos puntos
concretos de sus obras en forma de sonata:
Una de las aplicaciones de las relaciones de mediante puede observarse en el uso del acorde
de séptima disminuida, construido a partir de un esquema simétrico de terceras menores. Desde la
configuración de este acorde –que significa un automático incremento de tensión a causa de sus dos
tritonos concatenados–, sus tres únicas transposiciones actúan como dominante sobre las tres
regiones tonales diatónicas, según podemos ver en el siguiente esquema:
Figura VI.408. Ejemplo musical: esquema de acordes de séptima disminuida sobre los grados diatónicos.
Como podemos observar en los diagramas anteriores, el estado fundamental del acorde de
séptima disminuida implica un movimiento ascendente de la sensible hacia su resolución en la
fundamental de la tónica, de manera que, si invertimos el acorde en las cuatro disposiciones, puede
conducir el discurso, mediante la sensible correspondiente, hacia cuatro tonalidades mayores y
cuatro menores, relacionadas entre sí por distancia de tercera menor.
De esta forma, el acorde de séptima disminuida correspondiente a Do mayor –si-re-fa-la
bemol– puede actuar de dominante, por inversión del acorde, de Mi bemol mayor y menor, en Fa
sostenido mayor y menor, en La menor y menor y, por supuesto, en el homónimo menor, Do
Figura VI.410. Ejemplo musical: esquema de posibles resoluciones de un acorde de séptima disminuida.
Figura VI.411. Ejemplo musical: esquema de posibles resoluciones de la séptima disminuida sobre la dominante.
Figura VI.412. Ejemplo musical: esquema de posibles resoluciones de la séptima disminuida sobre la
subdominante.
Este proceso de relaciones de tercera menor a partir del acorde de séptima disminuida, que
ya intuía Mozart, fue utilizado para obtener rápidas modulaciones a áreas sorprendentemente
La enarmonía, otro proceso cromático que los románticos utilizaron profusamente, era uno
de los caminos preferidos en el ámbito de modulación, sobre todo, por su gran capacidad de
transformación del acorde común hacia tonalidades alejadas, de ahí que en la música romántica se
pueda contemplar, repentinamente, un cambio de seis o siete alteraciones en el círculo de quintas de
un compás a otro.
Por tanto, la enarmonía puede ser completa –se enarmonizan todas las notas del acorde–, o
parcial, se enarmonizan una o dos notas, o simplemente, una sola nota enarmónica con una función
preeminente en un área tonal (por ejemplo, la fundamental de la dominante) puede consumar el
cambio de tonalidad por enarmonía. También se elaboraban modulaciones por tonalidad
enarmónica, sobre todo, en el sentido del círculo de quintas, como Fa sostenido mayor por Sol
bemol mayor.
7 Víd., LENDVAI, E., (2003): Béla Bartók: un análisis de su música, Cornellà de Llobregat, Idea Books.
En el siguiente ejemplo de Chopin podemos ver una modulación por unísono a partir de una
nota enarmónica. Desde una tonalidad de Re bemol mayor, el discurso pasa a la parte central de la
obra a Do sostenido menor, en realidad, una cambio de modo, de Re bemol mayor a Re bemol
menor, desde una sola la nota, la fundamental de la dominante, la bemol en Re bemol mayor y sol
sostenido en Do sostenido menor:
Aparte de las secuencias mencionadas anteriormente, igual que durante el Clasicismo, los
compositores románticos buscaron modulaciones por intervalos diferentes que la cuarta y la quinta,
y, como ya se ha reseñado, el intervalo favorito fue la tercera, tanto mayor como menor, la relación
de mediante.
En el siguiente pasaje de la Mazurka Op. 50 n º 3 de Chopin, el bloque inicial, compuesto
por un desarrollo armónico de tipo cadencial –V/V 6b5 V7+ I–, parte de un acorde de bVII, Si mayor,
desde la tonalidad principal, Do sostenido menor. A partir de este punto se pueden observar una
sucesión de terceras menores con el esquema modulatorio anterior: Si mayor, Re menor, Fa mayor,
La bemol mayor (enarmonizado por Sol sostenido menor), Si mayor, de nuevo, y Re mayor, como
punto de reposo intermedio. En el cambio de frase, la trayectoria armónica llega, en efecto, hasta el
tono de la napolitana, como punto más alejado, Re mayor, mientras que, en la segunda parte del
fragmento, se modula a Fa mayor y, desde este punto, el discurso se dirige ya a la recapitulación de
la tonalidad inicial, de nuevo, a partir de la tercera menor, Sol sostenido mayor (V), Si mayor
(bVII), Re mayor (napolitana) y Do sostenido menor (I).
En el ámbito de la forma sonata, las relaciones de tensión del Clasicismo cambiaron por
completo hacia un modelo más dinámico y colorístico, armónicamente hablando, y, de esta forma, a
causa del uso del cambio de tonalidad como proceso frecuente en el discurso romántico, la
calculada modulación en la estructura clasicista fue sustituida por un incesante torrente de
acontecimientos armónicos, tanto en la sección central como en las partes externas de la sonata, con
la intención de mantener la tensión armónica hasta el mismo final de la obra.
“Esta preocupación por un incremento de la tensión, aun dentro del propio material básico de la obra,
constituye una parte esencial de la nueva estética llamada Romanticismo, que intenta posponer la resolución
hasta un momento tan cercano del final de un movimiento como sea posible, en contraste con la estética de la
sonata de finales del siglo XVIII, que sitúa casi siempre el clima así la resolución inicial una vez recorridas las
tres cuartas partes de una obra, justo precediendo e incluyendo el momento que daba comienzo a la
reexposición”8.
De hecho, los temas que componen las sonatas románticas, frente a las clásicas, mantienen
una constante actividad armónica que les lleva a introducir modulaciones en la primera aparición de
un determinado tema, en muchos casos, marcado por el desarrollo melódico –incluso, a tonos
alejados, ya desde el comienzo de la obra–, o bien, el transcurso armónico impide la llegada a la
tónica –que nunca aparece en posición fundamental hasta el final de la obra–, a través de distintas
modulaciones secundarias hasta el enlace con la siguiente sección: ambos casos pueden observarse
en la Fantasía de Schumann y en la Sonata en Si menor de Liszt.
“Cada uno de los tres movimientos de la Fantasía en Do mayor de Schumann marchan decididos
hacia la subdominante, y todos sus elementos musicales se encaminan a dicha modulación” 9.
Así puede observarse en la segunda sección del primer movimiento, sobre la tonalidad de Fa
mayor, la subdominante de Do mayor –se recapitula sobre Mi bemol mayor, la mediante–, cuya
tónica se evita durante la primera frase (hasta el compás 70) con distintos pedales de dominante y
subdominante concatenados. Con el cambio de tempo, Adagio, el discurso se dirige hacia Re menor,
relativo de Fa mayor y, de nuevo, a la subdominante de Do mayor, a través de un acorde de séptima
disminuida (compás 80) que funciona como dominante de Re menor –con la sensible, do# en el
bajo del acorde–, que, sin embargo, resuelve en la nota fa, en una evidente ambigüedad entre la
fundamental de Fa mayor y la tercera de Re menor, opción que se confirma claramente en el
compás siguiente.
9 ROSEN, C., (1986): El estilo clásico, Haydn, Mozart y Beethoven, Madrid, Alianza, 440.
Figura VI.429. Ejemplo musical: R. Schumann, Fantasía Op. 17, I, clímax y retransición.
Sol Si menor La menor Re mayor Re mayor Si menor Sib menor Sol menor Si mayor Si mayor Si mayor
menor Sol mayor Si menor
Do # menor
Fa menor
Fa#mayor
La mayor
Fa# mayor
Sol menor
Si menor
Fa# mayor
460 fuga
Sib menor
De este modo podemos apreciar la profusión de tonalidades sucesivas en las partes centrales
de la sonata romántica, en muchos casos, alejados de la principal por un proceso de relaciones de
mediante, que predicen, en muchos casos –a través de modulaciones por acordes de base cromática,
deslizamiento por notas vecinas, enarmonía, etc.– la tonalidad extendida de finales del siglo XIX y
el camino hacia la destrucción del sistema tonal tal cual se había conocido desde el comienzo del
siglo XVII.
Seguidamente, analizaremos el parámetro de la elaboración temática, íntimamente
relacionado con el de la frase, en tanto que desarrolla los elementos primigenios de una
composición musical, presentados en aquélla.
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