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Personalidad Inmadura

Cuando un individuo pasa a ser adulto, sus comportamientos infantiles desaparecen y la persona
se vuelve más madura en todos los sentidos. Esto es en realidad una de las características
fundamentales del desarrollo humano.

A medida que crecemos nuestra forma de interpretar y por tanto manejar la vida cambia por
completo. Durante el curso de este desarrollo, habrá momentos en los que nos
sentiremos emocionalmente angustiados. Estas perturbaciones emocionales se encuentran en su
nivel más alto en los años de adolescencia. La mayoría de las personas evolucionan con la
capacidad de hacer frente a todos estos factores emocionales. Como resultado, se vuelven
capaces de asumir responsabilidades de adultos. Ellos aprenden cómo manejar los problemas
en su vida. Algunas personas, sin embargo, no serán capaces de hacer frente a las dificultades
de la vida, no adquieren la capacidad de afrontar y superar los obstáculos y seguir exhibir
comportamientos claramente infantiles.

Las personas con personalidad inmadura son incapaces de hacer frente a situaciones


estresantes y, a menudo mantienen una visión del mundo que se origina dentro de su propia
imaginación. Pueden ser excesivamente emocionales y perder fácilmente los nervios.
También suelen ser tremendamente intolerantes a la frustración.
10 señales para detectar una personalidad inmadura
Principalmente son personas que presentan rasgos emocionales y de carácter propios de la
infancia, como si el tiempo no hubiera pasado para ellos

A continuación te presentamos 10 señales para detectar a una personalidad inmadura:

1. Inestabilidad y labilidad emocional


Los niños pequeños a menudo pasan de enfadarse a  llorar desconsoladamente y en pocos
minutos o incluso segundos, a reír de nuevo. Por suerte los adultos rara vez lo hacen, pero una
personalidad inmadura, puede cambiar de humor con la misma facilidad. Son
especialmente lábiles emocionalmente hablando, no saben controlar sus emociones.
2. Dificultad para adaptarse a los cambios
Los cambios forman parte de la vida. A los niños este hecho también les afecta, por supuesto,
pero generalmente son los adultos quienes les guían y toman la mayoría de decisiones por ellos.
Una persona inmadura no ha logrado adquirir las habilidades necesarias para manejar
situaciones y responder a los problemas, todavía esperan que alguien lo haga por ella y les falta
perspectiva de futuro.

3. Desconocimiento de uno mismo y personalidad poco definida


Como los niños pequeños, una persona poco madura tiene gran dificultad para auto-observarse,
valorar su conducta, reflexionar en profundidad sobre su forma de ser o pensar, así como
entender cuándo se equivoca para corregir sus errores y madurar en consecuencia. Entre otras
cosas, esto también provoca que sea tremendamente influenciable, dejándose llevar opiniones
ajenas, modas pasajeras o la influencia de cualquiera que en ese momento tome como líder.
Es lo que comúnmente se entiende por «falta de personalidad». Le cuesta tomar posiciones de
forma clara sobre algo o alguien.
4. Comportamientos caprichosos e irresponsables
De todos es sabido que los niños pequeños se mueven por antojos y gratificaciones inmediatas,
les gusta conseguir lo que desean sin pensar en las consecuencias. Una persona inmadura
emocionalmente actúa de la misma forma. Cuando quiere algo va a por ello, pensando
solamente en la recompensa y sin tener en cuenta si sus acciones puedan ocasionar o no algún
perjuicio a los que le rodean.

5. Culpar, mentir, insultar


Cuando las cosas les van mal, los niños pequeños culpan casi siempre a cualquier cosa o
persona externa como el origen de su desgracia. Para ellos asumir la propia culpabilidad es
algo tremendamente difícil, pues están formando su autoconcepto y necesitan creer que este es
lo suficientemente bueno. Cuando maduramos, sabemos reconocer nuestros errores y buscamos
la forma de solucionar los problemas.
Cuando se presenta una situación que es incómoda, los niños pequeños pueden mentir
fácilmente para mantenerse fuera de problemas. Los adultos en cambio se ocupan de la
realidad, diciendo la verdad, cosa que tampoco hace una persona emocionalmente inmadura.
Todos nos hemos metido en alguna pelea dialéctica de vez en cuando. Pero por lo general una
persona adulta trata de comprender la situación y reaccionar con respeto y dignidad hacia la otra
persona. Si por algún motivo pierde los papeles, se suele dar cuenta de que su estallido fue
inapropiado. Los niños por su parte pierden este control con mucha más rapidez, y se pelea e
insultan con facilidad. Los niños que aún no han interiorizado correctamente directrices
maduras de un comportamiento respetuoso hacia los demás, no han desarrollado la capacidad de
observar sus comportamientos para juzgar lo que es correcto y lo que está fuera de lugar, ven su
ira como algo normal, se autojustifican y culpan sin reparos a la otra persona. Esto mismo es lo
que hace una persona emocionalmente inmadura.

6. Impaciencia e impulsividad, pobre control de los impulsos


Cuando se enfadan o sienten dolor, los niños se muestran impulsivos e irreflexivos, actúan
desde el corazón. Hablan sin medir sus palabras y son impetuosos, sin detenerse a pensar en
las posibles consecuencias de sus acciones. Del mismo modo, en lugar de escuchar los puntos
de vista de los demás, les interrumpen de forma impulsiva.
Las personas maduras se paran a pensar antes de actuar, resistiendo el impulso de ponerse a
decir o hacer cosas hirientes sin más. Saben calmarse. Pueden ver más allá del problema, en
busca de más información y análisis de opciones.

No nos equivoquemos, actuar por impulso de vez en cuando es una característica normal del
comportamiento humano, lo que ocurre es que no es algo que se produce de forma habitual ni
en cualquier ambiente por una personalidad madura.
7. Ausencia de objetivos y planteamientos realistas
La mayoría de los niños son caprichosos, impacientes y pretenden lograr sus objetivos de forma
rápida, casi inmediata. Les resulta tremendamente difícil mantener la serenidad que requiere el
poder posponer las gratificaciones para más tarde, por lo que suelen actuar de un modo
primario, guiados casi exclusivamente por antojos, instintos y deseos del presente, sin
reparar en las consecuencias que pueden implicar tales comportamientos. Esto les impide hacer
planteamientos realistas para lograr sus objeticos, pues ven el presente con mucha más claridad
que el futuro debido a su falta de equilibrio emocional, de criterios éticos sólidos y de valores
estables.
8. Dificultad para aceptar los propios fallos y limitaciones
Ya hemos visto en el punto 3 que as personas inmaduras tiene poco conocimiento de ellos
mismos. Por este mismo motivo, son incapaces de aceptar con suficiente madurez y
responsabilidad sus propios fallos y limitaciones. Les es mucho más fácil ver la paja en el ojo
ajeno que la viga en el mismo, como manda el dicho, exactamente igual que le ocurre a un niño
pequeño. La intolerancia e inflexibilidad que mantienen hacia los demás contrasta con la
condescendencia que pueden mostrar consigo mismos, lo que no es más que otra
manifestación de su incoherencia interna.
9. Narcisismo
Los niños son narcisistas y egocéntricos por naturaleza. Una personalidad narcisista presenta
una abrumadora necesidad de admiración y, por lo general, una falta total de empatía hacia los
demás, pero a la vez son personalidades emocionalmente muy frágiles. Todo gira entorno a
ellos, nadie más cuenta, y si no se salen con la suya, buscan intimidar al otro con ira, llanto y
todo lo que pueda ser mostrado para que le hagan caso y se lleven a cabo sus caprichos de
forma inmediata.
Las actitudes narcisistas pueden parecer inicialmente propias de personas fuertes, pero en el
fondo reflejan rigidez de carácter, poca confianza en uno mismo y necesidad de reconocimiento
a toda costa. Es un signo de poca confianza en la propia valía y una muy limitada capacidad
de aceptación de la frustración.
10. Relaciones afectivas superficiales, rígidas y exigentes
Las personas emocionalmente inmaduras tienden a idealizar a los demás en un primer
momento, pero poco después se sienten defraudados por cualquier nimiedad y responden
con actitudes rígidas y exigentes. A nivel emocional les cuesta involucrarse de forma sincera y
profunda con otra persona, pues para ellos lo primero son ellos mismos y sus demandas. Esto es
lo que comúnmente se entiende por «falta de personalidad».
11. Defensas inmaduras
Freud acuñó el término mecanismos de defensa para definir las formas en que las personas se
protegen y / o consiguen lo que quieren. Los adultos utilizan estos mecanismos de defensa para
entender las preocupaciones de los demás, así como las suyas propias y poder resolver los
problemas de la vida. Estas respuestas a las dificultades son una señal de madurez psicológica.
Los niños, como las personas emocionalmente inmaduras, tienden a considerar que la
mejor defensa que un buen ataque. Esta estrategia defensiva de atacar a cualquiera se trata en
realidad de un mecanismo de defensa primitivo y poco racional.
Otro tipo de defensa primitiva es la negación, como por ejemplo decir: «¡No he dicho eso!»
«¡Nunca hice aquello!» “¡No es culpa mía!”, cuando en realidad todos hacemos o decimos
cosas inapropiadas en alguna ocasión.

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