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BUSCADORES
DE BELLEZA
HISTORIAS DE LOS GRANDES COLECCIONISTAS DE ARTE
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Paul Guillaume,
mucho más que un galerista en el París de los años veinte
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tendencia que, sin dejar de ser moderna, mostraba un mayor respeto por
la Historia. Uno de los más claros representantes de este reposiciona-
miento artístico fue el pintor André Derain_( 1880-1954), cuyo sonado aban-
dono del fauvismo llevó a su ruptura con Kahnweiler. Guillaume se convir-
tió en su marchante principal y, en pocos años, consiguió un gran éxito co-
mercial para este artista. Agradecido, en 1919 Derain pintó un retrato de
Guillaume que casi parece seguir literalmente la descripción que de él hizo
Maurice Sachs:
Es difícil saber hasta qué punto Guillaume era consciente de las posibi-
lidades de la nueva situación, pero lo cierto es que el éxito del tándem De-
rain-Guillaume se produjo en el momento en que las clases altas francesas
comenzaban su apertura hacia d arte contemporáneo, coincidiendo con eí
mencionado cambio de rumbo ideológico y cultural. Tímida ante el arte de
vanguardia más radical, la burguesía francesa se mostraba ahora mucho más
receptiva ante las nuevas tendencias de corte clasicista que Derain repre-
sentaba.
Audaces y brillantes resultaron también sus relaciones con otros artistas,
entre los que destaca Modigliani. El poeta Max Jacob, miembro de la lla-
mada «banda de Picasso» al igual que Apollinaire, fue quien los presentó.
Guillaume se interesó enseguida por la obra del italiano, que lo retrató en
1915 con el lema novo pilota reconociendo ya su reputación de paladín de la
innovación artística parisina. Ciertamente Guillaume podría, al final de su
corta carrera, reivindicar, si no su lugar entre los «pilotos» del arte moder-
no, sí su importante papel en el reducido y selecto grupo de los que supie-
ron crear una mejor relación entre el arte moderno y un público cada vez
más amplio. En aquel retrato, Modigliani rendía homenaje tanto a la atil-
dada elegancia del marchante a la que se refería Sachs en el texto citado
con anterioridad, como a la amistad que éste le prodigó en momentos muy
difíciles. Durante los años de la guerra, Modigliani se había quedado sin su
mecenas, el doctor Paul Alexandre, y Guillaume decidió reemplazarlo. Sin
éxito, intentó ayudar al pintor a superar el alcoholismo y la desesperación,
y aunque nunca llegó a firmar un contrato formal con él ni celebró ningu-
na exposición individual suya, sí lo incluyó en diversas muestras colectivas.
Otro ejemplo de su audaz estrategia como galerista es la compra del
stock completo de pinturas de JJtrillo_a la propietaria de un cabaret de
Montmartre, lo que le proporcionó un buen número de commovedoras
piezas de juventud de este artista. Asimismo, defendió siempre la pintura
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Hay colecciones que parecen decirnos «todo está en venta». Hay otras
que inspiran en nosotros ese profundo e involuntario respeto que sentimos
naturalmente cuando estamos rodeados de un íntimo equilibrio alcanzado
mediante el amor y la pasión templada a través del conocimiento. [...] La co-
lección Paul Guillaume está concebida para una satisfacción estética y una paz
sabiamente ganada.4
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