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Heinrich von Kleist

Sobre el teatro
de marionetas
y otros ensayos de arte y filosofía
Prólogo, traducción y notas de Jorge Riechmann

libros Hiperión
Obras de autores alemanes
en Ediciones Hiperión
Paul Celan
Amapola y memoria
De umbral en umbral
Traducci6n y presentación de Jesús Munániz
(edici6n bilingüe)
Johann Gottlieb Fichte
Reseña de «Enesidemo»
Prólogo, trad. y notas de Virginia E. López Domínguez
y Jacinlo Rivera de Rosales (edición bilingüe)
Heinrich von Kleist
Sobre el teatro de marionetas
y olros ensayos de arte y filosofta
Traducción, pr61ogo y notas de Jorge Riechmann
Antologla del Minnesang
Selección, traducción, prólogo y notas biogrtficas
de Bemd Dietz (edición bilingüe)
Friedrich Nietzsché
Poemas
Selección y traducción de Tx. Santoro y V. Careaga
Prólogo de Virginia Careaga (edición bilingüe)
Novalis
Los discípulos en Sais
Edición de Félix de Azúa
Otto Rahn
Cruzada contra el Grial
La tragedia del ca,arismo
Traducción de Fernando Acha
Rainer Maria Rilke
La canción de amor y muerte
del alférez Christoph Rilke
Versión española de Jesús Munániz (edición bilingüe)
Adolf Friedrich von Schack
Poesía y arte de los árabes
en España y Sicilia
Traducción de don Juan Valera
Stadler, Heyrn, Trakl
Poesía expresionista alemana
Traducción de Jenaro Talens y Emst-Edmund Keil
(edición bilingüe)
libros Hiperión, 111 "

HEINRICH VON KLEIST


SOBRE EL TEATRO DE MARIONETAS
Y OTROS ENSAYOS DE ARTE
Y F/WSOFIA
HEINRICH VON KLEIST

SOBRE EL TEATRO
DE MARIONETAS
y OTROS ENSAYOS DE ARTE Y FIWSOFIA

Prólogo, traducción y notas


de Jorge Riechmann.

I
Hiperión
libros Hiperión
Colección dirigida por Jesús Munárriz
Diseño gráfico: Equipo 109

© Copyright de la traducción: Jorge Riechmann, 1988


Derechos de edición reservados:
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MODERNIDAD
DE HEINRICH VON KLEIST
liSie sank, weil sie zu stolz und kí-áftig blühte!
Die abgestorbne Eiche steht im Sturm,
Doch die gesunde stürzt er schmetternd nieder,
Weil er in ihre Krone greifen kann."
[Cayó porque florecía con demasiada fuerza y
orgullo. El roble seco resiste la tormenta, que
sin embargo logra derribar al sano con estruendo
porque puede hacer presa en su follaje.]
Versos finales de Pentesilea.

"Los héroes de Kleist, conciencias inestables situa-


das entre mandamientos inseguros que se excluyen
mutuamente, pero que exigen obediencia incondi-
cional, se despedazan a sí mismos. No es un espec-
táculo agradable. Comienza la modernidad."
Christa Wolf, La Pentesilea de Kleist (1982).

Para Constanze, que me regaló MorgenrOte


cuando yo aún no sabía alemán.

Heinrich von Kleist. El Junker renegado, el dra-


maturgo genial, el espejo de suicidas. A caballo en-
tre dos clases sociales, la aristocracia feudal y la

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enclenque burguesía alemana --desligado de am-
bas. A caballo entre dos grandes movimientos lite-
rarios, el clasicismo decisivamente troquelado por
Goethe y Schiller y el romanticismo de un Novalis
o del editor de la obra póstuma kleistiana Ludwig
Tieck -sin pertenecer a ninguno de ambos. A caba-
llo entre el gran esfuerzo racionalizador, pedagógi-
co, revolucionario de la Ilustración y la reacción ex-
plosiva de las zonas oscuras de la conciencia indivi-
dual y social reprimidas por ésta -expresando a
ambas, y sin decantarse por ninguna de ellas. Kleist
como lugar de una ruptura, como consumación de
un desgarro que nos atañe porque su significado no
se agota en lo individual, sino que tiene rango so-
ciohistórico. Como testimonio de que la herida
Kleist sigue abierta valga el renovado interés con
que en los últimos años los escritores de lengua ale-
mana retoman a su vida y su obra (un ejemplo señe-
ro: Kein Orto Nirgends [En ningún lugar. En parte
alguna] de Christa Wolf).
Algo que podríamos denominar extraterritoriali-
dad -tomando prestado el término del gran crítico
anglosajón George Steiner- constituye sin duda
una de las características de la modernidad literaria
europea, tal como se constituye a partir del siglo
XVIII. Ruptura con el orden social de las monar-
quías absolutistas: el escritor deja de ser el protegi-
do de aristócratas o dignatarios eclesiásticos y expo-
ne su obra al libre juego de las fuerzas del mercado
instituido por la ascendiente sociedad burguesa. La
independencia conseguida con esta ruptura la paga
a menudo con un espantoso aislamiento (los poetas

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malditos no se maldicen a sí mismos, a pesar de su
ocasional afición por la retórica del satanismo).
Kleist consuma tempranamente y con toda lucidez
esa ruptura con la clase feudal, su propia clase, sin
encontrar ningún otro asidero social capaz de equi-
librar los extremos de su naturaleza. "El clasicismo
como sucedáneo de la revolución" (Heiner Müller):
Goethe y Schiller trabajan verso a verso en la edifi-
cación de un templo poético para albergar un pro-
yecto de humanidad sin perspectivas de realización
en la sociedad alemana. Esta vía de escape, que pre-
supone el deslindamiento de vida y arte como rei-
nos autónomos separados, le estaba vedada a la ra-
dical veracidad realista de Kleist. El fracaso de sus
sucesivos intentos de forjarse formas de existencia
desenajenadas en las que vida y arte constituyesen
una unidad armónica -profesor de lengua y filoso-
fía alemana en Francia, autor teatral, campesino en
Suiza, librero y editor, guerrillero literario por la
libertad de la nación alemana, periodista- le con-
vencieron de que no quedaba abierto otro camino
que el de la muerte. Ni en la reaccionaria sociedad
feudal prusiana, ni en la incipiente sociedad bur-
guesa que Kleist detestó en París, había espacio
para el desarrollo de una individualidad con sus ca-
racterísticas. También este fracaso del proyecto
emancipatorio individual, que desemboca en la
nada de la muerte, la locura o el silencio, es para-
digmático para la modernidad europea: en las figu-
ras de Friedrich Holderlin o Arthur Rimbaud habría
reconocido Kleist a sus iguales.
Tras el suicidio del gran intempestivo en 1811

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(cuando aún no contaba 35 años) su obra es sepulta-
da por un largo período de desconocimiento y silen-
cio. La recepción de ésta no comienza sino hacia
1870, y resulta entonces deformada a menudo por
el espíritu patriotero y militarista de la Alemania
guillermina (también el hitlerismo, décadas des-
pués, reclamará a Kleist como poeta nacional de
una Alemania nazi); diríase que sólo tras la devasta-
dora experiencia de la primera guerra mundial Eu-
ropa se muestra fértil para las semiÍlas de futuro
contenidas en esta obra singular ---de modo que no
sería descabellado considerar a Kleist, a la postre,
un poeta del siglo xx. Otro de los temas típicamen-
te modernos, y tematizados tantas veces en la litera-
tura de nuestro siglo, que despunta en las páginas
de Kleist es el de la desconfianza radical frente al
lenguaje, la percepción de la discordancia entre len-
guaje y ser. En una carta a su hermana Ulrike escri-
be Kleist:"Con gusto te comunicaría todo, si ello
fuera posible. Pero no es posible, incluso si no exis-
tiese otro obstáculo que el de la carencia de un me-
dio de comunicación. El único que poseemos, el len-
guaje, es inservible, no logra pintar el alma, y lo
que nos entrega son sólo fragmentos desgarrados".
Heinrich von Kleist. Espoleado por la paradoja,
nutrido por la contradicción, martirizado por la in-
diferencia. Al hojear la literatura hoy abundan tí si-
ma a él consagrada, ningún calificativo se nos ofre-
ce con más frecuencia que el de trágico. El gesto con
que se da muerte es demasiado señorial y altanero
para que podamos emplear la palabra "víctima" (de
un orden social ciego para su genio, de estructuras

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de poder envilecedoras y desmoralizadoras, de tan
radical soledad y desamor). Heinrich von Kleist,
Junker prusiano, poeta de la marca de Brandeburgo,
explorador tanto del pecho como del vientre de Ale-
mania: una vida tronchada y una obra perenne:
Pentesilea .
Anfitrión, El príncipe de Homburgo, El cántaro
roto son cimas absolutas de la poesía dramática uni-
versal; se ha convertido casi en un lugar común lla-
mar a su creador el autor teatral más importante
de la literatura alemana. Al mismo tiempo fue una
desdichada criatura lacerada por su casi patológica
inestabilidad anímica, por la duda corrosiva sobre
su propio talento, por su desmesurada ambición,
por la impotencia para entablar una relación pro-
ductiva con su entorno social. Pocos poetas han ex-
presado con intensidad comparable la soledad del
ser humano arrojado a un mundo opaco, confuso,
impenetrable, escenario de enconados combates
que oscuras potencias libran entre sí, destrozando a
quien se interpone en su camino. Acaso estos aspec-
tos de su obra no sean ajenos a la renovación del
interés contemporáneo por Kleist: una civilización
suicida, bólido ciego que se precipita al abismo, se
reconoce en su poeta suicida. Anotemos por último
que el amor de Kleist por ---o su fe en-lo singular,
la paradoja, los anudamientos de casualidades que
conducen a los más improbables resultados, las
"verdades inverosímiles", las excepciones que desa-
fían las reglas, las anomalías que reducen a irrisión
las leyes de la naturaleza, se refleja tanto en la com-
posición de sus dramas y narraciones como en la

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selección de prosas breves que el lector va a encon-
trar a continuación. .
La prosa de Kleist -rápida, briosa, nerviosa,
precisa, parca en ornamentos, de enorme compleji-
dad sintáctica--:- plantea al traductor un reto de en-
vergadura, del que espero haber salido mediana-
mente airoso. Me he servido de la edición de la Klei-
ne Prosa por Eberhard Haufe (Gustav Kiepenheuer
Verlag, Weimar 1964) y de la edición de la obra
completa en cuatro volúmenes preparada por Sieg-
fried Streller (Aufhau-Verlag, Berlín y Weimar
1978), así como de numerosos trabajos críticos so-
bre la vida y obra del poeta. Los escritos selecciona-
dos entre la masa de prosas breves de Kleist --en
su gran mayoría inéditos en castellano, por lo que
su traducción no parece ociosa~ contienen a mi en-
tender lo esencial de la poética de este dramaturgo
que amaba y necesitaba las máscaras, que fue· un
enigma para quienes lo (des-)conocieron íntima-
mente y para sí mismo, que sintió el mundo como
una "fábrica precaria" en la que "miseria y tribula-
ción se hallan tan estrechamente entreveradas, que
el espíritu humano no puede librarse de ellas ni si-
quiera en el pensamiento". En tales contradicciones
se desgarró con honestidad insobornable.

Jorge Riechmann. Berlín, junio de 1987.

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CRONOLOGíA: KLEIST EN SU ÉPOCA

1777 El 18 de octubre nace en Francfortdel Oder


Bernd Wilhelm Heinrich von Kleist, hijo ma-
yor del capitán prusiano Joachim Friedrich von
Kleist y de su segunda mujer, Juliane Ulrike (de sol-
tera von Panwitz). La familia de Kleist, oriunda de
Pomerania, pertenece a la nobleza prusiana de entre
la que tradicionalmente recluta el estado sus milita-
res y funcionarios: en vida de Kleist ha dado ya
veinte generales y mariscales (así como un coman-
dante y, poeta anacreóntico: Ewald Christian von
Kleist, 1715-1759). Una hennana (parece que algo
viril) de Kleist, Ulrike (1774-1849), desempeñará un
importante papel en la vida del escritor.
Se aprueba la primera constitución de los Esta-
dos Unidos de Norteamérica (tras la declaración de
independencia del año anterior).
Nace Friedrich de la Motte Fouqué.
1778 Nace Clemens Brentano: mueren Rousseau y
Voltaire.
1780 Muere la emperatriz María Teresa: su hijo José II
asciende al trono imperial austríaco. Al año si-
guiente es abolida la servidumbre en Austria y se

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garantiza la libertad religiosa.
1781 Muere Lessing; nacen Achim von Arnim, Adalbert
von Chamisso y Karl Friedrich Schinkel.
1782 Primera instrucción de Kleist, impartida por
el teólogo C. E. Martini (educación al parecer
rígida, esquemática, luterana ortodoxa e impersonal).
1783 Muere Diderot.
1785 Primera Liga de príncipes alemanes contra Aus-
tria, inspirada por Prusia. Primera máquina de
vapor en suelo alemán.
Nacen Bettina Brentano y J acob Grimm.
n
1786 Muere Federico 1/ ("el Grande ) de Prusia; as-
ciende al trono su sobrino Federico Guillermo 11.
Nacen Ludwig Borne y Wilhelm Grimm.
1788 Muere el padre de Kleist; el poeta es enviado a
Berlín para que lo eduque el pastor protestan-
te S. H. Catel.
Edictos contra la ilustraci6n y de censura en
Prusia. Nacen Lord Byron, Joseph von Eichendorff y
Arthur Schopenhauer.
1789 Comienzo de la Revoluci6n francesa.
1790 Muere el emperador José 1/; le sucede su hennano
Leopoldo 1/. Rebeli6n de campesinos en Sajonia.
1791 Francia, monarquía constitucional. Muerte de
Mozart.
1792 Kleist ingresa en el Regimiento de la Guardia
de Potsdam como cabo-sargento (l de junio),
siguiendo la tradición militar de su familia.
Francia se transforma en república; comienza la
primera guerra de coalici6n (Austria y Prusia) contra
la Francia revolucionaria. Muere el emperador Leopol-
do 1/ y le sucede su hermano Francisco 1/.

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1793 Ejecución en Francia de Luis XVI, el monarca
destronado (21 de enero); comienzo de la dicta-
dura revolucionaria de los jacobinos. Inglaterra, Espa-
ña, Portugal, los Paises Bajos y Cerdeña se suman a
la coalición antifrancesa.
El 18 de marzo se proclama la república en Ma-
guncia.
Kleist, tras la muerte de su madre (3 de febre-
ro), se une a su regimiento en Francfort del Meno.
Toma parte en el asedio de Maguncia (10 de abril-23
de julio) y en varias escaramuzas bélicas de la cam-
paña del Rin (1793-1795).
Tratado entre Rusia y Prusia sobre la segunda
partición de Polonia.
1794 Cae en Francia la dictadura jacobina (27 de ju-
lio). Es aplastada la rebelión polaca contra la do-
minación rusa y prusiana.
Mueren Gottfried August Bürger y Georg Forster.
Comienza la colaboración literaria entre Goethe y
Schiller.
1795 Kleist a su hermana Ulrike: "Ojalá nos dé el
cielo paz, para que podamos redimir con he-
chos humanitarios el tiempo que aquí matamos in-
moralmente" (25 de febrero). Tras la paz de Basilea
(5 de abril) entre Francia y Prusia regresa con su
regimiento a Potsdam.
La tercera partición de Polonia (entre Austria,
Prusia y Rusia) borra el estado polaco del mapa.
1796 El general Napoleón Bonaparte comienza la
campaña italiana.
1797 Kleist es ascendido a alférez. Traba amistad
con el joven oficial Ernst von Pfuel (la más im-

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portante de estos años de juventud).
Paz de Campo Formio entre Francia y Austria
(17 de octubre). Muere Federico Guillermo /J de Pru-
sia y asciende al trono su hijo Federico Gu,illermo [/l.
Nacen Heinrich Heine y Franz Schubert.
1798 Kleist emprende -junto con su amigo Otto
August Rühle van Lilienstern- estudios de
matemáticas, ciencias naturales y filosofía. Toca el
clarinete en un cuarteto de oficiales. Viaja al Harz.
Traba amistad con su prima Marie von Kleist, la
única mujer que lo comprenderá y amará hasta el
final de su vida.
Napoleón desembarca en Egipto con su ejército.
1799 Kleist abandona el ejército en abril (considera
imposible, "en el estado actual de los ejérci-
tos", armonizar sus deberes de ser humano y de ofi-
cial). Se matricula en la universidad de Francfort
del Oder, donde durante tres semestres estudiará fí-
sica y matemáticas (y asistirá a lecciones sobre filo-
sofía, historia de la cultura y derecho natural). En
verano viaja a los Montes de Silesia con sus herma-
nos Leopold y Ulrike.
Comienza la segunda guerra de coalición (Ingla-
terra, Austria y Rusia) contra Francia. Napoleón, tras
derribar al Directorio con un golpe de estado, es pro-
clamado cónsul (9 de noviembre).
Se aprueba en [nglaterra una ley contra la orga-
nización sindical de los obreros.
Nace Honoré de Balzac.
1800 En enero Kleist se prpmete con Wilhelmine
von Zenge (1780-1852), hija de un general de
Francfort del Oder.Mientras dure esta relación ~muy

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cerebral y muy poco sensual- intentará no sin pe-
dantería poner en práctica en su prometida el ideal
educativo de la Ilustración. Curt Hohoff observa que
u su erotismo tenía por objeto las ciencias y no a su

prometida". En la mujer no reconocerá a la compa-


ñera con quien vivir en pie de igualdad, sino que
verá en ella a la criatura inmadura que ha de ser
moldeada de acuerdo con las exigencias varoniles.
Huirá varias veces de mujeres que le aman. Algunos
biógrafos dudan que Kleist llegase nunca a conocer
la relación sexual.
En verano interrumpe sus estudios universita-
rios. En agosto viaja con Ludwig von Brockes a
Wurzburgo; a finales de octubre regresa a Berlín.
Primeros proyectos literarios (borrador de "La fami-
lia Ghonorez"), lecturas de Rousseau y Kant. Con
repugnancia interior se prepara para ingresar en el
funcionariado prusiano. "Debo hacer lo que el esta-
do me exige, y sin embargo me está vedado investi-
gar si lo que me exige es bueno. Para sus fines des-
conocidos he de ser yo mero instrumento -no pue-
do serlo" (a Wilhelmine, 13 de noviembre). Visita a
la familia real en Potsdam. "En la corte clasifican a
los seres humanos como antaño los químicos a los
metales: a saber, en los que se pueden doblar y ex-
tender y en los que no. A los primeros se los bate
entonces diligentemente con el martillo de la arbi-
trariedad, a los segundos se los desecha por inservi-
bles" (a Ulrike, 25 de noviembre). "Si él [el rey] no
me necesita a mí, yo a él lo necesito menos todavía.
Pues a mí no me resultaría difícil encontrar otro rey,
pero a él si y sobremanera encontrar otros súbditos".

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Napoleón derrota a los austriacos en Marengo
(J 4 de junio).
1801 Trato ocasional con comerciantes y eruditos
berlineses. "La necesidad de representar un
papel, y una íntima aversión a ello, me amargan
todo trato social; sólo puedo sentirme alegre en so-
ledad, pues entonces me está permitida la sinceri-
dad completa" (a Ulrike, 5 de febrero). En marzo, el
estudio de la filosofía crítica kantiana le desbarata
su ingenua creencia ilustrada en la ciencia y el pro-
greso. "No podemos decidir si lo que llamamos ver-
dad es la verdad auténtica o si solamente nos parece
que es así. ( ...) Se ha derrumbado mi única y supre-
ma aspiración y ya no tengo ninguna" (a Wilhelmi-
ne, 22 de marzo). Buscará superar la crisis interior,
el desasosiego espiritual, en múltiples viajes. En
abril viaja con Ulrike (ella disfrazada de varón) a
París, pasando por Dresde, Gotinga, Maguncia y Es-
trasburgo; llega a la capital francesa el 6 de julio y
permanecerá en ella hasta noviembre. Conoce a
Wilhelm von Humboldt, quien le pone en contacto
-con científicos franceses. La Francia posrevolucio-
naria, en la que coexisten "la inmoralidad suprema
junto a la cientificidad más alta", le decepciona pro-
fundamente: "Rousseau no se les cae un momento
de la boca a los franceses; mas ¡cómo se avergonza-
ría, si alguien le dijese que esto es su obra!" (a Karo-
line von Schlieben, 18 de julio).
En París -tras un proceso de maduración ar-
tística prodigiosamente rápido-- Kleist se encuen-
tra a sí mismo como poeta, entra en posesión de
poderosos recursos expresivos y de muchos motivos

18
fundamentales de su obra posterior. Trabaja en la
tragedia "Robert Guiskard". Primera versión de
"Los esponsales de Santo Domingo".
A finales de noviembre viaja a Francfort del
Meno, donde se separa de Ulrike; llega a Berna el
27 de diciembre.
Paz de Lunéville entre Francia y Austria (9 de
febrero). Alejandro 1, nuevo zar de Rusia, firma
la paz con Francia. Muere Novalis.
1802 Kleist vive al principio en Berna y Thun; desde
abril, e,n la isla Delosea del río Aar ferca de
Thun. Se relaciona con Heinrich Zschokke, Ludwig
Wieland (hijo del poeta Christoph Martin Wieland)
y Heinrich Gessner. Concluye "La familia Schrof-
fenstein", trabaja en el "Robert Guiskard", proyecta
"Anfitrión" y "El cántaro roto". Rompe con su pro-
metida Wilhelmine, que no le sigue en su proyecto
de vivir como labrador en Suiza: "Amada mucha-
cha, no me escribas más. No tengo otro deseo que
morir pronto" (20 de mayo). En julio y agosto yace
enfermo en Berna, donde le recoge Ulrike en sep-
tiembre. A mediados de octubre, ambos hermanos
viajan con Ludwig Wieland a Weimar.
Napoleón, cónsul vitalicio. Paz de Amiens entre
Francia e Inglaterra (25 de marzo).
1803 En enero y febrero vive Kleist como huésped
del poeta Christoph Martin Wieland en la finca
que éste posee en Ossmannstedt, cerca de Weimar.
Lucha por concluir el "Robert Guiskard". El amor
por él de la niña de trece años Luise Wieland preci-
pita su partida: "He encontrado más amor de lo.que
es conveniente, y tendré que ausentarme de nuevo

19
tarde o temprano: ¡mi extraño destino!" (a Ulrike).
En febrero se publica (anónimamente) "La familia
Schroffenstein" en Berna y Zurich. Durante abril y
junio, estancia en Dresde. Relación afectiva con
Henriette von Schlieben. Propósitos de suicidio. En
julio viaja a pie con pfuel hacia París, pasando por
Berna, Milán y Ginebra. "El infierno me ha dado
medio talento; el cielo hace a los hombres la merced
de un talento entero o de ninguno" (a Ulrike, 5 de
octubre). En octubre, en París, quema el manuscrito
del URobert Guiskard", en el que había trabajado
con ambición desmesurada (cifrando en él su desti-
no de poeta; esta destrucción tiene por ello algo de
suicidio simbólico). Viaja solo a Boulogne-sur-Mer,
planeando alistarse en el ejército que Napoleón ---el
ucónsul mequetrefe" le llama en carta del 2/3/
1802- organiza contra Inglaterra, para morir en
combate. Derrumbamiento físico y psíquico. Retor-
no a Alemania; en Maguncia lo cuida el doctor (y
antiguo jacobino) Georg Wedekind.
Reformas políticas y administrativas de Napoleón
en Alemania (desaparición de numerosos. microesta-
dos). Inglaterra declara de nueVo la guerra a Francia
(J 8 de mayo).
Mueren Herder y Klopstock.
1804 En Maguncia y París. Retoma a Berlín en ju-
nio. No cuaja su plan de acompañar como
agregado diplomático al embajador de Prusia en
Madrid (un hermano de Marie von Kleist). La "Fa-
milia Schroffenstein" se estrena en Greiz, sin que
Kleist lo sepa. En otoño vuelve a ingresar en la ad-
ministración prusiana.

20
Introducción del Código Civil (el llamado "Code
Napoleón") en Francia yen la zona de Alemania situa-
da a la izquierda del Rin. Napoleón, emperador de
Francia (J 8 de mayo).
Muere Immanuel Kant.
1805 Kleist trabaja en la Oficina de Finanzas pru-
siana bajo la dirección de Karl Freiherr von
Stein. Concluye "El cántaro roto". Elide mayo se
traslada a Konigsberg para completar su formación
burocrática; traba contacto con políticos reformis-
tas prusianos y con su principal teórico, Christian
Jakob Kraus. Trabaja en "Michael Kolhaas", "Anfi-
trión",."La marquesa de O." y "Pentesilea". Ulrike le
sigue a Konigsberg.
Comienza la tercera guerra de coalición (Inglate-
rra, Austria, Rusia y Suecia) contra Francia. La flota
inglesa, al mando de Nelson, derrota a la francoespa-
ñola en Trafalgar (21 de octubre). Napoleón derrota a
Austria y Rusia en Austerlitz (2 de diciembre). Prusia
y Francia acuerdan una alianza defensivo-ofensiva.
Paz de Pressburg (26 de diciembre), con grandes pérdi-
das territoriales para Austria.
Muere Schiller.
1806 "El tiempo parece querer dar a luz un orden
nuevo de las cosas, y nosotros no experimenta-
remos sino el derrumbamiento del antiguo" (a Rühle
von Lilienstern, febrero de 1806). Kleist obtiene en
agosto unas vacaciones de seis meses por motivos de
salud. Trabaja en diversos dramas y narraciones.
Abandona definitivamente la administración prusiana.
Fundación de la Liga Renana como protectorado
napoleónico (17 de julio), con lo que 16 estados alemanes

21
se separan del imperio romano-germánico. El 6 de
agosto Francisco II renuncia a la dignidad de empera-
dor romano-germánico; así acaba el milenario Sacro
Imperio Romano de la Nación Alemana. Prusia decla-
ra la guerra a Napoleón (9 de octubre) y es vapuleada
por éste en la doble batalla de lena y Auerstedt (14 de
octubre). Colapso militar y polltico prusiano; la corte
huye a Konigsberg y el 27 de octubre Napoleón entra
en Berlln. El 21 de noviembre el emperador francés
decreta el bloqueo comercial continental contra Ingla-
terra.
1807 Kleist abandona Konigsberg con intención de
trasladarse a Dresde, pero el 30 de enero es de-
tenido en Berlín -junto con dos oficiales prusia-
nos-- por los franceses, que le taman por espía. Cau-
tiverioen Port de Joux (cerca de Pontarlier) y Cha-
lons-sur-Mame. En mayo, Adam Müller edita "Anfi-
trión" en Dresde. En julio ponen a Kleist en liber-
tad; llega a Dresde el 31 de agosto. Proyecto fallido
de fundar una librería-editorial ("Phonix"). Planea
con Adam MüIler la publicación de una revista de
arte y literatura: "Phobus". Concluye "Pentesilea" y
"Catalina de Heilbronn".
Paz de Tilsit entre Francia y Rusia (7 de julio).
Prusia, en la paz impuesta por Napoleón, pierde más
de la mitad de su territorio (9 de julio). Tímidas refor-
mas antifeudales en el estado prusiano, impulsadas
por el ministro Karl Freiherr von Stein, que intentan
movilizar al pueblo contra Francia sin alterar sustan-
cialmente la dominación aristocrática.
1808 Comienza a aparecer en Dresde la revista
"Phobus", en la que Kleist publica varias na-

22
rraciones y fragmentos dramáticos suyos. El públi-
co rechaza "El cántaro roto", muy mal escenificado
por Goethe en Weimar (2 de marzo). En julio se ~di­
ta "Pentesilea" en Tubinga. Kleist conoce a Ludwig
Tieck en verano. Escribe "La batalla de Arminio",
vehemente drama nacionalista yantifrancés.
Estalla en España la guerra popular de indepen-
dencia contra los franceses. Napoleón depone al mi-
nistro prusiano Stein.
1809 Elide enero, Kleist envía su drama "la bata-
lla de Arminio" a Viena (donde no será repre-
sentado; Kleist no verá nunca en escena ninguna
obra teatral suya). Escribe poemas y manifiestos po-
líticos (violentamente antifranceses) para la proyec-
tada revista "Ge~ania" que no verá la luz. El 29
de abril abandona Dresde junto con el historiador
Friedrich Christoph Dahlmann; ambos viajan a pie
a Praga. Visitan el 25 de mayo el campo de batalla
de Aspern (primera victoria austríaca sobre Napo-
león, 22 de mayo). Sobre la vida de Kleist en Praga
durante los meses siguientes no se sabe nada en ab-
soluto; en Berlín y Konigsberg se le da por muerto.
A finales de noviembre está en Francfort del Oder, a
mediados de diciembre en Berlín.
Napoleón derrota a los austríacos en Wagram
(6 de julio); paz de Viena (14 de octubre).
1810 A comienzos de año viaja a Francfort del Meno.
De vuelta el 4 de febrero en Berlín, donde co-
noce a Arnim, Brentano, Eichendorff y otros. De
este período data el juicio de Arnim sobre él (carta
a Wilhelm Grimm, abril de 1810): "Tras Fouqué ha
llegado Kleist, un tipo un tanto extraño, como ocurre

23
casi siempre cuando el talento tiene que salir a la
luz atravesando las viejas tradiciones militares pru-
sianas. Es la persona más despreocupada, casi cíni-
ca, con la que me he topado desde hace tiempo: tie-
ne una cierta falta de precisión en el hablar que lo
aproxima al tartamudeo, lo cual se manifiesta en
sus trabajos en forma de supresiones y modificacio-
nes constantes. Vive de una manera harto extraña,
muchas veces se pasa todo el día en la cama para
que nadie le moleste cuando trabaja al mismo tiem-
po que fuma su pipa".
Se estrena "Catalina de Heilbronn" en Viena y
se publica corno libro en Berlín; en esta última ciu-
dad, igualmente, unvolurrÍen de "Narraciones". El
1 de octubre Kleist comienza a editar el diario "Ber-
liner AbendbliiUer" -todos los textos de Kleist que
aquí presentarnos, con excepción del ensayo sobre
la elaboración del pensamiento a medida que se ha-
bla, se publicaron originalmente en este periódico-
que ofrece información sensacionalista, crítica de
arte, contribuciones literarias y artículos políticos
(Kleist realiza personalmente gran parte del trabajo
de redacción). Sus intentos de agrupar en tomo a
un diario popular a todas las fuerzas antinapoleóni-
cas le ponen en conflicto con el gobierno prusiano.
Karl August Fürst van Hardenberg gobierna Pru-
sia como ministro y posteriormente canciller de esta-
do. Se inaugura la Universidad de Berlin, cuyo primer
rector es Fichte.
1811 Las "Berliner Abendbliitter" originan friccio-
nes crecientes con la cancillería de estado y por
último dejan de aparecer el 30 de marzo (el número de

24
lectores, elevado al principio, había disminuido rá-
pidamente). Hardenberg y el rey no aceptan la soli-
citud de Kleist de reingreso en la administración
prusiana. El poeta padece nece.sidad y aislamiento.
Piensa en abandonar la literatura y consagrarse a
la música ("pues considero ese arte como la raíz o
más bien, y para expresarme en debida forma, como
la fórmula algebraica de todas las demás artes", a
Marie von Kleist, mayo de 1811). Se publica en
agosto el segundo volumen de sus "Narraciones".
Relación (no amorosa) con Adolphine Henriette von
Vogel (nacida en 1777), enferma probablemente. de
un cancer incurable. Durante una visita a Ulrike en
Francfort del Oder le humilla dolorosamente su fa-
milia, que lo considera un perfecto fracasado. El 21
de noviembre Adolphine y él se suicidan de común
acuerdo a orillas del lago Kleiner Wannsee, cerca
de Potsdam: con dos disparos, mata primero a la
amiga y luego se mata. "Te juro que me es imposi-
ble seguir viviendo por más tiempo: mi alma está
de tal modo en carne viva que casi diría que basta
con asomarme a la ventana para que me haga daño
la luz del día que sobre mí brilla" (~ Marie von
Kleist, 10 de noviembre). "Tú has hecho por mí no
ya todo lo que está en manos de una hermana sino
de cualquier ser humano, para salvarme: la verdad
es que nadie puede ya ayudarme en este mundo. Y
ahora, adiós. Que el cielo te dé una muerte que se
asemeje, siquiera remotamente, a la mía, en lo que
tiene de alacridad y serenidad inexpresable" (a Ulri-
ke, 21 de noviembre).
1821 Ludwig Tieck publica los escritos póstumos de

25
Kleist (primera impresión de "La batalla de
Arminio" y "El príncipe de Homburgo" -este últi-
mo es acaso el más logrado de los dramas de Kleist).
Estreno del "El príncipe de Homburgo"en Viena.
1839 Estreno de "La batalla de Anninio" en Pyrmont.
1876 Estreno de "Pentesilea" en Berlín.
1899 Estreno de "Anfitrión" en Berlín (el mejor drama
de Kleist según Robert Walser).

26
SOBRE EL.TEATRO DE MARIONETAS

Pasaba yo el invierno de 1801 en M ... , cuando


una tarde me encontré en un parque al señor C ... ,
que desde poco antes estaba empleado en la ópera
de esta ciudad como primer bailarín, y hacía las de-
licias del público.
Le manifesté mi sorpresa por haberle hallado
ya varias veces en un teatro de marionetas que se
había instalado en la plaza del mercado, y que di-
vertía al populacho con pequeñas farsas dramáticas
entreveradas de cantos y danzas.
Me aseguró que las pantomimas de los muñecos
le complacían sobremanera, y me dio a entender sin
recovecos que un bailarín deseoso de mejorar su for-
mación podría aprender mucho de ellos.
Pareciéndome esta opinión, por la manera en
que la formuló, más que una ocurrencia casual, me
acomodé a su lado decidido a oír las' razones con
las que pudiera justificarse tan curiosa afirmación.
Me preguntó si, de hecho, algunos movimientos
de los muñecos -en especial los de los más peque-
ños-- no me habían parecido llenos de gracia.
No pude negar este extremo. Un grupo de cuatro

27
campesinos, que bailaban la ronda con rápido com-
pás, no hubiera sido Teniers capaz de pintarlo más
bellamente.
Inquirí el mecanismo de esas figuras, y cómo
resultaba posible gobernar cada uno de sus miem-
bros y de sus articulaciones, según las exigencias
del ritmo de los movimientos o de la danza, sin te-
ner que manejar miríadas de hilos.
Respondió que yo no debía figurarme que el ti-
tiritero, en los distintos momentos de la danza, ac-
cionase cada miembro en particular y tirase de él.
Cada movimiento, dijo, tenía su centro de gra-
vedad; bastaba con gobernar éste, en el interior de
la figura; los miembros, que no eran sino péndulos,
por ~í mismos seguían el movimiento de manera
mecánica.
Añadió que tal movimiento era muy sencillo;
que cada vez que el centro de gravedad se movía en
Unea recta, los miembros describían directamente
cu",as; y que a menudo todo el mecanismo, menea-
do de manera meramente casual, se ponía en movi-
miento rítmicamente, de manera semejante a la
danza.
Esta observación me pareció por lo pronto arro-
jar alguna luz sobre el placer que el bailarín había
pretendido hallar en el teatro de marionetas. De
momento estaba yo muy lejos de barruntar las con-
clusiones que más tarde iba a extraer de ella.
Le pregunté si creía que el tirititero que mane-
jaba las marionetas tenía que ser él mismo bailarín,
o por lo menos poseer una noción de la belleza de la
danza.

28
Replicó que aun siendo los aspectos mecánicos
de una tarea sencillos, no se seguía de ahí que pu-
diese llevarse a cabo careciendo de toda sensibilidad.
La línea que el centro de gravedad tenía que
describir era ciertamente muy sencilla y, a su pare-
cer, recta en la mayoría de los casos. De ser curva,
por lo menos la ley de su curvatura parec1a de pri-
mero o a lo más de segundo orden; e incluso en este
último caso sólo elíptica, que por ser la forma de
movimiento más natural para las extremidades del
cuerpo humano (a causa de las articulaciones) no
ofrecía grandes dificultades de ejecución al titiritero.
En cambio esta línea, desde otro punto de vista,
era algo harto misterioso. Pues no se trataba sino
del recorrido del alma del bailarln; y él dudaba que
pudiese hallarse salvo si el tirititero se situaba en el
mismo centro de gravedad de la marioneta, esto es,
dicho con otras palabras, bailaba.
Repliqué que me habían pintado la tarea del
titiritero como algo bastante trivial: semejante al
hacer girar la manivela de un organillo.
En modo alguno, respondió. Más bien se rela-
cionan los movimientos de sus dedos con los movi-
mientos del muñeco fijado a ellos de manera bas-
tante artificial, aproximadamente cómo los núme-
ros a sus logaritmos o la asíntota a la hipérbola.
Afirmó creer que también de este último resto de
inteligencia que había mencionado era posible pres-
cindir en el manejo de las marionetas, de modo que
su danza se desarrollase por completo dentro del rei-
no de las fuerzas mecánicas y pudiera generarse,
como yo había pensado, por medio de una manivela.

29
Expresé mi asombro al ver cuánta atención consa-
graba a tal remedo de una de las bellas artes, inven-
tado por el vulgo. No sólo lo consideraba capaz de
mayor desarrollo, sino que incluso parecía ocuparse
personalmente de ello.
Sonrió y dijo atreverse a afirmar que, si un
buen mecánico le construía una marioneta según
sus requerimientos, le haría ejecutar una danza
cuya excelencia ni él ni ninguno de los más consu-
mados bailarines de la época -sin exceptuar siquie-
ra a Vestris- serían capaces de igualar.
Me preguntó, al verme bajar los ojos silenciosa-
mente: ¿ha oído usted algo sobre esas piernas mecá-
nicas elaboradas por artesanos ingleses para muti-
lados que han perdido las suyas?
Dije que no: nunca había visto nada semejante.
Es una lástima, replicó; pues si le digo que esos
mutilados bailan con ellas, casi temo que no me va
a creer. ¿Qué digo, bailan? Claro que el repertorio
de sus movimientos es limitado; pero los que están
a su alcance los ejecutan con tal sosiego, ligereza y
donaire, que pasman a cualquier ingenio propenso
a cavilaciones.
Manifesté, en son de guasa, que en tal caso ya
había dado con su hombre. Pues el artesano capaz
de construir tan curioso muslo mecánico, sin duda
también podría ensamblarle una marioneta entera
que respondiese a sus exigencias.
¿Cómo, -le pregunté, pues él a su vez había
bajado los ojos algo confuso-, cómo formula usted
esas exigencias a la habilidad de su artesano?·
Nada, res~ndió, que no esté ya presente en lo

30
que hemos visto: euritmia, movilidad, ligereza -sólo
que todo en mayor grado; y sobre todo una distribu-
ción de los centros de gravedad más conforme a la
naturaleza.
¿ y qué ventaja ofrecería tal muñeco frente al
bailarín vivo?
. ¿Ventaja? En primer lugar una ventaja negati-
va, dilectísimo amigo, a saber, que~n_unca mostraría
afectación. Pues la afectación aparece, como sabe
usted, cuando el alma (vis motrix) se localiza eñ al-
gún otro punto que el centro de gravedad del movi-
miento.1 Pero siendo así que el titiritero, en nuestro
caso,-mediante el hilo o el alambre, no tendría abso-
lutamente ningún otro punto a su disposición sino
ése: entonces' los restantes miembros serían lo que
deben ser, puros péndulos muertos, y obedecerían
meramente a la ley de la gravedad; 'un atributo en-
vidiable, que buscaríamos en vano en la mayoría de
nuestros bailarines.
Observe por ejemplo a la P ... , prosiguió, cuando
interpreta a Dafne y perseguida por Apolo mira en
derredor: tiene el alma asentada en las vértebras
del sacro; se encorva como si fuera a romperse, cual
una náyade de la escuela de Bernini. Observe al jo-
ven F ... cuando, caracterizado como Paris, plantado
en medio de las tres diosas, le alcanza a Venus la
manzana: tiene el alma asentada (da miedo verlo)
en el codo.
Semejantes torpezas, añadió a guisa de conclu-
sión, son inevitables desde que comimos del Árbol
del Conocimiento. El paraíso está cerrado con siete
llaves y el ángel detrás de nosotros; tenemos que dar

31
la vuelta al mundo para ver si por la parte de atrás,
en algún lugar, ha vuelto a abrirse.
Reí.- En cualquier caso, pensé, no puede~rrar
el intelecto allí donde no hay intelecto ningunoJ Mas
observé que se había dejado cosas en el tintero y le
rogué prosiguiese.
A mayor abundamiento, dijo, estos muñecos tie-
nen la ventaja de ser ingrávidos. Nada saben de la
inercia de la materia que es, entre todas las propie-
dades, la más perjudicial para la danza; pues la
fuerza que los' levanta por los aires es mayor que la
que los encadena a la tierra. ¿Qué no daría nuestra
buena G ... por pesar un buen par de arrobas menos,
o por que una fuerza de semejante magnitud viniese
en su auxilio en los entrechats y piruetas? ~os mu-
ñecos necesitan el suelo s610 para rozarlo, como los
elfos, y para relanzar el ímpetu de los m!embros por
medio del obstáculo momentáneo; nosotros lo nece-
sitamos para descansar sobre él, y para recobrarnos
de los esfuerzos de la danza; momento éste que ob-
viamente no pertenCfce a la danza, y con el que no
se puede hacer nada mejor que eliminarlo, si es po-
sible.
Díjele que, por mucho ingenio que gastase en la
defensa de su paradoja, no iba de ninguna manera
a convencerme de que un títere mecánico pudiese
poseer más donaire que la estructura del cuerpo hu-
mano.
Repuso que al hombre le resultaba práctica-
mente imposible ni siquiera igualar al títere en este
respecto. Sólo un dios podía, según él, competir con
la materia en este terreno; y precisamente en este

32
punto se engranaban los dos extremos del mundo
anular.
Yo estaba cada vez más asombrado y no atina-
ba a hallar réplica alguna para tan singulares afir-
maciones.
Al tiempo que tomaba una pulgarada de rapé,
repuso que parecía que yo no había leído con aten-
ción el tercer capítulo del primer libro del Pentateu-
co; y que con quien no conocía este primer período
de toda crianza humana no se podía discutir ade-
cuadamente sobre los siguiéntes, y muchísimo me-
nos sobre el último.
Afirmé estar familiarizado con los \-trastornos
que la conciencia causa en la gracia natural del ser
humano. Un joven conocido mío había perdido la
inocencia a resultas de una observación casual,-ante
mis mismísimos ojos, y pese a todos los esfuerzos
imaginables no había logrado después recobrar nun-
ca el paraíso de esta inocencia.- Mas, con todo, ¿qué
consecuencias -añadí- podía él extraer de ello?
Me preguntó por el suceso al que me había refe-
rido.
Hará unos tres años, narré, que me estaba ba-
ñando con un joven, cuya constitución irradiaba en-
tonces un maravilloso donaire. Debía de tener dieci-
séis años aproximadamente, y los primeros atisbos
de vanidad -despertados por- el favor de las muje-
res--- sólo se podían columbrar a lo lejos. Se daba el
caso de que poco antes habíamos contemplado en
París al adolescente que se está sacando una astilla
del pie; el vaciado en molde de esta estatua es bien
conocido y se halla en la mayoría de las colecciones

33
alemanas. En el momento en que el joven apoyaba
el pie en un taburete para secárselo, echó una ojea-
da a un espejo de cuerpo entero, y su imagen le re-
cordó esta estatua; sonrió y me comunicó su descu-
brimiento. De hecho yo había descubierto lo mismo
en el mismo instante. Pero, o bien para probar la
firmeza de la gracia que en él moraba, o bien para
atajar su vanidad provechosamente, el caso es que
le repliqué riendo que veía visiones. Sonrojándose,
alzó el pie por segunda vez para convencerme; mas
el intento --como era de esperar- no tuvo éxito.
Corrido, alzó el pie por tercera y cuarta vez, lo le-
vantó hasta diez veces: ¡en vano! Era incapaz de re-
producir el movimiento, ¿qué digo?, los movimien-
tos que hacía tenían algo tan extraño que me costó
reprimir los pujos de risa.
Desde aquel día, desde aquel mismo momento,
se operó en el joven una misteriosa transformación.
Comenzó a pasar días enteros mirándose en el espe-
jo; y le abandonaron sus encantos uno tras otro. Un
poder invisible y misterioso pareció apresar como
una red de hierro el libre discurrir de sus gestos, y
cuando hubo transcurrido un año, no se podía des-
cubrir en el joven ni siquiera una huella de su pasa-
da hermosura, que había deleitado a cuantos lo ro-
deaban. Todavía vivían testigos del singular y des-
graciado suceso que podían corroborar palabra por
palabra mi narración.-
En este punto, dijo el señor C ... amistosamente,
he de contarle yo otra historia, y no le costará apre-
ciar que viene como anillo al dedo.
Me hallaba de camino hacia Rusia en una quinta

34
del señor de G ...• un aristócrata livonio. cuyos hijos
se entrenaban asiduamente por aquel entonces en
el arte de la esgrima. Sobre todo el mayor. recién
vuelto de la universidad. se las daba de maestro. y
una mañana cuando yo estaba en su cuarto me ofre-
ció un florete. Esgrimimos; pero resultó que yo le
superaba; por añadidura le obcecó la pasión; casi
cada una de mis estocadas lo alcanzaba. y por último
su florete voló a un rincón. Medio en broma. medio
contrito. me dijo al tiempo que recogía el florete que
había dado con la horma de su zapato; pero que tal
horma existía para toda criatura. y que me iba a con-
ducir ante la mía. Los hermanos proITIlmpieron en
carcajadas gritando: ¡ea¡ ¡ea¡ ¡a la leñera con él!. y
cogiéndome de la mano me llevaron ante un oso que
el señor de G ... su padre. hacía criar en la finca.
El oso. cuando me acerqué a él sin salir todavía
de mi asombro. estaba erguido sobre las patas trase-
ras; apoyado contra un poste al que se hallaba atado.
alzaba la zarpa derecha presta a la réplica. y me mi-
raba a los ojos: tal era su posición de guardia. Con-
frontado a un adversario semejante. yo no sabía si
soñaba o estaba despierto; pero el señor de G ... me
decía. ¡ataque! ¡ataque. e intente asestarle siquiera
una estocada! Así que me hube recobrado un poco de
mi estupefacción. me lancé sobre el florete en mano;
el oso movió ligerísimamente la zarpa y paró el golpe.
Ahora yo me encontraba casi en la misma trampa que
el joven señor de G ..., La seriedad del oso me sacaba
ele mis casillas. se sucedían estocadas y fintas. me em-
papaba el sudór: ¡todo en vano! El oso no sólo paraba
todos mis golpes. como el mejor esgrimidor del mundo.

35
sino que además ni siquiera se inmutaba por las fin-
tas (yen ello ningún esgrimidor del mundo hubiera
podido imitarlo): con los ojos fijos en los míos, cual
si en ellos me pudiese leer el alma, allí estaba plan-
tado, con la zarpa alzada y pronta a la réplica, y
cuando mis estocadas no iban en serio, ni se movía".
¿ Cree usted esta historia?
¡A pie juntillas!, exclamé, aplaudiendo alegre-
mente; se la creería a cualquier" desconocido, de ve-
rosímil que es; ¡cuánto más a usted!
Ahora, dilectísimo amigo, dijo el señor C... , está
usted en posesión de todo lo necesario para com-
prenderme. Vemos que; en la medida en que en el
mundo orgánico se debilita y oscurece la reflexión,
hace su aparición la gracia cada vez más radiante y
soberana. Pero así como la intersección de dos lí-
neas a un lado de un punto, tras pasar por el infini-
to, se presenta de nuevo súbitamente al otro lado, o
como la imagen del espejo cóncavo, después de ha-
berse alejado hacia el infinito, aparece nuevamente
de improviso muy cerca de nosotros: de modo aná-
logo se presenta de nuevo la gracia cuando el cono-
cimiento ha pasado por el infinito; de manera que
se manifiesta con la máxima pureza al mismo tiem-
po en la estructura corporal humana que carece de
toda conciencia y en la que posee una conciencia
infinita, esto es, en el títere y en el dios.
Por consiguiente, dije un tanto ausente, ¿tene-
mos que volver a comer del Árbol del Conocimiento
para recobrar el estado de inocencia?
. Sin duda, respondió; ése es el último capítulo
de la historia del mundo.

36
SOBRE LA ELABORACIÓN
PAULATINA DEL PENSAMIENTO
A MEDIDA QUE SE HABLA
A. R. v. L.

Cuando quieras saber algo y no seas capaz de


averiguarlo meditando, te aconsejo, querido y dis-
creto amigo mío, que hables de ello con el primer
conocido con quien topes. No necesita poseer un ca-
letre privilegiado, ni lo que yo propongo es que lo
interrogues sobre tu problema, ¡no! Antes bien, de-
bes contárselo tú mismo en primer lugar. Ya te veo
enarcar las cejas asombrado y responderme que, en
el pasado, se te aconsejó no hablar sino sobre cosas
que ya comprendieses bien. Pero antaño hablabas
probablemente con la petulancia de querer instruir
a otros, yo quiero que hables con la juiciosa inten-
ción de instruirte a ti mismo; de modo que acaso
ambas reglas de prudencia, diferentes para diferen-
tes casos, sean compatibles sin dificultad. Dicen los
franceses que l'appétit vient en mangeant [el comer y
el rascar, todo es empezar; literalmente: al comer
se despierta el apetito]; y este principio basado

37
en la experiencia sigue siendo verdadero cuando se
lo reformula paródicamente como l'idée vient en par-
lant [al hablar se nos ocurre la idea]. A menudo, en-
corvado en mi escritorio sobre los legajos, intento
hallar el punto de vista desde el cual enjuiciar co-
rrectamente un pleito enredoso. Ocupado como está
mi fuero íntimo en el empeño de ponerse en claro,
suelo entonces mirar hacia la luz -el punto de cla-
ridad mayor. O busco, cuando se me propone un
problema algebraico, la ecuación inicial que expre-
sa los datos del problema, y de la cual se deducirá
la solución mediante un cálculo sencillo. Pues mira:
cuando converso sobre ello con mi hennana, que
trabaja sentada detrás de mí, averiguo lo que quizá
no hubiera podido aclarar en horas enteras de cavi-
lación. No es que ella me lo diga en el sentido propio
de la palabra; ya que no conoce el Código legal, ni
ha estudiado los tratados matemáticos de Euler o
Kastner. Tampoco es que ella me guíe con pregun-
tas sagaces hasta el meollo del asunto, aunque esto
último también acaece a menudo. Mas yo tengo de
antemano alguna oscura noción vinculada lejana-
mente con lo que busco, y si con osadía la tomo
como punto de partida, el entendimiento, a medida
que progresa el discurso, forzado a hallar un final
para ese comienzo, troquela la confusa noción ini-
cial hasta conferirle completa nitidez, de forma que
el conocimiento -para asombro mío-- ya está listo
al acabar el período oratorio. Intercalo sonidos inar-
ticulados, alargo las locuCiones conjuntivas, utilizo
también tal o cual aposición que en realidad no es
necesaria y me valgo de otros artificios que dilatan

38
el discurso con objeto de ganar el tiempo necesario
para la forja de mi idea en el taller de la razón. En
esos momentos nada me ayuda más que un gesto de
mi hermana, como si quisiera interrumpirme; pues
a mi entendimiento, ya de por sí en tensión, lo aci-
catea todavía más el intento de arrebatarle desde
fuera el discurso en posesión del cual se halla, y -
semejante a un gran general cuando se ve en un ato-
lladero- hace dar a sus facultades lo mejor de sí
mismas. En este sentido entiendo el provecho de
que podía resultarle a Moliere su criada; pues el
asignar a la moza ---<:omo él pretende- un juicio
crítico capaz de corregir el suyo propio, revelaría
una modestia de cuya presencia en aquel pecho de
poeta desconfío. Para el que habla hay una peculiar
fuente de entusiasmo en el rostro humano de un in-
terlocutor; y una mirada que expresa la compren-
sión de un pensamiento formulado sólo a medias
nos regala a menudo la formulación de la otra mi-
tad del mismo. Tengo para mí que más de un gran
orador, al abrir la boca, aún no sabía lo que iba a
decir. Pero la convicción de que las circunstancias
por sí mismas, y la excitación de su entendimiento
resultante de ellas, producirían la necesaria copia
de pensamientos,le confería el atrevimiento necesa-
rio para empezar a la buena de Dios. Me viene a las
mientes la célebre "fulgurita" de Mirabeau, con la
que despachó al maestro de ceremonias que, des-
pués de haber acabado la última junta monárquica
del 23 de junio, en la cual el rey había ordenado a
los tres Estamentos marchar por separado, regresó
a la sala de juntas donde todavía se demoraban los

39
Estamentos y preguntó si no habían oído la orden
del rey. "Sí", respondió Mirabeau, "hemos oído la
orden del rey" --estoy seguro de que con este afable
comienzo aún no pensaba en las bayonetas con las
que concluyó: "Sí, caballero", repitió, "la hemos
oído" -se ve que aún no sabe en absoluto lo que
pretende. "Pero, ¿qué derecho tiene usted" -prosi-
guió, y ahora, de súbito, se dispara un torrente de
intuiciones tremendas--- "a insinuamos órdenes a
nosotros? Somos los representantes de la nación".
-¡Eso era lo que necesitaba! "La nación da órdenes,
y no recibe ninguna" -llegando enseguida al colmo
de la osadía. "Y para hacerme entender con toda
claridad" -y sólo ahora da con la formulación que
expresa toda la resistencia que su alma está dis-
puesta a oponer: "Comunique usted a su rey que no
abandonaremos nuestro puesto sino a punta de ba-
yoneta". -Dicho lo cual se sentó en su silla, satisfe-
cho consigo mismo. -Si pensamos ahora en el
maestro de ceremonias, no podemos imaginarlo
más que en completa bancarrota espiritual tras se-
mejante lance, según una ley análoga a la que carga
un cuerpo en estado eléctrico neutro, cuando entra
en la atmósfera de un cuerpo electrizado, con la
electricidad de signo opuesto. E igual que en el
cuerpo electrizado, tras esta acción recíproca, se re-
fuerza nuevamente el grado de electricidad en él
contenido, así el anonadamiento de su adversario
transformó la valentía de nuestro orador en el más
temerario entusiasmo. Acaso, de este modo, fue en
última instancia el temblor de un labio superior, o
un jllgueteo ambiguo con el puño de la camisa, lo que

40
provocó en Francia la subversión del orden de las
cosas. Leemos que Mirabeau, apenas el maestro de
ceremonias se hubo alejado, se levantó y propuso:
1) constituirse de inmediato en Asamblea Nacional
y 2) proclamar la inviolabilidad de la Asamblea.
Tras haberse descargado con esto como una botella
de Leyden, se hallaba ahora de nuevo en estado neu-
tro y, repuesto de su temeridad, dio cabida en sus
consideraciones al temor por el tribunal- del ChAte-
let y a la prudencia. -Aquí tenemos una curiosa
concordancia entre los fenómenos del mundo físico
y los del mundo moral, que ---en caso de que conti-
nuásemos investigándola- se manifestaría hasta en
los menores detalles. Pero abandono mi analogía y
retorno al asunto principal. También Lafontaine, en
su fábula Les animaux malades de la peste [Los ani-
males apestados], en la cual el zorro se ve obligado
a improvisar una apología ante el león, sin saber de
dónde extraerá su contenido, presenta un ejemplo
singular de elaboración paulatina del pensamiento
a partir de un comienzo dictado por la necesidad.
La fábula es bien conocida. La peste impera en el
reino animal; el león convoca a los notables de éste
y les declara que es necesaria una víctima propicia-
toria para aplacar a los cielos. Hay muchos pecado-
res entre el pueblo, y la muerte del mayor tiene que
salvar a los demás de perecer. Harían bien, por
ende, en confesarle sinceramente sus faltas. Él por
su parte confiesa que, aguijoneado por el hambre,
acabó con más de una oveja; también con ~l perro,
cuando se acercaba demasiado; sí, incluso llegó a ocu-
rrir que en un instante de gula se zampó al pastor.

41
De no haber incurrido nadie en mayores debilidades
él, el león, está dispuesto a morir. "Señor", dice el
zorro, deseoso de desviar la tormenta lejos de sí, "su
generosidad nos abruma. Se extralimita usted en su
noble celo. ¿No es una minucia estrangular a una
oveja? ¿O a un perro, esa bestia indigna? Y "quant
au berger [en lo que hace al pastor]", prosigue, pues
éste es el meollo del asunto: "on peut dire [puede de-
cirse]", aunque todavía no sabe qué, "qu'il méritoit
tout mal [que merecía cualquier calamidad]"; a la
buena de Dios; y con ello está ya enredado; "étant
[por ser]"; un vulgar circunloquio, que le hace em-
pero ganar tiempo: "de ces gens la [de esas perso-
nas]", y sólo ahora da con el pensamiento que le
saca de apuros: "qui sur les animaux se font un chi-
mérique empire [que se forjan un quimérico dominio
sobre los animales]". - y procede a probar que el
asno, ¡bestia sanguinaria! (pues devora todas las
hierbas) es la víctima apropiada, tras lo cual todos
se abalanzan sobre él y lo despedazan.- Un discur-
so semejante es en verdad pensamiento en voz alta.
'La sucesión de ideas y sus designaciones progresan
paralelamente, y los actos del entendimiento para
las unas y las otras son congruentes. El lenguaje no
contituye entonces traba alguna, a modo de calzo
que inmovilizase la rueda del espíritu, sino que es
como una segunda rueda fija en el eje de aquélla y
rodando al unísono. Muy otra cosa sucede cuando
el espíritu tiene el pensamiento listo ya antes de la
elocución. Pues entonces ha de limitarse a su mera
expresión, y esta tarea, antes bien que estimularlo,
no tiene otro efecto que el de distenderlo. Por ello,

42
cuando una idea es expresada confusamente, no se
sigue de ello en absoluto que también haya sido
pensada confusamente; antes bien podría darse el
caso de que las expresadas más confusamente sean
precisamente las pensadas con mayor claridad. A
menudo, en una reunión en la que merced a la con-
versación animada las ideas están fecundando con-
tinuamente los entendimientos, vemos cómo perso-
nas que por lo general se muestran retraídas, pues
no se sienten dueñas del lenguaje, de sopetón se
enardecen con un movimiento espasmódico y apo-
derándose del lenguaje dan a luz algo incomprensi-
ble. Sí, se diría que, una vez han captado la aten-
ción de todos, con un gesto tímido dan a entender
que ellos mismos ya no saben a ciencia cierta lo que
han querido manifestar. Probablemente esas perso-
nas han pensado con toda claridad algo muy acerta-
do. Pero el súbito cambio de actividad, la transición
del pensamiento a la expresión, reprimió la excita-
ción del espíri tu que resulta tan necesaria para la
conservación del pensamiento como para su genera-
ción. En tales casos es por completo imprescindible
tener el lenguaje con facilidad a punto para poder
emitir en sucesión tan rápida como sea posible lo
pensado en simultaneidad, y que sin embargo no
puede ser enunciado en simultaneidad. Yen general
cualquiera que hable más rápido que su oponente,
supuesto que ambos se produzcan con igual clari-
dad, tendrá una ventaja sobre él, pues en el mismo
tiempo pone en combate más tropas que él. La nece-
sidad de una cierta excitación del entendimiento,
incluso para engendrar de nuevo ideas ya tenidas

43
con anterioridad, se hace patente cuando se somete
a examen a cabezas esclarecidas y con instrucción,
y sin ningún preámbulo se le plantean preguntas
como la siguiente: ¿qué es el estado? O bien: ¿qué
es la propiedad? u otras semejantes. Si estos jóvenes
se hubiesen hallado en una reunión en donde ya se
hubiera discutido sobre el estado o sobre la propie-
dad durante cierto tiempo, acaso habrían dado fá-
cilmente con la definición procediendo mediante
comparación, aislamiento y combinación de con-
ceptos. Pero aquí, donde falta por completo esa pre-
paración del entendimiento, los vemos atascarse, y
sólo un examinador incompetente concluirá de ello
que no saben. Pues no es que nosotros sepamos, sino
que más bien un cierto estado nuestro sabe. Sólo los
espíritus adocenados, gente que ayer aprendió de
memoria lo que es el estado y mañana ya lo habrá
olvidado nuevamente, tendrán aquí la respuesta a
mano. Acaso no haya ocasión peor para mostrar las
buenas cualidades que un examen público precisa-
mente. Aun sin tener en cuenta que es ya de por sí
enojoso y hiere la sensibilidad e incita a mostrarse
testarudo el que uno de esos eruditos chalanes nos
examine los conocimientos, para compramos o re-
chazamos según sean cinco o seis; es tan difícil ta-
ñer el entendimiento humano y lograr arrancarle su
melodía personal, se desafina tan fácilmente en ma-
nos torpes, que incluso el más consumado conoce-
dor de la persona, ducho hasta la maestría en el de-
licado arte de partear los pensamientos -según
Kant lo caracteriza-, podría aquí cometer desaguisa-
dos a causa del desconocimiento de su recién nacido.

44
Por lo demás, lo que les procura a tales jóvenes -in-
cluso a los más ignorantes-- en la mayoría de los
casos una buena calificación es la circunstancia de
que también los entendimientos de los examinado-
res, cuando el examen se realiza en público, están
ellos mismos demasiado turbados como para podec
juzgar con imparcialidad. Pues no sólo son cons-
cientes, a menudo, del impudor de todo este proce-
dimiento -ya nos avergonzaría exigir a alguien que
vaciase su bolsa ante nosotros, cuánto más su
alma-: sino que su propio intelecto tiene que some-
terse aquí a una peligrosa inspección, y pueden dar
gracias a Dios cuando logran salir del examen sin
mostrar su flaco, acaso más ignominiosamente que
el jovenzuelo recién salido de la universidad a quien
examinaban.

(Continuará.)

45
PLEGARIA DE ZOROASTRO
(De un manuscrito hindú hallado por un viajero
en las ruinas de Palmira)

¡Dios, padre mío en los cielos! Tú, que has dis-


puesto para el hombre una vida libre, rica y gran-
diosa. Fuerzas de infinita variedad, divinas y bestia-
les, concertándose en su pecho le hacen rey de la
creación. Al mismo tiempo, vencido por espíritus in-
visibles, yace ---de manera asombrosa e incompren-
sible- apresado por lazos y cadenas; deslumbrado
por el error deja de lado lo más alto, y corno si hu-
biera sido cegado vaga entre miserias y naderías.
Sí, se complace en su estado; y de no ser por los
tiempos pasados y las divinas canciones que de ellos
nos dan noticia, ni siquiera tendríamos noción de
esas cumbres ¡oh Señor! desde las que el ser huma-
no puede mirar en derredor. Pero Tú, de cuando en
cuando, haces que caigan unas corno escarnas de los
ojos de uno de tus siervos, por Ti elegido para que
de una ojeada abarque las necedades y los yerros de
su especie; le armas con la aljaba de la palabra para
que, libre de miedo y lleno de amor, se adelante en
medio de ellos y con sus flechas ora aguzadas, ora

47
suaves, los despierte de esa extraña soñarrera que
los inmoviliza. También a mí, oh Señor mío, en tu
sabiduría me has escogido -a mí, tan indigno--
para colaborar en esta tarea; y me dispongo a cum-
plir mi deber. Penétrame completamente, de pies a
cabeza, del sentimiento de la miseria en que yace
abatida esta época, y de la comprensión de todas
las mezquindades, insuficiencias, insinceridades e
hipocresías cuya consecuencia es esa miseria. Ro-
bustéceme para que pueda tender vigorosamente el
arco del juicio, y dame prudencia y sagacidad en la
elección de las flechas con las que daré a cada cual
su merecido: obligando a postrarse al perverso e in-
corregible para mayor gloria tuya, metiéndole al vi-
cioso el miedo en el cuerpo, advirtiendo al extravia-
do, hostigando al necio con el mero zumbido del
dardo sobre su cabeza. Y enséñame también a tejer
una corona con la que, a mi modo, pueda coronar a
quien goza de tu beneplácito. Pero sobre todas las
cosas, Señor mío, que hacia Ti crezca el amor, sin
el cual nada -ni siquiera lo más nimio-- se logra;
para que tu reino sea glorificado y crezca por los
siglos de los siglos a través de todos los espacios,
jamén!

48
CONSIDERACIONES SOBRE EL CURSO
DEL MUNDO

Gente hay que se representa las épocas del pro-


greso educativo de una nación en un orden harto
peregrino. Se figuran que un pueblo yace primero
abatido en bestial barbarie y salvajismo; que, des-
pués de algún tiempo, se siente la necesidad de un
mejoramiento de las costumbres, y para ello tiene
que ser formulada la ciencia de la virtud; que, para
que los profesores de la misma hallen acceso a ella,
se piensa en hacerla encarnar en bellos ejemplos, y
a
por ello se inventa la estética; que partir de enton-
Ces se elaboran hermosas representaciones de acuer-
do con los preceptos de la misma, y oon ello origína-
se el arte; y que por últirrto ~l pueblo; por medio del
arte, es elevado al más alto nivel de cultura humana.
Entérese esa gente de que todo -al menos entre los
griegos y los romanos~ sucedió en orden inverso.
Estos pueblos se estrenaron con la época heroica,
que sin lugar a duqas es la más alta que puede al-
canzarse; cuando ya no tenían héroes en ninguna
virtud cívica ni humana, los inventaron como figuras

49
artísticas; cuando ya no eran capaces de crear arte,
inventaron las reglas para ello; cuando ya se hacían
un lío con las reglas, abstrajeron la sabiduría univer-
sal misma; y cuando hubieron cumplido lo anterior,
se corrompieron por completo.

50
EMOCIONES ANTE LA MARINA
DE FRIEDRICH

Soberbio es contemplar un ilimitado desierto


de agua, bajo el cielo encapotado, a la orilla del mar
en -soledad infinita. Sin embargo, ello supone que
hemos llegado hasta allí, que debemos volver atrás,
que desearíamos ir más allá, que no podemos, que
echamos en falta todo lo necesario para vivir y que
sin embargo percibimos la voz de la vida en el fra-
gor del oleaje, en el soplo del viento, en el desplaza-
miento de las nubes, en el grito solitario de los pája-
ros. Ello supone una exigencia del corazón y -por
así decirlo- un daño que nos inflige la naturaleza.
Pero todo esto es imposible ante el cuadro, y lo que
debía encontrar en el cuadro mismo lo encontré
sólo entre el cuadro y yo; a saber, una exigencia que
mi corazón planteaba al cuadro, y un daño que el
cuadro me infligía; y así me transformé yo mismo en
el monje capuchino, el cuadro en la playuela, en tanto
que aquello que debía contemplar con anhelo, el mar,
faltaba por completo. Nada en el mundo puede

51
resultar más triste y desapacible que la siguiente
situación; ser la única chispa de vida en el vasto
reino de la muerte, el centro solitario del solitario
círculo. El cuadro, con sus dos o tres objetos enig-
máticos, está ante nosotros como el apocalipsis;
como si cavilase los pensamientos nocturnos de
Young; y dado que no tiene ~n su uniformidad y
carencia de límites-- otro primer plano que el mar-
co, al contemplarlo se halla uno como si le hubieran
sajado los párpados. Con todo, el pintor ha abierto
sin lugar a dudas un camino completamente nuevo
en el campo de su arte; y estoy convencido de que,
con su mismo espíritu, se podría representar una
milla cuadrada de arena de la Marca con un agrace-
jo en el que una corneja se esponja solitaria, y ese
cuadro produciría un efecto realmente digno de Os-
sian o de Kosegarten. Si tal paisaje se pintase con
su propia greda y con su propia agua, paréceme que
con ello se lograría hacer aullar a los zorros y a los
lobos; y tal alabanza es la más intensa que puede
tribuiarse a este tipo de pintura de paisajes.- Pero
mis propias emociones ante esta pintura portentosa
son demasiado confusas; por ello me he propuesto,
antes de osar expresarlas cabalmente, ilustrarme
con los comentarios de las parejas que desfilan ante
ella de la mañana a la noche.

52
CARTA DE UN PINTOR A SU HIJO

Querido hijo mío,


me escribes que estás pintando una Madona, y
que tus sentimientos se te aparecen tan impuros y
carnales para el acabamiento de tal obra, que, con
objeto de santificarlos, desearías comulgar cada vez
que vas a agarrar el pincel. Deja que tu anciano pa-
dre te diga que ése es un entusiasmo falso que te ha
pegado la escuela a la que te adscribes, y que, según
la enseñanza de nuestros viejos y dignos maestros,
el trabajo se despacha ,erfectamente con ese placer,
común pero por lo demás probo, que se halla en el
juego de trasladar tus figuraciones al lienzo. El
mundo es una fábrica fantástica; y los efectos más
divinos, querido hijo, se siguen a menudo de las
causas más ruines y deslucidas. El hombre, por po-
nerte un ejemplo que salte a la vista, es en verdad
una criatura sublime; y sin embargo, en el instante
en que se lo engendra no resulta necesario meditar
con gran santidad acerca de ello. En efecto, aquel que
tras comulgar pusiese manos a la obra con la mera
intención de construir su elevado concepto en el mun-
do de los sentidos, inevitablemente engendraría un

53
ser miserable y decrépito; por el contrario, aquel
que en una estival noche de regocijo besa a una mu-
chacha sin pensárselo mucho, sin lugar a dudas trae
al mundo a un mocete que luego se irá a correr
aventuras con todo vigor y lozanía y les causará
quebraderos de cabeza a los filósofos. Dios te guarde.

54
NovíSIMO PLAN EDUCATIVO

A qué empresas descabelladas -ya sea por la


necesidad de ganarse el pan de uno u otro modo, ya
por la mera ansia de novedad- inducen los hom-
bres, y cuán divertidas son a menudo las cartas de
lectores que a resultas de ello llegan a la redacción
de este diario: sirva corno prueba el siguiente ensa-
yo, que ha poco hemos recibido.
Respetadisimo público,
enseña la física experimental, en el capítulo que
trata los atributos de los cuerpos eléctricos, que
cuando acercarnos a estos cuerpos --o, por hablar
con mayor propiedad: a su atmósfera- un cuerpo
no eléctrico (neutro), éste se electriza de improviso,
y precisamente con la electricidad opuesta. Es corno
si repugnase a la naturaleza todo cuanto, por cierta
combinación de circunstancias, ha adquirido un va-
lor preponderante y desproporcionado; y entre dos
cuerpos que se tocan parece darse un esfuerzo por
restablecer el abolido equilibrio original. Si el cuer-
po eléctrico es positivo: presta se retira del no eléc-
trico toda la electricidad natural en él presente a
sus más lejanos y apartados recovecos, y se forma

55
en las partes más próximas una especie de vacío dis-
puesto a recibir el exceso de electricidad del que en
cierto modo adolece el otro cuerpo; yen caso de que
el cuerpo eléctrico sea negativo, en el no. eléctrico
se acumula -y por cierto en las partes más próxi-
mas al eléctrico- en rápida réplica la electricidad
natural, aguardando con impaciencia el momento
de remediar la carencia de electricidad de que -a
la inversa- el otro cuerpo adolece. Si se introduce
el cuerpo no eléctrico en el ámbito de acción del
eléctrico, salta la chispa o bien de éste a aquél, o
bien de aquél a éste: queda restablecido el equili-
brio, y ambos cuerpos completamente iguales en
carga eléctrica.
Esta singularísima ley rige también, de un
modo al que a nuestro entender se ha prestado has-
ta ahora poca atención, el mundo moral: de tal for-
ma que un ser humano en estado de indiferencia no
solamente lo abandona instantáneamente en cuanto
entra en contacto con otro cuya condición está de-
terminada, de cualquier manera que lo esté; sino
que su ser se traslada -por decirlo asf- completa-
mente al polo opuesto; adquiere la condición +,
cuando la de aquél es -, y la condición -, cuando la
de aquél es +.
Algunos ejemplos, distinguidísimo público, es-
clarecerán lo expuesto.
El principio general de contradicción lo conoce
cada cual por propia experiencia: ese principio que
nos hace proclives a situamos, con nuestra opinión,
siempre en el lado opuesto. Alguien me dice que
cierto hombre que pasa ante la ventana es más gordo

56
que un tonel. La verdad es que su complexión es la
ordinaria. Pero yo, tras acercarme a la ventana, no
me limito a corregir esa apreciación: pongo a Dios
por testigo de que el sujeto es más delgado que un
fideo.
O bien una mujer ha concertado una cita con
su amante. El marido, por regla general, baja por
las tardes a la tasca a jugar al chaquete; no obstan-
te, para poder proceder con seguridad, ella le echa
los brazos al cuello y le dice: ¡corazón mío! He pues-
to a calentar la pierna de carnero de hoya medio-
día. No espero visita, estamos completamente solos;
gocemos por una vez en paz y compaña, con alegre
intimidad, la tarde de hoy. El marido, tras haber
perdido ayer una considerable suma de dinero en la
tasca, pensaba de hecho quedarse en casa para no
ver menguar aún más su bolsa; mas de sopetón se
da cuenta del espantoso aburrimiento que le espera
en casa, frente a su mujer. Y responde: ¡Vida mía! He
prometido la revancha a un amigo a quien gané ayer
jugando al chaqueteo Déjame ir a la tasca una horita;
mañana estaré con mil amores a tu disposición.
Pero la ley de que hablamos aquí no rige sola-
mente opiniones y requerimientos sino también, de
modo harto más general, sentimientos, afectos, pro-
piedades y caracteres.
Un capitán de navio portugués, atacado por tres
naves venecianas en el Mediterráneo, ordenó ---era
de talante arrojado--- a un pirotécnico, en presencia
de todos los oficiales y soldados, que tan pronto
como se oyera en cubierta una palabra de rendicióri,
sin mediar otra orden bajase a la santabárbara

57
e hiciese saltar el barco por los aires. Hasta el atar-
decer se combatió en vano contra el enemigo supe-
rior en fuerzas, cumpliendo la tripulación sobrada-
mente con todos los requisitos del honor; en vista
de ello los oficiales, en cerrada asamblea, se dirigie-
ron al capitán y le exhortaron a entregar el barco.
El capitán, sin responder, se volvió y preguntó por
el pirotécnico; era su intención --como después ase-
guró- ordenarle cumplir en el acto la orden que le
había dado. Mas al ver al hombre ya entre los barri-
les, con la mecha ardiente en la mano, en plena san-
tabárbara, pálido de espanto le agarró de improviso
por las solapas, lo arrastró -olvidando todos los de-
más peligros- fuera del pañol, apagó a pisotones la
mecha profiriendo ternos y maldiciones y la arrojó
al mar. En cambio a los oficiales les dijo que izasen
la bandera blanca, pues quería rendirse.
Yo mismo, por poner un ejemplo de mi propia
experiencia, vivía hace algunos años con una her-
mana mía en una pequeña ciudad a orillas del Rin,
por cuenta común. La muchacha era de hecho lo
que suele llamarse una buena administradora; rum-
bosa en ciertos aspectos; yo mismo lo había com-
probado. Pero por ser yo desprendido y manirroto,
y no cuidarme del dinero en modo alguno, empezó
ella a tacañear y cicatear; sí, estoy convencido de
que hubiera podido volverse avara, y echarme achi-
coria en el café y aguarme la sopa. Mas quiso el des-
tino, por fortuna para ella, que nos separásemos.
A quien comprenda bien esta ley no le resultará
en absoluto extraño el fenómeno siguiente, que da
tanto quehacer a los filósofos: el hecho de que los

58
varones ilustres descienden por regla general de pa-
dres oscuros e insignificantes, y de que ellos a su
vez crían hijos en todo punto inferiores y de poca
valía. Y de hecho, se puede realizar en todo momen-
to el experimento que muestra cómo actúa la at-
mósfera moral a este respecto. Basta con reunir en
un salón a todos los filósofos, hombres de ingenio,
poetas y artistas que haya en una ciudad; algunos
de entre ellos entontecerán en el acto; y con total
certidumbre apelamos aquí a la experiencia de
cualquiera que haya asistido alguna vez a semejan-
tes tertulias o reuniones.
Cuántas restricciones relativizan el refrán;
quien con un cojo va, al cabo del año cojo saldrá.
Pues ya varones como Basedow y Campe, que por
lo demás en sus prácticas educativas hacen poco
uso del principio de oposición, han aconsejado pro-
curar de vez en cuando malos ejemplos a la juven-
tud, para disuadirla del vicio. Y es que en verdad,
cuando comparamos las buenas compañías con las
malas en lo que hace a su poder para fomentar la
moralidad, no sabe uno por cuál decidirse; pues de
las buenas puede la moralidad sólo imi tarse, y por
el contrario tiene que ser inventada contra las ma-
las merced a una peculiar fuerza del corazón. En
mil casos puede un tunante, mediante su ejemplo,
inducir a un alma joven a ponerse del lado del vicio;
pero en otros mil casos, por reacción natural, desa-
rrolla esa alma una relación de polaridad contra el
otro, y marcha a luchar contra el vicio armada de
punta en blanco. Es más, si se reuniesen en cual-
quier lugar del mundo, por ejemplo una isla desierta,

59
todos los malvados de la tierra: sólo un necio podría
maravillarse de encontrar poco tiempo después en-
tre ellos todas las virtudes, también las mássubli-
mes y divinas.
Si a alguien le parece esto paradójico, no tiene
más que visitar alguna vez una prisión o una forta-
leza. Criminales de toda calaña en barracas donde
el amontonamiento casi produce asfixia, cometen
fechorías que no tienen nombre, pues hasta tales lu-
gares ya no llega el castigo -o sólo de modo muy
imperfecto. En semejante anarquía, asesinatos y ho-
micidios y el aniquilamiento final de todos se pro-
ducirían inevitablemente, si no fuera porque en el
acto algunos de entre ellos se ocupan de mantener
la ley y el orden. Sí, a menudo interviene el coman-
dante mismo; y hombres que anteriormente se su-
blevaban contra todo orden divino y humano se tor-
nan, en asombrosa inversión de las circunstancias,
de nuevo instrumentos públicos y santificados de
aquél, verdaderos servidores estatales de la buena
causa, investidos con el poder de hacer respetar su
ley.
A este respecto haría bien el mundo en prestar
atención al desarrollo de la colonia de criminales
de Botany-Bay. Lo que puede resultar de semejante
canalla arrancada del suelo de un estado, es ya evi-
dente en los estados libres de Norteamérica; y para
alzarnos a la cumbre de nuestra metafísica opinión,
basta con que recordemos al lector el origen, la his-
toria, el desarrollo y la grandeza de Roma.
Considerando ahora·:

60
(1) que todas las pedagogías morales hasta la fe-
cha se basaban sólo en el instinto de imitación, y en
lugar de desarrollar en el corazón el principio del
bien de manera original buscaban sólo obrar median-
te la presentación de supuestos buenos ejemplos"";
(2) que estas escuelas, según enseña la experien-
cia, no han producido nada significativo y cuantioso
para el progreso de la humanidad''';
(3) y que lo bueno que han obrado parece dima-
nar exclusivamente de la circunstancia de que de
vez en cuando eran malas y, contra lo convenido,
proporcionaban algunos malos ejemplos;
considerando, como decimos, todas estas circuns-
tancias,tenemos en mientes organizar una -llamémos-
la así- escuela del vicio, o más bien una escuela oposi-
donaJ., una escuela de la virtud por medio del vicio+ .
De acuerdo con ello contrataremos profesores
de todos los vicios opuestos entre sí, que darán clase
sucesivamente a detenninadas horas del día, de ma-
nera programada: clase tanto de blasfemia como de
beatería, tanto de terquedad como de lameculería y
servilismo, y tanto de avaricia y medrosidad como
de temeridad y despilfarro .

• Aquí se nos descuelga este curioso pedagogo con su nuevo plan


educativo. (La Redacción) .
•• ¡Vaya! -¡Como si los institutos pedagógicos, según su dispo-
sición natural. no ofrecieran de por sí suficientes puntos flacos!
(La Redacción) .
••• ¡Faltaría más! -Este filósofo sería capaz de negarle al siglo
toda su gloria. (La Redacción).
+ Risum teneatis, amici! [¡Contened la risa, amigos! (Horacio)]
(La Redacción).

61
Los profesores no buscarán obrar meramente a
través de admoniciones sino por medio de su ejem-
plo, de su actividad vital, de su inmediato y práctico
trato social.
Para el egoísmo, la vulgaridad, el menosprecio
de todo lo grande y lo sublime y otros defectos que
se pueden aprender en sociedad y en la calle no será
menester contratar profesores.
La enseñanza de la suciedad y el desorden, el
ansia de riña y porfía y la calumnia la impartirá mi
mujer.
El libertinaje, el juego, la bebida, la pereza y la
lujuria me los reservo para mí.
El precio es el muy módico de 300 táleros.

APOSTILLA

Si algunos padres se mostrasen reacios a con-


fiamos a sus hijos por miedo a que inevitablemente
se malograsen en una institución de tales caracterís-
ticas, ello revelaría que tienen un concepto muy
exagerado del poder de la educación. El mundo, la
masa total de objetos que impresionan nuestros sen-
tidos, sostiene y maneja por medio de miles de hilos
al niñito recién llegado a la tierra. Uno de estos hi-
los dispuestos en tomo a su alma es ciertamente el
de la educación, e incluso se trata del más fuerte e
importante; pero es a la entera totalidad, a la unión
total de los restantes, lo mismo que un torzal a una
maroma; y aún nos quedamos cortos con la compa-
ración. Y, efectivamente, en qué precaria situación

62
se hallaría la moralidad si no tuviese cimiento más
profundo que el supuesto buen ejemplo de un padre
o una madre, y las triviales reconvenciones de un
preceptor o de una mamuasel francesa. Pero el niño
no es una masa que las manos de otra persona pue-
dan heñir hasta conferirle una forma cualquiera;
vive, es libre; posee en sí mismo una facultad de
desarrollo original e independiente, y el modelo de
toda formación interior.
Sí: suponiendo que una madre se propusiera co-
rromper radicalmente al niño que mama de sus pe-
chos, en ninguna parte podría hallar un medio infa-
lible para lograrlo; y, a poco que el niño fuese de
constitución normal, íntegra, fracasaría la empresa,
quizá de la manera más singular y sorprendente.
Qué sería del mundo, de hecho, si los padres poseye-
ran una capacidad infalible de educar a sus hijos
según principios cuyo modelo lo constituyen ellos
mismos: pues la humanidad debe progresar, como
es sabido, y por ende no basta con que los hijos lle-
guen a ser como los padres -incluso si éstos fueren
irreprochables: sino que han de ser mejores.
Si de acuerdo con lo anterior hemos de renun-
ciar a la anticuadísima educación que nuestros pa-
dres, con su simpleza, nos legaron, no hay razón por
la que nuestro instituto no pueda saltar a la palestra
junto con todos los demás que en nuestros días han
encarrilado la invención pedagógica. En nuestra es-
cuela, como en aquéllas, por cada rapaz que se ma-
logre encontraremos otro en quien la virtud y la
moralidad se desarrollan de manera robusta y po-
derosa; el mundo seguirá siendo como es; y lo que

63
-según la experiencia- se puede decir de Pestaloz-
zi y Zeller y todos los demás virtuosos del nuevo
arte pedagógico, y de sus escuelas, también se podrá
decir de nosotros y de la nuestra: "lo que no mata,
engorda".

Rechtenfleck en Holstein, c. J. Levanus,


a 15 de octubre de 1810. vicedirector.

64
CARTA DE UN JOVEN POETA
A UN JOVEN PINTOR

A nosotros los poetas nos resulta incomprensi-


ble cómo vosotros, queridos pintores, cuyo arte es
algo tan infinito, podéis decidiros a sacrificar años
enteros en el menester de copiar las obras de vues-
tros maestros. Los profesores a cuya escuela asistís,
decís, no toleran que plasméis en el lienzo vuestras
propias fantasías antes de tiempo; si nosotros los
poetas nos hallásemos en vuestra situación, a fe mía
que preferiríamos exponer nuestros lomos a palizas
interminables antes que respetar esa cruel prohibi-
ción. La imaginación, de manera completamente
inevitable, se habría inflamado en nuestro pecho; y,
a despecho de nuestros inhumanos profesores, tan
pronto como hubiésemos sabido que se pinta con el
haz de pelos y no con el mango del pincel, habría-
mos echado la llave a la puerta -secretamente, de
noche- para probarnos en la invención, ese espejo
de bienaventurados. La fantasía preexistente en
vuestras tiernas ánimas, nos parece, habrá de malo-
grarla por completo -inexorable e irremediablemen-
te- la inacabable servidumbre a que os condenáis

6S
con vuestro copiar en salas y galerías. Dicho con
toda lealtad y sinceridad: no sabemos qué otra cosa
sería menester, sino el contemplar amorosa y fervo-
rosamente el cuadro que os conmueve, y de cuya
excelencia deseáis apropiaros --durante horas, días,
semanas, lunas o por mí que fueran años. De un
cuadro, se nos trasluce, puede hacerse por lo menos
un doble uso: uno el que hacéis vosotros, a saber,
copiar sus rasgos para aprender la técnica de la es-
critura pictórica; y otro, imbuyéndose de su espíritu
comenzar a inventar ya desde el principio. Y tam-
bién aquella destreza técnica habría que abando-
narla tan pronto como fuera posible trocándola por
el arte mismo, cuya esencia consiste en invención
regida por leyes propias. Pues la tarea, ¡rayos y cen-
tellas!, no estriba en que seáis otros sino en que
seáis vosotros mismos y en que plasméis mediante
líneas y colores lo más propio y entrañable de voso-
tros mismos. Cómo sois capaces de despreciaros
hasta el extremo de consentir en pasar por la tierra
sin dejar huella alguna de vuestra existencia; pues
precisamente la existencia de espíritus tan magnífi-
cos como los que admiráis, en lugar de anonadaros,
más bien debería despertar en vosotros el recto de-
seo de ser -a vuestra manera propia- sus iguales,
y armaros con la fuerza alegre y osada necesaria
para ello. Pero os figuráis que tenéis que recorrer a
vuestros maestros de cabo a rabo, Rafael o Coreg-
gio, o cualquier otro a quien hayáis tomado como
modelo; yeso que podríais girar por completo, has-
ta darles la espalda a ellos y, en dirección diame-
tralmente opuesta, localizar y escalar la cima del

66
arte que ahora tendríais ante vosotros. ¡Vaya!, ex-
clamáis mirándome; ¡qué novedades nos cuenta
este señor! y sonréis y os encogéis de hombros. Con-
siderando todo ello, caballeros, ¡bendito sea Dios!,
dado que ya Copérnico dijo hace trescientos años
que la tierra es redonda, no veo de qué podría servir
que yo lo repitiese aquí. ¡Que ustedes lo pasen bien!

67
SOBRE LA REFLEXIÓN (UNA PARADOJA)

En el mundo entero se encarece la utilidad de


la reflexión; en especial aquélla de gran duración
que, practicada con sangre fría, precede al acto. Si
fuera yo español, italiano o francés no me extende-
ría más en estas consideraciones. Pero como soy ale-
mán, pienso endilgarle a mi hijo alguna vez el si-
guiente discurso, en especial si le da por abrazar la
carrera de las armas.
"El momento oportuno para la reflexión, sábe-
lo, se halla mucho más después que antes del acto.
Cuando la reflexión se pone en marcha antes de la
decisión, o en el instante mismo de ésta, parece sólo
extraviar, obstaculizar y reprimir la fuerza necesa-
ria para la acción, que brota del sentimiento sobera-
no. Por el contrario después, una vez ejecutada la
acción, puede hacerse de la reflexión el uso para el
que ella es concedida realmente al ser humano: a
saber, cobrar conciencia de lo que en nuestro proce-
der fue defectuoso y caduco, y regular el sentimien-
to para otras ocasiones venideras. La vida misma es
un combate contra el destino; y se relaciona con la
acción análogamente a como con la lucha. El atleta,

69
en el instante en que abraza a su contrincante, no
puede proceder de ninguna manera atendiendo a
otra cosa que no sean sus inspiraciones del momen-
to; y quien quisiera pararse a calcular qué músculo
contraer y qué miembro mover para alcanzar la vic-
toria, ineluctablemente saldría perdiendo y resulta-
ría derrotado. Pero después, cuando ya ha vencido
o bien yace por tierra, puede resultar apropiado y
no estar fuera de lugar reflexionar sobre la presión
que derribó a su contrincante, o sobre qué pierna
hubiera debido oponerte para mantenerse en pie.
Quien no tiene abrazada a la vida como uno de estos
luchadores, y multiplicando sus miembros, después
de todos los lances del combate, después de todas
las resistencias, presiones, fintas y reacciones, expe-
rimenta y siente: ése no .conseguirá imponer nada
de nada en una conversación; y pOr descontado mu-
cho menos en una batalla".

70
FRAGMENTOS

Ciertos errores cuestan un derroche mayor de


energía intelectual que la verdad misma. Tycho
debe toda su fama -y con razón- a un error, y si
Kepler no nos hubiese explicado la estructura del
mundo, aquél se hubiera hecho famoso gracias a la
locura de que estaba convencido y gracias a los in-
geniosos argumentos con que la fundamentaba: a
saber, que la luna no gira sobre su eje.

Se podría dividir a los seres humanos en dos


clases: los que entienden de metáforas y los que en-
tienden de fórmulas. Los que entienden de ambas
cosas '10 son lo bastante numerosos para constituir
una clase.

71
FALSTAFF y SU CONTRARIO

Falstaff hace notar, en la taberna de Eastcheap,


que él no solamente es en sí mismo ingenioso, sino
también responsable de que otras personas gasten
ingenio (a costa suya). Más de un mentecato, a
quien aquí no puedo nombrar, vuelve esta frase del
revés. Pues no solamente es él mismo necio, sino
también culpable de que otras personas (al confron-
tarlo a él y sus desatinos) se toman necias.

73
UN PRINCIPIO DE LA MÁS EXCELSA
CRíTICA

Hace patente más genio encomiar una obra de


arte de mediana calidad que una excelente. Al ser
humano la belleza y la verdad le saltan a la vista en
primerísima instancia; y así como las frases más su-
blimes son las más fáciles de entender (sólo lo minu-
cioso es de comprensión ardua), igualmente lo bello
gusta fácilmente; únicamente el disfrute de lo defec-
tuoso y amanerado requiere esfuerzo. Una obra de
arte lograda contiene lo bello con tanta pureza, que
resulta la evidencia misma para cualquiera que esté
en su sano juicio; en la medianía, por el contrario,
está lo bello mezclado con tantos elementos casua-
les o incluso contradictorios, que para purificarlo
de ellos hace falta un discernimiento mucho más
penetrante, una sensibilidad más fina y una ima-
ginación más vivaz y experimentada; en una pala-
bra, más genio. A ello se debe el hecho de que so-
bre las obras de mayor enjundia hay siempre una-
nimidad de pareceres (no considero aquí las divisio-
nes que puede introducir la pasión); sólo acerca de
aquéllas menos excelentes se da riña y discordia.

7S
Cuán conmovedora es la invención, en más de un
poema: sólo que tan desfigurada por el lenguaje, las
imágenes y los giros lingüísticos que suele ser me-
nester un sensorio infalible para descubrirla. Hasta
tal punto es esto cierto, que el pensamiento inspira-
dor de nuestras obras de arte más perfectas (por
ejemplo una gran parte de las de Shakespeare) sur-
gió de la lectura de ruines folletos y libracos hoy
completamente echados en olvido. Por tanto, quien
alaba a Schiller y Goethe no me prueba con ello,
como cree, su extraordinaria y refinada sensibilidad
para la belleza; pero a quien aquí y allá le compla-
cen Gellert y Cronegk, ése -aunque sólamente
acierte en una de sus afirmaciones- me hace intuir
que posee inteligencia y sensibilidad -y por cierto
que ambas en rara medida.

76
CARTA DE UN POETA A OTRO

Caro amigo mío:


no ha mucho, tras encontrarte yo enfrascado en
la lectura de mis poemas, te produjiste con extraor-
dinaria elocuencia acerca de su forma, y ello prodi-
gando elogiosas miradas retrospectivas a la escuela
en la que -según a ti te complace suponer- me he
fonnado; así me encareciste, de una manera que no
podía menos de avergonzarme, ora lo apropiado del
metro empleado, ora el ritmo, ora el encanto de la
lograda eufonía, ora la pureza y corrección de la ex-
presión y del lenguaje en general. Déjame que te
diga que con ello se demora tu ánimo en méritos
cuyo mayor valor hubiera consistido en pasar desa-
percibidos. Si yo pudiera, al crear poesía, sencilla-
mente empuñar mi corazón, asir mis pensamientos
y con ambas manos, sin más aliño, depositarlos en
las tuyas -con ello, a decir verdad, se hubiera cum-
plido totalmente la exigencia interior de mi alma.
y se me antoja que tampoco tú, amigo, hubieras po-
dido desear nada más: al sediento en cuanto tal no
se le da nada de la cáscara, sino solamente del fruto
encerrado en ella. Sólo por mor del pensamiento,

77
que para manifestarse necesita ser vinculado con
algo más grosero y corpóreo, semejante a ciertas
sustancias químicas volátiles e imposibles de aislar:
sólo por mor del pensamiento me sirvo del habla
cuando quiero comunicarme contigo, y sólo por ello
lo precisas tú. Por atractivos que puedan resultar el
lenguaje, el ritmo, la eufonía, etc., en su función de
recubrimiento del espíritu, en sí y para sí no son
tales cosas ---<ontempladas desde nuestro elevado
punto de vista- sino un auténtico mal, aunque na-
tural y necesario; y lo máximo que en relación con
ellas puede lograr el arte es hacerlas desaparecer.
Con todas mis fuerzas intento conferir claridad a la
expresión, sentido a la versificación, vida y donaire
al sonido de las palabras; mas sólo para que tales
cosas no se manifiesten, y sí únicamente el pensa-
miento que contienen. Pues la calidad de toda au-
téntica forma estriba en hacer patente el espíritu
instantánea e inmediatamente, mientras que la for-
ma defectuosa lo retiene -semejante a un espejo
malo-- y no nos remite a nada más que a sí misma.
Por ello, cuando alabas la forma de mis modestas
obrillas poéticas en el momento de s~ primera re-
cepción, es natural que no consigas sino preocupar-
me con la sospecha de que contienen encantos rít-
micos y prosódicos totalmente errados, y de que tu
ánimo ha sido distraído de lo que a mí realmente
me importaba a causa de la versificación o del soni-
do de las palabras. ¿Pues a qué viene si no el no
contestar al espíritu al que me esforzaba por atraer
a la liza, y no salirle al encuentro con tu propio espí-
ritu ~xactamente igual que en una conversación-

78
sin parar mientes en el ropaje de mi pensamiento?
Mas esa insensibilidad hacia la esencia y el meollo
de la poesía, que corre parejas con la hipersensibili-
dad -aguzada hasta lo enfermiz~ hacia lo casual
y la forma, te la han pegado -a mi juici~ en la
escuela de la que provienes; sin duda en contra de
la intención expresa de esa escuela, cuya alta espiri-
tualidad daba ciento y raya a todas las demás que
entre nosotros han surgido, pero -a causa de la pa-
radójica petulancia de sus enseñanzas-- no sin cul-
pa suya. También cuando lees otras obras poéticas
muy distintas de las mías me doy cuenta de que
(por decirlo con un refrán) estás en la aldea y no ves
las casas. Si tomamos a Shakespeare, ¡cuán ruines
son a menudo los intereses en que demoras tu senti-
miento, en comparación con los intereses grandes,
sublimes, de ciudadano del mundo que acaso ha-
brían de resonar en tu corazón según la intención
de ese poeta señero! Qué me importa, en el campo
de batalla de Agincourt, el ingenio de los juegos de
palabras que allí se intercambian; y cuando Ofelia
dice de Hamlet: "Qué noble espíritu con esto se des-
truye", o Macduff de Macbeth: "¡No tiene hijos!" -
¿cuentan mucho los yambos, rimas, asonancias y
parecidos méritos para los que siempre está aguza-
do tu oído, como si no hubiera otros? -¡Salud!

79
ACHIM VON ARNIM:
HALLE y JERUSALÉN

La recién publicada Halle y Jerusalén -escenas


estudiantiles y aventura de peregrinos-, obra escri-
ta por L. A. v. Arnim, será sometida a examen más
riguroso en otro número de esta publicación, junto
con la novela del mismo poeta Pobreza, riqueza, cul-
pa y expiación de la condesa Dolores. Por el momento
nos contentamos con poner de relieve la grandiosa
y harto singular naturaleza del citado poema dra-
mático. Colmados como estamos por- la primera im-
presión, nos falta todavía el criterio del recto juicio,
que puede extraviarse con facilidad entre las demás
trivialidades de la actual poesía alemana.
Aunque aquí o allá nos extraña alguna expre-
sión del estupendo poema, no somos al fin y al cabo
tan bárbaros como para considerar algún modo
poético usual, al que nuestro oído se ha acostum-
brado ya hace mucho, como piedra de toque de todo
cántico. La palabra del poeta tiene que desbordar
las particularidades que en escuelas dogmáticas se
encarecen como lo bueno y lo bello. Lo excelente

81
entraña siempre algo susceptible de producir extra-
ñeza, sobre todo en tiempos en que la maravilla de
la poesía se ha tornado ajena a la gran mayoría de
los hombres de la Tierra.

82
NOTAS
(La abreviatura BA lo es de Berliner Abendbliitter, el diario
berlinés que Kleist editó de octubre de 1810 a marzo de 181l).

SOBRE EL TEATRO DE MARIONETAS.- Publicado en


BA, 12-15. 12. 1810. Muchos estudiosos suponen que en este en-
sayo universalmente famoso Kleist desveló principios estéticos
aplicados en la composición de sus propias obras.
M ... es acaso la ciudad de Maguncia (en alemán Mainz),
donde Kleist pasó el invierno de 1803-04 (no el de 180l). Te-
niers: el pintor flamenco David Teniers (1610-1690). Gaetano
Vestris (muerto en 1808) era el bailarín mfls afamado del Ballet
de París. Lorenzo Bernini (1598-1680), escultor paradigmático
del barroco, creó por ejemplo las célebres fuentes de la Piazza
Barberini y la Piazza Navona en Roma. Pentateuco: en el capi-
tulo tercero del Génesis (libro primero del Pentateuco) se narra
el pecado original de Adán y Eva. Adolescente que se está sacan-
do una astilla del pie: esta estatua de bronce del siglo primero a.
C. -probablemente copia de algún modelo más antiguo--- se
conserva en Roma.

SOBRE LA ELABORACIÓN PAULATINA DEL PENSAMIENTO


A MEDIDA QUE SE HABLA.- Ensayo escrito probablemente
en Konigsberg, en 1805 o 1806, y dedicado a su amigo Rühle
van Lilienstern. Kleist padecía un ligero defecto de los órganos
del habla. En sociedad se sentía uinseguro por no poseer esa
facilidad de palabra que es menester para hacerse valer en ella,
siendo incapaz de la verborrea convencional que permite hablar

83
de todo lo divino y lo humano en una conversación" (Curt
Hohoff).
La hermana mencionada en el texto es naturalmente Ulri-
ke. El nombre de Leonhard Euler (1707-1783) resulta todavia
hoy familiar para cualquier aficionado a la matemática, no asi
el del otro matemático mencionado, Abraham Gotthelf Kastner
(1719-1800). La anécdota sobre Moliere (1622-1673) la conoció
sin duda Kleist a través del ensayo de Schiller MLos poetas sen-
n
timentales (1795). El discurso del jacobino Honoré Comte de
M irabeau (1749-1791) que se menciona fue pronunciado en la
sesión constituyente de la Asamblea Nacional francesa, el 23 de
junio de 1789. Según Kant lo caracteriza: Metafísica de las cos-
tumbres (1797), segunda parte, parágrafo 50.

PLEGARIA DE ZOROASTRO.- Publicado en BA ell. 10. 1810


(esto es, el dia de su primera aparición), este escrito tiene carác-
ter programático; las patrióticas intenciones de Kleist -alen-
tar a la lucha contra la Francia napoleónica y sus colaboradores
alemanes--, expresadas en ensayos, poemas y en el drama La
batalla de Amzinio (Hemzannschlacht), se embozan aqui en un
lenguaje solemne y religioso (sin lo cual la "Plegaria" no hubie-
ra podido publicarse en un Berlin bajo hegemonia francesa).
Resuenan en estas lineas ecos de Rousseau (Le Contrat social) y
n
de Schiller ("Worte des Glaubens ).

CONSIDERACIONES SOBRE EL CURSO DEL MUNDO.- Pu-


blicado en BA, 9. 10. 1810. Posiblemente trasparece aquí el in-
flujo del investigador y filósofo de la naturaleza romántico
Gotthilf Heinrich Schubert (1780-1860), cuya obra Opiniones
sobre el lado nocturno de las ciencias naturales (1808) conocía
Kleist.

EMOCIONES ANTE LA MARINA DE FRIEDRICH.- Publicado


en BA, 13. 10. 1810. El pintor romántico Caspar David Friedrich
(1774-1840) expuso su celebérrimo cuadro "Marina con un ca-
puchino" en la Exposición de Berlin de 1810. Edward Young
(1681-1785) publicó en 1744-1746 sus Night Thougths on Life,
Death and lmmortality, que revelan una sensibilidad prerro-
mántica e influenciaron el desarrollo de la literatura alemana

84
sobre todo en el período del Stunn utUl Drang. El paisaje de la
Marca de Brandeburgo ---cuyo suelo es característicamente are-
noso-- se distingue por sus numerosísimos lagos y bosques de
pinos entreverados con abedules. James Macpherson (1736-
1796) publicó (dándolos como obra del antiguo bardo galés Os-
sian) sus Fragments of Ancient Poetry en 1760, FingaJ en 1762 y
Temora en 1763. Ludwig Gotthard Kosegarten (1758-1818) cantó
en sus poemas la isla de Rügen y el mar Báltico.

CARTA DE UN PINTOR A SU HUO.- Publicado en BA, 22. 10.


1810. Prevalecían en este período concepciones religioso-ro-
mánticas del arte. Del pintor Caspar David Friedrich se cuenta
que al ir a pintar se recogía como para hacer oración.

NovíSIMO PLAN EDUCATIVO.- Publicado en BA, 29-31. 10 Y


9-10. 11. 1810. El pedagogo de la Ilustración Johannes Bernhard
Basedow (1723-1790) era célebre sobre todo por su Philantropi-
num, fundado en 1774 en Dessau. El editor Joachim Heinrich
Campe (1746-1818) se distinguió también como filósofo y escritor
de obras para la juventud. Botany-Bay: colonia británica de cri-
minales en Australia. Los sistemas educativos de los pedagogos
suizos Johann Heinrich PestaJozzi (1746-1827) y Philipp Emanuel
von Fellenberg (1771-1844) eran objeto de vivas controversias; con-
tra ambos escribió KIeist su epigrama up ... y F .. :. Karl August
Zeller (1774-1840), pedagogo suabo, introdujo en Konigsberg los'
métodos de Pestalozzi en 1809. Levanus: alusión a la obra de Jean
Paul (1763-1825) Levana oder Erziehungslehre (1807).

CARTA DE UN JOVEN POETA A UN JOVEN PINTOR.- Publi-


cado en BA, 6. 11. 1810.

SOBRE LA REFLEXIÓN.- Publicado en BA, 7. 12. 1810.

FRAGMENTOS.- Publicado en BA, 10. 12. 1810.

FALSTAFF y SU CONTRARIO.- Publicado en BA, 31. 12. 1810.


Cf. Enrique IV de Shakespeare, primera parte, tercer acto, esce-
na tercera.

85
UN PRINCIPIO DE LA MÁs EXCELSA ClÚTICA.- Publicado
en BA, 2. 11. 1811. Christian Fürchtegott Gellert (1715-1769) es-
cribió comedias, poemas, fábulas y la novela Das Leben der sch-
wedischen GriJ.fin von G.. Johann Friedrich Freiherr von Cro-
negk (1731-1758) es conocido sobre todo por su drama martirial
Olint und Sophronia, con el que se inauguró el teatro nacional
de Hamburgo en 1767.

CARTA DE UN POETA A OTRO.- Publicado en BA, 5. 1. 1811.


El ensayo de K.leist arremete contra las concepciones del acade-
micismo clasicista, cuyo principal defensor era el filólogo Frie-
drich August Wolf (1759-1824). También la escuela romántica
sobrevaloro a veces la forma poética.

ACHIM VON ARNIM: HALLE Y JERUSALÉN.- Publicado en


BA, 29.12.1810. Achim von Amim (1781-1831) era colaborador
del BA, y la novela aquí mencionada se había publicado en
1809.

86
íNDICE
Página
Modernidad de Heinrich von Kleist 7
Cronología: Kleist en su época 13
Sobre el teatro de marionetas 27
Sobre la elaboración paulatina del pensamiento
a medida que se habla 37
Plegaria de Zoroastro 47
Consideraciones sobre el curso del mundo 49
Emociones ante la marina de Friedrich 51
Carta de un pintor a su hijo 53
Novísimo plan educativo 55
Carta de un joven poeta a un joven pintor 65
Sobre la reflexión (una paradoja) 69
Fragmentos 71
Falstaff y su contrario 73
Un principio de la más excelsa crítica 75
Carta de un poeta a otro 77
Achim von Arnim: Halle y Jerusalén 81
Notas 83
Obras de Frledrlch Holderlin
en Ediciones Hiperlón

Hiperión. Fragmento "Thalia"


Traducción. introducción y notas de
Anacleto Ferrer

Hiperión O el eremita en Grecia


Traducción y prólogo de Jesús Munárriz

Ensayos
Traducción, presentación y notas de
Felipe Martlnez Marroa

La muerte de Empédocles
Traducción y epílogo de
Cannen Bravo- Villasante

Poemas de la locura
precedidos de algunos testimonios
de sus contemporáneos
sobre los "años oscuros" del poeta
Traducción de Txaro Santoro
y José María Álvarez
(edición bilingüe)

Las grandes elegías


(1800-1801)
Versión castellana y estudio preliminar de
Jenaro Talens
(edición bilingüe)

Wilhelm Waiblinger
Vida, poes(a y locura de
Friedrich Holderlin
,Edición de Txaro Santoro y AnacJeto Ferrer

En preparación
Correspondencia amorosa
Edición de Helena Cortés y Arturo Ley te Cuello

Hiperión, versiones previas


Edición de Anac1eto Ferrer

Correspondencia completa
Edición de Helena Coné. y Arturo Leyte Cuello
HEINRICH VON KLEIST fue un ser desdichado, de alma inestable.
corroído por las dudas sobre su propio talento, impotente para
relacionarse productivamente con su entorno social.
Suicidado antes de cumplir los treintaicinco años, descono-
cido u olvidado durante más de medio siglo, ha acabado siendo
reconocido, especialmente en nuestra época, como el mayor dra-
maturgo de la literatura alemana.
Sus obras Pentesilea, Anfitrión, El príncipe de Homburgo y
El cántaro roto son cimas absolutas de la poesía dramática univer-
sal.
Los escritos aquí seleccionados, en su gran mayoría inédi-
tos en castellano, contienen lo esencial de la poética de este drama-
turgo que amaba y necesitaba las máscaras, que fue enigma para
los demás y para sí mismo, que sintió el mundo como una "'fábrica
precaria" en la que "'miseria y tribulación se' hallan tan estrecha-
mente entreveradas, que el espíritu humano no puede librarse de
ellas ni siquiera en el pensamiento."

Ediciones Hiperión.

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