“Tenéis que entender que no podéis sanar al mundo sin antes sanaros vosotros mismos”
Encuentro esta frase lo suficientemente poderosa para comenzar a escribir
sobre lo que he descubierto en las conferencias realizadas por Elisabeth Kübler-Ross a lo largo de su magnífica carrera y mientras consolidaba lo que hoy se considera uno de los modelos más importantes y útiles para el apoyo en trabajo de duelo en sus diferentes vertientes. Aunque el libro por sí mismo me ha hecho absorber mucho conocimiento sobre la intervención y el acompañamiento en el tema, preciso expresar que las personas que tuvieron la fortuna de asistir a las conferencias y escuchar de viva voz y tono las palabras de Kübler-Ross debieron haber experimentado los aprendizajes de una forma muy diferente; me atrevo incluso a decir que de una manera completa, total.
El trabajo psicoterapéutico de duelo es una tarea bastante común en la
práctica profesional. Atender y practicar el método de Elisabeth, considero, es imprescindible, no basta con conocer las etapas, hace falta observar y encontrar durante el tratamiento las respuestas que dan las personas que pasan por dichas fases al irlas reconociendo; es decir, encontrar el lenguaje simbólico de cada individúo y cómo, a partir de este, se va evolucionando de una etapa a otra. Teniendo un conocimiento absoluto y una práctica certera, se puede y sin duda se logrará, brindar un mejor acompañamiento.
Las conferencias de Kübler-Ross nos permiten tener un acercamiento más
detallado a las circunstancias reales de los pacientes que atraviesan un proceso de duelo, es prácticamente como haberlo vivido en carne propia, por ello reafirmo mi aseveración de que el haber atendido personalmente, habría sido una experiencia incomparable. Si bien el contexto histórico y socio cultural en el que se desarrollaron las situaciones que Elisabeth atendió a lo largo de su experiencia no es proporcional al que en la actualidad vivimos y podemos experimentar, las aportaciones son de gran utilidad, ahora corresponde a los profesionales actuales, hacer pericia de nuestras habilidades y nuestro bagaje teórico y práctico para hacer las pertinentes adaptaciones al contexto de todos y cada uno de los que hemos tenido el privilegio de tener una aproximación a tan sustancioso contenido.
La forma en que está redactado y relatado el texto me parece bastante
digerible, está transcrito tal cual se habló en su momento y aunque en un principio juzgué el hecho de agregar la respuesta del público, poco a poco me fui dando cuenta que el saber las reacciones en la mayoría de los relatos, proporciona una perspectiva más enriquecedora del impacto que tiene la autora, tanto en su público en su momento, como en mí como lectora en la actualidad. Del mismo modo encuentro cómo el contenido intrínseco de la historia relatada, al coincidir mi expresión y sensación con la de los que entonces atendían, produce aún un mejor impacto en mí y así mismo logro recopilar el mensaje y el aprendizaje, y confrontarlo con mi experiencia y todo lo que he adquirido a lo largo de mi certificación para que, de algún modo, lo lleve a la práctica prestando mis servicios en tanatología.
Coincido incondicionalmente en el hecho de que todos estos aprendizajes
obtenidos apenas son un atisbo de todo aquello que lograré conocer a medida que vaya practicando y poniendo en función el mencionado bagaje. Bien lo dice ella en algún punto: “si trabajáis con pacientes moribundos, os pueden enseñar mucho sobre la vida”. Y anexo: más aún sobre la muerte. Pues es de ellos, de sus vivencias, sus dolencias, las de sus familiares y cercanos, de quienes se obtiene materia para ejercer un mejor tratamiento, acompañamiento y trabajo en cuanto al proceso de duelo se refiere. Cierto es, que los fundamentos de toda psicoterapia son los conocimientos adquiridos a través de una maestría o una especialidad, sin embargo, son apenas las bases, la experiencia propia y el transcurrir de la práctica es lo que generará la verdadera maestría. Y yo, personalmente, estoy ansiosa por emprender tan maravilloso camino. Soy consciente de que el camino no estará libre e iluminado siempre, que habrá recovecos de duda, y muy posiblemente experiencias que me tienten a retroceder o a cuestionar si estoy haciendo lo correcto. Más, atendiendo a mis fundamentos humanistas, prefiero sin duda vivir el aquí y el ahora, aplicar la frase carpe diem y entregarme a las experiencias confiando en mis conocimientos y todo aquello grandioso que he podido absorber de ésta lectura y me atrevo a confesar que también he complementado éste ensayo leyendo el título Sobre el duelo y el dolor de la misma autora en colaboración con David Kessler.
Sin embargo, me provoca calma y seguridad el saber que así también
aprendió sobre la marcha en más de una ocasión la misma Elisabeth. De acuerdo a sus vivencias entendió muchísimas cosas sobre la muerte, y todo ello lo aprendió de las expresiones e historias de sus pacientes. Tan así, que decidió auto denominarse la señora de la muerte y el morir. Expresando así su experticia en el tema, pero no en el ámbito de saber qué es morir, pues ella también expresa y deja en claro que no hay aún persona alguna que pueda responder a la pregunta ¿qué es la muerte? Pues nadie ha vuelto de después de la muerte para poder relatarnos qué sucede en seguida, qué hay allá, si es bueno o no.
Encuentro fascinante la forma en que Kübler-Ross define las diferentes
emociones que se viven a través del duelo, no solo por medio del estudio y experimento de las etapas propuestas por ella misma, sino desde el duelo anticipatorio, y también en el mundo externo, los aniversarios, la vida después de la pérdida y mucho tiempo después. Podrían algunos afirmar que el duelo nunca termina, pero todos quienes hemos leído y entendido a Elisabeth podemos asegurar que no se trata de si termina o cuando termine, se trata esencialmente de cómo se vive, de cómo se experimenta y de qué se aprende de dicha experiencia.
El trabajo con dibujos, me parece fascinante, una forma extraordinaria de
comunicar las emociones que se viven en el duelo, los aprendizajes que se obtienen y los síntomas que se experimentan. Aunque ella lo enfoca principalmente en su trabajo con niños o con moribundos a quienes se les complica la comunicación, considero que es una perfecta área de oportunidad, y con esto me refiero a que tiene muchas más aplicaciones, tal como la técnica de escribir una carta, o incluso podríamos agregar aquí la famosa silla vacía de Fritz Perls. Sin duda lo que quiero decir, es que las aportaciones a través de la experiencia de Kübler-Ross enriquecen bastante el actuar del terapeuta certificado en tanatología. Ahora sé, con seguridad y confianza que podré afrontar diversas situaciones que se presenten en mi trabajo.
Concluyendo, atesoro mucho la experiencia vivida a través de la lectura de las
conferencias de Elisabeth Kübler-Ross a quien admiro por su entrega y de quien quiero recordar aquella anécdota de la mujer paralizada. El hecho de sacrificar tiempo personal entre conferencias para viajar unas horas más y poner en riesgo su vuelo a Suecia para poder acompañar a una mujer que ya no podía moverse e incluso se le dificultaba hablar, en sus últimos momentos de movimiento libre debido a su enfermedad, me llena de motivación, orgullo y empatía. Al mismo tiempo refuerza mi decisión por dedicarme a esta maravillosa carrera.
Para terminar, me gustaría recitar nuevamente una oración recitada en una de
sus conferencias con la cual me sentí profundamente identificada.
Déjame caminar en la belleza
y que mis ojos contemplen siempre la puesta de sol roja y violeta. Deja que mis manos respeten las cosas que has hecho, y afina mis oídos para escuchar tu voz. Hazme sabia para que pueda comprender las cosas que has enseñado a mi pueblo. Déjame aprender las lecciones que has ocultado en cada hoja y roca. Aspiro a la fuerza no para ser superior a mi hermano sino para luchar contra mi mayor enemigo: yo misma. Déjame estar siempre preparada para venir a ti con manos limpias y ojos directos. Para que cuando se desvanezca la luz como una puesta de sol desvaneciente mi espíritu pueda venir a ti sin culpa.