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Morir es de vital importancia.

Ensayo.

Autora: Carolina Meléndez Rangel.

Docente: Angélica García Osorio.

“Tenéis que entender que no podéis sanar al mundo sin antes sanaros vosotros
mismos”

Encuentro esta frase lo suficientemente poderosa para comenzar a escribir


sobre lo que he descubierto en las conferencias realizadas por Elisabeth Kübler-Ross
a lo largo de su magnífica carrera y mientras consolidaba lo que hoy se considera
uno de los modelos más importantes y útiles para el apoyo en trabajo de duelo en
sus diferentes vertientes. Aunque el libro por sí mismo me ha hecho absorber mucho
conocimiento sobre la intervención y el acompañamiento en el tema, preciso
expresar que las personas que tuvieron la fortuna de asistir a las conferencias y
escuchar de viva voz y tono las palabras de Kübler-Ross debieron haber
experimentado los aprendizajes de una forma muy diferente; me atrevo incluso a
decir que de una manera completa, total.

El trabajo psicoterapéutico de duelo es una tarea bastante común en la


práctica profesional. Atender y practicar el método de Elisabeth, considero, es
imprescindible, no basta con conocer las etapas, hace falta observar y encontrar
durante el tratamiento las respuestas que dan las personas que pasan por dichas
fases al irlas reconociendo; es decir, encontrar el lenguaje simbólico de cada
individúo y cómo, a partir de este, se va evolucionando de una etapa a otra.
Teniendo un conocimiento absoluto y una práctica certera, se puede y sin duda se
logrará, brindar un mejor acompañamiento.

Las conferencias de Kübler-Ross nos permiten tener un acercamiento más


detallado a las circunstancias reales de los pacientes que atraviesan un proceso de
duelo, es prácticamente como haberlo vivido en carne propia, por ello reafirmo mi
aseveración de que el haber atendido personalmente, habría sido una experiencia
incomparable. Si bien el contexto histórico y socio cultural en el que se desarrollaron
las situaciones que Elisabeth atendió a lo largo de su experiencia no es proporcional
al que en la actualidad vivimos y podemos experimentar, las aportaciones son de
gran utilidad, ahora corresponde a los profesionales actuales, hacer pericia de
nuestras habilidades y nuestro bagaje teórico y práctico para hacer las pertinentes
adaptaciones al contexto de todos y cada uno de los que hemos tenido el privilegio
de tener una aproximación a tan sustancioso contenido.

La forma en que está redactado y relatado el texto me parece bastante


digerible, está transcrito tal cual se habló en su momento y aunque en un principio
juzgué el hecho de agregar la respuesta del público, poco a poco me fui dando
cuenta que el saber las reacciones en la mayoría de los relatos, proporciona una
perspectiva más enriquecedora del impacto que tiene la autora, tanto en su público
en su momento, como en mí como lectora en la actualidad. Del mismo modo
encuentro cómo el contenido intrínseco de la historia relatada, al coincidir mi
expresión y sensación con la de los que entonces atendían, produce aún un mejor
impacto en mí y así mismo logro recopilar el mensaje y el aprendizaje, y confrontarlo
con mi experiencia y todo lo que he adquirido a lo largo de mi certificación para que,
de algún modo, lo lleve a la práctica prestando mis servicios en tanatología.

Coincido incondicionalmente en el hecho de que todos estos aprendizajes


obtenidos apenas son un atisbo de todo aquello que lograré conocer a medida que
vaya practicando y poniendo en función el mencionado bagaje. Bien lo dice ella en
algún punto: “si trabajáis con pacientes moribundos, os pueden enseñar mucho
sobre la vida”. Y anexo: más aún sobre la muerte. Pues es de ellos, de sus vivencias,
sus dolencias, las de sus familiares y cercanos, de quienes se obtiene materia para
ejercer un mejor tratamiento, acompañamiento y trabajo en cuanto al proceso de
duelo se refiere. Cierto es, que los fundamentos de toda psicoterapia son los
conocimientos adquiridos a través de una maestría o una especialidad, sin embargo,
son apenas las bases, la experiencia propia y el transcurrir de la práctica es lo que
generará la verdadera maestría. Y yo, personalmente, estoy ansiosa por emprender
tan maravilloso camino.
Soy consciente de que el camino no estará libre e iluminado siempre, que
habrá recovecos de duda, y muy posiblemente experiencias que me tienten a
retroceder o a cuestionar si estoy haciendo lo correcto. Más, atendiendo a mis
fundamentos humanistas, prefiero sin duda vivir el aquí y el ahora, aplicar la frase
carpe diem y entregarme a las experiencias confiando en mis conocimientos y todo
aquello grandioso que he podido absorber de ésta lectura y me atrevo a confesar que
también he complementado éste ensayo leyendo el título Sobre el duelo y el dolor de
la misma autora en colaboración con David Kessler.

Sin embargo, me provoca calma y seguridad el saber que así también


aprendió sobre la marcha en más de una ocasión la misma Elisabeth. De acuerdo a
sus vivencias entendió muchísimas cosas sobre la muerte, y todo ello lo aprendió de
las expresiones e historias de sus pacientes. Tan así, que decidió auto denominarse
la señora de la muerte y el morir. Expresando así su experticia en el tema, pero no
en el ámbito de saber qué es morir, pues ella también expresa y deja en claro que no
hay aún persona alguna que pueda responder a la pregunta ¿qué es la muerte?
Pues nadie ha vuelto de después de la muerte para poder relatarnos qué sucede en
seguida, qué hay allá, si es bueno o no.

Encuentro fascinante la forma en que Kübler-Ross define las diferentes


emociones que se viven a través del duelo, no solo por medio del estudio y
experimento de las etapas propuestas por ella misma, sino desde el duelo
anticipatorio, y también en el mundo externo, los aniversarios, la vida después de la
pérdida y mucho tiempo después. Podrían algunos afirmar que el duelo nunca
termina, pero todos quienes hemos leído y entendido a Elisabeth podemos asegurar
que no se trata de si termina o cuando termine, se trata esencialmente de cómo se
vive, de cómo se experimenta y de qué se aprende de dicha experiencia.

El trabajo con dibujos, me parece fascinante, una forma extraordinaria de


comunicar las emociones que se viven en el duelo, los aprendizajes que se obtienen
y los síntomas que se experimentan. Aunque ella lo enfoca principalmente en su
trabajo con niños o con moribundos a quienes se les complica la comunicación,
considero que es una perfecta área de oportunidad, y con esto me refiero a que tiene
muchas más aplicaciones, tal como la técnica de escribir una carta, o incluso
podríamos agregar aquí la famosa silla vacía de Fritz Perls. Sin duda lo que quiero
decir, es que las aportaciones a través de la experiencia de Kübler-Ross enriquecen
bastante el actuar del terapeuta certificado en tanatología. Ahora sé, con seguridad y
confianza que podré afrontar diversas situaciones que se presenten en mi trabajo.

Concluyendo, atesoro mucho la experiencia vivida a través de la lectura de las


conferencias de Elisabeth Kübler-Ross a quien admiro por su entrega y de quien
quiero recordar aquella anécdota de la mujer paralizada. El hecho de sacrificar
tiempo personal entre conferencias para viajar unas horas más y poner en riesgo su
vuelo a Suecia para poder acompañar a una mujer que ya no podía moverse e
incluso se le dificultaba hablar, en sus últimos momentos de movimiento libre debido
a su enfermedad, me llena de motivación, orgullo y empatía. Al mismo tiempo
refuerza mi decisión por dedicarme a esta maravillosa carrera.

Para terminar, me gustaría recitar nuevamente una oración recitada en una de


sus conferencias con la cual me sentí profundamente identificada.

Déjame caminar en la belleza


y que mis ojos contemplen siempre
la puesta de sol roja y violeta.
Deja que mis manos respeten las cosas que has hecho,
y afina mis oídos para escuchar tu voz.
Hazme sabia para que pueda comprender
las cosas que has enseñado a mi pueblo.
Déjame aprender las lecciones que has ocultado
en cada hoja y roca.
Aspiro a la fuerza
no para ser superior a mi hermano
sino para luchar contra mi mayor enemigo:
yo misma.
Déjame estar siempre preparada para venir a ti
con manos limpias y ojos directos.
Para que cuando se desvanezca la luz
como una puesta de sol desvaneciente
mi espíritu pueda venir a ti sin culpa.

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